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Le Monde

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  • En Chile se inicia un ciclo hist-rico en 1990 cuya problemtica central era la democratizacin poltica luego de la dictadura y la

    superacin de los problemas socio-eco-nmicos ms flagrantes como la pobreza. El sujeto principal de esta problemtica, como en casi toda la historia de Chile del siglo XX y el actual, era una coalicin de partidos imbricados con actores sociales (la Concertacin) y su tarea se realizaba a travs del gobierno. En la oposicin se ubicaban, por un lado, las fuerzas de apo-yo poltico a la dictadura expresadas en la derecha y poderes fcticos (militares que ms de una dcada despus volvern a sus tareas, corporaciones empresariales, me-dios de comunicacin, poder judicial en un inicio), todos los que gracias al siste-ma institucional heredado contaban con un poder de veto para evitar que se des-mantelara la sociedad heredada de la dic-tadura. Por otro, aunque importantes en la lucha contra la dictadura y partidarios de la democratizacin poltica, sectores po-ltico sociales de izquierda excluidos del sistema institucional y que no compartan las limitaciones del proyecto democrati-zador de la coalicin en el gobierno.

    El balance de este ciclo que comienza a dar muestras de agotamiento, sin haber culminado el proceso de democratiza-cin, en los ltimos gobiernos de la Con-certacin ha sido sealado mltiples ve-ces. El pas se transform y moderniz, creci econmicamente, mejor la ca-lidad de vida de su poblacin, especial-mente de sus sectores ms afectados por las polticas de la dictadura, se ampli la cobertura de los servicios estatales, se super en gran parte la pobreza. Pero la sociedad permaneci atada a la de la dic-tadura por dos grandes cadenas. La pri-mera, el modelo socio-econmico neo-liberal, caracterizado por producir y re-producir desigualdades y segregaciones;

    una enorme concentracin del poder, la riqueza y la comunicacin; y el predo-minio del mercado y lo privado en todos los mbitos de la vida social por sobre el inters pblico, reduciendo y debilitan-do la accin del Estado. La segunda, un modelo poltico-institucional, consagra-do principalmente en la Constitucin impuesta por la dictadura en 1980, pe-ro tambin en una amplia gama de nor-mativas que se deducan de aquella, que reproduce el empate entre fuerzas de la dictadura y las fuerzas democrticas pa-ra asegurar la intangibilidad del mode-lo socio-econmico. Los gobiernos de la Concertacin corrigieron tanto el mode-lo socio-econmico neoliberal como el modelo poltico institucional, pero no los superaron y en esa misma medida contri-buyeron a consolidarlos. Y entretanto se fue erosionando tambin el sistema de relaciones entre lo poltico y lo social que haba caracterizado a la sociedad chilena desde inicios del siglo pasado.

    MovilizacionesAntes que terminara el ciclo de los go-biernos de la Concertacin se anuncia un nuevo ciclo histrico con las movilizacio-nes de 2011 y 2012. Y ello porque quedan planteados una nueva problemtica y un nuevo proyecto histrico, ilustrados en el campo educacional pero que abarca to-dos los mbitos de la vida social (trabajo, modelo productivo, energa, insercin en Amrica Latina, recursos naturales, papel dirigente del Estado, diversidad cultural, relacin del Estado con las regiones y pue-blos originarios, internacional): superar la sociedad post pinochetista en su dimen-sin socio-econmica neoliberal y en su dimensin poltico institucional, para ge-nerar una sociedad integralmente demo-crtica e igualitaria con predominio de lo pblico y estatal sobre el mercado en to-dos los campos y construir una nueva re-

    lacin entre lo poltico y social. Se trataba de dar el salto que casi todos los pases de Amrica Latina haban dado despus de sus procesos de democratizacin poltica y que en Chile no haba ocurrido.

    Aunque el anuncio de un nuevo ciclo viniera por primera vez del mundo social v no del mundo poltico, era evidente que l no podra desencadenarse sin la inter-vencin de este ltimo. Con ms o menos problemas, tanto los partidos de la Concer-tacin, con un proyecto agotado, como el Partido Comunista, marginado hasta en-tonces de la institucionalidad poltica, en-tendieron, en el marco de las coyunturas electorales de 2013, la necesidad de gene-rar una nueva coalicin poltica de centro izquierda (la Nueva Mayora) para ganar el gobierno y el Parlamento de modo de des-encadenar efectivamente este nuevo ciclo. Sectores fuera de esta coalicin tambin han mostrado su voluntad de participar en este nuevo ciclo histrico, aunque no est claro el modo como se integrarn. Desde la asuncin de la candidatura presidencial y liderazgo de esta coalicin Michelle Ba-chelet, a travs de la campaa, en su pro-grama de gobierno y en sus declaraciones como presidenta en los primeros das, ha mostrado su voluntad y decisin de enca-bezar el muevo ciclo y no ceder a las presio-nes contrarias a ello desde la derecha, algu-nos sectores de la Nueva Mayora y aque-llos que desconfan de cualquier aspecto que venga de la institucionalidad poltica y de la poltica electoral.

    Pero si bien las movilizaciones de 2011-2012, la formacin de nuevas coaliciones partidarias, la eleccin presidencial y la abrumadora mayora de Bachelet entre quienes votaron, la mayora en el Congre-so de su coalicin de gobierno, el clima cultural consagrado en las conmemora-ciones de los cuarenta aos, la presencia de nuevos actores polticos y sociales, nos hablan al menos del trmino del ciclo an-terior, no nos aseguran que efectivamente este produzca y desarrolle. El pas puede caer en una fase en que todo sigue igual y en que cada vez ms lo poltico y lo social se separen, se desconozcan o renieguen el uno del otro. Y ello se reflejar no slo en indicadores socio-econmicos sino en una degradacin de toda la vida social.

    Terminar con la herencia dictatorialCmo reconoceremos que ya estamos en pleno nuevo ciclo histrico, caracterizado a la vez por la radicalidad de sus conteni-dos y por la coherencia de su implemen-tacin? En la medida que da a da vayan desapareciendo los rasgos de la sociedad heredada de la dictadura, en cuya supera-cin consiste el nuevo ciclo, en que da a da disminuyan la desigualdad y el poder del mercado en los diversos mbitos de la vida social y aumente el predominio de lo pblico, en que da a da se vaya transfor-mando la institucionalidad heredada y en que da a da se vayan recomponiendo, a travs de nuevas formas las relaciones en-tre lo poltico y social.

    En esto el cumplimiento del programa de gobierno, la aprobacin de leyes por el Congreso, el apoyo de los partidos y todas las fuerzas democrticas que no estn en el gobierno, las movilizaciones de la so-ciedad, son indispensables. Pero no bas-tan para romper las inercias ni generar las confianzas de los que no creen en la polti-ca ni obligar a los poderes fcticos a acep-tar la voluntad democrtica.

    A nuestro juicio, la prioridad de senti-do, no necesariamente temporal aunque no puede dejarse pasar mucho tiempo sin que se diluya el clima favorable al nuevo ciclo, deben tenerla las nuevas relacio-nes entre Estado, poltica y sociedad que se establecen en una nueva Constitucin. No cabe aqu volver a argumentar a favor de ella, porque todos sabemos que es la institucionalidad actual la que bloquea el traspaso al nuevo ciclo y nos mantiene en-cadenados a ciclos anteriores.

    El proceso constitucionalMs all de la necesidad de una nueva Constitucin, que parece ser consensual salvo para minoras recalcitrantes o para quienes desconfan de la poltica, hay que insistir en que ella es el eje vertebrador de todos los cambios. Pero no solo por los contenidos que se establezcan sino por-que el proceso que lleve a ella es el nico que puede asegurar la reconstruccin de la comunidad poltica y la identificacin de la ciudadana con el orden poltico ins-titucional. Y en este sentido, no hay otra forma de llegar a una nueva Constitucin legtima que una Asamblea Constituyen-te. Al mismo tiempo es la nica frmula que genera un espacio de encuentro entre el mundo social y el mundo poltico, entre lo institucional y lo participativo, permi-tiendo la rearticulacin de sus relaciones y el respeto de sus autonomas.

    Hay que reconocer que algunos sec-tores se oponen a una Asamblea Consti-tuyente, otros se sienten alejados de esta idea, no porque la rechacen sino porque desconocen de qu se trata. En este senti-do, lo que parece entonces ms adecuado es llamar a la ciudadana a pronunciarse sobre esta idea a travs de un Plebiscito y concentrar las energas iniciales en re-formas y movilizaciones que permitan un Plebiscito en torno precisamente a la cuestin de una nueva Constitucin a tra-vs de una Asamblea Constituyente. No olvidemos que en el imaginario de los chi-lenos y chilenas existe el plebiscito como el gran instrumento para terminar con una dictadura. Por qu no puede serlo para terminar con sus herencias despus de ms de 20 aos de su trmino?

    No habr nuevo ciclo histrico, ms all de declaraciones y buena voluntad, sin des-encadenamiento de un proceso constitu-yente como lo han tenido todos los pases que han recuperado su democracia. g

    *Socilogo. Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanidades.

    Plebiscito para una Asamblea Constituyentepor Manuel Antonio Garretn*

    La necesidad de abrir un proceso para un nuevo ciclo

    4 | LE MONDE diplomatique | abril 2014

    Cuando se habla de nuevo ciclo de la poltica en Chile se corre el riesgo de banalizar su significado identificndolo con cambios de gobierno o en la correlacin de las fuerzas polticas. Si bien estos elementos suelen estar presentes cuando se abre un nuevo ciclo histrico, lo que define a ste es la aparicin de una nueva problemtica histrica y de nuevos sujetos polticos y sociales que se hacen cargo de ella. Dicho de otra manera, cambia lo que est en juego en la sociedad. Y en este sentido puede no haber una correspondencia entre un nuevo ciclo histrico y los actores gubernamentales o de oposicin que pueden corresponder al ciclo anterior, es decir, la emergencia de un nuevo ciclo es paralela al agotamiento y trmino del anterior y ambos tienden a coexistir por tiempos ms o menos largos.