latourelle, rene - teologia de la revelacion

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RENE LATOURELLE TEOLOGÍA DÉLA REVELACIÓN VERDAD E IMAGEN

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  • RENE LATOURELLE

    TEOLOGA DLA

    REVELACIN

    VERDAD E

    IMAGEN

  • VERDAD E IMAGEN 49

    RENE L A T O U R E L L E

    TEOLOGA DE LA REVELACIN

    QUINTA EDICIN

    EDICIONES SIGEME - SALAMANCA, 1982

  • Tradujo Jos Luis Domnguez Villar Ttulo original: Thologie de la rvlation Descle de Brouwer, 1966 Ediciones Sigeme, 1966 Apartado 332 - Salamanca (Espaa) ISBN: 84-301-0227-2 Depsito legal: S. 112-1982 Printed in Spain Imprime: Grficas Ortega, S.A. Polgono El Montalvo - Salamanca, 1982

    C O N T E N I D O

    Introduccin 9

    I. NOCIN BBLICA DE LA REVELACIN 15 1. La revelacin en el Antiguo Testamento 17 2. La revelacin en el Nuevo Testamento 45

    II. EL TEMA DE LA REVELACIN EN LOS PADRES DE LA IGLESIA 87

    3. Primeros testigos 91 4. San Ireneo 103 5. Testigos de la iglesia griega 115 6. Testigos de la iglesia latina 145

    III. LA NOCIN DE REVELACIN EN LA TRADICIN TEO-LGICA 165 7. Los escolsticos del siglo xm 169 8. Los escolsticos postridentinos 205 9. La renovacin escolstica del siglo xix 219

    10. La teologa de la revelacin en el siglo xx 235

    IV. NOCIN DE REVELACIN Y MAGISTERIO DE LA IGLESIA 279 11. El concilio de Trento y el protestantismo 283 12. El concilio Vaticano I y el racionalismo 289 13. La crisis modernista 305 14. El perodo contemporneo 333 15. El concilio Vaticano II y la constitucin Dei Verbum . . . 351

    V. REFLEXIN TEOLGICA 399 16. La revelacin como palabra, testimonio y encuentro . . . 403 17. Revelacin y creacin 419 18. Historia y revelacin 433 19. Encarnacin y revelacin 451 20. Revelacin y luz de fe 471 21. Milagro y revelacin 485 22. Iglesia y revelacin 505 23. Revelacin y visin 525 24. Finalidad de la revelacin 535 25. Unidad y complejidad de la revelacin 545

    Bibliografa 555 Autores 569 ndice general 577

  • S I G L A S

    AAS: Acta Apostolicae Sedis Ang: Angelicum

    Bibl: Bblica BiblVieCh: Bible et vie chrtienne BiblZ: Biblische Zeitschrift BLE: Bulletin de littrature eccl-

    siastique

    CahSion: Cahiers Sionniens CathBiblQ: Catholic Biblical Quar-

    terly CFT: Conceptos fundamentales de

    la teologa ClergRev: The Clergy Review

    D : Denzinger DAFC: Dictionnaire apologtique

    de la foi catholique DivTh: Divus Thomas DSAM: Dictionnaire de spiritualit

    asctique et mystique DTC: Dictionnaire de thologie ca-

    tholique

    EstBibl: Estudios bblicos ET: Eglise et thologie EtFr: Etudes franciscaines ETL: Ephemerides Theologicae Lo-

    vanienses EvQ: Evangelical Quarterly Greg: Gregorianum

    HeythropJ: The Heythrop Journal

    JournBiblLit: Journal of Biblical Li-tera ture

    JournPsych: Journal of Psychology JSS: Journal of Semitics Studies

    L M D : La Maison Dieu LTK: Lexikon fr Thologie und

    Kirche

    MasOuvr: Masses Ouvrires. MelScR: Mlanges de science reli-

    gieuse Msi: Mansi NRT: Nouvelle Revue Thologique N T S : New Testament Studies RB: Revue Biblique RechAug: Recherches Augustinien-

    nes RechThAM: Recherches de tholo-

    gie ancienne et mdivale RefThRev: Reformed Theological

    Review RevHistLit: Revue d'Histoire litt-

    raire RevNouv: La revue nouvelle RSPT: Revue des sriences philoso-

    phiques et thologiques RevThPh: Revue de thologie et de

    philosophie RHPhR: Revue d'Histoire philoso-

    phique et religieuse RSR: Recherches de science reli-

    gieuse RT: Revue thomiste SE: Sciences ecclsiastiques STh: Santo Toms, Suma teolgica T h Z : Theologische Zeitschrift TS : Theological Studies T W N T : Theologisches WSrterbuch

    zum Neuen Testament

    VD: Verbum Domini VTB: Vocabulario de teologa b-

    blica Z K T : Zeitschrift fr katholische

    Thologie ZSystTh: Zeitschrift fr systema-

    tische Thologie

    I N T R O D U C C I N

    Dios no es un presente ausente. Muchas veces y en muchas maneras habl Dios en otro tiempo a nuestros padres por minis-terio de los profetas; ltimamente, en estos das, nos habl por su Hijo (Heb 1,1). A Dios nadie le vio jams; Dios Unig-nito, que est en el seno del Padre, se nos le ha dado a cono-cer (Jn 1, 18). Dios ha roto el silencio: ha salido de su misterio, se ha dirigido al hombre y le ha revelado los secretos de su vida personal; le ha manifestado su designio inaudito de una alianza con el hombre con vistas a una participacin de vida. Dios, el Dios vivo, ha hablado a la humanidad. He ah el hecho inmenso que domina ambos Testamentos. Esta palabra, que en un prin-cipio fue lejana, confusa, intermitente, como sonidos sueltos cuya unidad casi no puede percibirse, en Jesucristo, Hijo del Padre, Verbo del Padre, se nos da toda entera, se hace evange-lio y se proclama, clara y distinta, como mensaje: la palabra de la buena nueva (Hech 15, 7), la palabra del Seor (1 Tes 1, 8; 2 Tes 3, 1), la palabra de Dios (1 Tes 2, 13), la palabra de verdad (2 Cor 6, 7; Ef 1, 13; Col 1, 5; 2 Tim 2,15), la pala-bra de vida (Fil 2, 16), el mensaje de salvacin (Hech 13, 26), el evangelio de la gracia (Hech 20, 24).

    La revelacin o la palabra que Dios dirige a la humanidad es la primera realidad cristiana: el primer hecho, el primer miste-rio, la primera categora. Toda la economa de la salvacin, en el orden del conocimiento, descansa en este misterio de la auto-manifestacin de Dios en una confidencia de amor. La revela-cin es el misterio primordial, el que nos comunica todos los dems, porque es la manifestacin del designio de salvacin que Dios concibi desde toda la eternidad y que realiz en Jesu-cristo (Ef 1,9-10); Rom 16,25-27); por ella conocemos los do-nes de la salvacin y los medios para alcanzarla. La revelacin es el acontecimiento decisivo y primero del cristianismo, el que condiciona la opcin de la fe, porque si Dios ha hablado a la

  • 10 Introduccin

    humanidad y se ha probado slidamente el hecho de esta pala-bra, la opcin de la fe ya no es una opcin ciega, sino una opcin humana, conforme a la naturaleza del hombre que es un ser inteligente y libre. Por ltimo, la revelacin es la primera de las categoras que constituyen el fundamento de toda la investiga-cin teolgica. La revelacin, la inspiracin, la tradicin son para la ciencia teolgica lo que son las nociones bsicas para la ciencia humana. Estas categoras, implicadas en todo punto de partida, son las primeras que se han de admitir, definir y explicar.

    La revelacin es el primer hecho, el primer misterio y la pri-mera categora del cristianismo. Y sin embargo, esta realidad no ha sido todava estudiada suficientemente. Ya en 1911 haca notar el padre Lebreton que los telogos han descuidado dema-siado las nociones fundamentales de la fevelacin y de la fe x. Cincuenta aos ms tarde, en 1961, A. Lonard, en la introduc-cin a una obra colectiva sobre la teologa de la palabra de Dios, se queja de lo mismo. La revelacin, dice, es la realidad primera y fundamental del cristianismo. Es sobremanera sorprendente constatar que la teologa catlica no ha tratado ni desarrollado todas las variaciones del tema... Uno tiene la impresin de que este tema ha sido en teologa una de esas evidencias fundamen-tales que tejen toda la explicacin, aun sin ser expresadas... En teologa todo depende de la revelacin divina, todo se refiere a ella, todo se explica a su luz. Quizs haya sido sta la razn por la que siempre ha sido paradjicamente una de esas grandes verdades implcitas tan claras y ciertas que nadie ha sentido la necesidad de explicar '. Es tambin significativo que los histo-riadores del dogma no hayan hablado del tema de la revelacin. Harnack, Schwane, Tixeront, De Groot, Loofs, Seeberg y Land-graf no le dedicaron ni un solo captulo.

    Con todo, existe en teologa un tratado sobre la revelacin. Este tratado estudia el hecho de la revelacin y el conjunto de signos por los que podemos concluir con toda certeza la exis-tencia de este hecho. Esta reflexin sobre el hecho de la revela-

    1 J. LEBRETON, Son minence le Cardinal Billot: tudes 129 (1911)

    521-522. a A. LONARD, Vers une thologie de la parole de Dieu, en La parole

    de Dieu en Jsus-Christ. Pars 1961, 12.

    Introduccin I

    cin, que tiene su origen en la funcin apologtica de la teologa, es necesaria en la Iglesia, porque la Iglesia, si no reflexionara sobre la intervencin de Dios en la historia y sobre los signos de esta intervencin, se expondra finalmente al peligro del fidesmo. No sabra ya cmo ni por qu se ha empeado en la aventura de la fe.

    Sin embargo, el estudio apologtico del hecho de la revela-cin, por muy slido que sea, no agota toda la riqueza de la realidad, porque esta realidad, lo hemos dicho ya, no es slo un hecho. Es tambin un misterio. Una vez que hemos probado que Dios ha hablado y que la aparicin de Cristo en la histo-ria constituye el punto culminante de esta intervencin divina, hemos dado un paso adelante, pero no hemos recorrido todo el camino. Hemos demostrado que existe la revelacin, pero no hemos hablado de su realidad total. Nos hemos quedado en la periferia de la revelacin. Hemos de descubrir la naturaleza, los aspectos, las dimensiones, la profundidad de la revelacin. Al lado de una apologtica de la revelacin, queda un puesto para una dogmtica de la revelacin, de la misma manera que al lado de una apologtica de la Iglesia y de la resurreccin existe una dogmtica de la Iglesia y de la resurreccin.

    El presente estudio quiere ser una contribucin a la dogm-tica de la revelacin. Considera la revelacin desde el punto de vista de la revelacin, como todos los dems misterios de la fe: creacin, encarnacin, redencin, etc. Partiendo de la fe, camina hacia la inteligencia de la fe, apoyndose en la Escritura como fuente inspirada y en la Iglesia como institucin divina. Vides cuaerens intellectum . es una bsqueda del espritu, una reflexin sobre el misterio ya aceptado por la fe.

    Una teologa de la revelacin entendida as, responde a los deseos de nuestra poca, que ha redescubierto el misterio de la palabra de Dios. En todas partes se multiplican los estudios sobre la Escritura, la tradicin, la predicacin, la liturgia, enten-didas como palabras de Dios o como efectos de la palabra de Dios. La expresin palabra de Dios designa casi todos los misterios de la salvacin y todas las realidades cristianas. Signo evidente de que se quiere volver a dar a la palabra de Dios el puesto de honor que le pertenece en la fe y en la vida cristiana.

  • 12 Introduccin

    Aadamos, sin embargo, que la expresin palabra de Dios se aplica primariamente a la revelacin, es decir, a la primera intervencin por la que Dios sale de su misterio, se dirige a la humanidad y le manifiesta su designio salvfico. Esta palabra se contiene en la Escritura y en la tradicin; la predicacin de la Iglesia la transmite; la liturgia la celebra y la actualiza. Mas todo deriva de la palabra original dirigida par Dios a la humanidad.

    Esta teologa de la revelacin o de la palabra de Dios apa-rece actualmente como una inmensa cantera. En la renovacin bblica y patrstica del siglo xx, en las reflexiones sobre la natu-raleza y estado de la teologa, en las crticas y ensayos de la teo-loga kerigmtica, en la investigacin sobre el sentido del minis-terio de la predicacin en la Iglesia, en los estudios sobre el progreso dogmtico y en las monografas sobre la revelacin y la fe se hallan ya todos los elementos de una gran construccin. A nuestro juicio, se elabora un nuevo tratado dogmtico, un tra-tado sobre la revelacin, llamado a ocupar un puesto junto con los grandes tratados teolgicos como son los de la fe y los sacra-mentos. Esta dogmtica, de la revelacin aparece como un com-plemento al tratado apologtico y tambin como preparacin al tratado sobre la fe. Lo importante, escribe John Baillie, es que haya correlacin en todo entre la inteligencia de la revela-cin y la inteligencia de la fe que la recibe3. Fe y revelacin, como palabra y respuesta, son correlativas. La reflexin sobre la revelacin fecundar y dar vida a la teologa de la fe.

    Una dogmtica de la revelacin, adems de enriquecer la reflexin teolgica, encuadra muy bien en el marco de las pre-ocupaciones ecumnicas actuales. En efecto, el ecumenismo no es slo un problema de eclesiologa, sino tambin un problema de metodologa. Una teologa ecumnica debe esforzarse en pre-sentar con toda fidelidad la doctrina de la Iglesia, pero debe hacerlo con una fidelidad que favorezca el dilogo con los cris-tianos separados. Ahora bien, para los protestantes en concreto, la Escritura es el nico centro de atencin; se comprende, pues, que la palabra de Dios ocupe el primer puesto tanto en la vida

    3 J. BAILLIE, The Idea of Revelation in Recent Thought. London

    1956, 09.

    Introduccin 13

    espiritual como en la investigacin teolgica. Segn la doctrina protestante, el hombre est solo ante la palabra de Dios; sta es el medio vital de su vida interior, que se nutre y se renueva mediante un encuentro cotidiano con la Escritura. Consiguien-temente, la teologa de la palabra de Dios ocupa un puesto pre-eminente y goza de una acogida muy favorable. De hecho, todos los telogos protestantes contemporneos (K. Barth, R. Bultmann, E. Brunner, P. Tillich, R. Niebuhr, H. W. Robinson, etc.) con-sagran varios captulos, y aun obras enteras, al tema de la reve-lacin. Dar a la palabra de Dios toda la importancia que le pertenece dentro de las realidades cristianas, es pues contribuir en cierto modo al acercamiento de los cristianos.

    Nuestro estudio consta de cinco partes dispuestas segn el mtodo habitual en teologa. La funcin especulativa elabora los datos de la funcin positiva. Estas partes son-. 1. Nocin4 bblica de revelacin; 1. El tema de la revelacin en los padres de la Iglesia; 3. Nocin de revelacin en la tradicin teolgica; 4. Nocin de revelacin y magisterio de la Iglesia; 5. Reflexin teolgica.

    Nuestro intento en la segunda y tercera parte no ha sido estudiar todos los padres y telogos que han escrito sobre el tema. Esta tarea es inmensa y actualmente imposible, dada la escasez de monografas sobre el tema. Hemos preferido estudiar ms atentamente unos cuantos autores representantes de una poca, a multiplicar el nmero de escritores y ofrecer solamente algunas visiones parciales de su pensamiento. Hemos estudiado unos veinte autores de la poca patrstica y unos quince, es-cogidos entre los ms importantes, de la tradicin teolgica. Nuestro punto constante de referencia ha sido la revelacin en cuanto tiene por trmino correlativo la fe.

    La cuarta parte estudia la nocin de revelacin en los documentos del magisterio tanto extraordinario documen-tos conciliares > como ordinario sobre todo encclicas . Estos ltimos pertenecen en su mayora a los siglos xix y xx. Prolongan y confirman la elaboracin teolgica de los siglos anteriores, al mismo tiempo que reflejan las preocupaciones ac-

    Al trmino nocin damos el sentido que tiene en alemn (Begriff). Nocin designa aqu toda la realidad de la revelacin en sus diversos aspectos.

  • 14 Introduccin

    tuales de la Iglesia. Esta parte, pues, desde un punto de vista histrico, est ntimamente ligada a las anteriores.

    Nuestro estudio no pretende ser exhaustivo. Es, lo repe-timos, un sencillo avance del tratado dogmtico de revelacin. Quedaramos satisfechos si nuestro trabajo puede prestar algn servicio y ayuda a otros a avanzar en la misma direccin.

    *

    Adems de algunas correcciones de detalle, en esta segunda edicin hemos aadido: 1, un artculo sobre la carta a los he-breos; 2, un artculo sobre Duns Escoto; 3, un artculo sobre la encclica Ecclesiam suam de Pablo VI; 4, un captulo com-pleto sobre la constitucin dogmtica Dei verbum del concilio Vaticano II. Este captulo es un comentario detallado de los pargrafos del concilio sobre la naturaleza y tranmisin de la revelacin. Otras pginas especialmente las conclusiones de la cuarta parte han sido retocadas para tener en cuenta las enseanzas del concilio. Por ltimo, hemos puesto al da la bibliografa.

    *

    La segunda edicin castellana reproduce el texto de la se-gunda edicin francesa. Cnicamente se ha aadido un swple-mertto bibliogrfico que agrupa las principales obras y artculos aparecidos desde 1966 a 1968 sobre el tema de la revelacin. I

    Nocin bblica de revelacin

  • 1 LA REVELACIN

    EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

    La afirmacin de una intervencin de Dios en la historia, debida nicamente a su decisin libre, caracteriza la religin del Antiguo Testamento. Esta intervencin se concibe como encuen-tro de una persona con otra: de alguien que habla con alguien que escucha y responde. Dios se dirige al hombre, como un dueo a su servidor, y le interpela. Y el hombre, que escucha a Dios, responde por la fe y la obediencia. Llamamos revela-cin al hecho y al contenido de esta comunicacin'.

    1 Sobre la revelacin en el Antiguo Testamento, vase O. GRETHER,

    ame und Wort Gottes im Alten Testament. Giessen 1934; L. DUERR, Die Wertung des gttlichen WorteS im A. T. und im Antiken Orient. Leipzig 1938; H. NIEBECKER, Wesen und Wirklichkeit der bernatrlichen Offen-barung. Freiburg 1940; W. EICHRODT, Theologie des Alten Testaments. Berlin 1948, 2, 32-38; A. ROBERT, La parole divine dans VAnoten Testament: DBS S, 442-465; S. MOWINCKEL, La connaisance de Dieu ches les prophtes de VAnden Testament: RHPhR.22 (1942) 69-106; C. LARCHER, La parole de Dieu en tant que rvlation dans VAnden Testament, en La parole de Dieu en Jsus-Christ. Pars 1961, 35-67; G. E. MENDENHAIX, Law and Covenant in Israel and the Andent Near East. Pittsburgh 1955; W. MORAN, De Foederis mosaid traditione: VD 40 (1962) 3-17; A. OEPKE, OTxaAiixcT; TWzNT 3, 565-597; O. PROCKSCH, Wort Gottes im A. T.: TWzNT 4, 89-100; W. E. WRIGHT, God who acts. London 1952; P. VAN IMSCHOOT, Theologie de VAnden Testament. Paris-Tournai-New York-Rome 1954 y 1956, 1, 142-255; E. JACOB, Theologie de VAnden Testament. Pars 1955, 103-109, 148-184; L. KOEHLER, Od Testament Theology. London 1957, 99-126; J. L. MCRENZIE, The Word of God in the Od Testament: TS 21 (1960) 183-206; T. C. VRIEZEN, An Outline of Od Testament Theology. Oxford 1958,233-267; A. BARUCQ, Oracle: DBS 6,752-787; H. W. ROBINSON, Inspiration and Rvlation in the Od Testament. Oxford 1946; J. LEVIE, La Biblia, palabra humana y mensaje de Dios. Bilbao 1961; H. H. ROWLEY, The Faith pf Israel. London 1956, 23-47; R- B. Y. SCOTT, The Revelance of the Prophets. New York 10i96o; JAMES G. S. S. THOMSON, The Od Testament View of Rvlation. Grand Rapids. Michigan 1960; W. BULST, Offenbarung. Dusseldorf 1960; P. GRELOT, Sens chrtien de l'Anden Testa-ment. Paris-Tournai-New York-Roma 1962, 126-134.

  • 18 Nocin bblica de revelacin

    Tomada en su totalidad, como fenmeno complejo que in-cluye multiplicidad de formas y medios, esta revelacin se pre-senta sobre todo como la experiencia de la accin de una poten-cia soberana que modifica el curso normal de la historia y de la existencia individual. Esta accin, sin embargo, no es una mani-festacin bruta de potencia, porque en todas partes las palabras la encuadran o informan: esta potencia dialoga, anuncia, explica, manifiesta un designio. Dios no habla a la masa, sino que es-coge primeramente un pueblo, y, dentro de l, intermediarios que transmitirn su palabra y en su nombre pedirn una res-puesta.

    Si el Antiguo Testamento carece de un trmino tcnico para expresar la idea de revelacin 2, la expresin palabra de Yav es la privilegiada, la ms frecuente y significativa para manifes-tar la comunicacin divina. En las teofanas, la manifestacin sensible est al servicio de la palabra 3. Lo principal no es el hecho de ver la divinidad, sino el de or su palabra. Su vocacin divina se le presenta a Abraham como un puro hablar divino (Gen 12,1 s). Es tambin significativo que Moiss, que poda conversar con Dios como un amigo con su amigo (Ex 33, 11), no poda ver su faz (Ex 33,21-23). En la revelacin del Sina, toda la narracin descansa en la palabra de Dios. En los profetas, hemos de notar escribe Mowinckel que, aun en las visio-nes, lo esencial son las palabras 4. La revelacin por la visin, observa Khler, es tambin revelacin por la palabra 5. Por su palabra Dios introduce progresivamente al hombre en el cono-cimiento de su ser ntimo. La palabra de Dios, en el Antiguo Testamento, dirige e inspira una historia que comienza por la palabra de Djos pronunciada en la creacin y que termina con la palabra hecha carne 6. Trazar la historia de la palabra de

    2 H. SCHULTE, Der Begriff der Offenbarung im Neuen Testament.

    Mnchen 1949, 38-40; P. VAN IMSCHOOT, Thologie de l'Ancien Testament, 1, 142.

    ' S. MOWINCKEL, La connaissance de Dieu ches les prophtes de l'An-cien Testament: RHPhR 22 (1942) 79.

    * Ibid., 83. 5 L. KOEHLER, Thologie des Alten Testaments.'ig53, 87.

    * E. JACOB, Thologie de l'Ancien Testament, 104. A excepcin del nombre de Dios observa F. J. Leenhardt no hay en toda la tradicin cris-tiana y, antes de Jesucristo, en el hebrasmo del que ha nacido, vocablo que ocupe un lugar o desempee un papel tan importante como el del trmino

    La revelacin en el Antiguo Testamento 19

    Dios, es, pues, bosquejar al mismo tiempo la historia de la reve-lacin 7:

    I

    MOMENTOS DE LA HISTORIA DE LA REVELACIN

    1. La investigacin vacila todava en el perodo ms anti-guo de la revelacin. Este perodo parece estar enquiciado en hechos teofnicos y en manifestaciones de tipo oracular.

    El Gnesis narra cmo Yav se apareci en forma humana a Abraham, cerca de los terebintos de Mambr (Gen 18,1 s), y le anunci el nacimiento de Isaac y la destruccin de Sodoma. Yav se le apareci de nuevo para sellar con l una alianza y para cambiarle su nombre, Abram, por el de Abraham (Gen 17, 1 s). Isaac y Jacob gozaron de apariciones semejantes (Gen 26, 2; 32,25-31; 35,9). Es imposible, sin embargo, determinar la naturaleza exacta de estas manifestaciones, que bien pudieron ser visiones sensibles que afectaban los sentidos exteriores, o tambin visiones interiores, personificacin antropomrfica con-ducente a traducir el carcter intenso y directo de la experiencia interior. Estas tradiciones referentes a los patriarcas han sido conservadas en textos que, segn la investigacin moderna, datan aproximadamente del siglo x (J) o x-vm (E), pero reco-gen tradiciones muchsimo ms antiguas. Podemos contar, sin embargo, con un retoque de estas experiencias por parte de los narradores.

    El medio oriental se serva de ciertas tcnicas para llegar al conocimiento de los secretos de los dioses: adivinacin, ensue-os, consulta del hado, presagios, etc. Durante largo tiempo conserv el Antiguo Testamento parte de estas tcnicas, purifi-cndolas de su sabor, politesta o mgico (Lev 19, 26; Dt 18, 10 s; 1 Sam 15,23; 28,3), pero atribuyndoles cierto valor. En las circunstancias importantes o difciles, por ejemplo antes palabra (J. F. LEENHARDT, La signification de la notion de parole dans la pense chrtienne: RHPhR 35 (1955) 261).

    7 A. ROBERT, La parole divine dans VAnclen Testament: DBS 5, 442-

    465; C. LARCHER, La parole de Dieu en tant que rvlation dans l'Ancien Testament, en La parole de Dieu en Jsus-Christ, 35-37.

  • 20 Nocin bblica de revelacin

    de decidirse a la guerra, o de hacer un pacto, Israel pregunta, consulta a Yav, su Dios, sabedor como es de la presencia divi-na en todas sus acciones (1 Sam 9,1-10; Jos 7,6-15; 1 Sam 10, 20-21). Pero mientras que en los vecinos pueblos semitas o egipcios el adivino intenta constreir a los dioses por medio de ritos juzgados infaliblemente eficaces, Israel espera una respuesta nicamente de la buena voluntad de Yav. Estas consultas, he-chas las ms de las veces en favor de los dirigentes de la nacin, son obra de los videntes y sobre todo de los sacerdotes (1 Sam 14, 36; 22,15). Para dar sus orculos, el sacerdote se sirve de los Urim y Tummin, que llevaba en el efod, y responde a las preguntas con breves frmulas de tipo afirmativo o negativo (Dt 33,8; Ex 28,30; Lev 8,8; Nm 27,21; 1 Sam 14,41; 23,10 s) 8. Es tambin significativo que Israel siempre se haya negado a aceptar ciertas formas clsicas de las tcnicas desti-nadas a conocer el pensamiento divino, en concreto la aruspi-cina, de uso general en la adivinacin sacrificial del antiguo oriente.

    Al igual que la mayor parte de los pueblos antiguos, los hebreos creyeron que Dios poda servirse de los sueos para dar a conocer su voluntad (Gen 20,3; 28,12-15; 37,5-10; Jue 7,13 s; 1 Sam 28,6; 1 Re 3, 5-14). Jos tiene una copa de adivinar (Gen 44,2. 5) y sobresale en la interpretacin de los sueos (Gen 40-41). Ms progresivamente se distinguen los sue-os que Dios da a los profetas verdaderos (Nm 12,6; Dt 13,2) de los sueos falsos de los adivinos profesionales (Jer 23, 25-32; Is 28, 7-13).

    En los profetas, estas tcnicas antiguas tienden a desapare-cer para dar paso a la experiencia eminente de la palabra 9.

    2. La alianza del Sina es el momento decisivo en la historia de la revelacin. No se comprende sino a la luz de todo el pro-ceso histrico, cuyo fin y perfeccionamiento constituye I0. Por la

    8 P. VAN IMSCHOOT, Thologie de l'Anden Testament, i, 148-154;

    H. H. ROWLEY, The Faith of Israel, 28-29; A. BARUCQ, Oracle: DBS 6, 679-681; H. W. ROBINSON, Inspiration and Revelation in the Od Testament, 202-204.

    9 Encontramos, sin embargo, sueos en el gnero apocalptico (Daniel,

    Zacaras) en el que estn cargados de significacin y se hacen palabra. 10

    H. W. ROBINSON, Inspiration and Revelation in the Od Testament, 153.

    La revelacin en el Antiguo Testamento 21

    alianza, Yav, que ha demostrado a Israel su poder y su fidelidad sacndole de la esclavitud de Egipto, se apropia este pueblo y se hace el jefe de la nacin. Todas las tradiciones vinculan a la alianza ciertos preceptos que son las condiciones puestas por Yav, las clusulas impuestas por l a Israel " . Estas leyes son las palabras de la alianza (Ex 20,1-17) o las diez palabras (Ex 34,28). Lo que caracteriza a estos debaritn, que en sus or-genes pudieron existir en forma muchsimo ms simple y no decimal, es el estilo apodctico, exclusivo de Israel y de algunos tratados hititas del segundo milenio I2. Las palabras de la alian-za son la revelacin de la voluntad divina, cuyo respeto o trans-gresin traer bendicin o maldicin. Expresan el exclusivismo del Dios de Israel y sus exigencias morales. La alianza ha hecho de las tribus sacadas de Egipto una comunidad que tiene una ley, un culto, un Dios, una conciencia religiosa. Israel se con-vierte en pueblo gobernado por Yav. En lo sucesivo, su destino est vinculado a esta voluntad de Dios, histricamente expre-sada y fundamentada en el acontecimiento de la liberacin I3. Los profetas aplican siempre a los hechos de su tiempo las con-secuencias del rgimen de la alianza I4. Tambin los misbpatim o costumbres del cdigo de la alianza (Ex 20,22-23,19), aun-que pertenezcan ya a una fase ulterior que supone una canoni-zacin de las leyes consuetudinarias establecidas por los ante-pasados, se consideran como expresin de la voluntad de Dios. Sus frmulas imperativas, mucho ms detallistas y casusticas, prolongan el declogo.

    " W. EICHRODT, Theology of the Od Testament (trad. inglesa de J. A.' BAKER, London 1961), 1, 37-38; G. E. MENDENHALL, Law and Covenant in Israel and in Ancient Near East, 37 y 43; W. MORAN, De Foederis mosaici traditione: VD 40 (1962) 7-13.

    u W. EICHRODT, Theology of the Od Testament, 1, 71-72; G. E.

    MENDENHALL, Law and Covenant in Israel and the Ancient Near East, 7.10.27.28; A. ALT, Die Ursprnge des israelitischen Rechts. Leipzig 1934; W. KORNFELD, Studien zum Heiligkeitsgesetz. Wien 1952, 53-66.

    13 W. EICHRODT, Theology of the Od Testament, 1, 39; G. E.

    MENDENHALL, Lena and Covenant in Israel and in Ancient Near East, 5. Aadamos que, por la alianza, Israel conoce que est comprometido en una existencia dialogada; desde ahora est situado en un contexto de llamada y de respuesta.

    " W. EICHRODT, Theology of the Od Testament, 1, 42; A. ROBERT, La parole divine dans l'Anclen Testamenta DBS 5, 444.

  • 22 Nocin bblica de revelacin

    3. El profetismo representa una etapa nueva en la historia de la palabra. Ya el elosta, y aun el yavista, cuando cuentan los orgenes de la nacin, se colocan en un punto de vista prof-tico. Consideran algunos hechos como juicios y a los patriar-cas como seres carismticos, dirigidos por la palabra de Yav (Gen 12; 13; 15; 16; 18; 26; 28). Balaam, aunque pagano, de-sempea el papel de profeta inspirado (Nm 22-23). Pero sobre todo se considera a Moiss como el prototipo de los profetas (Dt 34, 10-12; 18,15. 18). Aunque Jos apareciese anterior-mente como confidente y portador de la palabra de Yav, el profetismo se hace frecuente solamente a partir de Samuel (1 Sam. 3,1-21). Parece casi permanente, aunque ms bien caris-mtico que institucional, hasta el siglo v.

    En la poca de los profetas escritores, la palabra de Yav se impone cada vez ms como expresin de la voluntad de Dios y como potencia decisiva en la historia de Israel. Los profetas anteriores al exilio (Amos, Oseas, Miqueas, Isaas) son los guardianes y los defensores del orden moral prescrito por la alianza. Su predicacin es una llamada a la justicia, a la fidelidad, al servicio del Dios todopoderoso y tres veces santo. Pero el dabar divino pronuncia la condenacin y anuncia castigos por-que Israel es infiel a las condiciones de la alianza (Am 4 , 1 ; 5 , 1 ; 7, 10-11; Os 8, 7-14; 13, 15 ;Miq6 , -7 ; I s 1,10-20; 16,13; 28,13-14; 30,12-14; 37,22; 39,5-8). Castigos estos que no sern revocados. El tema de la irreversibilidad y del dinamismo de la palabra divina se afirma netamente en Is 31 ,2 ; Os 6, 5 y de manera todava ms explcita en Is 9 ,7 : El Seor ha man-dado palabra para Jacob, que ha cado en Israel. La palabra aparece aqu como puro dinamismo. Cae como una flecha y surte sus efectos en etapas sucesivas.

    Jeremas ocupa un lugar importante en la reflexin teolgica sobre la revelacin, porque ha querido determinar los criterios de la autntica palabra de Dios. Estos criterios son: el cumpli-miento de la palabra del profeta (Jer 28 ,9 ; 32, 6-8; Dt 18, 21-22), la fidelidad a Yav y a la religin tradicional (Jer 23, 13-32) y, por ltimo, el testimonio, a menudo heroico, que el profeta mismo debe dar de su propia vocacin (Jer 1,4-6; 26,12-15). Jeremas ha sido consagrado profeta con una especie de rito: Dios ha puesto en su boca sus palabras como un objeto material (Jer 1,9). Alimento delicioso a veces (Jer 15,16), fuente de su-

    La revelacin en el Antiguo Testamento 23

    frimiento otras (Jer 20,9.14), la palabra de Dios le subyuga y le constrie como realidad objetiva y superior. La palabra cuyo destinatario u rgano es el mismo profeta, est en relacin con la fidelidad que Israel debe a la alianza. Al igual que los dems profetas, exhorta, promete, amenaza (Jer 2, 4; 7 , 2 ; 17, 20; 22,2.19; 34,4; 22 ,5 ; 26,12-13; 19,2; 20,1). Tambin Jeremas presenta la palabra como una entidad permanente, dotada de un dinamismo irresistible (Jer 5, 14; 23,29; 25 ,13; 26, 12 I5.

    4. En el Deuteronomio, que proviene de los medios nrdi-cos influenciados por la predicacin proftica de los siglos x y vm (segn Welch, Alt, von Rad), confluyen dos corrientes: la legalista, expresin del sacerdocio, y la proftica. Bajo esta doble influencia gana en profundidad la teologa de la ley. El Deuteronomio, que quiere enderezar el presente a la luz del pasado, vincula, como no se haba hecho hasta ahora, la ley al tema de la alianza. La historia de Israel, con sus desdichas, apa-rece en l como la consecuencia lgica de una infidelidad cons-tante y renovada. Yav, al revelar su voluntad, haba prometido su bendicin a la obediencia: el castigo de Israel es el juicio divi-no de la desobediencia de su pueblo l6. Si, pues, Israel quiere vivir, ha de poner en prctica todas las palabras de la ley (Dt 29, 28), porque esta ley, salida de la boca de Yav, es fuente de vida (Dt 32,47). El Deuteronomio ampla en diversos sentidos el significado del dabar divino. Las narraciones del Sina emplea-ban la palabra debarim para designar el declogo (Ex 20). El Deuteronomio, que llama tambin al declogo las diez pala-bras (Dt 4 ,13 ; 10, 4), extiende la expresin a todas las clusu-las de la alianza (Dt 28,69), es decir al conjunto de leyes mo-rales, civiles, religiosas y criminales. La cohesin de todas estas prescripciones se afirma tan claramente que la palabra acaba por designar toda la ley mosaica (Dt 28,69; 30,14; 32,47). En las prescripciones del Sina, el dabar divino era puro precep-to, sin comentario alguno. En el Deuteronomio, por el contrario, el enunciado de los mandamientos va acompaado de evocacio-nes histricas, de promesas, de amenazas (Dt 4, 32), que tienen la finalidad de inspirar el amor y el respeto a la ley. Por ltimo,

    A. ROBERT, ibid., S, 446-447. G. VON RAD, Studies in Deuteronomy. London 1956, yy.

  • 24 Nocin bblica de revelacin

    la palabra de la ley se interioriza. Los mandamientos y las leyes que Yav ha dado (Dt 27,10) ya no se conciben como un simple imperativo, sino como realidad ntima en el corazn del hombre: la palabra la tienes enteramente cerca de ti, la tie-nes en tu boca, en tu mente, para poder cumplirla (Dt 30,11 -14). La ley consiste en amar a Dios con todo el corazn y con toda el alma (Dt 4,29) I7.

    5. Paralelamente a las corrientes proftica y deuteron-mica, se elabora una literatura histrica (Jueces, Samuel, Reyes) que incorpora fuentes y documentos mucho ms antiguos. Esta literatura histrica es de hecho una historia de la salvacin y una teologa de la historia. El libro de los Jueces ve en los fra-casos y xitos de Israel una ilustracin del rgimen de la alianza. Y sobre todo en el libro de los Reyes se desarrolla la concepcin del dabar divino, presente en el corazn de la historia para diri-girla. La alianza sellada por Yav y las condiciones por l im-puestas, suponen que el curso de los acontecimientos est regu-lado por la voluntad divina, en funcin de la postura del pueblo elegido. Desde entonces, Israel no ha dejado de pensar su religin en la categora de la historia. En definitiva, la palabra de Dios forja la historia y la hace inteligible. A lo largo de toda la histo-ria de los reyes, las palabras de Yav escanden el curso de los acontecimientos e ilustran su alcance religioso (1 Re 2,4; 3,11-14; 6,11-13; 8,46-52; 9,3-9; 11,31-39; 12,15; 14,6-16; 15, 29-30; 16,1-4.7; 2 Re 9,7-10; 21, 10-15; 22, 16-20; 24,2-4).

    Un texto importante de esta literatura histrica es la profe-ca de Natn (2 Sam 7) que relaciona la alianza con el rey y funda el mesianismo real. Por esta profeca, la dinasta de David se hace directamente y para siempre la aliada de Yav (2 Sam 7, 16; 23,5), el eje de la salvacin. Desde ahora, la esperanza de Israel descansa en el rey, primero en el rey presente, despus en un rey futuro, escatolgico, a medida que las infidelidades de los reyes histricos debilitan la esperanza de un rey segn el ideal davdico. Esta profeca es el punto de partida de una teo-loga, elaborada por los profetas, que es eminentemente promesa,

    17 A. ROBERT, La parole divine dans l'Ancien Testament: DBS 5 448;

    G. VON RAD, Studies in Deuteronomy, 77-91; C. LARCHER, La parole de Dieu en tant que rvlation dans Ancieiv Testament, en La Parole de Dieu en Jsus-Christ, 59-60.

    La revelacin en el Antiguo Testamento 25

    orientada sin descanso hacia el futuro, ms que teologa de la alianza del Sina, cuyas exigencias son, adems, diarias l8.

    6. Durante el exilio, la palabra proftica, sin dejar de ser palabra viviente, se hace cada vez ms palabra escrita. Es signi-ficativo que la palabra confiada a Ezequiel est escrita en un rollo que el profeta debe comer para predicar su contenido (Ez 3,1 s). Sus mensajes encuentran en la escritura la fijeza de los decretos divinos. Ezequiel es el ministro de una palabra irrevocable, que anuncia los acontecimientos y hace infalible su desenlace (Ez 12, 25-28; 24,14). A veces, en Ezequiel, el dabar no es ya un mensaje, sino una irrupcin vehemente, una poten-cia que obra efectos fsicos. La primera caracterstica de la pro-feca de Ezequiel es el nmero de visiones que incluye (Ez 1; 2, 8-3, 9; 8-11; 37; 40, 1-48, 35). Las palabras comentan las visio-nes que constituyen en s una enseanza. La segunda caracte-rstica es el tono pastoral de la palabra de Ezequiel. Despus de la cada de Jerusaln (Ez 33,1-21) Israel ya no existe como na-cin. Entonces la palabra de Yav es palabra de consuelo y de esperanza para los exiliados abatidos. Ezequiel, a guisa de di-rector espiritual, emprende la tarea de formar el nuevo Israel (Ez 33,1-9). Dejando entrever que la palabra que ha decretado y realizado el castigo sigue siendo una promesa, Ezequiel, sin embargo, est alerta para que no se tergiversen ni su naturaleza ni sus exigencias: no es suficiente escuchar la palabra; hay que ponerla en prctica (Ez 33, 31). Ezequiel nos orienta netamente hacia una nocin sapiencial de la palabra, por la importancia que da al mashal, a la enseanza moral, a la reflexin fra I9.

    El Deuterio-Isaas (Is 40-55), que ha de leerse en el marco del destierro, considera el dabar divino en su dinamismo, a la vez csmico e histrico. La trascendencia de Yav se manifiesta primero en la naturaleza. El ejrcito de los astros obedece al creador: Yav llama por su nombre a los astros y stos le obe-decen (Is 40,26; 45,12; 48,13). Su soberana absoluta sobre la creacin es el fundamento y la garanta de su accin todo-

    18 A. GELIN, Messianisme: DBS 5, 1.174-1.177; H. VAN DEN BUSSCHE,

    Le texte de la prophtie de Nathan sur la dynastie davidique: ETL 24 (1948) 354-394-

    19 A. ROBERT, La parole divine dans l'Ancien Testament: DBS 5, 451.

  • 26 Nocin bblica de revelacin

    poderosa en la historia: Yav es dueo tanto de las naciones como de las fuerzas de la naturaleza porque, por su palabra, ha creado todo de la nada. El aspecto histrico del dabar inspira toda la primera parte de la recopilacin (Is 40,1-48,22). La pa-labra domina la historia y con anterioridad quita el velo que oculta su curso (Is 45,19; 48,16). Se halla en el punto de par-tida y en el final de los acontecimientos: los predice, los suscita, los realiza. En Is 48, 3-8, el cumplimiento de las profecas ante-riores aparece como la prenda de las cosas futuras, predichas tambin, a saber: la liberacin, la vuelta, la restauracin, el uni-versalismo escatolgico. Dios tiene los polos extremos de la his-toria (Is 41, 4 ; 44 ,6 ; 48,12). Y sta es inteligible porque se de-sarrolla segn el designio que la palabra revela progresivamente a los hombres. Por ltimo, en Is 55, celebra el autor la eficiencia infalible de la palabra que ejecuta la voluntad divina con la misma fidelidad que los elementos de la naturaleza: Como baja la lluvia y la nieve de lo alto del cielo, y no vuelven all sin haber empapado y fecundado la tierra... as la palabra que sale de mi boca no vuelve a m vaca, sino que hace lo que yo quiero y cumple su misin (Is 55,10-12). Audaz personificacin, que presenta la palabra como realidad dinmica, creadora de la his-toria 20.

    7. La literatura sapiencial representa una tradicin muy antigua en Israel (1 Re 5,9-14; 10,1-13.23-25), pero, en la poca persa y helenista, encuentra nueva acogida: a las colec-ciones existentes (por ejemplo, Prov 10,1-22, 16; 25-29) se aa-den numerosas creaciones (Job, Eclesiasts, Eclesistico, Sabi-dura). La literatura sapiencial del Antiguo Testamento perte-nece a una corriente de pensamiento internacional (Grecia, Egipto, Babilonia, Fenicia), atestada a partir del segundo mile-nio ". Pero muy pronto la transform Israel en instrumento de revelacin. El mismo Dios que ilumina a los profetas, se ha ser-vido de la experiencia humana para revelar al hombre el hombre mismo (Prov 2,'6; 20,27). En sus comienzos, esta sabidura es simple reflexin, positiva y realista sobre el hombre y su con-ducta, para ayudarle a comportarse en la vida con prudencia

    20 Ibid., 5, 453-455-

    21 H. W. ROBINSON, Inspiration and Revelation in the Od Testament,

    235-237-

    ha revelacin en el Antiguo testamento 27

    y discrecin (Prov 1,1-6). En Grecia adquirir un contorno ms especulativo y se convertir en filosofa. En Israel, el aliento de la religin de Yav ha penetrado muy pronto en el tesoro de experiencia de los sabios. Israel asume la experiencia humana, pero la interpreta y la profundiza a la luz de su fe en Yav, seor de los hombres y de la vida 2Z. Ms an, los datos que considera la reflexin sapiencial pertenecen las ms de las veces a la revelacin: la creacin (Eclo 43), la historia que manifiesta los caminos de Dios (Eclo 44-50), los libros histricos, la ley y los profetas (Eclo 39,1 s). Bajo la influencia de esta fe en Yav, la oposicin sabidura-necedad se convierte progresivamente en oposicin entre justicia e iniquidad, piedad e impiedad. El sabio es el que cumple la ley de Dios (Eclo 1 5 , 1 ; 19,20; 24 ,23 ; Ecl 12, 13), porque toda sabidura viene de Dios (Prov 2 ,6) . l solo la posee plenamente. La manifiesta en sus obras y la co-munica a los que le aman (Eclo 1,8-10; Sab 9, 4; Job 28,12-27). La sabidura, como la palabra, ha salido de la boca del altsimo; obra en los comienzos de la creacin y ha venido a establecerse en Israel (Eclo 24, 3-31). De este modo, la sabidura se identi-fica finalmente con la palabra de Dios, creadora y reveladora (Sab 7-9).

    8. El salterio, que se ha formado poco a poco a lo largo de la historia, es principalmente respuesta a la revelacin; pero tambin es revelacin, porque la oracin de los hombres, por los sentimientos que manifiesta, da a la revelacin toda su dimen-sin. La grandeza, la majestad, el poder, la fidelidad, la santidad de Yav reveladas por los profetas, se reflejan en las actitudes del creyente y en la intensidad de su oracin 23. Espejo de la re-velacin, los salmos son tambin su reactualizacin diaria en el culto del templo. No es, pues, sorprendente que en ellos encon-tremos los diferentes aspectos de la palabra ya mencionados. La palabra de Yav significa a menudo las prescripciones im-puestas por Dios a su pueblo (Sal 17,4; 107,11). El salmo 119, ensanchando esta visin, celebra la thora como la encarnacin de toda la revelacin que ordena, amenaza o promete. El salte-rio contiene tambin orculos que son recuerdo de los compro-

    Ibid., 232-253. Ibid., 262-265.

  • 28 Nocin bblica de revelacin

    misos anteriores de Yav (Sal 99, 7; 85,9; 89,20; 12,6; 62, 12; 60,8; 105,11; 68,23). El salmista subraya una vez ms la vera-cidad, la fidelidad de la palabra de Yav, siempre segura y sin aleacin. Aun en los lugares en los que el dabar no se promulga en forma oracular, tiene a menudo el sentido de promesa. As, por ejemplo, en el salmo 56, el fiel pone su esperanza en la pala-bra de Yav cuya veracidad no falla. Muchos salmos, en fin, ce-lebran la palabra creadora de Yav: el mundo ha surgido de la nada por orden de la palabra que produce, ordena, gobierna (Sal 33,6.9). Los elementos de la naturaleza, incluso el hura-cn, obedecen a la intimacin divina (Sal 147,15-18; 107,25; 148, 8). En pocas palabras, para el salmista, la palabra de Dios es a la vez ley, promesa, potencia que se ejerce en la naturaleza y en la historia24.

    9. Notemos, al poner punto final a este ensayo, el papel de la escritura en la historia de la revelacin. El proceso de fijacin de la palabra ha sido un proceso muy lento. Hasta fines del perodo real, la escritura de las tradiciones antiguas y de los orculos profticos fue sobre todo ocasional y no parece que estuvo dirigida por la idea categrica de formar un canon. Sola-mente despus del destierro, redactadas en temporadas sucesivas y de fondo antiqusimo, se completan las grandes recopilaciones que llamamos cdigo deuteronmico y sacerdotal. Esta fijacin ha permitido leer, meditar la palabra de Dios y contemplar el fiel cumplimiento de sus promesas. Escrita, la palabra de Dios reviste un carcter de duracin y eternidad: permanece irrevo-cable e indefectible. Por otra parte, al fijarse, corre el riesgo de perder algo del dinamismo que tena en los profetas2S. As exige la actualizacin y aplicacin a las situaciones nuevas de la his-toria por medio de una relectura constante, que es tambin inte-ligencia ntima.

    84 A. ROBERT, La parole divine dans fAncien Testament: DBS 5,

    458-461. * E. JACOB, Thologie de l''Anden Testament, 108.

    La revelacin en el Antiguo Testamento 29

    II

    VALOR NOTICO Y DINMICO DE LA PALABRA DE DIOS

    El ensayo sobre la historia de la revelacin nos informa ya sobre el sentido y el valor de la palabra de Dios en Israel. La eti-mologa de la palabra dabar es discutible2fi. Pero su uso nos da a conocer el alcance preciso del trmino. El dabar es lo que sale de la boca (Nm 30,13) o de los labios (Jer 17,16) del hombre, pero tiene su origen en el corazn del mismo. El dabar expresa, exterioriza lo que el hombre ha dicho en su corazn (Gen 17,17; Sal 14,1), o lo que sube a su corazn (Jer 3,16; Is 65,17) o a su espritu (Ez 11, 5; 20, 32). La pala-bra no es, pues, la pura expresin de ideas abstractas. Est car-gada de sentido, tiene un contenido notico, que resulta de la concentracin del corazn en un objeto o de la subida de los pensamientos que de l se enseorean. Pero al mismo tiempo traducen un estado de alma. Algo del alma impregna la palabra pronunciada, articulada 27. Pedersen tiene razn cuando afirma que la palabra... es la expresin corporal del contenido del alma; detrs de la palabra subsiste la totalidad del alma que la ha creado. Si el que pronuncia la palabra tiene alma enrgica, su palabra expresar ms realidad que la de un alma dbil. El que a otro dirige la palabra, ha puesto algo de su alma en la del otro 2S. He ah la razn por la que la palabra es reali-

    M O. Procksch y E. Jacob le dan el sentido radical de estar detrs

    y empujar. Jacob dice: El dabar podra definirse como la proyeccin hacia adelante de lo que est detrs en el corazn (Thologie de VAnden Testa-ment, 104). Y O. Procksch: El dabar es el trasfondo de una cosa, el sentido que le conviene propiamente, y este sentido se expresa en la palabra... Toda palabra contiene, no solamente un sentido, sino tambin una energa (Tho-logie des Alten Testaments, 469). A su juicio, esta explicacin justifica el aspecto notico y dinmico de la palabra. A. Robert concluye diciendo que lo ms probable es suponer en este caso, como en otros tambin, dos races paralelas, una de ellas significara hablar, y la otra estar detrs (DBS 5,442). Vase tambin F. J. LEENHARDT, La signification de la notion de parole dans la pense chrctienne: RHPhR 35 (1955) 263-264. El mtodo de O. Procksch lia sido criticado por J. BARR, Hypostatization of Linguistic Phenomena tn modern Theological Interpretation: JSS 7 (1962) 88-92.

    ~ C. LARCHER, La parole de Dieu en tant que rvlation dans l'Anden Testament, en La parole de Dieu en Jsus-Christ, 37-40.

    M J. PEDERSEN, Israel, its Life and Culture. London 1946,107.

  • 30 Nocin bblica de revelacin

    zadora: obra en la prolongacin de la energa psquica de la que emana.

    Para Israel, la palabra posee un doble valor: notico y din-mico. Por una parte, es expresin de pensamientos, de intencio-nes, de proyectos, de decisiones; es un discurso inteligible; ilumi-na el sentido de los acontecimientos; nombra las cosas, ya que el nombre es la realidad en cuanto inteligible. Por otra, es una fuerza activa, una potencia que cumple lo que significa; realiza lo que el hombre piensa y decide en su corazn. Palabra de deseo, de promesa o de intimacin, su accin permanece duran-te todo el proceso que inicia. Su eficacia es tanto mayor cuanto ms poderosa es la voluntad que la engendra (como la de los reyes, la de Dios) o ms profunda es la fuente de donde brota (amor, odio). La palabra libera una energa que ya no puede recuperarse: su eficacia est especialmente atestiguada en los cambios de nombre que determinan una nueva pertenencia, una vocacin (Gen 17, 5. 15; 35,10) y en las frmulas de bendicin o de maldicin (Gen 27; Jue 17,1-2; 2 Sam 12,1-8; Nm 5, 12-13). El realismo de la palabra est tambin atestiguado por el hecho de que el dabar designa no solamente la palabra, sino tambin la cosa, la realidad, el acontecimiento que origina (Gen 22, 1; 24,66; 1 Re 11,41). Brevemente, la palabra es una fuerza agente cuyo dinamismo se enraiza en el dinamismo de la persona que la pronuncia. Apenas se distingue, de la persona, de la que es un modo de ser y de obrar. He ah por qu es reve-ladora. Nadie habla sin revelarse 29.

    sta es la palabra de Yav, a la vez notica y dinmica: dis-curso del Dios de verdad y acto salvador del Dios viviente; proclamacin y realizacin de la salvacin; luz y poder. Por una parte, la palabra de Dios crea el mundo, impone la ley, suscita la historia. Por otra, manifiesta al hombre la voluntad de Dios, su designio salvfico. La palabra de Dios obra infaliblemente lo que anuncia. Dios la enva como mensajero vivo y vela sobre ella para cumplirla. La palabra de Dios permanece para siempre, fiel y eficaz.

    29 J. L. MCKENZIE, The Word of God in the Od Testament: TS 21

    (1960) 187-191; E. JACOB, Thologie de l'Anden Testament, 103-104; P. VAN IMSCHOOT, Thologie de VAnden Testament, 1, 201-202; L. DUERR, Die Wertung desgottlichen Wortes im A. T. und antiken Orient. Leipzig 1938, 149 s.; G. VAN DER LEEUW, La religin dans son essence et ses manifestations. Paris 1948, 395-397-

    La revelacin en el Antiguo Testamento 3t

    III

    REVELACIN CSMICA Y REVELACIN HISTRICA

    La atencin prestada a la palabra creadora representa, en Israel, un estadio bastante tardo de la reflexin inspirada (aun-que la idea de creacin haya podido nacer y circular mucho antes de entrar en el texto sagrado). La historia es el medio principal por el que Israel ha conocido a Yav, cuando ha expe-rimentado en Egipto su poder liberador. La meditacin ince-sante de este poder ilimitado de Yav, que utiliza los elementos de la naturaleza para la salvacin de su pueblo (plagas de Egipto, paso del mar, teofana del Sina), ha terminado, por la maduracin orgnica homognea y por impulso del medio que la rodeaba, en la creencia en la creacin. Israel ha compren-dido que el mismo Dios que hizo a Israel de la nada de la escla-vitud, ha hecho tambin el cosmos de la nada. Su soberana es universal. Gen 1 afirma que Dios ha creado todo por su palabra: nombra los seres y, a su llamada, salen de la nada; la palabra de Dios les da existencia y subsistencia. El salmo 33 es ms expresivo todava: Por la palabra de Yav fueron hechos los cielos, y todo su ejrcito por el aliento de su boca... Porque dijo l, y fue hecho; mand, y as fue (Sal 33,6.9). Y ya que la creacin es cosa dicha por Dios, es tambin revelacin. Los seres hacen eco a la palabra del que los llama, y manifiestan su pre-sencia, su majestad, su sabidura (Sal 19,2-5; Job 25,7-14; Prov. 8, 2-31; Eclo 42, 15-43,33; Sab 13, 1-9). Dios aparece como oculto en la nube (Ex 13,21), resplandeciente como un fuego ardiente (Ex 3,2; Gen 15,17), tonante en la tempestad (Ex 19,16; Sal 29,2 s), dulce como la brisa suave (1 Re 19, 12 s) 3. Ms an, la fuente sacerdotal, que repiensa la creacin en trminos litrgicos, ve en el universo la expresin de la vo-luntad de Dios que, por los astros y las estaciones, determina los tiempos litrgicos, los sbados y las fiestas (Gen 2,2-3).

    30 Sin embargo, Israel no confunde Dios y la tempestad, Dios y la

    nube, etc. La palabra de Dios no siempre es inteligente, pero siempre es manifestacin del Dios personal. La nube, la tempestad, la brisa ligera, manifiestan la presencia del Seor y sus propiedades.

  • 32 Nocin bblica de revelacin

    Tambin por su palabra rige Dios los fenmenos de la natura-leza, como la nieve, los hielos, los vientos (Sal 107,25; 147, 15-18; 148,8; Job 37,5-13), las aguas del abismo (Is 44,27; 50,2). A su intimacin, los astros y los elementos combaten en favor de Israel (Sal 46,7; 106,9-12; 107,25).

    Dejada a un lado la revelacin primitiva, que nos relatan los primeros captulos del Gnesis, la revelacin histrica (para distinguirla de la revelacin csmica) comienza con Abraham, Moiss y los profetas. La palabra adquiere entonces plena inte-ligibilidad. Dios se dirige al hombre, le interpela, le asocia a su designio, le habla. La revelacin se hace misterio de encuentro personal del Dios viviente con el hombre. La ley y la palabra proftica son las formas privilegiadas de esta revelacin3I.

    Cuando la palabra se impone a las cosas, crea; cuando se impone a los hombres, se hace ley. Las diez palabras del Sina (Ex 34,28; Dt 4,13; 10,4), pronunciadas por Ya v en la montaa, en medio del fuego, constituyen una revelacin de la voluntad del Dios de la alianza: Yav se afirma el Seor. El trmino palabra, aplicado a las costumbres del cdigo de la alianza (Ex 20,22-23,19), significa que toda la vida diaria de los hebreos est sometida a la voluntad de Dios y que se desa-rrolla en su presencia32. A continuacin, el Deuteronomio ex-tiende el trmino palabra a todas las prescripciones de la alianza, de manera que la palabra llega a significar toda la ley mosaica (Dt 28,69). El conjunto de libros santos, por fin, y sobre todo la ley, se considerarn como palabra de Dios33. En esta etapa la ley lo absorbe todo: ley, sabidura, profeca. Expresin de la voluntad de Dios, es camino de vida y de salva-cin (Dt 30,14; 32,47; 8, 3). Con arreglo a su aceptacin o repulsa, es absolucin o juicio, vida o muerte.

    La revelacin proftica es la segunda forma de la revelacin histrica. La expresin palabra de Yav, de 225 veces sobre un total de 241, designa la palabra recibida o predicada por el profeta. Por razn de su importancia, esta forma de revelacin pide un prrafo especial.

    81 E. JACOB, Thologie de VAncien Testament, 104.

    M H. W. ROBINSON, Inspiration and Revelation in the Od Testament,

    212. " A. ROBERT, Le sens du mot Loi dans le psaume 119: RB (1937)

    182-206.

    La revelacin en el Antiguo Testamento

    IV

    LA REVELACIN PROFTICA La revelacin del Sina permanece siempre el bloque central

    de la revelacin. Pero gracias a los profetas ha podido perdurar en el Antiguo Testamento, sobre todo a travs de la poca real y del destierro, profundizarse y ampliarse. Su insistencia en las leyes y en las exigencias de la alianza es a menudo tan vigorosa que nos dan la impresin de que crean algo completamente nuevo, de que son los heraldos de una religin que supera la de la ley y que a veces se opone a ella. Es que todos ellos tienen un manantial secreto. En efecto, lo que constituye la autoridad y originalidad del profeta es haber sido objeto de una experien-cia privilegiada: conoce a Yav porque Yav le ha hablado y le ha confiado su palabra. Ha sido admitido a la intimidad peculiar de Dios, llamado a participar de su conocimiento, sus designios, sus voluntades, para ser su intrprete ante los hombres 34. Como los ngeles que asisten al consejo divino (Job 1,6; 2 , 1 ; Zac 1, 11 s), el profeta ha asistido al consejo de Yav (Jer 23,18. 22; 1 Re 22, 19-23) y Yav le ha revelado sus designios (Am 3,7). Conoce los secretos del altsimo (Nm 24, 16-17), porque ha odo las palabras de Yav (1 Sam 15,16). Yav le ha hablado y l posee su palabra.

    sta es la experiencia fundamental del profeta. La palabra de Yav est en l (Jer 5, 13). Ha sido puesta en su boca (Jer 1, 9; 5,14), y el profeta la ha comido como un alimento (Ez 3,1-3). Jeremas repite varias veces que la diferencia decisiva entre el verdadero y el falso profeta radica en la posesin de la palabra (Jer 23,16-31). La introduccin habitual al mensaje proftico es As habla Yav. O tambin O la voz del Seor (Is 6, 8), o as me ha hablado Yav (Is 8,11; Jer 11,21; 15,1), o Yav me lo ha revelado (Is 22,14), o me lleg la palabra de Yav 35.

    34 S. MOWINCKEL, La connaissance de Dieu ches les prophctes de

    VAncien Testament: RHPhR 22 (1942) 75-76; H. W. ROBINSON, Inspiration and Revelation in the Od Testament, 166-170; W. EICHRODT, Theology of the Od Testament, 1, 344.

    36 Es claro que en estas expresiones hemos de reconocer el influjo de las

    frmulas redaccionales, pero ya su frecuencia es significativa. Los profetas

  • 34 Nocin bblica de revelacin

    Sea esta palabra de Yav en el profeta un pensamiento re-pentino o una representacin formada lentamente, siempre le ha sido dada, ha venido a l. Esta venida es un aconteci-miento sobrenatural. La experiencia de la palabra entraa en el profeta la firmsima conviccin de que la palabra oda es de origen divino, y no humano. El profeta es consciente de que no ha creado esta palabra que est en l, pero que no viene de l (Jer 1,4-10) y que a veces contradice sus instintos y sen-timientos naturales36. El conocimiento especial de Dios, pro-pio de los profetas escribe Mowinckel consiste en que han recibido la palabra de Yav, en que conocen su voluntad,

    afirman que Dios les ha hablado y que su palabra ha llegado a ellos. Hemos de observar adems que el trmino palabra de Dios no se verifica siempre del mismo modo y con la misma intensidad. Hay en la vida de los profetas momentos privilegiados en los que el influjo de la palabra en los mismos profetas ha sido ms intenso. El momento ms digno de mencin es el de su vocacin. La palabra de Yav no puede identificarse siempre, y esto por diversas razones, con revelaciones directas y formales. Las razones son las siguientes: a) Los orculos recibidos por los profetas pudieron ser muy breves, como tambin una visin puede pedir una explicitacin considerable; b) Normalmente el profeta est llamado a comentar la palabra de Dios en la prolongacin de un impulso recibido; c) Se trata a menudo de una toma de conciencia nueva de verdades ya conocidas, en funcin de una situacin nueva; d) Sucede a veces que los profetas elaboran verdades comunicadas antes a otros profetas; entonces, tal profeta depende espiritualmente de otro (Jere-mas de Oseas). Otros han sido discpulos que han recogido y explicitado los orculos del maestro; e) La palabra recibida se actualiza las ms de las veces con ocasin de hechos concretos, en funcin de los acontecimientos de la historia. La palabra del profeta ilumina la historia, sea volviendo al pasado de Israel, en concreto a la eleccin y a la alianza, sea poniendo la historia de Israel en relacin con la de otros pueblos, sea manifestando la finalidad querida por Dios. Sobre esto, cf. C. LARCHER, La parole de Dieu en tant que rvlation dans VAnden Testament,'en La parole de Dieu en Jsus-Christ, 56-58.

    M S. MOWINCKEL, La connaissance de Dieu chez les prophtes de l'An-

    clen Testament: RHPhR 22 (1942) 81-83. La experiencia misma de la palabra es el criterio subjetivo que garantiza al profeta el hecho de haber sido objeto de una comunicacin divina. Esta experiencia se le impone con tal fuerza que el profeta, en un juicio intuitivo e inmediato, reconoce la pala-bra y, al mismo tiempo, a Dios como autor de ella. Alguien habla en l, mientras que nadie lo hace en los falsos profetas (Jer 5,13; 14,14; 23; 29, 8-9; Ez 13,1-16). Dios da el criterio juntamente con la palabra. Por el efecto producido en l, comprende el profeta, sin razonamiento explcito, la causa divina del efecto. En la palabra, reconoce al autor de la misma. El origen divino de la palabra no es fruto de una deduccin, sino que se experimenta vitalmente, de manera inmediata y simultnea. Cf. H. W. ROBINSON, Inspira-tion and Revelation in the Od Testament, 194 y 274; J. SKINNER, Prophecy and Religin. Cambridge 1949,196; I. SEIERSTAD, Die Offenbarungserlebnisse der Propheten Amos, Jesaja und Jerema. Oslo 1946, 236-237.

    La revelacin en el Antiguo Testamento 35

    sus designios, y, por ende, el lado de su ser vuelto hacia el mundo 37.

    El profeta ha recibido la palabra de Yav, no para guardarla, sino para transmitirla, publicarla, proclamarla. Es la boca de Yav (Jer 15,19; Ex.7,1-2), como Aarn era el profeta de Moiss porque anunciaba las palabras de ste (Ex 4,16). Jere-mas ha sido constituido profeta porque Dios le enva y ha puesto en su boca sus palabras. El profeta es el heraldo de Yav, elegido, llamado por l para proclamar las palabras que ha recibido u odo de Yav. El profeta es el hombre de la pala-bra (Jer 18, 18) 38. Entre los hombres es como el intrprete, autorizado por Dios, de todo lo que sucede en el universo (tem-pestad, cataclismos, hambre, prosperidad), entre los hombres (pecado, muerte, obstinacin) y en la historia (vicisitudes, xitos, sucesin de imperios) 39. Es importante subrayar el ca-rcter objetivo y dinmico de la palabra Yav dirige su palabra al profeta: sta le llega como realidad activa, cargada del poder que Dios le comunica. La palabra tiene su primer efecto en el profeta que la recibe. Una fuerza extraa que le invade y cons-trie, se apodera de l. Fuente de alegra (Jer 15,16) o de oprobio (Jer 20,7-9), la palabra obra como un fuego devorador (Jer 20,8-9), como una potencia que no se puede reprimir (Jer 6,11). Imposible sustraerse a ella. Yav ha hablado: el pro-feta debe dar testimonio. La palabra est en l como luz y ener-ga. Tal es la experiencia de Amos (Am 3,8), de Jeremas (Jer 20,7-9), de Isaas (Is 8,11), de Ezequiel (Ez 3,14), de Elias (1 Re 18,46), de Elseo (2 Re 3,15)". El profeta est vinculado a Dios por su palabra.

    Adems de su accin en el profeta mismo, la palabra de Yav posee una eficacia propia, independiente de aqul: un valor sacramental. Nada puede detener el movimiento de la palabra lanzada por Yav. Ella sigue su camino y cumple su

    37 S. MOWINCKEL, La connaissance de Dieu chez les prophtes de

    VAnden Testament: RHPhR 22 (1942) 85. 38

    Th. C. VRIEZEN, An Outline of the Od Testament Theology, 241. 39

    H. W. ROBINSON, Inspiration and Revelation in the Od Testament, 161-164.

    40 P. VAN IMSCHOOT, Thologie de l''Anden Testament, 1, 171-172-;

    S. MOWINCKEL, La connaissance de Dieu chez les prophtes de l'Ancien Testament: RHPhR 22 (1942) 77; E. JACOB, Thologie de l'Ancien Testa-ment, 105-106.

  • 36 Nocin bblica de revelacin

    obra4 ' . Destruccin, muerte, hambre, salvacin, huida de los ejrcitos: todo se produce conforme a la palabra que es verdad (1 Re 15,29; 16,12; 2 Re 1,17; 7,16; 9,26; 10,17). La pala-bra del profeta, que es palabra de Dios en palabra humana, participa de esta eficacia. Jeremas recibe un poder para des-truir y arrancar, arruinar y asolar, edificar y plantar (Jer 1, 9-10; 1 Sam 16,4; 2 Re 2,24). La palabra de Dios es como el martillo que rompe la roca (Jer 5,14; 23,29) o como la espada que mata (Os 6, 5). Jams es estril (Is 45,23; 31,2). Perma-nece siempre como el mismo Yav (Is 40,6-8) 42. Pero no es una fuerza incontrolable. Dios es siempre su dueo y controla sus efectos en conformidad con su designio. Ahora bien, este designio, revelado paulatinamente, consiste en la salvacin y en la vida del hombre. Por esto, a lo largo de todo el Antiguo Tes-tamento, Dios tiene paciencia, escucha, se. deja doblegar, per-dona y hasta llega a arrepentirse.

    El campo de accin de la palabra proftica es la historia. La palabra proftica es creadora e intrprete de la historia. En efecto, la revelacin de Dios ha llegado al pueblo hebreo por la experiencia de la accin divina en favor suyo. Por ello, la reli-gin bblica es esencialmente creencia en los hechos divinos, en las intervenciones de Dios en la trama de la historia humana 48. Las principales intervenciones son las que han dado origen a Israel como nacin: liberacin de la esclavitud de Egipto, marcha por el desierto, conquista de la tierra prometida. Durante cua-renta aos, Yav ha caminado con su pueblo y le ha guiado como pastor suyo. l ha sido el nico en protegerle, defenderle, salvarle. La fe de Israel se apoya en estos acontecimientos salv-ficos y su credo consiste en recitarlos (Dt 26,5-10). Ms tarde, los profetas aluden constantemente a ellos sea para recordar a Israel su fidelidad a la alianza, sea para anunciar en la poca del destierro un nuevo xodo, una nueva alianza (Ex 36-37; Is 54-55) 44.

    41 H. W. ROBINSON, Inspiration and Revelation in the Od Testament,

    170. ** J. L. MCKENZIE, The Word of God in the Od Testament: TS 21

    (1960) 196-197; E. JACOB, Thologie de VAnexen Testament, 106; P. VAN IMSCHOOT, Thologie de VAnden Testament, 1, 203; Th. C. VRIEZEN, An Outline of Od Testament Theology, 238-239.

    a E. JACOB, Thologie de t'Anden Testament, 153-154.

    " Ibid., 154-15S.

    La revelacin en el Antiguo Testamento 37

    La accin de Dios, que hace de la historia una obra de sal-vacin o de reprobacin, es en un doble sentido obra de la pala-bra: es la palabra de Yav la que suscita y dirige los aconteci-mientos, y es tambin la palabra de Yav la que interpreta su sentido. Por su palabra, precede Dios al acontecimiento, lo anuncia, porque l, que es el principio y el fin, sabe lo que suce-der al fin (Is 41,4; 43, 10; 44,6; 48, 12). Porque no hace nada el Seor Yav, sin revelar su designio a sus siervos, los profetas (Am 3,7). La palabra ha precedido a todas las etapas decisivas de la historia de Israel: creacin (Gen 1,3), diluvio (Gen 6,7), vocacin de Abraham (Gen 12,1), vocacin de Moiss y salida de Egipto (Ex 3; 14, 30-31), marcha desde Ho-reb a Cann (Dt 1,6; 6,2.18.31; 3,1.27.28), vocacin de Samuel (1 Sam 3), reino (1 Sam 8,7; 9,17; 10, 17-24), eleccin de David (1 Sam 15,10; 16,12), alianza con la dinasta de. David por la profeca de Natn (2 Sam 7), divisin del reino de Israel (1 Re 11, 31 s), cada de la casa de Acab (1 Re 21, 17-24), destierro (Jer 25,1-13), ruina de Jerusaln (Ez 1-23), vuelta de la cautividad (Is 40,2; 43, 1-5; 44,21-23; 48,20-21). Para Is-rael, la historia es un proceso dirigido por Dios hacia un trmino querido por l 45.

    La palabra proftica anuncia la historia y la suscita, pero adems la interpreta. El profeta est metido, inmerso en la histo-ria de su tiempo, y en la actualidad de esta historia Dios le revela su voluntad y su designio de salvacin. El Dios del Antiguo Testamento es un Dios que interviene, y el profeta es el hombre que contempla sus venidas, comprende su alcance salvfico y lo proclama. El profeta percibe el sentido divino de los aconteci-mientos y lo notifica a los hombres de su tiempo. Interpreta la historia desde el punto de vista de Dios "6. Aunque la realizacin de la salvacin en la historia es ya palabra de Dios, el contenido preciso de esta palabra se hace inteligible por la palabra del profeta. Revelacin - acontecimiento y revelacin - palabra son como las dos caras de la palabra de Dios. La historia de la salva-

    45 J. L. MCKENZIE, The Word of God in the Od Testament: TS 21

    (1960) 198-199. " H. W. ROBINSON, Inspiration and Revelation in the Od Testament,

    125-128; ID., Record and Revelation. Oxford 1951, 303-304; H. BUTTER-KIELD, Christianity and History. London 1954, 3; G. E. WRIGHT, God who acts, 13.

  • 38 Nocin bblica de revelacin

    cin es una serie de intervenciones divinas interpretadas por el profeta. Para un israelita, contar la historia es interpretarla a la luz de las comunicaciones de Dios a sus confidentes. As, por medio de los acontecimientos del xodo, interpretados por Moiss, el pueblo hebreo conoci a Yav como el Dios vivo, personal, nico, todopoderoso, fiel, como el Dios que salva a su pueblo y hace alianza con l para que, separado de todos los dems, le sea fiel con vistas a una obra comn de salvacin (Dt 6,20-24). De esto se colige que los atributos de Dios no se revelan en abstracto, sino en concreto, en la historia y por la historia. El mensaje de revelacin est incorporado a la historia. Se da un progreso en el conocimiento de Dios, pero este pro-greso est vinculado a los acontecimientos que la palabra de Dios anuncia, realiza e interpreta47.

    V

    OBJETO DE LA REVELACN Podemos afirmar que el objeto o contenido de la revelacin

    veterotestamentaria es doble: revelacin de Yav y revela-cin de su designio salvfico. Primero, el Dios del Antiguo Testa-mento se revela como Dios viviente y personal, como el que es (eficazmente), en oposicin a los dolos mudos y muertos; como el Dios todopoderoso, dueo del cosmos y seor de las naciones, que exige obediencia a sus leyes. Con los profetas, Israel se eleva paulatinamente a una inteligencia cada vez ms profunda de los atributos de Dios: Amos pone de relieve su justicia; Oseas, su amor tierno y celoso; Isaas, su majestad y trascen-dencia; Jeremas predica una religin ms interior; Ezequiel re-cuerda las exigencias de la santidad de Dios; el Deutero-Isaas orienta hacia una religin ms universalista. Al mismo tiempo que en Israel se afina el sentido de la trascendencia de Dios, se desarrolla tambin el de su proximidad e intimidad. Porque el altsimo, el Dios tres veces santo y misterioso, es tambin un Dios

    47 W. EICHRODT, Offenbarung una Geschichte itn Altem Testament:

    ThZ 4 (1948) 322-323; Th. C. VRIEZEN, An Outline of Od Testament Theology, 31-34; H. M. RRET, Connaissance biblique de Dieu. Pars 19SS 36-40.

    La revelacin en ei Antiguo Testamento 39

    que sale de su misterio y que inicia el dilogo con el hombre: se hace Emmanuel y esposo. Evolucin que aparece en el tema de la alianza. Entre el Dios trascendente y el Dios de la alianza, entre el Dios escondido y el Dios de la palabra, existe una espe-cie de tensin constante que constituye la dinmica de la reve-lacin veterotestamentaria. Los dos polos ejercen una atraccin igual. Un equilibrio delicado se establece entre el Dios del mis-terio y el Dios de la revelacin. De la solucin de este contraste resulta finalmente la armona del sentimiento religioso en el fiel del Antiguo Testamento.

    El segundo aspecto de la revelacin veterotestamentaria es la salvacin. En efecto, la alianza est vinculada a un designio divino (a un misterio, dir san Pablo), que ha permanecido escondido hasta la plenitud de los tiempos, pero cuyos primeros trazos ha revelado Dios progresivamente en el Antiguo Testa-mento. En el protoevangelio brilla ya una promesa de salvacin (Gen 3,15). El Dios que Israel conoci en la salida de Egipto es un Dios que salva a su pueblo de la esclavitud, combate en favor suyo y le entrega la tierra prometida. La alianza se sella en este clima de salvacin. Ms tarde, la idea de alianza se con-tina en la idea de reino. Por la profeca de Natn (2 Sam 7,16), Yav hace con David y su dinasta una alianza eterna. Sin em-bargo, la experiencia del reino, como la de la alianza, termina en un fracaso, aparente al menos, ya que Dios prosigue su plan con una continuidad misteriosa, revelando en el fracaso mismo una dimensin nueva de la economa de salvacin. A pesar de la infidelidad de Israel y de sus reyes, anuncia Yav por medio de sus profetas una nueva alianza, un nuevo reino, un nuevo rey (Jer 11, 3. 5;.24, 5-7; Ez 11,19-20; Joel 3,1-5; Zac 8,1-17; 13,9; Is 2, 3; 11). Por ello, en los momentos de crisis, Israel espera la salvacin que le vendr de un rey. Algunos creen que Yav establecer su reino, sin concurso de rey humano alguno. Pensamiento que aparece en los salmos del reino (Sal 97; 98; Zac 14,16). Segn otros, la salvacin vendr del misterioso hijo del hombre que avanza sobre las nubes del cielo para recibir la investidura y la misin. En algunos crculos sacerdotales de Jerusaln y en Qumrm se espera un mesas de la clase sacer-dotal. Otros, en fin, esperan la salvacin del siervo de Yav, profeta y rey, que salvar por medio del sufrimiento. Israel vive de la esperanza en una salvacin que se acerca.

  • 40 Nocin bblica de revelacin

    VI

    RESPUESTA DEL HOMBRE A LA REVELACIN Si Dios habla, el hombre debe escuchar. La revelacin bbli-

    ca no se recibe en una contemplacin de la divinidad, como en los misterios griegos o en la gnosis oriental, sino por la atencin prestada a la palabra. Aqu, en la tierra nadie puede ver a Dios (Ex 33,20). Dios da testimonio de s mismo, se comunica al hombre por su palabra, pero escapa a la visin. En su realidad profunda, permanece el Dios insondable y otro: su misterio queda oculto. Samuel responde a la llamada de Dios: Habla, Seor, porque tu siervo escucha (1 Sam 3, 10). La primera ac-titud del hombre ante la revelacin ha de ser la de escuchar, no de una manera material y pasiva, sino con disponibilidad activa. La palabra oda pide ser asimilada por la fe y la sumisin, en una entrega total de la persona, cuyo modelo es Abraham (Gen 15, 6; 24,7). La respuesta a la palabra debe ser docilidad de esp-ritu y de conducta (Miq 6,8). Por la revelacin ha conocido Israel a Dios, es decir, ha sido admitido graciosamente a una comunin de pensamiento y de voluntad con Yav. Un conoci-miento tal implica en reciprocidad una vinculacin total de Is-rael a Yav por los lazos de la fe, de la obediencia y del amor. Todo el que ha odo la palabra de Yav, ha de cumplirla, es decir, ha de vivir segn las exigencias de la alianza. Tal es la predicacin constante de los profetas (Miq 6,8; Os 6,6; Jer 5. -9; 9,2-5; 22,15 s) 48. Todo hombre debe renovar constan-temente esta fidelidad a Yav en las diversas situaciones de su vida 49.

    Revelacin y fe son correlativas. De hecho, la fe del Antiguo Testamento responde exactamente al tipo de revelacin que recibi. La revelacin del Antiguo Testamento era esencialmente ley y promesa de salvacin. Por ello, su fe consiste sobre todo en la obediencia y en la confianza. Dios se dirige a Abraham y le ordena que abandone su pas y al mismo tiempo le promete

    48 S. MOWINCKEL, Connaissance de Dieu ches les prophUes de l'Anden

    Testament: RHPhR 22 (1942) 88-89; W. EICHRODT, Theology of the Od Testament, 1, 389.

    ** Th. C. VRIEZEN, An Outline of Od Testament Theology, 240.

    La revelacin en el Antiguo Testamento 41

    posteridad numerosa (Gen 12,1-3; 15,5-6). Al dar la ley al pueblo de Israel, compromete tambin la fidelidad de ste (Ex 19, 3-8). Desde entonces, para un hebreo, creer es obedecer y confiar, es reconocer a Yav como nico Dios salvador de Israel, como aquel que da la ley y promete la salvacin; es aceptar la voluntad de Dios y fiarse de sus promesas. La fe de Mara, la flor del Antiguo Testamento, es total obediencia y total confianza: obediencia de la esclava del Seor (Le 1, 38) y con-fianza de la que ensalza al Dios fiel a sus promesas 50.

    VII

    CARACTERES DE LA REVELACIN La revelacin veterotestamentaria tiene caractersticas muy

    especficas que la distinguen de cualquier otro tipo de cono-cimiento :

    1. La revelacin es esencialmente interpersonal. Ms que manifestacin de algo, es la manifestacin de alguien a alguien. Yav es a la vez sujeto y objeto de la revelacin, Dios que se revela y Dios revelado, Dios que se da a conocer y Dios cono-cido. Yav, el Dios viviente, entra en relacin interpersonal con el hombre. Sella con l una alianza como un dueo con su servidor, y despus, progresivamente, como un padre con su

    10 P. DEMANN, Foi juive ct foi chrtienne: Cahiers Sioniens 6 (1952)

    89-103. En este punt% la fe del Nuevo Testamento significa un cambio de acento. Sigue en pie el aspecto de obediencia, pero el de confianza no se manifiesta en el mismo grado. En el Nuevo Testamento prevalece el aspecto de conocimiento. La fe del Antiguo Testamento tiende a la salvacin prome-tida, oscura todava, objeto de esperanza y confianza. Con la venida de Cristo la salud se ha cumplido. Desde entonces, nuestra fe tiene un contenido expl-cito y actual: Cristo es el Hijo de Dios, enviado por el Padre, que padeci, muri por nuestros pecados, resucit, est sentado a la derecha del Padre desde donde ha enviado su Espritu. Todo esto constituye el objeto, no slo de la esperanza y de la confianza, sino tambin del conocimiento y del re-cono-cimiento. Segn el Nuevo Testamento, creer es aceptar la predicacin con-cerniente a estos hechos; la fe es la aceptacin del kerigma cristiano como verdadero (Hech 2, 44; 4,4.32; 8,13). A consecuencia de la venida de Cristo, la fe del Nuevo Testamento tiene un carcter ms explcito y doctrinal que la fe del Antiguo Testamento. Cf. J. ALFARO, Fides in terminologa bblica: Greg 42 (1961) 504-505; cf. tambin P. GRELOT, Sens chrtien de VAnden Testament, 142-145.

  • 42 Nocin bblica de revelacin

    hijo, como un amigo con su amigo, como el esposo con la esposa. La palabra de Dios introduce al hombre en una xoivwva, en una comunin con Dios con vistas a la salvacin del hombre.

    1. La revelacin bblica nace de la iniciativa divina. No es el hombre quien descubre a Dios. Antes bien, es Yav quien se manifiesta cuando quiere, a quien quiere y porque quiere. Yav es libertad absoluta. l ha sido el primero en elegir, pro-meter, sellar una alianza. A su palabra, en contradiccin con los puntos de vista humanos y materiales de Israel, pone prime-ramente de manifiesto la libertad y la continuidad de su desig-nio. Tambin se manifiesta la libertad de Dios en la variedad de medios por l escogidos para revelarse: va de la natura-leza, de la existencia humana y de la historia; variedad de per-sonalidades elegidas (sacerdotes, sabios y profetas, reyes y aristcratas o campesinos y pastores); diversidad de modos de comunicacin (teofanas, sueos, consultas, visiones, xtasis, enajenamientos, etc.); diversidad de modos de expresin o gneros literarios (ofculos, exhortaciones, autobiografas, des-cripciones, himnos, reflexin sapiencial, etc.).

    3. La palabra da a la economa de la revelacin su unidad. Esta primaca de la palabra no es un postulado de la fe, sino un hecho perceptible aun en el plano del conocimiento histrico. Las filosofas griegas y las religiones del periodo helenista tien-den a la visin de la divinidad. La religin del Antiguo Testa-mento, por el contrario, es la religin de la palabra escuchada. Dios revela y se revela por medio de su palabra. Esta primaca del oir sobre el ver constituye uno de los caracteres esenciales de la revelacin bblica. Despus de la cada, Dios obra el retorno de la humanidad a la visin por la fe en la palabra. Dios habla al profeta y le enva a predicar. El profeta comu-nica los designios y las voluntades de Dios y el hombre queda invitado a la obediencia de la fe. No toda visin est, sin embargo, excluida ya que, en diversos grados, la palabra corre el velo que oscurece el espritu, e inicia ya la visin. Aunque no se llegue hasta lo ms ntimo del misterio, la palabra da ya un cierto acercamiento al mismo. Aadamos que si la palabra supo-ne, por parte del hombre, ms atencin que la visin, significa, por parte de Dios, un mayor respeto a la libertad humana.

    La revelacin en el Antiguo Testamento 43

    Dios se dirige al hombre, le interpela, pero ste es dueo de su respuesta o de su recusacin. La palabra, que entre los hombres es el medio ms espiritual de intercambio, es tambin, por excelencia, el medio de intercambio espiritual entre Dios y el hombre.

    4. Por la revelacin, el hombre se halla ante la palabra que exige fe y cumplimiento. Desde entonces, el pecado consiste en no querer or, en no responder a las llamadas del Seor, en endurecerse en la resistencia de la palabra (Jer 7,13; Os 9,17). Con arreglo a su aceptacin o recusacin, la revelacin ser para el hombre gracia o juicio, muerte o vida (Is 1, 20). La suer-te del hombre est vinculada a la opcin que hace por o contra la palabra. Pero la finalidad de la revelacin es la vida y la salvacin del hombre, su comunin con Dios (Is 55,1).

    5. La esperanza de la salvacin venidera da a toda la reve-lacin un sentido propio. Esta esperanza comienza en*la pro-mesa hecha a Abraham, en la que se apoya, y tiende hacia su cumplimiento. Para el profeta, el presente no es sino la reali-zacin parcial del futuro anunciado, esperado, preparado y pro-metido, pero todava oculto. El presente adquiere toda su signi-ficacin por la promesa, hecha en el pasado, de lo que suceder en el futuro. Cada revelacin proftica seala un cumplimiento de la palabra, pero al mismo tiempo hace que se espere un cumplimiento ms decisivo todava. El tiempo bblico, pues, no es cclico, sino lineal: algo nuevo se realiza en la historia, bajo la direccin de Dios. La historia tiende hacia la plenitud de los tiempos, que es el cumplimiento del designio de Dios en Cristo y por Cristo.

    VIII

    CONCLUSIN La investigacin que hemos llevado a cabo nos permite

    examinar de manera ms precisa la nocin de revelacin vetero-testamentaria. La revelacin se describe como la intervencin graciosa y libre por la que el Dios santo y escondido en el campo de la historia, y en relacin con los acontecimientos de

  • 44 Nocin bblica de revelacin

    la misma, interpretados por la palabra dirigida al profeta, segn las diversas formas de comunicacin progresivamente se da a conocer a s mismo y su designio salvfico de sellar una alianza con Israel, y despus con todos los pueblos, para cumplir en la persona de su ungido la promesa, hecha en otro tiempo a Abraham, de bendecir en su posteridad todas las naciones de la tierra. En trminos de la mstica proftica, la revelacin es la manifestacin progresiva, por medio de su palabra, del desig-nio de gracia por el que Yav se entrega a su pueblo, y despus a la humanidad, para unirse con l en unin definitiva en la persona de su ungido. Esta accin se concibe como palabra de Dios que invita a la fe y a la obediencia; palabra esencialmente dinmica que obra la salvacin al mismo tiempo que la anun-cia 5 \

    61 Para permanecer en el marco de nuestro estudio, hemos reunido los

    elementos de este captulo segn la via expositionis. Tambin hubiramos podido hacerlo segn la via inventionis. El mtodo hubiese sido el siguiente: i) Introduccin: mirada de conjunto al Antiguo Testamento; carencia de vocabulario tcnico, pero presencia continua de un elemento comn, a saber, el dabar divino; qu significa con precisin este dabar ?; 2) Parte descrip-tiva: etapas de la revelacin, formas y medios de la misma; gneros literarios; 3) Examen de los resultados: omnipresencia del dilogo que encuadra los acontecimientos de la salvacin; relacin de la palabra a la alianza y al profetismo; poder de la palabra pronunciada por Yav (palabra de creacin, de salvacin, de juicio) por sus mensajeros; contenido de la palabra; el dabar es mucho ms que nuestra palabra; 4) Reasuncin de los elementos segn la via expositionis: revelacin csmica e histrica; revelacin proftica; respuesta del hombre; 5) Sntesis.

    2 LA REVELACIN

    EN EL NUEVO TESTAMENTO

    En el Nuevo Testamento la nocin de revelacin presenta una complejidad y una riqueza de tonos muy superiores a las del Antiguo. Un acontecimiento capital ha tenido lugar entre las dos alianzas: Muchas veces y en muchas maneras habl Dios en otro tiempo a nuestros padres por ministerio de los profetas; ltimamente, en estos das, nos habl por su Hijo (Heb l , l ) .

    En Jesucristo, la palabra interior de Dios, en la que Dios se expresa totalmente y conoce todo, se hace hombre y evangelio, palabra de salvacin, para llamar al hombre a la salvacin. En Jesucristo, Verbo encarnado, el Hijo est presente entre nos-otros y habla, predica, ensea, atestigua lo que ha visto y odo en el seno paterno en palabras humanas que nosotros podemos comprender y asimilar. Cristo es la cumbre y la plenitud de la revelacin. Misterio inagotable, cuyo esplendor describen los escritores sagrados, insistiendo cada uno de ellos en un aspecto diferente. La tradicin sinptica describe sobre todo la econo-ma de la manifestacin histrica de Cristo y vincula su funcin reveladora al ttulo de mesas, doctor y predicador. Los Hechos describen a los apstoles como testigos y heraldos de Cristo. San Pablo desarrolla la idea de revelacin partiendo del tema del misterio y del evangelio. La carta a los hebreos compara la economa de las dos alianzas y celebra la excelencia de la reve-lacin trada por Cristo. Para san Juan, la funcin reveladora de Cristo se enraiza en su cualidad de logos y de Hijo. Estos acercamientos al misterio son como vistas, que se complementan mutuamente, de una misma catedral: nos permiten comprender la realidad total en su unidad y complejidad.

  • 46 Nocin bblica de revelacin

    El Nuevo Testamento utiliza gran nmero de vocablos para dar a conocer esta economa de la revelacin *. Los verbos ms frecuentes son stos: dTcoxotXirxeiv, epavepouv, ftwpZeiv, cpcoxCetv, xvjpaaetv, eoqfYeXCUaOat, xaxoqfrXXeiv, SiSJxeiv, [lapxpev, Xreiv, XaXev. Y entre los sustantivos cbroxXuc})txaXtkxetv) 2. Cristo es el rabb, el doctor que inter-preta las Escrituras con autoridad de maestro en Israel. Estos ttulos atestiguan el respet de los discpulos y de la muche-dumbre a la palabra soberanamente sabia de Jess. Cristo pasa, a juicio del pueblo, por un profeta: est lleno del Espritu Santo y las palabras de Dios estn en su boca. A imitacin de los pro-fetas, predica, obra signos. Ttulos estos que Cristo no rechaza,

    1 H. SCHULTE, Der Begriff der Offenbarung im Neuen Testament.

    Mnchen 1949. 2 Sobre los principales trminos de revelacin utilizados por los sinp-

    ticos, cf. G. FRIEDRICH, Jtrjpiioot, x^puyixa; TWzNT 3, 701-717; ID., eay-YeX?oxai, eiayyXtov: ibid., 2, 705-735; K. H. RENGSTORF,8i8ax6>,_8i8cxa-Xo?: ibid., 2, 138-168; G. KITTEL, xoto ibid., 1, 216-223; A. OEPKE, 7toxaX-7rr

  • 48 Nocin bblica de revelacin

    su da, sus voluntades, sus intenciones, su promesas, sus ame-nazas. KYjpaaetv designa frecuentemente en Joel y Jons la lla-mada a la penitencia. Jons, modelo de heraldo del Antiguo Testamento, predica (3,4), y en Nnive, pregona un ayuno (3, 5), proclama la penitencia (3, 7). Juan bautista, profeta del altsimo (Le 1, 76-77) es la voz que, en palabras de Isaas (Is 40, 3. 6), precede a Yav y anuncia su venida. En l brilla la palabra de Dios. En accin poderosa del Espritu, predica el bautismo de penitencia en remisin de los pecados (Le 3, 3). Es el heraldo del mesas que viene (Me 1,6-8; Mt 3,11-12; Le 3,16-17). Los sinpticos caracterizan la misin del bautista con el verbo X7)paaciv (Mt 3 ,1 ; Me 1, 4. 7; Le 3, 3) 5.

    Cristo inaugura su ministerio a la manera de los profetas y del bautista, predicando la buena nueva del reino y la penitencia que a l conduce: Desde entonces comenz Jess a predicar y a decir: Arrepentios porque se acerca el reino de Dios (Mt 4,17; Me 1,14-15). En la sinagoga de Nazaret se aplica las palabras del Deutero-Isaas que describen al mesas como profeta consagrado a la evangelizacin de los pobres (Le 4, 18-19; Is 61,1-2). En san Mateo, Cristo da como seal de su autenticidad mesinica el hecho de que la buena nueva se anuncie a los pobres (Mt 11,5). El contenido esencial de su predicacin es el evangelio del reinado o del reino: Cristo anuncia la inauguracin del reino cuya inminencia haba pro-clamado Juan bautista (Me 1,15).

    El pueblo reconoce en la predicacin y en los milagros de Jess el estilo de los grandes profetas y le considera como uno de ellos. Despus de la resurreccin del hijo de la viuda de Nam, la muchedumbre grita: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros (Le 7,16). Unos ven en l a Juan bautista, otros a Elias, otros a Jeremas o uno de los profetas (Mt 16,14). Los fa-riseos y los sacerdotes temen apoderarse de l, porque la mu-chedumbre le tena por profeta (Mt 21,46). Los discpulos de Emas hablan de Jess de Nazaret como de un profeta, pode-roso en obras y palabras (Le 24, 19). Ms an, la muchedum-bre, apoyada en Dt 18,18, designa a Jess como el profeta espe-rado al final de los tiempos (Me 6,14 s; 8,28; Mt 21,11). En san Juan, los que han asistido al milagro de los panes, ex-

    A. RTIF, Foi au Christ et mission. Pars 953, 57-60.

    Nuevo Testamento-, sinpticos 49

    claman: Verdaderamente ste es e\ profeta que ha de venir al mundo (Jn 6,14).

    Sin embargo, Cristo, cuando habla de s mismo, no se aplica el ttulo de profeta. Es consciente, no podemos dudarlo, de su afinidad con los profetas. Como ellos, penetra los secretos de Dios (Me 4,11) y prevee para s mismo la suerte reservada a los profetas (Mt 13,57; Le 13,33). Pero, en cuanto revelador, supera a todos los profetas por la excelencia de su persona. Es mayor que Jons (Mt 12,40), Moiss y Elias (Me 9,2-10; Mt 17, 1 13; Le 9, 28-36), David (Me 12, 35-37; Mt 22,41-46; Le 20,41-44) y Juan bautista (Le 7,18-23; Mt 11,2-6). En la parbola de los viadores se coloca sobre los profetas como el hijo est por encima de los servidores (Me 12,1-12). Consuma la ley y los profetas (Mt 5,17). No dice: As habla Yav, sino: Pero yo os digo (Mt 5,22. 28. 32) 6.

    Cristo predica. Pero adems llama a otros hombres a parti-cipar en su misin: Y design a doce para que le acompaaran y para enviarlos a predicar (Me 3,14). Les enva a proclamar el reino de Dios y a curar enfermos (Le 9,2; Mt 10,7-8). Jess se atribuye este poder desde el comienzo de su vida, pero sobre todo despus de su resurreccin: Id por todo el mundo, predicad el evangelio a toda criatura (Me 16,15. 20). El evan-gelio no puede quedar oculto. Es menester que sea predicado a todas las naciones (Me 13,10), en el mundo entero (Mt 24, 14). El que acepte el mensaje de los apstoles ser salvo; el que no, ser condenado (Me 16,16; Mt 10,14; Le 10,12-17). Se da continuidad entre la predicacin de Cristo y la de los apstoles.

    3. CRISTO, DOCTOR Cristo ensea. Se le da el ttulo de rabb (Me 9, 5; 11,21;

    14,45; Mt 23, 7; 26, 25), de SiSaraXo? o xtoTdx7q (propio de Lucas que lo emplea seis veces). Unas cuarenta ve