las tres miradas

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Segundo centenario del Bando de los Alcaldes de Móstoles

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  • 1LAS TRES MIRADAS

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  • 2Organizan:

    Comisario de la Exposicin: Comisario de la Exposicin: Alberto Rodrguez de Rivera Morn Coordinacion y Diseo: Coordinacion y Diseo: Jos Arrabal Lozano. Equipo de trabajo: Equipo de trabajo: Joaqun Arniz Garcia.

    Carmen Romero Restoy.Margarita Alejos de la Nogal.

    Equipo de investigacion: Equipo de investigacion: Jess Rodrguez Morales.David Martn del Hoyo.

    Excmo. e Ilmo. Ayuntamiento de MstolesDepsito Legal:

    Colaboran:

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    .EL DOS DE MAYO Y EL BANDO DE INDEPENDENCIA DE MSTOLES.

    Pocas horas despus de apagarse los ecos de las ltimas detonaciones de la batalla campal entre el pueblo de Madrid y el ejrcito de ocupacin francs, llegaba a Mstoles, procedente de la Villa y Corte, Esteban Fernn-dez de Len - ex Intendente del Ejrcito y Superintendente de todas Rentas de la Real Audiencia y Capitana General de Caracas-. Iba acompaado de su familia, a la que haba logrado sacar de la ciudad, de tres personas ms y de un grupo de seis soldados espaoles. Al llegar se reuni con Juan Prez Villamil, que tena casa en Mstoles, y que entonces ocupaba los altos cargos de Auditor General y secretario del Consejo del Almirantazgo y fiscal togado del Consejo de Guerra. Iba a transmitirle asuntos de enorme importancia. Tena en su poder un oficio, firmado por el infante Antonio Pascual, presidente de la Junta Suprema, que Fernando VII haba dejado a cargo del gobierno mientras l acuda a entrevistarse con Napolen en Bayona. En l se comunicaba a Villamil que haba sido nombrado miembro de una junta clandestina de sustitucin, compuesta de tres militares y tres civiles, que se haba de hacer cargo de los destinos de Espaa si, como pareca, Murat les obligaba por la fuerza a obedecer sus rdenes. El oficio de la Junta Suprema era claro, Villamil deba abandonar Madrid y, alojndose donde pudiera, llegar hasta Zaragoza, que no estaba en poder de los franceses, para all, junto a los otros cinco, tomar las riendas del pas.

    Todo se haba de hacer en secreto, pero el estallido de la insurreccin popular en Madrid, lo haba trastocado todo. Qu hacer en esos momentos de desolacin para Espaa, a punto de ser sometida, casi sin que nadie tuvie-ra noticia clara de ello, por Napolen?

    La solucin que adoptaron Villamil y Fernndez de Len era muy arriesgada. Hicieron llamar a los dos alcal-des ordinarios de la localidad, Andrs Torrejn y Simn Hernndez, y no les cost mucho convencerles para que firmasen un oficio o circular el conocido como Bando de Independencia de Mstoles-, que Villamil, con el len-guaje preciso de un jurista, redact con rapidez:

    Seores Justicias de los pueblos a quienes se presentase este oficio,de mi el alcalde ordinario de la villa de Mostoles.

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    Retrato de D. lvaro Flrez Estrada, c. 1823leo sobre marfil, 11,5 x 9 cm.

    Museo de Bellas Artes de Asturias

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    Es notorio que los franceses apostados en las cercanias de Madrid, y dentro de la Corte, han tomado la ofensa sobre este pueblo capital y las tropas espaolas; por manera que en Madrid esta corriendo a esta hora

    mucha sangre; somos espaoles y es necesario que muramos por el Rey y por la patria, armandonos contra unos perfidos que, so color de amistad y alianza, nos quieren imponer un pesado yugo, despues de haberse

    apoderado de la augusta persona del Rey. Procedan vuestras mercedes pues, a tomar las mas activas providencias para escarmentar tal perfidia, acudiendo al socorro de Madrid y demas pueblos y alentando a

    esto, pues no hay fuerza que prevalezca contra quien es leal y valiente, como los espaoles lo son. Dios guarde a vuestras mercedes muchos aos. Mostoles, dos de Mayo de mil ochocientos ocho.

    Andres TorrejonSimon Hernandez

    El bando, que diriga el Alcalde de Mstoles a las autoridades de las poblaciones por las que habra de pasar, alertaba de lo ocurrido en Madrid, llamando al socorro armado de la capital y a la insurreccin contra el invasor francs. Ambos muncipes rubricaron de mancomn el escrito, como autoridades locales que eran, posiblemente ante el escribano del ayuntamiento, Manuel de Valle, para que el documento tuviera validez legal. Lo expidie-ron en correo oficial, que deba ir en papel sellado, y que slo las instituciones oficiales, como el ayuntamiento, tenan facultad de enviar.

    El andaluz Pedro Serrano, que escoltaba con seis soldados a Fernndez de Len, se ofreci a llevar el parte por la carrera real de Extremadura. Utiliz la posta a toda diligencia, y, cambiando de caballo en cada casa de correos, situadas a dos o tres leguas -13 a 20 kilmetros- de distancia cada una de ellas, lleg hasta Casas del Puerto de Mi-ravete (Cceres), a mitad de su camino. Haba recorrido unos doscientos kilmetros en veinticuatro horas y estaba agotado. Se detuvo para descansar unas horas, continuando despus su viaje hasta Badajoz, a donde lleg el da 4, culminando su encargo al entregar el oficio en mano al capitn general de Extremadura, Conde de la Torre del Fresno. Pero el parte no se haba detenido ni un minuto; un duplicado, hecho ante el alcalde de Casas del Puerto, Domingo Gonzlez, haba seguido su camino a toda velocidad por la carrera de Extremadura y, al llegar a Mrida, haba tomado el rumbo sur, por el camino de Andaluca. Una copia de aquel documento qued en el pueblo onu-bense de Cumbres de San Bartolom, aunque su texto exacto fue desconocido para todos durante cien aos.

    El paso del bando de Mstoles moviliz a las autoridades de las principales poblaciones por donde pasaba. en Navalcarnero, el regente del alcalde mayor remiti un oficio complementario al de Mstoles, llamando a la mo-vilizacin de efectivos civiles y militares a auxiliar a Madrid, aunque al da siguiente, habiendo recibido rde-nes del Gobierno central, tuvo que en contradecirse comunicando que Madrid estaba en calma y no haca falta acudir a socorrerla. En Talavera, el teniente de corregidor, Pedro Prez de la Mula, organiz un alistamiento de voluntarios en la ciudad y en toda la comarca, para que, junto con un Regimiento que haba en aquella villa, marchasen a la capital a auxiliar a sus habitantes. En Trujillo, el corregidor Antonio Martn hizo algo similar,

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    alarmando a 82 pueblos de su partido. En Badajoz, el capitn general de Extremadura, junto con el de Andalu-ca, que accidentalmente estaba all, decidieron publicar una proclama llamando a la insurreccin. La noticia de la matanza de Madrid se extendi, va circular de los alcaldes de Mstoles, tambin por Andaluca, provocan-do alborotos populares en Sevilla y en Crdoba.

    Sin embargo todos estos movimientos fueron paralizados por el Consejo de Castilla y la Junta Suprema de Go-bierno, que, controlados ya por Murat, y en los das sucesivos, difundieron proclamas tildando al Dos de Mayo de simple alboroto de sediciosos y llamando a la paz, a la tranquilidad y al orden. Las autoridades que se haban movilizado anularon las medidas que haban tomado, deteniendo a los ms exaltados. As que la realidad es que el bando de los alcaldes de Mstoles no provoc, como se ha dicho muchas veces, el levantamiento general o el de Extremadura y Andaluca, sino reacciones diversas -alborotos, movilizacin de efectivos militares y civiles, y proclamas incendiarias-, que fueron acalladas a los pocos das.

    El verdadero detonante que provoc la reaccin en cadena que llev a la rebelin nacional fue la noticia, publi-cada en la Gaceta de Madrid en la segunda quincena de mayo, de que en Bayona los Borbones haban abdicado a favor de Napolen y el temor general a que el emperador francs se hiciese con el trono espaol y sometiese a los espaoles a la tirana extranjera. En una accin casi coordinada en toda Espaa, en la que colaboraron in-dividuos del pueblo, militares y cargos polticos, se formaron con gran rapidez multitud de Juntas Provinciales comenzando por la de Asturias, el 25 de mayo,- que se autoproclamaron Supremas y que asumieron la sobera-na, organizando inmediatamente la movilizacin militar patritica.

    La trascendencia histrica del Bando de Independencia se debe no la repercusin del parte autntico que sali de Mstoles, sino a la de otro al que llamaremos bando sucinto- que circul al menos desde el invierno de 1808, y en el que el Alcalde de Mstoles, de una forma dramtica, llamaba al socorro de Madrid y a la salvacin de la Patria. Todos conocemos su texto que dice:

    La patria est en peligro: Madrid perece vctima de la perfidia francesa. Espaoles, acudid a salvarle. Mayo 2 de 1808. El Alcalde de Mstoles

    En diciembre de 1810, el juntero asturiano lvaro Flrez Estrada, que haba redactado el manifiesto de la Junta Suprema de Asturias el 29 de mayo de 1808, lo cita literalmente en su Introduccin para la Historia de la Revo-lucin espaola, publicado en Londres.

    La noticia de los sucesos de este da se comunica a las provincias con la rapidez del rayo. El alcalde del lugar de Mstoles, distante dos leguas de la Capital, en el momento, que desde su casa percibe la conmocin, arrebatado del patriotismo ms puro, y del celo ms ardiente, comunica todas las Provincias de la Espaa Meridional, las nicas, las que se poda dirigir sin riesgo del enemigo, un oficio, digno, de que la posteridad lo conserve. Dice as:

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    El Alcalde de Mstoles, episodio de la Guerra de la IndependenciaGrabado de Enrique Estevan. Publicado en la portada de La Ilustracin Artstica. Ao

    XVI, n 801, del 3 de Mayo de 1897.

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    La Patria est en peligro; Madrid perece victima de la perfidia francesa. Espaoles acudid todos salvarle. Mayo 2 de 1808.- El Alcalde de Mostoles.

    Unos meses despus, en abril de 1811, el peridico gaditano El Duende Poltico, publicado por el clrigo Miguel Cabral de Noroa, se refiere a l de esta manera: La posteridad leer siempre con transportes de gozo y admira-cin el oficio que en 2 de Mayo de aqul mismo ao pas a las provincias meridionales de Espaa el Alcalde de Mstoles, distante dos leguas de Madrid: igasele con respeto.

    La patria est en peligro: Madrid perece vctima de la perfidia francesa. Espaoles, acudid todos a salvarle. Mayo 2 de 1808. El Alcalde de Mstoles.

    El Espaol que al or estas palabras no sienta arrasarse en lgrimas sus ojos, y hervir en su pecho el entusiasmo grandioso de la virtud y la gloria, ansiando por volar a los combates; sepa que no es digno de tener patria, y mucho menos de cooperar al empeo santo de nuestra lucha. Comprese la conducta de los primeros jefes y tribunales de la nacin con la del Alcalde de aquel pequeo lugar Qu diferencia! Qu asombroso con-traste!.

    Efectivamente, que asombroso contraste entre aquel alcalde que, casi en las garras de Napolen, se haba atrevido a desafiarle, y las autoridades supremas del pas, tan sumisas a la voluntad de los franceses. A partir del relato de los que haban visto el bando de Mstoles y de otros a los que aquellos se lo haban contado, se fue forjando en el imaginario popular, durante las charlas de campamento de los guerrilleros, en las trinche-ras y en las marchas de soldados que luchaban sin descanso contra el ejrcito ocupante, la figura del pobre alcalde de monterilla, un aldeano sencillo pero valiente, que, a pecho descubierto, haba recogido el cetro de la soberana, arrojado al fango por los altos polticos y las autoridades militares, para arengar a los espaoles a la defensa de la patria.

    Fueron los liberales exaltados, como Flrez Estrada o Cabral, los que vieron primero la potencia simblica de este nuevo Alcalde de Zalamea, que pareca encarnar perfectamente la soberana nacional, que ellos defendan.

    Sin embargo haba algunas personas que, como Esteban Fernndez de Len o el propio Villamil, que saban bien que las cosas no haban sido como se estaban contando. Un amigo de ste ltimo, el corregidor de Zaragoza, Ig-nacio Garciny, expulsado por Palafox del oficio, reivindic tmidamente la paternidad del bando por Villamil, en su Quadro de Espaa, desde el reynado de Carlos IV, publicado en 1811. All deca:

    El da 2 de mayo se hallaba en Mstoles, pueblo distante 2 leguas de Madrid, un Ministro Togado de uno de los Consejos Supremos, recomendable por su probidad y celo; este Ministro excit al Alcalde de dicho pueblo que pasase todos los de la carrera de Extremadura aviso, expresando lo que haba acaecido aquel mismo da en la Corte, y que la Patria estaba en peligro.

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    El ministro togado era -indubitablemente para los iniciados- Villamil. Convena no decir su nombre porque, en ese momento, estaba preso, deportado a Francia por el rey Jos I. Despus del Dos de Mayo Villamil haba permanecido en Madrid, dirigiendo la Real Academia de la Historia, y se haba atrevido a expulsar de ella a los miembros que haban jurado al rey intruso. Y, cuando, a primeros de diciembre, el propio Napolen entr en Madrid, no huy, como muchos otros. En febrero de 1809 Jos I promulg un decreto que obligaba a los funciona-rios que no le hubiesen prestado juramento de fidelidad y obediencia, a hacerlo por escrito en el trmino de tres das. Villamil se neg a prestar tal juramento; as que, un mes ms tarde, fue destituido -junto a otros funcionarios y autoridades del Estado que haban actuado igual que l- de todos sus cargos por un decreto publicado el 29 de marzo. Por esta razn, por su labor en la Academia y por haber escrito la Carta sobre el modo de establecer el Consejo de Regencia del Reyno, fue deportado a Francia el 22 de mayo de aquel ao y confinado en Orthez, en el departamento francs de los Pirineos Atlnticos, donde permaneci en calidad de rehn durante dos aos.

    Ni siquiera cuando logr huir de Francia y lleg hasta Cdiz, en donde se reunan las Cortes que iban a dar la primera Constitucin a Espaa, reivindic Villamil su papel en la elaboracin del Bando de Independencia. Quizs no estaba orgulloso de un acto impulsivo, impropio de su carcter, que haba puesto en peligro los planes secretos para preparar con calma el levantamiento contra los franceses que se producira un mes despus. Quizs no reconoca a la criatura que haba ayudado a traer al mundo y vea en el Alcalde de Mstoles al hijo de otro ingenio distinto al suyo.

    En 1811 las Cortes de Cdiz institucionalizaron el mito del Dos de Mayo, celebrando el aniversario de la gesta de los madrileos, y fue a partir de entonces cuando se consolid la leyenda de aquel alcalde levantisco que, en solitario, haba escrito el sucinto Bando de Independencia.

    Mientras tanto, el destino de los pobres alcaldes de verdad, a merced de los ocupantes franceses, pudo ser tr-gico. Fueron apresados y llevados ante Murat, quien les juzg por haber expedido aquel bando y les conden a muerte; solo se libraron pagando una cuantiosa fianza y negando tener responsabilidad alguna en el parte, pues declararon que haban sido obligados a firmarlo por un desconocido, acompaado de tropa, lo cual, en cierto modo, no se alejaba mucho de la verdad.

    Cuando en 1814 volvi el deseado Fernando, personas que haban tenido un papel secundario en los aconte-cimientos, como el propio Fernndez de Len o el alcalde mayor de Navalcarnero, Antonio Lorente, quisieron reclamar un papel protagonista en un hecho tan glorioso. Sin embargo Prez Villamil sigui callado y nunca dijo nada sobre ello. En unos diez aos todos los testigos haban muerto y la verdad sobre lo que haba pasado en Mstoles se olvid.

    Los primeros historiadores de la Guerra de la Independencia, el conde de Fabraquer y el conde de Toreno, en la dcada de 1830, trataron, cada uno a su manera, el suceso. Fabraquer, conservador, quiso atribuir la paternidad del bando en exclusiva a Villamil, diciendo, que:

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    Don Juan Prez Villamil, Fiscal del Supremo Consejo de Guerra, que se hallaba en Mstoles, distante dos leguas de la capital, en una casa de campo recuperando su salud, apenas percibe la conmocin, arrebatado de patriotis-mo comunica a todas las provincias de Espaa meridionales, nicas a que se poda dirigir sin riesgo del enemigo, un oficio que conservar la posterioridad, bajo el modesto ttulo, del Alcalde de Mstoles:La patria est en peligro. Madrid perece vctima de la perfidia francesa: Espaoles, acudid a salvarle. Mayo 2 de 1808 = el Alcalde de Mstoles

    Por su parte Toreno nos transmite una versin ms equilibrada, pero ninguno de ellos pudo ya combatir la fuerza del mito.

    En nuestra villa, la tradicin oral fabul una versin castiza, que popularizara la obra de teatro que el literato lo-cal Juan Ocaa public en 1883. En ella el protagonismo individual era de Andrs Torrejn y el coral del pueblo de Mstoles, reunido a campana taida, marginando a Simn Hernndez y Juan Prez Villamil, y olvidndose de Fernndez de Len. Adems otorg a otros mostoleos, como Fausto Fraile, Antonio Hernndez y Estanislao Ovejero, un papel que es muy dudoso que jugaran. La difusin, con motivo del primer Centenario, del bando original suscit dudas, pero sirvieron slo para que Ocaa, en su libro, Apuntes para la historia de Mstoles, que escribi en 1908, mezclara el hecho histrico y el mito en una versin eclctica.

    Hoy sabemos con certeza que el bando que sali de Mstoles fue promovido por Esteban Fernndez de Len, redactado por Juan Prez Villamil, quien fue su autor, y rubricado por los dos alcaldes ordinarios de Mstoles, Andrs Torrejn y Simn Hernndez. Ni el escribano del concejo, Manuel de Valle, que posiblemente confir-m con su fe notarial la firma del documento, recordaba, unos meses despus, el texto concreto del oficio, que desaparecera rpidamente de los ayuntamientos en los que se hubiera copiado, segn iban ocupndolos los franceses. Pero no importaba, la verdad se difuminaba, pero triunfaba un mito mucho ms til y uno de los pocos capaces de unir a casi todos los espaoles, el de aquel alcalde, que, a decir de Ocaa, y en un arranque de heroico patriotismo, haba exclamado un Dos de Mayo de 1808:

    Venga el parte, no temo a Napolen ni a Francia, le declaro la guerra y ser feliz si muero defendiendo a mi patria.

    Jess Rodrguez Morales y David Martn del Hoyo

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