las tradiciones ideológicas de la extrema derecha española

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El concepto de «extrema derecha» abarca, tanto a nivel de pensamiento como de práctica política, un conjunto de «tradiciones» coincidentes en su rechazo del pluralismo político, en la defensa de sistemas de carácter autoritario o totalitario, en una perspectiva antro- pológica pesimista y en una acción social antirrevolucionaria y, a la vez, reformista. Pero separadas entre sí en no pocos aspectos. Podemos distinguir, así, entre diversas «tradiciones» de extrema derecha: la «teológico política» —o tradicionalista—, basa- da en la preeminencia del factor religioso; la «radical», que asume los supuestos secu- lares de la modernidad e intenta fundamentar su discurso en factores no religiosos: raza, nación, etc., y la «revolucionaria» —o fascista—, cuyo proyecto político tiene por base una síntesis de elementos socialistas, nacionalistas y populistas, elaborada desde una perspectiva antiliberal y antimarxista. Estas «tradiciones» pueden ser cla- sificadas, según su vigencia social, en «hegemónicas», «residuales» y «emergentes». A juicio del autor, lo característico de la situación española es el mantenimiento de la «tradición» teológico-política como hegemónica hasta bien entrado el siglo XX; y la situación subordinada de la radical y de la revolucionari

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  • 5/19/2018 Las Tradiciones Ideolgicas de La Extrema Derecha Espaola

    1/43

    Hispania,LXI/1,num. 207 2001)

    LAS TRADICIONES IDEOLGICAS

    E

    LA EXTREMA DERECHA ESPAOLA

    por

    PEDRO CARLOS GONZLEZ CUEVAS

    U N E D

    RESUMEN:

    El

    concepto d e extrema derecha abarca, tanto

    a

    nivel de pensamiento como de prctica

    poltica,un

    conjunto

    d e

    tradiciones coincidentes

    ensu

    rechazo

    de l

    pluralismo

    poltico,

    en

    la

    defensa de sistemas d e carcter autoritario ototalitario, en una perspectiva antro

    polgica pesimista

    y en una

    accin social antirrevolucionaria

    y, a la vez, reformista.

    Pero separadas entre

    s en

    n o pocos aspectos. Podemos distinguir,

    as,

    entre diversas

    tradiciones

    de

    extrema derecha:

    la

    teolgico poltica

    o tradicionalista , basa

    da en la preeminencia del factor religioso;

    la

    radical, que asume los supuestos secu

    lares

    de la

    modernidad

    e

    intenta fundamentar

    su

    discurso

    en

    factores

    no

    religiosos:

    raza, nacin, etc.,

    y la

    revolucionaria o fascista , cuyo proyecto poltico tiene

    por baseuna sntesis de

    elementos

    socialistas,

    nacionalistas

    y populistas, elaborada

    desde un a perspectiva antiliberal

    y

    antimarxista. Estas tradiciones pueden ser cla

    sificadas,

    segn

    su

    vigencia social,

    enhegemnicas,

    residuales

    y emergentes. A

    juicio

    del

    autor,

    lo

    caracterstico

    de la

    situacin espaola es

    el

    m antenimiento

    de la

    tradicin teolgico-poltica como hegemnica

    hasta bien entrado el

    siglo

    XX; y la

    situacin subordinadad e

    la

    radical y de

    la

    revolucionaria.

    P A L A B R A S

    CLAVE: Espaa Historia Contemp ornea Extrema Dere cha

    ABSTRACT:

    The term extreme right

    encompasses

    a range of traditions which have in

    common

    a

    rejection

    of political pluralism , a

    defence

    of authoritarian or totalitarian

    systems,apessimistic view ofman and an anti-revolutionary

    social policy.

    But

    these traditions

    are

    distinguished from each other

    in

    several aspects.

    We can

    separate

    several traditionson theextreme right: political theology, based onthe

    religious

    factor; the radical tradition, which

    emphasises secular factors

    such as

    race

    and nation,and the

    revolutionary

    or fascist tradition, based on a synthesis

    of socialistic, nationalistic

    and

    populist elements

    and an

    anti-liberal

    and

    anti-

    Marxist

    perspective.

    These traditions can be classified, according to their prevalence

    in

    society,

    as hegemonic, residual or emerging.In the authors view, the

    characteristic

    feature of the Spanish situation is the maintenance of political

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    IQ Q PEDRO CAR LOS GONZLEZ CUEVAS

    theology

    as a

    h egemo nic tradition well into

    the

    twentieth century,

    and the

    subordinate importance of the radicaland revolutionary positions.

    K E Y WORDS:

    Spain Mode rn History Extreme Right

    INTRODUCCIN

    El concepto

    de

    extrema derecha designa, tanto

    a

    nivel

    de

    praxis como

    de

    pensam iento poltico, una pluralidad de tradiciones unidas por temas, obje

    tivosy,sobre todo,porenemigos comunes; pero igualm ente hostiles entres en

    no pocos aspectos. Entendemos

    por

    tradicin

    un

    razonamiento extendido

    a

    lo largo

    del

    t iempo

    en el que

    ciertos acuerdos

    se

    definen

    y

    redefinen

    en

    trmi

    no sde dostiposdeconflictos:los que t ienen lugar con crticosy enemigosex

    ternos a la tradicin, que rechazan todos o casi todos los elementos clavesde

    los acuerdos findamentales

    y

    aquellos otros debates internos

    e

    interpelativos

    por medio

    de los

    cuales

    se

    llegan

    a

    expresar

    el

    sentido

    y el

    motivo

    de

    esos

    acuerdos findamentales y en elprogreso de los cuales se constituye la tradi

    cin. Cada una de estas tradiciones posee sus propias pautas internas para

    calibrar

    y dar

    respuesta

    a la

    problemtica

    de su

    poca. Pero,

    en un

    momento

    dado,

    pueden entrar

    en un

    perodo

    de

    crisis

    que las

    lleve

    a

    desaparecer,

    al

    serle

    imposible renovarse y reducir el nmero deproblemas que t ienen planteados.

    C u a n d o una tradicin se inclina en este sentido cuando est afectada por

    conflictos estriles

    y se

    limita

    a

    repetir

    las

    viejas frmulas

    se

    halla

    en una

    crisis epistemolgica,

    y

    solo podr superarla elaborando

    una

    serie

    de

    concep

    to s

    o una

    nueva sntesis

    de

    doctrinas

    e

    ideas,

    un

    marco

    de

    referencia

    que

    rena

    estos tres requisitos:

    que

    permita

    a la

    tradicin resolver

    sus

    problemas pen

    dientes,

    que

    explique como

    se

    plantearon

    y por qu no se

    haban resuelto hasta

    ahora,

    y que

    haga ambas cosas destacando

    la

    continuidad bsica existente entre

    la sntesis anterior y la nueva. Nunca est garantizado que pueda llevarse a

    cabo

    esa

    innovacin conceptual dentro

    de la

    tradicin.

    Por

    ello,

    una

    tradi

    cin

    no

    slo puede entrar

    en un

    perodo

    de

    decadencia, sino incluso desapare

    cer como consecuencia

    de esa

    crisis ^

    C ada crisis corresponde al impacto de los acontecimientos polticos, socia

    les, econmicos, culturales e ideolgicosque, por su repercusin, obligan a las

    distintas tradiciones

    a una

    redefnicin.

    Y en ese

    sentido, resulta til distin

    guir,

    por

    emplear

    la

    terminologa

    de

    R aymond W illiams, entre tradiciones

    dominantes, emergentes

    y

    residuales^.

    Por dominantes entendemos aquellas tradiciones

    que,

    durante largo

    t iempo, soncapaces deconfigurar elpensamiento y elproyecto polticode los

    sectores ubicados en la extrema derecha; y de adaptar sus contenidosa las

    1 MaclNTYRE,

    K\2>s.\v. Justicia

    yracionalidad. Barcelona, 1994, pginas

    394 y ss.

    2

    WILLIAMS,

    R aymond:

    Marxismo

    yliteratura, Barcelona, 1980, pginas143 y ss.

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    LAS

    TRADICIONES IDEOLGICAS DE LA EXTREMA DERECHA ESPAOLA

    ]^

    Q 1

    nuevas formas econmicas, sectores sociales e incluso a los nuevos valores, sin

    perder por ello sus caractersticas esenciales. Emergente sirve aqu para de

    signar la gnesis y configuracin de nuevos estilos de pensamiento que llevan

    consigo proyectos, significaciones, valores y prcticas polticas de extrema

    derecha, que entran en conflicto con la tradicin hasta entonces dominante,

    consiguiendo convertirla en residual, es decir, en anacrnica y disfuncional,

    incapaz de superar los nuevos retos sociales, sumindose en una irreversible

    crisis epistemolgica. En ese sentido, podemos distinguir, tanto a nivel europeo

    como especficamente espaol, tres tradiciones de extrema derecha. La teo

    lgico poltica o tradicionalista, a secas, cuyo proyecto ideolgico intenta

    la sistematizacin del hecho religioso como legitimador de la prctica poltica.

    La radical, que, frente a la anterior, asume los supuestos seculares de la mo

    dernidad e intenta legitimar su discurso en valores no religiosos como la nacin

    o la raza, y en nociones cientficas extradas de la biologa, la etnologa, la so

    ciologa o la jurisprudencia. Y , por ltim o, la revolucionaria o fascista,

    cuyo proyecto poltico, producto de una poca caracterizada por la moviliza

    cin de las masas, se presenta como una sntesis de elementos nacionalistas,

    populistas y socialistas, elaborada en un sentido abiertamente antiliberal y an

    timarxista. Por supuesto, la vigencia y el carcter de estas tradiciones se en

    cuentra determinado por las caractersticas culturales de sus sociedades nacio

    nales.

    No existe extrema derecha en s; slo existen sociedades nacionales,

    cada una de las cuales potencia determinadas tradiciones y otras no. En el caso

    espaol, la tradicin dominante ha sido la teolgico-poltica, a lo largo de

    todo el siglo XIX y buena parte del XX. La perspectiva catlica dot a la ex

    trema derecha espaola de unos esquemas de interpretacin cargados de sm

    bolos,

    mitos, imgenes, de todo un repertorio de significados sobre causalida

    des y acontecimientos del mundo: el providencialismo, la lucha del Bien contra

    el Mal com o moto r de la Historia, la causalidad diablica o la E dad de Or o

    perdida, e tc. A dem s, la Iglesia catlica consigui presentarse como p ortad ora

    de una ideologa nacional, es decir, de una orientacin hegemnica, que du

    rante mucho tiempo apenas fue conmovida por tendencias contrarias e hizo

    pasar por hertico, por no-nacional cualquier otro pensamiento que le fuera

    inasimilable. Ello fue causa y, al mismo tiempo, efecto de la debilidad del na

    cionalismo espaol. E l E stado liberal espaol fue, dad o el atraso social y eco

    nmico del pas, un Estado muy dbil, incapaz de lograr una efectiva naciona

    lizacin de las masas y de crear un ritual, una serie de smbolos capaces de

    estimular un se ntimie nto nacional fuerte al ma rgen de la identid ad religiosa. A

    ello se uni el papel secundario de la nacin espaola en la sociedad inter

    nacional contempornea; y la consiguiente ausencia de un enemigo exterior.

    Por todo ello, la tradicin radical, nacionalista y laica, fue no slo ms

    tarda que en la mayora de los pases europeos, sino mucho ms dbil. En rea

    lidad, sus primeras manifestaciones de envergadura fueron los nacionalismos

    perifricos cataln y vasco, nacidos al socaire de la crisis finisecular. E n el resto

    Hispania,

    LXI /1 ,

    nm. 207 (2001) 99-142

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    ]^02 PEDRO CAR LOS GONZLEZ CUEVA S

    de Espaa, slo comenz sus primeros balbuceos a lo largo de la crisis del sis

    tema de la R estauracin, para luego adquirir una mayor, aunq ue muy peque

    a, difusin, en sus perfiles m enos extrem os du ran te la II R epblica. Y lo mis

    mo ocurri, en consecuencia, con la revolucionaria, cuya principal caracters

    tica fie su marginalidad social y poltica hasta el estallido de la guerra civil.

    Fueron, pues, dos tradiciones emergentes incapaces de desplazar a la domi

    nante, que slo a partir de los aos sesenta entr en una irreversible crisis

    epistemolgica, al socaire de las transformaciones sociales y las consecuencias

    del C oncilio V aticano II .

    En ese sentido, el pensamiento poltico de la extrema derecha espaola se

    caracteriza por una continuidad que no se da en el resto de los pases europeos.

    A jena a plantea mien tos de carcter racista o imperialista, su originalidad hist

    rica radica en su inquebrantable y permanente voluntad restauradora de los

    valores catlicos y en su oposicin a los principios configuradores del proyecto

    de la m odernidad.

    1 L A REACCIN A LO DIVIN O

    Como ha sealado Franois Furet, el momento clave de lo que podemos

    llamar revolucin liberal-democrtica ha de ubicarse en la R evolucin france

    sa, ya que fue a nivel del imaginario social que surgi algo verdaderamente

    nuevo con la afirmacin del poder popular. Es all, segn l, donde se sita la

    verdadera discontinuidad: en el establecimiento de una nueva legitimidad, en

    la invencin de una cultura democrtica^. Esta mutacin significa el cuestio-

    namiento de un tipo de sociedad jerrquica y desigualitaria, regida por una

    lgica teolgico-poltica, en la que el orden social se encontraba fundamentado

    en la voluntad divina y en la que el cuerpo social era concebido como un todo

    en el que los individuos aparecan fijados en posiciones diferenciadas.

    Sin este reto poltico-ideolgico resulta imposible comprender la emergen

    cia del conservadurismo o del tradicionalismo como estilos de pensamiento,

    nacidos de la experiencia de discontinuid ad entre el presen ta y el pasado . B si

    camente, se trata, como seal Mannheim, de la expresin de una tradicin

    feudal que se ha vuelto consciente''.

    En el caso espaol, la discontinuidad en el imaginario social tiene su ms

    directo origen en la agresin napolenica de 1808, que produjo la reaccin

    nacional conocida como Guerra de la Independencia; y cuya primera conse

    cuencia fue el hun dim iento , a nivel poltico e institucional, del A ntig uo R gi

    men, que de inmediato sustituido, a veces mediante las mismas personas, por

    5 FURET,Franois:

    Pensarla

    Revolucin

    francesa,

    B arcelona, 1980, pginas, 109 y ss.

    ''

    MANNHEIM,

    Kar l :

    Ideologa

    y

    utopa,

    Mxico, 1987, pginas, 107 y ss. El pensamiento con

    servador, enEnsayos sohre sociologaypsicologasocial, Mxico, 1 963, pginas 70 y 84.

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    LAS TRADICIONES IDEOLGICAS DE LA EXTREMA DEREC HA ESPA OLA ]^Q3

    n u ev as in s t i tu c ion es d e s ob e r an a pop u la r las J u n t a s , q u e pos te r io r men te

    dar an luga r a las C or tes de C diz , las pr im eras C or tes cons t i tu yent es de la

    h is tor ia de E spaa . E n las C or tes cons t i tuy entes , se conf igu raron los grup os

    pol t icos que , en c ier ta forma, es taban ya pref igurados desde la poca de la

    I lus t rac in : real is tas y l ibera les . E l sec tor rea l is ta no fue un sector homog

    neo;

    en l conviv ieron los defensores rad icales del A nt i gu o R gim en y los sec

    tores conservadores reformis tas de inspirac in jovel lan is ta . E l pr imero de es tos

    sectores se caracter iz por la defensa de los pr iv i leg ios es tamenta les de la no

    b leza , de l c lero y de la Monarqua ; y por la cr t ica del despot ismo i lus t rado,

    con v is tas a la res tauracin de la E spaa de los A us t r as . M ientra s q ue e l se

    gundo se mos traba par t idar io de l levar a cabo c ier tas reformas l ibera l izadoras

    en la economa y en la sociedad, as como de reforzar las prerrogativas del rey^.

    A efectos de nues t ro t rabajo, nos in teresa , an te todo, e l pr imer grupo; e l se

    gundo es un c laro precedente del l ibera l ismo conservador pos ter ior , cuyas tes is

    pol t icas l legar an a ser hegemnicas a lo largo de todo e l s ig lo XIX^.

    E n t r e los d ipu tad o s r eal is ta s d est aca P ed r o d e I n g u an z o y R iv e r o , d ipu

    t ad o po r A s tu r ia s y lu eg o ob i s po d e Zamo r a . F r en te a la s ob e r an a d e l pu eb lo ,

    defendi la tes is tomis ta del or igen d iv ino del poder . Neg, adems , la ef icacia

    h is tr ica de aquel pr incipio, germen fecundo de males y desgracias para e l

    pueblo, n icamente ha serv ido de pre tex to en las naciones para encender la tea

    d e l a d i s cor d ia . Se opu s o ig u a lmen te a l a au tod e te r min ac i n in s t i tu c ion a l , e s

    deci r , a la pos ib i l idad de que los e lec tores mudaran la forma de gobierno, s is

    te m a qu e desquicia los f indamentos de la sociedad y est en contra diccin con

    los verdaderos y esencia les pr incipios del Dere cho P bl ico . E n ten da la M ona r

    q u a como u n a in s ti tu ci n pe r ma n en te e in mu tab le . C om b a t i e l u n icamer a l is -

    m o dem ocrt ico e h izo una defensa a u l t ranza de las C or tes es tamenta les con sus

    brazos nobiliar io y eclesistico. Defendi la ar is tocracia de sangre y al clero de los

    a taques igual i tarios y la ic is tas . V ot con tra la abol ic in del S anto Of ic io, c on tra

    las medidas desamor t izadoras ; y , en genera l , contra la f i losof a l ibera l y las co

    rr ientes i lustradas^.

    Fuera d e las C or tes gadi ta nas , e l ms c lebre cr t ico t rad ic ion al de las refor

    mas l ibera les fue e l P adre Francisco de A lvarado , ms conocido po r e l sobre

    n omb r e d e E l F i l s of o R an c io , maes t r o en e l con v en to d omin ican o d e San

    Pablo de Sevi l la y au tor de unas c lebres Cartas crticas, en las que expone su

    s is tema de gobierno y su opos ic in a los plan teamientos l ibera les . F rente a la

    C ons t i tuc in pol t ica , A lvarad o reaf i rma la cons t i tuc in t rad ic iona l , que cons i

    d e r a recog id a en la s P a r t id as , con s i s t en te en u n a M on a r q u a t em pla d a por C or

    tes es tamen ta les , qu e voten las leyes y cons ie n tan los im pu es to s . E n ese rg i-

    5 VRELA,Joaqun;L a

    teora

    del

    Estado

    en los

    orgenes

    de l

    constitucionalismo hispnico

    (Las

    Cortes

    de

    Cdiz),Madrid, 1983, pginas, 19-20 y ss.

    6 Ibidem, pginas 425-426.

    7 V id. CUENCA TORIBIO, Juan Manuel: Don Pedro de Inguanzo yRivero (1764-1836). ltimo

    primado

    del

    Antiguo

    Rgimen, Pamplona, 1965, pginas 77-78, 80-81 y ss.

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    IQ/^ PEDRO CAR LOS GONZLEZ CUEVAS

    men, la facultad de dictar leyes descansa en el monarca; pero con las limitacio

    nes de la representacin e stam ental, de los fueros y de la religin catlica. A l-

    varado hizo igualmente una defensa sin fisuras de la Inquisicin, atacando to

    dos los argumentos en su contra defendidos por los liberales e ilustrados, con

    especial referencia a los planteam ientos de A rguelles . M uerto en 1814 , A lva-

    rado disfrut de una longeva fama postuma entre los defensores del tradiciona

    lismo ideolgico: Francisco Javier C aminero , Menndez P elayo, los padres G e-

    tino y Gafo, e incluso conservadores liberales como Silvela le consideraron un

    gran filsofo y doctrinario poltico. La redaccin de ElSiglo Futuro, rgano del

    P artido Integrista de No cedal, estaba presidida por el retrato del dominico. E n

    1934,

    Jos Mara Pem n le hizo protagonista de su obra teatralCuando las

    Cor

    tes deCdiz^ y en 1941 se hizo una antologa de sus escritos^ .

    Tan importante o ms que esta labor crtica fue la tarea propagandstica y

    socializadora llevada a cabo por el clero a lo largo de la guerra de la Indepen

    dencia. El hecho no era nuevo. El clero haba participado decisivamente en la

    legitimacin de la guer ra contra la C onvencin. E jemplo arquetpico de esta

    posicin fue el opsculo de Fray Diego de Cdiz,

    E l

    soldado catlico

    en

    guerras

    de

    religin

    (1794). Esta tendencia se agudiz a lo largo de la guerra contra Napo

    len. Son innumerables los textos de sacerdotes que incitan a la lucha contra el

    francs por la Religin. Se actualiz el santiaguismo y la apelacin a las ad

    vocaciones espaolas a la V irgen, co mo la del P ilar. Son con stantes los paralelos

    veterotestamentarios: los espaoles eran los macabeos, mientras que los franceses

    estn representados por las figuras ms aborrecidas de la historia de Israel. La

    reaccin de los clrigos ante las doctrinas liberales fije tan virulenta como inequ

    voca. El liberalismo era espritu de libertinaje y disolucin. Se ataca a las sec

    tas francmasonas, atesta y materialista. E igualmente a la prensa liberalizante,

    peste de la sociedad, polilla del E stado y escndalo de nuestra S anta R eligin1.

    No es extrao, pues, que la inmensa mayora de los clrigos recibiera con

    inusitado alborozo la restauracin del rgimen a bsoluto por Fernan do V IL P a

    ra algunos sacerdotes, signific nada menos que el retorno de la Monarqua

    hebrea ^ E n la legitimacin del absolutismo fernandino tuvo singular impo r

    tancia el clebre

    Manifiesto

    de los Persas, de 1814, suscrito por sesenta y nueve

    diputados realistas, encabezados por el Marqus de Mataflorida; y en el que se

    criticaba la obra de las C ortes de C diz, su convocatoria y la C onstitucin de

    1812,

    cuya declaracin de sobera na nacional era calificada com o despojo de

    8

    L as Cartas inditas

    del

    FilsofoRancio,

    Madrid, 1915, pginas 82,

    120-121,

    42 5-426 y ss.

    9 V id. DiZ-LoiS , Mara C ristina: Fray Francisco de A lvarado y sus C artas C rticas, en Estu

    dios sobre

    la s

    Cortes

    de Cdiz, P amplona, 1967, pginas 123-199- HERRERO, Javier: Lo s

    orgenes

    del

    pensamiento reaccionarioespaol,

    Madrid, 1971 , pginas, 267 y ss.

    10 V id. MARTNEZ ALBIACH, A lfredo: Religiosidad hispana y sociedadborbnica, Burgos, 1969,

    pginas 81-98, 112-129 y ss. PORTERO, Jos A ntonio:Pulpito eideologa en la Espaa del siglo XIX,

    Zaragoza, 1978, pginas, 62-73 y ss.

    11

    Ibidem,

    pginas 465 y ss.

    Hspanla,

    LXI/1,nm. 207 (2001) 99-142

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    7/43

    LAS TRADICIONES IDEOLGICA S DE LA EXTREMA DERE CHA E SPAOLA

    ]^

    Q 5

    la autoridad real sobre que la Monarqua espaola est fimdada, y cuyos reli

    giosos vasallos haban jurado; y lo mismo caba decir de la libertad de prensa,

    perjudicial para u na nacin pundoros a, y, adems, subversiva en las A me ri

    cas. P ara los firmantes, la C onstitucin de 1812 era revolucionaria; una m era

    copia de la firancesa, sin ten er en cuenta la constitucin tradicional, suscepti

    ble de reforma. E n el fondo, lo que se peda era la restauracin d el A ntig uo

    R gimen, con algunas reformas en los mb itos de la adm inistracin, la justicia

    y las rentas del Estado^^.

    N o hay que olvidar que a todo ello contest F ernand o V II con el famoso

    decreto del 4 de mayo, aceptando sus proposiciones.

    A nivel ideolgico, la reaccin fernandina tu vo sus represen tantes en figuras

    como A tilano Dehaxo S olrzano, Jos C lemente C arnicero, Francisco P uigserver

    y, sobre todo, en R afael V lez, autor, entre otras obras, dePreservativo contra la

    irreligin yApologade lTronoy

    del

    Altar. A mbas obras suponen u na crtica radical

    de la Ilustracin y del liberalismo, unidos en su lucha contra el catolicismo.

    V lez atribuye al filosofismo remotos orgenes qu e van desde S imn el M ago

    hasta Napo len. E n ese sentido, la obra de las C ortes de C diz supuso una trai

    cin a la lucha del pueblo espaol contra el francs; pues llevaba consigo sus

    ideas de ilustracin y sus plane s de reforma . V lez defiende la soberana real y

    consideraba como germen de discordia la de los pueblos. El nico derecho de

    stos es represen tar, ped ir y suplicar, a travs de las C ortes . Los reyes ejercen

    un poder pate rno , como los sucesores de los primeros padres^^.

    Con todo, la empresa doctrinal ms importante de la poca fernandina fue

    la publicacin, entre 1826 y 1829, de La Biblioteca de Religin, en cuya organi

    zacin intervino el C ardenal Ingua nzo, aho ra arzobispo de Toledo. S u objetivo

    era, ante todo, cooperar del modo posible al desempeo del cargo pastoral

    con el desengao de los seducidos por los impos y la lectura de los malos li

    bros, como un preservativo para los dbiles y como una obra que comunicando

    nuevas luces a los sabios las emplearan en beneficio de sus semejantes. La reli

    gin catlica era, en fin, el norte fijo de las sociedades morigeradas, y el verda

    dero barmetro de su grandeza y elevacin

    ^ .

    A lo largo de sus tres aos de exis

    tencia, laBibliotecatradujo obras de Lamennais, Feller, B onald, Maistre, etc.

    No obstante, la reaccin fernandina y su posterior desarrollo, en particular

    los continuos equilibrios que el monarca hubo de establecer a lo largo de su

    12 DiZ-LoiS , Mara C ristina:

    El Manifiesto

    de

    1814,

    Pamplona, 1967, pginas

    66

    y ss. MURILLO

    FERROL, Francisco: El Manifiesto de los Persas y los orgenes del liberalismo espaol, en

    Ensayos

    sobresociedad y poltica. I, Barcelona, 1987, pginas 195 y ss.

    '5

    DE VELEZ,

    Rafael:Preservativo contra la irreligin olos planes de la filosofa contra la Religiny el

    Estado realizadas

    por la

    Francia para subyugar

    la

    Europa seguido

    por

    Napolen

    en la

    conquista

    de

    Espaa

    y

    dadoa la luz por algunos de nuestros sabios enperjuicio de nuestra Patria,C diz, 181 2, pginas, 10 y ss.

    Apologa

    de l

    Trono

    y del Altar,Madrid, 1818, tomo I, pginas 48, 328-330 y 475.

    '"* Discurso Preliminar, en

    Biblioteca

    de Religin, o sea

    coleccin

    de

    obras contra

    la

    incredulidad

    y

    errores deestos ltimostiempos,Madrid, 1826, tomo I, pginas V I y IX.

    Hispania,

    LXI /1 ,

    nm. 207 (2001) 99-142

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    8/43

    10 6 P E D R O C A R LOS G ON ZA LE Z C U E V A S

    reinado,

    no

    dejaron satisfechos

    a

    todos

    los

    sectores antiliberales. Durante

    el

    llamado Trienio Liberal las conspiraciones absolutistas proliferaron. Y sus

    xitosmsnotablesseprodujeron en Catalua, dondeen elveranode 1822 los

    absolutistas controlaron la zona norte, e instalaron una Regenciaen Seo de Ur-

    gel, integradapor elMarqus de Mataflorida, Jaime Creusy elbarn deE rles.

    La R egencia public tres manifiestos,

    en los que se

    criticaba

    la

    labor

    de los

    libera

    les y se propugnaba el rgimen tradicional, catlico, monrquico y foral^^ No

    muy diferente fie

    el

    pensamiento

    de los

    llamados A graviados, cuya sublevacin

    cuatro aos despus tuvo tanta amplitud que el propio Fernando VII hubo de

    trasladarse a C atalua para dominarla: V iva la R eligin, viva el Rey absoluto,

    viva

    la

    Inquisicin, muera

    la

    P olica, m uera

    el

    M asonismo

    y

    tod a secta ocu lta ' .

    El fracaso de estas insurrecciones lleva los sectores absolutistas a la estra

    tegia

    de

    intimidacin

    a

    Fernando, mediante

    la

    conspiracin

    en la

    C o r te . Pe ro

    la

    nueva reina, Mara C ristina, tuvo unaheredera; y el gobierno hizo publicar la

    Pragmtica Sancinde 1789, que restablecilos viejos usos sucesoriosydesva

    neci

    las

    esperanzas

    de que el

    hermano

    de

    Fernando, Carlos, dolo

    de los

    abso

    lutistas, subieraalt rono. Pocoapoco,se fuepreparandolo quevinoen l lamar

    se carlismo,y que llegara aconv ertirseen uno de losejesde la vida poltica

    espaolade lapoca.

    2. LAE S P A A IS A B E L IN A : T R A D IC I ON A L I S M O C A R L IS T A YC O N S E R V A D U R IS M O

    AUTORITARIO

    C on frecuencia, tiend e

    a

    identificarse

    al

    carlismo

    con el

    conjunto

    del

    pen

    samiento antiliberal de la poca isabelina. No obstante , la realidad histrica

    resulta distinta.Elcarlismono fue, en esesentido,ms que uno de losantilibe

    ralismos posibles, cuya concrecin ideolgica posterior estuvo,

    de

    hecho,

    muy

    influida por pensadores afines al partido moderado oprximos a ste.No en

    vano,

    pued e hablarse

    de un

    tradicionalismo isabelino igualmente denomi

    nado conservadurismo autoritario o neocatolicismo, en el que estaran

    agrupadas figuras como Donoso C orts, Jaim e B almes, Jua n B ravo Murillo,

    etc.; y que

    unan

    su

    profundo antiliberalismo

    al

    reconocimiento

    de la

    legitimi

    dad dinstica encarnadaenIsabelIP^.

    15 V id.MARRERO,V icente: E lTradionalismoE spaol delsigloXIX,Madrid,1955 ,pginas 6 9yss.

    '6Vid.TORRAS ,Jaime: L aguerra de losAgraviados, B arcelona, 1967, pginas15 y 199-

    >7Vid.CNOVA S S NCHEZ, Francisco: ElPartido Moderado, Madrid, 1982,pginas 125 y ss.

    MarqusdeROZALEJO:Cheste otodoun siglo. ElIsabelino Tradicionalista, Madrid, 1935.ALSINARO

    CA, Jos Mara:

    Eltradicionalismo ilosfico

    en

    Espaa,

    Barcelona, 1985. URIGEN, Begoa:

    Orgenesy

    evolucinde laderecha espaola: elneocatolicismo,

    Madrid, 1988.MARC UELLO, Juan Ignacio: Sistema

    constitucional, prctica parlamentaria

    y

    alternativas conservadoras

    en el

    liberalismo isabelino,

    en

    H upania, n183,1993, pginas237 y ss.

    Hspanla,

    LXI /1 ,

    num. 207

    (2001) 99-142

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    9/43

    LAS TRADICIONES IDEOLGICA S DE LA EXTREMA DEREC HA E SPA OLA

    107

    El carlismo carecide toda relevancia intelectual.En unprincipio,lospar

    tidariosde DonC arlos,en cuyas bases sociales existaun claro predominiode

    los sectores agrarios, campesinosy comunales, pudieron sostenerse atravsde

    tradiciones consuetudinarias, en cierto modo preconscientes;y en suseno,por

    lo tanto, la reflexin ideolgicay terica tuvounaimportancia muysecunda-

    ria^^.En esesentido, el carlismo puede serencarnado en un estilo de pensa

    miento tradicionalistaque seaproximaa lo que Mannheim llama natural,es

    decir, adherido a normas vegetativas y a viejos modos de vida ligados a ele

    mentos mgicos de conciencia^9.De 1833 a 1845,el carlismo, bajo ladirec

    cin de Carlos V, semovi, por ello, dentro de unos principios sumamente

    vagos, genricos y abstractos, herederos, al menos en par te , de los plantea

    mientos realistas gaditanos

    y de los

    apostlicos

    y

    agraviados

    del

    reinado

    de

    Fernando V ipo.

    CarlosV nocont,en esesentido,conningn intelectual de talla. Dentro

    de esta comn mediocridad, destacan Fray Magn Ferrer yV icentePou,cuyo

    modelo poltico-institucional segua siendoel delA nt iguo R gimen : M onar

    qua absoluta y hereditaria. C onsejo R eal, C ortes estamenta les, sistema foral,

    confesionalidad catlica, etc^^

    Sin embargo, el carlismo, como fuerza social y poltica de envergadura,

    tendi lgicamente acontrarrestar lasrealizaciones del liberalismo, suponien

    do,

    dehecho,un importante freno a la consolidacinde susreformas; lo que,

    en gran medida, determin laasuncinporpar tede un Estado liberal dirigido

    por los conservadoresdeciertos postulados insertosen lossupuestoscon que se

    identificaba su antagonista. Ello se tradujo, durante la dcada moderada, en

    una poltica

    de

    ennoblecimiento

    de las

    lites,

    el

    aumento

    y el

    fortalecimiento

    de lasprerrogativas regiasy de la influencia delestame nto eclesisticoatravs

    del C oncordato de 185 P^. Y es que la guerra civil finaliz,dehecho, con un

    pacto,el deV ergara,que fue algoms que un pacto militar entre las fuerzas

    contendientes. Tras esepacto agracias alcual el par tido moderado se incre

    ment con muchosde los carlistasde la faccin transigente de M a r o t o ,y

    '8 WiLHELMSEN, A lexan dra: La formacin de lpensamiento poltico de lcarlismo (1810-1873), Ma

    drid, 1995 , pginas 184y ss.

    '9 MANNHEIM, Kar l :Ideologayutopa, pgina107.

    2 0 Vid.

    M A D A R I A G A O R B E A ,

    Juan y

    T A M A Y O E R R A Z Q UI N,

    Jos: Una lectura de la primera

    guerra carlista:Loseditorialesde laGaceta Oficialy elBoletn de NavarrayProvincias Vascongadas,

    en

    Hspanla,

    n 190,

    1981, paginas 149

    y ss.

    21 WiLHELMSEN, A lexandra: Magn F errer, pensador carlista renovador olvidado, enEstudios

    de H istoria

    Moderna

    y

    Contempornea. Homenaje

    a

    Federico

    Surez

    Verdeguer,

    Madrid, 1991, pginas

    401-490. Pou, carlista temprano, enRazn Espaola,n 55,septiembre-octubre 1992,pginas

    101 y ss.

    2 2

    ARSTEGUI,Julio: El carlismoen ladinmicade los movimientos liberales espaoles. For

    macinde unmodelo, enActas de las Primeras Jomadas deMetodologa Aplicadasa la sCiencias Socia

    les, Santiagode Compostela, 1975, tomoIV,pginas225 yss. CANAL,Jordi: El Carlismo. Madrid,

    2000.

    Hspanla,

    L X I / 1 , n m .

    207

    (2001) 99-1 42

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    10/43

    IQ g PE DRO CAR LOS GONZLEZ CUEVA S

    despus de la fallida experiencia esparterista, el moderantismo se aprest a

    construir el Estado y la sociedad a su medida, cuidndose de conciliar los nue

    vos y los viejos interes es.

    A la altura de los aos cuaren ta, la defensa cerrada e incondicional del A n

    tiguo R gimen haba sido superada por la consolidacin del E stado liberal en

    su versin conservadora. Y los tradicionalistas m s conscientes iban a dar u n

    nuevo carcter a su programa poltico, aceptando las nuevas realidades sociales

    y suministrando argumentos restauradores a los sectores sociales hegemnicos,

    frente a los contenidos del liberalismo democrtico. Se trataba, en el fondo, de

    recurrir a amasijos de elementos nuevos y viejos. No poda restablecerse ya in

    toto el pasado: su proyecto iba a implicar ms bien un nuevo equilibrio entre las

    nuevas y viejas fuerzas sociales. No era tanto una involucin como una restau

    racin. A s, la tradicin teolgico-politica fue capaz de renovar sus contenidos y

    adaptarse a las nuevas situaciones.

    E n ese sentido, resulta esencial la figura de Ju an Don oso C orts, en quien

    podemos ver al representante ms radical del conservadurismo autoritario es

    paol. Pocas figuras de nuestra historia intelectual contempornea han suscita

    do el inters de historiadores y pensadores polticos extranjeros como Donoso.

    Es uno de los pensadores polticos a los que la historia actualiza peridicamen

    te . S us discursos de 18 48 llegaron, en palabras de C ari S chmitt, a fascinar al

    C ontin ente europeo^^.

    Suele dividirse la vida y la obra de Donoso en dos grandes etapas: la prime

    ra racionalista y liberal; fidesta y autoritaria la segunda. Sin embargo, en Do

    noso las rupturas nunca son totales; y bajo la aparente discontinuidad fluyen

    profundas continuidades, tanto en los temas como en los planteamientos. Su

    espritu elitista y antidemocrtico, la bsqueda de elementos de cohesin para

    una sociedad en crisis permanente, el recurso a la dictadura, el dilogo conti

    nuo con los pensadores tradicionalistas son constantes de su pensamiento. El

    permanente conservadurismo donosiano fue agudizndose tras el efecto que

    produjeren en su mente los sucesos de 1848, en los que vio, como Tocquevile,

    el prim er in ten to de revolucin socialista. A su mod o de ver, la nueva situacin

    exiga medidas excepcionales. No era solo la dictadura del hombre fuerte e

    inteligente, sino la disolucin de todos los partidos antiguos y la formacin

    de un nuevo, capaz de aglutinar en su seno los intereses de la Monarqua, la

    Iglesia, el Ejrcito y la propiedad. En aquellos momentos, el orden social des

    cansaba sobre la accin conjunta de sacerdotes y militares, figuras tan necesa

    rias como complementarias. La crisis contempornea no poda solventarse, a su

    juicio, ms que con el retorno a las viejas certezas catlicas. Slo la autoridad

    emanada de la religin poda esclarecer la dominacin establecida en el orden

    social y, por ello, hacerla inmune a la crtica. Las posiciones polticas derivaban,

    en el fondo, de las actitudes ante la figura de Dios, en las que se perfilaban las

    23 SC HMITT, C ari :

    Interpretacin

    europea

    de

    Donoso

    Corts,

    M adr id , 1952 , pg inas 122 y ss .

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    11/43

    LAS TRA DICIONES IDEOLGICAS DE LA EXTREMA DEREC HA ESPA OLA j 0 9

    dos fases sucesivas de la civilizacin: la positiva y la negativa. En la fase positi

    va, gobierna un Dios providente; en la negativa, se producen tres negaciones

    sucesivas: el desmo, que equivale a liberalismo, al negar la providencia divina; el

    pantesmo, que supone la democracia, que niega la existencia de un Dios trans

    cendente al mundo; y el atesmo, que equivale a socialismo y anarquismo, al

    negar la existencia de Dios. En el fondo, era la razn crtica la causa del caos so

    cial. De la autonoma de la razn surga el liberalismo, cuyas doctrinas prepara

    ban el camino al socialismo. El liberalismo careca de una estructura de carcter

    teolgico, lo que le hacia vulnerable al socialismo, que era una teologa satni

    ca;

    y, en ese sentido, su influencia slo poda ser con trarresta da p or el catolicis-

    mo " . A pesar de sus exageraciones fidestas. Don oso resu lt ser, en la prctica,

    un agudo analista poltico y, en ocasiones, un sagaz crtico del proyecto de la

    modernidad, cuyos principios iban a marcar durante mucho tiempo, no slo la

    perspectiva ideolgica de los sectores polticos antiliberles, sino incluso los de la

    derecha conservadora: su influencia en C novas, por ejemplo, pese a las apari

    encias, resulta evidente. No en vano, Cari Schmitt le consider ms actual que

    Joseph de Maistre, al romper, de hecho, con la legitimidad m onrquica y conver

    tirse en heraldo de la dictadura y el decisionismo^^. Planteamiento ste, por cier

    to,

    mu y criticado por los donosianos espaoles, que siempre vieron en l a un

    mon rquico y a un iusnaturalista

    ^6.

    Ms sereno y menos radical, Jaim e B almes fue el otro gigante intelectual del

    conservadurismo autoritario espaol del ochocientos. Pero, en realidad, Balmes

    tiene una sola cosa en comn con Donoso: la causa catlica y antiliberal que de

    fienden. Miembro del estamento ms castigado por la revolucin liberal, su pro

    yecto poltico y

    filosfico

    uvo como objetivo la restauracin del papel hege m ni-

    co de la Iglesia catlica en la sociedad espaola. En ese sentido, sus frmulas po

    lticas se caracterizan por un intento de transaccin entre el tradicionalismo y el

    liberalismo moderado; es decir, armonizar la sociedad nueva con la sociedad

    vieja. Inspirador ideolgico de la faccin ms conservadora del partido mode

    rado, la de los tradicionalistas isabelinos, capitanead a por el Ma rqus de V i-

    lum a, B almes, que nun ca fue carlista, prete ndi atraerse a los partidarios del

    Pretendiente, auspiciando la unin dinstica, a travs del matrimonio del here

    dero de Do n C arlos con Isabel II . E n ese sentido, podemos considerar a B almes

    un pensador poltico eclctico. Su punto de partida era el fracaso de la revolu

    cin liberal espaola, mera copia de la francesa y, por lo tan to, incapaz de con s

    tituirse en algo slido y duradero. Su victoria haba sido consecuencia de los

    trastornos provocados por la agresin francesa, aprovechados por una minora

    audaz qu e supo hacerse con los resortes del pode r. La labor de las C ortes gad i-

    2'' DONOSO CORTS, Juan: Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo, en

    Obras Completas,

    M adrid, 1970, tomo II, pginas 643 y ss.

    2 5 SCHMlTT,op. cit.,pgina 132.

    2 6 V id .

    GONZLEZ CUEVAS,

    Pedro Carlos: Cari Schmitt en Espaa, en Dalmacio NEGRO

    P A V N (dir.),

    Estudios sobre CariSchmitt,

    M adrid, 1995, pginas 231 y ss.

    Hispania,

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    12/43

    l i o PEDR O CAR LOS GONZLEZ CUEVA S

    tanas fue una traicin a los principios por los que haba luchado el grueso de la

    poblacin espaola a lo largo de la Guerra de la Independencia, es decir, el Rey

    y la R eligin. A s pues, la sociedad espaola se encontraba en un claro perodo

    de transicin. El carlismo segua siendo el depositario del antiguo espritu

    nacional; mientras que el liberalismo contaba con la fuerza de la propiedad y la

    del E jrcito. E l militarismo era, a ese respecto, un produ cto de la incapacidad de

    las instituciones liberales para consolidar un poder civil efectivo^-'.

    La unin dinstica implicaba una transformacin del sistema poltico en un

    sentido tradicional. Deba ser la expresin del autntico pensamiento de la

    Nacin, arraigado en lo profundo de la comunidad y configurado en su cato

    licismo, en su monarqua y dems leyes fundamentales. La frmula balmesia-

    na era un sistema bicameral, con una cmara alta en la que estuvieran repre

    sentados los poderes estamentales: arzobispos y obispos natos, nombrados por

    el rey; Grandes de Espaa, propietarios agrarios, alta burguesa. En la cmara

    baja, no deba entrar nadie que no disfrutara de un renta en bienes races de

    cuando menos doscientos mil reales. No obstante, la clave de su proyecto se

    encontraba en la Monarqua y la Iglesia. La Monarqua balmesiana era una

    autn tica autocracia, en la que el rey ejerce todos los poderes. A la Iglesia, por

    su parte, le corresponda la funcin legitimadora del sistema social y poltico;

    era la nica institucin espaola cuya voz poda orse en el conjunto de la na

    cin; y, por ello, como contrapartida a los daos de la desamortizacin, deba

    reconocrsele el derecho a disponer de bienes, la subvencin a sus organizacio

    nes y a la enseanza confesional^^.

    M ediante la constitucin de este sistema poltico, B almes pretend a crear

    un rgimen poltico puramente espaol, que desembocara necesariamente

    en la fusin en un solo partido de los autnticos defensores del catolicismo y la

    monarqua; lo cual tendra como consecuencia el aniquilamiento de los parti

    dos liberales: el progresismo sera declarado fuera de la ley, al igual que una

    peq uea fraccin del moderado^^. C omo es sabido, los planes de B almes fraca

    saron. La unin dinstica fue rechazada tanto por liberales como por la mayora

    de los carlistas. Pero ello no significa que su proy ecto po ltico, lo mism o qu e el

    conjunto de su obra, careciese de influencia. En gran medida, la prctica polti

    ca cotidiana del sector ms influyente de los moderados, el capitaneado por

    Narvez, estuvo ms conforme con las pautas del conservadurismo autoritario

    balmesiano y donosiano que con los cnones del constitucionalismo liberaP^.

    Y no faltaron en el seno del mo deran tismo intento s de reforma en sentido

    autoritario d e la ya de por s escasamente liberal C onstitucin de 184 5. El ms

    clebre fue el auspiciado por Ju an B ravo Murillo, represen tante del conserva-

    2 7

    BALMES, Jaime: Obras Completas, M adrid, 1950, tomo V I, pginas 33, 39, 224 y 71-72 y

    tomo V II, pginas 568 y ss.

    2 8

    BALMES:ObrasCompletas, tomo V I, pginas 638 y ss.

    2 9

    Ibidem, pginas 735 y ss. .

    .30 V id. MARCUELLO, Juan Ignacio: Sistema constitucional, prctica parlamentaria y alternati

    vas conservadoras en el liberalismo isabelino, en Hispania, n 183, 199 3, pginas 237 y ss.

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    13/43

    LAS TRADICIONES IDEOLGICA S DE LA EXTREMA DEREC HA ESP AOLA m

    durism o auto ritario, amigo de Donoso C orts; y que llev a trm ino un a de las

    reivindicaciones ms transcedentales de los sectores catlicos y tradicionalistas,

    como fue el C oncordato de 18 51 , en el que se reconoca el catolicismo como

    nica religin de la nacin espaola. No o bstan te, B ravo Murillo es conocido,

    aparte de por su sobresaliente obra hacendstica, por su proyecto constitucional

    nacido al calor del golpe de Estado francs de 1851. La justificacin doctrinal

    ms explcita de ste parece encontrarse en su opsculo De la soberana, donde

    defiende la soberana popular, pero entiende que por sus actos positivos no es

    realizable. El mismo sufragio universal no pasa de ficcin. En realidad, el nico

    origen de la soberana de derecho es el asentimiento tcito de los pueblos^^ El

    proyecto constitucional era muy breve y no contemplaba los derechos ciudada

    nos, que pasaban a una ley orgnica. Su objetivo era dejar ms libre y expedi

    tiva la autoridad real. C onceda al R ey y a las C ortes, conjunta o separad a

    mente, la iniciativa de proposicin de leyes, y a ambos elementos en conjunto

    la posibilidad de hacerlas; pero en casos de urgencia el monarca, y en concreto

    el gobierno, podra gobernar por decreto. Mayor importancia tena, sin embar

    go, el carcter que se prete ndi dar al S enado, pieza esencial del proy ecto. S us

    miem bros lo seran por derecho propio; unos por nobleza hereditaria, con vincu

    lacin inalienable de los bienes races lo que supona la restauracin de los

    mayorazgos; otros por mritos en el ejercicio de la funcin pblica, como ecle

    sisticos, militares o m agistrados, cuyo nom bram iento corresponda al monarca.

    E l C ongreso estara formado por diputados representantes de los distritos de la

    nacin; su nmero sera de 171. Y las discusiones se haran a pu ert a cerrada^^.

    B ravo Murillo busc apoyos para su proyecto en la reina, la C orte y la Igle

    sia; pero cont con la oposicin de la mayora del partido moderado, de los

    progresistas y de los militares, e incluso de su sector de la aristocracia. Lo cual

    signific el final de su carrera poltica.

    A l mism o tiem po, el tradicionalismo ideolgico tuvo, a lo largo del perodo

    isabelino, un amplio desarrollo, sobre todo en C atalua y Mallorca, donde desta

    c un grupo perfectamente definido de apologistas catlicos reunidos por Joa

    qun R oca y C ornet, a partir de 1837, en la revista barcelonesa

    La Religin.

    Roca

    y C ornet tradujo losAnalesde la FilosofaCristiana, de B onnety; y en sus artculos

    es muy paten te la influencia de B onald. Y Jos Ferrer y Subirana, an tiguo con

    discpulo de B almes, traduce y prologa a B onald^^. C on R oca y C ornet colaboran

    Man uel de C abanyes y los mallorquines Toms A guil, y, sobre todo, Jos M ara

    Quadrado, el ms interesante, sin duda, de todos ellos; competente historiador y

    5' BRAVO MURILLO,Juan;PolticayAdministracin en la Espaa isabelina, Madrid, 1972, pgi

    nas 84 y ss.

    32 P REZ SERR ANO, Nicolas: Bravo Murillo, hombre poltico, en Primer

    Centenario

    de Don

    JuanBravoM urillo, Madrid, 1952, pginas 25 y ss.

    " ALSINA ROCA Jos Mara: El

    tradicionalismoilosfico

    en

    Espaa.

    Su

    gnesis

    en la

    generacin

    ro

    mnticacatalana, Barcelona, 1985, pginas 149 y ss.

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    14/43

    11 2 P E D R O C A R LOS G ON Z LE Z C U E V A S

    apologista, colabor con B almes en sus camp aas de

    ElConciliadory El Pensa

    miento d e la Nacin, favorables al proyecto de unin dinstica^^.

    Herederos de los planteamientos polticos de Donoso y Balmes fueron

    igualmente los llamados neocatlicos de Madrid. Pero se trata de pensadores

    de menor talla intelectual que sus maestros. La obra de estos escritores catli

    cos se reduce a organizar un influyente frente polmico contra los krausistas; y

    tienen rganos de expresin propios, como E lPensamiento

    Espaol,

    fundado en

    1 8 6 0 .

    A pologtica y poltica se renen en ellos estrech am ente. S u accin se

    extiende, sobre todo, al P arlamento y a la prensa; menos en la Universidad. E n

    el P arlamento estn representados por C ndido Nocedal y A ntonio A parisi y

    Guijarro; en la prensa por Gabino Tejado amigo personal y discpulo de

    Donoso, Eduardo Gonzlez Pedroso director del clebre peridico El Pa

    dre Cobos

    y Francisco Navarro Ledesma; y en la Universidad por Ort y Lara.

    Objeto preferido de sus campaas fueron los krausistas, a los que acusaron de

    pantestas y anticatlicos. E specialmente significativa fue, en ese sentido, su

    campaa de los textos vivos desde las columnas de E l

    Pensamiento

    Espaol.

    Los textos vivos eran los profesores universitarios no catlicos, preferente

    mente krausistas, as como sus obras los textos muertos. La campaa tuvo su

    resultado apetecido; pues por decreto del gobierno moderado el profesorado se

    vio obligado a prestar un doble juramento de fidelidad al catolicismo y a la

    monarqua^^

    E n el campo carlista, durante el perodo de C arlos V I cambiaron algunos

    principios ideolgicos y la orientacin poltica, todo ello a nivel de lite dirigen

    t e ; pero en modo algun o se consigui articular una doctrina precisa y coheren

    t e .

    Los documentos del Pretendiente, bajo la inspiracin balmesiana, intenta

    ron un a ap roximac in a las bases sociales del E stado isabelino^*^. La p ro nt a

    mu erte del C onde de Montemoln frustr aquellas pretensiones. Y la extraa

    proclividad liberal de Don Juan, su heredero, erigi en guardiana de las esen

    cias carlistas a la viuda de C arlos V , la Princesa de B eira, cuya Carta a l o s

    espa

    oles, publicada en 1864, bajo la influencia del obispo Caixal y de Pedro de la

    Hoz^^, insisti en la tajante oposicin al liberalismo, la defensa del catolicismo

    y de una Mo narqua de derecho divino limitada por las leyes fundam entales del

    reino. La Carta defina como elem ento axial de la Mona rqua el principio de las

    dos legitimidades, la de origen y la de ejercicio. Era la respuesta a la actitud

    proliberal de Don Juan. La legitimidad de origen no quera decir legitimidad

    sin ms. Legalidad y legitimidad deban coincidir; pero a veces lo legal por ser

    5 ^

    IS E R N D a m i n :

    Q u a d r a d o y s u s o b r a s ,

    M a d r i d 1 8 9 6 .

    S A B A T E R

    G ^ S ^ Z X :

    J o s M a r a Q u a d r a d o ,

    Palma de Mallorca, 1967.

    3 5 U R I G E N

    B e g o a : O r g e n e s y e v o l u c i n de la d e r e c h a e s p a o l a : el n e o c a t o l ic i s m o , M a d r i d 1 9 8 8

    pginas 291 y ss.

    36 W i L H E L M S E N A l e x a n d r a : L a f o r m a c i n . . . , p g i n a s 3 5 3 y s s .

    3^ WiLHELMSEN, A lexandra: P edro de la Ho z, crtico del parlam entarism o, en Razonalismo.

    Homenajea Fernndez

    d e

    la Mora,

    Madrid, 1995, pginas 301 y ss.

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    15/43

    LAS TRADICIONES IDEOLGICAS DE LA EXTREMA DEREC HA ESPA OLA j j 3

    injusto no era legtimo. La legitimidad de ejercicio supona la fidelidad a las

    exigencias institucionales, la lealtad a todo lo que esencialm ente su pone la legi

    timidad de origen, de tal forma que si la legitimidad de ejercicio fallaba, se

    borra la de origen^^.

    3 D E L SEXENIO A LA RESTAURACIN

    El estallido de la Gloriosa en septiembre de 1868 supuso, de facto, un re

    fuerzo para las tendencias polticas de extrema derecha, sobre todo a las agru

    padas en torno al tradicionalismo carlista. La cada de Isabel II tuvo importan

    tes consecuencias a nivel poltico y a nivel simblico. No fue solamente la ins

    tauracin del sufragio universal, adelantndose a la mayora de los pases euro

    peos, o la aparicin de la I Internacional, o la renovada influencia de los

    krausistas en la Universidad; fueron, sobre todo, las innovaciones de carcter

    religioso, como la promulgacin de la libertad de cultos, o la expulsin de los

    jesutas, las que ms transcendencia tuvieron en el conjunto de la opinin p

    blica de la poca. La ofensiva anticlerical coincidi, adems, con un endureci

    miento de las posiciones polticas y doctrinales de la Iglesia catlica, que tuvo

    su mximo exponente en el clebreSyllabus y luego en el C oncilio V aticano I.

    Todo lo cual hizo renacer al carlismo como movimiento poltico de enver

    gad ura, bajo la direccin de C arlos V II, Duq ue de Ma drid. A raz de la cada

    de Isabel II, el Pretendiente recibi nuevas e importantes adhesiones prove

    nientes no slo del campesinado, sino de sectores burgueses urbanos, del clero

    y, sobre todo, de los neocatlicos, cuyos lderes ms significativos. Nocedal,

    A parisi, Na varro V illoslada, Tejado, e tc., se pasaron, con armas y bagajes, a las

    filas carlistas.

    Este nuevo auge del carlismo tuvo su manifestacin ms elocuente en la

    proliferacin de la publicstica contrarrevolucionaria, de la que fueron testimo

    nio El hombre que se necesita, de Navarro V illoslada; Don Carlos o elpetrleo, de

    V icente Manterola; o El Rey de Espaa,de A parisi y Guijarro. Igua lmen te, la

    prensa carlista conoci un apreciable incremento: unos ciento sesenta peridi

    cos y revistas; y el nmero de folletos rebasaba los sesenta^^ .

    No obstante, la innovacin ideolgica fue mnima. La crisis espaola no

    gener, a diferencia de lo ocurrido en Francia, una renovacin del tradiciona

    lismo y del conservadurismo en un sentido positivista y secularizado. Espaa

    no tuvo, ni, por otra parte, pudo tener su R enan, su Taine o su Fustel de C ou-

    langes. La razones de ello fueron, sobre todo, religiosas. R enan, po r ejemplo,

    fue ledo por los sectores liberales e izquierdistas de la poca. Pero a los ojos de

    38 Insert a en MARRERO,V icente:E l Tradicionalismo..., pginas 240 y ss.

    59 EXTRAMIANA, Jos :

    Historia

    de las

    guerras carlistas,.

    San Sebastin, 1979, tomo I, pginas

    200 y ss.

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    16/43

    1

    ]^

    4 PEDR O CAR LOS GONZLEZ CUEVAS

    tradicionalistas y catlicos era, ante todo, un apstata, cuya Vida

    de

    Jessno

    poda ser vista ms que como una blasfemia'^^. En ese sentido, no existi poste

    riormente mencin alguna a L areforma intelectual y

    moral,

    que tanto influy en

    Charles Maurras y L Action

    Franaise.

    Por otra parte, el positivismo se contem

    pl por parte de catlicos, conservadores y tradicionalistas como una filosofa

    inmanentista, atea e incluso revolucionaria; y no se tuvo en cuenta para nada

    sus indudables posibilidades contrarrevolucionarias' '^

    E l pensad or poltico afn al carlismo m s reseable fue el neocatlico A nto

    nio A parisi y Guijarro, quien du ran te el perodo isabelino se distingui como

    un consumado orador y un sagaz e implacable crtico de las contradicciones del

    rgimen liberal. En ese sentido, critic el caciquismo, la ley de quintas, los pro

    yectos desamortizadores de Madoz, etc. Previendo el estallido revolucionario,

    A parisi calific a Isabel II, en frase q ue lleg a hacerse clebre , reina de los

    tristes destinos' ^. Y a en el carlismo , a l se debe n casi nt eg ram en te los dis tin

    tos manifiestos publicados por C arlos V IL D e su produccin ideolgica, lo ms

    reseable es el proyecto de C onstitucin elaborado en julio de 1 871 para que

    sirviera a la fusin entre alfonsinos y carlistas. En el proyecto, se establecan dos

    leyes fundame ntales: la confesionalidad catlica del E stado y la soberana real.

    Y conte mp laba la existencia de unas cortes corporativas y de un C onsejo real

    que asesorara al monarca'^^.

    P or su parte, C arlos V II prometi u na Ley Fundam ental, en la que se ga

    rantizaba la unidad catlica, smbolo de nuestras glorias, espritu de nuestras

    leyes, bendito lazo de unin entre espaoles; concordato con la Santa Sede,

    cortes corporativas, descentralizacin, foralismo, proteccin de la industria na

    cional. E intent dejar claro que no se restauraran antiguas instituciones,

    como la Inquisicin'^''.

    No obstante, el carlismo estuvo dividido en tendencias radicalmente dis

    conformes a lo largo del Sexenio: legalistas e insurreccionalistas. Los primeros

    estaban representados, sobre todo, por los neocatlicos; los segundos por los

    viejos carlistas. Los neocatlicos pudieron mostrar lo acertado de su posicin en

    las elecciones de 1869 y de 1 87 1; pero tras la mue rte de A parisi al ao siguien

    te y el fracaso electoral, la insurreccin militar pareci a Don Carlos la nica

    solucin viable. La insurreccin triunf en B eram endi y A lpens, lo que pe rmi

    ti al Preten diente retornar a E spaa en julio de 1873 , tomar E stella y hacer de

    'O V id. PREZ GUTIRR EZ, Francisco:

    Renan

    en

    Espaa

    (Religin,

    tica

    y poltica),Madrid, 1988,

    pginas 113 y ss.

    ^ ^ NuEZ Ruiz, Diego: La mentalidad

    positiva

    en

    Espaa:desarrollo

    y crisis, Madrid, 1975, pgi

    nas 59 y ss.

    ^ ^ A P A R IS I Y GUIJARR O, A ntonio: El Rey de E spaa, en En defensa de la

    libertad,

    Madrid,

    1957, pginas 268 y 338.

    ^ ^ APAR ISI Y GUIJARR O, Antonio:Obras Completas, Madrid, 1874, tomo III, pginas 373 y ss.

    ^ ^ Inserto enM A R R E R O ,V icente : E l Tradicionalismo..., pginas 391 y ss

    Hispanta,

    L X I / 1 ,

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    17/43

    LAS TRADICIONES IDEOLGICA S DE LA EXTREMA DERE CHA ESPA OLA H^

    ella su capital. Ello le permiti forjar un embrin de Estado y poner en prctica

    sus p roy ecto s polticos' ^ .

    Los moderados autoritarios que, como Bravo Murillo, permanecieron feles

    a Isabel II, fundaron en 1872, con el apoyo de importantes miembros de la

    aristocracia tradicional y de la alta burguesa de negocios. La

    Defensa

    de la So

    ciedad, revista que intent aglutinar al conjunto de la derecha y de la extrema

    derecha frente a la amenaza encarnada en los proyectos del liberalismo radical,

    de la democracia y de la I Internacional. E ntre sus colaboradores, hub o carlis

    tas, como A parisi y Nocedal; moderados, como B arzanallana y Pidal; conser

    vadores liberales, como C novas del C astillo o el M arqus de Molins; y tam

    bin fue significativa la presencia del clero: Zeferino Gonzlez, A ntoln Mo nes-

    cillo,

    Francisco Javier C aminero o el P adre C oloma. Los principios ideolgicos

    de la revista fueron los de Religin, Familia, Trabajo, Patria y Propiedad. En

    ese sentido, Joaqun Snchez de Toca defendi, en una lnea muy prxima a

    B onald, la propiedad a graria como fuente de estabilidad poltica y sociaP ^. Ze

    ferino Gon zlez y C aminero criticaron el positivismo y el krausismo como filo

    sofas ateas, revolucionarias y antinacionales"^^. Ignacio Mara de Ferrn se mos

    tr partidario de una Monarqua tradicional basada en el catolicismo y en el

    principio del honor, e incompatible, por tanto, con la libertad de cultos, el

    sufragio universal y el liberalismo"^^. C arlos Mara P erier c ritic el princip io

    electivo y el sufragio universal, proponiendo en su lugar el familiar''^

    C on respecto a la cuestin social, la revista defendi de sde posturas abierta

    mente paternalistas, como las de Padre Coloma, hasta proyectos corporativos y

    reformistas, com o los de algunos empresarios como S allares P a y Mu oz C eri-

    sola, afnes a la perspectiva de Balmes^o.

    4 . E L L A R G O V E R A N O L IB E R A L . .. Y TR A D I C I O N A L

    La Restauracin de 1874, aunque no fue propiamente hablando una con

    trarrevolucin, s fue una reaccin conservadora que, en sus primeros momen-

    "5 V id. MONTERODA Z, Julio: E l Estado carlista (1872-1876), Madrid, 1992.

    '*

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    18/43

    1 1 5 P E D R O C A R LOS G ON Z LE Z C U E V A S

    tos,

    anul m uchos de los logros sociales y polticos obtenidos du ran te el S exe

    nio. Su mximo artfice, A ntonio C novas del C astillo, no perteneci a ninguna

    de las tradiciones de extrema derecha; era un conservador liberal, pero tampo

    co fue inmune a la influencia del tradicionalismo ideolgico y de la neoescols-

    tica. E l conservadurismo liberal de C novas adm ita de modo pragm tico aque

    llas transformaciones polticas y sociales que parecan irreversibles; pero intent

    conservar, al mismo tiempo, determinadas concepciones polticas y sociales

    tradicionales. Cnovas trat de conciliar historia y razn, pasado y presente,

    sociedad estamental y sociedad burguesa, A ntiguo R gimen y liberalismo; y,

    en ese sentido, en la ideologa de la R estauracin hay algo que dir Jess

    P ab n doctrinal e histricamente pertenece al Tradicionalismo^^

    Cnovas tuvo graves problemas con los sectores de extrema derecha, a cau

    sa de su proyecto de unin liberal y su iniciativa de tolerancia de cultos, plas

    ma da, au nqu e de forma muy restringida, en el articulo 11 de la C onstitucin

    de 1876. Sin embargo, logr la integracin de la Iglesia catlica en el rgimen,

    e hizo muchas concesiones a los catlicos en materia social y de enseanza.

    Gracias a ello, logr neutralizar durante algn tiempo a los sectores ms agre

    sivos de la extrema derecha. Pero estas concesiones contribuyeron a configurar

    un E stado dual. El E stado de la R estauracin fue u na mezcla de E stado consti

    tucional, con amplias libertades de expresin y de asociacin; y de Estado tra

    dicional, donde la soberana era comp artida p or el R ey y las C ortes, y en el que

    la influencia del E jrcito, la Iglesia y la C orona resultaba dete rm inan te.

    De esta forma, la R estauracin supuso el comienzo, por emplear la expre

    sin de George Steiner, de un largo verano liberal, pero tambin tradicional,

    un largo periodo de reaccin y calma^^. La estrategia canovista contribuy a

    dividir a los sectores polticos de extrema derecha, entre un sector posibilista,

    favorable al reconocimiento d e la legitimida d del rgimen y de colaborar en sus

    instituciones, cuya genealoga era fundamentalmente balmesiana; y un sector

    radical, irreductible, de ascendencia carlista, que posteriormente se fragmenta

    ria an m s con la escisin in tegrista.

    E l sector posibilista estuvo polticame nte capitane ado por A lejandro P idal y

    M on, lder de la llamada Un in C atlica, que inte nt renovar el proyecto bal-

    mesiano de unin dinstica y alianza con el carlismo, cuya ejecucin se sald

    finalmente en un rotundo fracaso^^ Finalmente, Pidal y sus partidarios, al cho

    car con la absoluta enemistad de los carlistas, terminaron integrndose en el

    partid o liberal-conservador de C novas. E ste fracaso a nivel poltico no debe

    ocultar la importancia de este sector, donde se encuentran las figuras mas see-

    51 P A B N,Jess: Camb, 1876-1918, Barcelona, 1952, pgina 128.

    52 STEINER, George: En elcastillo deBarbazul.Aproximacin a un nuevo concepto decultura, Barce

    lona, 1992, pginas 22 y ss.

    53

    V id . MAGAZ,Jos Mara: L a

    Unin Catlica

    (1881-1883),Roma,' 1990.

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    LAS

    TRADICIONES IDEOLGICAS DE LA EXTREMA DEREC HA ESPA OLA J

    ]^

    y

    ras de la cultura catlica del momento. Pidal fue discpulo de Fray Zeferino

    Gonzlez y Daz Tun, principal representante espaol de la neoescolastica^'^.

    El cardenal Gonzlez no fie un reaccionario integral; y de acuerdo con los

    supuestos de la neoescolstica triun fante en el C oncilio V aticano 1 som eti a

    ierte crtica los pun tos ms radicales del tradicionalismo filosfico, en p articu

    lar el fidesmo, el pesimismo o la enemiga de la razn natural . A unq ue mu y

    critico con los contenidos del proyecto de la modernidad, consideraba imposi

    ble un retorn o a la etapa pre-m odern a; com o en el caso de B almes, su posicin

    fie eclctica. Su programa poltico consista en la restauracin de la Monar

    qua templada, muy lejos de nuestras monarquas constitucionales, en que el

    rey reina y no gobierna, y en la crtica de la economa poltica liberal, cen trada

    exclusivamente en el individuo, a la que contrapona la economa poltica cris

    tiana, basada en el bienestar moral de la comunidad^^

    P idal tuv o ocasin d e asistir a las lecciones de filosofa del dom inico en el ma

    drileo convento de la Pasin, junto a E duardo H inojosa y a O rt y Lara. P idal vio

    en Zeferino G onzlez al sucesor de B almes y Donoso C orts en el campo de la

    filosofa catlica espaola^^ . P ara el logro de su planes polticos, P idal consigui el

    apoyo de numerosos intelectuales catlicos, como el Ma rqus de V adillo, Dam in

    Isern, Francisco Javier C aminero, Joaqu n S nchez de Toca, E duardo Hinojosa, la

    condesa de P ardo B azn, Marcelino Menndez P elayo, etc. Y ofreci a la R estau

    racin alfonsina la neoescolstica como filosofa legitimadora. El neotomismo es

    tableca la razn soberana de Dios y los lmites de la razn humana, mediante la

    restauracin de la metafsica. De esta forma, se superaba, a nivel especulativo, la

    crisis inaugurada por el racionalismo, cuyo principal efecto haba sido la seculari

    zacin de la filosofa y, por ende, de las sociedades. La metafsica tomista ofreca,

    en ese sentido, la imagen de un mundo acabado y perfecto, sin contradicciones,

    como fruto y consecuencia de la voluntad suprem a de Dios^^.

    N o ob stan te, la principal figura intelectual de la Un in C atlica fue el his

    toriador Marcelino Menndez Pelayo, en cuya voluminosa obra el conjunto de

    la derecha y de la extrema derecha espaola encontr la crtica ms sistemtica

    a los lugares comunes de la historiografa liberal. Lo que Taine y Fustel de

    C oulanges supuso para el nacionalismo integra l maurras iano lo fue M enndez

    Pelayo para el conjunto de la derecha espaola. Formado en el tradicionalismo

    balmesiano, Menndez Pelayo interpret la historia de Espaa como la actuali

    zacin y autodespliegue del espritu catlico a lo largo de tiempo. La historia

    de Espaa vena a ser una disputa permanente en favor del catolicismo frente a

    5* DA ZDE C E R IO,Franco: UCardenalilsofo dela Historia, Roma, 1968.

    " GONZLEZ, Zeferino:Historia de la Filosofa, M adrid, 1884, tomo IV , pginas 372 y ss. Estu

    dios sobrelaFilosofa deSantoToms, Madrid, 1887, tomo III, pginas 405 y ss. La economa poltica y

    el cristianismo, enEstudios cientficos, ilosficos y sociales,Madrid, 1873, tomo II, pginas 9-10 y ss.

    56 PIDAL,A lejandro: E l Padre Zeferino, enDiscursosyartculos literarios, Madrid, 1887, pgi

    nas 287-288.

    " PlDAL, A lejandro: De la

    metafisica contra

    elnaturalismo, Madrid, 1887, pginas 46 y ss.

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    20/43

    1 18 P E D R O C A R LOS G ON Z LE Z C U E V A S

    la heterodoxia, que se iba repitiendo en ciclos de ascenso y decadencia, segn

    fuese o no la Iglesia catlica quien dirigiera ideolgicamente a la sociedad es

    paola. Y es que, en el fondo, espaol era sinnimo de catlico. E llo le llev a

    privilegiar los mom entos histricos de unida d catlica, como el de los A ustrias;

    y, en consecuencia, a rechazar ta nto el de los B orbones com o el liberal. E n ese

    sentido, ex alt a la Inquisicin, al Filosofo R ancio, a B almes y Don oso y a to

    dos los apologistas catlicos, como autnticos representantes del espritu nacio

    nal,

    frente a los heterodoxos^^.

    Frente a este sector posibilista, iba a surgir una tendencia mucho ms radi

    cal,

    que, con el tiemp o, llegar a enemistarse con el propio C arlos V II, al que

    acus de liberal. Fue lo que posteriormente vino en llamarse integrismo; y

    cuyo doctrinario ms coherente fue el clebre presbtero Flix Sarda y Salvany,

    autor de

    Elliberalismo es pecado,

    cuyo principal destinatario fue, en un principio,

    A lejandro P idal. Desde la perspectiva teolgico-poltica de este tradicionalista ra

    dical, liberalismo era sinnimo, en la prctica, de ladrn, blasfemo, adlte

    ro y criminal. Liberalismo era, en fin, racionalismo, capitalismo, espritu bur

    gu s y anticatlico^^.

    La aparicin del Partido Integrista, tras la escisin carlista de 1888, dio un

    tinte an ms radical al tradicionalismo. E l programa del Integrismo se apoya

    ba, segn la clebre Manifestacin de B urgos de junio de 18 89, obra de R amn

    Nocedal, en los siguientes puntos: absoluto imperio de la fe catlica ntegra;

    condena del liberalismo como pecado; negacin de los horrendos delirios que

    con el nombre de libertad de conciencia, de culto, de pensamiento y de im

    prenta, abrieron las puertas a todas las herejas y a todos los absurdos extranje

    ros; descentralizacin regional y un cierto indiferentismo en materia de forma

    de gobierno*^. El Integrismo no pudo competir intelectualmente con los miem

    bros de la Unin Catlica, ni polticamente con el carlismo; pero su espritu im

    pregn durante mucho tiempo a un importante sector del clero y de la poblacin

    catlica espaola.

    El conservadurismo autoritario y el tradicionalismo carlista recibieron un

    nuevo apoyo de la Iglesia catlica, con la aparicin de la encclica Rerum No-

    varum, sobre todo por su condena del pensamiento poltico y social moderno

    liberalismo , democracia y socialismo y su rehabilitacin de la concepcin

    jerrquica de la sociedad y de los gremios*^^.

    A l socaire de esta nueva coyu ntura ideolgica, el tradicionalismo carlista, li

    bre de la rmora integrista, pudo renovar su proyecto poltico y su concepcin

    5 8

    MENNDEZ PELAYO,Marcelino: La Ciencia Espaola, Madrid, 1956 eHistoria de los hetero

    doxosespaoles, Madrid, 1968.

    5 9

    SARDA Y SALVANY, Felix: E l

    liberalismo

    es pecado,Madrid, s/f, pginas 8-9, 29-30 y ss.

    0 NOCE DAL, Ramn: Manifestacin de la Prensa Tradicionalista, en Obras.

    Discursos,

    Ma

    drid, 1907, tomo II, pginas, 1-62.

    6' V id. MONTERO GARCA , Feliciano: E lprimer catolicismo socialy la Rerum Novarum en Espaa

    Madrid, 1983.

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    I^S TRADICIONES IDEOLGICA S DE LA E XTREMA DER ECHA E SPA OLA

    119

    de la sociedad, gracias a las aportaciones de E nrique Gil y R obles, tradu ctor de

    S tahl y crtico del positivismo jurdico y del krausismo . P ara G il y R obles, la

    sociedad era un entidad orgnica, dividida en clases, a cada una de las cuales

    corresponda una funcin determinada en el conjunto social; y tambin lo esta

    ba en un a serie de cuerpos interme dios e ntre el E stado y el individuo: la fami

    lia, la regin, el gremio, el municipio, todos los cuales tienen derecho de au

    tarqua es decir, derecho de propio e inmediato gobierno frente al inter

    vencionismo y el centralismo caracterstico del E stado liberal . C onsecuencia

    de ello es la doctrina de la democracia cristiana, es decir, la atribucin y el

    reconocimiento al pueblo, jerrquicamente organizado en clases y cuerpos, de

    la posicin qu e le corresponde en el conjunto social. A travs de unas C ortes

    corporativas, el pueblo comparte la soberana social con el Rey, a quien corres

    po nd e la so berana especficamente poltica' ^ .

    No obstante, el idelogo por antonomasia del carlismo en aquella poca fue

    Ju an V zquez de Mella y Fanjul, cuya plum a se dio a conocer en una serie de

    artculos do nde criticaba a los integristas. A fines de 189 6, particip en las con

    ferencias de Loredn, convocadas por C arlos V II para actualizar el pen sam iento

    tradicionalista, al socaire de los nuevos vientos social-catlicos, reivindicando la

    restauracin de los gremios y la extensin de las sociedades corporativas de

    produccin y consumo^^ A partir de las premisas social-catlicas. Mella es es

    forz en construir su propia variante de corporativismo, que llam sociedalis-

    mo jerrquico. C omo en el caso de la construccin de Gil y R obles, el socie-

    dalismo mellista es radicalmente antiestatista y haca radicar la soberana so

    cial en los cuerpos intermedios y en las ciases sociales, a las que corresponde la

    representacin en las C ortes y en los ayun tam ientos , a travs de los cuales

    comparte la soberana con el Rey. Esta concepcin organicista llevaba a Mella a

    planteamientos regionalistas. Espaa era una federacin de regiones, con la que

    el R ey comp arte la soberana nacional. Y , por ello, la Mona rqua deba ser fe

    derativa ^^ .

    5. E L D E S A S TR E D E L 9 8 Y LO S O R G E N E S D E LA DE R E C H A R A D I C A L : P E R S I S T E N -

    C LA .S Y C A M B I O S .

    El Desastre espaol de 1898 no puede ser considerado como un hecho

    esencialmente castizo de la historia nacional. C omo es sabido, existi ig ualm en

    te un 98 francs, italiano y portugus, que puso de relieve la fragilidad del

    62 GIL Y ROBLES, Enrique: Tratado de Derecho Poltico segn los principiosd el Derechoy la Filosofa

    cristianos, Madrid, I960, tomo I, pginas 251 y ss.

    6

    FERRER,

    Melchor: Historia del

    Tradicionalismo

    Espaol, S evilla, 1957, tomo XX V II, vol. II,

    pginas 102 y ss.

    ^ ^ V id.

    GAMBRA,

    Rafael: La Monarqua socialy representativa en

    el

    pensamiento tradicional, Ma

    drid, 1973.GARCA Y GARCA DE CAS TRO, Rafael: Vzquez deMella, Granada, 1940.

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    12 0 P E D R O C A R LOS G ON Z LE Z C U E V A S

    sistema poltico y que tuvo como consecuencia el replanteamiento intelectual

    de la identidad nacional y de los valores sociales que hasta entonces haban

    configurado el imaginario colectivo. En estrecha coincidencia con ello, las so

    ciedades europeas finiseculares experimentaron un perodo de profindos cam

    bios psicolgicos, de revuelta contra los principios del positivismo y la Ilustra-

    cin^5 E sta crisis tuv o como consecuencia el deca imie nto de las ideologas tra

    dicionales -^liberalismo y conservadurismo, y la emergencia de una gran va

    riedad de reacciones, desde la extrema derecha a la extrema izquierda. En el

    campo de la derecha, la crisis trajo consigo la formulacin ideolgica de un con

    servadurismo radical, muy distinto del antiguo, forjado en las premisas de una

    perspectiva a veces cientificista, a veces vitalista, o irracionalista, en cuya ptica

    el engrandecimiento de la nacin, entendida como un organismo colectivo, ocu

    paba un lugar prioritario, por encima del individuo y de los valores religiosos.

    E ste nuevo conservadurismo radical tuvo sus adalides indiscutibles en C harles

    Mau rras y L'A ction Franaise, as como en M aurice B arres, en cuya produccin

    ideolgica, distinta, aunque convergente, pueden percibirse las caractersticas de

    este nuevo nacionalismo integral: la exaltacin de la nacin y de las comuni

    dades regionales, la crtica al proyecto de la modernidad desde instancias secula

    res,

    el odio al liberalismo y la democra cia, el llam am ien to al activism o, etc.*"

    Este nuevo conservadurismo tuvo una importante influencia en Italia, Por

    tugal y R umania, e incluso en Hispanoamrica. E n A lemania tendra un desa

    rrollo distinto, basado sobre todo en el factor racial, que apenas tuvo repercu

    sin en E spaa, salvo en el nacionalismo vasco.

    La derrota ante Estados Unidos sumi a las fuerzas de extrema derecha es

    paola en una sensacin de perplejidad, que dio paso posteriormente a una

    actitud de interrogacin. En un principio, para los carlistas supuso la reafrma-

    cin de sus profund as convicciones antilibera les. Gil y R obles vio en el Desas

    tre la lgica consecuencia de la revolucin burguesa llevada a cabo por los

    liberales, y que haba instaurado la hegemona social de una mesocracia irreli

    giosa e hipcritamente pietista. La solucin no era otra que una dictadura a

    cargo de C arlos V II, que llevara a cabo un a autn tica labor de deseuropeiza

    cin. Ort y Lara se limit a decir que todo ello era fruto del concepto de libre

    examen^^ Menndez Pelayo, por su parte, se sumi en un profundo silencio,

    au nq ue sigui ex altand o a B alme s en sus conferencias y escritos*"^.

    65

    S T U A R T

    H U G H E S H . ; C o n c i e n c i a y s o c i e d a d . La r e o r i e n t a c i n d e l p e n s a m i e n t o s o c i a l e u r o p e o , 1 8 9 0 -

    1930,

    Madrid, 1972. MOSSE, George L.:

    L acultura europead el siglo XX ,

    Barcelona, 1997.

    66 BOUTANG, Pierre: Maurras,Par s, 1994. NGUY E N, V ictor , Aux origines de VAction Fran

    aise. Intelligence etpolitique taube du XX sicle, Par is , 1991- WEBER, Eugen : L Action Franaise,

    Paris,

    1985.STEILNHELL, Zeev:Maurice Barrse t lenationalisme franais, Paris, 1973.

    67 COSTA,Joaquin: Oligarqua y caciquismo. Urgencia ymodod e cambiarla, Madrid, 1975, tomo

    II, pginas 157 y ss y 209 y ss.

    68 MENNDEZ PELAYO, Marcelino: Dos palabras en el C entenario de B almes, en

    Escritos

    de

    crtica ilosfica,Madrid, 1948, pginas 155 y ss.

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    LAS TRADICIONES IDEOLGICA S DE LA EXTREMA DER ECHA ESPA OLA ] 2 1

    P oco hub o de innovador en los manifiestos del general C amilo Garca P ola-

    vieja, quien, en un primer momento, recibi el apoyo de los integristas y otros

    sectores catlicos. Polavieja no lleg a ser, desde luego, ni tampoco se lo plan

    te, el B oulanger espaol.

    En realidad, las primeras manifestaciones del nacionalismo integral y/o de

    derecha radical es preciso buscarlas, en Espaa, no en el conservadurismo tra

    dicional, ni en el carlismo, ni en el integrismo, sino en los nacionalismos perif

    ricos cataln y vasco; y posterio rme nte en los plan team ientos crticos de lo qu e

    podemos llamar espritu del 98.

    5 1

    Catalanismo

    y

    bizkaitarrismo

    Tanto el catalanismo como elbizkaitarrismo tuvieron, en sus orgenes, un

    rasgo en comn: la afirmacin de las diferencias culturales, lingsticas y lega

    les, frente a un E stado liberal dbil, pero unitario, centralista y unificador en la

    medida de sus fuerzas. Sin embargo, estos movimientos no son equiparables, ya

    que se caracterizan por su heterogeneidad y su diversidad. Si bien el naciona

    lismo conservador espaol, e incluso el fascista, recibi la influencia del catala

    nismo, a travs de la figura de Eugenio D'Ors, el bizkaitarrismo careci de

    transcendencia en el desarrollo ulterior de la extrema derecha espaola.

    La iniciativa correspondi a los catalanistas, cuyo movimiento poltico sur

    ge, ante todo , como crtica al E stado liberal, crtica pu ntu al y transce nde nte,

    no circunscrita a sus deficiencias, y que tena sus antecedentes, no solo en la

    R enaixena, sino en la escuela tradicionalista de los apologistas catalanes y po s

    teriormente en la obra del obispo Torras y Bags. De hecho, las primeras re

    cepciones de Maurras y Barres en Espaa estuvieron circunscritas al mbito

    cataln y a los sectores catalanistas, que, durante el affaire Dreyfus, tuvieron

    una postura abiertamente pro-nacionalista y antidreyfusard^^.

    Su principal terico, Enric Prat de la Riba, tuvo una formacin cultural e ideo

    lgica muy semejante a la de Maurras: Joseph de M aistre, A uguste C omte, Fustel

    de C oulanges, R enan, Taine, etc. De acuerdo con su perspectiva organicista-

    positivista-tradicionalista, P rat, com o M aurras, asimilaba sociedad a n aturaleza; y,

    en consecuencia, conceba a la nacin como una comunidad natural, necesaria,

    anterior y superior a la voluntad de los hombres, que no pueden ni deshacerla ni

    mudarla. No deja de ser significativo que Prat denominara a su alternativa polti

    ca nacionalismo integral. Igualmente, Prat fiae contrario al sistema parlamen

    tario, que, para l, era sinnimo de desorden, fragmentacin e incoherencia. Su

    alternativa era la representacin corporativa por gremios y profesiones^.

    69 V id. C OLL I

    AMARGOS,

    Joaquim: El catalanisme conservadordavant tafer Dreyfus, Barcelona,

    1994, pginas 69 y ss.

    7 0

    PRA T DE LA RIBA , Enric: L anacii

    testt.

    Escrits

    dejoventut,

    Barcelona, 1987, pginas 103 y

    ss. La nacionalitatcatalana, B arcelona, 1906, pginas 8 1 y ss .

    Hispania,

    LXI /1 ,

    ni i rn. 207 (2001) 99-142

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    12 2 P E D R O C A R LOS G O NZ A LE Z C U E V A S

    La movilizacin catalan ista tena su fin ltim o en la consecucin de un E sta

    do propio; pero P rat no era separatista. S u alternativa era un E stado federal en el

    interior; y el imperialismo de sde Lisboa hasta el R da no en el exterior''^ .

    Prat encontr en Eugenio D'Ors a un lcido y dotado colaborador intelec

    tual. A dmirador de Maurras, S orel y Moras, D'Ors fie uno de los primeros

    intelectuales espaoles que entr en contac to con L'A ction Franaise, y de esa

    experiencia sali a la luz el movimiento Noucentista, definido como un

    nuevo intelectualismo, basado en los valores clsicos de jerarqua, continui

    dad y c ultura fi:ente al individualismo romntico''2. C omo en el caso de P rat, el

    Noucentisme culminaba en la idea de Imperio; y, sobre todo, en una crtica

    radical del liberalismo y de la democracia como representantes del individua

    lismo atomstico. Por contra, el Imperio representaba la socializacin, el Es

    tatism o, el E stado educacional, la C iudad, la idea de expansin de los pueb los,

    la Justicia Social, la lucha por la tica y la Cultura^^. Ideas todas ellas que

    despus seran recogidas por el fascisrio espaol. A su marcha de C atalua ,

    D'Ors, que dej all un buen nmero de discpulos, lleg a convertirse, sin

    cambiar de perspectiva ideolgica, en uno de los grandes tericos de la derecha

    radical espaola.

    Poco hay que decir, en cambio, del nacionalismo vasco, en cier