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Colección «SERVIDORES y TESTIGOS» 133 MARÍA JESÚS FERNÁNDEZ CORDERO HENAR PIZARRO LLORENTE (EDS) Las mujeres en el cristianismo Once calas en la historia II Seminario «Textos para un Milenio» (Madrid, 30 de noviembre, 1 y 2 de diciembre de 2011) SAL TERRAE SANTANDER - 2012

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Page 1: Las mujeres en el cristianismo - repositorio.comillas.edu

Colección «SERVIDORES y TESTIGOS»

133MARÍA JESÚS FERNÁNDEZ CORDERO

HENAR PIZARRO LLORENTE (EDS)

Las mujeresen el cristianismo

Once calas en la historiaII Seminario «Textos para un Milenio»

(Madrid, 30 de noviembre, 1 y 2 de diciembre de 2011)

SAL TERRAESANTANDER - 2012

Page 2: Las mujeres en el cristianismo - repositorio.comillas.edu

© 2012 by Editorial Sal TerraePolígono de Raos, Parcela 14-1

39600 Maliaño (Cantabria)Tfno.: 942 369 198/ Fax: 942369201

[email protected] / www.salterrae.es

Imprimatur:ffi Vicente Jiménez Zamora

Obispo de Santander22-10-2012

Diseño de cubierta:María Pérez-Aguilera

www.mariaperezaguilera.es

Reservados todos los derechos.Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida,

almacenada o transmitida, total o parcialmente,por cualquier medio o procedimiento técnico

sin permiso expreso del editor.

Impreso en España. Printed in SpainISBN: 978-34-293-2036-7

Depósito Legal: SA-684-2012

Impresión y encuadernación:Grafo, S.A. - Basauri (Vizcaya)

www.grafo.es

índice

Presentación, por Henar Pizarro Llorente 9

-1-MUJERES EN EL CRISTIANISMO PRIMITIVO:

TESTIMONIO y SABIDURÍA

1. María Magdalena: la experiencia pascual, el envíoapostólico y el uso conflictivo de su memoriaCarmen Bernabé Ubieta . 15

2. Mujeres creyentes en las primeras comunidadesElisa Estéve: Lápe: .

3. ¿Quién compuso la Vulgata? Las mujeres romanasdel entorno de san JerónimoFernando Rivas Rebaque .

31

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-11-MUJERES

EN EL CRISTIANISMO MEDIEVAL Y MODERNO:ESPIRITUALIDAD y PENSAMIENTO

4. Sor Isabel de Villena (1430-1490)y el rostro femenino del cristianismoMaría del Mar Graña Cid . 61

5. Mujeres en el entorno social, espiritualy apostólico de San Juan de Ávil aMaría Jesús Fernández Cordero . 84

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8 LAS MUJERES EN EL CRISTIANISMO

6. Santa María Magdalena de Pazzi (1566-1607):de la unión mística a la renovación de la IglesiaMaría Jesús Fernández Cordero 103

7. Reinas fundadoras en época moderna: el ejemplode la reina Margarita de Austria (1584-1611)Esther Jiménez Pablo .

- III-MUJERES EN EL CRISTIANISMO ACTUAL:

TEOLOGÍA y LAICIDAD

8. «Desde que sé para qué vivo ...».Edith Stein: retazos de una vida fascinanteFernando Millán Romeral .

9. Adrienne von Speyr, médico, mística y teólogaNurya Martinez-Gayol Fernánde; .

10. Madeleine Delbrél (1904-1964): el evangelioen un ambiente de «descristianización»Felisa Elirondo Aragón .

11. Zélie Guérin y Dorothy Day:dos historias de vocación familiarMaría Dolores Lápe; Guzmán .

125

137

161

179

203

Presentación

EL presente libro recoge los trabajos que se expusieron en el IrSeminario «Textos para un Milenio». Celebrado en Madrid losdías 30 de noviembre y 1-2 de diciembre de 2011 bajo el títuloLas mujeres en el cristianismo, las nueve conferencias pronun-ciadas se han visto complementadas por dos nuevos capítulosque vienen redondear el objetivo inicial del Seminario y justifi-can el apunte numérico en el subtítulo de la obra. La iniciativade celebrar esta reunión científica surgió como una actividad de-rivada del quehacer docente e investigador del grupo de perso-nas que vienen trabajando en torno a la colección «Textos paraun Milenio». Guiados por la ilusión y el entusiasmo, iniciamosen 2007 la puesta en marcha de la edición de textos que, unidospor el sólido hilo de la historia y la espiritualidad del Carmelo,se ocupase de reproducir la obra de autores no especialmente co-nocidos, de muy diferentes periodos, estilos y orientaciones. Seintentaba, de esta manera, poner en las manos del lector una se-lección de obras, en algunos casos dadas al público y en otrosinéditas, que tuviesen especial dificultad de acceso, bien por tra-tarse de escritos no traducidos al castellano, bien por estar reco-gidos en ediciones muy antiguas o des catalogadas , bien porotros motivos que dificultasen su conocimiento a cualquier per-sona interesada. Para facilitar su lectura, el texto original va pre-cedido de un estudio introductorio, realizado por un reputado es-pecialista en la materia. Han pasado cinco años, y nuestras ex-pectativas se han visto ampliamente cumplidas, puesto que se en-cuentra próxima la publicación del volumen 10 de la colección.Sin duda, esto no habría sido posible sin el grupo de provincia-les y superioras generales que forman el llamado «Equipo mix-to de la Región Ibérica Carmelita», que desde el principio mos-traron su apoyo a esta iniciativa y han patrocinado su consecu-ción. No menos esencial ha sido y sigue siendo el aliento cons-

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-5-Mujeres en el entorno social, espiritual

y apostólico de San Juan de Avila

MARIA JESÚS FERNÁNDEZ CORDERO.

Universidad Pontificia Comillas. Madrid

SE ha escrito mucho sobre san Juan de Ávila, y se escribirá to-davía más con ocasión de su Doctorado universal', Pero pode-mos decir que estamos aún en vías de recuperación de su figurahistórica, desde que la iniciara Luis Sala Balust por los años cin-cuenta del pasado siglo, a quien se debe la que todavía es hoy lamejor biografía del Maestro. Muchas de las aportaciones de losúltimos años, sobre todo desde perspectivas teológicas, han pro-curado resaltar la actualidad de su doctrina y su armonía con lasenseñanzas del Concilio Vaticano II, con la finalidad de mostrarque se trata de una doctrina eminente (pues así se requiere parael Doctorado). Pero acecha un peligro sobre el que ya advirtióhace años el célebre hispanista francés Marcel Bataillon: el de la«banalización hagiográfica», que además, en otro plano, tiendea veces a reducir el alcance ejemplarizante de su santidad almundo clerical. Siendo, sin duda alguna, un referente de espiri-tualidad sacerdotal, en sus días su irradiación desbordó con mu-cho los ambientes eclesiásticos, y en la actualidad el propio Doc-torado supone el reconocimiento de una significación universal.

1. El 20 de agosto de 2011, en el marco de la Jornada Mundial de la Ju-ventud al término de la eucaristía celebrada en la catedral de la Almu-dena de Madrid con seminaristas del todo el mundo, Benedicto XVIanunció la próxima declaración de San Juan de Ávila como Doctor dela Iglesia universal, hecho que se produjo el 7 de octubre de 2012.

MUJERES EN EL ENTORNO SOCIAL, ESPIRITUAL Y APOSTÓLICO ... 85

En las páginas que siguen pretendemos romper la imagenunilateral que asocia de modo demasiado excluyente a Juan deÁ vila con su llamada «escuela sacerdotal»: un grupo amplio dediscípulos que aprendió de él a ejercer el ministerio, que bebióde su espiritualidad o que recibió la influencia de su poderosocarisma apostólico. Los estudios sobre las mujeres que se rela-cionaron con él nos permiten descubrir que Juan de Ávila tuvotambién discípulas, mujeres que siguieron su predicación, que sehicieron acompañar por él y que tomaron de su espiritualidad re-ferencias para su vida y para llevar adelante un itinerario espiri-tual propio. Hubo también mujeres que colaboraron con él ensus proyectos apostólicos, mujeres que le cuidaron en ciertosmomentos, e incluso mujeres que le introdujeron en sus propioscírculos sociales y le ofrecieron así estabilidad y seguridad entiempos de inclemencia. Ellas no constituyeron un grupo feme-nino, pero sí formaron parte del riquísimo entramado de relacio-nes y redes sociales por las que discurrió su vida y manifiestan,

2. Nacido en Almodóvar del Campo (Ciudad Real), su origen judeocon-verso constituye una de las claves para comprender su itinerario. Inter-rumpió sus estudios de leyes en la universidad de Salamanca para reti-rarse a una vida de oración y penitencia en casa de sus padres y, final-mente, estudiar artes y teología en Alcalá de Henares, siendo ordenadosacerdote en 1526. Marcha a Sevilla con intención de embarcarse paralas Indias, pero es retenido por el arzobispo Alonso Manrique. An-dalucía será a partir de entonces el ámbito de su ministerio (por lo quees llamado «apóstol de Andalucía»). Durante su predicación en Écija,convierte a doña Sancha Carrillo, pero es denunciado en 1531 a la In-quisición de Sevilla y encarcelado; en 1533 queda absuelto, y en 1534o comienzos de 1535 se traslada a Córdoba, que será desde entonces sudiócesis. Predica por Andalucía y Extremadura, funda colegios, trabajaen la fundación de la universidad de Baeza y acompaña o aconseja es-piritualmente a personas de toda condición. Le sigue un amplio grupode discípulos, bastantes de los cuales son de origen converso, y muchosi~gresarán en la Compañía de Jesús; En 1559 su principal tratado espi-ntual, Audi, filia, es puesto en el Indice de libros prohibidos del in-quisidor Valdés. Desde 1554 vive retirado en Mantilla (Córdoba), enuna casa cedida por la marquesa de Priego, y allí morirá en 1569. Lacausa para el reconocimiento de su santidad fue iniciada en 1623, perohasta 1894 no llegó la beatificación, por León XIII. Pío XII le declaróPatrono del clero secular de España en 1946 y, finalmente, Pablo VIcelebró su canonización en 1970. Su declaración como doctor de laIglesia tuvo lugar, como hemos indicado, el 7 de octubre de 2012.

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86 lI. - MUJERES EN EL CRISTIANISMO MEDIEVAL Y MODERNO ...

desde muy distintos ángulos y niveles, el papel de las mujeres enla línea de renovación del cristianismo que representaba Juan deÁvila en el siglo XVI español.

1. El contexto.El apostolado de Juan de Ávila y las mujeres

Para comprender el valor de este tipo de relaciones hay que te-ner en cuenta que los años en los que transcurrió la vida de Juande Ávila (1499 o 1500 - 1569)2 fueron testigos del cambio declima espiritual que se produjo en las décadas centrales del sigloXVI en la Monarquía Hispánica: el Maestro nació, se formó einició su ministerio en la época en que la reforma de la Iglesiaconstituía uno de los mayores anhelos de buena parte de susmiembros, mientras que los años de madurez y el declinar de suvida transcurrieron ya bajo las directrices de la Contrarreforma.Pasamos del humanismo cristiano renacentista, las influenciaserasmistas, la difusión de las observancias y de la práctica del«recogimiento», la renovación de los estudios bíblicos (BibliaPolíglota Complutense) y de la teología (escuela de Salamanca),al clima de sospechas e intolerancia que se extendió progresiva-mente tras los descubrimientos de focos alumbrados (Guadala-jara) y luteranos (Valladolid, Sevilla), y que culminó en los«tiempos recios» de que hablara Santa Teresa. Desaparecieronlas abundantes versiones de las Biblias romanceadas de los si-glos anteriores y, frente a la prohibición general de traduccionespor la que se optó en España para defender la ortodoxia, quedóel recurso a las glosas y poetizaciones de textos bíblicos.

En el terreno de la espiritualidad, la corriente partidaria de loque se ha llamado «democratización de la oración mental» (valory acceso a esta experiencia para todo cristiano de cualquier con-dición) se vio frenada por una «corriente antioracionista», con re-presentantes tan destacados como el teólogo Melchor Cano o elinquisidor general Fernando de Valdés. Esta polémica afectó a laposibilidad de acceso de las mujeres a la lectura de la Sagrada Es-critura, a la vida de oración y a la mística, pues la misoginia cons-tituyó un acento específico de la reacción antioracionista.

MUJERES EN EL ENTORNO SOCIAL, ESPIRITUAL Y APOSTÓLICO ... 87

Este contexto nos permite vislumbrar el alcance, el compro-miso y el valor de las relaciones de San Juan de Ávila con lasmujeres. Algunos percances resultan significativos. Al comienzode su apostolado en Andalucía, en Écija, enseñaba la práctica dela oración mental en la casa donde se hospedaba, en presencia desus dueños, el matrimonio formado por doña Leonor de Hines-rrosa y don Tello de Aguilar; pues bien, aunque esta actividad erasólo una parte de una amplia dedicación pastoral (predicación,catequesis a los niños, organización de colectas para los pobres,etc.), fue objeto de murmuraciones «como de cosa nueva, y por-que empezaron a acudir también algunas mujeres»3. En el pro-ceso inquisitorial que se le abrió en 1531, se le acusó de realizarreuniones secretas (a modo de conventículos sospechosos de ilu-minismo o heterodoxia), y él explicó cómo enseñaba la oraciónmental y alegó que las mujeres habían acudido sin su consenti-miento. Pero lo cierto es que, entre las acusaciones, aparecenotras dos, en relación con las mujeres, que reflejan mejor su pen-samiento; se le había oído decir que «no había que maravillarsede que Dios se comunicase a una mujer, siendo así que venía to-dos los días a manos de los sacerdotes» y que «las mujeres eranmuy dueñas de dar limosna de los bienes propios, aun vendien-do, si era preciso, sus alhajasv'. Ambas acusaciones indican quecreía en la experiencia espiritual de las mujeres y que procurabaorientarlas hacia un compromiso caritativo que suponía, además,el ejercicio de una libertad personal. Más tarde, en Córdoba, rea-lizó una explicación continuada sobre las epístolas paulinas enuna iglesia parroquial, y fue objeto de las críticas de un domini-co «por leerse a seglares y mujeres lecciones de Escritura»". Esdecir, un apostolado de tipo bíblico o de tipo mistagógico, capaz

3. L. SALA I!ALUST - F. MARTÍN HERNÁNDEZ, «Estudio biográfico», en SANJUAN DE AVILA, Obras completas, BAC, Madrid 2000, t. 1,43.

4. iu«, 36.5. 1;.MUÑoz, Vida y virtudes del venerable varón el P Maestro Juan de

Avila, predicador apostólico, con algunos elogios de las virtudes y vi-das de algunos de sus más principales discípulos, en Fr. LUIS DEgRANADA Y LICENCIADO LUIS MUÑoz, Vidas del Padre Maestro Juan deAvila, ed. L. Sala Balust, Juan Flors, Barcelona 1964, 190-191.

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88 II. - MUJERES EN EL CRISTIANISMO MEDIEVAL Y MODERNO ...

de iniciar realmente en la vida espiritual, tropezaba con muchasdificultades si pretendía mantenerse abierto a las mujeres.

Pero ellas supieron captar que Juan de Ávila podía abrirlesel camino espiritual, y muchas lo iniciaron guiadas por él, conquien mantuvieron relaciones de diverso tipo. Fueron destinata-rias de muchas de las cartas que componen su Epistolario (almenos 112 de las 263), y algunas fueron calificadas por los pri-meros biógrafos del Santo como «discípulas», sin que ello sig-nifique que este fuera el único modelo de relación.

2. Nombres femeninosen la vida del Maestro Juan de Ávila

Sin pretender una enumeración completa, vamos a espigar aquíalgunos nombres de mujeres que revelan la variedad y riqueza delas relaciones que Juan de Ávila mantuvo con ellas.

Quizás el nombre femenino más conocido en vinculacióncon el Maestro sea el de doña Sancha Carrillo, la destinataria delAudi, filia, convertida por él durante su apostolado en Écija y dela que luego nos ocuparemos. Pero en esta localidad surgió tam-bién el acompañamiento a doña Leonor de Hinestrosa, a quienya hemos mencionado. Casada con don Tello de Aguilar, ella lehospedó en su casa y acogió, en las reuniones promovidas por él,la experiencia de aprendizaje de la oración mental, que giraba entomo a la meditación de la Pasión; quizás debido a estos co-mienzos, se caracterizó por su devoción a la herida del costadode Cristo. Fue destinataria de muchas cartas, de. las que estáidentificada la que hace el número 44 del Epistolario avilista, enla cual él la exhortaba a superar temores y desconfianzas. Debióde compartir con los miembros del círculo espiritual que se fueformando en tomo al Maestro, pues sabemos también de suamistad con Fr. Luis de Granada, quien la acompañó en la muer-te de una hija de once o doce años. El biógrafo de Ávila, elli-cenciado Muñoz, la ensalzó como «una de las almas aventajadasque tuvo en aquel siglo la doctrina del padre Maestro Ávila>"

6. Ibid., 226.

MUJERES EN EL ENTORNO SOCIAL, ESPIRITUAL Y APOSTÓLICO ... 89

En Granada no solo se produjo la conversión de Juan Cidad(el que sería san Juan de Dios) y el acompañamiento al marquésde Lombay (luego duque de Gandía y jesuita, san Francisco deBorja), sino que la irradiación de su apostolado encontró diver-sos cauces entre las mujeres. Juan de Avila acudió a esta ciudadllamado por el arzobispo Gaspar de Ávalos, y allí apoyó la fun-dación (o restauración) del convento de la Encarnación, de mon-jas clarisas, con doña Isabel de Ávalos, hermana del arzobispo,como primera abadesa. Esta consideraba que a Ávila se debía elbien espiritual del convento. Él la consoló en la muerte de suhermano (Carta 27). Atendió a muchas monjas que le confiaronsu vida interior, entre ellas doña Elvira de Zayas, la maestra denovicias, que se confesaba con él; les predicó bastantes pláticas,exhortándolas al desprendimiento de sí mismas, a la oración, alamor mutuo y a mantener la quietud del corazón, y cuando seausentaba les enviaba cartas o papeles para que se leyesen en laescuela de novicias, como se hizo. Atrajo también vocaciones aeste convento, como las de las monjas Aldanza de San Agustín yCatalina de Jesús'. Veló por esta comunidad a lo largo del tiem-po, preocupándose de su atención espiritual, ya a cargo de laCompañía de Jesús, durante el episcopado de don Pedro Guerre-ro (Cartas 241 y 242).

En Granada se produjo también la relación con doña Maríade Mendoza, hija del segundo marqués de Mondéjar, don LuisHurtado de Mendoza, que fue alcaide de la Alhambra y Capitángeneral de Granada y que sería también Presidente de los Con-sejos de Indias y de Castilla. Doña María, «leyendo la vida de lasvírgenes, deseando en todo imitarlas y en especial oyendo lossermones del Maestro Juan de Ávil a y comunicando con él cuan-do predicaba en Granadas", se decidió a hacer voto de castidad alos dieciocho años. Consiguió evitar el matrimonio y llevar vidade beata (primero en la Alhambra, residencia de su padre, y lue-go en el palacio de Mondéjar), dedicándose activamente a las

7. Proceso de beatificación del Maestro Juan de Ávila, BAC, Madrid2004, 218-22l.

8. V.SÁNCHEZ, «Una hija espiritual del Maestro Ávila»: Manresa XIX, 72-73 (1957), 357.

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90 II. - MUJERES EN EL CRISTIANISMO MEDIEVAL Y MODERNO ...

obras de caridad. Tuvo que dejar de confesarse con el Maestropor no disgustar a sus padres y, tras diez años bajo la direcci?ndel agustino Fr. Francisco de Riaño, pasó a confesar con los Je-suitas. Quiso ser jesuita? y mantuvo una colaboración estrechacon la Compañía: ella, junto con su sobrina doña Catalina deMendoza (hija natural del tercer marqués de Mondéjar), dotó lafundación del colegio en Alcalá de Henares, y para ello tuvo quedefender el libre uso de su hacienda frente a las presiones fami-liares (constituyendo así un claro ejemplo, de la aplicación de lasideas por las que había luchado Juan de Avila).

Otras mujeres llevaron vida de beatas por influencia del Ma-estro. En Granada, escuchando un sermón suyo en la iglesia delos Mártires, se convirtió la que luego fue conocida como «bea-ta Paz», una mujer casada con un tejedor de sedas, madre de va-rios hijos, que consiguió de su marido vivir desde entonces encontinencia y, ya viuda, tuvo por compañera a María de Posadas;fue asistida en su última enfermedad por el mismo Avila. OConstanza de Ávila, de «rara santidad», «desde moza discípuladel padre Maestro», que vivió ochenta y ocho años y tuvo v~~asexperiencias extraordinarias, entre las que se cuentan apancio-nes del Maestro ya difunto". También larga vida tuvo doña Leo-nor de Córdoba, hermana del licenciado Alonso Fernández deCórdoba, sacerdote y catedrático de teología moral, discípulo deÁvila; ella, siendo joven, decidió guardar la virginidad y llevarvida recogida en casa de sus padres; recibió grandes favores d~~cielo, gozó de visiones, padeció muchas enfermedades y munoadornada de virtudes a los ochenta años".

Pero encontramos también otro tipo de experiencias. Quizáuna de las más singulares fue el encuentro, hacia 1539, de Juande Ávila con doña María de Hoces, una mujer, al parecer nobley empobrecida, que vivía aman cebada con un prebe~?ado de }acatedral de Córdoba, del que había tenido varios hIJOS.Se~unFray Luis de Granada, el Señor tocó el corazón de esta mujer.

9. No lo consiguió, cosa que sí pudo lograr excepcionalmente Y en secre-to doña Juana de Austria, hermana de Felipe Il.

10. L. MuÑoz, op. cit., 203-205.11. lbid., 192-193.

MUJERES EN EL ENTORNO SOCIAL, ESPIRITUAL Y APOSTÓLICO ... 91

que «se determinó a salir de aquel estado miserable; mas no ha-llaba manera para esto por su pobreza y por ser el personaje po-deroso y estar muy apoderado de ella con la posesión de tantosaños» 12. Con la ayuda de Juan de Ávila (y este con la de doñaMencía de Narváez), pudo salir de su casa. Escoltados con gen-te a caballo y un alguacil de justicia proveído por el corregidorde Córdoba, él la llevó a Mantilla, bajo la protección de la mar-quesa de Priego, y luego a Granada, donde les dio amparo el ar-zobispo Gaspar de Ávalos. Fue sin duda un episodio bastantenovelesco, y así lo podríamos considerar si no tuviéramos cons-tatación del propio Maestro, que se preocupó siempre de ella yla acompañó espiritualmente. En efecto, le escribió la Carta 68,en la que trataba de fortalecerla con el recuerdo del «día de su li-bertad» y confesaba que entonces él se sintió «usando el oficioque Moisés usó con su pueblo»l3; quizás también la Carta 115fuera escrita para ella, con alusiones al «rescate del cautiverio» 14.

Prolongó este cuidado hacia la hija de doña María, doña Inés deHoces, que fue monja en el monasterio de Santa Marta de Córdo-ba: él le consiguió la dote (de la condesa de Feria) y más adelan-te encomendó su atención espiritual a su fiel discípulo Juan de Vi-Harás. Semejante desvelo no deja de producir ternura, pero hemosde advertir que, tras el lance que se suele contar como arriesgadaaventura apostólica con ciertos tintes caballerescos, se adivina unarealidad de sometimiento, a juzgar por el tenor de las palabras queutiliza Fray Luis de Granada: un personaje poderoso se había apo-derado de ella con posesión por muchos años.

Si esto muestra que San Juan de Ávila protegió y cuidó a al-gunas mujeres, hubo otras que cuidaron de él, también en diver-sos grados, como veremos. En su proceso de beatificación, unplatero, vecino de Córdoba, nos habla de «dos santas mujeres»,María de Leyva y su hermana, que le atendieron cuando él vivióen el hospital de San Bartolomé o de las Bubas; ellas le prepa-

12. Fr. LUIS DE GRANADA, Vida del P. Mtro. Juan de Ávila y las partes queha de tener un predicador del evangelio, en Fr. LUIS DE GRANADA Y LI-

13 CENCIADO LUI~ MUÑoz, op. cit., 119.14· S~N JUAN DE AVILA, Obras completas, IV, 298.

. Ibid.; 441.

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92 Il. - MUJERES EN EL CRISTIANISMO MEDIEVAL Y MODERNO ... MUJERES EN EL ENTORNO SOCIAL, ESPIRITUAL Y APOSTÓLICO ... 93

15. Proceso, 202.16. L. SALA BALUST y F. MARTÍN HERNÁNDEZ, op. cit., 104, n. 14.

Era doña Sancha una joven de unos quince o dieciséis años,hija de los señores de Guadalcázar, cuando conoció a Ávila, quepor entonces tendría unos veintiocho años. Fue en la primaverade 1527, cuando ella acababa de ser admitida para dama al ser-vicio de la emperatriz Isabel, esposa de Carlos V; estaba, por tan-to, destinada a la vida en la corte y a un posible matrimonio ven-tajoso para su familia. Pero este futuro le preocupaba especial-mente a su hermano, don Pedro Fernández de Córdoba, hombrecon inquietudes espirituales (acabaría siendo sacerdote), que laconvenció para que confesase con Juan de Ávila, como con unclérigo pasajero que le podría hacer bien. Ella acudió ricamenteengalanada, con un manto de tafetán, y salió de la celebracióndel sacramento llorosa y cubriéndose la cabeza con el manto. Alllegar a casa, se encerró en su cuarto, cortó sus cabellos, se vis-tió de negro, con tocas largas y sin adornos, y solo se dejó verunas horas después.

A partir de este encuentro, cuestionó el futuro trazado paraella y se decidió a llevar una vida recogida. El conflicto con suspadres fue inevitable, pero ella no retrocedió en su determina-ción: podría entrar en un convento o vivir retirada en un aposen-to de la casa. Fue esta última la opción final, convirtiéndose asídoña Sancha en una de esas mujeres laicas que llevaban vida debeatas, dedicadas a la oración, la penitencia, la soledad y la ca-ridad. Algunas crónicas la reconocen como terciaria franciscana,y como tal fue enterrada en el convento franciscano de San Pe-dro el Real de Córdoba, al morir tan solo diez años después desu conversión, en 1537.

Su hermano don Pedro escribió un pequeño relato de su vi-da, como testigo de vista de la obra de Dios en ella. En sus pá-ginas se puede identificar una verdadera amistad espiritual entreambos hermanos: él, ya sacerdote, fue su confesor cuando la en-fermedad le impidió a ella salir a la iglesia; ella fue para él con-sejera espiritual y acompañante de su ministerio, capaz de con-fortarle y animarle ante dificultades y experiencias dolorosas.Esta relación, envuelta en el amor y la confianza fraterna, estu-vo esencialmente marcada por el sacerdocio de don Pedro y laConsagración virginal de doña Sancha, dimensiones que ellos sereconocían mutuamente.

raban algo de comer cuando él llegaba cansado de predicar; y éllo agradecía mucho, pero con frecuencia lo repartía con los en-fermos pobres, a los que muchas veces velaba por las noches yayudaba a bien morir".

Precisamente en este hospital nos encontramos con otro tipode relación: la que nos da cuenta de la colaboración femenina ensus obras apostólicas. Se trata de doña Mencía de Narváez, cu-yas principales referencias espirituales parecen haber sido elMaestro Ávil a y sus discípulos Gonzalo Gómez y Juan de Villa-rás. Esta mujer, que también le ayudó en el caso de María de Ho-ces, debió establecer con ellos un ordenado sistema de atenciónhospitalaria, algo en lo que estuvo muy comprometida: de un to-tal de cuarenta camas de pobres, ella con dos criadas atendía aveinte, mientras las veinte restantes quedaban a cargo de Ávila ysus discípulos. Al hospital legó todos los bienes que heredó desu marido". Estamos ante uno de los mejores ejemplos de parti-cipación femenina en las actividades apostólicas de la llamada«escuela sacerdotal».

Basten estos ejemplos para damos cuenta de la apertura deJuan de Ávila al mundo femenino, bien lejos tanto de estreche-ces clericales como de frivolidades superfluas. Todo nos hablade unas relaciones auténticas, en muchos casos profundas. Vea-mos ahora las que tuvieron más peso en su biografía.

3. Doña Sancha Carrillo,discípula y destinataria del Audi, filia

Ciertamente, es doña Sancha la mujer más conocida en la bio-grafía avilista, tanto por su súbita conversión -en los primerostiempos de Écija- como por haber sido la destinataria de su prin-cipal tratado espiritual, el Audi, filia. ¿Cómo fue su relación conJuan de Ávila?

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94 II. - MUJERES EN EL CRISTIANISMO MEDIEVAL Y MODERNO...

En el relato de don Pedro, Juan de Ávila es para doña San-cha el instrumento divino de su conversión; mediador eclesial,confesor, teólogo, guía e intérprete de algunas de las visiones ymercedes espirituales que ella recibió. Todo parece indicar unaverdadera amistad entre Juan de Ávila y los dos hermanos. Estaamistad -que en el caso de ella quedaría truncada por su tem-prana muerte- hubo de atravesar el acontecimiento doloroso delproceso y encarcelamiento del Maestro, y su mejor fruto lo en-contramos en el Audi, filia. Doña Sancha le pidió que le escri-biera unas «reglas de bien vivir», y él respondió con unas ense-ñanzas para «las personas que comienzan a servir a Dios», pági-nas que, al transmitir su conocimiento de Cristo crucificado (consu mejor inspiración en la cárcel), fueron aumentando hasta con-vertirse en un tratado espiritual. Así pues, el Audi, filia, que hasido recientemente calificado como «un manual de combate, o almenos de resistencia»!', no se entiende fuera de este contexto enel cual Ávil a ha experimentado la urgencia del discernimiento yla fecundidad espiritual de la adversidad o, como él gustaba de-cir, la tribulación.

Esto adquiere también relieve si tenemos en cuenta la pro-funda inversión de valores que Juan de Ávila atribuía al Evange-lio; tanto su origen converso como su relación con personas dela nobleza le condujeron a subrayar, en este sentido, la necesidadabsoluta para el discípulo de Cristo de no valorar otro «linaje»que el que otorgaba el bautismo. En una sociedad dividida en es-tamentos y marcada por la fractura entre «cristianos viejos» y«cristianos nuevos», este mensaje no era fácilmente asimilado, ysolo cerrando los oídos a los lenguajes del mundo (como ense-ñaba el Audi, filia) para inclinarse a oír la voz de Dios, era posi-ble modificar las pautas de conducta. Doña Sancha percibió es-to desde el momento de su conversión, pues su opción contra-riaba la política de linaje de su familia y frustraba las expectati-vas puestas en ella. En bastantes mujeres seguidoras de Juan de

17. J.L. CANTÓN ALONSO, «El laberinto de la intimidad. Notas sobre el"Audi, filia" del Maestro Juan de Ávila», en A. CASTRO SÁNCHEZ etal., Franciscanos, místicos, herejes y alumbrados, Universidad deCórdoba - Séneca Editorial, Córdoba 2010, 216.

MUJERES EN EL ENTORNO SOCIAL, ESPIRITUAL Y APOSTÓLICO... 95

Ávila, el voto de castidad tenía este componente de desafío alvalor dominante del linaje. Incluso con una mentalidad conser-vadora, recoge este dato el biógrafo de doña Sancha, Martín deRoa. Nos cuenta que ella «trataba como a hermanas y les dabaeste nombre» a las mujeres pobres y a las criadas de la casa, ygustaba comunicar con ellas de cosas espirituales. «De la noble-za de su linaje jamás hizo memoria, ni la tomó en la boca; por-que la religión cristiana no acepta personas, ni mira las condi-ciones de los hombres, sino las almas»18.

4. Doña Catalina Fernández de Córdoba,marquesa de Priego, noble protectora

Doña Catalina Fernández de Córdoba fue la mujer más impor-tante de la nobleza de cuantas tuvieron relación con Juan de Ávi-la. Su padre fue don Pedro Femández de Córdoba, señor deAguilar y primer marqués de Priego, y su madre, doña ElviraEnríquez de Luna, prima del rey Fernando el Católico. Era ade-más sobrina nieta de don Gonzalo Fernández de Córdoba elGran Capitán. En 1517, por falta de descendencia masculina: sehabía convertido en la titular del linaje y, con ello, en una de lasmujeres más ricas y poderosas de Andalucía. Al año siguientecontrajo matrimonio con don Lorenzo Suárez de Figueroa, ter-cer conde de Feria, logrando imponer ella la preeminencia de sucasa. Tuvo seis hijos de su matrimonio y quedó viuda en 1528.A partir de 1530 dejó Zafra y residió habitualmente en su pala-cio de Montilla.

Sin que podamos establecer relación de dependencia, sinomás bien por confluencia de afinidades, doña Catalina y Juan deAvila trabajaron al unísono para lograr el establecimiento de laCompañía de Jesús en Andalucía. Un hijo de doña Catalina, donAntonio de Córdoba, siendo discípulo de Ávila y bajo la in-fluencia de san Francisco de Borja, ingresó en la Compañía en

18. M. DE ROA, Vida y maravillosas virtudes de doña Sancha Carrillo(Sevilla 1615), Madrid, José de Rojas, 1883, 81-82.

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1552. La marquesa hizo desde entonces todo lo posible para quelos jesuitas se instalaran en Córdoba: les cedió provisionalmejj,te unos edificios y convenció a su sobrino, el deán don Juan deCórdoba, para que ofreciese su casa principal para colegio de laCompañía (el cual tomaría el nombre de colegio de Santa Cata-lina), inaugurado en 1553. Dos años después lograría de Borja lafundación de otro colegio en Mantilla.

Fueron frecuentes las estancias de Juan de Ávila en Monti-lla, y el licenciado Muñoz habla de «una amistad muy agrada-ble» entre el Maestro y los señores de la casa de Priego". Y esque doña Catalina encomendó a Ávila la asistencia espiritual desu familia: así, él acompañó a su hijo primogénito, don PedroFernández de Córdoba, conde de Feria, y le asistió en su tem-prana muerte en 1552; y junto con él, a doña Ana Ponce deLeón, su esposa y joven viuda, que ingresaría en el convento deSanta Clara de Mantilla; además de clarificar la vocación del yamencionado don Antonio, Ávila medió en los conflictos de lina-je provocados por el matrimonio de otro de los hijos de doña Ca-talina, don Gómez Suárez de Figueroa, casado en Inglaterra con-traviniendo la voluntad de su madre; acompañó también la vidaespiritual de la única hija de doña Catalina, doña María de Tole-do, casada con el duque de Arcos. Por último, las hermanas dela marquesa de Priego confesaban con él: doña Teresa Enríquez,que no se casó, e Isabel Pacheco y María de Luna, monjas en elconvento de Santa Clara.

Todo ello nos permite afirmar que doña Catalina Fernándezde Córdoba introdujo a Juan de Ávila en el círculo de su cortenobiliaria y contó con él como consejero y maestro espiritual.Pero, sobre todo, fue ella la que ofreció a Juan de Ávila residen-cia estable en Montilla, en una modesta casa, contigua a su pa-lacio, en la que él vivió pobremente, acompañado de su fiel dis-cípulo y amanuense Juan de Villarás y dos criados. Doña Catali-na continuó así la tradición familiar de dar protección a los ju-deoconversos, y lo hizo en un tiempo en que no solo la enfer-medad había quebrado ya la salud del itinerante Juan de Ávila,

19. L. MUÑoz,op. cit., 247.

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sino también en unas circunstancias en que su figura podía denuevo quedar prendida en sospechas y persecuciones. En efecto,esto era lo que padecían algunas de sus obras y discípulos, en par-ticular la universidad de Baeza, muchos de cuyos catedráticoseran conversos y a algunos de los cuales se les abrió proceso in-quisitorial, o figuras como Gaspar de Loarte, también converso, oDiego de Guzmán, noble sevillano, que finalmente ingresaron enla Compañía de Jesús y tuvieron que pasar a Roma para desem-peñar su ministerio. En 1559, el propio Ávila experimentaría unnuevo golpe al ver el Audi, filia incluido en el Índice de librosprohibidos del inquisidor general Fernando de Valdés.

Hemos de pensar que la fuerte conciencia de linaje de doñaCatalina (manifestada en el contencioso con su hijo don Gómez,a causa de la política matrimonial) no siempre hizo fáciles susrelaciones con Juan de Ávil a, y que este, que siempre mantuvouna gran libertad ante nobles y poderosos, nunca perdió de vis-ta el contexto nobiliario, que hacía desiguales unas relaciones encierto modo cercanas a la amistad. Pero, sobre todo, debió de ex-perimentar el carácter protector que doña Catalina supuso en losaños.difíciles y declinantes de su vida. En la Carta 195 del epis-tolario le expresa su reconocimiento y gratitud y compara 10 quede ella recibe con el sustento y cuidado con que dicen que lasav~s jóvenes cuidan a sus progenitores que han llegado ya a laveJe.z. Pero aplica estos términos en sentido espiritual, pues enr~~hdad doña Catalina era unos pocos años mayor que él y mo-nna pocos meses después que el Maestro. No obstante, será es-:a mujer noble] poderosa, orgullosa de su linaje, la que acompa-neoa Juan de Avil a en su agonía: «era de las personas que másasistían a la cura del enfermo, como pudiera a su mesmo padre.De rodillas le servía, teniéndose por dichosa con este ministe-riO»20.Ella recogió sus últimas voluntades, encargó al P. Villarásq~e dijese misa para el agonizante, mandó traer hachas para ilu-mmar el viático y respetó el lugar que él eligió para descanso desus restos, en el colegio de la Compañía en Mantilla.

20. B. COPADO, La Compañía de Jesús en Mantilla, Málaga 1944, 186.

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S. Doña Ana Ponce de León, condesa de Feria:de la orfandad a la pobreza franciscana

Junto con doña Sancha Carrillo, doña Ana Ponce de L~ón ocupael lugar más conocido entre las discípulas de Juan de Avila. He-mos mencionado su nombre al hablar de la marquesa de Priego,pues fue la esposa de su primogénito, don Pedro. Pertenecía tam-bién a un ilustre linaje: su bisabuelo había sido don RodrigaPonce de León, conocido como el gran marqués de Cádiz, céle-bre por sus hazañas militares en la conquista de Granada; su pa-dre, del mismo nombre, fue el 1 duque de Arcos, y su madre erahija de los condes de Ureña. Pero ambos, madre y padre, murie-ron pronto, dejando huérfanos a doña Ana y a su hermano donLuis Cristóbal Ponce de León, quien heredaría el ducado. La ni-ña quedó a cargo de su tía materna, doña Mencía de Guzmán, ysu infancia transcurrió primero en El Arahal y luego en Osuna, ala sombra de otro tío materno, don Juan Téllez-Girón, IV condede Ureña, noble arrepentido de un crimen, que llevaba una vidaretirada, dedicado a la piedad, la literatura y la música, y que lle-garía a fundar en 1548 la universidad de Osuna.

El destino de ambos hermanos fue determinado por la polí-tica nobiliaria de sus casas, en negociaciones con las de Feria yPriego. En efecto, cuando doña Ana contaba unos catorce años,contrajo matrimonio con don Pedro Fernández de Córdoba, elprimogénito de doña Catalina, que ostentaba ya el título de IVconde de Feria, mientras que su hermano don Luis Cristóbal secasó con doña María de Toledo, hija también de la marquesa.Hemos de considerar que poco o nada contaban en estos casoslos sentimientos de los futuros cónyuges. Celebrada la boda, pe-ro sin consumar aún el matrimonio dada la corta edad de doñaAna, don Pedro se ausentó para servir con sus armas al empera-dor Carlos V en Argel, en Alemania y en Flandes, donde fue ga-lardonado con el Toisón de Oro. A su regreso, la pareja empren-dió la vida matrimonial en un ambiente caracterizado por la os-tentación que entendían correspondía a la dignidad alcanzada.

Parece que desde sus infantiles años en Osuna, doña Ana sesintió inclinada a la piedad, la devoción al Santísimo Sacramen-to y la práctica de obras de caridad. En todo caso, la irrupción en

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su itinerario de la figura de Juan de Ávila debió de modificar enalguna medida el estilo de vida matrimonial, pues tras escuchar-le predicar una cuaresma en Zafra (adonde le habían mandadollamar), ambos hicieron con él confesión general y ella introdu-jo en su vestido y palacio modos más austeros. Sea como fuere,lo cierto es que doña Ana le tomó por maestro espiritual y cre-ció bajo su guía en la experiencia de la oración mental.

Tuvo la condesa de Feria dos hijos: doña Catalina, que tomóel nombre de su abuela paterna, la marquesa de Priego, a la quesucedería en el marquesado, y Lorenzo, que murió niño. A lapérdida de este hijo se sumó en 1552 la de su esposo don Pedro,que fue asistido en su agonía por Juan de Ávila. Su sentimientooriginario de orfandad se fue transformando, con estos duelos,en sentimiento de pobreza delante de Dios, acompañado por unprogresivo descubrimiento de la riqueza de Dios, a quien llama-ba «mi Padre y mi Madre», y de Jesucristo, a quien otorgaba unamplísimo elenco de títulos (hermano mayor, pastor, guía, Re-dentor, Esposo, salud, paz, esperanza, bien ...)21. Algunas de susnotas autobiográficas, que se conservan insertas en el relato desu vida que escribió el jesuita Martín de Roa, muestran la evolu-ción de su espiritualidad, desde la llamada al recogimiento has-ta este sentido de la pobreza que, pasando por el conocimientopropio, explica su verdadera opción de vida.

En efecto, ya viuda, y contraviniendo los deseos de su sue-gra la marquesa de Priego, doña Ana ingresó como clarisa en elmonasterio de Mantilla. Esta decisión puso en apuros a Juan deAvila, que fue presionado por doña Catalina para desautorizarla.Pero él no lo hizo y, finalmente, la profesión religiosa se celebróel 22 de julio de 1553, día de santa María Magdalena, tomandoella el nombre de sor Ana de la Cruz. Dejaba en manos de susuegra a su propia hija, la pequeña doña Catalina, cuya vida re-produciría en gran medida la de su madre y que moriría joven,con veintisiete años, casada desde los doce con su tío (Juan Ma-

21. M. DE ROA, Vida de doña Ana Ponce de León, Condesa de Feria. Y des-pués monja en el Monasterio de Santa Clara de Montilla (Córdoba1604), Madrid, José de Rojas, 1883, 157-158.

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tías, llamado Alfonso de Aguilar) en un matrimonio endogámi-co decidido en función de los intereses del linaje.

Doña Ana fue, pues, acompañada por Juan de Ávilasiend.,primero mujer casada, luego viuda y, por último, monja. El aten-día -como hemos indicado- a los miembros de la familia de lamarquesa y fue confesor de las principales mujeres de esta casa,pero ello no impide reconocer el carácter person~ y ~rofundo dela relación que se estableció entre ambos. Los histonadores Sue-len incluso justificar la estancia de él en Montilla por la atenciónespiritual a doña Ana en el convento. Él recibió las notas en lasque ella registraba su itinerario y las gracias divinas de que eraobjeto, y confirmó su experiencia afirmando sentirse consoladopor la misma. Ella, que se consideraba hija espiritual y discípu-la de Ávila, hizo de su celda un lugar de irradiación de las ense-ñanzas avilistas, leyendo o contando a las otras monjas los ser-mones del Maestro, y sostuvo también amistad y corresponden-cia con Fray Luis de Granada, incluso después de que este setrasladase a Lisboa. Muerto Juan de Ávila, sería su fiel seguidorJuan de Villarás el que le sucedería en la atención espiritual a sorAna de la Cruz.

6. Conclusión

Confiamos en que el somero recorrido de estas páginas nos hayapermitido percibir la diversidad y riqueza de las relaciones q~eJuan de Ávila mantuvo con las mujeres. Figura sacerdotal enu-nente, predicador irIfatigable, formador de presbíteros, educador ycatequista, impulsor de la reforma de la Iglesia, consejero y acom-pañante de la vida espiritual de gentes de toda c?ndición, s,um~n-do de relaciones dista mucho de quedar reducido a los ámbitosclericales. La presencia femenina es de tal abundancia y significa-ción a lo largo de su vida que, por sí misma, modifica el estereo-tipo eclesiástico que con frecuencia se le aplica. ..

Estas mujeres, además, ofrecen en muchos casos teSt1mO?I~Sde una vida espiritual propia, en la que se iniciaron como discí-pulas de Ávil a o en la que fueron acompañadas por é~.~on fre-cuencia sus opciones -voto de castidad, entrada en religión, fun-

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daciones religiosas, obras de caridad- supusieron un desafío alas políticas de linaje de sus casas nobiliarias o al carácter de-pendiente de la mujer en el manejo de sus bienes. Algunas par-ticiparon directamente en apostolados comprometidos, como eldel hospital de las Bubas. Otras le cuidaron con humildad y sen-cillez. Entre todas estas relaciones, destaca la figura de la mar-quesa de Priego, doña Catalina Femández de Córdoba, quien leintrodujo en el círculo nobiliario de su amplia familia, con unaespecífica red de relaciones en la que también las mujeres ocu-paban un lugar destacado.

* * *

BIBLIOGRAFÍA

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-6-Santa María Magdalena de Pazzi:

de la unión místicaa la renovación de la Iglesia

MARrA JESÚS FERNANDEZ CORDERO.

Universidad Pontificia Comillas. Madrid

1. Orígenes familiares y vocación religiosa

LA que sería santa María Magdalena de Pazzi nació en Floren-cia el 3 de abril de 1566 y fue bautizada al día siguiente, en elbaptisterio de San Juan Bautista, con el nombre de Caterina (Ca-talina), en honor a su abuela materna. Era hija de Camilo de Ge-ri de Pazzi y de María de Lorenzo Buondelmonti.

La historia de su familia, los Pazzi, estaba muy vinculada ala de la propia ciudad del Amo. Sobre los orígenes de su linajecirculaba una hermosa leyenda de un «hijo de Raniero» que par-ticipó en la primera cruzada y que trajo de Jerusalén el fuego sa-grado de la tumba de Cristo; semejante empresa supuso para élla transformación de caballero en peregrino, a través del esfuer-zo vigilante como portador de la luz de Cristo, de la providenciaamorosa de Dios en las penalidades del camino y de una entre-ga total en el servicio a la luz divina; la «locura» de esta empre-sa, una locura de amor, le valió recibir el apelativo «pazzo» (lo-co) al llegar de regreso a su ciudad para ofrecer la antorcha en-cendida a la Virgen de la catedral; ese apelativo se convertiría enel nombre de la familia Pazzi'.

1. La leyenda, en G. TUVERI, Pietre e Fuoco. Sui passi di santa MariaMagdalena de' Pazzi carmelitanajiorentina, Firenze 2007,9-14.