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Módulo de Integración. Las emociones y su expresión en los niños. Trabajo Terapéutico Macarena Chías Ojembarrena Material elaborado por el Instituto Galene para el uso exclusivo de los alumnos del Máster Prohibida su reproducción total o parcial 1 LAS EMOCIONES Y SU EXPRESION EN LOS NIÑOS 1. Introducción 2. Rasgos característicos de las emociones en los niños. 3. El terapeuta ante las emociones del niño 4. El Trabajo Terapéutico 5. El trabajo con emociones Alegría Tristeza Amor Miedo Poder Rabia

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Módulo de Integración. Las emociones y su expresión en los niños. Trabajo Terapéutico Macarena Chías Ojembarrena

Material elaborado por el Instituto Galene para el uso exclusivo de los alumnos del Máster

Prohibida su reproducción total o parcial

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LLAASS EEMMOOCCIIOONNEESS YY SSUU EEXXPPRREESSIIOONN EENN LLOOSS NNIIÑÑOOSS

1. Introducción 2. Rasgos característicos de las emociones en los niños. 3. El terapeuta ante las emociones del niño 4. El Trabajo Terapéutico 5. El trabajo con emociones

• Alegría

• Tristeza

• Amor

• Miedo

• Poder

• Rabia

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1. Introducción Cuando un niño nace, inicialmente siente que sigue unido completamente a la madre y sólo se relaciona con ella. Poco a poco según va empezando su desarrollo e inicia su proceso de separación, va entrando en relación con otras personas, objetos y lugares que le rodean. A partir de los dos años empieza a percibirse a si mismo, en ese momento vemos que cuando expresa sus emociones lo hace de una manera clara para él, directa, no verbal. El bebé ríe, llora, grita como respuesta emocional a lo que siente, o imitando a los adultos que tiene a su alrededor. Esta clara expresión de la emoción se va modificando de acuerdo a la relación que va estableciendo con las figuras parentales, y sobre todo con la madre. Tanto Bowlby, como Winnicot, Mahler o Stern, ya indicaban la importancia que puede derivarse de las interacciones parentales con los niños en su desarrollo temprano. Aunque los niños nos dicen lo que necesitan en cada etapa de su desarrollo, esta comunicación en muchas ocasiones no es muy clara, por lo que es importante escucharlos e intentar comprenderlos.

Como señala Goleman en su obra Inteligencia emocional “La familia es el crisol doméstico en el que aprendemos a sentirnos a nosotros mismos y en donde aprendemos la forma en que los demás reaccionan ante nuestros sentimientos; ahí es también donde aprendemos a pensar en nuestros sentimientos, en nuestras posibilidades de respuesta y en la forma de interpretar y expresar nuestras esperanzas y nuestros temores. Este aprendizaje emocional no sólo opera a través de lo que los padres dicen y hacen directamente a sus hijos, sino que también se manifiesta en los modelos que les ofrecen para manejar sus propios sentimientos y en todo lo que ocurre entre marido y mujer. En este sentido, hay padres que son auténticos maestros mientras que otros, por el contrario, son verdaderos desastres." La forma en que los padres expresan sus emociones, las comunican, son conscientes de ellas y las aceptan, será el modelo con el que los niños aprenderán a contactar con las suyas propias.

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Los padres necesitan ser conscientes de sus propias emociones para entender las emociones de sus niños. Esta expresión de las emociones en los niños es importantísima y necesaria para su desarrollo. Respetar las emociones de los niños es permitirles sentir y mostrarse en desacuerdo con los adultos, considerarles como personas y no como objetos, dándoles la posibilidad de responder de manera diferente, siendo conscientes de sus recursos y sus carencias.

Los niños aprenden a expresar sus emociones principalmente a partir del modelo que les dan sus padres, y en su proceso evolutivo van incorporando de manera espontánea, tanto los mensajes verbales como los no verbales.

El correcto desarrollo emocional de los niños incluye ser conscientes de los propios sentimientos, estar en contacto con ellos y ser capaz de proyectarlos en los demás, además de ser capaz de involucrarse con otras personas de forma adecuada y relacionándose positivamente. Ante una situación en su casa, como puede ser una pelea de sus padres, ellos

pueden sentirse culpables y frente a ese sentimiento expresar tristeza o rabia, al mismo tiempo que observan la reacción de los padres ante lo que están expresando. Si lo que les trasmiten es, que lo que han manifestado no está bien, empezarán a formar sus creencias de que eso no se debe hacer. Y como consecuencia de esas creencias, irán mostrando el aprendizaje en sus comportamientos, o creando incomunicaciones.

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2. Rasgos característicos de las emociones en los niños

1. Las Emociones son intensas: los niños pequeños pueden responder con la misma intensidad, tanto ante un evento trivial como ante una situación grave.

2. Las Emociones aparecen habitualmente: los

niños presentan emociones con mucha frecuencia. Según van creciendo, descubren que ante su expresión emocional pueden recibir respuestas de desaprobación o castigos, por parte de los adultos que les rodean.

3. El cambio de su emocionalidad es muy rápido, pueden pasar de las lágrimas a la

risa, de los celos al cariño (...) sin ninguna explicación. En un principio, la expresión emocional en todos los recién nacidos es similar, pero gradualmente se dejan sentir las influencias del aprendizaje y del ambiente en el que viven.

4. Las Emociones cambian de intensidad, las que son muy poderosas a ciertas edades, pasan a no tener importancia según los niños van creciendo; mientras que otras, que antes eran débiles, se hacen más fuertes.

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5. Si no han incorporado adecuadamente la expresión emocional en el proceso de desarrollo, o si han incorporado una prohibición: como en el

caso de que ninguno de los

adultos que le rodean muestre

sus emociones, los niños pueden no manifestar sus reacciones emocionales de forma directa.

En estos casos, cuando conecten con las emociones nos las pueden expresar indirectamente, por ejemplo: mediante expresiones de inquietud, fantasías, llanto, dificultades en el habla, etc. Cuando veamos que tienen un comportamiento que podríamos calificar como “extraño”, normalmente podemos adivinar que hay una causa detrás, y es importante explorarla.

En realidad, todos tenemos la necesidad de experimentar: amor, aceptación, autoridad, límites, orientación, protección de ambos padres, etc. Como terapeutas, parte de nuestro trabajo consistirá en reflejar los sentimientos, conflictos y deseos que el niño trata de expresar en sus juegos, describiendo tanto verbal como no verbalmente, lo que van haciendo. Así, perciben que les estás prestando toda tu atención.

3. El terapeuta ante las emociones del niño Es importante: “escucharles y darles una explicación a sus problemas, en un lenguaje que ellos comprendan”

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Las investigaciones del doctor John Gottman indican que ignorar las emociones puede tener consecuencias negativas a largo plazo para los niños (Gottman, Katz, & Hooven, 1997) Al comparar niños criados por padres que evaluaron y guiaron las emociones, con otros que las ignoraron o les dieron poca importancia, estos últimos tuvieron más problemas de comportamiento, más dificultad con sus amistades, rendimiento académico más bajo y mayores problemas de salud en general. Muchos niños, en su proceso evolutivo han sufrido la ausencia de palabras que nombren lo que les pasa a ellos, lo que les pasa a los padres o a las personas que les rodean, y esto hace que se sientan desorientados. Necesitan respuestas inmediatas y adecuadas. Se sienten fácilmente invadidos por sus afectos y necesitan adultos (figuras parentales) para que les ayuden y les enseñen a expresarlos. Para ellos "lo bueno" y "lo malo," son aquellas cosas que los padres y los maestros aprueban o desaprueban. Si el niño no puede expresar lo que siente, si nadie le escucha en sus lágrimas, sus rabietas o sus terrores, si nadie considera valiosos sus sentimientos, o no le confirma que lo que siente está bien y que tiene derecho a sentirlo, entonces puede llegar a borrar lo que experimenta en realidad, negar lo que siente o bien experimentar otra emoción falsa autorizada, en lugar de la verdadera.

Un niño necesita sentir que es valioso, que tiene su lugar, que es importante y que, tanto sus necesidades como su realidad, se tienen en cuenta.

Es esencial que aprendan a reconocer sus emociones como propias, sean éstas agradables o no, así comienzan a aceptarse y a confiar en sí mismos.

En ocasiones en las que en sus casas se niegan los sentimientos y no se habla sobre ellos, los niños pueden aprender a disimularlos, ya que se pueden sentir mal por tenerlos: pueden temer perder el amor de papá o mamá, si sienten “eso”. Aprenden a disimularlos y tienen miedo de que alguien descubra que tienen sentimientos. En otros ocasiones, ante el miedo a que alguien descubra el dolor que están experimentando, pueden reaccionar con rabia hacia otros niños.

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Cuando las emociones no se expresan inmediatamente, se graban en el cuerpo por medio de corazas o somatizaciones, por lo que es bueno que aprendan a expresarlas acompañados y respetados en sus sentimientos, sin que se sientan amenazados por ello. Es fundamental conocer cómo ha sido el proceso de apego en el niño. El vínculo del apego no se produce de golpe, ni en un solo día, sino que se elabora y fortalece a lo largo de mucho tiempo. El acto de coger el bebé al hombro, mecerlo, cantarle, alimentarlo, mirarlo detenidamente, besarlo y otras conductas nutritivas asociadas al cuidado de bebés y niños pequeños, son experiencias de vinculación, que llevan a la organización normal del sistema del apego. Si han existido problemas en la vinculación y el apego, pueden dar como resultado una base emocional frágil para futuras relaciones.

4. El trabajo terapéutico Una de las características de las psicoterapias humanistas es la actitud del terapeuta, que debe ser; empática, con coherencia, autenticidad, conciencia y responsabilidad. Esta es la base para que el encuentro interpersonal se convierta en una relación terapéutica humanista.

Instituto Galene C/ Alba, 17. 28043 Madrid (España). Tfno: +34 91 759 78 20. E-mail: [email protected] www.galene.es

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La presencia del terapeuta proporciona el espacio seguro, en el que el paciente puede poner palabras a lo que le sucede, mientras que el terapeuta capta cómo esto le afecta. La protección que ofrece la relación terapéutica desde esta perspectiva, es esencial para que el paciente se sienta seguro en su proceso. Presencia vincular es unir el vínculo terapéutico con la presencia, con el estar ahí: ser una figura para el paciente que le da seguridad. Para esa presencia vamos a tener en cuenta la empatía, la sintonía, el acompañamiento afectivo, el acogimiento, ser nosotros mismos en terapia. Una buena parte del trabajo de psicoterapia va a consistir en ayudarle a expresar emociones. En muchas ocasiones, este trabajo consistirá en que aprendan a poner nombre a lo que están sintiendo, y les permitamos expresar la emoción sin crítica. Para trabajar las emociones es muy importante haber creado un buen vínculo en el que se sientan seguros y protegidos, que vaya progresando más y más, y que permita que el niño incorpore una base segura dentro de sí. Hay que tener en cuenta que cada niño necesita un tiempo distinto para establecer el vínculo, y que su manera de sentir es única.

Como terapeutas, haber realizado un proceso personal en el que hayamos contactado con nuestras necesidades en la infancia, va a facilitarnos mucho poder acompañar a los niños, pues eso nos permitirá ponernos en sus zapatos, y ayudarles a canalizar y expresar lo que necesitan.

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Es importante que puedas ponerte en su lugar e intentar darte cuenta de lo que sentirías en su posición y en sus circunstancias, ser capaz de comunicarte hablando en términos que el niño comprenda, o jugando con él hasta lograr su confianza. El juego nos habla de la vida del niño. Mediante los juegos, el niño puede aprender a comunicar sus sentimientos, o reforzar comportamientos tales como: pedir ayuda, ser amables y desarrollar otros valores positivos. El terapeuta tiene que aprender a ser además un artista de las preguntas, sobre todo cuando siente que no está entendiendo lo que le cuentan o expresan. No es adecuado quedarse con dudas. Es fundamental que paciente y terapeuta hablen el mismo lenguaje y que el terapeuta rellene con sus preguntas las posibles lagunas, siempre teniendo en cuenta la situación de vulnerabilidad en la que se encuentra el niño. También es importante aprender a tomar nota con respeto y sensibilidad. Aprendiendo a preguntar: en nuestro trabajo como terapeutas las preguntas van a ser una de las herramientas básicas que vamos a utilizar para acompañar a los pacientes en su proceso.

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El Psicoterapeuta confía en si mismoEl Psicoterapeuta confía en su pacienteEl paciente confía en su terapeuta y

El paciente incrementa su autoconfianza.

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Lo primero que necesitamos es escuchar a nuestro paciente con todo interés, para después hacerle las preguntas adecuadas y facilitarle que encuentre soluciones, se permita conocerse mejor y vea otras opciones, para tomar las decisiones más apropiadas. En este proceso es importante tener en cuenta a la persona que tenemos delante, para que no se sienta ofendido ni

descalificado, sino todo lo contrario; es decir, que note con nuestras preguntas que es importante para nosotros y que tenemos interés en lo que nos está contando. Por lo tanto, a la hora de preguntar, es fundamental tener en cuenta lo siguiente:

1. Que las preguntas sean abiertas, para que ellos encuentren la respuesta más

adecuada. 2. Que no la vivan como una acusación, sino con respeto a su opinión. 3. Que le permita aclararse. 4. Que facilite su comunicación con otras personas, aclarando datos que pueden

ser confusos. 5. En ocasiones preguntaremos para que nos confirmen que estamos

entendiendo lo que nos están contando. 6. Preguntar cosas concretas, facilita la respuesta. 7. Darles tiempo para responder, escuchar y formular otra pregunta, teniendo en

cuenta su respuesta. El juego es esencial en el desarrollo y en la comunicación con los niños. Aunque para un gran número de personas pueda parecer sólo una agradable manera de perder el tiempo, para los niños y niñas representa una de las formas más elementales de construir referentes culturales. El juego se presenta justo en el periodo en que la velocidad de aprendizaje del niño sobre sí mismo, sobre las formas de comunicación y sobre el mundo que lo rodea, ocurre con gran rapidez. Por ello, en el juego están involucradas áreas del desarrollo físico, mental y social durante los primeros años de vida. En el proceso de psicoterapia infantil, el juego tiene una función de comunicación. A través de él podemos ayudar a los niños a expresarse y posteriormente a resolver sus trastornos emocionales, conflictos o traumas, así como promover el crecimiento y el desarrollo integral, tanto en lo cognitivo como en las interacciones con sus semejantes de manera apropiada.

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El Psicoterapeuta proporcionará la Presencia, la Potencia, la Protección y el Permiso respetando las emociones de los niños, para permitirles sentir y mostrarse en desacuerdo con los adultos, considerarles como personas y no como objetos, dándoles la posibilidad de responder de manera diferente, siendo conscientes de sus recursos y sus carencias. Ya en 1928, Ana Freud empezó a usar el juego como una forma para atraer a los niños a la terapia. Melanie Klein (1932) utiliza el juego como sustituto de la verbalización, ya que es la mejor forma de comunicarse del niño. En 1938, Solomon desarrolló una técnica llamada “Terapia de juego activa” para usarla con niños impulsivos (acting-out). Winnicott (1896-1971) habla de que el jugar es una secuencia que se da durante el proceso de desarrollo. Como resultado del origen del juego, de ese espacio mágico, surgen los fenómenos y los objetos transicionales. Erickson (1950) nos dice que “el

juego es una función del yo, un intento de sincronizar los procesos corporales y sociales

con el sí mismo” . A través del juego el niño va reproduciendo cosas que le importan en su vida, por lo tanto se trata de un espacio transicional, en el que puede ir elaborando los conflictos derivados de su convivencia familiar, escolar y social. Mediante el juego el niño accede a la reelaboración de experiencias inadecuadas dentro de su proceso de desarrollo emocional, a la vez que se le facilita elaborar de una forma más apropiada su relación con los adultos. Puede aprender a comunicar sus sentimientos, reforzar comportamientos importantes tales como pedir ayuda, ser amable y desarrollar otros valores positivos. Me gustaría destacar que el espacio de juego, es un lugar donde el niño puede mostrar, de muchas y diferentes maneras, la expresión de sus sentimientos reprimidos, incluyendo la agresividad; y no por eso se la fomenta, sino que le podemos ayudar a canalizarla mejor y que él aprenda a controlarla, de tal manera que la terapia de juego es un espacio en que además del autoconocimiento, se promueve el autocontrol, distinguiendo siempre lo externo de lo interno, la realidad de la fantasía. Por ejemplo podemos jugar al Squiggle (técnica de juego creada por Winnicot), proponiendo al niño un juego que no comporta ninguna regla y sólo requiere dos lápices, se trata de crear un objeto de intercambio que pertenece al niño y al terapeuta.

En el Instituto Galene, en Madrid, trabajamos las emociones tanto con adultos como con niños, en diferentes grados de profundidad. Les enseñamos a expresarlas de acuerdo con el momento, la situación y las personas presentes. Para trabajar bien estos aspectos, el terapeuta ha de sentirse cómodo y hacerlo de forma protectora, y el primer paso es irles enseñando

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progresivamente a poner nombre a las emociones básicas. Puede aprovecharse cualquier situación para hacer que los niños se den cuenta de las emociones. Por ejemplo: cuando se sientan contentos, tristes o enfadados, podemos decírselo explícitamente o animarles a que presten atención a los gestos de cada emoción, y a lo que les produce cada una de ellas. Un paso más adelante será hacer que se fijen en las emociones de otros, en cómo se sienten, para que puedan llegar a compartir emociones y tener presente su importancia dentro de las relaciones sociales: captando los signos de expresión de los demás, interpretándolos correctamente, asociándolos con pensamientos que faciliten una actuación adecuada y controlando emociones que conlleven consecuencias negativas. Los niños tienen muchas formas de manifestar su malestar emocional. Como Psicoterapeutas es importante que observemos su expresión facial, sus gestos, el tono de su voz y su postura, ya que pueden ser muchos los indicadores del malestar emocional. La mayoría de los niños necesitan que se les enseñe a hablar de sus sentimientos, ya que es un medio para que los demás puedan comprender sus deseos y sus necesidades. En muchas ocasiones, es suficiente señalar un nombre para que ellos reconozcan las conductas o sentimientos que están interfiriendo, y veremos muchas veces que esto ya implica cambios en los niños. Cada sesión es imprevisible. Una primera forma de que los niños reconozcan la expresiones de las emociones es mostrándoselas con un ejemplo. Utilizando una frase como puede ser: “Me he olvidado las llaves” diciéndola como si estuviésemos alegres, tristes, asustados... así verán los cambios en nuestra expresión, lo que les puede ayudar a darse cuenta de cómo las personas utilizan el tono de su voz para expresar diferentes sentimientos a los demás.

Una forma fácil y sencilla para que aprendan a diferenciarlas y nombrarlas es pintar con ellos caras de personas que expresen la alegría, la tristeza o el enfado, utilizando un espejo y haciendo que el niño participe y se fije bien en la diferente expresión entre una y otra emoción. Los dibujos se pueden exponer en un lugar visible y, cuando el niño manifieste una emoción, llevarle a ese lugar para que intente señalar la que le ocurre a él y se fije bien en ellas.

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Podemos realizar con ellos caretas utilizando cartulinas, que expresen emociones diferentes. Se puede jugar a que adivinen qué emoción representa cada una. También en terapia se pueden introducir en el juego, telas o disfraces. Algunos ejemplos de juegos con niños en terapia:

• Jugando puedo ser: o Un brujo o Una hada o Un monstruo o Un ángel

• Ensayar caminos y salidas

• Jugar con otros niños

• Puedo pensar...

• Puedo actuar...

• Puedo ser un artista.

Artículo 31 de la Convención de los Derechos de niños y niñas (adoptada por la

asamblea general de las Naciones Unidas, el 20 de noviembre de 1989): “Se reconoce el derecho del niño al descanso y al esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes. Se respetarán y promoverán el derecho del niño a participar plenamente en la vida cultural y artística y se propiciarán oportunidades apropiadas, en condiciones de igualdad, de participar en la actividad cultural, artística, recreativa y de esparcimiento”

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5. El Trabajo con emociones En el Instituto Galene trabajamos con todos nuestros pacientes, también con los niños, teniendo en cuenta el esquema de los 5 Niveles que ya conocéis, lo que nos permite intervenciones tanto a nivel conductual, cognitivo como emocional. A nivel emocional, con los niños trabajamos igualmente con las seis emociones básicas:

ALEGRIA TRISTEZA AMOR HORIZONTAL MIEDO LÓGICO

PODER RABIA

AALLEEGGRRIIAA

La alegría es una emoción que se produce cuando nos ocurren acontecimientos positivos, cuando logramos alguna meta que nos habíamos propuesto o tenemos sensación placentera. Se produce en situaciones que nos confirman nuestro valor como persona.

La alegría es la emoción que contribuye en gran medida al desarrollo de la personalidad del niño. La alegría que los niños sienten, permite que surjan en ellos una serie de actitudes que más adelante se convertirán en los elementos constitutivos de su carácter y personalidad.

La alegría es una emoción relacionada con la sensación de satisfacción en el aquí y ahora. La expresión de la alegría es la risa, que activa la producción de endorfinas, transmisores químicos que aportan al cerebro alivio y bienestar. Libera tensiones. Provoca una respuesta emocional única, orientada a la alegría y al bienestar. Aumenta la captación de oxígeno.

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Los niños necesitan sentirse alegres para sentirse libres de existir y crecer, para lograr esta expresión como terapeutas podemos utilizar diferentes juegos como: jugar al Squiggle – garabatos (técnica de juego creada por Winnicot). Los juegos con gritos de alegría y risas son herramientas fundamentales. Los niños disfrutan con chistes, canciones y adivinanzas sin sentido, guerras de cosquillas, leer juntos tebeos o cómics divertidos. Jugar a disfrazarse, a andar de puntillas, de talones, con el borde de los pies hacia fuera o hacia adentro, enseñar a hablar en jeringonza, o con la “T” son otras muchas opciones. La risa libera las tensiones del diafragma y es un excelente ejercicio de relajación. Además de reír, empuja a abrazarse que es una respuesta natural al sentirse alegre, y a compartir la alegría.

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TTRRIISSTTEEZZAA Cuando hablamos de la tristeza queremos tener en cuenta que, generalmente, esta emoción está asociada a una pérdida. Aunque también nos sentimos tristes cuando nos ha decepcionado algo, o cuando ha ocurrido alguna desgracia que nos afecta a nosotros o a otra persona.

Tanto los niños como los adultos, cuando estamos tristes parece que lo vemos todo negro, no hay nada que nos anime, y sentimos que no hay nada que nos pueda ayudar a salir de la situación en la que nos encontramos. Conectamos con dolor, pero aunque

tomemos una aspirina o algún analgésico, no dejamos de sentirlo.

Es posible que muchos niños lloren cuando están tristes, pero también es frecuente que otros, aunque tengan ganas de llorar, no se atrevan a hacerlo: no podemos olvidar que en nuestra cultura, como decía la canción de Miguel Bosé, "Los chicos no lloran, tienen que pelear". Entonces, para que sepamos que están tristes, tenemos que estar atentos a otras manifestaciones que nos están mostrando, por ejemplo, en ocasiones expresan su tristeza a través de cansancio, mal humor, pesadillas, pérdida del apetito o

su necesidad de estar permanentemente en contacto con un adulto, su pasividad ante los juegos o ante otros estímulos.

A los adultos, a veces, cuando estamos tristes sólo queremos que nos dejen solos durante un rato, y en otras ocasiones podemos preferir que otra persona nos consuele, o se limite a hacernos compañía mientras nos vamos reponiendo de la tristeza: a los niños les ocurre lo mismo. Además, tenemos que tener en cuenta que a esta sensación frecuentemente se une otra, que es la de que la tristeza va a durar para siempre (mucho más en los niños, ya que su concepto del tiempo es muy corto).

En realidad, la tristeza, como todas las emociones no dura mucho, pero mientras la sentimos es intensa.

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Entre las posibles cosas que pueden ocasionar tristeza en los niños, nos encontramos con: la pérdida de un ser querido, la pérdida de una mascota, la pérdida de un juguete, el nacimiento de un nuevo hermano, que su mamá lo deje en el colegio el primer día, que la cuidadora se marche o cambie, la pelea con sus hermanos o con sus amigos, que sus papás se vayan de casa, ver a sus padres pelearse, la separación de sus padres, la separación de sus amigos como consecuencia de un cambio de casa, colegio, el fin de una etapa como puede ser un campamento...

A los niños les resulta muy complicado expresar lo que sienten, bien porque no saben exteriorizarlo, o porque se sienten confusos y no saben qué es lo que están notando, o por ambas cosas a la vez. En esos momentos en que los niños están tristes necesitan ser reconfortados con abrazos, mimos, dejar que salgan sus lágrimas sin decirles que “ya está” “que no es para tanto”, que sientan que pueden comunicarse con nosotros y que validamos su sentimiento. Hablar sobre lo que les ha puesto tristes, puede ayudar a calmar este sentimiento.

Si no pueden expresar la emoción de una manera adecuada, es posible que enfermen para poder así llorar su tristeza, mediante una gripe con muchos mocos y ojos llorosos o una anemia. Por eso es muy importante que les permitamos y enseñemos a expresar sus emociones, sin que se asusten ni nos asustemos nosotros.

Cuando los niños están tristes, lo mismo que los adultos, tienden a replegar su cuerpo, a mostrar una mirada caída y sienten que no tienen fuerza para hacer nada. Que el niño pueda llorar y hablar de la pérdida es la manera de expresarla, aprender a decir adiós a esa mascota, familiar, amigo, profesor, etc. Que se sientan comprendidos, entendidos, acompañados y que, como terapeutas, legitimemos su emoción, les facilitará su expresión. Podemos ayudarles también haciéndoles preguntas como: ¿en qué parte de tu cuerpo notas la tristeza? ¿cómo la dibujarías? ¿conoces a otras personas que estén tristes? ¿cuándo ves a otras personas que están tristes, qué te pasa a ti?

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Para que empiecen a expresar la tristeza podemos sugerirles que la dibujen, o que escriban cuáles son las cosas que les ponen tristes, también puede hablar con los muñecos y comentar con ellos si están contentos o tristes. Otra herramienta es la caja de arena que consiste en una técnica no verbal y no intrusiva creada por Dora Kalff . Se trata de una caja con arena y cientos de elementos de nuestra realidad cotidiana (árboles, piedras, animales, seres humanos y no humanos, casas, objetos, elementos de la naturaleza, imágenes de distintas tradiciones religiosas, figuras míticas, etc.) en miniatura, que permiten al niño manifestar lo que le está ocurriendo. Se puede utilizar tanto con niños como con adultos. Cuando los niños juegan en la tierra, también ejercitan la creatividad: crean una realidad que se basa en sus experiencias y usan el lenguaje para hablar acerca de sus creaciones. Como psicoterapeutas al hablar con el niño(a) acerca del juego (de lo que está representando), le podemos ayudar a aprender nuevas palabras. Y, si le hacemos preguntas sobre lo que está sucediendo y por qué, y qué podrá ocurrir después, le estaremos dando todavía más práctica en conversación.1

1 El origen de está técnica Sandplay se remonta al World Technique, método desarrollado en Inglaterra

por Margaret Lowenfeld (1929), pionera en el trabajo psicoterapéutico infantil. En 1956, la suiza Dora Kalff, influenciada por Emma y C.G.Jung, fue a Londres a estudiar el método de Lowenfeld. Al volver a Zurich, amplificó la forma de usar el material pues había advertido que la técnica, además de permitir la expresión de los contenidos emocionales, activaba el proceso de individuación, conforme a lo propuesto por Jung. Así, el Sandplay es el término acuñado por Kalff para designar el método de trabajo con la caja de arena con base en los postulados junguianos, que enfatizan la cualidad espontánea y dinámica de la propia experiencia creativa. La esencia del Sandplay es ser no-verbal y simbólica, de posibilitar, además de la expresión, también la experimentación de la trama interna, como un microcosmos en donde el individuo puede entrar en contacto y entrenarse para el mundo concreto.

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AAMMOORR Cuando nos hemos sentido queridos simplemente por existir, sin necesidad de hacer nada… ¿qué es lo más agradable de esa sensación? ¿Con quién hemos compartido esa sensación? ¿Decimos o expresamos nuestro amor a las personas a las que queremos? ¿Nos gusta que los demás nos expresen o nos demuestren que nos quieren?

Para un buen desarrollo emocional es fundamental que los niños se sientan amados por las personas más importantes en su vida, sus padres o sus tutores. Esta sensación de amor y apoyo les va a dar la confianza y seguridad que necesitan para enfrentar al mundo. Es fundamental para su desarrollo que experimenten sentirse queridos simplemente por ser ellos mismos, sin necesidad de tener que demostrar nada. La necesidad de expresar amor es un componente importante de las relaciones. La importancia de la necesidad relacional de dar amor — sea de los niños a los padres, hermanos, o maestros, o de un cliente a un terapeuta — es a menudo pasada por alto en la práctica de la psicoterapia2.

Para expresar este amor como psicoterapeutas podemos utilizar por ejemplo el contacto físico que, no sólo es algo agradable sino que es necesario para nuestro bienestar físico y emocional: las caricias son una manera de trasmitir amor y se pueden emplear para aliviar el dolor, la tristeza, el miedo. Si en su casa este contacto físico se da en pocas ocasiones, habrá que ir muy poco a poco. Una buena forma de empezar, si trabajamos con un grupo de niños, puede ser jugando a

2 Necesidades Relacionales. Richard G Erskine, Ph.D.

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frotarse las espaldas entre ellos como hace el oso Baloo con los árboles, en la película del libro de la selva. Otra manera podría ser que Richi3 sea el primero en dar un abrazo, o al contrario. Los abrazos son agradables, pueden ir acompañados de expresiones como “guau que bueno”, y en muchas ocasiones hacen que los miedos se calmen. También utilizamos:

• Aprender a besarse como los esquimales frotándose la nariz.

• Juego de poner una mano sobre otra cada vez más deprisa.

• Juego del lazarillo.

• Jugar a dar masajes, cosquillas, a ir reconociendo cada parte de la cara (...)

MMIIEEDDOO ¿Dónde siento el miedo en mi cuerpo? ¿Es un miedo ante algo real, o está dentro de mi imaginación? ¿Qué necesito ahora que tengo miedo? ¿A quién se lo cuento? ¿Qué dice mi mamá o mi papá cuando les digo que tengo miedo? ¿Qué dicen las personas que me rodean cuando expreso que tengo miedo? ¿Lo entienden? ¿Se ríen? ¿He pedido ayuda alguna vez cuando he sentido miedo? ¿Cómo vivo yo a las personas que me demuestran que tienen miedo? ¿Me asustan? Estas son algunas de las preguntas que nos pueden ayudar a contactar con nosotros y con nuestros pacientes, en momentos de miedo. Al conectar con la emoción de Miedo generalmente tenemos una sensación desagradable en nuestro cuerpo, que puede haber sido provocada por la percepción de algo real o supuesto, presente, pasado o futuro, y nos hace conectar con la alerta y con una sensación de tensión nerviosa que nos estimula a buscar la mejor solución para nosotros, que puede ser: la huida, el enfrentamiento o la pasividad.

3 Un muñeco de peluche del tamaño de un niño de mas o menos 8 años, que tenemos en el Instituto

Galene para que jueguen los niños.

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Hasta aquí hemos hablado del miedo lógico, que es importante aprender a diferenciar del miedo irracional o existencial, ya que nos vamos a enfrentar de una manera distinta a las causas que los generan. Conectamos con el miedo irracional o existencial cuando, ante una situación aparentemente normal, en la que cualquier persona se mantendría tranquila y serena, quienes que han vivido alguna situación similar como estresante, pueden estallar en una crisis de miedo irracional difícil de explicar, si no se conoce su pasado traumático. Tanto los niños como los adultos, cuando en ocasiones tenemos miedo, sentimos que no hay nada que nos pueda ayudar en ese momento que parece interminable. En los niños, recibir de sus padres que es normal sentir miedo en esos momentos y que pueden hablar sobre ello, puede ayudarles a calmarse.

Los niños pueden tener distintas clases de temores según la edad, que normalmente se van resolviendo a medida que crecen.

Recordando algunos conceptos que ya hemos estudiado, si partimos de tener en cuenta el desarrollo del mundo emocional del bebé, cuando todavía no puede sentir y sólo puede notar o experienciar dos opciones: placer o displacer

¿Cuándo sentirá placer?

• Cuando su mamá, su papá o su sustituto le da de comer, le abraza, le lava....

Y ¿cuándo sentirá displacer?

• Cuando tiene hambre, cuando tiene frío, cuando está solo.... Es decir,

cuando le falten los cuidados que le proporcionan el amor de mamá o papá.

El placer le va a llegar a través del amor de mamá, y el displacer le llegará a través de la falta de ese amor parental, que el niño experimentará como miedo a perder algo tan necesario para seguir viviendo. El bebé, como todavía no tiene percepción del tiempo, cada instante que vive es eterno, por lo que cuando está recibiendo cuidados, está recibiendo amor, está siendo amado: está sintiendo AMOR (con mayúsculas). La existencia del bebé transcurre en un continuo de AMOR y así puede desarrollarse saludablemente. El continuo se interrumpe cuando se da alguna circunstancia de displacer, que podrá ser una experiencia momentánea de forma real, pero “eterna” para la vivencia del niño: esto lo vive como MIEDO (con mayúsculas) a perder el AMOR

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de mamá. El bebé entonces llora como estímulo de alerta para avisar a la madre. No pasa nada, en cuanto la necesidad del niño se ve satisfecha, éste vuelve a sentirse en el continuo de AMOR y se adapta enseguida al momento presente. Tan solo en los casos en los que la vivencia de MIEDO que se va acumulando sea demasiado profunda o repetitiva, se formará un conflicto que de momento no dará la cara, pero que en el futuro probablemente ocasionará una sintomatología.

A partir de los seis meses el niño comienza a manifestar miedos ante estímulos nuevos, a esta edad surgen muchos otros miedos: a las máscaras, a las alturas, a los perros, etc.

A los nueve meses parece ser que la separación de la madre durante mucho rato, o quedarse solo en un lugar desconocido, es el miedo principal. Es un miedo que suele darse hasta el final de los 2 años.

Alrededor de los 2-4 años, empezamos a enseñar a los niños a realizar el control de esfínteres, y entonces no es extraño que nos encontremos con el miedo a los inodoros. Empiezan a relacionarse con más personas, cosas y animales, y pueden aparecen temores ante los animales. Los perros suele ser el tema principal del miedo de los 3 años, también alrededor de esta edad podemos encontrarnos con miedos a la oscuridad.

Cuando alrededor de los 4 a 6 años, los dejamos en los jardines de infancia o colegios, pueden conectar con el miedo al abandono al sentirse separado de un medio familiar que le supone una protección total. De repente se encuentran con que tienen que convivir en un nuevo ambiente en el que se reparten el tiempo de atención, los materiales y juegos, los afectos... y lo muestran trasmitiéndonos que tienen miedo a la escuela: mediante llantos, pataletas y todo tipo de protestas.

En momentos en los que el niño siente miedo, por ejemplo cuando se despierta en mitad de la noche y no puede ver porque la habitación está oscura, y llora llamando a los padres para que vengan: si el padre le impone que debe dormir sin luz eléctrica porque no hay motivo para tener miedo, claramente le está prohibiendo expresar lo que siente. Lo que necesitan en realidad es que les trasmitamos: que comprendemos que se pueden sentir

asustados si se despiertan en la oscuridad y no ven nada, que nosotros estamos cerca para protegerlos, que hemos comprobado que no hay nada que les pueda asustar y

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que si lo necesitan, vamos a recorrer la casa con ellos para asegurarlo, que nosotros los adultos también tenemos miedo en ocasiones, dándoles ejemplos concretos de ello. Para ayudarle a expresar su miedo una buena herramienta es dibujarlo. Al dibujarlo lo está expresando, sacándolo de su cuerpo. Es muy importante que mientras lo dibuja, se sienta comprendido y no descalificado. Una vez que lo ha dibujado, el miedo ya no esta dentro de él, desarrolla lo que es la proyección del miedo en el dibujo, (el terapeuta potencia esta imagen: el miedo está ahora en el dibujo). Entonces le puede enseñar a recuperar su poder pisando el dibujo por ejemplo, también puede tacharlo, arrugarlo, romperlo en trocitos, tirarlo por el WC, etc.

Otra opción es tener una caja, o un lugar donde él pueda dejar su dibujo guardado y así sentirse seguro de que no le va a invadir. O tú, como terapeuta, puedes dibujar un gran círculo en una hoja de papel y pedirle que dibuje dentro de ese círculo algo que le haga sentir mejor, para que se lo lleve y lo cuelgue en su habitación. También podemos decirle al niño que se imagine la imagen que le da miedo, y que la vaya transformando poco a poco en un payaso con la nariz roja y grande, y pantalones de colorines, al que otro payaso está engañando. O que él se convierta en Tarzán, mientras que la imagen que le da miedo se transforma en una hormiga, a la que casualmente Tarzán aplasta al bajarse de un árbol. O podemos utilizar cuentos en los que el protagonista, alguien más o menos de su edad, se enfrenta al miedo y lo vence.

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Tanto los niños como los adolescentes, en su proceso evolutivo, experimentan el miedo ante la duda de si serán capaces de enfrentar situaciones, que claramente responden a esquemas impuestos socialmente.

Lo que necesitan en ese momento es que los adultos cercanos les trasmitan confianza en ellos mismos para pensar y decidir cómo quieren actuar en esas situaciones, dándoles al mismo tiempo permiso para ir incorporando su propio valor personal.

PPOODDEERR ¿Quién nos valora cuando logramos algo? ¿Nos felicitan cuando aprobamos un examen, o lo que escuchamos es que eso es tu obligación? ¿Cómo nos sentimos cuando logramos nuestros objetivos? ¿Con quién lo compartimos? ¿Lo celebramos?

Muchos de los problemas de autoestima que veo en consulta, han sido ocasionados por no haber recibido estímulos adecuados en la infancia para sentirse valorados, y así aprender a creer en ellos. Cuando hablamos de PODER como emoción, queremos expresar el sentirse capaces de lograr lo que quieren. Para conseguir que los niños

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muestren su PODER, podemos proponerles juegos de competición con el terapeuta, como por ejemplo echar una carrera de culos, o Juegos con materiales plásticos para la creación. Mediante el juego, el niño puede ir reproduciendo cosas que le importan en su vida, y así conectar con su poder, esto le ayuda en su proceso de crecimiento y en su desarrollo hacia donde quiere ir. Que incorporen el permiso para darse la oportunidad y el tiempo necesario para descubrir diferentes soluciones ante sus problemas. Les gusta recibir sugerencias y ser animados a realizarlas, van buscando la aprobación de los adultos y compañeros, ya que quieren ser aceptados por su grupo de amigos.

RRAABBIIAA ¿Qué nos ocurre cuando estamos enfadados? ¿Cómo manifestamos nuestro enfado?¿Qué nos dicen las personas que nos rodean cuando nos ven enfadados? ¿Qué nos gustaría pedir a las personas que nos quieren en esos momentos?¿Qué podemos hacer para sentirnos mejor? ¿En qué parte de nuestro cuerpo notamos el enfado? ¿Cómo vivimos a los demás cuando nos muestran su enfado? ¿Nos enfadamos siempre de la misma manera? ¿Cuándo estamos enfadados a quién se lo contamos? La rabia es una emoción de malestar, incomodidad y displacer que experimentamos todos los seres humanos cuando percibimos que las cosas en nuestra vida no marchan como desearíamos. Esta emoción resulta de una frustración y/o de un maltrato, que

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generalmente se traduce en un deseo de "pelear" con lo que el individuo considera es la causa de su malestar. La rabia es una reacción natural que todos experimentamos en muchas ocasiones, y

por supuesto, los niños también la sienten. En el caso de los niños, la rabia se produce generalmente como resultado de una frustración, es decir, frente a un hecho o situación que no salió como él quería. Esta rabia la suelen manifestar a través de juegos violentos, dando patadas a todo lo que se pone a su alcance, no comiendo, estando hiperactivos, con pataletas, peleas con sus hermanos o compañeros del cole, rompiendo o tirando cosas, despertándose por la noche con pesadillas, y de muchas otras maneras.

� Ayudarles a canalizarla de una manera adecuada de modo que no se hagan daño a ellos, ni a nada, ni a nadie es un importante trabajo que podemos poner en práctica como psicoterapeutas: darles el permiso para estar enfadados y mostrar su enfado con esas premisas, ofrecerles un modelo para expresar su rabia y que no por ello se sientan rechazados ni descalificados, acompañarles amorosamente, mostrarnos cercanos, transmitiéndoles que porque expresen su enfado, no les vamos a dejar de querer.

� Límites: que al mostrar su enfado es importante que no se hagan daño, ni hagan daño a los demás, ni a nada que no esté dispuesto para ese fin.

� Expresión emocional: que pueda mostrar su enfado de la manera más apropiada para él.

� Explicación adecuada: que entienda lo que ha ocurrido, qué le ha hecho enfadar tanto. En muchas ocasiones, antes de expresar el enfado, lo que siente es una gran confusión y no entiende qué le está pasando.

En nuestro espacio terapéutico, podemos facilitarles objetos que pueden ser golpeados y dañados.

Algunos ejemplos de trabajos con niños muy pequeños: 3 – 4 años Cocones: se le propone a los niños jugar con los cocones y se les explica que los cocones son unos fantasmas o monstruos que se hacen con papel (si es finito mejor), se pliega una hoja de papel por el centro y se arruga de forma que quede apoyada en la mesa pero que parezca un fantasma erguido, entonces se pone encima de una mesa de superficie pulida para que pueda resbalar, cada jugador tiene uno y lo puede personalizar como quiera, y se les explica que el juego consiste en soplar a su cocón para que se mueva y eche de la mesa a los otros cocones, pero no vale soplar directamente en los cocones de los otros. Si se les pide que, a la vez que soplan, hagan

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ruido con el soplido para que expresen su poder, les estamos enseñando una forma nada agresiva de expresar rabia contra nosotros, ya que nos está ganando en esa batalla a través de los cocones. En ocasiones cuando nos muestran su enfado, nos están comunicando que les duele no sentirse escuchados, por lo tanto el trasmitirles que “Comprendo que estés

enfadado y te sigo queriendo” puede ser un buen mensaje.

Podemos proponerles también hacer una lista en la pizarra con todas las palabras que utilizan cuando están enfadados o furiosos. O facilitarles la posibilidad de que tiren cojines hacia un dibujo que represente lo que les hace sentirse enfadados. En otros casos se puede jugar con ellos para enseñarles a expresar su rabia. Cuando son pequeños, les encantan los juegos de pegar y devorar. Por ejemplo, tú eres la ovejita y él el lobo, y te puede comer sin morderte de verdad, por ejemplo atándote un cojín a la espalda que sea lo que muerda. Otra forma es jugar a los monstruos con dos calcetines en los que se dibujan bocas, y usándolos como muñecos de guiñol que se comen unos a otros, aparentemente los dos se muerden mutuamente, pero el terapeuta dejará que sea el niño el que descargue. También son útiles las guerras de almohadas cuando son algo más mayores, o tirar piedras a un río. Lo que el niño necesita es descargar su rabia, y es un error tratar de negar que entre los padres y los hijos pueda haberla, ya que está poniendo en peligro el amor. Lo que hay que buscar son las maneras adecuadas de canalizarla. Los niños acumulan mucha rabia, porque en la educación se les están poniendo límites continuamente, y generalmente se les regaña si la expresan, y eso genera aún más. En muchas ocasiones, puede ser que el enfado esté escondiendo miedo, y poder expresarlo les ayuda a que el miedo disminuya. En el proceso de creación y manipulación de una imagen u objeto artístico, los niños expresan de forma literal y a la vez simbólica, sus temores y esperanzas: nos hablan de lo que les es importante, de lo que les preocupa y les ilusiona.

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Es muy sano jugar con ellos, entrar en su mundo de fantasía, con familias, muñecos, títeres..., de manera que puedan expresar sus enfados con el muñeco en el que están proyectando su “mal rollo”. La mayoría de los niños en edad escolar quieren ser como sus compañeros, y no sentirse diferentes. Es común que los niños se quejen de las acciones de algún otro niño. A modo de conclusión podemos decir que el juego es un elemento imprescindible en la psicoterapia con niños, para que su conducta se normalice, los vínculos se restablezcan, los niños aprendan a expresar sus emociones y éstas fluyan adecuadamente.

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Bibliografía:

• Emocionarte con los niños. Macarena Chías – José Zurita. Ediciones Descleé 2009

• El lenguaje secreto de los niños. Dr. Lawrence E. Shapiro. Ediciones Urano

• El mundo emocional del niño. Isabelle Fillozat. Ediciones Oniro

• Sentimientos para ayudar a los niños a comprender las emociones. Larry C Jensen /M.Gawain Wells. Ediciones SM

• Te lo digo porque (te) quiero. José Zurita. Planeta Mexicana

• Me gusta crecer a tu lado. José Zurita. Planeta Mexicana

• Ventanas a nuestros niños. Violet Oaklander. Ediciones Cuatrovientos.

• Manual de terapia infantil Gestáltica. Loretta Cornejo. Desclee Ediciones.

• La Maternidad y el encuentro con la propia sombra. Laura Gutman. Ediciones del nuevo extremo

• Abrazame. Kathleen Keating. Javier Vergara Editor

• Necesidades Relacionales. Richard G. Erskine, Ph.D. http://www.integrativetherapy.com/es/articles.php?id=21

• Los cinco niveles de intervención en la Psicoterapia Humanista Integrativa. José Zurita. http://depsicoterapias.com/site/articulo.asp?IdSeccion=16&IdArticulo=214