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  • Las cofradas de Mora entre los siglos XVI y XIX

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    LAS COFRADAS DE MORA ENTRE LOS SIGLOS XVI Y XIX

    Por HILARIO RODRGUEZ DE GRACIA

    Cofradas y hermandades

    Sobre las cofradas se ha publicado un sinfn de artculos y libros en los ltimos veinte

    aos. Ese inters viene propiciado no solo por la prolongada tradicin de estas institu-

    ciones en la vida de la Iglesia, sino tambin por su transcendencia en el plano asisten-

    cial y religioso, lo que se ha denominado mutualismo social, hasta tal punto que se han

    convertido en centros de inters de numerosas investigaciones de vertiente antro-

    polgica, histrica, religiosa o sociolgica. Historiadores y antroplogos nos fijamos en

    ellas porque permiten conocer la aparicin como fenmeno social y cultural, observar

    cules fueron los fines que se propusieron sus fundadores, los procesos de cambio que

    experimentaron en el transcurrir del tiempo1 Su atractivo alcanz tal grado que ya

    disponemos de un amplio conocimiento de su naturaleza y de sus fines desde un mo-

    mento tan temprano como es la poca medieval. Para los historiadores, ese inters ha

    estado ms localizado en las cofradas penitenciales y las dedicadas a dar culto a la

    1 Desde la dcada de los aos setenta hay interesantes estudios realizados por especialistas en religin

    popular, entre los que cabe destacar la investigacin efectuada por William A. Christian, Religiosidad local en la Espaa de Felipe II, Madrid, 1991. El estudio de Michel Vovelle, La religin popular, en Ideologas y mentalidades, Barcelona, Ariel, 1985, pp. 125-131, tiene como base un anlisis cuantitativo de la espiritualidad. Otras aportaciones son la de Augustin Redondo, La religion populaire espagnole au XVIe sicle: un terrain daffrontement?, en las actas del coloquio Culturas populares. Diferencias, diver-gencias, conflictos. Madrid, 1986, pp. 329-369; o la sntesis de Ricardo Garca Crcel, La religiositat popular i la histria, LAven, nm. 137 (1990), pp. 20-27. En la lnea de nuevas sugerencias se hallan las comunicaciones presentadas al simposio Religiosidad popular en Espaa, celebrado en octubre de 1997, y al coordinado por Jos C. Vizuete y Palma Martnez-Burgos, Religiosidad popular y modelos de identidad en Espaa y Amrica. Cuenca, 2000. No puede quedar en el olvido el novedoso artculo, en torno a la temtica y su bibliografa, elaborado por Jess Mara Usunriz Garayoa, Los estudios sobre religiosidad popular en la Espaa Moderna en los ltimos veinticinco aos, en Zainak, nm. 18 (1999), pp. 17-43. Argumenta que el campo de estudio de la religin popular es el conjunto de creencias y rituales fruto de la actividad simblica de un grupo humano y que el propio grupo ha caracterizado co-mo sagrados o religiosos, le pertenece el hecho de profundizar en las ideas de una comunidad (p. 20), sobre los seres sobrenaturales y su influencia en la vida, esto es, las creencias, as como las prcticas mediante las cuales el individuo o la colectividad se pone en relacin con estos seres (ritos), abarcando aspectos heterogneos, bien sean lugares sagrados, calendario religioso, smbolos protectores, devocio-nes populares, religin domstica

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    Cruz, impulsadas por frailes franciscanos y dominicos, a cuya tarea se sumaban agusti-

    nos y mnimos en el siglo XVI. Si los dominicos, con el establecimiento de cofradas del

    Rosario, impulsaron una devocin que colisionaba contra otras opciones dentro del

    cristianismo, como fue la devocin a Mara, los franciscanos entre tanto optaban por

    impulsar congregaciones ms imbricadas en las creencias populares en torno a la

    muerte y la salvacin, las de nimas del Purgatorio, adems de difundir aquellas que

    tenan relacin con las manifestaciones rememorativas de la Pasin. En ese sentido, las

    cofradas penitenciales se apropiaban de la veneracin de la pasin y muerte de Jess

    mediante la exhibicin del tormento al que fue sometido. Lo hicieron en las procesio-

    nes efectuadas en dos das concretos, Jueves y Viernes Santo. Una parte de los miem-

    bros de ellas llegaban a azotarse en pblico mientras otros nicamente acompaaban

    alumbrando con velas y hachas o caminando descalzos. A esa vertiente religiosa unie-

    ron un componente social inequvoco patentizado en una participacin intensa en el

    proceso de sociabilidad que canalizaron esas instituciones, manifiesto en diversas ac-

    ciones de ayuda mutua o en la percepcin comunitaria de otros muchos aspectos de la

    vida. En esa dimensin colectiva, qu duda cabe, quedaban integrados numerosos

    acontecimientos cuya trayectoria iba desde el nacimiento y hasta la muerte.2

    Las cofradas medievales gozaron de una fuerte vinculacin religiosa, a tenor de lo

    que se sabe por los estudios contemporneos,3 ya que uno de sus primeros objetivos

    ser conseguir la salvacin del alma mediante un mutualismo de confraternidad, para

    lo cual los cofrades vivos se comprometan a realizar sufragios y obras de caridad por

    los difuntos. Otra de sus aspiraciones, en este caso ms personal, consisti en obtener

    la garanta de asegurarse unas exequias y sufragios por pertenecer a una de esas cor-

    poraciones. Cualquier cofrade tena en vida la certeza de que dispondra de un entierro

    de mucha mayor categora que el que habra podido pagar. Ms en concreto, saba

    anticipadamente cul iba a ser la composicin del cortejo que ira con su cadver hasta

    la sepultura, visin que tena presente por haber acudido como participante a otros

    2 La comadrona que auxiliaba a parir en el caso de que existiera esa figura en la localidad, lo que no

    era habitual contaba con la ayuda de las vecinas, mientras que los parientes y amigos estaban presen-te en el amargo trnsito de la vida a la muerte. Con el paso del tiempo han ganado la baza a ese mutua-lismo social el individualismo y la indiferencia.

    3 El trabajo colectivo Cofradas, gremios, solidaridades en la Europa Medieval, XIX Semana de Estu-

    dios Medievales. 1992. Pamplona, 1993, aborda varios aspectos sobre las corporaciones de oficio y su vertiente asistencial. No menos ilustrativo es el artculo de Jos Mara Monsalvo Antn, Solidaridades de oficio y estructuras de poder en las ciudades castellanas de la Meseta durante los siglos XIII al XV. Aproximacin al estudio del papel poltico del corporativismo artesanal, en El trabajo en la Historia. VII Jornadas de Estudios Histricos. Salamanca, 1996, pp. 39-90. Ms aportaciones en Ernesto Garca Fernndez, Las cofradas de oficios en el Pas Vasco durante la Edad Media (1350-1550), en Studia Historica. Historia Medieval, nm. 15 (1997), pp. 11-40.

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    squitos funerarios antes de que a l le llegase la hora final.4 Los historiadores coinci-

    den en que las acciones mutuales llegaron probablemente con posterioridad. En ese

    sentido, las cofradas mantuvieron una especie de seguro protector a cambio del pago

    de una cuota; incluso esa porcin de dinero fue utilizada como una ayuda del grupo

    para paliar cualquier tropiezo que tuviera un hermano en los negocios o en la salud.5

    El deber de auxilio, la asistencia solidaria, qued reflejado en la regla de bastantes co-

    fradas antiguas. Por ejemplo, la toledana de los plateros de San Eloy, cuyas constitu-

    ciones sern aprobadas en 1423,6 contuvo una disposicin en la que los cofrades esta-

    ban obligados a asistir al entierro de uno de ellos o al de su mujer. Ese es un signo que

    evidencia una de las caras de la sociabilidad mutua que estableca la regla. El protocolo

    indicaba como deban portar las candelas encendidas hasta el templo, o acompaar al

    cadver y conducirlo en unas andas, a hombros de cuatro cofrades que para el efecto

    tuvo la corporacin. El da del sepelio los miembros de la cofrada estaran presentes

    en la misa de rquiem para que la familia no se sintiera sola. Tambin pagaban nuevas

    candelas, adems de los sacrificios litrgicos enunciados, que deba llevar encendidas

    un nmero concreto de hermanos si el entierro era de categora de cabeza mayor; es

    decir, cuando el muerto era el asociado, pues si falleca la mujer o algn hijo, la asis-

    tencia era menos masiva por tener la consideracin de cabeza menor. No terminaban

    aqu los apoyos de adhesin. Los cofrades, una vez sepultado el cuerpo, regresaban a

    la casa del difunto para rezar unas oraciones por la salvacin de su alma en compaa

    de la familia.7 Para quienes no concurriesen aqu, o a la misa, o lo hiciesen despus de

    4 Las cofradas se convirtieron muy pronto, por las prcticas enumeradas, en instituciones de la

    muerte, a decir de Philippe Aries, El hombre ante la muerte, Madrid, 1983, p. 158, citado por Fernando Martnez Gil, Actitudes ante la muerte en la Espaa de los Austrias. Madrid, 1993, p. 424.

    5 Jos Damin Gonzlez Arce, Las corporaciones laborales como rganos de previsin social. Castilla,

    siglos XII-XV, en IX Congreso de Historia Econmica. Murcia, 2008. Algunas cofradas perseguan objeti-vos de otra ndole, unos inofensivos, pero otros de notable amenaza para el poder establecido, circuns-tancia que llev a reyes, obispos y concejos a prohibirlas, sobre todo las que tuvieron una finalidad dife-rente a la religioso-asistencial. Jos Damin Gonzlez Arce, Las cofradas medievales espaolas, redes mutualistas o polticas?, X Simposio de Historia Econmica. Anlisis de redes en la historia econmica, redes de bienestar. Barce