las claves de la revolución keynesiana y su vigencia actual. · las claves de la revolución ......

26
Estudios de Economía Aplicada ISSN: 1133-3197 [email protected] Asociación Internacional de Economía Aplicada España García Lizana, A.; Chamizo Domínguez, P.J. Las claves de la revolución keynesiana y su vigencia actual. Una aproximación desde el análisis lingüístico Estudios de Economía Aplicada, vol. 20, núm. 1, abril, 2002, pp. 111-135 Asociación Internacional de Economía Aplicada Valladolid, España Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=30120108 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

Upload: vudiep

Post on 11-Jul-2018

215 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Estudios de Economía Aplicada

ISSN: 1133-3197

[email protected]

Asociación Internacional de Economía

Aplicada

España

García Lizana, A.; Chamizo Domínguez, P.J.

Las claves de la revolución keynesiana y su vigencia actual. Una aproximación desde el análisis

lingüístico

Estudios de Economía Aplicada, vol. 20, núm. 1, abril, 2002, pp. 111-135

Asociación Internacional de Economía Aplicada

Valladolid, España

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=30120108

Cómo citar el artículo

Número completo

Más información del artículo

Página de la revista en redalyc.org

Sistema de Información Científica

Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal

Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

E S T U D I O S D E E C O N O M Í A A P L I C A D A VOL . 20 - I, 2 0 0 2. P Á G S . 111-135

Las claves de la revolución keynesiana y su vigencia actual.Una aproximación desde el análisis lingüístico

*GARCÍA LIZANA, A. y CHAMIZO DOMÍNGUEZ, P.J.Facultad de Económicas. Departamento de Economía Aplicada. Universidad de Málaga.*Telf.: 982 13 12 82 - Fax: 952 13 12 83; e-mail: [email protected]

RESUMEN

El contenido teórico de una obra puede estar condicionado por el genus dicendi que su autor usa paracomunicar sus ideas. Y, puesto que el ensayo es el género literario típico que usan los científicos para criticarantiguos paradigmas y proponer otros nuevos, aplicamos estas consideraciones a un análisis lingüístico de laTeoría General, de J. M. Keynes. Partiendo de la consideración de los genera dicendi en el proceso de produc-ción científica, y de las reglas de funcionamiento que los rigen, realizamos particularmente un estudio del“Prefacio” de La Teoría General, de J. M. Keynes, buscando las claves fundamentales de su pensamiento, yaquilatando de acuerdo con las mismas el contenido específico de éste. Se realizan, igualmente, algunas consi-deraciones sobre el grado en que las claves citadas han sido tenidas en cuenta por sus seguidores y sobre lasconsecuencias que de ello se han podido seguir.

Palabras clave: pensamiento económico.

ABSTRACT

The theoretical content of a work can be influenced by the genus dicendi that its author uses in order tocommunicate his/her ideas. Since the essay is the typical literary genre that scientists use in order to criticiseancient paradigms and to suggest new ones, we apply theses considerations to a linguistic analysis of J. M.Keynes’ The General Theory. We particularly study the genera dicendi used in the “Preface” of J. M. Keynes’The General Theory. This will allow us to find the key to Keynes’ thought and to analyse the contents of hiswork with this key in mind. We shall also discuss whether those authors who followed in Keynes’ footstepsstayed faithful or not to this core of Keynes’ thought and how this influenced economic thinking after Keynes.

Key words: economic thought, methodology.

Clasificación UNESCO: 530803.

Artículo recibido el 10 de abril de 2000. Aceptado el 6 de junio de 2001.

1. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA.

A lo largo de la historia, han sido muy variadas las interpretaciones que se han hecho dela realidad económica. Platón, Ibn Jaldún, Marx o Keynes han expresado de manera distin-

112 A. García Lizana y P.J. Chamizo Domínguez

Estudios de Economía Aplicada, 2002: 111-135 • Vol. 20-I

ta los esfuerzos del ser humano por atender a sus necesidades, mediante el empleo de loslimitados recursos puestos a su disposición. La particular percepción de cada sujeto, elentorno cultural general, las experiencias vividas, los específicos acontecimientos históri-cos, la educación, la adscripción a una escuela, los métodos de observación y medición, laposición de clase, etc., constituyen otros tantos elementos que condicionan la representa-ción que se hace del mundo real. Como ha apuntado Warren J. Samuels (1990, p. 6), larelación existente entre la teoría y la realidad está “mediatizada por la cultura, el paradigmay la experiencia, que gobiernan la percepción y que son, ellos mismos, productos no gene-rados independientemente”. Tales interpretaciones suelen configurarse, precisamente, comosistemas o modelos interpretativos (y en este sentido paradigmáticos), que condicionan lamanera de leer los hechos por parte de cada sujeto. Pero su trascendencia no descansa sóloen la representación que nos hacemos del mundo exterior. Además, partiendo de tal repre-sentación, organizamos nuestra posición en el mundo y orientamos nuestra capacidad pararemodelarlo. La existencia de la política económica, como “combinación de la Teoría eco-nómica con el arte de gobernar”, según la definición de Keynes [1933] (1973, p. 89), es lamejor prueba de ello. La propia figura de Keynes es un ejemplo claro de lo que decimos. Supapel ha sido fundamental en la historia del pensamiento económico. Y su impacto en ladefinición de la política y economía del siglo XX es algo que va más allá de las especula-ciones de los especialistas.

Así, pues, no es exagerado afirmar que la revolución keynesiana constituye un hitoinexcusable para entender tanto la evolución de la Ciencia Económica como la historiaeconómica, política y social, de la segunda mitad del siglo. Sin embargo, desde la crisis delpetróleo, muchos han intentado poner punto final al pensamiento keynesiano, insistiendoen su falta de capacidad para explicar los acontecimientos económicos y, sobre todo, paraadoptar soluciones sólidas y eficaces que permitan encauzar de manera adecuada el funcio-namiento de la economía. Privatizaciones, políticas de oferta y otras propuestas actualessemejantes no parecen ser, precisamente, recetas coherentes con las aportaciones y conclu-siones del economista inglés. Mas, a pesar de todo, su presencia intelectual se resiste adesaparecer, y el marchamo “keynesiano” o, si se quiere, “neo-keynesiano”, es una marcaque aún vende entre una parte significativa de la profesión. Tal vez al precio de pagaralgunas “adaptaciones” que marcan ciertas distancias con el pensamiento original del au-tor, sin que podamos saber si éste le daría o no sus bendiciones. Quizás, como se ha hechoen el caso de Marx, convendría diferenciar entre el propio pensamiento del autor(“marxiano”) y el de sus seguidores (“marxista”). “Keynesiano” sería así el pensamientoatribuible de manera inmediata a John Maynard Keynes, mientras que habría que utilizar eladjetivo “keynesianista” para aludir a sus seguidores. Una cosa sería, pues, Keynes y elpensamiento keynesiano, y otra el keynesianismo (por no hablar de neo-keynesianismo,

113LAS CLAVES DE LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA Y SU VIGENCIA

Estudios de Economía Aplicada, 2002: 111-135 • Vol. 20-I

post-keynesianismo, etc.)1. Como el ya citado Samuels (p. 9) ha escrito, “el significado deun texto es un producto conjunto del autor y del lector”. Obviamente, el texto por sí mismotiene el significado que el autor quiso darle, aunque el lector accede a la lectura con unaporte personal, que condiciona las conclusiones que extrae (ver Nerlich y ChamizoDomínguez, 1999). Tal aporte personal, como más arriba se ha apuntado, no es indepen-diente, a su vez, del contexto donde se realiza la lectura.

Sea como sea, se ha convertido en un lugar común asociar el pensamiento keynesianocon tres referencias básicas: a) la fundamentación teórica de la denominada “economíamixta”, definida por la coexistencia del mercado con la intervención pública; b) la explica-ción del comportamiento económico en función del que adopta la demanda, sea de maneraespontánea o condicionado por la referida intervención pública; c) el descubrimiento de laMacroeconomía, o cuerpo teórico capaz de ofrecer una explicación coherente y global delfuncionamiento del sistema económico nacional, sobre la que apoyar la citada intervenciónpública (ver García Lizana y Pérez Moreno, 1999).

A partir de aquí, el keynesianismo ha ido ensanchando el campo de la Macroeconomía,aceptando acríticamente las dos primeras referencias citadas, convertidas en premisas in-contestables, si es que no en principios de demostración: el Estado (el sector público) debeintervenir; la demanda determina el sentido y magnitud de los cambios económicos. Portanto, la Macroeconomía se ocupa de estudiar los cambios experimentados por la demanday la manera en que los mismos afectan al conjunto de la economía, ofreciendo al sectorpúblico una guía fiable para que intervenga regulando el comportamiento de aquella (lademanda), mediante las políticas diseñadas para tal fin, sobre todo la fiscal y la monetaria,enseñadas en los manuales, precisamente, como “políticas de demanda”. Si con tal panora-ma como trasfondo, asistimos, como ocurrió a partir de los últimos sesenta, a un deterioropaulatino de la situación difícilmente explicable en términos de demanda, el modelo ex-puesto resulta bastante limitado para conocer el funcionamiento de la realidad y para ofre-cer soluciones válidas a los problemas emergentes. Por tanto, queda el camino abierto paranegar simultáneamente las tres referencias fundamentales enunciadas: la capacidad de lademanda para mover a la economía, el papel dinamizador del Estado, la función iluminadorade la Macroeconomía. Si los cambios en la demanda no nos permiten entender lo que estáocurriendo, desaparecen lo mismo la capacidad explicativa de la Macroeconomía que lacapacidad operativa del Estado.

Ahora bien, si adoptamos una posición crítica rigurosa, en el terreno de la lógica máselemental, deberíamos asumir que el hecho de encontrar dificultades en uno de los tres

1. Tal matización no es nueva. Recuérdese la distinción realizada por Leijonhufvud (1966) entre “Keynesian

Economics” y “Economics of Keynes”. La terminología propuesta en el texto parece, no obstante, más

coherente desde el punto de vista lingüístico.

114 A. García Lizana y P.J. Chamizo Domínguez

Estudios de Economía Aplicada, 2002: 111-135 • Vol. 20-I

aspectos enunciados, no justifica extender la contestación a todo el conjunto. Más aún. Enrealidad, ni siquiera es preciso rechazar de plano el elemento puesto en cuestión; basta conmatizar o plantear de otro modo el tratamiento dado al mismo. Mas la fuerza de los aconte-cimientos, y la dinámica seguida por el discurso intelectual (fuertemente entrelazados,como es obvio, con la práctica política), llevaron no sólo a rechazar simultáneamente lostres aspectos, sino que la contestación ha llegado a alcanzar al conjunto del pensamientokeynesiano en cuanto tal. Y al propio Keynes, por tanto.

¿Pero cuál hubiera sido, no obstante, la actitud de Keynes al respecto? ¿Hubiera mante-nido sus planteamientos a pesar de todo? ¿Hubiera sugerido otras soluciones radicalmenteopuestas, como parecen imponerse hoy en el análisis teórico y en la práctica política? ¿Ohubiera extraído de su propio pensamiento las respuestas adecuadas para una situacióndiferente?

Evidentemente, no se trata de hacer una especie de ficción histórica, y suponer lo quehubiera hecho el personaje, a partir de lo que sabemos de él y de su obra. La cuestión querealmente interesaría dilucidar es si, efectivamente, hay alguna distancia entre Keynes y elkeynesianismo. Pues bien pudiera ocurrir que lo rechazado fuera lo segundo y no lo prime-ro. Mas aún. Incluso esta perspectiva podría ser irrelevante. Admitido que Keynes protago-nizó, sin duda, el despertar de una auténtica revolución científica en el seno del pensamien-to económico, y que tal revolución (o al menos sus efectos más directos) parece haberseagotado, la pregunta que nos planteamos es la de conocer cuáles fueron las claves funda-mentales que alumbraron tal revolución en su momento, hasta qué punto las mismas hansobrevivido, si realmente han sido inutilizadas por los acontecimientos del último cuartode siglo, y, sobre todo, si pueden seguir siendo válidas (o volver a serlo), y en qué medida,en los momentos actuales.

Para llevar a cabo tal tarea podría pensarse en realizar un análisis exhaustivo de toda suobra; al menos de la Teoría General y de los trabajos conexos. Pero lo cierto es que sonmuchos los análisis efectuados hasta el momento, por lo que no parece demasiado intere-sante realizar uno nuevo. De todos modos no es eso lo que aquí pretendemos, sino intentar,a modo de ensayo, avanzar en el conocimiento de Keynes bajo una perspectiva nueva. Eneste artículo pretendemos, en concreto, adoptar un enfoque lingüístico. El análisis del len-guaje y de la manera en que éste se presenta al lector puede constituir un foco riquísimo deconocimientos que nos ayuden a entender las claves aludidas, y que tal vez no hayan podi-do ser desentrañadas por la búsqueda exclusiva e inmediata de los contenidos económicosprecisos del mensaje que pretendió transmitir nuestro autor. La cuestión está, desde luego,en determinar si las tres referencias citadas constituyen efectivamente la clave de la revolu-ción keynesiana, y son la “herencia” fundamental, el contenido más relevante del mensajekeynesiano. O si son, simplemente, hallazgos encontrados a partir de la adecuada utiliza-ción de las claves. Pero hallazgos, en definitiva, que no excluyen otras posibilidades. No se

115LAS CLAVES DE LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA Y SU VIGENCIA

Estudios de Economía Aplicada, 2002: 111-135 • Vol. 20-I

olvide que el propio Maynard entendió que la misma “teoría clásica” era un caso particularde la “teoría general” que él pretendía introducir.

2. EL PAPEL DE LOS GENERA DICENDI EN EL PROCESO DE PRODUCCIÓNCIENTÍFICA

Si hablamos del pensamiento keynesiano en términos de “revolución científica”, pareceobligado hacer referencia a Kuhn. Al fin y al cabo fue Kuhn quien introdujo tal idea en elámbito de la moderna Filosofía de la Ciencia. Como es conocido, Th. S. Kuhn diferenciados estados básicos en los que se puede encontrar una disciplina: como “ciencia normal” oen “situación de cambio revolucionario”. En la medida en que J. M. Keynes introduce unnuevo planteamiento en la Ciencia Económica y rompe con el modelo de pensamientoeconómico imperante en su época, y en la medida en que está induciendo a que otrosautores le sigan en esta aventura, es evidente que está dando lugar al inicio de uno de esosperiodos en los que se produce una revolución científica. Resulta interesante, a este respec-to, observar como los genera dicendi, esto es, los “modos de decir” o “géneros literarios”(como frecuentemente se ha utilizado en nuestra lengua, de manera quizás no muy precisa),correspondientes a una y otra situación de la ciencia son diferentes.

Podría pensarse que el tema es baladí; pero no es así, como intentaremos hacer ver.Cada género o modo de decir supone no sólo un aparato formal diferente (la manera depresentar las ideas, el tratamiento del discurso científico, el tipo de términos que se selec-cionan y el uso que se hace de los mismos, los tropos literarios que se utilizan, el formatode la producción literaria que actúa como soporte del mensaje, etc.), sino que tambiénposee una intencionalidad distinta y, por tanto, permite sugerir significados diversos. Cadagénero, por decirlo así, se inserta en un contexto particular, donde los sobreentendidos sondiferentes. No significa lo mismo una omisión bajo una perspectiva de género que bajootra. No se pueden valorar de la misma manera las afirmaciones realizadas en un contextoque en otro. No es indiferente que nos encontremos ante un ensayo, un manual, un artículode alta divulgación, una nota científica o un informe técnico, pongamos por caso. Interesa,en cada supuesto, decir unas cosas u otras, y decirlas de una manera o de otra distinta. Eldiscurso económico, en definitiva, puede construirse de muchas formas, sin que el conti-nente sea algo meramente accesorio desde el punto de vista de la transmisión del pensa-miento científico. Adviértase que cada género discursivo funciona de acuerdo con lo quepodríamos denominar unas reglas de juego propias. Estas reglas no están explícitas las másde las veces, aunque afectan al significado de los términos y proposiciones empleados, y,por tanto, a la comprensión de los conceptos, asertos y al propio proceso de razonamiento.

116 A. García Lizana y P.J. Chamizo Domínguez

Estudios de Economía Aplicada, 2002: 111-135 • Vol. 20-I

Desde luego, es claro que podemos transmitir el saber científico bajo una amplia varie-dad de fórmulas de expresión, que funcionan de acuerdo con esquemas diferentes. El cien-tífico puede elegir, y de hecho lo hace, una u otra de dichas formas. Y ello podrá hacerlosegún sus gustos personales o sus habilidades literarias. Pero tal elección, en el ámbitocientífico, está mucho más condicionada por las características de cada cuerpo de conoci-miento, que le llevará a escoger entre los distintos medios dependiendo de las circunstan-cias que rodean su proceso de producción científica y de la intencionalidad que persiga. Esdecir, no lo hará de una manera arbitraria. Se encontrará, de algún modo, condicionado porlos usos de su particular comunidad científica, que tenderá a valorar de manera dispar unosu otros vehículos de expresión. Si dicha dispar valoración existe, como es conocido, es unargumento más a tener en cuenta para calibrar la importancia de los géneros discursivosque estamos considerando. Si nos encontrásemos ante un medio de comunicación neutro,desvinculado de los contenidos que deben ser transmitidos, sería ocioso apreciar de mane-ra distinta el encontrarnos ante un artículo especializado, una reseña bibliográfica, un librode texto o un comentario; y, por tanto, valorar también de forma diferente el hecho en sí deltipo de expresión que se trate, y otorgar en consecuencia mayor o menor importancia alpropio contenido del material que tenemos delante. La elección, por tanto, de un vehículode expresión u otro (de un género u otro) “está relacionada de alguna forma [...] con elcontenido de lo que se ha de transmitir y con aquellos a los que ha de ser transmitido”. Porlo tanto, “no será algo que tenga que ver simplemente con la retórica o con los gustosliterarios de un determinado personaje, sino que deberá indagarse alguna relación entrecontenido y continente más íntima que la meramente estética” (Chamizo, 1987, p. 491).

3. LAS REGLAS DE FUNCIONAMIENTO

Del mismo modo que M. Jourdain, el personaje de Molière, hablaba en prosa sin saber-lo, de acuerdo con unas determinadas reglas de funcionamiento que regulan tal manifesta-ción del lenguaje, nuestra experiencia cotidiana como investigadores nos dice que solemosusar diversas formas de expresión, diversos genera dicendi, sin ser muchas veces conscien-tes ni del alcance de los mismos, ni de las reglas que los rigen, las cuales aplicamos deforma casi automática. Si existen memorias doctorales o de licenciatura, comentarios,recensiones de libros, prólogos, notas, artículos de prensa científica, etc., es debido a queperseguimos objetivos diferentes con unas producciones y con otras; tratamos de exponer,exhibir, contenidos diferentes; y nos dirigimos a públicos igualmente distintos. Cada unode estos géneros discursivos posee unas características propias, que lo identifican comotal. Dichas características podemos considerarlas como unas reglas de juego que hacen a

117LAS CLAVES DE LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA Y SU VIGENCIA

Estudios de Economía Aplicada, 2002: 111-135 • Vol. 20-I

cada género en concreto diferente de los demás, y cada producción particular análoga a lasde su mismo género.

Pero, en realidad, las reglas de funcionamiento van más allá del propio género en sí,puesto que se encuentran tamizadas por cada corpus cognoscitivo, cada comunidad cientí-fica, cada escuela de pensamiento, cada estado de la ciencia. Incluso, si se nos apura, cadaautor. En este sentido, las reglas de funcionamiento aludidas incluyen, en primer lugar, lapropia selección del género más adecuado como soporte del pensamiento que deseatransmitirse.

Con respecto a las reglas de funcionamiento es preciso apuntar varias cuestiones. Enprimer lugar, su origen dispar. En un gran número de ocasiones estas reglas hunden susraíces en una tradición secular, siendo asumidas casi por ósmosis2. Se supone sobrentendidas.Pero también, con frecuencia, se establecen de manera directa, al menos parte de ellas.Ocurre cuando una revista científica presenta sus normas de publicación, o cuando unautor, o acaso un comentarista, ofrece a sus lectores una serie de claves para orientarlos enla comprensión de una obra. Ésta es la misión, frecuentemente, de los prólogos e introduc-ciones. Pero también pueden responder, sin que esto suponga agotar las posibilidades, a unconjunto de convenciones expresamente establecidas o simplemente asumidas en su com-portamiento habitual por un colectivo científico concreto, con el fin de determinar la ma-yor o menor validez de las aportaciones producidas en su área de pensamiento, y seleccio-nar así a nuevos miembros del grupo colegial.

En segundo lugar, las reglas pueden ser explícitas o tácitas. Esto, ciertamente, guardarelación con el origen de las mismas, aunque va más allá de ello, y no supone una corres-pondencia intrínseca. Una tradición inveterada puede haberse asumido de manera tácita ohaber sido recogida en un catálogo sistemático, por ejemplo. Es evidente que una adecuadaexplicitación aclara mucho mejor el funcionamiento del juego de lenguaje que subyace trascada género y tras cada utilización del mismo. La no explicitación, en este sentido, demanera suficiente de las reglas puede llevar a equívocos perturbadores, lo mismo desde elpunto de vista de la comprensión del texto que en la buena armonía para la comunicacióninmediata entre autor/lector, y la subsiguiente transmisión a terceros de los contenidos dela obra. Del pensamiento del autor, en definitiva. Pero, también, del cuerpo de pensamientocompartido por la comunidad científica correspondiente en que se inserta dicho autor, y,por tanto, condicionando la propia consolidación y robustez de dicha comunidad y delparadigma (en sentido kuhniano) que la sostiene. La posible aplicación a la vida práctica delos conocimientos en cuestión y su contribución al bienestar ciudadano pueden igualmente

2. Así, por ejemplo, cuando nosotros escribimos “ensayos” en la actualidad, estamos siguiendo las

reglas del ensayo tal y como fueron llevadas a cabo por sus creadores en el siglo XVI. Michel de Montaigne

y Francis Bacon. Y ello aunque no hayamos leído nunca las obras de estos dos filósofos.

118 A. García Lizana y P.J. Chamizo Domínguez

Estudios de Economía Aplicada, 2002: 111-135 • Vol. 20-I

verse comprometidos, aun cuando ello tenga que ver también con el tipo de conocimientoy las características sociológicas de la comunidad de autores y de su inserción en el mediosocial general. Lo cual no quiere decir que tal explicitación sea algo imprescindible, ni queun conjunto sobreentendido de reglas no puede prestar un buen servicio para la comunica-ción y el progreso de la ciencia.

En tercer lugar, las reglas deben ser compartidas, al menos en grado mínimo, por variossujetos; si no carecerían de utilidad desde el punto de vista de la función que están llamadasa cumplir. Codificadas por un autor para su uso privado se agotarían en sí mismas, y seríanabsolutamente inútiles desaparecido tal autor, a menos que lograran ser desentrañadas.Pero igualmente ocurre con un sistema de reglas esotéricas, para uso de un grupo determi-nado; o con un sistema regulador perteneciente a una época ya pasada, acerca de cuyoalcance, claves de comprensión, sugerencias terminológicas, etc., carecemos de informa-ción. De ahí, entre otras cosas, la importancia de conocer el contexto en el que tiene lugarla producción y transmisión científica para un entendimiento cabal de las conclusiones quese obtienen y de los procesos de investigación que llevan a las mismas.

En cuarto lugar, las reglas deben ser dominadas por los sujetos interesados, para poderentender los mensajes de manera adecuada, y permitir que el proceso de comunicación seafructífero y no se interrumpa. Es decir, los interlocutores deben dominar lo que Wittgenstein(1988, pp. 199-202), a propósito de los “juegos de lenguaje”, denominaba una “técnica” yuna “práctica”, que son las que permiten entender los términos y las proposiciones deljuego en cuestión. El dominio de la técnica correspondiente y la práctica en su aplicaciónpermiten aprehender los contenidos del mensaje, en relación con las reglas que rigen lamanera de presentarlo.

En quinto lugar, hay que advertir la superposición de diferentes sistemas reguladores: elcorrespondiente al género mismo (lo que determina que un texto sea un ensayo, un manual,etc.); el determinado (o los determinados) por las circunstancias contextuales (momentohistórico, preferencias de escuela, modalidad científica, estado de la ciencia...); y lasmodulaciones introducidas por el propio autor, que forman parte de su idiosincrasia perso-nal. Wittgenstein (1988, pp. 66-67) señalaba que en los juegos de lenguaje las reglas a quese atienen no se aplican exactamente de la misma manera en cada ocasión. Pero nos permi-ten detectar “parecidos de familia” entre unos juegos y otros; en nuestro caso, entre diver-sos textos, que podemos clasificar en géneros diferentes según las similitudes formales.Precisamente, el hecho de que existan distintas modulaciones en la aplicación de un génerose debe a la interferencia de los otros sistemas reguladores a que nos hemos referido.

Esta última observación resulta del máximo interés en relación con el tema que nosocupa. En la medida en que se produce una ruptura en los esquemas de trabajo de la ciencianormal durante le periodo en que tiene lugar una revolución científica, parece lógico pen-sar que una de las primeras cosas que se fracturan, que cambian, sean las propias reglas que

119LAS CLAVES DE LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA Y SU VIGENCIA

Estudios de Economía Aplicada, 2002: 111-135 • Vol. 20-I

organizan el juego de comunicación. En la medida en que durante el periodo de ciencianormal los sobrentendidos dominan la producción científica (toda la comunidad científicacomparte unas categorías comunes, que no necesitan ser explicitadas en cada momento; losprincipios de demostración resultan bastante obvios; los argumentos de autoridad tienenun peso indiscutible, etc.), el lenguaje necesariamente habrá de adoptar unas pautas muydiferentes a aquéllas que se adoptan cuando se ponen en cuestión las categorías comparti-das, el principio de autoridad, los fundamentos del proceso discursivo, etc. Ello debe llevara que en cada una de las dos situaciones típicas en que puede encontrarse la ciencia - contodas las reservas y matizaciones que se quiera - se prefieran unos géneros u otros, y seintroduzcan determinadas modulaciones en el tratamiento dado a los géneros escogidos.

Así, puesto que durante el periodo de ciencia normal existe un amplio consenso entre lacomunidad científica de una determinada especialidad, de acuerdo con el cual se organizano sólo la investigación, sino igualmente le adiestramiento de los neófitos que se acercan ala disciplina, los géneros literarios preferidos suelen ser el artículo científico, el manual, ellibro de texto y el tratado. De una parte, durante el periodo de ciencia normal se pretendeformar (incluso de manera no necesariamente consciente) a las nuevas generaciones en elparadigma asumido como verdadero, y en mayor o menor grado como indiscutible. Setrata, pues, de una especie de adiestramiento, con el fin de transmitir el cuerpo consolidadode conocimientos y las técnicas admitidas para desenvolverse profesionalmente de acuer-do con los mismos. No se pretende, pues, ni alumbrar novedades que cuestionen, ni plan-tear problemas que originen fisuras. Obviamente, un manual o un libro de texto son elsoporte adecuado para presentar tal manera de percibir el proceso formativo.

Las reglas que rigen la naturaleza de dichos géneros literarios son coherentes con esamanera de entender la transmisión de conocimientos, si tenemos en cuenta que la normafundamental que los identifica es la de presentar un panorama sintético del cuerpo doctri-nal admitido, referido a toda una materia o un ámbito sustantivo de la misma. En corres-pondencia con ello, queda restringido el uso de las referencias históricas, se evita aludir aparadigmas alternativos al aceptado, se huye de plantear situaciones problemáticas, etc.Piénsese, por sólo citar un par de casos, en la Introducción a la Economía Positiva, deLipsey, o el Análisis Macroeconómico, de Saphiro3. Como indica el propio Kuhn (1970, p.

3. El caso de Saphiro puede resultar muy interesante a nuestros propósitos. Contradiciendo aparente-

mente las reglas expuestas en el texto, dedica un capítulo al estudio de la teoría clásica. Referencia

histórica a un paradigma alternativo. Pero ello se hace para hacer más patente el paradigma en vigor.

No sólo es que se repitan los puntos de vista de Keynes sobre la misma, de manera absolutamente

acrítica, sino que se presenta con el fin de enriquecer, por vía de contraste, la comprensión de la keynesiana.

Y en la medida en que esté vigente en la mente de algún político es porque, como había dicho Keynes,

los “hombres prácticos [...] son normalmente esclavos de algún economista difunto” (cf. Saphiro, 1979,

pp. 324-325).

120 A. García Lizana y P.J. Chamizo Domínguez

Estudios de Economía Aplicada, 2002: 111-135 • Vol. 20-I

80), “los estudiantes de ciencias aceptan las teorías por la autoridad del profesor y el texto,no a causa de su evidencia”. La presentación debe ser, por tanto, tan sólida que no dejeresquicios en los que la duda pueda hacer mella. El texto adquiere personalidad propia, loque exige el uso del artículo determinado en el lenguaje coloquial: “el Samuelson”, “elCastañeda”, etc. se convierten en referencias inexcusables para los estudiantes de las gene-raciones afectadas. Sientan cátedra. Contribuyen a consolidar el corpus científico aceptadopor la academia, pues de eso se trata. Su desarrollo puede considerarse, precisamente,como el contraste que acredita a la ciencia normal (cf. Pearce y Hoover, 1995, p. 184).

Pero es evidente que no se trata sólo de adiestrar a los nuevos miembros. También espreciso continuar produciendo ciencia y continuar investigando. Durante el periodo de cien-cia normal, los trabajos de investigación se suelen realizar de acuerdo con las previsionesdel paradigma. Evidentemente, si de investigar se trata, es razonable admitir que se abra elhorizonte a la introducción de problemas que deben ser resueltos y a la eventual incorpora-ción de novedades. Pero todo ello funcionando dentro de los esquemas definidos por elmodelo cognitivo aceptado, de modo que sólo se plantean problemas cuya solución esprevisible desde el paradigma aceptado y compartido en una determinada disciplina cientí-fica. Como soporte literario para la comunicación, el artículo científico adquiere un papelrelevante. Sus reglas de funcionamiento son particularmente aptas para la presentaciónante los colegas de los resultados obtenidos. Dados que los referentes en los que se coinci-den son muchos, no es preciso detenerse en explicar el significado técnico de los términos,los fundamentos últimos de la investigación, la justificación de las fuentes de autoridad.No se admiten conclusiones contrarias a las previsiones del paradigma, ni la apelación aparadigmas alternativos; las referencias históricas son limitadas; el modelo de razonamien-to debe responder al uso común vigente. Las aceptaciones y rechazos por parte de lasrevistas especializadas suelen apoyarse, en muchas ocasiones, en criterios como éstos.

Sin embargo, durante el periodo de cambio revolucionario las cosas son muy distintas.No se busca ni adoctrinar en un cuerpo consolidado, ni ampliar la capacidad del modelocientífico vigente, apelando a la autoridad del propio modelo. Se pretende, por el contrario,introducir un nuevo cuerpo cognoscitivo, nuevos enfoques, nuevas soluciones. Para ello espreciso tantear en un terreno inexplorado y tratar de convencer a los colegas con argumen-tos sólidos que hagan creíble, atractiva y asimilable la novedad que pretende introducirse.El propio Kuhn nos da algunas claves en este sentido para acercarnos a los géneros litera-rios característicos de la fase revolucionaria, cuando se refiere a su propia obra (La estruc-tura de las revoluciones científicas) con el nombre de ensayo, indicando que es una “for-ma... más sugestiva y fácil de asimilar”. La idea de cierta provisionalidad, que sugiere elensayo, rodea con una especie de aureola de humildad al autor, haciéndolo más simpáticoy aceptable, introduciendo una cierta compensación en su arrogancia de poner en cuestiónal paradigma establecido. En un ensayo literario, científico o filosófico, y en analogía con

121LAS CLAVES DE LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA Y SU VIGENCIA

Estudios de Economía Aplicada, 2002: 111-135 • Vol. 20-I

lo que ocurre en el ensayo de laboratorio, se ofrece un tanteo, un experimento que serealiza con unas tesis innovadoras, pero por lo mismo provisionales hasta que el experi-mento esté concluido. El buen sentido y la propia experiencia del lector son los elementosque deben moverse para que sea aceptada la nueva situación, ya que el respaldo no puedeencontrarse en las fuentes de autoridad reconocida o en el sentir común de la colectividadcientífica. Por el contrario, “en el ensayo lo que se pretende conseguir es justamente ponera prueba la capacidad explicativa del paradigma dominante” (Chamizo, 1988a, p. 498).

Como estamos viendo, son muchas las reglas de juego que se ven modificadas duranteel periodo de cambio revolucionario. Ya hemos aludido a algunas modificaciones. Posible-mente la fundamental sea la que afecta al propio objetivo que se persigue con la transmi-sión del mensaje (adoctrinar o cuestionar; consolidar un camino o romper el terreno paraconstruir nuevas vías). Pero si el objetivo cambia, es porque han cambiado los fundamen-tos de autoridad compartidos; arrastrando, además, a nuevos cambios en la forma de jugary en los juegos preferidos. Veamos de manera sinóptica un breve panorama de la situación(Tabla I), realizando a continuación algunos breves comentarios, antes de centrarnos en elcaso de Keynes.

Si durante el periodo de ciencia normal el objetivo era o bien adoctrinar (formar neófi-tos) o bien ampliar la capacidad explicativa del modelo vigente, incorporando respuestas ysoluciones coherentes con el mismo (lo que en definitiva supone reforzar su consolidacióny vigencia), el objetivo en el periodo revolucionario es cuestionar dicho modelo, al menosen lo que tiene de limitado y contradictorio, y abrir nuevas vías que lleven a esquemasalternativos más adecuados para aprehender el objeto de la ciencia en cuestión y resolverlos problemas -viejos y nuevos- planteados. En consonancia con el objetivo, hay muchasotras cosas que, como hemos señalado, cambian. Si el precepto era, p. ej., “no recurrir a lahistoria”, ahora se recurre ampliamente a la misma, buscando antecedentes reales o preten-didos (viejas autoridades) que avalen el nuevo modelo científico propuesto. Si la normaconsistía en utilizar un lenguaje ya convenido y estereotipado, formalizado, con significa-dos claramente establecidos entre la comunidad científica, la llegada del periodo revolu-cionario supone buscar un lenguaje nuevo, definiendo de manera distinta los antiguos tér-minos, o, lo que parece más conveniente, introduciendo términos nuevos4, a partir muchasveces del lenguaje cotidiano, familiar para todos, recurriendo para ello a tropos como lametáfora, la analogía o la sinécdoque5. Asimismo, para la ciencia normal es muy importan-te establecer el discurso bajo el signo de la objetividad, lo que se traduce a efectos prácticos

4. Para un estudio concreto y más detallado de esta cuestión en el ámbito de la Economía, ver Chamizo

Domínguez y García Lizana (1993, pp. 185-195).

5. Sobre el papel cognitivo de las figuras del lenguaje en la ciencia, ver Chamizo Domínguez (1998b, pp.

95-118).

122 A. García Lizana y P.J. Chamizo Domínguez

Estudios de Economía Aplicada, 2002: 111-135 • Vol. 20-I

en una preferencia clara por el estilo impersonal, el uso de la tercera persona del singular yla primera del plural, la argumentación apoyada en categorías universales o pretendidamenteuniversales (lo cual muchas veces supone deformar la propia percepción de la realidad,pretendiendo considerar como universal lo que sólo son apreciaciones sesgadas o conven-ciones del grupo fiel), etc. Reaccionando contra ello, la época de cambio va a regularse porun planteamiento más subjetivo y personal. Son las vivencias del propio autor, en diálogocercano e inmediato con el lector, lo que va a cargar de fuerza y expresividad al lenguaje.

Tabla I. Reglas que rigen los genera dicendi

ASPECTO CIENCIA NORMAL CAMBIO REVOLUCIONARIO

Fundamentación

última

Paradigma aceptado Experiencia del autor y del lector

sobre las insuficiencias del paradig-

ma existente

Objetivos Adoctrinar; consolidar el modelo Cuestionar e innovar

Tono Objetividad, universalidad Subjetividad, relatividad

Estilo Impersonal (uso de tercera

persona); colectivo (“nosotros”)

Personal (se habla en primera

persona y abiertamente al lector)

Lenguaje Tipificado y presuntamente

objetivo; se prohíbe el lenguaje

común

Lenguaje nuevo: nuevos términos y

nuevos significados; se recurre al

lenguaje común, más familiar al

lector

Soporte argumental Se apoya en el propio paradigma y

en las autoridades reconocidas; se

prohíbe recurrir a la historia, a pa-

radigmas alternativos y a referen-

cias particulares y personales.

Se recurre a la historia ampliamen-

te; se presentan otros paradigmas y

se da gran importancia a las viven-

cias personales

Contenidos Prohibición de introducir noveda-

des y de plantear problemas que

no sean coherentes con el para-

digma y tengan solución dentro

del mismo.

Introducción de novedades y proble-

mas, los cuales no tienen siquiera que

ser resueltos por el autor que los

plantea.

Géneros preferidos Libro de texto; artículo. Ensayo

Relación con el lector Aleccionar en el paradigma;

comunicar hallazgos a los

colegas.

Hacerlo confidente; dialogar con él;

persuadirlo

123LAS CLAVES DE LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA Y SU VIGENCIA

Estudios de Economía Aplicada, 2002: 111-135 • Vol. 20-I

En coherencia con lo señalado, conviene tener en cuenta (ver Chamizo, 1988a, p. 499)la importancia capital que adquieren los prefacios, prólogos, avisos o introducciones a lasobras de la fase revolucionaria, ya que en ellos el autor suele establecer las reglas de juego,las claves, que permiten entender su obra. Pero, asimismo, preocupa al autor persuadir,amigablemente, amablemente, al lector acerca de la importancia y trascendencia de suruptura, y justificar la decisión tomada. Lo que le lleva a personalizar su exposición, incor-porando incluso aquellos datos biográficos que le han conducido a adoptar, primero, y aofrecer, después, los puntos de vista que ahora defiende. Intentando, eso sí, actuar en sintoníacon el eventual receptor de su mensaje, con el que pretende compartir vivencias análogas.

4. EL “PREFACIO” DE LA TEORÍA GENERAL.

Si la preocupación expresada más arriba, como justificación de este artículo, tenía quever con el descubrimiento de las claves básicas de la revolución keynesiana, a tenor de loque acabamos de señalar, quizás no sea preciso realizar una nueva lectura de la obra com-pleta del autor, sino que baste con una observación detenida del “Prefacio” de The GeneralTheory.

Nos encontramos ante un texto muy breve, tal vez demasiado para la búsqueda quepretendemos, pues no llega a las tres páginas. Está fechado el 13 de diciembre de 1935. Elestilo es directo, rotundo, incisivo. Predomina ampliamente el uso de la primera persona, sibien, como explicaremos más adelante, en ciertos pasajes del texto se recurre, artificiosa-mente, a la tercera persona del singular y a la primera del plural.

Hay, ante todo, un claro esfuerzo por parte de Keynes, para llamar la atención de suscolegas, resaltando las señas de identidad con los mismos (habla reiteradamente de “myfellow economists”, de la educación compartida, de la responsabilidad social común, etc.),exponiendo abiertamente que trata de persuadirlos y convencerlos, y disculpándose osten-siblemente por la polémica que debía suscitar con tal propósito, así como por el daño quepudiera ocasionar.6 Pero llegando a más, se identifica, incluso, con el paradigma que ataca,

6. Keynes se lamenta reiteradamente de la polémica, indicando casi desde el principio que le gustaría

que hubiera menos de la misma. E incluso introduce, tal vez para relajar la situación, un cierto toque de

humor, líneas más abajo: “I must ask forgiveness if, in the pursuit of sharp distinctions, my controversy is

itself too keen”. Da toda la impresión de estar jugando con el lenguaje, aprovechando la ambivalencia

de los vocablos ingleses. “Pursuit”, actividad, persecución, cacería; “sharp”, afilado (como un cuchillo),

agudo, nítido, claro; “keen”, punzante, apasionado, vivo, afilado, agudo. En definitiva, Maynard se dis-

culpa, porque podría ocurrir que “yendo en persecución de afiladas (precisas) distinciones, sea mi propia

argumentación demasiado punzante (vehemente, sutil; pero también mordaz)”. (Keynes, 1936; la edi-

ción citada a lo largo del texto es la de 1973, reimpresión de 1983, publicada por Cambridge U. P., para

la Royal Economic Society).

124 A. García Lizana y P.J. Chamizo Domínguez

Estudios de Economía Aplicada, 2002: 111-135 • Vol. 20-I

y que sus colegas defienden: “Yo mismo he mantenido con convicción durante muchosaños las teorías que ahora ataco, y no ignoro, creo, sus puntos fuertes”. Lo que supone unreconocimiento, al fin y al cabo, de esas teorías; a pesar de combatirlas. Aunque también escierto que cabe una lectura distinta, si bien no contradictoria: puesto que aun reconociendosu consistencia las combate, está subrayando la gravedad del problema.

Como puede verse, en este rápido repaso, aparecen de manera diáfana algunas de lasreglas de juego del periodo revolucionario: uso de la primera persona; apelación a la expe-riencia personal7; recurso a la persuasión inmediata, amistosa; lenguaje coloquial, etc. Perohagamos un recorrido más sistemático.

El “Prefacio” puede dividirse claramente en tres partes (ver García Lizana y PérezMoreno, 1999). En la primera (p. xxi, § 1 y 2), Keynes dialoga con los presuntos destinata-rios del libro acerca de los propósitos perseguidos con éste y de la reacción que espera deellos. En la segunda, un largo y único párrafo que se extiende desde la página xxi a la xxiii,resume el contenido del libro, sin que ello signifique que se pierda de vista el pulso vital delautor, puesto que es, precisamente, su trayectoria biográfica, vivencial, la que articula lalarga exposición, tomando como referencia su anterior obra Treatise on Money, que sesupone conocida por los lectores y próxima a sus convicciones académicas. Por último, laparte tercera está dedicada a explicar el proceso de producción del libro, dibujando dosescenarios muy diferentes, aunque conectados: el primero enmarca las relaciones del autorcon terceras personas, justificando la participación de éstas por motivos que luego vere-mos, pero de nuevo situados en ese territorio híbrido entre lo biográfico y lo epistemológico(primer párrafo de la p. xxiii); el segundo - y definitivo - escenario se reserva para represen-tar con trazos dramáticos y enérgicos la expresión de su íntima aventura personal en laconstrucción del libro, al tiempo que intenta implicar al lector para que la vivencie con él ycomparta una aventura semejante en el futuro.

Describamos, con algo más de detalle, cada una de las partes, tratando, al rastrear lascaracterísticas del periodo revolucionario, descubrir cuáles son las guías que da el autorpara la lectura del libro, intentando encontrar de este modo la clave fundamental de sumensaje, en definitiva nuestro objetivo particular, al plantearnos este artículo.

La primera parte, el diálogo del autor con sus lectores sobre de los propósitos del libro,sirve de pretexto para fijar el objeto y el objetivo del libro y destacar la importancia ytrascendencia de ambos, y, por tanto, del propio trabajo que pretende acometer Keynes. Elobjeto: los fundamentos (las premisas, los supuestos básicos) de la Ciencia Económica. Elobjetivo: convencer, en primer lugar, a sus colegas de profesión para que revisen críticamentetales premisas; pero sin descartar la atención del público en general. Todo ello posee una

7. Tal apelación aparece con reiteración en todo el texto: “Cuando comencé a escribir...”, p. xxii; “Escri-

bir este libro ha sido para el autor ...”, p. xxiii, etc., etc.

125LAS CLAVES DE LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA Y SU VIGENCIA

Estudios de Economía Aplicada, 2002: 111-135 • Vol. 20-I

importancia que, según él dice, no puede ser exagerada, no es susceptible de serlo, ya quees preciso superar las profundas divergencias existentes entre los compañeros de profe-sión, que casi han destruido (en aquel momento) la influencia práctica de la teoría econó-mica. Y la seguirán destruyendo.

Sin embargo, conviene realizar algunas matizaciones. Hemos anotado “diálogo”. Sinembargo, más que un diálogo es una invitación (o tal vez una provocación) al mismo, yaque Keynes se refiere a sus interlocutores en tercera persona (“my fellow economists”,“others”, “Those, who are”, “the general public”). Pero, además, la manera de presentar losdiferentes argumentos resulta muy peculiar, al estar hilvanada en el contexto de un conjun-to de justificaciones y disculpas enlazadas. El pretendido diálogo se convierte, pues, es unmonólogo exculpatorio, con el que se intentan justificar diversas cuestiones: la prioridaddada a los economistas sobre el público en general, el tono polémico, la dificultad del libro,la misma existencia de éste. Si bien, aprovecha tal composición del discurso para llamar laatención sobre el mensaje básico que quiere transmitir: hay que cambiar los cimientos de laCiencia Económica y recuperar la armonía dentro de la profesión, si queremos volver a serútiles. Y esto sirve de justificación personal ante los propios economistas y ante el públicoen general (con cuya complicidad cuenta de algún modo, ya que, aunque no lo diga, esevidente que la gravedad y amplitud de los problemas económicos de aquellos momentosconvierten al público en parte muy interesada).

En este sentido, aparecen, pues, dos discursos diferentes entrelazados. El más largo, queabre y cierra esta primera parte, está dirigido a los “fellows”; el más breve, y ademásintroducido casi entre líneas dentro del anterior, está dirigido a “others”, “the general public”.A los segundos les dice tres cosas: a) Si doy prioridad a los economistas, es porque el librose ocupa de cuestiones teóricas, altamente abstractas, y sólo en segundo lugar de aplicacio-nes prácticas; b) por otra parte, es a los economistas a los que debo convencer primero,puesto que son nuestras divergencias de opinión las que han deteriorado (“almost destroyed”)la influencia práctica de la teoría, e impiden su restauración, que es lo que, en definitiva,nos interesa a todos; c) no obstante, aun siendo el público un mero curioso, casi escondidoy expectante, es un observador al que se le da una cordial bienvenida para presenciar eldebate.

Con los colegas es más prolijo. Incluso prescindiendo de lo dicho al público en general,que también está dirigido a ellos, para que aquilaten la fuerza de los argumentos. Lospuntos que pueden señalarse ahora son los siguientes: a) el libro está dirigido principal-mente a vosotros; b) se ocupa de cuestiones teóricas, que afectan a los fundamentos últi-mos de economía ortodoxa (ya que los fallos observados en la misma no pueden estar en sudesarrollo, realizado con gran consistencia lógica); c) por tanto, convenceros para revisarcríticamente tales fundamentos, sólo puedo hacerlo mediante una alta abstracción y demanera polémica, lo que puede ser molesto; e) siento que sea así, pero es necesario por dos

126 A. García Lizana y P.J. Chamizo Domínguez

Estudios de Economía Aplicada, 2002: 111-135 • Vol. 20-I

motivos: para explicar mi punto de vista, y para explicar en qué se separa éste de la teoríaortodoxa, de la que no ignoro su solidez; f) nos encontramos ante un asunto muy importan-te, si queremos devolver a nuestra disciplina su influencia social.

La segunda parte del prólogo resulta particularmente interesante desde el punto devista de esos fundamentos teóricos de la disciplina que Keynes dice es necesario revisar.Los señala de manera muy concreta, aunque situándolos en su propia obra anterior, en élmismo por lo tanto, acercándose a los lectores, y adoptando al mismo tiempo un aire decierta humildad, característico también de las teorías innovadoras. De hecho, lo veníaanticipando en los párrafos anteriores: “yo mismo también he mantenido con firmeza du-rante muchos años las teorías que ahora ataco”. Pero obsérvese que más adelante, casi enseguida, introduce en dos ocasiones el condicional “si”, matizando sus hallazgos: en pri-mer lugar, al señalar que otros determinarán “si” la alternativa que yo mantengo es correc-ta; y más adelante, de forma aún más enfática: “si mis explicaciones [de ahora] son correc-tas”. Y apostilla (lo que denota un innegable respeto): si mis explicaciones son correctas,debo convencer primero a mis colegas de profesión. Por eso es, fundamentalmente, por loque el público sólo puede ser un curioso invitado.

Es interesante observar, en este sentido, como, habiendo aludido a la separación entresu teoría y la ortodoxa, a las “afiladas distinciones” que es preciso establecer entre ambas,comienza la segunda parte del “Prefacio” hablando de “The relation between this book andmy Treatise on Money”. A partir de aquí conviene advertir varias cosas. En inglés habíaescrito “in what respects it (su teoría) departs from the prevailing theory”. De algún modoestá jugando con el verbo “to depart”, puesto que nos va a explicar cómo, partiendo delTreatise8, va a llegar a The General Theory, y cuales son las diferencias en los fundamentosdel uno y la otra. Pero, al explicar tal proceso, está introduciendo su biografía personal,posiblemente el argumento más contundente al que puede recurrir, ya que habiéndose for-mado en la teoría clásica, conoce las dificultades para romper con la misma; y así lo explicaa los lectores, sus “fellow economists”. Los pone sobre aviso, y se pone de su parte alindicarles que comprende las dificultades con que se encontrarán (¿una nueva disculpa?):“lo que para mi propia mente es una evolución natural de una línea de pensamiento que heestado persiguiendo durante varios años, puede a veces impactar sobre el lector (strike thereader) como un cambio confuso de perspectiva”. A continuación advierte, además, de lacomplicación adicional que representan los cambios en la terminología, los cuales, dice,“se ha sentido forzado a realizar”, prometiendo al lector que los explicará más adelante.

8. Obsérvase, dicho sea de paso, que precisamente uno de los géneros al uso durante el periodo de

ciencia normal son los “Tratados”, precisamente. Ahora Keynes no se refiere a The Theory como trata-

do, sino simplemente, y de manera reiterada, como “book”, término, obviamente, más genérico, y

menos comprometido, características ambas presentes en el género “Ensayo”, típico del periodo revolu-

cionario.

127LAS CLAVES DE LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA Y SU VIGENCIA

Estudios de Economía Aplicada, 2002: 111-135 • Vol. 20-I

Y enseguida introduce el proceso biográfico: 1. Cuando empecé a escribir “my Treatiseon Money”, me movía dentro de las líneas tradicionales. 2. Cuando terminé, había hechoalgunos progresos de cara a la sustitución de la vieja teoría por otra nueva. 3. Pero “mi faltade emancipación de las ideas preconcebidas” impidió que llegara más lejos y me hizocometer errores. 4. Errores que, precisamente, se pretenden remediar con este libro, el cualnos conduce hacia una teoría más general, que incluye a la anterior (“la clásica, con la queestamos familiarizados”) como un caso especial.

Hasta aquí la estructura formal de la segunda parte del “Prefacio”, así como sus aspec-tos más relevantes. De los contenidos precisos nos ocuparemos luego, pues son tambiénimportantes para nuestros efectos. Sin embargo, antes de pasar a la tercera parte, convieneahondar un poco más en dos cuestiones. En primer lugar, la referencia a la “falta de eman-cipación”. Tal parece como si la formación en el cuerpo de la que denomina teoría clásica(las “ideas preconcebidas”) hubiera sido un filtro que impidió a Keynes ver con facilidad.Pero tal afirmación nos remite a la parte primera, cuando hablando de los economistasfuertemente comprometidos (“strongly wedded to”) con la misma, prevé que, ante su libro,se dividirán entre creer que está bastante equivocado o creer que no dice nada nuevo. Yañade: “corresponde a otros determinar si una de estas dos alternativas es correcta o lo es latercera”. Pero no explicita la tercera. Debe ser obvia para el lector. ¿Pero debe ser obviotambién que los economistas estrechamente unidos, casados, con la teoría que él comienzaa denominar clásica están incapacitados para elegir esa tercera alternativa? Oscilarán entreuna “fe” y otra “fe” (“a belief”), que en cualquier caso les lleva a defender drásticamente laortodoxia: todo lo que no coincida con ésta es falso, y si no es falso ya está contenido en lamisma. En definitiva, les va a ocurrir como le pasó a él mismo, cuando no estaba emanci-pado, liberado, y no pudo evitar, en consecuencia, cometer determinados errores.

La segunda cuestión parece de entidad menor, pero no deja de resultar llamativa. Casiinadvertidamente, hay un momento en el que John M. Keynes cambia de persona pronomi-nal, pasa del yo al nosotros. En realidad ha habido un paso intermedio. Tras referirse a sutrayectoria biográfica, alude a “Mis denominadas ‘ecuaciones fundamentales’ [...] Ellasintentan mostrar como [...]”. Y enseguida, como colofón de su trayectoria, introduce direc-tamente, convirtiéndolo en protagonista, al libro. “Este libro, por otra parte, ha evoluciona-do [...]” Como si escapara de su control (recuérdese, igualmente, su referencia a la nuevaterminología)9. Pero enseguida, utiliza la primera persona del plural, para no abandonarlahasta acabar la exposición del contenido del libro: “hallaremos”; “nuestro método”; “nues-tra teoría fundamental del valor”; “somos llevados”; “estamos familiarizados” ¿Pretende

9. Más adelante vuelva a emplear un giro similar; pero incluso más violentamente, en un momento clave

acerca del alcance de su obra: “De este modo, somos conducidos hacia una teoría más general, que

incluye la clásica [...], como un caso especial” (p. xxiii; párr. 1).

128 A. García Lizana y P.J. Chamizo Domínguez

Estudios de Economía Aplicada, 2002: 111-135 • Vol. 20-I

establecer una cierta complicidad con el lector, realizando juntamente la lectura? No loparece. Podría ocurrir con el “hallaremos” (o “veremos”, quizás), señalado en primer lugar(“A monetary economy, we shall find, is [...]”); y con el postrero “estamos familiarizados”/”conocemos muy bien” (se refiere a la Economía ortodoxa). Pero “nuestro método”, “nues-tra teoría del valor” no dejan lugar a dudas. No hay complicidad con el lector. Da la impre-sión como si de repente, el profesor Keynes, se sintiera seguro de la validez de su hallazgo,y utilizara el “nosotros” de la ciencia normal. He luchado por encontrar una respuesta. Estáaquí. Podemos exponerla abiertamente, con confianza en su validez10.

Mas no acaba aquí todo, pues Keynes realiza un nuevo giro pronominal en el comienzode la tercera parte, de manera inmediata al plural comentado. Se convierte en “the writer”,“the author”. ¿Por qué? Se produce como un distanciamiento; como si pretendiera objetivarsu situación, y convertirla en tema de análisis. “El escritor [...] que se adentra por caminosdesconocidos, depende extremadamente de la crítica y el diálogo, si pretende evitar unaexcesiva proporción de errores. Es sorprendente el número de locuras que puede uno creertemporalmente si piensa solo demasiado tiempo”. “La escritura de este libro ha sido para elautor una larga lucha”. Pero, en el fondo, nos encontramos sólo con nuevos pretextos paraaludir a su biografía personal y justificarse a sí mismo y a la validez de su obra: Primeroadvierte que el escritor que se aísla puede decir muchas tonterías; pero, a continuación,recupera de nuevo la primera persona, para llamar la atención sobre el hecho de que él nose ha aislado: “En este libro, incluso más quizás que al escribir my Treatise on Money11, hedependido del consejo constante y la crítica constructiva de [...]”12.

10. En aras de la honradez intelectual, no podemos dejar de admitir una posibilidad alternativa, que es

justamente la contraria: Keynes ha venido hablando en primera persona de las dificultades que ha

encontrado y los errores que ha cometido, del tono de su libro, etc. Pero, tal vez, por lo mismo, le pudiera

resultar muy pretencioso escribir “mi método”, “mi teoría”, y optara, puede que inconscientemente, por

refugiarse en el plural. Evidentemente, esta solución sería, a pesar de todo, más congruente con las

reglas que estamos considerando características del periodo revolucionario. Lo cierto, en cualquier caso,

es que hay un cambio en el lenguaje en el momento en que se refiere al contenido concreto de la Teoría

General, disponiéndose a narrar simplemente sus elementos significativos: sus hallazgos; sus descubri-

mientos.

11. Obsérvese la referencia al Treatise. Siendo ésta una obra ortodoxa y aceptada, la nueva, sin embar-

go, ha reforzado lo que podría considerarse un control de calidad y una prueba de solidez y veracidad.

12. Al margen del análisis que venimos realizando, la manera de introducir los agradecimientos (tan

habituales en obras como ésta al final del prefacio) tiene un indudable toque de originalidad y elegancia,

aun cuando dicha manera vaya forzada por la necesidad de buscar cuantos argumentos sean posibles

para conseguir la aceptación de las nuevas ideas. Al fin y al cabo, lo que viene a decir es que Kahn, sobre

todo (sobre su influencia puede verse, p. ej., Harcourt, 1995); pero también Joan Robinson, Hawtrey y

Harrod han estado conmigo, me han revisado, me han criticado..., evitando así que me aísle y pueda

decir sólo tonterías. Obviamente, la fuerza del argumento crece, al menos en apariencia, gracias al

distanciamiento producido inicialmente con la tercera persona: “El escritor de un libro como éste [...] si

129LAS CLAVES DE LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA Y SU VIGENCIA

Estudios de Economía Aplicada, 2002: 111-135 • Vol. 20-I

Hay que advertir que no es la primera vez, en el “Prefacio”, que Keynes recurre a latercera persona. Precisamente, en la primera parte, en el segundo párrafo de los dos que laconfiguran, la ha introducido de forma circunstancial, por lo que pasa como desapercibida.La verdad es que tal recurso literario le ha permitido a Keynes, en aquel momento, reforzarsu intento conciliador de mantener un diálogo a dos bandas con los colegas y el público,intentando mantener la atención (aunque distanciada) de éste, y conquistando el interés y laconfianza (la “complicidad”) de los primeros: “el público, aunque bien venido al debate, essólo un observador curioso13 del esfuerzo de un economista para convertir en objeto dediscusión las profundas discrepancias de opinión entre compañeros economistas”. Es ob-vio que al presentarse a sí mismo como “un” economista, mantiene la distancia con respec-to al público (<se trata de una conversación privada, aunque os dejemos escucharla>); peroigualmente se aproxima a los colegas (<soy uno más; debemos ocuparnos juntos de untema muy importante para todos nosotros, aunque nos obligue a polemizar>). Y, aunquebien pudiera ser que Keynes no lo pretendiera expresamente, lo cierto es que, como un eco,el economista impersonal de la primera página del “Prefacio” encuentra su reflejo en elescritor impersonal de la última página. Pues es bueno dialogar, ya que cuando uno se aíslaen sí mismo puede pensar muchas sandeces. Adviértase, además, el uso del verbo creer (“tobelieve”), paralelo a las dos creencias (“belief”) entre las que podían oscilar los muy orto-doxos. Y adviértase, también, por otra parte, que estas dos posibilidades son anunciadas(“I expect”) por Keynes, en razón del fuerte lazo que une a tales economistas con la ortodo-xia. Y obsérvese, finalmente, cómo él mismo ha señalado que era su propia vinculacióncon la ortodoxia, definida como falta de emancipación, lo que le ha impedido evitar loserrores del Tratado.

El terreno va quedando, con todo ello, adecuadamente preparado para mostrar en elúltimo párrafo del “Prefacio” la clave definitiva: “The composition of this book has beenfor the author a long struggle of escape [...]”:

quiere evitar [...]”: el análisis está objetivado. Puede ser él, cualquiera. El acercamiento a su persona no

lo realiza de manera inmediata, sino a través del impersonal reflexivo: “...las locuras que puede uno

creer [...] si piensa solo demasiado tiempo...” Claro está que ese “uno” puede ser igualmente cualquie-ra; pero este cualquiera, apuntado de este modo, establece como una complicidad entre autor y lector,en la medida en que está recurriendo a un modo de expresarse bastante informal, haciéndolo tan

cercano, que incluye en primer lugar no sólo a él mismo, sino también a quien está leyendo, al interlocu-tor. “A cualquiera de nosotros dos podría, incluso, pasarnos. Por eso me he preocupado de evitarlo”. Loque resulta evidente es que Keynes estaba realmente preocupado por conseguir la aceptación de su

trabajo.13. La palabra inglesa utilizada por Keynes es “eavesdroppers”, “persona que escucha secretamenteuna conversación privada” (Hornby, 1962, p. 315). El equivalente en lengua española sería fisgón o

espía; pero los matices que introducen cada uno de estos vocablos (y que podrían molestar a ese “públi-co general”, cosa que evidentemente no pretende Maynard) parecen hacerlos poco apropiados para

incluirlos en la traducción ofrecida.

130 A. García Lizana y P.J. Chamizo Domínguez

Estudios de Economía Aplicada, 2002: 111-135 • Vol. 20-I

“La composición de este libro ha sido para el autor de este libro una larga lucha deliberación, y así va a ser su lectura para la mayoría de los lectores, si el asalto del autorsobre ellos tiene éxito: una lucha de liberación de los modos habituales de pensamien-to y expresión. Las ideas aquí expresadas tan laboriosamente son extremadamentesimples y deberían ser obvias. La dificultad yace, no en las ideas nuevas, sino enescapar de las antiguas, que se ramifican, en todos los educados como la mayoría denosotros lo hemos sido, por el interior de cada rincón de nuestras mentes”.

El texto, en cuestión, es suficientemente explícito: los casados con la ortodoxia estánfuertemente condicionados en sus reacciones, del mismo modo que él lo estuvo, a causa dela educación recibida, que los ha modelado hasta el extremo, impidiendo o al menos difi-cultando la posibilidad de pensar con libertad. Emanciparse requiere un esfuerzo extraordi-nario, y tal es el mensaje de Keynes a los lectores. El uso de la tercera persona, en la medidaen que supone una cierta despersonalización, de nuevo aparece justificado por la posibili-dad de acercarse de este modo al lector. El economista de la primera parte que se une a suscolegas, el autor de la segunda que decide no aislarse, de nuevo se sitúa como uno más conlos lectores potenciales, reconoce que los está zarandeando violentamente (al fin y al caboes una lucha), pero termina por fundirse, confundirse con ellos, utilizando por último ydefinitivamente la primera persona del plural. Aunque ahora no como una referencia ma-yestática o tímida hacia su propia persona, sino asumiendo colectivamente la debilidad deuna educación heredada. “Our minds”, nuestras mentes, es un expresivo punto final paraun prefacio que, de acuerdo con la regla del juego, es guía para los lectores14; pero, tam-bién, al menos en este caso, una proclama: De la liberación de nuestras mentes depende elavance del conocimiento económico y la superación de las divergencias entre los econo-mistas. Pero recordemos, para completar la cabal comprensión del cuadro, que de tales logrosdepende a su vez la recuperación del prestigio de la Ciencia Económica y la posibilidad,por tanto, de influir sobre la realidad social. Aquí residía la importancia del trabajo quepretendía llevar a cabo nuestro autor. Sin embargo, de nuevo Keynes rebaja la fuerza de sus

14. A la vista de cuanto se ha dicho hasta el momento, pueden concluirse que en el texto analizado se

cumplen prácticamente todas las reglas de juego características del periodo revolucionario, salvo recurrir

a la historia. Sin embargo, esta regla se cumplirá a lo largo del libro, ya que Keynes cita autores tan

dispares como Solón, p. 340; los Mercantilistas, pp. 334-351 y 358-359; Marx, pp. 32 y 355; Locke, pp.

342-344; etc. Por otra parte, conviene advertir que tales referencias históricas sí aparecen cumplida-

mente en los “Prefacios” elaborados por Keynes para las ediciones alemana (pp. xxv-xxvii), japonesa (pp.

xxix-xxx) y, sobre todo, la francesa (pp. xxxi-xxxv), en la que cita a diversos autores, como Levasseur,

Molinari, Leroy-Beaulieu, Gide o J.-B. Say, deteniéndose en particular en Montesquieu, a cuya doctrina

dice retornar (en las pp. xxxiv y xxxv).

131LAS CLAVES DE LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA Y SU VIGENCIA

Estudios de Economía Aplicada, 2002: 111-135 • Vol. 20-I

manifestaciones, al subordinarlo todo a otra expresión condicional: Si el autor tiene éxitoen su intento. La verdad es que se habría roto la coherencia del conjunto, de haber procedi-do de otra manera.

5. EL CONTENIDO ECONÓMICO DEL PREFACIO

Por lo visto hasta ahora, puede decirse que lo fundamental del mensaje keynesiano en lapresentación de su libro sea esa llamada de atención a la importancia de la emancipaciónintelectual. Vuelve sobre la idea en diversas ocasiones, tras preparar progresivamente elterreno para ello, y concluye abierta y solemnemente con dicha idea. Es como si, en pocaspalabras, les hubiera dicho: “Las cosas van mal; tenemos que hablar para arreglarlas; perono servirá de gran cosa hacerlo mientras no rompamos todos (como yo he hecho ya) nues-tras cadenas”.

Llegados a este punto, la cuestión está en comprobar si tal idea tiene, incluso, más pesoque el otorgado al propio contenido de la obra. Es decir, la parte del mensaje estrictamenteeconómica. Desde el punto de vista del aparato formal, así lo parece. El mensaje económi-co se presenta incluido dentro del largo párrafo que configura la segunda parte, aunque esverdad que ocupando algo más de la mitad del mismo. Pero está incluido de tal modo, quemás parece un mero recurso para convencer a los colegas de las dificultades para encontrarel camino, a causa de la falta de emancipación. Esta referencia constituye el momentocentral de este segmento de la exposición. Una vez rotas las amarras, es el libro el queevoluciona hacia los nuevos contenidos. Contenidos a los que parece dar muy poco valor alfinal del prefacio (son extremadamente simples y obvios, dice), en relación con la dificul-tad de romper con el pensamiento antiguo.

Aun así, vale la pena recoger una muy breve sinopsis de tales contenidos económicos.Sobre todo, por lo que tienen de contraste con los estereotipos asumidos acerca del pensa-miento keynesiano. ¿Qué es lo que Keynes destaca de su obra? Ya hemos indicado que supretensión en el “Prefacio” es establecer las conexiones con lo antiguo, utilizando comopretexto su propio Tratado sobre el dinero, y el proceso intelectual que supuso su elabora-ción. Primero, en el Tratado, consideró la influencia del dinero como algo separado de lateoría general de la oferta y la demanda; al final de la redacción, había dado algunos pasospara que la teoría monetaria se transformara en una teoría de la producción como un todo;pero no pudo ir más lejos, por las razones que sabemos, cometiendo unos fallos a su juiciomuy importantes (“outstanding”, excepcionales, destacados, es el adjetivo que utiliza), alno tener en cuenta los efectos de los cambios (subraya) en el nivel de la producción. Laconsecuencia, al trabajar con un nivel dado de la misma, es una instantánea fotográfica,mientras que el desarrollo dinámico quedaba incompleto y difuso. Lo que en el libro que

132 A. García Lizana y P.J. Chamizo Domínguez

Estudios de Economía Aplicada, 2002: 111-135 • Vol. 20-I

ahora presenta se plantea es, de forma resumida, lo siguiente: a) El marco general en que sedesarrolla el libro es, ante todo, un estudio de las fuerzas que determinan los cambios demagnitud de la producción y el empleo como un todo; b) el dinero interviene dentro delsistema económico de una manera esencial y peculiar; c) una economía monetaria se carac-teriza por el hecho de que las opiniones cambiantes acerca del futuro son capaces de influirno sólo sobre la tendencia del empleo, sino también sobre el volumen del mismo; d) elmétodo aplicado para analizar tal tipo de economía se apoya en la interacción de la oferta yla demanda, estando de este modo estrechamente vinculado con la teoría del valor; e) nosencontramos, así, con un cuerpo teórico más general, del cual la teoría clásica es un casoespecial.

De todo ello, habría que destacar, fundamentalmente, las ideas de “totalidad” (aunquepresente a lo largo del texto, citada por su nombre expresamente en dos ocasiones, la pri-mera aludiendo a uno de los limitados avances del Treatise, y la segunda como referenciaprimaria de la Theory); “cambio” (aparece explícitamente cinco veces, la primera de ellassubrayado, y aludiendo a un fallo del Treatise; también referido a dicho libro la segunda;las otras tres con respecto a la General Theory, si bien en un caso aludiendo a los cambiosen el nivel de producción -como en el libro anterior- y dos a los cambios de opinión acercadel futuro; vinculadas, además, con la idea de cambio aparecen otras expresiones, comodesarrollo dinámico, etc.); “interacción entre oferta y demanda” (sólo una vez, pero jugan-do un papel clave, con respecto al método y al carácter “más general” de la teoría); “expec-tativas” u opiniones cambiantes sobre el futuro (dos veces; resultan simplemente básicas,para explicar la naturaleza del funcionamiento económico). Un dato igualmente importan-te es la afirmación taxativa de que la conocida teoría clásica es, simplemente, un casoespecial de la más general elaborada por Keynes, lo que implica, obviamente, un verdaderoterremoto (o, simplemente, el momento final de la lucha de liberación, situando al “ídolo”,por utilizar la terminología de otro revolucionario inglés, Francis Bacon [1620] (1984, pp.37 y ss.), en su justo sitio). De suponer que se domina la explicación del mundo económico,a reconocer que sólo se tiene una explicación particular de un supuesto particular, existeuna gran distancia. Es lógico pensar que los defensores de la antigua “fe” se resistan aadmitir su error, ya que supone un cambio de planteamiento muy fuerte15. Pero esto nossitúa nuevamente en el punto álgido del “Prefacio”.

15. También podría pensarse que el desarrollo concreto de la Teoría General es en buena parte el análisis

de un caso especial: aquel que supone que la función de producción no se altera. Pero esto hace aún

más lejana la nueva concepción, que se va a centrar en el lado de la demanda, frente al lado de la oferta,

dominado por la “estranguladora ley de Say” (Harcourt, 1995, p. 49). Pero el mismo Keynes señala que

él se ocupa principalmente de la demanda, porque el tratamiento de la oferta es suficientemente cono-

cido por sus coetáneos.

133LAS CLAVES DE LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA Y SU VIGENCIA

Estudios de Economía Aplicada, 2002: 111-135 • Vol. 20-I

Lo curioso del tema es que los seguidores de Keynes han olvidado, a su vez, aspectosmuy fuertes del propio planteamiento keynesiano. Así, p. ej., se han situado obstinadamen-te en el lado de la demanda, percibiendo una oferta sumisa y pasiva, sin percatarse de queKeynes habla de interacción entre ambas, y de que se ocupa fundamentalmente de la pri-mera por el hecho de que los cambios de la segunda no constituyen ninguna novedad (comoanteriormente en la nota 14 hemos apuntado). Las dificultades de los “keynesianistas” paraentender los problemas de los países no occidentales, la sorpresa ante lo que finalmente sedenominó estanflación, su absoluto desconcierto ante la crisis del petróleo, su hostilidad ysu desprecio hacia los emergentes economistas del lado de la oferta, etc., fueron algunossíntomas característicos de que, sobre todo, la clave básica de la revolución keynesiana lahabían perdido de vista: se habían hecho esclavos de otra “fe”, de otra ciencia normal.Habían fabricado un ídolo (o, quizás, de una manera más coherente con las expresiones deKeynes y Bacon, se habían visto esclavizados por la fe en dicho ídolo; a pesar de que ellosfueran los artesanos modeladores). En la medida en que iban acumulándose las situacionesdifíciles de explicar por el paradigma “keynesianista” estereotipado, era obvio, durante lossetenta y ochenta, que aquella ciencia normal estaba haciendo crisis. Como en los añostreinta recordaba Keynes, la influencia de la Economía estaba viéndose puesta en cuestión,y los debates entre economistas acomplejados se habían convertido en una aburrida chá-chara que servía de poco a los políticos16.

6. A MODO DE CONCLUSIÓN

Llegados a este punto, habría que preguntarse si el problema fundamental no se encuentraen dilucidar si estamos condenados a repetir indefinidamente el ciclo ciencia revoluciona-ria -ciencia normal- deterioro de la ciencia normal -emergencia de otro periodo de cienciarevolucionaria- ciencia normal ..., con todo lo que ello supone de sometimiento a un proce-so fatal, que nos imposibilita para adoptar una actitud creadora e innovadora permanente,como piensa “el público en general” que corresponde a la actividad científica. ¿Son loscientíficos, acaso, unos fabricantes de ídolos y de leyes estranguladoras que los aprisionany terminan por esterilizar su trabajo? ¿O son, verdaderamente, los que abren nuevas vías ala imaginación y a la búsqueda de soluciones eficaces? Las preguntas anteriores no tienenun interés meramente teórico, sino que poseen también una gran trascendencia práctica, ya

16. El ex-subsecretario de Estado de EE.UU. escribía en 1980 : “No es sorprendente que el ciudadano

paciente esté preocupado, desconcertado y frustrado por el consejo diferente y los resultados diferentes

de los economistas, que están igualmente preocupados, desconcertados y frustrados” (Ball, 1980, p.

56). El artículo, en cuestión, lleva el sugerente título de “Una sobredosis de economistas”.

134 A. García Lizana y P.J. Chamizo Domínguez

Estudios de Economía Aplicada, 2002: 111-135 • Vol. 20-I

que los científicos de la Economía (como en otras parcelas del saber) pueden encontrarse(y así lo evidencian los hechos considerados) con fuertes limitaciones para encontrar larespuesta adecuada en el momento oportuno, demorando innecesariamente las solucionesrequeridas.

Agradecimientos

El presente trabajo se ha beneficiado parcialmente de la ayuda de la DGICYT (Proyecto PS95-0226).Agradecemos los comentarios realizados por Salvador Pérez Moreno, del Departamento de Economía Aplica-da (Política Económica y Economía Política), de la UMA.

BIBLIOGRAFÍA

BACON, F. [1620] (1984), Novum Organum. Madrid, Sarpe.

BALL, G.W. (1980), “Una sobredosis de economistas”, El País, 29 de abril.

CHAMIZO DOMÍNGUEZ, P.J. (1988a), “Los genera dicendi en filosofía y ciencia”, en Martín Vide, C.(ed.), Actas del III Congreso de Lenguajes Naturales y Lenguajes Formales, Vol. II. Barcelona,Promociones y Publicaciones Universitarias, pp. 489-504.

CHAMIZO DOMÍNGUEZ, P.J. (1988b), Metáfora y conocimiento. Málaga, Anexos de Analecta Malacitana,vol. 16.

CHAMIZO DOMÍNGUEZ, P.J. y GARCÍA LIZANA, A. (1993), “Lenguaje y cambio de paradigma en eco-nomía”, en Martín Vide, C. (ed.), Actas del IX Congreso de Lenguajes Naturales y LenguajesFormales. Barcelona, Promociones y Publicaciones Universitarias, pp. 185-195.

GARCÍA LIZANA, A. y PÉREZ MORENO, S. (1999), “Equidad y crecimiento en el pensamientokeynesiano”, comunicación presentada en las VII Jornadas de Economía Crítica. Albacete, Uni-versidad de Castilla-La Mancha.

HARCOURT, G.C. (1995), “Kahn and Keynes and the making of The General Theory”, en Harcourt,G.C., Capitalism, Socialism and Post-Keynesianism. Aldershot (R.U.) y Brookfield (EE.UU.), EdwardElgar, pp. 47-62.

HORNBY, A.S. (1962), The Advanced Learner’s Dictionary of Current English. Oxford, Oxford U.P.

KEYNES, J.M. [1933] (1973), “El camino hacia la prosperidad”, en Domínguez del Brío, F.: Política fiscalen acción. Madrid, I.E.F.

KEYNES, J.M. [1936] (1983), The General Theory of Employment, Interest and Money. Londres yBasingstoke, Macmillan U.P.

KUHN, T. S. (1970), The Structure of Scientific Revolutions. Chicago, University of Chicago Press.

135LAS CLAVES DE LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA Y SU VIGENCIA

Estudios de Economía Aplicada, 2002: 111-135 • Vol. 20-I

LEIJONHUFVUD, A. (1966), On Keynesian Economics and the Economics of Keynes. Nueva York, Oxford.

LIPSEY, R.G. (1970), Introducción a la economía positiva. Barcelona, Vicens-Vives.

NERLICH, B. y CHAMIZO DOMÍNGUEZ, P. J., (1999): “Cómo hacer cosas con palabras polisémicas: Eluso de la ambigüedad en el lenguaje ordinario”, en Contrastes, IV, pp. 77-96.

PEARCE, K. A. y HOOVER, K. D. (1995), “Paul Samuelson and the Textbook Keynesian Model”, enCottrell, A. F. y Lawlor, M. S. (eds.), New Perspectives on Keynes, Suplemento Anual al vol 27 deHistory of Political Economy. Durham y Londres, Duke U.P., pp. 183-216.

SAMUELS, W.J. (1990), Economics As Discourse. Boston/Dordrecht/London, Kluwer AcademicPublishers.

SAPHIRO, E. (1979), Análisis macroeconómico. Madrid, ICE.

WITTGENSTEIN, L. (1988), Investigaciones filosóficas. Barcelona, UNAM-Crítica.