las batallas en el desierto

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LAS BATALLAS EN EL DESIERTO VII. Hoy como nunca Hasta que un día nublado, solo como a mí me gusta, ya no pude resistir. Estaba en la clase de español. El profesor Mondragón nos enseñaba el pretérito pluscuamperfecto de subjuntivo. Eran las once. Pedí permiso para ir al baño. Salí en secreto de la escuela hacía el departamento 4. Toque el timbre varias veces y me abrió Mariana: terminaba de darse un baño, hermosa, sin maquillaje. Vestida con kimono de seda se afeitaba. Por supuesto, se asombró al verme. - Carlos, ¿Qué haces aquí? - me preguntaba. Nos sentamos en el sofá. Mariana con las piernas cruzadas y el kimono que se entreabría. – No sé cómo decirle, me apena lo que pensará usted de mi – No entiendo Carlos, es muy extraño verte así. ¿Deberías estar en clase, no? – Si, pero me escape, nadie sabe que estoy aquí. Por favor no le diga a nadie que vine, mucho menos a Jim. - ¿Por qué estas exaltado? ¿Pasó algo en tu casa? ¿En la escuela? Dime en que puedo ayudarte – No, no puede ayudarme y perdóneme por lo que vengo a decirle, es que estoy enamorado de usted. Pensé que se enojaría o que se burlaría de mí y me echaría de su casa, pero nada de eso. Solo me miraba con tristeza, me tomo la mano y me dijo – te entiendo perfectamente, ahora tú tienes que comprenderme. Eres un niño y yo tengo veintiocho años, no podrá haber algo entre nosotros. No quiero que sufras, toma esto como algo divertido, algo que cuando crezcas sonrías al recordarlo. No dejes de venir con Jim y sígueme tratando como la madre de tu mejor amigo. Tenía ganas de llorar pero me contuve y le dije – Tiene razón, le agradezco que se comporte así y discúlpeme, me iba a morir si no se lo decía – No hay nada que perdonar, me

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LAS BATALLAS EN EL DESIERTO

VII. Hoy como nunca

Hasta que un día nublado, solo como a mí me gusta, ya no pude resistir. Estaba en la clase de español. El profesor Mondragón nos enseñaba el pretérito pluscuamperfecto de subjuntivo. Eran las once. Pedí permiso para ir al baño. Salí en secreto de la escuela hacía el departamento 4. Toque el timbre varias veces y me abrió Mariana: terminaba de darse un baño, hermosa, sin maquillaje. Vestida con kimono de seda se afeitaba. Por supuesto, se asombró al verme. - Carlos, ¿Qué haces aquí? - me preguntaba. Nos sentamos en el sofá. Mariana con las piernas cruzadas y el kimono que se entreabría. – No sé cómo decirle, me apena lo que pensará usted de mi – No entiendo Carlos, es muy extraño verte así. ¿Deberías estar en clase, no? – Si, pero me escape, nadie sabe que estoy aquí. Por favor no le diga a nadie que vine, mucho menos a Jim.

- ¿Por qué estas exaltado? ¿Pasó algo en tu casa? ¿En la escuela? Dime en que puedo ayudarte – No, no puede ayudarme y perdóneme por lo que vengo a decirle, es que estoy enamorado de usted.

Pensé que se enojaría o que se burlaría de mí y me echaría de su casa, pero nada de eso. Solo me miraba con tristeza, me tomo la mano y me dijo – te entiendo perfectamente, ahora tú tienes que comprenderme. Eres un niño y yo tengo veintiocho años, no podrá haber algo entre nosotros. No quiero que sufras, toma esto como algo divertido, algo que cuando crezcas sonrías al recordarlo. No dejes de venir con Jim y sígueme tratando como la madre de tu mejor amigo.

Tenía ganas de llorar pero me contuve y le dije – Tiene razón, le agradezco que se comporte así y discúlpeme, me iba a morir si no se lo decía – No hay nada que perdonar, me gusta que enfrentes las cosas – Por favor no le cuente a Jim – No te preocupes, no le diré nada.

Le solté la mano, me levante para salir y me detuvo. Entonces Mariana me dio un beso en la mejilla. Me estremecí. No la bese. No dije nada. Baje corriendo las escaleras. Camine hacia Insurgentes, llegue a casa con el pretexto de que estaba enfermo y quería recostarme. Pero el profesor había llamado a casa preocupados al ver que no me encontraba en ninguna parte de la escuela. Jim sospechaba algo y les dijo que tal vez fui a ver a su mamá. Mondragón y Jim fueron al departamento de Mariana, ella dijo que había ido porque el viernes anterior olvidé mi libro de historia. Jim no creyó esa mentira, no sé como pero él se dio cuenta de todo y se lo explicó al profesor. Mondragón llamo a la fábrica donde trabaja mi papá y a mi casa para contar lo que yo había hecho aunque Mariana lo negaba.

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