las arquitecturas de sade y masoch. marcos eco-eróticos para la interpretación de la ciudad

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Las arquitecturas de Sade y Masoch. Marcos eco-eróticos para la interpretación de la ciudad Uriel Fogué En opinión de G. Deleuze 1 , tanto Sade, como Masoch, por encima de enfermos o pacientes, son grandes antropólogos “al estilo de aquellos que saben infundir en su obra toda una concepción del hombre, de la cultura y de la naturaleza” y grandes artistas, “al estilo de aquellos que saben extraer nuevas formas y crear nuevas maneras de sentir y pensar, todo un nuevo lenguaje”. Nos atrevemos a añadir que, además, Sade y Masoch son grandes arquitectos, que proyectaron sobre las páginas de sus textos dos formulaciones espaciales y dos marcos de cohabitación, que abrieron sendos filones para la arquitectura moderna. Como tales, deberían ser recibidos por la crítica de la arquitectura e integrados junto a otros nombres de arquitectos relevantes de la historia. Si analizamos los textos de Sade y Masoch, llama la atención el modo literario tan dispar empleado por uno y otro a la hora de referirse a los espacios arquitectónicos. En Sade predomina un estilo descriptivo, desapasionado e inventarial. Los espacios son descritos con la misma frialdad con la que se llevan a cabo las demostraciones de poder 2 . Mientras que en Masoch se diluye la frontera entre el sujeto y el objeto, la figura y el fondo, de un modo sutil y sugerente, ensalzando la dimensión afectiva de unos sofisticados entornos materiales que son fetichizados para revelar su capacidad de agencia erótica. La estructura de los espacios sádicos se articula sobre un esquema dicotómico 3 . Por una parte, se erige la zona visible, los lugares accesibles de la representación. Por otra, se esconde el mundo subpolítico 4 de la caja negra: aquel dispositivo tecnológico cuyo acceso está reservado a los expertos y que opera de manera silenciosa e invisible (salvo en caso de colapso). Si hubiera que asignarle una metáfora arquitectónica a estos espacios, sería la de un laboratorio científico, un quirófano o un dispositivo infraestructural 5 : unos recintos especializados e híper-funcionales, recortados de la sociedad, donde se llevan a cabo ensayos sobre la malignidad 6 ; unos laboratorios 7 de la perversión 8 donde el crimen queda deslocalizado gracias al uso de estrategias de camuflaje (como recursos topográficos, colinas artificiales, etc.) y el empleo de materiales naturales y artificiales para ocultar las instalaciones bajo tierra (como cubiertas verdes con arbustos de hoja perenne); unos espacios asépticos, descontaminados del exterior, desinfectados del pacto social 9 ; 1 DELEUZE, G., Presentación de Sacher-Masoch. Lo frío y lo cruel, Buenos Aires, Ed. Amorrortu, 2001. 2 Cf. QUETGLAS, J., “La casa de Don Giovanni”, Exit LMI. Gran reserva 1972, Madrid, LMI, (1997) 81. 3 Cf. FOGUÉ, U., “De la ecología en el tocador a la ecología de las pieles: (eco)sadismo y (eco)masoquismo. Bases para una geografía pornológica”, en VV. AA., RUBIO GARRIDO, A. (Ed.). Textos fundamentales de la estética de la arquitectura, Valencia, General de ediciones, Colección línea de fuga, 2015, pp. 58-119. 4 Para mayor detalle, véase la crítica al concepto de “subpolítico” de Ulrich Beck recogida en: MARRES, N. y LEZAUN J., “Materials and devices of the public: an introduction”, Economy and Society 40.4 (2011), 489509. 5 De hecho, en algunos textos de Sade, el espacio de cautiverio es presentado como un “cloaca”. No hay que olvidar que Sade profesaba una profunda admiración por las catacumbas romanas. Véase: VIDLER, A., El espacio de la ilustración, Madrid, Alianza forma, 1997, pp. 158-9. 6 Nótese que, en la lectura de Sade, el lector es ubicado en una posición similar: como un espectador separado de la acción, que analiza y recorre de manera fría la sucesión de los acontecimientos a través del cuerpo del texto donde se presentan los cuerpos-calcos en movimiento incesante. El lector se convierte en una suerte de cirujano que observa el cuerpo del paciente. Cf. QUETGLAS, J., “La casa de…”, op. cit. 7 En ocasiones Sade concede a las torturas la dimensión laboratorial de un examen científico: “La anatomía nunca llegará a su último grado de perfección decía Rodin, si no analizamos el sistema circulatorio de un adolescente de catorce o quince años muerto en la tortura”. SADE, M., Justina o los infortunios de la virtud, Isabel Brouard (trad.), Madrid, Cátedra. Letras universales, 2010, pp. 163- 4. Recordemos que poco antes, en 1628, William Harvey ha publicado Motu cordis, donde presenta una nueva concepción del cuerpo basada en el sistema sanguíneo. 8 “La obra de Sade eleva el principio científico a principio destructor”. Véase: “Excursus II: Juliette, o Ilustración y moral”, en: HORKHEIMER, M. y ADORNO, T. W., Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos, Madrid, Editorial Trotta. Colección estructuras y procesos. Serie Filosofía, 1998. 9 El espacio sádico es un lugar para la exploración de los límites de la sedición contra el contrato social (ROUSSEAU, J. J., Del contrato social, Madrid, Alianza, 2012).

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#ZaragozaPiensa. Mesa: Crisis de la ciudad. Habitar el espacio urbano hoy.Uriel Fogué

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  • Las arquitecturas de Sade y Masoch. Marcos eco-erticos para la interpretacin de la

    ciudad

    Uriel Fogu

    En opinin de G. Deleuze1, tanto Sade, como Masoch, por encima de enfermos o pacientes, son

    grandes antroplogos al estilo de aquellos que saben infundir en su obra toda una concepcin

    del hombre, de la cultura y de la naturaleza y grandes artistas, al estilo de aquellos que saben

    extraer nuevas formas y crear nuevas maneras de sentir y pensar, todo un nuevo lenguaje. Nos

    atrevemos a aadir que, adems, Sade y Masoch son grandes arquitectos, que proyectaron sobre

    las pginas de sus textos dos formulaciones espaciales y dos marcos de cohabitacin, que abrieron

    sendos filones para la arquitectura moderna. Como tales, deberan ser recibidos por la crtica de

    la arquitectura e integrados junto a otros nombres de arquitectos relevantes de la historia.

    Si analizamos los textos de Sade y Masoch, llama la atencin el modo literario tan dispar

    empleado por uno y otro a la hora de referirse a los espacios arquitectnicos. En Sade predomina

    un estilo descriptivo, desapasionado e inventarial. Los espacios son descritos con la misma

    frialdad con la que se llevan a cabo las demostraciones de poder2. Mientras que en Masoch se

    diluye la frontera entre el sujeto y el objeto, la figura y el fondo, de un modo sutil y sugerente,

    ensalzando la dimensin afectiva de unos sofisticados entornos materiales que son fetichizados

    para revelar su capacidad de agencia ertica.

    La estructura de los espacios sdicos se articula sobre un esquema dicotmico3. Por una parte, se

    erige la zona visible, los lugares accesibles de la representacin. Por otra, se esconde el mundo

    subpoltico4 de la caja negra: aquel dispositivo tecnolgico cuyo acceso est reservado a los

    expertos y que opera de manera silenciosa e invisible (salvo en caso de colapso). Si hubiera que

    asignarle una metfora arquitectnica a estos espacios, sera la de un laboratorio cientfico, un

    quirfano o un dispositivo infraestructural5: unos recintos especializados e hper-funcionales,

    recortados de la sociedad, donde se llevan a cabo ensayos sobre la malignidad6; unos laboratorios7

    de la perversin8 donde el crimen queda deslocalizado gracias al uso de estrategias de camuflaje

    (como recursos topogrficos, colinas artificiales, etc.) y el empleo de materiales naturales y

    artificiales para ocultar las instalaciones bajo tierra (como cubiertas verdes con arbustos de hoja

    perenne); unos espacios aspticos, descontaminados del exterior, desinfectados del pacto social9;

    1 DELEUZE, G., Presentacin de Sacher-Masoch. Lo fro y lo cruel, Buenos Aires, Ed. Amorrortu, 2001. 2 Cf. QUETGLAS, J., La casa de Don Giovanni, Exit LMI. Gran reserva 1972, Madrid, LMI, (1997) 81. 3 Cf. FOGU, U., De la ecologa en el tocador a la ecologa de las pieles: (eco)sadismo y (eco)masoquismo. Bases para una geografa pornolgica, en VV. AA., RUBIO GARRIDO, A. (Ed.). Textos fundamentales de la esttica de la arquitectura, Valencia, General de ediciones, Coleccin lnea de fuga, 2015, pp. 58-119. 4 Para mayor detalle, vase la crtica al concepto de subpoltico de Ulrich Beck recogida en: MARRES, N. y LEZAUN J., Materials and devices of the public: an introduction, Economy and Society 40.4 (2011), 489509. 5 De hecho, en algunos textos de Sade, el espacio de cautiverio es presentado como un cloaca. No hay que olvidar que Sade profesaba una profunda admiracin por las catacumbas romanas. Vase: VIDLER, A., El espacio de la ilustracin, Madrid, Alianza forma,

    1997, pp. 158-9. 6 Ntese que, en la lectura de Sade, el lector es ubicado en una posicin similar: como un espectador separado de la accin, que analiza

    y recorre de manera fra la sucesin de los acontecimientos a travs del cuerpo del texto donde se presentan los cuerpos-calcos en

    movimiento incesante. El lector se convierte en una suerte de cirujano que observa el cuerpo del paciente. Cf. QUETGLAS, J., La casa de, op. cit. 7 En ocasiones Sade concede a las torturas la dimensin laboratorial de un examen cientfico: La anatoma nunca llegar a su ltimo grado de perfeccin deca Rodin, si no analizamos el sistema circulatorio de un adolescente de catorce o quince aos muerto en la tortura. SADE, M., Justina o los infortunios de la virtud, Isabel Brouard (trad.), Madrid, Ctedra. Letras universales, 2010, pp. 163-4. Recordemos que poco antes, en 1628, William Harvey ha publicado Motu cordis, donde presenta una nueva concepcin del cuerpo

    basada en el sistema sanguneo. 8 La obra de Sade eleva el principio cientfico a principio destructor. Vase: Excursus II: Juliette, o Ilustracin y moral, en: HORKHEIMER, M. y ADORNO, T. W., Dialctica de la Ilustracin. Fragmentos filosficos, Madrid, Editorial Trotta. Coleccin

    estructuras y procesos. Serie Filosofa, 1998. 9 El espacio sdico es un lugar para la exploracin de los lmites de la sedicin contra el contrato social (ROUSSEAU, J. J., Del

    contrato social, Madrid, Alianza, 2012).

  • unos pequeos estados de excepcin donde se suspenden las convenciones para reconstruir un

    mundo a travs de la naturaleza del crimen legtimo. Las arquitecturas del sadismo son

    concebidas como unos diagramas programticos que regulan, bajo criterios de eficiencia, los

    flujos, de manera impecable; unos pornogramas, como los definir R. Barthes10, donde todos los

    elementos y los actos son clasificados y asignados a un recinto, un ritmo y un horario

    predeterminado; unas mquinas criminales totales, edificadas alrededor del paciente para

    satisfacer tcnicamente sus necesidades en una suerte de confort arquitectnico que preserva

    la ecologa poltica sdica, basada en la dis-ponibilidad y el aseguramiento de los recursos

    (humanos).

    Todo lo contrario que en Masoch, donde lo que condiciona el movimiento de los cuerpos y el

    despliegue de las conductas es un contrato pactado de antemano11. En este caso, el espacio es un

    mbito para la ejecucin o, mejor, la puesta en escena, de un documento jurdico convenido y

    rubricado por todas las partes, que terminar por devenir en el guin de una representacin trgica.

    Aqu, la metfora arquitectnica sera la de un teatro, un campo de juegos o un espacio

    ceremonial. En lugar de ensayos cientficos, los personajes de Masoch llevan a cabo otro tipo de

    ensayos: ensayos teatrales radicales que precisarn de un espacio diferente: una caja negra pero,

    en este caso, no una tecnolgica, sino un caja negra teatral. Los espacios de las narraciones

    masoquistas son tratados como unas escenografas o unos decorados, donde nada es literal. El

    masoquista gusta de reprogramar los lugares, de subvertir las funciones, de retorcer los

    significados de todas las cosas. Por eso, se recrea en la ambigedad espacial: lejos de la

    transparencia informativa sdica, las acciones de las novelas masoquistas transitan por espacios

    que en cualquier momento pueden ser activados para devenir lugares de suplicio (como cuando

    las columnas del dosel de la cama blanca y perfumada se convierten en un soporte para la

    crucifixin). El espacio masoquista puede acontecer en cualquier espacio cotidiano, pero slo se

    hace explcito en los momentos concretos de la tortura, rompiendo cualquier correspondencia

    entre forma y funcin. Los dispositivos arquitectnicos masoquistas no administran el

    movimiento perpetuo de los flujos, sino que tensan el espacio para dosificar un vaivn

    coreogrfico de cuerpos y fantasmas, entrelazados en instantes eternos.

    Como se puede comprobar, ms all de su dimensin ertica, clnica o psicoanaltica12, desde un

    punto de vista esttico, el sadismo y el masoquismo inauguraron dos filones arquitectnicos

    dismiles, en la modernidad. No obstante, estas dos configuraciones arquitectnicas no han tenido

    un desarrollo equivalente en la historia13: de la misma manera que Masoch qued silenciado,

    absorbido por la potencia de Sade14, la modernidad tendi a movilizar, en muchas de sus

    formulaciones arquitectnicas, una topologa sdica (que no masoca). Para R. Barthes, P.

    Klossowski o J. Quetglas, quienes realizaron una suerte de erotografa de la aldea sadiana, el

    equivalente ms cercano a la sociedad sdica, dentro de la historia de la arquitectura moderna,

    10 El pornograma [] es la fusin (como por el efecto de la temperatura ardiente) del discurso y del cuerpo y (nos atrevemos aadir) del espacio arquitectnico. Las arquitecturas erticas son pornogramticas. BARTHES, R., Sade, Fourier, Loyola, Madrid, Ctedra, Coleccin Teorema, 2010, p. 182. 11 Como explica Deleuze, la relacin masoquista se encuentra regulada por la figura jurdica de un contrato, a travs del cual las partes

    establecen un convenio en torno a la relacin. Masoch hizo uso de este recurso, tanto en sus novelas, como en los encuentros amorosos

    de su vida real. Vase: Apndice II en DELEUZE, G., Presentacin de op. cit., p. 143. 12 Sadismo y masoquismo en FREUD, S., Tres ensayos sobre teora sexual y otros escritos, Madrid, Alianza, 2012, p. 36-36. 13 El sadismo y el masoquismo han sido objeto de una confusin histrica que las ha absorbido bajo la figura de una unidad imposible:

    el sadomasoquismo. Sin embargo, nada tienen que ver los respectivos imaginarios y universos simblicos, racionales, polticos,

    retricos, poticos y arquitectnicos que cada uno moviliza. Cf. Ibd. 14 Ibd.

  • sera el falansterio15. Para Vidler, algunas de las arquitecturas de Sade se asemejan a ciertos

    proyectos de C. N. Ledoux y de A. Palladio. En su opinin, Sade encontr en algunas instituciones

    modernas, como las prisiones y los hospitales (donde pas gran parte de su vida), un paradigma

    espacial para pensar las arquitecturas del libertinaje. Sin embargo, es posible ampliar las

    conclusiones de estas aproximaciones humanistas y afirmar que, desde una perspectiva socio-

    ecolgica, existe una correspondencia verificable, tanto topolgica, como programtica, entre las

    arquitecturas descritas en la literatura sdica y las reformas urbanas desarrolladas en las ciudades

    industriales del siglo XIX, como las reformas urbanas para Pars llevadas a cabo por G. E.

    Haussmann entre 1852 y 187016. A travs de semejante despliegue arquitectnico-

    infraestructural, se puso en obra, a escala urbana, una ecologa poltica (eco)sdica17. Si se

    analizan en paralelo la seccin del bulevar de Haussmann y la seccin tipo de las arquitecturas de

    Sade, se puede comprobar que no slo se produce una correspondencia directa entre la

    organizacin programtica, la disposicin arquitectnica y la distribucin espacial de ambas

    construcciones, sino que, adems, desde un punto de vista cosmopoltico18 y socio-ecolgico19,

    ambas reproducen la misma ecologa poltica y una idntica economa de la visibilidad20,

    articuladas sobre la base de la caja negra tecnolgica, que cuenta con unos espacios visibles,

    representativos y accesibles para el ciudadano, y otros mbitos subpolticos invisibles,

    gobernados por expertos y de donde los ciudadanos son expulsados21. A pesar de que la zona

    subpoltica de la caja negra tecnolgica constituye un espacio crucial para la ciudad, dado que en

    ella se toman decisiones polticas de mxima envergadura, como las formas de relacin con la

    naturaleza, la administracin y la gestin de los recursos, la asignacin de derechos a

    determinados agentes del ecosistema, las polticas de domesticacin y urbanizacin del entorno,

    etc., paradjicamente, sta permanece imperceptible para el ciudadano medio, tal y como lo haca

    la sede secreta subterrnea paralela al convento de los padres benedictinos proyectada por Sade

    en Justine.

    Este dispositivo urbano ejecuta una escatologa poltica (eco)sdica que determina una forma de

    mediacin tcnica especfica, basada en el sometimiento del otro (sea ste el entorno o un nmero

    concreto de humanos), emplazndolo a mantenerse a la espera, disponible y asegurado, para su

    explotacin. Cuando el dispositivo es activado, pone en obra una estructura de emplazamiento22

    o un formato de mediacin tecnolgica que perpeta una forma de poder especfica: el

    antropocentrismo. La haussmannizacin relatada por W. Benjamin no slo es la historia de

    15 BARTHES, R., Sade op. cit., p. 27; KLOSSOWSKI, P., Sade mi prjimo, Madrid, Arena libros, 2005, p. 62; QUETGLAS, J., La casa de, op. cit., p. 119.a 16 Para una aproximacin a la ecologa poltica de las reformas urbanas de Haussmann vase: DOMNGUEZ RUBIO, F. y FOGU,

    U., Technifying Public Space and Publicizing Infrastructures: Exploring New Urban Political Ecologies through the Square of General Vara del Rey, International Journal of Urban and Regional Research, 37, (2013) 10351052. 17 Vidler afirma que las propuestas arquitectnicas de Sade no tuvieron seguidores, por lo que deben ser consideradas ms como

    sntomas que como orgenes de un cambio. Sin embargo nos proponemos trabajar sobre la hiptesis de que tal vez la topologa

    arquitectnica y esttica ensayada por Sade se ha visto traducida, no de una manera literal, en otros tipos de arquitecturas como, por

    ejemplo, en las reformas de Haussmann y otras operaciones urbanas de la poca. VIDLER (1997), op. cit., p. 157. 18 Para I. Stengers el trmino cosmopoltico designa un proyecto activo para explorar y expandir los posibles mundos de lo comn. STENGERS, I., The Cosmopolitical Proposal, en Latour, B. y Weibel, P. (ed.), Making Things Public, Cambridge MA, MIT Press, 2005, pp. 994.1003. 19 Para la definicin del planteamiento y los objetivos principales de la ecologa poltica urbana, vase: VV. AA., Heynen, N., Kaika,

    M. y Swyngedow, E. (Eds.), In the Nature of Cities: Urban Political Ecology and the Politics of Urban Metabolism. Oxon, Routledge,

    Questioning Cities Series, 2006. 20 Trmino empleado por Foucault para referirse a las tecnologas para la administracin de la visibilidad en los marcos ejercicio del poder. Para el filsofo, el poder disciplinario se ejerce hacindose invisible, imponiendo sobre los sometidos un principio de visibilidad obligatorio. FOUCAULT, M., Vigilar y castigar, Aurelio Garzn del Camino (trad.), Mxico, Madrid, Bogot, Siglo XXI

    Editores, 1978, p. 192. 21 Vase: KAIKA, M., City of ows: modernity, nature, and the city, Londres, Routledge, 2005; GRAHAM, S. y MARVN, S., Splingtering Urbanism. Networked Infrastructures, Technological Mobilities and the Urban Condition, Londres y Nueva York,

    Routledge, 2001. 22 Sobre la Ge-stell o estructura de emplazmiento como principio moderno de mediacin tcnica, vase: HEIDEGGER, Martin La pregunta por la tcnica en Conferencias y artculos, Barcelona, Ediciones del Serbal, 1994, p9-32.

  • lembellissemnt stratgique de Pars para evitar las barricadas23. Ni de construccin de un

    espacio urbano que favorece el individualismo y la desmovilizacin de los ciudadanos, como

    afirman R. Sennett o D. Harvey24. Es tambin el relato (eco)sdico del diseo, a escala urbana,

    de una de las principales infraestructuras del antropocentrismo. Mediante el instrumental

    (eco)sdico del dispositivo haussmanniano se establece un principio de instalacin y una forma

    de organizacin social y ecolgica donde el hombre ostenta el privilegio de erigirse como el

    amo o el verdugo de unos otros (humanos y no-humanos) enajenados, sobre los que imponen su

    fuerza de manera unidireccional. A travs de esta forma de mediacin tcnica, el hombre se erigi

    como el verdadero sujeto histrico y poltico de la modernidad, poseedor del privilegio bblico

    concedido a Adn25 del control prometeico de la naturaleza. La red26 producto de las reformas

    desempeadas por Haussmann en Pars inaugura una matriz de relaciones, una composicin de

    agentes y una topologa arquitectnica que despliegan unas formas polticas antropocntricas y

    (eco)sdicas, las cuales garantizan la direccin de las rutas, los flujos de los recursos, el

    aseguramiento de su disponibilidad y el sometimiento de una parte de los agentes, con el objetivo

    de acreditar una dinmica de crecimiento ilimitado.

    Los siglos XIX y XX han sido unos importantes campos de pruebas para los laboratorios del

    (eco)sadismo a diferentes escalas. Sin embargo, esta ecologa poltica se ha demostrado agotada

    e insuficiente para abordar los retos del presente27. Un espectro28 de otro espacio poltico interpela

    nuestro tiempo y nos exhorta a ensayar otros marcos de cohabitacin. Tal vez sea ste el tiempo

    de abordar el otro camino: abrir un espacio para el ensayo de las arquitecturas del

    (eco)masoquismo, que slo pueden ser aterciopeladas y sensuales. Unas arquitecturas que nos

    permitan pasar de la ecologa en el tocador a la ecologa de las pieles29.

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    23 Estratgico embellecimiento. Haussmann se dio a s mismo el nombre de artiste dmolisseur. Cf. VI. Haussmann o las barricadas en BENJAMIN, W., Obra de los pasajes [vol.1], Obras, libro V, Madrid, Abada Editores, 2013, pp. 69-74. 24 HARVEY, D., Pars, capital de la modernidad, Jos Mara Amoroto (trad.), Madrid, Akal. Cuestiones de antagonismo, 2008, p.

    113; SENNETT, R., Carne y piedra, Madrid, Alianza, 2002, p. 351. 25 Cf. GUERRA, Mara Jos (2001), Breve introduccin a la tica ecolgica, Madrid, Antonio Machado, Coleccin Mnimo Trnsito. 26 Cf. LATOUR, Bruno, La esperanza de Pandora. Ensayos sobre la realidad de los estudios de la ciencia, Barcelona, Gedisa. Serie

    Cla-De-Ma, 2001. 27 Cf. SERRES, M., El contrato natural, Umbelina Larraceleta y Jos Vzquez (trad.), Valencia, Pretextos. 28 Cf. Derrida, J., Espectros de Marx. El estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva internacional. Madrid, Editorial Trotta,

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