las apariciones de la virgen maría

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  • LAS APARICIONES DE LA VIRGEN MARA

    RESPUESTA DE LA BIBLIA

    porque as como hablar imprudente lleva al error, tambin el silencio imprudente deja en el error a los que tendran que ser instruidos. (San Gregorio Magno)

    Los catlicos se ven con frecuencia enfrentados al fenmeno de las apariciones de la Virgen y a los mensajes a quienes dicen que han podido verla.

    En los ltimos aos estas apariciones han colmado de tal manera el ambiente de algunas iglesias particulares y comunidades, y han llegado a polarizar tanto las devociones, que constituyen una preocupacin para pastores y fieles.

    Cundo podemos tener una cierta seguridad de que tales mensajes vienen realmente de Maria? Hay alguna manera de comprobarlo? Para quienes son esos mensajes? La iglesia puede obligarnos a creer en ellos?

    Estas preguntas son tanto ms acuciantes cuando el Nuevo Catecismo de la Iglesia Catlica pide a los mismos laicos que aprendan a discernir la seriedad y la validez de estos mensajes, Cmo hacerlo?

    Este texto pretende aclarar este panorama, aportando algunas ideas desde el punto de vista de las Sagradas Escrituras que (junto con la Tradicin y el Magisterio) constituye la nica revelacin obligatoria para los cristianos.

    UN FENMENO ANTIGUO:

    De vez en cuando diarios y revistas nos sorprenden con la noticia de que la Virgen Mara se apareci en alguna parte del mundo y que revel ciertos mensajes a la persona que tuvo la suerte de verla.

    Unos reaccionan de una manera incrdula. Otros admiten el hecho como cierto. Y algunos no solo aceptan estas revelaciones y mensajes sino que los convierten en el centro de su espiritualidad y en motivo de reflexin permanente.

    El fenmeno de las apariciones en la historia de la Iglesia se viene dando desde pocas muy antiguas. El primer caso que conocemos ocurri en el siglo III, y es el de san Gregorio Taumaturgo, obispo de Neocesarea, en Asia Menor (+270), a quien la Virgen se le haba presentado para instruirlo y ensearle algunos misterios de la fe que l ignoraba.

    Tres siglo ms tarde, el papa san Gregorio Magno (+604) cuenta que Mara se le apareci a una nia, de noche, para anunciarle su prxima muerte. Tambin de san Martn de Tours (+397) y san Ildefonso de Toledo (+567) se dice que haban experimentado manifestaciones de la Madre de Jess durante sus vidas.

    El caso ms impresionante de esta poca es el que se cuenta de san Juan Damasceno (+749), a quien la Virgen Maria se le haba aparecido para devolverle la mano derecha, cortada por el gobernador de Damasco.

    Sin embargo, fue durante la edad media cuando se produjo la verdadera proliferacin de visiones y profecas. A lo largo de este tiempo pulularon las predicciones, los videntes, las leyendas de apariciones, los relatos de milagros y las crnicas maravillosas.

    Muchas eran exageraciones carentes de valor, y resultaba tan fantasiosas que un telogo del siglo XIII, el franciscano David de Augsburgo (+1272), se quejaba: Parece que la revelacin de cosas secretas y futuras es cada vez ms comn y seduce a numerosas personas, que creen que viene del Espritu Santo lo que en realidad es invento de su propia sugestin, o de una inclinacin errnea. Ya estamos cansados de tantas profecas.

    A pesar de las voces criticas que se alzaban contra estas visiones, hubo muchas santas en este tiempo cuyas revelaciones ejercieron gran influencia entre la gente. As, adems de santa Juana de Arco (+1431) con sus voces y visiones, fueron muy aceptadas y ledas las profecas de santa Gertrudis (+1302) santa ngela de Foligno (+1309), santa Catalina de Siena (+1380) y santa Brgida (+1373). Las revelaciones de sta ltima fueron de tal trascendencia, que a fines de la Edad Media se las equiparaban casi a las Sagradas Escrituras.

    LA DISPUTA ENTRE TELOGOS

    En el siglo XVI los abusos relacionados con las apariciones y fenmenos extraordinarios eran realmente numerosos. En muchas partes de Europa brotaban movimientos religiosos fundados en creencias fantsticas e inclinados hacia lo maravilloso, lo extraordinario e incluso lo esotrico. La misma creencia popular lleg a venerar a numerosas msticas, cuyas revelaciones y mensajes eran buscados con avidez y seguidos con especial atencin.

    Frente a este panorama, los telogos se dividieron en dos posiciones contrapuestas: unos a favor y otros en contra de la validez de estas revelaciones.

  • Entre los defensores se hallaba san Ignacio de Loyola (+1556), en cuya vida los fenmenos extraordinarios sern fundamentales. Entre los oponentes, por su parte, hubo grandes msticos de la talla de san Juan de la Cruz (+1591), quien en su clebre libro Subida al Monte Carmelo comentaba con severidad:

    Si la fe ya est fundada en Cristo y en el Evangelio en esta era de gracia, no hay para que preguntar ms. En Cristo, Dios ya dijo todo lo que tena que decir. Y si alguien quisiera preguntarle a Dios, o buscara alguna revelacin o visin, no solo cometera una necedad sino que ofendera a Dios. Pues Dios le podra responder: Si ya te lo dije todo... en mi Hijo, qu te puedo ahora revelar que sea ms que eso? Pon tus ojos en El, porque en El te lo he dicho todo (Sabidura del monte Carmelo, Libro II, capitulo 22,5)

    En esta misma lnea de pensamiento, la genial Teresa de Jess (+1582) aconsejaba a sus monjas que tenan revelaciones que no hicieran tanto ayuno, y que comieran y durmieran bien, y as dejaran de tener visiones (Moradas del Castillo Interior, Morada IV, Captulo 3, 11-13. Epistolario, Carta 248, a la M. Mara de San Jos, en Sevilla, prrafo 9; Carta 143, a la M. Mara Bautista de Valladolid, prrafo 8)

    Ante tantas opiniones encontradas, y como el panorama se mostraba incierto ya que ambas posturas pretendan hacer prevalecer sus argumentos, al Iglesia decidi tratar este asunto en un Concilio, reunido en el ao 1512 en la ciudad italiana de Letrn, (V Concilio de Letrn).

    El concilio, luego de analizar el tema, se inclin ms bien por el segundo grupo. A fin de frenar los excesos y exageraciones que se daban, estableci que corresponda al Papa decidir si una aparicin de la Virgen se consideraba autntica o no, as como autorizar su culto. Pero si alguna necesidad urgente lo aconsejaba, tambin podra permitirlo el obispo del lugar. (Sess. 11, en Conciliorum Oecumenicorum Decreta, Herder, Bolonia 1973).

    La decisin del concilio logr de algn modo enderezar las desviaciones, y frenar muchos cultos y celebraciones que se realizaban y que nadie haba autorizado fuera del propio vidente. Pero no haba respondido a la cuestin ms importante: qu valor tena estas revelaciones recibidas por la Iglesia? Los creyentes estaban obligados a creer en ellas?

    Ser en cardenal prspero Lambertini, un telogo excepcional y uno de los hombres ms eruditos de su tiempo (ms tarde nombrado papa con el nombre de Benedicto XIV), quien dar la respuesta definitiva a este problema. En 1738, dos aos antes de ser nombrado pontfice, public un voluminoso tratado, titulado La beatificacin de los Siervos de Dios. En l distingua dos clases de revelaciones: la revelacin pblica y la privada.

    Segn esta distincin, hoy comnmente aceptada, se llama revelacin pblica a la que Dios hizo al pueblo de Israel a lo largo de su historia. Comenz con Abraham (hacia el ao 1800 a.C.) y termin con la muerte de Jesucristo y la de sus apstoles (alrededor del ao 100 d.C.). Es decir, esta revelacin dur unos 1900 aos, y ya ha concluido. Actualmente esta recogida en la Biblia, y se la considera obligatoria e imprescindible para la vida y la salvacin de cualquier creyente cristiano. Por eso se le da el nombre de revelacin pblica. Si uno desconociera estos mensajes, no podra decir seriamente que es cristiano.

    Pero aparte de esta revelacin, puede suceder que Dios, la Virgen o algn Santo quiera revelarle a un creyente algn mensaje personal. Esta clase de revelacin, entonces, se llama revelacin privada, porque ha sido hecha en el ambiente privado de la persona.

    Y aqu viene lo importante. Dice Benedicto XIV en su obra que a las revelaciones privadas aunque hayan sido aprobadas por la Iglesia, no se les debe atribuir asentimiento obligatorio. Por lo tanto, uno puede rechazarlas y negarse a aceptarlas (Benedicto XIV, Pomt.opt.Max.: Opera Omnia. De Servorum Dei Beatificatione et beatorum Canonizatione, Roma, ed.an, 1842, tomo II, Cp. XXXII. Cfr. Tomo III, Cp. LIII. Tambin el papa Po X asuma y afirmaba esta misma actitud en la encclica Pascendi, del 8 de septiembre de 1907)

    En otras palabras, el papa sostiene que nadie est obligado a creer en ninguna revelacin privada de la Virgen, por ms seria y venerable que parezca. Y an cuando alguna devocin fuera aprobada y reconocida por la Iglesia, no por ello los mensajes que la acompaan se convierten en revelacin pblica, es decir, obligatoria para la fe de los cristianos.

    Al llegar al siglo XIX, entramos en la poca de las grandes apariciones marianas, cuyas devociones no solo comienzan a ser autorizadas por los obispos locales sino incluso recomendada por los Pontfices.

    En 1803, se producen tres manifestaciones de la Virgen a Catalina Labour, una novicia de 23 aos, en Pars, que dar origen a la devocin de la medalla Milagrosa. Como ella se neg a dar testimonio, estas apariciones nunca fueron aprobadas oficialmente. Pero de un modo tcito fueron aceptadas por la iglesia, y la devocin de la Medalla Milagrosa se difundi por todo el mundo. Los papas Gregorio XVI y Po IX las usaron.

    En 1846, en el pueblito de La Salette (Francia), dos pastorcitos de 11 y 14 aos vieron a Nuestra Seora que lloraba, e invitaba a la conversin de los pecadores. En esta visin la Virgen les comunic un secreto

  • En 1858, ocurrieron 18 apariciones, en el pueblito de Lourdes a Bernardette Soubirous, una adolescente de 14 aos.

    En 1917, en Ftima a tres pastorcitos de 10, 9 y 8 aos se les present la Virgen en seis oportunidades, y termin revelndoles tres mensajes secretos.

    NO TODO VIENE DE DIOS:

    Este es el panorama que encontramos a lo largo de la historia de la Iglesia.

    Ahora bien, qu actitud debemos tomar nosotros a un mensaje supuestamente revelado por Mara? En los casos en que la Iglesia no se pronuncia oficialmente (es decir, el 90% de las veces, ya que conserva sobre ello extrema prudencia), podemos nosotros averiguar si una determinada visin tiene cierta seriedad o es una mera sugestin del vidente?

    No solamente podemos, sino que debemos hacerlo. En efecto, el Nuevo Catecismo de la Iglesia Catlica dice con respecto al tema en el Nmero 67. Aqu pues nos advierte dos cosas:

    a) que no todo lo que dice recibir revelaciones sobrenaturales las recibe realmente, ni todos los mensajes que se anuncian vienen necesariamente de Dios; muchos son producto de la imaginacin de tales personas. Por eso advierte que hay que discernir, es decir, distinguir entre las que son autnticas y las que no lo son.

    b) Que esta tarea le corresponde a los fieles (guiados por el Magisterio de la Iglesia). Por lo tanto, no debemos esperar que sobre cada mensaje que circula de la Virgen Mara se pronuncie oficialmente la Jerarqua de la Iglesia, sino que son los laicos quienes deben aprender a diferenciar lo verdadero de lo falso.

    Ante este pedido del Nuevo Catecismo, quiz uno se sienta pasmado: cmo discernir? Cmo podemos saber si un mensaje proviene realmente de la Virgen o es una fantasa de quien lo difundi? Existe alguna regla bsica que se pueda aplicar? Si existe.

    Primero vale la pena aclarar antes tres puntos: 1) La mejor forma de expresar no es aparicin de la Virgen o algn otro santo, sino la forma correcta de clasificar a este tipo de experiencias es con el vocablo: visiones; 2) La iglesia no oficializa los mensajes sino solo el culto. Y 3) La finalidad de esas visiones es santificar al vidente.

    Aclarado estos puntos ahora vayamos a lo que nos concierne: cmo discernir si una revelacin es autntica? Qu caracterstica debe mostrar?

    Existe una regla de oro que nos permite darnos cuenta, y a la que por desgracia ni siempre se presta atencin. Es la siguiente: UNA REVELACIN PRIVADA NUNCA PUEDE CONTRADECIR A LA BIBLIA, ES DECIR, A LA REVELACIN PBLICA. Por lo tanto, si algn mensaje de la Virgen, de los santos o de quien fuere, contradice lo que ensea la Biblia, no puede jams venir de Dios, porque Dios no puede contradecirse. M