las abuelas

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LAS ABUELAS Quien tuvo la dicha de conocer a sus abuelos y abuelas y de establecer una buena relación con ellos sabe la riqueza que esto significa. Para los niños y las niñas la figura de los abuelos es importante, aunque no determinante para su futuro, pero sí muy positiva al recibir de su parte algo que los padres y las madres no están en condiciones de darles en esa etapa de su vida al ser éstos los directamente responsables de las y los hijos y estar sufriendo las angustias propias que este rol genera al preguntarse: ¿lo estoy haciendo bien o mal; les doy el trato correcto; soy demasiado severo(a) o demasiado tolerante?; además de tener que solventar los problemas económicos para su sostenimiento; amén de sus propios problemas personales, sobre todo en el caso de padres demasiado jóvenes, de padres por accidente o de papás o mamás solteras. En particular, quiero referirme a la figura de la abuela, -antes abuelita por viejita, encorvada y de cabecita blanca- que es las que más ha cambiado por las condiciones evolutivas de las mujeres. En las zonas rurales las abuelas, generalmente, siguen siendo como antaño, están integradas a la familia ayudando en los quehaceres de la casa, cuidando de los nietos y a quienes se les otorga un lugar de respeto, valor cultural que se sigue conservando. Muy diferente es en las ciudades en las que las abuelas son mujeres activas que, en ocasiones, cuentan con un trabajo remunerado económicamente o son jubiladas, hacen vida social, ya sea solas o con

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escritos propios para describir mis sentimientos y que pasa con la gente de nuestro alrededor

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Page 1: Las Abuelas

LAS ABUELAS

Quien tuvo la dicha de conocer a sus abuelos y abuelas y de establecer una buena relación con ellos sabe la riqueza que esto significa. Para los niños y las niñas la figura de los abuelos es importante, aunque no determinante para su futuro, pero sí muy positiva al recibir de su parte algo que los padres y las madres no están en condiciones de darles en esa etapa de su vida al ser éstos los directamente responsables de las y los hijos y estar sufriendo las angustias propias que este rol genera al preguntarse: ¿lo estoy haciendo bien o mal; les doy el trato correcto; soy demasiado severo(a) o demasiado tolerante?; además de tener que solventar los problemas económicos para su sostenimiento; amén de sus propios problemas personales, sobre todo en el caso de padres demasiado jóvenes, de padres por accidente o de papás o mamás solteras.

En particular, quiero referirme a la figura de la abuela, -antes abuelita por viejita, encorvada y de cabecita blanca- que es las que más ha cambiado por las condiciones evolutivas de las mujeres. En las zonas rurales las abuelas, generalmente, siguen siendo como antaño, están integradas a la familia ayudando en los quehaceres de la casa, cuidando de los nietos y a quienes se les otorga un lugar de respeto, valor cultural que se sigue conservando. Muy diferente es en las ciudades en las que las abuelas son mujeres activas que, en ocasiones, cuentan con un trabajo remunerado económicamente o son jubiladas, hacen vida social, ya sea solas o con sus parejas, viajan, estudian, tratan de estar informadas de los acontecimientos públicos, participan en actividades políticas o de servicios sociales, mejoran su apariencia física, -se maquillan y se pintan el pelo- y cuidan celosamente su independencia, y sus hijos o hijas pueden contar con ellas en determinados momentos, pero ya no están dispuestas a ser sus incondicionales y a volver a asumir la responsabilidad de cuidar y educar a la nueva generación.

Hoy las abuelas tenemos una vida propia. Lo que personalmente considero muy positivo al haber dejado de ser una carga para la familia y el mueble viejo que se tiene arrumbado en la casa. Sin embargo, estas nuevas abuelas nos estamos perdiendo de esa relación íntima de ternura, de complicidad, de apapachamiento y chiqueo con la generación que viene a ser la rama nueva, la ramita

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fresca, del tronco familiar. Ya no compartimos con nuestros nietos las vivencias de ambos. A su vez, los nietos tienen nuestra figura difuminada, ya no es la de admiración y respeto incondicional, ya no tienen a quien les canta las canciones de cuna para arrullarlos, a la que les cuenta cuentos, anécdotas y la historia de tiempos remotos o la historia de sus antepasados, lo que ha ido generando que se les pierdan recuerdos y enseñanzas que duran toda la vida.

La nueva generación de abuelas tenemos el reto de inventar los mecanismos que sean necesarios para tener y disfrutar nuestra independencia familiar y de recuperar la figura de este personaje para la felicidad y enriquecimiento de los pequeños.

Tener a los nietos contentos y complacerlos es algo que podemos hacer por ellos y por nosotras, es darnos un gusto y saborealrlo, dándonos el privilegio de contar con un tiempo para decirárselos y dedicárnoslos y disfrutar juntos. Sobre todo, al ir ellos creciendo, es sentirnos y hacerles sentir que somos sus amigas, sus confidentes leales, que los tratamos de entender y que no los vamos a reprender, ni los vamos a acusar, ni los vamos a gobiar con nuestras recomendaciones. Así como apreciar y demostrarles que aprendemos de ellos, de sus valores, de la forma como ellos perciben al mundo, cuando les escuchamos sus puntos de vista.

También puede ser un acto de amor que pudieran disfrutar aun quienes no tuvieron su propia familia y/o carecen de nietos, ya que ha de ser altamente satisfactorio adjudicarse este papel “adoptando un nieto” para vivir esta gran experiencia de ternura.