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nº 176 mayo 2006 36 >>> ¿Cuál era la esencia del “método-Lanssiers” para llegar a la gente y hacerse querer? Simplemente escuchar, dejarte hablar hasta donde quisieras y llegaras. ¿Cómo era al final su rutina? En estos últimos tiempos tenía intensos dolores. Lo encontraba en las mañanas enroscado. Yo entraba can- tando. “Ah, ya viene la bullera esta…”, decía. “¿Y qué dice mi príncipe? ¿Ha dormido?” “No he dormido nada: esta cochinada me ha dolido toda la noche.” “¿Quieres que te sirva tu desayuno?” “No tengo hambre.” Yo insis- tía. “A esta vieja nada le importa que no tenga hambre.” Hasta comer un pedacito de pan era ya un triunfo. De ahí se ponía a leer hasta que escuchábamos: “Ay, viene la hora de almuerzo”. “Qué le pasa a la gente que solo piensa en comer”, decía cuando lo invitaban. ¿Sabía que estaba mal? Se enteró de la peor manera. Su doctor, Primo Pacheco, siempre se encargó de que no supiera la gravedad de su enfermedad. Pero me recomendaron tener una segunda opinión. Fuimos y yo le dije: “Doctorcito, tenga mucha prudencia porque el padre ha sufrido mucho con la gue- rra y todo eso... Entró Hubert y el doctor le dijo: ‘Padre, me sorprende, ¿cómo sigue vivo? El aneurisma que tie- ne empieza en su cuello y termina en su ingle’. Ese día, para mí, Hubert entró en muerte, aunque él contestó: “No le hagas caso, este tipo es un apocalíptico…”. Qué mejor homenaje a Lanssiers que “escuchar” lo que sus “engreídas” (secretarias y profesoras de La Recoleta, más señoras ex internas del penal de Chorrillos) cuentan de él. Para ello conversamos con Anita Rivera, Aracelli Serra y María Isabel Alayza, (de quienes transquibimos sus respuestas a una sola voz) además de un grupo de mujeres indultadas (Ivonne Moreau, Angélica Maldonado, Zonia Rosas y Juana Lazo). Lanssiers: Nuestro querido “CANALLITA” Hubert Lanssiers recientemente en el IDL, gracias a una invitación hecha por Gino Costa sobre la absurda salida del INPE de Wilfredo Pedraza Nicole Cornejo

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Page 1: Lanssiers: Nuestro querido “CANALLITA” · te cuento cuando eligieron a los miembros de la Comi-sión de la Verdad. Lo descartaron porque no era perua-no. ¡Qué tristeza! Él

nº 176 mayo 200636

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¿Cuál era la esencia del “método-Lanssiers” para llegar a la gente y hacerse querer?Simplemente escuchar, dejarte hablar hasta donde quisieras y llegaras.

¿Cómo era al final su rutina?En estos últimos tiempos tenía intensos dolores. Lo encontraba en las mañanas enroscado. Yo entraba can-tando. “Ah, ya viene la bullera esta…”, decía. “¿Y qué dice mi príncipe? ¿Ha dormido?” “No he dormido nada: esta cochinada me ha dolido toda la noche.” “¿Quieres que te sirva tu desayuno?” “No tengo hambre.” Yo insis-

tía. “A esta vieja nada le importa que no tenga hambre.” Hasta comer un pedacito de pan era ya un triunfo. De ahí se ponía a leer hasta que escuchábamos: “Ay, viene la hora de almuerzo”. “Qué le pasa a la gente que solo piensa en comer”, decía cuando lo invitaban.

¿Sabía que estaba mal?Se enteró de la peor manera. Su doctor, Primo Pacheco, siempre se encargó de que no supiera la gravedad de su enfermedad. Pero me recomendaron tener una segunda opinión. Fuimos y yo le dije: “Doctorcito, tenga mucha prudencia porque el padre ha sufrido mucho con la gue-rra y todo eso... Entró Hubert y el doctor le dijo: ‘Padre, me sorprende, ¿cómo sigue vivo? El aneurisma que tie-ne empieza en su cuello y termina en su ingle’. Ese día, para mí, Hubert entró en muerte, aunque él contestó: “No le hagas caso, este tipo es un apocalíptico…”.

Qué mejor homenaje a Lanssiers que “escuchar” lo que sus “engreídas” (secretarias y profesoras de La Recoleta, más señoras ex internas del penal de Chorrillos) cuentan de él. Para ello conversamos con Anita Rivera, Aracelli Serra y María Isabel Alayza, (de quienes transquibimos sus respuestas a una sola voz) además de un grupo de mujeres indultadas (Ivonne Moreau, Angélica Maldonado, Zonia Rosas y Juana Lazo).

Lanssiers:Nuestro querido

“CANALLITA”

Hubert Lanssiers recientemente en el IDL, gracias a una invitación hecha por Gino Costa sobre la absurda salida del INPE de Wilfredo Pedraza

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¿Habló sobre su muerte?“¿Te das cuenta? Te apuesto que el día en que me muera esto va a estar repleto de flores; inútilmente botando la plata, y ahora que la necesitamos nadie se acuerda de nosotros...” Y así fue. “Qué está pasando que la gente se ha comenzado a morir una tras otra”, era otro de sus comentarios cuando se enteraba de una muerte.Cuando, hace poco, fue al entierro del padre Hervé, nos comentó que no le gustaría terminar en el Pres-bítero Maestro, ese “monumento al cemento”; pero terminó allí, por su deber de “obediencia”.

¿Cómo alguien como él manifestaba su fe re-ligiosa?Un día le comenté: “Pobrecita, Gladys: desde que está con esta pareja no puede comulgar, porque se sien-te en pecado...”. “Son estupideces, porque ¿qué cosa creen que es Dios? ¿Un mezquino? Pensar así es no saber del amor profundo de Dios; de la inmensidad de su amor por nosotros.”

¿Rezaba?Sí, sus propias oraciones.

¿Alguna vez comentó por qué eligió la vida de sacerdote y no la otra?Él bromeaba diciendo que no se había casado porque no habría soportado que lo mandara una mujer, pero que en eso se había ‘quinceado’ porque había termina-do mandado por mil mujeres, refiriéndose a nosotras.

Al final como que prefería la compañía feme-nina...Sí, y eso tiene mucho que ver con su vivencia con las chicas del penal. Él ha visto durante años a la mujer que se esfuerza y se sacrifica, la mujer que sigue a pesar de todo, que ha recibido miles de noticias terribles; muje-res aguerridas que siguen trabajando, tejiendo, apren-diendo en la cárcel. “Las mujeres que van cargando sus bolsas a los penales. A ver a sus hijos. Son las verdade-ras santas.” Les tenía un cariño incondicional.

Eso también fue un cambio en él. Lanssiers siempre fue fascinante, pero cariñoso solo a partir de un momento. ¿Qué pasó?Su relación con nosotras lo hizo “aflojar”. Las mujeres expresamos cariño más fácilmente, y eso le gustó a Hubert. Descubrió lo agradable que es que te abracen y besen y que puedes abrazar y besar. El cariño se con-virtió en alimento para él.

Y cuando se encontraba con un alumno de otra época, al que no había abrazado sino todo lo contrario, ¿qué comentaba?A nosotros nos impresionaba lo tiesos que se ponían los alumnos antiguos. Él se acordaba bien de lo que había hecho, pero se defendía diciendo “se lo merecía “, o “pero mira qué bien le hizo”.

Un cascarrabias por principio. ¿Qué era lo que más le molestaba?¡Qué no le molestaba, más bien! Le molestaba la realidad diaria; le indignaba. Leía los periódicos y decía: “Aj!”. No te cuento cuando eligieron a los miembros de la Comi-sión de la Verdad. Lo descartaron porque no era perua-no. ¡Qué tristeza! Él era un ‘peruanazo’, y cuando alguien decía “no hables porque tú eres belga”, se resentía como diciendo: “¿Hay alguna duda de que no soy peruano?”.

¿Qué lo hacía estar contento?Era una persona muy simple y humilde, y eso hacía que le pudieras contar adefesios; se moría de risa. Las cosas que le daban alegría era simplemente llegar y verte contento; o que las chicas le contaran algo, o en-contrar a quién fastidiar. O ir a los partidos de básquet de los chicos y gritar: “toma tu milo”.

¿Recordaba a sus padres?Bromeaba contando que la puntería de su mamá era excelente, porque siempre le daba cuando le tiraba la sartén. Pero también tarareaba una canción que le

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Anita en el medio, tal vez la persona más cercana a Lanssiers en los últimos años. a los costados la profesora maría Isabel Alayza y Aracelli Serra, secretaria. Engreídas, víctimas y soportes de Lanssiers.

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cantaba cuando era niño. Su abuela le decía: “Hubert, tú vas a terminar en la horca”, porque era un terre-moto. Pero él decía: “Me lo merecía por malcriado”. Es una historia rodeada de pobreza y de falta de hogar.Una vez nos contó que uno de sus días más felices fue cuando encontró el colegio cerrado: “¡Viva, viva!”. De pronto se enteró de que era porque había empezado la guerra y los bombardeos: “Siempre me acompañó la pobreza. Yo dormía soñando con un plato de sopa”. Tú no le podías invitar nabo, porque se acordaba de las raíces que escarbaban para poder comer.

¿Y su padre?Lo admiraba porque también había sido legionario en Indochina. Se quejaba de no tener ni siquiera una foto de él. También hablaba de su “hermanito”.

¿Saben si se enamoró alguna vez?Cuando él era un adolescente había una niña linda que le encantó. Se citaron y Hubert tenía su media negra con un hermoso hueco; entonces agarró betún y se pintó la carne para que no se vea el hueco. ¿Qué pasó? “Se acabó la magia, porque la chica tenía una horrible voz, insoportable, toda chillona.”

Cierto tipo de gente que le desagradaba espe-cialmente...Sin decir nombres por favor.Los frívolos. Cómo se indignaba cuando se enteró de que las trabajadoras del hogar no se podían bañar en las playas de los ricos. “Eso me da asco.” También los que buscaban protagonismo: “Pobre tipo: si pudiera se tiraría sobre la torta para llamar la atención”. Tampo-co soportaba a los piadosos y cucufatos.

Al final tuvo vínculos con unos presos distintos de los que habitualmente visitaba: Kouri, Venero, Joy Way, entre otros.

El día del entierro, Kouri me dijo: “Cómo agradezco a Dios haber estado preso para conocer a Hubert”. Hu-bert lo quería mucho. Un día llama Venero y me dice: “Solamente dígale que lo amo”.

Creo en lo humanitario sin distinción, ¿pero siendo Lanssiers tan drástico, no le molestaba todo el daño que había hecho ese tipo de gente abusando de un cargo público?En un primer momento sí, pero después los llegó a querer. Pero sí había otros a los que no podía ver; de-cía: “No quiero ver a este porque pudo hacer muchas cosas buenas y no las hizo”. De algunos decía hasta que eran “hijos del diablo”.

¿Y qué decía frente a lo que al final sucedió con Fujimori? ¿No se sintió decepcionado?Lo quería y respetaba a pesar de todo. Y Fujimori lo respetaba a él. Más que decepción, sintió mucha tris-teza. Él hasta el último tuvo la esperanza de que Fuji-mori no se iría del país y deslindaría. Creía que Mon-tesinos lo había utilizado.

¿Ingenuidad? ¿Apoliticismo?Más que ingenuo, limpio. Hubert era muy limpio.

A veces regañaba hasta de los derechos hu-manos...Él decía: “El asunto es vivir para los derechos humanos, no vivir de los derechos humanos; pero hay gentes que toman esto como un trampolín”. Una vez le dijo a uno de sus abogados que se había pasado a la Comisión de la Verdad: “Ah, mira cómo son ahora tus preferencias; trabajas para los muertos y ya no para los vivos”.

¿Era consciente del cariño y admiración que mucha gente sentía por él?

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La trascendencia de Lanssiers a través de la memoriaIvonne MoreauLa primera vez que lo vi fue a los quince días que me habían encarcelado, apenas salí de la celda en la que había estado incomunicada. Me dijo: “Tú eres Ivonne. Mi mamá también se llama Ivonne”. Sin más palabras, me abrazó y me sentí totalmente protegida y arropada. Comencé a llorar, pero no de dolor, sino de necesidad de amor, que era lo que me habían quitado. Le dije “yo no he matado a nadie”; “ya sé que no has matado a nadie”, me contestó. Y con su dedo me hizo una cruz tan fuerte que me marcó.

Cuando se fue de viaje a Europa le pedí que se robara todo lo que pudiera del avión y me lo trajera. Regresó y subió a mi celda con una bolsa. “¿Qué me ha traído, Hubercito?”, y veo todos los jabones de todos los hoteles, colchitas, almohada, desodorantes, champús, cubiertos, portavasos. [Ivonne estuvo presa injustamente cerca de siete años.)

Angélica MaldonadoSi bien lo que una más quiere cuando está en la cárcel es su libertad, también ayudan los detalles, como eran las bromas de Hubert, o el que se riera con las nuestras. ¿Te acuerdas Juanita cuando quiso que la condecoración que le dio la Embajada le fuera entregada en el penal? Con esos de-talles Hubert nos decía: “Tú sí me importas como persona”. Eso te hacía sentir que ya no seguías cayendo, que es lo que se siente en un penal.(Angélica estuvo presa injustamente cerca de diez años.)

Zonia RosasLo conocí cuando volví por segunda vez al penal. Le empecé a contar mi historia y no pude contener las lágrimas. Él me abrazó fuerte y en ese momento comprendí que no estaba sola. Le pregunté: “Padre, ¿por qué me han traído acá?”. Y me dijo “Si por mí fuera, jamás hubieras entrado a este lugar”, palabras que siempre recuerdo.[Zonia estuvo injustamente presa por trece años.]

JuanitaUna vez, luego de una requisa muy fuerte, abrieron la puerta del pasadizo y apareció Hubert; me vio tratando de aprovechar la poca luz que había para hacer un trabajo con migas de pan. “¿Quién será ese pata?”. Lo miro y me dice “¿Tú qué haces ahí?”. Le contesto: “Robando un poco de luz para trabajar”. “Ah, ladrona eres”. Unos días después, cuando estaba pasando por la celda, me dice: “¿Y cómo va tu canastita?”. Yo solo sonreí. Hubert para mí ha significado una mano que te sostiene, que te dice: “Yo te abrigo, yo te cuido, o si vas a caer será despacito o hasta acá nomás”.[Juana estuvo ocho años presa injustamente.]hom

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No. Cuando lo alababan se mortificaba: “Qué ridicu-lez. ¿Estaré muerto para que me alaben?”. Cuando le pusieron su nombre al terreno de la “Asociación de Indultados” dijo: “Pucha madre, ni siquiera han espe-rado a que me muera”. Padre, lo felicito por todo lo que ha hecho: “Qué he hecho”, contestaba.

¿Una enseñanza de Lanssiers?“Aquí no venimos a juzgar a nadie; venimos para ser humanos, sean justos o pecadores.” Le encantaba la solidaridad, la entrega al otro.

¿Qué le gustaba hacer en sus tiempos libres?Fastidiar. Era malcriado. Su felicidad era ponerte en aprietos y hacerte ruborizar. Nosotros le decíamos todo el tiempo que se había vuelto un malcriado, y él respondía: “Malcriado, malcriado. ¿No te puedes bus-car una palabra más original?”.

Recuerdo una vez, en Yanamayo. Como estaba molesto porque lo habían hecho esperar para entrar, todos los policías le pedían “su bendición padrecito”, y él les contestaba: “Se me han termi-nado”. O en una última entrevista, la periodista le pregunta si estaba de acuerdo con la castración de violadores, y él contestó: “¿No cree usted, señorita, que sería un poco tarde?”.Ah, ese tipo de cosas le encantaban. Una vez vinieron unos japoneses a entrevistarlo con un intérprete y él se dejó entrevistar así por media hora. De pronto, se dirigió a los japoneses y al intérprete en un perfecto japonés.Entró a una entrevista con una periodista chilena, y le dijo: “Huele a chileno. Mi amor, no te ofendas, ¿pero no crees que es hora de que nos devuelvan el Huáscar? Acá también lo tendríamos lindo”.Una vez, en plena misa, me dijo: “Lee este texto de la Biblia pero solo lo que está marcado, porque el resto ya pasó de moda”.Como era muy celoso, a mí me decía: “¿Por qué no bo-tas a tus hijos a una zanja?”. Cuando yo quería que los visitaran, me decía: “Tráemelos cuando tengan DNI”.La primera vez que fui a Lurigancho estaba con él en el medio del patio rodeado de todos los de Lurigancho, cuan-do de pronto desapareció. Fue una especie de bautizo.A veces respondía el teléfono: “Embajada de China Po-pular contesta”.

Recuerdo también que le gustaba poner apodos.A las internas de Chorrillos les ponía apodos de ani-males enjaulados como La Pantera Rosa, La Jirafa o La Gata Loca (una señora que cantaba en un tono muy

alto como catarsis). O de muñecas: Pati Larga, La Rei-na (la señora que era jefa de cocina y hablaba como si diera órdenes). “La leona” a una señora por sus peina-dos, “La Valvulita” a una señora que le habían puesto una válvula en su corazón.

¿Y a él le pusieron algún apodo las internas?Algunas le decían Canallita. “Nuestro Canallita.”

¿Qué opinaba sobre lo que se venía en política?“Es abominable, me da pena, no hay memoria. Esta-mos entre el sida y el cáncer. ¡Ay, este país! No mejora, es la inercia.”

¿Y las exposiciones que organizó con obras de los internos?El arte libera. Pero le daba pena que “toda esta gente que aprendió a hacer arte con el hueso, el barro, la ce-rámica, sale a qué: a ser albañiles. Es como si los deja-ras vivir y los matas después”.

Un humor más que negro...Recientemente, a una interna muy cercana a él, que pinta-ba unos cuadros que no le gustaban, le dijo: “Yo te libera-ría en el acto si prometieras nunca más volver a pintar”.

¿Les contó algún sueño últimamente?A veces en las mañanas lo encontrábamos durmiendo en el suelo, con toda la ropa de cama hecha un desas-tre. “Sepa usted señora que he estado en la guerra.”

¿Su mejor amigo?Sergio Ángeles, profesor de la Recoleta, quien trabajó después en Ideele.

¿Le gustaba la soledad? Al revés. Al final no soportaba estar solo. Se las inge-niaba siempre para que nos quedáramos.

¿Cuánto le costó dejar de fumar un par de ca-jetillas Inka diarias?Mucho, sino hubiera muerto antes. Había perdido hasta el gusto. Después lo recuperó.

¿Qué quería Lanssiers después de su muerte?Que todo lo que él hacía continuara: que los presos no se queden solos, que siga la venta de productos hechos en la cárcel, las exposiciones de arte.

¿Continuará?Nosotras queremos, pero ojalá...