lander, edgardo comp. el limite de la civilización industrial

Upload: carmen

Post on 14-Apr-2018

225 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    1/182

    E l limitsciviUzacionindustrial

    -rccoordinador)

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    2/182

    E l fin de siglo es propicio para los balances,para la disertacion sobre graves problemas. Enel eje de esos balances esta el bienestar alcan-zado por la sociedad industrial, que se presentaalgo mas que magro a la hora de una verifica-tion geografica. Al respecto, El limife de la civi-lizacion industrial sencda a los que propician laexacerbation industrial neoliberal de nuestrosdias (el "sometimiento definitive") como fieles se-guidores de la tradition de los conquistadoresdel siglo XV o de los positivistas del siglo XIX.

    Esta comprobado que las sociedades menosmodernas gozan de una relation mas organicaentre laproduction de sus nor mas y lavida dia-ria. Y aunque los trabajos aqui incluidos no su-gieren un retornoa la Edad de Piedra, si apun-tan la necesidad de una racionalidad ambien-tal que promueva un desarrollo regional equili-brado, un "etno-eco-desarrollo" que permita laautogestion de las comunidades, y conella algotan basico como la autosuficiencia aliment aria.

    Vladimir AcostaArturo EscobarEdgardo LanderEnrique LelfFernando MiresAlvaro PedrosaI S B N 980-317-081-3

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    3/182

    EL LIMITE DE LACIVILIZACION INDUSTRIAL

    Perspectivas latinoamericanas en torno alpostdesarrollo

    Edgardo Lander

    Editor

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    4/182

    Agradecimiento:

    A los autores de estos textos por su disposicin a participar en el presente proyecto editorial,

    as como por su paciencia ante el largo proceso que culmina en la publicacin.

    A Julieta Mirabal, por su invalorable trabajo editorial.

    P.D.

    Nunca me perdon el hecho de que en la versin publicada de este texto no apareci un

    expreso reconocimiento y agradecimiento a la contribucin de la profesora Lolola Hernndez

    Barbarito que desempe un papel central en la organizacin del evento en el XIX Congreso

    a la Asociacin Latinoamericana de Sociologa (Caracas 1993) que sirvi de base a este

    libro.

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    5/182

    TABLA DE CONTENIDOS

    1. El dogma del progreso universal. Edgardo Lander

    2. La revolucin ecolgica de nuestro tiempo. Fernando Mires

    3. La crisis mundial actual, la crisis de America Latina y la problemtica ambiental.Vladimir Acosta

    4. Democracia participativa, racionalidad ambientaly desarrollo sustentable: una utopiaen construccion. Enrique Leff

    5. El Pacfico Colombiano: Entidad Desarrollable o Laboratorio Para el Posdesarrollo?Arturo Escobar V. Y Alvaro Pedrosa G.

    6. Amrica latina: historia, identidad, tecnologa y futuros alternativos posibles. EdgardoLander

    7. Los autores

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    6/182

    EL DOGMA DEL PROGRESO UNIVERSAL

    La religin del progreso universal parece estar montada sobre un dogma ubicado ms

    all de toda de discusin, posibilidad de duda, o refutacin emprica. La nocin del progreso

    contina siendo probablemente la idea-fuerza ms potente de la sociedad contempornea. Y

    sin embargo, la inviabilidad a mediano y largo plazo del modelo civilizatorio industrialista y

    depredador se hace cada vez ms evidente. La destruccin de la capa de ozono, el efecto

    invernadero, la devastacin de bosques, el empobrecimiento de suelos frtiles, la creciente

    escasez de agua tanto para la agricultura como para el consumo humano, la acelerada

    reduccin de la diversidad gentica, la contaminacin del aire y del agua, son las principales

    seales de alarma que nos indican que la humanidad est llegando a los lmites (o ya los

    habr sobrepasado?) de una degradacin de los sistemas ecolgicos, ms all de los cuales

    podra llegarse a alteraciones irreversibles que haran imposible la vida. No son inagotables

    los recursos, ni es infinito el potencial de los ecosistemas del planeta para procesar y

    compensar las alteraciones que en ste produce la accin humana. Estamos cerca o hemos

    llegado al lmite de la capacidad de carga de la Tierra. (Postel, 1994, pp. 4-5)1

    Y sin embargo, destacados economistas lcidos y brillantes en su oficio, profesores de

    las mejores universidades del mundo y premios Nobel, tecncratas con responsabilidades en

    la toma de decisiones del ms alto nivel pblico y privado, nacional e internacional, continan

    promoviendo el crecimiento econmico indefinidamente hacia el futuro. En el Informe

    1. El Worldwatch Institute, tomando en cuenta las proyecciones de crecimiento de lapoblacin y las tendencias previsibles en el uso de recursos, calcula que entre 1990 y el ao2010 se producir una reduccin de la disponibilidad global per cpita de recursosrenovables en las siguientes proporciones: pesca 10%; tierra irrigada 12%; tierra cultivada21%; pastos 22%; y bosques 30%. (Postel, 1994, p. 11).

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    7/182

    2

    Brundtland, como una de las recomendaciones centrales dirigidas a abordar los problemas

    de destruccin ambiental, se proponen tasas de crecimiento anual para el mundo

    industrializado de 4% a 5%, con el fin de generar mayores niveles de demanda de los bienes

    que exportan los pases del mundo perifrico, y as fomentar su desarrollo (Comisin Mundial

    del Medio Ambiente y Desarrollo, 1989). El nuevo modelo de xito de las economas "en

    desarrollo" es China. La cuarta parte de la humanidad expande su produccin a un ritmo de

    ms del 10% anual. Continan juzgando el desempeo econmico con medidas de

    crecimiento como el producto nacional bruto o el ingreso per cpita que hacen abstraccin

    del deterioro o consumo del capital natural sin el cual sera imposible esa produccin 2. Con

    qu lgica nos podemos considerar ms ricos si el logro del aumento del bienestar material

    se da al costo de destruir en forma irreversible los recursos que permitieron ese bienestar?

    Es imposible pensar que no les ha llegado noticias de las amenazas a la sobrevivencia, no

    slo de la humanidad sino de la vida misma en el planeta, a las cuales parece estar

    conduciendo el modelo civilizatorio hegemnico. Cmo fue posible llegar a la construccin

    de modelos de conocimiento como la disciplina econmica actual -cientficos y rigurosos- que

    han resultado ser tan extremadamente impermeables al mundo que los rodea?

    Una sociedad postmaterial?

    En estos tiempos postmodernos se habla con desdn y cinismo de la utopa, de los

    proyectos colectivos de futuro. Es comn or hablar de la modernidad y el industrialismo

    2. "Como los clculos realizados para medir el Producto Nacional Bruto no toman en cuentala destruccin o agotamiento de los recursos naturales, esta popular medida econmica esextremadamente engaosa. Nos dice que estamos progresando mientras nuestrasfundaciones ecolgicas se estn derrumbando." (Postel, 1994, p. 20)

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    8/182

    3

    como si fuese cosa del pasado. La sociedad industrial estara siendo reemplazada por la

    sociedad postindustrial, la sociedad materialista -depredadora de la naturaleza- superada por

    un orden social postmaterial.

    Y sin embargo, a pesar de toda la retrica postmoderna y de todas las profundas

    transformaciones culturales que recorren al planeta, no parecemos estar acercndonos al fin

    de la modernidad, slo a la crisis de su razn histrica y al despliegue hipertrofiado de su

    razn instrumental (Quijano, 1988). La utopa de la sociedad de la abundancia material sin

    lmite se impone en todo el planeta. Hoy, en una forma mas acelerada que nunca antes en la

    historia, con una eficacia slo posible gracias al prodigioso desarrollo tecnolgico, se dan en

    el mundo "subdesarrollado" compulsivos procesos de modernizacin. A nombre de los

    dogmas del mercado y del progreso -que la ceguera caracterstica de todo dogma hace ver

    como la realidad, como la nica realidad posible- se est sometiendo a una alta proporcinde la humanidad a procesos de desarraigo, acentuacin de las profundas desigualdades

    existentes, destruccin de identidades y races culturales. Formas de produccin, de

    relacionarse con la naturaleza, de concebir y asumir el tiempo, prcticas sociales y culturales,

    as como cosmovisiones "atrasadas" son sacrificadas. Todo considerado como desechable

    en funcin del grandioso nivel de bienestar material que el dogma del progreso ofrece como

    meta al alcance de cada uno de los hombres, mujeres y nios del planeta. Todos los

    sufrimientos humanos implicados no seran sino los costos del progreso, los traumas

    inevitables de toda profunda transformacin, recompensados en una prxima generacin con

    una vida de abundancia.

    Pero, y si esa vida de abundancia generalizada no fuese posible? Y si esa oferta de

    futuro a nombre del cual todo puede ser sacrificado es una promesa irrealizable? Y si los

    recursos totales del planeta simplemente no son suficientes para lograr que toda su

    poblacin humana alcance los niveles de consumo material que tienen en la actualidad las

    clases altas y medias de los pocos pases industrializados que hoy sirven como modelo a

    alcanzar? No tendramos que cambiar nuestras nociones sobre el futuro del planeta si

    constatramos que los niveles de vida de pases como el Japn slo son posibles gracias al

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    9/182

    4

    uso del "excedente ecolgico" no utilizado por otros pases3. Que sentido tendran esos

    inmensos engranajes del proceso universal de modernizacin compulsiva que a su paso

    homogeneizador va sometiendo y/o destruyendo toda identidad y forma cultural alterna a esa

    opcin civilizatoria inviable?

    La pobreza, ms all de un nivel fsico difcilmente cuantificable, es un hecho cultural

    que se construye a partir de la nocin de riqueza. El modelo civilizatorio actual, al definir

    como riqueza y como bienestar -como buena vida- algo que est fuera del alcance de una

    mayora de la humanidad, no slo construye la pobreza mediante la apropiacin

    profundamente desigual de los recursos (sin la cual seran, por supuesto imposibles los

    actuales niveles de opulencia de una minora de la humanidad) 4, sino condena para siempre

    a la mayor parte de la humanidad a la carencia, y a la pobreza al definir como tales a

    cualquier opcin de vida diferente a los niveles de consumo propios de las sectores msprsperos de las sociedades industriales contemporneas. As como no es posible abordar

    los problemas ambientales por la va de remiendos o ajustes secundarios a las tendencias

    medulares de la civilizacin industrial contempornea, tampoco es posible abordar el tema de

    la pobreza sin cuestionar el modelo civilizatorio del cual forma parte y haciendo abstraccin

    de la nocin de riqueza5.

    3. "En principio no hay nada inherntemente insostenible en que un pas dependa delexcedente ecolgico de otro. El problema est en la percepcin generalizada de que todoslos pases pueden sobrepasar su capacidad de carga y crecer econmicamente por la va dela expansin de sus manufacturas y bienes industriales a expensas del capital natural -pavimentando tierras agrcolas para construir fbricas, por ejemplo, o deforestando paraconstruir viviendas. Pero, todos los pases no pueden continuar haciendo estoindefinidamente. Como observa el economista Herman Daly,

    La habilidad de un pas para

    sustituir capital hecho por el hombre por capital natural, depende del que otro pas tome ladecisin opuesta (complementaria).

    " (Postel, 1994, p. 17)

    4. "En 1960, el 20% ms rico de la poblacin del planeta se apropiaba del 70% del ingreso

    global; para 1989 (ltimo ao para el cual existen cifras comparables), esta proporcin subeal 83%, mientras que el 20% ms pobre ve descender su participacin de 2,3% a 1.4%, conlo cual la relacin entre el ingreso del 20% ms rico y el ingreso del 20% ms pobre pas de30 a 1 en 1960 a 59 a 1 en 1989." (Postel, 1994, p. 5. Datos de: United Nations DevelopmentProgramme, Human Development Report 1992, New York, Oxford University Press, 1992).5. En este sentido, al igual que la Cumbre de la Tierra realizada en Ro de Janeiro 1992 entorno al tema ambiental, de la Cumbre Social de Copenhagen de 1995 no puede esperarsesino resultados en extremo limitados en relacin a la pobreza.

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    10/182

    5

    El pensamiento sobre el planeta y su futuro que es hoy hegemnico, es un

    pensamiento desde y para el mundo industrial central. Un pensamiento donde todo es

    posible... menos poner en duda los dogmas que estn en la base de la civilizacin industrial.

    Los trabajos recogidos en este libro pretenden, desde otro lugar, a partir de una ptica que

    tiene sus races en la experiencia particular de Amrica Latina en torno a los temas de la

    modernizacin, el desarrollo, la diversidad cultural y la destruccin ambiental, contribuir a la

    indispensable gestacin de otras miradas sobre estos asuntos. Los textos, con la excepcin

    del de Enrique Leff, tienen su origen en ponencias presentadas y debates realizados en la

    Comisin de "Desarrollo latinoamericano: Modelos alternativos, economa y ecologa", del

    XIX Congreso de la Asociacin Latinoamericana de Sociologa, celebrado en Caracas entre

    el 30 de mayo y el 4 de junio de 1993.

    Edgardo Lander

    Caracas, febrero 1995

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    11/182

    6

    REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

    Comisin Mundial del Medio Ambiente y Desarrollo, Nuestro futuro comn, Editorial Alianza,

    Madrid 1989 (1987).Quijano, Anbal: Modernidad, identidad y utopa en Amrica Latina, Lima, Sociedad y PolticaEdiciones, 1988.

    Postel, Sandra: "Carrying capacity: Earth's Bottom Line", en Lester Brown et. al., The State ofthe World (A Worldwatch Institute Report on Progress Toward a Sustainable Society),Washington D.C., 1994.

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    12/182

    7

    LA REVOLUCION ECOLOGICADE NUESTRO TIEMPO

    Fernando Mires

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    13/182

    El ao 1992, el entonces senador norteamericano, y actual Vicepresidente de los

    Estados Unidos, Al Gore, public un libro titulado Earth in the Balance: Ecology and Human

    Spirit. Ese libro ha llegado a ser un hit editorial, y sin duda, ser para arquelogos de futuros

    milenios (suponiendo que la especie humana sobreviva a algunos pronsticos contenidos en

    ese mismo libro) un documento histrico quizs ms decisivo que Los Lmites del

    Crecimiento publicado el ao 1972 por El Club de Roma, o que el Fin de la Historia de

    Fukujama. Con deliberada exageracin, podra afirmarse que representa una especie de

    Perestroika de Occidente.

    Sin negar los indudables mritos literarios, filosficos, e incluso cientficos del texto

    sealado, es evidente que gran parte de su importancia histrica reside en el propio autor.Pues, que un Vicepresidente de USA -que no es precisamente el pas ms ecolgico de la

    tierra- escriba un libro acerca de las relaciones entre la naturaleza y el espritu humano, es

    algo que hay que tomar en serio. Este es un hecho que delata, en cierto modo, como un

    determinado tipo de articulacin discursiva ha alcanzado un lugar hegemnico. El

    pensamiento ecologista despus de ser, cuando no vilependiado, ignorado, parece,

    definitivamente, haber llegado a las ms altas esferas de la poltica, del mismo modo como

    cuando el cristianismo hizo su entrada triunfal despus de haber habitado largo tiempo en las

    catacumbas, hasta alcanzar a los propios personeros del Estado.

    Un palimpsesto de nuestro t iempo

    No estoy muy seguro si en la futura historiografa relativa a nuestra "Antigedad" a Al

    Gore le estar reservado el rol de Teodosio o Constantino. Si estoy, en cambio, seguro, que

    la articulacin discursiva condensada en los estilos de pensamiento ecolgicos parece,

    efectivamente, hacer su entrada triunfal en los salones del Estado. Al Gore lo demuestra, y

    de una manera contundente. Lejos estn los tiempos en que la palabra ecologa slo la

    conocan algunos bilogos. Despus de largusimas discusiones, las tesis que plantean

    como condicin esencial de la sobrevivencia humana, la defensa de la naturaleza, han

    pasado a ser cdigos indispensables del pensar poltico. Hasta el poltico ms industrialista

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    14/182

    9

    se siente obligado hoy, a incluir en algn punto de su programa conceptos como medio

    ambiente, ecologa, o simplemente naturaleza. Una poltica que no recurra a la ecologa

    parece ser tan impensable, como una que en el pasado no hubiese hecho recurrencia a la

    economa.

    Pero no son slo las cavilaciones eco-filosficas de Al Gore las que marcan un

    quiebre terico en los discursos polticos, sino el hecho de que stas alcanzan en su libro

    una dimensin programtica expresada en lo que l llama un Plan Marshall para salvar al

    planeta, tarea que a su juicio nos incluye a todos en tanto ciudadanos de la misma tierra. Por

    primera vez, y sta

    parece ser una opinin cada vez ms pre-dominante, la humanidad se enfrenta a una tarea

    comn, la que implica, para ser realizada, una verdadera revolucin que abarca todos los

    niveles de la existencia (Gore, 1994, p. 20). Pero no se trata a su juicio de un proyectopuramente organizativo a ser realizado por determinados Estados -aunque efectivamente Al

    Gore compromete como principales ejecutores de la revolucin ecolgica global a los pases

    ms industrializados, y dentro de ellos, en primer lugar a USA dado la responsabilidad que le

    incumbe en la destruccin ecolgica (Op. cit., p. 318)- sino que tambin en el alma de cada

    individuo, pues, es ah donde se ha anidado la lgica que ha hecho posible que, sobre otros

    principios ticos y polticos, se haya impuesto el de la destructibilidad. La destructibilidad

    frente a la naturaleza sera en este sentido una expresin ms de una destructibilidad inter-

    social, y, no por ltimo, inter humana. La revolucin que l propone no es por lo tanto slo

    ecolgica, sino una revolucin integral que se expresara ecolgicamente. La ecologa sera

    pues, en el discurso de Al Gore uno de los ms decisivos puntos en la transformacin radical

    de las lgicas de accin que hasta entonces vienen rigiendo el curso de la historia humana.

    Las bases de la teora poltico-ecolgica de Al Gore son antropolgicas. Segn su

    opinin, las relaciones agresivas que mantenemos con el medio ambiente son presentadas

    como producto de un desequilibrio existencial entre el ser humano y el contorno natural. A su

    vez, ese desequilibrio, opera como consecuencia de una disociacin entre las personas y la

    naturaleza. Esa disociacin al producir relaciones de desequilibrio con el medio ambiente, al

    ser interiorizada, se traduce en una disociacin espiritual o psquica. "Por eso estoy

    convencido" -escribe- "que la restauracin del equilibrio ecolgico de la Tierra depende de

    algo ms que de nuestra capacidad para restablecer una equivalencia entre la enorme

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    15/182

    10

    avidez de la civilizacin en bsqueda de recursos, y el frgil equilibrio de la Tierra; eso

    depende adems de nuestra capacidad para restablecer el equilibrio entre nosotros mismos

    y la civilizacin. Por ltimo debemos reencontrar el equilibrio en nosotros mismos entre lo

    que somos y lo que hacemos" (Op. cit., pp. 24-25).

    Precisamente apelando a algunas tesis psicolgicas relativas a las llamadas "familias

    disfuncionales", que son las que no se encuentran en condiciones de formar a sus miembros

    de acuerdo a las pautas de la normatividad social imperante, Al Gore entiende a la sociedad

    moderna tambin como disfuncional, pues sta no se encuentra en condiciones de integrar a

    sus miembros, ya que esta misma civilizacin se basa en una realidad escindida (naturaleza/

    sociedad). La desvinculacin producida entre seres humanos y contorno natural, determina

    un comportamiento agresivo respecto a todo lo que provenga o tenga que ver con el mundo

    natural. Una de las formas ms notorias de esa agresividad es el consumo desenfrenado. Atravs de los productos que consumimos, transformamos a la realidad natural en un objeto

    pasivo, al que poseemos mediante la violencia ejercida en el mercado. La naturaleza es

    reducida as al papel de simple recurso, al servicio de nuestras ambiciones, deseos y lujurias.

    En consecuencia, la civilizacin moderna, para Al Gore, est psquicamente enferma y por

    eso mismo, muchos de sus miembros ni siquiera captan la profundidad de la enfermedad que

    los acosa. "Como los miembros de una familia disfuncional que se anestesian

    emocionalmente frente al dolor, que de todas maneras sienten, nuestra civilizacin

    disfuncional ha desarrollado una anestesia, que nos preserva del dolor de nuestra

    disociacin respecto a la Tierra" (Op. cit., p. 237). De este modo, sta es la conclusin que

    puede ser extrada de las tesis antropolgicas de Al Gore, experimentamos una suerte de

    triple separacin. Entre nosotros y la naturaleza, entre nosotros y la sociedad, y dentro de

    nosotros mismos (Op. cit., p. 255).

    Hecho tal diagnstico, Gore propone la terapia correspondiente: restaurar las

    relaciones de equilibrio, mediante la superacin de la escisin producida entre los seres

    humanos respecto a su ambiente. La ecologa se transforma en un medio que hace posible

    esta integracin; el camino que permite resolver la disfuncionalidad vital de nuestra

    civilizacin.

    Equilibrio e integracin

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    16/182

    11

    El planteamiento de Al Gore es fascinante, como lo es el de muchos msticos -y l lo

    es desde un punto de vista ecologista-. Por lo mismo, parece ser inevitable que en algunos

    momentos caiga en la tentacin de absolutizar algunas premisas. Por lo menos dos

    conceptos muy caros a Al Gore se encuentran para l fuera de toda discusin. Uno es el de

    equilibrio; el otro es el de la reintegracin.

    La idea de que es necesario restablecer un equilibrio al interior de los llamados eco-

    sistemas es uno de los puntos centrales del ideario ecologista, entendiendo por ecologismo

    aquella tendencia poltica que hace de la ecologa una matriz fundamental. De acuerdo a ese

    tipo de ecologismo, existe un equilibrio objetivo que es necesario restaurar. Hay que convenir

    en que la nocin de equilibrio es bastante subjetiva. (Mires, 1990, p. 36). En efecto, lo que

    parece a veces bsico como condicin de equilibrio, no lo es necesariamente para todos loselementos que conforman esa supuesta condicin. Nuestro concepto de equilibrio natural no

    es el mismo que el que imaginaran las ratas, si es que tuvieran imaginacin. Si nuestros

    hogares se llenaran de ratas (horrorosa visin), es porque las ratas han encontrado en ellos

    condiciones de equilibrio que les permiten reproducirse. De la misma manera, la idea de que

    existen ecosistemas que se rigen por un orden natural absoluto, y que es necesario

    preservar desde un punto de vista ecolgico debe ser rechazada. No existe un ecosistema

    ideal, absoluto u objetivo. Un ecosistema es lo que nosotros queremos que sea un

    ecosistema. Pues un sistema es, antes que nada, una invencin humana. Antes de que los

    seres humanos hubieran inventado la nocin de sistema, no existan los sistemas. Por lo

    tanto, un ecosistema (en cuyo interior existan condiciones equilibradas) es no slo un

    concepto subjetivo, sino que adems antropocntrico. Eso por lo dems no tiene ninguna

    connotacin negativa. Pero s seala que aquello que est en juego no es la idea de

    restaurar un sistema de equilibrios objetivos, sino el problema, mucho ms complejo, y por

    cierto, ms poltico, relativo a cuales son las condiciones de equilibrio que deseamos o

    necesitamos. Si un fantico automovilista, para quien el auto es lo ms importante de su

    vida, tiene argumentos suficientes para demostrarnos que el auto es objetivamente an ms

    importante que las vidas humanas que se perdern como consecuencia de las emisiones de

    CO2 habr obtenido un notable triunfo poltico. Pero como hay algunos, desgraciadamente

    no suficientes, que pensamos que es necesario salvar vidas humanas limitando las

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    17/182

    12

    emisiones de CO2, tendremos que argumentar a favor de "nuestro" ecosistema, para lograr

    "nuestro" triunfo poltico. Pues una regin desertica es tambin un ecosistema, y por lo

    dems muy equilibrado (ya que sus elementos interactivos son mucho menos que en un

    ecosistema boscoso). Si alguien quiere vivir en un ecosistema desrtico, o rodeado de ratas

    y cucarachas, enfermo de cncer a la piel, bebiendo agua envenenada, y conservar su

    automvil, es su opcin. Los ecosistemas y los equilibrios que predominen no resultarn de

    la restauracin de un equilibrio natural, sino de una eleccin, que a su vez resultar de

    colisiones argumentativas y, no siempre por ltimo, de decisiones polticas.

    El segundo motivo central de Al Gore, es el de una supuesta reintegracin del ser

    humano en el orden de la naturaleza. Por lo dems, una idea muy antigua. El concepto de

    reintegracin natural tiene incluso un origen religioso. En algn momento el ser humano

    cometi un pecado imperdonable, y fue expulsado del Paraso. Desde entonces vagaerrando buscando el paraso perdido. En algn momento, dice a su vez Al Gore -utilizando el

    lenguaje mesinico, tan propio a la poltica norteamericana- el ser humano se separ de la

    naturaleza, y hoy ha llegado el momento de reintegrarse a ella, salvando a la naturaleza, y

    por tanto, a nosotros mismos, de la catstrofe final (Gore, 1994, p. 217). Muchas

    revoluciones, no hay que olvidar, se hicieron en nombre de la integracin del ser humano en

    un orden natural supuestamente violado por los opresores. El derecho natural que an

    mantiene cierta vigencia en algunas Constituciones, parte precisamente de la premisa de que

    hay un orden natural previo con el cual es necesario vivir en consonancia. El romanticismo

    europeo, a su vez, frente a las relaciones de produccin industrial que amenazaba a tantos

    habitantes del mundo feudal, levant tambin como lema, el regreso a la naturaleza. La

    "utopa del regreso" es el punto central de la filosofa de Fichte que tuvo mucha influencia en

    el pensamiento del joven Marx. La teora marxista de la enajenacin supone, en efecto, que

    como consecuencia del predominio de las relaciones de produccin capitalista, el ser

    humano, como productor de sus condiciones de vida, ya no se pertenece a s mismo. Est

    alienado; enajenado; respecto a qu? es la pregunta. Respecto a s mismo, es la respuesta;

    esto es, respecto a su propia naturaleza, la que se encuentra en contradiccin con el orden

    social. Subvertir al orden social es la condicin de regreso al orden natural. No es casualidad

    que Marx hubiera visto en el Comunismo la posibilidad de la recuperacin del ser humano

    como ser social y natural al mismo tiempo ya que "...la sociedad es la unidad completa del

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    18/182

    13

    ser humano con la naturaleza, la verdadera resurreccin de la naturaleza, el naturalismo

    consumado del ser humano, y el humanismo consumado de la naturaleza" (MEW, E1, p.

    516). La idea del regreso o de reintegracin al orden natural fue defendida posteriormente

    por movimientos ecologistas europeos (Bahro, 1987, p. 268). Hoy, el Vicepresidente de USA

    retoma esa idea, y no con menos fuerza que anteriores naturalismos.

    Supongamos por un momento que exista un orden natural. Quin sabe cmo es? Es

    necesario recordar, en este punto, que en nombre de un orden natural objetivo, el catolicismo

    medieval, y hoy en da algunas fracciones islmicas, decretaron como pecados o delitos

    contra-natura las energas ms vitales del ser humano. No olvidemos que en nombre de una

    supuesta naturaleza humana, los hombres mantuvimos durante siglos a las mujeres

    encerradas en las cocinas, alejadas de las profesiones y de la poltica. En nombre de la

    naturaleza se han cometido crmenes horribles. Hay que evitar, por lo tanto, que profetas ypolticos, aunque sean personas tan democrticas como Al Gore, se arroguen el derecho a

    hablar en nombre de un orden natural.

    Es evidente, por cierto, que el ser humano mantiene muchas relaciones equvocas con

    su ambiente externo, y que el principio de destructividad es todava dominante en nuestra

    cultura. Pero ese ser humano destructivo sigue siendo parte de la naturaleza, esto es, acta

    no desde su exterior, sino desde su propio interior, como un ser que es tambin natural. Y si

    acta desde dentro, es obvio, no puede haber reintegracin posible. Lo que s es posible, es

    establecer una relacin distinta con lo llamado "natural" (interno y externo). De lo que se

    trata, en buenas cuentas, es superar la nocin de que existe una disociacin con la

    naturaleza. No se trata pues de lograr una reintegracin objetiva, sino de lo contrario,

    desalojar del alma la idea de que estamos "afuera". La sola creencia de que existe el "afuera"

    y el "adentro" o lleva a suponer que somos algo "superior" a la naturaleza y por lo tanto es

    nuestro derecho reducirla a la condicin de "recurso", o que somos algo as como parsitos,

    cuyo objetivo es destruirla (por eso hasta el SIDA ha sido perversamente interpretado como

    un medio del que se sirve la naturaleza para defenderse de la especie humana).

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    19/182

    14

    La desnaturalizacin de la razn

    El error que lleva a deducir la condicin antropolgica como externa al "orden natural"

    se deduce de la observacin correcta de que en efecto, parece que con el "homo sapiens" la

    naturaleza se dio un elemento que hasta antes de nuestra llegada no tena: la autorreflexin,

    o lo que es parecido: la capacidad de pensarse a s misma. Esta capacidad portada por la

    especie humana, la de elaborar teoras, maravill tanto a sus portadores, que los llev en

    algn momento a imaginarse que exista independiente a su condicin natural. Este fue el

    momento durante los tiempos modernos, cuando algunos iluminados llevaron su capacidad

    de razonar hasta el punto en que fue posible razonar sobre la razn. Para realizar esa

    complicada operacin, fue necesario separar artificialmente a lo racional de lo que

    supuestamente no lo era, paso que a su vez llev a un momento paradjicamente muyirracional: cosificar a la razn. Este fue el momento del racionalismo. Bacon, Newton,

    Decartes, y tantos otros, fueron cirujanos que creyeron extirpar a la razn de la naturaleza, y

    por lo mismo, de nuestros cuerpos. Disociada artificialmente la razn de las cosas, no

    tardara en convertirse, artificialmente, en un antagonismo frente a lo natural. La

    desnaturalizacin de la razn llevara a la desracionalizacin de la naturaleza.

    La razn cosificada, o lo que es parecido: desnaturalizada, llev inevitablemente a su

    sobre-naturalizacin, que es lo mismo que decir, a su endiosamiento. Por esas razones se ha

    insistido acerca de la necesidad de realizar un proceso de segunda secularizacin -que a

    diferencia de la primera que fund una cientificidad en base a la religin de la razn

    (resultado de su desnaturalizacin), paradjicamente, en contra de la religin- desacralice a

    la propia razn, desmontando el supuesto antagonismo que se da entre lo racional y lo

    natural (Mires, 1990; 1991; y 1994). Eso pasa a su vez por un cuestionamiento radical de los

    principios constitutivos de la cientificidad moderna basados en determinaciones

    indeterminables organizadas en supuestas leyes objetivas, que no son sino la proyeccin de

    una conciencia no plenamente secular.

    Basta simplemente observar como el racionalismo ha juzgado a lo supuestamente no-

    racional para darse cuenta cuan necesario es comprometerse en un proceso de segunda

    secularizacin. En nombre de la racionalidad basada en el progreso, la civilizacin o el

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    20/182

    15

    desarrollo, ha sido destruida la naturaleza hasta haber llegado a la situacin que hoy

    estamos viviendo: al de los lmites objetivos de sobrevivencia de la humanidad.

    Todo lo que, de acuerdo a relaciones de poder pasaba a determinarse como no

    racional, o natural, ha podido ser explotado, saqueado o destruido. Ya la esclavitud griega

    estaba racionalizada sobre la base de supuestos derechos naturales. Las mujeres, durante

    milenios, fueron homologadas con la naturaleza no racional, principio sobre el cual se fund

    la civilizacin patriarcal hasta nuestros das. El racionalismo moderno, a su vez, no hizo ms

    que interiorizar normas culturales que ya estaban dadas, creyendo subvertirlas. Lo que para

    el espritu medieval era lo "pecaminoso", pas a ser en el espritu moderno lo "irracional". A

    travs de la naturalizacin de nuestra exterioridad, y en nombre de una razn sobrenatural,

    obtenamos la absolucin para destruir nuestra propia realidad. El "reino vegetal" y el "reino

    animal" estaban fuera de "nuestro reino". "Nuestro reino" convertido en imperio, ocup ydestruy a los otros reinos. Hoy quedan de esos reinos derrotados slo algunas ruinas que

    testimonian plidamente la grandeza que alguna vez alcanzaron. Los ms expresivos

    sobrevivientes, aquellos que hemos considerado necesarios para nuestra alimentacin, los

    animales, agolpados en campos de concentracin, sin saber lo que es la luz del da,

    industrializados, o convertidos en "seres domsticos" (sobre quienes se proyectan

    sentimientos que ya es "irracional" expresar entre nosotros) nos contemplan -como escribi

    una vez Doris Lessing- con sus ojos hmedos, como preguntndonos, por qu les hemos

    hecho tanto mal. De acuerdo a la ideologa racionalista, el hecho de que no tuvieran una

    razn parecida a la nuestra ha sido motivo suficiente para asesinarlos. Por cierto, al igual que

    muchos seres humanos, los llamados animales no resuelven problemas algebracos, pero es

    difcil negar que carecen de sentimientos, que saben jugar, amar, construir nidos con una

    precisin que puede envidiar cualquier ingeniero, y viajar miles de kilmetros sin perder

    nunca la orientacin. Eso es instinto, afirmamos, sospechando que tal no es ms que una

    palabra inventada para designar a todas las formas de inteligencia que suponemos

    puramente naturales (ya que se da por sentado que nuestra razn es sobre-natural). Por lo

    menos, los llamados despectivamente "pueblos primitivos" entendan inteligentemente a la

    ejecucin de un animal como un acto de sacrificio o de inmolacin. Hoy devoramos a

    nuestros hermanos de la creacin sin hacernos el ms mnimo reproche. La

    desracionalizacin de lo natural lo justifica todo.

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    21/182

    16

    A fin de destruir lo natural, declaramos igualmente la guerra a la naturaleza no

    racionalista que habitaba dentro de nosotros. Lo instintivo o lo animal, fue convertido por la

    religin en pecado. Por el racionalismo fue convertido en "inferior". La antropologa y la

    etnologa moderna, calificaron a muchos pueblos como "naturales", ponindose al servicio de

    un colonialismo, mental primero, militar despus. De la misma manera, reprimimos en

    nuestras almas los sentimientos "inferiores" o "animales". Impotencia, frigidez, perversiones,

    son slo testimonios mnimos de la declaracin de guerra hecha por la razn a la naturaleza.

    Esa guerra, en tanto la razn no es sobre ni no-natural, ha terminado siendo una guerra en

    contra de la propia razn. Las clnicas psiquitricas estn pobladas de vctimas de esa

    guerra. Las calles de nuestras ciudades tambin. Tiene razn Al Gore. La civilizacin misma

    se ha vuelto disfuncional, que es parecido a decir, enferma.

    Que la razn sea uno de los instrumentos autorreflexivos que se ha dado la naturalezadel cual la especie humana es portadora, es una buena noticia, pues si la razn conduce al

    exterminio de la naturaleza, querra decir que la naturaleza es suicida, algo que es difcil

    creer. Luego, existen motivos para pensar que esa misma razn, en tanto es natural, se

    encuentra en condiciones de salvar a la naturaleza y con ello, a su especie portadora:

    nosotros. Pues, autorreflexin quiere decir, pensarse a s mismo. Si la razn es

    autorreflexiva, significa que se encuentra en condicin de aprender de sus errores. Esta es a

    fin de cuentas una de las mejores propiedades de la inteligencia humana: la de cometer

    errores, ya que si no los cometiera, no podra superarse a s misma, y por tanto, no habra

    reflexin, luego, ninguna racionalidad. Slo quien comete errores puede pensar

    racionalmente.

    La entrada de la ecologa en el pensamiento poltico ofrece sin dudas la posibilidad de

    enmendar el error que nos hizo suponer que la razn viva fuera de lo natural. Corregido este

    error, la recuperacin de la naturaleza pasa necesariamente por la recuperacin de la razn

    en contra de un racionalismo que en su esencia era la negacin de toda racionalidad. Slo la

    razn salvar a la razn.

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    22/182

    17

    La teora de la revolucin global

    La ecologa en el discurso poltico -el libro de Al Gore es un buen testimonio- subvierte

    principios esenciales del racionalismo moderno. Quizs estamos asistiendo a uno de los

    procesos ms revolucionarios que haya conocido la historia de la humanidad, pues gracias a

    los servicios que nos presta la ecologa podemos realizar una suerte de cuestionamiento

    tridimensional. En primer lugar, a un orden civilizatorio: la propia modernidad. En segundo

    lugar a un orden socioeconmico: el industrialismo, predominantemente su forma capitalista

    (ya que su forma socialista se cuestion a s misma, y muy radicalmente). En tercer lugar, a

    nosotros mismos. No hay revolucin global sin subversin del individuo, y viceversa. Pues,

    los proyectos revolucionarios del pasado reducan los cuestionamientos a una relacin de

    externalidad. El que se realiza apelando al recurso de la ecologa, internaliza y externaliza losproblemas al mismo tiempo. Porque no es slo un sistema externo a nuestra conciencia el

    que puede ser hecho responsable del exterminio del planeta. Somos tambin nosotros

    mismos. Como deca un amigo, miembro del Partido Verde Alemn, es ms fcil que las

    empresas capitalistas internalicen criterios ecolgicos, a que los ecologistas se deshagan de

    sus automviles. Dicho an ms radicalmente: quien calla sobre su automvil, debe callar

    tambin sobre la Amazonia.

    No obstante, la idea de una revolucin global que se sirva del conocimiento ecolgico,

    no es nueva. En cierto modo Al Gore ha dado formato poltico a un proyecto que vienen

    presentando desde hace algn tiempo instituciones como el Club de Roma.

    Cuando en 1972, en medio de la llamada crisis petrolera, Denis Meadows, en

    representacin del Club de Roma hizo pblico el ya legendario The Limits to Growth

    (Meadows, 1992)) caus un efecto impactante. Por primera vez un organismo tecnocrtico

    autorizado planteaba abiertamente lo que extremas minoras gritaban en las calles de las

    grandes ciudades. Hoy en da, releyendo el Informe, se podra decir que no todas sus

    proyecciones se han cumplido, pues los autores trabajan con clculos lineales que no dejan

    espacio para el aparecimiento de factores imprevisibles. Pero, por otro lado, se puede afirmar

    que en cierta medida algunas de sus predicciones catastrficas se han quedado cortas pues

    en ese tiempo no haban sido computado hechos como el SIDA o el hoyo de ozono. De la

    misma manera, se puede seguir criticando Los Lmites en el sentido de que hace de la

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    23/182

    18

    llamada explosin demogrfica un hecho extremadamente determinante, sin preguntarse

    demasiado acerca de las razones que producen el crecimiento poblacional. No obstante,

    independiente a sus muchas carencias, es posible afirmar que el impacto del Informe no

    resida tanto en sus proyecciones, sino en el hecho de que planteaba en forma taxativa que

    el llamado crecimiento, tanto poblacional como econmico, haba llegado a sus lmites. "Si se

    mantiene sin modificar el actual crecimiento de la poblacin mundial, de la industrializacin,

    de la contaminacin ambiental, de los medios de produccin alimenticios, en el curso de cien

    aos sern alcanzados los lmites absolutos del crecimiento" (Meadows, 1992, p. 17). Est

    de ms decir que en los industrialistas aos setenta eran muy pocos los que se atrevan a

    pensar que el llamado crecimiento econmico tena lmites. Ya esa constatacin era

    revolucionaria.

    Haciendo justicia a Los Lmites, hay que decir que ah no se entenda todava elproyecto de salvar ecolgicamente al planeta como una idea revolucionaria. De la misma

    manera a como postulara Al Gore despus, se trataba de una proposicin para subvertir a la

    economa oficial, teniendo como objetivo, ya no el crecimiento, sino el equilibrio (Meadows,

    1992, p. 17). En ese perodo, el Club de Roma pensaba que era posible convencer a los

    monitores de la economa mundial para que enmendaran rumbo. No obstante, aventuraba

    proposiciones que en la prctica implicaban una revolucin global, usando el trmino que el

    mismo Club utilizara en el futuro para designar a la transformacin ecolgica de nuestro

    tiempo. "En el presente, y durante un breve momento de la historia, el ser humano posee la

    eficaz combinacin de saber, medios tcnicos y recursos naturales, todo lo que es

    fsicamente necesario, para crear una nueva forma de comunidad humana, que pueda

    mantenerse para las futuras generaciones" (Meadows, 1992, p. 164). Tres principios bsicos

    de la "revolucin global" ya estaban pues formulados en Los Lmites. Uno, que la economa

    debe regirse por el criterio de responsabilidad ms que por el de ganancia inmediata. Dos,

    que es necesario crear formas econmicas sustentables. Tres, que para ello es necesario

    una "nueva comunidad humana" lo que quiere decir, en trminos ms claros, nuevas

    relaciones sociales y polticas.

    Fue el ao 1991 cuando el Club de Roma decidi pasar a la ofensiva proponiendo lo

    que ni siquiera los partidos ecologistas y verdes ms radicales se atrevan a plantear: un

    programa de salvacin del planeta bajo el ttulo de The First Global Revolution (Spiegel

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    24/182

    19

    Spezial 2, 1991). Aqu es necesario puntualizar que el concepto "global" encierra dos

    connotaciones. La primera, que es un proyecto planetario. La segunda, que es globalizante,

    esto es, que no se concentra slo en cuestiones ambientales o ecolgicas, sino que, lo que

    es distinto, la realizacin de estas ltimas supone un programa de transformacin

    econmico, poltico y cultural extremadamente radical. En efecto, La Primera Revolucin

    Global puede ser entendido como una suerte de "plaidoyer" por una nueva visin de la

    realidad que cuestiona los cimientos de la civilizacin contempornea.

    Para los redactores de la Primera Revolucin Global lo que caracteriza al nuevo

    proceso revolucionario es que carece de un sujeto particular como una clase, una nacin, o

    una ideologa, pues compromete a toda la humanidad en su realizacin (Op. cit., p. 10). Su

    objetivo es, en esencia, normativo. Como postulan sus redactores: "Nosotros necesitamos

    una nueva visin del mundo en el que queremos vivir; debemos incorporar a nuestrasreflexiones los recursos humanos, materiales y morales existentes a fin de que nuestra visin

    sea realista y viable; y debemos movilizar la energa humana y la voluntad poltica para crear

    la nueva sociedad global" (Op. cit., p. 10).

    Los objetivos de la Revolucin Global no son nada modestos. Se propone, entre otras

    cosas, alterar las relaciones de desigualdad entre norte y sur a fin de superar el llamado

    "subdesarrollo" (Op. cit., p. 91), reformular el papel de los Estados (Op. cit., p. 20), la

    limitacin del propio concepto de soberana nacional en funcin de los intereses globales

    (Op. cit., p. 128), una nueva economa que sea determinada por valores extraeconmicos

    (Op. cit., p. 17), limitacin consciente de la poblacin (Op. cit., p. 30), etc. Interesante en el

    informe es el llamado a apoyar iniciativas civiles, partidos polticos y movimientos sociales

    que se orienten en la perspectiva de negacin del modo industrialista de produccin. En

    sntesis, el motivo central del informe es la idea de una revolucin que debe realizarse

    primero en nuestras conciencias; segundo, en la accin poltica; tercero, en el desmontaje

    del orden econmico mundial; y cuarto, en la creacin de una sociedad ms humana.

    Si la revolucin ecolgica de nuestro tiempo es entendida por el Club de Roma como

    la primera "global", en el segundo informe Meadows -publicado en 1992 bajo el sugestivo

    ttulo Beyond the Limits (Meadows/Randers, 1992)- es entendida como la tercera revolucin

    industrial. La intencin es algo equvoca. En la literatura econmica se entiende comnmente

    por "tercera revolucin industrial" la generada por la introduccin de nuevas tecnologas en

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    25/182

    20

    los campos de la energa atmica, de la computacin y de la gentica, cuyas consecuencias

    se encuentran muchas veces en contradiccin con el proyecto de "revolucin global". Pero

    independiente a la enumeracin de las revoluciones, lo que nos est diciendo el Club de

    Roma es que necesitamos incentivar un proceso que desmonte el andamiaje industrial

    prevaleciente y lo reemplace por uno cuyo objetivo sea el mantenimiento de la tierra, de sus

    recursos, y de la especie (Op. cit., p. 97). Precisamente en este punto, el nuevo informe hace

    suyo un concepto que se viene abriendo paso con mucha fuerza: el de autosustentacin y,

    como el Club de Roma se ha decidido por una revolucin, no trepida en proponer una

    revolucin por la autosustentacin (Op. cit., p. 269) que no sera otra cosa que la revolucin

    global aplicada al campo especfico de la economa (suponiendo que ese campo especfico

    exista).

    La tesis de la autosustentacin fue popularizada gracias al Informe de la ComisinBrundtland, WCDE, en 1987 conocido con el ttulo de Nuestro Futuro Comn. La diferencia

    de ese informe con los publicados por el Club de Roma en 1991 y 1992 es que en el primero

    la sustentabilidad es entendida como una forma de desarrollo; en cambio, en los dos ltimos,

    es entendida como revolucin. La diferencia no es semntica. El Club de Roma parece

    hacerse eco del clamor cada vez ms amplio en contra del concepto sociobiolgico de

    desarrollo el que se encuentra en contradiccin con la propia filosofa de la sustentabilidad.

    Por esa razn, los desarrollistas intentaron durante algn tiempo equilibrar lo inequilibrable:

    desarrollo y sostenibilidad. As naci el concepto de Sustainable Development, ltimo grito de

    la moda en mltiples conferencias y congresos. Hoy, los propios industriales parecen advertir

    que el concepto de sustentabilidad no slo no tiene que ver nada con el de desarrollo, sino

    que adems quiere decir todo lo contrario. Por ejemplo, un consejo empresarial para el

    "desarrollo sustentable" celebr una conferencia en la que participaron representantes de

    BP, Dow Chemical y Ciba Gelgy. En el informe se puede leer que si se quiere salvar al

    planeta, las naciones industriales deben reducir el consumo material, su consumo energtico,

    y la destruccin del medio ambiente en un cincuenta por ciento en un plazo mximo de

    cincuenta aos (Die Zeit 30, p. 15). En breve: se trata de terminar con la produccin en masa

    y con la sociedad de consumo o, como formula an ms radicalmente el Club de Roma, de

    poner fin al sueo americano (Spiegel Spezial 2, 1991, p. 65). Y que han sido las ideologas

    del desarrollo sino el intento por realizar ese sueo?

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    26/182

    21

    La sustentabilidad no es para El Club de Roma contradictoria con el desarrollo de la

    tecnologa. De lo que se trata, a juicio de sus autores, es de inventar un tipo de tecnologa en

    funcin de la sustentabilidad. Por eso se refieren al proceso como a una "revolucin

    industrial". En funcin de esas razones proponen incentivar tecnologas de reciclaje, de

    mayor grado de eficacia, elevada utilidad productiva y mejor utilizacin de los recursos

    disponibles (Meadows/Randers, 1992, p. 113). En trminos escuetos, el Club de Roma se

    plantea en contra de la produccin masificada orientada a la obtencin de ganancias

    inmediatas y sugiere aumentar el valor cualitativo de la produccin, aumentando su

    durabilidad. En fin, se tratara de fundar una economa del ahorro, y no del crecimiento.

    Hay pues una relacin de continuidad entre las tesis de Al Gore y los ltimos informes

    del Club de Roma. Tanto el conocido poltico, como la afamada institucin, han oficializado

    con sus publicaciones la idea de una revolucin global. Qu lejos estn los tiempos en que laecologa era una palabra polticamente desconocida. Hoy est tan politizada que ya parece

    difcil nombrarla sin asociarla con la idea de revolucin. Pero, si es as, se tratara, la

    ecolgica, de una revolucin sin revolucionarios, pues como ya ha sido subrayado, para sus

    mentores es el ser humano, como entidad genrica, esto es, como portador de la conciencia

    autoreflexiva que se ha dado la naturaleza, el llamado a realizar esta revolucin. En eso hay

    plena sintona entre Al Gore y el Club de Roma. Hay, adems, otro punto en comn. No se

    trata, la que proponen, de una revolucin puramente ecolgica, sino que, como repiten

    incesantemente sus mentores, global. Esto quiere decir, que se trata de una revolucin que

    se da en mltiples espacios al mismo tiempo. Para expresar esa idea de un modo ms

    plstico, se tratara de una revolucin que se refleja en mltiples crculos concntricos. La

    ecologa es slo uno de esos crculos. De la misma manera podramos hablar de una

    revolucin ecolgica que se expresa poltica o econmicamente, o de una revolucin poltica

    y econmica que se expresa ecolgicamente. Sobre esto ltimo parece ser necesario insistir.

    La impureza esencial de la ecologa poltica

    Que estemos en vsperas de una revolucin global que adems se expresa

    ecolgicamente, quiere decir que lo ecolgico no existe polticamente en forma "pura" sino

    imbricado en un contexto poblado de conocimientos que no son puramente ecolgicos. Pero,

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    27/182

    22

    a la vez, el elemento ecolgico impurifica a los dems (polticos, econmicos) y les da una

    connotacin que sobrepasa su forma especfica hasta tal punto que lo llamado especfico se

    convierte en un dato abstracto, imposible de ser ubicado en algn punto de la realidad.

    Ya he insistido en otros trabajos en que la ecologa no es en s un discurso (Mires

    1990:35). Ms an; aqu se afirma que ningn discurso es un "en s". El discurso no es ms

    que la articulacin imbricada de mltiples formas de referencia a la realidad. De la ecologa

    "en s" no hay que esperar nada (Dahl 1985:23-43). Su no neutralidad no deviene de s

    misma, sino de quienes han decidido recursarla hacia otros niveles que no son ecolgicos. El

    discurso es la cadena en donde ha sido encadenada la ecologa. Si la ecologa fuera un

    discurso slo podran hablar de ecologa los eclogos. Esto quiere decir, que la entrada de la

    ecologa en lo poltico (y viceversa) es parte de un proceso de mltiples interacciones.

    Ahora bien, la articulacin de lo ecolgico en un discurso no se dio slo de modoacadmico. Tuvo lugar muchas veces en las calles. En Europa, la formacin poltica

    ecologista no puede entenderse sin la constitucin de movimientos sociales, en los cuales,

    sectores que provenan, en gran medida, de las izquierdas polticas, le dieron un sentido de

    protesta en contra de determinadas formas de concentracin del poder. Eso signific adems

    que, gracias precisamente a la "impureza" del discurso, esos mismos sectores de izquierda

    entraron en conflicto con su propio ideario, pues esa izquierda se haba formado como tal en

    los marcos del industrialismo que los movimientos ecologistas y ambientalistas pretenden

    subvertir. En el Partido Verde Alemn, la expresin poltica ms organizada de los

    movimientos ecolgicos europeos, se dio, y en cierto modo todava se da, el conflicto que

    surge frente a la "impureza" de las luchas ecolgicas. Por un lado, los ecologistas "puros"

    que entienden lo poltico como una reduccin a lo puramente ambiental. Una de las muestras

    del enorme grado de absurdidad de la "ecologa pura" fue el lema electoral del Partido Verde

    alemn en los momentos de la reunificacin nacional: "Todos hablan de la nacin. Nosotros

    hablamos del tiempo". Dicho eso, en los momentos cuando era necesario hablar ms que

    nunca de la reconstitucin poltico-ecolgica de la nacin. Por otro lado, tenemos a los

    "anticapitalistas puros" que ven en lo ecolgico slo un medio en su lucha contra "el sistema",

    con lo que no se puede evitar la impresin que la defensa del medio ambiente es para ellos

    slo un recurso instrumental para realizar objetivos "ajenos" a lo ecolgico. Pero,

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    28/182

    23

    independientemente a las fracciones fundamentalistas que surgen en todos los lados, lo

    cierto es que lo ecolgico se da en la realidad de un modo absolutamente inespecfico.

    El discurso en el que en nuestro tiempo ha sido involucrada la ecologa no proviene

    pues slo del saber ecolgico, sino de una suerte de permanente contacto transformativo

    entre muchas formas del saber. A fin de subrayar la tesis del contacto transformativo en la

    formacin discursiva de la poltica ecolgica, utilizar el ejemplo de las relaciones tensas que

    se han dado entre dos ciencias, la economa y la ecologa que siendo, en su origen

    hermanas (eko quiere decir casa en griego. La economa es la administracin de la casa -

    familia, comunidad, nacin-. La economa es el estudio de la casa) fueron separadas

    artificialmente la una de la otra, de modo que muchos han credo observar hoy da una

    colisin entre el pensamiento econmico y el ecolgico. En cambio aqu se postula que esa

    colisin no existe slo fuera, sino que al interior de cada una de esas ciencias, pues a travsdel contacto transformativo, la una se sirve de la otra, hasta el punto que, por lo menos hoy

    da, se hace imposible hablar de economa sin relacin con lo ecolgico. Por lo tanto, no

    habra una colisin entre ecologa y economa, sino entre dos economas: una que incorpora

    a su racionalidad la temtica ecolgica, y otra que, ya no pudiendo ignorarla, la relativiza, o la

    secundariza.

    En otras ocasiones he postulado que en virtud de la insercin del saber ecolgico en

    el econmico se ha hecho necesario realizar una suerte de Segunda Crtica a la Economa

    Poltica (Mires 1990; 1994). La primera fue llevada a cabo en gran medida por Marx, quien al

    polemizar con las ideas de Ricardo, descubri que en la valoracin de los productos, el valor

    de la fuerza de trabajo era en gran parte escamoteado, producindose un plus-valor que

    constitua la base de la ganancia capitalista. Una Segunda Crtica a la Economa Poltica

    debera postular que no slo el valor de la energa humana, sino que adems, el de la no-

    humana, no est involucrado en los procesos de valoracin. En otras palabras: se necesita

    una nueva teora del valor, lo que supone una nueva teora del clculo econmico que

    incorpore aquella parte de la "naturaleza muerta" (en analoga al concepto marxista de

    "trabajo muerto") contenida en los procesos de produccin. Esto supone a su vez, una

    revolucin terica sin precedentes al interior del pensamiento econmico moderno.

    Hay, sin embargo, una buena noticia: la Segunda Crtica a la Economa Poltica est

    siendo realizada, y de una manera colectiva, desde distintos ngulos, y por distintos autores.

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    29/182

    24

    Los criterios centrales de la Economa Poltica moderna han sido cuestionados en su propia

    esencia. A fin de demostrar esa afirmacin, tratar de precisar los momentos que han llevado

    a ese proceso deconstructivo, sin detenerme, por razones de espacio, en el anlisis

    particular de cada uno de ellos. Al mismo tiempo tratar de demostrar como por medio del

    contacto transformativo que se da entre ecologa y economa, otras formas del saber han

    sido incorporadas al nivel de la reflexin terica, de modo que las fronteras que existen,

    metodolgicamente entre estas, se abren, dando origen a un discurso poblado de unidades

    interactivas carentes de especificidad absoluta.

    El momento inicial fue sin dudas el del establecimiento de lmites en el crecimiento

    econmico. De ah la relevancia del primer informe Meadows. Los lmites se daban a su vez

    no objetivamente, sino en el marco de una relacin entre diversos factores, como por

    ejemplo, el crecimiento exponencial de la poblacin, el agotamiento de las materias primas yde los llamados recursos naturales, el incremento tecnolgico, y el consecuente aumento

    indiscriminado de la productividad.

    Que entre los lmites, Meadows, y despus muchos otros autores hubieran inscrito en

    primer lugar el crecimiento demogrfico, ha llevado a acusar al Informe Meadows de

    malthusiano. Y en efecto, al amparo del ecologismo, parece tener lugar, en el ltimo tiempo

    un renacimiento de las teoras de Thomas Robert Malthus (1766-1834) relativas a la

    inequivalencia entre el aumento poblacional (geomtrico) y el de los alimentos (aritmtico).

    Sin embargo, no todo anlisis que llame la atencin sobre el crecimiento demogrfico es

    malthusiano.

    El malthusianismo (que es una caricatura del pensamiento de Malthus, como el

    marxismo del de Marx) parte de dos premisas. La primera, que el aumento de la poblacin es

    la causa primera y final de la crisis econmica. La segunda, es que tendencialmente, de no

    sobrevenir epidemias, guerras, y desastres, esto es, factores "autoreguladores", la poblacin

    mundial avanza hacia el precipicio (Kennedy 1993:51). Hoy en da, hay ecologistas que

    postulan una disminucin drstica del nmero de nacimientos a fin de restablecer el equilibrio

    entre alimentacin y ser humano. A ellos, les contestan los "sistemistas" que el problema no

    est en el aumento de la poblacin sino en el de la distribucin de bienes. A estos responden

    los eco-malthusianos que eso significa pensar que los recursos naturales son ilimitados. Los

    sistemistas aducen que no se trata de ajustar al ser humano a la capacidad productiva del

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    30/182

    25

    sistema, sino que al revs. Y la discusin contina. Es la misma que la del huevo o la gallina

    Qu est primero? la disminucin de la poblacin o la distribucin de bienes?

    Por supuesto que no es muy moral hablar de la explosin demogrfica sin hacer

    mencin a la "explosin de automviles". Pero por otro lado, el aumento poblacional

    descontrolado, tambin afecta al deterioro ambiental. Ambos procesos, el aumento

    poblacional y el aumento de la produccin, no parecen sino ser las dos caras de la misma

    moneda. Esto quiere decir que no es posible analizar el tema de la reproduccin sin hacerlo

    con el de la produccin, y viceversa. No es posible tampoco hacerse responsable del uno,

    desresponsabilizndose del otro.

    Por cierto, hay diversas formas de limitar la poblacin. Los chinos demostraron que

    con un Estado dictatorial es posible prohibir la existencia de nios. La pregunta en este punto

    es en que medida el remedio resulta peor que la enfermedad pues convierte en lcito que elEstado intervenga en lo ms ntimo de la esfera privada: la sexualidad. Igualmente, se ha

    sabido de casos de activistas malthusianos que en nombre del desarrollo propician la

    esterilizacin de las mujeres. La estupidez se junta en este caso con la maldad. Los

    partidarios del neoliberalismo, tambin recurriendo a Malthus, nos dirn que el problema no

    existe, pues tarde o temprano, gracias a las guerras, epidemias como el clera y el SIDA, la

    poblacin mundial se autoregular (Whlke 1987:84). La solucin no puede ser ms

    perversa. Los partidarios de la modernidad aducen en cambio, y no sin cierta razn, que

    gracias al bienestar alcanzado por la sociedad industrial, la poblacin disminuir ya que en

    un automvil no caben ms de dos hijos, y en los nuevos departamentos no ms de uno, y si

    se quiere conservar al perro y al gato, ninguno.

    Sin tratar de establecer una ley demogrfica, parece s ser cierto que una precaria

    integracin social colabora al aumento poblacional, aunque no todo aumento poblacional se

    origina en la falta de integracin social. Integracin social supone la aceptacin de normas

    generales, sin necesidad de coercin. Con la destruccin de mltiples comunidades, la

    creciente expulsin de fuerza de trabajo agrcola hacia las ciudades, y en estas ltimas, la

    desocupacin en masa que ocurre como consecuencia del declive del modo industrialista de

    produccin, las relaciones sociales entran en un profundo proceso de deterioro hasta el

    punto que algunos socilogos como Touraine han llegado a proclamar el fin de la sociedad

    (Touraine 1985:31). No existiendo cohesin social, no hay pautas culturales homogneas. En

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    31/182

    26

    lo que se refiere al tema demogrfico, la poblacin no se encuentra en condiciones de

    discutir normas regulativas, pues faltan los lugares que lo permitan. En otros trminos: la

    cadena que se da entre lo familiar, la comunidad, y el Estado, se encuentra, en muchos

    lugares, despedazada; y esa es la cadena que permite, precisamente, hablar de sociedad en

    cuanto tal. De este modo, o las organizaciones familiares quedan libradas a su arbitrio

    (desocializadas), o a merced de los respectivos Estados, y por lo mismo, no es posible una

    planificacin de lo familiar en un marco ms amplio. No puede haber planificacin familiar sin

    planificacin social, y para que esta ltima sea posible, se necesita, lgicamente, que exista

    algo parecido a una sociedad.

    El fin de la utopa del crecimiento eterno

    Si el crecimiento tiene lmites objetivos, debe existir un momento en que, a partir del

    reconocimiento de esa realidad, la economa en tanto ciencia deja de ser una ciencia del

    crecimiento. Eso significara desplazar su centro desde la produccin de riquezas hasta el de

    la administracin de la pobreza.

    Quizs la economa moderna naci el da en que Jesucristo, segn el Nuevo

    Testamento, tuvo la fantstica idea de multiplicar los panes para dar de comer a los

    hambrientos. Si se escribiera de nuevo la misma historia, Jesucristo debera haber

    enfrentado el problema, no de multiplicar panes, sino que de repartir, entre muchos, los

    pocos disponibles. Esa es la tarea cientfica de la economa del futuro, la que slo puede

    cumplir reconcilindose con su hermana, la ecologa.

    La economa moderna se ha centrado hasta ahora en el tema del crecimiento

    econmico, o lo que es igual, en el de la multiplicacin de los panes. Para ello le ha bastado

    echar mano a los recursos disponibles: la fuerza de trabajo y la naturaleza no humana, los

    que se suponen inagotables. La constatacin de los lmites en el crecimiento, obliga a

    pensar, en cambio, que la tarea de la economa del futuro es como seguir viviendo con lo

    poco que nos queda. Esa es, en palabras simples, la teora de la sustentabilidad a la que el

    Club de Roma entiende como una revolucin epocal. No obstante, de modo ms sabio que

    muchos economistas, las dueas de casa en los hogares de bajos ingresos han aprendido,

    literalmente, a hacer milagros, al repartir entre muchas bocas pocos panes. De eso

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    32/182

    27

    precisamente se trata: la tierra es un hogar cuyos ingresos son cada da ms bajos, y habr

    que alimentar a sus habitantes, y a los que vendrn en el futuro, con lo poco que

    disponemos.

    Quizs sea necesario recordar que a quien la economa moderna reconoce como su

    fundador no es a Jesucristo, sino al monje romano Luca Piccioli (1445-1514). A Piccioli se le

    concede el mrito de haber inventado el llamado sistema de doble contabilidad que hizo decir

    al economista alemn Werner Sombart "que naci en el mismo espritu que el sistema de

    Galileo y Newton, o que las lecciones de la moderna fsica y qumica". En realidad, sin el

    llamado sistema de doble contabilidad, el capitalismo sera impensable. En su esencia es

    muy simple: cada empresario debe llevar una doble contabilidad: la de su economa privada,

    y la de su empresa. Esa sentencia, que hoy resulta obvia, tuvo un efecto revolucionario en su

    tiempo, pues la doble contabilidad supona que haba una racionalidad del individuo comopersona privada, y otra que era la de sus negocios. Al ser realizada esa disociacin, se

    estableca que la empresa era un fin en s, o lo que es parecido: que el valor de cambio no

    tena porqu tener correspondencia con el valor de uso. Hoy en da, despus de siglos de

    economa empresarial, podra hacerse una correccin a la tesis de Luca Piccioli la que

    quizs puede tener un efecto no menos revolucionario que la formulada por el monje italiano.

    Esta sera: en virtud de la certeza de que el crecimiento econmico tiene lmites objetivos, es

    necesario llevaruna triple contabilidad. La de cada persona (o familia); la de las empresas; y

    la de la naturaleza. Ahora bien, lo subversivo de esta teora es que la contabilidad de la

    naturaleza hace variar la contabilidad privada y la de las empresas al mismo tiempo, y de una

    manera muy radical, pues lo que puede aparecer con signo ms haciendo omisin del

    desgaste de la naturaleza, puede aparecer con signo menos, si la contabilizamos. No

    obstante hay un problema: en la contabilidad privada es el individuo el interesado en llevarla

    a cabo; en la empresarial, es el empresario. Quin est interesado en realizar la

    contabilidad de la naturaleza? Objetivamente el individuo y el empresario al mismo tiempo,

    pues ninguno de ambos puede subsistir sin que se realice esa contabilidad. Esto es, la

    contabilidad de la naturaleza devuelve al individuo y al empresario a su condicin genrica:

    ser humano o persona, minimizando el valor de las dos primeras contabilidades pues, como

    dice genialmente un afiche del movimiento ecologista: "el da en que no quede ningn rbol y

    ningn ro, descubriremos que el dinero no se puede comer".

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    33/182

    28

    La no contabilidad de la naturaleza tiene incluso fundamentos bblicos. Quizs no

    puede haber nada ms antiecolgico que las palabras que pronunci Dios el da de la

    Creacin: "Sean fructferos y hganse muchos y llenen la tierra y sojzguenla, y tengan en

    sujecin los peces del mar y las criaturas voltiles de los cielos y toda criatura viviente que se

    mueve sobre la tierra" (Gnesis 1:26-2:19). De acuerdo a ese mandato divino, los servidores

    ms grandes del Seor han sido las empresas forestales, ganaderas y pesqueras. Pero la

    Biblia no slo hay que leerla; hay que interpretarla. En la antigedad no haba otra forma de

    prestacin de servicios que la sujecin, especialmente en la forma de esclavitud. Por lo tanto,

    a las Sagradas Escrituras fueron trasplantadas el sentido de las palabras que regan en las

    relaciones sociales durante los tiempos en que la Biblia fue escrita. En nuestro tiempo, donde

    priman las relaciones contractuales de trabajo por sobre las sujecionales, Dios debera haber

    hablado de un modo distinto para que lo entendiramos. El podra haber dicho, por ejemplo:"Haced un contrato con la naturaleza; servos de ella, pero no olvidis pagarle puntualmente

    su salario y respetar sus das de reposo como respetis vuestras propias vacaciones". Esa

    sera, precisamente, la tercera contabilidad.

    La constatacin obvia de que el crecimiento econmico tiene lmites objetivos es la

    base argumental que cuestiona a las ideologas del progreso, tanto en sus formas bblicas

    como cientficas. De lo que se trata, de acuerdo a las criterios derivados de la tercera

    contabilidad -la de la naturaleza- es de crear una economa del ahorro, o del autosustento.

    Esa constatacin a su vez, ha preparado el ambiente para que hayan salido a luz teoras que

    en otras ocasiones habran sido consideradas como exticas y que hoy en da aparecen

    como realistas. Una de esas teoras deriva de la incorporacin al saber econmico de la

    segunda ley de la termodinmica, o ley de la entropa, que nos dice que si bien la energa se

    mantiene constante (primera ley) hay un cuantum que no es recuperable en los procesos de

    produccin material.

    Nicholas Georgescu-Roegen (1966,1971,1976) considerado el mentor de una

    economa entrpica, ha postulado, partiendo del criterio de la irreversibilidad, un cambio

    radical en el pensamiento econmico pues, si tomamos en serio la ley de la entropa, el

    crecimiento en cuanto tal resulta absolutamente imposible. Efectivamente: en la medida en

    que producimos ms en menos tiempo, mayor es la cantidad de energa no reinvertible que

    producimos, y en consecuencia, menor es la cantidad de energa disponible. Eso significa

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    34/182

    29

    que a mayor crecimiento econmico, mayor es el decrecimiento de la naturaleza. Tal

    constatacin nos entrega una nocin muy diferente del tiempo econmico a la que

    tradicionalmente poseemos, pues mientras mayor es el avance de la produccin, menos es

    el tiempo, traducido en energa disponible que nos queda. Es, en cierto modo, lo mismo que

    ocurre con nuestra vida. Celebrar un cumpleaos no es como se piensa ilusoriamente,

    celebrar un ao ms, sino uno menos de vida. En el fondo, deberamos estar tristes el da de

    nuestro cumpleaos. Pero vivimos de ilusiones. Los economistas, seres humanos al fin,

    tambin. En sus clculos econmicos se imaginan que produciendo ms, avanzan por los

    caminos del progreso y del desarrollo. En realidad, retroceden, y a veces, vertiginosamente.

    La segunda ley de la termodinmica nos dice en cambio que el tiempo de la economa

    moderna avanza en la forma de count down. Mientras ms se avanza, ms se retrocede.

    Mientras menos avanzamos, ms tiempo ganamos. Esa es la amarga leccin de Georgescu-Roegen.

    Georgescu-Roegen es una persona con buena suerte. Sus trabajos han encajado en

    el espritu ecolgico de nuestro tiempo. Pero, como el movimiento ecolgico ya est

    produciendo sus historiadores, hoy sabemos que l slo es uno de los ltimos nombres en

    una larga lista que podramos llamar "economa maldita" o "economa soterrada". Gracias a

    investigaciones realizadas por autores como Martinez-Alier y Schlpmamn (1991) se sabe

    que desde los fisicratas hasta nuestros das, hay una larga lista de personajes que

    intentaron introducir el concepto de "prdida energtica" al saber econmico. Nombres como

    Podolinsky, Fischer, Sacher, Clausius, Soddy, Oswald, Popper, Linkeus, Ballod-Atlanticus, y

    el propio Bujarin, son slo algunos que se han convertido en indispensables en la

    reconstruccin de la economa como ciencia de la escasez.

    La tarea histrica que encomiendan las lecciones de Georgescu-Roegen es la de

    estimular economas de bajos niveles entrpicos, o economa sintrpica (Altvater 1992:34-

    35) lo que significa entrar en abierta contradiccin con muchas empresas orientadas a la

    obtencin inmediata de ganancia monetaria, dosificar ciertas tecnologas, recurrir a otras que

    permitan la utilizacin de recursos renovables, y el reciclaje, etc. De todas maneras, hasta

    que surja una nueva invencin "prometica" como suea el mismo Georgescu-Roegen, como

    la utilizacin masiva de la energa solar -en la cual pone tantas esperanzas Altvater (1992:

    235-247),- no queda otra alternativa que proponer polticas de ahorro energtico, que implica,

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    35/182

    30

    en los trminos del mismo Altvater, devolver a la economa a su lugar originario: ciencia de la

    administracin de la escasez pues "si el crecimiento de la entropa fuese igual a cero o

    incluso negativo no habra escasez y luego la economa carecera de sentido" (Altvater

    1991:49).

    Como de un rbol podemos hacer un mueble, pero no de un mueble un rbol -al

    escribir esta frase no puedo sino echar una mirada triste al escritorio en que estoy

    escribiendo- pero como al mismo tiempo no podemos prescindir de muebles, de lo que se

    trata es que nos midamos un poco ms en la adquisicin de muebles. Quizs no sea tan

    necesario cambiar de mobiliario de acuerdo a cada moda, y que tengamos que

    desprendernos de un poco ms de dinero, en la forma de impuesto ecolgico, o

    indemnizacin a la naturaleza, cada vez que adquiramos un mueble nuevo. Con el impuesto

    ecolgico se podra, por ejemplo, financiar programas de reforestacin, con lo que,efectivamente, podramos realizar el milagro de reconvertir mi escritorio en un rbol. Lo que

    s es imposible realizar, es reintegrar la cantidad de energa disipada a los procesos

    materiales de produccin. Pero s podemos retardar el tiempo de su disipacin, con lo que,

    objetivamente, ganamos tiempo. "Por medio de la ignorancia del tiempo y del espacio, la

    naturaleza es suprimida, y ya que el ser humano es naturaleza, es tambin suprimido como

    ser natural" (Altvater 1991:263). En ese bien entendido, el valor de un producto sera mayor

    mientras ms bajo fuese su nivel entrpico, o menor su produccin de desorden (Altvater

    1991:256). Pero con esa simple reflexin se est nada menos que subvirtiendo la idea del

    valor, y por consiguiente, del clculo econmico, del que se vena sirviendo hasta ahora la

    economa moderna. Ese es tal vez el punto ms radical de la revolucin ecolgica de nuestro

    tiempo.

    La revaloracin de los valores

    Como ya ha sido dicho, el valor del desgaste de la naturaleza no est involucrado, por

    falta de una tercera contabilidad, en el clculo valrico de cada producto y, por lo mismo, no

    forma parte del clculo preciatorio. Una nueva teora del valor, parte central de la Segunda

    Crtica a la Economa Poltica que -como tambin ha sido establecido- se encuentra en

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    36/182

    31

    marcha, pasa por incorporar la parte que se pierde de la naturaleza en la produccin. Ahora

    bien, este tipo de clculo ofrece una breve dificultad: matemticamente es incalculable.

    En otro trabajo haca una pregunta Cuntas vidas vale un rbol? (Mires 1990:137).

    Porque ya se sabe que el proceso de deforestacin aumenta la sequedad de los suelos,

    apresura el recalentamiento de la atmsfera, derrite las capas polares, hace subir el nivel del

    mar, provoca inundaciones; la sequedad de los suelos, ms las inundaciones, producen

    emigraciones en masa, las migraciones superpueblan las ciudades, aumenta la miseria; la

    miseria produce desintegracin social, la desintegracin social aumenta la poblacin, el

    aumento de la poblacin causa daos ecolgicos, la poblacin sobrante se apodera de

    terrenos boscosos; aumenta la desertificacin, la sequedad, etc. etc. En breve: un crculo

    infernal. Imposible entonces saber cuantas vidas vale un rbol. Slo sabemos que un rbol

    menos es peligroso para la vida humana; y no slo para los que viven debajo de los rboles.Cuantas vidas vale un rbol es incuantificable. Pero s es evaluable. La diferencia

    entre cuantificacin y evaluacin, hay que remarcar, no es semntica. Mediante una

    evaluacin es posible saber que con la deforestacin, o con las emisiones de gases de

    industrias y automviles, se producen peligros para la vida humana. Lo que no se sabe es

    cuantos peligros se producen, o cuantas personas morirn por efecto de esos fenmenos.

    Ahora bien: una nueva teora del valor que integre en su composicin orgnica el valor de la

    naturaleza, adems del de la maquinaria y del de la fuerza de trabajo, nos remite a la

    imposibilidad de calcular el valor de los productos pero, a la vez, nos remite a la posibilidad

    de su evaluacin. Ese es el "quid" del problema: formular una nueva teora del valor que

    reemplace el criterio de cuantificidad por el de evaluacin, con lo que, de paso, entraramos a

    reemplazar una economa basada en cantidades, por otra basada en probabilidades.

    Cmo traspasar entonces un valor no cuantificable al nivel de precio, categora esta

    ltima que no puede ser sino cuantificable? Esa es la pregunta que se har cualquier

    economista moderno. La respuesta es sencilla: estableciendo los precios de acuerdo a

    convenciones que surjan de una evaluacin general de las cosas. Esto supone fijar precios

    de acuerdo a criterios incuantificables, con lo que en la prctica, el dinero vuelve a ser

    aquello que nunca debi haber dejado de ser si no hubiese sido transformado por los bancos

    en una mercanca en s: un simple intermediario entre las cosas. Por supuesto, la idea de

    que el valor del dinero se fije por acuerdos convencionales es aterradora para liberales y

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    37/182

    32

    marxistas. Los primeros han vivido convencidos que el precio de los productos se fija de

    acuerdo a una suerte de autoregulacin natural producida por efecto de la demanda y la

    oferta en el mercado. Para los segundos, el precio es la expresin de un valor casi

    matemtico: fuerza de trabajo, ms desgaste de maquinaria, ms plusvalor. Para ambos, en

    consecuencia, el mercado es una categora "dura". Los liberales lo aman. Los marxistas lo

    odian. Para los liberales, el mercado es el lugar natural de la autoregulacin, una especie de

    coliseo donde compiten capital y trabajo. Para los marxistas, es el lugar en donde se realiza,

    en ltima instancia, el plus-valor, esto es, el lugar en que se consuma la explotacin de los

    asalariados. Para los primeros, es el mercado, Dios. Para los segundos, Satn. Para ambos

    es causa inicial y final del proceso de produccin, un determinante indeterminado. En ningn

    caso es lo que para Altvater -que viniendo del marxismo ha hecho un esfuerzo enorme por

    crear criterios relativos a una economa de bajos niveles entrpicos- slo puede ser: "Unensemble de formas sociales" (Altvater 1992: 74-75).

    Si no se quiere hacer teologa en lugar de economa, tenemos siempre que pensar

    que categoras indeterminadas no pueden existir pues, quin y -cmo se- determina al

    mercado? La respuesta en este caso tambin es sencilla: las relaciones de poder que

    constituyen el mercado. Esto quiere decir que el mercado no slo se conforma de acuerdo a

    la actuacin de agentes puramente econmicos, sino que tambin intervienen factores

    extraeconmicos, cmo cultura, religin, poder poltico. Si el computador en que estoy

    escribiendo cuesta ms dinero que uno igual en Japn, es quizs porque los obreros

    alemanes estn sindicalmente mejor organizados que los japoneses. Si el vaso de vino que

    beber es diez veces ms barato que uno igual en Irn, es porque en ste ltimo pas hay

    que comprar el vino en el mercado negro, pues el poder religioso de los Ayatolah lo ha

    determinado como pecaminoso. Si mi escritorio lo pagu a bajo precio, es porque en el

    bosque de donde viene todava no se han organizado sus representantes, y porque sus

    fabricantes piensan que todo lo que viene de la naturaleza, es gratis. En el primer caso, el

    precio lo ha determinado el nivel de organizacin de los obreros; en el segundo, el poder

    poltico de una casta dominante; en el tercer caso, una cultura, la nuestra, que es

    esencialmente antiecolgica. En los tres casos, el precio ha resultado de un juego donde

    intervienen factores extraeconmicos. Por lo tanto, el mercado no es slo el lugar de

    competencia de productores y productos; es tambin el espacio en que se conjugan y

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    38/182

    33

    materializan mltiples relaciones que en ningn caso pueden ser definidas como puramente

    econmicas (Razetto 1985:126). La economa, en ese sentido, es tanto o ms impura que la

    ecologa.

    El clculo exacto de valores y precios nunca ha sido posible en la prctica. Lo que

    muestra entonces la incorporacin de los criterios incalculables que ofrece la ecologa al

    pensamiento econmico, es que la idea del clculo econmico, y sobre todo su traspaso

    exacto a los precios, es slo una ilusin de la ciencia econmica dominante. Decir en

    cambio, que el valor y los precios se rigen de acuerdo a convenciones en las que intervienen

    predominantemente relaciones no econmicas, adems de cuestionar a los economistas

    como cientistas puros, ofrece una perspectiva poltica que no es otra que la de organizar

    conscientemente las interferencias no econmicas al interior del mercado. Eso implica

    enfrentar el superoptimismo de algunos liberales que suponen que el mercado poseepropiedades poco menos que divinas pues por su sola existencia regulara armnicamente

    valores y precios. Tambin implica terminar con el pesimismo de algunos marxistas que

    piensan que la nica funcin poltica que les queda es la de denunciar montonamente la

    maldad del mercado codificado tericamente -y en eso no se diferencian de los liberales- por

    ellos mismos. Una perspectiva, en cambio, que compute la posibilidad de interferir

    conscientemente la formatividad del mercado, significa, al mismo tiempo, despedirse de la

    idea de que en algn lugar de la tierra hay un poder econmico omnmodo que se

    autodetermina y que nos condena a ser meros espectadores de la degradacin de la

    naturaleza y de la vida.

    La sola idea de que se postule la necesidad de interferir mediante fuerzas no

    econmicas la constitucin del mercado debe sonar a los partidarios de teoras econmicas

    puras, como un sacrilegio sin nombre. Interferir el mercado? Vamos a insistir en un

    intervencionismo estatal que fracas estrepitosamente en Europa Oriental? Frente a esta, en

    cierto sentido, justificada rplica, hay que dejar en claro que no toda interferencia en el

    mercado tiene que ser necesariamente estatal. El antagonismo: economa de libre mercado-

    estatismo, es esencialmente maniqueo. Las modas, los cambios culturales, los sentimientos

    colectivos, interfieren permanentemente el mercado, y son manifestaciones que no tienen

    nada de estatales. Lo que se quiere, por tanto, formular aqu, es que un mercado no

    interferido por lo no-econmico no ha existido nunca sino en la cabeza de algunos

  • 7/30/2019 LANDER, Edgardo Comp. El limite de la civilizacin industrial

    39/182

    34

    economistas; es una imposibilidad total. El mercado es tambin la articulacin de las

    interferencias que lo constituyen. De lo que se trata, en consecuencia, es de asumir

    conscientemente una realidad dada; no de inventar un nuevo tipo de mercado, aunque s, de

    inventar un nuevo tipo de economistas que no slo sepan economa, pues quien slo sabe

    economa, no sabe nada de economa. Como dijo una vez Galbraith: "No creo que alguien

    que sea slo economista pueda tener algn significado para el mundo real" (1993:103).

    La intervencin ecolgica

    La intervencin ecolgica en el mercado supone, a la vez, la organizacin poltica de

    los agentes ecolgicos interventores. Esto no quiere decir, aunque no descarta, que una

    organizacin ecolgica deba ser partidaria. Tampoco quiere decir que deba ser puramentecultural. En ese sentido, no hay una receta universal. De pas a pas, las constelaciones

    polticas de donde puedan surgir interferencias en el mercado, son diferentes. En algunos

    pases latinoamericanos, por ejemplo, supone vincularse con demandas campesinas e

    indgenas largamente postergadas, lo que en algunos casos implica cuestionar el sentido

    puramente geopoltico (o estatista) de la nacin lo que puede a su vez ser fuente de

    conflictos de alta intensidad en el futuro.

    Dado que la intervencin no econmica en el mercado es un elemento normal a los

    procesos econmicos, la intervencin ecolgica no slo supone una ruptura sino que tambin

    una continuidad con determinadas teoras. Por ejemplo, es sabido que la genialidad de las

    teoras econmicas de J. M. Keynes (1883-1946) deriva del hecho de haber reconocido que

    el Estado, al intervenir como corrector en procesos econmicos, estableca la primaca de lo

    poltico en lo econmico (Keynes 1983). Esta constatacin que incmoda por igual a liberales

    y a marxistas, la conocan desde tiempo atrs los transadores de Bolsa, pues cualquier

    incidente poltico puede variar los precios de las acciones, e incluso provocar quiebras de

    bancos completos. De la misma manera, cualquier empresario sabe que condicin para

    invertir en un pas es la estabilidad poltica. Ms all de su formatividad poltica, la economa

    como tal no existe. Pero Keynes trabajaba con