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La Corredera revista cultural de Ampudia Nº 2 - PRIMAVERA - VERANO DE 2012

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La Corredera revista cultural de Ampudia

Nº 2 - PRIMAVERA - VERANO DE 2012

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SumarioTÍTULO AUTOR PÁG.

Presentación 03Pregón de las Fiestas de Alconada 2011 Fernando Meléndez Abarquero 04

HISTORIA E INVESTIGACIÓNLa fortaleza de la Torre de Mormojón Epifanio Romo Velasco 08

CREACIÓN LITERARIAAmpudia Laia Velasco Flo 22Un anillo para vivir Lucía Velasco Martín 23La hebilla de la paz Lucía Velasco Martín 26Bajo la luz de la luna José María Izquierdo Belmonte 28La novia de Campos Epifanio Romo Velasco 29

RECUERDOS Y VIVENCIASDoña Loly, Maestra Nacional José María Velasco Peinador 30Ampudia de Campos (Palencia) María Dolores Llamazares 33Gracias, Ampudia Pilar Blanco Iglesias 36Tarde de toros en Ampudia Pilar Blanco Iglesias 37Impresiones Mari Cruz García Miguel 38¡Esto es Hollywood! José Victorio Velasco Rojo 39Volver Mari Carmen García Pérez 40Amigos de la Virgen de Alconada Miguel Ángel Castrillo Marcos 42

ETNOGRAFÍA Y TRADICIONESChozos, pastores y otras historias José María Izquierdo Belmonte 44La dulzaina José Ignacio Izquierdo Misiego 50

AMPUDIA EN LOS LIBROSCésar González-Ruano Daniel Franco Romo 54Ampudia en la mirada de los poetas 56

HEMEROTECANoticias de Hemeroteca José María Velasco Peinador 58XXV años de Paz y Ciencia 60El castillo de Ampudia, restaurado 62

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EditorEpifanio Romo Velasco

DirectorDaniel Franco Romo

Colaboran en este número:Pilar Blanco IglesiasMiguel Ángel Castrillo MarcosDaniel Franco RomoMari Cruz García MiguelMari Carmen García PérezJosé María Izquierdo BelmonteJosé Ignacio Izquierdo MisiegoMaría Dolores LlamazaresFernando Meléndez AbarqueroEpifanio Romo VelascoLaia Velasco FloLucía Velasco MartínJosé María Velasco PeinadorJosé Victorio Velasco Rojo

IlustracionesF. CoriaCarlos del OlmoÁngel MartínGerardo PuertasJuan Luis Vélez

FotografíasIván Franco RomoJuan Luis Vélez

Fotografía PortadaNorbert Martín Gallardo

AVISO:LA CORREDERA no se hace responsable, ni seidentifica con las opiniones vertidas libremente porsus colaboradores.Los contenidos aquí publicados podrán ser reprodu-cidos, en todo o en parte, por cualquier procedi-miento, siempre que se haga constar la fuente de laque proceden.

PUNTO DE VENTA:Estanco de Ampudia (Cándida Velasco)

RECEPCIÓN DE COLABORACIONES:Correo Electrónico: [email protected] Postal: “LA CORREDERA- Revista Cultural de Ampudia” Calle Pósito, nº 5 – 34191 AMPUDIA (Palencia)

Diseño y maquetación:Juan Luis Vélez - www.ecocg.es

Imprime: Gráficas Quinzaños

Depósito Legal: SA-445-2010

ISSN: 2172-5950

La Corredera revista cultural de Ampudia nº 2

PRIMAVERA-VERANO DE 2012

Presentación

El 6 de junio de 1813 el británico Duque de Wellington, al mandode un poderoso ejército formado por ingleses, portugueses y españoles,llegó a Ampudia en su ofensiva final para expulsar a los franceses denuestro territorio nacional. Pernoctó Wellington esa noche en nuestravilla para salir a la mañana siguiente hacia Palencia. Terminaban así paralos ampudianos cinco años de miserias, escasez y pillaje que habían co-menzado el 13 de julio de 1808 cuando las tropas francesas del Maris-cal Bessières se establecieron en los castillos de Ampudia yTorremormojón a la espera de lanzarse al ataque en la célebre Batalla delMoclín (entre Palacios de Campos y Medina de Rioseco) que tuvo lugaral día siguiente.

La presencia de guarniciones francesas en Ampudia no fue conti-nuada sino intermitente. Pero cuando se iban los franceses llegaban lastropas nacionales del teniente coronel Marquínez o los guerrilleros deJuan Tapia para seguir con las exacciones y las requisas. Así los ampu-dianos vieron repetidamente, durante esos cinco años, hollados sus ho-gares, esquilmadas sus haciendas y saqueada su colegiata de las máspreciadas alhajas.

En realidad, ambos bandos tenían el mismo problema, el del auto-abastecimiento. Se veían obligados a «vivir sobre el terreno», recurriendoa los saqueos e imponiendo todo tipo de cargas y gravámenes sobre pue-blos que como Ampudia se hallaban muy poco por encima del nivel dela mera subsistencia.

En estos años en que se celebra el bicentenario de la mal llamadaGuerra de la Independencia (1808-1814) son muchas las publicacionesque muestran interés por rememorar tales acontecimientos. Los queocurrieron en Ampudia tal vez carezcan del lustre suficiente que les hagamerecedores siquiera de un artículo. Por supuesto, no son en nada com-parables con las tragedias que ocurrieron en lugares como Torquemadao Medina de Rioseco, pero me ha parecido oportuno aprovechar la oca-sión y ocupar estas líneas de presentación de LA CORREDERA pararecordarlos.

Epifanio Romo Velasco (editor)

Bicentenario de la Guerra de la Independencia

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Buenas tardes señoras, señores y dignas autori-dades. Es una satisfacción, y honor, dirigirmea Uds., esta tarde. Cuando Domingo, el Sr.alcalde, me pidió dar este pregón, acepté, perotuve mi miedo por no cumplir las expectati-

vas de tan digno auditorio.Decía Ortega y Gasset, en suobra Meditaciones del Quijote, “que el hombre es él y suscircunstancias”. Nos viene a decir que en la personalidaddel hombre influyen muchos factores. Uno de ellos es elentorno donde uno se ha criado.

Ampudia fue mi primer entorno. Aquí aprendí a reíry a llorar, a amar, a jugar… y jugando, también a soñar.Tuve vivencias que, sin duda, hicieron posibles mis sue-ños posteriores. Debido a esos sueños alcancé objetivos ymetas, difíciles de imaginar, para un niño en aquellas cir-cunstancias.

Como todos conocen, el pueblo tiene varios lugaresespeciales o hitos de referencia, que lo caracterizan e im-primen su personalidad. El castillo, la Colegiata y suTorre, los Soportales, el Paseo, el Cañico, la Ermita deArconada, etc.

(Otros se han perdido por el paso del tiempo, o porla dejadez humana, o simplemente por haberse perdidosu función. Como por ejemplo sus caños: el Tinte, elMoradillo -único del que queda algún vestigio-, el de laPlaza con su lavadero medieval. Sin duda muchos amo-res y desencuentros tuvieron lugar a su alrededor, en esaépoca nostálgica cuando íbamos con el botijo a por elagua. También fueron lugar de transmisión de noticiasen los lavaderos de la ropa).

Alrededor de dichos hitos, los niños de mi época,como de otras muchas, jugábamos. El juego era nuestraprincipal actividad y con él desarrollábamos nuestras ca-pacidades y habilidades: astucia, generosidad, capacidadde organización y liderazgo, sentido de la justicia, amis-tad, etc. En cada uno de ellos puedo contaros anécdotasque viví, otras me las contaron. Unas y otras influyeronen mí.

Me sorprendía y todavía me maravilla, el Castillo.Todos los niños le hacíamos nuestro. Al decir nuestro,hablo de nuestra propiedad. Entrábamos y salíamos anuestro antojo, bien porque la puerta estaba abierta, enalgunos momentos, o lo hacíamos a través de “la raja”,zona de paso al cuarto torreón, que en aquella época tam-poco existía.

En él enderezábamos entuertos y deshacíamos agra-vios, como Don Quijote. Divididos en bandos, librába-mos épicas batallas. Unas veces, blandiendo espadas demadera o simplemente palos; otras mediante “pedreas”.¡Una burrada!, sí pero lo hacíamos y muchas veces. Másde uno se llevó un descalabro, entre otros, el que os habla.

En otros momentos, menos épicos, escalábamos porlas juntas que presentaban las paredes del baluarte de-fensivo para coger nidos de paloma, que solo los más osa-dos conseguían.

Cuando era niño, alrededor del castillo sucedierondos hechos significativos. Uno fue la caída al “pozairón”de Dominguín, el hijo de la Eugenia. El otro, el que másme impactó, y que no comprendí entonces y tampocoahora, fue una multa colectiva. Digo colectiva porqueafectó a varios niños. Sus nombres salieron publicadosen el periódico de la provincia por gamberros. Sus eda-des estarían entre los 8 y 10 años.

¿Qué hicieron estos niños? ¿Qué pecado cometieron?Parece que varios forasteros fueron a visitar el castillo.Los niños que estaban jugando, al ver que entraban en él,también quisieron hacerlo, pero no les dejaron. En esasituación, alguno de ellos, debió de soltar unas palabraspoco apropiadas, o mal sonantes.

Todos fueron llevados al cuartel sin el conocimientode sus padres. La Guardia Civil cursó las denuncias. De-pendiendo de la familia a la que pertenecía el niño, unostuvieron una multa de una cuantía y otros otras.

Algunos vecinos protestaron al alcalde correspon-diente pero sin tener éxito de evitar ese desaguisado.

Todo lo narrado, solo me sirve para resaltar cómo elcastillo formaba parte de nosotros, y nosotros a su vez ledábamos vida.

Con el castillo como escenario y emulando a los hé-roes de las películas que veíamos donde Sabas (cine Isa-bel), tales como Ivanhoe, El Caballero de la Coraza Negra,El santo Grial, por citar algunas, se estimulaban nuestrasmentes y se alimentaban nuestros sueños.

No en menor medida contribuían las lecciones de his-toria que Don Basilio, Don Emilio, Don Juanito, etc.nos enseñaban resaltando: las hazañas de El Cid, la im-portancia de los Reyes Católicos, el Gran Capitán o losreyes Carlos I y Felipe II.

También, nos enseñaron a deleitarnos en esas fábricasde sueños que son las obras de Cervantes, Lope de Vega,Calderón, Quevedo, etc.

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Ampudia, el lugardonde se formaron missueñosFERNANDO MELÉNDEZ ABARQUERO

Pregón de las fiestas de Alconada 2011

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Nos mostraron a los hombres en busca de sus sueños.Poniéndonos como ejemplo a Magallanes y El Cano, quesoñaron con dar la vuelta al mundo y uno de ellos lo con-siguió. También ponían de ejemplo a Hernán Cortes yPizarro que soñaron en conquistar reinos y conquistaronimperios, el Azteca y el Inca, para la corona de Castilla.

Ellos se esforzaron en transmitirnos sus conocimien-tos y lo que es más importante, nos ayudaron a formar-nos como personas.

Nos inculcaron (a veces impusieron a golpes: anéc-dota de Cochele) el respeto a los mayores, el valor del sa-crificio, la responsabilidad, la importancia del trabajobien hecho, etc.

(Anécdota de Cochele: En aquella época existía elprincipio de que “con sangre las letras entran”. El palo alalumno se prodigaba con bastante generosidad. Cocheley Toñín el del hortelano, eran mayores y no sé los moti-vos por los que continuaban en la escuela. Eran tratadoscon consideración por el maestro. No tuvieron otra “malaidea”, aún veo la cara socarrona de Cochele, de llevarunas varas de mimbre como elemento educador, gozán-dose de los palos que íbamos a recibir los demás. La ale-gría que sentí, como el resto de la clase, fue inmensa yaque con ellos se comprobó la calidad de las mismas, asícomo su valor educativo, al recibir los primeros palos conlas varas que habían llevado para los demás).

Cuando llegaban esas lluvias suaves, persistentes y te-naces, llamada “vernizo” o en los duros días de invierno,solíamos cambiar de escenario. Nos ubicábamos, nor-malmente, al abrigo de los Soportales.

Aquí practicábamos varios juegos, pero, quizás, el másfrecuente, era el “juego de canicas”, en especial el del“hoyo”. Recuerdo que antes de tirarla, soplábamos y re-soplábamos el suelo, para que esta se deslizara mejor yno se desviara de su trayectoria. El camino ideal lo trazá-bamos en nuestra mente. Teníamos que colocarla en elhoyo, que normalmente estaba encima de una piedra, y/ogolpear la de nuestro contrincante.

¡Que satisfacción sentíamos cuando alcanzábamosuno de los dos objetivos! Sobre todo por ver a nuestrooponente entregándonos su objeto más preciado: la ca-nica más valorada o el mazo de cartas (de las cajas de ce-rilla), tesoros inapreciables en la época.

¡Mira que pasábamos frío! A veces, éramos incapacesde juntar los dedos de la mano y... ¡la mierda que chu-pábamos soplando y resoplando! ¡No importaba la re-primenda en casa! Todo lo compensaba la satisfacción dela victoria.

Unas veces uno estaba en la gloria porque ganabas,pero a la vez siguiente eras tú el perdedor. Como casitodo en la vida, la felicidad o las desgracias iban por ba-rrios. Aprendías, a ganar y a perder, aceptando que eljuego es simplemente eso, un juego. La derrota nos en-señaba a asumir los fracasos que, más tarde, en la vidaencuentras. Aprendías de los errores cometidos, para evi-tar repetirlos.

En otros lugares jugábamos al Piti, la picarroma, lapeonza, la cadeneta, etc., eran otros juegos que practicá-bamos y de cada uno de ellos os contaría una historiapero no os preocupéis que no os torturaré.

En Semana Santa, el paseo se hacía por la calle Co-rredera en lugar de por la de Ontiveros, que era lo tradi-cional.

En esta época los chopos ya habían formado sus ra-milletes. Estos eran cogidos y desgranados por nosotrospara, posteriormente, ser lanzados a las piernas de las chi-cas, durante el paseo comentado. Era una forma de de-mostrar nuestra validez, ¡un poco rara por cierto! Recibirlos granos lanzados en las piernas desnudas escocían ymucho. ¿Quién no ha tenido esa experiencia en nuestraépoca de pantalones cortos?

Me viene a la memoria la procesión de Viernes Santo.En ella cada persona recogida en su interior la hacía in-timista, acogedora, cercana y piadosa. Los capuchones,pasos y gente con velas avanzan en la oscura y fría noche,al tiempo que se oían el clamor de los cantos y rezosComo niño me impresionaba Había una participación ycolaboración mayoritaria. Siento tristeza, pena y frustra-ción cuando veo las dificultades para procesionar las mag-níficas tallas que nos transmitieron nuestros antepasados.Sigue siendo intimista, acogedora y piadosa, a pesar dehaber perdido la grandeza, que yo conocí cuando eraniño. Animo a todos a hacer un esfuerzo por mantenerla.Es una oportunidad de contemplar y exhibir unas de lasmanifestaciones culturales más importantes del pueblogracias a las creencias de nuestros mayores.

(¿Quién no recuerda el Sábado Santo? El atrio se lle-naba de niños que iban a recoger el “Agua Bendita”. Ju-gábamos cada grupo a un juego: unos a pillar otros almarro, las niñas saltando a la comba, etc. Aún me sientoinmerso en el colorido de las voces y griterío que produ-cíamos. Al principio era todo alegría esperando con losrecipientes de barro -cacharros- totalmente despreocu-pados. Pero esa alegría se tornaba, en muchos, en llantoal romperse el recipiente que nos habían dado en casa.Era un llanto de desconsuelo, impotencia y fracaso. Ladesolación nos inundaba. Esta se acrecentaba con las son-risas y bromas de aquel que no le había pasado).

Sorprende la calidad de los monumentos, que tieneAmpudia, en medio de la Castilla rural. De pueblos per-didos y olvidados. Fuera de toda ruta principal. Amigos,que he traído a conocer nuestro pueblo, se han quedadoentusiasmados de lo que han encontrado. Sobre todo laColegiata, tanto por su continente como por su contenido.Esto permite imaginar otra época de pujanza económica yreligiosidad de un pueblo, que realizó estas maravillas.

¿Quién de vosotros no ha sentido miedo, de niñocuando tenía que entrar en la Colegiata? La penumbrainundaba todo, los ojos de los santos brillaban y su as-pecto lúgrube, o a mí me lo parecía, se acrecentaba conlos hacheros familiares, que hacían una clasificación delos fieles. Solo lucía de forma intermitente, al fondo, lalámpara que indicaba el lugar donde se encontraba elSantísimo.

En ella se reforzaron mis creencias, iniciadas en casa,a través de la catequesis. Mi agradecimiento a esas per-sonas desinteresadas que dedicaron su tiempo a enseñár-nosle.

Las “vísperas” y los cantos en latín, me causabansopor que iba en aumento a medida que avanzaban los

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mismos. Parecía que el “Maese Pérez, el Organista”, le-yenda de Bécquer, hubiera sido inspirado en nuestra Co-legiata. Cuando la leí, vi reflejada, situaciones vividas ennuestra iglesia. En medio de los interminables rezos, lacabeza me tambaleaba, medio dormido. Me despertabasobresaltado, con alguna cabezada, y parecía que me ibaa caer del banco.

Una inmensa tristeza llenó mi alma infantil cuandotuve la noticia del derrumbamiento de la Colegiata.¡Qué abatimiento me produjo! Algo en mi interior sedesgarraba. Era difícil de comprender tal tragedia paraun niño.

Recuerdo a Don Agustín, y en especial sus capones,cuando no sabías el catecismo, o estabas distraído pensandoen alguna trastada con la que fastidiar a un compañero.

Oír el órgano me entusiasmaba. Si cierro los ojos pa-rece que veo a Moisés tocándolo y pidiéndome que diera,con fuerza, el fuelle. Única manera de hacer posible oírlas armoniosas notas de una melodía.

Me ensimismaba la imagen de la Dolorosa. Estabaenamorado, y lo sigo, de la estatua de alabastro de SantaAna, la Virgen y el Niño. Envidiaba las habilidades delmaestro escultor que supo, a partir de una piedra, expre-sar con sencillez, el amor de una madre, la inocencia delNiño y la complicidad de abuela y nieto en ese juego conel pájaro que posee el niño en sus manos, escondiéndolopara evitar que esta se lo coja. La talla expresa medianteuna escena mundana, cotidiana, el misterio divino de lacontribución de María a la redención del hombre. Encuanto a su arte: la proporción entre el todo y las partes.Tratamiento de la ropa y sus pliegues. La composiciónpiramidal, etc., la hacen merecedora de una de las bellasesculturas renacentistas españolas.

Admiraba y admiro el retablo renacentista de frayAmpudia. La belleza barroca del Altar Mayor; con suimagen de la Inmacula y la talla de San Miguel, y el mag-nífico escorzo del ángel caído. A pesar de la mutilaciónque sufrió la magnífica cúpula que presidía el mismo (porla acción de un desaprensivo).

No comprendía, entonces, la inclinación de la cabe-cera de la iglesia. No entendía cómo un maestro de obras,

capaz de hacer tan colosal monumento, hubiera erradode esa manera. Cuando me adentré en el mundo del arteaprendí, que muchos artistas lo hacían a propósito, sim-bolizando la inclinación de la cabeza de Cristo, muertoen la cruz.

Recuerdo también con mucho cariño, la hoguera deSan Juan, que se hacía con el esfuerzo colectivo de losniños, aportando objetos que quemar. Agradezco al hijode Candi la sensibilidad demostrada manteniendo la hor-nacina de este santo.

A medida que voy escribiendo de lugares, de juegos yrecuerdos, aparecen en mi memoria los que los protago-nizaron conmigo. Aquellos niños con los que conviví,jugué e incluso me peleé, como por ejemplo el Sr. Al-calde y su hermano.

Unos fallecidos, como: Carmelo (el del Bierzo), Jua-nito (el de Venancio), Julián (el de los lolines), Vidalín yAmelia (de Domicio), Enrique (Ovejero), Jaime (el deChano), Marcial, Trini (la de arroyero) y recientementeManuel (Donaciano).

Y ¡cómo no!, allí estaban también: Fermín, Chus, Vi-cente Maraña, Ángel (Anacleto), Ladis, Juanito (paja-rito), Vicente Beledo, Ricardo (Mogrovejo), Toñín (elConstancio), Virgilio (conejo), Jesús Vega, Carlos Mon-tero, Adriano, José Luís (pana), etc., y una lista inter-minable de personas.

Notaréis que no he mencionado a las chicas, exceptoAmelia (y Trini). En esa edad nuestras relaciones, por laseparación de las escuelas por sexos, eran menores en jue-gos. Sí jugábamos con ellas, en otra edad, y en el barrio,en otro entorno.

También escuché historias que me impactaron e im-presionaron. De personas que dieron la cara por sus pai-sanos salvando vidas en esos momentos de guerra civil.Además supieron mantener los nombres del callejero deAmpudia, como había sido durante siglos. No sé si a nivelde papeles oficiales se cambió. En los muros de la colegiatano aparecieron frases y símbolos patrióticos al uso de laépoca, como ocurrió en la mayoría de los lugares.

Los que somos mayores, les conocimos. Algunosnombres aún recuerdo: Cayo Aguado, Vidal “Parranda”,

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Abarquero, etc. Lamento no recordar otros que sí sé quelos hubo. Pienso que el pueblo no supo reconocer lo quehicieron.

Parte de mi personalidad está formada de cómo viví,sentí y asimilé las vivencias que os he contado y aquellasque me quedan por hacerlo. Ampudia es el entorno quehizo posibles mis sueños.

Personalmente si de algo presumo es de ampudiano.Creo que todo ampudiano está orgulloso de su origen, yallí por donde va lo pone de manifiesto. Yo, así lo hago yme consta que otros también lo han hecho. Voy a contaruna experiencia personal que ilustra muy bien lo que ase-vero.

Estando de viaje con mi familia y unos amigos porEgipto, disponíamos de un guía que hablaba muy biencastellano. En un momento de la conversación le pre-gunté dónde había aprendido español tan bien. Me con-testó que en El Cairo y que nunca había estado enEspaña y en ningún país de habla hispana.

En ese momento me vino a la memoria Lucio (el hijodel secretario). Recordé que siendo yo niño había ido a tra-bajar allí. No recordaba si a la embajada, a la Universidado a lo que hoy se llama el Instituto Cervantes.

Comenté que yo era de un pueblo castellano llamadoAmpudia. Mi sorpresa fue enorme cuando dijo, el guía,que su profesor, el que le había enseñado castellano, erade ese pueblo, y se llamaba Francisco. Este nombre nocoincidía con el que yo tenía en mente. No me decíanada. Tras hablar sobre el tema, me dijo que tenía unafoto con él y que cuando regresáramos a El Cairo medaría una copia de la misma.

Conté a mis hijos, todo ufano y sacando pecho, laconversación con Abuba (nombre del guía). Me toma-ron el pelo y bromeaban diciendo que Ampudia era elcentro del mundo o, al menos, no estaba lejos o era tanimportante como él.

Cuando me dio la foto prometida, mi sorpresa fuemayúscula. Francisco y Lucio era la misma persona. Suhermana Carmina me lo aclaró, cuando la entregué lafoto, que me había dado el guía.

Diría de alguna manera, que todos hemos orbitadoalrededor de las piedras y adobes que forman Ampudia.Esos muros, paredes, tejados, monumentos y personasnos han impreso una impronta que consciente o incons-cientemente repartimos por el mundo.

En mi mundo infantil, de ensoñación y de aventu-ras, poco apoco hicieron mella las motivaciones de losmaestros y otras personas, y apareció en mí el gusanillodel conocimiento, la curiosidad por el saber, de la supe-ración personal, de la importancia del sacrificio para con-seguir algo. En una palabra de soñar... de emular,salvando las distancias, a esos personajes que nos expli-caban en la escuela. Unos sueños conseguí. Otros se que-daron en el camino, pero el esfuerzo y sacrificio merecióla pena. Ampudia fue el entorno que hizo posible missueños.

Para conseguirlos fue fundamental el apoyo que tuvede dos personas muy entrañables y queridas, Juan y Car-men. Sin ellos hubiera sido imposible alcanzar los sue-ños que se fueron forjando en mi interior. También contécon el apoyo incondicional de la familia.

Todo ello hubiera sido imposible de realizar sin mispadres que me dieron el don más preciado que tiene unser humano “la vida” y en especial de María, mi madre.

En momentos de añoranza me consolaban unas es-trofas de una bella zarzuela “Los Gavilanes “, que dice:“Pensando en ti noche y día, aldea de mis amores. Mi es-peranza renacía se aliviaban mis dolores…”.

Muchas gracias señoras, señores por haberme escu-chado tan amablemente. Espero no haberles aburrido.

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Felices fiestas de Alconada y ¡Viva Ampudia!¡ !

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Ya no defiende tu muro,

castillo ya no cercado,

sino ese tiempo futuro

que es tu estado

- Una oquedad entre pocas

piedras -

incesantemente invocas.

Con tal tesón, si declinas,

no te arredras

que se doran tiempo y ruinas.

Jorge Guillén1

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E. ROMO VELASCO

Torrede la La

de MORMOJÓN

Fortaleza

Para quien no conozca estas tierras, tendremos que empezar diciendo que laTorre de Mormojón está o estuvo situada junto al pueblo palentino del mismo nombre,alzada sobre el cerro del “monte mojón”, allí donde las estribaciones de los Montes de To-rozos se abren a las inmensas llanuras de la Tierra de Campos. Los comarcanos le llama-ban “La Estrella de Campos” y aún hoy, pese a su destrucción, sigue alumbrando desde loalto, aunque su luz sea ya mortecina y su silueta haya dejado de impresionar a los viaje-ros.

A tenor de cómo fue descrita por quienes la visitaron en la segunda mitad del sigloXIX, la histórica fortaleza de la Torre de Mormojón era una enorme mole pétrea de plantacuadrangular, constituida por tres líneas concéntricas de fortificación: La torre central ysus dos recintos murados, interior y exterior.

Intentaremos aquí hacer una descripción detallada de lo que fue la desdichada for-taleza, así como de su deplorable estado actual. Partiremos para ello del centro a la peri-feria, y de lo más antiguo a lo más moderno.

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LA TORRE CENTRAL

Levantada en los tiempos de la Repoblación, o sustituta de aquella torre pri-migenia que, desde la segunda mitad del siglo X, dio nombre al castillo, al puebloy a su alfoz: Era de planta cuadrada y estaba dividida en varios pisos que la elevabana considerable altura, haciéndola visible desde la lejanía.

“En el centro, y descollando culminante y aérea, arranca la torre del cas-tillo, que hacía el tercer atrincheramiento de su conjunto militar. De formacuadrangular con 24 pies de anchura y 40 de longitud interiores, se eleva en 4pisos, que dan 40 hiladas de altura sobre la plataforma de las galerías; ciñén-dola en sus tiempos marcial corona de robustos canes y caladas ladroneras en lossupremos bordes de su altísima y deslumbradora cúspide, perdida en el viento yen la inmensidad” [V. García Escobar, 18532].

No pudo el escritor riosecano hacer una descripción más precisa pues, a me-diados del siglo XIX, no quedaban de la afamada torre más que dos lienzos en elángulo sureste. El resto se había derrumbado totalmente, como consecuencia de sugran elevación, el paso de los siglos, la negligencia de sus propietarios y, tal vez, losefectos del terrible Terremoto de Lisboa, del 1 de noviembre de 1755, que se hi-cieron notar con fuerza en toda esta comarca.

El AljibeJusto debajo de la torre, se hallaba situada una sala abovedada, con arcos fa-

jones y forma de tonel. Es la llamada “Cuba de piedra”, utilizada en su día comoaljibe para el almacenamiento de agua, pero que en su origen pudo ser una pe-queña iglesia puesta bajo la advocación de Los Ángeles. Tiene todas las trazas de ha-berlo sido, salvo por el hecho de tener el ábside orientado hacia el oeste, en contrade lo que era preceptivo en la Edad Media.

“Debajo de la línea del torreón del homenaje, y frente a la puerta góticade acceso a la galería, se penetra por un estrecho paso en una cavidad especial,trazada a modo de gran tonel, cuya parte superior forman varios arcos semi-circulares y cuyo fondo, de reluciente y duro cemento revestido, guarda tambiénla figura cóncava. Varios orificios entre los arcos superiores indican que por ellosse llenaba este depósito, que según la tradición es el aljibe del castillo” [R. Be-cerro de Bengoa, 18783].

1 En el último tercio del siglo XV nació en Torremormojón un ca-ballero hidalgo llamado Jorge Guillén, hijo de María de Pedraza y deAlonso Guillén, alcaide de la fortaleza. Tras su matrimonio con TeresaOrtiz, hija del alcaide de la vecina Montealegre, se trasladó a vivir a esalocalidad donde, durante cuatro centurias, se perpetuó la familia hastasu mudanza a la capital del Pisuerga.

En los años finales del siglo XIX nació en Valladolid un lejano y di-recto descendiente, el homónimo Jorge Guillén (1893-1984), renom-brado poeta universal de la llamada Generación del 27, que pasó lamayor parte de su vida autoexiliado en los Estados Unidos de América.

Cuenta Don José María Martín, párroco de Montealegre, que enun día memorable de su niñez al pequeño Jorge le llevó su abuelo aconocer los lugares que habían sido cuna y honor de sus antepasados.Muchos años después, desde la lejanía, escribió este pequeño y her-moso poema al que puso por título “Un Montealegre”. Todo indica, sinembargo, que lo que el poeta evoca en él es la emoción que le produjola desmantelada Torre de Mormojón: “Una oquedad entre pocas pie-dras”.

* GUILLÉN, Jorge: Cántico. Seix Barral, Barcelona, 1984.* MARTÍN MARTÍN, J. Mª: Montealegre: Datos, vivencias, recuer-

dos para su historia. Valladolid, 1992

2 VENTURA GARCÍA ESCOBAR: Abogado, político y escritor naturalde Medina de Rioseco (1817-1859). En las páginas del Semanario Pin-toresco Español publicó numerosos artículos sobre los monumentos dela comarca, que han sido reunidos en un volumen de reciente publica-ción por R. Pérez de Castro y F. Regueras Grande.

García Escobar fue el primero en escribir sobre la Estrella de Cam-pos. Fue también el primero en atribuir su construcción a “los cruzados,al regreso de las heroicas expediciones”. De él lo copió literalmente Car-los Sarthou Carreres para difundirlo en las muchas ediciones de susCastillos de España.

En otro artículo anterior ya había hecho García Escobar una in-terpretación similar al atribuir el vecino castillo de Villalba de los Alcoresa “la caballería de San Juan, cuando al regreso de la primera cruzadaerigió este poderoso alcázar”.

Prescindiendo de sus tonos románticos y de sus particulares in-terpretaciones artísticas, tal vez no le faltase algo de razón: Los San- La Cuba de piedra: ¿un aljibe, una mazmorra, o una iglesia?

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Afortunadamente, este curioso habitáculo se ha conservado casi intacto; sepuede hoy en día penetrar en su interior y observar en sus piedras los genuinos sig-nos lapidarios, firma de los alarifes que lo construyeron. Por qué se salvó del derribode 1884 es un misterio; quizás porque los operarios que lo efectuaron prefirieronconservarlo como una cueva donde poder guarecerse de las inclemencias deltiempo.

EL RECINTO INTERIOR

De planta cuadrada o rectangular, con muros de sillarejo y unos 35 metros delongitud en su fachada del Este, donde se abría una puerta de arco ojival. Protegíala entrada un cuerpo saliente o matacán sostenido sobre cuatro ménsulas. Sobre lapuerta, tres escudos iguales que podrían ser las armas de Don Juan Alfonso de Al-burquerque (†1354): las cinco flores de lis de los Alburquerque y los cinco escu-detes de Portugal. De ser así, ya tendríamos la fecha de su construcción, a mediadosdel siglo S. XIV:

“Una estrecha puerta gótica en su centro, de sencillez suma y sobre cuyoarco campean tres escudos de iguales timbres, consistentes en cuatro cuartelesiguales que ostentan cinco flores de lis y cinco escudos pequeños en cruz, respec-tivamente alternados. Son estos timbres la fe de bautismo de la fortaleza y ellosdirán qué casa y quién de la casa y en qué año se levantara” [R. Becerro deBengoa, 1891].

Apenas franqueada la puerta, se abrían tres accesos: al frente, un portillo quedaba paso a la sala subterránea, ya descrita como aljibe; a la derecha, una rampa desubida a la torre central; y a la izquierda, una galería ojival que daba la vuelta a todoel perímetro de la torre.

La Galería GóticaSu destrucción total en 1884 nos ha privado de poder contemplar siquiera un

trozo de lo que era, sin duda, uno de los edificios más singulares del proto-gótico his-pano (S. XIII). Solo nos queda el escueto dibujo de Becerro de Bengoa y la des-cripción que hace de la galería:

juanistas u Hospitalarios (la poderosa Orden Militar de los Caballeros delHospital de San Juan de Jerusalén) no sólo tuvieron posesiones en Vi-llalba de los Alcores, sino además una casa-convento, documentadadesde 1209, en el despoblado de Villaverde de Campos. Estaba situadoeste Convento de las Torres o Las Torres de Villaverde justo en el puntodonde confluyen actualmente los términos municipales de Villerías yAmpudia con la Manga de la Torre. Hoy ya no queda absolutamentenada de él, pero en el siglo XIX pervivían aún algunos restos que en elDiccionario de Madoz (1845-1850) fueron atribuidos injustificadamentea los Templarios.

Últimamente, los expertos se inclinan por atribuir la construccióndel castillo de Villalba a los Téllez de Meneses. En justa corresponden-cia, este de Torremormojón, su parte gótica, habría que atribuírselo alos Girón, tenentes de la Torre en los siglos XII y XIII.

* GARCÍA ESCOBAR, Ventura: -“El castillo de Villalba del Alcor”, en Semanario Pintoresco Espa-

ñol. Madrid, 1852.-“La Estrella de Campos”, en Semanario Pintoresco Español. Ma-

drid, 1853. * PÉREZ DE CASTRO, R. y REGUERAS GRANDE, F.: Ventura

García Escobar, Medina de Rioseco, Campos y Torozos en el Sema-nario Pintoresco Español. Asociación Cultural Domus Pucelae, Valla-dolid, 2009.

* SARTHOU CARRERES, Carlos: Castillos de España (Su pa-sado y su presente). Espasa Calpe, Madrid, 1952 (3ª edic.).

3 DON RICARDO BECERRO DE BENGOA: Político y escritor de origenvasco (Vitoria, 1845 – Madrid, 1902) que pasó varios años afincado enPalencia, trabajando como catedrático de Física y Química en el Insti-tuto de la ciudad. Miembro de la Real Academia de la Historia desde1871.

Alertado por las noticias que anunciaban el proyectado derribo dela Torre de Mormojón, subió hasta el cerro para verla de cerca y sequedó prendado de ella. Tomó diversos apuntes personales, esbozó al-gunos dibujos y publicó varios artículos en la prensa, todos con el mismotítulo: “El castillo de la Torre de Mormojón”. Tenemos al menos cons-tancia de cuatro de ellos, aparecidos en los años 1878, 1882 y 1891.

Sus descripciones de la fortaleza son claras y precisas, de riguro-sidad científica, pero erró en sus interpretaciones históricas. La Torrede Mormojón nunca fue señorío de los Ayala, salvo tal vez un periodoen que pudo estar ocupada por las armas en los conflictivos años fina-les del reinado de Enrique IV el Impotente (†1474), cuando fueron ocu-padas Castromocho y Villalba. Tampoco parece probable que elderrumbe de la torre central fuera debido a las secuelas de la Guerra delas Comunidades. Su propietario, Don Alfonso Pimentel, V Conde deBenavente, no reclamó daño alguno que se hubiese producido sobreeste castillo, a diferencia de lo ocurrido con la fortaleza de Cigales. Asíse pone de manifiesto en la obra de Luis Fernández Martín, bien do-cumentada.

Don Rafael Navarro García, en su Catalogo Monumental, tomóprestadas estas fallidas interpretaciones históricas de Becerro de Ben-goa y, sin someterlas a crítica, las dio por buenas:

Fachada del Recinto Interior. Dibujo de Ricardo Becerro de Bengoa. Publicado en:La Tierra de Campos. Álbum de excursiones. Palencia: Región, 2007.

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“Penetramos en el cuerpo central, y con gran sorpresa nos hallamos en unasencilla y preciosa galería gótica, que a juzgar por la ruina que hoy queda, dabavuelta a todo él. Arrancan los rudos nervios de sus bóvedas de unos pobres ca-piteles puestos a poco más de metro y medio del suelo, y están sostenidas aque-llas por dos arcos cruzados solamente […]. La altura de las claves esaproximadamente de unos tres metros, y en una de ellas, íntegra aún sobre laruina de las bóvedas inmediatas, en el lado meridional de la torre, se ven dosrostros esculpidos, de mujer el que mira al interior de la galería, y de hombre,con partida perilla, el de la faz exterior. No puede darse tampoco nada másrudo, ni más primitivo en el arte gótico que estos curiosos restos” [Becerro deBengoa, 1878].

Es preciso advertir que es en relación a la altura de este recinto interior dondese advierten las mayores discrepancias entre el relato de García Escobar de 1853 yel que hizo Becerro de Bengoa en 1878. Para éste, la altura de sus muros era sola-mente de 9 metros, mientras que para aquél eran prácticamente el doble, puessobre el corredor de la galería gótica “se debía alzar otro de trazas análogas, para darsalida a la azotea”. Esta diferencia de altura se hace aún más evidente en los dibu-jos de la fortaleza con los que ilustraron sendas descripciones: En el de García Es-cobar el cuerpo central se alza poderoso por encima de los torreones, mientras quese hace apenas perceptible en el de Becerro de Bengoa. Sin duda, la ruina habíaavanzado sobremanera en los 35 años transcurridos entre ambas descripciones. Alderrumbarse la torre central, sus escombros cayeron sobre las edificaciones circun-dantes y acabaron por hundir la galería gótica, en la que en 1878 ya no se podíapenetrar.

Una calle interior, de 7’5 metros de anchura, separaba todo este maltratadocuerpo central del otro recinto exterior, de mejor factura y alzado en las postrime-rías del siglo XV.

“Esta porción amplificadora y envolvente del primitivo castillo gó-tico fue edificada por D. Pedro López de Ayala, prócer vasco, de Nan-clares de Oca, cuando estaba desterrado en Ampudia por Enrique IV en1457, a causa de las disensiones tan graves entre los gamboinos y oña-cinos que ensangrentaban las tierras vascongadas. Los blasones deeste señor, bárbaramente picados como represalia humillante de lasgentes imperiales que vencieron su actuación de comunero, estabanen los muros del ángulo Norte”.

Ningún Pedro López de Ayala, que sepamos, tuvo nada que vercon La Torre. Ni el Canciller (†1407), ni su nieto el Merino de Guipúz-coa (†1458), ni su tataranieto el comunero Conde de Salvatierra(†1524). Confundir a estos dos últimos como si fueran uno solo pareceun error serio. Durante muchos años, de los datos de ese Catálogo sehan nutrido decenas de escritores y esta supuesta autoría aparece enlos libros sobradamente repetida.

* BECERRO DE BENGOA, Ricardo:- “El castillo de la Torre de Mormojón”, en La Semana Palentina,

Nº 22. Palencia, 29 de Septiembre de 1878. - “El castillo de la Torre de Mormojón”, en El Ateneo Palentino. Re-

vista Quincenal, Nº 41-42. Palencia, 22 y 29 de Septiembre de 1878. -“Arqueología castellana: El castillo de Torre Mormojón”, en Se-

manario de las familias. Nº 7. Madrid, 14 de Agosto de 1882 - “Excursiones castellanas. El castillo de la Torre de Mormojón”,

en Revista de España, T. CXXXIII. Madrid, Marzo y Abril, 1891.- La Tierra de Campos. Álbum de excursiones. Región Editorial,

Palencia, 2007. * FERNÁNDEZ MARTÍN, Luis: El movimiento comunero en los

pueblos de Tierra de Campos. Centro de Estudios e Investigación SanIsidoro, León, 1979.

* NAVARRO GARCÍA, Rafael: Catálogo Monumental de la pro-vincia de Palencia. (T. IV) Partido judicial de Palencia. Palencia, 1946.

Galería Gótica. Dibujo de Ricardo Becerro de Bengoa. Publicado en: La Tierra de Campos. Álbum de excursio-nes. Palencia: Región, 2007.

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EL RECINTO EXTERIOR

De planta rectangular (48 m. x 54), ligeramente trapezoidal, con barrera hechatoda de buena piedra de sillería, cornisa coronada de almenas, ocho cubos cilín-dricos y una torre pentagonal.

Los cubos: Redondos y de 11 metros de altura, dos más que la de los muros.Su diámetro aumentaba de grosor de arriba abajo en tres bandas paralelas y esca-lonadas hasta apoyarse en un plano inclinado en su base. Estaban estos ocho cubossituados en los cuatro ángulos, dos en la portada y otros dos en los intermedios delos laterales norte y sur:

“En la mitad de las líneas laterales se alzan dos cubos, de la misma formaque los angulares. Son todos ellos artísticamente escalonados, anchos y en taluden sus bases, y sucesivamente de menor diámetro en los otros dos superiores quecoronan la cornisa y las almenas. Mide el muro 9 metros de altura, y sobre élalza el coronamiento de los cubos otros dos más. Tienen éstos: 6’50 de diáme-tro en su parte alta y descubierta los de la puerta, 8 los angulares y laterales y9’50 los dos posteriores” [Becerro de Bengoa, 1891].

La fachada principalEstaba situada en el lado Oeste (en el frente opuesto a la fachada actual), con

cuatro cubos, dos en las esquinas y otros dos flanqueando la puerta. Era ésta deunos dos metros de anchura y arco de medio punto rebajado; estaba protegida por

Dibujo de Ventura García Escobar (1853).

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un fuerte matacán y situada a bastante altura del suelo, sobre una escarpa que lahacía inaccesible:

“A la derecha e izquierda se extiende la línea de la fachada, con cuatro to-rreones cilíndricos, dos que defienden la puerta y dos angulares. Tiene la fa-chada unos 48 metros de línea, distribuidos de este modo, a cada lado del ejede la construcción: 8 el torreón angular, 6´30 el lateral de la puerta, 8 el murointermedio, y 2´10 el del dintel” [Becerro de Bengoa, 1878].

La barbacanaUna fuerte construcción defensiva exterior, conocida como barbacana, cons-

tituía el vestíbulo del castillo y era el paso obligado para poder acceder a la puertaprincipal. Su forma era semicircular-cuadrangular, de 15 metros de diámetro, ycoronada de almenas como las del resto del recinto. El enorme puente levadizo, ne-cesario para salvar el foso entre la barbacana y la puerta, se apoyaba sobre una pi-lastra intermedia que evitaba su encorvamiento:

“Para entrar a la fortaleza había que subir a la luneta exterior, y de ellase transitaba a la portería por medio de un inmenso puente volante que desdeella caía sobre el glacis del luneto sobre un espacio de muchos pies, en cuyo in-termedio se levanta todavía el pilastrón destinado a sostener el levadizo, quesin este sustentáculo se apandaría por su largo trayecto bajo el peso de la guar-nición” [García Escobar, 1853].

La fachada posteriorAunque desmochada, es la única parte del castillo que ha conseguido llegar

hasta nuestros días en aceptable estado de conservación. Los escritores del siglo

Dibujo de Ricardo Becerro de Bengoa (1878).

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XIX apenas le prestaron atención, tal vez porque lo que hoy sobrevive y algunostoman por fachada principal era inferior en hermosura al resto del recinto.

Está situada esta fachada en el lado Este y cuenta con muros huecos de másde cuatro metros de grosor, dos cubos cilíndricos en las esquinas y otro pentago-nal en el centro. Junto a esta torre pentagonal en proa, se abre una estrecha puerta,situada, al igual que la principal, a considerable altura del suelo, por lo que solo po-dría accederse a ella mediante un nuevo puente levadizo o pasarela para salvar elfoso que rodeaba todo el recinto.

El torreón del ángulo norte, hoy con trazas de arruinado palomar, era el lugarelegido tradicionalmente por los torrejanos para celebrar la torna-boda (el día si-guiente a la boda), creyendo asegurarse con ello numerosa y fecunda descendencia.

La galería subterráneaLo realmente interesante de cuanto se conserva en la actualidad se encuentra

en el interior de estos muros. En ellos se abre una oscura galería subterránea (1’40de ancha x 2´50 de alta), hecha toda de piedra sillar, con diversos pasadizos y cá-maras de tiro que semejan “un submarino de piedra”. Se accede a ella desde la calleinterior, mediante dos escaleras de 16 y 9 peldaños respectivamente:

“Dentro de la torre pentagonal, una escalera baja a una galería intra-mural, practicada de un extremo del lienzo a otro, una distancia de cuarentametros, al nivel del suelo del foso. Por ella se accede a angostas cámaras rectan-gulares dentro de las torres, que cubren el foso con sus troneras. El espesor de lasparedes sobrepasa los cuatro metros. El grosor de la construcción, y los apreta-dos ángulos de los pasadizos de conexión, dan la sensación de estar en un sub-marino de piedra” [Edward Cooper, 19914].

No cabe duda de que toda esta poderosa y compleja disposición defensivatenía por objeto el proteger a la torre central frente a posibles ataques desde la ex-planada que precede al castillo, su flanco de máxima exposición. Su construccióndebe ser atribuida al Condestable Don Bernardino Fernández de Velasco (†1512):

4 EDWARD COOPER: Da pruebas de su buen hacer de investigadoren los tres volúmenes de sus Castillos Señoriales. A Torremormojón lededica apenas una página, pero es el primero en ver “la nave subte-rránea de una iglesia, con el ábside hacia el oeste”, en lo que todosantes habían visto solo un aljibe.

Cita además un memorial del contador Hernando Portocarrero enel que “de descargos del anima del conde don Rodrigo Alfonso Pi-mentel” se hacen ciertos pagos a “Pedro Marcos que hizo la Torre deMormojon e Cigales e Valladolid e Cebico de la Torre”.

Fue este IV Conde de Benavente, Don Rodrigo Alfonso Pimentel(†1499), un gran constructor de castillos y cercas: Benavente, Portillo,Villalba, Castromocho… Esta noticia escueta abre un interrogantesobre si pudo ser también él quien, habiéndola tomado por las armas,iniciase la construcción del recinto exterior de la Torre de Mormojón; lafecha de 1485 que aparecía grabada junto a la puerta principal podríaser significativa al respecto. Los escudos de los Ayala que, según eltestimonio de Becerro de Bengoa, figuraban sobre los muros del ángulonorte, podrían ser los de su asociado Don García López de Ayala(†1485), señor de Ampudia, que participó con el conde en la toma deVillalba de los Alcores en abril de 1469.

* COOPER, Edward: Castillos señoriales en la Corona de Casti-lla (3 Vols). Salamanca, 1991.Plano de la Fortaleza (Modificación del publicado por Cobos Guerra).

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Estado actual de la fachada del Este.

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“De ser ciertas las cantidades de dinero que los Velasco aseguran habersegastado en la obra, ésta debería haberse acabado por completo” [Cobos Gue-rra, 19985].

La historia de esta fortaleza es ciertamente intensa y dilatada en el tiempo.Citaremos simplemente a algunos de sus “señores” en rápida enumeración: Los con-des Don Pedro Ansúrez y Don Pedro González de Lara, los Girón, los Haro, losLaso de la Vega, Don Juan Alfonso de Alburquerque, los Herrera, los Velasco, losCondes de Benavente y los Duques de Osuna.

El último de estos señores fue el XII Duque de Osuna, D. Mariano Téllez-Girón, que dilapidó toda su fortuna tratando de emular con sus fastos a los pro-pios Zares de Rusia. Entró en bancarrota y todos sus bienes en Torremormojón,Castromocho y Baquerín salieron a pública subasta el 8 de julio de 1863. El casti-llo pasó entonces a las manos de un médico o subastero llamado D. Federico Ro-dríguez Tabares, en cuya mente estuvo ya desde el principio la idea de hacer negociofácil usándolo como cantera tras proceder a su demolición.

No consiguió evitarlo la declaración de Monumento Nacional del 6 de sep-tiembre de 1878. Era el primero de los monumentos palentinos que recibía tal dis-tinción, pues San Martín de Frómista no la consiguió hasta 1894 y San Juan deBaños hasta 1897. Pero la declaración se hizo de forma apresurada y llevaba en símisma un penoso error que le restaba validez. Estaba basada en un informe equi-vocado de la Real Academia de la Historia (30 de agosto de 1878) en el que sedaba por supuesto que el castillo pertenecía a la Hacienda Pública y que era el pro-pio Estado quien pretendía venderlo. Se solicitaba del Ministerio de Hacienda lasuspensión de la venta y la conservación del castillo como monumento histórico-nacional. Y eso fue precisamente lo que concedió la declaración ministerial.

La realidad, sin embargo, era muy diferente; el castillo era y había sido siem-pre de propiedad privada y, aunque se entablaron negociaciones entre el propieta-rio y el Ministerio de Fomento para su adquisición por el Estado, éstas no llegarona fructificar. En realidad, lo que les interesaba a ambas partes era la demolición: al

5 FERNANDO COBOS GUERRA Y JAVIER CASTRO FERNÁNDEZ: Son au-tores de la que es, hasta la fecha, la guía más completa de las fortale-zas castellano-leonesas. En lo que respecta a la Torre de Mormojón,ofrecen un plano de la fortaleza bien trazado, aunque se echan en faltael recinto interior, la barbacana y un cubo del lienzo norte.

Aciertan de pleno al olvidarse definitivamente de Don Pedro Lópezde Ayala y atribuyen las obras del recinto exterior a Don Bernardino Fer-nández de Velasco (†1512), con la correspondiente confirmación do-cumental:

“En el pleito entre las dos hijas de Bernardino se manifestaba ‘queldicho Condestable edificó e hizo edificar la mayor parte de la fortalezade la Torre de Mormojón, e que la fortaleza antigua della era sola unatorre, e que todas las otras barreras e cubos e baluartes e bóvedas hizohazer e edificar el dicho Condestable, que gastaría e gastó en los edi-ficios de la dicha fortaleza 7 ó 8 cuentos de maravedís, e más”.

Tal vez no fuera Don Bernardino quien iniciase la construcción delrecinto, pero sí queda claro que fue él quien costeó la mayor parte delas obras, probablemente entre los años 1502 y 1512.

* COBOS GUERRA, F. y CASTRO FERNÁNDEZ J. J.: Castilla yLeón: Castillos y Fortalezas. Edilesa, León, 1998.

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La fachada del Este desde el interior.

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6 DON FRANCISCO SIMÓN Y NIETO: Eminente personalidad palentina(1855 - 1920), con una sensibilidad por el arte y la historia muy parecidaa la de Becerro de Bengoa, aunque más joven y más adinerado que él.No llegó a tiempo para salvar la Torre de Mormojón, pero consiguió li-brar del derribo al castillo de Montealegre de Campos que en 1908 yahabía sido vendido a quienes pensaban utilizar sus piedras como ba-lastro ferroviario.

* SIMÓN Y NIETO, Francisco: Los Antiguos Campos Góticos. 1895/ Reimpresión: La Editora del Carrión, Palencia, 1971.

propietario para vender la piedra al mejor postor, y al Ministerio de Fomento paracomprarla y terminar con ella la proyectada carretera entre Villamartín de Camposy Medina de Rioseco. Así las cosas, el castillo quedó sentenciado.

Cuesta trabajo creer que todo aquel conjunto monumental, cuyo recinto ex-terior aparecía todavía en 1880 “conservado como si acabara ahora de construirse”, pu-diera ser bárbaramente demolido, a golpe de piqueta, cuatro años después. Y solopara cimentar con sus piedras la carretera comarcal C-612. Pero así fue.

Aparece en los libros confusa la fecha del derribo, quizás porque Don Fran-cisco Simón Nieto la situó en el año 1874:

“Sobre esta cónica eminencia, a la que nos aproximamos rápidamente, sedivisa otra fortaleza casi del todo arruinada: son los restos del castillo de Torre-mormojón, destruido en 1874, a pesar del carácter de monumento nacionalque ostentaba, y a pesar de su arrogante aspecto y de su interesante historia”[Francisco Simón Nieto, 18956].

Es evidente que esta fecha está equivocada y habrá que retrasarla diez añosmás. Bastan como pruebas la propia declaración de Monumento Nacional de 1878y la carta del alcalde de Torremormojón de 26 de octubre de ese mismo año. Y porsi no fuera suficiente, tenemos esta breve nota publicada en la Revista de la Socie-dad Central de Arquitectos el 10 de junio de 1882:

“A consecuencia de las obras de la nueva carretera de Villamartín a Rio-seco, parece que se demolerá, en parte, el histórico castillo de la Torre de Mor-mojón, declarado monumento nacional. La comisión de monumentos dePalencia tiene ya informado acerca de su estado y mérito histórico”.

Y en efecto, la demolición se llevó a cabo, no en parte, sino casi total. Algu-nos años más tarde tuvo lugar la chapucera reconstrucción de Don Clemente He-rrero, con grandes paredones de tapial, llenos de nidales u horacas, para reconvertiral fenecido castillo en un gigantesco palomar. Pero esa es ya otra historia diferente.

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De momento, nos quedamos con las últimas y lacónicas pa-labras con las que Becerro de Bengoa relataba la pérdida desu querida fortaleza:

“Estos apuntes descriptivos tomé y escribí un día,hace nueve años, al pie de la famosa fortaleza castellana,después de haber dibujado su aspecto exterior, su planta,su probable configuración total y muchos de sus detalles.

Cuando algún tiempo después, al volver a la tie-rra castellana vieja, tan querida para mí, lancé desdelejos una mirada al cerro de Mormojón, no vi ya alzadoel imponente conjunto de la ruina de la Estrella deCampos. En aquella cumbre solo queda el solar, con susfosos o hendiduras, donde se asentaron los muros. Estoscon todos sus recuerdos, almenas, puertas, signos lapi-darios, bóvedas, escaleras y pisos, habían rodado, algolpe de la piqueta, por las laderas de aquellas peladascuestas, para servir de relleno a una carretera que pasaal pie del castillo” [Becerro de Bengoa, 1891].

No se puede describir el bochornoso espectáculo delderribo con palabras más comedidas, ni más serena resigna-ción. De poco le hubiera servido ponerse a llorar sobre laleche ya derramada.

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Escalera de bajada a la galería subterránea.

Muros de tapial y palomar sobre los basamentos del castillo.

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LOS SEÑORES DE LA TORRE DE MORMOJÓN

LOS PRIMEROS TENENTES:- D. Pedro Ansúrez (en 1114), fundador de la ciudad de Valladolid.- D. Tello Fernández (en 1116), origen del linaje de los Girón.- D. Pedro Martínez (en 1122), hijo del conde Martín Fláinez.- D. Pedro González de Lara (en 1124), amante de la reina Doña Urraca.

LOS GIRÓN:- D. Rodrigo Gutiérrez Girón (†1194), casado con Dª María de Guzmán.- D. Gonzalo Ruiz Girón (†1234), casado con Dª Sancha Ruiz.- D. Rodrigo González Girón (†1256), casado con Dª María Froilaz.- D. Gonzalo González Girón, hermano de D. Rodrigo, casado con Dª Teresa Arias.

LOS HARO:- Dª Juana Alfonso, casada con D. Lope Díaz de Haro (†1288).Señora de Torremormojón desde 1285 por donación de Sancho IV.- Dª María Díaz de Haro, casada con el Infante D. Juan, “El Traidor” (†1319).- D. Juan de Haro, “El Tuerto” (†1326), casado con Dª Isabel de Portugal.

LOS LASO DE LA VEGA:- D. Garci Laso de la Vega (I) “El Mayor” (†1329), casado con Dª Teresa de Sotomayor.Señor de Torremormojón desde 1324 por expropiación a D. Juan de Haro, “El Tuerto”.- Dª Urraca Rodríguez de Rojas, (†1338), casada con D. Garci Laso de la Vega (II).- D. Gutierre González de Quesada (†1352), casado con Dª María Laso de la Vega.

LOS ALBURQUERQUE:- D. Juan Alfonso de Alburquerque (†1354), casado con Dª Isabel de Meneses.Señor de Torremormojón desde fecha indeterminada (hacia 1338).- D. Martín Gil de Meneses (†1365), sin sucesión.- D. Sancho de Alburquerque (†1374), casado con Dª Beatriz de Portugal.Recibe en 1366 todos los bienes de las casas de Meneses y Alburquerque por donación de Enrique II.

LOS HERRERA:- D. García González de Herrera (†1404), casado con Dª María de Guzmán.Señor de Torremormojón desde 1370 por donación de D. Sancho de Alburquerque.- D. Pedro Núñez de Herrera (†1430), casado con Dª Blanca Enríquez Mendoza.- D. García de Herrera (†1483), casado con Dª María Niño Portugal.- Dª Blanca de Herrera Niño (†1499), casada con D. Bernardino Fernández de Velasco.

LOS VELASCO, CONDESTABLES DE CASTILLA:- D. Bernardino Fernández de Velasco (†1512), viudo de Dª Blanca de Herrera Niño.- Dª Ana de Velasco y Herrera (†1519), casada con D. Alfonso Pimentel Pacheco.

LOS PIMENTEL, CONDES DE BENAVENTE:- D. Alfonso Pimentel Pacheco (†1530), viudo de Dª Ana de Velasco y Herrera.- D. Antonio Alfonso Pimentel (†1575), casado con Dª María Luisa Enríquez.

………………………..

LOS ÚLTIMOS SEÑORES - LA CASA DE OSUNA:- Dª María Josefa Alfonso Pimentel (†1834), XV Condesa de Benavente.Casada con D. Pedro Alcántara Téllez Girón Pacheco (†1807), IX Duque de Osuna.- D. Pedro Alcántara Téllez-Girón (†1844), XI Duque de Osuna y XVI Conde de Benavente.Utimo “señor de la Torre de Mormojón” por la abolición de los señoríos (Ley de 26 -VIII- 1837).- D. Mariano Téllez-Girón (†1882), XII Duque de Osuna y XVII Conde de Benavente.Todos sus bienes en Torremormojón salen a subasta pública el 8 de julio de 1863.

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CARTA DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA A LA DIRECCIÓNGENERAL DE INSTRUCCIÓN PÚBLICA, AGRICULTURA E INDUSTRIA:

Ilustrísimo Sr.Confiada a la Real Academia de la Historia, por las leyes y dis-

posiciones vigentes, la inspección y conservación de los monu-mentos históricos… y teniendo entendido este cuerpo literario quese trata de vender por el Estado el castillo de Torre de Mormojón,en el partido judicial de Palencia, que ostenta robustos en aparien-cia sus numerosos torreones, sobresaliendo entre ellos grandiosoe imponente el del homenaje y que ocupado por sorpresa por los im-periales en 1521, fue después de breve sitio tomado por el capitánnavarro D. Francés de Beaumont que militaba a las órdenes deJuan de Padilla, ruego a V. I. a nombre de la Academia, en vaca-ciones de la misma, que se sirva proponer al Señor Ministro de Ha-cienda la suspensión de la venta y que se conserve dicho castillocomo monumento histórico nacional.

Madrid 30 de Agosto de 1878.

RESPUESTA DE LA DIRECCIÓN GENERAL DEINSTRUCCIÓN PÚBLICA, AGRICULTURA E INDUSTRIA

A LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA:

Ilustrísimo Sr.El Excmo. Sr Ministro de Fomento dice con esta

fecha al de Hacienda lo siguiente:Excmo. Sr: vista la comunicación del Director de

la Real Academia de la Historia solicitando la sus-pensión de la venta del Castillo de Torre de Mormo-jón en el partido judicial de Palencia y atendiendo aque dicho castillo ocupado por sorpresa por los im-periales en el año 1521 fue después de breve sitiotomado por el capitán navarro Don Francés de Be-aumont, que militaba a las órdenes de Juan de Pa-dilla, S. M. el Rey (q.D.g.) de conformidad con lomanifestado por la citada Real Academia de la His-toria y con lo propuesto por la Dirección General deInstrucción Pública, Agricultura e Industria, ha tenidoa bien disponer se solicite del Ministerio del dignocargo de V. E. la suspensión de la venta del Casti-llo de Torre de Mormojón en el partido judicial de Pa-lencia y que sea declarado monumento históriconacional, conservándose bajo la inmediata inspec-ción y custodia de la Comisión provincial de monu-mentos históricos y artísticos de Palencia.

Lo que traslado a V.I. para su conocimiento y encontestación a la comunicación de fecha 30 deAgosto último. Dios guarde a V. I. muchos años.

Madrid, 6 de Septiembre de 1878.

APÉNDICE DOCUMENTAL

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CARTA DEL ALCALDE DE TORREMORMOJÓN DIRIGIDA A LAADMINISTRACIÓN ECONÓMICA DE LA PROVINCIA DE PALENCIA

[…] Imposible es que yo pueda detallar la extensión superficial de todoel Castillo, pues ocupa un recinto grandísimo y se necesitaría que una per-sona competente lo midiera. Como en la gran altura que está situado no sepresta para la construcción de viviendas ni para otro objeto que rinda pro-ducto inmediato, hoy no está el edificio dedicado a nada, pero tengo en-tendido que su propietario piensa derribarle para utilizar la inmensa cantidadde piedra que encierra y que en este país tiene un gran valor, por la esca-sez que hay de ella; lo cual sentiría este pueblo y el país en general que su-cediese por los recuerdos históricos que este Castillo encierra y porque ensu elevada posición es el punto de mira de infinidad de pueblos, habiendorecibido sin duda por eso la denominación de Estrella de Campos.

Creo haber contestado a cuanto me pregunta en su citado oficio. Diosguarde a V. S. muchos años.

Torremormojón veintiséis de Octubre de mil ochocientos setenta y ocho. Salvador Hoces de la Guardia.

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A l’últim revol del camí,entre un cel blau i una terra daurada,s’alcen una torre i un castell.Planegen les cigonyessobre les velles teuladesi el sol crema l’asfalt del carrer.L’esglèsia i l’Ajuntamentenvolten la plaça,on la gent passabones estones xerrant.L’ombra de les columnes de pedras’allunya més enllà del carrer major.Una mica més lluny,els brams de les ovelles trenquen el silenci dels camps infinits d’Ampudia.

Tras la última curva del camino,entre un cielo azul y una tierra dorada,se alzan una torre y un castillo.Planean las cigüeñassobre los viejos tejadosy el sol quema el asfalto de la calle.Iglesia y Ayuntamientorodean la plaza,donde la gente pasabuenos momentos charlando.La sombra de las columnas de piedrase aleja más allá de la calle Mayor.Un poco más lejos,los balidos de las ovejas rompen el silencio de los campos infinitos de Ampudia.

LAIA VELASCO FLO

Ampudia

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ARIAUn anillo

Anika nació en l907,en un país donde la mujerno valía nada. No podíaopinar, aprender a leer o aescribir, era poco más queuna esclava en su sociedad.Si desobedecía las normas, es-critas por los hombres, podíaincluso morir. Era la única chicaen una familia acomodada de cuatrohermanos. Desde pequeña, Anika, habíademostrado que no estaba conforme con esas reglas,aunque tenía el privilegio de vivir en la abundancia, nose resignaba a ser ignorada, deseaba opinar, tomar de-cisiones y sobre todo poder dirigir su vida. Su padre ysus hermanos se enfadaban mucho con ella, sobre todo,tenían miedo de que esas ideas locas fueran dichas enpúblico… el castigo sería muy grave para la familia ysobre todo para ella.

Cuándo tenía l2 años y siempre escondiéndose, to-maba libros de la biblioteca de su padre e intentaba le-erlos, pero era muy difícil, necesitaba ayuda pero…¿quién iba a dársela?, Una mañana de invierno, llama-

ron a la puerta. Rápida-mente abrió la sirvienta,una niña poco mayor queella pero que las circuns-tancias de su vida la habían

obligado a trabajar desdechica. Anika y su madre eran

amables y cariñosas con ella,siempre claro está que no se ente-

rara nadie. Había tenido la desgraciade nacer mujer y pobre en su país. En la

puerta estaba Tono, un chico que vivía en una de lasgrandes casas de su barrio, tenía l3 años y no se habíanvisto casi nunca, ¿Qué relación podían tener siendochico y chica?

Tono pidió ver al dueño de la casa y le pidió per-miso para llevarse a Anika ya que su abuelo que eramuy anciano no se encontraba muy bien. Su familiahabía tenido que salir y necesitaba que alguien cuidarade él durante unas horas. El padre de Anika accedió yésta se fue con Tono y uno de sus hermanos, a ciertaedad una mujer no podía ir sola por la calle con unhombre que no fuera de la familia. Al llegar, su her-

LUCÍA VELASCO MARTÍN

para vivir

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mano se despidió y Anika entró en la casa donde la es-taba esperando Alión, el abuelo de Tono. A pesar de suedad, era un hombre alto y con gesto alegre y bonda-doso, no parecía estar tan enfermo… Parece que leyólos pensamientos de Anika y con voz calmada y des-pués de saludar a la niña le dijo: Mi enfermedad sóloes una excusa para traerte aquí. He visto por la ventanaque te interesan los libros y conozco de tu rebeldía.Anika palideció, por un segundo vio el futuro de su fa-milia destruido, iba a denunciarla… No temas, hija,todas las mujeres de esta casa saben leer y escribir, yomismo las enseñé y ahora mi nieto… En este país noes fácil ser mujer pero es lo que os ha tocado vivir,ahora bien, si podemos hacer algo para aliviar ese su-frimiento, aunque sea desde la clandestinidad, es nues-tro deber humano. Voy a enseñarte a leer y a escribir.

A partir de ese día y durante casi 5 años, Anika pa-saba todas las tardes con Alión y Tono. No sólo apren-

dió a leer y a escribir, también matemáticas, literaturay lo que más la gustaba, información sobre la actuali-dad en el mundo. En secreto, se convirtió en una mu-chacha culta e instruida. Pero pasó lo que tenía quepasar, el abuelo era demasiado mayor.

Una tarde al llegar a casa de Alión, no la recibióéste, salió Tono con los ojos rojos y llenos de lágrimas,su abuelo se estaba muriendo y quería verla. Al entraren su habitación Alión hizo una mueca parecida a unasonrisa y con un gesto hizo que se acercara a su cama.Con voz entrecortada dijo: Anika, eres valiente, lucha-dora y te has convertido en una jovencita con grandesconocimientos. No desperdicies tu inteligencia. Úsalabien, ayuda a otras mujeres, sácalas de su oscuridad.Haz lo posible para que puedan cambiar poco a pocoel modo en que las ha tocado vivir, comienza por en-señarlas a comprender todo lo que pueden hacer y unavez comprendido sabrán obrar por ellas mismas. Te en-

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Segundo Premio de Menores (de 12 a 17 años)en el VII Certamen Provincial de Relatos Breves

“Cristina Tejedor”, organizado por la Diputación dePalencia con el lema “Diferentes pero iguales” y cele-

brado en el año 2010.

trego este anillo, dentro de él hay un mensaje cortopero poderoso, cuando estés en un momento difícil,desesperado, que lo habrá si sigues esta misión, léelo,pero sólo como último recurso. Esa noche Alión murióy para Anika sus sueños con él. Nadie conocía su se-creto. Cuando tuvo edad suficiente, se casó con Tono.La pareja estaba muy enamorada y a las familias lespareció un buen matrimonio. Ambos eran de tradiciónnoble y con buena fortuna. El anillo quedó guardadoen un cajón hasta que nació su primera hija. Por ca-sualidad al buscar unos papeles volvió a verlo y recordólas palabras del anciano.

Anika ayudaba a su marido desde la sombra en lagestión de sus negocios, Tono confiaba en ella y estabaorgulloso de su esposa, pero, nadie podía saberlo, seríasu ruina. Pidió un sótano a su esposo en una de suspropiedades. No podía dejar de pensar en las últimaspalabras del abuelo Alión… Se puso el anillo y en esesótano creó una escuela para mujeres valientes y lu-chadoras. Todas las tardes acudía a dar sus clases, alprincipio sólo una mujer se atrevió, después dos, seis…casi ya no tenía espacio… ricas, pobres, solteras, casa-das, jóvenes y no tan jóvenes, eran muchas las que que-rían aprender, mucho o poco pero todas querían saberalgo más, querían ser ellas… Las más aventajadas en-señaban a las nuevas, se convirtieron en una gran fa-milia unida por un gran secreto, tan grande que si sedescubría las llevaría a una muerte segura. Nadie en sufamilia, ni aún su hija conocía sus actividades, sóloTono, así lo habían decidido ambos para su protección.Pero ningún secreto es eterno y este no podía sermenos.

Una mañana de octubre de l947 sonaron en casade Anika y Tono unos golpes ensordecedores, ambosse miraron sabiendo muy bien lo que pasaría de ahoraen adelante…

Alguien había denunciado a Anika, Tono y ella fue-ron encarcelados. Alguien tenía que cuidar de su hija.De mutuo acuerdo decidieron que ella se responsabi-lizaría de todo. Tras muchos días de sufrimiento y dadoque era una familia influyente, Tono fue liberado,Anika condenada a muerte por desobediencia e insti-gación a otras mujeres a la desobediencia. Anika no dioel nombre de ninguna de las mujeres que estaban conella y ninguna de ellas habló para defender a Anika.Gracias a los contactos que tenían las familias en el go-bierno la pena de muerte de Anika se sustituyó por ca-dena perpetua. Sólo podían visitarla una vez al mes.Mantuvieron al margen a su hija. Mamá ha muerto,eso dijeron a la niña.

En 1950 Anika enfermó gravemente, en su lechode muerte tuvo un sueño: Alión estaba espléndido allado de su cama y con su dulce sonrisa decía: el ani-llo… mira el anillo… Despertó y vio el anillo. Mori-ría sola, en la cárcel, era el momento de ver el mensaje.Con torpeza quitó la piedra y encontró un papel ama-rillento en el que aún se podía leer: LUCHA, SÉ VA-LIENTE. Pensó un momento. ¿Qué puedo hacer yoahora? Pero de pronto pareció que la fuerza volvió a sucuerpo y mandó llamar a su hija. Fue un duro golpepara ella ya que pensó que su madre estaba muerta.Después de contarla toda la historia de su vida, se quitóel anillo, lo puso en el dedo de Laicca, ese era el nom-bre de su hija, y dijo con la poca fuerza que tenía. Tehemos educado en libertad y conocimiento. No des-perdicies tu inteligencia. Úsala bien, ayuda a otras mu-jeres, sácalas de su oscuridad. Haz lo posible para quepuedan cambiar poco a poco el modo en que las ha to-cado vivir, comienza por enseñarlas a comprender todolo que pueden hacer y una vez comprendido sabránobrar por ellas mismas. Esto mismo me lo dijo a mí ungran maestro. Ya quedo tranquila. Murió allí mismo,en brazos de su hija, tenía 43 años, pero era casi unaanciana.

Laicca continuó la labor de su madre con un pocomás de libertad pero con muchos tropiezos y en la ac-tualidad las hijas y los hijos de ésta, es decir los nietosde Anika forman a mujeres, hombres y niños por todoel mundo con más libertad pero no sin muchas difi-cultades. Allí donde exista una mujer en la oscuridadellos llevarán las velas para iluminar su vida. Recono-cer a algún nieto de Anika será fácil, sólo tienes quemirar el gran anillo de su dedo.

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LUCÍA VELASCO MARTÍN

Llegaba Navidad en casa de Laura y como todos losaños, ella y sus hermanos estaban impacientes porponer el Belén, el árbol y todos los adornos de la casa.Llegó el día y toda la familia disfrutó mucho, rieron ycantaron villancicos una vez terminado. Era 24 de di-ciembre, Nochebuena, ya estaba todo listo para la ce-lebración.

Al mirar el árbol, Laura se dio cuenta de undetalle, faltaba un adorno, una vieja hebilla de uncinturón, estaba oxidada y durante toda suvida la había visto colgada en el árbolpero nunca había llamado su aten-ción, hasta hoy.

- Mamá ¿porqué noestá colgada la hebilla vieja?

- Esa hebilla es detu abuelo. Siempre laguarda él. La colgará estanoche cuando venga acenar.

Laura se quedó pensa-tiva. ¿Por qué guardaba suabuelo aquella hebilla? ¿Ten-dría algún significado espe-cial?

Faltaban sólo unas horas parala cena de Nochebuena y sonó el tim-bre. Llegaban el resto de los familiares, sustíos, sus primos y su abuelo. Después del recibimiento,Laura no podía esperar más, preguntó con impacienciaa su abuelo:

- ¿Has traído la hebilla, abuelo?- Si aquí está, ahora mismo voy a colgar ese

viejo recuerdo. Me alegro que hayas notado su falta.- ¿Un viejo recuerdo abuelo? - Este año es el último que yo lo guardo, ya soy

muy viejo... Desde ahora tú serás la encargada de la he-billa, te ocuparás de que cada año por estas fechasocupe su sitio en el árbol. Te voy a contar por qué esalgo tan especial para mí y espero que después de oír lahistoria también lo sea para ti.

Laura se sentó en el suelo mientras su abuelo desdesu sillón comenzaba a contar su historia.

En el año 1937 en España estábamos en plenaguerra civil. Seguro que a ti te suena raro, pero ya

conocerás más cuando seas un pocomayor. Esa guerra, como te digo, fue

entre españoles, luchamos Españacontra España, vecinos contra

vecinos incluso en ocasioneshermanos contra hermanos.Como todas las guerras fueabsurda, pero fue el mo-mento que nos tocó vivir.A mí me llamaron a lu-char con uno de los ban-dos, no tiene importancia

cuál, en la mayoría de lasocasiones era el que te to-

caba. Allí en el frente pasé unaNavidad y esto es lo que suce-

dió el día de Nochebuena: Era de noche, habíamos dejado las

armas y todos los soldados nos habíamosrefugiado en tierra nuestra como se llamaba a nuestroterritorio. Muy cerca estaban los del bando contrario,en su campo. Casi podíamos oírnos, pero entrar en elcampo contrario era como suicidarse, las órdenes erantirar a matar al enemigo.

Como era Nochebuena, nos habíamos reunidotodos alrededor de un fuego compartiendo las pocasprovisiones que teníamos. Estábamos tristes, callados,

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acordándonos de nuestros seres queridos. Alguno llo-raba en silencio. De pronto uno de mis compañeros selevantó y como un autómata gritó “Feliz Navidad”.Todos muy asustados intentamos que se sentara, te vana matar le decíamos. Pero una voz lejana sonó “FelizNavidad”. Todos nos quedamos con un nudo en la gar-ganta, incapaces de decir nada. Mi compañero co-menzó a caminar hacía el frente contrario cantando“Noche de paz”. No nos oía, esperábamos oír un tiro yverle muerto. Pero no fue así, en vez de tiros escucha-mos a nuestros enemigos cantando el mismo villancicoy dirigiéndose hacia nosotros. No sé cómo pero todoshicimos lo mismo, fuimos a su encuentro cantando.Nos encontramos todos en tierra de nadie, como se lla-maba al campo neutral. Algunos eran conocidos, otrosno, pero todos nos reunimos alrededor de un fuego ycelebramos la Nochebuena, juntos, soldados y manda-tarios, veíamos fotos de las familias, contábamos an-danzas de nuestra vida y decidimos que el día 25 eraNavidad, no lucharíamos. Al atardecer de ese día nosdespedimos, nos entregamos como regalos lo que te-níamos a mano, una moneda, un botón de la casaca,una hebilla de un cinturón… sería nuestro recuerdo.

Ramiro, un chico soltero de un pueblo de Ávila, medio esta hebilla y un abrazo y cada uno volvimos anuestro campo, mañana otra vez comenzaba la batalla.

La guerra terminó y poco después supe que Ramirohabía caído en el frente. Sólo le vi ese día pero al mirarsu hebilla me di cuenta que era importante para mí.

Desde ese día la hebilla de Ramiro siempre ha for-mado parte de la Navidad en mi vida y en la de losmíos, en el Belén, en la mesa y los últimos años en elárbol. Este recuerdo me hace tener presente mi obliga-ción de intentar que vosotros nunca paséis por lomismo, que no cometáis los mismos errores, que de-béis luchar por la paz en vez de guerrear. La hebilla merecuerda que fuimos parte de una guerra que nuncadebió suceder y que si tuvimos el valor de unirnos enla paz un día, quizá de habérnoslo propuesto todos, laguerra habría acabado allí. Ramiro murió sin saber muybien por qué. Pero yo creo que lo he descubierto, que-ría que todos los día fuesen Navidad y por eso me dejó

su hebilla de la paz

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En la cuesta de Miraflores está enclavado el castillo,con muchos años de historia, siempre vigilando al pue-blo. Hace años estaba bastante enfermo, pero siemprevelaba por su pueblo; en primavera y otoño, en in-vierno y verano; por la mañana desde la almena másalta contemplaba la salida a su trabajo de pastores, la-bradores, viñadores y yeseros; por el día contemplabaa los mayores, mientras estos se contaban sus historiasen las solanas y mentideros; y por la tarde les volvía acontemplar de nuevo cuando todos volvían de su tra-bajo a refugiarse a descansar en sus hogares.

Hoy todo ha cambiado. Ampudia es un pueblomoderno y el castillo ya no está enfermo, gracias a Eu-genio Fontaneda que lo puso en tratamiento hacealgún tiempo y lo convirtió de nuevo en una joya delpueblo.

En las noches claras del invierno, desde la almenamás alta, bajo la luz de la luna que le manda desde elcielo, sigue contemplando a su pueblo, hoy rodeado

de farolas de color amarillento como si fueran es-trellas bajadas del firmamento; y en el centro con-templa a la Colegiata, a la que yo tanto cariñotengo, y muy cerquita, en la Casa de la Cruz, elAyuntamiento, la casa de todo el pueblo y, defrente, en el convento, el Museo, otra joya de esteprecioso pueblo.

Y al remanso de la iglesia, casi pegando a la callede Don Hueso, nació hace algún tiempo la torre másbonita de todos los pueblos; es coqueta y altanera,orgullosa y presumida y dice que por estas tierras ellaes la más hermosa. Cuando se viste de gala en las no-

ches claras del invierno, hasta la luna le presta su luzdesde el cielo para que esté más preciosa y se enamorende ella todos los pueblos que la ven desde lejos. Ella lesmira y les tira muchos besos; pero ella de quien estáenamorada es del castillo de su pueblo; por eso cuandoCristina viste de gala al castillo en las noches de pri-mavera, desde la almena más alta, bajo la luz que le re-gala la luna y sin que nadie les vea, como dosenamorados se miran desde el silencio y se tiran mu-chos besos; pero siempre por la noche, para que ni elcampo ni los vecinos del pueblo sepan lo mucho quelos dos se están queriendo.

Ellos están convencidos de que el amor más bonito,más bello, más puro y más hermoso es el que se vivebajo la luz de la luna en las noches claras de la prima-vera, contemplando a las aves nocturnas, cómo se arru-llan, cómo se quieren y cómo se besan mientrasescuchan palpitar sus corazones desde el silencio.

JOSÉ MARÍA IZQUIERDO BELMONTE

Bajo la luz de la luna

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Altiva sobre el mar de los trigalescon vestido de novia engalanada,muestras candor de moza enamorada con encajes de piedra verticales.

Ojos de amor, enormes ventanales,balaústres de nítida mirada,cabellera de pétalos trenzada

con pináculos de aires medievales.

¿Hasta cuándo el repique de campanas?¿Hasta dónde te elevas a los cielos?

Sueñas que llega el día singular

y en las cuestas calizas ampudianasaparece el galán de tus desvelosque ha de llevarte al fin hasta el altar.

La novia deCampos(Colegiata de Ampudia)

EPIFANIO ROMO VELASCO(Del libro de poemas inédito

Sueños de Ampudia)

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Buscando noticias antiguas sobre los maestros quehan pasado por Ampudia, no encontré ninguna refe-rencia a Doña Loly, pero tras consultar cómo se apelli-daba, sólo se me facilitó el primer apellido, y en lahemeroteca de la Biblioteca Virtual Cervantes apareceen la revista Magisterio Español, María Dolores Lla-mazares Laso, quien tras aprobar como Maestra Na-cional en León en 1952, es destinada a Báscones deOjeda en la provincia de Palencia. No existe en Inter-net ninguna referencia o relación con Ampudia perosí con un pueblo de León, llamado Vegas del Condado,donde en una página web no oficial aparece en enerode 2004, como autora de dos trabajos dedicados a supueblo y sus gentes. Uno de ellos comienza así:

Miro ObservoVeoConozcoSéSiento.Luego...¡Vivo!

Sólo el comienzo es un incentivo para leerlo al com-pleto, y en él se muestra con una sencillez exquisitapero con una capacidad poética impresionante. Nohace ninguna referencia a su profesión pero sí tiene an-tecedentes familiares de maestros. En un largo poematitulado “Caminos de León” inserta hacia la mitad lossiguientes versos:

Cuando lejos de ti estuvesoñaba con tus prados;triste estaba sin tus montañaspor tierras llanas caminando.Sin sombra; soñaba con tus plantíos,sin agua, en tus frescos riachuelos,sólo agua de sus pozos teníay la sombra de casas y sus aleros.El sol de pleno te dabay a mi cuerpo ponía morenosin brisa fresca que refrescaranuestras brisas frescas del cierzo.Dicen del leonés, que es aferradoa su terruño, que cree el más bello,es tan variado, ¡tan variado!que lo que dicen es bien cierto.Yo, que recorrí tierras diversas y llanascon un cielo, extenso, espléndidose me caía encima, me aplastabasin ver montañas en su cielo abierto.No había caminos serpenteanteslindados por sebes y arroyuelos,sólo sol asfixianteen caminos anchos y polvorientos.

No cabe duda de que está describiendo la Tierra deCampos. Podía ser ella. Tras poner un correo al admi-nistrador de la página, enviándole una foto y consul-tándole si podría tratarse de la persona que buscaba, yante la lucidez con que en 2004 escribe, con la inten-ción de pedirle una colaboración para esta revista, ha

Doña Loly Maestra Nacional de niñas en Ampudia desde 1956 a 1962

JOSÉ MARÍA VELASCO PEINADOR

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bida cuenta del grato recuerdo que de ella se tiene enAmpudia, recibí contestación en menos de seis horasindicándome que:

Sí es la persona que busca, vive en una resi-dencia en León, mi padre la ha reconocido al verla foto y me dice que le llevará la foto y la nota.

Me mandaban teléfono y dirección, pero preferí es-perar a que fuese ella quien tomara la iniciativa.

Pasados unos días recibí su carta, en la que dice:

Me he emocionado y hasta se me escapó una la-grimina. Nuestro trabajo es muy ingrato y a mis84 años, no esperaba se me recordara, el Dña. Lolyme sonó a campanillas pues sólo me llamaban asíen Ampudia…

Te agradezco de veras el querer saber de mí eincluirme en el trabajo cultural que hacéis. Me in-vitas a aportar alguna vivencia de Ampudia, enlos 6 años que estuve tengo muchas y muy diversas.En mi Currícula, como dicen ahora, tengo viven-cias de cada pueblo donde estuve de maestra y meatrevo a mandarte lo que tengo sobre Ampudia,que no es todo, pues fue mucho lo que admiré,quise y aún recuerdo. Haces con ello lo que creasconveniente.

Además de las cartas personales, de las que adjuntopartes, venían seis folios manuscritos que transcribo alfinal literalmente.

Mantuvimos dos largas conversaciones por telé-fono, resultando ser una persona simpatiquísima y conun humor sobresaliente, que no denota tener 84 años,pese a sus enfermedades, que no son pocas. Tiene lamisma lucidez mental que una persona joven. LlevaAmpudia en lo más profundo de su corazón como meconsta que muchas de sus alumnas la llevan a ella. Pa-sados unos días recibí otra carta que terminaba así:

Me encantaría daros a todos un abrazo, aménde agobiaros con miles de preguntas sobre tantos aquienes recuerdo con cariño.

De las conversaciones y de sus cartas, amén de loque dice en sus vivencias, no cabe duda de que Am-pudia le caló hondo, pero creo que ella también dejóhuella en Ampudia. En una época en que la máxima eneducación era: “La letra con sangre entra”, quienes tu-vieron el lujo de ser alumnas de esta excepción, quiensostiene que: “lo que se hace con amor y alegría, salesiempre bien”, no pueden haberse olvidado de ella.Cuando cumplían 10 años y pasaban con otra maestra,la cosa cambiaba pues tengo testimonios de que, laotra, causaba terror y pánico en aquellas niñitas. Hubouna a quien Doña Loly dice que le cortó las coletas yle peinó con rulos para el paso de aula, no sé si seríapara que se creyera más adulta o un mensaje “sublimi-

Escuela de Doña Loly en Ampudia, año 1959.

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nal” a su compañera maestra para que las respetara.También los niños en aquella época tuvimos maes-tros de infausto recuerdo. No se me ha olvidado entoda mi vida, quién fue el héroe defensor del Alcázarde Toledo, lo que aprendí con siete años y un bofetónque me hizo rodar por el suelo. Otro maestro tuveque usaba una varita con tal sadismo que podría rayaren lascivia, el cual en otro pueblo fue profesor de missobrinos. Seguía teniendo la varita pero no como armaagresiva, eran ya otros tiempos, aunque me consta queél añoraba los pretéritos. Cuando Doña Loly cuentaen sus vivencias, cómo tras sacar buenas puntuacionesen sus oposiciones solo aprobaban los “enchufados”,estaba describiendo el panorama general de aquellaépoca, lo que propiciaba que llegaban a ser maestrospersonas sin la cualificación técnica ni ética que la pro-fesión requiere, así pues como digo en medio de aquelmundo de frustración, represión y agresión física a lainfancia, esta buena señora era un trocito de cielo plan-tado en lo que hoy es la Casa de Cultura de nuestropueblo y repartía sus bondades entre todos los vecinosviviendo y sufriendo con ellos.

Hablando de otras cosas, me comenta en la segundacarta como una anécdota curiosísima y graciosa, yluego comentamos por teléfono, cómo un día de losquintos, al salir de la escuela y pasar por una casa dedonde salía un olor exquisito, encontrando a la coci-nera en la puerta, no pudo menos que consultarle porla causa, la cual mandándola pasar y con gran sigilo ledijo que era “gato”, invitándola a comer, lo que aceptódisfrutando enormemente. Lo de comer gato no erararo en aquellos años tan duros. ¿Cuántas “liebresmaullantes” se habrán comido en las bodegas?

Cuando describe la casa llena de bichos que alquilópara vivir con su padre, se refiere a la casa que estaba enel callejón de la plaza frente al quiosco de música, queluego compraron y construyeron, Beni Trigueros y

Chemari Izquierdo. Me cuenta mi hermana que vivíantan modestamente que en el día de su cumpleaños lecompraron una lámpara porque a la que tenía la casale faltaba la mitad. Le comenté esto por teléfono, se rioun buen rato y me relató cómo Jacobina le comentóque le habían comprado un regalo pero que no le podíadecir lo que era, sólo que era una cosa que no tenía. Aldesenvolverlo y ver que se trataba de una lámpara de lasque se llamaban arañas, les dijo a grandes carcajadas:¿Cómo que no tengo araña, si en mi casa hay miles?

Con todo, demuestra ser una persona de las queconsideran que sólo en la sencillez y la humildad re-side la suprema categoría del ser humano. Y vaya si esun ser superior, humilde, bueno, gran poeta, genialmaestra y amada por todas sus alumnas.

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Transcurrieron seis años de mi vida en este pueblocastellano, desde el 1-9-56 hasta el 31-8-62, a la som-bra de la maravillosa torre de su Iglesia Colegiata.

De la montaña palentina donde ejercí como maes-tra en pueblos de gentes encantadoras, a las grandes lla-nuras amarillentas de tierras en baldío o de camposondulantes de mieses de oro, enrojecidos a veces porcorolas de amapolas. Tierras donde la aurora llega des-cubriendo lejanos lugares bellos en su soledad, bellosen el silencio matinal, bello pero sentido y admirado,mirar la alta, esbelta torre, arrogante como queriendovencer obstáculos, atravesar espacios y elevarse con esagallardía suya para estar cerca de la morada eterna y en-tregar a su Morador como sublime ofrenda, las oracio-nes de quienes en ella entregan sus afanes para reportarpara soportar inclemencias, amores y alegrías. ¡Se en-cuentra una tan pequeña a su lado! Entras, sí, y allí ad-miras su altar bello de talla en madera, tras él laescalerita por donde a veces subí para limpiar y colocarflores, el altar con su frontal de cuero repujado poli-cromado digno de ser admirado1, sus capillas lateralescon bellas rejas, su coro con órgano silenciado por losaños, donde canté con mis compañeras bellas compo-siciones en distintos acontecimientos, donde ayudé aConcha, presidenta de HH. de María o a Maruja, pre-sidenta de Acción Católica. Desde su altura divisas loscampos circundantes rodeados por cuestas con viñe-dos donde crecen guindales y almendros, pero sin dejarde ver su campo oro y sangre, sacrificio de aquellos la-briegos que en sus mulas cansadas como ellos mismos,vuelven en los atardeceres del lejano lugar donde rom-pieron tierras yermas, ávidas del llorar de los cielos, orode su esperanza en el fruto esperado.

Campo, Castillo, Colegiata, adobe, piedra y Dios.Trilogía bendecida por tiempos sobrios de unas mássobrias vidas. Almas abiertas hasta el infinito horizontecomo su tierra y cielo fundidos en uno, ya que no sesabe dónde empieza uno y termina otro. Horizontali-dad y verticalidad, prójimos y Dios, dualidad que sirvede guía a todo alma grande, como grandes son lasalmas de los campesinos y con aquellos campesinos viví

y viví sus alegrías y sus tristezas viví, y viví recordandosiempre aquellos años de mi vida que elegí para estarmás cerca de mis padres que mucho me necesitaban.

Recuerdo su fuerte castillo, comprado por Fonta-neda por 50.000 pts. con la obligación de restaurarle ylo hizo. La alegría en sus bodegas donde los hombres sereunían disfrutando de su frescor jugando y calentandoen incongruencia simpática con su acidillo vino acom-pañado de tiras de bacalao. Los paseos a titos2 o a guin-das, la recogida de las almendras, el sonido en las nochesmachacándolas para quedar libre su rica semilla.

¡Qué bello paseo hasta su Santuario de Nta. Sra. deArconada, patrona de Ampudia y de Campos! Tres ki-lómetros por un vallecito cruzado por carretera sinuosahacia Palencia, dejando a la izquierda la principal queatravesaba pueblos de adobe, algunas de sus casas pa-recían restos de ingratos ataques3, aunque el que de ver-dad atacaba era el tiempo, los años; vallecillo conhondonadas donde crecían altas y grandes margaritasblancas más propias de bellos jardines. Aquellas rome-rías el 8 de septiembre donde reinaba el fervor, la ale-gría, bullicio, charlar con las monjitas que no veías perooías a través del torno.

¡Qué fiestas en sus principales celebraciones! San-tiago rechoncho en su caballo saliendo de su ermita alpie del castillo, Nta. Sra. del Castrillo, el Corpus, estasí que era una bella fiesta. Su procesión por las típicascalles, como la Corredera con sus más típicos soporta-les copiados para la película de El Cid, al pie del casti-llo, un mes duró el rodaje de una escena que nadie seperdió el ver los trajines de actores y directores, fuemuy interesante. ¡Procesión del Corpus! Sacaban lomejor de sus ornamentos, su palio, sus cruces y… losdanzantes con su alegre y fervoroso paloteo con sus tra-jes impolutos y bien planchados por mi patronaAgueda, que era especialista en ello como en dulces,matanzas y comidas de boda. Quise a toda su familiay nunca les olvidaré.

La fiesta del santo Ángel y sus meriendas, el día delos quintos y las merendolas de estos y sus hogueras.

Tiene Ampudia una alameda donde el pasear por

Ampudiade Campos (Palencia)

MARÍA DOLORES LLAMAZARES, MAESTRA NACIONAL

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ella era una delicia, aunque en las noches tranquilasdespués de los ejercicios religiosos, salíamos un gru-pito, ¡qué buenas fueron conmigo, qué bien me lo pasécon ellas!, salíamos, digo, por alguna carretera y cantá-bamos a distintas voces, populares o regionales. Fueramodestia tanto en el coro como en los paseos pero quemuy bien.

Recuerdo mis afanes preparando con la juventudobras de teatro, festivales, desfiles de carrozas con alum-nos para el Domund, la fiesta de “La Espiga” en el am-plio atrio de la iglesia. La inauguración, mejor dicho,bendición de la iglesia después de restaurado el tejadocon asistencia de autoridades palentinas, la comida a

todas ellas en el patio de la Casona-Palacio4, mientraslas del coro cantábamos amenizando el evento pero…¡con un hambre! Y… nadie nos dio nada, ¡ja! ¡Cuántosrecuerdos se agolpan en mi mente! ¡Qué feliz fui!, ¡quéacompañada me sentí por todos ellos cuando muriómi madre! Gentes que saben querer con acciones, nosolo con palabras, gentes que te respetan, a quienesquieres y respetas.

Antes hablé de la Casa-Palacio, fue mi primer hos-pedaje, familia encantadora, patrona que inspiraba ter-nura, Agustina su hija con quien me disfracé viviendoépocas medievales subiendo por aquellas amplias esca-leras, de donde guardo anécdotas graciosas, donde paséun frío terrible que se colaba por ventanas carcomidasde años, donde me refugiaba en su capilla para admi-rar su Virgen románica, no al culto, donde me sentabaen su fastuoso despacho de madera tallada para estudiarya que en dos años hice 5 oposiciones a anejas y 10.000h5, sacando los pies fríos y la cabeza caliente a pesar demis altas puntuaciones; pero en aquella época si no te-nías los famosos “enchufes”, no sacabas nada; aquellaescalerita escondida, aquellas salas grandes, una de ellasocupada por imágenes traídas de la iglesia que más quedevoción, te inspiraban temor con sus trajes y sus pe-lucas apolilladas, cuadros de santos en las dependen-cias del capellán cuando lo hubo, cama tallada conrosarios y breviarios, frío intenso en inviernos crudostapándome con todo lo que podía, patio enorme parapoder girar los carruajes, cuadras inmensas abandona-das, pero… olor intenso a manzanilla que crecía en él,

y en lo que fue jardín pozo seco rodeado de maleza yentre ellas el rico regaliz que mi patrona sacaba, lim-piaba y troceaba para obsequiar a quien lo deseara, yopor ejemplo que me venía muy bien para contrarrestarmis dolores de estómago y revoloteando de acá paraallá un perrín que me seguía a todas partes cariñoso yque su instinto exacto le decía cuándo yo salía de la es-cuela, arañaba la puerta para que le abriesen y a carreraatravesando el pueblo se sentaba en la escalera de en-trada recibiendo el cariño de mis alumnas y juntos acasita, un encanto.

Soy como dicen ahora forofa de lo antiguo y dis-fruto de ello, por eso disfruté un fin de curso con com-

pañeros y alumnos que fuimos a pasar el día a uncaserío a poca distancia con ruinas de una bonita igle-sia y casona con decoración antigua rural.

Paseé hasta la dehesilla, recorrí nave tras nave suscuadras con animales diversos, cerdos, gallinas, pollosde varios tamaños para la venta, la de los pollines reciénnacidos no veías más que una inmensa bola amarillade algodón con puntitos negros bajo los focos quedaban calor y un pío pío incesante. Sus incubadoras,veías tras los cristales romperse el huevo, los emplea-dos de blanco y guantes atentos al menor detalle, los te-rrenos amplios en el amplio páramo donde podíaaterrizar el helicóptero que traía a los dueños que vivíanen Madrid, o donde cargaban las ovejas para llevarlasa concursar con sus bellones limpios y cardados,donde… ¡qué pena!, se ahogaron tantos pollos en díade fuerte tormenta, casi los regalaron y ¡qué ricos gui-sados por mi patrona!

Recuerdo el frío que pasábamos en el cine. El cariñoque puse en aquellas gentes a quienes tuve que dejarmuy llorosa… por no tener una vivienda decente. Almorir mi madre; llevé a mi padre; alquilé una casa muyvieja, a pesar de haber varias cerradas, la adecentamoscomo pudimos, donde tuve asquerosas vivencias de bi-chitos desagradables, ¡una espina en mi rosal! Se de-rrumbó a poco de mi marcha. Tuve tantas y tantascosas positivas y tan poquitas negativas.

En cuanto a mi vida profesional, al principio, tuveque anular negativos por parte, ¿de quién? Hubo detodo un poco, pero como suele decirse hablando se en-

“Con aquellos campesinos viví y viví sus alegrías y sus tristezas viví, y viví recordando

siempre aquellos años de mi vida”

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tiende la gente y ya lo creo que entendieron. Yo conmis niñas de 4 a 10 años fui feliz y digo de 4 porque nohabía párvulos y las recogía no sólo, porque no estu-vieran correteando por las calles, sino porque me inte-resaba prepararlas para cuando llegaran a los 6 ytambién para paliar el intrusismo. Como eran tantasme ayudaba bastante mi padre y en los paseos las en-señaba a tejer juncos haciendo graciosas cestitas y flo-res. Preparé a mis alumnas con bailes y tablas degimnasia cuando estuvo la Cátedra Ambulante de laSección Femenina y di dos conferencias “Comporta-miento en la mesa” e “Importancia de la música en laeducación”. Presenté a mis alumnas en los concursosprovinciales, también organizados por la S. F. de Vi-llancicos y Regionales sacando muy buena puntuación.Organicé la Santa Infancia y estuvimos en el Cuadro deHonor Nacional, mandando hacer a las Nazarenas unbanderín que bendijo el Provincial. O sea que colaborélo que pude y como pude; organicé unas bellísimas Pri-meras Comuniones, pero eso sí, los demás me ayuda-ron, colaboraron porque lo que se hace con amor yalegría sale siempre bien.

Seis años sintiendo las brisas en mi rostro y quehacía ondear los trigales como olas de amarillo mar,donde algún pueblo en lontananza o chopo solitario,rompía la monotonía. Donde el sol cae a plomo en elestío haciendo buscar el frescor en los soportales de laCorredera. Donde el pardusco color del adobe ocultaviviendas sobrias, bellas y limpias, donde sus gentes ca-

balgan a lomo de sus mulas kilómetros y kilómetroshasta llegar a la tierra parda que espera el pinchazo delarado, el pataleo inquieto de la yunta, la voz del gañan.Tierra que espera inútilmente, día tras día el frescor delas lluvias que termine su sed de años y la tristeza re-signada que asoma a los ojos del paciente labrador, can-sados de mirar su cielo extenso y azul, límpido,esperando que se cubran de nubes, alegres a la vez, es-perando que sus plegarias a su Virgen de Arconada, lesdepare el bien que tanto sueñan, que tanto anhelan.

Notas1 El frontal del altar, desapareció tras la reforma litúrgica del Con-

cilio Vaticano II, así como el tabernáculo que contenía el sagrario. Fue-ron sustituidos por una mesa exenta de piedra artificial y un sagrariode plata y oro en el mismo lugar que el actual pero Bellas Artes obligóa eliminar semejante aberración artística. La mesa del altar actual ylos ambones actuales son parte de lo que se eliminó, el frontal de cueroque menciona Doña Loly, no se recuperó. Las águilas que hacen deatriles estaban sobre la reja barandilla que cerraba el presbiterio en laparte alta de la escalera. La puerta del sagrario actual era la puertadel antiguo sagrario. El cristo que está sobre el sagrario estaba en lacapilla de acceso a la sacristía, ocupando el lugar donde actualmenteestá San Isidro con su feo pedestal pintado de verde.

2 Titos en la zona de León de Doña Loly son lo que en Ampudiase conoce como “muelas”.

3 Se refiere a Torremormojón, donde existía, saliendo hacia Ba-querín de Campos, una barriada de casas derruidas que fueron de-molidas en 1970.

4 Se refiere al Hospital de Sta. Mª de Clemencia, el cual des-cribe, sin mencionar lo de hospital, más adelante con gran detalle.

5 Se refiere a oposiciones de Magisterio para ciudades de másde 10.000 habitantes.

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Eraun bonito día primaveral cuando lleguéa Ampudia. Lo primero que aprecié fuela belleza del castillo y la sobriedad de

su colegiata. A pesar de tanta belleza, yo estaba triste.Nunca había vivido en un pueblo y nunca me habíaseparado de mi familia.

Mis primeros meses fueron duros y de lágrima fácil,me sentía muy sola y extraña entre vosotros. Poco apoco me fui adaptando, me cautivasteis con vuestrascostumbres y fiestas. Me enseñasteis tantas cosas. Mesorprendíais constantemente.

Mi primera Navidad con vosotros fue estupenda.Me contagiasteis vuestro espíritu navideño, y los Reyesfueron algo nunca vivido anteriormente. Recuerdo suentrada por mi largo pasillo, llenándolo de confeti ycaramelos, y la entrega de juguetes a mi hijita, ¡quéilusión!

Después llegaron los Quintos, con su original cos-tumbre de pedir por las casas; unos huevos, unas patatas,chorizos, lo que les diéramos, que todo les venía bien.

Y el día del Santo Ángel en la pradera de Alconada,comiendo tortilla y rodando la naranja, ¡qué envidiablecamaradería y jolgorio!

La procesión de San Isidro, con los niños llevandoen sus cestas productos del campo. Gracias por permi-tir que mi niña fuera uno más de esos niños vestidos deampudianos.

También os agradezco la buena acogida a mi ma-rido, que si bien respetabais como autoridad, tambiéncompartíais con él muchas tardes de fútbol y muchosratos de ocio en los bares de Rufi, Nino y Ángel.

Y de la fiesta grande, qué puedo decir, espectacu-lar, con sus peñas, su romería en Alconada, esos bailesy paloteos a la Virgen con tanto fervor. Por la tarde, re-cuerdo los saltos que teníamos que dar para subir a losremolques que rodeaban la plaza de toros. ¡Qué re-cuerdos tan inolvidables!

Por fin, en octubre llegaba nuestra fiesta, el día delPilar. Con qué respeto y cariño nos felicitabais en lapuerta de la iglesia; qué alegría que muchos de vosotrosnos acompañabais al cuartel, a tomar un refrigerio yconocernos un poquito más.

Nunca olvidaré un mes de mayo que trajeron alpueblo a la Virgen de Fátima. Tempranito la sacasteisen procesión y permitisteis que yo también la llevara enhombros como una vecina más. Ese día dejé de sen-tirme forastera.

Aprendí tantas cosas en vuestro pueblo: a cocinar,a tejer, a coger caracoles y setas. Incluso aprendí a andaren bicicleta (que ya era hora a mis 25 años).

¿Pero sabéis que es lo que más me impresionó devosotros? Que cuando salía a la calle, no me conocíais,pero todos me saludabais, y los más atrevidos me pre-guntabais: “¿De qué familia eres?”. Y siempre teníaisuna palabra cariñosa o una caricia para mi bebé.

Con gran pena, a los seis años tuvimos que mar-char. Sólo diré que si lloré al llegar, más lloré al ale-jarme de vosotros. Bueno, nunca nos alejamos deltodo, siempre que podíamos, o en ocasiones señaladas,os visitábamos.

Pasaron los años y la vida y el destino nos unieronde nuevo. Fue Ampudia el primer destino de nuestrahija. Tuvo el honor de ser la primera mujer GuardiaCivil ahí destinada. Un orgullo para ella y una gran ale-gría para nosotros.

Gracias, Ampudia, muchas gracias por vuestro ca-riño. Desde el primer día nos abristeis vuestros cora-zones, nos tratasteis como a un vecino más, muchos,como si fuéramos de vuestra familia.

Permitidme mencionar a nuestros grandísimos y es-peciales amigos, Jesu y Eva, que con gran generosidad,además de sus corazones, nos abrieron su casa. Ellosnos enseñaron a querer a Ampudia cada día un poquitomás. Gracias.

AMPUDIAGracias,

PILAR BLANCO IGLESIAS

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en AmpudiaTarde de toros Los carteles pregonabanpor todas plazas y callesla corrida de vaquillas que allí iba a celebrarse,por las fiestas de Alconaday a las cinco de la tarde.

Con puntualidad inglesapresidiendo está el alcalde,seguido de un gran cortejode guardias y autoridades.

Apiñados junto al ruedoniños, jóvenes y grandes,ansiando están la señalque dará el señor alcaldepara soltar las vaquillasque han de correrse esa tarde.

Ya ha sonado la charanga,abierto se ha la talanque,y como una exhalaciónviénese de los corralesla vaquilla coloradaque casta tiene a raudales.

Voces, gritos y silbidosprofieren las andanadas,y un revolcón en el ruedoprovoca las carcajadas.

La vaquilla es acosadapor mozos y por chavales,y en el centro del anilloha plantado sus reales.

Se la chilla, se la acosa,se la llama desde lejos,y desde un carro que hay fueraes citada por un viejo.

La vaquilla que se arranca,y con ademán altivola barrera de la plazase ha tomado por olivo.

Y en precipitada huídadirígese a campo abierto,quedando tras de sus grupasel terror y el desconcierto.

De inmediato se organizala operación de capturaque dirige ya el sargentoy ha bendecido ya el cura.

Tras de mucho ir y veniry carreras dar por miles,tomado ha una decisiónel jefe de los civiles.

Muerte ha de darse a la vaca,esta ya es su decisión,y presto nombra maestroguardando el escalafón.

Cándido será el espada,Jacinto el banderillero,y si hubiera menesterMiguel el varilarguero.

Y en rápida ceremoniaCorporales le ha entregado“tos” los trastos de matar.para enfrentarse al astado.

Cándido, “El niño las tartas”,que este nombre ya ha adoptado,figurará en los cartelespara los toros de otro año.

Empuñando la herramientase dirige hacia el astado,y citándolo de lejosespera ser contestado.

Arráncase ya la res,allí “El Candi” está esperando,matándola a volapiécomo los diestros de antaño.

Rodando queda a sus piesel torito colorado,con cuatro kilos de plomoque el Cándido le ha largado.

Allí comienza el deliriocon grandes risas y cantos.Y sin más formalidad que la que él se ha tomado,un mozo de alguna peñase dirige hacia el astadopara cortarle una orejaque al Cándido le ha entregado.

Y también hace menciónpara a hombros transportarlo,dejándolo allí en el suelodespués de haber comprobadoque más que un buen “matador”este es un “peso pesado”.

El clamor sigue en el puebloy su nombre es coreadopor “colmados” y por peñasque la gesta han presenciado.

Y esto así fue y sucedióen la fiesta de Alconada,de aquella vaquilla rojaque se fue de la manada.

Modestamente así fuede una vaca con su furia.Comento así las vaquillasque este año por la fiestase corrieron en Ampudia.

Ampudia, 8 de septiembre de 1981

PILAR BLANCO IGLESIAS

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Comenzaré como comienzan los cuentos, pero noes “cuento”, sino mis más sinceras impresiones.

Érase el atardecer de un crudo día de inviernocuando por vez primera visité Ampudia.

- Alguien: ¿Quieres conocer mi pueblo?Mi respuesta no se hizo esperar.En medio de la oscuridad, deslumbrante, estaba

“ella”, altiva, serena, majestuosa; velando por su pue-blo, intentaba asir las estrellas.

Eran calles de silencio. Apenas una tenue luz sehacía entrever por alguna ventana; la gente moraba ensus casas.

Te visité muchas veces, Ampudia, de día y denoche. ¿Sabes? A pesar de la sobriedad de tu gente, eresentrañable.

Pueblecito palentino, lo tienes todo. Hasta unhombrecito atípico y un colega de profesión, con aspecto un tanto bohemio.

ImpresionesMARI CRUZ GARCÍA MIGUEL

Nací en el campoy no lo amé.Monté a caballoy yo temblé.Paseé mis fincasy no gocé.En la madurez, te conocí.Yo enseñabay él me enseñó:Oler a tomillo y romero,sentir las caricias del viento,oír los molinos de viento…Admiré tu torre y castillo,oré a tu virgencita de Alconada,disfruté en tu verde Soto…A caballo te recorríy feliz siempre volví.

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¡ Hollywood!

El rodaje de la película El Cid fue un acontecimientoque generó gran expectación en Ampudia haceahora cincuenta años y unos meses. Primero llega-

ron los equipamientos, que instalaron en grandes tiendasde campaña en las eras. Después, los caballos. “¿Cuál deellos sería Babieca?”, nos preguntábamos. Más tarde, cons-truyeron un decorado delante del castillo que represen-taba ser un pueblo saqueado, iglesia incluida, por lashordas andalusíes. Todo el mundo esperaba la llegada delos protagonistas, deseosos, sobre todo, de ver a SofíaLoren, quien, para nuestra desgracia, no trabajaba en estaparte de la película. Nos tuvimos que conformar con vera Charlton Heston, aquel guerrero que, en los últimosaños de su vida, cambiaría su espada por un rifle.

“¡Pedro, enciende!”, se oyó gritar en el inicio del ro-daje. Y el decorado, que representaba el pueblo semide-rruido con el castillo de fondo, ardió por los cuatrocostados, “muchas veces”, ante las miradas de los curio-sos que allí nos habíamos reunido para presenciar elevento.

Allí estaba Rodrigo Díaz de Vivar quien, de camino allugar donde se encontraba su amada que le esperaba paracasarse, tomó un atajo y decidió pasar por Ampudia. Apa-reció tras su espada, como si se tratara de un ángel enviadopor Dios atendiendo las plegarias de un clérigo que pedíaayuda a una imagen de Cristo crucificado que se había sal-vado de la quema. El Cid no pudo hacer nada por los ha-bitantes de aquel pueblo, que habían sido hechos cautivos,pero, cosa extraña, logró capturar a los cabecillas morosque protagonizaron el saqueo. Aquellos prisioneros mu-sulmanes estaban maniatados a un palo y merodeaban porentre las bodegas en sus ratos de descanso. Uno de ellostenía caracterizada una herida abierta y sangrante en el pó-mulo izquierdo que, a nosotros, tiernos infantes de la Cas-tilla profunda de aquel tiempo, nos parecía auténtica.Rodrigo decidió llevar la imagen de Cristo y a los prisio-neros a Vivar (Torrelobatón) donde los liberó, lograndoasí tener nuevos aliados y no enemigos, a pesar de que,tanto sus soldados como el enviado del rey y los habi-tantes de aquel pueblo, pedían la horca para los cautivos.

Durante tres días, no hubo escuela. Lo cual quieredecir que no hubo clase. Los chavales llevábamos ya se-manas jugando con espadas y arcos, juguetes que nos-otros mismos fabricábamos. Pero el rodaje, o algún detallerelacionado con el acontecimiento, impresionó nuestrasretinas en un grado tal que ni alguno de sus protagonis-

tas fue, con el tiempo, capaz de recordar con tal precisión. Unos diez años más tarde, haciendo autoestop con un

amigo por los pueblos de la provincia de Valladolid, noscogió un señor que conducía un R8. Al pasar por Torrelo-batón, yo comenté que allí se había rodado alguna se-cuencia de la película El Cid. “¿Y tú, chaval, cómo losabes?”, me preguntó el conductor. “Porque soy de Am-pudia, en donde también se rodó un fragmento de dichapelícula. Algunos de mi pueblo trabajaron como extras”,respondí. “Yo también trabajé en esa película”, dijo y pro-siguió: “Era estudiante de Derecho en Valladolid, vi elanuncio de que necesitaban gente y me apunté. Pagabantrescientas cincuenta pesetas y la comida consistía en bo-cadillos”. ¿Qué papel le tocó representar?, pregunté. “Hacíade prisionero moro…”, se quedó pensativo y, tras unabreve pausa, dijo: “Recuerdo que me habían caracterizadouna herida en el pómulo derecho”. Yo, que iba en el asientode al lado, lo miré y le pregunté: ¿No sería en el pómuloizquierdo? Por un momento se quedó ensimismado in-tentando hacer memoria y moviendo la cabeza en señal deafirmación dijo: “Efectivamente, fue en el izquierdo”.

Me pregunto qué habrá sido de aquel buen hombre yde todos aquellos extras que, hace cincuenta años, traba-jaron en el rodaje de la película El Cid, cuando Ampudia,por unos días, sin dejar de ser Ampudia, fue tambiénHollywood.

JOSÉ VICTORIO VELASCO ROJO

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Llego a Ampudia por la carretera de Dueñasy cuando visualizo la descomunal iglesia,mi vista hace que fluyan en mí tiempos deniñez y juventud. Viene a mi memoria elolor característico de la siega, de tierra mo-

jada después de un aguacero de verano y tantos oloresque se agolpan en mi mente junto con los recuerdosde los juegos de mi niñez. Jugaba a “la goma”, al cas-tro, a pillar, al “esconderite” que es lo mismo que el es-condite, a explorar las casas deshabitadas, en fin tantosy tantos juegos que me hacían crecer.

Qué nostalgia del chocolate negro, los bocadillosde chorizo casero, la mortadela y sobre todo las reba-nadas de pan con nata fresca y un poquito de azúcar.

Recuerdo las meriendas el día uno de marzo (el díadel Ángel), tortilla de patata, chorizo y una naranja.

Con ese avituallamiento nos íbamos de excursión.Los de la cuadrilla nos acercábamos hasta lo más lejosque nuestros pequeños pies podían trasladarnos: a laermita de Castrillo; o siendo un poco aventureros nosarriesgábamos e íbamos hasta el tejar, un lugar dondese juntaba la inocencia y nuestro afán de buscar luga-res misteriosos donde imaginar multitud de batallas yaventuras.

Con tan solo diez años éramos unos consumadosespadachines, las chicas también, pues no entendíamosqué era eso de la discriminación de sexos.

Hurgando en mi memoria encuentro entre mis re-cuerdos campo Ampudiano. En estatierra me enamoré de verdad por pri-

mera vez, sentí esas

mariposas en el estómago que se sienten cuando te cru-zas con la persona que amas.

Es curiosa la facultad del cerebro para conservaraquellos recuerdos que nos agradan y olvidar los quemás nos desagradan.

El sol tibio de un otoño castellano hacía cálido elpaseo por la costanilla, la subida al castillo, que paramí era un castillo sobrio y viejo el cual tenía la facultadde hacer bailar mi imaginación.

Soñaba con ser princesa, los amigos del pueblo eranmis caballeros, salvo el niño que a mí me parecía másguapo y al que por supuesto mi imaginación le otor-gaba el título de príncipe.

Hace un año que vine a vivir a mi pueblo perma-nentemente, hacía más de veinte que solo venía algúnfin de semana. En esta ocasión lo hice llevando con-migo la decisión de quedarme para siempre.

Ahora paseando por los caminos de Ampudia vie-nen a mi memoria tantas cosas que se juntan en ella yparece explotar esperando volver a vivir los momentosmás felices. No cambiarán los paseos bajo las estrellas,una carrera en bici, un apretón de manos, una miradaamiga, un pequeño recuerdo.

He aprendido tantas cosas… una tarde paseando heaprendido más que en una clase de ciencias naturales. Yla cosa más importante, he conocido el verdadero sen-tido de las palabras libertad y amistad. He llorado cadafinal de verano como si la vida me fuera en ello.

Recuerdo el sabor de los platos sencillos que coci-naba mi madre sobre todo algunos domingos, caracte-rizados por matar algún

VolverMARI CARMEN GARCÍA PÉREZ

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animal de corral para festejar el día. Gallinas, conejoso pollos se sacrificaban para mí de manera casi miste-riosa, solo cuando me levantaba por la mañana, antesde ir a misa, podía ver al bicho colgando del clavo sobreel enorme fregadero, ya desplumado y esperando sulugar en la cazuela. A mi regreso la casa se inundaba deun aroma delicioso a la hora de la comida.

Luego la música de tantas tardes de sol, de la siesta,cuando sentada en la puerta de casa escuchaba en untransistor cercano las melodías que Osio, mi vecino,cantaba mientras yo iba imaginando, en una mezcla derealidad y ensueño, que la gitana de la canción era yomisma, ebria de amor y celos y, sin quererlo, mis piesseguían los compases mientras permanecían en mimente los estribillos de historias sencillas.

La felicidad de mis trece o quince años. ¿Cómo des-cribirla? Solo sé que necesitaba manifestarla porque nopodía cobijar tanto placer para mí sola. Sentía una ne-cesidad de gritar a todos que merecía la pena vivir así,con una plenitud tan grande.

Recuerdo que salía al corral, los animales me mira-ban curiosos y asustados; gallinas, patos y pollos co-rrían por todas partes mientras yo, abriendo los brazosy con todas las fuerzas de mis pulmones, gritaba trasellos.

Ahora cuando paseo por las calles de mi infancia ysolo consigo ver casas vacías, donde seguramente hubotanta alegría, no puedo menos que pensar que tal vezdebió arruinarse el reloj que marca el transcurrir deltiempo, que todo seguiría igual y que nada pudiera en-turbiar

la paz y quietud que hubo dentro de aquellos muros. Sin embargo sé que no todo está perdido, porque

cada vez que piso el suelo de Ampudia y percibo eseolor a pueblo manifiesto nada más llegar, ese aromamezcla de leña quemada y primavera, mi mente vuelvesin querer a aquellos felices días presididos por la des-preocupación, días en los que reinaba la felicidad, yvuelvo a percibir a través de los olores un contacto má-gico que me transporta al pasado.

Cómo explicar que mi infancia estaba presente encada rincón de este pueblo, en el aire mismo que res-piro. He vuelto a pasear por mi pueblo y él me ha hechoel regalo más entrañable envuelto en papel de celofán te-jido en sensaciones; me ha devuelto mi infancia.

¡Ah, la fiesta! Cuántos recuerdos me traen aquellosdías de septiembre, en que el pueblo servía de reuniónpara todos aquellos hijos que se habían ido de él paralabrarse un futuro mejor.

Reencontrarse con las amigas de la escuela, recupe-rar las amistades de la infancia dispersas casi todas porel destino que nos había empujado hacia cualquier es-quina del mapa y volver a vernos era lo que hacía a laromería tan especial, ya que era la pradera de Alconadadonde nos juntábamos todos y allí acudíamos, atavia-dos con las mejores galas para ver y ser vistos.

En este momento me siento afortunada porquetengo algo que perdurará en mí mientras yo viva; así séque nada se ha perdido porque, como alguien escribióuna vez, nada es sagrado, excepto la integridad de nues-tra alma.

ILUSTRACIONES: CARLOS DEL OLMO

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Virgen de AlconadaAsociación de Amigos de la

MIGUEL ÁNGEL CASTRILLO MARCOS

En Ampudia vi la luz y mi san-gre es ampudiana por generaciones;también son de aquí mis amigos detoda la vida, los de verdad; en Am-pudia pasé mi infancia, mi adolescen-cia y también parte de mi madurez (sialguna vez me llegó); y aunque desdehace años vivo desterrado fuera, cadavez que el morro de mi vehículo asomapor El Medianero, siempre me viene a la cabeza elmismo pensamiento: “Ya estoy en casa”.

Sé que no soy un caso particular, pues me constaque les pasa algo similar a todos los ampudianos a losque un día la necesidad intentó sin éxito arrancarnos deaquí; porque todos sabemos que una cosa es nuestraresidencia y otra, muy distinta, entrañable, indiscuti-ble, es nuestra casa. Y nuestra casa es y será siempreAmpudia y de ella y de mi condición de ampudianopresumo con orgullo allá donde voy; también de micolegiata, castillo y soportales, de las gentes de mi pue-blo, pero sobre todo, sí sobre todo, de gozar del privi-legio de llevar pegada al corazón a nuestra Virgen deAlconada.

Como Epi, mentor y director de La Corredera, sabede mis andanzas por la Asociación de Amigos de la Vir-gen de Alconada, un buen día me ofreció un espaciopara que hablase de ella, de la Asociación quiero decir,así que cogí papel y boli y me puse a rememorar an-danzas desde su creación en aquel ya lejano noviembrede 2005, haciendo un relato pormenorizado de todaslas aventuras y desventuras acaecidas durante todo estetiempo.

Acabado de leer el borrador, arranqué con vehe-mencia la hoja que, tras canasta de 2 puntos, pasó a

ocupar un sitio en mi papelera. ¿Sa-béis por qué? Porque me di cuenta de que lo que yo enverdad quería transmitiros no era un frío relato denuestro caminar, que para eso ya tenemos nuestra weby comunicaciones puntuales a todos nuestros socios; loque yo quiero y tengo ganas de transmitiros son emo-ciones y sentimientos, pues de ambos he ido haciendoacopio en el morral de mi alma durante este tiempo yahí han quedado grabados para siempre. Por ello mirelato ahora comienza así:

“¡Qué emoción la que sentí aquel 25 de agosto de2006, cuando nuestro párroco, D. Isaac, bendijo esa pe-queña capilla levantada en el pago de “Las Virgencillas”por más de 40 ampudianos y 7 albañiles que en la pri-mavera y el verano de aquel año encharcaron esa ben-dita tierra con su sudor dominical y desinteresado!Nuestra Virgen de Alconada ya tenía un nuevo hogar yyo reafirmé mi convencimiento en la grandeza del pue-blo ampudiano.

Una sonrisa pinté, caminito de Alconada, al ver re-mozado y completado el Via Crucis que le salpica y al sa-ludar a la Cruz del Humilladero, que ha recuperado suesbeltez después de unos años de inclinada competenciacon una torre italiana. Y qué decir de la Fuente de los Es-cudos de la pradera, a la que hemos lavado la cara y re-

¡Ven con nosotros!

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cuperado esas orejas que el tiempo se había comido. Y todoello gracias a ti, amigo socio, y a ti, y a ti también, 243gracias os doy.

Y qué gozo siempre siento al ver a tantos ampudianosbordar con sus huellas el camino al Santuario para dis-frutar de esa Merienda de Amistad que todos los añoshacemos en nuestra pradera y que siempre acabamos conel canto de la Salve a la Estrella que ilumina nuestroscampos, a la que también hemos visitado en Covadonga,Valvanera, Montes Claros y la Vid.

Ahora ya me siento hermano de ese pueblo de Arco-nada al que nuestra Virgen volvió para airear esa mo-rada donde más de un siglo vivió (no quise hacer poesíay, sin querer, me salió). Ya saben los de Arconada, por sialguna vez lo olvidaron, que en nuestro Santuario siem-pre encontrarán nuestro cariño, respeto y ese trato dis-tinguido que se merecen.

Durante estos años también aprendí muchas cosas.Me han contado mil historias de milagros de la Virgen,me he topado con gentes desconocidas (más de las que yopensé) que acuden todos los años en peregrinación anda-rina hasta Alconada. Ahora me reafirmo más con D. An-tonio (un profesor de instituto sevillano, que hace unacenturia se empapó de tierra soriana), en que el caminono está marcado y que solo dejarás tu huella, si te atrevesa transitarle.

La Asociación de Amigos de la Virgen de Alconada(lo he pregonado ya muchas veces), nació con el único ob-jetivo de dar un testimonio de fe en nuestra patrona, laque vela por nosotros, esa a la que tú hablas, a la quetambién le hablaron de ti cuando lo precisaste, la quemarcó las pupilas emocionadas de tus padres y las de lospadres de tus padres; la Virgen ampudiana, la luz denuestros campos, abogada y confidente, nuestra Madre ycompañera.

Es mucho ya el peso de tantas generaciones de ecijanos,arconadinos y ampudianos que han sabido mantenerviva esa llama. En este suspiro, estamos aquí nosotros yqueremos decirte Virgen de Arconada y de Alconada, quellevamos con orgullo y con la cabeza alta ese tesoro de feque nos legaron. No queremos escondernos ¿Quién puedepresumir más?”.

El que no tenga fe, que no venga. Pero si tú eres delos que han llegado hasta aquí en este relato y de losque de tu boca han salido suspiros o requiebros a nues-tra Virgen bendita, quizás puedas hacer un esfuerzocon 6 euros cada año y unirte a nuestra aventura. ¡Tuapoyo sería importante!

Pues eso, amigo Epi. Quizás no era esto lo que mepediste, pero esto es lo que salió. No me costó muchoescribirlo, sólo abrir el corazón.

Inauguración de la capilla de la Virgen de Alconada, 25 de agosto de 2006.

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y otras historiasChozos, pastores

uiero contar, con la ayuda de algunos de nuestros ma-yores, cómo se vivía en Ampudia alrededor de los años40 del siglo XX. En aquella época, Ampudia era tierrade muchos viñedos, por eso estaba rodeada de tantasbodegas; y alrededor de las eras había muchos palo-mares, donde se arrullaban las palomas al llegar la pri-mavera. También había muchas minas de yeso por lasladeras del pueblo y los hornos y las fábricas que esta-ban en la Calle de los Yeseros; y por el campo habíamás de 40 chozos, todos con sus corralizas, donde lospastores guardaban las ovejas, en muchas épocas delaño, en compañía de sus perros y zagales. Todos teníanla cara curtida por los aires ásperos; para dormir po-nían su zurrón de cabecera y se tapaban con su capa enlas noches frías del invierno.

Muchos no sabían leer ni escribir, pero sí sabíancumplir con su deber como buenos ciudadanos. Siem-pre estaban muy alegres, y muchas veces cantando,aunque siempre pendientes de su trabajo. Gracias aellos, nunca faltaba la leche, ni el queso, ni la carne delechazo, ni la lana con la que nuestras abuelas hacían

colchones para dormir y resguardarnos del frío. No te-nían vacaciones, ni un solo día de descanso; sólo el díade Reyes cantaban sus villancicos, que ellos mismos seinventaban, al Niño recién nacido en el Portal de Belénen la iglesia del pueblo.

Hoy todas estas historias sólo están en la memoriade los que les conocimos y convivimos con ellos.Ahora algunos de los pastores ni siquiera salen delpueblo, y en el campo ya no quedan más que dos otres chozos para el recuerdo; por eso a mí me gusta-ría que les hicieran un monumento a los más de 100pastores que han vivido en este pueblo desde los años40 hasta nuestros días, parecido al que se hizo a losyeseros hace ya algún tiempo, para que cuando locontemplen las futuras generaciones sepan cómo vi-vían en aquella época los pastores y vecinos de Am-pudia.

A mí me gustaría también que todos los que leanestas historias sientan en sus corazones el mismo amorhacia todo lo que les rodea como mi corazón lo estásintiendo mientras las voy escribiendo.

de Ampudia

CHOZO DE LAS QUEMADILLAS: Entre la Senda de Condillo y Los Hileros.

JOSÉ MARÍA IZQUIERDO BELMONTE

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Estas eran las corralizas que existían en los campos deAmpudia, en los años 40, casi todas con sus chozos co-rrespondientes

Una corraliza que se llamaba la Rinconada; estabaen Don Dinero, pegando al monte.

Otra, muy cerca, que se llamaba el Chocho.Otra que se llamaba Don Dinero; estaba pegando

a la Colada y era de las Anselmas.Otra que se llamaba de Agustín de Baños; era de

Don Pedro Castrillo y de Cayo Aguado.Otra que se llamaba la Quebranta, pegando a la

Colada; era del Madrileño y de las Anselmas.Otra había en el colgadizo de Vidal García; era de

Mariano Castrillo y de las Anselmas.Otra había en Canalejas, que era de Miguel Villa-

mediana y de Nicolás Atienza.Otra que se llamaba el Corral de Bruno; era de

Tomás Rodríguez, de Luis González Camacho y de lasAnselmas.

Otra que se llamaba el Majuelo de Merengue; eradel señor Bruno Zarzuelo.

Otra había en la Bolera, que era de Manuel Velasco.Otra que se llamaba el Condillo; era de Fortunato

Polanco, vecino de Pedraza.Otra que se llamaba Don Gil; era del señor Félix

Sabas.Otra que también se llamaba Don Gil, que era de

Eduardo Tovar, de Tarta, de Tomás Rodríguez y de LuisVelázquez.

Otra había en Valdelacueva, que se llamaba elChozo Pequeño; era de Juan Abarquero.

Otra, igualmente en Valdelacueva, era de VidalGarcía y de Eutiquiano Herrero.

Otra que se llamaba el Portillo; era de Ladis Cas-trillo y de las Anselmas.

Otra que estaba en el Medianero y era de Juan Gu-tiérrez.

Otra había en Lagunilla, que se llamaba el Corralde Tomás; era de Jacobo y de Tomás Castrillo.

Otra que se llamaba Laguna Diego; estaba a la iz-

quierda del Camino de Boada y era de Don Pedro Cas-trillo y de Tomás Castrillo.

Otra había en la Tariega, que era de Ángel García,de Don Pedro Castrillo y de las Anselmas.

Otra en las Tomasas, que era de Vidal Domicio yde las Anselmas.

Otra había en Nava Escobar; era de Ladis Castrillo.Otra que se llamaba Isidoro; era de Tomás Rodrí-

guez, de Caracol, de Pirata y de Luis Velázquez.Otra en el Soto; era de Juan Gutiérrez.Otra que se llamaba de Elías; era de Don Pedro

Castrillo y de Cayo Aguado.Otra que se llamaba la Vieja y era de Luis Gonzá-

lez.Otra llamada el Cascajo, que era de Julio Barriga,

vecino de Villerías.Otra que se llamaba Pata y Palo; era de Ladis Cas-

trillo.Otra que se llamaba el Matocal y era de Marcelo

García.

Chozos y corralizas

CHOZO DE DON GIL: Entre las laderas de la Zarcillay Calvario Bodero.

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Otra que se llamaba el Chozo Colorado, que erade Galindo.

Otra que había en el Pollo; era del Ayuntamiento.Otra en el Corral Nuevo, que era de Nazario Peinador.Había otra pegando al Monte de la Torre, que se

llamaba del Camino de Alconada, porque por allí ve-nían los devotos de la Virgen desde Dueñas. Salían deDueñas por el valle de la Villa Jana y en el Monte deSanta Cecilia cogían el Camino del Batán hasta elMonte de la Torre. Allí tomaban una senda que iba porel monte del Carrascal y salían hacia las Tres Hermanas.Luego seguían el camino de Canalejas hasta llegar a Al-conada.

Otra corraliza estaba en las Revillas, que era de Ma-riano Castrillo.

Otra había a la derecha del Camino de Herreros; sellamaba el Hoyo del Chispas y era del boticario y deÁngel García.

Otra había en la Bolera, que se llamaba el Cardón.Otra en el Corral Alto, que era de las Anselmas.Finalmente, otra que se llamaba de Carro Verde; es-

taba junto a Carro los Hoyos y, según las noticias quetengo, hubo por allí un pueblo llamado Villaverde quecon el paso del tiempo, por las pestes que hubo enaquella época, desapareció y se repartieron las tierrasentre Villerías, la Torre y Ampudia.

EL CORRAL ALTO: Entre la Senda de Meneses y el Arroyo de la Bocacha.

CHOZO DE CARROVERDE: Entre el Camino de Rioseco y el Camino de Villerías a Valoria.

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En la Molinera, que está a la derecha del Caminode Valladolid, muy cerca del Monte de Ampudia, vivíael señor Rafael Buena con su mujer, la señora MaríaÁngeles y allí nacieron sus hijos Eufemio, la Tita, laEladia, Pepe, Matías y Tasio.

En la Casa de las Gilas, que está a la izquierda dela carretera de Valladolid, pegando a la Colada, estuvode guarda temporal, cuidando el viñedo, el señor Má-ximo Gallardo y después Ricardo Villamediana.

En la Dehesilla vivía uno que se llamaba Reverte,otro que se llamaba Juanucho, y la que estaba encar-gada de la finca se llamaba Albina. Cuando cogió el ca-serío Cayo Pombo, lo convirtió en una “finca agrariaejemplar”, hizo más de 20 pozos y llegó a tener más de30 obreros en muchas temporadas.

En los Salamanquinos vivía el señor Nazario Pei-nador, de apodo Chupa Charcos, con su mujer la se-ñora Tomasa, que era de Meneses, y allí nacieron sushijos: Mercedes, Teófila, Alejandra, Victoria, Marga-rita y José. También vivía allí el cuñado del señor Na-zario, que le llamaban el Chispas y, cuando éste se fuea Madrid, le compró las tierras el señor Nazario.

En el Monte de la Torre estaba de guarda el señorRafael Buena con su mujer y sus hijos que se fueronallí desde la Molinera. Cuando falleció el señor Rafael,se quedó de guarda Eufemio, con su madre y sus her-manos. En el año 44 fuimos nosotros desde Villegas, lafamilia de los Melitones, que así nos llamaban en aque-lla época porque muchos pensaban que era un apodo,y estuvimos allí hasta que yo vine de la mili.

En Rayaces, en aquella época vivía uno que se lla-maba Clinio, que era de Santa Cecilia. Rayaces fue unpueblo, según las noticias que tengo, desde el siglo X alXIV. Desapareció por una peste que hubo en aquellaépoca, que llamaban la “peste negra”. Yo he conocidoalgunas columnas de la iglesia y algunos de los retablosque, según creo, están ahora en Alconada. El cemente-rio estaba en la falda de la Cuesta Solaranas, a la iz-quierda del camino que sube a las Quemadillas y queva hasta Pedraza.

En el Soto Caballo, cuando se lo compraron aPombo los Inclanes de Villamartín, hicieron la casa quetodos nosotros hemos conocido, y allí estuvo de guardael señor Fabián y su mujer, que se llamaba Kika.

Cuando lo compró el señor Mariano Castrillo hizo losgallineros y una panera que había más abajo. Estuvode guarda el señor Emiliano Balbás y su mujer, la Isi-dra. En los gallineros estuvo el señor Marcos Gredilla;después Miguel Gallegos y su mujer Esperanza, y mástarde Teodoro Pintico y su mujer Lorenza. En la mismaladera estaba la Huerta de Don Pedro, el médico, y es-tuvo de guarda el señor Tomás Gallardo; también teníaun colmenar muy bonito y en la falda del Bon habíaotro colmenar que era del señor Desiderio Castrillo.

En la Ermita de Alconada estaba de ermitaño elseñor Santiago Gómez, de apodo Menudo, con su

LA CASA DE LAS GILAS: Entre la Colada y la Carretera de Valladolid.

Caseríos y casas de campo

LA MOLINERA: Antes de su reciente reconstrucción.

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mujer Tarsila y sus hijos: Estela, Eulalia, Carlos, Euge-nio y Eutropia. Los dos hijos profesaron como religio-sos y fallecieron muy jóvenes; el padre era ademászapatero. A por el agua iban a una fuente que había aunos 700 metros del camino que sube a las Quemadi-llas, conocida como Fuente del Sepulcro por la formaque tenía. Me gustaría que la reconstruyeran.

El Majuelo de Bigote estaba también a la derechadel camino que sube a las Quemadillas; lo plantó elpadre del señor Saturnino Merengue y en él vivió Joséel Tuerto, que se pasaba allí casi todo el año porque legustaba mucho la caza.

En la Villaján vivió uno que se llamaba Tomasucocon su mujer Martina. Trabajaban para el señor ÁlvaroVelasco, que era de Baquerín. Después se quedó a tra-bajar para el señor Félix Sabas, que fue quien la com-pró. Para venir al pueblo lo hacían por el Sendero Agrioque venía por Solapeña.

En Villa Sargentillo vivía el señor Basilio, que des-cendía de Madrid y su mujer Adriana, de apodo Cha-lupa. Para llegar al pueblo venían por el mismo senderoque los de la Villaján.

En la Casa de las Anselmas vivía el señor MiguelBarona, de apodo Calavera.

En la Muela vivía uno llamado Crone; era sobrinodel señor Miguel, el lechero, y su mujer se llamabaLidia.

Vistalegre, que está muy cerca de la Muela, era dela familia de los Tovares. Estaba todo de viñedo, peroal dejarlo abandonado se perdió y lo roturó Tomás Cas-trillo.

La Casa Rusa es una especie de chozo que está enPedregales, en una tierra de Jesús Peña. Allí vivió tem-poralmente el señor Julián; abajo metía la burra, en lasegunda planta vivía él y arriba tenía un pequeño pa-lomar.

En la Casa del Madrileño vivió temporalmente Vi-torino Zarzuelo.

En la Ermita de Castrillo hubo un pueblo que, conel paso del tiempo y las pestes, acabó por desaparecer.

La Casa del Bierzo estaba a la izquierda del Caminode Rioseco, muy cerca de la Ermita de Castrillo. Allívivía Salvador Gómez con su mujer, Rufina Requena.Lo llamaban el Majuelo del Bierzo porque el señor Sal-vador era de la parte del Bierzo, en León. Era un ma-juelo muy bueno, todo rodeado de árboles frutales; enel verano trillaban allí para tener cuidado del viñedo.

Y para terminar, en la cuesta del Retiro, en unacueva, vivió uno llamado Ricardo; por eso la llamabanla Cueva de Ricardo.

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LA CASA DEL MAJUELO DE LAS ANSELMAS: Entre la Ca-rretera de Villerías y el Camino de Castromocho.

LA CASA RUSA: Entre el Camino de Riosecoy el Arroyo Mataborricos.

LA VILLAJÁN: Entre la Senda de los Torrejanos y Valdelacueva.

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Cecilio GredillaAnastasio GredillaFidel GredillaSimón GredillaJesús GredillaMariano GredillaAntonio GredillaFélix GredillaMarcos GredillaAnselmo GredillaBenito BelloAnastasio BelloMiguel BelloJuanito BelloVicente BelloLuis GallegosEduardo GutiérrezOcio GutiérrezJuan GutiérrezManolo GutiérrezJesús GutiérrezEugenio OchoaEutimio OchoaDonaciano OchoaDona OchoaManuel OchoaMiguel CriadoManuel CriadoBautista CriadoRafael CriadoLolo CriadoMario GallardoUco GallardoBalbino GallardoMiguel GallardoJesús GallardoJ. Carlos GallardoManolo ParamioRoberto ParamioSergio ParamioFeliciano ParamioJosé ParamioToño ParamioMiguel BoderoAgustín BoderoVíctor HocesAgustín Hoces

Manolo HocesCelestino HocesIsidoro BaronaAmbrosio BaronaManolo VelascoJulián VelascoTiburcio BeledoVicente BeledoLaureano AsenjoJulián AsenjoMariano AsenjoPedro CastrilloFelipe CastrilloJ. Manuel SerranoNono EstebanLucinio AriñoClaudio MerinoAndrés CardonaGenaro CalitaAniano ElviraJuanito LópezJosé MarcosRaúl de CastroJustino QuindósSimeón RodríguezEmilio EstebanFrancisco CarneroAntonio MonteroJosé CalvoGonzalo El PimbaAgapito el de DueñasTiburcio PechugónClaudio CaravueltaJesús El NiniDaniel CagaleraPerjuiciosJuan CarlosJileteRubénTarugoChachasEbodioFraileVenancioDominguín

Y otros más

Nombre de pastores de Ampudia

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NESLos pastores de este pueblo

siempre al Niño lo adoraron,

a los que hemos conocido

y que por aquí pasaron.

Y decían así:

Los pastores y los Reyes

fueron juntos a por leña

para calentar al Niño

que nació en la Nochebuena.

Los pastores no son hombres

que son burros animales,

comen sopas en perolas

y oyen misa en los corrales.

Los pastores no son hombres

que son ángeles del cielo,

que en el parto de María

ellos fueron los primeros.

Vamos corriendo, vamos a ver:

a Donaciano que canta bien,

al tío Venancio y a Santiaguín

a los del Nini y a Musulín,

a Pintamonas y a Figurín.

Casa santa, casa santa,

casa del Verbo Divino,

échanos la bendición

que nos vamos de camino

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El llamado Diccionario de Autoridades publicadoen 1726, y que viene a ser la primera edición delactual y oficial Diccionario de la Real Academiade la Lengua, define la dulzaina como: instru-mento músico, a manera de trompetilla. Úsase en lasfiestas para bailar: tócase con la boca, y es de tresquartas de largo, poco más o menos y tiene diferentestaladros en que se ponen los dedos. Parécese en la fi-gura á lo que oy llamamos Fláuta dulce. Usaronmucho los moros deste género de instrumento, y aunoy se usa mucho en los Reinos de Murcia y Valencia.Su etymologia procede de la dulzura de su sonido úde la palabra Dulciana con que en la baxa Latini-dad nombraron a cierto instrumento Músico de estasmismas circunstancias. Y cita luego como soporteerudito de tal definición un pasaje del Quijote (ca-pítulo 26 del tomo segundo) donde el protago-nista dice: ...porque entre Moros no se usancampanas, sino atabales y un género de dulzainas queparecen nuestras chirimías.

En tal definición y en la cita ilustrativa, pese a

su brevedad, se resume lo esencial acerca de la na-turaleza y origen de este popular instrumento quemuchos sentimos como parte sustancial de nues-tros recuerdos y vivencias más íntimas.

La dulzaina, en efecto, emparenta con la chiri-mía y toda la familia de instrumentos de doblelengüeta y tubo cónico con orificios, entre los cua-les el oboe sería el representante más culto del gé-nero y las variantes populares del mismo principioproductor de música innumerables: nuestra ver-sión castellana es similar, aunque con diferencias(en la construcción, afinación y timbre final) a lagralla catalana (muy vinculada a su vez a la lla-mada graille del Languedoc francés, con múltiplesvariantes de los llamados hautbois populaires -oboespopulares- en el resto de Francia), a la dolçaina va-lenciana, a la pita murciana, a la gaita navarra yaragonesa o a la xirimita alicantina. También la lla-mamos por aquí charambita, término cuya raíz eti-mológica sin duda coincide con la de la chirimíay la mencionada xirimita.

dulzainaLa

JOSÉ IGNACIO IZQUIERDO MISIEGO

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La mayoría de los musicólogos recono-cen un origen próximo musulmán para ladulzaina, si bien se han señalado tambiénantecedentes lejanos en instrumentos delengüeta usados en antiguas civilizacionesdel Medio Oriente (Mesopotamia) y en laGrecia y Roma clásicas (por ejemplo el lla-mado aulós). Suponen estos expertos que enla mayor parte de Europa se empezarían afabricar instrumentos parecidos a los lla-mados albogues árabes (con lengüeta dobley cono de cuerno) a raíz de las Cruzadas,entre los siglos XII y XIII, aunque en la Pe-nínsula Ibérica pudo haber una más tem-prana influencia habida cuenta de laocupación musulmana desde el siglo VIII.

La versión más simple o primitiva de ladulzaina consta de una boquilla cónica (enlos modelos más recientes de metal, denombre tudel) donde se inserta la lengüeta(caña -por ser de este material preferente-mente- o pita); el tudel se ajusta al troncoprincipal del instrumento que está mode-

lado en madera consistente, de encina, olivo o bojen las variantes más tradicionales, de palosanto,granadillo o ébano en modelos más recientes, aun-que también se pueden encontrar ejemplos talla-

dos en maderas blandas como elfresno, la higuera o el saúco. Eltronco muestra tres partes cla-ramente apreciables: el llamadocubilete (donde ajusta el tudel),el cuerpo donde se practicansiete orificios destinados a la di-gitación sonora (seis en la partefrontal y uno más pequeño en laopuesta) y la campana o bocinaterminal destinada a amplificarel sonido.

A partir de finales del sigloXIX este modelo simple, conuna capacidad sonora limitada(escala diatónica) se empieza acompletar añadiendo llaves quepermiten obtener toda la gamade semitonos musicales (escala

cromática); destacan en esta labor de perfecciona-miento las aportaciones del constructor y dulzai-nero vallisoletano Ángel Velasco, que dio a ladulzaina castellana el diseño que nos es más fami-

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liar hoy día (dulzaina de 8 llaves, hay otros mode-los hasta con 12).

Todos estos detalles técnicos son relevantes paraconocer mejor este instrumento, pero sin duda lomás importante para quienes nos hemos criado enel medio rural es ese vínculo invisible que ha que-dado impreso en nuestro inconsciente personal ycolectivo entre el sonido de la dulzaina y el am-biente de fiesta. Ese sonido dulce, sí,de ahí su nombre, pero también con-tundente, a veces estridente y untanto primitivo, que sirve lo mismopara inducir a la oración que paraanimar un desfile o amenizar unbaile popular multitudinario.

En Ampudia contamos conabundantes testimonios de la utiliza-ción de la dulzaina en todo tipo defiestas y celebraciones desde hace si-glos. Su presencia era obligada espe-cialmente en las ceremoniasrelacionadas con la devoción a la Vir-gen de Alconada: en algunos Librosde Cuentas de la Cofradía de los Pas-tores correspondientes al últimocuarto del siglo XVIII y primera

mitad del XIX, que hemos podido consultar en elArchivo Parroquial, aparecen regularmente parti-das de gastos en músicos y danzantes que se con-trataban para las fiestas del 8 de septiembre ydomingo del Ofrecimiento. Por ejemplo, en lascuentas del año 1798 firmadas por los Mayordo-mos Melchor Pérez, Josef Sánchez, Nicolás Sán-chez y Manuel Peinador (nótese que en la época

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había hasta cuatro mayordomos anuales) y ac-tuando como secretario Cipriano del Río (a lasazón canónigo de la Colegiata), se hace constar:

Mas doy en data ciento diez y seis reales gastadosen Danzantes, Robla y Tamboritero según hizo cons-tar en cuenta por menor... (el tamboritero era el dul-zainero y la llamada robla o robra era el refrescoque se les ofrecía, constituido habitualmente poravellanas, obleas y vino).

Hubo años en que la mencionada Cofradíatuvo su dulzainero de plantilla, por decirlo de al-guna forma, es decir, adscrito de alguna manera ala propia Cofradía con una asignación fija, que re-cibía algunos pagos extra si tocaba en fechas dis-tintas a las de obligación (los citados 8 deseptiembre y Ofrecimiento). Por ejemplo en lascuentas del año 1812-1813 (los mayordomos y lacontabilidad tenían vigencia desde el domingo delofrecimiento de un año hasta la misma fecha delsiguiente) se anota:

...Más son data cincuenta y ocho reales que paguéa Alonso Higelmo, tamboritero de esta Cofradía, enesta forma: cinquenta reales por tocar el día de Ntra.Sra. de Agosto de que no está obligado y los ocho res-tantes por el día de la festividad de nuestra Patronacomo es costumbre...

También el Cabildo de la Colegiata contratabaa veces músicos para procesiones o ceremonias, sibien con preferencia por formaciones más cultas.En los Estatutos de la Colegiata que estableció elDuque de Lerma (confirmados en 1609) se con-templaba la posibilidad de que, aparte de un corode niños permanente, se contrataran otros canto-res y ministriles que pareciere recibirse lo cual quedea elección del Abad y Cabildo con aprobación del Pa-trón y se les dé el salario que al Abad y Cabildo pa-reciere. Especialmente esto se hacía en la fiesta del

Corpus, cuya procesión, según los mismos Esta-tutos, ...se ha de hacer solemnissima llevando todoslos de la Iglesia candelas encendidas mostrando asícon las campanas como con otros instrumentos demúsica mucha alegría y contento espiritual en reco-nocimiento de tan gran merced y Beneficio comonuestro Sr. fue servido de hacer al linaje humano...También el día de Alconada a veces se contaba conmúsica contratada por el Cabildo, aparte de la su-fragada por la Cofradía: en el año 1859 consta enlos Libros de Hacienda del Cabildo un gasto de 57reales que se gratificaron a los músicos de Dueñas portocar en la procession e intervalos en la misa de Al-conada.

Tenemos suerte en Ampudia de haber mante-nido vivo el uso de la dulzaina hasta nuestros días,gracias al esfuerzo de sucesivas generaciones dedulzaineros y danzantes, cuya dedicación y trabajomerece toda gratitud y el máximo apoyo institu-cional y colectivo. Si algún día faltaran los aires dela dulzaina en nuestras fiestas populares, estaría-mos ante un síntoma inequívoco de riesgo de ex-tinción para una parte sustancial de nuestras raícesvitales y de nuestro rico patrimonio cultural.

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Escritor prolífico, César González-Ruano(Madrid, 1903-1965) cultivó a lo largo desu vida prácticamente todos los géneros li-terarios. El conjunto de su obra supera elcentenar de títulos. Una dilatada produc-

ción en la que se dan cita novelas como Circe (Novelade los oasis saharinos) (1935) y Ni César ni nada (1951);poemarios como Viaducto. Epopeya inconexa y simultá-nea de 1920 (1925), considerado la expresión más aca-bada de su paso por el movimiento ultraísta; memoriascomo Mi medio siglo se confiesa a medias (1951), paramuchos su libro más importante, y Diario íntimo(1951-1965) (1970); o biografías como Baudelaire(1931).

Ninguno de estos textos ha evitado, sin embargo,que González-Ruano haya sido durante años un autorsemiolvidado. Sólo en las dos últimas décadas se haemprendido la tarea de recuperar su obra, con la ree-dición de algunos de sus libros y la realización de di-versos estudios críticos sobre aspectos parciales de subibliografía. Esfuerzos a menudo encaminados a rei-vindicar para él un lugar que hasta ahora no ha logradoen la historia de la literatura española del siglo XX.

Únicamente su producción periodística ha obte-nido un reconocimiento generalizado, siendo la partede su obra que más se ha difundido y que mejor se co-noce. González-Ruano escribió artículos, reportajes,crónicas, necrológicas, y entrevistó a diversas perso-nalidades de la época en las páginas de ABC, Arriba,El Alcázar, Heraldo de Madrid, Informaciones, La Van-guardia Española, Madrid o Pueblo, por citar algunasde las cabeceras en las que puso su firma. Como mues-tra de la importancia de su trayectoria en este campo,la Fundación Mapfre concede anualmente el PremioCésar González-Ruano de Periodismo a un artículopublicado en la prensa española.

Al igual que tantos otros escritores de su generación,González-Ruano entró en el periodismo por necesidadeconómica. Los periódicos fueron para él un medio desubsistencia, pero sin renunciar a realizarse como escritoren sus páginas. De hecho, se sentía literato, no perio-dista, y así lo manifestó en varias ocasiones: “Nunca meinteresó mucho ni poco el periodismo como tal perio -dismo, y lo tomé como medio más que como fin, procu-rando desde mis primeros momentos hacer literatura enperiódicos más exactamente que periodismo literario”,dejó escrito en sus memorias. En efecto, aunque en oca-siones la prisa periodística se imponía al sentido de la es-tética, en general los innumerables textos queGonzález-Ruano escribió para ser difundidos en perió -dicos sobrepasan casi siempre los límites informativos yvan más allá de la mera intención de dar noticia de loque pasa en el mundo. La actualidad era para él una ex-cusa para la escritura, tratando de encontrar lo intem-poral en lo circunstancial.

En el otoño de 1959, formó parte del viaje colec-tivo de escritores y periodistas que recorrió los pueblosde Tierra de Campos por iniciativa del entonces go-bernador civil de la provincia de Palencia, Víctor Fra-goso del Toro, como forma de promocionar lacomarca. En Ampudia, González-Ruano se quedóprendado del castillo, que por aquel entonces presen-taba un estado ruinoso, y decidió comprarlo. Llegó aun acuerdo con su propietaria, Araceli de la Lastra,condesa de la Granja, pero antes de hacer efectiva laoperación se echó para atrás. Como es bien sabido, fi-nalmente fue Eugenio Fontaneda quien lo adquirió, en1960, para proceder a su posterior restauración y re-cuperación. El propio González-Ruano cuenta la frus-trada compra –sin nombrar explícitamente al castillode Ampudia– en el artículo “Los castillos y la vidabreve”, que se reproduce íntegro a continuación.

César González-Ruano,el escritor que se enamoró de Ampudia

Fuente:ARDAVÍN, Carlos X. (ed.) (2005): Vida, pensamiento y aventura de César González-Ruano. Gijón: Llibros del Pexe.

DANIEL FRANCO ROMO

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No me he comprado de milagro un castillo. Casi todos mis amigos lo saben.Ya teníamos la escritura en el notario. Lo vendían por muy poco dinero. Es unode los castillos más importantes de España y estaba por fuera bastante bien con-servado. Es uno de los varios castillos de la provincia de Palencia, esa hermosa re-gión española cuya riqueza monumental y cuya nobleza de sus gentes cautivan alvisitante, así como la desolada grandeza de su Tierra de Campos.

En mi último viaje a Palencia, del brazo entrañable de uno de los más inteli-gentes y finos valores de la nueva generación literaria, Salvador Jiménez, escritorde buenas letras y una de las criaturas de alma más esbelta que he conocido, vi mu-chas cosas cuya impar importancia sobrecogía. ¡Señor, qué tierra aquella! No sepuede dar un paso en Palencia sin darle gracias a Dios –allí donde está tan cercadel hombre– por la merced infinita de tener ojos para mirar y alma para ver.

De pronto vimos un castillo sensacional, un enorme castillo militar en unpueblo encantador cuyo nombre creo más prudente callarme. Me enteré de quién

era su propietario, en este caso propietaria, y cuando llegué a Madrid fui a visitarla. Era una joven señora, aris-tócrata, encantadora, de culta conversación y grata presencia. Vendía el castillo no por necesidad, sino en el con-vencimiento de que no lo podía atender. Entonces combinamos un precio y todo quedó virtualmente pendientede ir al notario.

Pasé unos días casi voluptuoso, procurando sincronizar mis ilusiones con mis posibilidades, difícil tarea enquien tiene menos posibilidades que ilusión. Como la empresa era para mí colosal, pensé en, de momento, arre-glar bien una de sus torres y dejar el resto como está, respetándolo, por supuesto, pero sin meterme con ello.

Un cierto retraso en los trámites necesarios me fue haciendo cambiar de opinión. Comprendía que por mu-chos recibos de artículos que se le echaran al castillo, allí nunca conseguiría hacer nada digno de su grandeza. Unoes un nuevo pobre que tiene en la dolorida memoria las ventas familiares de palacios y casas solares que huboque vender más que porque no se pudieran tener, porque resultaba imposible mantener.

Hoy he renunciado, con alguna tristeza, a la compra del castillo. No se debe moralmente tomar posesión enla vida de nada que no se pueda sostener con rango, y la falta de imaginación de instituciones y de personashacen difícil que uno pueda pedir auxilio para tener un castillo. La ayuda para algo que parece suntuario irritay no encuentra eco.

La vida es breve y se ha de calcular que es brevísima en criatura que, como uno, ha cumplido ya los cincuentay seis años. No me daría tiempo para arreglar decorosamente ese castillo en Tierra de Campos. Pero, ¿qué hacela gente rica? ¿Es que la suerte de los castillos que quedan en pie no puede ser otra que el de la rapiña sórdida desus piedras o el que sean convertidos en silos? Abruma la falta de sensibilidad tan frecuente en los poderosos, lamodestia, entre ridícula y pobretona, de sus ambiciones. ¿Es que a los mecenas no se les puede pedir más quepara penicilina?

Parece que no. Parece que hay razón que no tiene razones. O razones a las que no se las reconoce razón. Enun país tradicional como España es relativamente sencillo armar un tinglado para levantar un rascacielos, peroimposible conseguir un duro para que un castillo no se vaya al diablo sin que la pena salga al auxilio de la glo-ria.Ya lo sabéis, palentinos. Hubo un forastero enamorado de vuestra tierra y de un castillo del cual, para borrarlede la memoria, ha roto las fotografías que durante unos días llevó en el bolsillo izquierdo de la americana.

Junto a su corazón.

Publicado por primera vez en el diario madrileño Informaciones y recogido más tarde en el libro colectivo Viaje por Tierra deCampos. Otoño de 1959 (Palencia: Diputación Provincial, 1960, pp. 117-119), testimonio de la visita en la que González-Ruanoconoció Ampudia.

Los castillos y la vida breveCÉSAR GONZÁLEZ-RUANO

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Castilla alzada en páramos y almenas,clamor en piedra, réplica en murallas,en donde tú, Tierra de Campos, hallasgozos de sol y llantos de cadenas.

En donde esculpes siglos y los llenasde un ayer sordomudo de batallasy, comunera de silencios, callaspara que hablen por ti las azucenas.

Ampudia, abajo, sesteando olvidos,Colegiata en trigal, torre en espiga,deja pasar el tiempo hacia la historia.

Se han quedado sin pájaros los nidos.Tiene que ser la piedra quien nos digacómo perdió Castilla la memoria.

JOSÉ Mª FERNÁNDEZ NIETO

(Publicado en Fernández Nieto, J. M.: “Palencia,verso a verso”, Publicaciones de la Institución TelloTéllez de Meneses, nº 70, Palencia, 1999, pp. 69-94)

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Sobre Tierra de Campos, centinelade piedra alcazareña y vertical,el castillo de Ampudia es un rosaldonde la flor y el tiempo están en vela.

Es igual que una luz, una candelaardiendo sin arder; un idealde Castilla que se hace pedestalpara vencer al tiempo, siendo estela.

Barco que en mar de tierra está varado,geométrico poema restauradocon cinceles de paz y de ilusión.

Sueña en su almena un alto balconajedonde se asoma Dios con su mensajede historia, viento, amor y tradición.

ANTONIO ÁLAMO SALAZAR

(Publicado en Peña Castrillo, L. J.: Ampudia y susabiduría. Diputación Provincial de Palencia,1999)

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NOTICIAS DE HEMEROTECA(RECOPILADAS POR JOSÉ MARÍA VELASCO PEINADOR)

1814Mercado franco“En la villa de Ampudia de Campos se celebrará mercado francotodos los viernes del año, como en los anteriores al de 1808; ydesde el 4 de Septiembre hasta el 12 del mismo se celebrará laferia franca que acostumbraba también haber”.[LA GACETA DE MADRID (actual BOE ) - 27 de agosto de1814]

1928Guarda agredido“Por cuestiones particulares, el sábado último se originó una vio-lenta discusión entre el vecino del caserío «Salamanquinos», pró-ximo a este término municipal, Nazario Peinador Rodríguez, de42 años de edad y el guarda jurado Tiburcio Buena Ramírez, de61 años, residente en el caserío «Monte de la Torre».La discusión se agrió de tal forma que el primero agredió alguarda, causándole diversas heridas contusas que han sido califi-cadas como de pronóstico reservado por el médico titular de estalocalidad, que prestó asistencia facultativa.Nazario Peinador ha sido detenido por la guardia civil del puestoy entregado a disposición del Juzgado de instrucción del partido”.[EL DIARIO PALENTINO - Lunes 16 de julio de 1928]

1853Fallece D. Manuel Tariego, benefac-tor de Ampudia“El Mensajero anuncia haber fallecido en Madrid el señor D. Ma-nuel Tariego, auditor del tribunal supremo de la Rota, deán de lacatedral de Sevilla y caballero gran cruz de la orden de Carlos III,persona muy recomendable por sus virtudes, la cual ha edificado asu costa una ermita en Ampudia, ha mejorado la iglesia parroquialy socorrido durante su existencia las necesidades de aquel pueblo”.[LA ÉPOCA - Miércoles, 30 de marzo de 1853]

1933Boda distinguida“El 14 del actual y las diez de la mañana se ha celebrado en la pa-rroquia de San Lázaro de nuestra capital el matrimonio enlace de ladistinguida y elegante señorita, María Amparo Martín Sánchez,hija de don Mariano Martín de Ampudia, con el simpático jovenPedro V. Herrero, corresponsal de EL DÍA DE PALENCIA, hijode don Felipe Villacorta y de doña Serafina Herrero, de Baños de laPeña.Bendijo la unión matrimonial el celosísimo párroco de Villamartínde Campos, don Jesús González Rodríguez, actuando de padrinosdon Mariano Martín, padre de la novia, y doña Serafina Herrero,madre del novio.Una vez terminadas las ceremonias nupciales todos los invitadosfueron obsequiados con una suculenta y abundante comida servidacon grande acierto por el dueño del Hotel Iberia. Reinó la mayoralegría que estos actos requieren, debido al crecido número de invi-tados, recordando entre éstos a las simpáticas señoritas Victorina yCarmina Herrero, de Palencia; señorita María Nieves Martín,María Encarnación González, Felicísima Nieto, Josefina Aguado yseñoritas de Castrillo, de Ampudia; simpáticos jóvenes PrimitivoAgustín Herrero, Isidoro y Aurelio Matos, Amador Villacorta, Vic-toriano Martín, Heraclio Nieto; don Vicente Herrero y señora,don Tomás Marcos y señora, de Palencia; don Felipe Villacorta yseñora, don Fortunato Villacorta y señora, de Baños de la Peña,don Mariano Martín, don Cayo Aguado, don Victoriano Martín,don Ignacio Sánchez, don Alejandro Diago, don Modesto Martíny señora, de Ampudia.Los novios han salido a su luna de miel, recorriendo las principalesciudades montañesas. Mi cordial enhorabuena a los nuevos despo-sados, haciéndola extensiva a sus familiares”.Amador VILLACORTA[EL DÍA DE PALENCIA - Viernes 15 de septiembre de 1933]

1845Interpelación parlamentaria sobre re-traso en el cobro por parte del cleroSesión del Congreso del día 9 de mayo -Presidencia del señor Castro y OrozcoEl Sr. ORENSE anuncia una interpelación al gobierno por el retraso queen el percibo de sus asignaciones experimenta el clero de algunas provin-cias; pues varios eclesiásticos de Ampudia, provincia de Palencia, le hanescrito una carta en que le manifiestan que no han percibido nada hacemás de un año. Con este motivo ruega S.S. a los muchos que le favorecencon quejas y comunicaciones para que interpele al gobierno, que se diri-jan a los diputados de sus respectivas provincias, y que si no los creen apropósito, que para otra legislatura otros que les satisfagan más en estepunto (risas).No hallándose presentes los señores ministros dice S.S. que pondrá lacarta sobre su pupitre para que pongan remedio y atiendan a estas que-jas”.[LA ESPERANZA (PERIÓDICO MONÁRQUICO) - Sábado, 10 de mayode 1845]

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NOTICIAS DE HEMEROTECA

1860

Solidaridad con una pobreviuda de Ampudia“En la batalla de Castillejos murió el joven subteniente D. Fran-cisco Castrillo Aparicio, hijo de una pobre viuda de Ampudia a laque socorría con 57 rs. mensuales, prometiéndola contara con100 en cuanto fuera teniente, grado que esperaba a su vuelta alcampamento, asegurándola estuviera descuidada, y tuviera fe ensu buena suerte puesto que nunca abandonaba el escapulario queella le dio al partir del hogar doméstico.Entre el vecindario de Ampudia, se trata de abrir una suscripcióna beneficio de la desconsolada madre y el facultativo de aquelpueblo D. Antonio Rodríguez, se obliga, si dicha suscripción nose realizase, a dar a la expresada viuda mensualmente y mientrasviva, la cantidad que generalmente le enviaba su hijo”.[LA CORRESPONDENCIA DE ESPAÑA - Sábado, 11 de febrerode 1860]

1890

Un cura que gastaba demasiado“¿Será posible, clérigo de Ampudia, que entre quince ingleses ten-gan crédito contra ti por valor de diecisiete mil pesetas? ¿Tan pocoproduce el curato?Me explicaría esos piquillos (de cigüeña) si, como un amigo, hu-bieses de mantener esposa y tres hijos en Valladolid. ¡Pero tú, queeres célibe y has hecho voto de castidad! Vamos, que no me lo explico”.[EL MOTIN (PERIODICO ANTICLERICAL) Madrid - 13 deagosto de 1890]

1898

Detenida por abandonar a doshijos menores“La guardia civil de Mazariegos ha detenido a una mujer llamadaSebastiana García Peinador, la cual había sido reclamada por elseñor alcalde de Ampudia, por haberse ausentado de dicha villaen compañía de un sujeto desconocido, dejando abandonadas doshijas suyas de 12 y 4 años de edad.Fue puesta a disposición de la citada autoridad”.[NOTICIERO SALMANTINO - Domingo 6 de noviembre de1898]

1907Tormenta con daños “En Ampudia, en Va-loria del Alcor y en otros pueblos de la provincia, des-cargó el día 3 una tormenta que ha causado muchosdaños en las huertas, inundándose algunas calles y vi-viendas y corriendo peligro de perecer varios vecinos”.[EL ADELANTO - DIARIO DE SALAMANCA - Miércoles 9 deoctubre de 1907]

1922El molino de San Juan“Reina gran contento en esta villa por haberse salvado las dificul-tades que tenían sin funcionar el acreditado molino maquilero«San Juan», lo cual perjudicaba grandemente a los labradores ydemás vecinos de los pueblos limítrofes que tenían que ir a largasdistancias a hacer la molturación del trigo y forrajes para sus ga-nados.Mucho nos alegramos nosotros también de que este pueblo vea suindustria funcionando porque a más de los rendimientos que oca-siona anima grandemente la localidad”.[EL DÍA DE PALENCIA - Jueves 21 de diciembre de 1922]

1925Violento incendio“Se ha declarado un violento incendio en las casas de los industrialesde esta villa, don Álvaro de Castro y don Amando Torres.El incremento que desde el principio tomaron las llamas fue muygrande; causando mucha impresión en el vecindario.Amenazaban acabar en poco tiempo con ambos edificios, pero lapronta intervención de la Guardia Civil, Somatenes, alcalde, autorida-des y vecindario en pleno, hizo que el siniestro fuera reduciéndose pormomentos.A las tres horas de trabajos y esfuerzos inauditos, pudo ser sofocado.Se registraron verdaderos casos de gran valor, y todos rivalizaban en lostrabajos de salvamento, disputándose los puestos de mayor peligro.Las perdidas se calculan próximamente en 3.000 pesetas.Las casas parece que están aseguradas”.[EL DÍA DE PALENCIA - Sábado 19 de diciembre de 1925]

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XXV años de1939-1964:

El día 1 de abril de 1964 se cumplían los 25 años delfinal de nuestra última Guerra Civil y los prebostes delFranquismo decidieron celebrar la efeméride por todo loalto. Le pusieron por título XXV AÑOS DE PAZ, y loshumoristas del momento le añadieron Y CIENCIA (Pa-ciencia). En los meses siguientes se celebraron festejos yactos culturales en todas las demarcaciones provinciales yla de Palencia eligió para la clausura de los suyos el Patiode Armas del Castillo de Ampudia, que estaba entoncesen pleno proceso de restauración. Se congregaron paratal fin todas las autoridades provinciales y locales, a lasque se unieron los periodistas y poetas, cuyos versos re-

sonaron con fuerza contra las piedras de los muros cen-tenarios. Fue, sin duda, un acto memorable para los asis-tentes y, en general, para todo el pueblo de Ampudia,aunque los años transcurridos lo hayan relegado inexo-rablemente al olvido.

Recogemos aquí los extractos de dos artículos, unode tipo general que refleja el espíritu ideológico deaquel momento en el que, según algunos autores, ter-minaba la “dictadura” y empezaba la “dictablanda”; elotro es la crónica aparecida en el diario ABC sobre losactos que, con tal ocasión, tuvieron lugar en el castillode Ampudia.

paz y ciencia

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NUESTRA PAZ CUMPLE XXV AÑOSUn cuarto de siglo de paz no lo había disfrutado España en losúltimos ciento cincuenta años, y existe unanimidad respecto a que lasostenida agitación e inseguridad que padecimos a lo largo de ese pe-riodo tan decisivo fue causa de nuestro atraso y consecuentementede los infortunios que del atraso se derivaron. Para los hom-bres de hoy, y sean cuales fueren sus opiniones respecto acuestiones particulares y concretas, es una evidencia quela paz constituyó desde 1939 el fundamento de nuestrarecuperación nacional. Un país arrasado en lo materialpor la guerra civil, y escindido en lo moral por los dolo-res y hostilidades nacidos naturalmente de la lucha, nopodrá nunca salir de tan desgraciada situación si no se im-pone la paz a través de un sistema autoritario, enérgico, yal mismo tiempo generoso. […] España era, en 1939, unedificio incendiado, y a lo largo de veinticinco años todo elpueblo español, el pueblo español en masa, bajo la rectoríafirme y directa de Franco, trabajó duramente hasta alcanzarel punto en que hoy nos encontramos y que nos permitecontemplar vastas perspectivas en todos los órdenes quecomponen una gran política.

Han desaparecido las llamas. Los recuerdos del siniestro sedifuminan poco a poco y se consolida la fe de España en supropio destino. El escepticismo y la acritud, que constituyeronlos dos elementos determinantes del curso de nuestra Historiaanterior a 1936, se han visto sustituidos por la convicción co-munal de que podemos conseguir lo que otros países consi-guieron antes que nosotros […]. Sean cuales fueren lasmotivaciones inmediatas de nuestra descomposición interna a lolargo del siglo XIX, es cierto que durante todo ese tiempo y el pri-mer tercio del siglo XX, otros pueblos lograron la estabilidad ycon ella los avances que pronto habíamos de mirar nosotros conmal disimulado asombro […].Estos veinticinco años de paz habrán tenido, probablemente,imperfecciones y errores, y la misma disciplina colectiva quizá hayacubierto fallos de organización y métodos. Pero, a nuestros ojos,este largo periodo de reorganización y de impulso firmemente sos-tenido tiene un tan subido valor didáctico que es dudoso que al-guien pueda en adelante poner en duda la eficacia de un sistemaque, subordinando las libertades individuales a los comunes obje-tivos, ha sentado definitivamente las bases para futuras y ordena-das evoluciones, solamente posibles cuando el cuerpo social haadquirido clara conciencia de sus propias responsabilidades históricas.Que celebremos con alborozo los Veinticinco Años de Paz es porsí mismo elocuente. No estábamos acostumbrados los españoles a tandilatada tranquilidad. A la clarividencia y serenidad de Franco de-bemos que el gran tesoro de la paz fuese conservado en las más ad-versas circunstancias. Franco ha repetido una y mil veces, desde quefue exaltado a la jefatura del Estado, que no hay tarea imposible silos españoles permanecemos unidos y disciplinados. La realidad es-pléndida de este cuarto de siglo, a pesar de los formidables tempora-les que el mundo padeció, es una lección que las generaciones futurasno podrán olvidar.

[BLANCO Y NEGRO: Madrid, 28 de Marzo de 1964. Los su-brayados en negrita son nuestros]

CLAUSURA DEL CICLO “XXVAÑOS DE PAZ”

[…] Un viejo y bello castillo del siglo XVI, el de Am-

pudia, en plena Tierra de Campos, ha sido la magnífica pla-

taforma para la velada de clausura del ciclo cultural “XXV

años de Paz”, que organizado por la Delegación Provincial

de Información y Turismo, y con el patrocinio de la Subdi-

rección de Cultura Popular, ha tenido lugar en la provincia

de Palencia durante los meses de mayo y junio.

Diversos periodistas, escritores, profesores, técnicos, etc.

palentinos, que han participado en las conferencias y char-

las dadas en diversas localidades de la provincia, han inter-

venido asimismo en un magnífico y solemne acto literario

que presidido por las primeras autoridades provinciales se

ha llevado a cabo en la fiesta de San Juan en el patio de

armas del magnífico castillo, actualmente en restauración a

cargo de su propietario, don Eugenio Fontaneda.

Asistió numeroso público, se recitaron breves poemas,

celebrándose asimismo coloquios y entrevistas; fue trans-

mitida por una red de altavoces la declamación de las “Co-

plas” de Jorge Manrique, por Joaquín Dicenta. El delegado

provincial de Información y Turismo, don Enrique Gonzá-

lez Royuela, que inició el acto, lo clausuró con sus palabras

y dando lectura a una emotiva y cordial carta de Federico

Muelas, auténtico mensaje de evocación para esta clausura

del ciclo cultural palentino con ocasión de los veinticinco

años de paz.El castillo de Ampudia, uno de los más bellos de la pro-

vincia, se hallaba engalanado con profusión de grandes ta-

pices que daban sabor al patio de armas. Dos viejos cañones

hicieron salvas antes de iniciarse el acto, que tuvo lugar entre

las ocho y nueve, hora del atardecer, teniendo como fondo

del castillo el magnífico panorama de la inmensidad geo-

gráfica de Tierra de Campos, que cobra una extraordinaria

visión a la hora de la puesta del sol.

Antonio ALAMO SALAZAR

[ABC, Sábado 27 de Junio de 1964]

Page 62: lacorredera - 2 MaquetaciÛn 1lacorrederadeampudia.es/wp-content/uploads/2015/04/LaCorredera2.pdffrecuente, era el “juego de canicas”, en especial el del “hoyo”. Recuerdo que

En el marco familiar ampudiano de la Plaza Mayor, recien-temente remozada con fuente y presencia jardinera, se iniciaronlos actos en torno a la cesión simbólica que del castillo de Ampu-dia hizo su propietario Eugenio Fontaneda Pérez, a la Asociaciónde Amigos de los Castillos.

En esta plaza, a las diez de la mañana, se inició la concentra-ción de asistentes; bajo los soportales, resguardándose del sol, quea esas horas apretaba, los vecinos de Ampudia testigos de excep-ción de esta entrega simbólica del alcázar de su villa.

RECEPCIÓN DE VISITANTESEfectivamente, a las diez de la mañana comenzaron a llegar los

invitados: de Palencia, en gran número; de Lugo, de Vitoria, deSantander, de Barcelona, de Vizcaya…, no pocas secciones pro-vinciales de la Asociación de Amigos de los Castillos, se hallabanrepresentadas en este acontecimiento ampudiano, del último do-mingo de septiembre, día 29.

De la asociación de Amigos de los Castillos, de Madrid, lle-garon dos autocares, con los participantes en la excursión queoportunamente fue organizada, y que había salido de Madrid enla tarde del sábado, para rendir viaje esa jornada, por la noche, enValladolid. De Valladolid habían salido a las ocho y media de lamañana.

Pronto la plaza ampudiana se repleta, y varios centenares depersonas se congregan en torno a los jardines, hasta que la Bandade Cornetas y Tambores de la Cruz Roja, de Palencia, inicia lamarcha hacia la colegiata, para asistir a misa; tras la banda de cor-netas y tambores, el grupo folklórico de los Danzantes de Ampu-dia. […] Todos los visitantes son recibidos y saludados porEugenio Fontaneda.

EN LA COLEGIATAAntes de iniciarse la misa, y ante el bello pórtico de la cole-

giata, rematada con la esbeltísima y bella torre, los danzantes in-terpretan el Himno Nacional, con el clásico “paloteo”, que esaplaudido por los asistentes. El gran sol del último domingo deseptiembre cae sobre los árboles del abierto “vestíbulo” del templo,y los aires del día de fiesta grande se mueven por toda la gracia dela villa, que está hoy, más que nunca, limpia y atildada.

El recinto de la colegiata, parroquia de San Miguel, que eneste día 29 de septiembre, celebra su fiesta titular, está rebosantede fieles […].

Terminada la misa, y en la explanada de la colegiata, los dan-zantes interpretan de nuevo el “paloteo”, que es muy aplaudido,y se reemprende la marcha, abriendo paso la Banda de la CruzRoja, hacia el castillo […].

ENTREGA DE LA LLAVEBajo el sol pleno y vertical del mediodía, a las doce, el casti-

llo se ofrece, desde el altozano, grandioso, majestuoso, bellísimo,

rotundo; gallardetes, sin profusión para dar más carácter, hay enlas almenas, y la bandera del día de gran celebración.

De centinelas, guerreros armados a la usanza medieval, unoscon armadura completa, y otros con coraza, mallas, escudos y lan-zas. El aire sereno del mediodía, lleno de luz, se taladra con lassalvas de honor, que se lanzan desde el alcázar.

Y mientras la muchedumbre se arracima junto al puente le-vadizo, un paje, ataviado a la usanza medieval, porta en un cojínla llave del alcázar; a sus lados se colocan Eugenio Fontaneda ydon Arturo Grau; todo es en el principal acceso al castillo, pasadoel puente levadizo.

Eugenio Fontaneda pronuncia unas palabras de cesión sim-bólica del castillo a la Asociación Madrileña de Amigos de los Cas-tillos, dejando su cuidado a esta noble asociación, cuyo cometidoelogia; es muy aplaudido, y entrega la llave a don Arturo Grau,que la recibe en nombre del presidente de la Asociación, y pro-nuncia unas palabras de gratitud para Fontaneda. Muchos aplau-sos, mientras Eugenio Fontaneda en alta voz exclama:

- “Señor, la fortaleza es vuestra”Y a la gracia del aire iluminado de sol, se repiten las salvas.

EL CASTILLOSe deja acceso libre a todo el público, y mientras en el patio

de armas bailan los danzantes su “paloteo”, los asistentes acom-pañados de Eugenio Fontaneda y sus familiares, visitan las de-pendencias del recinto alcazareño. El Gobernador civil presenciael “paloteo” y visita asimismo el castillo.

A las dos de la tarde, hora prevista, en el patio de armas, es ser-vido un lunch, obsequio de don Eugenio Fontaneda; centenaresde personas en torno a las bien abastadas mesas ofreciendo a estemediodía ampudiano, junto a las sombras alcazareñas, una es-tampa llena de tipismo y de animación, en el más movido y bu-llicioso almuerzo al que el periodista haya jamás asistido.

Se recibió y leyó un telegrama de adhesión del marqués deSales, presidente de la Asociación de Amigos de los Castillos.

CONCIERTO MEDIEVALSe ha terminado el lunch a las dos y media, y el concierto

anunciado es a las cuatro. Los invitados se diseminan por Ampu-dia, o buscan rincones propicios en el castillo, para la charla y des-perezar la modorra.

Y a las cuatro, efectivamente, otra evocadora estampa para unrecinto alcazareño: el Cuarteto Clásico de la Radio Televisión Es-pañola, de Madrid, ofrece un jugoso e interesante concierto demúsica medieval, que cobra extraordinario sabor a la sombra y alamor de un castillo, exvoto magnífico de los viejos y esforzadostiempos medievales. […].

Antonio ALAMO SALAZAR

El Diario Palentino. Lunes 30 de Septiembre de 1968

El castillo de Ampudia, restauradoDon Eugenio Fontaneda hizo entrega de las llaves a la Asociación de Amigos de los Castillos

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