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    FILOSOFA Y -

    SOCIALISMO

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    Edicin de la EDITORIAL CLA-RIDAD. Derechos de traduccin re-icrvados. Queda hecho el depsito de

    Ley.

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    ANTONIO LABRIOLA

    filosofa YCONSIDERACIONES SOBRE FILOSOFA, POLTICA DEL PROLE-TARIADO, economa, HISTORIA, ETC., DESDE EL PUNTO DE

    VISTA MARXISTA

    TRADUCCINDEL FRANCS PARA CLARIDAD PORLUIS ROBERTS

    COLECCIN CLARIDAD Manuales de Cultura Marxista

    buenos aires

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    Nota del TraductorLo que hay que destacar principalmente en esta obra de

    Labriola es su aspecto destructor. Evidentemente que es forzo-so destruir primero para construir luego y vase en estoun momento del proc?so dialctico.

    Lo que el autor desmenuza despiadadamente y con profun-didad de conocimiento filosfico haba salido de la escuelahegeliana , es toda concepcin metafsica trascendente delmundo, que representa un residuo de la influencia teolgica enel espritu de los hombres pensantes desde la disolucin de laescolstica histrica, y que naciera con Platn.

    Aniquilar la metafsica absoluta como una traba al desarro-llo del pensamiento cientfico es, en el aspecto filosfico deesta obra, la tarea principal de Labriola. Bien que en otros as-pectos de la concepcin crtica del miundo el autor se presentacomo el ms fiel intrprete del marxismo, es, a nuestro parecer,aquel respecto el que hay que tener presente.

    Para los que han bebido en la cultura tradicional es dif-cil desprenderse a pesar de lo avanzado de la ciencia de laidea de lo absoluto; siempre creen en la necesidad de un Dios,sea teolgico o intelectual: cosa en s . Idea, etc., para la ex-plicacin del mundo. No ha sido la impotencia para llegar auna explicacin adecuada del mundo la que ha hecho que loshombres pensaran en algo supranatural? Explicarse el mundoha sido el imperativo de la inquietud filosfica desde que el indi-vidualismo griego hizo surgir el espritu; el problema del serfu el centro enderredor al cual gir la primera filosofa. Elhombre desde que entr en el estadio de la cultura es me-tafsico. Pues metafsica es toda preocupacin del ser, y el mar-xismo no escapa a este problema. Est implcito en la concep-cin materialista de la naturaleza. Lo que hay que distinguirson dos aspectos en la metafsica: la trascendente y la inma-nente. El marxismo hace metafsica en tanto busca el ser en lanaturaleza.

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    Cuando el materialismo griego no pudo satisfacer, dado tosbalbuceos de la ciencia de entonces, una explicacin a las rela-ciones de la materia y del espritu, se separa a ste de aquel y

    surge la metafsica trascendente, que nada explica cientficamen-te, pero que acalla la ansiedad del saber del ser. Es desde enton-ces que la mente humana, no satisfecha con la interpretacindel precedente, construye esas admirables concepciones, esos ge-niales sistemas que no podemos menos de admirar como estu-pendas obras de esttica, y que se han sucedido desde Platn aHgel.

    La metafsica, en tanto que mtodo que aplica el principio de

    identidad y excluye el de contradiccin, dndole a aqul unavalidez absoluta, es decir, que considera 'las cosas y sus refle-jos intelectuales, las nociones , como objetos aislados para elanlisis , como objetos inmutables, fijos, inmviles, dadosde una vez por todas , que piensa por anttesis , que hablacon s y con no , y la metafsica como concepcin trascenden-te del mundo, es lo que el marxismo rechaza.

    Este ltimo aspecto de la metafsica nos da un conocimiento

    del mundo a priori de la ciencid y que la ciencia y slo ellaha de confirmar o desechar; esto es, nos da un conocimientodel mundo basado en la intuicin y no en la experiencia. Hareemplazado la voluntad de saber hasta el saber positivo de laciencia, con teoras que son esplndidas lucubraciones geniales.La ciencia desplaza la metafsica trascendente, as como todaconcepcin religiosa del mundo.

    Pero la filosofa no ha de desaparecer en cuanto se la entien-

    da por estos dos conceptos: como crtica de la razn, por cuan-to la ciencia necesita la crtica que slo esa filosofa puede dar,y como reguladora de la vida de la sociedad.

    Estos han sido los conceptos fundamentales de la filosofaclsica alemana y que, segn Engels, heredar el proletariado.

    Los hombres dice Labriola refirindose a los del futuro no tendrn necesidad de buscar una interpretacin trascendentea los problemas de la vida.

    Luis Roberts.

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    Prefacio para la Edicin Francesa

    Ich bin des trocknen Tons nun sattMuss wieder recht den Teufel spielen.

    Este pequeo volumen, que aparece ahora en francs gra-cias a las atenciones de mi amigo A, Bonnet, fu precedido enla edicin italiana, aparecida al comienzo de diciembre de1897 (1), de estas palabras:

    '\'No sera absurdo hacer preceder la publicacin de estascartas con una introduccin

    ''La ltima carta explica por qu ellas aparecen en volumen, Estas pginas pueden servir de complemento al par que

    aportan alguna luz a mis dos ensayos titulados: In Memoriadel Manifest dei Comuniti, 2* edit., Roma, 1895;

    yDel

    Materialismo Storico, Dilucidazionc Preliminare, Roma, 1896,He hecho algunas correcciones y agregados a la edicin francesade estos dos ensayos, que dan igualmente el texto entero delManifiesto, y que se titula: Essais sur la conception Materialistede l'histoire, avec Preface de G. Sorel, Pars, 1897 , V. Giard yE. Briere

    .

    La edicin francesa de estas cartas no es una simple traduc-cin, sino una verdadera segunda edicin, ya que he examinadoy modificado el original, aadido numerosas notas y un cap-tulo en forma de post-scriptum.

    Frascati (Roma), septiembre 10 de 1898.

    Este pequeo libro deba aparecer, como lo indica el prefacio,en octubre ltimo. La impresin ha sido retardada por razonesajenas a mi voluntad.

    Entretanto, G. Sorel se ha dado en cuerpo y alma a la pre-tendida Crisis del Marxismo (2); la ha estudiado, comentado

    (1) Roma. E. Loescher.(2) Ver el post-scriptum.

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    y examinado con amore un poco en varias partes: en la RevuePolitique et Parlamentaire, 10 de diciembre de 1898, pgs.597-612 (aqu la famosa crisis no es nada menos que la Crisisdel Socialismo) , y tambin en la Revista Crtica del Socialismo,Roma, N 1, pgs. 9-21; la ha fijado y canonizado en el Pre-facio al libro de Merlino, Forma y esencia del Socialismo (1).

    Nos encontramos decididamente en los tiempos de la FrondaQu debo hacer? Debo escribir un anti-'ore/, despus de

    haber escrito un con-Soreli* Es verdad que este libro de formaun poco inusitada se titula. Disccrrendo, es decir Hablando./:;- .. k:hla cuando se quiere y no por obligacin.

    Slo querra que el lector tenga presente la fecha de estascartas, de estas pequeas monografas de estilo fcil, dirigidas alseor G. Sorel desde el 20 de abril al 15 de septiembre de1897. Esto no tiene nada de una simple ficcin literaria.Ellas se dirigen a aquel seor Sorel que yo haba conocido porel Devenir Social, que me haba presentado a los lectores fran-ceses como Marxiste en titre, que me escriba cartas llenas definas observaciones e interesantes notas crticas. El estaba un

    poco inseguro y le he descubierto a veces el espritu revoltoso;pero no poda pensar en 1897 que cambiara tan rpidamente,en 1898, el heraldo de una guerra de secesin. Que todo esocause placer a los desamparados de la inteligencia y a todos losque tengan necesidad de la coartada de la cobarda. Sorel nosdeja, felizmente, un rayo de esperanza: algunos camaradasy yo nos esforzamos en utilizar los tesoros de reflexiones y dehiptesis que l-J ''': h:' ^grupado en sus libros: esta es la ver

    (1) Pero i cmo situar la Crisis del Mai^ismo a propsito de un librode Merlino Estuvo alguna vez entre los marxistas? Querr Sorel in-troducir en la patologa esta estupefaciente reforma: la fiebre, es decir, lacrisis, de las enfermedades que el enfermo no tiene? Merlino se ha becbo,en estos ltimos aos, eclktico, oportunista y reformista tanto mejor;pero, por qu Sorel nc habb ms bien de la Crisis de un anarquista?

    Tengo necesidad de agregar que no he tomado en serio las fantasaspoliciales que durante aos han hecho de Merlino un espantajo? Y olvidode buen grado las luchas acerbas de nuestros anarquistas contra el partidosocialista que se formaba en Italia alrededor del Marxismo, tomando esta pa-labra en sentido popular. Pero me refiero al libro de Merlino, Italie telJequ'ellc est, Pars, 1890, cargada del recuerdo de Bakunin,- fundador (segnel, ibid, 354), del socialismo en Italia, y a su folleto. Nccessit tt bases d'aneentente. Bruselas, 189 2, vibrante de cercana revolucin.

    Y cmo darle por precursor y por aliado en la Crisis del Marxismo a miapacible amigo Croce, que no sale de los lmites de la erudicin

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    dadera manera de sacar provecho de una obra genial e incon-clusa (Revue Parlamentaire, ibid., pg. 612). Todas mis fe-licitaciones de ao nuevo, que comienza maana, para este tra-bajo de salvataje, benevolente y conmovedor, del cual muchosy particularmente yo, no sentimos ninguna necesidad.

    Sin rencor, qu mortificacin para m Ofreciendo al^ p-blico francs estas pginas de forma un poco inusitada (1),temo que las personas de espritu, de las que hay en Franciams que en ningn otro pas, digan: he ah un conversadorsoportable, pero qu mal pedagogo; comienza un dilogo di-dctico con un amigo, y ste pasa inmediatamente al otro lado.

    No es as, seor Sorel * Este dilogo no era ms que unmonlogo, y. . . tanto mejor (2).

    Rom^a, 31 diciem.br e de 1898.

    (1) Agradezco a la Revnc des Revues (1? abril de 1898, pg. 106),y a la Rcvnc Socialistc (marzo dz 189 8, pgs. 3 79-80), por la maceraamable que han anunciado la edicin italiana de este libro.

    (2) La prensa burguesa italiana aplaude la crisis, y una revista deRoma consagra tambin un artculo a la agona del marxismo. Tedas misfelicitaciones a los enmaradas revoltosos.

    Qu de variantes de vanidad literaria y de ambicin poltica hay en estapretendida crisis

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    Filosofa y SocialismoCARTAS A G. SOREL

    Roma, abril 20 de 1897.Querido seor Sorel:

    Desde hace tiempo tengo la intencin de hablar con Vd. enuna especie de conversacin por escrito.

    Ser la mejor y ms conveniente forma de asegurarle migratitud por el Prefacio con el cual me ha honrado.

    Evidentemente no quiero slo recordar las palabras halaga-doras con las cuales Vd. ha sido prdigo en extrema abundan-cia con respecto a m. A eso no puedo responder inmediata-mente y pagar mi deuda sino por carta privada. No se tratade explayarme aqu en cumplidos en cartas que podranparecer til a Vd. o a m, el publicarlas ms tarde. De quservirn ahora, por otra parte, mis protestas de modestia; paraqu sustraerme a sus elogios? Vd. me ha obligado a renunciaren adelante a estos esfuerzos. Si mis dos ensayos, apenas rudi-mentarios, sobre el materialismo histrico han sido ledos enFrancia casi en forma de libro, no es ms que gracias a Vd.,quien ios ha presentado al pblico bajo esa forma. Nunca hetenido idea de hacer el libro, en el sentido que Vds. los france-ses, siem^pre admiradores y discpulos del clasicismo literario, dana esa expresin. Soy de aqullos que ven en esta conservacindel culto de la forma clsica una especie de traba tal unvestido que no ha sido hecho para quien lo lleva a la ex-presin cmoda, apropiada y correcta de los resultados de unpensamiento rigurosamente cientfico.

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    Dejando, pues, todo cumplimiento, deseo volver sobre lascosas de las que habla Vd. en el Prefacio para discutirlas li-bremente, sin cuidarme de componer una monografa acabada.Elijo la forma epistolar porque slo ella permite discutir singran orden, un poco a tambor batiente, casi dndole el movi-miento de la conversacin. No tengo, en verdad, el coraje deescribir todas las disertaciones, memorias y artculos que fue-ran necesarios para responder a las numerosas cuestiones queVd. se pregunta o que propone en ese pequeo nmero depginas (1).

    Pero si escribo un poco al correr de la pluma, si no quierosustraerme en absoluto a la responsabilidad de lo que dir, de-seo, sin embargo, librarme de la obligacin de la prosa cerraday concisa, que conviene cuando se discute y se diserta por afir-maciones y demostraciones. Hoy no hay docto en el mun-do que, por pequeo que sea, no se imagine edificar parasus contemporneos y para la posteridad, cuando logra fi-jar en un opsculo indigesto o en una discusin sabia yembrollada una de esas numerosas ideas y observaciones que,en el cuiso de una conversacin o de una enseanza sostenidacon verdadera maestra didctica, tienen siempre ms grandeeficacia intuitiva por el efecto de esta dialctica natural, laque es propia de aquellos que estn en tren de buscar por smismos la verdad o de insinuarla por primera vez en el es-pritu de los otros.

    Sin duda: en este fin de siglo, entregado a los negocios y alas mercancas, el pensamiento no puede circular n travs del

    mundo si no se lo fija y se lo presenta tambin baje la res-petable forma de mercanca, que acompaa a la factura dellibrero, y que aureola, gil mensajero de sinceros elogios, lahonesta reclame del editor. Quiz en una sociedad futura, ala que nos transportamos con nuestra esperanza, y ms angracias a ciertas ilusiones, las que no sen siempre el fruto deuna imaginacin bien ordenada, haya un nm.ero tal, que selos creer legin, de hombres capaces de discutir en el divinogoce de la investigacin, con el heroico coraje de ]2 verdad

    (1) En la edicin italiana hay aqu una nota a un apndice (p-gina 15 7, 68) que reproduce, para la comodidad del lector italiano, elPrefacio de Sorel. Basta, en esta edicin, remitir al lector a mis Ensayos,Pars. Giard y Bricre, 189 7, pgs. 1-20. (Nota de la ed. francesa).

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    que actualmente admiramos en Platn, en Bruno y en Ga-lileo, y haya una multiplicacin infinita de Diderot. cnpacesde escribir las profundas extravagancias de Jacques le Fataliste,que por el momento tenemos la debilidad de creer incompa-rables. La sociedad futura, en la que los momentos de aban-dono, razonablemente aumentados para todos, nos darn, conlas condiciones de la libertad, los medios de civilizarnos y elderecho a la pereza dichoso hallazgo de Lafargue . harbrotar a cada vuelta de los caminos perezosos del genio, que,como nuestro maestro Scrates, sern prdigos de actividadlibremente empleada y no asalariada. Pero actualmente . .en este m^undo, donde slo los locos tienen la aliicin.ictn del

    millenium prximo, innumerables son los perezosos y los des-ocupados que explotan, como un derecho que les pertenece ycomo una profesin, la estima pblica con sus ocios litera-rios. . . y el mismo socialismo no puede impedir que se leadhiera una discreta muchedumbre de intrigantes, de intere-sados y resentidos.

    As, casi chanceando, llego a mi objeto. Usted se queja dela poca difusin que hasta ahora ha tenido en Francia la doc-

    trina del materialismo histrico. Usted se queja de que estadifusin halle obstculos y resistencias en los prejuicios queprovienen de la vanidad nacional, en las pretensiones literariasde algunos, en el orgullo filosfico de otros, en el malditodeseo de parecer ser sin ser y. en fin, en la dbil preparacinintelectual y en los numerosos defectos que se encuentran tam-bin en algunos socialistas. Todas estas cosas no puedenser tenidas por simples accidentes La vanidad, el orgullo, el

    deseo de parecer ser sin ser, el culto del yo, la megalomana,la envidia y el furor de dominar, todas estas pasiones, todasestas virtudes del hombre civilizado, y an otras, no son deningn modo bagatelas de la vida; mucho ms a menudo pa-rece que ellas son su substancia y nervio. Se sabe que laIglesia, por lo comn, no atrae las almas cristianas a la hu-mildad sino haciendo de sta un nuevo y ms altanero t-tulo de orgullo. Y bien . . . , el materialismo histrico exige,de aquellos que quieren profesarlo con plena conciencia yfrancamente, una extraa especie de humildad; en el momentomismo en que nosotros nos sentimos ligados al curso de lascosas humanas, donde estudiamos las lneas complicadas ylos repliegues tortuosos, es necesario que seamoi, a la veas y

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    al mismo tiempo, no resignados y dciles, sino, por el con-trario, llenos de actividad consciente y razonable. Pero. . .,llegando a confesarnos a nosotros mismos que nuestro propioyo, al que nos santimos tan estrechamente unidos por un h-bito corriente y familiar, sin ser verdaderamente alguna cosaque pasa, un fantasma o la nada, como lo han imaginado lostesofos en su delirio, por grande que sea o que nos parezca,no es ms que una pequea cosa en el engranaje complicadode los mecanismos sociales, por lo que debemos llegar a estaconviccin: que las resoluciones y los esfuerzos subjetivosde cada uno de nosotros chocan casi siempre con la resis-tencia de la red enmaraada de la vida, de suerte que, o bienno dejan ningn rastro de su paso, o bien dejan uno muydiferente del fm originario, porque ste es alterado y trans-formado por las condiciones concomitantes; mas, debemosreconocer la verdad de esta frmula: que nosotros somosvividos por la historia, y que nuestra contribucin personala ella, bien que indispensable, es siempre un hato minscu-lo en el entrecruzamiento de las fuerzas que se combinan, secompletan y se destruyen recprocamente; no obstante, todasestas maneras de ver son verdaderamente inoportunas para to-dos aquellos que tienen necesidad de confinar el universo en-tero al campo de su visin individual Conservemos, pues,en la historia el lujo de los hroes para no quitar a los enanosla esperanza de poder ponerse a caballo sobre sus propiasespaldas, a fin de exhibirse, aun cuando, como deca JeanPaul, no sean dignos de llegar a la altura de sus propias ro-dillas.

    Y, en efecto, no se va a la escuela, desde hace siglos, aaprender que Julio Csar fund el imperio y que Carlomagnolo reconstruy; que Scrates casi invent la lgica y queDante casi cre la literatura italiana? Recientemente la creen-cia mitolgica en los autores de la historia ha sido poco apoco sustituida, y hasta aqu de una manera imprecisa, porla nocin prosaica de procesos histrico-sociales. Es que laRevolucin Francesa no ha sido querida y hecha, siguiendo lasvariadas versiones de la imaginacin literaria, por los dife-rentes santos de la leyenda liberal, santos de la derecha, san-tos de la izquierda, santos girondinos y santos jacobinos? Estoes tan cierto que el seor Taine y yo no he podido com-prender jams cmo, a pesar de la poca resignacin que mus-

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    tra para la cruel necesidad de los hechos, se pueda decir queha sido un positivista ha gastado gran parte de su poderosotalento en demostrar, como si escribiera las erratas de la histo-ria, que todo este alboroto hubiera podido no tener lugar.

    Afortunadamente para ellos, la mayor parte de estos santos,vuestros compatriotas, se han honrado y concedido recpro-camente, y en su tiempo y lugar, la corona del martirio; yas las reglas de la tragedia clsica han quedado para ellosgloriosamente intactas: sino,

    jquin sabe cuntos imitadores

    de Saint-Just (hombre superior en verdad) hubieran cado enla categora de secuaces del infame Fouch, y cuntos cm-plices de Dantn (este fracasado gran hombre de Estado)

    hubieran disputado a Cambaceres su librea de canciller, cun-tos otros no se hubieran contentado con disputar al aventu-rero Drouet y a ese ambiguo comediante Tallien los modestosgalones de subprefectol

    En una palabra, la carrera hacia los primeros planos esobligatoria para todos aquellos que, habiendo aprendido lahistoria de viejo estilo, repiten an con el retrico Cicernque ella es la gran educadora de la vida. Tambin es nece-

    sario moralizarel

    socialismo . Desde hace siglos no nosensea la moral que es necesario dar a cada uno segn susmritos? Y me parece or preguntar: no quiere usted sa-borear un poco de paraso?; y si es necesario renunciar alparaso de los creyentes y de los telogos, no es necesarioconservar un poco de apoteosis pagana en este mundo? Nonos desembaracemos de toda la moral de las compensacioneshonestas; guardemos al menos un buen silln o un palco deprimera fila en el teatro de la vanidad

    He aqu por qu las revoluciones, necesarias e inevitablespor tantas otras razones, son tiles y deseables desde este pun-to de vista tambin: a grandes golpes de escoba eliminan alos advenedizos, o al menos hacen el aire ms respirablc, lomismo que cuando las tormentas barren el polvo.

    No dice usted, muy justamente, que toda la cuestin prc-tica del socialismo (y por prctica entiende, sin duda alguna,lo que se inspira en los antecedentes intelectuales de una con-ciencia iluminada por el saber terico), se reduce y se resumea estos tres puntos?: V) Ha adquirido el proletariado unaconciencia clara de su existencia como clase indivisible?; 2)Tiene bastante fuerza para entrar en lucha contra las otras

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    clases?; 3) Est en estado de derribar, con la organizacincapitalista, todo el sistema de la ideologa tradicional?

    Y bien, esto es asLuego, el proletariado que llega a saber con claridad lo que

    puede, es decir, que comienza a saber querer lo que puede; eseproletariado, en suma, que se pone en buen camino parallegar a resolver (y me sirvo aqu de la jerga un poco hechade los publicistas) la cuestin social, ese proletariado deberproponerse eliminar, entre todas las otras formas de explo-tacin del prjimo, tambin la vanagloria y la presuncin yla singular suficiencia de aquellos que se incluyen a s mismosen el libro de oro de los benefactores de la humanidad. Ese

    libro tambin debe ser arrojado al fuego, como tantos otros dela deuda pblica.

    Pero por el momento sera esto una obra tan vana como lade tratar hacer comprender a todos aquellos el principio ele-mental de la moral comunista: se debe esperar que el recono-cimiento y la admiracin nos sean concedidos espontneamentepor los otros, aunque muchos no querrn or decir, en nombrede Baruch Spinoza, que la virtud halla su recompensa en s

    misma. Esperando, pues, que en una sociedad mejor que lanuestra slo sea objeto de la admiracin de los hombres lascosas verdaderamente dignas qu dir?, por ejemplo:las lneas del Partenn, los cuadros de Rafael, los versos deDante y de Goethe, y todo lo que la ciencia nos ofrece detil, de cierto y de definitivamente adquirido , no nos es po-sible por el momento rechazar aquellos que han tenido tiempoque perder y papel impreso para poner en circulacin, pavo-

    nendose en nombre de tantas y tantas cosas bellas la hu-manidad, la justicia social, etc. . Tampoco podemos re-chazar, en nombre del socialismo, aquellos que ingresan a susfilas para ser inscriptos en la orden del mrito y en la legin de honor de la futura, pero no muy prxima, revo-lucin proletaria. Cmo es que todos esos no han presen-tido en el materialismo histrico la stira a todas sus vanasarrogancias y a sus ftiles ambiciones, y cmo imaginarse que

    no hayan tenido horror a esa nuevaespecie

    depantesmo, de

    donde ha desaparecido y esto porque es ultraprosaico has-ta el santo nombre de Dios?Es necesario tener en cuenta todava una circunstancia gra-

    ve. En todas partes de la Europa civilizada lot taUntoi ver-

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    daderos o falsos tienen muchas posibilidades de ser ocupa-dos en los servicios del Estado y en lo que puede ofrecerlesde ventajoso y prominente la burguesa, cuya muerte no esttan cercana, como creen algunos amables fabricantes de extra-vagantes profecas. No es necesario asombrarse si Engels (p-gina 4 del prefacio al tercer volumen de El Capital, observebien, con fecha 4 de octubre de 1894), escriba: Como enel siglo XVI, lo mismo en nuestra poca tan agitada, no hay,en el dominio de los intereses pblicos, puros tericos msque del lado de la reaccin . Estas palabras tan claras comograves bastan por s solas para tapar la boca a los que gritanque toda inteligencia ha pasado a nuestro lado, y que la bur-

    guesa baja actualmente las armas. La verdad es, precisamente,lo contrario: en nuestras filas son muy raras las fuerzas in-telectuales, bien que los verdaderos obreros, por una sospechaexplicable, se levanten contra los habladores y los letra-dos del partido. No es necesario extraarse si el materia-lismo histrico est an en las frmulas generales de sus pri-meros pasos. Y despreciando aquellos que no han hecho msque repetirlo o disfrazarlo, y a veces dado un tono burlesco,es necesario confesar que, en el conjunto de lo que ha sidoescrito en serio y correcto sobre este particular, no hay anuna teora que haya salido del estado de primera formacin.Nadie osara compararlo al darwinismo, que en poco menosde cuarenta aos ha tenido un tal desarrollo intensivo y ex-tensivo, que, por la cantidad de m.ateriales, por la multipli-cidad de los agregados con otros estudios, por las diversas co-rrecciones metdicas y por la interminable crtica que le ha

    sido hecha por partidarios y adversarios, tiene ya una historiagigantesca.

    Todos aquellos que estn fuera del socialismo tienen o hantenido inters en combatirlo, en desnaturalizarlo o al menosen ignorar esta nueva teora, y los socialistas, por las razonesya expuestas y por otras muchas an, no han podido dedicarel tiem.po, los cuidados y los estudios necesarios para que taltendencia mental adquiera la amplitud de desenvolvimiento

    y la madurez de escuela, como la que alcanzan las disciplinasque, protegidas o al menos no combatidas por el mundo ofi-cial, crecen y prosperan por la cooperacin constante de nu-merosos colaboradores.

    El diagnstico del mal no es casi un consuelo? No e

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    as que proceden actualmente los mdicos con sus enfermos,desde que se inspiran ms, como ocurre ahora en su prcticateraputica, en el criterio cientfico de los problemas de lavida ?

    Por otra parte, de los diferentes resultados que pueda pro-ducir el materialismo histrico, algunos solamente podrntener cierto grado de popularidad. Gracias a esta nueva orien-tacin doctrinal se llegar a escribir libros de historia menosvagos que los que escriben los literatos que no estn prepa-rados para este arte ms que con lo que les puede ensear lafilologa y la erudicin. Y, sin hablar de la conciencia que loshombres de accin del socialismo puedan formarse por elanlisis profundo del terreno sobre el cual trabajan, no es du-doso que el materialismo histrico, directa o indirectamente,haya ejercido sobre muchos espritus una gran influencia yque ejercer con el tiempo una ms grande todava, siempreque se sujete a los estudios verdaderos de historia econmicay a la interpretacin pragmtica de los mviles y de las razonesntimas y, por lo tanto, ms ocultas, de una poltica deter-minada. Pero toda la doctrina en su esencia o en su conjunto,toda la doctrina, en fin, en tanto que filosofa (y me sirvode esta palabra con mucha aprehensin, porque temo ser malcomprendido, aunque no hallara otra que la reemplace; siescribiera en alemn dira de buen grado: Lebens und Wel-tanschauung, es decir, concepcin general de la vida y delmundo) no me parece que pueda entrar en el programa de laeducacin popular. Para aprender esta filosofa es necesario,en verdad, un cierto esfuerzo, an para los habituados a lasdificultades del pensamiento, pues servirse de ella sin gran co-nocimiento puede exponer a los espritus demasiado simples odemasiado inclinados a las conclusiones fciles, a disparatarlindamente; y nosotros no queremos hacernos los promotores ocmplices de una nueva especie de charlatanera literaria.

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    II

    Roma, abril 24 de 1897.

    Permtame ahora pasar a la consideracin de cosas prosai-camente pequeas, pero que, como sucede a menudo con laspequeas cosas en los grandes problemas de este mundo, tie-nen gran importancia.

    Las obras de Marx y de Engels para volver a ellos, queestn siempre en boca de todos han sido, acaso, completa-mente ledas por alguien que se encuentre fuera del grupo desus amigos ms prximos y, por consecuencia, fuera de los

    discpulos y de los intrpretes de esos m.ismos autores? To-das estas obras han sido alguna vez comentadas y explicadaspor personas que se encontraban fuera del crculo que se formalrededor de la tradicin de la Deutsche Socialdemoktatie?Slo la Neae Zeit, la revista imprescindible para las doctrinasdel partido, fu durante muchos aos el rgano ms impor-tante en este trabajo de aplicacin y explicacin. En una pa-labra, no se ha formado alrededor de estos trabajos, salvo en

    Alemania, y an ah solamente en un pequeo crculo, lo quelos neologistas llaman un medio literario.

    Y la escasez de muchos de estos trabajes, y la imposibi-lidad de procurarse algunos de ellos Hay muchas gentesen el mundo que tengan la paciencia de buscar durante aos,como me ha ocurrido a m, un ejemplar de la Miseria de laFilosofa (que recientemente ha sido reeditada en Francia), oel singular libro que es La Sagrada Familia, y que est dis-puesto a tomarse el trabajo necesario para conseguir un ejem-plar de la Neue Rheinische Zeitung, como hace general-m.ente cualquier fillogo o historiador para leer y estudiartodos los documentes del Egipto antiguo? Yo no he cono-cido trabajo ms fastidioso que ste, aunque tengo bastante

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    prctica en libros y en el arte de buscarlos. La lectura detodo lo que han escrito los fundadores del socialismo cientficoha pasado hasta aqu por ser un privilegio de iniciado

    Cmoasombrarse, entonces, de que, salvo en Alemania

    y,por lo tanto, en Francia, y particularmente en Francia, ungran nmero de escritores, sobre todo entre los publicistas,haya tenido la tentacin de extraer de las crticas de los ad-versarios, de las citas hechas por otros, o de las deduccionesapresuradas, sacadas de ciertos pasajes o de recuerdos vagos, ele-mentos que les permiten construir un Marxismo de su cosechay a su gusto? Tanto ms cuanto que con el nacimiento enFrancia

    yen Italia de partidos socialistas, que pasan ms o me-

    nos por ser representantes del Marxismo (lo que me parece unnombre inexacto) (1), los letrados de toda especie han podidohallar la ocasin cmoda de creer y de hacer creer que en cadadiscurso de un propagandista o de un diputado, en cada progra-ma, en cada artculo de diario, en cada acto del partido, habacomo la revelacin autntica y ortodoxa de la doctrina nuevamanifestndose en la nueva Iglesia. Hace dos aos no se haestado a punto de discutir en la Cmara francesa la teora delvalor de Marx . . . como si nosotros estuviramos en Bizan-co? jY qu decirle de todos esos profesores italianos que hancitado y discutido libros y folletos durante aos, quienes, comose saba de manera notoria, no haban jams llegado hastanuestras reuniones, a pesar de que Georges Adler (2) habaescrito sus dos libros un poco superficiales y vagos, en loscuales, sin embargo, ofreca a los investigadores de erudicinfcil y a los plagiarios los tesoros prcticos de la bibliografay de las abundantes citas ; porque, a decir verdad, Adler haledo mucho y sacado mucho provecho.

    El materialismo histrico, que en un cierto sentido es todoel marxismo, antes de entrar en el medio crtico literario delas personas capaces de desenvolverlo y continuarlo, ha pasado,en muchos pueblos de lengua neolatina, a travs de una in-

    (1) Ver Ensayor, etc., pg. 8 7, rxta 2. (Neta de la edicinfrancesa).(2) Hago alusin a las dos obras: Gechichtc dcr ersten socialpolitiscben

    Arbeiterbewegung in Dcntschland, y Die Grundlagen der Karl Marx' schenKritik, etc., que han sido maltratadas en Italia por los crticos de pacotilla.

    (Nota de la edicin francesa)

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    findad de equvocos, de malentendidos, de alteraciones gro-tescas, de extraos disfraces y de gratuitas invenciones: todasestas cosas, que nadie quiere poner en la cuenta de la historiadel socialismo, no podrn ser impedimentos para los quedeseen ponerse al corriente de las teoras socialistas, especial-mente si se trata de los que salen de las filas de los letradosde profesin.

    Usted conoce la asombrosa historia de aquel Marx de ca-bellos rubios que inaugura la Internacional en aples, en1867, y que Croce ha relatado en su Devenir Social (1). Yotambin podra relatar a'gunas historias parecidas. Qu de-

    cir de aquel estudiante que hace algunos aos acude a micasa para ver de visu, una vez al menos, la clebre Miseria dela Filosofa Se qued estupefacto: Luego, dice, es steun libro serio de economaa poltica? . No solamente serioagrego yo , sino de lectura difcil y de muchos puntosobscuros . No poda creer semejante cosa. Esperaba ustedle digo un poema sobre los Hroes de la buhardilla oun romance del gnero de la novela de un Joven pobre? Yeste ttulo caprichoso de Heilige Familie (Sagrada Familia)tambin ha sido para algunos la ocasin de extraos sueos.Singular destino el de este corrillo de posthegelianos entrelos cuales haba un hombre notable y de gran valor, BrunoBauer el de pasar a la posteridad por la curiosa burla deque han sido objeto por parte de los dos jvenes escritoresjY decir que este libro que pareci a la mayor parte de loslectores franceses difcil de leer, pesado y mal escrito , noes

    verdaderamente importante sino en lo que nos muestracmo Marx y Engels, libertades del escolasticismo hegeliano,se desprenden poco a poco del humanitarismo de Feuerbachy, mientras se encaminaban hacia lo que fu despus su doc-trina propia, estaban an en cierta medida impregnados deeste socialismo verdadero, cuya stira han escrito ellos mismosen el Manifiesto

    Pero al lado de estas historietas muy entretenidas, hubo enItalia

    una que no tuvo nada derisuea.

    Deseo hablarle delcaso Loria. En estos ltimos aos, en medio de grandes di-ficultades se ha formado entre nosotros un partido socialista

    (1) Devenir Social, noviembre de 189 6, pgs. 904-905.

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    que, en sus programas y en sus fines, y en tanto lo permitenlas condiciones del pas, tambin en su accin, corresponde alas tendencias del socialismo internacional; pues bien, en estos

    mismos aos algunos estudiantes o ex estudiantes se ponen ahacer de Loria ya el autor autntico de las teoras del socia-lismo cientfico, ya el inventor de la interpretacin econ-mica de la historia y tantas y tantas otras cosas diversas, con-trarias y contradictorias, de manera que Loria, sin saberlo,sin ningn mrito de su parte o sin su culpa, ha sido almismo tiempo ya Marx, ya anti-Marx, un vice, o un sobre,o un debajo-Marx. Este equvoco tambin ha sido superado;

    y paz a su memoria. Desde que los Problemas Sociales deLoria fueron traducidos al francs muchos de sus compatrio-tas han debido extraarse de que este escritor haya podidopasar, no por socialista en general, lo que puede ser, en re-sumidas cuentas, una prueba o una nota de ingenuidad, sinopor continuador o corrector de Marx, lo que es de tal enor-midad como para hacer poner los cabellos de punta

    Luego, estas ancdotas que pueden servir de ejemplo in-

    tuitivo, deben consolar a usted por lo que pasa en Francia,porque no solamente es verdad que intra iliacos muros peccatur et extra, sino porque, al fin de cuentas, todos aquellosque no pretenecen a la categora de esos locos que son losgenios incomprendidos, deben convenir en este principio: queno se llega jams demasiado tarde para cum.plir con su deber.Y an en este caso particular tan no se llega con retardo queEngels me escriba algunas semanas antes de morir: estamos

    todava en los primeros pasosY para que aquellos que en este primer comienzo deseenocuparse de la doctrina en cuestin con pleno conocimiento decausa puedan hacerlo con la menor dificultad posible y enposesin de las fuentes, me parece que sera el deber del partidoalemn darnos una edicin completa y crtica de todos los es-critos de Marx y de Engels; espero una edicin acompaadade prefacios explicativos, de referencias, de notas y de indi-caciones

    .

    Estosera

    ya una obra tanm.eritoria

    como la deevitar a los libreros de viejo la posibilidad de hacer especula-ciones indecentes de esto s algunas cosas con los rarosejemplares de libros antiguos. A las obras ya aparecidas enforma de libro o folleto es necesario agregar los artculos dediarios, manifiestos, circulares, programas y todas aquellas car-

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    tas que teniendo un inters pblico y general, bien que pri-vadas, tengan importancia poltica o cientfica (1).

    Este trabajo no puede ser emprendido ms que por los so-cialistas alemanes. Nadie menos alemanes que Marx

    yEn-

    gels, en el sentido patritico y patriotero que para muchostiene la palabra nacionalidad. La estructuracin de sus pen-samientos, la marcha de sus producciones, la organizacin l-gica de sus puntos de vista, su sentido cientfico y su filo-sofa han sido el fruto y el resultado de la cultura alemana;pero la substancia de lo que han pensado y expuesto est todopor entero en las condiciones sociales que se haban desen-vuelto, hasta los aos ms maduros de su vida, en gran partefuera de Alemania, y particularmente en aquellos pases de lagran revolucin econmico-poltica que, desde la segunda mi-tad del siglo XVIII, ha tenido su base y desarrollo principal-mente en Inglaterra y en Francia. Ellos han sido, desde todopunto de vista, espritus internacionales. Pero, sin duda,no es ms que entre los socialistas alemanes, comenzando porla Liga de los Comunistas, hasta el programa de Erfurt yhasta los ltimo artculos del prudente

    yponderado Kautsky,

    que se halla la continuidad de tradicin y la ayuda de laexperiencia constante que es necesaria para que la edicin cr-tica halle en las cosas mismas y en la memoria de los hombreslos antecedentes indispensables para hacer de ella una obraperfecta y plena de vida.

    No se trata de elegir. Toda la actividad cientfica y po-ltica, toda la produccin literaria, hasta los trabajos de cir-cunstancias de los dos fundadores del socialismo cientfico,deben ser puestas al alcance de los lectores. No se trata, porcierto, de compilar un Corpus Jutis, ni de redactar un Testa-mentum juxta canonem receptum, sino de reunir los escritosen un conjunto orgnico, para que ellos hablen directamentea todos los que tengan deseos de leerlos. Es as solamente quelos escritores de otros pases podrn tener a su disposicin to-das las fuentes que, conocidas en otras condiciones, por re-producciones dudosas o por vagos recuerdos, han producido

    (1) La reimpresin del libro de Marx, Zar Kritik dcr policischen Oeko-nomie, hecha por Kautsky, ha aparecido en el mes de agosto, tres mesesdespus de esta carta.

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    este extrao fenmeno: que no haba sobre marxismo, hastahace poco tiempo, casi ningn trabajo en otra lengua que enalemn que fuera el resultado de una crtica documentada,

    sobre todosi

    salan dela

    pluma de escritores de otros par-tidos revolucionarios o de otras escuelas socialistas. El tipode stos es el de los escritores anarquistas, para los cuales,especialmente en Francia y en Italia, el autor del Marxismono parece haber vivido ms que para ser el verdugo deProudhon y el adversario de Bakunin, cuando no el jefe de laescuela que es para Marx precisamente el ms grande de loscrmenes, es decir, el representante tpico del socialismo po-ltico

    y,por lo tanto,

    oh, infamia

    del socialismo parla-

    mentario.Todos esos trabajos tienen un fondo comn: el mate-

    rialismo histrico, entendido en el triple sentido de tendenciafilosfica en la concepcin general de la vida y del mundo;de crtica de la economa, que por su esencia no puede serreducida a leyes sino en tanto representen una fase hist-rica determinada, y de interpretacin poltica, sobre todode la que es necesaria

    ysirve para la direccin del movi-

    miento obrero hacia el socialismo. Estos tres aspectos, queenumero aqu de una manera abstracta, como conviene para lacomodidad del anlisis, no son ms que uno en el espritude los mismos autores. Estos trabajos salvo el Anti-Dhringde Engels y el primer volumen de El Capital, no parecernnunca a los lectores acostumbrados a la tradicin clsica, com-puesto segn las reglas del arte de hacer el libro son enrealidad monografas y, en la mayor parte de los casos, traba-jos de circunstancias. Son los fragmentos de una ciencia y deuna poltica que estn en perpetuo devenir, y que otros nodigo que esto sea el trabajo de cualquiera deben y puedencontinuar. Luego, para comprenderlos completamente es ne-cesario relacionarlos a la vida misma de sus autores; y en estabiografa hay como el rasgo y el surco, y a veces el ndicey el reflejo, de la gnesis del socialismo moderno. Aquellosque no siguen esta gnesis buscarn en estos fragmentos loque no se encuentra y lo que no debe encontrarse, por ejemplo:respuesta a todos los problemas que la ciencia histrica y laciencia social pueden ofrecer en su desenvolvimiento y en suvariedad emprica, o una solucin sumara de los problemasprcticos de todos los tiempos y de todos los lugares. Y,

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    por ejemplo, en este momento, con respecto a la cuestin deOriente, en el que algunos socialistas nos ofrecen el espectculoextraordinario de una lucha entre el idiotismo y la temeridad,por todas partes se oye invocar al Marxismo ( 1 ) . En efecto,los doctrinarios, los presuntuosos de toda especie que tienennecesidad de dolos del espritu, los hacedores de sistemas cl-sicos buenos para la eternidad, los compiladores de manua-les y de enciclopedias, buscarn a tontas y a locas en el mar-xismo lo que l no ha querido ofrecer jams a nadie. Aqu-llos ven en el pensamiento y en el saber alguna cosa que existernaterialrrente, pero no entienden el saber y el pensamientocomo actividades que son in fieri. Estos son metafsicos en elsentido que Engels atribuye a esta palabra y que, en verdad,no es la nica que tenga y se le pueda atribuir, en el sentido,en fin, que Engels le atribuye por constante exageracin de lacaracterstica que Hgel aplicaba a los ontologistas como Wolfy secuaces.

    Pero Marx, publicista incomparable, cuando escriba, en elperodo que va de 1848 a 1850, sus ensayos sobre la historiacontempornea y sus memorables artculos de diairo, tuvojams la pretensin de ser un historigrafo consumado? Nohubiera podido serlo nunca porque no tena ni vocacin niaptitudes. O bien, Engels, escribiendo el Anti-Dhring, quees todava la obra ms completa del socialismo crtico y quecontiene en pocas cosas casi toda la losofa que es necesariapara la comprensin del socialismo, ha tenido jams la in-tencin de recoger, en un trabajo tan corto y bosquejado, todoel saber universal y marcar para la eternidad los lmites dela metafsica, de la psicologa, de la tica, de la lgica, etc.,cualquiera sea el nombre que lleven, o an, por razones in-trnsecas de divisin objetiva, o para comodidad y vanidad

    (1) En el momento que reno estas cartas para publicarlas estamosa fines de septiembre , recibo el volumen The Eastern Qnestion by KarlMarx (Londres, edit. Sonneschein) de XVL 65 6 paginas in 8'^, con unlargo ndice y dos cartas. Es la reproduccin, debida a los diligentes cui-dados de su hija Eleonora y de Ed. Avcling. de los artculos que CarlosMarx haba escrito desde 1853 a 1855 sobre la Cuestin de Oriente, espe-cialmente en el New York Tribune.

    Hago notar aqu al pasar, que cuando Marx escriba sobre cuestionespolticas no formulaba principios, sino que trataba de comprender y ex-plicar

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    de los que ensean, establecer las secciones de la enciclopedia?Y es / Capital una de esas numerosas enciclopedias de todoel saber econmico, con el que actualmente los sabios, espe-cialmente los profesores alemanes, llenan el

    mercado?Esta obra, bien que se compone de tres volmenes en cua-tro tomos muy extensos, puede parecer, al lado de esas com-pilaciones enciclopdicas, una colosal monografa. Su objetoprincipal es el estudio del origen y del proceso de la plus-vala (en la produccin capitalista, naturalmente) y, despusde haber relacionado la produccin con la circulacin del ca-pital, investiga la reparticin de la misma plus-vala. Todoesto suponiendo la teora del valor realizada de acuerdo a laelaboracin que de ella haba hecho la ciencia econmica du-rante un siglo y medio: teora que de ninguna manera re-presenta un factum empiricum obtenida de la induccin vul-gar, que tampoco expresa una posicin lgica, como algunoshan credo, sino que es la premisa tpica sin la cual todo lodems no puede ser concebido. Las premisas de hecho, esdecir, el capital pre-industrial y la gnesis social del asalariado,son los momentos directores de la explicacin histrica delcomienzo del capitalismo actual; el mecanismo de la circula-cin con sus leyes secundarias y laterales, y, en fin, los fe-nmenos de la distribucin, estudiados en sus aspectos anti-tticos y de independencia relativa, forman el camino y lasinferencias a travs de las cuales y por las cuales se llega alos hechos de configuracin concreta, que nos ofrece el movi-miento aparente de la vida diaria. El modo de rep.rcsentacinde los hechos

    yprocesos es generalmente tpico, porque se

    supone siempre la presencia de las condiciones de la produccincapitalista: de ah que las otras formas de produccin seanexplicadas solamente en tanto que han sido superadas y porla forma en que lo han sido, o en tanto que, como supervi-vencias, constituyen lmites y trabas a la forma capitalista.De donde el frecuente pasaje a travs de las aclaraciones depura historia descriptiva, para volver en seguida despus dehaber planteado las premisas de hecho

    , a la explicacin ge-

    ntica por el modo que estas premisas, estando dada su con-currencia y su concomitancia, deben funcionar en principio,ya que constituyen la estructura morfolgica de la sociedadcapitalista. De ah que este libro, que nunca es dogmtico,precisamente porque es crtico, y crtico no en el sentido sub-

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    jetvo de la palabra, sino porque presenta la crtica en su fomiaantittica y, por lo tanto, mostrando la contradiccin de lascosas mismas, no se extrava jams, ni an en la descripcinhistrica en el historicismo vulgaris, cuyo secreto consiste enrenunciar a la investigacin de las leyes de los cambios y enpegar, sobre estos cambios simplemente enumerados y des-criptos, la etiqueta de procesos histricos, de desenvolvimientoy de evolucin. El hilo conductor de esta gnesis es el pro-ceso dialctico, y es este el punto escabroso que hace ponercara de sorprendidos a todos los lectores de El Capital quetraen a su lectura los hbitos intelectuales de los empiristas, delos metafsicos y de los padres definidores de entidades con-cebidas in aetetnum. En la discusin fastidiosa que algunoshan levantado sobre las contradicciones que, de acuerdo a

    ellos, existiran entre el tercer y el primer volumen de El Ca-pital, especialmente entre los economistas de la escuela austra-ca (1) (hablo aqu del espritu de discusin y no de obser-

    vaciones particulares, porque, en efecto, el tercer volumen estlejos de ser un trabajo acabado, y puede ofrecer materia a lacrtica, an para aquellos que profesan en general los mismosprincipios), se ve que falta a la mayor parte de estos crticosla nocin exacta de la marcha dialctica. Las contradiccionesque denuncian no son contradicciones del libro mismo, no soninfidelidades del autor a sus premisas y a sus promesas: sonlas condiciones antitticas mismas de la produccin capita-lista que, enunciadas en frmulas, se presentan al espritu comocontradictorias. Tasa media del beneficio en razn de la can-tidad absoluta del capital empleado, es decir, independiente-mente de sus diferencias de composicin, esto es, de la pro-porcin diferente de capital constante y de capital variable;precio que se establece sobre el mercado de acuerdo a los me-dios que oscilan alrededor del valor, segn modos muy varia-dos, y que se alejan de l; inters puro y simple de dinero ob-tenido como tal y a disposicin para la industria de los otros;renta de la tierra, es decir, de lo que no ha sido nunca el

    (1) Hago alusin a las obras polmicas de Bohm-Bawek y de Komorzynski. El primero ha escrito para terminar de acuerdo con Marx. No puedoesconder mi asombro por la manera indulgente con que Conrad Schmidt hahablado de esta crtica de Bohm-Bawerk en la Beilagc des Vorwarts, n-mero 85. abril 10 de 1899. (Nota de la edicin francesa).

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    producto de ningn trabajo; estos desmentidos y otros seme-jantes a la ley del valor (es en verdad esta denominacin deley lo que turba tantas cabezas) son las anttesis mismas del

    sistema capitalista. Estas anttesis lo irracional, que bienque parezca irracional, existe, comenzando por este primerirracional: que el trabajo del obrero asalariado produce aquien lo compra un producto superior al costo (salario) este vasto sistema de contradicciones econmicas (y por estaexpresin rindamos homenaje a Proudhon) se presenta a lossocialistas sentimentales, a los socialistas simplemente razo-nadores, y tambin a los declamadores radicales, como el con-

    junto de las injusticias sociales: estas injusticias son lo que lahonesta muchedumbre de reformadores quisiera eliminar conhonestos razonamientos de leyes Aquellos que cotejen ahora,a la distancia de cincuenta aos, el estudio de estas antino-mias concretas en el tercer volumen de El Cupital con la Mi-seria de la Filosofa, estn en situacin de reconocer en quconsiste la trama dialctica de lo expuesto. Las antinomiasque Proudhon quera resolver de manera abstracta (y este

    error le da un lugar en la historia),

    como lo que la raznrazonante condena en nombre de la justicia, son en verdad lascondiciones de la estructura misma, de suerte que la contra-diccin est en la razn de ser del proceso mismo. Lo irra-cional considerado como un momento del proceso mismo noslibra del simplismo de la razn abstracta, mostrndonos almismo tiempo la presencia de la negacin revolucionaria en elseno mismo de la forma histrica, relativamente necesaria.

    Sea lo quefuere esta

    muygrave

    ydifcil

    cuestin de laconcepcin del proceso, que no osara tratar a fondo inciden-talmente en una carta, hay que reconocer: que no es permitidoa nadie separar las premisas, la marcha metdica y las deduc-ciones y conclusiones de esta obra de la materia en la que sedesenvuelve y de las condiciones de hecho a las que se re-fiere, reduciendo la teora a una especie de vulgata o precep-tismo para la interpretacin de la historia de todos los tiem-pos

    yde todos los lugares.

    Yno hay expresin ms inspida

    y ms ridicula que llamar a El Capital la Biblia del socia-lismo. Por otra parte, la Biblia, que es un conjunto de librosreligiosos y de obras teolgicas, ha sido hecha por los siglos.Y de ser aqul una Biblia, el socialismo solo no dara a lossocialistas toda la ciencia

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    El Marxismo, ya que su nombre puede ser adoptado comosmbolo y resumen de una corriente mltiple y de una doc-trina compleja, no es y no quedar por completo limitadoa b.3 obras de Marx y Engels. Por el contrario, ser nece-sario mucho tiempo antes de que llegue a ser la doctrina plenay completa de todas las fases histricas sujetas a las formasrespectivas de la produccin econmica y, al mismo tiempo,la regla de la poltica. Para eso es necesario un estudio nuevoy muy riguroso de las fuentes para todos los que quieran inves-tigar el pasado de acuerdo al ngulo visual del nuevo punto

    de vista histrico-gentico, o de las aptitudes especiales deorientacin poltica para los que quieran obrar en la horaactual. Como esta doctrina es en s la crtica, no puede sercontinuada, aplicada y corregida si no lo es crticamente. Co-mo se trata de verificar y de profundizar procesos determi-nados, no hay catecismo ni generalizaciones esquemticas quevalgan. Este ao he hecho un ensayo sobre eso. En mi cursode la Universidad me he propuesto estudiar las condiciones eco-nmicas de la Italia del Norte y de la Italia Central hacia finesdel siglo XIII y a comienzos del XIV, con la intencin prin-cipal de explicar el origen del proletariado de la campaa yde la ciudad, para hallar despus una explicacin pragmticaaproximada del movimiento de ciertas agitaciones comunistas,y para exponer, en fin, las fases muy obscuras de la vidaheroica de Fra Dolcino. Mi intencin ha sido en verdad pre-scntarm.e como Marxista, pero no puedo tomar bajo mi res-ponsabilidad personal lo que haya dicho a mii riesgo y pe-ligro, porque las fuentes sobre las que he debido trabajar sonlas mismas que tienen a su disposicin los historiadores detodas las escuelas y tendencias, y nada poda pedir a Marxporque nada tena que ofrecerme a este respecto.

    Me parece que he respondido suficientemente (bien queme sea preciso continuar con otro aspecto) a la pregunta prin-cipal de su Prefacio, que es a la que me refiero especialmente,asunto que encuentro tambin en algunos de sus artculos delDevenir Social. Sus cuestiones arriban tambin a esto: porqu razn el materialismo histrico ha tenido hasta el pre-sente tan poca difusin y tan escaso desenvolvimiento?

    Con reserva de lo que dir despus que amenaza no debe tener ningn reparo en plantearme problemas sobreaspectos que usted haya tratado ya, especialmente en dctermi-

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    nadas notas, y que poco ms o menos se resumen as (es asal menos que yo los interpreto) : por qu siendo imperfectoel conocimiento y la elaboracin del marxismo, tanta gente seha preocupado en completarlo, ya con Spencer, ya con elPositivismo en general, ya con Darwin, ya con no importaqu otro ingrediente, mostrando as que quieren, o bien ita-lianizar, o bien afrancesar o bien rusificar el materialismohistrico?, es decir, mostrando que olvidan dos cosas: queesta doctrina lleva en s misma las condiciones y los modosde su propia filosofa, y que ella es, en su origen como en susubstancia, esencialmente internacional.

    Pero tambin sobre este particular es necesario continuar.

    III

    Roma, mayo 10 de 1897.

    Si al menos los dos autores del socialismo cientfico mesirvo de esta expresin no sin temor, porque debido al malempleo que a menudo se hace de ella, algunos le dan un ciertosentido ridculo, sobre todo cuando se lo quiere comprendercomo la ciencia universal , hubieran sido, no dir santos de

    la vieja leyenda, sino hacedores de proyectos y sistemas, quese hubiesen entregado, por la forma clsica y por la nitidezde las lneas, a la admiracin fcil No; ellos han sido crticosy polemistas, no solamente en lo que escribieron, sino tam-bin en la manera de obrar, y jams han exhibido sus propiaspersonas y sus ideas como ejemplo y modelo; han interpretadolas cosas mismas, es decir, los procesos histrico-sociales, en unsentido revolucionario, pero jams juzgaren las grandes trans-formaciones sociales de acuerdo al grado de su impulsividadpersonal o imaginativa. Inde las irae de tantos Si al me-nos hubieran sido de esos profesores repletos de humanidad,que de tiempo en tiempo descienden de su pedestal para hon-rar con sus consejos al pueblo miserable y piadoso, tomandohoy una actitud y maana otra, como protectores y mecenasde la cuestin social Lejos de eso; identificndose con lacausa del proletariado, hicieron una sola y misma cosa laconciencia y la ciencia de la revolucin proletaria. Revolucio-

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    narios de alma desde todos los puntos de vista (pero ni apa-sionados ni apasionantes) , jams propusieron planes acabados,ni artificios polticos, sino que, por el contrario, explicabantericamente y ayudaban prcticamente a la nueva poltica queel nuevo movimiento obrero sugiere y afirma como una nece-sidad actual de la historia. En otros trminos, lo que puedeparecer casi increble, ellos han sido en algo diferentes de lossocialistas y en algo ms que simples socialistas; y, en efecto,muchos que no son ms que simples socialistas o revoluciona-rios todava ms simples, a menudo los tienen, no dir porsospechosos, sino por camaradas para los que se tiene anti-pata y aversin.

    No se terminara nunca si se quisiera enumerar las razonesque durante tan largo tiempo han retardado la discusin ob-jetiva del Marxismo. Usted sabe bien que hoy por hoy elmaterialismo histrico es considerado en Francia, por algunosescritores que pertenecen al ala izquierda de los partidos revo-lucionarios, no como un producto del espritu cientfico, sobreel que la ciencia tiene en verdad incontrastable derecho decrtica, sino como las tesis personales de dos escritores, quepor grandes y notables que hayan sido, {no son nunca msque dos entre todos los otros jefes de escuela del socialismo,por ejemplo, entre los X. . . (1) del universo Para serms claro: contra esta doctrina no se han levantado scla-mente todas estas buenas y malas razones que generalmenteobstaculizan e impiden las innovaciones del pensamiento, es-pecialmente entre los sabios de profesin, sino que, muy amenudo, las objeciones han nacido por este motivo muy es-pecial: que las teoras de Marx y de Engels eran considera-das como opiniones de compaeros de lucha, y apreciados, porlo tanto, de acuerdo a los sentimientos de simpata o ?nti-pata que despertaran estos compaeros. Y es esta una de lasextraas consecuencias de la democracia prematura, pues nadase puede levantar para controlar a los incompetentes, ni an

    la lgica

    Pero hay ms an. Con la aparicin del primer volumende El Capital, en 1867, los profesores y los acadmicos, es-pecialmente en Alemania, recibieron como un gran golpe en

    (1) Entre esto* X. . . abro un concurio.l

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    la cabeza. Era una poca de indiferencia por la ciencia eco-nmica. La escuela histrica no haba producido an en Ale-mania los voluminosos, a menudo pesados, pero tiles trabajos

    publicados despus. En Francia, en Italia y en Alemania mis-ma, las muy vulgares derivaciones de esta economa vulgar,que entre 1840 y 1860 haban ya obliterado la concienciacrtica de los grandes economistas clsicos, llevaban una vidaraqutica. Inglaterra se haba dejado estar desde que StuartMili, que si bien fu un lgico de profesin, lo mismo queun clebre tipo de nuestro teatro cmico, permanece siempreen los aspectos decisivos, entre el s y el no del parecer del

    contrario. En ese momento nadie haba reparado en esta neo-economa de hedonistas, que acababa de nacer. En Alemania,donde Rodbcrtus es casi ignorado y en donde, por razonesevidentes, Marx deba ser ledo antes que en otros pases,figuraban como maestros los genios de la mediocridad, ypor encima de todos aquel famoso hacedor de notas eruditasy minuciosas que continan a los prrafos llenos de defini-ciones verbales y a veces tontas, que fu el seor Roscher.

    El primer volumen de El Capital parece escrito a propsitopara preparar los cerebros de los profesores y acadmicos parauna triste sorpresa: ; ellos, los sabios con ttulo, en el pas privi-legiado de los pensadores, deban volver a la escuela Msan, perdidos en los detalles infinitos de la erudicin, odeseosos de convertir la economa en una escuela apologtica,o preocupados por hallar aplicaciones plausibles a una cienciallegada del otro lado del mar a la vida muy disforme de su

    propio pas, los profesores de la tierra de los sabios por ex-celencia haban olvidado el arte del anlisis y de la crtica.El Capital los obligaba a comenzar por el principio, es decir,a volver a las primeras nociones. Este libro, en efecto, bienque haya salido de la pluma de un comunista extremo y re-suelto, no lleva en l ningn rasgo de protestas o de proyectossubjetivos, sino que es el anlisis despiadadamente riguroso ycruelmente objetivo de los procesos de la produccin capi-

    talista. En el periodista revolucionario de 1848, enel

    expa-triado de 1849 haba, pues, algo de ms terrible que lacontinuacin o el complemento de este socialismo que la li-teratura burguesa del mundo entero haba definido como unsueo de difuntos y como una fase poltica completamentesin sentido desde la cada del Cartismo y desde que triunfa

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    en Francia el hombre siniestro del golpe de Estado. Era pre-ciso, pues, volver a estudiar la economa; es decir: la econo-ma entraba en un perodo crtico. Es necesario agregar, paraser enteramente exactos, que ms tarde, desde 1870 y crescendodesde 1880, los profesores alemanes se han puesto a la revisincrtica de la economa, con la diligencia, la persistencia, labuena voluntad y la aplicacin que los sabios de ese pasaportan siempre a toda clase de estudios. Bien que nosotrosno podamos aceptar siempre todo lo que escriben, es verdad,sin embargo, que gracias a ellos el terreno de la economaha sido renovado por los que estudian como profesores ycomo acadmicos, y que esta disciplina no puede ser estudiadaen adelante como un simple pigrorum doctrina. Reciente-mente el nombre de Marx se ha hecho tan elegante que suenaen las facultades como el tema preferido de la crtica y de lapolmica, y se lo cita y se lo discute y no se contentan sim-plemente con compadecerlo o insultarlo. Actualmente la li-teratura social de Alemania est toda empapada del recuerdode Marx.

    Pero no poda ser as en 1867. El Capital se haba pu-blicado en el momento mismo en que la Internacional comen-zaba a hacer hablar de s, y surga terrible no slo por lo quefu intrnsecamente y por lo que hubiera sido sin el gravegolpe asestado por la guerra franco-prusiana y por el trgicoincidente de la Comuna, sino tambin por las exageracionesfogosas de algunos de sus miembros y por los ardides est-pidamente revolucionarios de algunos de los que entraron co-mo intrusos. No era evidente que el ''Discurso inauguralde la Internacional de los trabajadores (discurso en el quetodos los socialistas an hoy pueden aprender algo) habasalido de la pluma de Marx, y no haba razn de atribuirlelos actos y las deliberaciones prcticas y polticas ms termi-nantes de la Internacional misma? Y, cuando un revolucio-nario de la lealtad incontrastable y de la singular perspicaciaque fu Mazzini, pudo permitirse confundir la Internacional,a la que se consagraba Marx, con la Alianza Bakuninista,

    qu hay de asombroso que los profesores alemanes hayantenido dificultades para entablar una crtica doctrinal con elautor de El Capital i* Cmo se poda entrar tan rpido endiscusiones y tratar de igual a igual a un individuo que, mien-tras que estaba colgado en efigie en todas las leyes de excep-

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    cin de Julio Favre y secuaces, y se lo consideraba como cm-plice moral de todos los actos de los revolucionarios, con suserrores y extravagancias, publica precisamente entonces un li-bro magistral, nuevo Ricardo, que estudia impasible los fe-nmenos econmicos more geomtrico ' De ah un curiosomtodo de polmica, de ah una especie de proceso a las in-tenciones del autor, pues se esforzaban en hacer creer que estaciencia haba sido elaborada, por a^ decir, para disfrazarlas tendencias; en una palabra, la polmica tendenciosa susti-tuye durante muchos aos al anlisis objetivo (1).

    Pero, lo que es peor an, es que los efectos de esta crticagroseramente enunciada se hacen sentir hasta en el espritude los socialistas, y especialmente en la juventud intelectualque de 1870 a 1880 se consagra a la causa del proletariado.Muchos renovadores fogosos de esta poca en Alemania lacosa es ms evidente porque aquella ha dejado rastros en laspolmicas del partido y en la literatura de propaganda , seproclaman discpulos de las teoras marxistas, pero tomandopor autntico el Marxismo ms o menos inventado por losadversarios. El caso ms paradojal de todo este equvoco esque los que van a las conclusiones fciles, como sucede anhoy con los nuevos llegados, mezclando las cosas viejas conlas cosas nuevas, han credo que la teora del valor y de laplus-vala, tal como se la presenta ordinariamente en las ex-posiciones corrientes, contiene hic e nunc la regla prctica, lafuerza impulsiva y tambin la legitimidad moral y jurdicade todas las reivindicaciones proletarias. No es una gran in-justicia que millares y millares de hombres sean privados delfruto de su trabajo? ^sta afirmacin es tan simple y tan

    (1) Marx parte de este principio. . . que el valor de las mercancases determinado exclusivamente por la cantidad de trabajo que ellas con-tienen. Y, si en el valor de las mercancas no hay ms que trabajo, si lamercanca no es ms que trabajo cristalizado, evidentemente ella debe per-tenecer en sn totalidad al trabajador, y ninguna parte de ella debe ser apro-piada por el capitalista. Si, pues, el obrero no recibe en verdad ms que unaparte del valor que l ha producido, esto no puede ser ms que por efecto

    de una usurpacin . As se expresa Loria en la pg. 462 de la Nnova An-tologa, febrero de 1895, en su muy conocido artculo: L'opera postuma diCario Marx. Cito esta pgina, que no es la nica de este calibre que hayaescrito Loria, nicamente para dar un ejemplo de lo que resulta hacer unatraduccin libre de Marx al estilo de Proudhon. Y es en tales traduccio-nes libres que han bebido, de 18 70 a 1880, aquellos que estn siempredispuestos a creer y a afirmar, de los que hablar ms adelante.

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    conmovedora que todas las nuevas bastillas debern caer deun golpe ante las nuevas trompetas de Jerc, cientficamentetocadas Esta simplificacin extrema encuentra apoyo en nu-merosos errores tericos de Lassalle, en aquellos que son elproducto de la insuficiencia de sus conocimientos (la ley debronce de los salarios , es decir, una semi- verdad que se truecaen completo error por defecto de especificacin circunstan-ciada), como tambin en los que se pueden llamar, para estecaso, los expedientes de agitador (las clebres cooperativas sub-vencionadas por el Estado). Por otra parte, aquellos que li-mitan su profesin de fe socialista a la simple deduccin dela reconocida explotacin, a la reivindicacin admitida nica-mente porque es legtima de los explotados, no tienen ms quedar un paso sobre el terreno bastante resbaladizo de la l-gica para reducir toda la historia del gnero humano a uncaso de conciencia, y el desenvolvimiento sucesivo de todaslas formas de la vida social, a variaciones de un constanteerror de contabilidad.

    En resumen, de 1870 a 1880, y an algo ms tarde, seha formado poco a poco alrededor del concepto vago de unacierta cosa, es decir, del socialismo cientfico, una especie deneo-utopismo, que, como los frutos fuera de estacin, son porcompleto inspidos. Y qu es esta otra cosa ms que uto-pismo, al que falta el genio de Fourier y la elocuencia deConsiderant, sino algo que mueve a risa? Este nuevo uto-pismo, que florece de tiempo en tiempo, se lo conoce muybien en Francia: no servira sino para las luchas sostenidascontra otras sectas y otras escuelas; para que los valientes deentre nuestros amigos, que se proponen y se saben los pri-meros en el programa del partido obrero revolucionario, di-rijan al socialismo por el camino de la conciencia de clasey de la conquista progresiva del poder poltico por el prole-tariado. No es ms que en la experiencia de la lucha prctica,en el estudio cotidiano de la lucha de clases, no es ms queen el constante ensayo de nuevas fuerzas proletarias ya reuni-das y concentradas, que nos es dado pesar las probabilidadesdel socialismo; si no, se es y se permanecer siendo utopista,an en el nombre venerado de Marx.

    Contra esos neo-utopistas, como tambin contra los sobre-vivientes de las antiguas escuelas, y contra las variadas des-viaciones del socialismo contemporneo es que nuestros dos

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    autores siempre y constantemente han aguzado las lancetas desu crtica. As como en su larga carrera hicieron de su cienciala gua de su accin prctica y dedujeron de la accin prc-tica la materia y la indicacin para una ciencia ms profunda,jams trataron la historia como a un caballa para montary poner al trote, y no se preocuparon nunca en buscar frmu-las capaces de reanimar ilusiones momentneas; de la mismamanera fueron inducidos por la necesidad de las cosas a hacercrtica spera, violenta y resuelta a todos aquellos que a susojos aparecan como capaces de obstruir el movimiento pro-letario. Quin no se acuerda de los Proudhonianos, por ejem-plo, con sus pretenciones de destruir el Estado haciendo abs-traccin de l por la razn, como aquellos que cierran los ojospara no ver; de los Blanquistas de otrora, que queran por lafuerza poner la mano sobre el Estado y hacer despus la re-volucin; de Bakunin, que se desliza subrepticiamente en laInternacional, de donde es expulsado, y de la pretencin detantas escuelas de socialismo y de la competencia de tantoscapitanes?

    Desde el desmenuzamiento del candido Weitling (1) enuna discusin oral, hasta su terrible crtica al programa deGotha (1875), publicada en verdad muy tardamente(1890), la vida de Marx no ha sido ms que una lucha con-tinua, no slo contra la burguesa y contra la poltica questa representa, sino contra las diferentes corrientes, revolucio-narias o reaccionarias, que injustamente o sin razn han to-mado el nombre de socialismo. Estas luchas se hacen acerbasen la Internacional, hablo de aquella de gloriosa memoria,que ha dejado hasta hoy rastros tan profundos en toda laaccin moderna del proletariado, y no de la caricatura quese ha hecho despus. La mayor parte de las polmicas contrael marxismo, reducida, en la imaginacin de algunos crticos,a una simple variedad de escuela poltica, es debido a la tra-dicin de estos revolucionarios que, especialmente en los pa-ses latinos, han reconocido a Bakunin como jefe y maestro.Los anarquistas de hoy, qu repiten sino las dolencias y loserrores de los tiempos pasados.?

    (1) El ruso Annenkoff. que de ello ha sido testigo, habla de l, al mis-mo tiempo que de muchas otras cosas, refirindose a Marx, en VjcstnikJcvropy en 1880. (Ver h reproduccin de la Neue Zeit, mayo de 1888).

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    Hace una veintena de aos, con excepcin de los sabiosque rumian entre ellos las cosas que leen en los libros, la ge-neralidad del pblico italiano quiz no saba sobre los fun-dadores del socialismo cientfico ms que lo que la memoriahaba retenido de las invectivas de Mazzini y de las male-dicencias de Bakunin.

    Y he aqu que el comunismo crtico, que queda admitidotan tarde en los honores de la discusin de los crculos de laciencia oficial, ha tenido en su contra, en el socialismo mis-mo, la ms grave de las adversidades: la enemistad de losamigos.

    Todas estas dificultades fueron superadas o estn en buencamino de desaparecer.

    Nada es por la virtud intrnseca de las ideas, que no hantenido jams ni pies para caminar, ni manos para asir, sinopor el solo hecho de que por la sugestin imperiosa de lascosas, por todas partes donde nacieron partidos socialistas, losprogramas de stos tomaron poco a poco una tendencia co-mn y ha sucedido finalmente que los socialistas de todos lospases se han colocado en el ngulo visual del Manifiesto delos Comunistas. No le parece que en momento oportunohe celebrado su conmemoracin? Las clases de explotadoresde todo el mundo estn en la tarea de crear a la masa de ex-plotados condiciones casi idnticas; y es as cmo los repre-sentantes activos de estos explotados se hallan en un mismocamino de agitacin y siguen un mismo criterio de propa-ganda y organizacin. Es lo que muchos llaman el marxismoprctico, sea De qu sirve discutir las palabras? Cuandoel marxismo se reduce a esta simple palabra, o al saludo delretrato de Marx, de su busto en yeso o de su efigie en me-dallas (sobre estos smbolos inocentes la polica italiana pruebaa menudo su buen humor) , el hecho es que esta unidad sim-blica significa que la unidad real est en vas de desenvol-verse, y que el proletariado del mundo entero se une, pocoa poco, en una misma igualdad de tendencias, es decir, que la

    internacionalidad se elabora en l desde hace tiempo y lenta-mente por razones objetivas. Aquellos que se sirven del len-guaje de los decadentes de la burguesa, reemplazando, comoes comn, la cosa por el smbolo, dicen ahora que ello es eltriunfo de Marx; es como si se dijera que el cristianismo es eltriunfo (y por qu no decir el xito?) de un seor Jess

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    de Nazaret, de un Jess que, despojado y destituido de lacalidad de hijo de Dios hecho hombre, es, en el estilo almi-barado de vuestro Renn, un hombre tan infantilmente divino

    que se asemeja a un Dios.Ante esta experiencia intuitiva de la poltica del socia-lismo, lo que es lo mismo decir de la poltica del proleta-riado, han cado las viejas divergencias de escuela, de las cua-les algunas eran en verdad variedades y mescolanzas de va-nidad literaria, para dar lugar a las divergencias tiles que na-cen espontneamente de las diferentes maneras por las quese tratan los problemas prcticos. En la realidad, in concreto,es decir, en el desenvolvimiento positivo y prosaico del so-cialismo, poco importa que todos sus jefes, sus condoteri,sus oradores y representantes, se avengan o no a una doctrina,y que de ella hagan o no profesin de fe pblica. El socia-lismo no es ni una iglesia ni una secta a la que falta undogma y una frmula fija. Si muchos hablan hoy del triunfodel Marxismo, esta expresin enftica, cuando se la reduce auna forma cruelmente prosaica, significa que en adelante nadie

    puede ser socialistasi

    no se pregunta a cada instante: ques necesario pensar, decir o hacer en inters del proletariado?Ya no hay ms lugar para los dialcticos, que en realidad sonsofistas, como lo fu Proudhon, ni para los inventores desistemas sociales subjetivos, ni para los fabricantes de revolu-ciones privadas ( 1 ) . La indicacin prctica de lo que es fac-tible es dado por la condicin del proletariado, y esta condi-cin puede ser apreciada y medida precisamente porque hay

    la medida del marxismo (hablo aqu dela

    cosa real y no delsmbolo) como doctrina progresiva. Las dos cosas lo men-surable y la medida a distancia suficiente, no son ms queuna sola cesa desde el punto de vista general del proceso his-trico.

    (1) Escribiendo esto en mayo de 189 7, evidentemente no poda preverlos levantamientos italianos de mayo de 1898. Pero estos levantamientosno desmienten en nada mi afirmacin. Aqullos no han sido ni queridos, nipreparados, ni apoyados por ninguna secta, por ningn partido. Han sidoun verdadero ejemplo de anarqua espontnea. Por otra parte, las causasde estos movimientos fueron expuestas con gran claridad y coraje en elGiornale degli Economisti, y este estudio definitivo es tanto ms notablepor haber aparecido en el momento mismo de los desrdenes, ya que fupublicado en el nmero del 1^ de junio. (Nota de la edicin francesa).

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    Y, en efecto, mientras los contomos del socialismo comoaccin prctica se van precisando, todas las ideologas y todaslas poesas antiguas se evaporan, no dejando tras de s ms

    que un simple recuerdo de palabreras. A un mismo tiempose ha intensificado en el seno de la ciencia acadmica, portodas partes y en todo sentido, el criticismo de la doctrinaeconna,ica. Marx ha vuelto de su exilio despus de muertoal crculo de la ciencia oficial, al menos como un adversariocon el que no es posible bromear. Y lo mismo que los so-cialistas han llegado, por vas tan diversas, a la concienciaprosaica de una revolucin que no puede ser forjada, sino que

    se hace porque deviene, igualmente se ha preparado poco apoco un pblico para el cual el materialismo histrico esciertamente una necesidad intelectual. En estos ltimos aos,como usted sabe, muchos son los que hablan de esta doctrina,a menudo mal y an disparatando, pero no importa. Pues,mirando todo esto de cerca, nosotros no llegamos con retardo.En mi juventud muchas veces he odo repetir que Hgel habadicho: slo uno de mis alumnos me ha comprendido. Estapequea historia no ha podido ser comprobada porque hastaahora no se ha identificado al discpulo perfecto. Esta histo-ria puede ser repetida hasta el infinito para tcxios los sistemasy para todas las escuelas. Como en materia de actividad inte-lectual no hay sugestin posible, y como el pensamiento nova mecnicamente de un cerebro a otro, los grandes sistemasno se expanden ms que a consecuencia de la similitud delas condiciones sociales de que disponen y arrastrando consigo

    muchos espritus al mismo tiempo. El materialismo histricose expander, se precisar y tendr tambin una historia. Se-gn los pases, ser su colorido y modalidad diversas. Esto noacarrear ningn mal siempre que no se desvirte el ncleofilosfico, por as decir, que hay en el fondo; siempre quese respeten, por ejemplo, estos postulados: en el proceso de lapraxis est la naturaleza, es decir, la evolucin histrica delhombre; (y, hablando de praxis, bajo este aspecto de totali-

    dad se quiere eliminar la oposicin vulgar entre prctica yteora, porque, en otros trminos, la historia es la historia deltrabajo, y como, por un lado, en el trabajo as integral-mente comprendido est comprendido el desenvolvimiento res-pectivamente proporcionado y proporcional de las aptitudesmentales y de las aptitudes activas, lo mismo, por otra parte,

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    en el concepto de la historia del trabajo est comprendidasiempre la forma social del trabajo mismo, y las variacionesde esta forma), el hombre histrico es siempre el hombre so-cial,

    yel

    pretendido hombrepre-social o supra-social es

    unhijo de la imaginacin, etc.Y. . . me detengo aqu, primero y ante todo, para no re-

    petirme y para no volver a decirle parte de las cosas que yahe escrito en mis Ensayos de lo que creo que usted notiene necesidad, ni yo tampoco . . .

    IV

    Roma, 14 de mayo de 1897.

    Me parece y vuelvo as a mi primer asunto quesu preocupacin ms grande es saber: por qu camino yde qu manera se podra llegar a constituir en Francia unaescuela del materialismo histrico? No s si me es permi-tido responder a esta cuestin sin parecerme a esos perio-distas de la vieja escuela que con el mayor aplomo acon-sejan a Europa, corriendo as el riesgo de que me suceda loque a ellos: no ser escuchado. Sin embargo, con toda mo-destia tratar de satisfacerlo.

    Me parece, primero, que no debe ser difcil hallar en Fran-cia editores y libreros para editar y hacer conocer buenas tra-ducciones de las obras de Marx y Engels y de aquellos de susdiscpulos que es necesario estudiar. Este sera el mejor co-mienzo. S que los traductores debern luchar con graves di-ficultades. Hace ya treinta y siete aos que leo obras ale-manas y siempre me ha parecido que nosotros, los puebloslatinos, perdemos nuestra riqueza lingstica y literaria cuandotraducimos de aquella lengua. Lo que en alemn est lleno devigor, de nitidez y es maravilloso, se hace a menudo, por ejem-plo en italiano, fro, sin relieve y a veces incomprensible. Enestas traducciones, hablo evidentemente de las ordinarias ycorrientes, se pierde al mismo tiempo que la posibilidad deinsinuacin, el poder de persuacin. En un vasto trabajo devulgarizacin como el que no* ocupa, sera necesario, ante

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    todo, conservar la integridad de los textos, agregando prefa-cios, notas y comentarios que faciliten el proceso de asimi-lacin que se hace por s mismo en la lengua originaria.

    Las lenguas no son, en verdad, variantes accidentales delvolapuk universal; son mucho ms que los medios extrnsecosde comunicacin y expresin del pensamiento y del alma.llas son las condiciones y los lmites de nuestra actividad in-terior, que, por eso, como por tantas otras razones, tienenformas y modos nacionales que no son simples accidentes. Sihay internacionalistas que no se dan cuenta de esto, es nece-sario, ante todo, llamarlos confusionistas y amorfistas, comoa aquellos que van a buscar su instruccin no en los vie-jos autores de los apocalipsis sino en el extraordinario Ba-kunin, que hasta reclamaba la igualdad de los sexos. Luego,en la asimilacin de las ideas, de los pensamientos, de las ten-dencias y de las intenciones, que han hallado su perfectaexpresin literaria en las lenguas extranjeras, hay como unejemplo bastante confuso de pedagoga social.

    Y, ya que me ha salido esta expresin, permtame confe-sarle que cuando examino de cerca la historia anterior y lascondiciones actuales de la Socialdemoctacia alemana, no es elaumento continuo de los xitos electorales lo que principal-mente me llena de admiracin y fuerte esperanza. Antes queedificar sobre estos votos como sobre esperanzas del porvenir,de acuerdo a los clculos a veces engaosos de la deduccinestadstica, me siento lleno de admiracin por el caso ver-daderamente nuevo e imponente de pedagoga social, que

    hace que, en una masa tan considerable de hombres y princi-palmente de obreros y de pequeos burgueses, se forme unaconciencia nueva, a la que contribuye en igual medida laapreciacin directa de la situacin econmica que empuja ala lucha y la propaganda del socialismo comprendido comoun fin o como un terreno de aproximacin. Esta digresinevoca en m un recuerdo. He sido aqu, en Italia, el primeroo uno de los primeros que, con la pluma y la palabra, du-rante

    muchos aos, envariadas circunstancias e

    insistente-mente, he recordado el ejemplo de Alemania, llamando laatencin de nuestros obreros que fueron y son capaces deponerse en accin sobre la nueva lnea de lucha proletaria.Pero. . . jams me ha pasado por la imaginacin creer quela imitacin pueda excusar la espontaneidad; no he pensado

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    jams que fuera preciso seguir el ejemplo de los monjes ypadres que fueron durante siglos casi los nicos educadoresde la Italia ya en decadencia, quienes, con gran seriedad, fa-bricaban poetas hacindoles aprender de memoria el artepotico de Horacio. Sera un hermoso espectculo verte apa-recer entre nosotros t, Bebel , tan activo y prudente,bajo la forma de un nuevo Horacio. Esto asombrara an ami amigo Lombroso, que detesta el latn ms an que lapelagra.

    Hay, pues, dificultades ms ntimas, de ms grande alcancey de mayor peso. An si sucediera que los editores y libreros,hbiles y diligentes, se dieran por tarea propalar, no sola-mente en Francia, sino por todo pas civilizado, las traduc-ciones de todas las obras escritas sobre materialismo histrico,esto servira solamente para estimular pero no para formar yconstituir en cada una de esas naciones las energas activasque producen y tienen despierta una corriente de pensamiento.Pensar es producir. Aprender es producir reproduciendo. Nos-otros no sabemos bien y ciertamente qu es lo que somosnosotros mismos capaces de producir, pensando, trabajando,ensayando y experimentando, siempre en medio de las fuer-zas que nos pertenecen como propias, sobre el terreno socialy en el ngulo visual en el que nos hallamos.

    Y se trata de la Francia con su larga historia, con suliteratura, que tanto ha dominado durante siglos, con suambicin patritica y con su diferenciacin etno-psicolgicatan particular, que se refleja hasta en los ms abstractos pro-ductos del pensamiento Yo, italiano, no soy quin debe to-mar la defensa de vuestros patrioteros, a quienes hace usteduna crtica tan merecida. Me recuerda usted, sin embargo, losucedido en el ltimo siglo. El pensamiento revolucionarionace casi en todo lugar del mundo civilizado, tanto en Italia,como en Inglaterra, como en Alemania, pero no se hace euro-peo ms que a condicin de fundirse al espritu francs, y larevolucin francesa fu la revolucin en Europa. Esta gloriaimperecedera de su patria pesa, como todas las glorias, sobrela nacin misma, tal la pesadilla de un arraigado prejuicio.Pero los prejuicios no son tambin fuerzas, al menos en loque tienen de obstculo? Pars no ser ms el cerebro delmundo, tanto por esta razn, como, por otra parte, porqueel mundo no tiene cerebro, a menos que lo tenga en la ima-

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    ginacin de algunos falsos socilogos ( 1 ) . Pars no es ac-tualmente, y tampoco ser en el porvenir, la santa Jerusa-ln de los revolucionarios de todas las partes del mundo

    como me parece que ha sido . La futura revolucin pro-

    letaria no tendr nada que la haga asemejar al miUenium apo-calptico, y, adems, los privilegios ya han terminado, tantopara las naciones como para los individuos. Es lo que muyjustamente haba observado Engels, y, por otra parte, noestara dems que los franceses leyeran lo que escribiera en1874 con respecto a los Blanquistas, cuando stos incitaban

    a la revuelta inmediata, precisamente algunos aos despus de

    la catstrofe de la Comuna (2). Pero bien considerado. . .y teniendo en cuenta las condiciones propias de la agricul-tura y de la industria francesa, que durante tanto tiempo haretardado la concentracin del movimiento obrero, y cono-ciendo la buena parte de culpa que corresponde a los jefes desecta y a los jefes de escuela, que tuvieron durante tanto tiem-po separado y dividido al socialismo francs, verdad es que elmaterialismo histrico no podr hacerse camino entre ustedes

    en tanto se lo considere un simple producto intelectual dedos alemanes de gran talento. Precisamente por esta expresinMazzini estimulaba los resentimientos nacionales contra losdos autores, quienes, en tanto que materialistas y comunistas,pareca que debieran destrozar muy naturalmente la idealistadivisa de Mazzini: la patria y Dios.

    A este respecto la suerte de los dos fundadores del socia-lismo cientfico fu casi trgica. Han pasado ms