la virgen del socavón y sus devotos danzarines

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LAS CUATRO PLAGAS Desde que los orureños nacen y comienzan sus primeros conocimientos respecto al Carnaval de Oruro, Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, al margen de nacer con la noción de la ejecución del baile de cada una de las danzas de esta majestuosa actividad folklórica devocional, los abuelos o padres se encargan a través de la transmisión oral, a contar historias, como si fueran grandes cuentos de fantasía o ciencia ficción. Y desde pequeños tratan de interiorizarse y vivir con esos conocimientos, uno de ellos, y quizás el más famoso al margen de la leyenda del "Chiru Chiru" o el "Nina Nina" que son dos personajes muy distintos, que dan origen al Carnaval de Oruro, es la leyenda de las cuatro plagas. LEYENDA De acuerdo a la versión escrita en el libro "Antología del Carnaval de Oruro" de Alberto Guerra Gutiérrez, cuenta la leyenda, que cuando Wari, quien era un semidios andino, dormía apaciblemente en la cordillera con vista al mar, pero despertó de su sueño y observó que el pueblo Uru adoraba a Pachacamaj, conocido como el señor de la luz o el sol (Inti). Ante esa situación, Wari trató de conquistar a la Aurora, hija de Pachacamaj, pero éste reaccionando con su luz, opacó las intensiones de Wari, que derrotado decide descargar toda su furia contra el pueblo Uru, azotándoles con todos los males terrenales, inculcándoles el odio, la envidia, y poco a poco, el pueblo que era laborioso, empezó a desterrar sus valores para convertirse en un pueblo perdido, que además debía soportar una serie de pestes y enfermedades enviadas por Wari. Hasta que llegó al pueblo Uru, una Ñusta de blanca vestimenta, con rostro angelical y cuerpo escultural, para hacer entender que los Urus debían ser nuevamente ese pueblo ejemplar y laborioso. VÍBORA Tomando en cuenta esas palabras, los urus nuevamente propugnaron sus principios, pero Wari enterado de tal situación, desató su furia y envió una víbora gigante del lado Oeste, el pueblo espantado se acordó de la Ñusta, quien fue invocada para que los ayude, apareció desde los cielos y con su espada partió en varias partes a la víbora gigante, dejándola además 1

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LAS CUATRO PLAGAS

Desde que los orureños nacen y comienzan sus primeros conocimientos respecto al Carnaval de Oruro, Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, al margen de nacer con la noción de la ejecución del baile de cada una de las danzas de esta majestuosa actividad folklórica devocional, los abuelos o padres se encargan a través de la transmisión oral, a contar historias, como si fueran grandes cuentos de fantasía o ciencia ficción.

Y desde pequeños tratan de interiorizarse y vivir con esos conocimientos, uno de ellos, y quizás el más famoso al margen de la leyenda del "Chiru Chiru" o el "Nina Nina" que son dos personajes muy distintos, que dan origen al Carnaval de Oruro, es la leyenda de las cuatro plagas.

LEYENDA

De acuerdo a la versión escrita en el libro "Antología del Carnaval de Oruro" de Alberto Guerra Gutiérrez, cuenta la leyenda, que cuando Wari, quien era un semidios andino, dormía apaciblemente en la cordillera con vista al mar, pero despertó de su sueño y observó que el pueblo Uru adoraba a Pachacamaj, conocido como el señor de la luz o el sol (Inti).

Ante esa situación, Wari trató de conquistar a la Aurora, hija de Pachacamaj, pero éste reaccionando con su luz, opacó las intensiones de Wari, que derrotado decide descargar toda su furia contra el pueblo Uru, azotándoles con todos los males terrenales, inculcándoles el odio, la envidia, y poco a poco, el pueblo que era laborioso, empezó a desterrar sus valores para convertirse en un pueblo perdido, que además debía soportar una serie de pestes y enfermedades enviadas por Wari.

Hasta que llegó al pueblo Uru, una Ñusta de blanca vestimenta, con rostro angelical y cuerpo escultural, para hacer entender que los Urus debían ser nuevamente ese pueblo ejemplar y laborioso.

VÍBORA

Tomando en cuenta esas palabras, los urus nuevamente propugnaron sus principios, pero Wari enterado de tal situación, desató su furia y envió una víbora gigante del lado Oeste, el pueblo espantado se acordó de la Ñusta, quien fue invocada para que los ayude, apareció desde los cielos y con su espada partió en varias partes a la víbora gigante, dejándola además petrificada en la cima del cerro, que actualmente se encuentra en la parte Oeste cercana a la Facultad Nacional de Ingeniería.

LAGARTO

Indignado Wari, envía desde la zona Este un monstruoso lagarto muy parecido al dragón de la mitología china, que apareció en el sector de Cala-Cala para dar fin con el pueblo Uru, sin embargo, aparece nuevamente la enigmática Doncella, que con honda en mano logra matar al lagarto, que queda petrificado en el cerro de Cala-Cala, situado a unos 15 kilómetros al Este de la ciudad de Oruro y que ahora es el calvario del Señor de Lagunas.

Antes, cuando había un riachuelo por el lugar, durante el ocaso se lograba divisar una mancha rojiza en el agua, algunas personas afirmaban que era la sangre que derramaba el lagarto después de morir.

SAPO

Wari no se da por vencido y desde el Norte envía un sapo gigante para aplastar a los urus. El monstruoso animal hacía temblar la tierra y los habitantes del pueblo corrían despavoridos por todos lados, pero ante tanta desesperación apareció una vez más la misteriosa Ñusta que convierte a semejante ser en piedra.

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Se cuenta que en la década del 60 en el pasado siglo, un militar que se encontraba como autoridad en el departamento de Oruro, hizo explotar en pedazos al sapo petrificado, este motivo le originó una serie de problemas, por lo que repuso a través de la imagen de un sapo, ya trabajado y con forma.

Sin embargo, y pese a las buenas intenciones de reparar el daño, se dice que este uniformado murió partido en mil pedazos.

HORMIGAS

Wari prácticamente vencido envía al pueblo Uru, miles de hormigas gigantes desde el Sur y Este, con el objetivo de exterminar a quienes, según el semidios, no quisieron someterse.

Esa última actitud origina que nuevamente la Ñusta actúe y con su honda lleguen piedras hasta dichos seres que son convertidos en arena y para que Wari nunca más aparezca y actúe en contra de los Urus, la bella dama colocó una cruz en la cabeza del lagarto que fue muerto en la zona de Cala Cala.

Se dice que en el lugar donde la misteriosa Ñusta colocó la cruz, se edificó un calvario, que es visitado por los fieles en la Fiesta del Señor de Lagunas. Posteriormente, se cuenta que la misteriosa Ñusta apareció una vez que se dio la conquista, para consolidarse como Patrona de Oruro y en señal de agradecimiento los Urus decidieron vestirse de diablos, personificando a Wari, para someterse, rendirle pleitesía y devoción a la que se dice es la Virgen del Socavón y por la cual se originó una manifestación cultural sin precedentes, que a través de los años creció por la dedicación de sus hijos.

MITOLOGÍA DE LOS URUS

Wari, semidiós en la mitología altiplánica, tenía el atributo de la fuerza. Era un monstruo que dormía en las entrañas de la Cordillera que mira hacia el mar. Un día, supo que los hombres adoraban a Pachacamaj, representado por Inti, luminoso y bienhechor. Despertó de su sueño y decidió acumular con su poder y su fuerza el fuego de las montañas para rivalizar con él, la luz radiante del sol.

En la tierra se sintió conmoción y un estruendo atronador repercutió en las entrañas de los cerros. Wari, quiso apoderarse de Aurora, hija del sol, Wari, que se había enamorado de aquella luminosidad, en su impuro deseo de mancillarla, con fuerte resoplido elevó columnas de humo y fuego por los cielos; pero el sol surgió venciendo a las sombras, hasta que un día ejerció su venganza sobre los hijos de Inti, que cayeron con ingenuidad en la red de las intrigas y el engaño de Wari.

El pueblo apacible de pastores de llamas del Uru-Uru, se había distinguido como el más atento en su culto al sol. Todas las mañanas se le adoraba con las manos en alto, con el cuerpo inclinado y de rodillas, cantando hasta su aparición.

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Ese pueblo, de hombres buenos, había sido precisamente el elegido por Wari para el mal y llegó hasta él. Indicó la prosperidad de los pueblos del valle y señaló, en contraposición, la desolación altiplánica y como resultado, sus disminuidas cosechas; calificó de injusto a Pachacamaj y concluyó levantando el espíritu de rebelión.

Los ingenuos Urus escucharon al impostor. La envidia se apoderó de ellos; la pureza de alma iluminada por Pachacamaj, se tornó sombría; se volvieron hoscos y esquivos, tomaron los bríos de la sedición y se convirtieron en laikas y aisiris (brujos) para dañar al prójimo, En toda esta secuela de odios y perversidades, los preparó e instruyó el perverso Wari; así fue cómo fueron apareciendo gentes tullidas, ganados enfermos; se desencadenaron vientos helados, se precipitaron tormentas de granizo y una serie de desdichas, plagas, desastres y contrariedades.

Cuando algún uru pasaba por los rancheríos del Altiplano, era señal segura que algún mal,. Infestaban las poblaciones con, víboras, lagartos y sapos, probables mensajeros de los Urus. Sus habitantes tomaban proporciones monstruosas o enflaquecían miserablemente.

La gente comentaba entonces:

-El curaca se ha hinchado. -Es cierto. Tiene un sapo en el vientre. - ¡Claro! Ha sido embrujado por los Urus.

Otros decían,

-En Sora-Sora las mujeres han arrojado gusanos por la boca.

Un día apareció una bella Ñusta sin explicar su procedencia, tampoco nadie averiguó ni supo quien era ni de dónde venía. Era hermosa, blanca y esbelta. Su vestidura no estaba ceñida por faja alguna. Una aureola luminosa y resplandeciente, iluminaba su imagen.

La aparecida habló a los Urus. Sólo Dios sabe en qué lengua se dirigió a aquellas gentes. Les recordó el pasado de felicidad en que vivieron, en paz, sin odio, ni maldades ni remordimientos. Les pidió la vuelta hacia la bondad y el amor.

Aquella dulce prédica era matizada con ejemplos y bellísimas parábolas que influyó en sus espíritus que los llevo a la promesa de ser buenos, volviendo a su luminoso pasado de bien y amor entre ellos y sus vecinos.

La luz asomó a las mentes de los Urus. Volvió otra vez a reinar la paz y retornó la tranquilidad a la comarca. Wari, bramó de cólera despertando sus deseos de venganza. Para acabar con los Urus con plagas destructoras y es así que, envió desde sus lares una serpiente monstruosa y horrible, venía del Sur a devorar a los Urus. Espantados, la vieron todos; muchos creyeron llegada la hora del castigo para sus pasados males. La angustia se apoderó de las almas; pero alguien se acordó de la mujer blanca y hermosa que un día los exhortó al bien, pero ella, vestida de blanca saya de bayeta, blandiendo resplandeciente espada, se encaminó por la llanura por entre cuyos cerros y barranqueríos la serpiente asomaba su cabeza. Ante la muchedumbre atónita, aquella mujer, dividió en dos al monstruo que, retorciéndose, murió convertido en rocas, confundiendo su cuerpo con el de las penas y colinas por entre cuyas cimas se la vio avanzar.

Vencido así Wari, envió otra plaga para castigar a los Urus, Del lado Norte un gigante y barrigudo sapo, abriendo enorme boca, que habría de engullirse a aquellos laikas que tanto uso habían hecho de él en sus brujeríos, avanzaba lento. Otra vez, la mujer protectora de aquel pueblo, volvió a reaparecer misteriosamente entre los cerros próximos a cuyos pies se extendía el rancherío de los Urus y desde lo alto del cerro más próximo, hoy llamado Pie de Gallo, hizo girar sobre su cabeza, una honda con una piedra que llegó justamente en la boca del monstruo que al instante quedó convertido en piedra.

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Wari hizo temblar la tierra de rabia e imaginó un tercer castigo. Del lado este, envió un gran lagarto que arrastrándose desde Japu y Murucucala, venía azotando los cerros con su enorme cola. El monstruo, era esta vez terrorífico. Nadie se opondría a su paso y ningún poder sería capaz de acabar con él, cerca de Cala-Cala, la protectora mujer de ocultas fuerzas, salió al encuentro y con agilidad pudo dividir y separar el cuerpo de la cabeza de aquel gigantesco lagarto, con cuya sangre, se fue formando una laguna; su cuerpo, con las patas extendidas, quedó petrificado en los cerros que descienden hacia Cala-Cala.

Vencido así, una vez más, el poder del terrible Wari, envió su cuarta plaga contra el pueblo de los Urus. Hizo salir millones de hormigas de la boca del lagarto que yacía muerto cerca del charco de sangre que formaba la laguna de Cala-Cala.

Huari envía una nueva plaga, se presento dividido en tres sectores la primera cerca del río Tagarete, la segunda por el sector de San pedro y la tercera en jiquilla. La Ñusta hizo girar su honda y las piedras de ella, al llegar a los millones de hormigas, que se extendieron en toda la planicie como un ejército dispuesto a acabar con el rancherío de los Urus, convirtió en montículos de arena y al mismo tiempo, en la cabeza del lagarto, clavó aquella mujer, un madero cruzado por otro de brazos menores que sirvió para ahuyentar para siempre a Wari, que desde entonces, oculto en las entrañas de los cerros brama de vez en cuando.

La fantasía exaltada de esta leyenda tiene su origen probable en la formación rocosa de las montañas próximas a la ciudad de Oruro y que realmente, por caprichos de la naturaleza en la formación geológica de la tierra, se dan estas figuras pétreas, al Norte, Sur, Este y al Oeste de nuestra ciudad.

Ahora nos falta decir quien fue la heroína que salvó a Oruro de las cuatro plagas enviadas por Wari; pues esa hermosa Ñusta, se dice que fue la Virgen del Socavón y que volvió a aparecer cuando los conquistadores habían llegado. Desde entonces es la Patrona de las armas de la ciudad de Oruro, guardiana v protectora de aquel pueblo, convertido hoy gracias a su carnaval en la obra maestra del patrimonio oral e intangible de la humanidad.

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LA VIRGEN DEL SOCAVÓN "EL NINA NINA"

El sábado del carnaval del año de gracia de 1789, con su acompasado andar en la vereda de la calle Andalucía, hoy Chimborazo, de la famosa Villa de Oruro de San Felipe de Austria, un hombre de mediana estatura y con el aspecto exterior de un honrado artesano escondía sus facciones entre los gruesos pliegues de un confortable abrigo; avanzaba sereno su camino, absorto en apariencia en alguna meditación.

Al llegar a la esquina que es hoy la "Cruz Verde" miró con cierto recelo hacia la Casa de Gobierno "Aduana Nacional", abrigó cuidadosamente su cara con un poncho, caló el sombrero, requirió en su seno un objeto largo y apresuró sus pasos con dirección al "Pie de Gallo".

La parte más alta de la que en aquel entonces famosa Villa de San Felipe por sus inmensas riquezas minerales, se extendía en las mismas faldas de los cerros "Pie de Gallo" y "Tetilla".

Después de atravesar varias callejuelas y evitando todo encuentro, llegó a una tapia de mediana elevación, agazapado en un ángulo del estrecho recinto que encerraba aquella tapia. Anselmo Belarmino, que así se llamaba el hombre, hizo luz en su resquero y encendiendo una vela escondida en el seno, la colocó en un candelero de barro.

Momento después podía contemplarse arrodillado, orando fervorosamente ante la Imagen de una Virgen de Candelaria, pintada con notables rasgos y coloridos artísticos en la pared de aquel solar abandonado y casi destruido.

Ciertos informes y extraños antecedentes que recientemente llegó a conocer el comerciante Sebastián Choquiamo, de mediana fortuna, obligaron a éste, pocos días antes de Carnaval, a despedir de su casa y desahuciar rotundamente las pretensiones de matrimonio que había manifestado un novio de su hermosa hija la india Lorenza Choquiamo.

La noche de ese sábado en que Sebastián estaba ausente de su casa; Lorenza atendía en una tienda de su padre situada en el barrio de Conchupata. En eso, con todo el tono de esa seminobleza de la época de nuestro "coloniaje" y apoyando airosamente en una lujosa daga que llevaba al cinto, entró en la tienda de Lorenza un apuesto joven y pidió con imperio una copa de aguardiente.

A la luz vacilante de un candil se podía notar en las facciones de este joven cierto aire sospechoso y algunos rasgos repulsivos a primera impresión. Tenía la frente chata, los ojos pequeños y vivísimos, la nariz aguileña y una espesa barba cubría la mitad de su cara. Devoraba con la vista a Lorenza y sin más trámite ni cumplimiento arrastró con el pie un banquillo y se sentó a saborear su aguardiente junto al mostrador de Lorenza.

Preguntó por el dueño de la casa y después de observar con alguna inquietud los ángulos oscuros de la tienda se arrancó convulsivamente la barba postiza que lo desfiguraba y se dejó reconocer a Lorenza: era su prometido.

En ese tiempo la Villa vivía presa del terror y pánico que llegó a inspirar el famoso bandido Nina-Nina, especie de monstruo que perpetraba sus robos con la mayor audacia y la más astuta sangre fría. Este asesino no pudo ser tomado por la policía, y ni los premios que la autoridad ofrecía por su cabeza, ni las diversas partidas que se organizaban contra él, ni las celadas que se le tendían tuvieron un resultado favorable.

Casi todas las noches de la Real Villa de San Felipe envolvían entre sus sombras y el terror creciente de la vecindad, una víctima del implacable Nina-Nina. Su solo nombre hacía erizar los cabellos de los abuelos que los obligaba a recogerse a sus casas apenas se disipaban las tenues claridades del crepúsculo.

Las siete y media de la noche serían escasamente el sábado de Carnaval que ya citamos, cuando Sebastián Choquiamo se recogía apresuradamente a casa. Media cuadra antes de llegar a su destino, Choquiamo tropezó con

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una pareja que le embarazaba el paso. Cedió respetuosamente la vereda, pero un ahogado "mi padre" que salió del grupo hizo retroceder a Choquiamo. Comprendió en un segundo que su hija fugaba con su pretendiente y entabló con éste una lucha desesperada.

Minutos después, un estridente ¡ay! Hizo vibrar los aires y una masa pesada quedó tendido en el suelo, mientras un hombre y una mujer se alejaban presurosamente del lugar de aquella escena.

Poco después de lo que llevamos narrando, una joven hermosa vestida de negro golpeaba la puerta del Hospital, apoyando su brazo en un joven que casi desfallecía. Hizo instalar con la enfermera a su protegido en el mejor nicho, encargó que llamaran al señor cura y desapareció súbitamente y como por encanto después de dar su bendición al agonizante y hablándole al oído cortas palabras.

Don Carlos Mantilla, párroco de Oruro, en 1789, recibió la confesión del paciente, quien en esos supremos momentos de agonía y teniéndolo aún clavada en la garganta su propia daga, expuso que él era devoto de una Virgen de la Candelaria que existía en un solar abandonado de la ciudad, y a cuya imagen dedicaba todos los sábados una vela; que él era Anselmo Belarmino alias el Nina-Nina y estando próximo a expirar sin confesión en manos de Sebastián Choquiamo, había sido auxiliado por la misma Virgen a quien veneraba.

De aquí nació ese culto frenético que desde entonces se profesa a la Virgen del Socavón.

Folletín Candelizas de la milagrosa Virgen del Socavón".

LEYENDA DEL “CHIRU CHIRU”6

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Por: Victor Montoya

Hacia tiempo que no entraba en el cuarto del Tio. No se si por temor o porque no tenia nada que confesarle. Pero ayer, como pocas veces, me entraron ganas de preguntarle si conocia la leyenda orureña del Nina Nina, ese personaje justiciero que, segun el fabuloso relato de la tradicion oral, tuvo una vida tan misteriosa como su muerte.

El cuarto del Tio estaba impregnado de harto olor a tabaco, coca y alcohol. Apenas me vio aparecer, como gato deslizandome en la oscuridad, giro la cabeza como Regan en “El exorcista”, me ilumino con la brasa de sus ojos, se relamio los labios y me miro un buen rato, hasta que su ronca voz rompio el silencio:

– ¿Que quieres?

–Saber si conoces la leyenda del Nina Nina –conteste desde el umbral de la puerta.

– ¡Ah, carajo! –Dijo–: ¿Y que bicho te ha picado ahora para venir a preguntarme sobre una de las leyendas mas mentadas de Oruro?

–Estuve leyendo la obra de un escritor que hace poco murio fulminado por un ataque cardiaco. El dice en su libro que el Nina Nina era uno de los personajes mas celebre y temidos en las comarcas de la meseta andina.

–Asi fue –afirmo el Tio–. Pero si quieres que te lo cuente, primero sirveme un trago para templar el cuerpo en este frigido invierno. Despues te sientas donde ya sabes y paras las orejas para escuchar la voz de la sabiduria y la experiencia.

Levante la botella que estaba a sus pies y le servi el ultimo chorro en su copa. Luego me sente frente a el, guardando un respetuoso silencio, como cada vez que iba a referirme una leyenda sacada del pozo inagotable de su memoria.

El Tio, cigarrillo en boca y copa en mano, asumio de pronto un aire de cuentero en trance. Respiro profundo y se dispuso a encantarme con las inflexiones de su voz, sus gestos y su ingenio.

–Aqui comienza la leyenda –dijo, y de inmediato solto la cotorra–: El Nina Nina, oriundo de la Real Villa de San Felipe de Austria (actual ciudad de Oruro), era el Robin Hood urbano en los tiempos de la colonia. Vivia en una cueva del cerro Pie de Gallo, vestia en harapos, pedia limosna, recolectaba velas y lucia una cabellera semejante al nido de un pajaro andino que en su trino parecia decir: ¡chiru... chiru! Durante el dia, mientras dormia en un lecho de paja, soñaba con los encantos de una moza del barrio de K’onchupata. Y por las noches, sombrero calado hasta las cejas y poncho al viento, atracaba cuchillo en mano y a sangre fria a los acaudalados mineros de los yacimientos de plata. No tenia escrupulos ni dejaba huellas de sus correrias, pero cumplia a pie juntillas su unico y sagrado lema: robar a los ricos para distribuir el botin entre los pobres.

–Entonces el Nina Nina, aunque no tenia mascarilla, latigo, caballo, capa ni espada, era como el legendario Zorro, amigo de los pobres y enemigo de los ricos –irrumpi de manera espontanea, acaso sin quererlo.

–Era mucho mas que el Zorro –dijo el Tio–. De sus hazañas, contadas de boca en boca, se supo incluso en el virreinato del Rio de la Plata, donde todos se preguntaban quien seria ese buen ladron, que arriesgaba su pellejo a cambio de su caridad por los desprotegidos. De hecho, nadie podia imaginarse que un mendigo, de aspecto indefenso y rostro risueño, representaba una real amenaza para los intereses de los señores de la Real Villa de San Felipe de Austria. Los ricos, desesperados por atraparlo vivo o muerto, lo buscaban dentro y fuera de los socavones. En cambio las familias pobres de los pobres mineros, que trabajaban como mitayos bajo las Ordenanzas del virreinato, se empeñaban en proteger su identidad y su paradero. Asi se mantuvo el Nina Nina por mucho tiempo, hasta que una noche, en un intento por apropiarse de la alforja de un comerciante que simulaba estar dormido, fue mortalmente herido con una daga de doble filo. Al llegar a su cueva, donde se dejo caer entre ¡ayees! de dolor, tuvo

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una revelacion divina como otras veces: ante sus ojos aparecio la Virgen de la Candelaria, quien le auxilio curandole la herida y rezo por el hasta que exhalo su ultimo suspiro. Dias despues de su muerte, los vecinos de la zona del Socavon, al notar la ausencia del pordiosero en las calles, fueron a buscarlo en su refugio, donde encontraron su cadaver, que yacia de cubito dorsal, la mirada al cielo y las manos cruzadas sobre el pecho. Los vecinos, para su gran asombro y consuelo, descubrieron tambien unos cirios al pie de la Virgen pintada en la pared frontal de la cueva. Desde entonces, en la Real Villa de San Felipe de Austria, el Nina Nina se convirtio en el heroe de los pobres; en tanto la santisima Virgen de la Candelaria, a quien le elevaba plegarias y le prendia velas en un acto de profunda devocion, paso a convertirse en la patrona protectora de las familias mineras...

–Parala un momentito, Tio –le corte justo cuando tenia la palabra en la punta de la lengua–. ¿En la ultima parte de tu relato no estaras confundiendo la leyenda del Chiru Chiru con la leyenda del Nina Nina?

– ¡Nada de confusiones! –Respondio sin titubeos–. Segun mi version, y al margen de lo que digan los presbiteros y escribanos, el Chiru Chiru y el Nina Nina eran el mismo personaje, el mismo que durante el dia era el pordiosero de la comarca y por la noche el temible Nina Nina. Asi que ya sabes, el Chiru Chiru y el Nina Nina eran las dos caras de una misma moneda. Lo que pasa es que la gente, como suele ocurrir en los mitos y leyendas cuyos protagonistas son capaces de realizar acciones imaginarias que trasponen la realidad, tenia una gran necesidad de crear un heroe que tuviera no solo una doble vida, sino tambien varios nombres como los niños mimados.

Me quede absorto por un instante. No sabia si creer o desoir sus palabras. Luego manifeste mi duda:

–No se que decirte, Tito, pero tus aseveraciones me confunden demasiado.

–No cabe duda de que eres un cabeza dura –refunfuño, y añadio–: Los seres amados pueden tener varios nombres y varios rostros. Eso ocurre con las Virgenes habidas y por haber. Todas ellas son las replicas de la Virgen Maria, la que concibio a Cristo por obra y gracia del Espiritu Santo. Lo que pasa es que los misioneros, en su afan por evangelizar en las tierras conquistadas a nombre de Dios, del Papa y de los reyes de España, hicieron aparecer, como por actos de milagro, Virgenes de todos los colores y tamaños por doquier...

Ni bien el Tio empezo a meterse en un tema sagrado, vire el curso de la conversacion y le pedi que mejor siguiera contandome la leyenda del bandido Nina Nina.

El Tio no dijo nada, se rasco la nuca, echo una boconada de humo denso y, atravesandome con el fuego de su mirada, sorbio de un solo trago lo poco que quedaba en su copa.

–Una ultima pregunta –le dije– ¿Tu, que siempre estabas sentado en tu galeria, mirabas desde alli todo lo que hacia el Nina Nina?

–No solo lo miraba –replico–, sino que lo protegia tanto como la Virgen del Socavon, mientras no se llevara mis riquezas minerales sin mi permiso. Es mas, le segui los pasos hasta que murio y resucito convertido en leyenda. Y si Dios no lo tiene en su gloria, debe andar en las catacumbas del infierno, atracando guadaña en mano a los poderosos que prefirieron el castigo del fuego que desprenderse de sus riquezas, pues como bien enseñaba Cristo: es mas facil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de los cielos.

Tras escuchar la celebre frase de los evangelios, me despedi del Tio, mientras me levantaba de la silla y miraba en derredor. El me siguio con la luz de su mirada y cerro la puerta con la fuerza de su aliento, antes de quedarse solo y sereno en la oscuridad de su cuarto.

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