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La Vida de San Josemaría Barbastro es una ciudad de la provincia de Huesca (en España). Allí nació Josemaría Escrivá de Balaguer a las diez de la noche del 9 de enero de 1902, en una casa de la calle Mayor que tenía unos balco- nes que daban a la Plaza del Mercado. Cuatro días después, el pequeño fue bautizado en la catedral. Josemaría era un niño nor- mal, alegre, travieso y divertido, pero a los dos años, empezó a tener unas fiebres espantosas. Tras intentar curarle de muchos modos, el médi- co de Barbastro dijo a sus padres: - De esta noche, no pasa. A la mañana siguiente, el médico volvió: - ¿A qué hora ha muerto el niño?, preguntó. - No sólo no ha muerto, doctor -le contestó don José, el padre de Josemaría-, sino que está completamente curado. 2 Josemaría tenía una hermana mayor, Carmen, que había nacido dos años antes que él. Doña Dolores, la madre, era ama de casa, y don José traba- jaba en una tienda de telas y chocolate. Él y doña Dolores, la madre del niño, habían prometido a Dios que, si su hijo se curaba, irían a rezar ante la Virgen de Torreciudad, situada en una ermita construida en unas montañas cercanas. Después de la curación, hicie- ron ese viaje para dar gracias a la Virgen. Sólo se podía lle- gar a través de caminos estre- chos y peligrosos despeñade- ros, pero cumplieron su pro- mesa. Don José fue a pie y doña Dolores, con el niño en brazos, recorrió el trayecto en un caballo. Tuyo soy, para tí nací, ¿qué quieres Jesús de mí? 1

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La Vida de San Josemaría

Barbastro es una ciudad dela provincia de Huesca (enEspaña). Allí nacióJosemaría Escrivá deBalaguer a las diez de lanoche del 9 de enero de1902, en una casa de la calleMayor que tenía unos balco-nes que daban a la Plaza delMercado. Cuatro díasdespués, el pequeño fuebautizado en la catedral.

Josemaría era un niño nor-mal, alegre, travieso ydivertido, pero a los dos años, empezó a tener unas fiebresespantosas. Tras intentar curarle de muchos modos, el médi-co de Barbastro dijo a sus padres:

- De esta noche, no pasa.

A la mañana siguiente, el médico volvió:

- ¿A qué hora ha muerto el niño?, preguntó.

- No sólo no ha muerto, doctor -le contestó don José, el padre deJosemaría-, sino que está completamente curado.

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Josemaría tenía una hermanamayor, Carmen, que habíanacido dos años antes que él.

Doña Dolores, la madre, eraama de casa, y don José traba-jaba en una tienda de telas ychocolate.

Él y doña Dolores, la madredel niño, habían prometido aDios que, si su hijo se curaba,irían a rezar ante la Virgen deTorreciudad, situada en unaermita construida en unasmontañas cercanas.

Después de la curación, hicie-ron ese viaje para dar graciasa la Virgen. Sólo se podía lle-gar a través de caminos estre-chos y peligrosos despeñade-ros, pero cumplieron su pro-mesa.

Don José fue a pie y doña Dolores, con el niño en brazos,recorrió el trayecto en un caballo.

Tuyo soy, para tí nací, ¿qué quieres Jesús de mí?

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Antes de hacer la primeraComunión, Josemaría seconfesó con un sacerdote alque le llevó su madre.

Un religioso escolapio lepreparó para recibir a Jesúspor primera vez y le enseñóuna oración que recordaríatoda su vida. Decía así:

Yo quisiera, Señor, recibiroscon aquella pureza, humil-dad y devoción con que osrecibió vuestra Santísima

Madre, con el espíritu y fer-vor de los santos.

Para él, fue un día muy feliz.

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Poco después de Josemaríanacieron tres hermanitas: Chonen 1905, Lolita en 1907 yRosario en 1909.

Desgraciadamente, su hermanaRosario murió a los nuevemeses de edad.

Luego falleció Lolita, y al pocotiempo Chon.

Josemaría tenía 11 años y, estabatan triste, que decía a su madre:

- El año próximo me toca a mí.

- Hijo mío -le respon-dió su madre-, paraalgo grande te ha deja-do en este mundo laVirgen, porque estabasmás muerto que vivo.

Le recordaba así quela Virgen María lehabía curado de unaenfermedad cuandoera más pequeño.

- No te preocupes -insistió-, que yo te heofrecido a la Virgen yElla cuidará de ti.El cura le puso de penitencia

un huevo frito A los diez años, Josemaría

recibió su primera Comunión

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Un día de invierno, cuandoJosemaría era un joven deunos 15 años, salió temprano.

La nieve alfombraba las calles,y se fijó en unas huellas: erande un fraile que caminabadescalzo.

Lo hacía así para ofrecerle alSeñor un sacrificio, y para imi-tar a Jesús, que llevó una Cruzpor nosotros.

Sorprendido, Josemaría pensó:

- ¿Si otros hacen tantos sacrifi-cios por amor de Dios, yo no voya ser capaz de ofrecerle nada?

A partir de enton-ces, empezó a ir aMisa todos losdías, a confesarsecon más frecuen-cia.

Sentía que Dios lepedía algo, peroaún no sabía qué.

Por eso, decidió hacerse sacer-dote: para estar más libre paraservir al Señor y a los demás.

- Quiero ser sacerdote, le dijoJosemaría a su padre.

A don José se le salta-ron las lágrimas: habíapensado que su hijoiba a ser arquitecto oabogado.

Fue la única vez que levio llorar.

Lloró de alegría, por-que el padre de

Josemaría era un buen cristia-no, pero también le dio pena,porque el sacerdote tiene queser una persona muy sacrifica-da.

Como preparación para ser sacerdote, Josemaría estudió dos añosen el seminario de Logroño y luego se fue a Zaragoza. Al pocotiempo, murió su padre en Logroño.

Con el corazón partido de dolor asistió al entierro, consoló a sufamilia y prometió cuidarles.

El 28 de marzo de 1925, fueordenado sacerdote en laIglesia de San Carlos, enZaragoza.

Celebró por primera vez laMisa por el alma de su padre,en la capilla de la Virgen delPilar.

Más adelante, se fue a vivir aMadrid, donde comenzó adedicar mucho tiempo a aten-der enfermos y dar catequesisa niños y niñas de los barriosmás pobres de la ciudad.

A comienzos de octubre de 1928, don Josemaría decidió dedicarunos días a tratar a Dios, sin otras distracciones.

Para eso, se fue a la casa de los Padres Paúles, unos religiosos quevivían en el centro de Madrid, junto a la Basílica de la MedallaMilagrosa.

Allí, Josemaría rezaba y pedía a Dios que le ayudase a ser un buensacerdote y cumplir su voluntad.

Entonces, el 2 de octubre de 1928, mientras leía a solas lo que habíaescrito esos años en sus ratos de oración, Dios le hizo ver el OpusDei.

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Ilustraciones del libro "Vida y venturas de un borrico de noria", © Paulina Mönckeberg, 2004, © Ediciones Palabra, S.A., 2004

Todos los días, don Josemaría se sentaba en el confesonariopara escuchar la confesión de la gente que venía a pedir per-dón a Dios por sus pecados.

Cuando estaba allí sentado, a primera hora de la mañana,escuchaba unos ruidos metálicos en la iglesia, pero no sabíade qué se trataba, porque desde el confesonario no veía lapuerta de la calle.

Un día, al escuchar de nuevo los ruidos, salió rápidamentedel confesonario y vio a un lechero que entraba con sus cán-taros.

- Oye, ¿qué haces?, le preguntó don Josemaría.

- Yo, Padre, vengo cadamañana, abro y saludo alSeñor. Le digo: Jesús, aquíestá Juan el lechero.

Admirado de la confian-za que ese hombre teníacon Dios, don Josemaríase pasó el día diciendo aJesús:

- Señor, aquí está estedesgraciado, que no te sabeamar como Juan el lechero.

Es decir, le pedía que recordase atodos los cristianos que debemos sersantos, sea cual sea nuestra profe-sión.

No sólo los sacerdotes tienen quellegar al Cielo: también los médicos,los deportistas, los maestros, lasamas de casa, los estudiantes, losagricultores, las modistas, los astro-nautas, etcétera.

Mucha gente había olvidadoque Dios les esperaba en elCielo y en la tierra.

El Fundador del Opus Dei se puso a rezar aún más, a ofrecer muchossacrificios... y también a buscar personas que pudieran entenderle yrecibir la vocación al Opus Dei; es decir, gente corriente que le ayu-dase a extender a otras muchas personas el mensaje que Dios lehabía entregado.

Sus visitas a la Vigen del Pilar eran diarias:

¡Señora, que vea! ¡Señora, que vea!

Ya entonces, el sacerdote tenía muchosamigos jóvenes, a los que pedía que leayudaran a hacer compañía a los enfer-mos de los hospitales. Uno de ellos eraLuis Gordon, que también se hizo delOpus Dei. Una vez, mientras donJosemaría hablaba con un tuberculoso,le dijo: Luis, ¿puedes limpiar este vaso denoche, por favor?

Al verlo lleno de suciedad y escupitajos a Luis se le escapó un gestode asco; pero, sin decir palabra, se fue. Don Josemaría vio que lo lim-piaba a fondo, mientras Luis decía a Jesús, con rostro de contento:¡Jesús, que haga buena cara! Don Josemaría se alegró mucho, porqueLuis estaba haciendo algo por los demás, aunque le costaba mucho.

En cuanto pudo, puso en marchaun piso en la que pudieran vivirjóvenes universitarios. Así, él lespodría hablar del Señor y ayudar-les a ser mejores cristianos.

Al principio, además de estudiary sacar muy buenas notas, teníanque ocuparse de muchos trabajosde la casa: hacían las camas,barrían los cuartos, fregaban pla-tos y preparaban la mesa.

Procuraban hacerlo muy bien yasí se lo ofrecían al Señor.

10www.josemariaescriva.info9 www.josemariaescriva.info

El obispo de Madrid, que se llamaba don Leopoldo, quiso dar la primeraaprobación a la Obra, para que todo el mundo supiera que era un insti-tución muy querida por la Iglesia.

Veinte años más tarde, todos los obispos del mundo se reunieron enRoma, junto al Papa. Querían recordar a todos los cristianos que estamosllamados a ser santos. Josemaría se alegró mucho, porque es lo que lleva-ba predicando años y años.

Pronto comprendió don Josemaría que era necesario que algunos delOpus Dei se hiciesen sacerdotes para servir a la Iglesia y atender espiri-tualmente a las personas de la Obra y a sus amigos. Uno de ellos, donÁlvaro, trabajó muchos años junto al Fundador y -cuando años más tardeJosemaría murió y se fue al Cielo- fue su sucesor al frente del Opus Dei.

Pocos meses más tarde, Josemaríatuvo que irse de Madrid, porquehabía estallado una guerra enEspaña y su vida corría peligro.Cuando terminaron las batallas,regresó a la capital y contemplóque las bombas habían destruído lavivienda, que estaba prácticamenteen ruinas: había que comenzar denuevo.

Don Josemaría y los primeros quele ayudaron a dar a conocer elOpus Dei a muchas personas, trabajaban duro entre semana -eranarquitectos, ingenieros, y de otras muchas profesiones- y el sábadoviajaban en tren a otras ciudades para ir a conocer a más gente paraexplicarles que podían ser santos haciendo muy bien su trabajoofreciéndolo a Dios y tratando bien a sus parientes y amigos.

Como Dios quería que el Opus Deise extendiese por todo el mundo,en 1946 Josemaría viajó a Roma,donde vivía y vive el Papa. Viajó enbarco desde Barcelona y en el marse desató una tormenta tan grandeque poco faltó para que se hundie-ran.

Nada más llegar a Roma se alojócon algunas personas del Opus Deique ya vivían allí, en un piso cercade la Plaza de San Pedro.

Desde el balcón se veían las venta-nas de las habitaciones del Papa, yel Fundador pasó su primera nocheen Roma rezando por el sucesor deSan Pedro, muy emocionado. ElPapa representa a Jesús en la tierra,por eso Josemaría le quería tanto.

Para ayudar a todos y poder hablarles de Jesús, pusieron en mar-cha escuelas para agricultores, universidades, colegios, hospitalesy muchas otras iniciativas.

Pero, sobre todo, cada vez había más gente que aprendía de donJosemaría a hacer muy bien su trabajo y así poder regalárselo a

Dios. Porque a ninguno nosgusta regalar algo feo y cha-pucero.

Muchos se hicieron delOpus Dei, la mayoría sonpersonas casadas, para lasque el matrimonio es sucamino para llegar al Cielo.

Pronto llegaron a Roma estudiantes venidos de todo elmundo para estar cerca del fundador y aprender de él.

Compraron una casa más grande y tuvieron que arreglarlamucho, por lo que siempre les faltaba el dinero; pero no per-dían la alegría ni se quejaban.

Un día de verano, mientras estaban hablando tras la comida,don Josemaría pregun-tó:

-¿Cuánto dinero tenemosen la caja?

- Unas pocas monedas, lecontestaron.

- Pues bajad a comprarunos helados, que ya nosapañaremos, dijo.

Todos se rieron y se alegraron mucho, pues tenían poco dine-ro y casi nunca podían comer helados.

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Ilustraciones de Giorgio del Lungo en el libro "Historia de un sí", ©M. Cárceles / I. Torra, 2004, © Rialp Junior, 1993

Desde entonces, muchas personas comenzaron a rezar a donJosemaría porque estaban convencidos de que ya estaba en elCielo y a pedirle favores grandes y pequeños. El 6 de octubre de2002 se celebró en Roma su canonización.

Cientos de miles de personas siguieron en directo, y muchas máspor radio y televisión, la ceremonia en la que el Papa Juan Pablo IIproclamó que Josemaría Escrivá era santo. ¡Así nos mostró que noes tan difícil llegar al Cielo!

Y llegó el 26 de junio de 1975. Al entrar en su des-pacho a mediodía, Josemaría sufrió una paradadel corazón. Poco después, se murió.

Lo hizo al lado de una imagen de la Virgen deGuadalupe a la que siempre miraba con cariño,por ser la Madre de Dios y también nuestraMadre.

Poco a poco se hicieron rea-lidad muchos sueños, ycomenzó a haber personasdel Opus Dei en todos loscontinentes del mundo.