la traidora

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LA TRAIDORA Al principio era sólo imitación y yo me reía como lo haría un pececillo si pudiera, me tapaba los piños con mi pequeña mano y disfrutaba del juego porque cada vez hacía mejor de mí, me copiaba hasta ese gesto y otros muchos, alguno incluso que yo le había tomado prestados a actrices y cantantes. Si yo me sacudía o movía mi mano derecha hacia delante allí estaba ella, como siempre, como si no hiciera falta espejo. Nos adorábamos. Creíamos que el tiempo se suspendía cuando estábamos juntas. Y éramos, lo creíamos, adorables para cualquiera. Y divinas. Y especiales. Yo más que ella, según ella decía. Tienes una personalidad propia, decía, y yo gozaba con el cumplido. Porque lo era. Por lo menos entonces, y en mi mundo. Porque ella y yo éramos un mundo. 1

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Page 1: La Traidora

LA TRAIDORA

Al principio era sólo imitación y yo me reía como lo haría un pececillo si pudiera, me tapaba

los piños con mi pequeña mano y disfrutaba del juego porque cada vez hacía mejor de mí, me

copiaba hasta ese gesto y otros muchos, alguno incluso que yo le había tomado prestados a

actrices y cantantes.

Si yo me sacudía o movía mi mano derecha hacia delante allí estaba ella, como siempre,

como si no hiciera falta espejo.

Nos adorábamos.

Creíamos que el tiempo se suspendía cuando estábamos juntas. Y éramos, lo creíamos,

adorables para cualquiera.

Y divinas. Y especiales. Yo más que ella, según ella decía.

Tienes una personalidad propia, decía, y yo gozaba con el cumplido. Porque lo era. Por lo

menos entonces, y en mi mundo. Porque ella y yo éramos un mundo.

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Pensé seriamente en ser su amante, pero no lo hice porque ella se acabó pareciendo mucho a

mí. No eran sus imitaciones, eran sus sentimientos, sus silencios, su lenguaje. Y con el tiempo

fueron los vaqueros y las blusas, los estampados y los bolsos, la manera de agarrar

el vaso en los bares o el modo de entrar a los tíos.

Se iba deslizando hacia el lado peligroso del amor, cuando es sólo amistad y todo se

confunde, empezaba a desvariar, se entrometía en mi vida y opinaba como yo cuando yo

había empezado a madurar.

Se había quedado atrás.

Y no tenía gracia.

Y decirle adiós fue como despedir a alguien que te ha servido y me sentí un poco traidora,

incluso de mí misma.

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