la tiviritavara

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Page 1: La Tiviritavara

LA “TIVIRITAVARA”

Fidelema, Margarita, y Nana, siempre han sido putas aunque la gente no prefiera

referirse a ellas en esos términos, incluso yo lo he evitado, mi hijo el otro día me

pregunto por esas mujeres –quienes son ellas papá-, me pregunto con la inocencia que

tiene en todas sus preguntas y su sonrisa de niño feliz. Tristán está en la etapa de

preguntar y -por qué, y po qué-, sin que ninguna respuesta le sea satisfactoria, yo,

turbado por su pregunta que no me esperaba le dije -ellas trabajan para que los hombres

pasen un buen rato después de tanto trabajo, son como enfermeras hijo-, -y po qué-, -

hijo porque los hombres necesitan descasar-, -y po qué-.

Ni modo de echar pasos atrás, -¿necesitas una mamá para ese niño?, me pregunto

Nana-, -no gracias, le respondí en tono serio-. Tristán que iba conmigo de la mano se

despedía de ellas moviendo su manita derecha. Entonces empecé a recordar que estas

mujeres tenían toda la vida en el café “Tiviritavara” el que queda frente a la calle las

palmas, en medio de dos funerarias, ellas ya curtidas por el paso de los años,

conservaban un aire de muchachas frescas y de tiempos mejores, recordaba haber

sacado a papá varias veces de ese lugar, sin que mamá le dijera nada, solo decía –tráelo

antes de que se gaste toda la plata-, yo iba y él me hacia tomar una o dos cervezas y

luego salíamos para la casa, lo que más odiaba de todo era escucharlo con la misma

historia de cómo llego al pueblo y como le toco trabajar, yo le decía – Que si papá,

donde don Segismundo, que sí señor-, para entonces Fidelema, Margarita y Nana ya

estaban en el pueblo, llegaron en la época de la bonanza, en la de los señores, los que

nos gastaban a todos y por qué no decir que nos mantenían, pero luego la cosa se jodio y

empezaron a desaparecer uno por uno. El caso es que ellas hicieron parte del pueblo,

como alguien más que tiene que cumplir una función, iban a misa y comulgaban sin

ningún problema, luego se sentaban sobre la mesa del café a fumar como chimeneas.

Fidelema era de cabello castaño, ojos cafés y de sonrisa fingida, era la que manejaba la

plata de todas, si te querías ligar a una de las tres tenías que arreglar primero con ella,

siempre pedía más de lo que valían y la gente le decía “acuérdate Fidela que ya

pasaron los tiempos buenos” y ella les respondía “¿sí , haber donde se consiguen

mejores putas?” pero al final comprendía que el palo ya no estaba para cucharas y

terminaba por aceptar la propuesta que le hacían.

Page 2: La Tiviritavara

Mamá habló varias veces con ellas como lo hacia todo el mundo, decía que esa

Fidelema si es la cagada, una vez estuvo casada con un doctor, un hombre muy

pudiente, de respeto y lo dejo por otro, todo para terminar en lo que sabemos-, será por

eso que siempre me pareció que llevaba una procesión por dentro, y a la vez tenía un

aire de finura.

-Hijo, ellas hacen un favor social, lo hacen para que todo el mundo este bien y no halla

problemas.

Y po qué?

Margarita si era una morocha, ya con las piernas sueltas y garetas como un alicate,

venía de la costa y fue la primera que llego, lo hizo en un buque de la armada y tubo la

fama de que se acostó con todos, “pobres soldaditos casi los mato”, decía

orgullosamente, sería por eso que era la más solicitada y el que salía decía esa mujer si

sabe echar un “huevo”. Fidelema la obligaba a que cobrara sus polvos porque si por ella

fuera los daría gratis “mija que pecadito, hagámosles el favor a los muchachos”.

También se dijo muchas cosas, entre ellas, que su negro la agarro a golpes, después de

que él llego en una borrachera y la fue cogiendo de costumbre y que como no tenía a

nadie más, se embarcó con los de la armada, primero estuvo por ahí perdida sin hacer

nada, hasta que conoció un soldadito que le pago una pieza por unos días y que casi lo

“seco” por completo, luego le llegó el día de embarcarse y ella le rogó que por favor la

llevara y él le decía “cómo se te ocurre” y cosas por el estilo, hasta que llegaron al

barco y él ya no sabia qué hacer, entonces bajó el sargento Flores “qué es lo que pasa

acá” -“mi sargento que pena pero esta mujer insiste en subirse al barco y zarpar con

nosotros, pero yo lo arreglo mi sargento-” –“espere un momento soldado” y que este

le pregunto que ella que sabia hacer y ella le dijo que de todo, entonces el le había dicho

“de todas maneras, de alguna manera nos tiene que pagar, soldado que la pongan ahí

en mi camarote”.

La negra siempre está a la entrada de “la Tiviritavara” feliz y fumando tabaco,

esperando haber quién pasa para hacer la conversa, por que como costeña habla hasta

por los codos.

A mi me pasaron los años ahora soy uno de los que pudo emigrar para traerles un titulo,

así ellos me dicen licenciado, “licenciado tómese una cerveza con nosotros en la

“Tiviritavara”,” cosa que es bastante normal y casual, pues a veces se puede encontrar

al alcalde con alguna putica en las piernas, de esas que está entrenando doña Fidelema y

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discutiendo con el comandante de la estación del que todo el mundo anda sorprendido

porque parece que viviera en el café, pero mi comandante a que horas trabaja usted-, le

dice el alcalde, ahora tenemos mucha tecnología y con este radio puedo comunicarme

con todos mis hombres y saber en que andan, además ya ellos saben lo que tienen que

hacer-, “y si nos atacan mi comandante”, -“pues ahí si nos jodimos porque nos toca

esperar a que nos manden los refuerzos o llegan o nos matan a todos-, decía el

comandante” todo el mundo se reía, pero cuando lo veían muy tomado alguien se

ofrecía para cuidarle el radio, lo hacían como cuando se tiene un objeto sagrado o algo

muy valioso al cual no se le puede desprender la mirada, el hombre siempre les pasaba

el radio haciéndoles muchas observaciones para recalcar la importancia de este, “si nos

atacan muévelo a frecuencia dos y digan zona roja, zona roja y si no entienden entonces

diles que estoy en la zona de tolerancia”. A nadie le cabía hasta donde llegaba la gracia

del comandante.

Mira Tristán yo te respondo pero por fa, no me estés preguntando por cada respuesta

que te doy. Mira hijo ellas son como profesoras se sientan a hablar con los hombres, les

dan muchos concejos sobre lo que deben hacer en sus negocios, en sus familias,

entiende que es como lo que hace el cura en el confesionario, solo que los hombres

preferimos venir acá.

-¿Y po que…?

En parte era cierto lo que había dicho a Tristán., pues podría decirse que ellas dirigían el

pueblo, aconsejando a muchos de los hombres pudientes que venían a meditar

tomándose una cerveza, luego se acostaban con ellas y salían resueltos, con las cosas

claras de lo que tenían que hacer en sus asuntos, creo que en parte es la razón por la que

las mujeres del pueblo aprendieron a respetarlas. “amor voy a La Tiviritavara”, “bueno

amor pero no llegues tarde”, respondían sus mujeres. A veces tenías que desviar por otra

calle por que lo cierto era que alguien te ofrecía una cerveza y tocaba hacer una parada

obligatoria, parada que en ocasiones salía muy cara, para los que estos sueldos nos sirve

únicamente para el mercado.

De todas, nunca pude llevarme bien con Nana, siempre fue para conmigo muy morbosa

y en cierto grado irrespetuosa, Fidelema y Margarita, le decían, ya cálmate mujer, pero

ella seguía, “es que ustedes a toda hora se van para la ciudad y tienen que conseguirse

una mujer de esas insípida y desabrida, que de seguro no saben ni cocinar, seguro que

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para la cama no tienen sabor, y eso es la misma vaina”-. Nana tenía el cabello

enchicotado, lleno de nudos y tan largo como las vírgenes de pueblo, una cara llena de

manchas solares y unos ojos grandes de india, casi sin cejas y con una piernas morenas,

firmes como de avestruz que reflejaban que había trabajado antes en el campo expuesta

a la intemperie. Nana venía de un pueblo no muy lejos de este, trabajando en las

plataneras o cultivos de arroz, trabajaba un rato por la mañana y luego tenía que ir a

preparar el fiambre a todos los comensales, les llevaba la porción envuelta en hoja de

plátano y amarrado con guascas de la misma, el problema es que los comensales

pensaron que ella era parte del fiambre y la obligaban a acostarse con ellos por ahí a la

sombra de una hoja de plátano, en una de esas se canso y se dirigió río arriba en la

canoa de un pescador, a la que se le entrego resignada con tal de que la llevara a otro

lado, sin nada que hacer vino un día a tomar algo y las muchachas la vieron y le

pidieron que se quedara.

-hijo no más.

Hasta el padrecito Sigifredo estuvo mucho tempo con ellas tomándose una cerveza o

conversándoles de cosas de Dios, Nana siempre le decía “mire padrecito no joda que

nosotros ya somos lo que somos y nos gusta lo que somos”. Y el padrecito ya nunca les

hablo más de Dios, a veces iba y les pedía algún consejo para la iglesia. Así a “La

Tolda” se le fue viendo el progreso con el pasar del tiempo.

Una de las “tantas” que fui a sacar a papá, Nana se quedo mirándome a los ojos y casi

comiéndome con ellos, se mordió los labios con fuerza y me agarro el entrepierne –me

gustan todos los hombres, y me gusta usted niño, -entonces me soltó como si cayera en

cuenta de algo-, pero no me gusta el padrecito porque es márica, yo creo que todos

esos curas son máricas.

Los hombres se sientan en la “Tiviritavara” para hablar con ellas y pedirles algún

consejo; ellas siguen resignadas a orientar todas las generaciones en “la Tolda”.

Domingos hay que viene la gente de uno en uno para poder escuchar lo que ellas tienen

para decirles.

-Son putas hijo, putas, putas…

-¿y po que?