la sociedad del xvii en las «letrillas» mundi

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LA SOCIEDAD DEL XVII EN LAS «LETRILLAS» DE QUEVEDO Francisco MUNDI Iniciamos este comentario de la mano de Dámaso Alonso, el cual en Poesía Española (MadrÍd, 1950) (l), habla así sobre la poesía de Quevedo: ...«es aquí (composiciones burlescas y satíricas) donde la condensaciÓn, pre- ñada de humores rompe el equilibrio idiomático: todo se prensa, se estru ja. Y del estrujón quevedesco, las funciones arquitectónicas resultan transfor- madas». Rafael Alberti, nos dice José Manuel Blecua, ...<<lo ha visto (a Quevedo) presidiendo una'especie de danza de los muertos o de los vivos, las cosas y los sentimientos, en una especie de aquelarre goyesco»: ...«presidiendo la meda de todas las figuras, endriagos fantasmales reales que ríen y lloran en sus sueños. Allí, agarrados de la mano y girando alrededor suyo, los barbe- ros, los soldados, los jueceS, los alguaciles, los médicos, los boticarios, las damas gordas y las flacas, las engañadas y las doncellas que no lo son, los viejos verdes, las suegras, los maridos, maduros para la lidia, los beodos, los truhanes, los embusteros, los calvos, los medio calvos, los calvísimos, las na- rices».,, (2) Este sueño de Alberti es como un recuento de las figuras clásicas de la sociedad. Los prototipos humanos del siglo XVII han sido contados y citados. No es sólo Quevedo, sino también GÓngora (y con la misma garra en la sátira) quienes van a hacer actuar, como figuras de «guiño1» a estos persona Jes. Las letrillas (como las jácaras y los romances) nos van a sumer- gir en el tiempo, y hallándonos ya en el siglo XVII, vamos a comprender el porqué de las burlas y sátiras de Quevedo, dejando para otra ocasiÓn lo que nos diga GÓngora. El siglo XVII es el de la decadencia española. En el reinado de Felipe III se verifica el cambio de coyuntura en nuestra economía. En los primeros años del XVII se produce una aguda crisis que cierra la fase expansiva del Quinientos, e inaugura la depresiva del Seiscientos, no sólo en España sino enrtOdO el occidente europeo. Para nuestro país, el Seiscientos es catastrófi- co. (3) Universitas Tarraconensis. Revista de Filologia, núm. 9, 1985 Publicacions Universitat Rovira i Virgili · ISSN 2604-3432 · https://revistes.urv.cat/index.php/utf

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LA SOCIEDAD DEL XVII EN LAS «LETRILLAS»

DE QUEVEDO

Francisco MUNDI

Iniciamos este comentario de la mano de Dámaso Alonso, el cual enPoesía Española (MadrÍd, 1950) (l), habla así sobre la poesía de Quevedo:

...«es aquí (composiciones burlescas y satíricas) donde la condensaciÓn, pre-ñada de humores rompe el equilibrio idiomático: todo se prensa, se estru ja.

Y del estrujón quevedesco, las funciones arquitectónicas resultan transfor-

madas».Rafael Alberti, nos dice José Manuel Blecua, ...<<lo ha visto (a Quevedo)

presidiendo una'especie de danza de los muertos o de los vivos, las cosas ylos sentimientos, en una especie de aquelarre goyesco»: ...«presidiendo lameda de todas las figuras, endriagos fantasmales reales que ríen y lloran ensus sueños. Allí, agarrados de la mano y girando alrededor suyo, los barbe-ros, los soldados, los jueceS, los alguaciles, los médicos, los boticarios, lasdamas gordas y las flacas, las engañadas y las doncellas que no lo son, losviejos verdes, las suegras, los maridos, maduros para la lidia, los beodos, lostruhanes, los embusteros, los calvos, los medio calvos, los calvísimos, las na-rices».,, (2) Este sueño de Alberti es como un recuento de las figuras clásicasde la sociedad. Los prototipos humanos del siglo XVII han sido contados ycitados. No es sólo Quevedo, sino también GÓngora (y con la misma garraen la sátira) quienes van a hacer actuar, como figuras de «guiño1» a estospersona Jes. Las letrillas (como las jácaras y los romances) nos van a sumer-gir en el tiempo, y hallándonos ya en el siglo XVII, vamos a comprender elporqué de las burlas y sátiras de Quevedo, dejando para otra ocasiÓn lo quenos diga GÓngora.

El siglo XVII es el de la decadencia española. En el reinado de FelipeIII se verifica el cambio de coyuntura en nuestra economía. En los primerosaños del XVII se produce una aguda crisis que cierra la fase expansiva delQuinientos, e inaugura la depresiva del Seiscientos, no sólo en España sinoenrtOdO el occidente europeo. Para nuestro país, el Seiscientos es catastrófi-co. (3)

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38 FRANCISCO MUNDI

La aristocracia fue desplazada en España, como minoría dirigente, porla «oligarquía colegiada» o la presidencia del valido o privado en el régimenpolisinodal de los consejos. Según el duque de Maura la nobleza degeneró

en «oligarquía claudicante, pobretona y pedigüeña>>. Se hizo con el poderFemando de Valenzuela, luego agudamente denominado <<pícaro de los pa- itíos de Palacio». Olivares se lamentaba de da falta de cabezas». Y Quevedo '

dejaba una de sus certeras pullas: «Un ministro en paz se come de gajes,

más que en la guerra pueden gastar diez 1inajes». El culto hidalgo de] honor,

contradictorio con el trabajo, tuvo su máxima profusiÓn. Todos esperaban a

da Iglesia, el mar o la Corte». Las clases humildes fueron las que más per-dieron. La reacción literaria no se pudo hacer esperar. Nació la novela pica-

resca y surgiÓ la poesía satírica. Ambas de intención burlesca, y moralizante.

en el fondo. En ambas participó incisivamente Quevedo, con el Buscón y

con sus sátiras.

El dinero, el elemento quizá más glosado tanto por Quevedo como porGÓngora, es el protagonista del momento econÓmico del Seiscientos. Todo

el siglo sigue la política inflacionista iniciada con Felipe Ill. El desordenmonetario es agudísimo durante el reinado de Felipe IV (que corresponde a

la época de las letrillas) y esta situación se manifesta de dos formas: la mo-neda se rebaja más y más, y su inestabilidad es creciente al añadirse la de-

flaciÓn a la inflación.En la España de Felipe IV y Carlos II sólo existían dos clases sociales

-bien diferenciadas: los privilegiados y los pecheros. Estos (cuyo número as-

cendía a seis millones) equivalían a las clases productoras, que se fueron re-

duciendo debido a las lacras sociales ya mencionadas: picardía, ociosidad,

mendicidad, bandolerismo, etc. Todos los tratadistas han remarcado que la

soberbia altiva y la manía hidalguista y caballeresca afectó también a las

clases plebeyas. Esto es satirizado por los autores de la época. No son sólo

Quevedo y Góngora, sino Saavedra Fajardo, Suárez de Figueroa...

Los cuarenta y cuatro años del reinado de Felipe IV (162 1-1665) (que

nos interesan particularmente en este estudio), fueron la época dorada de la

alegría bulliciosa y de la diversiÓn populachera. Los reinados posteriores

fueron algo más austeros. La aristocracia compartía con el soberano las fies-

tas palaciegas, los deportes y las aficiones literarias, escénicas y galantes. El

pueblo si no podía llegar a los refinados lugares de bullicio y placer de las

clases superiores, se asomaba a ellos cuando podía, participaba en los juegoscolectivos y tenía diversiones propias, ruidosas, alborazadas y a veces des-

compuestas. Durante el siglo XVII se proclama la «deshonra lega1» del tra-bajo, es decir, éste debía estar realizado por el pueblo bajo, pero jamás por rnobles o hidalgos.

Tras la nobleza, en el escalafón de la sociedad, sigue ya el gran estratode los practicantes de oficios liberales. Estos oficios no eran un verdadero

«trabajo» sino una situación más o menos privilegiada según la cual los jue-

?

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ces, abogados, escribanos y otros «1iberales» ejercían la intriga y participa-

ban así en la vida aristocrático-burocrática del país, mezclándose en los «af-

faires» o casos de importancia social. De ahí que un cargo de este tipo nofuese considerado un verdadero «trabajo», sino en muchos casos un privile-

gio.

El clero y los médicos forman dos clases al margen. Se trata de dos gru-pos sociales muy peculiares. El escalafÓn de los clérigos era paralelo al de la

sociedad «mundana». Los Beneficios Eclesiásticos, tan perseguidos, susti-

tuían los cargos y títulos nobiliarios. Entre los destacados en las letrillas yque pertenecen al clero, hallamos sobre todo los abades o los clérigos ambi-

ciosos. Un poco más abajo que los clérigos se situaba el grupo de los médi-

cos, muy maltratados en las letrillas. Su oficio de «curar» es siemPre ridicu-

lizado. Los fallos se relatan grotescamente y se evita toda relación que pue-da ensalzarlos. Por un lado es un oficio <ananua1» y tiene todos sus sinsabo-

res, por otro es «1iberal» y por ello sus practicantes son obligados a asegurarlos diagnósticos bajo la pena del eterno hazmerreír. "

' Los zapateros, sastres, herreros, mercaderes, barberos, alguaciles... sonlos restantes protagjnistas de las letrillas, tomados frecuentemente paraejemplificar una idea moralizadora, más que como objeto de burla. Nuestros

autores pocas veces se ríen con crueldad de estas clases bajas. Ironizan su

ingenuidad, pero jamás se ensañan con ellas.Junto al tema del dinero, el más tratado por cantidad de apariciones y

alusiones, está el de las mujeres: doncella, viuda, casada, la «muy traída», la«deslenguada», la «promocionada», la «fáci1», la «doncella falsa». la«dama», la «vieja», la «mu jer comercio», etc., aparecen con asiduidad. yjunto a algunos de esos tipos de mujer el <<marido burlado». Como vemos.los matices proliferan en torno a la figura femenina. Cada ocasión, cada for-

ma de ser, constituye un «tipo». Nuestros autores, sí se ensañan con los vi-cios o defectos de las mu jeres. La coquetería, la vanidad, la falsedad, el atre-vimiento, el poco recato, la falta de honor... deben ser denunciados y confuerza.

El tema que pÚede englobar todas las escalas sociales, los sexos y las si-tuaciones, es el del orgullo o deseo de ascenso en la sociedad. Sólo mencio-nando este defecto común o lacra social, tenemos resumido en un conceptoaquello que las letrillas pretenden delatar.

Podría tratarse de que Quevedo, o GÓngora, intentaran jugar literaria-mente, hacer «pura forma»... Pero es demasiado significativa la insistenciaen este punto. Ello lleva a la conclusiÓn de que como siempre .y en todas lasépocas, la sociedad del XVII pudo perderse por el egoísmo.

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LETRILLA 647 (4)

«Este mundo es juego de bams, que sólo el que roba triunfa y manda»

Parece quela tesis de Quevedo consiste en demostrar que el ser ladrón

es más digno que ser escribano, caballero, alguacil, letrado, casado o juez en

la sociedad del siglo XVII. Hace un paralelo constante entre el ladrón y

cada uno de esos personajes de la sociedad. Observemos el comienzo:

Toda esta vida es hurtar,no es el ser ladrón afrenta,que como este mundo es venta,

en él es propio el robar.

Compara el mundo con una <<venta» y da por sentado que en ese mo-.mentó histÓrico es normal el que el intercambio comercial se realice bajo el

significado del fraude. Quedan muy mal con ello los comerciantes, otro de

los sectores de la sociedad que muy veladamente ataca Quevedo. La socie-

dad es tirana, sólo acepta al rico, aunque se sepa que es ladrón:

Nadie verás castigar

porque huna plata o cobre:

que al que azotan es por pobrede suerte, favor y trazas.

El escribano, usando de su pericia con letras y leyes compite con el la-

drón más experimentado:

y con hurtar escribiendo,Id que hurta no se escribe.

El hombre enriquecido por medios ilícitos sube al lugar más alto de la

sociedad, y llega a superar en honra y abolengo a los apellidos de la noble-

za:

y es linaje más honradoel hurtar que el ser Hurtado:(... ...)

Mejor es, si se repara,

para ser gran caballero,el ser ladrÓn de dineroque ser LadrÓn de Guevara.

I

La estafa y el robo penetran en todos los sectores sociales, y no es sólo

la riqueza, sino otros valores, como e] poder, la justicia y el honor, los que

pueden hurtarse, y de hecho se hurtan, en esta sociedad del siglo XVII:

El alguacil con su vara,con sus leyes el letrado,con su mujer el casado

hurtan en públicas plazas.

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El juez, en la pluma de Quevedo, pierde el valor de máximo represen-

tante de la justicia y se nos representa, de forma generalizada, como un ser

astuto e interesado:

Protector es de los gatos,

porque rellenarlos gusta;

Los gatos (ladrones) son protegidos por el juez <<porque hasta en la pa-

sión es parecido a Pilatos» y a la vez gusta de rellenar secretamente esos

«gatos» (bolsillos para llevar el dinero) mediante los «injustos tratos» por los

que «cobra de malo opiniÓn».

Por fin, los que medran a la sombra del rico son ridiculizados también.

Esos seres aduladores y .rastreros:

por el que beben los vientos,es al que la capa comen;no hay suerte que no le tomencon embustes y trapazas:

A pesar del hipérbaton es muy evidente el sentido de estos versos, esos

elementos mezquinÓs comen a la capa del poderoso por el que beben los

vientos, y a ese señor es posible tormarle cualquier suerte por medio de em-

bustes.Así, con esta décima deprimente termina la letrilla. No es sólo un canto ;

' al robo, al hurto en forma violenta, sino al engaño, al disimulo y a la hipo-

.

cresía de una sociedad que se está descomponiendo.

LETRILLA 645

«Con su pan se Jo coma»

Y en el desfile de personajes representativos no falta tampoco el con-junto de defectos menores, los vicios que sin ser lacras profundas restan

bondad al grupo social. Esta letrilla nos habla del viejo que pretende camu-flar su edad ennegreciendo sus cabellos blancos. Quevedo escribe:

que amanezca negro cuervo,durmiendo blanca paloma,

pero con su indolencia habitual y estudiada añade:

con su pan se to coma.

Este verso de vuelta es repetido en todos los casos que la letrilla anota.En segundo término aparece la mujer «muy traída» y que a pesar de ca-

sarse envejecida y concebir cada año «no concibe el engaño del que con ella

se casa». La paradoja aquí presente, la metáfora y el hipérbaton se dan entodo el poema con intensidad y gracia. Tras el retrato de esa mujer poco

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agraciada y nada lista aparece el de aquella que casada con un necio obtienegrandes beneficios por su agudeza y comportamiento ligero. Así:

que case con bendiciónla blanca con el comado,sin que venga dispensado

el parentesco de Roma,

el doble sentido de «comado» (de <<moneda» y de «cuerno») nos aclara Iq

que Quevedo critica festivamente. La tercera imagen de mujer que aparece

es la «deslenguada», hipócrita que siempre se persigna:

y Calvario quiera ser

cuando en los vicios Sodoma,

El sastre, engañador por excelencia, conocido por todos en su forma de

enredar, queda definido en estos dos versos:

que las faltas en sus obras,

sean para su casa sobras,

Lo que quita a los otros queda para él y su lucro personal.La falta de honestidad profesional, la carencia total de honra en la mu-

jer y la necedad de la misma forman el bloque ideológico en esta letrilla

quevedesca.

LETRILLA 646«Chitón»

Hallamos aquí un término: «chitÓn» que repitiéndose periódicamente

parece querer crear un ambiente de secreto, de oscuridad o intento de velarlas cosas. Debe mantenerse escondido todo to que se insinúa:

pues vemos que por callara nadie se hizo proceso.

La sociedad que, individualmente en unos pocos elementos, sale a relu-cir, está formada por los que tienen algo que disimular, los hipócritas o los

falsos.

l) Abades y letrados pueden peligrar en sus estados o profesiones porcausa de las mujeres, pero «Si en los estrados las vieres l que ganan más que

el varÓn, l chitón>>.

2) Puede existir alguien (jumento) que pretenda creer en la doncellez de

una muchacha «más catada que colmena, más probada que argumento». Aello Quevedo se limita a decir «chitón».

3) El marido dominado que pretende <<ser en una escuadra cabo, siendocabo de cuchillo>> es aquí puesto también en evidencia.

4) Otra vez el sastre avaro cuyos dedales «esmalten un doblón y otro

.

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doblón».5) El letrado es aquí engañado por una mu jer bella, la cual le hace rico

«más por buen parecer della, que por su buen parecer».

6) La joven (Juanilla) que aprovechando sus gracias estafa a los dive rsos

l galanes, halagándose con sus tonos y pidiendo «sin ton ni son», también es-

conde sus mañas y artificios, pero vive gracias a ellos.

7) Y por último la mujer de mala vida no niega sus favores a nadie a

pesar de que «echará cuatro caballos, que los sabe bien echar», («caballo»

enfermedad venérea).

8) Tampoco la doncella niega su virginidad, cuando debería hacerlo, yasí reclama para ella la <<palma» cuando <<es dátil su doncellez». '

Sin embargo todo queda velado:

y que Id apruebe el juez

por la sangre de un pichón,chitOn. "

' Todo lo que Quevedo ha glosado debe permanecer para siempre en el

silencio. Él pide un «chitÓn» por todo lo que ha dicho.

Alude cori ello "a la falsedad y disimulo de la sociedad de su época. El

pecado, si escondido, parece decir, es menos pecado, y hasta deja de serlo,

en las mentaiidades de sus autores.

lLETRILLA 648«Pícaros hay con ventura de los que conozco yo, y pícaros hay que no»

En la primera glosa Quevedo trata de satirizar al hombre que asciende

rápidamente al poder por vías fáciles. Es el típico ambicioso que medra a la

sombra de la Corte hasta conseguir lo que en ella se ha propuesto:

E] que si ayer se mu rieramisas no podía mandar,hoy, a fuerza del hurtar,mandar todo el mundo espera.

El poderoso que ha subido por el camino ilícito del hurto, seguirá hur-tando una vez se halle en pleno disfrute del lugar privilegiado:

Y el que quitaba a cualquierael sombrero de mil modos.

hoy quita la capa a todos,desvanecido en la altura.

l Sin embargo es didícil mantenerse cuando se ha llegado a las alturas:

Yo he visto en breve intervalomás de alguna señoríaque el mando y palo tenia,y ya tiene sólo el palo.

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Insiste en la caída rápida y desgraciada de muchas señorías fáciles que

ven convertir su alcurnia despótica en cruel castigo:

Yo la vi con granregalo,

y sobre silla en dosel;

ya veo la silla sobre él,

castigando su locura.

Y estos poderosos arribistas, locos... provienen por lo general de oríge-

nes poco honestos. Su ascendencia es oscura:

Alguno vi que subía,

que no alcanzaba anteayer

ramo de quien descender,

sino el de su picardía.

Y por fin critica el hecho de que el dinero, en ocasiones, sirva para que

muchos de estos se'ñofés, cuya sangre es judía, pasen por perfectos y limpios

cristianos:

Y he visto sangre judíahacerla el mucho caudal

k

(como papagayo real)clara ya su vena oscura.

El hombre que piensa comprar a una dama por dineros puede verse en-

gañado y así' perder la mujer y la riqueza.

Alguno vi yo triunfarque ya, por cierta doncella,de andar sin parar tras ella,

no tiene tras qué parar.

Este recién llegado a la cumbre social y enriquecido recientemente,

piensa que el dinero todo lo consigue, pero le falta astucia. Así, la dama,

versada en las intrigas cortesanas pierde al caballero confiado, el cual:

Cuando en cueros pensó hallara su dama por dineros,

' a sí propio se halló en cueros

robado de su hermosura.

La última sátira que Quevedo lanza contra los caballeros de falso linaje,

sin ninguna solera social, se refiere a la cobardía. Este hombre no conoceni

tan sólo su oficio violento y arrojado.

Yo conocí caballero

que nunca se conoció,y jamás armas tocósino en sello o en dinero,

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Y tras esta burla, sigue insistiendo en la presunción y fatuidad del que

pregona unos <<servicios» militares, jamás conocidos ni realizados. Quevedo,

con su ironía que no perdona, compara estos «servicios>> con aquéllos, tan

humildes y grotescos, de las «fregonas» a las diez de la noche. (Alude a la

costumbre de arrojar el agua sucia o verter los «servicios», al grito de

«¡Agua va!»):

Después le he visto guerrero,

y sin ver Flandes, pregona

más servicios que Regona

a las diez en noche oscura.

LETRILLA 649

«La µ)breza. El dinero»

Esta pieza, cuyo corto estribillo es alternativamente: «La pobreza» l «E1

dinero», va glosando las cualidades de las dos situaciones pecuniarias máS

extremas. Agruparemos los versos dedicados a cada una de ellas.

La pobreza: Considera el poeta que no debe esconderse, a pesar de ser

muy amarga, tanto.en el alma como en la boca. La falta de recursos mate-riales remueve aquello que en el hombre estaba más quieto, azuza el enten-dimiento, mueve la voluntad, reanima todas las actitudes pasivas:

Sépase, pues libertadha engendrado en mi pereza

LA POBREZA

Esta pobreza es capaz de realizar casi milagros. Lo que casi nadie ninada puede lograr —espantar al rey el cetro y la corona, ser santo sin ser ley,hacer levantar con humildad la cabeza a los cielos- lo logra ella con sólo

aparecer y mostrarse a cualquiera de los mortales, sea rey, o un simple vasa-llo. Sólo ella acerca al hombre a la virtud. Es'el revulsivo contra el pecado.

Sin embargo, a pesar de que la pobreza <<aleja del suelo la gloria vana»,y hemos visto que lleva por el camino recto... También el poeta va a encon-trar algo en ella que no le gusta:

¿Quién siendo toda cristiana,tiene la cara de hereje?

Puede aludir a dos cosas: que por lo general la riqueza está en manoscristianas, o bien que por to horrible que parece a todo mortal, la pobreza«tiene cara de hereje».

Y por último, a la carencia de lo material se le puede achacar «e1 des-precio y la tristeza» que «aquejan» al hombre que se halla en situaciÓn depobre. Quevedo parece pretender decimos que la virtud, por lo difícil, mu-chas

veces se nos presenta con una cara bastante agria y deprimente, todo yreconociendo sus efectos beneficiosos y santificadores,.

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EL DINERO

Es un verdadero talismán que todo lo que puede cambiar, a gusto del '

que lo posee:

¿Quién hace al tuerto galán :

y prudente al sin consejo?

¿Quién al avariento viejole sirve de río Jordán?¿Quién hace de piedras pan,

sin ser el Dios verdadero?

Es clarísima la forma cómo el poeta habla de la riqueza y satiriza la po-

sesión de la misma. La suerte está de parte del rico, que, si es viejo, rejuve-

nece como el leproso Naamán al bañarse en el Jordán.

Lo logra todo:

¿Quién los jueces con pasión,sin ser ungüento, hace humanos,pues untándolos las manoslos hablanda el corazÓn?

El dinero, con no ser un «ungüento» o un licor mágico, puede volver '

humanos a los que no tienen nada de eso: los jueces, sólo con vertérselo en

las manos... ,

¿Quién gasta su opilaciÓn

con oro y no con acero?

La opilaciÓn (obstrucción al paso) se cura o se mengua con el' oro, y no

con acero. (El agua de acero, o ferruginosa, era tomada por las mujeres para

curar su opilaciÓn). La última glosa no hace más que ejemplificar con fuer-

za y reiteradamente el poder total del dinero erj la sociedad del momento:

¿Quién la montaña derribaal valle; la hermosa al feo?

¿Quién podrá cuanto el deseo,

aunque imposible, conciba?¿.y quién to dc abajo arribavuelve en el mundo ligero?

El dinero

LETRILLA 660

«Poderoso caballero l es don Dinero»

Es un canto total al dinero, gran protagonista, como hemos visto, del si-

glo XVII. Estamos ante una de las comparaciones satíricas de más bella

construcciÓn.

Su elegancia contrasta con algunas de las letrillas de Quevedo, en oca-

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siones con rasgos grotescos muy marcados. La ironía de la primera estrofa es

total, el poeta canta su posición frente al dinero, y con ello no pretende re-

tratarse él, sino hacer una pintura satírica de la ambición general que do-

mina su época.

Madre, yo al oro me humillo;él es mi amante y mi amado,pues, de puro enamorado,de contino anda amarillo;

El origen del dinero, su vida y su muerte son resumidos de este modo:

Nace en las Indias honrado,donde el mundo le acompaña;viene a morir en España,

y es en Génova enterrado.

España es quien dilapida el oro y los banqueros genoveses quienes lo

entierran definitivamente.El oro es «galán», <<persona de gran valor» y «tan cristiano como "

mÓro». Se acepta en todas partes, su personalidad es plural y variada. Todosle conocen y le aman. Además el poder del dinero «da y quita el decoro» y "

«quebranta cualquier fuero». En una sociedad totalmente escindida en cate-gorías, to único que puede igualar al «duque» y al «ganadero» es la riqueza.Sigue:

MaS ¿a quién no maravillaver en su gloria sin tasa

que es to menos de su casadoña Blanca de Castilla?

Moneda de poco valor era la «blanca», y de ahí los versos precedentes.El afán que tiene la nobleza, de ir escalando puestos y de adquirir títu-

los, sólo se cumple cuando se posee dinero. Así Quevedo, conocedor de laambición de los nobles dice:

Sus escudos de armas nobles

son siempre tan principales,que sin sus escudos reales

no hay escudos de armas dobles:

Sin los escudos reales (monedas, oro) no hay escudos de armas dobles(escudos nobiliarios con las figuras de las dos armas cruzadas).

En la siguiente estrofa el dinero es tachado de «dar tan buenos conse-jos» y por ello «en las casas de los viejos, gatos le guardan de gatos». Estejuego de palabras alude a la costumbre de guardar las monedas en unos bol-sones llamados «gatos». Dichas bolsas esconden el oro a los otros «gatos»que 'son los ladrones.

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Sigue así:

Y pues él rompe recatos'.

y ablanda al juez más severo,

Insiste en la fuerza total del dinero, que todo lo puede: rompe las mo-

destias y compra hasta los jueces más severos. Las demás estrofas siguen ala-

bando los poderes totales de la riqueza: «da calidad al 'noble y al pordiose-

ro». Las damas <<a las caras de un doblÓn hacen sus caras baratas», y por úl-

timo jugando con el significado de los términos dice:

Más valen en cualquier tierra(¡mirad si es harto sagaz!)

Sus escudos en la paz

que rodelas en la guerra.

LETRILLA 667

«Después que me vi en Madrid, yo os diré 10 que vi»

Esta letrilla, fechada en 1604 por Amana Marin l') corresponde a la

época en que Quevedo, estudiante aún, se halla en Valladolid. Un año más

tarde, la Corte es trasladada de nuevo a Madrid (cuando era reciente el naci-

miento de Felipe IV). Con la marcha de la Corte, el poeta queda algo des-

plazado, por motivos familiares y artísticos. Entonces, reemprendre camino

hacia la capital junto a su tutor Agustín de Villanueva. El efecto que Ma- '

drid produce a Quevedo tras unos años de ausencia (los del traslado de la

Corte) son el motivo de estos versos, interesantes por contener una opinión

completa sobre el ambiente social madrileño a principios del siglo XVII. El

aire general del poema es de desarraigo, de dolor seco, apenas nostálgico,

por un esplendor pasado y no recuperado. El derroche ha terminado con la

ciudad. De la perenne alegría cortesana parece que se ha pasado (con el si-

glo) al frío malestar, a la miseria más honda. La letrilla es como el ambiente

que se respiraba, como la visiÓn helada y muerta que la ciudad da de sí mis-

ma:

Vi una alameda excelente:

que a Madrid el tiempo airadode sus bienes le ha dejadolas raíces, solamente;vi los ojos de una puente,ciegos a puro llorar;

· los pájaros vi cantar;las gentes llorar oí.

.La alameda, constituida por las «raíces de los bienes>> es todo 10 que

resta; también menciona Quevedo cómo los «ojos de la puente» estaban

«ciegos a puro 1lorar». Puede que el autor haga alusión a la falta de vivien-

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LA SOCIEDAD DEL XVII EN LAS ,«LETRILLAS» DE QUEVEDO 49

das y al desfase entre población y espacio habitable. Los «ojos de la puente»

podían haberse improvisado como hogar de pícaros, vagabundos, mendi-

gos... La falta de «bienes» y las muestras de miseria por doquier, retratan la

capital, la Corte.

Los médicos, muertos de hambre, no matan ni el mismo (hambre). Los

barberos tampoco tienen trabajo; los habitantes de Madrid son pocos, han

menguado, y los que quedan procuran no tener que gastar su poca fortuna

en manos del médico o del barbero (casi un lujo este último).

Médicos vi en el lugar,que sus desdichas rejnatan,y la hambre no la matan

· por ho haber ya qué matar;vi a los barberos jurarque en susj' casas, en seis días,

por sobrar' tantas bacías,

no entraba maravedí.Yo os diré Lo que vi.

Y Quevedo sigúé relatando to que vio:

Vi de pobres tal en jambre,y una hambre tan cruel,

No puede ser más explícito su testimonio. Por lo cómico resulta casicruel. Y viene la nota irónica:

vi, por conservar la estambre,pedir hidalgos honradosal reloj cuartos prestados,

y aún quizá yo los pedí.

La ambivalencia de la palabra «cuartos» sirve aquí como recurso litera-rio. Es gracioso, pero denunciador; la sátira nos recuerda una vez más la

gran verdad de los hidalgos «de estambre» que por conservar su «honra»respetan la «deshonra lega1» del trabajo, y acongiéndose a esta concepciÓnpiden cuartos prestados... hasta al reloj...

El poeta ve:.

Vi mil fuentes celebradas, '

que son, aunque agua Jes sobre,

fuentes en cuerpo de pobre,

que dan lástima miradas;

Quizá la fuente, cuya única riqueza era el agua, estaba muy concurrida

por la gente misérrima... y por eso todas ellas son «fuentes en cuerpo de po-,bre». También es probable que su estado, su limpieza, tuviese que desear«...que dan lástima miradas...».

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SO FRANCISCO MUNDI

«Vi muchas puertas cerradas...» se refiere a las casas selladas, abando-

nadas por la peste o por la miseria... O lugares donde negaban la limosna.

«Y un pueblo echado por puertas...»: los que huyen buscando parajes

más propicios, en Lo económico o incluso en lo político.

de sed vi lámparas muertasen los templos que corrí.

Hasta los templos son pasto de la caída económica. Nadie puede derro-

char ni un ápice de aceite...

La última estrofa, muy transtornada por el hipérbaton, es, a pesar de

ello, clara y tajante:

Vi un lugar a quien su norte

arrojó de las estrellas,que, aunque agora está con mellas,

yo le conocí con corte.

Este primer fragmento no necesita comentario. La Corte, al irse, dejó

las mellas, las carencias, las necesidades...

No hay quien sus males soporte,pues por no le ver su río,huyendo corre con brío

y es arroyo baladí.

Nadie puede soportar los males hasta aquí enumerados; incluso el río,

que antes, potente y caudaloso se deslizaba, corre ahora como arroyo aloca-

do, para no entretenerse en contemplar la caída de la ciudad.

En un próximo artículo haremos un estudio similar al presente, basán-

donos en Góngora. Entonces formularemos unas conclusiones generales.

NOTAS

l.- Citado por José Manuel Blecua en Francisco de Quevedo, Poemas Escogidos, Madrid, Cas-

talia, 1974, p. 28.

2.- Citado por José Manuel Blecua en o.c., pp. 35 y 36.

3.- Véase: Pierre Vitar, Caialunya dins 1'Espanya Moderna (El medí histOric) 2, Barcelona, Ed.

62, 1964, pp. 31 l y SS.

4.- Tomamos la numeración de las letrillas de: Francisco de Quevedo, Obras Completas, l,

Poesía original, ediciÓn de J.M. Blecua, Barcelona, Planeta, 1963.

5.- Nota anterior, pp. XX y 729.

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