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CAPíTULO 1 LA SITUACIóN HISTóRICA Husserl es el fundador de la Filosofía fenomenológica, el movimiento más importante de la vida filosófica alemana ' y uno de los más trascendentales del mundo. Para hallar una renovación de una importancia análoga habríamos de referir- nos a la que promovió en Francia, casi en la misma época, Bergson. Su influencia fué inmensa y es todavía profunda y amplia, pero no ruidosa como lo fué, en su tiempo, la de las diversas escuelas neokantianas o la del positivismo o el pragmatismo. No 10 es en su exposición ceñida y abstracta, ni 10 fué en el ejercicio de su actividad docente, objetiva y exigente. Formado en la ciencia matemática, su investigación tiene una fisonomía estrictamente científica que le aleja de toda sugestión personal. Husserl es todo lo contrario de una personalidad "brillante". No es solemne ni profético. Se lo impide su concepción de la filosofía "como ciencia rigurosa'" que no depende tanto de la intuición creadora del genio como de la colaboración de los hombres y de las generaciones. En Alemania, entre la multitud de sus discípulos estrictos se han señalado ya dos figuras del más alto relieve: Max Sche- ler y Heidegger. Hombres eminentes, procedentes de las más diversas escuelas -Nicolai Hartmann, Lask, Pfander, Jas- pers ...- han sufrido la influencia decisiva de su personalidad. 9

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CAPíTULO 1

LA SITUACIóN HISTóRICA

Husserl es el fundador de la Filosofía fenomenológica, el movimiento más importante de la vida filosófica alemana ' y uno de los más trascendentales del mundo. Para hallar una renovación de una importancia análoga habríamos de referir­nos a la que promovió en Francia, casi en la misma época, Bergson.

Su influencia fué inmensa y es todavía profunda y amplia, pero no ruidosa como lo fué, en su tiempo, la de las diversas escuelas neokantianas o la del positivismo o el pragmatismo. No 10 es en su exposición ceñida y abstracta, ni 10 fué en el ejercicio de su actividad docente, objetiva y exigente. Formado en la ciencia matemática, su investigación tiene una fisonomía estrictamente científica que le aleja de toda sugestión personal. Husserl es todo lo contrario de una personalidad "brillante". No es solemne ni profético. Se lo impide su concepción de la filosofía "como ciencia rigurosa'" que no depende tanto de la intuición creadora del genio como de la colaboración de los hombres y de las generaciones.

En Alemania, entre la multitud de sus discípulos estrictos se han señalado ya dos figuras del más alto relieve: Max Sche­ler y Heidegger. Hombres eminentes, procedentes de las más diversas escuelas -Nicolai Hartmann, Lask, Pfander, Jas­pers ... - han sufrido la influencia decisiva de su personalidad.

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Más allá del pensamiento estrictamente filosófico la Feno­menología ha 'contribuído de la manera más decidida a la re­novación de los métodos y de las orientaciones de las ciencias. La Psicología, la Biología, la Psiquiatría, la Medicina interna, la Jurisprudencia, las Ciencias del Espíritu, la Teología . .. han hallado en el espíritu de la nueva escuela una fuente in­agotable de problemas y sugestiones y un ensanchamiento insospechado de los horizontes de su investigación.

Fuera de Alemania la investigación fenomenológica halló una amplia repercusión en el drculo filosófico de Praga. En España ejerció muy pronto una influencia fecunda en las Uni­versidades de Madrid y de Barcelona e irradió, a partir de ellas, de una manera difusa, a todos los ámbitos de la cultura. Lo mismo ocurrió en Hispano-América y muy especialmente en la Universidad de Buenos Aires. En el momento actual, los temas puestos a discusión por las diversas escuelas fenomeno­lógicas y sus derivaciones constituyen, en el mundo entero, el núcleo de las más vivas discusiones.

Husserl nació en Prossnitz, en 8 de abril de 1859. ~di­cado originariamente a la ciencia matemática, forma su perso­nalidad filosófica en la escuela de Brentano, que ejercía en Viena y en Praga, en aquel momento, una influencia decisiva y aislada. El pensamiento de Brentano, sólidamente estructu­rado en la tradición aristotélica y en el estudio directo de los textos griegos, choca con el predominante y ampliamente di­fundido de la escuela neokantiana de Marburgo, representada principalmente por Cohen y Natorp. El predominio ulterior de la Fenomenología y la desaparición casi súbita de la influen­cia neokantiana, dan a la escuela vienesa un relieve universal. Las investigaciones lógi'cas de Bolzano, filósofo poco conocido en su tiempo, son decisivas para la elaboración de la teoría de la "objetividad" . El influjo de ambos entronca el pensamien­to de Husserl con la gran tradición de la filosofía escolástica, y lo pone en íntima conexión con Meinong, uno de los discí-

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pulos más destacados de la escuela vienesa. A ello es preciso añadir la sugestión de la psicología de Stumpf, orientada en la descripción introspectiva Y vinculada a las clásicas investiga­ciones de Helmholtz sobre el sonido.

A pesar de todo, Husserl perte~ece en esenda a la corriente del idealismo moderno que, a partir de Descartes, pasa por la filosofía trascendental de Kant. Frente a ella, con un gesto ampliamente integrador", intenta ser al mismo tiempo, conti­nuación y superación.

Téngase en cuenta, en fin. que su pensamiento ha evolu­cionado con independencia a partir de la Matemática y que sus coincidencias con los grandes sistemas de la Historia del pen­samiento obedecen casi siempre más que a un influjo directo al hallazgo de soluciones análogas en el trato directo con las cosas.

Fué PrivatdO'zent en Halle y profesor ordinario en Gotinga en 1900 yen Friburgo en 1916. Poco estimado de sus colegas. los años de su profesorado en Gotinga son los más fecundos de su vida de pensador. En Friburgo sucede a Rickert -jubi­lado en 1929- y le sucede. después de su propia jubilación. su discípulo Heidegger.

Ya en su madurez opuso reservas a las derivaciones que resultaban de su pensamiento por obra de Max Scheler y se sintió incomprendido. Frente a las elucubraciones de Heideg­ger formuló en los últimos años de su vida su desaprobación formal y vió en la llamada Filosofía "existencial" un peligro para su obra. Contra las tendencias "antropocéntricas" de aquellos pensadores acentúa su "idealismo trascendental" y lo vincula al idealismo que se inicia con el pensamiento de Des­cartes. Comparte · con éste la convicción de que la Filosofía "como ciencia rigurosa", orientada en las exigencias más estric­tas de las ciencias exactas, conseguirá dar a la Humanidad una

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cultura que la oriente y le sirva de guía en sus pasos sobre la tierra.

Esta creencia articula su pensamiento a una tradición más amplia . . Desde su nacimiento en Grecia, la Filosofía europea ha cifrado su pretensión más alta en el dominio de la Razón y en la renuncia expresa a todo intento despótico, a toda cons­tricción "sobrenatural", a toda imposición de la fuerza o de la sugestión irracional. Sólo es posible llegar a la convivencia y a la armonía por la libre convicción vinculada a la eviden­cia. Para llegar a la sabiduría es preciso impregnar la vida de Logos, limitar el ímpetu dionisíaco mediante la serenidad lu­minosa de Apolo.

CRISIS DEL PENSAMIENTO EUROPEO AL FINALIZAR EL SIGLO XIX

Esta concepción apolínea formulada con vigor por el pen­samiento socrático-platónico frente a la crítica escéptica de los sofistas adquiere nueva fuerza a través de la historia y llega a su plenitud con el ideal del uomo universale que a partir del Renacimiento ilumina la historia h~mana. Según ella la Razón "es la única cosa que nos hace hombres y nos distingue de los animales". Mediante ella el hombre se eleva al ideal de la Hu­manidad y concibe la historia como un Progreso y la cultura humana como la conquista suprema del Espíritu a través de la Historia.

El Racionalismo que de ahí deriva confiere a la cultura occidental una situación privilegiada y única frente a las demás culturas estancadas en la multiplicidad de su particularismo. La universalidad de la Razón supera todo particularismo, rom­pe todo límite y hace posible la aspiración a un progreso in­definido fundado en la libre sumisión de todos los hombres a sus dictados inviolables. En él todos pueden y deben coadyuvar.

Esta convicción, fecundada por la idea cristiana de la Ciu­dad de Dios, hace posible la formulación de una Filosofía de

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la Historia considerada como una doctrina de los progresos del Espíritu humano.

El escepticismo, en todas sus formas, roe las raíces de esta concepción optimista del Espíritu y de la Cultura, destruye las bases de todo conocimiento cierto, destituye a la cultura occidental de su situación privilegiada y única y reduce la idea de un Progreso indefinido y de una misión excepcional a la de una evolución natural que realiza como ti de las plantas y al par de las demás culturas, sin ulterior trascendencia "en una sublime carencia de fin". (Spengler).

Frente a los ataques del escepticismo la Razón no tiene ulterior instancia. No puede busdar un fundamento fuera de sí misma. Si quiere salvarse y restituir un sentido a su ilusión no tiene más remedio que buscar su justificación en su propio seno, Tal es la tarea de la Filosofía. Desde Sócrates y sobre todo, a partir del Renacimiento, el ejercicio del pensamiento filOsófico es, para el Hombre que se hunde, una empresa de salvación. En ella buscan su cimiento las ciencias y el intelecto que las funda. La Filosofía es un esfuerzo vigoroso y nunca abando­nado de fundamentación radical.

Como todas las manifestaci0!1es más altas del pensam1en­to europeo, las meditaciones de Husserl se dirigen contra una nueva forma de escepticismo: el positivismo reinante en el últi­mo tercio del siglo XIX. Bajo la apariencia de un cientifismo extremo, el positivismo representa, en efecto, una de las formas más agudas de la disolución del mundo y de la vida.

El pensamiento moderno llega de una manera indefectible a esta "destrucción del Cosmos", implícita en las afirmaciones más nobles del Humanismo renacentista, a través de dos etapas perfectamente delimitadas: La primera llega · a su culminación con el optimismo racionalista de los · siglos XVII y XVIII. La segunda arranca del empirismo inglés y halla su enuncia­ción más clara en el positivismo de la segunda mitad del si­glo XIX.

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El RACIONALISMO

Las elucubracianes de las pitagóricos y de las platónicas. repetidamente abandanadas cama atentatarias a las enseñanzas más elementales de la experiencia y del camún sentir. recabran nueva fuerza al iniciarse las tiempas madernas. Lo que parecía fantasía y sueña se convierte en la base más sólida de una can­cepción realista del Universo.. Las ideas y las númeras. en su pureza intacta. se canvierten en realidades inconmavibles. El éxito clamaraso de las fórmulas de Kepler. de Copérnica. de Galilea . .. dan a la vieja hipótesis un cimienta cierto y. al parecer. definitiva. "El libra del mundo. está escrita en lengua­je matemático". La experiencia. mediante la física matemática. realiza el vieja sueño. y da al Racianalismo la pasibilidad de una expansión cansecuente.

Reducir las casas a su esencia --es decir a su verdadera ser- na puede ser atra casa que reducir su multiplicidad plu­rifarme a una arquitectura geamétrica inconmavible. Las coor­denadas cartesianas nas afrecen el instrumento infalible para realizar esta reducción. Su estructura rígida encuadra la reali­dad evanescente del Casmas. La substancial en ella es "exten­sión y movimiento. en la extensión". Para llegar a la formu­lación matemática del mavimienta na es preciso sino. añadir a las tres dimensianes del espacia una nueva dimensión. El mavimiento lacal -base de la dinámica- es función de la pasición relativa del móvil en momentas sucesivas del tiempo. Las leyes del movimiento. farmula'das par Descartes. permiten a Newtan. mediante una leve carrecCión. llegar a una deduc­ción estrictamente matemática de la estructura gravitataria del Universo.

La "nueva ciencia". así canstituída. llega a ser el madela de toda verdadera ciencia. El rigor y la precisión de las Mate­máticas se canvierten en una exigencia para tado conacimiento que aspire a la dignidad científica.

El ejemplo. de la Física impulsa a nuevas y más amplia,s

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ambiciones. O€scartes se maravilla de que una Ciencia tan per­fecta como fa matemática no haya tenido una aplicación más amplia y concibe el proyecto de un método universal que, sin renunciar a la precisión de aquélla, se aplique a la totalidad de las (;osas y a su último fundamento.

Este método universal, cimiento de todas las ciencias, no es otra cosa que el desarrollo de la Razón humana, la exigencia de total racionalidad. Es preciso evitar la "precipitación y la prevención", llevar el análisis hasta el fin, no contentarse nun­ca con probabilidades, exigir a todos y a cada uno de los pasos del intelecto, la misma "claridad" y la misma "distinción" que exigen las matemáticas en sus demostraciones. Sólo así llegaremos a la constatación de "evidencias" inmediatas. La evidencia es la base de toda Ciencia. Si falta la evidencia falta la Ciencia . . La exigencia racional no nos permite admitir nada que no nos sea inmediatamente "dado".

Esta actitud metódica descansa en las tres suposiciones si­guientes:

1' ) Si analizarnos cuidadosamente la realidad, sin dete­nernos nunca por interferencia alguna extraña al imperativo intelectual, llegaremos a captar su estructura interna, lógica­mente trabada. No hay nada sin razón suficiente. Explicar al­go es reducirlo a las razones que 10 hacen real y posible. Si por un esfuerzo analítico vigoroso llegarnos a aprehender los prin­cipios que se hallan en la base de la realidad, los principios se confundirán con las causas y la realidad se reducirá a una cade­na de razones. Lo real es í~tegramente racional. En principio, es posible la deducción entera de la realidad. "El mundo es el cálculo de Dios" (Leibniz).

2f) Las "cualidades secundarias" -es decir : todas las cualidades de las cosas que nos son dadas directamente por los sentidos- tienen poco que ver con la verdadera realidad. La realidad auténtica se halla en las "naturalezas simples" que se de~tacan como "cualidades primarias" y en su estructura ra-

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ciona!. La doCtrina de la subjetividad de las "cualidades se­cundarias". formulada por Galileo, extirpa del mundo todo 10 que en él, en una u otra forma, nos aparece e hipostasia tras la apariencia una realidad profunda -el mundo de la Física o de la Metafísica- que no aparece a la mirada ingenua pero que se revela a la mirada intelectual.

Y) Al lado de la intuición sensible hay una "intuición intelectual" apta para captar la estructura ontológica del Cos­mos, para perforar las capas superficiales y aparentes del Uni­verso y precisar, tras las apariencias, los elementos estructu­rales de la realidad. Tal es, en substancia, la célebre teoría de las "ideas innatas".

Estas hipótesis descansan en una presuposición más pro­funda que se destaca, a partir del Cogito cartesiano, en todas las formas del argumento ontológico. para demostrar la exis­tencia de Dios.

En efecto : una vez demostrada la subjetividad de las "cualidades secundarias". el mundo, tal como nos es inmedia­tamente . dado en la percepción sensorial, queda íntegramente incluído en el campo de la conciencia. Las sensaciones sólo son concebibles en relación con un sensorio. Pero las .ideas -las "ideas innatas"- y sus concatenaciones racionales sólo tienen realidad en relación con un intelecto. Fuera de la con­ciencia, el mundo -en su aspecto sensorial y en su estructu­ra racional- se reduce a ' la nada. "Todo es extensión y movimiento en la extensión". dirá Descartes, menos el pen­samiento que se piensa a sí mismo y piensa la extensión. Nada nos garantiza que a la realidad "objetiva" de las ideas -puro correlato del acto de pensamiento-- corresponda una realidad "formal" y substancial El rigor del método -el imperativo de evidencia- nos encierra en el Cogito. El Cosmos entero queda incluí do en la conciencia.

Para que el edificio de la Ciencia y de la Lógica universal que le sirve de base tengan una garantía de validez más allá de la conciencia que los piensa es preciso "demostrar" que a la intuición intelectual corresponde una realidad racional. No

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es preciso demostrar la correlación del intelecto a la cosa --el intelecto descansa en sí mismo y halla en sí mismo títulos in­apelables- sino la correspondencia de la cosa con el intelecto. Si hallamos esta garantía, las tres suposiciones antes mencio­nadas hallan su plena justificación y se abre a la Ciencia una perspectiva luminosa, que le asegura, en principio, el do minie intelectual del Universo.

y, puesto que no es posible presuponer nada, es preciso hallar esta garantía en el interior del intelecto mismo, que la racionalidad del mundo surja de una manera inmediata de la contextura de la conciencia. El argumento ontológico nos la ofrece, mediante la demostración, a priori, de la existencia de Dios. Yo tengo en mí la idea de un Ser perfecto. Por serlo, excluye toda imperfección e incluye toda perfección. La "exÍs­tencia" es una perfección. La "inexistencia" una imperfecc:ón. La idea de un Ser perfecto incluye, por tanto, la primera y excluye la segunda. La "existencia" es un predicado necesario de Dios. La idea de Dios que hallo con evidencia en mí, lleva en sí misma la garantía de su existencia. Mediante ella la tras­cendencia se halla implícita en la inmanencia. Yo me trascien­do a mí mismo. ' Mi imperfección y mi infinitud se hallan in­cluídas en el ámbito infinito de mi idea. La realidad de ésta depende sólo de su posibilidad. Demostrada ésta se hace patcntl! aquélla. (Leibniz). Dios existe por definición (Spinoza). El hombre se halla en presencia inmediata de Dios.

Esta demostración a priori es la base de todo el Rac:onalis·· mo. Todos sus supuestos hallan en ella una justiiicación su­ficiente. El hombre en presencia de Dios queda constituído en un "pequeño Dios" capaz de llegar, mediante un progreso in­definido, a la determinación de la realidad. Dios es la garantía suprema de la correspondencia de la realidad con las fórmulas matemáticas de la Razón. La Razón suprema sustenta la racio­nalidad del mundo. No es posible que el ateo sea hombre de ciencia -Descartes-. Si no cree en la razón no es legítimo que la ejerza. La ciencia halla una consagración divina. El hom­bre en presencia de Dios, medillnte la intuición intelectual.

17 La fllo8ofla de HUlSerl-2.

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qu~cia situado en el plano que la Teología cristiana acostumbra reservar a la naturaleza angélica. .

Un optimismo hiperbólico -alimentado por los progre­sos prodigiosos de la Física matemática y por la abundancia de sus descubrimientos- alienta nuevos fervores inagotables. El mundo es el mejor entre todos los mundos posibles: es el más excelente por ser el más racional. La Razón suprema se revela en él. Volver a la Naturaleza es volver a Dios. A través de Rousseau y de la Enciclopedia, 10 mismo llegamos, por vías distintas, pero con el mismo fundamento, a las inge­nuidades idílicas de Bernardin de Saint Pierre que a las exi­gimcias ineluctables de la Revolución francesa: es preciso volver a la Naturaleza, es decir, a la existencia razonable y extirpar sin vacilación todo aquello que nos aparte de ella. Una era de plenitud y de perfección se abre ante el hombre. " Es la lucha f · 1 " ma . . . .

EL POSITIVISMO

El Racionalismo que llena el mundo de esperanzas infi­nitas lleva en su seno gérmenes de destrucción. Ya en Rous­seau los amores van impregnados de llanto. El Hombre-dios del Renacimiento arrastra la bestia humana. El naturalismo de Rousseau €s interpretado por Vo1taire como una invitación a andar en cuatro patas . . . El optimismo provoca el sar~ casmo.

En ningún momento de la historia ha sentido el hombre de una manera más extJ;'emada su "grandeza y su miseria" ni la íntima y profunda correlación entre · una y .otra. En el momento culminante del optimismo racionalista formula Pas­cal su memento que repercutirá a través de los tiempos, en todos los ámbitos de la cultura europea y acabará por impreg­narla hasta sus raíces más profundas.

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Es el mito dd pecado original siempre perviviente. En el momento en que el hombre toca al cielo, cae a la tierra. Una nueva etapa se anuncia llena de fervores y de suicidios. El Romanticismo. Un movimiento dialéctico implacable re­duce el Ser al no-Ser e inunda el mundo de sarcasmos y tra­gedias. El "to be or not to be" de Hamlet halla su formu­lación especulativa en la crítica penetrante del empirismo inglés.

Tras largo análisis, David Hume, en pleno siglo XVIII, descubre el punto vulnerable de la arquitectura racionalista. La crítica de Hume, implícita en la benevolencia escéptica de Montaigne y en el N oVum Organum de Francis Bacon, resulta de la exigencia misma del método cartesiano llevado a sus últimas consecuencias. La destrucción de la ilusión racionalista surge de su pr.opia fuente.

El imperativo de "evidencia" para todos y cada uno de los pasos de ' la Ciencia, la necesidad ineludible de no aceptar nada que no nos sea inmediatamente "dado" puede finalmente interpretarse como una apelación a la experiencia personal. Aceptada la necesidad de la "duda metódica''', el escepticis­mo "hiperbólico" de Descartes nos lleva gradualmente, por una evolución natural del concepto de "experiencia", a la desubstancialización del Cosmos y ,a la destrucción de sus bases naturales.

En substancia: la experiencia inmediata no nos ofrece otra evidencia que la que nos es dada en los "hechos" y los "he­chos" no son otra cosa que percepciones, es decir, agregados de sensaciones. Lo único que nos queda, como residuo de la " duda metódica" , es el hecho de la percepción sensorial. La experiencia, así concebida, está constituída por las "cualidades secundarias", consideradas desde Galileo como subjetivas. Su­primida la arquitectura ontológica que le servía de soporte, la realidad queda reducida a "contenido de conciencia" y el ser de las cosas agota su realidad en el hecho de ser percibidas. Por consiguiente el "ser es ' la percepción" (Ber ke1ey) y la existencia se agota en un mundo sin substancia que diluye su realidad en una conciencia sin dimensión de profundidad. "La

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percepclOn es una a1ucinación normal" (Taine). La reaiidad es una apariencia alucinatoria. '

Las consecuencias de la crítica "positivista" -iniciad,;: por Hume y llevada a sus últimas derivaciones en la segunda mitad del siglo XIX- son todavía más graves. Si las cosas son "contenidos de conciencia" ¿la conciencia misma, qué es? Si llevamos a cabo un análisis minucioso nos daremos cuenta de que la conciencia, no se nos revela de una manera específica e irreductible. Como las cosas que se dan "en ella", su con­textura inmediata es también un agregado de "hechos", es decir, un flujo inconexo de sensaciones asociadas en formas diversas. No es posible ya oponer a la cosa pensante, la cosa extensa, como 10 hacía Descartes. Pensamiento y extensión quedan disueltos. Reducidas las cosas a sensaciones, las sen­saciones a contenidos de conciencia y la conciencia a un agre­gado de sensaciones, el Universo queda literalmente pulveri­zado en una multiplicidad caleidoscópica de reverberaciones sensoriales. Es la "experiencia pura" de William James, el "sensacionismo" de Ernst Mach.

El "río de la conciencia" de que nos habla James, some­tido a la prueba de la "experiencia pura" por un positivismo llevado a su rigor extremo, se reduce, a través de la crítica de Mach, a un plasma informe de sensaciones. El mundo en el cual vivimos y sobre el cual la Ciencia -la "Ciencia posi­tiva" de Augusto Comte- .proyecta sus leyes e hipótesis, no es en realidad "un" mundo. No tiene en sí mismo ni fu~ra de sí fundamento ni principio ni fin ni orientación ni estruc­tura. Suprimida la realidad del mundo y mi propia realidad, no queda otra cosa que un torrente cromático, sonoro y plu­riforme movido sobre el abismo de la nada por una "energía", por definición ciega, problemática e incógnita.

No se olvide que la Física matemática y la Naturaleza que constituye su objeto son el paradigma de todo conocimien­to, 10 mismo para el racionalismo que para el positivismo

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'-.que resulta de la eliminación de aquél. Para uno y otro la . realidad se halla más allá de la "apariencia" y resulta de la ~laboración científica de ésta. La "Naturaleza" es el susten­táculo homogéneo en el cual la "materia" o la "energía" evo­lucionan. sujetas a un estricto determinismo causal que se desa­rrolla en un tiempo y un espacio infinitos. Toda "aparien­cia" es apariencia de su "realidad" . La Naturaleza es el gran receptáculo del cual todo procede y al cual todo retorna. Tiem­po, espacio y -causalidad, definen la realidad del mundo. Su eStructura impasible 10 encuadra. En el naturalismo positivista va implícita una Ontología. La realidad fundamental se halla determinada por las categorías de la Naturaleza. Todo 10 que viola su vigencia es declarado mera apariencia o epifenó­meno. Las sensaciones Fanescentes proliferan en la superficie de una realidad subyacente. -materia. energía, masa- indi­ferente a los tiempos' y a los lugares. idéntica e impasible.

En una realidad de esta índole -única que nos es permi­tido constatar- ¿ cómo llegar a dar un sentido a las "cosas", a orientar la vida y a restituir a la Ciencia la -certeza? El mundo de las sensaciones se desmprona. No es posible dar un paso en él.

Las fórmulas pragmatistas, mediante las cuales se intenta restituir un sentido a la vida y al mundo, tienen antecedentes remotos en los orígenes mismos de la mentalidad específica­mente moderna. El mundo moderno. a partir del Renacimien­to, está impregnado de un activismo reformista o revolucio­nario. El Universo es concebido, en una u otra medida, como un instrumento que es preciso poner al servicio del Hombre.

Incluso en los momentos álgidos del intelectualismo ra­cionalista. -Descartes, Leibniz . . . - se halla un gesto des­pectivo hacia las especulaciones inútiles. Reducido el mundo a mecanismo es preciso hallar los resortes que lo pongan a nuestra disposición.

Sin tratar de buscar los orígenes primarios de esta concep­ción activista de la vida -los hallaríamos a-caso en ciertos aspectos del Cristianismo-- es evidente que se formula de una

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manera decidida a partir de Francis Bacon -que compara la mente a la mano-- y que resuena en todos los ámbitos de la conciencia moderna. "En el principio era la acción", afirma Goethe, y Fichte fundamenta en la voluntad toda su deduc­ción transcendental.

Destituída ahora, de todo fundamento ontológico y de toda orientación metafísica o religiosa por obra de la crítica positivista, la acción queda reducida a sí misma y es preciso que halle en sí misma su fundamento. "Science, d'ou prévision; prévision, d'ou action" proclama Comte. En el momento cul. minante del cientifismo positivista la Ciencia queda despo:eída de toda dignidad teorética y reducida a un simple instrumento de la actividad vital.

Para moverse en el mundo, para. vivir en él y seguir un camino, es preciso organizar las "cosas". El plasma caótico de las sensaciones no es habitable. Para poderse instalar en él. la vida traza caminos, lanza sobre l~ realidad mallas que la retengan. Las "cosas" no son sino el resultado de esta pro­yección de la energía vital sobre el torrente de la ji experiencia pura" . .. Para poder actuar es preciso fijar de alguna manera la realidad evanescente y saber dónde poner los pies. Un sis.­tema de "creencias" da a la nueva perspectiva del mundo una dimensión de profundidad. Los "caminos" de la realidad pe­netran en el reino de los valores. La Verdad, el Bien, la Be­lleza, la Justicia, la Santidad . .. reapare,cen al servicio de la vida e intentan restituirle su centro de gravedad . .. Toda su validez, sin embargo, estará en función de la eficacia con que realicen este servicio. Mantendrán su vigencia si se manifiestan útiles a la vida. Serán destituí dos de ella, caducos y fuera de uso, en el momento mismo, en el momento mismo en que demuestren su inutilidad.

En cuanto a la ciencia -primogénita del espíritu mo­derno- todo su valor se reducirá a ser un instrumento eficaz para la "economía del pensamiento". Las sensaciones infi­nitas exigirían un esfuerzo infinito si fuera preciso reóponder a cada una de ellas mediante una reacción nueva y original,

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fcte acuerdo con su diversidad. P;¡ra evitar el ' agotamiento de ~ . . ~u energía limitada, la vida organiza el mundo, ordenándolo ~ recortándolo mediante un sistema de "conceptos". Esta orde­,nación conceptual nos permite considerar .como igual 10 que '~n realidad es diferente y organizar un repertorio de respuestas automáticas J habituales a los incitantes del mundo, que re'­quieran un esfuerzo mínimo. La Ciencia corona la obra efel sentido común y llega, mediante una unificación progresiva de la realidad, a un ahorro correlativo de la energía vital. En el límite, la formulación de una ley unitaria nos permitir:a mo­vernos en la realidad circundante mediante un esfuerzo insig­nificante.

Consecuencia inevitable de esta disolución del mundo es una vida sin "principios" que agota su realidad y su sentido en el hecho de ser vivida. La acción por la acción, en vista de la eficaci~, resulta ser la única norma posible de la vida política y social. Reducida la vida a sí misma. el hecho de la . convivencia se reduce a la acción de un sistema de fuerzas que

. imponen constrictivamente su albedrío. "Fuerzas" y "masas" rigen la vida moral y política del mismo modo que la reali­d'ad natural. Destruído el Ser y su estructura, el "hecho" subs­tituye al "derecho" y a la jerarquía ontológica un sistema de "fuerzas" que se orientan o se destruyen de acuerdo con las leyes mecánicas del choque.

Son los tiempos del "arte por el arte", de la "poesía pura", de la "Ciencia por la ciencia" .. , -lo cual significa, en último término, hacerlo todo "por nada", "porque sí", sin funda­mento ni sentido de trascendencia ... Todo queda ,encerrado en sí mismo y, por consiguiente, inoperante y aludnatorio.

El arte se reduce, a un sistema de "impresiones" o de "for­mas" sin "significación" alguna, caótica mente ensartadas por un inconsciente tenebroso; la poesía, a un conjunto de ful­guracionesarbitrarias o a una elaboración . pseudo-metafísica de ~onceptos; la novela nos ofrece, en lugar de hombres, espec-

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tros movidos por los hilos inconexos de asociaciones senso­riales e impulsos. . . De imagen en imagen. de sueño en sueño. los fervores se suceden a los fervores y se pierden en el vacío de un infinito sin salida.

Las coordenadas cartesianas han permitido una elabora­ción científica -toda la Mecánica- que pone- gradualmente las cosas al servicio del hombre. El poder humano se acre­cienta en proporciones nunca sospechadas. Podemos hacer casi cuanto queremos . .. Pero ¿qué hacer? Destruídos el mundo y la conciencia. ¿al servicio de qué poner nuestro poder? Per­dido el centro de gravedad. aislado del mundo "natural" 1) que daba sentido a la existencia. perdido en un horizonte de asfalto. de libros y de máquinas. el hombre moderno huye de sí mismo y reduce la vida a un sistema de "distracciones".

Un sistema de tópicos intenta restituir la alegría a la vida. una preceptiva "deportiva" y "sana" trata de recobrar la inge­nuidad y la sencillez preadámÍ:Cas. Una literatura "estimulan­te" prodiga recetas de optimismo. .. En vano.

El memento de Pascal resuena profundamente en el espí­ritu de hombres que no se avienen a "huir". Kierkegaard opone al optimismo racionalista de Hegel una dialéctica vinculada a la angustia. Nietzsche afirma con voz patética la existencia dionisÍaca y solitaria del Hombre-Dios; para Dostoiewski la Belleza que "salva al mundo". es algo "terrible y temible". El hombre de "carne y hueso" recobra por boca de Unamuno, "el sentimiento trágico de la vida" . ..

1) Fácilmente se comprenderá que la palabra "natural" ha sido empleada y se;¡uirá siéndolo en el curso de esta exposición en dos sentid·Js distintos : se refiere. de una parte. a la concepción del mundo que resulta del predominio de la ciencia natural. es decir. de' la Física; de otra parte a la concepción espontánea del hombre normal anterior a cualquier teoría. La destrucción del mundo "natural" en el segundo sentido de la palabra. proviene precisamente de la concepción naturalista que se desprende de la ciencia natural.

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¿ y la Filosofía? ¿ Cuál será la tarea de la Filosofía en un tttundo de esa índole? La Ciencia, la verd adera Ciencia -la Giencia positiva- se limita a constata-r con rigor los "hechos", es decir, las sensaciones y a formular las leyes de su curso, de sus apariciones y desapariciones. Fuera de ella nada puede aspirar a la categoría de un saber auténtico. No es posible que aspire al conocimiento de las " cosas en sí" . La "cosa en sí es un cuchillo sin mango ni hoja" . La investigación de la

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Ciencia natural, en cada una de sus esferas, agota la esfera del conocimiento. La Filosofía rznuncia a todo conocimiento sobre la realidad. Esta renuncia expresa se daba por supuesta en el momento en que Husserl formula sus ideas. El espíritu "positivista" llega a ser tan poderoso que quedan incluídas en él, como en un ámbito natural, todas las doctrinas de la época. Tratar de evadirlo hubiera sido puro anacronismo pre­viamente condenado. Todo S'Z plantea desde el punto de vista positivo. Incluso los adversarios más decididos del positivismo en sentido estricto -por ejemplo, los idealistas neokantianos­aceptan la discusión a partir de sus supuestos.

Una tarea le quedaba, sin embargo, al conocimiento filo­sófico que no quería renunciar a la categoría científica. El mundo de las sensa,ciones es caótico. Sus apariciones y desapa­riciones son momentáneas, _ huideras, particulares y contin­gentes. La Ciencia positiva trata de reducir el Caos a Cosmos, mediante la reducción de los "hechos" a leyes que exigen la formulación de ecuaciones permanentes, estables, universales y necesarias .·.. ¿ Cómo es esto posible?

El problema de la posibilidad y del fundamento de la Ciencia permanece intacto. La Filosofía adopta frente a la Ciencia la misma posición que la Ciencia frente a las cosas del mundo. La Ciencia reduce los hechos a leyes. La Filosofía acepta la Ciencia como un hecho y trata de formular las leyes que se hallan en su base y la hacen posible. Las leyes que hac.en posible la Ciencia son sus principios metódicos. La Fi­losofía se reduce, por tanto, a Metodología y Teoría del cono­cimiento. En otros términos: la ciencia supone una Lógica. La

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función de la Filosofía se reduce a formular con rtgor los principios lógicos que sirven de base al sistema de las Ciencias.

Sobre esta base común se destaca una escisión esencial. Todo el mundo coincide en la imposibilidad de formular una Ontología científica. Pero al positivismo estricto que busca en las sensaciones mismas y en la consideración inmanente de sus conexiones el fundamento lógico de la verdad y -de la Ciencia, se opone una Epistemología trascendental que, bajo la invocación de Kant, trata -de formular las condiciones a priori de su posibilidad.

Todas las formas del neo-kantismo y especialmente el de la escuela de Marbílrgo, predominante en Alemania en el mó­mento en que Husserl formula su Teoría, coinciden en el re· conocimiento de la insuficiencia de las sensaciones -particu­lares y contingentes- para la fundamentación de la Ciencia que, por definición, aspira a una valideZ universal y necesaria. La Ciencia necesita estructuras previas a las sensaciones, ante­riores y·posteriores a su curso evanescente. En la imposibilidad de hallarlas en una arquitectura constitutiva del Ser, es pre­ciso buscarlas en la actividad constituyente y sintética de la conciencia. La Ciencia sólo es posible porque el material amorfo de las sensaciones es apto para ser elaborado por la activida-d organizadora del intelecto. Las viejas categorías del Ser pasan a ser formas de la actividad sintética del juicio que construye objetos con el material de las sensaciones.

Esta nueva forma del idealismo -en alguños respectos radical- coincide en su presuposición "naturalista" con el positivismo de la época. Para Cohen, por ejemplo, la Cien­cia -la Ciencia natural- es el único supuesto -de la medi­tación filosófica y ésta es una meditación "de segundo grado" .

Las innovaciones más radicales -Windelband, Rickert, Dilthey . . . - no consisten, en definitiva, en 'otra cosa que en la afirmación de la necesidad de formular al lado de las categorías de la Ciencia natural, un sistema irreductible de categorías para la Ciencia histórica.

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