la septima bruja

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Paola Zannoner

La sptima

BRUJA

Ttulo original: La settima strega Traduccin: Miguel Garca Ilustracin: Patricia Esteban 2006, Paola Zannoner 2007, Fanucci Editore Autorizada la distribucin a MN Editorial.

ISBN: 978-84-92548-11-8 Depsito legal: M-47029-2008 Imprime: MFC Artes Grficas, S.LLa presentacin y disposicin de la obra son propiedad del editor. Reservados todos los derechos para todos los pases. Ninguna parte de esta publicacin puede ser reproducida, almacenada o transmitida de ninguna forma ni por ningn medio, ya sea ste electrnico, qumico, mecnico, electro-ptico, grabacin, fotocopia o cualquier otro, sin la previa autorizacin escrita por parte de los titulares de los derechos.

La sptima

BRUJA

Como un salto Como un trino de violn Como una rima Como una ola Como un vuelo de abejas Como un relmpago Es el tiempo

En recuerdo de Angela Gelli, una mujer excepcional

La primera bruja fue quemada viva en 1333 La segunda fue envenenada en 1498 La tercera naufrag en 1580 La cuarta desapareci en 1666 La quinta fue guillotinada en 1794 La sexta fue deportada en 1942 La sptima bruja, la ms poderosa, tiene slo una misin: salvarlas!

La

sptima bruja2011

Meg Mellows!

La voz, bien conocida, vena de detrs de ella y Meg pens fulminantemente en ignorarla y seguir su camino. Pero saba lo que significara una ofensa as para Rex-lo: durante das, incluso meses, sera objeto de una sutil e incesante venganza. Se volvi aprisa, apagando esa chispa de rebelin que apenas se haba encendido y mir a Rex-lo con aire interrogativo. Rex estaba a pocos pasos y tena esa expresin burlona de siempre. Y bien, guapita, no te acuerdas de que tienes una deuda conmigo? Meg sostuvo su mirada y asinti. Cunto piensas hacerme esperar? Su mano jugueteaba con una cadenita de la que colgaba un impresionante manojo de llaves, como si Rex-lo fuera la duea de la mitad de los apartamentos de la ciudad. O de las motos. He tenido dificultades, minti Meg. Todos tenemos dificultades, verdad? Rex-lo lade la cabeza, como si estuviera hablando con Puc, su fiel compaera que soltaba risotadas all al lado. Pero tena los ojos fijos en Meg, dos flechas azules fras como llamitas de gas: nadie era capaz11

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de sostener esa mirada rapaz, y sin embargo Meg, pese a su aire sumiso, tena ese modo irritante de plantar cara. Deja de mirarme como a una idiota!, habra querido gritarle Rex-lo, pero eso habra sido un signo de debilidad por su parte. Los dems deban someterse espontneamente, agachar la cabeza sin necesidad de ordenrselo siquiera. Sus furiosos ojos bastaban para aterrorizar y reprimir toda protesta. Casi no haba necesidad de pasar a los hechos: a esas alturas, Rex-lo tena una fama slida que iba ms all de los muros de aquel miserable colegio. Su nombre era equivalente al de gente como B. J. y Fox Tim, los jefes de las bandas ms importantes de la ciudad. No era poco para una chica. Pero Meg deba de ser demasiado estpida para entenderlo: ah estaba, embobada, retndola, mirndola con los ojos de par en par. Tienes razn, Rex-lo. Maana te doy los... Rex-lo alz una mano de repente y Meg entrecerr los ojos y retrocedi instintivamente. No recibi ninguna bofetada: la mano se qued en el aire, con el ndice apuntado hacia ella. Cuntas veces te he dicho que no digas lo que es? Meg parpade como si acabara de soplar una racha de viento fro. Rex-lo movi de un lado al otro la cabeza: aquella chica era realmente demasiado estpida para que maltratarla resultara una satisfaccin. De maana nada. Hoy. Esta tarde. Meg puso ojos de sorpresa. Cmo que esta tarde? Esta tarde, en el parque. A las siete en punto. Y no me hagas esperar, se me ha acabado la paciencia. Entendido? Acerc su ndice hasta pocos centmetros de la nariz de Meg, que no se movi pero se puso plida. Rex-lo pens que se haba quedado petrificada de miedo y ri sarcsticamente, satisfecha. No poda12

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percatarse de que Meg, en realidad, estaba hirviendo por dentro de clera. Est bien, a las siete, le dijo con un susurro. La voz le sala entrecortada por la rabia, pero Rex imagin que temblaba del susto e hizo un guio a Puc y Kimi, sus inseparables compaeras. Las tres se alejaron arrastrando sus largos pantalones por el suelo sucio. Al ver al director, plantado al fondo del pasillo, Kimi tir el cigarrillo teatralmente; la colilla traz un semicrculo en el aire antes de caer en un rincn. El hombre no le hizo ninguna recriminacin, se limit a desaprobar con la cabeza y mirar a otra parte. Ojal te arranquen el piercing de la ceja!, le dese Meg hablando para s. Qu harta estaba de aquel clima opresivo! Y sin embargo, el director apartaba la mirada, mientras que los profesores solan arregrselas para no inmiscuirse en los jaleos entre alumnos. Hablar de aquello con los padres, adems, era algo impensable. A decir de todos, el colegio en que estudiaba Meg era un buen colegio, nada que ver con uno de aquellos guetos de las afueras, como de pelcula. Le pareca or a su madre ponindose a chillar: Ests exagerando! Tienes que aprender a defenderte, eso es todo. Siempre hay compaeras un poco ms vivaces, basta con mantenerse a prudente distancia de ellas. Un poco vivaces? Rex-lo no encajaba precisamente en la definicin de compaera vivaz de la que mantenerse a prudente distancia. Rex-lo haba llegado al colegio ya mayor, adiestrada como un marine; se deca que saba llaves de kung-fu, y era cierto que andaba por ah armada con una navaja. En poco tiempo se haba hecho la duea y seora de buena parte del territorio escolar arrebatndoselo a un varn, un machito que mandaba ante todo sobre los chicos, mientras que ella tena en un puo a13

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la mayor parte de las chicas e incluso a algunos varones de los primeros cursos. Si su madre hubiese visto de cerca los tatuajes que Rex-lo llevaba en los brazos, habra seguido minimizando el asunto, diciendo que siempre hay chicas una pizca raras? Una vez que le insinu que aquella compaera suya vivaz tena un tatuaje en forma de animal, su madre coment tajante: Yo nunca permitira a mi hija que se hiciera un tatuaje. Es antihiginico y es vulgar. Luego haba empezado a soltar una disquisicin sobre las manas de la gente, como si se tratara simplemente de caprichos de la moda y Rex-lo fuese una de tantas exhibicionistas a las que les gustaba alardear de un piercing en la nariz o un tatuaje en el brazo. No era una simple moda. Al ver aquel smbolo impreso en el brazo, Meg haba sentido que un escalofro le recorra la espalda: no llegaba a comprender por qu, pero aquel tatuaje la haba inquietado. Senta que no era solamente un dibujo provocador, sino algo misterioso y poderoso. A primera vista pareca la cabeza de un perro gruendo, pero, fijndose ms, se distingua que no era un perro, sino un lobo de largos dientes afilados y ojos muy claros, terriblemente parecidos a los ojos glaciales de Rex-lo. Meg pas el resto de la maana tratando de dominar su angustia por la cita de la tarde. Siempre poda no presentarse, pero cmo lograra evitar luego la extorsin de Rex-lo? Tendra que quedarse refugiada en clase, sin aventurarse a ir a los lavabos, donde seguro que la hiena y sus compinches le haran pagar caro el plantn. Y despus tendra que salir por la puerta del colegio pegada a algn profesor y volver a casa escoltada por un adulto... Neg con la cabeza: era una vida inimaginable, propia de un testigo contra la mafia, y de todos modos no asegurara su14

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inmunidad. Rex-lo buscara denodadamente una manera de vengarse, incluso pasado mucho tiempo, cuando nadie se lo esperase y quiz persiguindola hasta su propia casa. Es que acaso una compaera suya, Amelie, no haba encontrado en su habitacin a Rex-lo, que haba entrado a escondidas? Y no corra el rumor de que le haba causado una profunda herida en el hombro? Quiz se trataba de mentiras inventadas adrede para aumentar la aureola de reverente temor que la temible compaera suscitaba a su alrededor. El hecho es que a Amelie, slo por plantarle cara con una respuesta irnica, no volvi a vrsele el pelo desde el da siguiente y, algn tiempo despus, se supo que haba sufrido un grave agotamiento nervioso y haba cambiado de colegio. Agotamiento nervioso! En un primer momento, Meg se haba encogido de hombros, pareca la tpica excusa para cambiar de aires. Quiz los padres de Amelie se haban dado cuenta de que aquel colegio no se corresponda con el cuadro edificante que pintaban los folletos publicitarios. Pero aquella tarde, mientras las horas corran inexorables hacia la cita de las siete, se convenca cada vez ms de que muy bien pudo tratarse de una crisis nerviosa, porque era lo que seguramente estaba a punto de sobrevenirle a ella tambin. Se concentr en copiar los deberes que tena que entregar a la chantajista: las redacciones para historia, las ecuaciones resueltas, el trabajo de ciencias, todo impreso a lser y encuadernado en carpetas transparentes. Slo faltaba la firma al final de cada tarea, y Meg se ri al imaginar que Rex-lo ni siquiera supiese firmar. Llevaba trabajando toda la tarde y a las seis se sinti exhausta y llena de rencor por su estpida sumisin. No le deba nada a aquella desequilibrada; es ms, su rendicin iba a significar otras peticiones, cada vez ms arduas, incluso humillantes.15

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El cielo se haba nublado tanto que la noche cay antes de lo previsto. Meg escrut pensativa la oscura atmsfera de las calles, ya casi vacas, al otro lado de los cristales de la ventana y se estremeci de rabia. Volvi a la mesa, recogi los folios y los mir absorta unos instantes. Poco despus, los meti con cuidado en la mochila y se dispuso a salir de mala gana, pensando en el fro hmedo de la noche y en lo desagradable que sera el prximo encuentro. Poda no acudir, pero algo dentro de ella predomin y la empuj a darse prisa. A su madre le solt un pretexto sin detenerse: Voy a llevar un libro a una compaera. Vuelvo dentro de media hora. Cerr la puerta detrs de ella antes de que la mujer pudiera replicar. Ni siquiera estaba segura de que su madre la hubiera odo, absorbida como estaba por la serie televisiva de la que no se perda ni un captulo a aquella hora. Camin deprisa, casi pegada a las paredes, con la cabeza gacha. No haca tanto fro como haba supuesto. Soplaba un ligero viento hmedo y tal vez se pusiera a llover. No llevaba paraguas, pero no le importaba porque el encuentro sera muy breve. No senta ningn temor, ni rabia, slo alivio por saber que pronto volvera en paz a casa. Cruz la calle y pas la entrada del parque. Pareca que no haba nadie paseando, quiz por aquellos indicios de tormenta en el aire. Por eso le choc ver a aquella persona, de pie en medio justo del camino. Era algo tan inesperado que Meg se qued parada unos instantes, dudando si seguir o bien tratar de evitar a la mujer de larga cabellera, que pareca una cascada de hilos de plata que centelleaban sobre el largo abrigo oscuro y el rostro en sombra. La chica ahuyent un escalofro que serpente por su espalda al16

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pensar que pudiera ser una extraa peluca. Qu haca una tipa con el pelo as, inmvil como una estatua en un camino del parque? De pronto, la mujer desapareci y el terror dej fulminada a Meg. Se volvi para escapar corriendo, pero justo frente a ella avanzaba Rex-lo con un cigarrillo encendido entre los dedos. Por lo menos vena sola a la cita. La expresin turbada de Meg hizo que se le escapara una sonrisa de satisfaccin, tena en un puo a aquella estpida! Rex-lo alarg la mano en un gesto elocuente para que la otra le entregara los trabajos. Meg pareci espabilarse de improviso, frunci el ceo y se dio prisa en abrir la mochila. Ten. La boca se le torci en una expresin de desprecio mientras le pasaba las hojas. Rex-lo puso cara de disgusto y dio una calada al cigarrillo. No me gusta el rosa. Podas haber elegido otro color de carpetas. Hoje deprisa los trabajos y su aire de superioridad se esfum. Alz furiosa los ojos hacia Meg. Qu significa esto, me ests tomando el pelo? Meg se qued inmvil, entrecerr apenas los ojos. Te he trado lo que queras, no? Has puesto tu nombre, cretina! Has firmado cada pgina con tu nombre! Meg se cruz de brazos. El corazn le lata con fuerza, pero no cedi ni un milmetro frente a aquella expresin amenazadora. Habl con voz firme: Puedes volver a copiar todo y firmarlo con tu nombre. Eso en caso de que sepas firmar. Rex-lo tir los folios y el cigarrillo al suelo. No! Vas a ser t quien lo haga todo otra vez y me lo vas a traer dentro de media hora exacta. Se meti las manos en los bolsillos del abrigo. El corazn de Meg le sonaba como un tambor en el pecho mientras en su mente se formaba la imagen de la navaja de Rex-lo. Sin17

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replicar, se dio media vuelta a toda prisa y ech a correr con furiosas zancadas. La otra jams lograra alcanzarla, aquella fanfarrona no era una deportista como ella, que corra los cinco mil y los diez mil metros. Meg el Caballo la llamaban sus amigas, pero Rex-lo no lo saba y, tras unos cientos de metros, cedera entre imprecaciones. Mientras tanto, ella llegara a casa rodeando el lago para esquivarla. El viento le bata los faldones del abrigo; de simple brisa, haba pasado a ser un soplo impetuoso que despejaba el cielo de las nubes oscursimas, asomando ya el blanco reflejo de la luna llena. En ese momento, Meg oy alzarse un grito que se prolong hasta convertirse en una especie de alarido. Pens que Rex-lo quera divertirse asustndola para que tropezase y apresur los pasos, para adentrarse inmediatamente en los jardines en direccin al lago. Sin duda, all encontrara a alguien, aunque slo fuera a alguna pareja. Oy pisadas detrs de ella: Rex-lo trataba de seguirla, peor para ella. Volvi ligeramente la cabeza para medir la distancia y lo que vio le hel la sangre. El rostro y las manos de Rex-lo se haban cubierto de un largo pelaje, la cara se le haba como alargado y en su boca abierta relucan dientes afiladsimos. Quien la segua no era ya un ser humano, sino un gigantesco lobo. No es posible, no puede ser verdad!, grit para s, y record el tatuaje. Menudo momento para comprender que Rex-lo era un licntropo, justo cuando no tena escapatoria: el monstruo ganaba terreno, poda sentir a su espalda su galopada furiosa y esperaba de un momento a otro el inexorable ataque. Meg se percat de que el lobo haba saltado para apresarla e hizo un quiebro como una gacela. El parque estaba inhabitualmente desierto y, por mucho que corra o gritaba, nadie sala de18

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detrs de un rbol, nadie poda intervenir para ayudarla. Slo las siluetas oscuras de los rboles asistan impasibles a aquel espectculo impresionante: una chica perseguida por un autntico licntropo. Meg cambi repentinamente de direccin para tomar de nuevo algo de ventaja y aprovech para volverse. Vio con horror que el lobo se lanzaba en pos de ella con el hocico por delante y una expresin de disfrute desenfrenado. La persecucin lo enardeca. El terror le hizo perder a Meg el control de su carrera, le pareca que sus pulmones iban a estallar, la sangre le martilleaba en las sienes y tropez y cay cuan larga era. Esperaba que la bestia se le echara encima enseguida y le clavara los dientes, pero no sucedi as. Oy, en cambio, un gruido bajo, como si rezongara, e imagin que el lobo quera jugar con ella como el gato con el ratn. Unas fuertes pisadas hicieron retumbar el terreno a pocos pasos delante de ella y un rugido inund el aire. Meg alz la cabeza y vio delante de ella a un inmenso oso gris con las fauces abiertas. Su pensamiento explot en millones de pedazos negros que le bloquearon la mente, y se enrosc instintivamente como un erizo. Apret los ojos, pero los volvi a abrir enseguida empujada por una inevitable curiosidad. Vio al lobo afianzarse sobre sus cuatro patas, gruendo con la cabeza gacha; el oso se levant entonces sobre sus patas traseras, y a Meg le pareci que se haca gigantesco y poderoso como un roble. El lobo, en vez de recular, se aprest a saltar: dobl ligeramente las patas posteriores y se elev en el aire con las fauces abiertas. Pero el oso sac una zarpa e hinc las uas en la cruz del lobo para estrellarlo luego, con fuerza, contra el suelo. El lobo rod como una canica, mientras su grito se apagaba contra la tierra como una colilla. Su sombra se escabull ligera,19

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y Meg no pudo distinguir si su semblante haba vuelto a ser el de Rex-lo. En aquel momento, toda su atencin estaba centrada en el oso erguido ante ella. La luna llena haca refulgir su piel como si fuera de plata y Meg no sinti miedo alguno; al contrario, una extraa calma se apoder de ella, tanto fue as que abandon su encogida postura y se incorpor lentamente hasta sentarse. Entonces, ante sus ojos incrdulos, el oso perdi sus contornos, se empequeeci y se convirti en la mujer de largo cabello brillante que haba visto a la entrada del parque. Con un elstico movimiento, se acuclill junto a ella. De cerca, Meg se dio cuenta de que no era tan vieja como a simple vista poda parecer debido al cabello gris y la ropa tan oscura. Los ojos, en particular, eran muy vivos, y su cuerpo pareca flexible, de espalda muy recta. Quin es usted?, logr balbucir finalmente. Ests bien?, pregunt a su vez la mujer. Tena una voz muy agradable, de tono calmado. Meg asinti, pero despus neg con la cabeza: No, creo que estoy enferma. Puede que est delirando. Lo mismo me despierto y descubro que esto es una pesadilla. La mujer la miraba con curiosidad; su rostro, donde las pupilas titilaban como llamitas negras, era tan plido que pareca de porcelana transparente. Meg tuvo la terrible sospecha de que se tratase de una especie de fantasma, as que le pregunt con un hilo de voz: Usted pertenece a ste o al otro mundo?. La mujer inclin ligeramente la cabeza. En otro tiempo perteneca al mundo, pero no a ste. Pareca un enigma, y Meg pens que haba acertado: aquella mujer, ni vieja ni joven, slo poda ser un espritu. Se haba transformado en oso, la haba defendido contra el licntropo y, ahora, qu quera de ella?20

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Por eso, tratando de escapar educadamente de aquella presencia ultraterrena, dijo: Creo que se me ha hecho tarde. Mi madre estar preocupada... Tengo que irme. Estuvo por morderse los labios: haba sido muy antiptica con el espritu que acababa de salvarle la vida. Y si se haba ofendido? Poda raptarla, conducirla quin sabe adnde. Pero la mujer del cabello plateado no se descompuso y replic en tono angelical: Yo tambin tengo cierta prisa. Tengo poqusimo tiempo, y t an tienes que saberlo todo. Saberlo todo... de qu?, las palabras se le escaparon sin querer, porque era consciente de que las preguntas la mantenan clavada all, cuando hubiera querido estar a mil kilmetros. La mujer se puso en pie como un muelle, aparentemente sin esfuerzo. Es hora de que t asumas el poder, no tenemos mucho tiempo. Qu poder? Qu tiempo? Meg la escrutaba desde abajo, sentada en el suelo todava. La luna reluca sobre la cabeza de la mujer, que pareca circundada por un polvo luminiscente. Le tendi una mano a la chica y Meg se encontr de pie, pero estaba segura de que no la haba agarrado ni se haba impulsado para levantarse. Eres la elegida. La mujer esboz una sonrisa. Debes salvarte a ti misma en otro mundo, en otro tiempo. Meg trat de oponer algo de resistencia frente a aquellas frases incomprensibles. Estaba segura de que, para entonces, su madre estara volvindose medio loca y se habra enganchado al telfono para localizarla. Resultaba extrao que el mvil no sonara, tal vez en aquel punto tan desolado del parque no haba cobertura. Pero la polica, alertada por su madre, no tardara en llegar y aquella figura llovida de la luna desaparecera.21

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En qu mundo? Tiene usted una nave espacial?

La mujer estall en carcajadas. Una nave espacial! No, no. Estoy hablando de este mundo, aunque no sea exactamente el mismo. Deberas saberlo, est en uno de esos folios que has preparado para la chica-lobo. El tiempo no existe, slo existe el espacio. Es la teora de Einstein..., dijo Meg dbilmente. La mujer alarg un brazo hacia ella. No es una teora. Es la revelacin de un mago. Su mano se pos sobre la de Meg, y el parque, barrido por el viento, junto con aquella luna tan grande que pareca suspendida sobre sus cabezas, desaparecieron de golpe.

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Ms all del tiempo

Deba de tratarse de un sueo, no haba duda. Tena ese mismoambiente de colores desvados, la misma impalpabilidad de los objetos: todo era evanescente. Meg no habra podido decir dnde se encontraba, si en un lugar cerrado o al aire libre, o si era de da o de noche, porque pareca como si la rodeara un humo denso o la niebla, pero no perciba olor a humo y tampoco el fro punzante de la niebla. Se mir los brazos y las piernas, y vio que llevaba los vaqueros de costumbre y las zapatillas de deporte, as que puede que sufriera una de esas pesadillas que provoca la fiebre alta, cuando las imgenes se suceden velozmente, desenfocadas y repetidas, pero siempre ves, como en una moviola enloquecida, el mismo gesto o accin. Meg intent explicarse lo ocurrido y el razonamiento le cuadraba: mientras se diriga al parque, de repente la fiebre le haba subido mucho, quiz se haba cado y se haba golpeado la cabeza y, desde ese momento, estaba delirando. En ese estado de alucinacin haba visto a una anciana convertirse en oso y a su compaera de colegio transformarse en licntropo. Esas cosas ocurran a veces en los delirios. Se acordaba muy bien de cuando era pequea y tena extraas visiones, y de cmo alcanzaba a percibir un mundo de pequeas criaturas escondidas por todas partes. Pronto haba aprendido23

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que no poda hablar de ello con su madre, que se sonrea. Meg tiene una gran fantasa, pareca justificarla ante los dems, e incluso se haba enorgullecido cuando su hija era muy pequea. Despus, aquella fantasa se haba vuelto incmoda: Meg ya no poda hablar de pequeos seres que aparecan de detrs de los setos del parque, ya era una jovencita. Y no se atreva a decir que, tras la sonrisa de alguien, puede que alguna conocida muy simptica, haba vislumbrado el hocico de un depredador. No deba seguir confundiendo la realidad con la fantasa, sino aprender a manejar su imaginacin, como le aconsejaba su madre. As que evitaba hablar de sensaciones extraas y alteraciones de la percepcin con su madre y, naturalmente, con las otras chicas, que la consideraban un poco demasiado rara como para ser sus amigas. Haba tratado de adaptarse, imitando el comportamiento y la actitud de las dems, cerrando la tapa de aquella olla que pareca hervir dentro de ella. Pero a veces suceda que la olla se destapaba y, de pronto, Meg se suma en un estado de confusin, as lo haba llamado el mdico. El mundo mostraba otra cara, las criaturitas que la rodeaban la llamaban, los relmpagos le pasaban rozando. El mdico, entonces, le recetaba calmantes y al cabo de pocos das todo volva a estar bajo control. Probablemente, tambin ahora se encontraba en su cama esperando que, con un buen sorbo de agua, la pastilla alejara al menos aquella sensacin de vrtigo que experimentaba: pareca estar subida a la cima de una montaa. Nigredo! La voz le lleg como un eco lejano. Era la voz de la mujer de cabellos de plata, el fantasma de su pesadilla. Es el primer conocimiento, querida. De pronto, la niebla desapareci y Meg abri los ojos frente al abismo bajo ella. Se dio cuenta, con horror, de que estaba de pie24

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sobre un espoln de roca, en el borde de un abismo. Su garganta emiti un grito y el cuerpo le empez a temblar. No se atreva a mover ni un dedo por miedo a caer. No te hars dao. Viajars a travs de la noche, por los recovecos de la tierra, y sabrs. Repentinamente, la roca se desprendi de la pared y Meg se precipit: sus brazos y piernas asparon vertiginosamente en el vaco, todo el aire que tena en los pulmones se le escap por la boca en un alarido de desesperacin. No hubo ningn estruendo ni ningn relmpago cuando cay al agua. Incluso experiment un inmenso alivio y esper a que su cuerpo, tras la zambullida, volviera a subir a la superficie para respirar. Pero aquel lquido era demasiado denso para que pudiera ascender, as que trat de mover los brazos y las piernas para impulsarse, abri los ojos pero no vio ni oy nada. No haba cado en un ro, como supona, sino dentro de una sustancia viscosa que, como las arenas movedizas, la estaba engullendo. Haba sido una idiota al pensar que se haba salvado: aquel maldito fantasma se burlaba de ella como si fuera una bola de flipper que zarandeaba de aqu para all. La haba lanzado al aire para hacer que se precipitara en un remolino fangoso y ahora Meg ya no tena escapatoria; con el ltimo resto de aire de sus pulmones, se le haba agotado tambin el poqusimo tiempo que tena para pensar. Le pareca que su cuerpo iba a estallar, no poda aguantar ms sin respirar. Su instinto la empuj a abrir la boca y tragar el lquido. Todava estaba viva, respiraba! La inund una explosin de felicidad irreflexiva: los ojos se le llenaron de lgrimas de alegra, respiraba, el corazn le lata, las manos y los pies se movan mientras se deslizaba cada vez ms al fondo en algn25

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lugar de aquel limo. Tarde o temprano, aquella cada terminara, no podra viajar por aquel fango siempre. Aparecera una luz y ella emergera de aquella cloaca, porque estaba segura de que se trataba de una cloaca. Mientras se hunda ms y ms, dej de pensar en cmo poda respirar aquel lquido inodoro. Deseaba detenerse, pero cuando la cada se hizo ms lenta y su cuerpo rod por algo slido, sinti un gran miedo. Haba terminado boca arriba y se hizo un ovillo a la espera de que sucediera algo tremendo. Poda sentir bajo ella la consistencia tranquilizadora de un suelo y aspirar de nuevo, por fin, aire. Fuera lo que fuese lo que le haba ocurrido, haba sobrevivido, estaba otra vez sobre la tierra. Y, finalmente, aquella oscuridad se pobl de imgenes. Vio a cazadores en la noche de los tiempos y comprendi de sbito los signos trazados en las cuevas. Vio huesos esparcidos en el suelo por manos expertas y capt su significado. Vio smbolos sagrados pintados en las paredes de los templos y los reconoci. Su pensamiento entendi en un instante ritos misteriosos. En signos y gestos cargados de una formidable energa absorbi la geometra que confera invulnerabilidad y potencia: el crculo protector, el cuadrado de la fuerza, el tringulo fulgurante, el octgono de la sabidura. Su mente se vio invadida por frmulas y expresiones extraamente familiares, todo pas a estar claro dentro de ella, cada imagen y cada palabra fue sencilla, en un redescubrimiento de un lenguaje olvidado que por fin volva a la luz. El alfabeto de su lengua materna, que hasta aquel momento haba aparecido de manera fragmentaria y confusa, ahora se recompona y le permita comprender el cdigo de la magia a travs del tiempo, a travs de todos los tiempos.26

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Fue entonces cuando la voz de la mujer de cabello plateado son claramente en la oscuridad. Rubredo!, profiri imperiosamente, y aadi en tono suave dirigindose a Meg: Es el segundo estadio del conocimiento. En ese momento, una cascada de destellos rojos rompi la oscuridad y un inmenso fuego se encendi muy cerca de Meg. Sus ojos, acostumbrados a la completa oscuridad, quedaron cegados por la imprevista explosin de luz, y el calor le lami el rostro y los brazos desnudos con lenguas candentes. Meg retrocedi a gatas como un animal, con los prpados cerrados, aterrorizada por el incendio, hasta que sinti detrs de ella la pared rocosa. Volvi a abrir por fin los ojos y se dio cuenta de que estaba en una cueva donde crepitaba una hoguera de altas llamas rojizas. Aquel fuego revelaba imgenes horribles. A Meg le habra gustado cerrar los ojos, pero una fuerza irresistible la obligaba a mantener la mirada fija en las llamas. Ech de menos la oscuridad, con sus fantsticas proyecciones de un poder benfico derramndose sobre el mundo. El fuego, ahora, mostraba devastacin: rboles ardiendo, bosques que se retorcan bajo una lluvia de cenizas; luego, al igual que aquellos rboles, pueblos y ciudades enteras devoradas por las llamas mientras flechas fulgurantes surcaban el cielo como cometas. Y ms fuego an lloviendo del cielo, elevndose desde la tierra, abriendo enormes abismos, resquebrajando montaas, hasta que en el centro de la hoguera apareci una pila de cuerpos humanos carbonizados, una montaa infinita que pareca tocar el sol. Luego, todo se fundi y las llamas adquirieron un color ms tenue alrededor del foco de la hoguera, que se volvi blanco y fulgente como una estrella. En ese instante, Meg tuvo la visin de27

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la transformacin y en su mente sonaron las frmulas alqumicas. Vio entonces, en el centro del fuego, un corazn vivo, latente, resplandeciente, del que emanaba la energa vital del mundo. Su latido reson en la caverna con el ritmo cadencioso de un antiguo tambor y, a cada golpe, las paredes de la cueva se iluminaban como si estuvieran cubiertas de una fina capa de brillantes. Finalmente, el fuego se apag. Albedo!, prorrumpi la voz de la mujer de cabellos de plata. La ltima fase, la apropiacin del poder. Meg alz los ojos: ahora, la cueva resplandeca con una luz clara capaz de infundirle una gran calma. As que se levant del suelo y se separ del muro rocoso al que haba permanecido pegada. La pared frente a ella estaba tan pulida que se volva invisible como la superficie de un espejo. Meg entrevi en ella una figura reflejada y se acerc. La superficie plateada le devolvi una imagen suya apenas reconocible. Estaba completamente cubierta de una capa de fango, tena la cara gris, los ojos enrojecidos, el pelo pegado a la cabeza y arremolinado sobre el cuello, las puntas lastimosamente chamuscadas. Se le haban perdido los cordones de las zapatillas, la suela pareca suelta, blanda y negra como el alquitrn; los vaqueros se le haban roto por varios puntos, eso si es que todava podan considerarse pantalones aquella especie de sacos ptridos que le caan a jirones sobre las pantorrillas. Se mir las manos y, curiosamente, la impresionaron ms que el resto: los nudillos despellejados, las uas negras y la piel del dorso arrugada como la de una vieja, todo eso hizo que sintiera mucha lstima por su aspecto. Estoy hecha un monstruo, pens, nunca volver a ser normal. Pero volvera alguna vez a ser la de antes, sera devuelta28

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a su mundo? Lo dudaba. Nunca podra retomar su antigua vida, porque ya no era la chica que todos y ella misma conocan: la antigua Meg era una nia como las dems, con la nica particularidad de ser hija adoptiva y de que sus autnticos padres prcticamente se haban volatilizado, porque no se saba nada de ellos. A veces, Meg haba fantaseado que era como Superman, el nio llegado de otro planeta y dotado de superpoderes. Pero toda aquella parafernalia de supererudicin y velocidad de vrtigo, vista con rayos X y kriptonita verde, le pareca demasiado ridcula para fascinarla. No lograba imaginarse con el trajecito azul y la capa roja revoloteando entre rascacielos, era algo insensato. Y adems, ya era bastante complicado intentar no ver a todos aquellos diminutos seres que ojeaban detrs de los setos del jardn y guardarse para s los dibujos que vea formarse en el cielo estrellado. Esa antigua Meg tena demasiada fantasa, la nueva haba descubierto que no tena tanta, pues haba dejado a un lado durante mucho tiempo las llamadas de lo sobrenatural. Aquella figura sucia reflejada en la losa pura le dio mucha pena: en qu se haba convertido? Quin se ocupara de ella? Y, sobre todo, adnde ira en adelante? Se le llenaron de lgrimas los ojos y, sollozando, se tap la cara con las manos. Dnde se haba metido aquella mujer espantosa, causante de toda aquella alteracin? Meg aguant la respiracin un instante para poder captar algn ruido, hasta que a sus odos lleg un fragor de agua. Se volvi como un resorte, qu sed tena! Se movi por la caverna siguiendo el borboteo; se meti por una galera bastante larga, en pendiente, y encontr una pequea cascada que manaba de una roca y se embalsaba en una pila de piedra. El sonido del agua la llen de alegra, se acerc a la cascada y bebi con avidez. No recordaba que el agua tuviera tan buen29

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sabor! Luego, sin esperar ms, se libr de sus mugrientas ropas y las destrozadas zapatillas y se sumergi en la pila. En casa pona mil excusas para no ducharse, y siempre tena que ser con agua muy caliente, pero aqu agradeci la frescura del agua tras el calor abrasador de la hoguera y las quemaduras en su piel. La pila era muy honda y Meg tom bastante aire, cerr los ojos y se acuclill en el fondo, completamente sumergida. Permaneci all abajo unos instantes, luego sac la cabeza y respir al tiempo que abra los ojos. Se levant lentamente y, al salir del agua, experiment una maravillosa sensacin de bienestar y calor. Se sinti envolver en una tela delicada. A su espalda haba vuelto a aparecer la mujer del cabello plateado. Su rostro ya no era plido ni evanescente, sino rosceo, y pareca muy rejuvenecida. Meg tena mil preguntas que hacerle, pero tom en silencio el vestido que le daba y se lo puso: era un vestido largo y blanco, tan suave que tena la sensacin de meterse en una caricia. La mujer le trenz el pelo sujetndolo con una cinta blanca y le colg del cuello una cadenita de plata con una piedra azul. Despus, Meg la sigui hacia la sala principal de la cueva y, una vez all, sus ojos fueron cautivados por la blanca aparicin reflejada en la pared lisa. Corri a mirarse y le cost reconocerse. La chica andrajosa y mugrienta haba desaparecido, pero en su lugar no estaba la Meg de costumbre. Era como si el agua hubiese arrastrado tambin una capa ms honda que la de fango y le hubiese dado un esplendor de perla. La mujer del cabello de plata la observaba con aprobacin, pero Meg no adopt una expresin de gratitud por el cambio producido, ni de complacencia por el magnfico vestido de seda o por la aguamarina que reluca sobre su pecho. Profiri, en cambio, de manera provocativa: Dnde me encuentro?.30

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La mujer arque las cejas en signo de leve desaprobacin por tanto descaro: Ests en mi casa. En otro mundo?, insisti la chica. Ms all del tiempo, contest la mujer con su habitual expresin enigmtica, pero de repente decidi cambiar de tono. Esta chica del futuro no conoca la reverencia que se tributaba en su mundo a mujeres de su rango. Mejor as: una mente no acostumbrada a doblegarse con facilidad, libre de supersticiones y creencias de todo gnero estara ms preparada, sera ms lcida y creativa. Por eso, palme las manos y dijo con aire ms amistoso: Ven, incluso aqu hay que comer tambin. Se dirigi, guiando a Meg, hacia la que pareca la salida. La chica se apresur, su estmago protestaba, le pareca que haca siglos que no coma! Lo que antes le haba parecido un sueo loco, Meg lo consider ahora algo mucho ms concreto. Slo necesitaba un par de explicaciones por parte de aquella misteriosa seora y tomarle las medidas a aquel nuevo mundo, dondequiera que ste estuviese.

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Para ser una cueva, pareca bastante confortable. A excepcinde aquella sorprendente sala con truenos y relmpagos, fuentes milagrosas y espejos mgicos, no era menos acogedora que una agradable vieja casa de campo. Un poquito hmeda, admiti Meg mientras escrutaba todo a su alrededor, pero qu maravilla! Un lugar distinto de las usuales y aburridas casas, con las previsibles cocinas Ikea y los salones de estilo de todos sus conocidos: aqu no haba ningn aparador con platos de porcelana bien a la vista; ningn sof blanco cubierto de fundas con dibujos tipo cachemir a causa del gato, el perro o el nietecito; ninguna reproduccin de Van Gogh o de algn pintor impresionista en las paredes. Los pocos muebles que haba eran sencillos y robustos, de madera oscura; el suelo de piedra estaba cubierto con enormes alfombras, tan mullidas y blandas que parecan una espesa superficie de hierba, y el calor de la habitacin proceda de un hogar que ocupaba casi toda una pared. No haba lmparas de pie ni plafones en el techo y, sin embargo, la cueva tena una esplndida luz difusa que caa desde un gran agujero en el techo y permita admirar los hermosos frescos pintados en las paredes, con escenas de animales y de figuras humanas atareadas en vendimiar o segar el trigo. La mesa, bastante cercana al hogar para disfrutar del calor, estaba puesta con un mantel blanco sobre el que resaltaban32

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sptima bruja

grandes platos de un metal oscuro. El centro de la mesa estaba presidido por una canasta llena de fruta, rodeada de pequeos cuencos con aceitunas y frutos secos. La mujer de cabello plateado abri uno de los muebles oscuros y sac unos envoltorios, los apoy en el tablero superior y, con movimientos precisos, deposit algo que a Meg le pareci una hogaza de pan y un par de bollos en una fuente de metal que puso en la chimenea, lejos de las llamas para que no se quemaran. Pronto el aire se llen de un delicioso aroma y Meg esper con silenciosa impaciencia que el bollo estuviera hecho. Slo despus de haber devorado un buen trozo pudo hablar por fin. Est buensimo! Qu es? La mujer del cabello de plata, que mordisqueaba apenas su comida, explic: Un bollo con uvas, miel y jarabe de frambuesa. Tambin la comida es mgica?, pregunt Meg. Si consiguiera que fueras menos impertinente, sera ya un enorme sortilegio! Meg frunci el ceo. Reconocers que me las has hecho pasar canutas. Qu quieres decir? En el rostro de la mujer se dibuj una sincera sorpresa. S, bueno, que me raptas en el parque, me tiras por un precipicio, me haces viajar bajo tierra, por poco dejas que me queme viva y luego llegas toda atenta para vestirme... Detrs de todo esto tiene que haber algo. Qu quieres de m? La mujer del cabello de plata movi levemente la cabeza. Olvidas que te he salvado de la chica-lobo. Meg la mir. Y si la hubieras mandado t?33

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Creo que ha sido alguien distinto quien te la ha enviado, contest escuetamente la mujer. Alguien distinto, quin?, insisti Meg con aire hostil. En su momento te lo dir. La expresin de la mujer retom su impasibilidad y Meg resopl. Vaya, vuelves a hacerte la misteriosa! Se puede saber qu es lo que ocurre? Quin eres y qu quieres de m? Ha llegado el momento de que lo sepas, el tono de la mujer se hizo grave, pero antes era necesario el viaje del conocimiento. Admito que ha sido... cmo has dicho? Ah, s, que las has pasado canutas. Normalmente, el recorrido es gradual, pero no dispona de mucho tiempo. Ha sido necesario hacerte adquirir el poder todo junto. Meg estaba a punto de abrir la boca para replicar, pero la mujer la call con una simple mirada. En otro tiempo, las chicas de tu edad eran ya aprendices, pero veo que en tu poca ha cambiado el umbral de acceso a la magia. En condiciones normales, nos habramos encontrado dentro de unos meses y habramos iniciado el conocimiento. Entiendo, entiendo, la interrumpi Meg, que, a decir verdad, no haba entendido demasiado. Por quin quera hacerse pasar esta mujer tan rara? Por una especie de maestra de lo oculto? As pues, hizo la pregunta ms urgente: Insistes en que tienes cierta prisa, pero para qu?. La mujer frunci levemente el entrecejo y fij sus oscuros ojos en los de Meg. Sus iris parecieron centellear como carbones encendidos. En este momento, mientras ests aqu conmigo, sentada tranquilamente comiendo y poniendo reparos, en otro lugar ests condenada a muerte por un tribunal que te ha declarado culpable de brujera.

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Meg dej caer en el plato el trozo de bollo que se estaba llevando a la boca y abri de par en par los ojos. De qu ests hablando? Qu condena? La mujer hizo un gesto con la mano. Mira! En la chimenea, las llamas se reavivaron de golpe y la mirada de Meg fue atrada por aquella llamarada como por un imn: con horror, se vio a s misma tendida sobre una mesa, atada de pies y manos. Estaba muy oscuro y a duras penas se distingua a un grupo de figuras oscuras de pie frente a ella. Las lgrimas acudieron a sus ojos, empez a respirar con dificultad. Dnde estoy? Dnde me encuentro? Quines son esas personas? La mujer segua mirndola fijamente con sus ojos luminosos. Eres la primera bruja y ests a punto de acabar en la hoguera! Mira, Meg, mira... y luego, recuerda! Meg fue absorbida completamente por la visin del fuego que danzaba ante ella. De repente, se sinti transportar al interior de la visin: la cueva mgica desapareci y sobre ella cay pesadamente la oscuridad.

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primera bruja1333

El rugido la embisti como una rfaga abrasadora y la sacdel torpor en que haba cado en la oscuridad de la celda hmeda. El dolor recrudeci obedeciendo con cruel celo a aquel aullido bestial, el corazn empez a golpearle contra el pecho como si quisiera escaparse de all dentro y volar lejos. Se habra desplomado como un saco vaco si los brazos que la arrastraban fuera de la habitacin no la hubieran sostenido con fuerza. Ya no era la chica robusta y llena de energa de otros tiempos, aquella que tena unos brazos tan fuertes y piernas tan vigorosas que poda correr cuesta abajo por una ladera sosteniendo a un ternero. Marga el Toro, la llamaban entonces en seal de admiracin por su fuerza, pero tambin Marga el Asno cuando retaba a los chicos en la carrera con un saco al hombro y ganaba, y Marga Sin Fondo cuando beba de un trago las jarras de cerveza tibia rebosantes de espuma. Pero jams bruja. Nadie le haba dicho nunca esa palabra. La primera vez que alguien la haba pronunciado delante de ella fue cuando los soldados se la llevaban. l, aquel hombre espantoso, la haba mirado fijamente con sus ojos incandescentes por37

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primera vez y, entre un aluvin de palabras incomprensibles, le haba lanzado la terrible acusacin: bruja! Ahora le chillaban la misma palabra, entre otros gritos excitados, como durante las carreras de caballos o las actuaciones de los saltimbanquis. Esta vez, el espectculo lo constitua ella, encapuchada hasta la nariz y cubierta por una tela basta hasta los pies, ella era el caballo de carreras o el saltimbanqui de acrobacias imposibles. La transportaban en brazos como un peso muerto y a cada paso que daba arrastrando las piernas senta como si un hierro le traspasase la espalda y la obligara a aullar y gemir. Qu haba hecho ella, Marga, para merecer tanto dao? Los hombres aquellos no explicaban nada, queran saber: preguntaban con feroz insistencia quin era ella realmente, si se haba reunido alguna vez con otras brujas y brujos, inquiran qu haca sola por el bosque y por qu en el pueblo todos hablaban con reverencia y estupor de sus poderes. Qu poderes te atribuyes?, seguan preguntando obsesivamente, y tambin: Quin te ha instruido?. No era una bruja: las brujas eran mujeres malvadas que trataban con el demonio con el nico fin de hacer el mal a los dems, sembrar enfermedades y desgracias. Por el contrario, ella usaba sus poderes para curar y socorrer, y jams haba visto al diablo hasta que la haban llevado a aquella fortaleza, al subterrneo iluminado con altos hachones que difundan una luz rojiza y proyectaban largas sombras sobre las paredes desnudas. All se haba presentado aquel ser espantoso, el hombre alto y enjuto de mirada fija como la de una rapaz, la tez tan plida como la de un cadver. Y, con voz tenebrosa, haba ordenado a los soldados que le ataran las muecas y los tobillos sobre la mesa de torturas, como un animal en el matadero.38

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Aquello era, sin duda, el infierno con sus horribles tormentos: la haban llevado viva a ese lugar para que confesara, para que dijera quin era en realidad. Oh, no, no era una simple campesina sin padres, el torturador pareca saberlo mejor que ella. Por qu recoga hierbas y las machacaba en el mortero? Quin le haba enseado esas prcticas? Era cierto que poda hablar con los animales, y que de noche volaba con otras brujas? Ella no volaba. Pero tena el poder, y nunca se lo revelara a aquel demonio. Cuando el agujn la haba traspasado, el poder la haba sacado fuera de su cuerpo y le haba hecho contemplar desde lo alto el rostro, los ojos desencajados, la boca abierta, la figura entera tendida sobre la mesa. El poder le haba recordado que ella no era solamente aquel cuerpo sufriente y la haba llevado lejos de all, a sus amados bosques, a la fuente y a la cueva de la maestra. Aquel era el lugar donde haba recibido el conocimiento. La primera vez que haba ido era bastante pequea, no recordaba cmo haba llegado hasta all: haba sido el poder el que la haba guiado. Se le haba aparecido una mujer alta y resplandeciente, circundada por una luz que volva centelleantes sus ojos y doradas sus largas trenzas. No fue hasta mucho despus cuando Marga comprendi que aquella visin cegadora se debi al fuego recin atizado, que esparca chispas por toda la gruta. Al principio, la nia pens que se encontraba ante un hada como aquellas de las que hablaba su abuela delante del fuego por las noches. Hadas y duendes poblaban el bosque, escondidos detrs de matojos y bajo las piedras, entre los rboles y las zarzas, y la vieja contaba cmo se divertan gastando bromas a la gente. Haba que mantenerse lejos de los duendes, no molestar a las39

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hadas, porque eran criaturas antojadizas e imprevisibles: podan hacer que te creciera la nariz como una raz nudosa o convertirte en un cerdito para siempre. Y ahora, la pequea Marga se haba encontrado con una precisamente en medio del bosque, dentro de una cueva! Instintivamente, su primer impulso fue el de huir a todo correr, pero los pies se le haban quedado clavados como dos races. Lo que dejaba petrificada a la nia no eran tanto la mirada fija del hada y el tono calmado con que le hablaba, como aquel aroma a bizcocho recin horneado que desprenda. Un olor as, tan celestial, habra atrado hasta a los santos del paraso. No era que Marga pasara hambre; en comparacin con otros muchos nios sin padres, ella haba sido afortunada. Aquellos a quienes llamaba sus tos la haban criado con sus hijos en la gran casa donde vivan todos juntos: abuelos, hijos y nietos. No estaba segura de que fueran de verdad parientes suyos. Una vez, uno de sus primos mayores le haba gritado con rabia sucia nia abandonada. Y cuando organizaba algn jaleo o no era tan obediente como deba, la abuela siempre estaba dispuesta a fulminarla con la mirada de una manera que no haca con los dems nietos, y puede que comentara agriamente: A saber a quin te parecers t. Marga haba fantaseado a menudo con que su madre fuese una princesa obligada a dejarla en aquel pueblo de la ladera de la montaa para esconderla de sus enemigos. El prncipe, su marido y padre de Marga, haba tenido que marcharse a combatir contra los sarracenos en la fabulosa Tierra Santa, y la princesa mandaba en el castillo y las tierras. Tarde o temprano, sus aristocrticos padres volveran para llevrsela con ellos al castillo y los tres viviran felices para siempre. Perdida en estas40

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fantasas, la nia trenzaba coronitas de ramas y flores mientras repeta para s: Princesa Marga. Qu haces ah? Toma inmediatamente ese cesto, termina de llenarlo! Siempre haba alguien dndole rdenes y regandola. En casa, todos tenan que estar atareados, nios y viejos, sin cesar, como en una colmena. No vean con buenos ojos aquellas distracciones suyas, aquella tendencia a soar con los ojos abiertos. Venga, date prisa, no te duermas!, le repetan a menudo. No se dorma, pero, cmo poda explicar ella, con ocho aos, que muchas veces vea cosas que nadie ms poda ver? Por el cielo volaban dragones, a veces los rboles andaban, desde los setos se asomaban cmicas criaturitas cantando alegres, pero slo ella se percataba. Si gritaba Mirad all arriba, un dragn de alas enormes!, su ta le lanzaba una mirada feroz y mascullaba: No digas estupideces, slo es una corneja!. Lo que contaba la abuela por la noche delante del fuego era barrido al da siguiente como las cenizas de la chimenea. Eran historias inventadas slo por entretenimiento, creer en ellas era una autntica bobada, si es que no un pecado mortal. Voces aflautadas la llamaban, dedos invisibles le hacan cosquillas en el cuello, los brazos y los pies descalzos cuando caminaba por los prados. No tena que hacer caso, porque, si lo haca, en casa la castigaran por despistada y holgazana. Slo ms tarde la maestra le enseara que los dragones existen, los rboles andan y los espritus nos rodean, pero nicamente quien tiene el poder logra percibir su presencia, ver lo aparentemente invisible. Le asegur que las leyendas narradas ante el fuego contaban la verdad, pero que no haba que mostrar que se crea en ellas, porque eso iba en contra de la doctrina de la Iglesia.41

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Escondida en lo ms hondo del bosque, en una cueva decorada con extraos y antiqusimos dibujos, la maestra practicaba la magia. Muchos lo saban y venan desde lugares lejanos en busca de remedios y hechizos. La maestra acoga a los visitantes en una cabaa que pareca su casa, completamente amueblada y con un bonito huerto muy bien cuidado detrs. Nadie haba ido al verdadero refugio de la maga, el lugar secreto que Marga haba descubierto por casualidad, la cueva mgica. Qu haces, no entras?, le haba dicho la maestra, que a sus ojos era un hada. Anda, ven. El bizcocho est listo. Te estaba esperando. Marga se haba acercado temblando, poda ser una trampa. Su abuela le haba hablado de brujas que se coman a los nios tras atraerlos a su casa con dulces y palabras amables. Nunca me he comido a un nio, dijo precisamente en ese momento la mujer. Y no creo que vaya a empezar a hacerlo hoy, eres toda huesos. El carro avanz lentamente en medio de la multitud chillona. Aquellos gritos, cargados de una ira espantosa, le traspasaban la piel como los agujones de la tortura. All, sobre la mesa, los torturadores empleaban un tono rabioso pero glacial en sus incesantes preguntas: Con quin te encontrabas en el bosque? Quin te ha enseado las prcticas mgicas? Habla, hechicera! Confiesa, bruja!. Ella aullaba, gema, apelaba a sus buenas almas, a su compasin cristiana. Pero aquellos hombres de Iglesia no tenan ninguna compasin, no parecan curas siquiera, ni hombres de carne y hueso. Sus rostros como mscaras no dejaban de observarla mientras aquel juez la interrogaba con despiadada frialdad. Quera saber y ella no42

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hablaba. Acercaba la cara a su oreja y le susurraba preguntas que los otros hombres no podan or: Dime si tienes el poder, quin te lo ha dado, y salvars tu vida. La maestra..., haba murmurado, exhausta. La maestra, quin? Su nombre. Tea... Artemia... Le vinieron a la cabeza los nombres con que la llamaban quienes formaban la fila de solicitantes de remedios y hechizos. Silvana... Mientes!, el hombre haba alzado su tono de voz. No es esto lo que quiero saber. Su verdadero nombre. De repente, Marga haba sentido un agudsimo dolor en el brazo y haba proferido un grito brutal. No lo s! Dilo y salvars tu vida. No lo s. Su nombre es secreto. Todava no estoy preparada. El juez se haba inclinado sobre ella y Marga poda ver su mirada ardiente, como si tuviera una fiebre galopante. Sus ojos parecan escrutarla hasta en los ms profundos recovecos de su alma. Ests preparada. Ella te ha dejado su marca. Y sin embargo, Marga no estaba lista del todo. Haba aprendido los nombres de las hierbas medicinales, saba preparar ungentos y remedios para las enfermedades y curaba a la gente del pueblo. Todos estaban enterados de su aprendizaje con la maga del bosque, y los primeros en aprobarlo haban sido sus tos. Pero todava no dominaba plenamente la magia. Es cierto que poda hablar con los duendes de las plantas y del sotobosque, acercarse a los animales salvajes, llamar a la lechuza y el halcn, interpretar el vuelo de los gansos o adivinar la llegada de una tormenta, pero no estaba capacitada para usar la fuerza del rayo ni elevarse del suelo como si su cuerpo fuese una nu43

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be, y tampoco para desaparecer de golpe. No conoca frmulas mgicas aparte de las ms triviales, como hacer que un animal la obedeciera. No habra podido obrar los sortilegios que tan bien le salan a la maestra: hacer que alguien se enamorara o volver inofensivo a un individuo violento, paralizar de una sola mirada, silenciar de golpe a un charlatn y soltarle la lengua a un mudo, convertir en fascinantes a las chicas y ms fuertes y simpticos a los chicos, hacer que las parejas estriles tuvieran hijos. Acababa de empezar a estudiar el Libro del mando y estaba ya un tanto familiarizada con las pociones mgicas. Se saba de memoria algunas, fabulosas: aumentar la leche de las vacas y hallar objetos perdidos, hacer que el pelo creciera muy deprisa y que alguien fuera ms gil y ms veloz corriendo. Y luego estaba la hierba incomparable, con la cual todo encantamiento daba resultado: la mandrgora. Era una raz muy difcil de encontrar, haba que adiestrar a un perro negro para arrancarla de la tierra y, para utilizarla, era preciso un largo y trabajoso proceso, pero sus remedios eran infalibles. La mandrgora, haba murmurado tendida sobre la mesa de torturas. Te gustara tener? La voz glacial se burlaba. T sabes dnde encontrarla, verdad? Crece bajo los rboles de los ahorcados. No! Bajo un roble! Al alba del sbado, un perro negro la arranca de la tierra y ella grita... Al perro lo matan y su sangre es derramada en el agujero de la planta... No, no! Marga gritaba y lloraba. De qu prcticas mgicas estaba hablando aquel juez? Pareca conocer un lado distinto, malfico, de las mismas frmulas. Ella no era una experta, pero se daba perfecta cuenta de que aquel hombre era un conocedor44

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de la magia negra, contra la cual la maestra la haba puesto en guardia porque slo tena un fin: causar maleficios. T tambin puedes hacer dao a alguien, haba objetado ella. Los hechizos no pueden hacer feliz a todo el mundo. Pero mi intencin no es someter a las personas, haba dicho la maestra. Ni destruir. La magia negra es el instrumento para tener poder sobre los dems mediante la violencia y el miedo. Por qu la maestra no haba acudido cuando los soldados fueron a prenderla? Por qu no los haba dejado paralizados o la haba hecho esfumarse a ella, por ejemplo haciendo que volara? Dnde estaba la maestra cuando la haban arrastrado hasta la crcel mientras la torturaban? Dnde est ella? Habla!, susurraba el juez, poniendo nfasis en ella. Si lo supiera! Hasta el ltimo momento, Marga haba tenido la esperanza de un milagro. Quiz la maestra, como un ngel vengador en un halo de luz cegadora, aparecera a la puerta de la crcel y se la arrebatara a sus torturadores. Pero ni siquiera ahora, cuando la muchedumbre la rodeaba como una jaura dispuesta a despedazarla, suceda nada sobrenatural. La magia se haba desvanecido del todo y Marga haba vuelto a ser slo una pobre chica a merced de s misma, arrastrada hacia un suplicio desconocido. Como le haba susurrado el juez con tono triunfante antes de ordenar a los torturados que la desataran: Ella te ha abandonado. Van a ahorcarme, pensaba Marga. Era el castigo para asesinos y herejes, siempre lo decan en casa: los sin Dios son colgados de la soga. Ser rpido, pensaba Marga, un instante y ya est, pero temblaba como un conejo aterrado. Las lgrimas le corran por las mejillas como un ro desbordado, rezaba y pronunciaba45

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frmulas mgicas entre labios, intercalando las frases: Santa Mara Virgen, lbrame de todo mal que la tierra lo recoger, libera nos et ora pro nobis peccatoribus, yo con este gesto el mal fantasmal ahuyento.... De improviso, su nombre reson en medio de los gritos descompuestos y los insultos. Marga! Al or aquel grito aislado, todos se pusieron a llamarla, en una especie de cantinela burlona: Marga, Marga!. El corazn se le par un instante, para luego volver a latirle con furia. Mir hacia el punto del que proceda la voz: aunque no lograba distinguirlo, haba comprendido que l estaba all, no lejos de ella. Con quin te encontrabas en el bosque?, haba preguntado con insistencia la voz hiriente del juez, cosquillendole la oreja. Ella estaba tan inmersa en el dolor y el miedo que no pens, ni por un momento, en el chico que haba conocido meses atrs, en la fiesta de primavera. Acaso era a l a quien el juez quera descubrir, adems de a la maestra? Los nombres, quiero los nombres de las otras brujas y de los brujos. No hay nadie ms! Embustera! Y el aquelarre? El hombre quera abreviar y, como si conociera bien la fiesta, haba relatado en tono casi persuasivo: La noche del fuego, la fiesta de mediados del verano... La rueda llameante girando por los campos y el humo deberan alejarlo, pero en realidad lo excitan, y el demonio se muestra en plena noche en el Gran Aquelarre para unirse con la elegida, la gran bruja.... La mente de Marga haba volado a la maravillosa fiesta de mediados del verano, cuando el da se demoraba en un tiempo46

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sin fin, difuminando el ltimo fulgor del sol en una noche lquida, azul y tersa, que nunca se volva de un negro impenetrable como durante el resto del ao. Ya por la tarde, los chicos iban de casa en casa recogiendo los haces de ramas y las chicas trenzaban coronas de verbena y artemisa. Las mujeres amasaban y cocan dulces, los hombres segaban la hierba y amontonaban la paja. Haba alegra y emocin por la espera, por que comenzara la noche, cuando, una vez juntados la paja, los haces y los troncos en una altsima pila, la gente corra a casa para vestirse con los trajes de fiesta, mientras que las chicas como ella se recogan el pelo con cintas de colores y se perfumaban con agua de romero. Por ltimo, todos se reunan alrededor de la pila, a la que se prenda fuego y que lanzaba hacia lo alto brasas que casi tocaban las primeras estrellas que asomaban en el manto celeste. Entonces se empezaba a cantar y a bailar en crculo, se arrojaban a la hoguera las coronas de flores y se miraban a las llamas por entre ramos de espuela de caballero para que la vista fuese buena todo el ao. De pronto, un grito anunciaba la llegada del ngel: surga por encima de la colina una altsima figura que bajaba caracoleando por la pendiente. En ese momento, todos gritaban y cantaban, batan palmas y pataleaban mientras aquel ser se aproximaba mostrando un cuerpo slido e informe, con largos cuernos en la cabeza. El Gran Aquelarre , insista el juez acercando sus labios a su mejilla hasta casi rozarla, cuando se aparece Satans en persona. Es el ngel, haba murmurado ella semiinconsciente. Pero el juez se haba enfurecido: Blasfema! Hereje! T y ella habis47

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sembrado la mala hierba de la hereja. A travs de ti habla el demonio! Aquel hombre haba tergiversado las cosas a su favor y nada de lo que Marga pudiese oponerle hara mella en su pensamiento. A duras penas acertaba a emitir alguna palabra. Por lo dems, no habra servido de nada explicar que aquella imponente figura con cuernos era un fantoche hecho con ramas y paja, recubierto de flores y llevado en volandas por los chicos colina abajo hasta la hoguera, donde lo arrojaban para que se quemara hasta convertirse en una brasa sobre la que saltaban los ms audaces, porque los saltos garantizaban salud para todo el ao. El juez no lo saba, con toda seguridad nunca haba estado en una fiesta de verano, no haba cantado ni bailado, no haba rodeado la cintura o los hombros de una mujer al bailar. No haba saltado valientemente sobre el fuego, ni jams en su vida haba atrapado al vuelo una guirnalda de flores que su enamorada haba lanzado para l desde el otro lado de la hoguera, ms all de las llamas. Damien lo haba hecho, haba agarrado la coronita con una sola mano y se la haba llevado a la cara para mirar a travs de ella. En el hueco de la guirnalda, ms all de las llamas amarillas, el rostro de Marga estaba rojo por la emocin. Por fin l era suyo: durante toda la tarde haba estado observando cmo traa lea y corra arriba y abajo por los campos. Haba admirado su fuerza, y se haba percatado de que no lo perda de vista ni un instante. A l, Damien, que hasta el ao anterior slo era un chiquillo hurao, siempre encerrado en el establo ordeando las vacas, sucio de barro. Incluso el ltimo otoo lo haba vencido en una carrera, ella, Marga el Toro. Pero ahora l le sacaba un palmo y se le haba ensanchado el pecho, las piernas se le haban fortalecido. Si hubiesen competido, estaba segura de que esta48

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vez ella habra perdido. Porque slo con mirarlo le temblaban las piernas, le lata con fuerza el corazn: es que le habra hecho beber a escondidas la vincapervinca encantada, la hierba que hace enamorarse? Se haban tomado de la mano y haban saltado juntos a travs del humo, y luego haban corrido por el prado, ahora que el cielo pareca por fin cerrar su inmenso ojo azul y permitir a enamorados como ellos abrazarse protegidos por el manto de la noche. Ahora, Damien estaba all cerca, justo al lado del carro. Sinti un estremecimiento de felicidad, enseguida ahogada por el miedo: no tena que dejarse descubrir o aquellos hombres lo capturaran tambin a l, al compaero de la bruja, para infligirle los mismos sufrimientos que a ella. Se oblig a no volver ms la cabeza hacia el punto del que le haba llegado la llamada, mantuvo la mirada hacia abajo; adems, la capucha le dejaba ver muy poco. Estaban ya cerca, poda distinguir las tablas del patbulo que sobresala por encima de la multitud. La levantaron por los brazos y los dolores se agudizaron de nuevo. Se le nubl la vista y la cabeza empez a darle vueltas como si el suelo en que apoyaba los pies hubiera comenzado a ondular. Uno de los hombres se le plant detrs y la sostuvo, el otro le ech hacia atrs la capucha. La muchedumbre rugi al ver su cabeza rapada, pero ella ni se dio cuenta, porque sus ojos se fijaron, horrorizados, en la pila de lea a los pies del poste. Iban a quemarla, como al ngel del verano. Instintivamente, forceje para soltarse, haciendo caso omiso de las punzadas en su espalda. Grit con todo el aire de sus pulmones y su reaccin hizo que el gento se entusiasmara, profiriera gritos y batiera palmas. Los dos hombres apenas podan49

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sujetarla, porque pareca como si una nueva energa se hubiera apoderado de ella: sacudiendo la cabeza y dando alaridos, pateaba y se agitaba. Retorcindose as, la arrastraron hacia el poste y la ataron bien prieta, de modo que apenas pudiera respirar. Los gritos se le ahogaron en la garganta y pasaron a ser un triste lamento. De golpe, la muchedumbre se call, y aquel silencio le pareci ms espantoso todava, como si en el cielo se hubiese abierto un agujero y por l hubiesen sido absorbidos todos los rumores en un instante. Una voz estridente se hizo or: El tribunal, presidido por el gobernador de la ciudad Johannes Surdis, vistas y probadas las acusaciones contra Marga Mellus por encantadora y hechicera, hacedora y bruja, la condena a muerte en la hoguera. Un estruendo acompa las ltimas palabras, pero se apag enseguida, y otra voz, que para entonces ella conoca ya muy bien, se alz hendiendo el aire como un mazo: Marga Mellus est manchada con la ms horrible de todas las herejas, la brujera!. Un murmullo corri entre el gento, pero el ansia por or las palabras siguientes lo acall enseguida. Por tanto, este tribunal ha decidido acabar con su nefando pacto con el diablo y purificar mediante el fuego su cuerpo posedo. Yo mismo, jurisconsulto experto en materia de maleficios, he aconsejado al noble gobernador de la ciudad que no proceda al ahorcamiento, porque la sangre de la bruja envenenara esta tierra. El fuego nos librar del demonio. Inmediatamente se alz un grito de la plebe, La hoguera, la hoguera!, que se extendi hasta cubrir cualquier otro ruido, los redobles de tambor y el canto de oracin entonado por los curas.50

La

sptima bruja

Marga percibi el olor a humo y comprendi que haban prendido fuego a la lea. Apret los prpados y le brotaron ms lgrimas de las comisuras de los ojos. Pens en Damien, que seguramente la haba visto fea, demacrada y rapada, vestida con aquel saco hediondo y ahora atada al poste como una vbora. Dese que se marchara para no asistir a aquel ltimo y horrendo espectculo. El humo la envolva ya y empez a toser. El crepitar de la lea apenas se distingua entre los gritos de incitacin, las plegarias y aquel redoble que pareca provenir de la tierra. Luego, de repente, el fuego alcanz gran altura, como si hubiese estallado una enorme chispa de la pira. La hoguera se hizo cegadora y la multitud retrocedi rumoreando, aterrorizada ante la idea de que las llamas pudieran propagarse hasta el suelo y abrasarlo todo. Muchos huyeron, otros trataron de mirar el cadalso, ahora fulgurante, pero se vieron forzados a apartar los ojos como frente al sol. En aquel globo luminoso, nadie poda distinguir la figura de Marga y muchos pensaron que las llamas ya la habran devorado a causa de su espritu maligno; otros opinaron que Satans haba abierto un socavn desde el infierno para llevrsela inmediatamente consigo; otros, por ltimo, creyeron ver su cuerpo deshacindose como una brasa. Pero nadie vio de verdad lo que haba ocurrido. Ni siquiera los jueces del tribunal supieron decir con precisin qu haba pasado. Porque la bruja ya no estaba all, la bruja haba desaparecido.

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