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La separación del mundo “Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Corintios 6.17–18) .

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Page 1: La separación del mundo “Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros

La separación del mundo

“Por lo cual, salid de en medio de ellos, y

apartaos, dice el Señor,

y no toquéis lo inmundo; y yo os

recibiré, y seré para vosotros por

Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas,

dice el Señor Todopoderoso”

(2 Corintios 6.17–18).

Page 2: La separación del mundo “Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros

Dice la sierva del Señor, Elena G. de White, citando 1Cor.10:31: «Se nos ordena que, sea que comamos, bebamos o hagamos cualquier otra cosa, lo hagamos todo para gloria de Dios.

Y pregunta: ¿Cuántos obran por principios más bien que por impulsos, y obedecen esta orden al pie de la letra? ¿Cuántos de los jóvenes discípulos de la localidad de *** han hecho de Dios su apoyo y heredad, y han procurado fervientemente conocer y hacer su voluntad?

Hay muchos que son siervos de Cristo de nombre, pero no en verdad.

Page 3: La separación del mundo “Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros

Cuando uno se rige por los principios religiosos (establecidos por Dios), corre poco peligro de cometer graves errores, porque el egoísmo, que siempre enceguece y engaña, queda subordinado.

El sincero deseo de hacer bien a otros, predomina de tal manera que se olvida al yo.

El sustentar firmes principios religiosos es un tesoro inestimable.

Es la influencia más pura, elevada y sublime que pueden sentir los mortales.

Los que disponen de ella, cuentan con un ancla. Reflexionan antes de dar un solo paso, no sea que su efecto

perjudique a otros y los aparte de Cristo.

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Preguntan constantemente: Señor, ¿cómo puedo servirte mejor, y glorificar tu nombre en la tierra? ¿Cómo puedo conducir mi vida para

alabar tu nombre en la tierra e inducir a otros a amarte, servirte y honrarte?

Permíteme tan sólo desear y elegir cumplir tu voluntad. Sean las palabras y el ejemplo de mi Redentor la luz y fortaleza de mi corazón.

Mientras confíe en él, no me dejará perecer. El será mi corona de regocijo.

Si tomamos equivocadamente la sabiduría del hombre por la de Dios, nos extraviará la insensatez de la sabiduría humana. Tal es el gran peligro de muchos de los que están en ***. No tienen experiencia propia. No han seguido el hábito de considerar con oración por su

cuenta, SIN PREJUICIOS, las cuestiones y los temas nuevos que puedan surgir.

Esperan para ver lo que piensan otros.

Page 5: La separación del mundo “Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros

Si tomamos equivocadamente la sabiduría del hombre por la de Dios,

nos extraviará la insensatez de la sabiduría humana.

Los Principios establecidos por Dios se encuentra en la Biblia. Ver Santi. 2:10-12; Apc.22:14). Son eternos.

La tradición recopila las costumbres y enseñanzas de los hombres. Ver (Mat.15:9, 13; Col.2:22).

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El disentimiento (Falta de acuerdo o de aceptación), ajeno es todo lo que se necesita para convencerlos de que el tema considerado carece de importancia.

Aunque esta clase de personas es numerosa, ello no cambia el hecho de que no tienen experiencia y que su mente es débil porque cedieron durante mucho tiempo al enemigo.

Serán siempre tan enfermizos como infantes; andarán a la luz ajena y vivirán según la experiencia de otros; sentirán como sientan los demás, y actuarán como ellos, como si no tuvieran individualidad, porque su identidad está fundida en la ajena. Son simplemente sombras de quienes para ellos tienen razón.

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A menos que se percaten de su carácter vacilante y lo corrijan, se verán todos privados de la vida eterna; no podrán resistir los peligros de los postreros días. No poseerán energía para resistir al diablo; porque no saben que de él se trata. Es necesario que haya alguien a su lado para indicarles si se acerca un enemigo o un amigo. No son espirituales, y por lo tanto no disciernen las cosas espirituales. No son sabios en las cosas que se relacionan con el reino de Dios. Ni los jóvenes ni los ancianos tienen excusa por confiar en que los otros tengan experiencia en su lugar. Dice el ángel: “Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo.” Jeremías 17:5.

En la experiencia y la lucha cristianas, se necesita una noble independencia.

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«Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis

ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré» (Heb.13:5).

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Hay que pedir con fe

Hombres, mujeres y jóvenes, Dios requiere de vosotros que poseáis valor moral, firmeza de propósito, fortaleza y perseverancia, mentes que no admitan los asertos ajenos, sino que investiguen por su cuenta antes de aceptarlos o rechazarlos, y escuchen y pesen las evidencias, y las lleven al Señor en oración.

“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, demándela a Dios, el cual da a todos abundantemente, y no zahiere

(Causar disgusto o daño moral); y le será dada.” Santiago 1:5.

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Ahora bien, se impone la condición: “Pero pida en fe, no dudando nada: porque el que duda es semejante a la onda de la mar, que es movida del viento, y echada de una parte a otra. No piense pues el tal hombre que recibirá ninguna cosa del Señor.” Sant.1: 6, 7.

Esta petición de sabiduría no debe ser una oración sin sentido, que se olvide

tan pronto como se haya terminado. Es una oración que expresa el enérgico y

ferviente deseo inspirado al corazón por un consciente anhelo de poseer

sabiduría para discernir la voluntad de Dios.

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Después de hecha la oración, si no obtenemos inmediatamente la respuesta, no nos cansemos de esperar, ni nos volvamos inestables. No vacilemos. Aferrémonos a la promesa: “Fiel es el que os ha llamado; el cual también lo hará.” 1 Tesalonicenses 5:24. Como la viuda importuna (mencionada en Luc.18.1-8), presentemos nuestros casos con firmeza de propósito. ¿Es importante el objeto y de gran consecuencia para nosotros? Por cierto que sí. Entonces, no vacilemos; porque tal vez se pruebe nuestra fe.

Si lo que deseamos es valioso, merece un esfuerzo enérgico y fervoroso. Tenemos la promesa; velemos y oremos. Seamos firmes, y la oración será contestada; porque, ¿no es Dios quien ha formulado la promesa?

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Cuanto más nos cueste obtener algo, tanto más lo apreciaremos cuando lo obtengamos.

• Se nos dice claramente que si vacilamos, ni podemos pensar que recibiremos algo del Señor. Se nos recomienda aquí que no nos cansemos, sino que confiemos firmemente en la promesa. Si pedimos, él nos dará liberalmente, sin zaherir. (Causar disgusto o daño moral). Extraído del Diccionario.

En esto es donde muchos yerran. Vacilan en su propósito y les falta la fe. Esta es la razón por la cual no reciben nada del Señor, fuente de nuestra fortaleza.

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Nadie necesita andar en tinieblas, tropezando como ciego, porque el Señor ha provisto luz si queremos

aceptarla como él lo indica, y no elegir nuestro propio camino.

El exige de todos un cumplimiento diligente de los deberes de cada día. Esto lo requiere especialmente de los que están

empeñados en la obra solemne e importante de la oficina de publicaciones: tanto de aquellos sobre quienes pesan las más

pesadas responsabilidades del trabajo, como de los que llevan las responsabilidades menores. Pero estos deberes pueden cumplirse

únicamente pidiendo a Dios la capacidad de hacer fielmente lo recto ante el cielo, gobernados por motivos abnegados, como si

todos viesen el ojo de Dios que nos contempla e investiga nuestras acciones.

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La plaga del egoísmoEl pecado más difundido que nos separa de Dios y provoca tantos trastornos espirituales contagiosos, es el egoísmo.

No se puede volver al Señor excepto mediante la abnegación. Por nosotros mismos no podemos hacer nada; pero si Dios nos

fortalece, podemos vivir para hacer bien a otros, y de esta manera rehuir el mal del egoísmo.

No necesitamos ir a tierras paganas para manifestar nuestros deseos de consagrarlo todo a Dios en una vida útil y abnegada. Debemos hacer esto en el círculo del hogar, en la iglesia, entre

aquellos con quienes tratamos y con aquellos con quienes hacemos negocios.

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El milagro de desterrar el egoísmo de nuestro corazón, radica en nuestra relación personal con Cristo, quién es el ejemplo de

amor «Sin mi nada podéis hacer»

(Juan 15:5).

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En las mismas vocaciones comunes de la vida es donde se ha de negar al yo y mantenerlo en sujeción.

Pablo podía decir: “Cada día muero.” 1 Corintios 15:31.

Es esa muerte diaria del yo en las pequeñas transacciones de la vida lo que nos hace vencedores. Debemos olvidar el yo por el deseo de hacer bien a otros. A muchos les falta decididamente

amor por los demás. En vez de cumplir fielmente su deber, procuran más bien su propio placer.

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Dios impone positivamente a todos los que le siguen el deber de beneficiar a otros con su influencia y recursos, y de procurar de él la sabiduría que los habilitará para hacer todo lo que esté en su poder para elevar los pensamientos y los afectos de aquellos sobre quienes pueden ejercer su influencia.

Al obrar por los demás, se experimentará una dulce satisfacción, una paz íntima que será suficiente recompensa. Cuando estén movidos por un elevado y noble deseo de hacer bien a otros, hallarán verdadera felicidad en el cumplimiento de los múltiples deberes de la vida.

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Esto les proporcionará algo más que una recompensa terrenal; porque todo cumplimiento fiel y abnegado del deber es notado por los ángeles, y resplandece en el registro de la vida.

En el cielo nadie pensará en sí mismo, ni buscará su propio placer; sino que todos,

por amor puro y genuino, procurarán la felicidad de los seres celestiales que los

rodeen.

Si deseamos disfrutar de la sociedad celestial en la tierra renovada, debemos ser

gobernados aquí por los principios celestiales.

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Filosofía de las virtudes perfectas, que nos ayudan a vencer el yo.

La regla de oro

«Has por los demás lo que te gustaría que hicieran por ti»

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Cada acto de nuestra vida afecta a otros para bien o para mal. Nuestra influencia tiende hacia arriba o hacia abajo; los demás la sienten, obran de acuerdo con ella, y la reproducen en mayor o

menor grado. Si por nuestro ejemplo ayudamos a otros a adquirir buenos

principios, les impartimos poder de obrar el bien. A su vez, ellos ejercen la misma influencia benéfica sobre otros, y

así ejercemos sobre centenares y millares de personas nuestra influencia inconsciente.

Pero, si por nuestros actos fortalecemos o ponemos en actividad las malas facultades que poseen los que nos rodean,

participamos de su pecado, y tendremos que dar cuenta por el bien que podríamos haberles hecho y que no les hicimos,

porque no hallamos en Dios nuestra fortaleza, nuestro guía, nuestro consejero.

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Este tema: La separación del mundoFue extraído de Joyas de los Testimonios TI P201