la resaca del caribe
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La resaca del Caribe
Cómo eran los auténticos piratas.
Tan antigua como la navegación, la piratería requiere dos condiciones para su
existencia: una fortuna transportada a bordo (o custodiada en puerto) y un
grupo de forajidos dispuestos a todo para robarla. Estos requisitos se dieron en
abundancia en el Caribe recién descubierto por Colón en nombre de la Corona
española. Durante tres siglos, del XVI al XVIII, las flotas hispanas que regresaban a la
Península desde Veracruz, cargadas de riquezas mexicanas, o del istmo de Panamá,
repletas de tesoros peruanos, fueron pasto de los depredadores instalados en las
Antillas. Por no mencionar sus sangrientos asaltos a localidades costeras como
Campeche, Panamá, Cartagena, Maracaibo o Bahía, tanto para rapiñar joyas y
doblones como para castigar a las poblaciones con la bendición de las potencias
enemigas de España y Portugal.
El cine y la literatura han difundido una imagen simpática de estos personajes. Los
piratas de ficción suelen ser canallas incomprendidos por la acartonada sociedad de la
época. Aventureros enamorados del mar, osados, leales a sus camaradas, rebeldes
ante la autoridad y, al menos los heroicos protagonistas, seductores con las mujeres.
La realidad histórica fue muy distinta. Fue espantosa. Aunque se tratara de refinados
cortesanos (como el gran navegante Francis Drake; su pariente, el comerciante John
Hawkins; el aristocrático conde de Cumberland, George Clifford; o el cultivado poeta
Walter Raleigh), los corsarios, bucaneros, filibusteros o simples piratas asesinaban,
torturaban, violaban, traficaban con esclavos y, desde luego, robaban a dos manos.
No dudaban en usar como escudos humanos para sus fechorías a monjas y
sacerdotes, como hizo Henry Morgan en 1668 para tomar Portobelo. O, como en el
caso del brutal Olonés el mismo año, podían degollar por simple diversión a todos los
tripulantes de un bajel capturado. Así ocurrió con los oficiales y los marineros de una
fragata en el cayo Fragoso, Cuba. Otras proezas tristemente célebres en el Caribe de
aquellos tiempos confirman el grado de salvajismo que solían mostrar estos
criminales, ansiosos por cobrar fama de terribles como medio de propaganda para
facilitar la rendición inmediata de sus presas y ahorrarse esfuerzos. El filibustero
Roche Brasiliano, probablemente un psicópata como su fiero colega el Olonés,
acostumbraba a asar vivos a sus rivales. Una visión pavorosa, diametralmente
opuesta al ideal épico y romántico presentado en novelas y películas.
Aunque algunos piratas –principalmente los corsarios, avalados por una Corona– eran
auténticos caballeros de fortuna (Hawkins, Drake, Raleigh…), la práctica totalidad de
ellos procedía de los ambientes marginales de Europa y las Antillas. La sociedad de la
Edad Moderna, caracterizada por la rigidez de sus estratos, generalmente
incomunicados entre sí, descastaba desde la cuna a quienes nacían en un entorno
desfavorecido. No resultaba raro, pues, que los más audaces de las zonas portuarias
se hicieran a la mar para sobrevivir mejor, para escapar de un destino oscuro sellado
desde la infancia. Tal vez cambiara su suerte en la libertad del océano.
JULIAN ELLIOT
Historia y vida
Comentario de un texto exposit ivo:
1. Tipo de texto expositivo: exposición divulgativa o especializada.
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2.2 Orden del desarrollo. Procedimientos.
3. Aspectos relevantes:
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