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26 LA QUÍMICA DEL ESPACIO Natalia Ruiz Zelmanovitch es divulgadora del Equipo de Comunicación del grupo Consolider-GTC (Gran Telescopio CANA- RIAS), y de la Unidad de Cultura Científica del Centro de Astrobiología (INTA-CSIC). E n los años cuarenta del siglo pasado se detectaban las primeras moléculas en el espacio, pero los estudios no fueron más allá hasta los años setenta, cuando empezó a prepararse el terreno tras confirmar su presencia en diversas regiones del medio inter- estelar. En los últimos veinte años se han ido identificando moléculas cada vez más comple- jas, moléculas que dejaban su particular huella y nos hacían descubrir la riqueza de la química interestelar, corroborando que en esos espacios aparentemente vacíos hay mucha actividad. Al margen de su detección, surgió el interés por estudiar qué podían revelar esas moléculas sobre las condiciones físicas del espacio. Deducir que el universo denso y caliente nace del universo tenue y frío supuso, primero, un gran esfuerzo en el desarrollo de experimentos de laboratorio que pudieran ir adelantando respuestas y, segundo, la necesidad de desarrollar instrumentación que pudiera confirmar, de manera observacional, todas esas teorías. La Astroquímica ha vivido, por tanto, una corta (pero intensa) vida, basada en los experimentos Natalia Ruiz Zelmanovitch en laboratorios, los avances teóricos, los trabajos de modelado y las observaciones. Es, obvia- mente, una ciencia interdisciplinar por necesidad que requiere de una estrecha colaboración entre astrofísicos, físicos moleculares, químicos físicos, expertos en espectroscopia y astroquímicos. Fruto de estudio han sido, no solo el medio interestelar, sino también las zonas de formación de planetas (los discos de gas y polvo que se generan en torno a una estrella), y las diferentes fases en el proceso de «reciclaje» de los elementos lanzados al espacio tras la explosión y muerte de una estrella. Una vez en marcha la maquinaria, cuestiones reveladoras como la existencia de iones negati- vos en el medio interestelar, la ausencia de las cantidades esperadas de agua en forma gaseosa o el hallazgo de moléculas complejas, han ido marcando las líneas de investigación que se siguen actualmente. Hasta el momento se han encontrado más de ciento cincuenta especies moleculares en el espacio, algunas de forma ines- perada. Aunque no ha sido lo único inesperado en esta búsqueda. En Astronomía, los espacios aparentemente vacíos guardan muchos secre- tos. El rango de ondas de radio fue pionero en el descubrimiento de las primeras moléculas en el medio interestelar. Más tarde, acercarnos con una mirada infrarroja a esas zonas oscuras ha sido primordial para seguir profundizando en algo que cada día nos sorprende más: el nacimiento de las moléculas en el espacio, el surgimiento, aparentemente de la nada, de conglomerados de materia. Algo ocurre en las zonas frías antes ocultas a nuestros ojos, algo que podríamos relacionar directamente con el origen de la vida. Y es aquí donde surge un nuevo campo de estudio: la Astroquímica o Astrofísica molecular.

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LA QUÍMICA DEL ESPACIO

Natalia Ruiz Zelmanovitch es divulgadora del Equipo de Comunicación del grupo Consolider-GTC (Gran Telescopio CANA-RIAS), y de la Unidad de Cultura Científica del Centro de Astrobiología (INTA-CSIC).

E n los años cuarenta del siglo pasado se detectaban las primeras moléculas en el espacio, pero los estudios no fueron más allá hasta los años setenta, cuando

empezó a prepararse el terreno tras confirmar su presencia en diversas regiones del medio inter-estelar. En los últimos veinte años se han ido identificando moléculas cada vez más comple-jas, moléculas que dejaban su particular huella y nos hacían descubrir la riqueza de la química interestelar, corroborando que en esos espacios aparentemente vacíos hay mucha actividad.

Al margen de su detección, surgió el interés por estudiar qué podían revelar esas moléculas sobre las condiciones físicas del espacio. Deducir que el universo denso y caliente nace del universo tenue y frío supuso, primero, un gran esfuerzo en el desarrollo de experimentos de laboratorio que pudieran ir adelantando respuestas y, segundo, la necesidad de desarrollar instrumentación que pudiera confirmar, de manera observacional, todas esas teorías.

La Astroquímica ha vivido, por tanto, una corta (pero intensa) vida, basada en los experimentos

Natalia Ruiz Zelmanovitch

en laboratorios, los avances teóricos, los trabajos de modelado y las observaciones. Es, obvia-mente, una ciencia interdisciplinar por necesidad que requiere de una estrecha colaboración entre astrofísicos, físicos moleculares, químicos físicos, expertos en espectroscopia y astroquímicos.

Fruto de estudio han sido, no solo el medio interestelar, sino también las zonas de formación de planetas (los discos de gas y polvo que se generan en torno a una estrella), y las diferentes fases en el proceso de «reciclaje» de los elementos lanzados al espacio tras la explosión y muerte de una estrella.

Una vez en marcha la maquinaria, cuestiones reveladoras como la existencia de iones negati-vos en el medio interestelar, la ausencia de las cantidades esperadas de agua en forma gaseosa o el hallazgo de moléculas complejas, han ido marcando las líneas de investigación que se siguen actualmente. Hasta el momento se han encontrado más de ciento cincuenta especies moleculares en el espacio, algunas de forma ines-perada. Aunque no ha sido lo único inesperado en esta búsqueda.

En Astronomía, los espacios aparentemente vacíos guardan muchos secre-tos. El rango de ondas de radio fue pionero en el descubrimiento de las primeras moléculas en el medio interestelar. Más tarde, acercarnos con una mirada infrarroja a esas zonas oscuras ha sido primordial para seguir profundizando en algo que cada día nos sorprende más: el nacimiento de las moléculas en el espacio, el surgimiento, aparentemente de la nada, de conglomerados de materia. Algo ocurre en las zonas frías antes ocultas a nuestros ojos, algo que podríamos relacionar directamente con el origen de la vida. Y es aquí donde surge un nuevo campo de estudio: la Astroquímica o Astrofísica molecular.

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El aguaEl origen del agua en la Tierra es todavía una

incógnita. Una de las vías de estudio para intentar averiguar cómo se genera y cuál es su papel es investigar lo que ocurre durante la formación de las estrellas y los planetas.

Hay estrellas jóvenes que, en sus primeras etapas de formación, lanzan grandes cantidades de gas con abundante vapor de agua a velocidades

La existencia de anionesRecientemente se celebraba en la Real Fábrica

de Armas de Toledo el Simposio The molecular Universe, el número 280 de la Unión Astronómica Internacional. Centrado en la Astroquímica y cele-brado cada cinco o seis años, es el encuentro más relevante de su campo, ya que cubre todos los temas de importancia, desde las moléculas en el universo temprano hasta las moléculas en cometas y plane-tas de nuestro Sistema Solar. Esta edición reunía a teóricos, observadores y astrofísicos de labora-torio de todo el mundo. Tal y como afirma Ewine Van Dishoeck, astrónoma, química y profesora de Astrofísica Molecular en el Observatorio de Leiden (Países Bajos) y miembro del Comité Organizador del congreso, «el crecimiento del campo se ha visto favorecido por los nuevos grandes telescopios, apropiados para detectar y estudiar moléculas. A lo largo de las últimas dos décadas, el número de participantes casi se ha cuadruplicado (de los cien asistentes de 1991 en Brasil a los cerca de cuatro-cientos cincuenta en este encuentro).»

Al margen de que tan alto número de participan-tes sea una clara señal de la vitalidad de la Astroquí-mica, al plantear cuál era la mayor sorpresa que se habían llevado los investigadores en la última década en los distintos campos que estudian el universo molecular, la mayor parte (si no todos) coincidía en una cosa: lo increíble de la existencia de aniones en el medio interestelar.

Un anión es un ión negativo (un átomo o molé-cula cargado negativamente). El motivo por el cual resulta sorprendente que existan es porque en el espacio las moléculas están expuestas al impacto de los rayos cósmicos. De estos impactos, el resultado más común es la pérdida, por parte del átomo, del electrón más superficial, dejando una carga positiva en el átomo. Por tanto, dado que la química en las nubes frías empieza por la formación de iones posi-tivos, lo habitual y esperado sería encontrar grandes cantidades de moléculas cargadas positivamente.

Sin embargo, se ha encontrado una gran abun-dancia de aniones en las regiones interestelares, es decir, moléculas con un electrón extra. Esto ha revolucionado las teorías químicas existentes hasta el momento, que han debido adaptarse a los nuevos datos. Los experimentos en laboratorio serán fun-damentales para determinar qué debemos buscar una vez nos llegue la información, a qué se debe la existencia de aniones y por qué hay tantos.

LA QUÍMICA DEL ESPACIO

Figura 1. Imagen compuesta mostrando la Vía Láctea y la estructura de una de las nubes oscuras donde se forman nuevas estrellas. Todas las zonas menos brillantes que vemos en la Vía Láctea corresponden a nubes moleculares donde el gas se encuentra en forma mole-cular y donde los granos de polvo absorben la luz de las estrellas que se encuentran detrás de ellas. El zoom a B68 muestra cómo el número de estrellas va disminuyendo conforme penetramos en el interior del objeto. En la zona central no se ve ninguna estrella debido a la gran absorción producida por los granos de polvo. Solo a través de observaciones de la emi-sión de las moléculas que componen la nube podemos analizar su estructura y su evolución. Estos objetos son muy fríos y tenues, la densidad media es de unos miles de moléculas por centímetro cúbico. Sin embargo, en el curso de su evolución, estos objetos producen nuevas estrellas de tipo solar y planetas. (ESO y cortesía de J. Cernicharo)

muy elevadas1. Al parecer puede llegar a formarse, en unos pocos años, el equivalente a mil océanos terrestres –cien millones de veces la cantidad de agua del río Amazonas cada segundo–.

Lo normal sería que las moléculas de agua se destruyeran debido a las condiciones de presión y temperatura del entorno pero, no solo existen, sino que, al parecer, las propias condiciones favo-recen su formación, provocando que el vapor de agua sea expulsado a velocidades superiores a los doscientos mil kilómetros por hora.

En las nubes interestelares la cosa no pinta igual. En un principio, los modelos químicos elaborados basándose en nubes moleculares «típicas» en su fase gaseosa predecían grandes cantidades de agua. Sin embargo, tal y como afirma el profesor Paul Goldsmith, investigador responsable en la NASA del Observatorio Espacial Infrarrojo europeo Herschel, «en los últimos años, las observaciones han revelado que el agua en fase gaseosa es mucho menos abundante en esas zonas de lo que se había estimado, tanto como un factor aproximadamente cien por debajo de las predicciones.»2

Según los expertos, la mejor explicación es que sí hay agua, pero ésta se encuentra conge-lada sobre los granos de polvo en forma de capa

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Figura 2. Espectros de los aniones carbonados C4H-, C6H- y C5N- detectados en la estre-lla evolucionada IRC+10216 (figura en color en la parte superior derecha). Cada molécula posee una serie de líneas a frecuencias bien definidas que permiten realizar su búsqueda en el espacio. Estos aniones fueron predichos por E. Herbst en 1980, pero su detección ha tenido que esperar al desarrollo de las técnicas de laboratorio necesarias para producir aniones en suficiente cantidad como para poder medir sus frecuencias de emisión. Los datos proceden de Cernicharo y colaboradores (2008, Astronomy & Astrophysics, vol. 478, L19 y Astrophysical Journal, vol. 688, L83) y Thaddeus y colaboradores (2008, Astrophysical Journal, vol. 677, pág. 1.132). La imagen óptica de IRC+10216 es de Leao y colaboradores (2006, Astronomy & Astrophysics, 455, 187).

Figura 3. Detección de los compuestos carbonaceos C60 y C70 en nebulosas planetarias jóvenes con el telescopio espacial Spitzer. Estos compuestos fueron predichos por el premio Nobel H. Kroto y fueron detectados primero en los laboratorios terrestres. Su detección en el espacio tuvo que esperar a la puesta en marcha del telescopio espacial Spitzer de la NASA. La detección fue realizada por Cami y colaboradores (Science, 2010, vol. 329, pág. 1.180). Las flechas rojas indican la posición de las bandas vibracionales de C60 y las azules las de C70. (NASA/JPL-Caltech/J. Cami –Univ. of Western Ontario/SETI Institute–)

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de hielo. Estos granos de polvo interestelar, que solo suponen un uno por ciento del medio, están básicamente compuestos por carbono y silicio, aunque también se han encontrado otros elementos en menor medida.

Los granos de polvo juegan un importante papel, ya que ejercen de catalizadores de la química en estas zonas. A ellos se pegan las moléculas, generando reacciones y, a partir de estas reacciones, se forman nuevas moléculas. Es el caso del hidrógeno molecular (H2), una de las moléculas más abundantes y que se relaciona directamente con la formación estelar. También se cree que los granos de polvo hacen de «vehículo» al moverse de unas zonas a otras, probablemente desde las regiones más frías (donde se forman moléculas simples) a otras más cálidas, aportando nuevas condiciones ambientales y favoreciendo la formación de moléculas más complejas.

Para los investigadores es necesario penetrar en estas enormes nubes de gas opacas, determi-nar qué ocurre en su interior y conocer cuál es la composición y el comportamiento de esos granos de polvo.

Con el fin de definir cómo ocurre este proceso se han llevado a cabo experimentos de laboratorio en ciencia de superficie. La tecnología ha debido recrear las condiciones del medio interestelar, con temperaturas que pueden alcanzar unos pocos grados por encima del cero absoluto (el cero abso-luto equivale a −273,15° C), el estado en que el movimiento de las moléculas es casi inexistente y su energía casi nula. A esto hay que sumar las bajas presiones necesarias para que se desenca-denen las reacciones de las moléculas sobre los granos de polvo. Al parecer, recientemente se ha descubierto que los átomos de oxígeno3 pueden quedar atrapados en las capas de hielo. Es posible que este sea el principio para entender el porqué de esa escasez de agua en forma gaseosa en el medio interestelar.

Las moléculas orgánicas complejasAlexander Tielens, del Observatorio de Leiden,

estuvo entre los primeros en reconocer la impor-tancia de este tipo de moléculas en el espacio. «A lo largo de los últimos veinte años –afirma– hemos descubierto que vivimos en un universo molecular: un universo en el que las moléculas son abundantes y están ampliamente extendidas; un Universo con un rico inventario orgánico; un universo cuya evo-lución funciona, en muchos casos, por la presencia de moléculas.»

Se suponía que, en condiciones tan extremas de radiación, presión, y temperatura, las moléculas complejas durarían poco, pues se disociarían fácil-mente. Pero no es así. A lo largo de los últimos años se han ido identificando, en el medio interestelar, moléculas muy grandes. Es el caso de los fulerenos o buckybolas, las moléculas C60 y C70, (compuestas

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Figura 4. El oxígeno molecular es difícil de buscar en el espacio debido a la atenuación producida por la atmósfera terrestre. El Obser-vatorio Espacial Herschel ha permitido la detección de esta molécula en la nebulosa de Orión (imagen de ESA/NASA/JPL-Caltech; la detección es de Goldsmith y colaboradores, 2011, Astrophysical Journal, vol. 737, 96).

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por sesenta y setenta átomos de carbono, respecti-vamente). Estas supermoléculas se encuentran rara-mente en la Tierra, su descubrimiento fue realizado en un laboratorio y mereció un premio Nobel de Química en 1996 (concedido a los investigadores Kroto, Curl y Smalley), pero hallarlos en el espacio, el año 2010, fue todo un hito.

También se han encontrado moléculas orgánicas complejas en las zonas interiores de discos alrede-dor de estrellas jóvenes, las zonas donde se forman los planetas, lo que puede aportar nueva informa-ción sobre el origen de los componentes clave para la vida. «Uno de los avances más importantes en

Astroquímica es el descubrimiento de moléculas orgánicas complejas como metanoato de metilo y dimetil éter en las cercanías de protoestrellas de baja masa» afirma Satoshi Yamamoto, profesor de Física en la Universidad de Tokio, en Japón.

Estas moléculas, entre otras cosas, ejercen de catalizadores para reacciones posteriores. La investigación de este equipo se centra en el pro-ceso de evolución que transforma a las nubes de formación estelar en discos protoplanetarios. Para

Yamamoto, el hallazgo de estas moléculas «atrajo mucho la atención de los especialistas en ciencias planetarias, ya que se cree que están relacionadas con los materiales orgánicos pre-solares encontra-dos en los meteoritos. El origen y el futuro de esa diversidad son las siguientes cuestiones que hay que investigar en este campo.»

Pero eso no es todo. De nuevo, tras su hallazgo en el espacio, y experimentando en laboratorios con esas mismas condiciones extremas de temperatura, presión y radiación, se ha podido confirmar que la combinación de algunas moléculas puede producir aminoácidos y otras moléculas fundamentales para

el desarrollo de la vida tal y como la conocemos. Esta química interestelar, prebiótica en muchos aspectos, es la química que precede a la formación de estrellas y planetas, la que determina cómo van a evolucionar sus atmósferas. Por tanto, no es descabellado pensar en la posibilidad de una quí-mica similar a la nuestra en otros entornos ajenos al Sistema Solar.

La nueva instrumentación permitirá seguir descubriendo moléculas prebióticas aún mayores

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Figura 5. Barrido espectral de Orión (ver figura precedente) obtenido por Tercero y colabo-radores (2010, Astronomy & Astrophysics, vol. 517, pág. 96) con el radiotelescopio de 30 metros del Instituto de Radioastronomía Milimétrica. Las líneas espectrales marcadas con U son desconocidas y proceden de nuevas especies moleculares todavía sin identificar. Las líneas intensas provienen de moléculas orgánicas complejas como metanol (CH3OH), formiato de metilo (CH3OCOH), cianuro de vinilo y de etilo (CH2CHCN, CH3CH2CN), o dimetil éter (CH3OCH3), entre un total de 44 especies diferentes y más de 190 especies isotópicas. Tercero y colaboradores han detectado cerca de 16.000 líneas espectrales en Orión.

lo que, sin duda, complicará nuestros intentos por comprender el origen de la vida.

De la nada: muerte y nacimientoLa lista de moléculas halladas en el espacio va

aumentando. Si en 1937 se descubría la primera molécula (el radical metino) y en los años setenta la radioastronomía comenzaba a dar cada vez más datos, en nuestros días, gracias a la irrupción en escena del infrarrojo lejano, el número supera las ciento cincuenta especies moleculares. Entre las últimas (al margen del oxígeno, del que ya hemos hablado como componente de la esquiva agua en fase gaseosa), el peróxido de hidrógeno5, fundamental por su reacti-vidad en la química del agua y el ozono de nuestra atmósfera y, posiblemente, el grafeno6.

Pero, ¿cómo es posible que de un espacio en el que, de media, puede haber un átomo por centímetro cúbico, nazca una estrella?

Según palabras del profesor John Black, del Departamento de Ciencias de la Tierra y el Espacio de la Universidad Chalmers de Tecnología (Observatorio Espacial de Onsala, Suecia), «durante los últimos cuarenta años, los astrónomos solo han podido cons-tatar el hecho de que las estrellas jóvenes se forman a partir de nubes moleculares frías (en comparación con el caliente gas ionizado o atómico). Los detalles sobre qué moléculas están presentes son críticos para determinar cómo ese gas se enfría a sí mismo para permitir que se formen nuevas estrellas.»

Aunque el medio interestelar también se ali-menta de otras fuentes. En los últimos estadios de

la vida de una estrella hay mucha materia que se eyecta al medio interestelar, y esta materia es rica en moléculas. Para José Cernicharo, investigador del Centro de Astrobiología (INTA-CSIC), en Madrid, y miembro del Comité Organizador del congreso, «es importante estudiar la composición química del gas eyectado por estos objetos ya que dará lugar al reinicio del ciclo de la vida de las estrellas, creando nuevos sistemas planetarios. Es necesario hacer un seguimiento de cómo cambian con el tiempo la química y la metalicidad del gas. En nuestro equipo buscamos nuevas especies moleculares. De los datos derivamos los tipos de moléculas, sus abundancias, su ubicación en las envolturas de estrellas evolucio-nadas, y deducimos cómo evoluciona la complejidad química en las galaxias a las que pertenecen estos objetos.»

El equipo de Cernicharo ha participado en el descubrimiento del veinticinco por ciento de todas las especies moleculares halladas hasta el momento en el espacio. Y es que España tiene una larga trayectoria en este campo, con un papel relevante en el análisis e interpretación de los datos obtenidos con diversos instrumentos. Para apoyar el fortalecimiento de la Astroquímica en nuestro país, se ha creado reciente-mente la red nacional ASTROMOL, financiada por el programa Consolider-Ingenio 2010, del Ministerio de Ciencia e Innovación (MICINN). Su objetivo es que la Astroquímica española saque el máximo partido del Observatorio Espacial Infrarrojo Herschel y de las antenas ALMA, los instrumentos que probable-mente despejen el mayor número de incógnitas en esta década.

Instrumentación El hecho de contar con instrumentación científica

ha sido fundamental. El telescopio espacial Spitzer, de la NASA; los radiotelescopios IRAM (ambos de 30 metros, uno ubicado en Granada y el otro en Plateau de Bure, en Francia); el Observatorio Espacial Infra-rrojo ISO (Infrared Space Observatory, lanzado hace quince años); sondeos de la Cassini-Huygens para explorar Saturno, sus anillos y sus satélites; la misión espacial SWAS (Satélite Astronómico de Ondas Submilimétricas, Submillimeter Wave Astronomy Satellite); el KAO (Kuiper Airborne Observatory, un avión con un telescopio infrarrojo de 0,9 m, cuyo sutituto, el Observatorio Estratosférico de Astronomía Infrarroja –SOFIA, Stratospheric Observatory for Infrared Astronomy–, es un avión 747 con un telesco-pio casi tan grande como el del Observatorio Espacial Herschel); todos ellos han sido fundamentales para empezar a obtener datos y entrenar a un excelente grupo de estudiantes y post doctorandos.

Por su parte, el nuevo Observatorio Infrarrojo Espacial Herschel ha abierto una de las últimas fronte-ras del espectro electromagnético a las observaciones en longitudes de onda del infrarrojo lejano. Tal y como afirma Yamamoto, «recientes resultados de Herschel han confirmado que la molécula diatómica hidruro

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de flúor (HF) contiene la mayor parte del flúor de las nubes interestelares, y estas especies pueden ser un buen trazador para estudiar cuánto material hay en el medio difuso interestelar.»

Para Goldsmith, «Herschel también está dando a los astrónomos la primera oportunidad de trazar con precisión la distribución de una especie clave, el carbón ionizado, que se encuentra en cantida-des importantes en las capas externas de las nubes moleculares, en regiones que han sido ignoradas por la dificultad que entraña su observación por otros medios, y que pueden tener un efecto significativo en la estructura de las nubes moleculares.»

Por otro lado, la comunidad astronómica está expectante ante la puesta en marcha de nueva ins-trumentación, como el interferómetro milimétrico y submilimétrico ALMA, en Chile, que sin duda pro-porcionará nuevos datos sobre la química de las nubes interestelares. Se espera que proporcione una visión extremadamente detallada de los alrededores de las nuevas estrellas, de los discos de gas y polvo que a menudo las rodean, y posiblemente de los planetas en formación junto con los jóvenes objetos estelares, des-velando así la gran variedad de la evolución química que se da cuando un núcleo protoestelar evoluciona a disco protoplanetario. Con esta información se podrá dilucidar si nuestro Sistema Solar es único en el espacio desde un punto de vista químico.

También está previsto (si los recortes presupues-tarios no lo impiden) que la NASA lance el James Webb Space Telescope (JWST) hacia 2018-2020. Con este telescopio de 6,5 m de diámetro se podrían medir las características de estas grandes moléculas en el interior de regiones de formación planetaria con una precisión sin precedentes.

El futuro de la astroquímicaTal y como afirma Erick Herbst, profesor de

Física, Astronomía y Química del Departamento de Física de la Universidad Estatal de Ohio (Columbia, Estados Unidos), cuando se habla de futuro en este campo, «hay que distinguir entre ‘cosas que sabemos que desconocemos’ y ‘cosas que no sabemos que desconocemos’. Es fácil extrapolar hacia el futuro basándonos en lo que creemos que no sabemos actualmente, pero la historia de la ciencia demuestra que los avances se dan en áreas totalmente inespe-radas. Sin embargo, si nos centramos en las ‘cosas que sabemos que desconocemos’, creo que en las próximas décadas podríamos conocer mejor el papel de las moléculas en el universo temprano (justo tras el Big Bang); estudiar en detalle nubes interestelares en otras galaxias más allá de la Vía Láctea; conocer la química que tiene lugar en planetas como la Tierra; y encontrar y estudiar planetas alrededor de otras estrellas capaces de albergar vida.»

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mentos, intentamos reproducir esas condiciones para saber qué ocurrió en las fases iniciales de evolución de la Tierra, cuando la química, de una manera todavía sin comprender, pero de forma inexorable, preparó el camino para la vida.

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• (1) «Algunas estrellas disparan balas de agua»: www.agenciasinc.es/esl/Noticias/Algunas-estrellas-disparan-balas-de-agua

• (2) Varias han sido las misiones que han proporcionado información sobre el agua en las nubes interestelares, entre ellas misiones como SWAS (Satélite para Astronomía de Ondas Submilimétricas de la NASA), ISO (Observatorio Espacial Infrarrojo de la Agencia Espacial Europea, ESA) y Odin (un satélite de la Agencia Nacional del Espacio de Suecia y las agencias espaciales de Canadá, Finlandia y Francia).

• (3) «Herschel Telescope Detects Oxygen Molecules in Space»: www.nasa.gov/mission_pages/herschel/news/herschel20110801.html

• (4) «Descubren los hidrocarburos más complejos que se han detectado en el espacio interestelar»: www.iac.es/divulgacion.php?op1=16&id=631

• (5) «Astrónomos descubren peróxido de hidrógeno en el espacio»: cordis.europa.eu/fetch?CALLER=ES_NEWS&ACTION=D&SESSION=&RCN=33659

• (6) «Investigadores del IAC hallan la primera prueba de la posible existencia de grafeno en el espacio»: www.iac.es/divulgacion.php?op1=16&id=686

• Canal Youtube con entrevistas del IAU 280 Symposium, The molecular Universe: www.youtube.com/user/IAUsymposium280

Figura 6. Lista de las moléculas halladas en el medio interestelar y en envolturas circunestelares hasta agosto de 2011.

2 átomos 3 átomos 4 átomos 5 átomos 6 átomos 7 átomos 8 átomos 9 átomos 10 átomos 11 átomos 12 átomos >12 átomos

H2 C3 c-C3H C5 C5H C6H CH3C3N CH3C4H CH3C5N HC9N C6H6 HC11N

AIF C2H I-C3H C4H I-H2C4 CH2CHCN HC(O)OHC3 CH3CH2CN (CH3)2CO CH3C6H C2H5OCH3 (?) C60

AICI C2O C3N C4Si C2H4 CH3C2H CH3COOH (CH3)2O (CH2OH)2 C2H5OCHO n-C3H7CN C70

C2 C2S C3O I-C3H2 CH3CN HC5N C7H CH3CH2OH CH3CH2CHO

CH CH2 C3S c-C3H2 CH3NC CH3CHO H2C6 HC7N

CH+ HCN C2H2 H2CCN CH3OH CH3NH2 CH2OHCHO C8H

CN HCO NH3 CH4 CH3SH c-C2H4O I-HC6H* CH3C(O)NH2

CO HCO+ HCCN HC3N HC3NH+ H2CCHOH CH2CHCHO (?) C8H-

CO+ HCS+ HCNH+ HC2NC NCCCHO C6H- CH2CCHCN C3H6

CP HOC+ HNCO HCOOH NH2CHO H2NCH2CN

SIC H2O HNCS H2CNH C5N

HCI H2S HOCO+ H2CCO I-HC4H

KCI HNC H2CO H2NCN I-HC4N

NH HNO H2CN HNC3 c-H2C3O

NO MgCN H2CS SiH4 H2CCNH (?)

NS MgNC H3O+ H2OCOH+ C5N

-

NaCI N2H+ c-SIC3 C4H

-

OH N2O CH3 HC(O)CN

PN NaCN C3N-

SO OCS PH3?

SO+ SO2 HCNO

SiN c-SIC2 HOCN

SiO CO2 HSCN

SiS NH2 H2O2

CS H3+

HF H2D+ , HD2

+

HD SiNCFeO (?) AINCO2 SiNCCF+ HCPSiH ? CCPPO AIOH

AIO H2O+

OH+ H2CI+

CN+ KCNSH+ FeCN

Buscamos en los laboratorios, hacemos modelos y teorías e investigamos en los confines del Universo. Los astrónomos quieren saber cómo se originan las nubes moleculares, qué química se esconde en ellas, cómo se pueden formar objetos tan calientes y densos como las estrellas a partir de un gas tan frío y tan tenue. Para obtener respuestas seguimos indagando con nuestros instru-

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