la primera guerra de malvinas/ falklandesd.anepe.cl/wp-content/uploads/2014/11/art3.pdfla primera...

36
ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014 69 RESUMEN: Situadas en el Atlántico Sur, Malvinas/ Falkland se encuentra a 483 kilómetros al oriente del continente sudamericano y a 550 kilómetros de la boca oriental del estrecho de Magallanes, habiendo sido objeto de controversias de soberanía y de un conƃicto bélico (1982), entre la República Argentina y el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Este conƃicto no era el primero. Durante la segunda mitad del siglo XVIII, Malvinas/ Falkland fueron objeto de una disputa jurisdiccional que enfrentó a los grandes poderes de la época y que culminó con una crisis diplomática y militar entre los reinos de España y de Inglaterra, donde la prudencia de los militares –las acciones bélicas no registraron heridos, muertos o prisioneros– estuvieron acompañadas de una diplomacia activa que logró una solución mutuamente aceptable, sin vencidos. La Primera Guerra de Malvinas/Falkland constituyó una fuente de aprendizaje no tenida en cuenta en las postrimerías del siglo XX. Palabras clave: Inglaterra, España, Falkland, Malvinas, Puerto Egmont, Declaración de Maserano. ABSTRACT: Located in the South Atlantic, the Falkland Islands have been the subject of dispute of sovereignty and a war (1982), among Argentina and the United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland. This conƃict was not the Ƃrst. During the second half of the eighteenth century, Falkland was the subject of a controversy that pitted the great powers of the period, which ended with a diplomatic and military crisis between the kingdoms of Spain and England. In this crisis, the wisdom of the military -military actions reported no killed, wounded or prisoner-, was relayed by an active diplomacy that achieved a mutually acceptable solution, without vanquished. The First War of Falkland was a source of learning which was not taken into account in the late twentieth century. Key words: England, Spain, Falkland, Port Egmont, Maserano Statement’s. * Recibido: enero de 2014; aceptado: mayo de 2014. ** Doctor en Derecho por el Instituto Universitario Ortega y Gasset de la Universidad Complutense de Madrid. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, es diplomado en la Escuela Diplomática de España, la Academia Diplomática de Chile y el Institut International d’Administration Públique (IIAP) de Francia, Magíster en Ciencia Política por la Universidad de Paris II, Sorbonne Nouvelle. email: [email protected] LA PRIMERA GUERRA DE MALVINAS/ FALKLAND * The wrst War between Malvinas/Falkland Raúl Sanhueza Carvajal **

Upload: others

Post on 17-Apr-2020

19 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014 69

RESUMEN:Situadas en el Atlántico Sur, Malvinas/Falkland se encuentra a 483 kilómetros al oriente del continente sudamericano y a 550 kilómetros de la boca oriental del estrecho de Magallanes, habiendo sido objeto de controversias de soberanía y de un con icto bélico (1982), entre la República Argentina y el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte.Este con icto no era el primero. Durante la segunda mitad del siglo XVIII, Malvinas/Falkland fueron objeto de una disputa jurisdiccional que enfrentó a los grandes poderes de la época y que culminó con una crisis diplomática y militar entre los reinos de España y de Inglaterra, donde la prudencia de los militares –las acciones bélicas no registraron heridos, muertos o prisioneros– estuvieron acompañadas de una diplomacia activa que logró una solución mutuamente aceptable, sin vencidos. La Primera Guerra de Malvinas/Falkland constituyó una fuente de aprendizaje no tenida en cuenta en las postrimerías del siglo XX.

Palabras clave: Inglaterra, España, Falkland, Malvinas, Puerto Egmont, Declaración de Maserano.

ABSTRACT:Located in the South Atlantic, the Falkland Islands have been the subject of dispute of sovereignty and a war (1982), among Argentina and the United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland.This con ict was not the rst. During the second half of the eighteenth century, Falkland was the subject of a controversy that pitted the great powers of the period, which ended with a diplomatic and military crisis between the kingdoms of Spain and England. In this crisis, the wisdom of the military -military actions reported no killed, wounded or prisoner-, was relayed by an active diplomacy that achieved a mutually acceptable solution, without vanquished. The First War of Falkland was a source of learning which was not taken into account in the late twentieth century.

Key words: England, Spain, Falkland, Port Egmont, Maserano Statement’s.

* Recibido: enero de 2014; aceptado: mayo de 2014. ** Doctor en Derecho por el Instituto Universitario Ortega y Gasset de la Universidad Complutense

de Madrid. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, es diplomado en la Escuela Diplomática de España, la Academia Diplomática de Chile y el Institut International d’Administration Públique (IIAP) de Francia, Magíster en Ciencia Política por la Universidad de Paris II, Sorbonne Nouvelle. email: [email protected]

LA PRIMERA GUERRA DE MALVINAS/FALKLAND*

The rst War between Malvinas/Falkland

Raúl Sanhueza Carvajal**

Raúl Sanhueza Carvajal

70 ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

INTRODUCCION

En homenaje al día del trabajo, el 1 de mayo no se publica prensa escrita en América del Sur. Sin embargo, esta costumbre se rompió en 1982 y, mediante ediciones extraordinarias los diarios de la región dieron cuenta que en el Atlántico Sur habían comenzado los combates de lo que la historia conoce como “Guerra de Malvinas” o “Guerra del Atlántico Sur”.

Y sin embargo, ello no era inédito. Por su ubicación, Malvinas/Falkland han sido escenario de combates donde se dirimió el control marítimo del Atlántico Sur, el más importante de los cuales fue la “Batalla Naval de las Falkland”, de diciembre de 1914.

Además, desde las oscuridades de la historia, emergía información sobre otro con icto anterior especí co a las islas que enfrentó a los grandes poderes de la época, donde los diplomáticos se mostraron más prolijos y exitosos que sus sucesores. La disputa que terminó sin muertos, sin heridos y sin vencidos en el siglo XVIII, involucró a Francia, España e Inglaterra y la guerra, que enfrentó a estas dos últimas, constituía una fuente de aprendizaje que, desgraciadamente, no fue tenida en cuenta en las postrimerías del siglo XX.

La investigación que presentamos a continuación constituye un relato explicativo del origen y confrontación de las potencias europeas sobre este conjunto de islas que se ubican en el Atlántico Sur y postula que los países del Viejo Continente sí fueron capaces de ponerse de acuerdo en torno al valor estratégico de las posesiones insulares en un marco signi cativo de respeto diplomático.

La controversia de soberanía sobre Malvinas/Falkland

El descubrimiento ha sido atribuido a navegantes italianos, españoles, ingleses y holandeses, quienes le impusieron distintos nombres (San Antón, Sanson, Sebaldas, Falkland, Malouines y Malvinas) hasta su nomenclatura actual. Estas mismas navegaciones preanunciaron las controversias sobre su pertenencia, las cuales se han relacionado con procesos globales que incidieron en el Atlántico Sur1.

Los siglos XVII y XVIII fueron testigos del esfuerzo español para mantener su patrimonio imperial ante los avances de las potencias marítimas (Francia, Países

1 Este artículo denomina a las islas Malvinas/Falkland, en función del convencionalismo que existe por parte de los historiadores en relación a su denominación cuando no se adopta una postura o cial respecto de su pertenencia soberana.

LA PRIMERA GUERRA DE MALVINAS/FALKLAND*

71ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

Bajos, Reino Unido) que cuestionaban el derecho de España a apropiarse del continente e islas cercanas, asentado originalmente en las bulas papales y el Tratado de Tordesillas. Respecto de los primeros, se consideraban decisiones inaceptables atribuibles a un Papa corrupto, nacido además en España. La pertenencia de estos países marítimos a la fe católica no les impedía concordar en que el Papa no tenía derecho a adoptar la posición secular de atribuir territorio y esta perspectiva se reforzaría a medida que el protestantismo se imponía en el Reino Unido y los Países Bajos. Sobre el segundo, destacaban su carácter relativo, limitado a los signatarios.

Frente a los títulos españoles, las potencias marítimas invocaron el doble derecho del descubrimiento y la primera ocupación, siendo además favorecidas por otra circunstancia: mientras conservó su primacía naval, España intentó conservar secretos los resultados de sus exploraciones; por el contrario, ingleses, franceses y holandeses se apresuraban a dar a conocer sus viajes. De allí, cuando se suscitaron cuestiones de soberanía sobre territorios escasamente habitados, las autoridades españolas solo podían invocar aserciones vagas, manuscritos desconocidos y cartas de autenticidad contestable, mientras sus oponentes producían pruebas evidentes, contenidas en relaciones de viaje impresas y publicadas anteriormente.

Los tratados mantenían su vigencia, pues los acuerdos posteriores señalaban expresamente la validez de los anteriores, incluyendo por ende la pervivencia de la exclusividad de la soberanía española. Sin embargo, en cada uno de ellos, España cedía en bene cio de Inglaterra, que poco a poco iba incrementando su poderío marítimo y la extensión de sus colonias.

Dentro de este proceso de acomodamientos prácticos y jurídicos, el acceso al océano Pací co constituía una prioridad. Desde el siglo XVI, luego del viaje de Hernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano (1519-1522), se había forjado el mito del “lago español” el cual se asentaba en la decisión de Carlos I de España de enviar una ota al mando de Juan Sebastián Elcano para expulsar a los portugueses de las Islas Molucas y hacer de España la única potencia con acceso al océano Pací co. Aunque la expedición fracasó, la colonización de Filipinas, el descubrimiento de islas como Guam, las Marianas y las Carolinas, y especialmente el hallazgo de la ruta marítima de Asia a Acapulco, convirtió el Pací co en una especie de mare nostrum hispano, donde oreció el comercio entre ambas orillas, con escasa presencia de otras potencias europeas2.

2 TÉLLEZ Alarcia, Diego: “Anson, Wall y el papel del “lago español” en el enfrentamiento colonial hispano-británico (1740-1762)”, Revista Tiempos Modernos 11 (2004-2005). Disponible en http://www.tiemposmodernos.org/tm3/index.php/tm/article/viewFile/47/70

Raúl Sanhueza Carvajal

72 ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

Desde la circunnavegación de Francis Drake (1577-1580), las potencias europeas conocían las rutas de acceso al océano Pací co, e incluso tenían una comprensión parcial de las corrientes marítimas, encontrándose limitadas por los acuerdos internacionales y los vaivenes de la política europea.

En efecto, en virtud de los Tratados de Madrid de 1667 y 1670, España había reconocido las posesiones inglesas en América del Norte y el Caribe, obteniendo a cambio que sus colonias (particularmente México y Perú) quedaran cerradas al comercio con los súbditos británicos. Durante la decadencia de la dinastía Habsburgo, el apoyo recíproco entre España e Inglaterra llevó a que estos tratados no se aplicaran y las colonias españolas tuvieron tratos comerciales con marinos británicos. Ello derivó en la creación (1711) de la “Compañía de los Mares del Sur” (South Seas Company), que al gozar del monopolio del comercio con las colonias españolas, desincentivaba iniciativas surgidas en Inglaterra (libro de Lionel Wafer, en 1699, y “Reasons against a War” de Daniel Defoe, de 1701) para establecer asentamientos británicos en las costas de Chile y del Río de la Plata.

La situación tuvo un vuelco con el Tratado de Utrecht (1715) que puso término a la Guerra de Sucesión española, instalando la dinastía francesa de los Borbones en el trono de España. El cambio de las alianzas llevó a que España aplicara los tratados que excluían del comercio con América a los súbditos de otros países europeos.

Con ello, la situación se tornó difícil para los navegantes británicos. En tiempos de paz los navegantes tenían un acceso limitado a los puertos españoles, no pudiendo comerciar libremente. Sin embargo, este acceso se tornaba imposible en tiempo de guerra.

La navegación de George Anson

Entre ellos sobresalió el británico George Anson quien, en el marco de un nuevo enfrentamiento con España (Guerra de Sucesión Austríaca/del Asiento, 1740-1748) fue enviado a atacar la costa sudamericana del Pací co, con la esperanza de conectar con otra expedición desde el Caribe sobre Panamá y, en conjunto, capturar el convoy anual que unía Filipinas a México.

La escuadra de Anson –el HMS Centurion, el HMS Gloucester, el HMS Severn, la HMS Pearl, el HMS Wager, el HMS Tryal, y los mercantes Anna e Industry– eludió la ota española en el Atlántico Sur, avistó el cabo de Hornos en el otoño austral de 1741, y emprendió la navegación hacia el norte en las

LA PRIMERA GUERRA DE MALVINAS/FALKLAND*

73ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

peores condiciones. A Juan Fernández, en junio de 1741, llegaron solo el HMS Centurion y el HMS Tryal, a los que se unieron en julio el HMS Gloucester y un mercante (el HMS Wager fue destruido y el HMS Severn, la HMS Pearl y el otro mercante regresaron al Atlántico). Al continuar hacia Asia, las enfermedades diezmaron las tripulaciones al punto que Anson debió continuar solo con el HMS Centurion, con el que capturó el galeón Nuestra Señora de la Covadonga, en junio de 1743. Con el botín regresó a Londres, a través del cabo de Buena Esperanza en junio de 1744.

Anson se re rió especialmente a Malvinas/Falkland. “No dudo que un viaje puede hacerse de las islas de Falkland a las de Juan Fernández y de vuelta otra vez en poco más de dos meses. En tiempo de paz, esto podría ser de gran importancia a esta Nación, y, en tiempo de guerra, nos haría dueños de esos mares”3.

El punto esencial era que el largamente buscado paso del noroeste hacia el “lago español” no se había materializado, por lo que el estrecho de Magallanes y el cabo de Hornos eran los únicos puntos de conexión entre ambos océanos. Anson postulaba que Malvinas/Falkland eran un excelente puesto para prepararse para el peligroso viaje alrededor del cabo de Hornos, o para recuperarse de una travesía por él.

Este planteamiento fue considerado por el gobierno inglés y, en abril de 1749, el conde de Sandwich, Primer Lord del Almirantazgo, dispuso enviar dos goletas al Océano Pací co a través del Cabo de Hornos. En el viaje, se debía explorar Malvinas/Falkland, y establecer su utilidad como base naval y depósito comercial.

Informado de esta iniciativa que sobrevenía inmediatamente después de la rma del Tratado de Paz que terminaba la Guerra de Sucesión Austríaca, el gobierno español protestó enérgicamente4, suspendiendo las negociaciones comerciales entonces en curso (las cuales culminarían con el Tratado de Madrid de 1750).

Inglaterra estaba saliendo de una crisis ministerial y concluir las negociaciones comerciales era importante. Por ello, el gobierno británico optó

3 Ibíd.4 Al parecer, la toponimia usada por las autoridades españolas muestra que estaban confundiendo

Malvinas/Falkland con las islas de Los Leones, situadas en la desembocadura del río Santa Cruz. Cf. Espinosa Moraga, Óscar; La cuestión de las Islas Falkland (1492-1982), Chile, Biblioteca del O cial, Volumen LXVIII, 1983, p. 28.

Raúl Sanhueza Carvajal

74 ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

por una estrategia conciliadora limitando la expedición al océano Atlántico y garantizando a la corte de Madrid que la expedición se limitaría a explorar y no instalaría ningún asentamiento.

Sin embargo, ante la persistencia del rechazo español, el Duque de Bedford instruyó al Almirantazgo abortar la iniciativa, formulando al mismo tiempo una reserva del derecho del Reino Unido a las islas al señalar, en nota dirigida al embajador español que “su Majestad Británica no podía bajo ningún concepto aceptar el razonamiento del ministro español como su derecho a enviar buques para descubrimiento y exploración de las partes del mundo aún desconocidas y despobladas, dado que este es un derecho indudablemente abierto a todos. No obstante, como su Majestad Británica estaba deseosa de demostrar a su Majestad Católica su gran complacencia en asuntos donde los derechos y ventajas de sus propios súbditos no estaban involucrados en forma inmediata e íntima, ha consentido dejar por el momento de lado cualquier proyecto que pudiera molestar a la corte de Madrid”5.

El incidente tuvo un efecto colateral: avivó el interés de la corona española sobre las islas, generando demanda de información. Dentro de las primeras comunicaciones transmitidas al Consejo de Indias sobre Malvinas/Falkland, se encontró el informe preparado por el Gobernador de Chile Manuel de Amat y Junient sobre “Historia Geográ ca e Hidrográ ca, con el Derrotero General del Reino de Chile”, remitida a Sevilla en abril de 1758 donde describiendo el territorio, se lee: “Islas Sabaldas, son tres que descubrió Sebaldo Werte, Olandés, el año 1699 y están como de Les nordeste, Oessudoeste con la boca del Estrecho, que mira al Leste 51º 36’ 315º”6.

La primera ocupación efectiva. El desembarco francés y la instalación de Puerto Louis

Sin embargo, el primer ocupante no fue ni inglés, ni español, sino francés y nuevamente ello fue determinado por tendencias globales.

La Guerra de los Siete Años (1756-1763) supuso una grave derrota para Francia, que cedió prácticamente todo su imperio americano a Inglaterra. La derrota adquirió rostro humano, cuando alrededor de 18.000 habitantes de

5 Cf. Gustafson, Lowell S.: The Sovereignty Dispute over the Falkland (Malvinas) Islands, New York, Oxford University Press, 1988, en http://www.argentina-rree.com/3/3-038.htm.

6 Revista Chilena de Historia y Geografía, Tomo LVIII, Julio-septiembre de 1928, Nº62, página 320, en http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-122036.html.

LA PRIMERA GUERRA DE MALVINAS/FALKLAND*

75ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

Canadá –llamados “acadianos”, por vivir en “Acadia”, hoy Nueva Escocia– no soportaron la dominación británica, abandonaron sus hogares y se refugiaron en Francia, viviendo a expensas del gobierno. Además, el Tratado de París (1763) representaba un eslabón más en la declinación francesa, toda vez que hasta el Tratado de Utrecht, Francia había también disfrutado del monopolio de la provisión de esclavos para las posesiones españolas en América, lo que le permitió tener relaciones comerciales con las colonias españolas, las cuales se resintieron, cuando Francia debió ceder el monopolio a Inglaterra.

Por ello, la iniciativa del capitán Louis Antoine de Bougainville, de establecer un puesto comercial en Malvinas/Falkland, instalando allí a los refugiados canadienses, formulada por primera vez en 1759, fue adoptada con entusiasmo por el gobierno francés, particularmente por el Secretario de Estado de Luis XV, Etienne François, Duque de Choiseul (1719-1785), a partir de 1763.

Luego de constituir la “Compañía de Saint-Malo” (con participación de la Corona) para nanciar la expedición, Bougainville zarpó de ese puerto en septiembre de 1763 con l’Aigle y la Sphinx y, después de recalar en Brasil y en Montevideo, llegó a una bahía en la costa noreste de la isla Soledad/East Falkland el 3 de febrero de 1764 (Berkeley Sound). Pese a las di cultades climáticas y de aprovisionamiento el 17 de marzo de 1764, se fundó “Puerto Louis”.

En abril de 1764, Bougainville regresó a Francia para informar y obtener refuerzos, volviendo a Puerto Louis en 1765. Posteriormente, regresó nuevamente a Europa, dejando el establecimiento bajo la dirección de su primo Michelle Bougainville de Nerville. A principios de 1765, la colonia contaba con alrededor de 120 personas; sin embargo, los informes sobre las condiciones de vida eran desfavorables.

Desembarco inglés y fundación de Puerto Egmont

El éxito de la empresa de Bougainville tuvo efectos inmediatos al otro lado del canal de la Mancha; impresionado, el gobierno británico volvió al proyecto del establecimiento en Malvinas/Falkland.

La decisión estuvo también in uenciada por la pervivencia de la controversia sobre el “rescate” de Manila, esto es, el compromiso asumido por las autoridades españolas de la capital lipina de pagar al Reino Unido la suma de cuatro millones de dólares a cambio de preservar la ciudad durante la ocupación (1762-1763).

Raúl Sanhueza Carvajal

76 ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

Fuera de la relación bilateral, la actitud británica se relacionaba con las transformaciones que el Reino de Gran Bretaña (1707). La ascensión al trono de Jorge III (1760) se había acompañado de una crisis política. “La debilidad de la Nación inglesa, en medio de una paz profunda, nacida en los pocos años que pasaron desde 1763 hasta el Ministerio de Milord North, es un acontecimiento que no tiene semejante en la historia. El exceso de la prosperidad y el abuso de las riquezas corrompieron en tan corto tiempo los hombres y el Gobierno. Mientras que los disgustos y los desórdenes reinaban en el pueblo, no pensó la administración en más que aumentar dentro del reino un poder usurpado sobre la autoridad legal, sin que por esto se hiciese fuera más respetable”7.

Además de la crisis, el Imperio experimentaba cambios estructurales: en primer lugar, en la relación entre la metrópoli y las colonias de América del Norte, comenzaba la cadena de desentendimientos que conduciría a la guerra de independencia estadounidense. En segundo lugar, la naturaleza del Imperio Británico, originalmente mercantil y de carácter privado, comenzaba un proceso de mutación adquiriendo una sonomía de control territorial y de derecho público, que lo asimilaba a las conquistas tradicionales. Ello, acompañaba su expansión particularmente en Asia, constituyendo lo que se denominó la “oscilación hacia el este”. Estos procesos introducían tensión política y económica en el funcionamiento del sistema británico.

Para ejecutar el proyecto de instalación en Malvinas/Falkland, se utilizó una expedición al océano Pací co; en junio de 1764, el comodoro John Byron –quien había participado en el periplo de Anson– zarpó rumbo a Malvinas/Falkland con la HMS Dolphin, HMS Tamar y la HMS Florida, llegando a su destino en enero de 1765. Luego de reconocer las costas, encontró una bahía al noreste de Gran Malvina/West Falkland (antes reconocida por Bougainville que la había llamado “Puerto de la Cruzada”) a la que denominó “Puerto Egmont” donde estableció un asentamiento, el 23 de enero de 1765. Posteriormente, Byron retomó su travesía, dejando a cargo del capitán John Mc Bride, la seguridad del establecimiento y la exploración del área.

La acción inglesa se fundaba en la convicción que Malvinas/Falkland pertenecía a Gran Bretaña por derecho de descubrimiento, sobre la base de los reconocimientos de Davis y Hawkins y la exploración de Strong8. Este

7 Historia de la Administración de Lord North, Primer Ministro de Inglaterra y de la Guerra de la América Septentrional hasta la Paz, Madrid, Imprenta Real, 1806, en http://books.google.cl.

8 Navegación de John Davis (nave Desirée, agosto de 1592), navegación de Richard Hawkins (nave Dainty, 1594) recalada de John Strong (nave Welfare, 1690)

LA PRIMERA GUERRA DE MALVINAS/FALKLAND*

77ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

argumento fue desarrollado en un memorándum de 20 de julio de 1765, del Conde de Egmont (primer Lord del Almirantazgo) al Duque de Grafton (Secretario de Estado para el Departamento del Norte). Lord Egmont rechazaba cualquier reclamación española fundada en proximidad geográ ca, bulas papales o tratados, destacando que la presencia francesa con rmaba la ausencia de derecho español. Igualmente, Egmont reconocía que asegurar las islas era importante para diversas acciones en el Atlántico Sur y describía Malvinas/Falkland, siguiendo los parámetros de Anson, como: “sin duda, la clave de todo el océano Pací co. Esta isla controla la navegación y el comercio de Chile, Perú, Panamá, Acapulco; en una palabra, todo el territorio español sobre ese mar. Su posesión hará que nuestras expediciones a esos lugares sean más lucrativas para nosotros, más fatales para España y no tan inciertas en una guerra futura”9.

Mc Bride regresó a Inglaterra el invierno austral de 1765, volviendo a Malvinas/Falkland en enero de 1766, con tres naves (HMS Jason, HMS Carcass y HMS Experiment) y nuevos habitantes, con los que se construyeron edi cios permanentes y se instaló una guarnición de 100 colonos y 25 marinos. En diciembre de 1766, se presentó ante Puerto Louis con la HMS Jason y, luego de intimar la violación de la soberanía británica, se retiró.

Sin embargo, sus informes sobre las condiciones en Malvinas/Falkland eran desfavorables. “(Mc Bride) descubrió lo que llamó una “masa de islas y tierras rotas”, cuyo suelo no era más que un pantano, sin otra perspectiva que la de áridas montañas, golpeadas por tormentas casi perpetuas. “Y eso” dice “que es verano”, si los vientos del invierno mantenían su proporción natural, “quienes se encuentren alejados a una distancia superior a dos cables (370 metros) de la costa, estarán incomunicados por semanas. La abundancia que creyó ver Byron, que debería haber alimentado no solo a ejércitos, sino a ejércitos de patagones, no existía”10. Ello, marcaba un contraste con las a rmaciones de Anson y Byron.

9 Memorandum from Egmont (John Perceval, 2nd Earl of Egmont, 1st lord of the admiralty, 10 Sept., 1763-Aug. 1766) to Grafton (secretary of state for the Northern Department), 20 July 1765 (Public Records Of ce SP 94/253, fol. 238). Vera Lee Brown ‘The Falkland Islands’ The Hispanic American Historical Review, Vol. 5, No. 3 (Aug., 1922), pp. 387-447 [traducción del autor]

10 JOHNSON Samuel “Thought on the late transactions respecting Falkland’s islands” From “The Works of Samuel Johnson,” published by Pafraets & Company, Troy, New York, 1913; volume 14, pages 34-80. http://www.samueljohnson.com/falklands.html

Raúl Sanhueza Carvajal

78 ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

La reacción española (I) El pago a Bougainville

A principios de 1776, en Malvinas/Falkland había dos asentamientos no españoles; Inglaterra justi caba Puerto Egmont en su derecho de primer descubrimiento, mientras Francia fundaba Puerto Louis en su derecho de primer ocupante. Además, ambas colonias conocían la existencia de la otra, por lo que podía suponerse la eventualidad de un enfrentamiento anglo-francés.

Aunque en un primer momento el Duque de Choiseul fue partidario de resistir la solicitud española –lo que generó un enérgico intercambio de correspondencia– la intervención personal de Luis XV y el “Tercer Pacto de Familia”11, suscrito el 15 de agosto de 1761, condujo a que el gobierno francés aceptara el planteamiento español, aunque sugirió a España negociar directamente con Bougainville. Por su parte, el marino francés fue instruido para entregar Puerto Louis a España, transmitir a sus habitantes la autorización del Rey para permanecer bajo soberanía española, y luego emprender el regreso a Francia a través del cabo de Buena Esperanza. Igualmente, se le autorizó a negociar una indemnización.

En cumplimiento de esta instrucción, Bougainville negoció con las autoridades hispanas el pago de una importante suma (618.108 libras, 13 sueldos y 11 dineros).

Sin embargo, atendiendo al hecho de la voluntaria cesión de su Majestad Cristianísima (el rey de Francia), otro sector de la doctrina consideró la indemnización como una demostración que España carecía de derechos a Malvinas/Falkland. Al respecto, han apuntado que si en verdad los establecimientos fueran intrusos, una compensación no se justi caba, y han destacado que la intervención del rey consideraba su doble carácter de titular de los derechos del Estado francés y de socio de la compañía de Saint-Malo.

El 24 de noviembre de 1766, España creó la Gobernación de Islas Malvinas disponiendo el viaje del Gobernador, Capitán de Navío Felipe Ruiz Puente, para hacerse cargo del establecimiento francés.

11 Alianzas entre España y Francia luego de la ascensión al trono español de la familia Borbón, debido a la extinción de los Habsburgo. Conforme a su tenor, una agresión contra una de las monarquías era considerada una agresión en contra de la otra; además, cada país consideraría como propio los intereses del otro.

LA PRIMERA GUERRA DE MALVINAS/FALKLAND*

79ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

Bougainville regresó al Río de La Plata y luego de reparar su barco emprendió la circunnavegación del mundo. Por su parte, los habitantes de Puerto Louis que regresaban a Europa fueron reagrupados en Montevideo –donde algunos se asentaron– y evacuados a Cádiz en la Venus, junto a los misioneros jesuitas expulsados desde Paraguay.

Bajo autoridad española, Puerto Louis pasó a denominarse “Puerto Soledad”.

LA PRIMERA GUERRA DE MALVINAS/FALKLAND

Las advertencias

La disposición francesa no tuvo equivalente en el Reino Unido. Entre 1769 y 1771, España e Inglaterra se vieron envueltas en una crisis bélica y diplomática.

En cuanto supo de la existencia del establecimiento británico (julio de 1766), la corte de Madrid, a través de su embajador en Londres, Filippo Vitorio Amadeo Ferrero de Biella Príncipe de Maserano, hizo gestiones ante el gobierno británico, señalando que Puerto Egmont violaba el artículo 8 del Tratado de Utrecht, en cuya virtud, se establecía la libertad de comercio y navegación entre súbditos españoles y británicos y se convenía que ni el Rey Católico ni algunos de sus herederos o sucesores podrían vender o ceder a Francia o a otra nación tierras dominio o territorio alguno de la América española.

La respuesta británica fue doble; por una parte, se informó a Maserano que el derecho británico se a rmaba en el primer descubrimiento, y que el artículo 8º del tratado de Utrecht no se oponía a los descubrimientos en los mares del sur. Por otra parte, se le recordó que el pago del remanente del rescate de Manila, estaba pendiente.

La resolución de la divergencia franco-española motivó la intervención francesa en la controversia hispano-inglesa. Desde octubre de 1766, el Duque de Choiseul buscó moderar el ímpetu español y convencer a la diplomacia británica a renunciar al establecimiento, invocando el artículo 8 del Tratado de Utrecht, el precedente de la renuncia a la expedición de 1749 y ofreciendo intervenir para resolver la cuestión del remanente del rescate de Manila. Esta última oferta fue considerada en la reunión del gabinete británico de 15 de octubre de 1766, donde se sugirió abandonar Puerto Egmont, a cambio de dicho pago.

Raúl Sanhueza Carvajal

80 ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

El acto de fuerza español

En este punto, las di cultades de las comunicaciones, desvincularon las acciones diplomáticas en Europa, de las iniciativas en el terreno.

El 25 de febrero de 1768, el Secretario de Marina Julián de Arriaga había instruido al Gobernador de Buenos Aires, Francisco de Paula Bucarelli, que explorara el establecimiento británico, hiciera las advertencias de rigor y si estas no eran respetadas, expulsara a los súbditos británicos. Sin embargo, le advirtió también que, ante la presencia de fuerzas superiores, debería limitarse a protestar por la presencia británica y esperar instrucciones de Madrid. En cumplimiento de esta orden, en diciembre de 1768, el gobernador de Buenos Aires dispuso que se desalojara a los ingleses, o se protestara ante ellos, si se encontraban en posición de fuerza.

El 28 de noviembre de 1769, los habitantes de Puerto Egmont advirtieron la presencia de la goleta española San Felipe, comandada por el Teniente de Infantería Mario Plata, que exploraba la bahía. Ante la intimación del capitán británico Anthony Hunt, la goleta aparentó retirarse, regresando dos días más tarde con dos comunicaciones del gobernador Ruiz Puente.

La primera era una protesta por la orden dada por la autoridad británica dos días antes: Ruiz Puente consideraba inaceptable que un extranjero diera órdenes a españoles en territorio español. En la segunda carta, el gobernador español suponía que los ingleses se encontraban en Puerto Egmont solo por accidente, y debían estar preparando su partida.

Hunt respondió las cartas y las protestas verbales a rmando que Malvinas/Falkland pertenecía al dominio británico por derecho de descubrimiento y de primera ocupación. Como con rmó en una carta posterior (el intercambio de notas continuó a lo largo de diciembre de 1769), Hunt señalaba que ningún súbdito de otro poder, cualquiera que fuera el derecho que ese país tuviera a esas islas, podía instalarse en ellas sin autorización del Rey de Inglaterra. En consecuencia, demandaba el retiro de las fuerzas españolas de Malvinas/Falkland.

A nes de diciembre de 1769, la San Felipe regresó al continente en demanda de instrucciones.

En febrero de 1770, una nueva expedición española, compuesta por la fragata Santa Catalina y el transporte Andaluz llegó a Puerto Egmont procedente de Buenos Aires, bajo el mando del capitán Fernando Rubalcava.

LA PRIMERA GUERRA DE MALVINAS/FALKLAND*

81ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

Para su sorpresa, se encontraron con cuatro fragatas británicas: HMS Tamar, HMS Swift, HMS Favourite y HMS Florida.

En clara desventaja, Rubalcava remitió una nota a Hunt protestando por la demostración de soberanía –la bandera británica ameando– y por el establecimiento británico instalado en violación del estado de paz entre España e Inglaterra. Al mismo tiempo, declaró que se abstendría de cualquier acción hasta transmitir esta información al rey de España y recibir instrucciones. Por su parte, Hunt contestó reiterando la soberanía británica y dando a la expedición española la orden de abandonar Puerto Egmont en un plazo máximo de ocho días, permitiéndole abastecerse de agua (e inspeccionar las instalaciones)

A principios de marzo, Rubalcava regresó a Montevideo, en demanda de refuerzos e instrucciones. Al mismo tiempo, Hunt zarpó para Inglaterra en la HMS Tamar, dejando a cargo de Puerto Egmont al capitán George Farmer, con la HMS Swift, secundado por el capitán Williams Matby, con la HMS Favourite.

El mismo mes de marzo la HMS Florida partió de regreso a Inglaterra, mientras la HMS Swift naufragaba frente a Puerto Deseado en el continente, cuando estaba buscando madera de construcción. Su tripulación regresó a Puerto Egmont en una pequeña embarcación a vela.

A nes de marzo, el Gobernador de Buenos Aires decidió expulsar el asentamiento británico, con ando la tarea al Mayor General Juan Ignacio de Madariaga. El 6 de mayo de 1770, desde Montevideo, zarparon las fragatas Santa Rosa, Industria, Santa Bárbara y Santa Catalina y el Andaluz, con 1500 efectivos (entre granaderos, fusileros y artilleros) 27 cañones, 4 morteros y 200 bombas y minas.

El 4 de junio la Industria se presentó ante Puerto Egmont en misión de reconocimiento y solicitando abastecerse de agua fresca, siendo conminada a retirarse. El 7 de junio de 1770, el resto de la escuadra fondeó en la bahía.

A la vista de los españoles, Farmer dispuso que los habitantes y la tripulación del HMS Swift defendieran la plaza y ordenó a Matby acercar la HMS Favourite a la costa. Madariaga previno el movimiento ordenando cañonear a la fragata inglesa, aunque los disparos erraron.

Mediante señales, Farmer protestó que no se habían declarado hostilidades; Madariaga contestó que solo estaban previniendo el movimiento del barco inglés.

El 8 de junio, Madariaga escribió a Matby, señalándole su abismal superioridad, pero indicándole que atendida las buenas relaciones entre España e Inglaterra y la inhumanidad que supondría usar esa abrumadora

Raúl Sanhueza Carvajal

82 ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

fuerza, lo intimaba a abandonar Puerto Egmont y le advertía que, de no hacerlo, el daño les impediría continuar su viaje. Extremando la cortesía señalaba que un eventual actuar violento no signi caría disminuir la estima que tenía por el comando inglés. Una nota en términos similares fue despachada a Farmer.

El 9 de junio, una nueva carta de Madariaga amplió estos conceptos. Se iniciaba recordando que nadie podía establecerse, ni menos forti carse en Malvinas/Falkland sin autorización del Rey de España, por lo que los ingleses debían abandonar Puerto Egmont. Agregaba que si daban pruebas de abandonar rápidamente el emplazamiento, serían tratados con toda la consideración que correspondía a la buena armonía existente entre los reinos, permitiéndoseles llevar consigo todas sus pertenencias muebles, y otorgándoles recibo respecto de los inmuebles por adherencia o destinación que quedaran en el asentamiento. Si por el contrario, decidían permanecer serían atacados y responsables de los daños que sufrieran. Culminaba señalando que si en 15 minutos desde la entrega de la nota, no había respuesta favorable, iniciaría las operaciones.

Los o ciales ingleses no se intimidaron y contestaron que no podían creer que en tiempo de paz, y cuando la armonía subsistía entre las dos coronas, se pusieran estas amenazas en ejecución. Agregaron que no dudaban que el Rey de Inglaterra exigiría satisfacción, por cualquier insulto a la bandera británica en cualquier parte del mundo. Por tanto, frente al ultimátum no había ninguna alteración en su resolución de cumplir, hasta las últimas consecuencias, el encargo de proteger la plaza que les había sido encomendada.

Ante la respuesta, Madariaga invitó a los británicos a inspeccionar las tropas españolas para constatar su superioridad. Pese a la inspección y a los inconvenientes (el terreno blando hundía los cañones de la defensa) la determinación británica se mantuvo.

El 10 de junio, fuerzas españolas desembarcaron al norte del asentamiento y marcharon sobre él. Al mismo tiempo, una fragata envió botes de desembarco directamente a la costa, bajo cubierto de fuego de cañones, cuyos tiros pasaron sobre el fortín inglés. Aunque hubo respuesta inglesa, los defensores se encontraron rápidamente en la imposibilidad de defender el asentamiento frente a una fuerza que había realizado actos de guerra, por lo cual Farmer y Matby pre rieron salvaguardar la vida de sus efectivos. En consecuencia, izaron bandera de tregua y demandaron los términos de rendición.

El mismo 10 de junio se acordó la capitulación: los británicos fueron autorizados a retirarse cuando las condiciones lo permitieran llevándose todo

LA PRIMERA GUERRA DE MALVINAS/FALKLAND*

83ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

lo que pudieran y recibiendo un recibo por los inmuebles que permanecerían en Puerto Egmont. Durante su permanencia en Malvinas/Falkland permanecerían vigilados por las fuerzas españolas, que retuvieron el timón de la HMS Favourite para evitar su fuga.

La coexistencia entre españoles y británicos duró hasta el 11 de julio12, cuando embarcados en la HMS Favourite, los ingleses regresaron a su país.

Difusión del acto en Europa y primeras conversaciones

Cuando la noticia de la ocupación de Puerto Egmont llegó a España, la reacción fue de sorpresa. El 24 de agosto de 1770, Julián de Arriaga se dirigió al Gobernador de Buenos Aires, señalándole: “Me manda S.M. prevenir a V.E. que si al recibo de esta orden no se hubiese ejecutado, suspenda esta operación, despachando inmediatamente las órdenes correspondientes a este efecto al gobernador de las Malvinas don Felipe Ruiz Puente y don Juan Ignacio Madariaga. Esto es respectivo al mencionado establecimiento del puerto de Egmont, u otro cualquiera en las mismas islas, quedando en su fuerza y vigor la orden de 25 de febrero de 1768 para lo respectivo al continente de tierra de esas costas hasta cabo de Hornos, estrecho de Magallanes y la parte del sur que se comunicó al virrey del Perú como de su pertenencia”13. Arriaga entendía pertinentemente que, más allá del derecho de España a Malvinas/Falkland, el acto de fuerza español en tiempos de paz, generaba sus propias consecuencias.

Mayor fue la sorpresa británica, pues el gobierno de Londres no había prestado atención a las demandas españolas. La primera noticia, al arribo del capitán Hunt, el 3 de junio de 1770, fue que el gobernador español de Puerto Soledad había reivindicado las islas en diciembre anterior. La noticia no alteró los ánimos, pues se consideró que la reclamación era obra del celo administrativo de un o cial menor.

La primera información dedigna fue proporcionada por el Príncipe de Maserano quien, a principios de septiembre, comunicó a Lord Weymouth, Secretario de Estado del Departamento del Sur, que el Gobernador de Buenos Aires había autónomamente dispuesto desalojar Puerto Egmont, sin instrucción

12 La retención de los británicos tuvo por objeto evitar que avisaran lo ocurrido antes que se enteraran las autoridades españolas.

13 Cf. Espinosa Moraga, Óscar; La cuestión de las Islas Falkland…, ob. cit., p. 47.

Raúl Sanhueza Carvajal

84 ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

gubernamental especial, añadiendo que la corte de Madrid esperaba que esta acción no afectase las relaciones anglo-españolas. Sin embargo, ante un requerimiento directo de Lord Weymouth, el embajador se abstuvo de desaprobar la conducta de Bucarelli, indicando carecer de instrucciones.

La llegada de la HMS Favourite, con los colonos expulsados (22 de septiembre) generó indignación general. Tanto las discusiones en el parlamento14, como la información proporcionada por el “Mercurio Histórico y Político”15, dan cuenta del profundo sentimiento de agravio político y social y de la decisión compartida de exigir a la corona española una reparación por el ultraje inferido a la dignidad británica, atacada en época de paz.

Aparentemente, el gobierno inglés siguió este camino; “…toda la nación fue testigo que no se perdió tiempo. La marina fue revisada, los barcos rearmados y sus comandantes designados; una poderosa ota expedicionaria bien abastecida, fue organizada. Estos aprestos se realizaron con rapidez, luego de un largo período de paz y con un vigor que, después del agotamiento de la larga guerra previa, ninguna otra nación habría sido capaz de realizar”16. La movilización de la ota –desde octubre de 1770, la Armada aumentó de 16.000 a 40.000 efectivos, y dispuso el alistamiento de alrededor de 70 naves– tuvo impacto internacional.

Sin embargo, bajo esta apariencia, el gobierno británico siguió una diplomacia moderada; consciente de las explicaciones de Maserano, de las di cultades de una expedición de recuperación y de la escasa importancia de Malvinas/Falkland, el gobierno del Primer Ministro Lord Frederick North, optó por una vía de conciliación limitándose a exigir la desautorización de Bucarelli, y la restitución de Puerto Egmont.

Conforme a Harris, Grimaldi respondió en términos vagos que España había visto con desagrado el establecimiento británico en Malvinas/Falkland, pero que el gobierno de Madrid había desaprobado la expedición dirigida contra

14 The Parliamentary History of England from the earliest period to the year of 1803. Vol. XVI, A.D. 1765 – 1771, published under the Superintendence of T.C. Hansard, Peterborough Court, Fleet Street en http://books.google.co.uk.

15 El “Mercurio Histórico y Político” era un periódico mensual, editado en España entre 1738 y 1784. Fundado por Salvador José Mañer, correspondía a una traducción del “Mercure Historique et Politique”, impreso en La Haya, e incluía otras noticias sobre España. Desde 1756, devino en un periódico o cial, orientado ideológicamente por la Corte.

16 JOHNSON, Samuel “Thought on the late transactions respecting Falkland’s islands”, ob. cit. [Traducción del autor]

LA PRIMERA GUERRA DE MALVINAS/FALKLAND*

85ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

Puerto Egmont, la cual no había podido ser impedida por las di cultades de comunicación. Sin embargo, no podía condenar la conducta del gobernador Bucarelli, porque este había actuado conforme a las instrucciones permanentes inherentes a su cargo. Grimaldi agregó que, en aras de conservar la paz, se enviarían instrucciones al Príncipe de Maserano para negociar un acuerdo17.

En octubre de 1770, Maserano propuso a Lord Weymouth una convención que pondría n a la controversia en cuya virtud:

a) España declararía no haber dado órdenes particulares al gobernador de Buenos Aires, reconociendo que este funcionario había actuado con-forme a normas generales que le obligaban a expulsar de territorio es-pañol todo establecimiento extranjero;

b) España restituiría Puerto Egmont a Inglaterra, volviéndose a la situación existente antes del 10 de junio de 1770;

c) Inglaterra desaprobaría la intimación realizada por Hunt a la goleta es-pañola, que había originado la crisis.

La propuesta fue rechazada por el gobierno inglés que insistió en la necesidad de una desautorización unilateral española. Las negociaciones se empantanaron, al punto que, en noviembre de 1770, Harris solicitó la entrega de su pasaporte para abandonar España. Paralelamente, en el sur de España y Gibraltar se difundieron rumores sobre un inminente con icto.

Nuevas negociaciones. El cambio francés

Sin embargo, el gobierno británico mantuvo su moderación; en el discurso al Parlamento en noviembre de 1770, el Rey señaló que por un acto del Gobernador de Buenos Aires, una de las posesiones de la corona había sido ocupada por la fuerza, pero que el gobierno no había dejado de pedir inmediatamente la satisfacción a la corte española, al mismo tiempo de realizar los preparativos si esa reclamación no era atendida. Con ello, el gobierno británico aceptaba la tesis española que la ocupación de Puerto Egmont era resultado de una acción individual.

La decisión española de no realizar nuevas concesiones se basaba en la creencia del apoyo francés, sobre la base del Pacto de Familia a cuyo espíritu

17 Los informes de Harris al gobierno británico en Diaries and Correspondance of James Harris, First Earl of Malmesbury en http://books.google.cl/

Raúl Sanhueza Carvajal

86 ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

el Duque de Choiseul, canciller francés, se había mostrado el –en agosto había informado al embajador francés en Madrid su conversación de la víspera con el Rey (Luis XV) indicando que podía asegurar que el Rey Católico podía contar en toda ocasión y a todo evento con su primo de Francia–.

Sobre esta base, documentos españoles muestran la existencia de un grupo de funcionarios, entre ellos Grimaldi y el Conde de Aranda, partidarios de la resistencia, a los que se oponían otros como Arriaga, conscientes que España no podía enfrentar una guerra, y que advertían que el compromiso del Duque de Choiseul no era absoluto –en una comunicación al mismo embajador francés, en noviembre de 1770, le pidió hacer ver a las autoridades españolas que si Malvinas/Falkland correspondía a España, la guerra incumbiría a España y a Francia–.

En la creencia del apoyo francés, el 27 de diciembre de 1770, un consejo extraordinario de ministros reunido en Madrid ordenó a Maserano repetir la oferta hecha a la corte de Londres y, en caso de rechazo, declarar la guerra. Estas disposiciones se comunicaron al gobierno de París, y España inició su movilización.

Sin embargo, cuando se tomaron estas decisiones la situación había cambiado radicalmente; informado por enemigos del Duque de Choiseul sobre la eventualidad del con icto con Inglaterra, el 24 de diciembre, Luis XV desplazó y desterró a su canciller, reemplazándolo por el Duque de Aiguillon y envió una carta al Rey de España, declarando su resolución de mantener relaciones pací cas con las otras potencias.

La carta terminó con cualquier idea española de guerra. Carlos III respondió a Luis XV pidiéndole tomar en sus manos toda la cuestión y obrar como si fuese un caso propio, recordando que le con aba su honor.

Fin de las negociaciones. La Declaración de Maserano

Con este mandato, la diplomacia francesa retomó los contactos con el gobierno británico, donde también había ocurrido un cambio signi cativo; el 7 de diciembre en la reunión de gabinete, Lord Weymouth, propuso romper relaciones con España; la derrota de esta iniciativa determinó su renuncia al gobierno, siendo reemplazado por Lord Rochford. También hizo abandono del gobierno el Primer Lord del Almirantazgo, Sir Edward Hawke, otro defensor de la ruptura, siendo reemplazado por el Conde de Sandwich.

En estas condiciones, las negociaciones continuaron a través de un doble diálogo; por una parte, el Príncipe de Maserano con Lord Rochford y por la

LA PRIMERA GUERRA DE MALVINAS/FALKLAND*

87ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

otra, el Encargado de Negocios francés, Bertrand François con el señor Stuart Mackenzie, Secretario de Estado para Escocia.

El 22 de enero el Embajador español presentó el proyecto de declaración a Lord Rochford; el texto original incluía la frase “la promesa que hace su dicha Majestad católica de restituir a su Majestad británica la posesión del fuerte y puerto llamado de Egmont en nada disminuye el derecho previo de soberanía de su Majestad católica a las islas”. Sin embargo, Lord Rochford propuso un texto alternativo indicando que “la promesa que hace su dicha Majestad católica de restituir a su Majestad británica la posesión del fuerte y puerto llamado de Egmont no perjudica de modo alguno a la cuestión del derecho anterior de soberanía de las Islas”18, que fue aceptado por Maserano.

Poco antes de la reunión del parlamento británico, el embajador español presentó una declaración rmada, la cual fue contestada por otro texto del Secretario de Estado Lord Rochford. En francés, ambos documentos19 señalaban:

“DECLARACIÓN POR PARTE DE ESPAÑA:

Habiéndose quejado su Majestad británica, de la violencia cometida el 10 de junio de 1770 en la isla llamada comúnmente la Gran Malvina y por los ingleses Isla de Falkland, obligando a la fuerza al comandante y súbditos de su Majestad británica a evacuar el que ellos denominan Puerto Egmont, paso ofensivo al honor de su corona; el príncipe de Maserano, embajador extraordinario de su Majestad católica, tiene orden de declarar y declara: que su Majestad católica en consideración al amor que tiene a la paz y a que continúe la buena armonía con su Majestad británica, y re exionando que aquel suceso pudiera interrumpirla, ha visto con desagrado dicha empresa capaz a turbarla; y en la persuasión en que Majestad se halla de la reciprocidad de sentimientos de su Majestad británica y de cuán lejos se halla de autorizar cosa alguna que pudiese turbar la buena inteligencia entre ambas cortes, su

18 Del original francés: “Le Prince de Masseran déclare en même temps, au nom du Roi son Maître, que l’engagement de Sa dite Majesté Catholique, de restituer à Sa Majesté Britannique la Possession du Port et Fort dit Egmont, ne peut ni ne doit nullement affecter la question du Droit antérieur de Souveraineté des Iles Malouines, autrement dites Falkland”. Cf. British and Foreign State Papers 1833–1834 Vole XXII, compiled by the librarian and keeper of the papers, Foreign Of ce http://books.google.com.ar

19 DEL CANTILLO, Alejandro, Tratados, Convenios y Declaraciones de Paz y Comercio que han hecho con las potencias extranjeras los monarcas españoles de casa de Borbón desde el año de 1700 hasta el día, Alegría y Charlain, Madrid, 1843, en http://www.books.google.com.ar

Raúl Sanhueza Carvajal

88 ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

Majestad católica reprueba la sobredicha violenta empresa: y por lo tanto, el príncipe de Maserano declara, que su dicha Majestad católica se obliga a dar inmediatamente que se repongan las cosas en la Gran Malvina y Puerto de Egmont en el mismo estado que se hallaban antes del 10 de junio de 1770; a cuyo efecto su Majestad católica comisionará a uno de sus o ciales para entregar al o cial autorizado por su Majestad británica el puerto y fuerte llamado de Egmont, con toda la artillería, municiones de guerra y efectos de su Majestad británica y de sus súbditos que se hallaban allí el mencionado día, conforme al inventario que se formó. El príncipe de Maserano declara al mismo tiempo en nombre del rey su amo, que la promesa que hace su dicha Majestad católica de restituir a su Majestad británica la posesión del fuerte y puerto llamado de Egmont no perjudica de modo alguno a la cuestión del derecho anterior de soberanía de las Islas Malvinas, por otro nombre de Falkland. En fe de lo cual yo el infrascrito embajador extraordinario he rmado la presente declaración en la forma que acostumbro, y la he hecho poner el sello de mis armas. En Londres, a 22 de enero de 1771. El Príncipe de Maserano.

ACEPTACIÓN DE LA DECLARACION ANTERIOR20:

Habiendo autorizado su Majestad católica al excelentísimo señor príncipe de Maserano, su embajador extraordinario para que ofreciese en nombre de su Majestad al rey de la Gran Bretaña una satisfacción por la injuria hecha a su Majestad británica, desposeyéndosele del fuerte y puerto Egmont; y habiendo rmado hoy dicho embajador una declaración que acaba de entregarme y

en que expresa, que deseoso su Majestad católica de restablecer la buena armonía y amistad que subsistía antes entre las dos coronas, reprueba la expedición contra Puerto Egmont, en la cual se empleó la fuerza contra las posesiones, comandante y súbditos británicos, y promete también reponer inmediatamente todas las cosas en el mismo estado en que estaban antes del 10 de junio de 1770; y que su Majestad Católica dará comisión a uno de sus o ciales para entregar al o cial comisionado por su Majestad Británica el puerto y fuerte de Puerto Egmont, como igualmente toda la artillería, municiones y efectos de su Majestad Británica y de sus súbditos, según el inventario que se formó;.y habiéndose también obligado dicho embajador en nombre de su Majestad Católica a que se realizará el contenido de dicha declaración, entregándose en el término de seis semanas a uno de los primeros secretarios de su Majestad británica, el duplicado de las órdenes que pase su Majestad

20 También llamada “Contradeclaración”, por ingleses (Lord Palmerston, 1837) y argentinos (protesta a los Estados Unidos de América en 1887).

LA PRIMERA GUERRA DE MALVINAS/FALKLAND*

89ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

católica a sus o ciales; su Majestad británica a n de manifestar las mismas disposiciones amistosas, me ha autorizado a declarar que mirará la citada declaración del príncipe de Maserano y el entero cumplimiento de la promesa de su Majestad católica como una reparación de la injuria hecha a la corona de la Gran Bretaña. En fe de lo cual, yo el infrascrito, uno de los principales secretarios de Estado de su Majestad Británica, he rmado la presente en la forma que acostumbro, y la hice poner el sello de mis armas. En Londres, 22 de enero de 1771, Rochford”.

Más allá del acuerdo sobre restablecimiento de la autoridad británica en Puerto Egmont, este intercambio de declaraciones ha sido debatido. La doctrina hispano-argentina ha destacado que, aunque la declaración española restituyó Puerto Egmont, en la misma condición que se encontraba antes del ataque, formuló al mismo tiempo una reserva de soberanía sobre la exclusividad del dominio español en la totalidad del archipiélago, que el Reino Unido habría aceptado.

La doctrina británica ha rechazado esta interpretación señalando que el tenor de la declaración no es propiamente una reserva de soberanía sobre todo el archipiélago en bene cio del Rey de España. Al respecto, se recuerda la modi cación negociada a última hora entre Maserano y Rochford y se indica que el sentido correcto de los textos apuntaba a mantener una situación en que tanto el Reino Unido como España conservaban sus pretensiones como estaban antes de la ocupación española de Puerto Egmont. Ello, explica la ausencia de respuesta por parte del Reino Unido y el hecho que, a diferencia de Bucarelli, el accionar de Hunt no fue desautorizado.

Esta perspectiva se con rma cuando se aborda el contexto. Cumpliendo lo prometido, el gobierno español remitió a las autoridades británicas copia de las instrucciones enviadas al gobernador Ruiz Puente para entregar Puerto Egmont, cuyo tenor era:

“Habiéndose estipulado entre el rey y su Majestad Británica por un convenio rmado en Londres, el 22 de enero próximo pasado, por el príncipe de Maserano

y el Conde de Rochford que la Gran Malvina, llamada por los ingleses Isla de Falkland, debe ser restituida inmediatamente en el mismo estado que tenía antes que fuese evacuada por ellos en 10 de junio del año último; de orden del rey prevengo a V. que tan luego como la persona comisionada por la corte de Londres se presente a V. con esta, disponga se efectúe la entrega del puerto de la Cruzada o Egmont y su fuerte y dependencias; así como también la de toda la artillería, municiones y efectos que se encontraren pertenecientes a su

Raúl Sanhueza Carvajal

90 ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

Majestad Británica y a sus súbditos, conforme a los inventarios formados por los señores Jorge Farmer y Guillermo Maltby en 11 de julio de dicho año, al tiempo de dejar aquel punto, y de los cuales remito a V. las adjuntas copias autorizadas con mi rma; y que tan luego como se efectúe uno y otro con las debidas formalidades, disponga V. se retire inmediatamente el o cial y demás súbditos del rey que allí pueda haber. Dios guarde a V. muchos años. El Pardo, 7 de febrero de 1771. EL BAILIO FRAY DON JULIAN DE ARRIAGA. A don Felipe Ruiz Puente”21.

Las instrucciones no ordenaban que el gobernador español realizara ninguna protesta concordante con el entendimiento sobre lo declarado por Maserano y se establecía que la restitución comprendía no solo Puerto Egmont, sino toda la “Gran Malvina, llamada por los ingleses Isla de Falkland”.

A su vez, cuando comunicó a la Armada británica la Declaración de Maserano, Lord Rochford advirtió a los Lores del Almirantazgo que previniesen al capitán John Stott, designado para recibir las islas, que en caso de que el o cial español expresara cualquier pretensión sobre la propiedad de Puerto Egmont “debería responder a ella con una contraprotesta a favor de los derechos de S.M.B. sobre todas las islas mencionadas”22.

El intercambio de declaraciones fue entregado para aprobación del parlamento británico el 25 de enero, generándose el posterior debate. Las actas parlamentarias23 y la información del “Mercurio Histórico y Político” de febrero de 177124, dan cuenta de una agria discusión, donde la oposición criticó el acuerdo, aludiendo a una intervención francesa en bene cio de España. A su vez, en la Cámara de los Comunes, se introdujeron resoluciones censurando a los ministros, destacando por su crítica Williams Dowdeswell –quien se re rió al remanente impago del rescate de Manila– Thomas Pownall quien rechazó la intervención francesa y consideró grave la aceptación por el gobierno británico que el gobernador de Buenos Aires había actuado

21 DEL CANTILLO, Alejandro, Tratados, Convenios y Declaraciones de Paz y Comercio que han hecho con las potencias extranjeras los monarcas españoles de casa de Borbón desde el año de 1700 hasta el día, Alegría y Charlain, Madrid, 1843, en http://books.google.com.ar

22 ESPINOSA MORAGA, Oscar; La cuestión de las Islas Falkland..., ob. cit., p. 5423 Debates of the house of commons during the thirteenth parliament, Volume 2, en http://books.

google.co.uk24 Mercurio histórico y político que contiene el estado presente de la Europa, lo sucedido en todas

las Cortes, los intereses de los príncipes, y generalmente todo lo más curioso perteneciente al mes de enero de 1771, con re exiones políticas sobre cada Estado, Tomo CCV, en http://books.google.cl/

LA PRIMERA GUERRA DE MALVINAS/FALKLAND*

91ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

conforme a instrucciones generales –“demandamos Justicia, pero nuestros negociadores se han rebajado a aceptar un favor y este favor es, a la vez, un insulto y una trampa”– y Edmund Burke, que consideró el acuerdo carente de valor, un “botón de Birmingham”. Igualmente, el Coronel Barre consideró la declaración escandalosa e infame, deshonrosa para la corona y desgraciada para la Nación.

Los partidarios del gobierno retrucaron que el acuerdo era adecuado habida cuenta que; a) Inglaterra había obtenido de España todo lo que requería desde un principio; b) Malvinas/Falkland era un territorio pequeño, frío y estéril, y c) La soberanía inglesa sobre las islas estaba restituida, más allá de cuestiones semánticas.

El debate también conmovió a la opinión pública. El gobierno recurrió a Samuel Johnson, quien publicó el impreso “Pensamientos sobre las últimas transacciones respecto a las islas Malvinas”, con una descripción geográ ca e histórica de las islas y una breve relación de la negociación angloespañola. El escritor buscó demostrar que las islas no tenían gran valor para Inglaterra, que el derecho a ellas no era indisputable, que la satisfacción dada por España era su ciente y que habría sido injusto insistir en medio de la negociación sobre un compromiso directo de ese país para abandonar sus títulos al territorio.

El objetivo principal de Johnson fue responder a la carta atribuida a los opositores al acuerdo, publicada el 30 de enero de 1771, rmada con el pseudónimo de Junius25, donde se acusaba al gobierno de Lord North de traición por no haber exigido la renuncia de España a las islas y por no haber aprovechado para exigir la ruptura del Pacto de Familia. Aludiendo a la excusa española, aceptada por Inglaterra sobre la acción del Gobernador Bucarelli, señalaba que este “no era un pirata” y criticaba al gobierno por humillar al país al señalar “un rey de la Gran Bretaña no contento con ponerse al nivel de un gobernador español, se rebaja hasta hacerle una injusticia notoria”.

Junius también insinuó la existencia de un acuerdo secreto en cuya virtud Inglaterra evacuaría las islas, después que la restitución de Puerto Egmont se

25 La crisis política inglesa había llevado a la proliferación de pan etos y cartas anónimas que criticaban a los distintos gobiernos y, en de nitiva al Rey Jorge III. Dentro de ellos sobresale Junius, cuyo primer texto data de abril de 1767 (titulado “Poplicola”) y el último de enero de 1772, Junius ha sido muy estudiado en la literatura inglesa, existiendo cierto consenso en que quien escribió las cartas fue Sir Philip Francis, pero no existe la misma claridad respecto del autor, siendo señalados varios políticos prominentes de la oposición como William Pitt o Thomas Ponwall.

Raúl Sanhueza Carvajal

92 ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

realizara. Este es un argumento uniformemente mencionado por la doctrina argentina a partir de las memorias del Conde de Chatham (“A history of the life of the Right Hon. Williams Pitt, Earl of Chatham, and of the principal events of his time, with his speeches in parliament from the year 1736 to the year 1778”) quien describió la negociación, señalando:

“Mientras el Señor Rochford negociaba con el príncipe Maserano, el Sr. Stuart Mac- Kenzie negociaba con Mons. François. Finalmente, alrededor de una hora antes de la reunión del Parlamento del 22 de enero de 1771, una declaración fue rmada por el embajador español, bajo órdenes francesas, para la restitución de las Islas Malvinas a Su Majestad Británica. Sin embargo, la importante condición, por la que se obtuvo esta declaración, no fue en ella mencionada. Esa condición era que las fuerzas británicas debían evacuar las Islas Malvinas tan pronto como fuera conveniente después de fueran puestas en posesión del Puerto de Egmont. Y el gobierno británico anticipó como prenda de su sinceridad para mantener esa promesa, que sería el primero en desmovilizar.

Durante el mes de febrero de 1771, el Ministro español en Madrid dio a entender al señor Harris la intención de la corte española de pedir al gobierno británico, el perfeccionamiento de los compromisos, tal como habían sido mutuamente entendidos. El despacho del señor Harris, conteniendo este informe, fue recibido por el gobierno el cuatro de marzo. Tres días después, un mensajero español llegó con órdenes para el Príncipe Maserano: demandar la cesión de las islas Falkland al Rey de España. Ante todo, el embajador español informó estas órdenes al embajador de Francia, con el n de saber si él estaría de acuerdo en presentar la demanda. El catorce de marzo ambos embajadores celebraron una entrevista sobre el tema con Lord Rochford, cuya respuesta fue conformarse al espíritu que ya se había uniformemente mostrado. Como consecuencia de esta declaración, se despacharon mensajeros a París y a Madrid. La respuesta francesa fue cortés, pero mencionó el Pacto de Familia. La respuesta de España no llegó a Londres hasta el veinte de abril. En el intertanto, los Ministros (británicos) mantuvieron varias conferencias con el señor Stuart Mackenzie. El resultado de todo esto fue que Inglaterra dio el ejemplo de desmovilización y que las Islas Malvinas fueron totalmente evacuadas y abandonadas poco tiempo después, permaneciendo desde entonces en posesión de los españoles”26.

26 “A history of the life of the Right Hon. Williams Pitt, Earl of Chatham, and of the principal events of his time, with his speeches in parliament from the year 1736 to the year 1778, en http://books.google.com.ar

LA PRIMERA GUERRA DE MALVINAS/FALKLAND*

93ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

La corte británica protestó contra este atropello, y preparó una ota expedicionaria para vengarse. Al nal, el monarca español accedió a restaurar el territorio y la reputación inglesa, como consecuencia de una intimación no muy creíble, en el entendido que después de una restitución pro forma por parte de España, el establecimiento no sería mantenido. En consecuencia, en 1771, Puerto Egmont fue entregado formalmente a los británicos, y tres años después se evacuó totalmente el lugar”27.

Esta cautela se explica porque no se ha hallado ningún testimonio escrito del compromiso, el cual tampoco ha sido o cialmente admitido por el gobierno inglés. “Cuando, en 1833, Manuel Moreno, el representante argentino en Londres, planteó este punto como parte de su protesta contra la reocupación británica de las islas, Lord Palmerston ordenó de inmediato buscar en toda la correspondencia o cial de la época y fue capaz de asegurar Moreno que no había ninguna alusión en la correspondencia entre Londres y el embajador británico en Madrid sobre este acuerdo. La evidencia argentina se extrae de los despachos españoles y franceses, y demuestra más bien que Maserano estaba bajo la impresión de que los británicos se retirarían una vez que hubieran recibido satisfacción. Ciertamente, no hubo un acuerdo formal por escrito rmado por ambas partes”28. Respecto de la principal fuente de esta historia –la autobiografía de William Pitt– se ha recordado que el Conde Chatham había debido abandonar el gobierno en 1768, en términos controvertidos con Jorge III, que, como miembro de la oposición no tenía acceso al interior del gobierno y que, aunque algunos hechos descritos ocurrieron (la conversaciones de 1771) sus a rmaciones sustantivas se han revelado falsas (Inglaterra no desmovilizó primero). Además, Pitt no cita su fuente, por lo que su con abilidad es relativa.

La aprobación parlamentaria de la declaración de Maserano fue seguida por su implementación, la cual comprendía la restitución de Puerto Egmont, la desmovilización anglo-franco-española, la solicitud española de debatir la propiedad de Malvinas/Falkland –cuestión que el gobierno británico había indicado no querer abordar mientras no se terminara el proceso de restitución– y el remanente impago del rescate de Manila.

27 “Encyclopaedia Metropolitan or Universal Dictionary of Knowledge”, volume XVIII in http://books.google.com.ar/books/download/Encyclopaedia_metropolitana.pdf

28 METFORD, J.C.J; Falkland or Malvinas. The Background to the Dispute; International Affairs, Vol. 44, Nº 3, pp. 463-481, Julio de 1968, Londres, en http://www.malvinasonline.com.ar/g82/artic/part.php?recordID=58.

Raúl Sanhueza Carvajal

94 ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

Respecto de la restitución, el planteamiento británico fue que la ceremonia debía tener lugar en Puerto Egmont –y no en Puerto Soledad– sobre el desarme, la sugerencia británica era proceder a una conferencia, encontrando la oposición española que exigía abordar la cuestión de la soberanía y el eventual abandono de las islas por los británicos antes de implementarlo. Las autoridades británicas dejaron en claro que el término de las movilizaciones navales era distinto a un eventual abandono británico de Malvinas/Falkland, y que la reinstalación de Puerto Egmont precedía a cualquier discusión jurídica.

Al mismo tiempo, el gobierno británico tenía claridad en la necesidad de actuar con transparencia para tranquilizar los temores españoles sobre acciones desde Puerto Egmont contra sus establecimientos en América del Sur. En diversas comunicaciones al Encargado de Negocios Harris y posteriormente al Embajador Tomas Robinson barón de Grantham, Lord Rochford enfatizó la necesidad de señalar a la corte española que S.M. británica no tenía intención de hacer uso de Puerto Egmont en perjuicio de las colonias americanas.

En marzo de 1771, Francia y España acordaron desmovilizar unilateralmente, lo que fue comunicado a Londres, que actuó en consecuencia. Igualmente, España aceptó que la restitución se hiciera en Puerto Egmont. Por ello, el 2 de abril de 1771, el capitán John Stott, al mando de una escuadra compuesta por el HMS Juno, HMS Hound y el HMS Florida, zarpó con destino a Malvinas/Falkland. De acuerdo al informe elevado por el Capitán Stott el 8 de diciembre de 1771, dando cuenta de la navegación desde Río de Janeiro iniciada el 31 de julio, llegó frente a Puerto Egmont la noche del 13 de septiembre.

“A la mañana siguiente, al ver amear la bandera española y tropas de esa nacionalidad en el asentamiento antes ocupado por los ingleses, envié un teniente para saber si había algún o cial que, en nombre de su Majestad Católica estuviera en condiciones de restituirme la posesión conforme instrucciones de su gobierno que reprodujeran los duplicados que yo tenía que entregar. Se me contestó que el Comandante del destacamento, Francisco de Orduña, teniente de la real artillería española, estaba premunido con los plenos poderes y listo para efectuar la restitución. Poco después, el teniente Orduña llegó a bordo del Juno, donde le entregué copia de las órdenes de su Majestad Católica.

A continuación, examinamos la situación del asentamiento y de los almacenes, ajustamos la forma de la restitución y la recepción de la posesión a través de los instrumentos que fueron acordados e intercambiados.

LA PRIMERA GUERRA DE MALVINAS/FALKLAND*

95ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

Los documentos que recibí del o cial español y una copia de los que le entregué, se acompañan a este informe.

El lunes, 16 de septiembre, desembarqué, seguido por un grupo de infantes de marina siendo recibido por el o cial español, que o cialmente me devolvió la posesión. Inmediatamente, procedí a izar la bandera su Majestad, mientras los infantes de marina disparaban tres salvas y el Juno cinco cañonazos, siendo felicitado, al igual que los o ciales que me acompañaban, con gran cordialidad, por el o cial español. Al día siguiente, don Francisco con todas las tropas y los súbditos del rey de España, partió en una goleta. Solo he de añadir, que la ceremonia se llevó a cabo con la mayor apariencia de buena fe, sin que el o cial español haya hecho, en nombre de su gobierno, la menor demanda o reserva”29.

En octubre de 1771, barcos españoles retornaron la artillería y otros efectos que Madariaga se había llevado de Puerto Egmont. Esta entrega fue informada por el Almirantazgo británico a Lord Rochford en febrero de 1772 y comunicada también a la Embajada británica en Madrid.

El 21 de enero de 1772, en la apertura del periodo de sesiones del parlamento británico, el discurso del Rey se re rió a la cuestión señalando que “el cumplimiento del compromiso del Rey de España de restituir Puerto Egmont y las Islas Falkland y las repetidas seguridades que he recibido sobre la disposición pací ca de esa corte y de las otras potencias, promete a nuestros súbditos la continuidad de la paz”.

El abandono de Puerto Egmont

Desde el 16 de septiembre de 1771, Malvinas/Falkland tuvo dos establecimientos europeos: los españoles en Puerto Soledad y los ingleses en Puerto Egmont compartían la presencia política en el Atlántico Sur.

Ello, motivaba aprensiones. El 20 de marzo de 1772, por medio de una carta dirigida al Secretario de Marina e Indias, el Virrey del Perú Manuel de Amat y Junient, responsable de Malvinas/Falkland a través de la Gobernación de Buenos Aires, abordó las consecuencias geopolíticas del restablecimiento de Puerto Egmont, señalando su convencimiento sobre la permanencia del establecimiento británico, toda vez que, “la única cosa que me habría hecho

29 Carta del Capitán Stott a los Lores del Almirantazgo de 9 de diciembre de 1771, en British and Foreign States papers, volumen 22, en http://books.google.cl/books

Raúl Sanhueza Carvajal

96 ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

vacilar en esta opinión habría sido el abandono honesto y sincero de las Islas Malvinas por parte de Inglaterra, porque no he sido capaz de entender ni nunca voy a creer que estas Islas puedan ofrecer un campo adecuado para cualquier plantación regular o un enriquecimiento considerable, a menos que su único propósito sea utilizar la ventaja de su situación como puerto de escala para los buques que se dirigen hacia desde el Mar del Sur, que podría ser con el tiempo tan próspero como el que Holanda posee en el Cabo de Buena Esperanza, haciendo a sus ocupantes dueño de estos mares… La tenacidad con que Inglaterra persiste en mantener su posición en las Malvinas ha dado fuerza a perspectiva; de acuerdo con el relato que me ha transmitido el Gobernador, Xavier Antonio Muñoz (que he transcrito), diariamente los ingleses hacen su ocupación más e caz y más segura…”30.

El 31 de mayo de 1772, re riéndose a una eventual colonización británica de Isla de Pascua y Tahití, el Virrey informaba al Secretario Arriaga que “si, como he mencionado antes, Inglaterra ejecuta este proyecto, esa Nación sería ineludiblemente dueña de todo el conjunto de islas del Mar del Sur y del único puerto de escala en la actualidad conocido para entrar o salir de él en las Islas Falkland o Malvinas: Aparte de las cuestiones del comercio ilícito, Inglaterra podría cerrar el puerto a otros buques, y el acceso al Mar del Sur quedaría a merced de la voluntad de esa país”31.

Sin embargo, al mismo tiempo que los funcionarios españoles expresaban estas preocupaciones, Inglaterra iniciaba el proceso de abandono de Puerto Egmont. Numerosos autores han considerado que estas decisiones correspondían al cumplimiento de la promesa secreta del gobierno británico al gobierno español; no obstante, no solo no hay ningún documento o cial que avale esta posición (cosa rara en un Estado complejo con altos índices de transparencia como el Reino Unido), sino que la información disponible parece dirigirse en otro sentido.

En efecto, el 26 de febrero de 1772, el Almirantazgo dirigió una comunicación a Lord Rochford sobre los planes para mantener Puerto Egmont, señalando: “Tenemos di cultades para sugerir un plan por el cual la posesión del puerto y de la fortaleza de Puerto Egmont y de las islas de Falkland pueda ser constante y e cazmente mantenida a toda costa. Creemos que un número menor de

30 GLANVILL Corney, Bolton. The voyage of Captain Don Felipe González in the ship of the line San Lorenzo, with the frigate Santa Rosalia in company, to Easter Island in 1770-71, Cambridge printed for the Hakluyt Society, 1908, p. 74 [traducción del autor].

31 Ibíd.

LA PRIMERA GUERRA DE MALVINAS/FALKLAND*

97ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

hombres que los que ahora se emplea serían igualmente e cientes para mantener la posesión del establecimiento y pensamos que el número actual no es su ciente seguridad en caso de una ruptura con una potencia extranjera”32. La comunicación, que daba cuenta de las di cultades para mantener Puerto Egmont, estimaba su presupuesto en 3.552 libras esterlinas anuales.

El razonamiento del Almirantazgo era justi cado por razones del escenario local y global. Localmente, los informes de las expediciones a Malvinas/Falkland mostraban las di cultades del asentamiento y su absoluta dependencia de la metrópoli. “(Puerto Egmont) era una colonia que nunca podría ser independiente, ya que nunca podría ser capaz de mantenerse a sí mismo. Los materiales necesarios se enviaban anualmente de Inglaterra, a un costo que el Ministerio de Marina comenzó a pensar que no será reembolsado rápidamente. Sin embargo, la vergüenza de abandonar un proyecto, y la falta de voluntad para enfrentar las críticas bienintencionadas hicieron que la guarnición fuera mantenida y abastecida regularmente”33.

La ocupación española había demostrado la vulnerabilidad de Puerto Egmont ante agresiones provenientes del continente; frente a un adversario decidido basado en América española, Puerto Egmont no tenía posibilidades de resistir y restablecer la soberanía británica implicaba una operación difícil.

En enero de 1770, North había sido llamado al gobierno para corregir esta situación y por ello, junto con el puesto de Primer Ministro había asumido la cartera de Hacienda34, introduciendo criterios de racionalización de gastos que habían permitido, pese a la crisis de Malvinas/Falkland disminuir el dé cit. “En 1774, la mayoría de la opinión pública pensaba que Lord North había logrado lo que nadie había sido capaz de hacer desde 1763: terminar el período de nanciamiento de guerra y concluir con las pesadas obligaciones dejadas por

las últimas guerras del imperio”35.

En estas condiciones, el gobierno británico actuó con trasparencia para evitar suspicacias españolas. Por carta de marzo de 1772, Lord Rochford

32 Carta de Lord Sandwich a Lord Rochford de 26 de febrero de 1772, en https://archive.org/stream/jstor-2505721/2505721_djvu.txt.

33 JOHNSON, Samuel “Thought on the late transactions respecting Falkland’s islands”, op. cit.34 Historia de la Administración de Lord North, Primer Ministro de Inglaterra y de la Guerra de

la América Septentrional hasta la Paz, Madrid, Imprenta Real, 1806, en http://books.google.cl/books

35 WATSON, John Steven, “The Reign of George III 1760 – 1815 en http://books.google.com.ar/books

Raúl Sanhueza Carvajal

98 ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

instruyó al embajador británico en Madrid informar al gobierno español que se había determinado reducir las fuerzas en Islas Malvinas a una pequeña corbeta con alrededor de cincuenta hombres y veinticinco marinos en tierra, insistiéndole en la necesidad de remover todo recelo de la corte española, aunque a rmando la soberanía británica (…debe hacer entender a la corte de España que no tenemos ninguna intención de convertir Puerto Egmont en un asentamiento que signi que molestia para ellos, sino solo de cumplir el objetivo de mantener la posesión).

En 1773, la cuestión del costo del mantenimiento del Primer Imperio Británico se hizo ardua, cuando el gobierno asumió la responsabilidad de administrar directamente la India, en reemplazo de la Compañía de India del Este, en di cultades nancieras. Esta carga, importante en sí misma, conllevaba además el peso anexo de las posiciones en Birmania y Afganistán, que se incorporarían antes de n del siglo XVIII, concretándose así la “oscilación hacia el este” del imperialismo británico. Por otra parte, los acontecimientos en América del Norte hacían prever la guerra que estallaría en 1775.

Estos factores replantearon la cuestión de Puerto Egmont. El 5 de enero de 1774, el Almirantazgo ordenó al Administrador del asentamiento, Teniente Williams Clayton, proceder a su evacuación, debiendo previamente tomar el cuidado más estricto en erigir en las partes principales del puerto, del fuerte y de las islas, adecuadas señales y marcas de posesión de esos territorios como pertenecientes a la corona británica.

El 11 de febrero de 1774 Lord Rochford escribió al Embajador británico en Madrid, informándole esta decisión.

“Creo que es correcto informar a Vuestra Excelencia que, que en un discurso en la Cámara de los Comunes de hace unos días sobre los establecimientos navales previstos para este año, Lord North mencionó la intención de reducir las fuerzas navales en las Indias Orientales, con el objeto material de disminuir el número de gente de mar, y al mismo tiempo dio a entender, como una cuestión de poca importancia, que, para evitar el gasto de mantener marineros e infantes de marina en la isla de Falkland, dispondría el traslado de la guarnición después de dejar en el lugar adecuadas marcas o señales de posesión que indiquen la pertenencia del territorio a la corona de Gran Bretaña. Dado que esta medida se informó públicamente en el Parlamento, será naturalmente transmitida a la corte de España, y aunque no hay necesidad que V.E. la comunique o cialmente a los ministros españoles –ya que solo se trata una disposición privada para nuestra propia conveniencia– me inclino a

LA PRIMERA GUERRA DE MALVINAS/FALKLAND*

99ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

pensar que, dado lo ocurrido anteriormente, estarán más bien complacido con esta decisión.

V.E. puede, si ellos (los ministros españoles) se lo mencionan, reconocer la decisión libremente, sin entrar en ningún otro debate al respecto. Es esperable que esta medida aleje de sus mentes las sospechas sobre proyectos que, ahora pueden claramente ver, nunca estuvieron en nuestras mentes. Espero que tampoco piensen que esta medida se adopta a petición, o para satisfacer un remoto deseo de la corte francesa, pues la verdad es, que no es ni más ni menos que una pequeña parte de un ajuste económico naval”36.

“El 20 de mayo todo estaba listo para nuestra partida y decidimos hacer una ceremonia formal para abandonar las islas: los marineros se ordenaron en las con los infantes de marina armados, mientras la siguiente inscripción, grabada en plomo, se colocaba en la puerta del fortín : ‘Sea sabido a todos los pueblos que las Islas Malvinas, con esta fortaleza, los almacenes, muelles, puertos, bahías y calas que le pertenecen son el único derecho y propiedad de Su Sagrada Majestad Jorge III, Rey de Gran Bretaña, Francia e Irlanda, Defensor de la Fe, etc. En fe de lo cual esta placa es instalada, y la bandera de Su Majestad Británica dejada ameando como marca de posesión por S. W Clayton, o cial al mando de las Islas Malvinas, AD 1774’. Luego izamos la bandera británica, la gente dio tres vivas, y de inmediato se embarcó con el mayor orden, esperando viento favorable para continuar en nuestro viaje. Emprendimos nuestra partida sin el menor remordimiento”37.

El retiro se hizo preservando cuidadosamente la instalación de marcas de posesión, de manera similar a como hicieron los españoles en las guarniciones abandonadas en la costa patagónica en 1783 (placa y bandera)

“Los informes de los agentes empleados en Puerto Egmont eran tan desalentadores, que ninguna persona en ese momento tuvo el menor deseo o preocupación respecto de las islas y por años ellas pasaron desapercibidas aunque no olvidadas por Inglaterra. Sin embargo, España, celosa de la interferencia en sus posesiones coloniales, y considerando a las Malvinas como un terreno ventajoso, desde el cual sus colonias del sur podían ser repentina invadidas, mantuvo una pequeña guarnición en el extremo oriental

36 Carta del conde de Rochford a Lord Grantham de 11 de febrero de 1774, en British and Foreign States Papers, volume 22, en http://books.google.cl

37 http://falklandstimeline. les.wordpress.com/2011/07/falklands-history19.pdf [traducción del autor]

Raúl Sanhueza Carvajal

100 ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

del archipiélago, donde sus barcos ocasionalmente arribaban, y de vez en cuando reconocían los puertos adyacentes, con el n de determinar si había visitantes”38.

El 15 de octubre de 1774, siguiendo instrucciones de Madrid, el piloto Simón Fernández Pellón visitó Puerto Egmont, constatando el abandono. Posteriormente, el 24 de enero de 1776, la expedición del San Francisco de Paula, comandado por el capitán Juan Pascual Callejas, retiró la placa de soberanía de Puerto Egmont, llevándola a Buenos Aires, desde donde fue recuperada por las tropas británicas del general Beresford, en 1806.

Por último, el 17 de mayo de 1780, estando España en guerra con Inglaterra, la expedición del Nuestra Señora del Rosario, también comandada por Juan Pascual Callejas, destruyó las instalaciones de Puerto Egmont, siguiendo órdenes expresas de la Secretaría de Marina. “De lo que fue el antiguo asentamiento pudimos advertir los cimientos de lo que parecía ser una la de barracas y casas construidas conforme a un plan regular, sin embargo, las autoridades españolas trataron de destruir todo rastro de viviendas, no dejando ni siquiera los restos de alguna pared”39.

CONCLUSIONES

La crisis de Puerto Egmont terminó sin lamentar ni un herido. Desde Puerto Soledad, España mantuvo la administración territorial de las islas.

Sin embargo, la presencia española no fue exclusiva. El 7 de febrero de 1776, el Embajador Maserano se quejó ante el gobierno británico sobre la presencia de barcos de ese país en Puerto Egmont, recibiendo como respuesta que Inglaterra no planeaba reinstalarse en la zona y que, dado que probablemente los barcos pertenecían a las colonias rebeldes, la corte de Londres enviaría fragatas para expulsarlos40.

38 DARWIN, Charles. Narrative of the Surveying Voyages of His Majesty’s Ship Adventure and Beagle between the Years 1826 and 1836 describing their examination the off southern shores of South America in three volumes. Vol. II, en http://books.google.com.ar/

39 “Diario del Capitán Grey (1836) Extracts from the diary of Admiral the Honourable George Grey, Thompson W.H. (ed) 1969, en http://falklandstimeline. les.wordpress.com/2011/07/falklands-history19.pdf [traducción del autor]

40 Citado por Luis Vernet en su “Report of the Political and Military Commandant of the Malvinas” en British and Foreign State Papers compiled by the librarian and keeper of the papers, volume 21, 1832-1833, en http://books.google.cl/books.

LA PRIMERA GUERRA DE MALVINAS/FALKLAND*

101ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

Ello constituyó una demostración de la creciente importancia de la presencia económica británica y de otras potencias marítimas en las aguas del Atlántico Sur. Sin perjuicio de actos políticos (en 1775, el Reino Unido reivindicó la soberanía sobre Georgia del Sur y Sandwich del Sur), desde 1775, empresarios ingleses y norteamericanos constituyeron otas balleneras que actuaban en Malvinas/Falkland, generando un comercio que se desarrolló rápidamente, propulsado desde 1786, por la ley para el fomento de la pesquería ballenera austral –Act for the Encouragement of the Southern Whale Fishery– en cuya virtud se otorgaron recompensas a las naves de pesca que operaban al sur de los 35º de latitud.

La coexistencia de presencias –política y territorial española, comercial y marítima británica y estadounidense– se mantuvo hasta el 13 de febrero de 1811 cuando, estallada la Revolución de Mayo (1810), y permaneciendo leal a España, la guarnición de Puerto Soledad fue evacuada a Montevideo, dejándose una placa adosada a la torre del campanario que señalaba:

“Esta isla con sus Puertos, Edi cios, Dependencias y cuanto contiene pertenece a la Soberanía del Sr. D. Fernando VII Rey de España y sus Indias, Soledad de Malvinas 7 de febrero de 1811 siendo gobernador Pablo Guillén”.

“En la práctica y en el sentido propio de la palabra, España abandonó las islas en 1811, y, pese a que las Cortes de Cádiz expresaron su intención de volver a ocuparse de ellas cuando la situación fuera más favorable, ese momento nunca llegó. Durante casi 10 años, las islas permanecieron como res nullius, abiertas a cazadores de focas y balleneros, sin autoridad visible”41.

Ello tuvo varias efectos. Ante todo, tanto España como Inglaterra abordaron la controversia con una idea exacta del real valor del archipiélago; ambas partes concordaban en que el valor geopolítico de Malvinas/Falkland se veía neutralizado por las difíciles condiciones de vida que afectaban la sustentabilidad de los asentamientos.

Además, ambas partes valoraron con justeza las respectivas capacidades y voluntades. Es cierto que Inglaterra conocía la relativa debilidad de España, pero no es menos cierto que estaba consciente de las di cultades de una operación de recuperación de Puerto Egmont; a su vez, aunque algunas autoridades españolas –conscientes de las di cultades políticas y económicas de Londres– eran partidarias de una posición de dureza respecto de Inglaterra,

41 METFORD, J.C.J; Falkland or Malvinas. The Background to the Dispute…, ob. cit.

Raúl Sanhueza Carvajal

102 ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

la mayoría del gobierno español concordaba en que Inglaterra ofendida era un rival formidable que solo podía ser enfrentado con el apoyo francés.

Además, los diplomáticos del siglo XVIII distinguieron entre temas distintos: por una parte, la controversia de soberanía –donde tanto ingleses como españoles aceptaron las visiones de la contraparte, sin perjuicio de defender posiciones propias– y por otra, la pertinencia de una acción de fuerza en tiempo de paz.

La diplomacia española sabía que sin perjuicio del éxito en el terreno, donde el enfrentamiento militar se había desarrollado sin ocasionar bajas y conforme a pautas de cortesía, la acción de fuerza contra Puerto Egmont afectaba la estabilidad internacional y suponía un desafío que el Reino Unido no podía tolerar y más allá de las consideraciones bilaterales, constituía un atentado al funcionamiento de la institucionalidad internacional.

Por ello, desde un primer momento ajustaron su acción a una solución pací ca que salvaguardara también el prestigio británico y preservara el funcionamiento general del sistema internacional. Por ello, desde un primer momento, la oferta de Madrid consideró la restitución de Puerto Egmont al Reino Unido.

Estas simples consideraciones constituyen el elemento fundamental de la enseñanza que nos deja la primera guerra de Malvinas/Falkland. Lamentablemente, las lecciones no fueron retenidas doscientos años más tarde.

En particular, no ha sido retenida por las diplomacias latinoamericanas la importancia del respeto –a lo menos formal– a la institucionalidad. En ocasio-nes, el relativismo latinoamericano ha obnubilado la capacidad de decisión de los estados, conduciéndolos a aventuras de consecuencias impredecibles.

BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA

“Encyclopaedia Metropolitan or Universal Dictionary of Knowledge”, volume XVIII in http://books.google.com.ar/books/download/Encyclopaedia_metropolitana.pdf

CAVENDISH, Sir Henry. Debates of the house of commons during the thirteenth parliament, Volume 2, London, 1841.

CISNEROS, Andrés y ESCUDÉ, Carlos (dir); Historia General de las Relaciones Exteriores de la República Argentina, Buenos Aires, Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales y Grupo Editor Latinoamericano, 1999.

LA PRIMERA GUERRA DE MALVINAS/FALKLAND*

103ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

CRONIN, James G.R., “Masters of those seas. Strategy and space in George Anson’s A voyage round the world in the years 1740... 1744”. Disponible en https://www.academia.edu/3111592/_MASTERS_OF_THOSE_SEAS_STRATEGY_AND_SPACE_IN_GEORGE_ANSONS_A_VOYAGE_ROUND_THE_WORLD_IN_THE_YEARS_1740._._.1744

D.P.P. de A. Historia de la Administración de Lord North, Primer Ministro de Inglaterra y de la Guerra de la América Septentrional hasta la Paz, Madrid, Imprenta Real, 1806.

DARWIN, Charles. Narrative of the Surveying Voyages of His Majesty’s Ship Adventure and Beagle between the Years 1826 and 1836 describing their examination the off southern shores of South America in three volumes. Vol. II, London, Henry Colburn, Great Marlborough Street. 1839.

DEL CANTILLO, Alejandro, Tratados, Convenios y Declaraciones de Paz y Comercio que han hecho con las potencias extranjeras los monarcas españoles de casa de Borbón desde el año de 1700 hasta el día, Alegría y Charlain, Madrid, 1843.

ESPINOZA Moraga, Óscar. La cuestión de las islas Falkland (1492-1982). Memorial del Ejército de Chile. Biblioteca del O cial. Vol. LXVIII. Santiago. 1983.

FOREIGN OFFICE. British and Foreign State Papers compiled by the librarian and keeper of the papers, volume 21, 1832-1833. Disponible en http://books.google.cl/bookshttp://falklandstimeline.files.wordpress.com/2011/07/falklands-history19.pdf

---------------British and Foreign State Papers 1833–1834 Vole XXII, compiled by the librarian and keeper of the papers. London, Ridgway and Sons, Picadilly, 1847.

GAMBINI, Hugo. Crónica Documental de las Malvinas, Buenos Aires, Biblioteca Redacción, 1983.

GLANVILL Corney, Bolton, The voyage of Captain Don Felipe González in the ship of the line San Lorenzo, with the frigate Santa Rosalia in company, to Easter Island in 1770-71, Cambridge printed for the Hakluyt Society, 1908.

GOEBEL, Julius: The Struggle for the Falkland Islands, A Study in Legal and Diplomatic History, New Heaven: Yale University Press, 1927.

GUSTAFSON, Lowell S. The Sovereignty Dispute over the Falkland (Malvinas) Islands, New York, Oxford University Press, 1988. Disponible en http://www.argentina-rree.com/3/3-038.htm

HARRIS, James. (Publisher) Diaries and Correspondance of James Harris, First Earl of Malmesbury. Adegi Graphics LLC, London, 2001.

Raúl Sanhueza Carvajal

104 ESD. Estudios de Seguridad y Defensa Nº 3, jun. 2014

IMPRENTA DE LA REAL GACETA, Mercurio histórico y político que contiene el estado presente de la Europa, lo sucedido en todas las Cortes, los intereses de los príncipes, y generalmente todo lo más curioso perteneciente al mes de enero de 1771, con re exiones políticas sobre cada Estado, Tomo CCV. Madrid.

JOHNSON Samuel “Thought on the late transactions respecting Falkland’s islands” From “The Works of Samuel Johnson,” published by Pafraets & Company, Troy, New York, 1913; volume 14, pages 34-80. Disponible en http://www.samueljohnson.com/falklands.html

LONGMAN, Hurst, Rees, Orme, & Brown et al. The Parliamentary History of England from the earliest period to the year of 1803. Vol. XVI, A.D. 1765 – 1771, published under the Superintendence of T.C. Hansard, Peterborough Court, Fleet Street, 1813.. Disponible en, https://archive.org/stream/parliamentaryhi05parlgoog/parliamentaryhi05parlgoog_djvu.txt

METFORD, J.C.J; Falkland or Malvinas. The Background to the Dispute; International Affairs, Vol. 44, Nº 3, pp. 463-481, Londres, 1968.

MONTES DE OCA, Ignacio Tierra de Nadie. Los mitos sobre Malvinas; Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2006.

TELLEZ Alarcia, Diego: “Anson, Wall y el papel del “lago español” en el enfrentamiento colonial hispano-británico (1740-1762)”, Revista Tiempos Modernos 11 (2004-2005).

THACKEREY, Francis Rev. A history of the life of the Right Hon. Williams Pitt, Earl of Chatham, and of the principal events of his time, with his speeches in parliament from the year 1736 to the year 1778, London, 1827.

WATSON, John Steven, “The Reign of George III 1760 – 1815. Clarendon Press, 1960.