la prehistoria

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LA PREHISTORIA Evolución del hombre ¿Cuándo apareció el hombre sobre la Tierra? No conocemos la respuesta exacta; lo que sí podemos afirmar es que la investigación y la arqueología más avanzada han descubierto restos antiquísimos, dotados de netos caracteres humanoides y que se remontan a más del millón de años. – El Homo habilis. Los más antiguos, reconocidos hasta la fecha, fueron hallados en el Centro africano, en la región de Tanganica y los Grandes Lagos, y a ellos se les asigna una antigüedad superior al millón y medio de años, es decir, correspondientes a fines de la Era Terciaria. Se los considera “hombres” diferenciados de los simios, ya que eran capaces de confeccionar objetos rudimentarios con piedras o maderas, aprovechando –a más de su inteligencia– las dos grandes ventajas con que los había dotado la naturaleza: su posición erguida y la especial disposición de la mano –única en el mundo animal– con el dedo pulgar opuesto a los restantes, lo cual facilitaba asir los objetos. Por estas características, a estos primeros especímenes humanos se los considera como integrantes del tipo Homo habilis. – El Pitencantropus erectus. Los milenios siguientes aportan poca diferenciación. Ya mucho más cercano a nosotros, con una antigüedad aproximada a los 300.000 años, aparece el tipo Pitencatropus erectus, netamente superior a los anteriores por sus facciones más armoniosas, mayor capacidad craneana, mayor ángulo facial y, sobre todo, por su más amplio desarrollo mental, que le posibilitó una mejor utilización de los elementos naturales para satisfacer sus necesidades. Los ejemplares de este tipo humano más conocidos son el “hombre de Pekin” y el “de Java” hallados a comienzos del siglo XX. – El Homo sapiens. Milenios después se produjeron las glaciaciones: los hielos cubrieron casi toda la Tierra y los hombres se refugiaron en cavernas; por eso se les llama trogloditas. Los ejemplares que conocemos aparecen con caracteres definitivamente humanos, mucho más perfeccionados, e incluso con preocupaciones estéticas y

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Interesante relato histórico.

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LA PREHISTORIA

Evolución del hombre

¿Cuándo apareció el hombre sobre la Tierra? No conocemos la respuesta exacta; lo que sí podemos afirmar es que la investigación y la arqueología más avanzada han descubierto restos antiquísimos, dotados de netos caracteres humanoides y que se remontan a más del millón de años.

– El Homo habilis. Los más antiguos, reconocidos hasta la fecha, fueron hallados en el Centro africano, en la región de Tanganica y los Grandes Lagos, y a ellos se les asigna una antigüedad superior al millón y medio de años, es decir, correspondientes a fines de la Era Terciaria. Se los considera “hombres” diferenciados de los simios, ya que eran capaces de confeccionar objetos rudimentarios con piedras o maderas, aprovechando –a más de su inteligencia– las dos grandes ventajas con que los había dotado la naturaleza: su posición erguida y la especial disposición de la mano –única en el mundo animal– con el dedo pulgar opuesto a los restantes, lo cual facilitaba asir los objetos. Por estas características, a estos primeros especímenes humanos se los considera como integrantes del tipo Homo habilis.

– El Pitencantropus erectus. Los milenios siguientes aportan poca diferenciación. Ya mucho más cercano a nosotros, con una antigüedad aproximada a los 300.000 años, aparece el tipo Pitencatropus erectus, netamente superior a los anteriores por sus facciones más armoniosas, mayor capacidad craneana, mayor ángulo facial y, sobre todo, por su más amplio desarrollo mental, que le posibilitó una mejor utilización de los elementos naturales para satisfacer sus necesidades. Los ejemplares de este tipo humano más conocidos son el “hombre de Pekin” y el “de Java” hallados a comienzos del siglo XX.

– El Homo sapiens. Milenios después se produjeron las glaciaciones: los hielos cubrieron casi toda la Tierra y los hombres se refugiaron en cavernas; por eso se les llama trogloditas. Los ejemplares que conocemos aparecen con caracteres definitivamente humanos, mucho más perfeccionados, e incluso con preocupaciones estéticas y espirituales: se cubren con pieles, utilizan el fuego para sus alimentos y defensa, entierran a sus muertos, erigen monumentos megalíticos y con su arte rupestre nos dejaron las primeras manifestaciones artísticas humanas. Indudablemente son nuestros primeros antecesores directos, integrantes del tipo Homo sapiens. A él pertenecen los restos hallados en Alemania del “hombre de Neandertal”, del que se supone que vivió hace unos 80.000 años.

Posteriormente, en una etapa mucho más cercana a nosotros, desaparecieron los glaciares, la temperatura se hizo más benigna y el hombre pudo dejar las cavernas. Los grandes animales habían desaparecido por completo, y las praderas se hallaban invadidas por inmensos rebaños de renos, que proveyeron al hombre de alimento y de vestido. Es la época del “hombre de Cro-Magnon”, descubierto en Francia, y al que se le calculan cerca de 30.000 años. Por este mismo tiempo, el hombre comenzó a tallar la piedra para darles nuevas formas: así produjo cuchillos, anzuelos, agujas y, sobre todo, flechas, las que constituían su más potente arma. Y también por ese entonces, grabó en las paredes de las cuevas nuevas manifestaciones artísticas: búfalos, renos y jabalíes, como los mundialmente conocidos en las cuevas de Altamira en España.

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La “revolución” del Neolítico

Luego, hace unos 20.000 años, la humanidad dio el gran salto: el hombre descubrió los ciclos de las cosechas, y abandonó en parte la pesca y la caza y se dedicó a la agricultura. Ello significó una completa transformación de la vida humana. Ante todo, la espera de la cosecha le impidió abandonar el lugar del trabajo; entonces, el hombre neolítico, renunció a la vida nómada y se transformó en sedentario.

Así es como aparecieron las agrupaciones políticas, constituyéndose las primeras tribus en base a la veneración de un mismo objeto simbólico del grupo, el tótem, y produciéndose una primitiva distribución de funciones públicas. Estas poblaciones rudimentarias elegían casi siempre lugares elevados para asentarse: construían sus chozas de madera montadas sobre estacas, para defenderlas de los animales (terramaras), o bien, en las lagunas, sobre pilotes de madera y unidas a la costa por medio de puentes (lacustres).

A todas estas grandes innovaciones se suma el gran invento neolítico de la rueda, que a poco hizo posible el desarrollo de toda una serie de industrias:

El hombre aprendió, entonces, a pulir la piedra para darle formas artísticas y mayor utilidad, pero también comenzó a trabajar el hueso y el marfil.

Además, se ingenió para cocer la tierra: nació así la cerámica, que lo proveyó de vasos y artísticos utensilios.

También en esta época aprendió a tejer la lana de los animales y las fibras vegetales, produciendo las primeras telas con que reemplazó a las pieles.

En esta verdadera “revolución neolítica”, las mismas ideas religiosas se afinan. El hombre reconoció el respeto debido a los restos humanos, adornando las tumbas con monumentales construcciones: así se originaron los menhires o pilones de piedra clavados en el suelo; los dólmenes, en forma de grandes losas planas sostenidas por pilares, y los cromlechs, conjunto de enormes piedras colocadas alrededor de un centro. Tal fue el maravilloso desarrollo humano logrado por el hombre en el Neolítico. De ahí a la civilización histórica no le faltaba más que un paso: la escritura.

Edad de los metales

El Neolítico fue relativamente corto, ya que a poco se produjo en algún lugar el descubrimiento casual de los metales. Y desde entonces, los nuevos utensilios, las nuevas armas, produjeron una nueva forma de vida. Y también con el metal en sus manos, al hombre le resultó muy fácil grabar sus hechos e ideas en tablillas de barro, o en los monumentos: así nació la escritura, con la que se cierra la Prehistoria.

El primer metal empleado fue el cobre en estado natural, fácil de trabajar por su flexibilidad; los sumerios de la Mesopotamia y los egipcios lo conocieron unos 4.000 años antes de Cristo. Luego, buscando una mayor dureza se lo combinó con otros metales, y de su aleación con el estaño resultó el bronce, mucho más resistente y útil. Finalmente, se impuso el hierro, pero para ese entonces ya todos los pueblos conocían la escritura, es decir, ya había ingresado en la Historia.

EL HOMBRE PREHISTÓRICO AMERICANO

Cuando los españoles llegaron a América, nuestro continente se hallaba poblado por numerosas tribus de raza cobriza venidas del Oeste, a través del océano Pacífico,

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unos 10.000 años antes de Cristo. Pueden haber sido de origen polinesio, llegados en balsas desde la Oceanía, o bien, de tipo mongólico y haber venido cruzando el estrecho de Behring. Muchos sostienen que los aborígenes americanos pertenecían a una misma raza, ya que las pequeñas diferencias que había entre ellos –cultura, lenguaje, rasgos físicos– no eran tan pronunciadas como para suponer distintos orígenes. Más numersoso son los que afirman lo contrario.

Desde un principio se realizaron numerosas investigaciones sobre el origen de estos pueblos, pero hasta el presente no se sabe nada de cierto. Con todo, las tres opiniones más autorizadas al respecto, son las siguientes:

Florentino Ameghino, sabio italo-argentino, sostuvo que los amerindios son autóctonos, es decir, que son originarios de nuestro continente. Según Ameghino, las pampas argentinas serían la “cuna de la humanidad”, y en ellas se habría originado la vida humana en la Era Terciaria, muchos antes de lo que se conoce en todo el resto del mundo. Esta teoría no tiene actualmente vigencia.

Por el contrario, el antropólogo norteamericano Alex Hrdlicka afirma que el hombre es originario de Siberia, y que desde allí uno de sus ramales habría pasado por Alaska al continente americano.

Por su parte, el investigador francés Paul Rivet está de acuerdo con Hrdlicka en que los americanos no son autóctonos, pero supone que han venido de varios lugares distintos: algunos habrían llegado de Siberia a través de Alaska; otros habrían venido de las islas de la Polinesia, y otros, finalmente, serían originarios de Australia, y habría llegado juntamente con los anteriores a través del Pacífico.

Esta última teoría parece ser la más verosímil, ya que explica satisfactoriamente las grandes diferencias tanto físicas como culturales existentes entre los pueblos primitivos americanos.

Grupos culturales

Durante toda la Edad Media europea, estos indígenas fueron constituyendo diversos grupos de poblaciones con distintos grados de civilización. Cuando los españoles llegaron en 1520 a México, encontraron el país dominado por una tribu de indígenas de muy avanzada cultura, los aztecas, famosos por sus condiciones guerreras y la ferocidad de su culto.

Pero ellos, hacía unos trescientos años que había sojuzgado a los anteriores dominadores de la meseta mexicana, los toltecas, los cuales, a su vez, habían reemplazado en la hegemonía del país a los mayas, tribu supercivilizada, la más antigua de la que tenemos noticia. Los mayas tuvieron su centro en la actual Guatemala y Yucatán, y en tiempos de Jesucristo lograron desarrollar una magnífica cultura, con ciudades de varios centenares de miles de habitantes, conocedores de la escritura y de un calendario más perfecto que el de los romanos, sus contemporáneos, y construyeron pirámides escalonadas y otros grandiosos monumentos que aún hoy nos maravillan. De ellos heredaron su civilización los indígenas que encontraron los españoles a su llegada al continente.

También en Sudamérica, en las montañas de los Andes peruanos, existía otro importante núcleo de población, los quechuas, gobernados por los miembros de una noble familia, los Incas, que descendían –según ellos– del dios Sol. Llegados al lugar hacia el 1100 de nuestra Era, posiblemente tras la expulsión de sus anteriores ocupantes, los quechuas establecieron su centro en el Cuzco, y desarrollaron también una brillante

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cultura, mucho más benigna que la de los mexicanos: hábiles arquitectos, construyeron notabilísimos puentes colgantes para pasar sus ríos y valles, así como también colosales fortificaciones. Cultivaban las artes, empleaban quipus para suplir la escritura, y basaban la propiedad de la tierra en un interesante sistema de tipo comunitario.

Tales eran los pueblos más importantes; los demás indígenas americanos vagaban por los bosques o las praderas, o bien, los más incultos de todos, los indios fueguinos, vivían en los huecos de la tierra al abrigo del frío.

EL INICIO DE LAS CIVILIZACIÓN

Las civilizaciones fluviales

Se dice que “la Historia ha comenzado en el Oriente”. Mejor aún, podría afirmarse que la “civilización comenzó a orillas de los grandes ríos”. En sus bordes, y en el Neolítico, las periódicas crecientes dieron a los hombres primitivos la idea de la agricultura. De esta manera, la siembra y la espera del fruto convirtieron al hombre nómada, dedicado a la pesca y a la caza, en sedentario.

Con el almacenamiento de las cosechas y sobrantes de los frutos de la tierra, el hombre encontró en su vida muchos ratos de ocio. No necesitó emplear la actividad de todos los días en la búsqueda de su alimento, y pudo ocupar sus numerosas horas libres en trabajos placenteros. Así nació el Arte: la pintura, la escultura, la arquitectura… de la pintura a la escritura jeroglífica no hay más que un paso. Y con la escritura nació la Historia. Todo este proceso se desarrolló a lo largo de los grandes ríos, que han venido a convertirse así en las verdaderas cunas de la civilización humana.

En efecto, de hecho se conocen en el mundo cuatro grandes focos de cultura primitiva, coincidentes con grandes sistemas fluviales de régimen abundante y regular: dos de ellos cerca del Mediterráneo, y los dos restantes en el Extremo Oriente. En ellos se dio –casi simultáneamente– el fenómeno del nacimiento y desarrollo de la civilización humana más antigua que se conoce. Uno de los centros del Cercano Oriente floreció en el valle del Nilo, en Egipto, y el otro en la Mesopotamia, entre los grandes ríos Tigris y Eufrates. Y de los dos restantes, uno se desarrolló en las llanuras regadas por el Ganges y el Indo, en la India, y el último en las lejanas comarcas de China, en las orillas de los ríos Azul y Amarillo.

La “Fértil Media Luna”

Las más antiguas civilizaciones son las que florecieron en Asia, en las proximidades del Mediterráneo. Se trata de una extensa región ubicada realmente en el “centro del mundo”. En efecto, situada justo entre los tres continentes de Asia, África y Europa, en el cruce de todas las rutas, fue un lugar propicio para que allí germinara la más antigua cultura de la que se tiene noticia. En ambos extremos de esta comarca privilegiada se encuentran dos países regados por dos grandes regímenes fluviales. Uno de ellos, Egipto, al noreste de África, con su incomparable Nilo, y el otro, la Mesopotamia, fertilizada por los crecientes del Tigris y del Eufrates. Y uniendo entrambos países, la depresión sirio-palestina. En conjunto, esta región adopta la curiosa forma de una media luna, y de allí el nombre con que se la conoce desde muy antiguo.

Lamentablemente, el nacimiento y desarrollo de la civilización en esta comarca no fue tranquilo ni pacífico. Como la fértil Media Luna se halla rodeada de países pobres y áridos, muy a menudo se convirtió en campo de batalla. En medio de estos singulares combates, dos grandes razas han estado siempre frente a frente: una al norte y otra al

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sur. Al norte, el Cáucaso fue la cuna de una aguerrida familia de pueblos, los indoarios, orgullosos y belicosos en extremo, pero de carácter noble e inteligencia abierta y despejada. Al sur, la Arabia fue el semillero de los pueblos semitas, de tanta belicosidad como los anteriores, pero de carácter más vengativo y cruel.

Y la historia del Cercano Oriente no es más que esto: los sucesivos choques y encuentros entre estas dos razas que se combatieron a lo largo de los siglos para obtener la ansiada recompensa del dominio de la fértil Media Luna.

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AMPLIACIONES

Eras geológicas

Se consideran cinco grandes Eras: Arqueozoica (se extiende desde hace 4.600 millones de años hasta hace 570 millones), Paleozoica o Primaria (desde hace 570 millones hasta hace 225 millones de años), Mesozoica o Secundaria (desde hace 225 millones hasta hace 65 millones de años), Terciaria (desde hace 65 millones hasta hace 2,5 millones de años) y Cuaternaria (desde hace 2,5 millones de años hasta la actualidad)1.

En una Era típica, los fenómenos geológicos se suceden según tres fases principales: 1) la primera comienza con grandes movimientos sobre la corteza terrestre, una elevación de los continentes y grandes cambios de clima, tan profundos que muchas especies de plantas y animales no pueden adaptarse al nuevo ambiente y se extinguen, dando paso a otras nuevas más evolucionadas o mejor adaptadas; 2) en una segunda fase, un periodo de erosión sigue a la intensa actividad anterior (el relieve pierden altura, el clima se estabiliza y la flora y fauna sufren poquísimas variaciones); 3) en la tercera fase se vuelve a producir un cambio brusco en las condiciones climáticas debido a un enfriamiento progresivo, los mares retroceden y los organismos vivos se vuelven a someter a cambios evolutivos.

Dentro de cada Era se suceden también pequeños ciclos de menor duración, pero que en esencia repiten el patrón de base. Agrupadas en cuadros, según cada Era, tenemos los periodos en que se dividen cada una:

1 En ocasiones las eras Terciaria y Cuaternaria se agrupan en la Cenozoica.

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Era Periodo Época Eventos principales

Primaria

CámbricoExplosión cámbrica. Primeros peces. Extinciones masivas del cámbrico-ordovícico.

OrdovícicoDominan los invertebrados. Extinciones masivas del ordovícico-silúrico.

SilúricoPrimeras plantas terrestres.

DevónicoAparecen los primeros anfibios.

CarboníferoMisisipiense Árboles grandes primitivos.Pensilvaniense Abundantes insectos, primeros reptiles,

extensos bosques de helechos.

PérmicoFormación de Pangea. Extinción masiva del pérmico-triásico. 95 % de especies desaparecen.

Secundaria

TriásicoExtinción masiva del triásico-jurásico, primeros dinosaurios, mamíferos ovíparos.

JurásicoMamíferos marsupiales, primeras aves, primeras plantas con flor.

CretáceoLos dinosaurios comienzan a declinar, extinción masiva del cretáceo-terciario, primitivos mamíferos placentarios.

CenozoicaTerciario

PaleocenoContinentes de aspecto actual. Clima uniforme, cálido y húmedo. Florecimiento animal y vegetal.

EocenoIndia colisiona con Asia. Máximo térmico del paleoceno-eoceno. Disminución del CO2. Extinción del final del eoceno.

OligocenoPlegamiento Alpino. Brusco descenso de la temperatura. Familias modernas de animales y plantas.

MiocenoDesecación del Mediterráneo. Reglaciación de la Antártida.

PliocenoFormación del istmo de Panamá. Clima similar al actual. Aparición de Australopitecos.

CuaternarioPleistoceno

Era glaciar. Evolución de los humanos. Extinción de la megafauna.

HolocenoFinal de la Era de Hielo y surgimiento de la civilización actual.

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Era del Hielo

Glaciación es el término aplicado a los periodos fríos de la historia geológica de la Tierra, que provocaron la aparición de extensas masas de hielos. Se deduce su existencia de los efectos geológicos y morfológicos detectados.

A lo largo de la historia de la Tierra se han producido varias glaciaciones, separadas entre sí por sus correspondientes periodos interglaciares: en el Precámbrico (hace unos 650 millones de años) estuvo relacionada con la formación de importantes cordilleras en la denominada orogenia Panafricana; en el Paleozoico, durante el Carbonífero y el Pérmico (hace unos 250 – 300 millones de años), tuvo lugar otra asociada con la formación de grandes cordilleras tras la orogenia Hercínica; por último, la glaciación actual o cuaternaria se encuentra relacionada con las cadenas montañosas surgidas tras la orogenia Alpina (Alpes, Andes, Himalayas). En esta última época, los glaciares cubrieron repetidas veces parte de Europa. En la actualidad, el 10 % de la superficie terrestre se encuentra recubierta por hielos.

Los principales periodos de glaciación se dieron en el Paleozoico y, especialmente, durante la Era Cuaternaria. En ésta última fase se sucedieron cinco glaciaciones principales: Donau, Günz (entre 1.000.000 y 700.000 a.C.), Mindel (entre 660.000 y 350.000 a.C.), Riss (entre 300.000 y 120.000 a.C.) y Würm (entre 80.000 y 10.000 a.C.)2. La gran importancia de las glaciaciones cuaternarias, que se produjeron inmediatamente antes de la actualidad geológica (Holoceno), radica en el hecho de que durante sus periodos intermedios o interglaciares, más cálidos, se constata por primera vez la existencia del hombre en Europa.

La evolución de los primates

La separación de los homínidos3 del tronco general de los primates se produjo, probablemente, hacia el Oligoceno, y hacia el Mioceno inferior se debió de separar de la rama que dio origen a los grandes monos actuales; éstos y la estirpe humana habrían llevado desde entonces una evolución paralela.

Los australopitecos4 son considerados como los inmediatos prehomínidos, o los primeros homínidos, y representarían el inicio de la cultura paleolítica. El más antiguo representante del género Homo parecería ser el H. habilis, probable contemporáneo de los australopitecos. Su capacidad craneana se sitúa en torno a los 650 cm³, y empleó instrumentos de piedra muy primitivos. Los pitecántropos de la especie H. erectus, cuyos representantes más significativos fueron el hombre de Pekín y el de Heidelberg, aparecieron hace un millón y medio de años. Su capacidad craneana rondaba los 900

2 En Europa estas denominaciones clásicas tienen su origen en los ríos alcanzados por los hielos en la zona antealpina alemana, es decir: Günz, Mindel, Riss y Würm. De todas ellas, la de Riss fue la más importante y prolongada; no obstante, es la de Würm la que ha dejado depósitos superficiales más extensos y mejor conservados.

En América del Norte se han estudiado otras cuatro glaciaciones: Jersey, Kansas, Illinois y Wisconsin. Esta última coinciden, a grandes rasgos, con la glaciación de Würm, cuarta y última de las del continente europeo.3 La familia de los homínidos (incluida en el suborden de los antropoideo, perteneciente al orden de los primates de la clase de los mamíferos) estaría dividida, a su vez, en varias especies, fósiles (extinguidas) y una única viviente: la del Homo sapiens sapiens. Los fósiles del grupo se clasifican en la actualidad en dos grandes grupos: Australopithecus y Homo.4 Homínido fósil del África meridional y oriental; aunque conserva rasgos de simio ya se encuentra en la vía evolutiva hacia el hombre. Vivió en el Pleistoceno inferior.

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cm³. El H. erectus conoció el fuego y desarrolló industrias más evolucionadas (achelense).

Pitecántropo. Animal (de ίς, mono, y ς, hombre) cuyos rectos fósiles fueron descubiertos por el holandés E. Dubois (1889) en terrenos del Pleistoceno inferior de Trinil (Java). Le llamó Pithecantropus erectus, y tras su estudio determinó que se trataba de una forma intermedia entre el hombre y sus supuestos antecesores no humanos, y que anduvo erguido.

Además de la posición erecta, este ser fósil se caracteriza por la bóveda craneana aplanada, de capacidad intermedia entre el hombre actual y la de los antropomorfos; por la frente hundida, grandes arcos superciliares, cara muy prognatada (hocico) y falta de mentón. Hoy se considera que pertenece a la especie Homo erectus, y no parece que fuera antecesor directo del Homo sapiens, sino una rama lateral, no continuada, del Pleistoceno inferior.

Homo sapiens. Durante la tercera fase interglacial, hacia unos 150.000 años, floreció la civilización paleolítica media, representada por el hombre de Neandertal (H. sapiens neanderthalensis), cuya capacidad craneana alcanzaba los 1.400 cm³. No sería éste el antecesor del hombre moderno, que apareció hace unos 40.000 años, desarrollando la civilización paleolítica superior; su representante extinguido más famoso es el hombre de Cromagnon, autor de las pinturas rupestres.