la portentosa vida de la muerte

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Ensayo.

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  • NRFH, XLIV RESEAS 237

    FRAY JOAQUN BOLAOS, La portentosa vida de la Muerte. Ed., in t rod. y notas de B. Lpez de Mariscal. El Colegio de Mxico, Mxico, 1992; 409 pp.

    La muerte no es un tema literario. A u n si se le considera desde el pun-to de vista l imitado de la literatura, la muerte es algo ms que un tema: es el mbi to propio de la escritura y el horizonte postumo de la lectura. Los muertos t amb in leen. Era un lugar c o m n del espiritismo imaginar unos ojos invisibles leyendo, de t rs de los nuestros, el l ibro que tenemos en nuestras manos. A menudo se escribe para los muertos, pero los muertos t a m b i n escriben, si nos atenemos, por lo menos, a los dicta-dos de la escritura au tomt ica . Hay libros para los vivos y libros para los muertos. U n o de estos l t imos , el Barco Thdol o "Libro tibetano de

    lapso de la muerte y a los acontecimientos ulteriores. El muerto se vuel-ve entonces en u n f e n m e n o l mite de la historia de la lectura en voz alta oyente silencioso.

    La cultura literaria novohispana (no s si la cristiana) desconoce esos ejemplos extremos. Bastara, no obstante, revisar el Periquillo Sarniento, ' con su recurso constante al poderoso memento mori, con su estructura tes-tamentaria (Cros 1 dixit) y su carc ter de escritura agnica y lectura pos-tuma, para sentir el aliento de la muerte en la letray las letras novohis-panas ars monendi barroco, popular, cristiano, que se inscribe ya, desde u n pr incipio, como un ars scriUendi.

    N i n g n l ibro como La portentosa vida de la Muerte, de fray J o a q u n Bolaos , nos ayuda a entender esa pot ica , esa esttica de la muerte novohispana. Stira y medi tac in , imagen visual y alegora, s e r m n e im-provisacin, copla, d c i m a y grafitti - t o d o s estos elementos se entre-cruzan en la ficcin mestiza de B o l a o s , que alterna lo solemne y lo chusco, lo trgico y lo cmico , lo terrible y lo grotesco, en un l ibro que a ratos se inclui r a en nuestra "anto loga del humor negro". No en bal-de la n ica referencia que se ofrece (o que nuestra ignorancia le ha ofre-cido) son los grabados de Posada, y en particular sus "calaveras", evi-dentemente herederas (por q u caminos?) de las que ilustran la obra de Bolaos .

    Hace falta algo ms que una burda af i rmacin nacional, folklorista, para apropiarse, en un sentido ps quico , cultural, literario, de La vida de la MuL m el texto de J o a q u n Bolaos, n i las estampas de Francisco A g e r a han sido objeto de un estudio correspondiente al valor imagina-

    1 Cf. EDMOND C R O S , "Structure testamentaire et discours r fo rmis t e dans El Periquillo Sarniento", en De l'engendrement des formes, Un ive r s i t Paul Valry, Montpe l l i e r , 1990, pp . 149-176.

  • 238 RESEAS NRFH, X I . I V

    mil , con la censura fundadora de Alzate, para volver al olvido otra vez juego de espejos fatales de la Muerte.

    Dos siglos despus de que Bolaos diera a la prensa su l ibro, Blanca Lpez de Mariscal nos entrega una edic in anotada, a c o m p a a d a de un estudio cr t ico rico en informes y en discusiones. El rigor del trabajo es indudable, aunque pueda pecar de excesivo en lo que se refiere a la se-alizacin del texto (que dificulta la lectura) y a algunas notas biogrfi-cas (que la desvan) . La p u n t u a c i n no es siempre la adecuada, sujeta como est a la f luctuacin entre la p u n t u a c i n original y la moderna, y ms generalmente, entre una forma de "puntuar" que obedece a una en-tonacin de la lectura, y otra que pretende retratar la cor recc in grama-tical, sintctica.

    Fuera de estas dificultades tcnicas, por lo d e m s menores, la edi-cin que comento nos ofrece una apor t ac in fundamental: el manus-crito descubierto en los archivos franciscanos del convento de Guadalu-pe, Zacatecas, por Blanca Lpez de Mariscal, elaborado por u n copista y corregido por el autor, con vanantes menores (pero significativas) con respecto al impreso original. En palabras de la editora, estas variantes obedecen a tres tipos de "exigencias": l ingsticas, estilsticas y "cultura-les". Veamos el caso de las l t imas:

    Tenemos por un lado una obra enfocada a la meditacin, que necesaria-mente tendr que pasar por una serie de censuras, y por el otro el sentido del humor incontenible del padre Bolaos. Si observamos detenidamente las correcciones hechas por el autor nos damos cuenta de que, en todos los casos, las ideas que aparecen en el manuscrito y que han sido suprimidas en la edicin de 1792 resultan demasiado atrevidas, y en algunos casos hasta irreverentes para la moralidad de la poca (p. 57).

    Vale la pena preguntarse si (como stas) las otras "correcciones" no son fruto de una "au tor regu lac in" (id.), o lo que es lo mismo, de la autocensura. Quien quiera averiguarlo slo tiene que confrontar las va-riantes del texto. Las cosas "regulables" no conciernen n i c a m e n t e a la ideologa , la ortodoxia, la doctrina. A veces se reducen a un nfasis in -significante en las modalidades de lectura, aunque no involucre nada ms que fumarse un cigarro despus de un padrenuestro:

    [Impreso:] Concluyo el presente captulo para pasar al siguiente; reza un Pa-dre Nuestro...

    [Manuscrito:] Concluyo el presente captulo para pasar al siguiente. Refres-ca tu cabeza con un poco de tabaco (si lo tienes)... y reza un Padre nuestro (pp. 57-58).

    Son pocos los detalles conservados de la vida de fray J o a q u n Bola-os . Se sabe que fue hijo natural (p. 11) y t o m el hb i to de San Fran-

  • NRFH, X L I V RESEAS 239

    cisco en el convento de Guadalupe, Zacatecas, "punta de lanza de la evangel izacin de los territorios del norte" (p. 12). Esta l t ima circuns-tancia se filtra, por as decirlo, en el octavo cap tu lo de la obra, en que Celebra la Muerte un concilibulo para deliberar sobre la materia de poblar quan-to antes las colonias de la Tierra Adentro. All, la Muerte confunde sus ras-gos con los del Imperio hispnico, que puebla las tierras conquistadas de muertos y sepulcros:

    Habiendo yo sido exaltada a la monarqua universal sobre todos los vivien-tes, estantes y habitantes en las ms remotas partes del universo, aunque sean de diferentes naciones, distintos dogmas y costumbres..., me veo en el empeo de llevar a debido efecto mis intentos a pesar de la humana natu-raleza y de poblar quanto antes las colonias de tierra adentro de cadveres y esqueletos, moradores propios para habitar y cultivar los pases baxos de los sepulcros (pp. 141-142; las cursivas son mas).

    Si esta macabra alusin a los "territorios del norte", familiarmente conocidos entonces como "la Tierra Adentro", y ms , a los Pases Bajos (rebeldes a la " m o n a r q u a universal" de los espaoles ) ; si esta d e m o n a -ca alusin es fruto de una chusca voluntad de escarmiento o emerge de las profundidades del inconsciente, no podemos saberlo: la stira reco-bra aqu toda su fuerza ambivalente. Lo que no podemos ignorar es que la letra (que con sangre entra) t r a n s f i e r a un mb i to pol t ico a la "alja-ba" herencia romancesca de los misioneros.

    Cuando Bolaos publ ic su obra, fue objeto de una violentsima cen-sura por parte de Jos Antonio Alzate, ardiente defensor de un espr i tu ilustrado en las leras. (La crtica fundadora de Alzate debiera haberse incluido, por cierto, en un a p n d i c e del l ibro.) Blanca Lpez de Maris-cal piensa, con toda razn, que los t rminos de esta censura se explican por el "racionalismo" de Alzate y su rechazo del espr i tu barroco que ins-pira la obra (p. 47): fruto de "un paladar muy estragado", como las "co-medias" de Ca lde rn , La portentosa transgrede los valores del sentido c o m n y del "buen gusto" (p. 48). Pero no existir an otras razones, in-sidiosamente polticas, para borrar la memoria del libro? Qu sustratos imaginarios se mueven al leerlo? Tratar a la muerte "con gracejo" es algo que perturba profundamente a Alzate, y tratar a la muerte "con gracejo-es lo que hizo el rebelde Posada en sus estampas revolucionarias. Hablar coloquial, familiar, vulgarmente equivale a revolcarse en las heces, pero es la palabra coloquial familiar, vulgar, la que le da una voz al Penquho, la que ofende los o dos del censor de Lizardi y de Bolaos .

    La suerte de la novela se juega en la palabra hablada. Y el asco fisio-lgico de Alzate ante cierta entonacin de la lectura (o ante su falta de tono) no hace ms que evidenciar la resistencia del acadmico frente a la "plebe novelera":

  • 240 RESEAS NBFH, XUV

    Le resulta intolerable toda inclusin de registros de habla coloquial y, como buen ilustrado, considera que dicho estilo "no puede pasar. Mucho menos lo de que en aquella junta presidida por el dios Baco habra borrachitos, borrachones y borrachos de todos tamaos. Semejante estilo debe aban-donarse para que lo use la hez del pueblo" [p. 48, modifico ligeramente la puntuacin].

    Precisando un poco, se di r a que lo que realmente perturba los sen-ados - o d o , gusto, olfato, sentido c o m n - de los intelectuales no-vohispanos es esa mezcla de registros de estilo que llega a convertirse en el programa del Periquillo Sarment, y que en otra parte he llamado "po-li tonalidad" de la lectura*. Todava en el siglo xx, el misms imo Agus t n Yez rechaza, con palabras que recuerdan las de Alzate y hablando de la obra de Bolaos, ese curioso mestizaje estilstico. As lo constata Blan-ca Lpez de Mariscal en una seccin de su estudio dedicada a "La crti-ca del siglo xx":

    En cuanto al estilo del autor, [a Yez] le parece inapropiado que se mez-clen "sin gusto registros distintos: sentencias literarias y refranes del vulgo; notas de humor y disquisiciones soporficas; pasajes alambicados y sermones gerundianos". Y, por ltimo, [el mismo Agustn Yez] menciona que el au-tor incurre en "descuidos, chabacaneras, inepcias y disparates gramaticales" (p. 54).

    Los caprichosy disparates goyescos, el "estilo chabacano" del cual se va-nagloria Lizardi, el tono de humor negro de las calaveritas populares: to-dos estos elementos amenazan la autoridad del escritor y el pintor, de la imagen, del l ibro y la letra s o m e t i n d o l a a una "fluctuacin" peligro-sa, a esa aleatoria lectura callejera de la stira novohispana.

    Sera excesivo, sin embargo, atribuir al padre Bolaos una voluntad subversiva. El anlisis introductorio de Blanca Lpez de Mariscal no deja lugar a dudas en lo que se refiere a la i n t enc in reflexiva, meditativa de la obra. Su acertada discusin sobre el carc ter de la novela novohispa-na subraya la experiencia moral y "espiritual" de la lectura:

    La necesidad de novelar aflora, en muchos de los casos, en obras destina-das a la formacin moral y espiritual de los individuos. La profusin de ser-mones, amonestaciones, y [el] tratamiento de problemas morales, pedag-gicos y filosficos, que siempre se han visto en estas obras como sus defectos, son en realidad su razn de ser, el verdadero origen de la obra. Ylo otro, la narracin novelesca, la aventura y el personaje son artificios que se agregan a ella. Artificios [diablicos, quiz?] en los cuales nos vemos obligados a buscar el origen de nuestra novela (p. 24).

    2 "El loro de Lizardi : lectura en voz alta del Periquillo Sarniento", LMM, 3 (1992), p . 24.

  • NRFH, X L I V RESEAS 241

    La novela no surge de una necesidad esttica. No solamente contra-hace una experiencia real, y actualiza una experiencia verbal: ella misma es el vehculo de una experiencia espiritual, y en este caso, de la expe-riencia espiritual extrema la experiencia de la muerte. De ah la fluc-tuac in y la teatralidad que Blanca Lpez de Mariscal le atribuye a La vida de la Muerte (p. 34): la Muerte como mscara y ri tual; las ansias de las pos t r imer as como escena ejemplar de la lectura.

    Memento mor, lectura ritual, pintura emblemt ica : aspectos todos que se transfiguran en el plan de la obra de Bolaos , y que confluyen en el texto impreso (mezclade s e r m n popular, poesa oral y stira alegrica) como una med i t ac in de la muerte, en el momento y el lugar de la muer-te. La vida de la Muerte cumple, as, con una exigencia tripartita de la cultura novohispana: la ceremonia de la muerte g la educac in de los d i -funtos, la nul idad de todo testamento. Queda, solamente, aquella "medi tac in emblemt i ca" aquel recuerdo sin vida, aquel teatro de la memoria de la muerte que Santiago Sebastin ha establecido como una especie de arquetipo de la pintura novohispana* y que, val indose de no-veleras, el fraile franciscano reconstruye como vehcu lo de "buen mo-rir" , pero t a m b i n de una "novela emblemt ica" .

    Para la editora del l ibro, la "actitud de irreverencia" ante la Muerte - q u e ella cree descubrir, no slo en la obra de Bolaos, sino t a m b i n en los Coloquios de Eslava "no es c o m n en el comportamiento espa- o l " (p. 32). Habr a , por tanto, que atribuir esa falta de respeto, esa con-ducta "irrespetuosa", como sugiere Blanca Lpez de Mariscal, a una in-fluencia del "pensamiento mesoamericano" al universo i n d g e n a (p. 32). Ah se encon t ra r a el origen de esa "Muerte mexicana", "bastante malintencionada y perversa"; de esa "Muerte chapucera" y ansiosa de aliarse con el Diablo para arruinar a la "especie humana": " lo que s es propio de la Nueva Espaa" (p. 35).

    De q u modo la Muerte p reh i spn ica penetra en la letra novohis-

    ^ ^ ^ ' ^ ^ ^ ^ ^ ^

    propias de ese "comportamiento espao l" son cosas que quedan en la

    S m L o s coloquios de Eslava, es cierto, inventan una nueva entonacin potica: una en tonac in mexicana. La figura de la Muerte que aparece en su Entrems de la Vida y la Muerte (si es lcito designar de ese modo el co-mienzo del Coloquio XII) es una expres in "espantada" del mismo tono mexicano que nutre, por la va germanesca, el Entrems de los dos Rufia-nes. Pero quien traza esta figura alegrica, verbal y teatral, es el folklri-

    3 SANTIAGO SEBASTIAN, Iconografa e iconologia del arle novohispano, Azabache, Mx ico , 1992, p . 142.

  • 242 RESEAS NBFH, XIAV

    co simple de los entremeses espaoles encarnado en un pobre ameri-cano. Para encontrar al indio alegrico hay que asistir al Coloquio de los Siete Fuertes, en que la Carne, el Mundo y el Demonio "salen... con arcos y flechas, como chichimecas" 4. All, el Demonio se alia con la Muerte, all, las "flechas ponzoosas" de los indios se vuelven aljabas misioneras; y all, los "Siete Fuertes" coloniales se expresan en alegoras sacramentales:

    M U N D O : Qu hacis, Carne y Demonio, capitanes escogidos?

    D E M O N I O : Mundo, flechamos perdidos, de lo cual dan testimonio tanto muertos y heridos (id.).

    Hay que escuchar el Coloquio de la Pestilencia que dio sobre los naturales de Mxico para encontrar, de nueva cuenta, el v nculo de la Muerte im-perial con el indio a legr ico . All, la Pestilencia "sale... vestida de un jus-til lo lleno de muertes" 5, como una figura real en el sentido total del tr-mino. La Muerte es una mascarada: Carne, Mundo, Demonio, Pecado, Conquistay Pestilencia. Ms all del origen cultural, castellano o ind gena , la figura de la Muerte organiza un ex t r ao ri tual (sacramental, pol t ico) que absorbe y libera la ene rg a del exorcismo y el tributo. Es ana rqu a , pero t amb in una mscara del Imperio:

    P E S T I L E N C I A : Todos atentos estn a ver mi trono real, y tema quien es mortal, porque yo destruyo el bien con la fuerza de mi mal.

    Para ser bien conocida del que me ve de esta suerte, sepan que soy flaca y fuerte, enemiga de la Vida y querida de la Muerte.

    Este basilisco fiero mata a todos cuantos mira; por m la Muerte con ira hace las vidas terrero de las flechas con que tira.

    He triunfado de esta tierra como Reina vencedora, porque es aquesta mi hora; y de ver que le doy guerra

    4 FERNN GONZLEZ DE ESLAVA, Coloquios espirituales y sacramentales, ed., p r l . y notas de J. Rojas G a r c i d u e a s , P o r r a , Mx ico , 1972, t. 1, p . 157.

    5 Ibid., t. 2, p . 143.

  • NRFH, XLIV RESEAS 243

    es la causa porque llora. Yo soy la red barredera

    en quien todo mal se incluye, yo quien todo lo destruye y doy muerte al que me espera y tambin al que me huye.

    Recranse mis deseos con el llanto y amargura, conzcame la criatura en las armas y trofeos que traigo en mi vestidura... .

    FUROR: Quedan pueblos asolados, sin quedar a quien matar; con razn puedo contar, los brazos traigo cansados de herir y destrozar (ibid.; pp. 143-144, 158).

    La "pestilencia" de 1576 m a t a dos millones de indios y toc a los espaoles , s e a l a n d o la muerte de una imagen - i g u a l a d o r a y "demo-cratizadora" dice Lpez de Mariscal, p. 3 6 - de la Muerte. Junto a la vie-j a justiciera implacable, nace otra Muerte chapucera que enmascara y da voz a la injusticia. Esa es la Muerte del l ibro de Bolaos: imagen absolu-ta del poder absoluto aunque su Imperio universal se cierna "sobre todo el g n e r o humano" (p. 121). Herejes, indios, moros, judos: tal es el universo de sus vctimas - e l Imperio portentoso de la Muelle. Yesa es la con junc in de la Muerte en tierras novohispanas: la actitud chapucera que parodia el absoluto de la Muerte, y la de 'Vuestra Mortandad", que mata con decretos.

    Vale la pena citar extensamente una de esas sanciones. Su estilo abs-tracto no surge de una e n t o n a c i n popular, pero el tono parodia, cruel-mente, la ley mortal de la escritura:

    La muy poderosa emperatriz de los sepulcros, la enemiga belicosa de los vi-vientes, la Muerte horrible y espantosa, la vengadora de los agravios de la humana naturaleza...

    A todos mis vasallos descendientes de Adn, estantes y habitantes en mis do-minios, que son a la presente y fueren en los venideros siglos en quales-quiera parte del orbe universo, os hago saber a todos los hombres que se vis-ten de carne y sangre de qualesquiera estado y condicin que sean..., esta mi real pragmtica sancin que habr de llevar a debido efecto...

    Siendo como sabis, el imperio de la Muerte el ms dilatado que se estien-de de polo a polo y de cabo a cabo, y abrasa todas las monarquas del mun-do, y domina sobre todo el gnero humano... es mi voluntad que todos, sin

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    lograr alguno el privilegio de exclusiva, me habis de pagar el tributo de vuestras propias vidas (p. 122).

    . Sera necesario volver al Tmulo Imperial levantado en la ciudad de Mxico, cuando la muerte de Carlos V, para reconocer el modelo paro-diado por el padre Bolaos . All, el monumento es el espacio (pol t ico y ritual) de la escritura; all se genera la estampa, la calavera; all se con-memora la muerte del Emperador. All los indios celebran la Conquis-ta, Cor ts "derroca" a los dolos y "Montezuma" y "Atabalipa" se incl inan ante el Monarca: cadver absoluto del Poder. Indios pintados e indios reales proclaman una eterna sujecin. Y el espec tculo se "cifra" en el Tr iunfo Imperial de la Muerte:

    En el remate de todo el Tmulo se puso otra Muerte tambin de bulto, de tanta grandeza que de abajo poda muy bien verse. Ponase una corona imperial en la cabeza, dando a entender que es poderosa sobre todos los prncipes y monarcas, y con ella se remata y acaba todo lo que hay en el mundo...

    Yluego, de cuatro en cuatro, cada uno segn su preminencia, iban ms de doscientos seores de los pueblos subjetos a estas cabeceras, muy enlutados, con silencio y muestra de tristeza; y por la mesma orden, tambin enlutados, iban hasta dos mil, que todos eran principales y gente noble; porque la ple-beya... seran ms de cuarenta mi l 6 .

    La mexicana alegra de la Muerte tiene races ms sombr as que las que el folklore le atribuye. En los tiempos de la antigua rel igin, la ale-gra significaba sacrificio. Luego, franciscana sumisin. Pero la Muerte siempre fue la cara a pesar de las burlas del Poder. Por eso, la anar-qu a de la Muerte es otra cara de la servidumbre, un ri tual estatal, la for-ma de aceptar todo decreto como barbarie sacramental:

    Por tanto: he venido en decretar, que luego en aquel instante as como aca-bis de espirar y me paguis el tributo de la vida entre angustias, amargos parasismos, y mortales agonas, luego al punto sean arrojados vuestros cuer-pos de vuestras mismas casas, y separados de vuestras familias, para que en el trmino de veinte y quatro horas y no ms, sea entregado en poder de los sacristanes y sepultureros, a quienes damos plenaria facultad para arrojar-los a los horrores del sepulcro, pisarlos y cubrirlos de tierra (p. 122).

    Mscaras y fluctuaciones, danzas y ceremonias emblemt icas . Ms all de la oscura discusin entre lo h i spnico y lo ind gena , lo que tene-mos es materia teatral, catlica y cruel, sacramental y artaudiana: una la-

    6 FRANCISCO CERVANTES DE SALAZAR, Mexico en 1554. Tmulo Imperial, ed., p r l . y notas de E. O 'Gorman , P o r r a , Mx ico , 1978, pp. 196-197 y 207-208.

  • NRFH, XLIV RESEAS 245

    tente dramaturgia r i tual que hace falta recuperar cabalmente para in -ventar otro teatro de la multe-ope solamente p o d r a articularse a travs de las voces, los rictus y las ansias de la escritura novohispana.

    ENRIQUE FLORES

    Universidad Nacional A u t n o m a de M x i c o

    J O H N W. KRONIK, y HARRIET S. TURNER (eds.), Textos y contextos de Galds. Ac-

    tas del Simposio Centenario de "Fortunata y Jacinta". Castalia, Madr id , 1994; 209 pp.

    Los trabajos crticos recogidos en este volumen fueron presentados en octubre de 1987 en la Universidad de Harvard en un congreso celebra-do bajo los auspicios de la Asociacin Internacional de Galdosistas. Se-g n exponen los editores del l ibro en su in t roducc in , el objetivo unif i -cador de la r e u n i n era plantear la debida inserc in de Galds en la narrativa europea del siglo xix, motivo al que se u n i la ce lebrac in del centenario de Fortunata y Jacinta (1886-1887) y un homenaje a Stephen Gilman, reconocido galdosista y profesor de la Universidad de Harvard, desaparecido en 1986.

    Los ar t culos recopilados en este l ibro se agrupan en apartados: "La narrativa del primer Galds-Galds cuentista", "Lecturas de Fortunata y Jacinta", "Notas" (que r e n e textos escritos por discpulos de Stephen Gilman) y, finalmente, "Coloquio: la originalidad de Galds". A esto hay que aad i r la conferencia inaugural del congreso a cargo de J. P. Stern, "Fortunata y Jacinta i n the context o f European realism" y la conferencia de clausura; "Fortunata y Jacinta en el vrt ice de la modernidad" dictada por G e r m n Gul ln .

    "Fortunata y Jacintain the context o f European realism", deJ.P. Stern, es u n extenso ar t culo, precedido de un breve resumen en espaol que no da idea cabal de lo tratado en el texto. Stern, especialista en literatu-ra alemana y autor de un libro llamado On Realism donde comenta el cl-sico de Erich Auerbach, Mimesis, contextualiza la novela de Prez Galds en la literatura de su tiempo mediante un anlisis de aquellas caracte-rsticas que definen el realismo literario. Establece que el estudio de u n texto considerado realista supone analizar las maneras en que el texto crea u n mundo y c m o este mundo se corresponde con un mundo histri-co dado, teniendo en cuenta que si algo caracteriza la literatura de la p o c a son los vnculos sociales e institucionales del individuo.

    Dentro del apartado dedicado al pr imer Galds, M . del Pilar Palomo ("El ar t culo costumbrista y La fontana de oro"), estudia un ar t culo de Galds aparecido en 1871 en El Correo deEspaa incluido como apn-dice para poner de manifiesto la estrecha re lac in del pr imer Galds