la pequeña comunidad y la ciudad - una visión del compromiso con el ecosistema del cual hacemos...

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ESCRITOS DE FORMACIÓN Número 12 – Agosto de 2005 E A S LAS COMUNIDADES Y LA CIUDAD: UNA VISIÓN DE COMPROMISO CON EL ECOSISTEMA DEL CUAL HACEMOS PARTE COMUNIDADES CRISTIANAS COMPROMETIDAS EAS DE COLOMBIA CIUDAD DE MEDELLÍN COMITÉ DE FORMACIÓN

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ESCRITOS DE FORMACIÓN

Número 12 – Agosto de 2005

E A S

LAS COMUNIDADES Y LA CIUDAD: UNA VISIÓN DE

COMPROMISO CON EL ECOSISTEMA DEL CUAL HACEMOS

PARTE

COMUNIDADES CRISTIANAS COMPROMETIDAS EAS DE COLOMBIACIUDAD DE MEDELLÍN COMITÉ DE FORMACIÓN

El comité de Formación genera documentos periódicamente para beneficio de los EAS y su formación. Los invitamos a leer estos documentos y reflexionar sobre ellos, ojalá algunas veces en comunidad. Los invitamos a coleccionarlos y a divulgarlos.

Estos escritos se basan en recopilaciones de documentos de diversos autores, incluyendo personas de los EAS, sometidos en algunos casos a adaptaciones que los hagan más afines y prácticos para los EAS, bajo la responsabilidad del comité.

Son bienvenidos los comentarios y los aportes.

Recientemente tuvimos el paseo ecológico en el parque Cerro El Volador, un increíble espacio verde en medio de la ciudad. La Comunidad de la Luz fue la encargada de facilitar esta actividad y aprovechando que actúa como Comité de Formación se tuvo el cuidado de aprovechar la preparación del paseo para preparar y compartir con los EAS el presente Boletín que esperamos contribuya a nuestro mayor compromiso con el hermoso Valle de Aburrá donde vivimos.

Este documento ha sido preparado en parte basado en el artículo Una visión cristiana del medio ambiente, que se refiere al nuevo Compendio de Doctrina Social de la Iglesia. Salió en Zenith, el 19 febrero 2005. Se ha completado con información tomada del Internet sobre planeación urbana y ecosistemas.

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LAS COMUNIDADES Y LA CIUDAD: UNA VISIÓN DE

COMPROMISO CON EL ECOSISTEMA DEL CUAL HACEMOS

PARTE

EL CONCEPTO DE ECOSISTEMA

Un ecosistema es un sistema dinámico relativamente autónomo formado por una comunidad natural y su medio ambiente físico. El concepto, que empezó a desarrollarse en las décadas de 1920 y 1930, tiene en cuenta las complejas interacciones entre los organismos —plantas, animales, bacterias, algas, protozoos y hongos, entre otros— que forman la comunidad y los flujos de energía y materiales que la atraviesan.

Este concepto se aplica también para describir los principales tipos de hábitats del planeta. Ecosistemas terrestres, bosques, praderas y sabanas, desiertos y ecosistemas semiáridos. Ecosistemas de agua dulce: lagos, ríos y pantanos. También hay ecosistemas híbridos, terrestres y de agua dulce. La gama de ecosistemas marinos es amplísima: arrecifes de coral, manglares, lechos de algas y otros ecosistemas acuáticos litorales, ecosistemas de mar abierto o los misteriosos y poco conocidos sistemas de las llanuras y fosas abisales del fondo oceánico.

El término ecosistema puede también utilizarse para describir áreas geográficas que contienen un espectro amplio de tipos de hábitats mutuamente vinculados por fenómenos ecológicos. En este sentido se conforman ecosistemas en los cuales el hombre tiene una profunda influencia y participación, como es el caso de las grandes ciudades y áreas metropolitanas.

Los ecosistemas y el cambio

El mundo natural está en perpetuo estado de transformación. El cambio opera a todas las escalas de tiempo, desde las más cortas a las más largas. Los cambios a corto plazo, observables por las personas, suelen ser cíclicos y predecibles: noche y día, ciclo mensual de las mareas, cambio anual de las estaciones, crecimiento, reproducción y muerte de los individuos. A esta escala, muchos ecosistemas no expuestos a la acción humana parecen estables e invariables, en un estado de ‘equilibrio natural’.

Cada vez es más evidente que esto no es así. Pero los cambios a largo plazo, los que actúan durante décadas, siglos, milenios y hasta decenas

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de millones de años, son más difíciles de seguir. La propia ecología es una ciencia con menos de un siglo de antigüedad, un simple guiño en la historia de la mayor parte de los ecosistemas naturales. Además, es evidente que casi todos estos cambios a largo plazo no son ni regulares ni predecibles.

En conjunto, el clima es, sin duda, el factor más influyente a corto y medio plazo. En tierra, la temperatura, la precipitación y la estacionalidad son los tres factores que más afectan a la distribución de ecosistemas. Los cambios de cualquiera de ellos pueden tener consecuencias duraderas. En tiempos geológicos recientes, el ejemplo más visible de esto es, sin duda, la serie de glaciaciones que han caracterizado a gran parte del pleistoceno. Estos prolongados periodos de enfriamiento global han afectado profundamente a los ecosistemas de todo el mundo, han provocado la invasión por los casquetes de hielo polares de regiones templadas y la contracción de los hábitats forestales húmedos en partes del trópico.

A escalas temporales más cortas pueden también producirse alteraciones climáticas de influencia geográfica amplia. Uno de los ejemplos más espectaculares es la corriente de El Niño, una corriente de agua cálida que recorre periódicamente el Pacífico. La corriente de El Niño sigue un ciclo irregular y varía en cuanto a intensidad e impacto; raramente pasan más de veinte años sin que se produzca, pero en ocasiones el fenómeno se ha repetido con un intervalo de sólo uno o dos años. Afecta también a los ecosistemas terrestres, pues altera las pautas de precipitación, sobre todo en América.

Ciertos episodios locales también afectan con fuerza a los ecosistemas: incendios, inundaciones y corrimientos de tierras son fenómenos naturales que pueden tener repercusiones catastróficas a escala local. Este impacto no es necesariamente negativo: de hecho, muchos ecosistemas necesitan estas perturbaciones periódicas para mantenerse. Ciertos ecosistemas, una vez alcanzado el estado óptimo o clímax, son dependientes del fuego, ya que los incendios periódicos forman parte esencial del ciclo de crecimiento; estos ecosistemas son muy comunes en áreas semiáridas, como gran parte de Australia.

A escalas de tiempo más prolongadas, los fenómenos geológicos y la evolución desempeñan una función crucial en el cambio de funcionamiento de los ecosistemas. La deriva continental altera, literalmente, la faz de la Tierra, destruye paisajes y crea otros nuevos, mientras que la evolución da lugar a nuevas formas de vida que, a su vez, pueden crear ecosistemas nuevos al tiempo que inducen la

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extinción de otras especies y la pérdida o transformación de los ecosistemas de los que formaban parte.

Pero esto no significa que los ecosistemas naturales carezcan de continuidad. Muchos han demostrado una elasticidad y una persistencia enormes durante millones de años. Son ejemplos de ecosistemas que se han mantenido aparentemente estables durante mucho tiempo: las extensas llanuras del fondo oceánico, los ecosistemas de tipo mediterráneo del sur de África y el oeste de Australia y algunas áreas de selva tropical lluviosa o pluvisilva, como las del Sureste asiático continental o las montañas del este de África.

El ser humano y sus influencias

Todos los medios y ecosistemas naturales se enfrentan ahora a una dificultad sin precedentes: la humanidad. El ser humano ha comprimido en unos pocos siglos cambios que en su ausencia hubiesen exigido miles o millones de años. Las consecuencias de estos cambios están todavía por ver. A continuación se describen los impactos más importantes de la actividad de los seres humanos sobre los ecosistemas

Destrucción. La influencia más directa del hombre sobre los ecosistemas es su destrucción o transformación. La tala destruye, como es lógico, el ecosistema forestal. También la explotación selectiva de madera altera el ecosistema. Lo mismo ocurre con la desecación de humedales que se ha llevado a cabo de forma sistemática para ganar tierras de cultivo o eliminar la fuente de enfermedades.

Ahora se acepta de forma generalizada que las actividades de la humanidad están contribuyendo al calentamiento global del planeta, sobre todo por acumulación en la atmósfera de gases de efecto invernadero. Las repercusiones de este fenómeno probablemente se acentuarán en el futuro. Como ya se ha señalado, el cambio climático es una característica natural de la Tierra. Pero antes sus efectos se podían asimilar, porque los ecosistemas ‘emigraban’ desplazándose en latitud o altitud a medida que cambiaba el clima. Como ahora el ser humano se ha apropiado de gran parte del suelo, en muchos casos los ecosistemas naturales o seminaturales no tienen ningún sitio al que emigrar.

Contaminación. La contaminación del medio ambiente por herbicidas, plaguicidas, fertilizantes, vertidos industriales y residuos de la actividad humana es uno de los fenómenos más perniciosos para el medio ambiente. Los contaminantes son en muchos casos invisibles, y los

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efectos de la contaminación atmosférica y del agua pueden no ser inmediatamente evidentes, aunque resultan devastadores a largo plazo. Las consecuencias de la lluvia ácida para los ecosistemas de agua dulce y forestales de gran parte de Europa septentrional y central es un fenómeno que ilustra este apartado.

Introducción de especies. El hombre ha sido responsable, en forma deliberada o accidental de la alteración de las áreas de distribución de un enorme número de especies animales y vegetales. Esto no sólo incluye los animales domésticos y las plantas cultivadas, sino también parásitos como ratas, ratones y numerosos insectos y hongos. Las especies naturalizadas pueden ejercer una influencia devastadora sobre los ecosistemas naturales por medio de sus actividades de depredación y competencia, sobre todo en islas en las que hay especies naturales que han evolucionado aisladas

Sobreexplotación. La captura de un número excesivo de animales o plantas de un ecosistema puede inducir cambios ecológicos sustanciales. El ejemplo más importante en la actualidad es la sobrepesca en los mares de todo el mundo. El agotamiento de la mayor parte de las poblaciones de peces es, sin duda, causa de cambios importantes, aunque sus repercusiones a largo plazo son difíciles de evaluar.

Control de la influencia humana sobre los ecosistemas

Controlar el cambio de los ecosistemas puede ser para la humanidad el reto más importante durante el presente milenio. Será necesario encontrar soluciones a todas las escalas, desde la local hasta la mundial, incidiendo en todos los estratos sociales, desde la clase política, hasta los niños y estudiantes, promoviendo programas de educación ambiental en escuelas y centros educativos.

La protección de los ecosistemas naturales que quedan en parques nacionales y otras áreas protegidas es decisiva. Pero esto no evitará la influencia de factores como el cambio climático o la contaminación arrastrada por el aire y el agua. Además, la continua pérdida de terreno que experimentan las áreas naturales significa que probablemente exigirán una gestión más activa para mantener sus funciones ecológicas: control de especies exóticas, manipulación de los niveles de agua en los humedales, incendios periódicos controlados en hábitats forestales, entre otros. Esta clase de intervenciones son siempre peligrosas, pues todavía desconocemos el funcionamiento de la mayor parte de los ecosistemas.

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El control de la contaminación y de la emisión de gases de invernadero exigirá adoptar medidas a escala mundial; también requiere medidas coordinadas de este tipo la interrupción del deterioro de las pesquerías marinas por sobrepesca. En última instancia, la solución estriba en controlar el crecimiento de la población humana y en adoptar una postura mucho más restrictiva en cuanto al uso de recursos naturales y energía.

LO QUE NOS DICE LA IGLESIA SOBRE LOS TEMAS DEL MEDIO AMBIENTE

El nuevo Compendio de Doctrina Social de la Iglesia dedica un capítulo entero a temas medioambientales, reconociendo su creciente importancia. Se anima a los cristianos a considerar el medio ambiente con una actitud positiva, para evitar una mentalidad de desprecio y condena, y reconocer la presencia de Dios en la naturaleza. Los EAS no podemos ser extraños a estas inquietudes.

Debemos ver el futuro con esperanza, sostenidos por la promesa y el compromiso que Dios renueva continuamente. La naturaleza, la obra de la acción creativa de Dios, es nuestra amiga. El hombre debe cuidar toda la creación. La relación del hombre con el mundo es parte constitutiva de su identidad humana. Esta relación es a su vez el resultado de otra relación aún más profunda con Dios.

Jesús hace uso de los elementos naturales en muchos de sus milagros y recuerda a los discípulos la providencia de su Padre. Jesús es un caminante que recorre los caminos de su tierra como buen sembrador que riega cosechas de buenos frutos. Asociamos su vida pública con el paisaje.

Han pasado muchos años y estamos en una época en que domina el crecimiento, la vida urbana y la ciencia y la tecnología. Para nosotros los cristianos, un punto central de todo uso científico y tecnológico es el respeto por los hombres y mujeres, que debe acompañarse también de la necesaria actitud de respeto por todas las criaturas vivas. Por lo tanto, nuestro uso de la tierra no debería ser arbitrario y es necesario que esté inspirado por un espíritu de cooperación con Dios. Olvidar esto suele ser la causa de acciones que dañan el medio ambiente. Reducir la naturaleza a términos utilitarios, suele acompañarse por la falsa idea de que sus recursos son ilimitados, llevando a considerar el desarrollo en una dimensión meramente material, en la que se da el primer lugar al hacer y tener en vez de al ser.

Si es necesario que evitemos el error de reducir la naturaleza a términos meramente utilitaristas, según el cual sólo es algo que hay que explotar,

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también es necesario que evitemos irnos al otro extremo haciéndola un valor absoluto. Una visión ecocéntrica o biocéntrica del medio ambiente cae en el error de poner a todos los seres vivos al mismo nivel, ignorando la diferencia cualitativa entre los seres humanos, basada en su dignidad de personas humanas, y otras criaturas.

La clave para el equilibrio es mantener una visión trascendente. Actuar de modo más responsable hacia el medio ambiente resulta más fácil cuando recordamos el papel de Dios en la creación. La cultura cristiana considera las criaturas como un don de Dios, que debe cuidarse y salvaguardarse. El cuidado del medio ambiente también entra dentro de la responsabilidad de asegurar el bien común, por el que la creación se destina a todos. Además es importante caer en cuenta que tenemos una responsabilidad con las generaciones futuras.

LOS EAS DEL VALLE DE ABURRÁ Y LA CIUDAD

Vivimos en un hermoso Valle rodeado de montañas verdes y altivas, en unos asentamientos urbanos impresionantes y dinámicos. Los EAS tenemos la oportunidad de mirar la ciudad desde una nueva perspectiva, de observarla en sus cambios, en sus vibraciones, en su historia, en sus cuentos, en su futuro. Es una oportunidad para que nos enamoremos de nuestro entorno y para que ponderemos las posibilidades que tenemos para hacer de él algo más amable y digno.

Es una oportunidad para que ponderemos la cuestión de compartir los recursos de la tierra. Dios ha creado los bienes de la tierra para que sean usados por todos, y deben ser compartidos de modo equitativo, de acuerdo a la justicia y la caridad.

Los problemas ecológicos suelen estar conectados con la pobreza, con gente pobre incapaz de abordar problemas como la erosión de las tierras de cultivo, debido a sus limitaciones económicas y tecnológicas. Muchos pobres viven en suburbios urbanos, afligidos por la polución. Podremos observar que el hambre y la pobreza hacen más difícil evitar una explotación intensiva y excesiva del medio ambiente. Podremos ponderar sobre los estilos de vida que son más apropiados. A nivel individual y comunitario, deberíamos buscar las virtudes de la sobriedad, la templanza y la autodisciplina. Necesitamos romper con la mentalidad basada en un mero consumo, además de ser conscientes de las consecuencias ecológicas de nuestras elecciones.Podemos cultivar la gratitud y el aprecio y una actitud de apertura y enamoramiento hacia un mundo que revela el misterio de Dios que lo ha creado y lo sostiene. Redescubrir este significado profundo de la

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naturaleza no sólo nos ayuda a descubrir a Dios, sino que también es la clave para actuar de modo responsable de cara al medio ambiente.

Cómo llevar los ecosistemas urbanos a situaciones más equilibradas.

El Valle de Aburrá no es extraño a los movimientos e influencias que provienen de otras ciudades o áreas urbanas en las cuales se han logrado gestiones urbanas de gran calidad. Uno de los casos más conocidos es el de la ciudad de Curitiba en Brasil, que se ha considerado un es un ejemplo de gestión urbana adecuada y sostenible, por más de veinticinco años. En esta ciudad se desarrolló un sistema de transporte público para conectar las zonas de las afueras con el centro de la ciudad a través de cinco caminos principales. Como resultado, se disminuyó la contaminación, se estimuló el crecimiento económico y se redujo el número de vehículos que se utilizaban para ir a trabajar. Además, Curitiba ha logrado tener un área verde por persona dos veces mayor que la recomendada por la Organización Mundial de Salud (OMS). Esta experiencia ha servido para demostrar que si se quiere planificar mejor las ciudades teniendo en cuenta el rápido crecimiento de la población es necesario tener el firme compromiso del gobierno y el apoyo de los grupos de ciudadanos para realizar y poner en vigencia el ordenamiento territorial.

Otra ciudad brasileña exitosa, en este caso, en el manejo de residuos sólidos es la ciudad de Porto Alegre. Desde 1989, se adoptó un modelo de gestión integrado de residuos sólidos, que privilegia el desarrollo de presupuestos participativos, así como la recolección y el tratamiento selectivo de residuos sólidos. También destacan las actividades de educación ambiental y el reconocimiento del trabajador de limpieza urbana como un ciudadano digno.

La calidad de vida desde el punto de vista del ciudadano.

Nuestro mundo parece reducirse a medida que las influencias globales se dejan sentir con fuerza en todos los puntos del planeta. Estas influencias, sin embargo, pueden producir el paradójico efecto de hacer sentirse a la gente menos conectada o menos importante en un esquema más amplio de acontecimientos. ¿Quiénes forman nuestra comunidad? ¿Dónde nos sentimos "en casa"? ¿Cómo soñamos y esperamos que sean nuestras comunidades?

¿Qué crea una comunidad? Al definir los límites físicos o geográficos dentro de los que la gente vive, una comunidad puede comprender desde una región de un país hasta un barrio determinado dentro de una ciudad. En sentido psicológico, el término comunidad se puede utilizar para

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expresar el sentimiento de permanencia o participación que las personas tienen como resultado de compartir intereses o experiencias comunes.

¿Qué haría falta para nuestros pueblos y ciudades se convirtieran realmente en nuestras comunidades en el sentido psicológico del término? ¿Cómo podríamos hacer encajar de una forma eficaz los límites físicos de nuestras comunidades con los sentimientos psicológicos de pertenencia? Si las personas tuvieran un sentido de pertenencia y pudieran establecer diferencias en la calidad del lugar donde viven ¡cuánto más fuertes y vibrantes serían nuestras comunidades!

Nuestras comunidades deben hacer frente a aspectos complejos –desempleo, crimen, pobreza, demandas educativas-. Las necesidades de una comunidad cambian, con frecuencia, mucho más rápido que la capacidad de respuesta que generan procesos realizados siguiendo métodos normales. Los procesos que afectan a los resultados son complicados e interactivos. La salud y estabilidad de nuestras comunidades dependen de la capacidad que tengan todos los miembros que la forman –gobierno, sector privado y ciudadanos- para anticiparse y responder eficazmente a los asuntos complejos y no limitarse a reaccionar a diario ante los acontecimientos que vayan surgiendo. Sin duda, esto se vería favorecido en gran medida por una visión clara de lo que los ciudadanos desearían.

El aumento de un compromiso ciudadano activo que defina, valore y evalúe las medidas encaminadas a mejorar la calidad de vida en las comunidades asegura un rico potencial en la promoción y en la consecución de las mejoras comunitarias.

¿Cuáles son los mejores indicadores de la calidad de vida de una comunidad?

Los indicadores de una comunidad "hacen referencia a las medidas de tipo local que incluyen las tres dimensiones necesarias para construir una comunidad saludable –económica, medioambiental y social-. Los indicadores comunitarios intentan presentar una visión completa y precisa de la vida en una zona que la gente considera su hogar. Ayudar a aclarar las conexiones –y presentan esta información en un formato claro y convincente que cualquiera puede entender".

Los mejores indicadores comunitarios son aquellos que aglutinan esperanzas colectivas y planes para la comunidad en cuestión. Son individuales a ese lugar, a sus preocupaciones, a las energías, fuerzas y necesidades de los habitantes de esa comunidad en particular.

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¿Cómo crear con éxito una comunidad?

La Fundación Amherst H. Wilder ha buscado en la literatura la información que permita crear una habilidad o capacidad comunitaria dando como resultado un "fortalecimiento de los lazos sociales y psicológicos con el lugar y con otros residentes, y no la simple efectividad en la consecución de objetivos". Encontró que las comunidades tenían más posibilidades de éxito si:

Tenían residentes que reconocían la necesidad de algún cambio y lo iniciaban ellos mismos (en vez de que se les impusieran).

Pertenecían a áreas geográficas pequeñas que permitían una planificación y unas implementaciones más sencillas.

Contaban con organizaciones y personas cooperativas y flexibles en la resolución de problemas y abiertas a la discusión de los mismos.

Tenían un alto grado de interrelación antes de que se iniciara el proyecto.

Existían en la comunidad miembros reconocidos como líderes.

Habían obtenido éxitos anteriores en proyectos de construcción comunitaria.

Además la Fundación Wilder explicó que el propio proceso de construcción comunitaria se veía favorecido si:

Animaba a una amplia participación.

Contaba con buenos métodos de comunicación.

No había competencia entre las organizaciones comunitarias ya existentes.

Permitía a la gente desarrollar prioridades y planes de grupo.

Beneficiaba claramente a mucha gente.

Estaba enfocado tanto al proceso como al producto.

Relacionaba a sus miembros con otras organizaciones.

Empezaba con actividades sencillas antes de progresar hacia otras más complejas.

Recogía información y analizaba hechos de una manera sistemática.

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Incorporaba prácticas de habilidades y creación de comunidades para sus participantes.

Implicaba desde el principio a organizaciones de comunidades con reputación y más experiencia.

Utilizaba asistencia técnica para mejorar la competencia de sus miembros.

Favorecía la aparición de nuevos líderes.

Contaba con residentes que controlaban las decisiones, especialmente las relacionadas con la financiación.

Mantenía un equilibrio entre los recursos internos y externos.

Las características que, según el estudio de Wilder, garantizaba el éxito de los organizadores de la construcción comunitaria eran:

Tener un amplio conocimiento de la comunidad y un deseo sincero de bienestar para ella.

Estar refrendados por miembros de la comunidad.

Tener experiencia en organizaciones comunitarias.

Mostrar un alto grado de flexibilidad y adaptabilidad.

Reflexionar sobre estas tres listas puede ser útil para que los EAS visualicemos el estado de nuestra gran comunidad, la ciudad, el barrio, para que detectemos dónde hay una necesidad de recursos y energía para ampliar y fortalecer la construcción comunitaria. Los EAS podemos contribuir con nuestro liderazgo, en la medida de lo posible.

En esta forma podremos contribuir a que en nuestra zona se identifiquen parámetros de calidad de vida que se conviertan en objetivos comunitarios, tales como:

Disminuir el porcentaje de personas sin techo.

Aumentar el porcentaje de la población que vive a una distancia muy cercana a parques, espacios abiertos, medios de transporte, servicios elementales, tiendas y carriles de bicicleta.

Aumentar el porcentaje de superficie donde haya pocos o ningún graffiti.

Reducir las emisiones de dióxido de carbono

Aumentar la limpieza de las quebradas y del ríos.

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Reducir el consumo anual de agua per cápita.

Reducir el número de unidades de energía usadas per cápita.

Reducir el peso de residuos sólidos anuales per cápita.

Aumentar el apoyo financiero de capital público y privado anual a las artes.

Queda pues la invitación a que hagamos algo práctico, a que nos enfrentemos a la realidad, a que seamos catalizadores.

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