la patente mortal
TRANSCRIPT
LA PATENTE MORTALicardo entró en el destartalado tren, buscó su asiento y se acomodó en el viejo
vagón. Le esperaban siete horas de viaje por lo que tendría tiempo suficiente
para pensar como esconder su identidad al llegar a Madrid. Su querido compañero Juan
tendría que disfrazarse, recogerle en la estación y llevarle al laboratorio, que se
encontraba escondido en la montaña.
El tiempo transcurría deprisa y a Ricardo no se le ocurría nada. Era media noche y se
durmió inconscientemente. Cuando se despertó, se llevó un gran susto: a su alrededor
solo había paredes altas y una pequeña ventana en la parte alta de uno de los muros, por
la que entraba la única y escasa luz del sol. La habitación era fría y tenebrosa. Solo
había una cama sobre la que se encontraba tumbado. ¿Dónde estaba? ¿Por qué? ¿Quién
le había llevado hasta allí? Se incorporó lentamente, le dolía todo y tenía los brazos y
las piernas atadas con una áspera y desagradable cuerda. Estaba prisionero. De pronto,
oyó unas voces que le resultaban conocidas. La cerradura de la puerta se abrió y
apareció una cara: era el malvado Oliver. Ricardo se acercó torpemente hacia el y le dijo
valientemente.
-¿Tú otra vez? ¿Qué quieres de mí?
Oliver, tras haberse burlado de su temporal discapacidad, le desató sin tener en cuenta
las consecuencias que tendría ese amable acto hacia su enemigo. Después le dijo con
rabia:
-¡Estas secuestrado! ¿Me oyes? No saldrás de aquí hasta que me des los papeles de tu
excelente invento. Dame la patente.
Cuando las agresivas palabras aun resonaban en la sala, Ricardo, con mano temblorosa,
saco del bolsillo unos papeles arrugados y se los metió a la boca. Cuando iba a
tragárselos, Oliver le cogió del cuello, apretó con fuerza y Ricardo escupió los papeles
R
hacia un rincón de la habitación. Oliver salto y se lanzó con fuerza hacia la humedecida
bola de papel. Entonces Ricardo salió corriendo de la habitación aunque le costaba
andar. Oliver se giró y echó a correr tras él y como Ricardo estaba muy cansado,
enseguida le alcanzó con una incalculable fuerza le hizo una llave, lo tiró al suelo y le
disparó, dejándole sin vida. Justo cuando Oliver iba a coger victorioso la clave del
valioso invento llegó Juan que había seguido a Oliver desde la estación y recogió la
pistola de Oliver y lo abatió de un tiro, lo dejo sin vida en el suelo. Cogió la patente y la
guardó entre su ropa. Ya estaba a salvo
Rubén, Álvaro, Aitor y Celia