la participación de las Órdenes militares hispanas en las cruzadas de oriente

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 LA PARTICIPACIÓN DE LAS ÓRDENES MILITARES HISPANAS EN LAS CRUZADAS DE ORIENTE  Auto ra: María Anton ia Carmo na Ruiz http://es.geocities.com/mundo_medieval/ORDENES.htm  Dentro de la expansión territorial protagoniza da por Occidente en la Plena Edad Media las Cruzadas se presentan como el sistema empleado para la guerra más característico de este período. En ellas el papado adquiere especial protagonismo, en un momento en que se había fortalecido notablemente tras el problema de la Querella de las Investiduras. No vamos a entrar a analizar las causas de las Cruzadas a Jerusal én, puesto que no es éste el objeto de nuestro trabajo, y las opiniones y bibliografía sobre el tema son abundantísimas. Pero lo que sí podemos hacer es poner en r elación la idea de Reconquista hispana y la de Cruzada. Como han demostrado numerosos investigadores, las Cruzadas además de ser una forma específica de peregrinación armada, fueron un instrumento militar puesto al servicio de determinadas ideas y necesidades. Esto se puso especialmente de manifiesto en el siglo XIII, cuando las Cruzadas no s ólo se convocan para ir a Tierra Santa y luchar contra los musulmanes, sino también para combatir determinadas herejías (caso de la cruzada Albigense) o problemas políticos (caso de la dirigi da a Constantinopla) [1]. Así pues, mientras que en el siglo XII la Cruzada fue un arma usada exclusivamente contra los infieles, en el siglo XIII las Cruzadas fueron empleadas también contra cristianos [2]. En el caso Hispano, y según no has transmitido la croní stica desde las épocas más tempranas, la Reconquista fue ante todo una guerra antiislámica, y en este sentido una manifestación m ás de la Cruzada. Por ello la experiencia hispana pudo servir de estímulo para la puesta en marcha de la Cruzada a Tierra Santa [3]. Sin embargo, en el avance militar de los Reinos Cristianos peninsulares no siempre estuvo presente la idea religiosa, ni tampoco podemos considerar que todas las batallas fueran verdaderas cruzadas, dado que no contaron siempre con la autorización papal y la concesión de indulgencias [4]. Pero esto no significa que aunque no hubiera una predicación expres a de la Cruzada, el papado y las autoridades europeas dejaran de considerar la Reconquista como una guerra religiosa. De hecho, podemos considerar que la justificaci ón del papado y de los propios monarcas cristianos para la no parti cipac ión hispá nica en las Cruzadas de Ultramar son una clara muestra de esta realidad [5].  Al ig ual que p odemo s ver ciertas influencias de la R econquis ta hi spana en el origen de las Cruzadas a Tierra Santa, a partir del siglo XII estas últimas influyeron notablemente en las actividades militares peninsulares. En efecto,

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  • LA PARTICIPACIN DE LAS RDENES MILITARES HISPANAS EN LAS CRUZADAS DE ORIENTE

    Autora: Mara Antonia Carmona Ruiz http://es.geocities.com/mundo_medieval/ORDENES.htm

    Dentro de la expansin territorial protagonizada por Occidente en la Plena Edad Media las Cruzadas se presentan como el sistema empleado para la guerra ms caracterstico de este perodo. En ellas el papado adquiere especial protagonismo, en un momento en que se haba fortalecido notablemente tras el problema de la Querella de las Investiduras. No vamos a entrar a analizar las causas de las Cruzadas a Jerusaln, puesto que no es ste el objeto de nuestro trabajo, y las opiniones y bibliografa sobre el tema son abundantsimas.

    Pero lo que s podemos hacer es poner en relacin la idea de Reconquista hispana y la de Cruzada. Como han demostrado numerosos investigadores, las Cruzadas adems de ser una forma especfica de peregrinacin armada, fueron un instrumento militar puesto al servicio de determinadas ideas y necesidades. Esto se puso especialmente de manifiesto en el siglo XIII, cuando las Cruzadas no slo se convocan para ir a Tierra Santa y luchar contra los musulmanes, sino tambin para combatir determinadas herejas (caso de la cruzada Albigense) o problemas polticos (caso de la dirigida a Constantinopla) [1]. As pues, mientras que en el siglo XII la Cruzada fue un arma usada exclusivamente contra los infieles, en el siglo XIII las Cruzadas fueron empleadas tambin contra cristianos [2]. En el caso Hispano, y segn no has transmitido la cronstica desde las pocas ms tempranas, la Reconquista fue ante todo una guerra antiislmica, y en este sentido una manifestacin ms de la Cruzada. Por ello la experiencia hispana pudo servir de estmulo para la puesta en marcha de la Cruzada a Tierra Santa [3].

    Sin embargo, en el avance militar de los Reinos Cristianos peninsulares no siempre estuvo presente la idea religiosa, ni tampoco podemos considerar que todas las batallas fueran verdaderas cruzadas, dado que no contaron siempre con la autorizacin papal y la concesin de indulgencias [4]. Pero esto no significa que aunque no hubiera una predicacin expresa de la Cruzada, el papado y las autoridades europeas dejaran de considerar la Reconquista como una guerra religiosa. De hecho, podemos considerar que la justificacin del papado y de los propios monarcas cristianos para la no participacin hispnica en las Cruzadas de Ultramar son una clara muestra de esta realidad [5].

    Al igual que podemos ver ciertas influencias de la Reconquista hispana en el origen de las Cruzadas a Tierra Santa, a partir del siglo XII estas ltimas influyeron notablemente en las actividades militares peninsulares. En efecto,

  • el principal exponente de esta realidad fue la predicacin en numerosas ocasiones de la cruzada [6], cuya consecuencia ms inmediata fue la llegada de expediciones procedentes de toda Europa, convirtindose de este modo la Reconquista en el objetivo de toda la cristiandad. Otra muestra de la equiparacin del problema hispnico con el de Tierra Santa es la implantacin de las rdenes Militares. Surgidas en el reino de Jerusaln para defender los Santos Lugares, y proteger a los peregrinos, estaban sometidas directamente a la autoridad papal. A principios del siglo XII ya se haban introducido en la Pennsula Ibrica. Su misin principal era la de defender la fe y religin cristiana y contribuir a la expulsin de los musulmanes, siguiendo las pautas establecidas en Jerusaln [7], en un momento especialmente delicado en la Pennsula Ibrica debido a la amenaza almorvide. Su efectividad en la lucha contra el infiel pueden explicar su aceptacin en el resto de los reinos hispnicos.

    Sin embargo, la confianza puesta por los hispanos en las rdenes Militares Internacionales no siempre fue correspondida por stas, posiblemente porque su objetivo primordial segua siendo Tierra Santa, y consideraban Occidente ms como centros econmicos que lugares de combate [8]. Este pudo ser uno de los motivos por el que en los Reinos Hispnicos pronto surgieran rdenes Militares autctonas. En este sentido podemos destacar cmo ante la negativa del Temple de resistir en Calatrava ante la embestida de los rabes, a instancia de sus frailes, se hizo cargo de esta fortaleza Raimundo, abad de Fitero, naciendo de este modo la Orden de Calatrava [9].

    Adems podemos considerar que el nacimiento de nuevas rdenes Militares est ntimamente ligado al fortalecimiento del poder monrquico y su creacin est unida al proceso de organizacin de las tierras conquistadas entre el Tajo y Sierra Morena a lo largo del siglo XII. De este modo, la Corona utiliza a las rdenes Militares para articular socialmente la amplia zona fronteriza [10].

    La funcin principal de todas ellas, segn se desprende de la documentacin conservada, fue luchar contra los musulmanes, propagar la religin cristiana y ampliar y proteger los reinos cristianos [11]. Estos textos hablan adems en lenguaje de las cruzadas y mantienen su espritu. As, los papas sancionan con sus bendiciones y privilegios la funcin de las rdenes Militares en la Pennsula, destacando su valor en la defensa y expansin del cristianismo [12].

    De este modo podemos ver cmo, y en palabras del profesor Benito Ruano, las rdenes Militares espaolas son consideradas como una especie de ejrcito cruzado de carcter permanente, una profesionalidad cruzada, ligada a la disciplina papal por los votos correspondientes [13].

    Pero aunque la actividad fundamental de las rdenes Militares hispnicas era

  • la de combatir en la Pennsula a los infieles, desde su orgenes se contempl la posibilidad de que actuaran en otros mbitos en defensa de la cristiandad. As, cuando en 1172 los frailes de vila se afiliaron a la Orden de Santiago, prometieron ayudarla a expulsar a los moros de Espaa, para posteriormente, si as lo decida el maestre, de Marruecos y finalmente de Jerusaln [14].

    Del mismo modo, en el siglo XIII se puso de manifiesto la posibilidad de combatir a los musulmanes en el Norte de frica, gracias a la organizacin de una cruzada por parte de Alfonso X, ratificada por la autoridad papal en forma de varias bulas de cruzada. El resultado de ello fue la realizacin de varias expediciones a Marruecos [15]. En ellas las rdenes Militares participaron animadas con la promesa del quinto de cabalgadas [16].

    Finalmente, las rdenes Militares se convirtieron un instrumento de poder empleado por los monarcas hispanos en las luchas entre los reinos cristianos, especialmente a finales del siglo XII en que los enfrentamientos entre Castilla, Len y Portugal estaban a la orden del da. Gracias a la intervencin militar de las rdenes militares en la Pennsula surgieron impresionantes seoros, que en parte contribuyeron a centrar la atencin de las rdenes en la Pennsula. Pero aunque siempre estaba patente la posibilidad de luchar en Oriente, tanto el papa como las autoridades polticas consideraron que la actividad militar de las rdenes Militares hispnicas estaba destinada a controlar el poder musulmn peninsular. Los papas eran conscientes de que haba que combatir a los musulmanes tanto en Oriente como en Occidente, y que una de sus principales atribuciones era la defensa de la cristiandad. Por ello invertirn bastantes esfuerzos en intervenir en la contienda espaola, emitiendo entre la segunda mitad del XI y finales del XIII abundante documentacin apoyando y consagrando la Reconquista como una forma de cruzada [17].

    La intervencin papal, como nos muestra el profesor Benito Ruano, en la contienda hispnica se lleva a cabo a travs de dos medios: Fomentando el reclutamiento de combatientes para las guerras en la Pennsula y reteniendo en la Pennsula a aquellos espaoles que intentaban ir a Oriente a combatir al infiel. Esto lo consigue mediante la equiparacin a los cruzados de Espaa y Tierra Santa en los beneficios e indulgencias [18]. Incluso, podemos considerar que a algunos papas le preocupaba ms el peligro musulmn en Occidente que en Oriente y que por distintos medios intentaron evitar, e incluso prohibir las expediciones hispanas hacia Tierra Santa, de tal modo que la participacin de los hispanos en las Cruzadas de Oriente consistieron slo en hechos aislados protagonizados por mesnadas seoriales, por algunos caballeros independientes y excepcionalmente por algunos monarcas peninsulares en cumplimiento del ideal caballeresco de la poca [19].

    Igualmente tenemos constancia de varias convocatorias de las rdenes Militares hispnicas para intervenir en los asuntos de Tierra Santa. Algunas de estas invitaciones fueron realizadas por las autoridades polticas del Oriente latino. Pero parte de ellas se efectuaron por los papas, que en estos

  • casos actuaron en contra del principio de reservar los contingentes peninsulares para luchar contra Al-Andalus. En cualquier caso no parece que estas llamadas fueran promovidas directamente por la autoridad pontificia, sino que ms bien son fruto de demandas realizadas por los Estados Latinos ante las noticias de la efectividad de estas rdenes en Espaa, o de las propias rdenes Militares intentando con su participacin en los problemas de Tierra Santa cumplir los preceptos de sus reglas. De todos modos, y aunque, como veremos a continuacin, conservamos algunos intentos de las rdenes militares espaolas de intervenir en Oriente, en ltima instancia las circunstancias polticas peninsulares, la posible presin de los monarcas hispanos y las ventajas obtenidas en las campaas contra Al-Andalus, frustaron esas intenciones. La primera Orden Militar hispnica que intervino en los problemas de Tierra Santa fue la de Monte Gaudio a finales de la dcada de 1170. As, entre octubre de 1176 y junio de 1177 Reinardo de Chantilln dio tierras a la Orden, donacin confirmada por Balduino IV de Jerusaln con la condicin de que Rodrigo y sus seguidores lucharan en el Este contra los infieles. En 1177 Sibila, hermana de Balduino IV y condesa de Ascaln y Jaffa, don adems a su fundador, el conde don Rodrigo lvarez [20], torres, tierra y rentas en Ascaln, y en 1178 recibi otras donaciones del Santo Sepulcro. Todos estos privilegios fueron confirmados en 1180 por el papa. Asimismo el conde don Rodrigo empez a construir una capilla en Monte Gaudio, cerca de Jerusaln, de donde parece que tom la Orden su nombre [21]. Sin embargo, y a pesar del inters puesto por el conde Rodrigo lvarez en Tierra Santa, su actividad all como Orden fue nula, por lo que en 1186 pasaron todas sus propiedades levantinas al Temple, posiblemente debido a que, al igual que ocurri con otras rdenes hispnicas, la Orden de Monte Gaudio no lleg a establecerse en Tierra Santa con la efectividad deseable, centrando su actividad en la Pennsula Ibrica. Slo el inters del conde don Rodrigo por los problemas de Tierra Santa pueden explicar la relacin de esta Orden con el reino de Jerusaln.

    En cualquier caso, en Tierra Santa siempre tuvieron presentes los xitos militares de las rdenes Militares Hispnicas por lo que los prncipes de los estados latinos contemplaron la posibilidad de que intervinieran militarmente en sus territorios. Slo esto puede explicar que en 1180, poco despus de fundacin de la Orden de Santiago, sta fuera requerida por Bohemundo III de Antioqua para que asentara algunos contingentes en su territorio cedindoles a este efecto varios castillos [22]. Las circunstancias histricas en que se realiz esta convocatoria eran bastante crticas, dado que en ese momento el imperio de Saladino estaba en plena expansin y los estados latinos directamente amenazados. Adems, la situacin interna en Antioqua era bastante problemtica, debido a la existencia en las montaas del Sur del Estado de zonas semi-independientes en poder de los Asesinos. Por ello, la poltica de los prncipes de Antioqua fue la de establecer al Temple y al Hospital en esas reas singularmente conflictivas. Sin embargo la efectividad de estas rdenes

  • Militares no fue la deseada, ya que no siempre se asentaron en los territorios que se les haban asignado. Por ello, y ante la no ocupacin de algunas fortalezas donadas por Bohemundo II a los Hospitalarios, ste decidi cederlas a la Orden de Santiago. Como pone de manifiesto el profesor Benito Ruano, esta situacin es equiparable a la que propici el nacimiento de la Orden de Calatrava en Castilla, ante la negativa del Temple de resistir en dicha localidad [23].

    nicamente conservamos el documento de donacin, por lo que desconocemos la respuesta, si la hubo, de Santiago. En cualquier caso, el propio texto contempla la prescripcin de la oferta en un ao [24]. Posiblemente los santiaguistas ni siquiera se plantearon la posibilidad de trasladarse a Antioqua, puesto que la situacin en la Pennsula no lo aconsejaba. En efecto, en 1179 los caballeros de Santiago haba sufrido un importante ataque almohade en Abrantes [25], y a partir de ese momento comenz a prepararse la ofensiva cristiana, aprovechando que el califa estaba en Tnez. Por ello, y ante las perspectivas de ampliacin territorial tanto en Len como en Castilla, debieron hacer caso omiso a la oferta de Bohemundo II. De hecho, poco despus el prncipe de Antioqua ofreci nuevamente la fortaleza de Vetula a los hospitalarios [26].

    La tercera ocasin en que una de las rdenes Militares hispnicas contempl la posibilidad de participar en la Cruzada de Ultramar fue en 1206, cuando, ante la peticin de la Orden de Calatrava de intervenir en Oriente debido a las treguas con los almohades, el papa Inocencio III emiti una bula dirigida a los monarcas hispanos por la que les peda que aportaran dinero suficiente para poder trasladar las tropas calatravas a Oriente [27]. Sin embargo, tampoco conservamos ninguna documentacin que muestre una respuesta de las autoridades hispanas, ni que indique que la expedicin se llevara a cabo, antes bien, es muy probable que esta iniciativa fuera paralizada por los monarcas peninsulares, que no seran muy favorables de retirar fuerzas armadas de la Pennsula, aunque fuera momento de tregua. Incluso no creemos que el papado fuera muy favorable de apartar contingentes militares de Espaa, considerando que la funcin de las rdenes Militares hispnicas era la de luchar contra los musulmanes de Al-Andalus, como hemos visto. De hecho, en ocasiones critic la poltica de treguas de los monarcas peninsulares, como es el caso del papa Celestino III que en 1193 pidi a Pedro II de Aragn que no impidiera a las rdenes Militares luchar contra los musulmanes debido a las treguas [28]o el de Honorio II que en 1220 amonestaba a los prncipes hispanos por impedir que la Orden de Calatrava lucharan contra los andaluses por la misma razn [29].

    Pero la tregua establecida con los almohades dur poco, y en 1209 se iniciaron los preparativos para la que iba a ser la gran cruzada hispnica que culmin con la batalla de las Navas de Tolosa de 1212, que supondra la apertura del valle del Guadalquivir a las tropas cristianas y el inicio de la

  • conquista de Andaluca, objeto del resto de la centuria, en la que intervendrn muy activamente las rdenes Militares. Aunque en 1206 los propsitos calatravos no se llevaron a cabo, esto no supuso que olvidaran la idea de intervenir en Tierra Santa, y de hecho volvieron a realizar una peticin al papa Gregorio IX que desemboca en la solicitud de ste en 1234 al patriarca de Antioqua, Alberto Rezato, de un territorio en Siria para los calatravos [30].

    Posiblemente la peticin de Calatrava se realiz algn tiempo antes de la fecha del documento remitido por el papa, y que sta se efectu debido al parn que las conquistas en Andaluca haban sufrido a partir de 1227. Sin embargo, la ofensiva se haba reanudado a principios de 1233 con bastante intensidad [31], de tal manera que las gestiones del papa fueron tardas e innecesarias, puesto que aunque el principado de Antioqua hubiera concedido un territorio a Calatrava, de ningn modo Fernando III habra permitido su traslado a Oriente. Adems, al igual que ocurri en la anterior ocasin, la Orden tuvo bastantes oportunidades para mostrar su valor y obtuvo suficientes rentas y seoros como para olvidarse de las campaas en Tierra Santa [32]. De hecho, no tenemos ms constancia de peticiones de la Orden de Calatrava para actuar en Oriente.

    La otra gran orden militar peninsular, Santiago, tambin se vio atrada durante el siglo XIII por la cruzada a Oriente, interviniendo la autoridad pontificia en las negociaciones. La oportunidad se produjo a raz de la solicitud de Balduino II, emperador del Imperio Latino, de ayuda ante la presin que sufra por los estados que le rodeaban. Debido a ello, su reinado estuvo caracterizado por el continuo peregrinar por las cortes europeas en busca de ayuda. Finalmente se dirigi a Castilla, estableciendo en 1246 un acuerdo con el maestre de Santiago don Pelay Prez Correa en el que ste se comprometa a enviar un contingente de tropas a Constantinopla por dos aos. La documentacin que este acuerdo gener ha sido publicada y estudiada por el profesor Benito Ruano [33]. El acuerdo se firm en Valladolid en 1246, y tuvo que ser la consecuencia de las conversaciones que el emperador tuvo con representantes santiaguistas en el Concilio de Lyon de 1245 [34]. Finalmente Balduino II se traslad a Castilla donde se estableci el compromiso con la Orden de Santiago.

    Segn se puede ver en la carta remitida por el papa Inocencio IV, el acuerdo establecido en Lyon contemplaba el traslado de 300 caballeros, 200 ballesteros y 1.000 peones a Constantinopla durante dos aos. stos estaban obligados a participar en todas las campaas realizadas por el emperador o su hijo, y adems podan emprender cuantas cabalgadas quisieran contra los infieles, gozando en estos casos de todo el botn que pudieran recabar. A cambio de este servicio, la Orden tendra derecho a la quinta parte de las conquistas que se realizaran a partir de su llegada sin su participacin, y a la cuarta parte de las que estuvieran presentes. Despus de transcurridos los dos aos de servicio, los santiaguistas obtendran la ciudad de Visoya y el

  • castillo de Medes. Adems recibiran 40.000 marcos esterlines y heredades y casas en Constantinopla para sede de la encomienda y residencia de enfermos y heridos [35].

    Como podemos ver, este tratado era bastante ventajoso para la Orden de Santiago, y la nica explicacin para ello es la crtica situacin en que se encontraba el Imperio Latino. A pesar de ello, el acuerdo no se cumpli posiblemente debido a la intervencin de la monarqua castellana en su contra. En efecto, aunque el infante don Alfonso, en nombre de su padre Fernando III autoriz la partida de tropas santiaguistas a Constantinopla, el nmero permitido se rebaj a tan slo a 50 caballeros santiaguistas, 100 "dextrarios" y 100 caballos, aunque podan acompaarles todo el personal ajeno a la orden que quisiera. Posiblemente autoriz este acuerdo ante la presin de la carta papal que instaba a la Orden a cumplir el tratado establecido con el emperador, pero no la debi aceptar con mucho agrado, como muestra las restricciones que impuso y el hecho de que introdujera una clusula recordando que esta accin no poda sentar precedentes [36]. Adems, poco antes Fernando III don a la Orden de Santiago el castillo de Reina, al norte de Sevilla, y an sin conquistar [37], posiblemente como un incentivo a los santiaguistas, ya que en un futuro podran ampliar su seoro de Hornachos hacia el sur, y podra animarlos a que siguieran empleando sus armas en Andaluca.

    En cualquier caso, y aunque Pelay Prez Correa ten a bastante inters en crear una encomienda santiaguista en Oriente, esto no supuso en absoluto el abandono de sus obligaciones peninsulares. De hecho, a principios del ao 1246 el maestre de Santiago estaba en Andaluca y por su consejo Fernando III tom y siti Jan, as como inici los preparativos para el ataque directo contra Sevilla [38].

    Posteriormente al permiso del infante don Alfonso, en agosto de ese mismo ao de 1246, se firm el tratado entre el emperador Balduino II y Pelay Prez Correa, en el que se hizo caso omiso de las restricciones impuestas por la monarqua castellana. As, se estableci el traslado a Constantinopla de un contingente formado por 300 caballeros de la orden, 300 "dextrarios", 300 caballos, 200 ballesteros y 1000 sirvientes, para que permanecieran durante dos aos en Constantinopla al servicio del emperador [39]. Es muy posible que este acuerdo no gustara en absoluto al rey castellano, y un sntoma de ello puede ser que ni el rey ni el infante acudieron a refrendarlo, estando tan slo la reina madre doa Berenguela como confirmante. De hecho, podemos considerarlo casi un desaire, dado que por esas fechas el infante don Alfonso se encontraba en esa zona [40].

    Otro hecho que puede explicar el incumplimiento del acuerdo es la complicacin de la situacin poltica en Al-Andalus. En efecto, ese mismo verano el jeque de sevillano Aben Alchad, que era amigo de Fernando III,

  • haba sido asesinado, precipitndose por esta razn el inicio de las campaas contra la antigua capital almohade [41], lo que poda suponer la suspensin o aplazamiento del contrato. En cualquier caso, el empeo de los santiaguistas continu, dado que en febrero de 1247 se trasladan a Lyon representantes de Pelay Prez Correa con el fin de recoger el dinero con el que Balduino deba contribuir para sufragar el viaje a Constantinopla para lo que el papa deba actuar como intermediario. Sin embargo al parecer el emperador de Constantinopla no haba podido reunirlo, por lo que el papa remiti una carta al maestre de Santiago en la que le emplazaba para el mes de agosto, puesto que hasta esa fecha no podra disponer de todo capital [42].

    Pero parece que nunca se lleg a realizar ese viaje. El cmulo de contrariedades pueden explicar en parte su fracaso. Posiblemente Balduino II no consigui nunca reunir la suma necesaria para llevar a cabo el proyecto, y adems de que los reyes castellanos no vean con muy buenos ojos que parte de las fuerzas militares disponibles se trasladaran a Oriente, el comienzo de la conquista del reino de Sevilla, la complejidad de sus campaas, y las oportunidades de ampliar notablemente los dominios de la Orden en Andaluca, distrajeron definitivamente los proyectos de Pelay Prez Correa, quien actu muy activamente en la conquista de Sevilla [43] y en las campaas posteriores. Algunos monarcas hispanos se vieron tambin implicados en el espritu cruzado imperante en Europa y no se conformaron con materializar el ideal de Cruzada con la lucha contra los musulmanes en la Pennsula. Por lo que proyectaron, e incluso llevaron a cabo expediciones a Tierra Santa. En este sentido debemos destacar la programada por Jaime I de Aragn en 1269, ya que en ella participaron huestes de las rdenes Militares hispnicas. El origen de esta empresa fue una invitacin del khan trtaro Abhak, que era yerno del emperador Miguel VIII. Esta proposicin fue recogida por el propio Jaime I en su Crnica. En ella narra cmo estando en Toledo en 1268 para asistir a la primera misa como arzobispo de su hijo, el infante don Sancho, tuvo la noticia de la llegada a Catalua de dos embajadores del khan pidiendo ayuda para el emperador de Constantinopla. A pesar de las solicitud de Jaime I a Alfonso X de Castilla, ste slo se comprometi a contribuir con 100.000 mrs. de oro y 100 caballos. Asmismo el maestre don Pelay Prez Correa prometi aportar 100 caballeros a la empresa. Tambin la Orden del Hospital ofreci ayuda, as como el Temple y la rama calatrava de Aragn (encomienda de Alcaiz), y las ciudades de Barcelona y Mallorca [44]. Todos ellos participaron activamente en la empresa, a excepcin de Santiago, que como amargamente reconoci Jaime I, incumpli su promesa [45].

    Hubo alguna intervencin por parte del monarca castellano en ese cambio de parecer de los santiaguistas? Es muy posible, dado que la situacin en Andaluca era bastante problemtica, debido a las secuelas de la revuelta mudjar [46].

    En cualquier caso, la cruzada fue un autntico fracaso, ya que al poco de

  • hacerse a la mar debido a una tormenta Jaime I volvi a puerto con la mayor parte de la flota, continuando slo algunas naves en las que iban los hijos bastardos del rey, Pedro Fernndez y Ferrn Snchez, algunos nobles y los embajadores de Bizancio y Trebisonda que regresaban a su tierra [47].

    Debemos destacar, sin embargo, que el descalabro de la empresa no fue slo producto del mal tiempo. En efecto, como han puesto de manifiesto varios autores en buena parte se debi a que el monarca aragons tena pocas intenciones de llegar a Israel, especialmente considerando su avanzada edad, y lo que hizo fue limitarse a mostrar un gesto con el que tranquilizar al papa sobre su fidelidad personal, especialmente considerando que en 1245 el papa le haba solicitado que realizara una Cruzada [48]. La tempestad fue pues un alivio y la excusa perfecta para no realizar una empresa para la que no estaba preparado.

    * * *

    A travs de estas pginas hemos intentado poner de manifiesto cmo el nacimiento de las rdenes Militares hispnicas fue consecuencia de la aplicacin de la idea de Cruzada en la Reconquista, convirtindose en armas bastante efectivas para combatir a los andaluses. Debido a sus xitos en la Pennsula algunas de ellas (al menos Santiago y Calatrava) fueron invitadas en sucesivas ocasiones para intervenir en las empresas de Tierra Santa, puesto que siempre estuvo patente la posibilidad de intervenir en las Cruzadas a Oriente. Sin embargo, a pesar de ser convocadas en sucesivas ocasiones, las circunstancias polticas peninsulares del siglo XIII, en que los cristianos protagonizaron un notable avance peninsular, las posibilidades de consolidar impresionantes seoros territoriales en la Pennsula, y las reticencias, e incluso prohibicin, de los monarcas cristianos para permitir a las tropas de las rdenes Militares el abandono de las tierras peninsulares, una y otra vez impidieron que pasaran de ser meros proyectos. Mara Antonia Carmona Ruiz, 2001 [email protected]

    NOTAS: [1] M. GONZLEZ JIMNEZ. La idea de la cruzada en la Espaa Medieval: las Cruzadas de Alfonso X. El Mediterrneo: hechos de relevancia histrico-militar y sus repercusiones en Espaa. V Jornadas Nacionales de historia Militar. (Sevilla, 1997). p. 171.[regresar] [2] A. FOREY. The Military Orders and Holy War against Christians in the thirteenth century. Military Orders and Crusades. Variorum Collected Studies Series, (1994). VII, p. 1.[regresar]

  • [3] Entre otros autores que expresan esta idea puede verse E. BENITO RUANO. Espaa y las Cruzadas. Anales de Historia Antigua y Medieval (Buenos Aires, 1951-52). pp. 92-120. D.W. LOMAX. The Reconquest of Spain (London-New York, 1978). p. 61. M. GONZLEZ JIMNEZ. La idea de la cruzada... op. cit. p. 173. N. HOUSLEY. The Avignon Papacy and the Crusades, 1305-1378. (Oxford, 1986).[regresar] [4] J.M. RODRGUEZ GARCA. Idea and reality of Crusade in Alfonsos X reign Castile and Leon, 1252-1284. 4e Colloque International La premire Croisade et ses consquences. S.C.L.E. Universit de Clemont-Ferrand. (Paris, 1996). p. 379.[regresar] [5] M. GONZLEZ JIMNEZ. La idea y prctica... op. cit. p. 174.[regresar] [6] J. GOI GAZTAMBIDE. Historia de la Bula de Cruzada en Espaa. (Vitoria, 1958). E. BENITO RUANO. Espaa y las Cruzadas. op. cit. M. GONZLEZ JIMNEZ. La idea y prctica... op. cit. J.L. MARTN. Orgenes de las rdenes Militares. La Orden de Santiago Actas del Congreso conmemorativo de la Batalla de Alarcos. (Ciudad Real, 1997). pp. 33 y ss. Estudian las bulas de cruzadas promulgadas por el papado.[regresar] [7] A. FOREY. The Military Orders from the twelfth.... op. cit. p. 24. Vid. tambin A. FOREY. The Templars in the Corona de Aragn (Oxford, 1973). S. GARCA LARRAGUETA. La Orden de San Juan en la crisis del imperio hispnico en el siglo XII. Hispania, 12 (1952). BONET DONATO. La Orden del Hospital en la Corona de Aragn. Poder y Gobierno en la Castellana de Amposta (Madrid, 1994).[regresar] [8] J.L. MARTN. Orgenes de las rdenes.... op. cit. p. 41.[regresar] [9] J.F. OCALLAGHAN. The Order of Calatrava: years of crisis and survival, 1158-1212. The Meeting of Two Worlds. Cultural Exchange between East and West during the period of the Crusades. (Michigan, 1986).[regresar] [10] E. RODRGUEZ-PICAVEA MATILLA. Frontera, soberana territorial y rdenes Militares en la Pennsula Ibrica durante la Edad Media. Hispania, LII/3, n 182 (Madrid, 1992). pp. 802-803.[regresar] [11] J. OCALLAGHAN. La vida de las rdenes Militares de Espaa segn sus estatutos primitivos. Actas del Congreso conmemorativo de la Batalla de Alarcos. (Ciudad Real, 1997). pp. 15-18.[regresar] [12] E. BENITO RUANO. Las rdenes Militares espaolas y la idea de cruzada. Hispania, 16, (Madrid, 1956), p. 12.[regresar] [13] Ibid. p. 9.[regresar] [14] Si, quod accidat, Sarracenis ab Hispaniae partibus citra Mare propulsis, in Terram de Marrocos Magister, et Capitulum ire proposuerit, illic et eos adiuvare sicut frates non disistant similiter, et si necesse fuerit in Hierusalem. Bullarium Ordinis Militiae Santi Iacobi. (Madrid, 1719), doc. I ao 1272, pp. 8-9.[regresar] [15] M. GONZLEZ JIMNEZ. La idea y prctica de la Cruzada.... op. cit. pp. 179 y ss.. J.M. RODRGUEZ GARCA. Idea and reality of Crusade... op. cit. pp. 381 y ss.[regresar] [16] M. GONZLEZ JIMNEZ. La idea y prctica de la Cruzada.... op. cit. p.

  • 179.[regresar] [17] E. BENITO RUANO. Espaa y las Cruzadas op. cit. p. 111.[regresar] [18] As el papa Honorio III equipar las indulgencias a los calatravos que hubieran defendido los castillos de la frontera y los que luchaban contra los musulmanes junto al rey de Len o en Tierra Santa. Del mismo modo el papa Inocencio IV conmut el voto de cruzada a Jerusaln por el servicio en la orden de Santiago en Espaa. Tambin queda patente esta equiparacin en otras acciones, como en el caso del Concilio de Clermont de 1130 en que se impuso como penitencia a los incendiarios un ao de cruzada que podan cumplir o en Espaa o en Tierra Santa.. E. BENITO RUANO. Ibid. pp. 113 y 117.[regresar] [19] Un anlisis exahustivo de los espaoles que participaron en las Cruzadas es el que realiz M. FERNNDEZ DE NAVARRETE. Disertacin histrica sobre la parte que tuvieron los espaoles en las guerras de ultramar o de las Cruzadas y como influyeron estas expediciones desde el siglo XI hasta el XV en la extensin del comercio martimo y en los progresos del arte de navegar. Memorias de la real Academia de la Historia, V. (Madrid, 1817), pp. 37 y ss. Respecto a las cruzadas de organizacin real hay que destacar las realizadas por los reyes de Navarra Teobaldo I y Teobaldo II. Jaime I de Aragn inici otra en 1269, sin xito, y Jaime II proyect otra.[regresar] [20] La Orden de Monte Gaudio fue fundada hacia 1170 por el conde leons Rodrigo lvarez, posteriormente conocida como la del Santo Redentor y Monfrage, antes de unirse a Calatrava en 1221. Vid. A. FOREY. The Order of Mountjoy. Speculum, XLVI (Cambridge, M.A., 1971). pp. 250-266. Reed. Variorum Collected Studies Series (1994).[regresar] [21] A. FOREY. Ibid. p.253.[regresar] [22] 1180, septiembre. Biblioteca Nacional, Madrid, Ms. 20060/18. Edit. E. BENITO RUANO. Santiago, Calatrava y Antioqua. Anuario de Estudios Medievales, I. (Barcelona, 1964). Pp. 550-551. Las fortalezas donadas a la Orden de Santiago fueron las de Vetula (Biskisrail), San Gerrenes, Gerras, Baldenia (Valenia, Banyas o Bouldunyas), Buckebis (Abu Qobeis) y Gipsum.[regresar] [23] E. BENITO RUANO. Santiago, Calatrava y Antioqua. op. cit. pp. 551-552.[regresar] [24] Tali conditione quod si [a presenti men]se septembri usque ad annum unum cum tanta manu fratrum suorum militum uenerint ut terram sibi a nobis concessam, cum Dei adiutorio et nostro possint conquirere habeant eam in feodum et hereditatem iure perpetuo. Quod si termino prefixo minime uenerint, in nostro arbitrio erit uel eam nobis retinere uel donare quibus nobis placuerit.[regresar] [25] D. LOMAX. La Orden de Santiago... op. cit. p. 9.[regresar] [26] E. BENITO RUANO. Santiago, Calatrava y Antioqua. op. cit. p. 558.[regresar]

  • [27] 1206, mayo 26. Ferentini. Bullarium Ordinis Militiae de Calatrava, (Madrid, 1761) doc. VIII, pp. 39-40.[regresar] [28] 1193, noviembre 5. Doc. cit. E. BENITO RUANO. Las rdenes Militares... op. cit. p. 10, nota 17.[regresar] [29] 1220, diciembre 18. Letrn. Bullarium Ordinis Militiae de Calatrava, doc. XIX, p. 57.[regresar] [30] 1234, marzo 21. Letrn. Edit. E. BENITO RUANO. Santiago, Calatrava y Antioqua, op. cit. pp. 558-560. [regresar] [31] El 25 de enero de 1233 la ciudad de Trujillo se rindi frente a un ejrcito compuesto por rdenes militares y del obispo de Plasencia. Ese mismo mes se inici el sitio a beda.[regresar] [32] Vid. E. SOLANO RUIZ. El seoro de la Orden de Calatrava en Andaluca al trmino de la Edad Media. Cuadernos de Historia. Anexos de la Revista Hispania, 7 (1977), pp. 97-165.[regresar] [33] E. BENITO RUANO. La Orden de Santiago y el Imperio Latino de Constantinopla. Hispania, XII (Madrid, 1952), pp. 3 -36. reed. en Estudios santiaguistas (Len, 1978) pp. 29-60. Consiste en 4 documentos: 1246, febrero 20. Lyon. Carta de Inocencio IV incitando al maestre de Santiago a cumplir lo tratado con Balduino II. 1246, mayo 11. Jan. Autorizacin del infante don Alfonso a acudir en socorro del emperador de Constantinopla. 1246, agosto. Valladolid. Acuerdo entre Balduino II y Pelay Prez Correa para que la Orden de Santiago enve tropas a Constantinopla. 1246, agosto Valladolid. Balduino II proclama el convenio realizado con el maestre de Santiago.[regresar] [34] E. BENITO RUANO. La Orden de Santiago... op. cit. p. 42.[regresar] [35] 1246, febrero 20. Lyon. Carta de Inocencio IV incitando al maestre de Santiago a cumplir lo tratado con Balduino II. Edit. E. BENITO RUANO. La Orden de Santiago ... op. cit. Apndice doc. 1. y pp. 43-45.[regresar] [36] Et hanc gratiam tantum ista uice et isto procinctu et uolumus quod ista gratia ex hoc ulterius non extenditur. 1246, mayo 11. Jan. Edit. E. BENITO RUANO. La Orden de Santiago ... op. cit. Apndice doc. 2.[regresar] [37] 1246, abril 13. Jan. J. GONZLEZ. Reinado y diplomas de Fernando III. III Diplomas. (Crdoba, 1980), pp. 305-306.[regresar] [38] D. LOMAX. La Orden de Santiago... op. cit. p. 141.[regresar] [39] 1246, agosto. Valladolid. E. BENITO RUANO. La Orden de Santiago ... op. cit. Apndice doc. 3.[regresar] [40] En el mes de agosto estaba en la cuenca del Duero, y el 30 de agosto el infante don Alfonso se encontraba en Palencia concentrando tropas para ayudar a Sancho II de Portugal. J. GONZLEZ. Reinado y diplomas... op. cit. I. Estudio. (Crdoba, 1980), p. 367.[regresar] [41] J. GONZLEZ. Repartimiento de Sevilla, I (Madrid, 1951. ed. facsmil, Sevilla 1998). pp. 168-169, 176-181. [regresar] [42] 1247, febrero 11. Lyon. Edit. E. BENITO RUANO. La Orden de Santiago ... op. cit. Apndice doc. 4.[regresar] [43] De hecho, en agosto de 1247, fecha en que deba prepararse la expedicin a Constantinopla, el maestre de Santiago cruzaba con sus tropas

  • el Guadalquivir por Aznalfarache. J. GONZLEZ. Repartimiento... op. cit. pp. 192, 196-197. [regresar] [44] Historia del rey de Aragn don Jaime I, el Conquistador, escrita en Lemosn por el mismo monarca. Traducida al castellano y anotada por Mariano Flotats y Antonio Bofarull. (Madrid, 1948), cap. CCLXXXIX y ss. pp. 379 y ss. M. FERNNDEZ DE NAVARRETE. Disertacin histrica... op. cit. p. 76.[regresar] [45] Historia del rey de Aragn... op. cit. p. 382.[regresar] [46] Adems de la revuelta mudjar, preocuparon especialmente a Alfonso X la repoblacin de Jerez, la guerra de Granada y la repoblacin de la comarca del Guadalete y Cdiz Vid. M. GONZLEZ JIMNEZ. Alfonso X (1252-1284) (Palencia, 1993). pp. 69 y ss. J. OCALLAGHAN. El Rey Sabio. El Reinado de Alfonso X de Castilla (Sevilla, 1999, 2 ed. espaola). pp. 225 y ss. (original The Learned King: The Reign of Alfonso X os Castille (Pennsylvania, 1993). [regresar] [47] M. FERNNDEZ DE NAVARRETE. Disertacin histrica... op. cit. pp. 76-77.[regresar] [48] L. GONZLEZ ANTN et alii. La Corona de Aragn en las relaciones peninsulares y europeas La Corona de Aragn, T. XIII de la Historia de Espaa de Ramn Menndez Pidal (Madrid, 1996). p. 163. Vid. tambin. Ch.E. DUFOURCQ. Vers la Mediterrane Orientale et lAfrique. Jaime I y su poca. (X Congreso de la Corona de Aragn) (Zaragoza, 1979). pp. 5-ss.