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1 La participación de la revista La Gruta (Bogotá: 1903-1904) en los procesos de modernización cultural colombiana. Análisis sistémico y “Biografía de la revistaMaribel Berrío Moncada Tesis de Grado para optar al título Magíster en Literatura Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia Medellín 2016

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La participación de la revista La Gruta (Bogotá: 1903-1904) en los

procesos de modernización cultural colombiana. Análisis sistémico y “Biografía de la revista”

Maribel Berrío Moncada

Tesis de Grado para optar al título

Magíster en Literatura

Facultad de Comunicaciones

Universidad de Antioquia

Medellín

2016

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La participación de la revista La Gruta (Bogotá: 1903-1904) en los

procesos de modernización cultural colombiana. Análisis sistémico y “Biografía de la revista”

Maribel Berrío Moncada

Tesis de Grado para optar al título

Magíster en Literatura

Asesor

Magíster en Literatura Gustavo Adolfo Bedoya Sánchez

Facultad de Comunicaciones

Universidad de Antioquia

Medellín

2016

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No es la revista un depósito muerto donde se almacenan textos olvidados, sino las

ruinas arqueológicas sobrevivientes hoy de un organismo que estuvo

sociológicamente vivo.

Rafael Osuna, Las revistas literarias. Un estudio introductorio, 2004

La revista es una herramienta que puede hacer muchas cosas […]. Promover un ideal

de cultura, el de la civilización, que incluye el orden republicano, el progreso

económico y el avance espiritual. Y dar una oportunidad a los escritores para que sus

productos lleguen al naciente público. La revista sirve para […] divulgar y convencer.

Jorge Orlando Melo, Las revistas literarias en Colombia e Hispanoamérica: una

aproximación a su historia, 2006

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A David, por estar sin horarios, sin citas, sin tiempo.

Dɨona y Jíibina, el canto dulce que me devolvió la palabra.

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Agradecimientos

Agradezco a la Universidad de Antioquia, a la Maestría en Literatura de la Facultad

de Comunicaciones y a la Biblioteca Central Carlos Gaviria Díaz por facilitar el pleno

desarrollo de la labor investigativa.

Al asesor Gustavo Adolfo Bedoya Sánchez, por su laborioso trabajo en este camino

de reconstruir la historia de las publicaciones periódicas de la literatura colombiana.

Su constante acompañamiento y paciencia para llevar a cabo la culminación de este

trabajo.

A todos mis profesores, en este trasegar por la academia; donde la desesperanza y el

coraje han ido de la mano.

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Tabla de contenido

Resumen ................................................................................................................................. 8

Introducción .......................................................................................................................... 9

Capítulo I: “Biografía de la revista” La Gruta ................................................................. 21

1.1 Descripción general de la morfología de la revista ......................................................... 21

1.2 Costo y publicidad: vitrina del “sueño” de modernización ............................................. 35

1.3 Impacto y trascendencia: una revista de miscelánea ....................................................... 43

1.4 Cierre de la revista: carencia de colaboradores y materia nativa .................................... 46

Capítulo II: El asunto literario en La Gruta, tradicionalismo y autopromoción .......... 50

2.1 La “Poesía”: sensibilidad tradicionalista ......................................................................... 50

2.2 La “Crítica”: la autopromoción de una élite intelectual .................................................. 55

2.3 La “Narrativa”: imaginarios tradicionalistas de modernización ..................................... 62

2.4 Las “Traducciones”: no publicaremos ............................................................................ 66

Capítulo III: La Gruta, un proyecto periodístico literario sustentador de la

hegemonía conservadora de inicios del siglo XX .............................................................. 68

3.1 La religión católica a inicios del siglo XX en Colombia: convenciones

anquilosadas .......................................................................................................................... 69

3.2 La función de la élite letrada a inicios del siglo XX: ideales y realidades...................... 78

3.3 Consagrada formación clerical custodiada por una élite letrada: efectos en la vida

colombiana ............................................................................................................................ 85

Capítulo IV: Simbolismo y decadentismo. Una discusión en la revista La Gruta ......... 87

4.1 Las “nuevas” maneras de percibir lo literario, una novedad que espantaba ................... 87

4.2 Tradicionalistas o simbolistas: todo es válido ante el escaso panorama de la

literatura nacional .................................................................................................................. 96

4.3 La asimilación de las nuevas manifestaciones literarias, entre comentarios y

discusiones, pero poca “creación”....................................................................................... 101

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Conclusiones: La Gruta, un programa ideológico tradicionalista que desconfiaba

de los avances modernizadores y las nuevas orientaciones del pensamiento .............. 105

Bibliografía ........................................................................................................................ 114

Anexos: “Matriz” de La Gruta (Bogotá: 1903-1904) ............................................................

Ubicada en el cuadernillo externo.

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Resumen

La presente investigación estudia la publicación periódica literaria

La Gruta (Bogotá: 1903-1904) a través del análisis sistémico de la

revista y la reconstrucción de su “Biografía”; asumiéndola como

una institución cultural que intervino directamente en el desarrollo

social colombiano.

El primer capítulo reconstruye todos los aspectos biográficos de la

revista en aras de captar las dinámicas que tuvieron los avances

modernizadores del país; el segundo analiza el asunto literario para

establecer cómo los hombre de letras del periodo estudiado

asumieron la vida histórica y literaria del país, concretamente de

Bogotá; el tercero confirma el panorama socio-histórico de

Colombia de inicios del siglo XX desde la situación histórica que

dilucida la revista, con el objeto de comprender los idearios que

circundaban en los procesos modernizadores de la sociedad; el

cuarto expone las tensiones surgidas en torno a las “nuevas”

maneras de percibir lo literario frente a las manifestaciones

tradicionalistas y el proceso de asimilación que alcanzaron; y a

modo de cierre se determinan los procesos de la modernización

cultural, material e intelectual colombiana, que revela la revista.

Palabras clave: Literatura colombiana; Historia literaria; Revistas

literarias; La Gruta; Tradicionalismo; Modernismo.

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Introducción

En aras de un estudio histórico de la literatura colombiana es urgente revisar,

valiéndose del análisis socio-histórico, las fuentes primarias documentales de finales

del siglo XIX y principios del XX. Este material histórico es un objeto de estudio

clave para el análisis de las condiciones sociales y culturales que posibilitaron la vida

intelectual y literaria colombiana. Al respecto, la investigadora Maryluz Vallejo

Mejía en el estudio La crónica en Colombia: medio siglo de oro, señala que las

publicaciones periódicas literarias permitieron las discusiones de las transformaciones

del sistema de valores, los arquetipos sociales y la orientación literaria de las naciones

(1997, p. xxxviii). Por lo tanto, este trabajo de investigación analiza el papel jugado

por la revista La Gruta (Bogotá: 1903-1904) en los procesos de modernización

cultural, material e intelectual del país; encontrando los temas y tensiones que dieron

sus páginas, a través de la reconstrucción de la “biografía” y el análisis sistémico de

la revista.

Este análisis, es importante subrayar, busca alejarse de presentar respuestas

insoslayables, ni aspira únicamente a inventariar o enumerar las partes de la revista.

En contraste, sí es su propósito aproximarse a la percepción que los autores

colombianos, para este caso los colaboradores de la revista, tuvieron sobre los

procesos de cambio que el proyecto de modernización claramente les exigía y cómo

influyeron en la asimilación y desarrollo del quehacer literario.

Esta investigación parte de que las publicaciones periódicas literarias deben

incluirse dentro de las discusiones socio-históricas sobre la institución literaria

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colombiana. El profesor Gustavo Adolfo Bedoya señala, junto con otros

investigadores, que hay en estas fuentes primarias documentales información que

permite establecer el estado de una sociedad y su proyecto “civilizador”. La revista

literaria aparece pues con una visión difusora de obras, autores, además, de idearios

políticos: “[…] entes vivos regulados, pero sobre todo reguladores, conscientes de su

función crítica en la sociedad” y, al tiempo, productoras y solicitantes de un público

lector especializado (Bedoya, 2011, p.93).

Dicho valor de la prensa ya lo habían observado, afirma Bedoya, desde el siglo

XVIII Emmanuel Kant (1724-1804) y Augusto Comte (1794-1857). Ambos autores

señalaban que estas instituciones intervinieron directamente en el desarrollo social de

las comunidades (p. 90). Las publicaciones seriadas son intermediarias de los

procesos de fundación de una cultura, en la medida en que posibilitan ideologías,

prácticas sociales, diversos lenguajes, formas de organización, referentes sociales y

simbólicos. Cabe subrayar que actúan, también, como sustentadoras de la misma

literatura, en la medida en que la prensa garantiza el ejercicio constante de

producción del escritor, la edición del impresor y la recepción del público lector o del

aparato crítico (p. 93).

Así que dichas fuentes son el material “fértil” que revela “la conciencia de la

nación”, sus “inquietudes y curiosidades” y, a la vez, la percepción del devenir

cultural (Uribe, 2002, p. ix). Las publicaciones seriadas constatan la capacidad de

modernización de un país guiado por sus instituciones y productores culturales,

quienes van fijando categorías conceptuales y comportamentales para la sociedad.

Las revistas se ocupaban, como apunta Jorge Orlando Melo, de divulgar producciones

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literarias e impulsar un ideal de cultura, una visión del progreso para un grueso de la

población (2006, p. 2).

De ahí que, con el ánimo de contribuir a esta discusión, esta investigación

reconstruirá cómo los escritores colombianos, que colaboraron en la producción

periódica La Gruta, entendieron y participaron en el proyecto de modernización

trazado durante esta época. Al tiempo, analizará las condiciones de producción, en

una Colombia de inicios del siglo XX, que modificó la manera de relacionarse los

artistas con los medios de producción. Asimismo, examinará, a través de la

descripción e interpretación de las partes constitutivas de la revista, el lugar que

ocuparon los escritores y las formas composicionales elegidas dentro del proyecto

modernizador. Finalmente, dilucidará el aporte que proporcionó La Gruta en el marco

de la discusión y la valoración sobre el devenir literario: la confluencia de escuelas,

estilos y puntos de vista en la naciente sociedad moderna.

***

El estudio que adelanta esta investigación parte de la propuesta metodológica

que el autor Rafael Gutiérrez Girardot determina para el análisis de las revistas

literarias. El crítico plantea que la misma revista debe proporcionarle al investigador

las preguntas idóneas para entender cada uno de los discursos agrupados en sus

números. Entre los diversos interrogantes que pueden surgir, propone preguntarse por

la homogeneidad de la orientación, propósitos artísticos de la presentación

tipográfica, relación con la editorial, administración de la revista y, así,

sucesivamente, la lista de variables irá incrementándose, tanto más aún si el objeto de

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estudio ha permanecido en un completo anonimato y ajeno a la crítica oficial: “Ante

la carencia de tal multitud de datos el análisis de la gran mayoría de las revistas

hispanoamericanas tiene que reducirse al análisis empírico de la revista misma, […]

no operar con un método elaborado […] como “el análisis de contenido” sin obtener

de la revista misma las preguntas” (1991, p.3).

Atendiendo a estas consideraciones, la realización de esta investigación se

desarrolla desde los siguientes principios metodológicos, los cuales corresponden, de

una u otra forma, a la propuesta que señala el autor Gutiérrez Girardot: la

reconstrucción y el análisis de la “biografía de la revista” entendida como una

institución cultural, un protagonista histórico que devela el estado de modernización

de la sociedad colombiana a inicios del siglo XX1. Para la reconstrucción de la

“biografía de la revista” se retoman los planteamientos que el español Rafael Osuna

propone en el trabajo Las revistas literarias. Un estudio introductorio (2004). En

primera instancia, el autor indica que establecer una definición de las publicaciones

periódicas literarias no es tarea de fácil realización, pues la historia de las revistas es

muy “polifacética” al ser un concepto histórico variable, donde reposa una

considerable cantidad de información sociológica de una época determinada; al

tiempo que es una producción de corto aliento que da a conocer acontecimientos de

actualidad, no se hace para el futuro sino para el presente. En este sentido, su carácter

es fragmentario y eclético: por la variedad disciplinar concentrada en sus páginas y

1 Esta metodológica viene proponiéndose y trabajándose por el Grupo de Investigación Colombia:

tradición de la palabra. Véase: Bedoya, Gustavo. (2011). “La prensa como objeto de investigación

para un estudio histórico de la literatura colombiana. Balance historiográfico y establecimiento del

corpus”, en: Estudios de Literatura Colombiana. Medellín: Universidad de Antioquia, Nº 28, ene.-jun.,

pp. 89-109.

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por el aglutinamiento de colaboradores con cortes ideológicos y estéticos disímiles.

Por lo tanto, como un instrumento escritural público y masivo se exponen ideologías

de microcosmos relativos a grupos literarios, intelectuales y culturales, en los cuales,

por su naturaleza diversa “[…] existe una gran cantidad de aspectos aún por estudiar,

sobre todo teniendo en cuenta que cualquiera de ellos, por mínimo que sea, si se

observara desde un punto de vista historicista, podría depararnos una iluminación

inesperada. Pues si las revistas están desasistidas de las preocupaciones críticas,

mucho más lo está su evolución a lo largo del tiempo” (p.138).

Con esa finalidad, la composición de la “biografía de la revista”, que equivale

al estudio de sus estructuras "visibles" e "invisibles" posibilitan la comprensión de

cada uno de los aspectos que la componen2. Por su parte, las estructuras visibles

comprenden el análisis material/físico, cuasi bibliográfico de la publicación, es decir,

cada uno de los elementos que componen la materialización de la misma y apoyan el

programa ideológico proyectado por los responsables de la edición: directores y

colaboradores. Los elementos a considerar en esta instancia y a revisar en esta

investigación abarcan la descripción objetual y minuciosa del tamaño, el formato, el

número de páginas de cada cuadernillo y de la colección completa, las fechas de

2 En esta investigación se retomarán los puntos específicos requeridos para realizar la biografía de la

revista que pueden revisarse en los números de La Gruta y considerando las particularidades que en sí

misma esta tiene. Por lo tanto, no se trabajará la totalidad de puntos que el investigador Rafael Osuna

señala en su estudio. A saber: El discurso tipográfico; descripción objetual; tamaño y forma; el título;

el título similar; el subtítulo; el lema; el domicilio social; las erratas; el precio; la imprenta; modos

marginales de producción; las revistas murales; la recepción de la revista; números distintivos (cero,

especial, conmemorativo, póstumo); las transformaciones (en el organigrama, cambio de nombre, de

lugar, épocas de una revista, el renacimiento anacrónico, la fusión de dos revistas, la interrupción); la

financiación (el patrocinador, los suscriptores); censura; la génesis; documentación sobre la revista; la

tirada; el anecdotario; los colaboradores ausentes; semblanzas de revistas; una antología biográfica.

Además, la divulgación en términos de tirada, número de ejemplares y distribución.

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publicación, los lugares en donde se redactaron e imprimieron los números, el

prospecto editorial, el precio, las secciones, los suscriptores, así como la dirección de

domicilio de la empresa, las erratas y la recepción de la revista, pues al ser “rarezas

bibliográficas” debe determinarse con la mayor precisión todo el aparataje próximo a

su circulación. Otro aspecto a revisar es el título, pues expresa el contenido del

discurso literario y artístico donde subyace el programa ideológico dilucidado, y a la

vez, permite comprender el proyecto de comercialización trazado para estas

publicaciones seriadas. De igual manera establecer las normas de publicación como

un filtro que da cuenta de su accesibilidad o inaccesibilidad y, finalmente, determinar

la recepción de la revista bien sea en correspondencias privadas o en reseñas de la

publicación hechas por agentes que estaban fuera del proyecto editorial, puesto que

facilitará explicar las opiniones, estimables o no, que había sobre las revistas.

Con respecto a las estructuras invisibles, estas se ocupan de los elementos que

no se encuentran constatados directamente en la revista y el investigador debe acudir

a otras fuentes para esclarecer las variables agrupadas alrededor de tres momentos

específicos que coexisten en las publicaciones y los cuales se correlacionan:

concepciones ideológicas (y de producción), divulgación y recepción. El primero se

ocupa de las concepciones del proyecto editorial. Los documentos respectivos a ella o

del grupo donde se inscribe la revista (podrían ser anexos, actas, facturas, resultados

de reuniones, reseñas del grupo). En el segundo interesa comprender las dinámicas de

la divulgación y financiación de la publicación (patrocinadores, suscriptores,

anuncios comerciales). El tercero aborda el tipo de recepción alcanzado, el cual pude

constatarse en otros documentos diferentes a la revista; sin embargo, para el caso de

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La Gruta se determinará la recepción que tuvo desde las razones que se expusieron

desde el interior de sus páginas.

Finalmente, sumado a los anteriores lineamientos que orientan a esta

investigación, también se comprende La Gruta como un protagonista histórico,

desligándola de los habituales usos que se ha hecho de la prensa literaria donde se ha

visto como una fuente bio-bibliográfica del pasado que respalda una idea; por el

contrario es la revista en sí misma el objeto de análisis, en tanto se entiende como una

institución cultural productora, desde su materialización, de un mensaje público y

“presentista”, que ofrece el testimonio de un instante de una sociedad. En efecto, La

Gruta guía esta descripción histórica según la disposición de las unidades de análisis

que en ella puedan leerse, de la mano de la documentación de los antecedentes

históricos de la situación social y cultural de Colombia donde iniciaron los proyectos

de las publicaciones seriadas y, particularmente, el que vio nacer a La Gruta.

En efecto, del análisis propuesto se dilucida la importancia histórico-literaria

de La Gruta, una fuente aún inexplorada por los estudios históricos sobre la literatura

colombiana en los procesos de desarrollo cultural, material e intelectual de un país en

búsqueda de avances modernizadores3.

3 Dentro del corpus existente de los estudios descriptivos que se han ocupado de la historia y el análisis

de la prensa colombiana, como Historia del periodismo colombiano (Bogotá: Ediciones Sua, 1968) de

Antonio Cacua Prada, Cien años de prensa en Colombia 1840-1940: catálogo indizado de la prensa

existente en la Sala de Periódicos de la Biblioteca Central de la Universidad de Antioquia (Medellín:

Editorial Universidad de Antioquia, 2002) por María Teresa Uribe de Hincapié y Jesús María Álvarez

Gaviria y, uno de los trabajos más recientes, A plomo herido: una crónica del periodismo en Colombia

1880-1980 (Bogotá: Planeta, 2006) de Maryluz Vallejo Mejía no figura una descripción y análisis

dedicado a dicha publicación. Únicamente en el estudio Tres revistas colombianas de fin de siglo

(1991) de Rafael Gutiérrez Girardot hay un acercamiento y análisis de La Gruta. Por lo tanto, el

estudio de esta revista se vuelve tarea fundamental para continuar revisando y reestructurando la

historia de la literatura colombiana.

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El desarrollo argumentativo de la presente investigación toma como punto de

partida en el capítulo I la reconstrucción biográfica de la revista, en la que se dilucida

a partir de la identificación y el análisis crítico de las estructuras visibles e invisibles

que se señalaron antes, los propósitos ideológicos y literarios trazados por los

hombres letrados que se ocuparon de La Gruta. Inicialmente se hace una descripción

general de la morfología de la revista, donde se identifican sus partes y los aspectos

más constantes de cada entrada, acompañado de “tablas” con información cuantitativa

de las variables del material. Al tiempo se revisan las particularidades del grupo

literario en que nació este proyecto periodístico y la ideología que encerró su

prospecto editorial. A su vez, se estudia cómo el costo de la revista y la publicidad

anunciada reflejaron los ideales que había sobre la modernización de la capital

colombiana; y en consecuencia, cuál fue el impacto y la trascendencia de la revista y

las motivaciones que dieron lugar al cierre de ésta.

En el capítulo II se describe y analiza en general las entradas que se

enmarcaron dentro de una forma discursiva específica, a saber: “Poesía”, “Narrativa”,

“Crítica y “Traducción”, con el propósito de establecer cómo los hombre de letras de

inicios del siglo XX asimilaron la vida histórica y literaria del país, concretamente de

Bogotá. En primer lugar se revisa la función que los autores le dieron a la producción

poética nacional, los temas y visiones que revelan sus versos; en las muestras de

crítica se analizan las cuestiones a las que los letrados dedicaron su atención y, por

último, en la narrativa, junto con la traducción, se identifican cuáles fueron las

expectativas y proyecciones de los prosistas a través de sus creaciones de ficción

sobre la sociedad que imaginaron.

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En el capítulo III se señalan los acontecimientos sociales, culturales y políticos

que tuvieron lugar en Colombia durante el periodo estudiado, haciendo hincapié en

las convenciones anquilosadas de cuño católico, la función de la élite letrada para

garantizar los imaginarios religiosos y políticos, al tiempo que las orientaciones

tradicionalistas en la educación y en la literatura. Este capítulo busca constatar el

panorama socio-histórico de Colombia de inicios del siglo XX desde la situación

histórica que puede leerse en la misma revista, con el objeto de comprender las

transformaciones modernizadoras de la sociedad. Ahora bien, aclarada la

materialización de la revista y los acontecimientos sociales del periodo estudiado

quedan asentadas las bases para la discusión de las fluctuaciones de los gustos

estéticos en la literatura colombiana de la época, aspectos que se llevan a cabo en el

capítulo IV.

En dicho capítulo se presenta y analiza al detalle la discusión de la asimilación

del proyecto modernizador literario por los colaboradores de La Gruta, en otras

palabras, la recepción que tuvieron las nuevas ideas europeas sobre la creación

literaria por parte de los escritores colombianos que publicaron en la revista. Las

unidades de análisis se toman de las entradas que se inscriben en la clasificación de

“Crítica” hecha para efectos metodológicos de este trabajo y las que se ocupan

directamente del asunto literario. En un primer momento se retoma la defensa que

hace Javier Acosta por la nueva escuela llamada simbolista y decadentista y la

intervención del crítico colombiano Baldomero Sanín Cano, quien reafirmaba lo

inoperante del modelo literario tradicional. Posteriormente, se indican las

consideraciones que hace el autor Rafael Espinosa Guzmán frente al tema, quien

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considera que en el panorama de la literatura colombiana del periodo estudiado no era

posible determinar que hubiera una amplia muestra de producciones literarias de cuño

simbolista. Finalizado el análisis de estas discusiones, se estudian las entradas que se

ocuparon de censurar o elogiar a escritores y a sus obras y, a la vez, en dilucidar

cómo este ejercicio escritural lo emprendieron con el propósito de autoproclamarse,

por un lado, entes censores de la cultura, y por otro lado, inteligencias progresistas en

pro de la consolidación de la República.

A modo de cierre, en las conclusiones se determinan los procesos de la

modernización cultural, material e intelectual colombiana que la revista revela. En

este apartado no se pretende establecer “verdades históricas” que de una u otra forma

afectaron el desarrollo social colombiano de la época, pues como se sabe estas

fuentes documentales muestran parte de esa realidad, según como los directores y

colaboradores la hayan fijado, más no corresponde a la totalidad de las circunstancias

del periodo que se ocupa. En contraste, sí es su propósito apuntar hacia nuevas

interpretaciones del devenir cultural y literario del país según las expectativas y

proyecciones del pensamiento que tuvieron los letrados colombianos a inicios del

siglo XX.

***

La presente investigación también arroja como resultado la “Matriz” de la

revista, una herramienta para el análisis de su contenido, en la cual se encuentra

digitalizado cada uno de los números con todas las entradas que tuvo la publicación,

en aras de fortalecer los instrumentos de la investigación literaria del país, dado que,

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este material hemerográfico se ha venido recuperando con especial cuidado en las

últimas décadas como fuentes materiales fundamentales para el acervo cultural de la

sociedad. Por lo tanto, esta herramienta se entrega como un insumo académico, tanto

en archivo digital como en físico, para los estudios de las publicaciones periódicas y

las futuras investigaciones que se ocupen de este mismo objeto de estudio, y así ir

consolidando esfuerzos académicos que permitan la agilidad y la eficacia del trabajo

investigativo.

Este archivo digital se compone del número consecutivo; serie; número de la

entrada; ciudad de edición; director(es) de la revista; día, mes y año de la entrada;

título de la muestra; día, mes y año de escritura del texto; dedicatoria;

autor/colaborador; género en el que se inscribe la entrada; autor 2; género 2; inicio,

final y total de páginas de cada artículo; ilustración y, finalmente, el resumen de cada

colaboración. Esta información, dadas las posibilidades de la herramienta de Excel,

puede filtrarse según las preguntas que le haga el investigador o las que la misma

revista va sugiriendo.

En este sentido, la “Matriz” ha orientado las líneas de análisis de este estudio

en la medida en que facilita la comprensión plena del montaje organizativo y la

estructura de consolidación de la revista. Es decir, esta herramienta posibilita la

reconstrucción sistémica de esta institución cultural para vislumbrar los imaginarios

sociales y culturales que giraron en torno a la realidad inmediata de la sociedad

colombiana del periodo estudiado; así que es fundamental leer, alternadamente, el

desarrollo argumentativo de los siguientes capítulos con la versión de la “Matriz” que

se adjunta en la entrega de este trabajo. Este cuadernillo es una versión impresa que

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no contiene todos los elementos del archivo digital, puesto que para efectos de

practicidad en la lectura únicamente se dejaron los aspectos variables y significativos

de cada número, con los cuales se puede hacer a una idea general de los asuntos que

se trataron en cada entrada (número); sin embargo, si se requiere visualizar la revista

en tu totalidad revísese la versión digital que se encuentra en el CD-ROM.

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Capítulo I: “Biografía de la revista” La Gruta

En este capítulo se expondrá el análisis, descriptivo y crítico de las estructuras

“visibles” e “invisibles” que plantea el autor Rafael Osuna, en aras de reconstruir la

“biografía de la revista” y comprender el programa ideológico que se habían trazado

los responsables de esta edición impulsados por las concepciones sociales y literarias

de la Colombia de inicios del siglo XX. Además, es importante aclarar que las

unidades de análisis quedaron sujetas a los aspectos que la revista permite reconstruir

desde el interior de sus páginas y al material que se encontró o estaba disponible,

tanto físico como virtual, en las bibliotecas o archivos históricos consultados, es

decir, las categorías surgieron del contacto con la revista.

1.1 Descripción general de la morfología de la revista

La revista La Gruta fue un semanario4 literario bogotano que estuvo bajo la

dirección de Rafael Espinosa Guzmán (1858-?) y Federico Rivas Frade (1856-1922)5.

4 En el transcurso de los números de la revista los directores se refieren a esta como periódico y/o

revista. 5 Rafael Espinosa Guzmán fue un bogotano nacido en 1858, estudió en el colegio del Rosario y

finalizó la carrera de medicina. Escribió poesía y prosa bajo el seudónimo de REG, algunos críticos lo

inscriben en la línea del modernismo literario y destacan su obra titulada Las exequias del Tiroles.

Además, es conocido por patrocinar al grupo literario la Gruta Simbólica y por dar a conocer en su

revista La Gruta, a los más destacados escritores nacionales de su tiempo. También figura entre los

hombres que hicieron posible la instalación del alumbrado eléctrico en Bogotá. El poeta Federico

Rivas Frade nació en Bogotá en 1856 y falleció en 1922. Conocido como poeta, periodista, abogado y

esposo de la pianista María Aldana de Rivas. En los Juegos Florales de 1904 fue laureado con la

"Violeta de Oro", y el "Jazmín de Plata" en los de 1907. Junto con Clímaco Soto Borda fundó el

primer diario liberal publicado en Bogotá, El Rayo X. Es importante señalar que ambos autores no son

mencionados en los estudios de la prensa literaria colombiana por la dirección de la revista La Gruta,

pero sí figuran en la participación de otras publicaciones: en Historia del periodismo colombiano

(Bogotá: Ediciones Sua, 1968) de Antonio Cacua Prada, ambos directores de la revista son

mencionados por su participación en otras publicaciones periódicas más no por la dirección de La

Gruta. Las publicaciones periódicas en las que participaron fueron: Bogotá Ilustrado (1906), La

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A grandes rasgos, la revista mide 24 centímetros, está escrita a dos columnas y

empieza a publicarse el 13 de julio de 1903. Por lo general imprime con una

frecuencia de cada ocho días, en algunos números se incluyen ilustraciones, y circula

hasta el 27 de febrero de 1904 con la publicación de un número doble –24 y 25–.

Estos 25 números que circularon suman 288 entradas que ocupan un total de 396

páginas escritas con la colaboración de 78 autores. Cada número contiene alrededor

de 15 a 16 páginas6.

En la primera hoja de cada número siempre se detalla quienes son los

directores, serie, número y fecha de publicación. Asimismo se publicita “La Agencia

de Federico Rivas Frade”, en donde se ofrecen los servicios de abogado, agente y

comisionista. En la página siguiente se continúa publicando otros anuncios

comerciales, siguiéndole las entradas concernientes al acontecer literario, reseñas

sobre la vida intelectual y social bogotana, opiniones sobre cuestiones políticas del

momento, además, poemas y narraciones. La mayoría de estas muestras no superan

las cuatro páginas.

Ilustración (1908), El Sport (1898), El Rayo X (1897-1899), entre otras. Esta última, como se

menciona arriba, fue el primer diario liberal publicado en Bogotá. Adicional a este trabajo se encuentra

el de la investigadora Maryluz Vallejo Mejía en A plomo herido: una crónica del periodismo en

Colombia 1880-1980 (Bogotá: Planeta, 2006), donde reseña la colaboración de Rafael Espinosa

Guzmán en otros proyectos editoriales. 6 Nótese que en la revista hubo inconsistencias en el consecutivo de la enumeración de las páginas

entre números. La revista marca hasta el índice de la serie 330 páginas, pero en el conteo manual

suman 396 páginas.

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Imagen 1. Portada del Nº 1 de la revista Imagen 2. Portada del Nº 6 de la revista

Imagen 3. Publicidad ofertada en el Nº6 Imagen 4. Una entrada de “poesía” del Nº6

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Con respecto a las entradas de la revista, para efectos metodológicos de este

trabajo pueden categorizarse como: “Crítica”, “Narrativa”, “Poesía”, “Traducción” y

“Otros”, a saber: la publicidad, los decretos sobre ley de prensa, condiciones de

publicación, ilustración e índice de la serie. Del total de las entradas de la revista 194

se ocuparon específicamente del asunto literario, que equivale cerca del 67% del total

de las entradas, las cuales se agruparon en filiaciones diferentes y fueron firmadas por

un autor (figuran otras tres entradas firmadas por “La Gruta” y una más por “De El

Relator”). En el resto de las entradas, bajo el mote de “Otros”, se exponen los

requerimientos que regulan la prensa, las condiciones para publicar en la revista, la

publicidad de diversos productos y servicios, ilustraciones y el índice de la serie;

siendo la publicidad la que contó con el mayor número de entradas, 78 en total, lo que

equivale al 27% del total de las muestras.

Tabla 1. Número y porcentaje de las entradas publicadas en La Gruta

La anterior descripción muestra que la revista, si bien se asumió como difusora

del acontecer literario y cultural del país, de igual forma, en la publicación de sus

números hubo intenciones mercantiles. En consecuencia, La Gruta no se limitó a lo

Forma Entradas %

1 Poesía 92 31.94

2 Otros 90 31.25

3 Crítica 55 19.09

4 Narrativa 50 17.36

5 Traducción 1 0.34

Total: 288 100

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literario sino que permaneció entre dos actividades, al parecer distantes, pero

recurrentes en el tratamiento que tuvieron las publicaciones periódicas de América

Latina, concerniente a los “efectos” de los procesos de modernización que venían

eclosionando en las diferentes repúblicas americanas y en otras ciudades periféricas

europeas; como apunta Rafael Gutiérrez Girardot Hispanoamérica vivía una “crisis

universal” acompañada de la división del trabajo, la expansión del capitalismo y el

modo de vida burgués, creando relaciones de dependencia con los países

metropolitanos o de centro, pero estas dependencias no solo se dieron con estas

jóvenes repúblicas sino que también fueron evidenciables en las regiones

“provinciales” europeas como España e Italia (1987, p. 15-19).

Otro aspecto a destacar es que los primeros siete números de la revista los

editó la Imprenta de La Luz: fundada en 1896 y ubicada en Bogotá en el edificio

Valenzuela7. Los siguientes números, hasta la última publicación, fueron impresos

por la Tipografía Luis M. Holguín, también ubicada en la capital colombiana y

fundada en 18798. Este dato demuestra que los hombres que hacían posible su

7 En el documento Exposición Nacional de 1899. Catálogo de las diferentes secciones. Informes de los

jurados de calificación y fallo de la junta organizadora. Bogotá: Imprenta de Luis M. Holguín, 1899.

El Presidente de la República da apertura a la Exposición Nacional, bajo el decreto número 173 de

1899, afirmando que: “[…] la manera más digna de celebrar el aniversario de la Independencia

nacional es exhibir los adelantos del país en la agricultura, las artes y las ciencias, y propender, por este

medio, al progreso moral y material de la Nación”. Bajo esta premisa En la sección de literatura e

imprenta figuran cuantiosos textos publicados por la Imprenta de La Luz, que versan en temas alusivos

a la enseñanza de niños en el “arte de pensar” o en tratados de pedagogía para los “institutores”, o en

“cursos de francés para las clases inferiores”, a la vez que publica sobre asuntos del Congreso

Nacional. Vale la pena señalar que esta imprenta edita la publicación Cartilla Objetiva de César B.

Baquero, un texto que se publicita en casi todos los números de La Gruta, lo que sirve como indicio

del estado de la educación colombiana para la época. 8 Para esta época le pertenecía a Silvestre &; Compañía. Pero alrededor de 1898 pasó a ser del señor

Luis M. Holguín. En el documento Exposición Nacional de 1899, ya citado, expresan que ha sido esta

imprenta la que más ha dado impulso al desarrollo del arte y la que ha incluido las impresiones

ilustradas, afirmando que imprimieron con ellos las de mejor reputación en la Nación: el Papel

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aparición tenían bastantes alcances económicos y se movían en círculos sociales de

prestigio, como se señaló antes, pues estas imprentas obedecían a instituciones de

reputación, de hecho la misma Presidencia de la República hacía uso de sus

servicios9.

Debe anotarse que de los 78 autores que publicaron en la revista algunos

nacieron en Bogotá y otros venían de distintas regiones del país. A su vez, gran parte

de los colaboradores pertenecían al grupo literario La Gruta Simbólica, algunos

defensores de la literatura tradicional hispanista y otros promotores de las nuevas

tendencias provenientes también de Europa. En efecto, participaron en diferentes

cargos y actividades socio-políticas; basta con mirar la biografía de los autores o con

leer en las entradas de “Crítica” que dio la revista para identificar su participación en

los diferentes asuntos de la sociedad capitalina de inicios del siglo XX. Lo anterior

sustenta que la revista fue una institución cultural dirigida por una élite formada en

las letras y en otras profesiones de prestigio, agentes encargados de las medidas

administrativas, culturales y educativas trazadas para el país.

Llama la atención que entre las entradas literarias haya cinco publicaciones

firmadas por mujeres: Lila de Joufrez con una, Floralba con dos y Agripina Montes

del Valle con otras dos, en contraste con 188 escritas por hombres. Sin embargo,

dicha participación es significativa, porque muestra que sí había cierta presencia de

Periódico Ilustrado, Los Comuneros, Colombia Ilustrada, etc. También publicaron folletos, discursos,

libros, almanaques: “Vicariatus Apostolici Casanarensis”, “Oración á la Virgen del Carmen”,

“Impresiones y Recuerdos, por Ribera y Garrido”, entre otros materiales. 9 Es importante aclarar que en ninguna de las entradas se especifica la ubicación del domicilio de la

revista. Solo se da la dirección de la “Agencia de Federico Rivas Frade”. Del número 1 al 13 figura

ubicada en Bogotá en la carrera 7ª Nº 526 y 528, 3ª Calle Real. Apartado de Correos, 431-Dirección

por cable y por telégrafo: UNO. Luego, del número 14 al 25 cambia la dirección a la Calle Paláu, Nº

96B.

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mujeres escritoras en el ambiente cultural de la época, las cuales no quedaron

registradas en las antologías e historias de la literatura colombiana.

Tabla 2. Entradas y porcentaje de hombres y mujeres que publicaron en las muestras literarias

Se suma a estos aspectos que el autor con mayor número de publicaciones sea

uno de los directores de La Gruta, el médico Rafael Espinosa Guzmán, quien

participa con 29 entradas y que, por el contrario, haya 47 autores que publicaron una

sola vez, lo que equivale aproximadamente el 24% del total de las publicaciones

literarias. Esta diferencia refleja que la revista no contó del todo con colaboradores

comprometidos con el programa ideológico trazado10, no existió la intención de darle

continuidad, al menos en esta publicación periódica, a los debates estéticos, a

inventariar la vida cultural capitalina y a evidenciar sus producciones.

10 En la revista no hay ninguna alusión que indique que los autores recibían pagos por las producciones

que escribían o por cualquier otro tipo de colaboración con la revista.

Colaboradores Entradas %

1 Hombres 188 96.92

2 Mujeres 5 2.56

3 [s. a] 1 0.51

Total: 194 100

Colaboradores # Entradas Total

entradas %

1 Rafael Espinosa Guzmán. 29 29 14.94

2 Javier Acosta. 9 9 4.63

3 Gil Rosales [Pedro Ignacio Escobar]. 8 8 4.12

4 Federico Rivas Frade y Julio de Francisco. 7 14 7.21

5 Alejandro Vega, Carlos Villafañe y Francisco Valencia. 6 18 9.27

6 Joaquín M. Güell, Max Grillo, Alberto Sánchez, Carlos

Castello, François Rémy e Ismael López. 4 24 12.37

7 Julio Flórez, Mario Escobar, Roberto Vargas Tamayo, 3 27 13.91

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Tabla 3. Entradas y porcentaje del total de colaboradores que publicaron asuntos literarios

La Gruta Simbólica, cenáculo que dio vida a la revista La Gruta

De las descripciones anteriores debe hacerse hincapié en que la revista surge

en el seno del grupo llamado La Gruta Simbólica. Tertulia en la que se reunían

jóvenes literatos de la ciudad de Bogotá a comienzos del siglo XX en medio del

conflicto bélico civil de la Guerra de los Mil Días (1899-1902) bajo la dictadura del

poeta y presidente de Colombia José Manuel Marroquín (1827-1908).

Esta tertulia literaria debe su nombre a Luis María Mora, contertulio de este

grupo, quien en un folleto titulado “De la decadencia y el simbolismo” denigra del

sistema de valores y las tendencias estéticas de los nuevos gustos literarios

provenientes del simbolismo francés. Luego de leerlo en público, los contertulios a

manera de burla del simbolismo deciden adoptar el nombre de Gruta Simbólica, para

mofarse de su estilo. Sin embargo, el profesor Álvaro Miranda (2006), indica que en

11 [s.a.], Antonio Quijano Torres, Alick Munro, Arturo Arboleda, C. Saavedra Zárate, Carlos A.

Torres, Darío Rozo M., Edmundo Cervantes, Edos, Eliseo Pinto, Enrique Gómez, F. S. Escobar,

Francisco A. Paillé, Francisco García Rico, Francisco Heredia M., Francisco Restrepo G., Graciliano

Acebedo, G. Saavedra Zárate, Gonzalo Carbonell, Guillermo Posada, J. M. Saavedra Galindo, J. R.

Chaves, Jorge Bayona Posada, José Joaquín Casas, Juan Antonio Maya, Juan de Parma, Juan de

Bohemia, Julio C. Arce, Liborio D. Cantillo, Lila de Joufrez, Luis Eduardo Calderón , Luis C. Güell,

Luis María Mora, Luis María Terán, Manuel S. Consuegra , Manuel Briceño, Manuel Castello, Marco

A. Villegas, M. O. V. , Oswaldo Scarpetta, P.A., Pablo Emilio Herrán , Plinino Gómez, R. D'Oribe,

Rafael Pombo, Rafael Guerrero y Samuel López.

Víctor M. Londoño, Alfredo Gómez Jaime, Arturo A.

Quijano, B.S.C., Eduardo Echeverría y Horacio Isaza.

8

Marcelino Echeverría, Rafael Escobar Roa, Adolfo León

Gómez, Agripina Montes del Valle, Alfredo Lleras A.,

Clímaco Soto Borda, Diego Uribe, Floralba y Gustavo

Gaitán O.

2 18 9.27

9 Cuarenta y siete autores11 1 47 24.22

Total: 194 100

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las reuniones se daban “intensas polémicas entre quienes tomaban partido por

defender los estilos clásicos, entre ellos los románticos, y aquellos otros que, con

nuevas formas y concepciones, introducían otras propuestas para la prosa y el verso”

(p.1).

No obstante, aunque este grupo de la élite intelectual de comienzos del siglo

XX no estaba muy distante de la opulencia mercantilista que se promovía en la alta

sociedad bogotana, algunos de los miembros del grupo en sus actividades

extraintelectuales rompían con las formas burguesas estipuladas para la vida pública,

circunstancia que generó opiniones desfavorables por parte de los otros sectores

letrados, como los seguidores del romanticismo. Sus extensas horas de reuniones,

tertulias y noches de bohemia, donde había lugar para chispazos, piropos, sonetos,

alcanzaron la denominación de "cenáculo peligroso", además de simpatizar con

lugares muy diversos de la ciudad como cantinas, restaurantes, tiendas y

piqueteaderos, considerados por algunos como sectores de poco prestigio social.

El hecho de fluctuar entre estos diversos escenarios de la capital suponía en los

contertulios una actividad de gran gozo que tenía como último fin evadir el toque de

queda de las autoridades, ya que muchos de ellos rebeldes al gobierno no portaban o

no tenían el salvoconducto que les permitiera transitar por las calles con

tranquilidad. Estas murmuraciones que se abrieron paso por toda la capital fueron

avivadas por quienes afirmaban que tales desmesuras lesionaban las buenas

costumbres de la sociedad (Serpa, 1989, pp.578-619).

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Sumado a las afirmaciones anteriores sobre este grupo, en el libro Maestros de

principios de siglo (1938) de Luis María Mora (1869-1936)12, contertulio e ideólogo

del grupo, lo definía como el cenáculo donde habitaba el espíritu de hombres de letras

como: Luis María Gómez, Juan C. Ramírez (el Toto), Maximiliano Grillo, Ricardo

Tirado Macías, entre otros. Una juventud donde prevaleció el interés por la

antigüedad clásica y la edad moderna. Una época que estuvo marcada por una

elevada actividad intelectual. Donde hubo enfrentamientos abiertos entre escuelas

literarias y filosóficas, al tiempo que se deliberaba en torno a los partidos políticos y

sobre sus bases ideológicas (p.3).

Partiendo de las condiciones anteriores, esta revista surge desde una

perspectiva de posguerra (Guerra de Los Mil Días), un programa ideológico planeado

por el microcosmos de un grupo literario e intelectual en aras de culturizar, en darle

aires de civilización a la sociedad en la que estaban; y a la vez, en afirmar o en

desavenir las rígidas normas del sector tradicionalista.

Por otra parte, y si bien es cierto que el nombre de este cenáculo partió de la

burla por las nuevas tendencias literarias, en la revista se observa que las

motivaciones estéticas que caracterizaron a esta tertulia no obstaculizaron la

12 Escritor y poeta nacido en el año 1869 en la ciudad de Bogotá y fallecido 1936 en Cundinamarca.

Doctor en Filosofía y Letras de la Universidad de California en los Ángeles EE.UU. a los 60 años de

edad. Su producción literaria fue amplia y contó con diferentes materiales publicados y desde diversas

modalidades discursivas, tales como: poesía, discursos, cuentos, lecciones gramaticales y crítica sobre

autores y obras. Durante los años 1900 a 1904 en Bogotá, en medio de las agitaciones políticas de

liberales y conservadores, la cual confluye en la devastadora Guerra de los Mil Días, los hombres de

letras se ven inmersos en abruptas circunstancias y, a la par, en enfrentamientos entre sí por los ideales

estéticos de la literatura. Es así como Luis María Mora, conocido para este momento como “Moratín”,

participó abiertamente en las discusiones que buscaban establecer el deslinde entre los costumbristas y

los modernistas. Al respecto, Mora defendían las tendencias estéticas y literarias de la tradición

castellana, la cultura griega y latina. El trabajo poético titulado Arpa de cinco cuerdas, publicado en

Italia, revela estas posturas, según afirman los reseñistas del autor.

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publicación de artículos de autores que pudieran inscribirse en el simbolismo,

parnasianismo y decadentismo. Por el contrario, posibilitó la discusión pública,

enfrentamiento entre autores, en torno a la censura y la defensa de lo clásico o de lo

moderno. De lo anterior podría interpretarse el por qué la revista solo llevó como

título la expresión La Gruta sin el apelativo de “simbólica”, puesto que estarían

evitando la burla directa sobre esta tendencia literaria y así posibilitando la

participación en la revista de diferentes autores y tendencias estéticas, es decir, si bien

esta publicación periódica surge en el marco del grupo literario La Gruta Simbólica,

donde prevaleció inicialmente el interés por criticar las nuevas formas literarias, la

revista, por el contrario, no tuvo una posición tan sesgada ante las transformaciones

del gusto literario y permitió la publicación de artículos que abordaran estas

discusiones. Esta idea puede afianzarse examinando el proyecto editorial que se

trazaron los directores.

El prospecto editorial, provincianismo de una Bogotá ateniense

El proyecto editorial de la revista es mencionado inicialmente en el número

dos en la entrada titulada “La Gruta” y firmado por “De El Relator”. En la página que

ocupa este apartado se aclara que en la revista solo se publicarán trabajos “inéditos y

originales” de los escritores del país, por lo tanto no se divulgarían traducciones ya

que se daría:

[…] luz a lo que ha estado a la sombra; sin envidia, sin exclusivismo, y sobre todo,

sin agresiva pedantería, es hacer buena y fecunda obra literaria, por donde se vea de

qué somos y de qué no somos capaces, a qué grado de cultura hemos llegado, qué

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peldaños nos falta subir y cuáles son las cimas que nos atraen con el agasajo

bienhechor de las luces serenas y humanitarias13.

Como se lee, se publicarían solo trabajos de autores colombianos en aras de

visibilizar sus propuestas literarias y en darle, lo que el autor del texto va señalando

como “[…] el tono propio y castizo de lo indígena […] (y la) gloria de nuestra raza

luchadora y ardiente”14. En consecuencia, las traducciones no le sumarían nada a este

proyecto, y si bien las reconocían como un acertado ejercicio para el conocimiento de

las obras de otras nacionalidades, igualmente al ser traducidas, afirmaban, no serían

fieles al “alma de los escritores extranjeros”, y perderían gran parte de su propuesta

estética.

Este prospecto editorial es reafirmado de nuevo en el número once y en el

último número de la revista. En el primero, aunque Rafael Espinosa Guzmán se ocupa

de homenajear el día onomástico del escritor Arturo A. Quijano, en las primeras

líneas indica que el objeto de este semanario es publicarles a los miembros de La

Gruta Simbólica sus escritos inéditos o ya conocidos. En el segundo, el último

número, Federico Rivas Frade y Rafael Espinosa Guzmán, aclaran que fundaron

“[…] La Gruta con el exclusivo objeto de reunir en ella las producciones de los

literatos colombianos y en especial de los de Bogotá, en donde ha de ser rica la

cosecha, para corresponder la fama de atenienses que nadie nos niega […].” Además,

13 De El Relator (1903). La Gruta. La Gruta N° II, julio, pp. 21-22. 14 Ibíd., p. 22.

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expresan que es “[…] campo para todos los escritores colombianos ó residentes en

Colombia […]”15.

Se observa que esta revista se pensó como una institución cultural que

pretendía promover la producción literaria y artística concebida en Colombia desde

las sensibilidades que otorgaba el pasado y, a la vez, popularizó a los letrados

bogotanos como herederos de una cultura digna de desarrollo y divulgación. Esta

publicación periódica se proyectó como un espacio público para promover las

prácticas literarias del país, las cuales, como los mismos autores/colaboradores lo

reconocían apenas iniciaban la tarea de consolidación. Tal es el caso que los

directores insistieron en permanecer firmes al prospecto editorial de publicar solo

obras y autores nacionales, al punto que si no se sostenía esta orientación sería mejor

el cierre de la revista. Asimismo, a partir de la lectura del prospecto editorial es

entendible que se dejara de lado las motivaciones que dieron lugar a la consolidación

del grupo La Gruta Simbólica para admitir la confluencia de manifestaciones diversas

en sus páginas en coherencia con el proyecto trazado, he ahí que titular la revista solo

con la expresión La Gruta, como se mencionó antes, sea indicio de ello.

Todo lo anterior también constata que los hombres que estaban al frente de la

intelectualidad colombiana se trazaron un programa ideológico que continuaba

enmarcado en la tradición decimonónica, pues permanecían empeñados en ofrecer sus

ingenios y su creatividad hacia la consolidación de una literatura nacional, en

búsqueda de las bases ontológicas para la naciente república; y aunque presumían

estar separados del régimen colonialista, poco se distanciaron de éste. Como lo afirma

15 Rivas, F. (1904). La Gruta. La Gruta N° XXIV-XXV, febrero, p. 324.

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Rubén Jaramillo Vélez (1998) en sí todos los países hispanoamericanos tuvieron que

hacerse contemporáneos sobrellevando la precariedad del desarrollo económico y la

falta de una sociedad burguesa con un pensamiento de altura que les permitiera

enfrentar las enormes tareas que tenían (p. 27).

Las erratas

Vale resaltar que la revista presentó una sola entrada en la que se hicieron

correcciones sobre el error del nombre de un colaborador y la alteración de una

palabra en uno de los artículos del número anterior16. La entrada donde se hace la

corrección aparece al final del número y no fue firmada por ningún autor, sin

embargo, podría pensarse que los directores de la revista fueron quienes hicieron las

respectivas aclaraciones, ya que uno de ellos fue el que escribió la entrada donde

ocurrió la equivocación. Esta ausencia de erratas a lo largo de la publicación permite

inferir que no hubo una reflexión, quizá muy profunda, del discurso tipográfico; que

tras la edición no había un grupo o una persona encargada de hacer los respectivos

correctivos de los números, puesto que a lo largo de las páginas se leen claramente

errores de edición, ortográficos, omisiones de palabras, nombres mal escritos de

autores extranjeros, entre otros casos particulares; y quizá, aventurándose un poco en

búsqueda de las razones de la ausencia de erratas en La Gruta, estas se deban a que

los directores y colaboradores presumieron que sus textos estaban completamente

depurados en correspondencia a la “fama de atenienses” que tenían. Sin embargo,

16 La Gruta. (1903). Correcciones. La Gruta N° IX, octubre, p. 134.

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hallar las razones verídicas por las que no se hicieron estas salvedades sigue

quedando en el terreno de la especulación al no haber en la revista otros aspectos

específicos que esclarezcan este asunto.

1.2 Costo y publicidad: vitrina del “sueño” de modernización

La publicidad que aparece en las páginas de la revista suma 78 entradas. Las

personas que anunciaron sus servicios no participaron como colaboradores, salvo

Federico Rivas Frade que promocionó su agencia de compra y venta de productos y,

al mismo tiempo, participó como director y colaborador en la publicación.

En los números del 2 al 5 se estableció el costo y la periodicidad de la revista:

definieron que saldría semanalmente, que el precio del número suelto sería a dos

pesos ($2), el número atrasado a cuatro pesos ($4) y la suscripción a 25 números a

cincuenta pesos ($50). A la vez, determinaron los precios para los anuncios

publicitarios: de forma ordinaria, la palabra a treinta pesos ($30) y centímetro lineal

de columna a cuatro pesos ($4). En el resto de las entradas no se anunciaron

variaciones en el precio, salvo en el último número que por ser doble, costaría cinco

pesos ($5). Otra forma de suscribirse a la revista consistió en realizar operaciones con

“La Agencia de Federico Rivas Frade” cuyo valor si excedía los cincuenta mil pesos

($50.000) daba el derecho “[…] a una suscripción anual a La Gruta, que se remitiría a

domicilio en la ciudad, y por correo fuera de ella”17.

17 Rivas, F. (1903). La Agencia de Federico Rivas Frade. La Gruta N° III, agosto, p.33.

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Ahora bien, el carácter de semanario de La Gruta, supone que para la época

estudiada había un público lector interesado en la actualidad, en estar al tanto de los

diferentes aspectos realizados en la vida capitalina, por lo que la literatura no era el

único interés de los lectores, sino todo lo que girara en torno al ambiente progresista

y, para tal efecto, las entradas denominadas “La semana”, que circularon en cada

número de La Gruta, cumplieron a cabalidad el propósito de reseñar las actividades

sociales y políticas del día a día capitalino. En el capítulo siguiente se expondrá al

detalle los asuntos de los que se ocuparon estas entradas.

Estos procedimientos de distribución de la revista, también develan la

estructuración de un público lector, pues, al quedar las personas suscritas a los 25

números de la publicación cuando efectuaban algún servicio con la “Agencia”, era

una clara forma de garantizar la circulación de la revista y de ganar a posibles lectores

del contenido de sus páginas, quienes en un inicio quizá no tenían el interés, pero

luego podrían ser potenciales lectores de estas. Llamemos a este tipo de público como

“lectores desprevenidos”.

Por otra parte, en esta publicación cada número se inició con la oferta de los

servicios de “La Agencia de Federico Revisas Frade”: trabajos de abogados, agentes

y comisionistas. Declararon que toda comisión que se encargara se publicaría

gratuitamente en La Gruta y en otros cinco periódicos más de Bogotá (En Imagen 2

están ilustrados estos servicios)18. En las páginas siguientes de las entradas

continuaron anunciándose otros servicios de ayuda profesional y la venta de diversos

18 Desde la publicación número 15 la agencia cambia de nombre por Banco #1, sin embargo, se siguen

ofreciendo los mismos servicios.

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productos. Los artículos que más se ofertaron para la venta fueron: vidrios, azufre,

nitro, cerveza, aceite, digestivo gastro-intestinal, venta de cuerdas, carruajes, remates

de mercancía y frutos de exportación, etc. (Ver Imagen 3). Finalmente, bajo el rótulo

“La Agencia de F. Rivas Frade Vende”19, ubicada en las últimas páginas de cada

número, se detalla una amplia lista de productos con sus precios: casas, lotes,

haciendas, mobiliarios de toda clase, instrumentos musicales (particularmente

pianos), bicicletas, relojes, baños de porcelana, etc.

Imagen 5. La “Agencia de Federico Rivas Frade. Vende”. Ofertan toda clase de productos,

La Gruta Nº 8

19 El nombre cambia por “Banco N.1 Vende”. Se ofrecen los mismos productos.

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De los servicios profesionales que se ofertaron figuraron casi siempre los

mismos, entre ellos se leen: Ingeniero Civil del Instituto Politécnico de Troy, Nueva

York (Alberto de la Torre); agentes, comisionistas (Guillermo Camargo) y abogados

(Liborio D. Cantillo). A la vez, servicios de tipografía, encuadernación (SÁENZ),

mercancía de las importadas al país (en el establecimiento Santa Elena).

Imagen 6. Los “servicios profesionales” anunciados en La Gruta Nº 6

Las características de los artículos y los servicios allí descritos demuestran que

estos estaban dirigidos a un público en particular, un sector social adinerado que se

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movía en medio de estas necesidades. Por lo tanto, es fácil sospechar que quienes

accedían a la compra de la revista no fueron los sectores populares, o para decirlo de

otra forma, la gran la mayoría de las personas que habitaban la capital, sino un sector

específico de la élite colombiana. Además puede deducirse que, por las

particularidades de los productos, este sector de la sociedad colombiana estaba

adquiriendo esta clase de artículos con el ánimo de inscribirse al proceso de

modernización material del país, es decir, la oferta y la demanda de estos productos

deja ver a una élite que buscaba hacerse a un progreso material, de bienes culturales

para el consumo que estuvieran acorde a su proyecto burgués; estos aspectos revelan

el “[…] sincretismo colombiano, esta modernización en contra de la modernidad, que

permitiría en los primeros decenios del siglo avanzar en el terreno infraestructural de

la industrialización, de las vías de comunicación […]” más no propiciar la apertura

cultural e intelectual (Jaramillo, 1998, p. 52).

Para tal efecto necesitaba también impulsar la alfabetización y mejorar las

opciones educativas de los habitantes de la capital, de ahí que aparezca en casi todos

los números de la revista el aviso de un texto llamado “Cartilla Objetiva” escrita por

César B. Baquero, cuyo propósito era enseñar a leer en poco tiempo y bien a niños y a

“viejos”, por lo que llevaba más de trecientos mil (300.000) ejemplares vendidos20.

Esta repetida publicación y el mensaje que promovía indican que en la revista

20 En el texto Exposición Nacional de 1899. Catálogo de las diferentes secciones. Informes de los

jurados de calificación y fallo de la junta organizadora. Bogotá: Imprenta de Luis M. Holguín, 1899.

Anuncian que la “Cartilla objetiva para enseñar a leer y escribir, (es un) texto premiado por el Ateneo

de Lima, con Diploma de honor y medalla de plata de 1ra. clase en el certamen de textos y exposición

escolar convocados para el 2 de Agosto de 1899, sexta edición ilustrada con sesenta grabados, que

corresponden á sesenta lecciones, con las cuales se puede enseñar á leer perfectamente en sesenta días,

trabajando una hora diaria. Libro 1º con privilegio de Colombia, Méjico y Costarrica, 1892, Bogotá,

Imprenta de La Luz” (p. 9).

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estudiada había un marcado interés por ganar y crear lectores, en la consolidación de

un público lector que leyera para acceder a cierto prestigio, bien fuera cultural,

político o económico. Este aviso es una apuesta a la alfabetización de la sociedad

bogotana, jóvenes y adultos, ya que estas élites como productores culturales

reconocían que con la lectura podrían afincar ideologías, promover la cultura y

avanzar hacia la modernización. Perspectivas que se venía gestando apunta Rubén

Jaramillo (1998), desde los proyectos educacionistas liberales que adoptaron modelos

como el utilitarismo de países avanzados donde prevalecían los ideales de la clase

media en oposición a las ideologías conservadoras que se afincaron nuevamente a

partir de la firma del Concordato de 1887 y con personalidades como Miguel Antonio

Caro que le dieron continuidad a estas ideas.

También cabe anotar que desde el número 18 y 19 se publicitaron los libros:

Cuentos bogotanos, la más lujosa edición hecha en Bogotá con ilustraciones de

Jaramillo y fotograbados de Manrique, según se detalló en el mismo anuncio, cuyo

ejemplar costaba treinta pesos ($30) y se conseguía en cinco librerías (Colombiana,

Americana, de Eugenio Pardo, de Julio Grillo y en la Agencia de La Gruta). Apareció

también promocionado el libro Emociones de la guerra, de Maximiliano Grillo,

volumen de 304 páginas a cincuenta pesos ($50), el cual se conseguía en la Librería

de Julio Grillo y en la Librería Colombiana. Destáquese que ambos anuncios fueron

ofrecidos al lado de la venta del “Aceite de comer” que se conseguía donde Restrepo

Hermanos y de la “Cerveza Rosa Blanca”, uno de los avisos más publicitados durante

toda la circulación de la revista con un precio, para este momento, de cuarenta y dos

pesos ($42) la docena.

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Vale resaltar que los inicios de producción de cerveza en Colombia pueden

rastrearse desde la segunda década del siglo XIX, cuando en Bogotá fundan la

Cervecería Meyer en 1826. Durante las décadas siguientes y cerrando el siglo, la

fabricación de la cerveza se extendió por todo el país transformando sus procesos de

modernización y desarrollo industrial. Este crecimiento empresarial estuvo ligado a la

inversión y asociación de los inmigrantes europeos que se dio a finales del siglo XIX

en Colombia. Dos casos particulares de esta élite fabril son los de Leo Kopp y Emilio

Murillo Chapull. El primero fundador de Bavaria en 1889 y de la fábrica Vidrios

Fenicia (1896), que fue publicitada en la revista La Gruta. Esta empresa buscaba

sustituir la compra de botellas importadas. Vidrios Fenicia fue vendida en 1947, para

dar inicio a Cristalería Peldar. El segundo, Emilio Murillo Chapull, fue heredero de la

Cerveza Rosa Blanca fundada en 1880 por el General Emilio Murillo (Padre),

publicitada también en las páginas de la revista. Subráyese que el precio de esta

cerveza aumentó en el transcurso de las ediciones de los números: costaba al inicio

treinta pesos ($30) la docena y al cierre de la revista sesenta pesos ($60).

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Imagen 7. Oferta de producciones literarias y venta de cerveza en La Gruta Nº 24 y 25

De lo anterior puede concluirse que los escritores de inicios del siglo XX,

también encontraron en los medios periódicos, para este caso en La Gruta, un canal

para ofertar sus producciones y garantizar la recepción de sus obras, tanto por el

dividendo que pudieran recibir de las ventas como por afincar la profesionalización

del escritor; todo esto combinado de manera indistinta con las otras actividades

mercantiles que promovían los directores de la revista, pues estas producciones

literarias quedaban ofertadas al lado de cervezas o aceites, como se señaló antes.

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Por otra parte, si se compara, por ejemplo, lo que costaba el libro Emociones

de la guerra, de Maximiliano Grillo (costaba cincuenta pesos) de 304 páginas, se

identifica que la revista, la materialización de la misma, tenía la misma proyección

monetaria que la edición de un libro, puesto que, al igual que el texto mencionado,

también sumó 330 páginas (25 números) y costó los mismos cincuenta pesos. En

consecuencia, la revista se pensó como un producto cultural y económico de igual

importancia e impacto que el que tenía la impresión de un libro.

A la vez, el costo de la revista, cotejándolo con los precios de los demás

productos que aparecen en las páginas de publicidad, permite inferir que el precio era

asequible en contraste con los otros productos ofertados, donde un “Cuadro al óleo”

costaba seiscientos pesos (600), un “Escritorio” valía seis mil pesos (6,000), un

“Servicio para té” costaba quince mil pesos (15,000) o una “Bicicleta Columbia” se

compraba por tres mil quinientos pesos (3,500). Además, por los procedimientos de

distribución de la revista ya mencionados, donde se quedaba suscrito a todos los

números de la publicación por llevar a cabo alguna actividad mercantil con la

“Agencia” que excedieran los cincuenta mil pesos, determinó que, en parte, la

recepción de la revista se diera dentro de un sector de la élite letrada bogotana y fuera

una alternativa, entre otras, para ampliar la sociabilidad literaria del país.

1.3 Impacto y trascendencia: una revista de miscelánea

Si bien no es posible determinar con exactitud el impacto que tuvo la revista

durante los meses de su publicación, es viable afirmar dadas las consideraciones

anteriores que esta publicación periódica pretendía instruir a un sector de la élite

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capitalina desde el frente cultural, social, intelectual y material. Puede leerse que los

letrados no solo estaban movidos a impulsar, a través de la revista, la literatura entre

la élite, sino que veían a través de ella la posibilidad de participación política y social

en aras de formar una opinión pública generalizada. Este caso puede ejemplificarse

con las entradas que se ocuparon del conflicto entre Colombia, Panamá y Estados

Unidos de América21. De igual forma, los directores de la revista se identificaron

como productores culturales que debían promover y destacar la cultura bogotana,

como se confirma en “Las Semanas” que escribió el médico Rafael Espinosa

Guzmán. Artículos que mostraron al detalle todas las actividades sociales y culturales

celebradas22.

En el prospecto editorial trazado igualmente hay una búsqueda de trascender la

producción literaria de los escritores colombianos, por lo menos desde las páginas de

la revista, pues al haber una sola muestra que verse en una traducción y que el resto

sean producciones casi todas de autores colombianos reflejan el interés que había por

la divulgación de la literatura nacional23. En este sentido, más que en determinar si La

21 En las siguientes entradas se puede revisar cómo los colaboradores participaron en las discusiones en

torno a la pérdida de Panamá. Para el caso de la crítica: “La Gruta Simbólica”, XV, p. 195. “De

literatura”, XIX, pp. 248-250. “Emociones de la guerra”, XXII, pp. 281-284. En los poemas se leen:

“Los traidores”, XVI, p.207. “Oh Colombia”, XVI, p. 207. “Cantar”, XXIV-XXV, pp. 321-324. En la

narrativa no aparece el tema de Panamá, pero sí se encuentran alusiones a la guerra: “¿Por qué

lloraba?, III, pp. 37-38. “La gran batalla”, III, pp. 39-41. “Recuerdos de campaña. “En San Jerónimo

de Ayapel”, IV, 51-59, entre otros. 22 Para enterarse de las actividades de la época véanse las entradas de crítica tituladas “La semana”, de

los números II, V, VI, VIII, IX, X, XII, XIII y XVIII. 23 En revistas posteriores se pueden ver los mismos debates que ocuparon a los críticos y escritores de

La Gruta, por ejemplo en el estudio de la profesora Paula Andrea Marín (2014) se señala que en la

publicación Letras Nacionales (1965-1975), dirigida inicialmente por Manuel Zapata Olivella, hubo

divulgación y defensa de la literatura nacional en aras de consolidar la conciencia y el orgullo

patriótico en oposición al cosmopolitismo, advierte la autora, salvo por una marcada diferencia: los

intelectuales de esta época asumen la responsabilidad de romper con la “falsa relación armónica” de la

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Gruta logró repercutir en la sociedad bogotana de inicios del siglo XX puede

afirmarse que los hombres letrados de aquella época tenían las pretensiones de

hacerlo, aunque el impulso perviviera 25 números.

Como complemento al análisis del impacto de la revista enfatícese que en la

posteridad dentro del corpus existente de los estudios descriptivos que se han

ocupado de la historia y el análisis de la prensa colombiana, tampoco existe un

trabajo dedicado a esta publicación24. Únicamente en el artículo Tres revistas

colombianas de fin de siglo (1991), el crítico colombiano Rafael Gutiérrez Girardot

(1928-2005) destaca que aunque la Revista Gris (1892-1895) dirigida por un grupo de

jóvenes bogotanos, la Revista Contemporánea (1904-1905) bajo la dirección de

Baldomero Sanín Cano (1861-1957) y La Gruta (1903-1904) por los directores

Federico Rivas Frade y Rafael Espinosa Guzmán sirvieron de testimonio de las

“inquietudes y curiosidades” de brotes de profesionales preocupados por el devenir

literario y cultural de la época, en vez de acelerar los procesos literarios como tenían

pensado fueron causantes de sus muchas “ambigüedades y retrasos” dado su interés

por sostener la cultura literaria del país dentro de un círculo hermético de autores y

obras, donde escribían para ellos mismos (p. 16).

literatura y la política, entienden que su función está dirigida a la orientación de la opinión, intereses

aún que aún no se encontraban en los hombres letrados que colaboraron en La Gruta. 24 Como puede constatarse en Historia del periodismo colombiano (Bogotá: Ediciones Sua, 1968) de

Antonio Cacua Prada, Cien años de prensa en Colombia 1840-1940: catálogo indizado de la prensa

existente en la Sala de Periódicos de la Biblioteca Central de la Universidad de Antioquia (Medellín:

Editorial Universidad de Antioquia, 2002) por María Teresa Uribe de Hincapié y Jesús María Álvarez

Gaviria y, en uno de los trabajos más recientes, A plomo herido: una crónica del periodismo en

Colombia 1880-1980 (Bogotá: Planeta, 2006) de Maryluz Vallejo Mejía.

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En este sentido, los directores de la revista se habían trazado para inicios del

siglo XX una tarea que iba en contravía, en cierta forma, de las nuevas apuestas

editoriales que asumieron algunas publicaciones seriadas del aquel tiempo, como la

Revista Contemporánea, por mencionar un caso, que aspiraba trascender los límites

de un provincianismo aristocrático hacia la universalidad de las ideas.

1.4 Cierre de la revista: carencia de colaboradores y materia nativa

Con el número doble, 24 y 25, La Gruta cierra el 27 de febrero de 1904 la

primera serie de la publicación. Los directores a cargo, en la entrada titulada “La

Gruta” explicaron a los lectores que si bien estaban satisfechos de los esfuerzos, no de

los resultados. Los directores solicitaron directamente a los escritores adscritos a La

Gruta Simbólica que su colaboraciones aumentaran para la próxima serie de la

revista, puesto que de ellos era de quienes más contribución habían esperado, sin

embargo, no había ocurrido así.

Determinaron que la revista seguiría a la luz siempre y cuando lograran reunir

el material para sus números, bien fuera de ellos mismos o los consiguieran con otros

escritores. Aclararon que la única limitación consistía en que las producciones debían

ser de los literatos colombianos, pues este seguía siendo el exclusivo propósito de la

revista. A continuación, los directores adjuntaron una lista con los números de las

próximas publicaciones y con los nombres de quienes estarían a cargo de conseguir

los artículos25. Pero este llamado y señalamiento que hicieron los directores no tuvo

25 Los directores advierten que los siguientes números quedan al cuidado especial de algunos de los

escritores de la ciudad y esperan que les avisen si aceptarán ocuparse de dichos número para ellos

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ninguna repercusión en la continuidad de la revista, pues la serie II que dejaban a

cargo de personalidades como Clímaco Soto Borda, Maximiliano Grillo, Baldomero

Sanín Cano, Luis María Mora, Javier Acosta, Edmundo Cervantes, Julio Flórez,

Carlos Arturo Torres, entre otros, no se llevó a cabo. Asunto que permite inferir que

estos autores no se afiliaron al proyecto editorial trazado por los directores de La

Gruta de exponer solo la existencia de la literatura nacional, sino que sus

preocupaciones como agentes culturales estribaban en otros asuntos, piénsese que

Baldomero Sanín Cano para el año 1904 fundaría la Revista Contemporánea y Carlos

Arturo Torres desde 1903 ya contaba con el suplemento El Nuevo Tiempo Literario,

ambas publicaciones con filiaciones hacia el cosmopolitismo, la divulgación de ideas

y de asuntos literarios modernistas.

Llama la atención, también, que en esta entrada los directores expliquen que la

reticencia y dificultad para sacar los números de la revisa sea porque no publiquen

trabajos de los reconocidos escritores extranjeros. Al mismo tiempo, que los

colaboradores los “hayan dejado solos” porque en las páginas de La Gruta se les

abrió espacio a los escritores nuevos:

Bien, es verdad, que les hemos abierto puesto en nuestro campo literario á escritores

nuevos que posible es lleguen á brillar en él con luz propia é irresistible; pero así y

todo no podemos menos de lamentar que nos hayan dejado solos, ó poco menos, los

que creíamos por la fuerza de la cosas, nuestros obligados compañeros en el estadío

de la prensa26.

comunicárselo a los lectores. La lista es así: Clímaco Soto Borda, el número 26; Max Grillo, el 27;

Gustavo Gaitán, el 28; Baldomero Sanín Cano, el 29; Víctor M. Londoño, el 30; Alfredo Gómez

Jaime, el 31; Diego Uribe, el 32; Jorge Pombo, el 33; Carlos Tirado M., el 34; Rafael Duque Uribe, el

35; Alberto Sánchez, el 36; los hermanos Martínez Rivas, el 37; Luis M. Mora, el 38; Roberto Mac

Douall, el 39; La Sociedad Julio Arboleda, el 40; Pedro Carlos Manrique, el 41; Javier Acosta, el 42;

Ricardo Tirado M., el 43; Edmundo Cervantes, el 44, Arturo Jaramillo, el 45; La Escala de Chapinero,

el 46; Adolfo León Gómez, el 47; Julio Flórez, el 48; Carlos A. Torres, el 49, y Diego Mendoza, el 50. 26 Rivas, F. y Espinosa, R. (1904). La Gruta. La Gruta N° XXIV-XXV, febrero, p.324.

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Este esfuerzo por definir y dar espacio a la producción nacional sin tener en

cuenta la tendencia literaria que se adscribiesen los escritores resultó ser, como lo

anunciaron los mismos directores, una razón suficiente para que los colaboradores no

contribuyeran con escritos y “esfuerzos” que permitiera la continuación de la

publicación de la revista.

No obstante, volviendo la mirada a la posteridad, el crítico colombiano Rafael

Gutiérrez Girardot difiere, en gran medida, de que estas fueran las razones del cierre

de la publicación. El autor aunque resalta los aportes que los escritores Javier Acosta

y Baldomero Sanín Cano hicieron en la revista, afirma que no fueron suficientes para

evitar el declive de este semanario literario y, en consecuencia, su desaparición

definitiva, asevera que su suspensión se debió a la combinación negocio y “amigueo”

entre los editores y sus colaboradores, además, las constantes dedicatorias entre los

miembros de La Gruta Simbólica hicieron de esta institución cultural una reunión de

un selecto grupo aristocrático de jóvenes capitalinos, más no una organización social

donde prevaleciera la academia, la crítica y donde se emprendieran proyectos

editoriales sólidos27. De manera que la orientación de este grupo élite, de la llamada

“Atenas sudamericana” fue lo que contribuyó a que la revista desapareciera tan

pronto:

27 La revista contiene cuarenta y nueve (49) dedicatorias: once de estas fueron dirigidas a autores que

también participaron como colaboradores de La Gruta y siete de estos autores hicieron parte del grupo

literario La Gruta Simbólica. Otras diecisiete dedicatorias estaban dirigidas a personas que no hicieron

parte ni de la tertulia ni de la revista. Por lo tanto, lo que afirma Rafael Gutiérrez Girardot no puede

argumentarse desde las dedicatorias como tal que se leen en la revista, sin embargo, es válido afirmar

que sí hubo recurrentes alusiones a autores miembros de la tertulia a lo largo de las entradas y en todos

los géneros literarios de La Gruta.

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La carencia de público lector y de materia nativa, de colaboradores, se debió, en

última instancia, a esta reducción de la cultura a símbolo de un estatus social, a

instrumento, ornamental pero efectivo, de dominación. Esta reducción o, si se quiere,

"guetoización" de la cultura, la priva de su carácter universal y verdaderamente

humanístico, es decir: la sofoca, y la convierte en un juego de una sociedad que se

cree aristocrática porque es "culta" y que al cabo delata que, justamente por eso, no es

ni lo uno ni lo otro, y menos aún aurea mediocritas (1991, p.16).

Sin embargo, bien disímiles son estas razones de las que dieron los propios

directores para justificar el declive de la publicación. Así que revisemos que dicen las

páginas de la revista sobre la manera cómo se pensó la sociedad “ateniense” bogotana

de inicios del siglo XX en las entradas que se ocuparon directamente del asunto

literario y qué aspectos pueden comprenderse acerca de sus prácticas literarias y la

función que tuvo La Gruta como institución cultural impulsadora del proceso de

transformación social del país.

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Capítulo II: El asunto literario en La Gruta, tradicionalismo y autopromoción

Desde el panorama del montaje organizativo de la revista que ha quedado

expuesto en las líneas anteriores, el asunto literario que se lee en esta publicación

seriada queda envuelto en numerosas variantes que caracterizaron los procesos de la

producción literaria en la historia de la literatura de Colombia, y en sí, de América

Latina28. En consecuencia, las muestras literarias que hay en La Gruta han de

comprenderse desde las particularidades socio-históricas en que emergieron, con el

ánimo de aclarar las diferencias que los hombres letrados tuvieron sobre las

concepciones de lo literario. Para tal efecto, este capítulo se ocupará de la descripción

y análisis de las entradas que se enmarcaron dentro de las formas composicionales de

“Poesía”, “Narrativa”, “Crítica” y “Traducción”, con el propósito de establecer cómo

los letrados de inicios del siglo XX percibieron la modernización social del país,

concretamente de Bogotá, y cómo la asimilaron en su creación literaria.

2.1 La “Poesía”: sensibilidad tradicionalista

De sus 396 páginas la revista La Gruta publicó 92 entradas de Poesía que

suman 130 páginas, siendo este el género con más muestras29. Es necesario indicar

que por “Poesía” ha quedado reunida toda forma poética sin discriminar el tipo de

28 El crítico Rafael Gutiérrez Girardot establece que el Modernismo hispanoamericano es necesario

entenderlo desde el impacto del expansionismo del capitalismo, las dinámicas de la sociedad burguesa

y la secularización de los imaginarios sociales. 29 La suma del total de páginas de las entradas de cada género no corresponde al total de páginas que

dio la revista, puesto que hay entradas que ocupan una misma página. Sin embargo, la suma se hizo de

esta forma para determinar la cantidad que ocupó cada muestra en la publicación y así acercarse a la

comprensión del tratamiento que estaba dándose a estas formas composicionales.

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verso o rima en que estén construidos los poemas. Estas muestras fueron escritas por

50 autores nacidos en Bogotá o provenientes de otras regiones del país, ocuparon

cargos administrativos públicos e hicieron parte de la élite que orientaba la cultura

colombiana. A saber, 31 publicaron un solo poema, 7 publicaron dos, 7 figuran con

tres, 2 publicaron cuatro y 3 publicaron seis muestras. Los autores con más entradas

de poesía fueron: Carlos Villafañe, Federico Rivas Frade y Francisco Valencia con

seis publicaciones; Ismael López y Julio de Francisco participaron con cuatro y

Alejandro Vega, Eduardo Echeverría, Horacio Isaza, Javier Acosta, Julio Flórez,

Roberto Vargas Tamayo y Víctor M. Londoño con tres publicaciones cada uno:

Colaboradores # Entradas Total de

entradas %

1 Carlos Villafañe, Federico Rivas Frade y Francisco

Valencia 6 18 19.56

2 Ismael López y Julio de Francisco 4 8 8.69

3

Alejandro Vega, Eduardo Echeverría, Horacio Isaza,

Javier Acosta, Julio Flórez, Roberto Vargas Tamayo y

Víctor M. Londoño

3 21 22.82

4

Adolfo León Gómez, Alberto Sánchez, Alfredo Gómez

Jaime, Alfredo Lleras A., Diego Uribe, Gustavo Gaitán

O. y Joaquín M. Güell.

2 14 15.21

5 Treinta y un autores30 1 31 33.69

Total: 92 100

Tabla 4. Entradas y porcentaje de la cantidad de muestras de “Poesía” por colaborador

Este dato evidencia que la participación de los colaboradores de la revista no

fue frecuente, y si bien algunos publicaron en otros géneros en general fluctuaron de

30 Antonio Quijano Torres , Agripina Montes del Valle, Arturo A. Quijano, C. Saavedra Zárate, Carlos

Castello , Clímaco Soto Borda, Carlos A. Torres, Enrique Gómez, F. S. Escobar , Francisco A. Paillé,

Francisco García Rico, Francisco Restrepo G., Graciliano Acebedo, G. Saavedra Zárate, Gonzalo

Carbonell, Guillermo Posada, J. M. Saavedra Galindo , J. R. Chaves , Jorge Bayona Posada, José

Joaquín Casas, Juan Antonio Maya, Juan de Bohemia , Julio C. Arce, Luis Eduardo Calderón , Luis

María Mora, Manuel S. Consuegra , Pablo Emilio Herrán , Plinino Gómez, Rafael Escobar Roa, Rafael

Pombo, Samuel López.

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un número a otro o no volvieron a escribir para la revista. Igualmente llama la

atención que los autores que más publicaron pertenecieron a la tertulia literaria La

Gruta Simbólica y que su participación en la revista con otros géneros sea muy

escasa. Aspectos que permiten concluir que para estos escritores, o al menos para el

caso de La Gruta, primaba el interés por la producción poética más que por la

narrativa o por los artículos de opinión.

Por otra parte, en estas 92 entradas los autores abordaron reiteradas

inquietudes, las cuales discurrieron entre las pesadumbres e infortunios que vive un

hombre por la mujer amada, bien sea por el amor que lo invade o porque no es

correspondido. Estos poetas románticos representaron a las mujeres como seres

divinos que poseían una belleza inmaculada similar a la de las flores, además,

relacionaron continuamente sus emociones con el estado de la naturaleza; recursos

estéticos muy empleados a lo largo de los poemas31. En estas muestras se identifica la

pervivencia de las manifestaciones tradicionales del quehacer literario; los escritores

del momento produjeron poemas que reafirmaban las instancias hispanistas que

obstaculizaban el desarrollo de la modernización literaria del país: contribuyeron a la

perdurabilidad del discurso dominante de los entes censores que estaban

salvaguardando la cultura conservadora.

Si bien estas temáticas van alternándose con poemas que transitaron por

inquietudes existenciales como la muerte, la brevedad de las cosas y en sí acerca de la

31 A propósito revísense las entradas: Villafañe, C. (1903). Ingenuidades tristes. La Gruta N° I, julio, p.

11. Pombo, R. (1903). Dolores Argáez y Ferro. La Gruta N° II, julio, pp. 22-23. Lleras, A. (1903).

Ayer y hoy. La Gruta N° V, agosto, p. 78. Echeverría, E. (1903). Rayo de luna. La Gruta N° V,

agosto, p. 78. Carbonell, G. (1903). Sonata. La Gruta N° VIII, septiembre, p. 113. Acosta, J. (1903).

Sonetos Cordiales. La Gruta N° VIII, septiembre, p. 113.

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complejidad de la existencia, hubo un marcado interés por apelar a aspectos religiosos

donde se acude directamente a Dios o a Jesús, en búsqueda de respuestas y

esperanzas. Al parecer, el escritor colombiano no lograba trasgredir los sistemas de

valores e ideológicos de su formación moral al momento de dedicarse a la escritura

poética:

Yo pecador

Tibi soli peccavi

David, Salmo I.

¡Señor! Padre sereno de los tristes, divino

numen que triunfa en pueblos, en razas y en edades,

a ti vuelvo mis ojos de incauto peregrino

que conoció un sendero de muchas liviandades.

Engolfé mis sentidos en voluptuosidades

ignotas y he abrevado en su jugo dañino …

Desata tu perdón en mis locas maldades

y con tu mano experta revélame el camino.

Ya volqué como una ánfora de venturas arcanas

mi vida; besos malos y caricias profanas

han dejado en el fondo de mi espíritu, su

tristeza; hoy vuelvo el casco de mi bajel incierto

á tí, porque me indiques el sosegado puerto

en donde como un faro de amor vigilas Tú32.

Aunado a lo anterior, también el poeta colombiano vio en el verso la

posibilidad de enaltecer la memoria de hombres fallecidos bien por la vejez, la

enfermedad o por defender a la patria. Elogiaban a hombres letrados del país

resaltando sus cualidades como ciudadanos ejemplares, sus principios morales y su

labor literaria. Para ejemplificar este caso, en uno de los poemas se subrayó las

32 Villafañe, C. (1903). Yo pecador. La Gruta N° IX, octubre, p. 123. Estas cavilaciones también

pueden leerse en: Sánchez, A. (1903). Modvlation-Oremvs. La Gruta N° XIII, octubre, p. 171.

Consuegra, M. (1903). Manos en las tinieblas. La Gruta N° XIV, noviembre, p. 194.

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notables cualidades del escritor Rafael Espinosa Guzmán, resaltando su mecenazgo

tolerante, diversión, talento, alegría, entre otros aspectos33. De igual manera, los

poemas aludieron a los horrores de la guerra, al valor moral del soldado e incitaron a

la lucha política34. Como sucede desde el número 15 de la revista, donde Federico

Rivas Frade junto con Alfredo Gómez Jaime, Rafael Escobar Roa y J. R. Chaves,

frente a los acontecimientos que se estaban dando para la época con Panamá y

Estados Unidos de América reclamaron desde la voz poética que el pueblo y los

poetas tomaran las armas en defensa de la Patria y su libertad, léase lo que J. R.

Chaves incitaba:

Hoy la patria afligida necesita,

No quien cante sus íntimos pesares.

En vez de bardos necesita héroes;

Y en vez de estrofas necesita sables.

Soltad la lira y empuñad la espada;

No se lava la afrenta de la madre

Con la dulzura del pulido verso,

Sino de los tiranos con la sangre. […]35.

Atendiendo a las anteriores palabras es claro que el asunto literario era visto

por los poetas como un mecanismo para expresar no solo cuestiones emocionales o

sus visiones de mundo y de la existencia, sino que era además la posibilidad de

33 Francisco de, J. (1903). A Rafael Espinosa Guzmán. La Gruta N° III, agosto, p. 41. 34 Se selecciona esta muestra de poemas, donde subyace esta idea: Francisco de, J. (1903). Almas

gemelas. Carlos Argáez, Jesús María Osorio, Carlos Ordoñez Santamaría. La Gruta N° III, agosto,

p.41. Gómez, E. (1903). Ecos filiales. La Gruta N° IV, agosto, pp.61-62. Maya, J. (1903). Apoteosis.

La Gruta N° VIII, septiembre, pp. 111-112. Rivas, F. (1903). El Boga. La Gruta N° XV, noviembre,

p.198. Rivas, F. (1903). Los traidores. La Gruta N° XVI, noviembre, p.207. Gómez, A. (1903). Oh

Colombia. La Gruta N° XVI, noviembre, p. 207. Escobar, R. (1903). Patria. La Gruta N° XIX,

diciembre, pp. 250-251. Paillé, F. (1904). Némesis. La Gruta N° XXIII, febrero, p. 292. Flórez, J.

(1904). Ante el cadáver de Alejandro Vega. La Gruta N° XXIV-XXV, febrero, p. 303. 35 Chaves, J. (1903). Realidades. La Gruta N° XIX, diciembre, p. 243.

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movilizar ideas para lograr fines sociales y políticos muy puntuales como acaba de

leerse.

Para finalizar es de destacar, con especial interés dada la escasa participación

de mujeres en la historia literaria colombiana, que en la revista figure un poema

escrito por una mujer: Agripina Montes del Valle (1844-1915)36. Bajo el título

“Resurrección” y con dedicatoria al señor Ezequiel Gómez, la autora se refiere a la

"musa" que acompaña al poeta, a quien le pide que aún después de la dureza de la

vida y del sufrimiento siempre se mantenga viva para que al final de la existencia

sobre sus pálidos despojos "teja un verde ramo de las patrias selvas"37. Si bien la

presencia de esta mujer de la élite letrada en el desarrollo del proyecto ideológico de

la revista señala ciertos inicios progresistas del sistema literario colombiano, también

reafirma el empeño en la defensa de la composición estética tradicionalista, dadas las

ideas en temas y formas del quehacer literario que pueden identificarse de la

publicación de la autora.

2.2 La “Crítica”: la autopromoción de una élite intelectual

Después del texto poético el género más publicado en La Gruta es la Crítica:

en total 51 entradas que suman 172 páginas firmadas por 18 autores, la mayoría

colombianos; algunos de ellos también publicaron en la revista poemas y

36 En los escasos datos encontrados sobre la autora, señalan que nació en Salamina (Caldas) en 1844 y

falleció en Anolaima (Cundinamarca) en 1915. Montes fue reconocida por ser una escritora y

catedrática universitaria que usaba el seudónimo: Azucena del Valle. Su obra A la América del Sur fue

premiada en el concurso internacional de poesía de Santiago de Chile del año 1872. Los reseñistas de

la autora señalan que el escritor colombiano, Rafael Pombo, en su producción Todo en ella describe la

calidad de sus obras. Un concurso a nivel nacional en Colombia sobre poesía lleva su nombre. 37 Montes, A. (1903). Resurrección. La Gruta N° XXI, diciembre, p. 278.

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narraciones38. De los autores que publicaron sobresale la producción de Rafael

Espinosa Guzmán (director de la revista) que suma 24 entradas de 51. Le sigue el

autor Javier Acosta con cuatro publicaciones; Baldomero Sanín Cano, Maximiliano

Grillo y Mario Escobar con tres entradas cada uno; Alejandro Vega con dos y doce

autores más participaron con una sola muestra. Entre estas entradas denominadas

“crítica”, entendidas como todo documento que verse sobre lo literario o en aspectos

generales, figuraron discusiones, reseñas, perfiles biográficos, notas bibliográficas,

autores, obras, premios, etc.

Tabla 5. Entradas y porcentaje de la cantidad de muestras de “Crítica” por colaborador

De las 24 publicaciones de Rafael Espinosa Guzmán es necesario concentrarse

en las 14 entradas tituladas “La Semana” que aparecen en casi todos los números de

la revista, puesto que a través de estas páginas puede reconstruirse el panorama socio-

38 Se plantea que la mayoría fueron colombianos porque no fue posible hallar la información biográfica

de todos los autores en las diferentes bases de datos consultadas y disponibles en bibliotecas y páginas

Web. 39 Las entradas de “crítica” suman en total 55 muestras como ya se señaló, pero para este caso figuran

51 porque estas fueron firmadas por un autor, las otras cuatro fueron firmadas por “La Gruta” y “De El

Relator”. 40 Agripina Montes del Valle, Arturo A. Quijano, Clímaco Soto Borda, Edos, Federico Rivas Frade,

Francisco Heredia M., Juan de Parma, Liborio D. Cantillo, Marco A. Villegas , M. O. V., Oswaldo

Scarpetta, Rafael Escobar Roa.

Colaboradores # Entradas Total

entradas39 %

1 Rafael Espinosa Guzmán 24 24 47.05

2 Javier Acosta 4 4 7.84

3 Baldomero Sanín Cano, Maximiliano

Grillo y Mario Escobar 3 9 17.64

4 Alejandro Vega 2 2 3.92

5 Doce autores40 1 12 23.52

Total: 51 100

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cultural del país a inicios del siglo XX. El autor por algunos momentos llama a estas

páginas como “crónicas”, en las cuales se ocupa de mencionar y describir las

cotidianidades de la sociedad y la vida literaria de Bogotá con el ánimo de, como él

mismo lo señala, recomponer aquellos tiempos que la guerra malogró, dejando a la

cultura y la literatura con numerosos vacíos.

De los acontecimientos que el autor menciona se encuentran: la muerte del

Pontífice León XIII concebida por Espinosa Guzmán como una enorme pérdida que

habían sufrido los pueblos civilizados, en especial Colombia, del ejemplo de las

buenas acciones orientadoras de la vida social. A la vez hizo hincapié en la Fiesta del

Carmen, en la inauguración del Instituto de ciegos y sordo-mudos a la memoria de los

fundadores de la Patria, la inauguración del Instituto de Colombia, en las corridas

hípicas y el despliegue y acogida de esta nueva costumbre en la sociedad capitalina.

Continuó comentando aspectos sobre el teatro y la música: resaltando la

programación del Teatro Colón y lo importante de mantener viva la cultura teatral en

Bogotá; reseñó las actividades que se hicieron en el Polo Club, en el Club Médico y

las fiestas del Jockey Club. Asimismo comentó sobre la situación que enfrentaban las

imprentas y como desfavoreció a las publicaciones periódicas; criticó el abandono y

pérdida de las buenas maneras, y así, sucesivamente, continuó discurriendo por

diferentes aspectos sociales y culturales que se daban en la capital41.

41 Espinosa, R. (1903). La Semana. La Gruta N° II, julio, pp. 19-21. Espinosa, R. (1903). La Semana.

La Gruta N° V, agosto, pp. 76-78. Espinosa, R. (1903). La Semana. La Gruta N° IV, agosto, p. 51.

Espinosa, R. (1903). La Semana. La Gruta N° VI, agosto, pp. 90-92. Espinosa, R. (1903). La Semana.

La Gruta N° VIII, septiembre, pp. 118-122. Espinosa, R. (1903). La Semana. La Gruta N° IX, octubre,

pp. 127-131. Espinosa, R. (1903). La Semana. La Gruta N° X, octubre, pp. 143-146.

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También hizo elogios a ilustres personalidades de la época, que de manera

sorpresiva, o no, fallecieron. Espinosa Guzmán señalaba que estos autores habían

dejado aflicciones en aspectos distintos de la sociedad y de la cultura intelectual

literaria del país, como es el caso de la ovación que hizo a la memoria de Julio de

Francisco, por citar un ejemplo, donde advertía que el poeta había dejado una

colección de sonetos que pervivirían y fortalecerían la literatura colombiana42.

De igual manera vale la pena anotar que el autor dedicó algunas páginas a

hablar sobre el público femenino. Resaltó que dos mujeres estaban sobresaliendo en

la cultura musical del país: Doña Teresa Tanco de Herrera y Doña Rosa Calancha de

Herrera, y aplaudió la gran obra de caridad realizada a través de sus célebres

conciertos. Además advirtió que las capitalinas estaban empezando a abrirse su

propio campo en la toma de decisiones personales tanto en el matrimonio, las

relaciones públicas y el control de sus emociones. Asimismo, el autor destacó el

moderno carácter que asumían con respecto a las nuevas tendencias de moda tanto en

el vestir como en las formas de cortesía. Auguraba que se venía una oleada de

mujeres de pensamiento moderno y propio, por primera vez administrado y

desarrollado en su totalidad por ellas mismas43.

También en estas entradas puede leerse con claridad las actividades que

realizaban ciertos sectores de la élite bogotana, como puede constatarse en la

descripción que hizo Espinosa sobre la celebración ocurrida en La Granja de Rafael

Uribe Uribe “con motivo del santo de su nombre”, donde específica que habían

42 Espinosa, R. (1903). La Semana. La Gruta N° II, julio, pp. 19-21. 43 Espinosa, R. (1903). La Semana. La Gruta N° VIII al XII, septiembre - octubre, pp. 118-112, 161-

162.

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concurrido al encuentro personalidades muy importantes, entre ellos los alumnos del

Colegio de Nuestra Señora del Rosario con su “digno” Rector, el Presbítero Dr.

Rafael María Carrasquilla y los miembros de La Gruta Simbólica con su presidente,

Rafael Espinosa Guzmán, fuera de otras ilustres personalidades44.

Sin embargo, desde “La Semana” del número 15 a la 19 Rafael Espinosa

Guzmán abordó un tema diferente al acontecer literario y social de la ciudad. El

discurso de estas publicaciones se tornó por primera vez completamente político,

pues se adentró en la problemática entre Colombia, Estados Unidos y Panamá. El

autor rechazó enérgicamente las posiciones de quienes habían apoyado la separación

de Panamá por intereses individuales sin pensar en la unión de la Nación. Asimismo,

dejó claro que La Gruta Simbólica fue la primera asociación de particulares en

ofrecer sus servicios al Gobierno para defender en combate al país e hizo énfasis en el

notable hecho de que todo el mundo, sin importar su inclinación política o preferencia

administrativa y sin detenerse en cuantías de valor e intervenciones, había ofrecido

sus servicios a la Patria en esta emergencia. Expuso que varias publicaciones de

periódicos de la época como: La Tribuna, El Relator, La Estrella de Panamá, El

Correo Nacional y El Nuevo Tiempo, convergieron en la opinión de que la causa de

la "TRAICIÓN" de Panamá fue una respuesta a la mala administración que recibía de

Colombia, por ende, adoptaron el ofrecimiento de los Estados Unidos45.

Ahora bien, las descripciones expuestas del acontecer socio-cultural

colombiano que profirió el autor desde las líneas de estas entradas exhiben los inicios

44 Espinosa, R. (1903). La Semana. La Gruta N° VIII - XII, octubre, pp. 180-182. 45 Espinosa, R. (1903). La Semana. La Gruta N° XVII, noviembre, pp.227-230.

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de una sociedad culta que los letrados con acérrimo interés querían construir,

muestran a una Bogotá que ofertó y demandó ciertas actividades culturales, a las

cuales asistían personalidades ilustres; en estas entradas hubo una divulgación sobre

la idea de nación que tenían, las opiniones y los gustos estéticos que circulaban entre

ellos; a su vez exteriorizaron al intelectual como una instancia censuradora de estos

programas, como hombres examinadores de la cultura, que aprueban o desaprueban el

auge que han tomado dichas actividades en la capital.

En relación con las restantes entradas, los colaboradores se ocuparon de

autopromocionarse. A modo de comentaristas se afanaron en elogiar a autores vivos o

muertos destacando el valor de su vida y actuar, su labor literaria y la amistad que los

unía. A la vez celebraron las producciones de libros y revistas de sus amigos

escritores, recomendando y divulgando apartados de las obras prontas a publicarse;

destáquese que Emociones de la Guerra de Maximiliano Grillo es uno de los libros

más anunciados y encomendados en la revista, hasta el punto que el mismo autor

publicó una nota motivando a los lectores y amigos a que compraran el ejemplar.

Otros de los libros mencionados con especial atención fueron el Romancero de

R.E.G, Por qué lloraba de Arturo A. Quijano y ensalzaron el trabajo de la revista

antioqueña Lectura y Arte46.

Dentro de estas entradas, la escritora Agripina Montes del Valle también

participó con un texto apologético sobre José M. González. Montes advirtió que

realizaba este escrito como tributo a este enigmático astrónomo, quien aunque había

46 Esta información puede leerse en la entradas: “La Gruta Simbólica”, XI, pp. 151-152. “La Semana”,

XVIII pp. 232-242, entre otras.

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sido galardonado y premiado por las comunidades científicas europeas, en su país

(Colombia) solo había sido condecorado por su labor de Ingeniero con una medalla

que le dio el Gobierno47.

Con base a todo lo anterior conviene decir que la actividad del “crítico”

colombiano en la vida histórica literaria que muestra La Gruta estuvo concentrada en

un incipiente examen de la producción intelectual del país, cuyas defensas las basaron

en exaltaciones sobre el actuar del escritor, su prestancia y amistad, o en desaprobar

el desconocimiento por parte de las instancias censuradoras de ciertos autores o

personalidades académicas, más que en el ejercicio cuidadoso del análisis de sus

obras literarias y el aporte que hacían al desarrollo cultural del país, como bien lo

afirma Rafael Gutiérrez Girardot (1989) en las primeras décadas del siglo XX el

papel del escritor continuaba siendo heredero de las ideas coloniales, donde se

propendía por la “coronación social del individuo” (p. 57).

En cuanto a las demás entradas de crítica que dio la revista, estas discurrieron

en las siguientes ideas: en aplaudir el acontecer cultural de la sociedad bogotana; en

instigar a la lucha armada en defensa de la Patria, pues como aseveraban ni con el

instrumento de la prosa, la retórica, la poesía ni con los ideales filosóficos ni literarios

sería suficiente para protegerla; en plantear reflexiones para mejorar la educación

colombiana; en aclarar el proyecto editorial del semanario La Gruta junto con las

celebraciones realizadas por el grupo La Gruta Simbólica; y en visibilizar el debate

público de las discusiones emprendidas en torno a la renovación del gusto literario.

47 Montes, A. (1903). El Dr. José M. González B. La Gruta N° III, agosto, pp. 46-47.

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Este último tema se retomará en un capítulo completo, puesto que es en estas entradas

en donde se observa con claridad el acontecer literario y muestran las ideas de las

tendencias estéticas que tenían los letrados colombianos de inicios del siglo XX.

2.3 La “Narrativa”: imaginarios tradicionalistas de modernización

En el orden de los géneros mayormente publicados en la revista le sigue la

narración, entendiendo por este género las formas de cuento y crónica. De las 50

entradas de Narrativa que suman 139 páginas, participan 26 autores y dos autoras:

Floralba48 con dos muestras y Lila de Joufrez con una49, e igual que en los géneros ya

expuestos, la mayoría de los colaboradores participaron una sola vez.

Colaboradores # entradas Total entradas %

1 Gil Rosales [Pedro Ignacio Escobar] 7 7 14

2 Rafael Espinosa Guzmán 5 5 10

3 François Rémy 4 4 8

4 Carlos Castello y Julio de Francisco 3 6 12

5 Alberto Sánchez, Floralba, Javier Acosta,

Joaquín M. Güell y Marcelino Echeverría. 2 10 20

6 Dieciocho autores50 1 18 36

Total: 50 100

Tabla 6. Entradas y porcentaje por colaborador de las muestras de “Narrativa”

Las narraciones de Floralba y Lila de Joufrez relatan historias donde el amor

no es posible así sea correspondido, pues siempre habrá algo o alguien que lo limite.

A la vez aparecen descripciones sobre las prácticas religiosas que profesaban las

48 Su nombre real era Ester Flórez Álvarez, no figura información de su vida y obra. 49 No se encuentran datos biobibliográficos sobre esta autora. 50 [s.a.], Alejandro Vega, Alfredo Gómez Jaime, Alick Munro, Arturo A. Quijano, Arturo Arboleda,

Darío Rozo M., Edmundo Cervantes, Eliseo Pinto, Julio Florez, Luis C. Güell, Luis María Terán, Max

Grillo, Manuel Briceño, Manuel Castello, P.A., R. D'Oribe, Rafael Guerrero.

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personas, en especial las que habitaban en las aldeas o en lugares retirados51.

Asimismo, tanto en las entradas de los autores que más contribuyeron en las muestras

narrativas, a saber Gil Rosales [Pedro Ignacio Escobar], Rafael Espinosa Guzmán y

François Rémy, como en el resto de las entradas, hubo similitudes composicionales

con las antes descritas: el amor y el desamor entre parejas jóvenes; la enfermedad y la

muerte como el mayor infortunio del amor; mujeres, bellas y frescas, de chispeantes

ojos; personajes militares y guerrilleros y los enfrentamientos en batallas; las

peculiaridades de la celebración de navidad; la labor del artista, entre otros asuntos.

El hecho de que estos sean los aspectos más notorios de las entradas, ya supone una

filiación con tendencias literarias rezagadas52.

En las narraciones también aparecieron retractadas las concepciones que había

de los proyectos de modernización, entre los cuales se insinuaban ciertas mejoras en

la infraestructura tecnológica en medio de un paisaje propiamente americano, léase la

siguiente evocación acerca de la industrialización y las transformaciones sociales:

Lentamente atravesaba el tren la arboleda de sauces, y sus negros borbotones de

humo, como hirsuta cabellera de ignoto monstruo, lamía las verdes hojas del boscaje

y se perdía en el azul espacio, oscureciendo por momentos el rojo sol que brillaba

poderoso en pleno zenit [...] La locomotora pasó adelante y ocultó á mis ojos la

primorosa casa de El Otoño, luego un carro y otro carro y otro y las góndolas de

carga, cuyas imágenes se sobreponían en mi retina como vivo calidoscopio. El

monstruo vencía la pendiente, fatigoso y jadeante53.

48 Floralba. (1903). El sepulcro vacío. La Gruta N° V, agosto, pp.70-73. Joufrez, L. (1903). Amor

verdadero. La Gruta N° VII, septiembre pp. 109-110. 52 Véase para ilustrar el tratamiento de estos temas: Rosales, G. [Pedro Ignacio Escobar] (1903).

Convaleciente. Un libro. La Gruta N° XX, diciembre, pp. 259-260. Rosales, G. [Pedro Ignacio

Escobar] (1903). Diferencias. La Gruta N° XX, diciembre, pp. 263-264. Espinosa, R. (1903). Cuentos

cortos: Almas y flores. La Gruta N° XIII, octubre, p.176. Espinosa, R. (1903). Bueno. La Gruta N°

XVI, noviembre, pp. 210-212. Rémy, F. (1903). El alma de las rosas. La Gruta N° X, octubre, pp.138-

139. Rémy, F. (1904). Celajes La Gruta N° XXII, enero, pp.284-285. 53 Espinosa, R. (1903). Cuentos cortos: Único beso. La Gruta N° XI, octubre, p.150.

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De igual manera aparecieron en los escenarios narrativos personajes citadinos,

estudiados, adinerados, con posición social y envueltos en costumbres europeas, en

contraste con los campesinos, lugareños y demás personas que habitaban el territorio,

quienes no aparecieron, o al menos no muy visibles, en estas muestras narrativas; por

el contrario los prosistas se encargaron de recrear el modo de vida de una élite que se

desenvolvía en medio de ambientes lujosos, en salones y fiestas con música clásica,

de vals, violines y pianos; llevaban vestuarios cernidos a la moda europea, realizaban

constantes viajes al primer mundo (hay historias que ocurrieron en las calles

parisinas), asistían a carreras de caballos, a cacerías, a monasterios, y todo este

ambiente mezclado con una naturaleza que les animaba o entristecía según la

emoción que los embargara.

Para ilustrar en parte esta situación véase la entrada titulada “Cuentos cortos:

El leñateo”, de Rafael Espinosa Guzmán con dedicatoria a Maximiliano Vélez e

ilustrado con un barco navegando en el río Magdalena firmado por Raimunsiey,

1903. En esta muestra se relata la historia de un viaje que realiza el protagonista a

través de las aguas del Magdalena hasta un pueblo que no se define con exactitud,

donde conoce un hombre de “color” con el que resuelve compartir las fiestas de la

región54. A través del viaje se van describiendo las inclemencias que atraviesa el

54 Las entradas que se relacionan a continuación también reflejan estas concepciones sobre la sociedad:

Grillo, M. (1903). Cuentos breves. Cosas que mueren. La Gruta N° I, julio, pp.4-5. P.A. (1903). La

semana. De nuestro reporte en Zipaquirá. La Gruta N° III, agosto, pp. 42-44. Gómez, J. (1903). El

gran premio. La Gruta N° V, agosto, pp.74-76. D'Oribe, R. (1903). La Condesa original. La Gruta N°

VIII, septiembre, pp. 117-118. Rémy, F. (1903). El alma de las rosas. La Gruta N° X, octubre, pp.138-

139. Acosta, J. (1903). Una estrella extinguida. La Gruta N° X, octubre, pp.139-143. Pinto, E. (1903).

Campaña corta. La Gruta N° XI, octubre, pp.162-167.

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protagonista por el río, el agobio ante el cansancio y el calor. La historia va

desarrollándose entre descripciones del caserío por el que avanzan, la historia de

celos de Juan el leñador (el hombre de color) y entre las constantes alusiones del

narrador sobre el origen del protagonista; indica que es un joven que ha regresado de

Europa “[...] con todos los refinamientos y todas las curiosidades de la civilización”55.

En este relato se muestra la realidad exótica americana reflejada en sus paisajes y

modos de ser de quienes la habitaban en aras de una idealización del continente. Por

un lado, se exalta la posición de los citadinos y sus costumbres importadas de Europa,

y por otro lado, se describen algunos aspectos autóctonos de los aldeanos, a propósito

de estos últimos anotan: “El silbato de la máquina anunció nuestra llegada á los

pobladores de la orilla, y pronto invadieron el barco [...]. Gente toda de color,

apacibles patriarcas de aquel ignorado paraíso, de tez broncínea y robusta

musculatura, eran dignos hijos de la selva, capaces de entrar en lucha con ella y de

vencerla”56.

De manera que, estas publicaciones en la revista muestran en mayor o menor

medida la aceptación de los escritores, en sus imaginarios, de las transformaciones de

la modernización cultural e intelectual del país, y al tiempo, también revelan que

desconfiaban de las nuevas tendencias estéticas que necesariamente venían

influenciando a los nuevos escritores, situación que hizo que continuaran actuando

como sustentadores de los espacios rectores de la literatura.

55 Espinosa, R. (1903). Cuentos cortos: El leñateo. La Gruta N° XII, octubre, pp.167-169. 56 Ibíd., p. 167.

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2.4 Las “Traducciones”: no publicaremos

Téngase en cuenta que de los géneros publicados solo hay una entrada bajo la

categoría de Traducción en el número 20 de la revista y titulada “Castigo de

recompensa (Versión de Gil Rosales57)” del original escrito por el francés Catulle

Mendès en 189958. Este cuento, al igual que las anteriores muestras narrativas,

presenta la lucha de un amante por conquistar a la mujer deseada, puesto que sus

emociones se encontraban truncadas por razones externas a ellos mismos. No

obstante, lo interesante de esta entrada es que rectifica que el prospecto editorial

trazado por los directores de la revista se mantuvo firme al propósito inicial de

únicamente publicar el trabajo literario de los escritores del país. Cuestión que queda

reafirmada por la marcada presencia en la revista de artículos escritos por autores

colombianos y que solo figure una muestra como traducción.

Sin embargo, al parecer, la ausencia de traducciones en esta publicación

contribuyó a que se conservara cierta reticencia frente a los nuevos gustos estéticos,

pues si estos eran foráneos se volvía indispensable el conocimiento y la lectura de lo

que se estaba publicando por fuera del país, para así garantizar la asimilación e

instauración de esa nueva sensibilidad artística en las producciones literarias de los

escritores colombianos; por lo tanto, la conciencia e intento de concretar una

literatura nacional que buscaron los directores de La Gruta quedó anclada al proyecto

57 El autor se llama Pedro Ignacio Escobar. La información que se logra rastrear del autor es que

perteneció el grupo La Gruta Simbólica. 58 Catulle Mendès nació en Burdeos en 1841 y fallecido en Saint-Germain-en-Laye (París) en 1909.

Este francés se dedicó a la poesía, la narración, la dramaturgia, el ensayo, la historia y la crítica.

Además fue reconocido por transformar las tendencias literarias de finales del siglo XIX y comienzos

del XX con el movimiento literario que se conoció como el Parnasianismo.

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republicano, a sus ideologías dominadas por los preceptos decimonónicos. Situación

que también se percibe, como ya se argumentó en los apartados anteriores, en el resto

de las entradas de la revista que se ocuparon del asunto literario. Éstas confirman que

en el proceso de transformación social jalonado por el sector de la élite letrada

subsistieron viejas tradiciones y normas católicas tanto para la vida pública y privada

de los bogotanos como para la asimilación y producción literaria de los escritores,

quienes a su vez cumplieron un papel educador y fueron los defensores de estos

valores culturales impuestos a las instituciones sociales que formaban a la población.

Es preciso señalar, que también hubo en los poemas y en el ejercicio de la

crítica de los colaboradores una posición política, a favor o en contra, sobre las

actuaciones de los mandatarios del país, aspectos que permiten concluir que el

escritor intelectual del periodo estudiado también hizo frente a las situaciones

gubernamentales que afrontaba la sociedad. Para terminar destáquese, como es

sabido, que el tratamiento de lo literario en La Gruta estuvo orientado sólo por

hombres, donde la mujer era el objeto de enunciación que permitía exponer la

inteligencia y el progreso civilizador del que estaba hecho el escritor, y aunque hubo

mujeres que participaron en la revista, estas continuaron validando las mismas

tendencias tradicionalistas que había en la época.

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Capítulo III: La Gruta, un proyecto periodístico literario sustentador de la

hegemonía conservadora de inicios del siglo XX

Pensar a Colombia a inicios del siglo XX conlleva a revisar cuáles fueron las

condiciones que garantizaron las más obstinadas tradiciones: nacionalismo,

hispanismo y gramaticalismo; y para ello, basta con leer las historias de cualquier tipo

sobre Colombia para que salten a la vista los tres poderes que han determinado al

territorio: la religión católica, los gobernantes bipartidistas y la élite letrada de cuño

gramaticalista.

Como anota la investigadora Gloria Serpa Flórez, Bogotá a comienzos del

siglo XX estaba enmarcada en una sociedad puritana y tradicionalista con un censo

poblacional de 120.000 habitantes divididos en tres sectores socioeconómicos bien

establecidos. La alta clase social política y económica, situada en la zona residencial

en el centro de la ciudad, forjada desde la cúspide por una "aristocracia" de origen

terrateniente mezclada con los sucesores de los próceres de las campañas libertadoras.

Al oriente, casi en los extramuros de la capital, en la zona de pueblo viejo habitaban

10.000 indígenas que se desempeñaban como jornaleros, cargueros y ladrilleros. Al

sur la población de los "nieblunos", designación genérica para los artesanos que

apenas vivían con lo poco ganado en las extensas jornadas laborales (12 horas

diarias). La ciudad de Bogotá experimentaba un florecimiento importado

desde Europa con sus inmigrantes ingleses y franceses que ennoblecieron aún más la

genealogía de la joven República. El prototipo insertado de las costumbres europeas

se masificó en la idiosincrasia de la élite capitalina, manifestándose en la

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excentricidad de sus diversiones, la competencia y emulación de sus capacidades

económicas y la bonanza de las familias enviando al extranjero con motivo de

estudios a sus hijos, principalmente a Inglaterra, Francia y España (1989, pp. 589-

598).

Estas instituciones se legitimaron, a su vez, con proyectos educativos e

instituciones culturales que defendían la tradición hispanista, o que apelaban por

cambios más liberales en las estructuras sociales. Sin embargo, ambas posturas,

conservadora o liberal, fijaron sus propósitos basados en el sistema de valores y de

pensamiento europeo, obviando las necesidades y las lógicas de vida de las diferentes

colectividades que habitaban el territorio.

Tal realidad es evidenciada en La Gruta, por lo que el eje central de este

capítulo será exponer críticamente el diálogo entre el acontecer social colombiano de

inicios del siglo XX y el proyecto periodístico de la revista estudiada.

3.1 La religión católica a inicios del siglo XX: convenciones anquilosadas

La educación a inicios del siglo pasado estuvo bajo el control plenipotenciario

de la religión católica, quien definió los planes de estudio, las lecturas y la ideología

que habría de impartirse a los niños y jóvenes colombianos: aprendían el latín, leían

la historia de la antigüedad clásica y a los autores clásicos en retórica y gramática;

todas las lecturas eran seleccionadas a partir del buen tratamiento moral. La religión

católica tuvo tanto acceso como pudo a la vida pública y también personal de los

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colombianos: no permitió ninguna concepción moderna que promoviera la libertad de

ideas.

Desde el siglo XIX en Colombia, la educación se vio transgredida debido a los

continuos conflictos gestados entre los partidos políticos y la relación de éstos con la

Iglesia Católica. Cada vez que la administración presidencial cambiaba de partido las

reestructuraciones al tema educativo vigente fueron modificadas por completo. No

fue sino hasta 1870 que por medio del Decreto Federal Orgánico de Instrucción

Pública se ordenó que la educación para primaria fuera obligatoria, gratuita y laica,

además que el sistema educativo debía estar auditado por el Gobierno Nacional. Sin

embargo, a partir de la Constitución de 1886 y el Concordato de 1887 se declaró que

la iglesia asumiría el control de la educación en el país desde sus normas y por

decisión de los conservadores se abolió el carácter obligatorio de la educación. Por lo

tanto, la inestable administración política entre los partidos, las disputas ideológicas y

las cruentas guerras civiles que azotaron al país en las dos décadas previas al siglo

XX arrojaron como resultado una nación aproximadamente con un 66% de personas

adultas analfabetas para el año 1900. Colombia recibió al siglo XX con la Guerra de

los Mil Días (1989-1902), la cual pausó negativamente la educación regular de un

gran número de estudiantes, que debió abandonar sus estudios por daños a las

infraestructuras de las escuelas o porque debían alistarse en las filas militares. No

obstante, cuando finaliza la guerra, el país enfrentó otra dificultad, se encontraba con

un déficit financiero y como respuesta a esta crisis surgió una nueva propuesta a la

educación desde el gobierno: se promovía la instrucción de dividir la enseñanza

oficial en primaria, secundaria, industrial, profesional y artística. Como estaba

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dispuesto desde 1886 la educación primaria quedaría a cargo de la iglesia católica,

sería gratuita pero no obligatoria y orientaría la enseñanza a la agricultura, la industria

fabril y al comercio. La educación secundaria se dividiría entre técnica y clásica,

además estaría regulada por la Nación e inspeccionada por la Rama Ejecutiva. En

efecto, tanto la preparación primaria como la secundaria estaban idealizadas y

previstas para formar a la población hacia el desarrollo de la industria y la agricultura,

pues las nuevas alternativas comerciales de Colombia reposaban en una educación

técnica que incrementara las fuentes de riqueza del país a través del comercio, la

industria y la agronomía, impulsadas por las escuelas e institutos de agricultura y

manufactura. El propósito era hacer de Colombia una vasta industria.

De manera que las publicaciones periódicas a inicios del siglo XX no se

alejaron de estos proyectos y convenciones conservadoras, incluso los liberales

colombianos fueron continuadores de estas ideas a pesar de que sus consignas

orientaban medidas más laicas y menos censuradoras. Ahora bien, aunque estos

proyectos periodísticos se pensaron como instituciones culturales que pretendían la

sociabilidad de la producción literaria del país, o al menos como así lo expresaron en

sus prospectos editoriales, también contribuyeron de alguna manera a la campaña del

proselitismo católico, por lo menos en el caso de la revista aquí estudiada.

Si bien en La Gruta sus directores afirmaron, desde sus primeras páginas, que

el único interés que se buscaba con la publicación era hacer visible a los escritores

colombianos y sus obras, también se lee en la revista que estos intereses editoriales de

carácter literario estuvieron restringidos por las regulaciones de la prensa que emitió

la legislación colombiana. Tal es el caso que a lo largo de sus números, 2 al 7, en el

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Decreto N° 84 de 1903. Por el cual se reglamenta la Prensa, el Vicepresidente de la

República estableció que las ofensivas que promovieran subversión frente a las

instituciones del orden civil y eclesiástico, al igual que contra las corporaciones

donde se depositara el poder público y religioso, serían castigadas con la misma

severidad de cualquier delito común, el Poder Judicial castigaría al que “1º ata(que) la

fuerza obligatoria de las instituciones ò las leyes, ò provo(que) á desobedecerlas, ó

trat(te) de justificar actos que las leyes califiquen de delitos, ó excit(e) á cometerlos; y

2º ata(que) la Religión Católica”59. Como se lee, el gobierno de turno protegía bajo

las mismas condiciones judiciales del país a las instituciones del catolicismo, estas

eran amparadas por las leyes sociales de una República que no lograba separarse de la

colonización española. Y si bien se proyectaban como una nueva Nación no dejaron

de mirar fanáticamente los preceptos morales de estas prácticas religiosas.

A este control que ejerció el gobierno conservador sobre las publicaciones

periódicas de inicios del siglo XX, se suma otra suerte de control, o más bien de

poder rectificador del cumplimiento de estas fuerzas. Vale la pena señalar que no fue

solo tarea del clero o de los gobernantes el garante de la vida hispanista, se suma el

sector capitalino adinerado, quien podía acceder a la compra de libros y poner en

circulación un material de lectura seleccionado según sus inclinaciones ideológicas,

sesgando, en gran parte, la incursión de las diferentes apuestas intelectuales que

necesariamente estaban aconteciendo en el mundo. Para ilustrar este caso el director

de la revista, Federico Rivas Frade, entre los muchos servicios y productos que ofertó

en su “Agencia” especifica que ha conseguido el segundo tomo de las Memorias del

59 Vicepresidente de la República (1903). Decreto N. º 84 de 1903. La Gruta N° III, agosto, p.47.

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Barón Marbot, un libro que aborda la gesta emprendida por aquellos españoles de

1808 frente a las guerras napoleónicas. También anuncia la compra del segundo tomo

de las obras de López y Ayala y dos tomos más de la Historia de las persecuciones

religiosas y políticas en Europa, junto con las obras de la Biblioteca del General

Posada60. Atendiendo esto se observa que el material de lectura que circulaba en el

país, según la revista, conllevaba una ideología hispánica y cristiana amparada por

estas personalidades públicas que disponían de su autoridad económica para

determinar qué era y no era relevante en la vida cultural del país.

También el tema religioso apareció ratificado en los números de la revista con

el discurso de los poetas y los narradores. Al respecto se encuentran poemas que

versan desde la celebración de las fiestas navideñas como ocurre en el poema “Noël”

de Guillermo Posada (miembro de la Gruta Simbólica), donde exhorta con júbilo a la

celebración del traído del Niño Jesús, hasta el recuento de la historia del nacimiento y

llegada del mesías en el poema titulado “Navidad” de Víctor M. Londoño, poeta

también miembro de la Gruta Simbólica que, aunque considerado en el estudio de

David Jiménez Panesso (1994) como difusor de la literatura moderna en Colombia

junto con Maximiliano Grillo y Baldomero Sanín Cano y director de la revista

modernista Trofeos (1906-1908), promueve desde estos versos la legitimación de

estas prácticas católicas. Finalmente, este ciclo cristiano se cierra con otro poema en

60 Rivas, F. (1903). Banco Número 1. La Gruta N° XXV-XXV, febrero, p.302.

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el que se resume la pasión de Cristo, escrito por otro contertulio de la Gruta

Simbólica: Francisco Restrepo G.61.

Se suma a este poetizar católico otra serie de poemas donde se enalteció a

personajes fallecidos, resaltando sus célebres virtudes y su deber cumplido a favor de

la Patria y Dios. Se hicieron plegarias frente a los dolores y las amarguras de la vida

que padecieron bellas mujeres, quienes bajo el amparo de la religión y de su

iconografía religiosa: ángeles, iglesias, cielos, inciensos, cirios y altares, lograron

aminorar sus sufrimientos62. Otros tantos poemas versaron en la invocación a Dios a

manera de plegaria para conseguir el sosiego como lo hizo el poeta Alberto Sánchez

(miembro de la Gruta Simbólica y conocido como el Doctor Mirabel), o como el

poeta romántico vallecaucano Carlos Villafañe, quien exhibió sus liviandades, errores

y locuras, buscando con ello que se le otorgara el perdón y la misericordia a su

oprimido ser63.

Por otra parte, el poeta Ismael López, nacido en Buga (en el departamento del

Valle del Cauca) y estimado por los entes censores de la cultura entre los mejores

autores que recuperaron los modelos clásicos de la antigua tradición poética española,

escribió en cinco sonetos, dedicados a Baldomero Sanín Cano, una apología en la que

61 Véanse los poemas a mención en: Posada, G. (1903). Noël. La Gruta N° XXI, diciembre, p.267.

Londoño, V. (1903). Navidad. La Gruta N° XXI, diciembre, p.267. Restrepo, F. (1903). Calvario. La

Gruta N° XVII, noviembre, p.220. 62 Estas consideraciones pueden leerse en: García, F. (1903). Última página. La Gruta N° II, julio,

p.27. Francisco de, J. (1903). Almas gemelas. Carlos Argáez, Jesús María Osorio, Carlos Ordoñez

Santamaría. La Gruta N° III, agosto, p.41. Gómez, E. (1903). Ecos filiales. La Gruta N° IV, agosto,

pp.61-62. Gómez, A. (1903). A mi niña. La Gruta N° V, agosto, p. 67. Calderón, L. (1903). Para

entonces. La Gruta N° VI, agosto, p. 94. Echeverría, E. (1903). La oración. La Gruta N° X, octubre, p.

146. Valencia, F. (1903). Carcelero. La Gruta N° X, octubre, p. 146. Valencia, F. (1903). Carcelero.

La Gruta N° X, octubre, p. 146. Flórez, J. (1904). Ante el cadáver de Alejandro Vega. La Gruta N°

XXIV-XXV, febrero, p. 303. 63 Villafañe, C. (1903). Yo pecador. La Gruta N° IX, octubre, p. 123. Sánchez, A. (1903). Modvlation-

Oremvs. La Gruta N° XIII, octubre, p. 171.

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le pide al poeta francés Andrés Chénier, quien incitaba a imitar a los clásicos, que lo

guiase en la alabanza que había decidido escribir sobre varios ritos y personajes

mitológicos de la antigua Grecia64. Interesante en este punto es notar, fuera de

observar como continuaban ciertos autores adscribiéndose a la escritura poética

tradicional, el carácter tendencioso que tenían ciertas dedicatorias de los poemas,

pues como es sabido Sanín Cano difería, en parte, de la literatura que se enmarcaba

en esta tendencia neoclásica, por el contrario, el antioqueño se caracterizó por ser un

fuerte polemista sobre el devenir de los nuevos gustos literarios frente a los gustos

tradicionales de su época. Así que, la dedicatoria funcionaba como una estrategia

discursiva para polemizar acerca del devenir de las tendencias literarias.

Otro aspecto que ratifica el poder católico en la sociedad colombiana del siglo

XX se concentra en una narrativa que relata conflictos en torno a circunstancias

sociales en ambientes americanos, citadinos y rurales, con costumbres ceñidas a las

normas morales del comportamiento. Estas narraciones reflejan los roles que

desempeñaban los hombres y las mujeres: los primeros aparecen como los

exaltadores de la belleza y candidez femenina. Se valen de los gustos románticos para

idealizar a la mujer como un objeto deseado pero inaccesible, bien sea por causa del

sino de la muerte o por el desamor. Las mujeres quedan entonces exteriorizadas bajo

el lente masculino, reinterpretadas en los relatos como ejemplificación de las acciones

y las conductas educadas que debía primar en una República Confesional65. En

64 López, I. (1903). Flores de Samos. La Gruta N° X, octubre, pp.135-137. 65 En las siguientes muestras se referencian los aspectos señalados: Grillo, M. (1903). Cuentos breves.

Cosas que mueren. La Gruta N° I, julio, pp.4-5. Francisco de, J. (1903). ¿Por qué lloraba? La Gruta N°

I, agosto, pp.37-38. P.A. (1903). La semana. De nuestro reporte en Zipaquirá. La Gruta N° III, agosto,

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palabras de Gilberto Loaiza (2014) es esa mirada del escritor, como es el caso de

Jorge Isaacs con María, quien garantiza la defensa de la tradición y a su vez estas

mismas condiciones favorecían el éxito de las obras (pp. 149-167). Por ende, la

tradición literaria del país ha sido un instrumento al servicio de las instituciones

dominantes, censuradora y combatiente de las corrientes estéticas que pretendieran

deslegitimar estas convenciones de la vida social y cultural colombiana.

Ahora bien, estos recursos mencionados fueron empleados en la mayoría de

los cuentos que se leen en las páginas de la revista. Sin embargo, subráyense dos

relatos que abordaron el tema religioso de forma directa pero que fisuraron por

momentos estos cánones morales. El primero titulado “El sepulcro vacío” y escrito

por Floralba, una de las mujeres que publicaron en La Gruta, y dedicado a Fanny

Cuellar, la autora relata el mito que hay detrás de la ascensión de la Virgen María

Santísima. Empleando el recurso de la historia dentro de la historia, describe el

ambiente que se vive en una aldea en torno a la celebración de esta fiesta santa y hace

hincapié en que la fe será siempre un acto ennoblecedor de la vida frente a la opresión

e incluso a la misma verdad. Y aunque la voz narradora es de una mujer artista, que

pp. 42-44. Floralba. (1903). El sepulcro vacío. La Gruta N° V, agosto, pp.70-73. Gómez, J. (1903). El

gran premio. La Gruta N° V, agosto, pp.74-76. Güell, L. (1903). Fantasía. La Gruta N° VII,

septiembre, p.110. Castello, C. (1903). Dulce muerte. La Gruta N° IX, octubre, pp.131-134. Rémy, F.

(1903). El alma de las rosas. La Gruta N° X, octubre, pp.138-139. Acosta, J. (1903). Una estrella

extinguida. La Gruta N° X, octubre, pp.139-143. Espinosa, R. (1903). Cuentos cortos: Único beso. La

Gruta N° XI, octubre, p.150. Quijano, A. (1903). Bohemia infantil: ¿Por qué lloraba? La Gruta N° XI,

octubre, pp.153-154. Pinto, E. (1903). Campaña corta. La Gruta N° XI, octubre, pp.162-167. Espinosa,

R. (1903). Cuentos cortos: Almas y flores. La Gruta N° XIII, octubre, p.176. Sánchez, A. (1903). Día

de difuntos. La Gruta N° XIV, noviembre, pp.191-192. Sánchez, A. (1903). Los ojos del niño. Cuento

de Navidad. La Gruta N° XXI, diciembre, pp.268-270.

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viaja sola a observar y a pintar las costumbres de un pueblo, circunstancia a resaltar

dadas las condiciones sociales del momento en Colombia, finalmente se continúa

legitimando los dogmas católicos por encima de la razón y la verdad. Así que, lo

logrado se malogra66.

En el segundo relato, “La gloria”, el escritor Rafael Guerrero narra la historia

de dos enamorados que en medio de las festividades decembrinas –Noche Buena–

manifiestan su amor eróticamente. La historia gira en torno a la definición del

paraíso, de la gloria y la perfección divina frente a la plenitud y el deseo juvenil,

donde triunfa este último de forma parcial. En consecuencia, esta propuesta narrativa

fisura un poco esas nociones del arte literario tradicional, y aunque se leen rasgos

propios de estas tendencias estéticas, la fatalidad y la moralidad son superadas por la

fuerza del deseo67.

A estas evidencias se suman las anotaciones críticas que hace el director de la

revista, Rafael Espinosa Guzmán. En una de las entradas de críticas de la revista: “La

Semana”, ilustra con claridad las amarras que había entre los críticos literarios y la

iglesia. En este artículo el director lamenta la muerte del Pontífice León XIII, un

hombre digno de imitarse, afirma, aún más por los colombianos, puesto que sería otro

el destino del país –lejos de la guerra– “si los ideales de Su Santidad hubieran tenido

eco entre nosotros y fuera el Congreso la verdadera expresión de la voluntad nacional

[…]”68. Palabras que, al ser Rafael Espinosa Guzmán el polemista que más participó

en la revista con publicaciones críticas, y quien describió y valoró todas las

66 Floralba. (1903). El sepulcro vacío. La Gruta N° V, agosto, pp.70-73. 67 Guerrero, R. (1903). La gloria. La Gruta N° XXI, diciembre, pp.275-277. 68 Espinosa, R. (1903). La semana. La Gruta N° IV, agosto, p. 51.

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actividades sociales y culturales bogotanas, se vuelven apreciaciones productoras de

verdad si se piensa que “es al crítico a quien corresponde introducir un cierto orden

dentro de la literatura: establecer secuencias de escritores y obras, componer familias

intelectuales, señalar las tendencias comunes y los caminos dispares” (Jiménez, 1992,

p. 9).

3.2 La función de la élite letrada a inicios del siglo XX: ideales y realidades

Si bien es cierto que en la formación de los hombres de letras y en las

concepciones de la organización socio-política del país pervivieron las fuerzas del

catolicismo, de igual manera, la sociabilidad del artista, aún alejado de las

transformaciones que auguraba la modernización, se concentró en una Bogotá

señorial pensada por los letrados como la cuna de la cultura del país, asimiladora de

la civilización europea: se concibieron así mismos, gracias a Menéndez y Pelayo,

como la Atenas Sudamericana69. Asunto que puede leerse en La Gruta en varios

artículos donde se refieren a la capital como “La Atenas bogotana” que congrega a

ilustres escritores y notables novelas como Resurrección de José Rivas Groot, para

citar un solo caso. A su vez, en el último número de la revista los directores recuerdan

que el propósito que dio lugar a esta publicación fue el de divulgar en ella solo las

69 El autor le da este calificativo por primera vez a Bogotá en su Antología de la Poesía

Latinoamericana, publicada en Madrid en 1892, afirma que esta ciudad colombiana caracterizada por

su cultura literaria será con el tiempo “la Atenas de la América del Sur.

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producciones de los literatos colombianos y en especial de los bogotanos, para así

mantener la fama de atenienses70.

Es más, en la revista se rastrea con facilidad entre las publicaciones poéticas,

narrativas o críticas los rasgos de esta élite letrada: se inclinaban al gramaticalismo,

hispanismo y romanticismo, además, describieron con ímpetu los ambientes

culturales que facilitaban la sociabilidad de su inteligencia71. Los colaboradores de la

revista resaltaban sus conocimientos sobre la antigua Grecia, destacaban el saber de

épicas históricas, se describían entre sí como hombres apasionados por las ideas y por

el gusto del buen actuar en la sociedad, reflexionaban sobre la mala conciencia que

traía penas y sufrimientos a la nobleza de los buenos hombres72.

También es cierto que en la narrativa y en la crítica prevalece la descripción de

los ambientes en los que se daba la sociabilidad de la élite letrada: se exhiben carreras

de caballos similares a las practicadas en Francia e Inglaterra; los diversos eventos

presentados en los teatros como conciertos, recitales, zarzuelas, óperas; la aparición o

70 Espinosa, R. (1903). De literatura. La Gruta N° V, agosto, pp. 68-70. Espinosa, R., Rivas, F. (1904).

La Gruta. La Gruta N° V, febrero, pp. 324-325. 71 Espinosa, R. (1903). La Semana. La Gruta N° VIII - XII, octubre, pp. 180-182. La Gruta. (1903). De

literatura. La Gruta N° XV, noviembre, pp. 199-200. Acosta, J. (1903). La escuela nueva y José

Asunción Silva. La Gruta N° XVII, noviembre, pp. 221-227. Espinosa, R. (1903). La Semana. La

Gruta N° XVIII, diciembre, pp. 232-242. Parma, J. (1903). De Sociedad. La Gruta N° XIX, diciembre,

pp.251-254. Espinosa, R. (1904). De sociedad. La Gruta N° XXIII, febrero, pp. 301-302. Soto, C.

(1904). Alejandro Vega. La Gruta N° XXIV-XXV, febrero, pp. 304-310. Villafañe, C. (1903).

Ingenuidades tristes. La Gruta N° I, julio, p. 11. Francisco de, J. (1903). Almas gemelas. Carlos

Argáez, Jesús María Osorio, Carlos Ordoñez Santamaría. La Gruta N° III, agosto, p.41. Maya, J.

(1903). Apoteosis. La Gruta N° VIII, septiembre, pp. 111-112. Villafañe, C. (1903). Yo pecador. La

Gruta N° IX, octubre, p. 123. López, I. (1903). Flores de Samos. La Gruta N° X, octubre, pp.135-137.

Escobar, F. (1904). Cantar. La Gruta N° XXIV-XXV, febrero, pp. 321-324. Francisco de, J. (1903). La

gran batalla. La Gruta N° III, agosto, pp. 39-41. Castello, C. (1903). Dulce muerte. La Gruta N° IX,

octubre, pp.131-134. Escobar, P. [Gil Rosales] (1903). Convaleciente. Un libro. La Gruta N° XX,

diciembre, pp. 259-260. 72 Véase para ilustrar algunos casos: Gaitán, G. (1903). Arturo A. Quijano. La Gruta N° XI, octubre, p.

157. Vega, A. (1904). Julio de Francisco. La Gruta N° XXIV-XXV, febrero, pp. 313-314.

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la censura de un nuevo periódico o revista; alusiones a estudios en Medicina y

Derecho; los ambientes militares que exponen el heroísmo o la arbitrariedad de

ciertos poderes; los estudios y los viajes emprendidos por el citadino al exterior o a

las periferias del país, quien figura como un hombre con poder económico e

intelectual, que observa y disfruta de las “genuinas” prácticas populares del pueblo,

estos últimos representados como individuos alegremente serviles a lo “foráneo”73.

Esta élite letrada y fanática, que equivalía a una minoría en el territorio

colombiano, de la mano del catolicismo se vuelca a un paternalismo frente a las

gentes populares con el compromiso de orientar sus vidas a la civilización y sacarlas

del estado grotesco en el que creían que estaban. Por lo tanto, desde el Concordato de

1887 donde la educación quedaba al cuidado de la religión, seguía siendo aún para los

inicios del siglo XX la estrategia política conservadora que más garantizaba la

estabilidad del proyecto ideológico trazado para el país, como puede ejemplificarse

en las entradas citadas en el párrafo anterior.

73 Las siguientes entradas se relacionan e ilustran los aspectos señalados: Espinosa, R. (1903). De

literatura. La Gruta N° V, agosto, pp. 68-70. Espinosa, R. (1903). La Semana. La Gruta N° V, agosto,

pp. 76-78. Espinosa, R. (1903). La Semana. La Gruta N° VI, agosto, pp. 90-92. Espinosa, R. (1903).

Literatura y Arte. La Gruta N° VII, septiembre, pp. 100-102. Espinosa, R. (1903). La Semana. La

Gruta N° VIII, septiembre, pp. 118-122.

Espinosa, R. (1903). La Semana. La Gruta N° IX, octubre, pp. 127-131. Espinosa, R. (1903). De

literatura. La Gruta N° V, agosto, pp. 68-70. Francisco de, J. (1903). ¿Por qué lloraba? La Gruta N° I,

agosto, pp.37-38. P.A. (1903). La semana. De nuestro reporte en Zipaquirá. La Gruta N° III, agosto,

pp. 42-44. Cervantes, E. (1903). Recuerdos de campaña. En San Jerónimo de Ayapel. La Gruta N° IV,

agosto, pp. 51-59. Floralba. (1903). El sepulcro vacío. La Gruta N° V, agosto, pp.70-73. Gómez, J.

(1903). El gran premio. La Gruta N° V, agosto, pp.74-76. Güell, L. (1903). Fuerza mayor. La Gruta

N° IX, octubre, pp.124-125. Quijano, A. (1903). Bohemia infantil: ¿Por qué lloraba? La Gruta N° XI,

octubre, pp.153-154. Espinosa, R. (1903). Cuentos cortos: El leñateo. La Gruta N° XII, octubre,

pp.167-169. Terán, L. (1903). Antoñica. La Gruta N° XIV, noviembre, pp. 189-191. Espinosa, R.

(1903). Bueno. La Gruta N° XVI, noviembre, pp. 210-212. Rosales, G. (1903). Egoísmo. La Gruta N°

XX, diciembre, pp. 260-261. Sánchez, A. (1903). Los ojos del niño. Cuento de Navidad. La Gruta N°

XXI, diciembre, pp.268-270. Vega, A. (1904). Thanataos. La Gruta N° XXIV-XXV, febrero, pp. 317-

319.

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Sin embargo, aunque la religión católica y la clase alta media bogotana se

exponían como testimonio del progreso y de las ventajas de llevar una vida

moralizada, debe señalarse que “para los campesinos y trabajadores especialmente,

resignación cristiana significó una paradójicamente descontenta sumisión a la

sociedad señorial, que mucho más tarde fue interpretada ontológicamente como

innata ‘melancolía de la raza indígena” (Gutiérrez, 2011, p. 40).

Ahora bien, estos aspectos son claros en la revista que ocupa este estudio, pues

en ella se aplaudió a la élite letrada representada por el grupo La Gruta Simbólica,

descrito por Rafael Gutiérrez Girardot en el estudio Literatura colombiana en el siglo

XX (2011) como una tertulia de bohemios cachacos que ampliaron la lista de esa

minoría que formaron lo que el crítico boyacense llamaba “la cultura de viñeta”:

reconstruida con trozos de cosmopolitismo pero que no salía del parroquialismo. En

palabras de Gutiérrez Girardot: “los miembros de La Gruta [Simbólica] celebraron su

vida bohemia dentro de las normas sociales dominantes […] se limitó a ser una

velada literaria en permanencia, en donde los hijos de la alta clase media bogotana

daban testimonio de su cultura e ingenio” (2011, pp. 38-39).

Este afán de visibilizar sus ingenios es afirmado en la revista por el poeta

Arturo A. Quijano con el poema titulado “Romancero de REG”. En estos versos el

autor a medida que va destacando a Carlos Tamayo y Miguel Peñarredonda como

hombres valiosos, de buenos y de rectos linajes, va aclarando en una nota a pie de

página los cargos políticos que desempeñaron y la adecuada labor como secretarios

de La Gruta Simbólica. Continúa en el “Romance IV” mencionando a importantes

autores y obras que hicieron igualmente parte de este grupo literario. En la medida en

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que va citando a estos ilustres eruditos de la tertulia, va insistiendo en la riqueza

literaria que la envuelve e indicando que las producciones de sus integrantes han

estado a la altura del reconocimiento del gremio periodístico y literario74.

Por otra parte, esta sociedad bogotana no solo se reconoció como una élite

letrada y culta, sino que como tal intervino en el devenir político del país. Estos

poetas y polemistas a inicios del siglo XX continuaron emulando el sistema de

pensamiento decimonónico. Las plataformas comunicativas como la prensa o los

púlpitos no solo garantizaron la vigencia de las costumbres hispanistas, asimismo

prolongaron la propaganda política, los enfrentamientos bipartidistas, las censuras y

ataques a los idearios conservadores o liberales según la prensa que se leyera o al

clérigo que se escuchara. A propósito, el régimen conservador al estar bajo el amparo

de una institución tan poderosa como la religión católica contó con mejores

mecanismos de difusión de sus doctrinas, logrando avasallar a toda la sociedad,

lectora o no. En palabras del investigador Miguel Ángel Urrego:

[…] pocos intentaron reconstruir lo establecido o realizar un programa en el cual

estuviese presente una lectura de lo nacional y un proyecto político […] los

intelectuales aparecen en la visión conservadora y clerical de la cultura de finales del

siglo XIX como los guardianes de la tradición, los especialistas en preservar intactos

los fundamentos de la nacionalidad, el hispanismo, y como los conocedores de la

verdadera esencia del mundo físico y social (2002, p. 76).

Esta situación, en el panorama que nos presenta la revista La Gruta, la que se

piensa inicialmente como una publicación de carácter solo literario, no se distanció

mucho del punto que se ha señalado. Para ilustrar la participación de los escritores en

estos ambientes políticos basta con leer la producción poética o crítica de los

74 Quijano, A. (1903). Romancero de REG. La Gruta N° XI, octubre, pp. 154-157.

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colaboradores de la revista: hay desde plegarias póstumas dedicadas a ilustres

caballeros por su buen deber cumplido con la Patria, como poemas dedicados a un

padre fallecido en el menester de la guerra, la invitación a la beligerancia en defensa

de la Nación o el consuelo que se halla al cantarles a las mujeres ante las ruinas de

una país infeliz, aletargado por los infortunios de la Guerra de Los Mil Días (1899 –

1902)75. Hay poemas, como el escrito por Juan Antonio Maya, por citar un ejemplo,

dedicados a la valiente profesión del soldado, señalado como un “caballero”

merecedor de todo reconocimiento y elogio, por entregar su vida a tan valientes

causas comparables a las emprendidas por figuras como el Quijote, afirma el autor76.

Pero estas exaltaciones heroicas no fueron los únicos temas de los que se

ocuparon los escritores, también los acontecimientos del momento asaltaron su

inteligencia. Vale la pena hacer énfasis en la importancia que tuvo en la revista el

suceso de la pérdida de Panamá. La élite letrada exasperada se pronunció contra los

sucesos dados entre Estados Unidos y Colombia. Personajes como Carlos Tamayo,

secretario de La Gruta Simbólica, emitió un comunicado en el cual Rafael Espinosa

Guzmán se dirigía al Señor Vicepresidente de la República declarándole la total

disposición, en nombre de todos los integrantes de la tertulia, para acudir a la defensa

de la integridad Nacional que se encontraba amenazada y en guerra. A partir de este

comunicado continuó una serie de poemas y artículos críticos que invitaban a la lucha

75 Espinosa, R. (1903). La Semana. La Gruta N° II, julio, pp. 19-21. Heredia, F. (1904). Emociones de

la guerra. La Gruta N° XXII, enero, pp. 281-284. Espinosa, R. (1903). La Semana. La Gruta N° XIX,

diciembre, pp. 244-248. La Gruta. (1903). De literatura. La Gruta N° XV, noviembre, pp. 199-200.

Gómez, E. (1903). Ecos filiales. La Gruta N° IV, agosto, pp.61-62. Maya, J. (1903). Apoteosis. La

Gruta N° VIII, septiembre, pp. 111-112. Rivas, F. (1903). Los traidores. La Gruta N° XVI, noviembre,

p.207. Escobar, F. (1904). Cantar. La Gruta N° XXIV-XXV, febrero, pp. 321-324. 76 Maya, J. (1903). Apoteosis. La Gruta N° VIII, septiembre, pp. 111-112.

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noble y al combate como defensa de la inteligencia, la libertad humana y el progreso

del país.

Por varios números los artículos de La Gruta se revistieron de un tono

combatiente, Federico Rivas Frade critica a aquellos "traidores" de la Patria, y la

manera como vendieron la nación por un “puñado de Oro”, señalaba que el camino

armado en las actuales circunstancias de Colombia era la vía para devolverle a la

patria el respeto y la estabilidad social política77. Alfredo Gómez Jaime invita con

enérgico tono al despertar patrio de la nación, y anota que la quietud y pasividad que

demuestra la misma le da un carácter que la hace parecer rendida78. El poema de J. R.

Chaves hace énfasis en que la Patria necesita héroes aguerridos y no poetas y estrofas,

pues, hay un enemigo al que llama Yanki que debe ser expulsado a sangre y fuego de

estas tierras así éstos sean el legado de “nuestros” padres79. A la vez, Rafael Escobar

Roa expresa que la “Patria” no necesita versos, ni poetas, sino, hombres dispuestos a

empuñar la espada y el cañón80. Como se lee los colaboradores de la revista,

específicamente los contertulios de la Gruta Simbólica, generan una respuesta

americana a la expansión del capitalismo que empezaba emerger del norte de

América, como resistencia a las complejas redes de dependencia en las que se verían

sumergidos todos los países periféricos.

Finalmente, esta oleada patriótica se cierra con palabras de Rafael Espinosa

Guzmán. En su habitual artículo titulado “La Semana”, donde reseña y describe la

77 Rivas, F. (1903). Los traidores. La Gruta N° XVI, noviembre, p.207. 78 Gómez, A. (1903). Oh Colombia. La Gruta N° XVI, noviembre, p. 207. 79 Chaves, J. (1903). Realidades. La Gruta N° XIX, diciembre, p. 243. 80 Escobar, R. (1903). Patria. La Gruta N° XIX, diciembre, pp. 250-251.

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vida cultural, social y literaria de la élite capitalina, expresa cómo lo ha ocupado todo

este asunto patriótico con Panamá y expone al lector sus razones del sentido patrio y

del deber ciudadano que no le permitieron pasar por alto semejantes asuntos tan

importantes, por lo que ha dejado de escribir sobre las cotidianidades usuales que

acostumbraba; enfatiza en que La Gruta, en especial “La Semana”, siempre estará

disponible a publicar temas de sociedad y literatura81.

Hay que advertir hasta aquí que la élite letrada en su posición señorial hizo de

la literatura y, en sí, de las publicaciones periódicas, el medio para divulgar ideas,

valores y creencias que garantizaran la organización social y cultural de una ciudad

que cargaba con la responsabilidad y la fama, de connotaciones tan tradicionalistas,

de emular los alcances de la Atenas clásica. Ideas que la misma intelectualidad se

encargó de sostener desde sus escritos y desde los fines con los que consolidaron las

instituciones culturales que emprendieron.

3.3 Consagrada formación clerical custodiada por una élite letrada: efectos en la

vida colombiana

Todo lo dicho hasta ahora reafirma que las condiciones que garantizaron estas

obstinadas tradiciones conservadoras en el territorio colombiano no tuvieron

correspondencia con las realidades sociales y el desarrollo cultural del país. Por un

lado, la institución católica se extralimitó en el acceso que tuvo a la vida íntima del

pueblo colombiano, y por otro, la élite letrada, bajo el amparo de la primera fue quien

81 Espinosa, R. (1903). La Semana. La Gruta N° XVIII, diciembre, pp. 232-242.

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sirvió de instrumento para la prolongación de sus modelos de pensamiento, es decir,

la primera se valió de la segunda para afianzar sus fines conservadores.

En tal medida, entre los numerosos medios de los que se valió la iglesia

católica para garantizar su dominio fue la escritura poética, narrativa y ensayística el

instrumento del expansionismo de los valores conservadores e hispanistas, en

consecuencia, los factores determinantes para la perdurabilidad de las concepciones

tradicionalistas del arte y la vida.

Es este pues el panorama socio-histórico colombiano a comienzos del siglo

XX que ofrece la revista literaria La Gruta, escenarios ambiguos donde los hombres

de letras fueron construyendo la historia y fijando el devenir de la literatura del país.

Periodo marcado, además, por el enfrentamiento entre escuelas literarias, diferencias

poéticas que generaron tensiones entre los hombres de letras, entre la “tradición” y

“lo nuevo”, donde cada sector opinó sobre el hacer y el proceder del otro.

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Capítulo IV: Simbolismo y decadentismo. Una discusión en la revista La Gruta

En este capítulo se expondrán las tensiones en torno al simbolismo y al

decadentismo (expresiones empleadas por los mismos colaboradores) que tuvieron

lugar en las páginas de la revista literaria La Gruta, específicamente en las entradas

denominadas para efectos metodológicos de este trabajo como “crítica”. En principio

se señalarán las tensiones surgidas entre las “nuevas” maneras de percibir lo literario:

el simbolismo y el decadentismo frente a las manifestaciones tradicionales,

representadas en este caso por el romanticismo y el realismo. Segundo, se presentará

la nómina de autores que los colaboradores de la revista desde sus posiciones

ideológicas y estéticas “aplaudieron” o “censuraron” según el gusto literario en el que

se inscribían. Por último, se señalará el proceso de asimilación que las nuevas

manifestaciones alcanzaron, en este caso desde el interior de la revista La Gruta.

4.1 Las “nuevas” maneras de percibir lo literario, una novedad que espantaba

Como ya se mencionó, desde los primeros números de la revista se aclara que

el prospecto editorial trazado busca publicar exclusivamente trabajos inéditos y

originales de los “buenos literatos del país, viejos y nuevos, clásicos y simbolistas

[…]”82, pues las letras de la patria, como señalaron, no habían logrado su mayor

esplendor y alcanzado la visibilidad que requerían para ser conocidas y divulgadas.

Sin embargo, a pesar de este panorama, en la revista se leen algunas

discusiones acerca de las apreciaciones que había de las composiciones literarias

82 Espinosa, R. (1903). La Semana. La Gruta N° II, julio, pp. 19-21.

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tradicionales y de las que se inscribían en la escuela nueva. Al respecto, cinco

entradas son las que se ocupan directamente de este asunto: tres de ellas escritas por

Javier Acosta, las cuales están en defensa de la nueva escuela, llamada simbolista y

decadentista; una entrada del crítico antioqueño Baldomero Sanín Cano, en la que

advierte que la crítica se ha ocupado de arrasar o glorificar hasta el agotamiento las

diferentes manifestaciones literarias sin darse a la tarea de estudiar a profundidad la

sensibilidad que propone cada “renovación del gusto”; y le sigue una entrada de

Rafael Espinosa Guzmán en la que expresa que aún no hay en el país “materia”

suficiente que se inscriba en “las modernas escuelas literarias”, con las que se pueda

continuar una “charla” acerca de la decadencia en la literatura colombiana.

Para el autor Javier Acosta la escuela moderna permeaba tanto las artes

plásticas, la música como a las letras, y para esta última, señala, es el escritor

nicaragüense Rubén Darío quien se vuelve el “gran demoledor de lo antiguo”, de las

reglas académicas del metro y la forma provenientes del “inimitable” Luis de

Góngora:

Salvo el caso excepcional de algún escritor que intentara separarse de la manera

ordinaria y que en todo caso parecía ahogado por la falta de iniciativa, nunca hubo

una reacción que sin dar base á cometer una metáfora inadecuada, pudiera llamarse

tal, hasta el día que apareció en la pequeña República de Nicaragua el gran demoledor

de lo antiguo, rebelde a todo canon y artista impecable de la lengua que con su libro

Abrojos sugirió lo que vendría á ser cuanto diera libertad a su alma, como sucedió

corto tiempo después 83.

Continúa Acosta anotando que esta renovación de la literatura, para el caso de

Colombia, tiene precedentes con Jorge Isaacs, quien se permitió libertades, aunque

83 Acosta, J. (1903). La escuela nueva y José Asunción Silva. La Gruta N° XVII, noviembre, pp. 221-

227.

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mínimas, en sus versos. Sin embargo confirma que la transformación definitiva se

logra con el poeta José Asunción Silva. Con Silva se dan las bases para una literatura

que terminará por imponerse y seguirá los caminos de la cultura parisiense: este poeta

conocedor de dicha cultura asimila y comprende el espíritu libre de la creación

literaria, la que se ajustaba a su modo de ser “moderno”84. De ahí que no encuentre

“escandalosa” la lectura de Maurice Barres y Gabriele D’Anunzzio, autores que como

se sabe, influyeron en los modernistas hispanoamericanos85.

El autor hace hincapié en que los escritores del país estaban asimilando los

gustos literarios provenientes de Europa; y si bien reconoce que Silva había nacido

con un espíritu moderno, es gracias a sus viajes al exterior, a las lecturas que hizo y a

su decidida posición para trasgredir las normas clásicas de composición, lo que

permitió la incursión de las literaturas modernas al país, y abrió la labor para sus

continuadores:

[…] su inteligencia, lejos de limitarse á una sola forma literaria, las asimiló todas

maestramente, y el conocimiento que hizo de las literaturas nuevas y dominantes,

francesa, alemana é italiana, en todas sus modalidades y complicaciones, sirvió á ese

cerebro único para formar su escuela y su estilo, que fue acrisolando día a día sin

obstáculos que lo hicieran titubear […] Mucho se habló de su muerte, ocasionada por

el Triunfo della Morte, de este autor italiano. (Pero) no creemos que un talento como

el de Silva se dejara sugestionar por la tendencia de una novela al punto de terminar

como los personajes de ella […] Aseguramos sí que un medio opresivo y exclusivista

como en el que vivimos puede tener mucha influencia […]86.

84 Ibíd., p. 225. 85 Estos cambios que se estaban perfilando en las mentalidades americanas como se lee en La Gruta,

específicamente en las entradas de “Crítica” en parte se dieron gracias a la red de comunicación que

establecieron los colaboradores de la revista con el español Miguel de Unamuno, el cual aparece citado

en ciertas entradas de la revista por autores como Maximiliano Grillo, Mario Escobar y Javier Acosta.

El profesor Claudio Maíz (2004) advierte que con Miguel de Unamuno los letrados hispanoamericanos

tuvieron intercambios culturales que posibilitaron los cambios para el redescubrimiento de lo

americano, pues este salmantino fue la voz más atenta y dispuesta de la época que orientó este

redescubrimiento de lo americano como se puede leer en el “Epistolario americano (1890-1936)”. 86 Ibíd., p. 225.

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Javier Acosta advierte, además, que si bien a la literatura clásica hay que

reconocerle sus aportes, cuando ha sido sobrepasada, bien sea por la eficacia de la

forma nueva o por el espíritu que predomina, todo reclamo y queja es injusto87. Es así

como, en las dos restantes entradas que escribió sobre este tema, refuta el estudio

titulado “Decadencia y simbolismo” que el Dr. Luis María Mora (Moratín) había

escrito sobre los simbolistas88. Inicialmente, critica a Mora por basar sus

apreciaciones con argumentos imprecisos y falsos y cómo este tipo de trabajos desvía

el papel del crítico. En este punto, Acosta arremete contra la idea de crítica que las

gentes “d´èlite” ofrecen a los más novatos y a los desconocedores de estos temas.

Afirma que el valor de una obra no puede quedar sujeto a los apelativos de bueno o

malo, puesto que la “crítica pedagógica ya no existe”: la gente ya no puede creer en

clasificaciones que no estén fundamentadas en suficientes conocimientos, nada dice

la palabra mordaz y destructora89. La discusión avanza advirtiendo que se le suma a

esta noción de crítica actitudes “clawnescas”: “¡Qué desolación! para el arte el ver

87 Ibíd., p. 222. 88 En este artículo el simbolismo y el decadentismo son entendidos por Luis María Mora como un

“deletéreo” para la tradición clásica literaria y religiosa. Expone que el simbolismo atentó gravemente

contra la producción lírica y los ideales cristianos que regían las buenas maneras imaginativas del

pensamiento y la moral. Consideró innecesarias estas novedades artístico-literarias, ya que veía en

éstas una sobrevaloración en todo su sentido conceptual, técnico y hasta poético, por lo tanto, definió a

estas nuevas tendencias literarias como: anarquía literaria, amor por lo artificial y lo postizo como

principal carácter del lenguaje decadente, la divagación de las ideas, destrucción de la tradición

romántica y en palabras de Pompeyo Gener, autor que cita Mora, “Una cierta degeneración de la

sustancia nerviosa cerebral […]”. También el autor acusó al simbolismo y al decadentismo de

fortalecer y promocionar las virtudes de los vicios y la descomposición moral de la sociedad; comparó

las formas clásicas con estas nuevas ideas para enfatizar su posición y señalar que se estaba enterrando

en el olvido a toda la composición romántica y virtuosa junto con sus precursores y escritores.

Finalmente agrega, a manera de ejemplo, fragmentos escritos por algunos simbolistas y decadentistas

con el propósito de reafirmar sus argumentos, y cierra el artículo especificando que las anotaciones que

ha hecho se han ocupado exclusivamente del Simbolismo y la Decadencia que se está dando en

Francia; por lo que, en el próximo artículo se ocupará del valor de esta escuela en Colombia, a la que

denomina, “Simbolismo y Decadencia chibcha”. 89 Acosta, J. (1903). De la Decadencia y el Simbolismo. La Gruta N° I, julio, pp. 5-11.

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que los abanderados en su ejercicio, las gentes d´èlite tienen que vestir el coturno

ridículo para distraer al público, en vez de estudiar sus misterios con un aire de amor

y serenidad en el semblante, como su elevado culto parece requerirlo”90.

Luego de estos señalamientos especifica que el trabajo de Mora se basó en

copias de otros estudios que el autor presentó como si fuera un texto de su autoría, sin

embargo, era una traducción más o menos literal de la crónica “Les poetes décadents”

de Paul Bourde: en esta expresa numerosas imprecisiones sobre lo que es el

simbolismo, quiénes fueron sus iniciadores y recurre a generalizaciones

malintencionadas acerca de esta producción estética, en términos de Acosta:

[…] que el portaestandarte de una escuela literaria tan elevada como la clásica a la

que rendimos culto y estima, sea un individuo (crítico notable) que, al hacer un

estudio corrosivo de una forma literaria, no se haya dado el trabajo de leer siquiera

algunas páginas de los productos de sus representantes, sino que apelando a erudición

de revistas de segunda y tercera mano, vaya á traernos el mal – enorme de veras – de

hacernos ver los errores graves de anotación de que su obra adolece […]91.

A propósito, Javier Acosta, como si tratara de “enseñarle” a Luis María Mora

cómo debe hacerse objetivamente una crítica, contraargumenta las opiniones que éste

hace del simbolismo citando e indicando la página y las palabras puntuales que éste

había afirmado, enumera las incorrectas interpretaciones que hace de varios autores

que también habían estudiado la propuesta estética del simbolismo, la irrelevancia de

las obras consultadas de las que el crítico se valió y acomodó para apoyar sus ideas.

De hecho, lo invita a que consulte la siguiente bibliografía: “Andre Beaunier, La

Poesie Nouvelle. Camille Mauclair, L’Art en silence y otros artículos en La Nouvelle

90 Ibíd., p. 7. 91 Ibíd., p. 5.

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Revue. George Vanor, L’Art Symboliste. Stéphane Mallarmé, Divagations. Anatole

France, La vie littéraire. Rémy de Gourmont, Estudios Varios, etc.”92.

Acosta se da a la tarea de aclarar cada una de las acusaciones acompañándolas

de citas que transcribe directamente del francés para orientar las “verdaderas” razones

y propósitos del simbolismo: deja claro que el “padre” de este nuevo gusto fue

Mallarmé y no el poeta Baudelaire como lo afirmó Luis María Mora; desmiente que

los poetas decadentes solo se basen en los sentidos o el materialismo absoluto al

momento de componer; critica que Mora haya llegado al punto de desvalorizar a los

simbolistas por el uso excesivo de las mayúsculas y de tintas de colores en sus

publicaciones; además, desmiente que el “arte moderno tenga como solución final y

obligada la sociedad sin Dios”, por el contrario, afirma que el simbolismos no niega a

los dioses tutelares y, finalmente, advierte que no todos los seguidores de este gusto

son viciosos como ha expresado el doctor Mora en su estudio, por el contrario “[…]

es cosa absolutamente del cino (SIC) interior, y cada uno puede tener los que más le

agraden, […]. Seguramente ningún simbolista se ha preocupado por averiguar – con

el objeto de combatir al clasicismo – si los maestros ejemplares en tal escuela son

alcohólicos, morfinómanos, ajenjizados, ó tienen afecto por cualquier otra delectación

interior”93.

Estas aseveraciones quedan reafirmadas por Baldomero Sanín Cano en la

entrada titulada “Amado Nervo”94. Sanín Cano rechaza el tipo de crítica que ejerce

92 Acosta, J. (1903). De la Decadencia y el Simbolismo. Notas finales. La Gruta N° III, agosto, pp. 44-

46. 93 Acosta, J. (1903). De la Decadencia y el Simbolismo. La Gruta N° I, julio, pp. 10-11. 94 Prosista y poeta mexicano (1870-1919) considerado por la crítica asimilador de las ideas del

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una “ciudad adormecida y caduca” como Bogotá sobre los poetas que han declarado

su desprecio a la regla. Anuncia que, "entre demoler hasta los cimientos y ensalzar

agotando el alcance de la hipérbole, distribuye su tiempo una crítica más avisada en

distinguir los nombres propios ó los calificativos y exageraciones de las escuelas, que

en averiguar las formas de sensibilidad á que corresponde cada renovación del

gusto”95. Situación que vive el escritor Amado Nervo, según Sanín Cano, quien “no

existe” para los capitalinos y ha sido puesto en la lista de autores que la crítica ha

“hecho á un lado como cantidad inadvertible”, pero a la postre, con que “ellos”, los

críticos, supieran su valía literaria sería suficiente para reconocer de que estaba

hecho. En el resto de la entrada se encarga de exponer los aspectos estéticos que

caracterizaron la obra del mexicano: lo describe como un rebelde que hace suyas

todas las formas, con una rima libre que va a la fuente de la mística96.

Las ideas del antioqueño sobre el devenir del gusto literario también se

constatan en el apartado final de la entrada “La Decadencia y el Simbolismo. Notas

finales”97. Desde allí el autor descalifica las opiniones de Luis María Mora,

llamándolas “incompetentes y falsas”, provenientes de detractores “retardados de las

escuelas modernas […] profesores de retórica y gacetilleros, (que) caen en el absurdo

de creer que los poetas modernos no saben de formas y estilos”98.

movimiento modernista. 95 Sanín, B. (1903). Amado Nervo. La Gruta N° I, julio, pp. 3-4. 96 Ibíd., p. 3. 97 Esta entrada está firmada por Javier Acosta, pero al final el autor expresa que un “amigo” ha enviado

las siguientes consideraciones como complemento a su disertación. Posteriormente, en otra entrada

Rafael Espinosa Guzmán comenta que estas líneas “dicen ser” de Sanín Cano. 98 Acosta, J. (1903). De la Decadencia y el Simbolismo. Notas finales. La Gruta N° III, agosto, pp. 44-

46.

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Continúa Sanín Cano arremetiendo en contra de los censuradores del

simbolismo, trayendo como ejemplo a Núñez de Arce: señala que en Idilio y la pesca,

se dilata la anécdota con abundantes ideas y ampulosas entonaciones, propuesta que

“[…] nos cautivaba hace veinte años. Hoy nos sofoca. […] es una limitación de

nuestro gusto y por ser limitación es pérdida”99. Finaliza invitándolos a que no

“culpen” las obras del poeta moderno por la falta de comprensión e instrucción que

ellos tienen sobre las teorías que orientan esta literatura del porvenir, promotoras de

energías nuevas que dejan obras cumbres como la del francés D’Annunzio, la de los

germanos George y Hofmansthal o autores como Maeterlinck y el crítico Remy de

Gourmont, “ya no es posible hacer tabla rasa del movimiento simbolista, ó decadente

que dicen los combativos, sin mutilar el espíritu humano” 100.

Siguiendo esta discusión, como ya se anunciaba al inicio, el autor Rafael

Espinosa Guzmán manifiesta, a modo de contestación a Javier Acosta, en la entrada

titulada “De literatura” que en el renovado e incipiente ambiente de la literatura del

país, lejos ya de las paralizantes guerras, ha surgido la conciencia de las modernas

escuelas literarias y las aficiones por el decadentismo en algunos de los jóvenes

escritores; los cuales están muy alejados del concepto de “degenerados” con el que el

húngaro Nordau ha calificado a los simbolistas.

Más bien, Espinosa Guzmán recuerda, siguiendo el concepto de Paul Bourget,

que “los decadentes en literatura principian por alterar las palabras y acaban por hacer

ininteligible su estilo para las generaciones del futuro” de ahí que solo es posible

99 Ibíd., p. 45. 100 Ibíd., p. 46.

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inscribir en esta escuela a los escritores Guillermo Valencia, Javier Acosta y Aquilino

Villegas, caracterizados por ser: claros y lúcidos para los lectores inteligentes, artistas

atrevidos que descomponen el verso alejandrino, al modo de Darío, Silva y Verlaine.

Resalta, a su vez, que fuera de ellos no hay más autores que se inscriban en esta

nueva escuela, pues mal se ha llamado a los poetas Londoño, Flórez y Grillo

decadentes, donde el primero es “correcto y claro en el concepto” y la forma; el

segundo “será hasta romántico”; y el tercero “lejos del decadentismo, es un trabajador

de arte como en todo”, lo cual puede corroborarse en su publicación Razas

vencidas101.

Asimismo señala lo bastante alejados que están otros escritores que quieren y

afirman ser decadentes, por ejemplo, [Carlos Arturo] Torres, quien “[…] a pesar de

su empeño en ser simbolista, lo cual equivale á clasificarse en muy avanzada escuela

en el campo de la moda, no habrá de conseguirlo por más que estime á Némesis como

poema simbólico y, quiéralo o no, habrá de vivir entre los clásicos como Moratín

[…]”102. En lo demás, afirma el autor, solo circulan, como si fueran nuevas

producciones, traducciones de poemas del autor francés Verlaine, firmadas con

nombres de poetas que nadie conoce, (ejemplo: un tal Carlos Roldán que publicaba

en Esfinge). De ahí que finalice ratificando que aún no hay suficiente expresión del

decadentismo en el país, para que sea tema y materia del que deban ocuparse103.

101 Espinosa, R. (1903). De literatura. La Gruta N° V, agosto, pp. 68-70. 102 Ibíd., p. 70. 103 Las tensiones que se leen en estas entradas de La Gruta hacen parte del debate internacional que

venía dándose en las mentalidades hispanoamericanas con inquietudes y preocupaciones afines pero

con respuestas que tenían diferentes matices según las lógicas sociales de cada país como lo

demuestran nuevos estudios, cítese el trabajo de Claudio Maíz (2004), donde se plantea un nuevo

corpus no canónico sino el que se puede reconstruir en géneros discursivos de escasa atención como

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4.2 Tradicionalistas o simbolistas: todo es válido ante el escaso panorama de la

literatura nacional

En La Gruta, en torno a estas discusiones del devenir del gusto literario,

también pueden identificarse, tácitamente, en la amplia nómina de autores que se

rastrea a lo largo de los números de la revista las percepciones que había entre los

colaboradores sobre las tendencias literarias que circulaban. En este registro se

encuentran, por un lado, obras de escritores fallecidos; y por otro, la mención de

autores vivos y sus recientes o próximas publicaciones, calificadas, en gran medida,

como sobresalientes por su “aguda y elevada labor literaria”.

Sobre los autores fallecidos los colaboradores en general se concentraron en

lamentar la pérdida del amigo, en exaltar sus cualidades y gustos por la literatura o en

reprochar la falta de reconocimiento de su labor como escritores. Como es el caso de,

para ilustrar lo mencionado, los autores Gaspar Núñez de Arce y Paul Gauguin, de

epístolas, prólogos, artículos de prensa, ensayos, etc. Estas redes de comunicación pueden evidenciarse

en las crónicas que escribieron personajes como Rubén Darío. Para citar un ejemplo, en el texto

Crónicas desconocidas 1901 -1906 (2006) del nicaragüense figuran entre las 50 crónicas que allí se

compendiaron y que fueron escritas para el diario La Nación de Buenos Aires, diálogos que el autor

mantuvo con contemporáneos como Amado Nervo (mexicano), Enrique Gómez Carrillo

(guatemalteco), Manuel Ugarte (argentino), Rufino Blanco Fombona (venezolano), Max Nordau

(húngaro), Remy de Gourmont (francés), entre otros. En las líneas de estas crónicas se lee claramente

que Darío poseía conciencia de las transformaciones de la época y además que era conocedor asiduo

de lo que estaba aconteciendo en las ciudades cosmopolitas en cuanto al arte y la literatura. Es de

especial interés que Darío el 14 de mayo de 1903 escriba en La Nación. Suplemento Semanal

Ilustrado una defensa a favor del simbolismo contra las afirmaciones que el Dr. Max Nordau había

escrito en el mismo diario, asegurando la muerte del simbolismo y la insignificante repercusión que

había tenido en la historia de la literatura. Darío muy enfáticamente le recuerda que esta nueva

propuesta estética ha contado con el éxito social necesario para modificar las tradicionales costumbres

y propiciar la independencia mental y la libertad de las inteligencias. Este caso es asimilable con la

discusión que se da en La Gruta entre Javier Acosta, Baldomero Sanín Cano, Rafael Espinosa

Guzmán y Luis María Mora frente a las concepciones negativas que este último profiere contra el

simbolismo; como se puede observar en esta publicación periódica también se estaban dando debates

similares a los que se enfrentaban figuras como Rubén Darío en escenarios más cosmopolitas, hubo en

La Gruta polémica de altura, con temas internacionales, de actualidad, en este caso en defensa de las

ideas que estaba declarando el húngaro Max Nordau sobre el simbolismo.

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quienes poco o nada se conoció sobre sus obras “en estas regiones del mundo”, pero

no por ello, señalaron, carecían de merecimiento y atención por parte de la crítica

colombiana104. Del primero anotaron que dicho desconocimiento se debió a que había

perdido influencia en la juventud porque esta se sentía más inclinada por las nuevas

corrientes de las formas literarias. Del segundo, Maximiliano Grillo comenta la

inesperada muerte del poco conocido pintor francés Paul Gauguin, quien produjo más

asombro que seducción en el público de la época. Para Grillo es propicio hablar

acerca de su trabajo por el aporte que hizo a las artes plásticas, como “maestro del

simbolismo” e impresionismo al lado de figuras como Monet y Pissarro, sin embargo,

lamenta que un número considerable de su obra haya quedado en posesión de la

comunidad indígena de los Moíra y perseguida por el obispo de Papeete para

quemarlas. Concluye diciendo que no hay casi nada más por mencionar ante el

desconocimiento de los lectores del autor, así que sólo queda lamentar su muerte y

expresar las respectivas condolencias a su hermana y sobrino que vivían en

Colombia.

Por otra parte se leen en la revista recurrentes comentarios que aplauden a

escritores, como a Julio de Francisco, recordado por sus amigos como un escritor

entusiasta por la literatura, hombre autodidactica de una extrema sencillez ante los

elogios académicos y literarios; destacan que es visible en toda su obra la tristeza y el

dolor, el uso correcto de la forma y el cuidado en el detalle”105. Otras muertes muy

lamentadas fueron las de los poetas Alejandro Vega, por su estilo inspirado y castizo;

104 Escobar, M. (1903). Informaciones. Muerte de un poeta. La Gruta N° V, agosto, pp. 73-74. Grillo,

M. (1903). Paul Gauguin. La Gruta N° XVI, noviembre, pp. 212-213. 105 Rivas, F. (1903). Julio de Francisco. La Gruta N° III, agosto, pp. 36-37.

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Pedro Ignacio Escobar, una pérdida para la ciencia y las letras; y José Ángel Porras,

la desaparición de un creyente intachable, de una inteligencia extrema y esmerada por

la expresión de la belleza en sus obras106.

En cuanto a los autores vivos que fueron mencionados en las páginas de la

revista, en general, los colaboradores halagaron y recomendaron sus producciones

literarias. Maximiliano Grillo y Tomás Carrasquilla fueron los escritores más

mencionados. Para el caso de Grillo se anuncia repetidas veces la publicación de su

novela Emociones de la guerra, la cual califican como un libro de alto

reconocimiento, merecedor de publicarse; llama la atención que el autor escriba que

son sus amigos quienes lo han exhortado para que publique el libro y, por ello le

solicita a los interesados que lo compren y le hagan “propaganda”. Finalmente,

aparecen publicados en la revista algunos apartados de la novela, como muestra de la

calidad del texto, denominado por el colaborador Francisco Heredia como una obra

combatiente y patriótica107.

Para el caso de Carrasquilla, Rafael Espinosa Guzmán lo destaca como la

figura más sobresaliente de la región antioqueña y, con el cuento Salve Regina, a

pesar de sus “defectos”, afirma, quedan expuestas también sus “cualidades”. A su

vez, Baldomero Sanín Cano y Maximiliano Grillo también se refieren a esta

producción cuentística. Sanín Cano destaca en el escritor antioqueño su labor

intelectual, que redime a los humildes y a la gente desgraciada: ve en el autor, al

106 Espinosa, R. (1903). Alejandro Vega. La Gruta N° XX, diciembre, p. 266. Sanín, B. (1904).

Alejandro Vega. La Gruta N° XXIV-XXV, febrero, p. 304. Soto, C. (1904). Alejandro Vega. La Gruta

N° XXIV-XXV, febrero, pp. 304-310. Quijano, A. (1904). Alejandro Vega. La Gruta N° XXIV-XXV,

febrero, pp. 319-320. Acosta, J. (1903). Pedro Ignacio Escobar. La Gruta N° XX, diciembre, pp. 255-

256. Espinosa, R. (1904). José Ángel Porras. La Gruta N° XXIV-XXV, febrero, pp. 320-321. 107 Heredia, F. (1904). Emociones de la guerra. La Gruta N° XXII, enero, pp. 281-284.

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artista que pinta lo triste, lo miserable y visible de la vida diaria. A la vez, Grillo

subraya de su estilo la configuración de personajes sin arandelas falsas y

embellecimientos, más bien el escritor revela el fondo de los “corazones humanos”108.

En la revista también se van reseñando otras obras de diversos autores, las

cuales son equiparadas con textos de la tradición grecorromana o con autores

europeos, como es el caso de las publicaciones escritas por Julio de Francisco,

comparadas por Federico Rivas Frade con la novela Los miserables de Víctor Hugo,

y con la Eneida de Virgilio109. Se nombran, a su vez, publicaciones de los siguientes

autores: José Rivas Groot con Resurrección, señalada como obra digna de

admiración; Edmundo Cervantes con Recuerdos de campaña, considerada mejor

novela corta nacional y Santiago Pérez Triana con Reminiscencias tudescas,

destacada por su pureza de estilo110. También informan que hay obras que llegan

retrasadas al país como es el caso de Peregrinaciones, de Rubén Darío; reseñada

como un libro de crónicas publicado en París y ejemplar de la depuración del estilo

del poeta nicaragüense, quien progresa en el manejo del castellano y en la sencillez de

la composición111.

En otros casos censuraron que ciertos autores y obras no hubieran contado, por

parte de los entes censores de la literatura, del merecimiento que tenían como la

novela El Alférez real, de Eustaquio Palacio; la cual consideraron los colaboradores

108 Espinosa, R. (1903). De literatura. La Gruta N° V, agosto, pp. 68-70. Sanín, B. (1903). Salve

Regina. La Gruta N° VIII, septiembre, pp. 114-115. Grillo, M. (1903). Letras humanas. La Gruta N°

XI, octubre, pp. 148-150. 109 Rivas, F. (1903). Julio de Francisco. La Gruta N° III, agosto, pp. 36-37. 110 Espinosa, R. (1903). De literatura. La Gruta N° V, agosto, pp. 68-70. Espinosa, R. (1903).

Recuerdos íntimos. La Gruta N° VI, agosto, pp. 84-86. 111 Escobar, M. (1903). Informaciones. Un libro. La Gruta N° VII, septiembre, pp. 104-105.

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de la revista como una publicación que trascendió la narrativa de amor e incursionó

en la historia patria; estimada como una obra maestra de igual magnitud que María de

Jorge Isaacs, una publicación que constituyó un punto de partida en el desarrollo de la

narrativa Nacional, para llenar el escaso catálogo de publicaciones que adolecía. De

igual manera, Almíbar, de Jacinto Albarracín fue considerada como una novela de

costumbres, en la que rescataban su contenido sicológico, el tratamiento de los

personajes y la lectura de la sociedad que podía hacerse a través de ellos; De

sobremesa, de José Asunción Silva fue la obra que situaron por excelencia dentro de

la expresión de la nueva escuela, y Silva junto con Friedrich Nietzsche, Maurice

Barres y otros, fueron calificados como autores insignes de estos cambios, aquellos

que irrumpieron contra el “canon” e incursionaron en un nuevo estilo de escritura y

creación112.

Por último, recomendaron publicaciones que habían salido recientemente

como la selección Cuentos bogotanos de Guillermo Torres, considerado un libro de

cuentos que enriquecía la escasez literaria del país, el cual podía ser leído en familia y

por los jóvenes; además, se invitaba al público a comprar estos ejemplares y otros

números que al parecer no estaban vendiéndose en las librerías113.

4.3 La asimilación de las nuevas manifestaciones literarias, entre comentarios y

discusiones, pero poca “creación”

112 Scarpetta, O. (1903). El Alférez Real. La Gruta N° VII, septiembre, pp. 105-109. Vega, A. (1904).

Almíbar: prólogo. La Gruta N° XXIV-XXV, febrero, pp. 312-313. Acosta, J. (1903). La escuela nueva

y José Asunción Silva. La Gruta N° XVII, noviembre, pp. 221-227. 113 Espinosa, R. (1903). La Semana. La Gruta N° XVIII, diciembre, pp. 232-242.

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Como se observa en las líneas anteriores la revista La Gruta, como institución

cultural y en consonancia con su prospecto trazado: primero, demuestra que había un

reciente avivamiento de la producción literaria colombiana, la cual se sobreponía del

estancamiento que tuvo durante la Guerra de los Mil Días. Es decir, los directores y

algunos de los colaboradores reconocieron que comenzaban una ardua labor literaria

golpeada y truncada por aspectos externos a lo literario; por lo tanto, concentraron sus

esfuerzos en señalar y elogiar a los autores que estaban ocupándose de la escritura

literaria sin importar la escuela estética en la que se inscribieran114.

Segundo, de las tensiones que se dieron respecto a este devenir literario en los

comentarios y apreciaciones de los colaboradores se logra entrever que estaban

enterados de las transformaciones estéticas provenientes del continente europeo, en

las que reconocían un alto valor composicional. Pero a la vez validaban y eran

conscientes de que las publicaciones y los autores de cuño tradicionalista continuaban

siendo propuestas literarias todavía con un elevado valor estético, las cuales al ser

respaldadas por hombres influyentes del país, quienes gozaban de autoridad

114 Las dinámicas socioculturales a inicios del siglo XX que se leen en La Gruta eran similares a las

que estaban atravesando los demás países hispanoamericanos, incluso en las ciudades metropolitanas

también estaban ocurriendo análogas condiciones. El investigador Claudio Maíz (2004) apunta que

había en el ambiente social - intelectual debates políticos entre España y América. Los hombres

letrados de las jóvenes republicas vivían un periodo transicional a finales del siglo XIX y durante las

primeras décadas del XX, donde la modernidad hispanoamericana ni aislada ni tampoco del todo

mimética de lo europeo enfrentaba cuestiones ideológicas marcadas por la anhelada autonomía

política y cultural, a la vez los diferentes fenómenos que surgieron a partir del desarrollo del

imperialismo norteamericano creaba relaciones de dependencia entre las ciudades de centro y los

contextos asimétricos y periféricos de los países hispanoamericanos, y si bien estos procesos fueron

amplios y contradictorios, permitieron que los letrados del momento, consientes del conflicto ente

centro y periferia, reconsideraran aspectos como la noción de la naturaleza y en sí la revalorización de

lo americano, para buscar un promisorio y nuevo sistema axiológico, unas epistemes y cosmovisiones

más organizadas que orientaran sus verdaderas realidades socio-culturales. Estas tensiones hay que

entenderlas, anuncia el autor, a escala continental gracias a dos hechos decisivos: el auge del

capitalismo norteamericano, como ya se mencionó, y el nacionalismo revolucionario.

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académica, vigorizaban las letras y la cultura en consonancia con el proyecto de

nación que pervivía en las mentalidades de los escritores colombianos.

Tercero, y último, la lectura y análisis en general de las entradas que se

ocuparon de las discusiones del devenir del gusto literario revelan que los hombres de

letras de esta época buscaban, a través de estas publicaciones periódicas, afirmarse

como intelectuales, hacedores de cultura y herederos de una visión nacionalista; en la

medida en que constantemente estaban expresando su formación académica, en

Europa o no, su acervo cultural y las asiduas lecturas que hacían de escritores

extranjeros en sus lenguas originales.

En la revista La Gruta el proceso de asimilación de las nuevas manifestaciones

literarias no contó con una discusión directa, salvo por la defensa que hace Javier

Acosta, Baldomero Sanín Cano y Rafael Espinosa Guzmán en torno al estudio sobre

el simbolismo que hizo Luis María Mora. Más bien puede leerse que fue un proceso

lento, dado que aunque los autores del momento iban reconociendo estas nuevas

tendencias, como ya se mencionó, no por ello dejaron de publicar obras de tradición

hispanista y reconocer en ellas un alto valor estético.

Asimismo, los colaboradores se percibieron como entes censores de la cultura:

en muchos casos objetaron, independiente del gusto literario en el que se inscribiera

la obra, la falta de reconocimiento de tal autor o publicación; o por el contrario

elogiaron el tratamiento que hacían los escritores de tal tema, o los aportes del texto

para la consolidación cultural de la sociedad colombiana; en definitiva se asumieron

como las instancias que resaltaban y legitimaban la existencia de los hombres cultos

del país.

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Finalmente, la revista revela un canon diferente al que se conoce en la

actualidad. En sus páginas hay una miscelánea de nombres de autores que poco o

nada se conoce sobre ellos y su obra literaria. A la vez, muchas de estas

producciones, bien sea poética, narrativa o crítica, solo se publicaron allí por única

vez. Por lo tanto, el panorama que ofrece La Gruta pone de relieve, para continuar

entendiendo las mentalidades de los escritores de inicios del siglo XX, una lista de

autores y publicaciones que también participaron, al igual que las referenciadas en las

historias y las antologías de la literatura colombiana, en la asimilación de los avances

modernizadores de la cultura del país; estas reflejan los aciertos y desaciertos en el

tema, muestran cómo se dio la coyuntura de una sociedad republicana de cara a

realizar los cambios acordes con las sensibilidades estéticas que auguraba la

modernización; sin embargo, las letras colombianas deberán esperar dos décadas más

del siglo XX para que avizoren los primeros cambios, como apunta el crítico Hubert

Pöppel (2000); el autor afirma que si bien a lo largo de estas primeras décadas aún

continuaba el trato ambivalente entre las preferencias neoconservadoras y

progresistas, donde las “concepciones claramente antimodernistas yacían al lado de

cautelosas tendencias de renovación, y combatieron, a veces en común, los pocos

intentos reales por escribir una poesía moderna que correspondiera a los años veinte”

(2000, p. 308), es posible advertir una real renovación del quehacer literario en la

decidida posición estética que tuvieron los escritores León de Greiff y Luis Vidales.

En este sentido, y observando las dinámicas que se dieron en los años que

vinieron luego del cierre de La Gruta, se comprende que los escritores que se

ocuparon de la revista no pudieron marcar acentos determinantes en los procesos de

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modernización intelectual del país, por el contrario, para advertir la modernización

parcial de la sociedad colombiana hubo que esperar un trascurrir de cuantiosos

embates entre las élites letradas frente a las concepciones que tenían sobre la

literatura y la cultura. Finalmente, todo esto sin señalar que había una clara exclusión

del gran grueso de la población que no hacía parte de la sociedad educada y adinerada

de Colombia, pero que por estar inmersa en los mismos ambientes sociales también

se volvieron asimiladoras de estas visiones de mundo y de unos valores culturales que

poco, o nada, los representaban.

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Conclusiones: La Gruta, un programa ideológico tradicionalista que desconfiaba

de los avances modernizadores y las nuevas orientaciones del pensamiento

Los temas tratados muestran las continuidades y discontinuidades de las

condiciones de producción que vivió la literatura colombiana de inicios del siglo XX.

Como se ha expuesto a lo largo de esta disertación, el panorama cultural y literario de

Colombia del periodo estudiado fue un momento histórico de coyuntura, no solo

porque iniciaba un nuevo siglo, sino porque finalizaba la paralizante Guerra de los

Mil Días, surgiendo la oportunidad para el desarrollo social y cultural de la naciente

República; y ante tales circunstancias los hombres de letras advirtieron que era el

momento adecuado para fortalecer la cultura a través de la consolidación de

proyectos periodísticos que inventariaran cada uno de los progresos que se iban

dando en los diferentes ámbitos de la sociedad capitalina. Además este periodo

suponía la ruptura de proyectos ideológicos tradicionalistas dadas las

transformaciones que estaban teniendo lugar en los sistemas de creencias y valores de

las inteligencias europeas, las cuales los letrados colombianos empezaron a mirar con

desconfianza, y a la vez con aceptación; siendo esta ambivalencia una constante entre

estos hombres ya que continuaban regidos por los dogmas de la religión católica.

Así que, estos cambios en las estructuras sociales e ideológicas que empezaron

a experimentar ciertos sectores de la élite letrada bogotana estuvieron mediados por la

literatura. Esta actúa como la materialización de las tensiones de esas “conciencias”

sobre la nación que los escritores del momento concibieron idóneas para el desarrollo

del proyecto modernizador cultural, intelectual y material del país.

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La parcial modernización cultural capitalina, entre la pompa y el provincialismo

Entre los temas y tensiones que subyacen en la revista La Gruta se percibe con

claridad que en el proyecto modernizador del país, del periodo estudiado, había una

idea de cultura muy específica. Dentro de los idearios de los colaboradores de la

revista, expuestos en diferentes formas composicionales como la poética, la narrativa

y la ensayística, deriva una cultura concertada por un selecto grupo de hombres

formados en los preceptos de la religión católica; instruidos en diferentes disciplinas

del conocimiento y autoconcebidos como un sector privilegiado de la élite bogotana,

encargada de impulsar el progreso social e intelectual de la naciente República; por lo

tanto, se ocuparon de divulgar todas las actividades en las que participaron o las que

se llevaron a cabo en la capital para sustentar dicho prestigio.

Sin embargo, la modernización cultural que pretendían estas personalidades de

la élite letrada bogotana enfrentó la hegemonía que ejercía una institución tan

poderosa como la religión católica. En consecuencia el progreso cultural de la

Colombia de entonces controvirtió con intelectualidades que pugnaban por sostener

sistemas de valores y arquetipos sociales de cuño tradicionalista. Ahora bien, estas

circunstancias son evidentes en La Gruta como se argumentó en los anteriores

capítulos; tal es el caso del crítico más notable de la revista: Rafael Espinosa

Guzmán. El autor, en el extenso inventario que hace de las actividades realizadas en

los ambientes culturales de la capital muestra que las cavilaciones de las instancias

censoras de la cultura tenían un marcado sesgo católico, tanto para legitimar o

deslegitimar actuaciones comportamentales de la sociedad en general, como para

censurar los gustos estéticos en los que se inscribían los escritores.

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En este ambiente de ruptura entre lo tradicional y lo nuevo, la élite también se

perfiló como una cultura progresista y emprendedora cargada de “orgullo nacional”.

Estas ideas fueron claramente anunciadas en la revista, se leen en los avisos

comerciales que abundaron en sus páginas, en las alusiones que hicieron los

colaboradores sobre los cargos y la respetabilidad de los autores citados: estos

hombres aparecieron como expertos en diferentes disciplinas del conocimiento,

ocuparon cargos significativos en el sector político o administrativo de la ciudad, o

bien, figuraron como empresarios en los diferentes sectores de la industria

colombiana.

Ahora bien, esta idea de cultura que se reconstruye en los números que dio la

revista en cuestión se reafirma con los ambientes de sociabilidad que tuvo la élite.

Aparecen reseñadas, en las diferentes entradas de la publicación, actividades como

carreras hípicas, fiestas en los clubes, inauguraciones de instituciones de caridad,

presentaciones teatrales o conciertos; a su vez, comentarios sobre acontecimientos

internacionales, opiniones acerca del moderno carácter de las mujeres capitalinas,

entre otros asuntos. No obstante, esta divulgación de los acontecimientos culturales se

hizo en aras de suscitar una nueva cultura alejada de las paralizantes guerras del fin

de siglo, e impulsada por los dispositivos legitimadores ya mencionados, de hecho la

misma prensa también hizo parte de la institucionalidad de la cultura.

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Una modernización material de “estantería”

Frente al ambiente cultural que divulgaron y proyectaron los colaboradores

que participaron en la edición de esta publicación seriada se dilucida que para este

periodo apenas si comenzaban a mostrarse ciertos avances económicos significativos

en Bogotá (al menos ciertas transformaciones tecnológicas, cambios socio-

económicos en la industria y el comercio puede leerse que estaban dándose).

Si bien no hay ninguna entrada en La Gruta que se ocupe directamente de

hablar o describir la modernización material de la capital colombiana, en algunos

momentos de las entradas de “crítica” y “narrativa” hay muestras de ciertos progresos

en este tema: aparece la navegación a vapor por el río Magdalena, la incursión de las

empresas de imprentas y litografías, la construcción de teatros, y otros tantos casos.

Vale la pena resaltar que en las entradas de “publicidad” de la revista es donde

más se puede evidenciar que había un interés por parte de la élite colombiana de

acceder a la compra de productos que, de una u otra forma, legitimaban la posición

socio-económica de este selecto grupo de cara a sustentar el proyecto de una élite

“predestinada” para la fundación de nuevos cánones culturales. Entre ellos figuran

pianos, baños de mármol, relojes de bronce y oro, cuadros al óleo o a lápiz, lámparas,

escritorios, anillos de oro y esmeralda, perlas, diamantes, casas, lotes, haciendas y

numerosos productos más, que al igual que los citados, costaban elevadas sumas de

dinero e impregnaban de un aire de progreso a la vida social de los letrados.

Asimismo, los constantes avisos comerciales durante los 25 números de la revista, de

productos como “La cerveza Rosa Blanca”; artículos de vidrio “Fenicia” y venta de

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azufre y nitro en “Pirotecnia” sustentan que estaban consolidándose la industria y el

comercio en la “Atenas bogotana”.

La modernización intelectual: una triada conformada por élite, inteligencia y fe

católica

La Gruta refleja a una intelectualidad surgida de ciertos sectores de la élite

capitalina envuelta en tensiones entre una reciente tradición literaria que fortalecía el

proyecto republicano de cuño tradicionalista frente al nuevo modelo estético

exportado de Europa, el Simbolismo, en el cual la literatura se alejaba del

gramaticalismo y las concepciones anquilosadas del catolicismo decimonónico.

Los hombres de letras de principios del siglo XX en Colombia, como ya se

anunció, hicieron parte de un sector de la élite bogotana, quienes se percibieron con

un estatus social privilegiado frente al resto de los demás sectores de la sociedad.

Estos hombres, en gran parte, accedieron a una formación académica que los ponía

por encima del común de la gente de la capital, a la vez, se organizaron en

agrupaciones que dilucidaban sobre los devenires de la cultura y la literatura

colombiana. Es decir, el intelectual que refleja la revista estudiada concibió que su

función social era promover la cultura y desarrollar, al tiempo, la tradición literaria

del país. Ambas actividades estuvieron correlacionadas: la modernización intelectual

permitió la modernización cultural, la primera reflejaba y perpetuaba a la segunda

desde los modelos de organización y referentes sociales y simbólicos del

conservadurismo.

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De ahí que a lo largo de la revista los colaboradores aludan, constantemente,

su filiación al sector de la élite; las frecuentes menciones de su participación en la

tertulia literaria La Gruta Simbólica y la prestancia que tenía dicha organización

dentro de los ambientes de sociabilidad de los escritores del momento, de igual

manera, la autopromoción que se hicieron como ciudadanos de la “Atenas bogotana”,

una fama que creyeron que merecían y debían mantener. En consecuencia, la idea de

cultura que estos hombres del siglo XX tenían era la de un círculo social hermético

donde primaba la amistad y el halago; así que, como consecuencia, este proyecto

periodístico y el programa ideológico trazado se sofocaron hasta el punto de la

desaparición de sus números.

Ahora bien, los letrados colombianos también se dieron a la tarea de

autopromocionarse como agentes culturales y literarios garantizadores de los

referentes identitarios de la Nación. A este respecto, gran parte de las entradas de la

revista se concentraron en abordar la vida u obra de algún autor; reseñaron los

alcances sociales y estéticos a los que había llegado, su participación en la vida

cultural de la capital y el logro literario de sus obras. Asimismo, la amplia lista de

autores que puede enumerarse revela la urgencia del intelectual colombiano de

conceder un estatus a las letras del país, en especial a las bogotanas como se leyó en

el prospecto trazado por los directores de esta publicación.

A propósito de estas funciones de los letrados, también se dispusieron como

entes censores de la cultura y la literatura. Entre los colaboradores hubo un marcado

interés por ratificar el valor social-burgués de los escritores más que por el análisis

directo de sus obras, empleando una discursividad apologética pero con apariencia de

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erudita. A lo largo de sus disertaciones estas se revisten de una retórica instruida de

quien ha estudiado a profundidad lo mencionado, sin embargo, el mensaje redunda en

un enaltecimiento simplista. De igual forma sucede en el examen que hicieron del

ambiente cultural que brindaba la capital colombiana de aquel entonces: las

valoraciones consistieron más en reseñar los acontecimientos culturales a los que

asistía la élite y en censurar los inadecuados comportamientos en diversos aspectos,

que en orientar el desarrollo social de toda la comunidad colombiana.

En este marco, la función de la literatura proyectada desde La Gruta toma dos

propósitos: cultural y estético. Del primero, los escritores, en consonancia con en el

prospecto editorial de La Gruta, promovieron una literatura nacional de cara a

fortalecer la patria, el catolicismo y la tradición hispanista; los autores que

participaron en la publicación vieron en la escritura literaria el instrumento para

fortalecer un proyecto nacional republicano aún con bastantes marcas decimonónicas.

Estas entradas están revestidas de un patriotismo y de una cultura guiada por los

designios de la fe católica, aún los escritores estaban volcados a la madre patria que

creyeron que habían dejado atrás, en el pasado colonial, pero que continuaban

imitando en todo sentido. Así que, el segundo propósito, el estético, estuvo orientado

hacia las manifestaciones literarias tradicionalistas – romanticismo, gramaticalismo–

en defensa de su vigencia. En sí, los colaboradores de la revista publicaron sus obras

repitiendo estos temas, intenciones y géneros literarios para servir a la causa de una

República católica y conservadora.

No obstante, el advenimiento de nuevas corrientes importadas de Europa, en

este caso el Simbolismo, fisura y resignifica por instantes el modelo tradicionalista

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desde el cual se venía concibiendo la literatura en Colombia. En otras palabras,

algunos autores del sector de la intelectualidad capitalina encuentran en La Gruta

también la posibilidad de debatir los gustos estéticos y de reclamar la incursión de las

nuevas sensibilidades al panorama literario. Como se esgrimió en los capítulos

anteriores sus debates fueron decididos y combatientes, al menos sobre el papel, en

aras de fisurar las viejas escuelas y concepciones sobre la vida. Sin embargo, a pesar

de las tensiones que hubo entre las intelectualidades, estas discusiones apenas

alcanzaron a ser reflexiones sobre el tema, donde dos o tres autores dilucidaron al

respecto pero las entradas netamente literarias continuaron siendo muestras de la

insistente literatura conservadora.

Finalmente, las ideas expuestas muestran que la modernización intelectual

colombiana de inicios del siglo XX, que revela La Gruta, estuvo concentrada en

pequeños grupos de la élite letrada de la capital quienes se asumieron como hacedores

y representantes de la cultura, se ubicaron como instancias censuradoras y críticas del

devenir de la tradición literaria del país; y aunque hubo atisbos de confianza en las

nuevas tendencias literarias esta aceptación fue parcial y se quedó en el terreno de

una discusión pública desde el papel, más no en la renovación concreta de la escritura

literaria.

Anotaciones para próximas investigaciones

Esta investigación, por el carácter de la misma, no aspiró a examinar todas las

variables de análisis que ofrece una publicación periódica como la que ocupa este

estudio. Por lo tanto pueden plantearse inquietudes investigativas como el examen

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profundo de los diferentes géneros discursivos que figuran en las entradas de la

revista. Revisar con detenimiento quiénes fueron los autores y las obras que

registraron los colaboradores y determinar qué lugar ocuparon, o en su defecto no

ocuparon, en la tradición de la literatura colombiana, y determinar las dinámicas que

tuvieron las manifestaciones literarias del país de inicios del siglo XX para

comprender cómo se dieron las asimilaciones composicionales en el quehacer

literario.

Otra tarea prioritaria, la cual no se logra realizar en esta investigación es

levantar en los documentos de los diferentes archivos históricos de las universidades

del país y de otras instituciones donde repose este material, información acerca de la

participación de las mujeres en la consolidación y divulgación de las instituciones

culturales. Como ya se anotó en los capítulos anteriores, para inicios del siglo XX en

Colombia mujeres como Agripina Montes del Valle, Ester Flórez Álvarez, Lila de

Joufrez, entre otras, estaban participando como escritoras y artistas en los ambientes

de sociabilidad que ofrecía el país: las publicaciones periódicas y diversos escenarios

culturales.

Finalmente corresponde a futuras investigaciones analizar la revista La Gruta,

a la luz de lo expuesto, en diálogo con otras publicaciones seriadas con el objeto de

ampliar en qué forma percibieron los autores la modernización social y las tensiones

que surgieron en torno a estos cambios; a la vez, para advertir las transformaciones de

las ideas de los letrados colombianos y cómo fueron asimiladas en sus obras

literarias. Fuera de las preguntas que el investigador pueda hacerle a las publicaciones

periódicas.

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