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LA PARROQUIA ANTE UN COMPROMISO FUNDAMENTAL: LA ACOGIDA Y ACOMPAÑAMIENTO DE LOS FUTUROS SACERDOTES EMETERIO RODRÍGUEZ Las páginas que siguen recogen, el fruto de diversas conversa- ciones con j6venes de nuestra parroquia que se plantearon hace al- gún tiempo el ideal sacerdotal como meta de su vida. Obedecen por tanto a un método vivo y estrictamente pastoral. Pretenden dar una idea de la experiencia que, como regalo de Dios, hemos tenido la dicha de vivir en estos últimos ocho años. A mí me co- rresponde asumir, -y lo hago con gusto, como testigo de excep- ci6n que realmente soy-, esta descripci6n elaborada conjuntamen- te. Así como en la metodología hist6rica se utiliza ya y se valora el método de las entrevistas y testimonios vivos, y no s6lo la do- cumentaci6n escrita que se guarda en los archivos, o la bibliografía historiográfica, en pastoral existe un método análogo. Y en la pas- toral ese método resulta tal vez más asequible cuando se trata de reflexionar sobre la realidad sin salirse de ella, permaneciendo su- mergidos en las tareas diarias. 1. La parroquia no puede reducirse a una élite La parroquia está comprometida con todos y cada uno de los. miembros de su comunidad. Por eso, analizar lo que significa que la pastoral vocacional es un compromiso fundamental de la parroquia supone ante todo comprender cuál es el fin primario, el objetivo que enciende toda la solicitud pastoral. Esta tarea radical y -por decirlo así- fundante de todo el proyecto de la parroquia es la evangelización. No podría ser de

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LA PARROQUIA ANTE UN COMPROMISO FUNDAMENTAL:

LA ACOGIDA Y ACOMPAÑAMIENTO DE LOS FUTUROS SACERDOTES

EMETERIO RODRÍGUEZ

Las páginas que siguen recogen, el fruto de diversas conversa­ciones con j6venes de nuestra parroquia que se plantearon hace al­gún tiempo el ideal sacerdotal como meta de su vida. Obedecen por tanto a un método vivo y estrictamente pastoral. Pretenden dar una idea de la experiencia que, como regalo de Dios, hemos tenido la dicha de vivir en estos últimos ocho años. A mí me co­rresponde asumir, -y lo hago con gusto, como testigo de excep­ci6n que realmente soy-, esta descripci6n elaborada conjuntamen­te. Así como en la metodología hist6rica se utiliza ya y se valora el método de las entrevistas y testimonios vivos, y no s6lo la do­cumentaci6n escrita que se guarda en los archivos, o la bibliografía historiográfica, en pastoral existe un método análogo. Y en la pas­toral ese método resulta tal vez más asequible cuando se trata de reflexionar sobre la realidad sin salirse de ella, permaneciendo su­mergidos en las tareas diarias.

1. La parroquia no puede reducirse a una élite

La parroquia está comprometida con todos y cada uno de los. miembros de su comunidad. Por eso, analizar lo que significa que la pastoral vocacional es un compromiso fundamental de la parroquia supone ante todo comprender cuál es el fin primario, el objetivo que enciende toda la solicitud pastoral.

Esta tarea radical y -por decirlo así- fundante de todo el proyecto de la parroquia es la evangelización. No podría ser de

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otro modo cuando la parroquia es porción viva del Pueblo de Dios, y «evangelizar constituye la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangeli­zar» 1. Esta realidad, aparece explícitamente asumida como obje­tivo prioritario de nuestra diócesis: «La Iglesia Diocesana de Al­bacete, con este Proyecto, toma como objetivo prioritario 'Anun­ciar a Jesucristo con obras y palabras', y haciendo, como El, una opción preferencial por los pobres, quiere cumplir la misión que nos ha confiado a sus seguidores: 'Id y haced discípulos míos"> 2. Veamos unos indicadores que pueden constituir desde el seno de la parroquia una clave para la autenticidad de esa evan­gelización.

Lo primero -por seguir el orden preferido por Lumen Gentium- es que la evangelización ante todo consiste en una pre­sentación profunda, global y renovada del mensaje cristiano. Es una presentación en sentido fuerte: su meta es sobre todo hacer presen­te a Jesucristo 3. Tener muy en cuenta esta perspectiva básica de la pastoral evita que la parroquia se convierta en una perfecta máqui­na, y los agentes de pastoral se vean transformados en ejecutivos o funcionarios.

En resumen, puede decirse que se trata de anunciar a Jesu­cristo; celebrar a Jesucristo, ya presente en la Palabra anunciada; y enviar para el anuncio de su mensaje salvador. Son tres dimen­siones de la única misión de la Iglesia, que consiste en ser «sacra­mento de salvación» en medio de los hombres 4_

1. Evangelii Nuntiandi, 14. 2. Proyecto de Iglesia Diocesana, documento de propuestas. Albacete, 1989,

propuesta n. 1. 3. Así lo ponía de manifiesto Juan Pablo II en su homilía en la parroquia

de Orcasitas: «Una parroquia es, en efecto, una comunidad de hombres que por el Bautismo están personal y socialmente conectados al sacerdocio de Cristo... Vosotros sois parroquia porque estáis unidos a Cristo, de modo es­pecial gracias al memorial de su único sacrificio ofrecido en el propio cuerpo y sangre en la cruz; ( ... ). ¡Centrad vuestras actividades parroquiales en la Sa­grada Eucaristía, en el encuentro personal con Cristo, perenne huésped vues­tro!». (CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA: Juan Pablo JI en España. Texto íntegro de los discursos' del Papa. Coeditores Litúrgicos, Madrid 1983, p. 100).

4. Cfr. AA.VV., ¿Evangelizan nuestras parroquias? Actas del congreso «Pa­rroquia evangelizadora», Edice, Madrid 1988, pág. 78.

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En segundo lugar, la evangelización convoca al pueblo, crea la comunidad, y se actúa paso a paso en comunidad. Por eso no es exclusiva de una élite, sino de todos los miembros de la parro­quia, de todo cristiano. Todos los miembros del Pueblo de Dios son necesarios en la comunidad evangelizadora: todos están llama­dos a ser activos y responsables 5. Lograr una corresponsabilidad lo más efectiva posible de todos los miembros de la comunidad en la tarea evangelizadora es una de las tareas fundamentales de la pa­rroquIa.

No se trata de una corresponsabilidad abstracta: hay que conseguir que sea asumida por las personas de la parroquia. Esto supone que cada uno es corresponsable según su propia vocación y sus cualidades. Es decir, poniendo sus «talentos» al servicio del Pueblo de Dios presente aquí y ah<;>ra en la comunidad.

Una comunidad que tienda a perpetuarse ha de poner una mirada especial en los jóvenes. Por otra parte, a un joven no se le puede desilusionar ni defraudar. Por eso, cuando se aprovechan los talentos naturales de los jóvenes, la colaboración en la tarea evangelizadora no se convierte para ellos en una frustración de sus aspiraciones; cada uno es y se siente útil. Esa sensibilidad favorece que el ambiente de la comunidad sea sano y alegre. Quiero adelan­tar que esta mirada de la parroquia en los jóvenes no es una dedi­cación elitista: es necesidad de supervivencia, aunque en muchas ocasiones requiera una considerable inversión de energías y tiempo.

Finalmente conviene inSistir en que la evangelización la ha· cen personas -no máquinas- y va dirigida a personas, no a c~sas. El mensaje salvador de Cristo se dirige a todos los hombres. Sin embargo, el primer objetivo no son las masas; sobre todo interpela a cada hombre en lo más íntimo de su ser. Aquí encontramos ~tra de las grandes metas de toda pastoral: que cada hombre llegue a descubrir la verdad de su propia historia, de su existencia, a la luz de la salvación de. Cristo. Esa salvación es aquí y ahora anun­ciada por la comunidad parroquial.

5. Cfr. Proyecto de Iglesia diocesana, cit., propuestas nn. 2 y 8. Cfr. tam­bién AA.VV., ¿CÓII10 rCrlOc'dr' rll¡estr',ls parmquias) Actas del congreso "Parro-:

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Podemos decir así que la pastoral está atravesada por un pro­ceso de descubrimiento de verdades: la verdad sobre Dios, revelada en Jesucristo; la verdad sobre la Iglesia, y la verdad sobre el hombre.

En definitiva, la pastoral de la parroquia debe tender a que cada persona, descubriendo la verdad de la fe, se configure con ella, asumiendo el proyecto concreto que Dios tiene para su reali­zaci6n personal, es decir, asumiendo su propia vocaci6n. Ignorar que la pastoral está hecha por y para las personas, podría llevar insensiblemente a reducir la actividad evangelizadora a dimensiones meramente colectivistas.

En resumen, se puede decir que la tarea evangelizadora de una parroquia consiste en hacer presente en la comunidad a Jesu­cristo, que cada día está interpelando al hombre, para una configu­raci6n personal con él.

2. Las vocacwnes, un compromiso fundamental

Las observaciones precedentes nos pueden servir para enten­der c6mo se sitúa una pastoral de vocaciones en el entero conJun­to del proyecto parroquial.

Parece claro que un planteamiento de la acogida y acompa­ñamiento de los futuros sacerdotes como compromiso exclusivo de la parroquia sería sencillamente una reducci6n impensable. La pa­rroquia debe ser para todos un lugar de descubrimiento, a la luz de Cristo, de la propia verdad. Y como es una porci6n viva del Pueblo de Dios, surgen en ella como realidad eclesial y gozosa de toda la Iglesia la pluralidad y variedad de vocaClOnes, cansmas, y modos de vivir la fe.

Nuestra parroquia es joven: no tiene todavía veinte años; además, abundan en ella los j6venes. Pero ya han florecido en ella vocaciones a fundar una familia cristiana, a la vida religiosa, a una vida laical madura. Han surgido también vocaciones al sacerdocio diocesano.

Entiendo que- todos deben ser atendidos por la parroquia, ca­da uno según sus necesidades y las exigencias de esa vocaci6n que ha recibido. Es aquí donde se plantea el interrogante de, «por qué

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un equipo vocacional para futuros sacerdotes diocesanos, y no otros equipos vocacionales para otras personas que han recibido vocaciones distintas».

Antes decíamos que la parroquia significa para los fieles un lugar de «despertar vocacional», es decir, que en todo mo­mento debe ser cauce para el descubrimiento de la propia verdad a la luz de Cristo. Nunca se puede abandonar este principio. Sin embargo, la parroquia no lo es todo. Llega siempre un mo­mento en que las vocaciones reclaman un ambiente más amplio y completo en el que su formación y maduración pueda ser llevada a término. En este sentido, parece lógico pensar que ante una per­sona con vocación a la vida religiosa, el párroco o los miembros de la comunidad no pueden tratar de retenerla en la parroquia: por la sencilla razón de que en la parroquia cada uno debe ser acogido y acompañado según las necesidades y exigencias del pro­plO cansma.

El caso de los que han recibido la vocación sacerdotal es pe­culiar. También aquí llega un momento en que la parroquia no puede acaparar la completa formación de esa vocación sacerdotal. Este papel insustituible corresponde al seminario diocesano. Pero eso sí: la parroquia seguirá siendo siempre un lugar privilegiado no sólo para ahondar y profundizar en la vocación sacerdotal y sus exigencias, mientras llega el momento de comenzar la formación en el seminario, sino también para acompañar esa vocación hasta que culmine con la recepción del sacramento del orden.

La exigencia de orar y fomentar las vocaciones es general a toda comunidad cristiana. Pero existen unas circunstancias y me­diaciones que hacen que unas comunidades sean más aptas que otras para el cuidado de un determinado carisma.

La parroquia es un lugar adecuado para la acogida y acompa­ñamiento de los feligreses que en un futuro serán sacerdotes dioce­sanos, en primer lugar, porque la parroquia debe contribuir a la construcción de la Iglesia en el mundo. Y ése es uno de los carismas propios del presbítero secular. También, porque el joven es llama­do desde el mismo ambiente en el que en un futuro ejercerá su ministerio, una vez ordenado, tras recibir una adecuada formación en el seminario. Parece claro que la apertura del seminario a

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todo el presbiterio de la diócesis debe realizarse por un cauce de natural diálogo entre el seminario y la parroquia 6.

3. La acogida del don vocacional

La vocación, sin duda alguna, es un don de Dios a la Iglesia que siempre fructifica por iniciativa divina; quede esta verdad sen­tada desde ahora. Pero eso no quiere decir que los sacerdotes que componen el equipo pastoral de la parroquia hayan de mantenerse meramente a la expectativa de la generosa espontaneidad de algu­nos jóvenes, que por sí solos encontrarían en la intimidad de su existencia una inquietud vocacional. Esto ocurre alguna vez, pero no siempre. Y desde luego tengo la convicción de que en este te­rreno, una pastoral que consista en esperar resultará infructuosa. Hace falta por tanto que el equipo pastoral adopte un verdadero proyecto, y habrá que hacerlo siempre, obedeciendo al Espíritu, de modo que se facilite una verdadera interpelación a este o a aquel muchacho en concreto.

Me apresuro a decir que la expresión «reclutamiento vocacio­nal» personalmente no me convence 7. La recogida o la redada

6 Esta cuestión de las relaciones entre seminario y parroquia aparece recogida explícitamente en el Plan de formación sacerdotal para los seminarios mayores, n. 213: «Un factor siempre de gran importancia para la elaboración del juicio de idoneidad es la comunicación de los formadores del seminario con los párrocos de los seminaristas y con las comunidades en las que éstos han desarrollado actividades pastorales. En esta comunicación, especialmente cuando se acercan las ordenaciones, han de evitarse los formulismos fríos que desvirtúan la responsabilidad que atañe a unos y otros en este delicado dis­cernimiento». Igualmente en el n. 156 se trata este tema: « •.. es muy conve­niente que el seminario mayor colabore estrechamente con la pastoral voca­cional diocesana y que mantenga especiales relaciones con los responsables de las comunidades parroquiales, grupos y movimientos apostólicos en que sur­gen estas vocaciones juveniles».

7. Cfr. V. E. TARANCÓN, El sacerdote en la Iglesia y en el mundo de hoy, Sígueme, Salamanca 1985, p. 49: «¿no es cierto que muchas veces contrasta fuertemente nuestra manera concreta de actuar, tanto en la formación de los seminaristas como en las campañas de reclutamiento de vocaciones -así se lla­maban casi normalmente- con la delicadeza de Jesucristo y el respeto a la persona ... ?».

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vocacional me parece un procedimiento que no cuadra ante las perspectivas del año 2000. Repito sin embargo, que hace falta una interpelación. Hay que hacerse cauce del misterio que un joven concreto tiene que descubrir. Por eso quizá, prefiero el término «acompañamiento» 8.

He dicho antes que nuestra parroquia es joven, también por­que en ella abundan mucho los jóvenes, que entran y salen por las dependencias de la parroquia. Nos gusta mucho tener la casa llena, se multiplican las actividades. Son muy numerosos los que llegan en la primera adolescencia para participar en la catequesis, o en cualquier otro de los movimientos de la parroquia. Bastantes de ellos participan en las muchas actividades de la parroquia y vi­ven nuestras preocupaciones, inquietudes y deseos. N-J es un mero estar juntos, sino un convivir y un compartir. Y para esto me pa­rece fundamental un clima de alegría. Temiría que decir muy fuer­te que son muchos los que nos acompañan, y que el talante bulli­cioso de la parroquia es fruto de una fuerte convocatoria juvenil.

Quién conozca un poco este tipo de ambientes, comprenderá muy bien la importancia que tienen los «líderes». Esa fuerte con­vocatoria de la que antes hablaba no la considero fruto de la cui­dadosa preparación de las homilías, ni tampoco del prestigio de las clases de religión que damos en los institutos. El valor que eso tenga sólo Dios lo sabe, pero ahora me interesa subrayar la fuerza de convocatoria que en nuestra parroquia tienen personalidades bien definidas que se mueven en el terreno apostólico con mucha garra. Me refiero a ellos y a ellas, y con esto quede dicho que la mayoría de estos líderes jamás han soñado con ser sacerdotes. Y yo me alegro, porque de ellos depende la continuidad del fermen­to que hará perdurable la labor parroquial.

Pero nosotros, los sacerdotes del equipo pastoral de la parro­quia, y también los chicos que están al tanto de todo lo que hace­mos y hasta de todo lo que pensamos, estamos prácticamente con­vencidos de que las vocaciones sacerdotales saldrán casi siempre de modo bien natural de aquellos que están más comprometidos, a quienes he venido llamando hasta ahora «líderes».

8. Cfr. A. CRESPO HIDALGO, El acompañamiento espiritual. Actas del Congreso de Espiritualidad sacerdotal, Edice, Madrid 1989, pp. 530-540.

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Hablaba antes de acompañamiento, y ahora puedo decir más claro que se trata de una verdadera amistad. Creo que se descubre inmediatamente el profundo parentesco que existe con una amistad pastoral -así la llamo sin vacilar, porque es una amistad surgida al filo de la tarea y del compromiso parroquial~. Incluso hablan­do de modo más preciso, puede llamarse «caridad pastoral».

En un clima de amistad pastoral resulta fácil el deseo de per­petuar unos ideales compartidos hace mucho tiempo, y resulta muy fácil la interpelaci6n llena de respeto, cuya respuesta s610 puede darse, en libertad plena, a un amigo.

Así he visto surgir las vocaciones sacerdotales en mi parro­quia. Van a ser sacerdotes porque ellos quieren; nosotros nos ale­gramos de haber asistido a un espectáculo divino y humano. Ha­berlo contemplado así me parece un privilegio.

Acerca de los signos de vocaci6n, ha hablado explícitamente el Concilio Vaticano II, en el Decreto Optatam totius. Reciente­mente, el Plan de formación sacerdotal para seminarios mayores pro­mulgado por la Conferencia Episcopal Española, da una pista segu­ra y expresa las directrices jerárquicas sobre los criterios de discernimiento 9.

No nos gustan las precipitaciones. Uno de los rasgos que ex­presan ese respeto delicado a la libertad personal de los futuros sa­cerdotes es, a mi entender, limitarse a acompañarles y evitar a to­

do trance embocarles por un camino irremediable.

9. Sirvan como ejemplo del tratamiento que se da a este tema, estos dos , numeros:

n. 159: «El que aspira a ingresar en el seminario mayor, sea cual fuere su procedencia, ha de reunir las siguientes cualidades: un nivel básico de ma­durez personal, humana, intelectual, moral y religiosa; una salud corporal y un equilibrio suficientes; una capacidad normal para los estudios; una opción inicial clara y seria por el ministerio presbiteral; una predisposición y una capacidad normal, de algún modo demostrada, para las relaciones interperso­nales y para la convivencia en la comunidad»;

n. 160: «La opción explícita por el ministerio presbiteral ha de reunir ne­cesariamente la aceptación, por parte del aspirante, del proyecto educativo del seminario en que desea ingresar y la voluntad de abrazarse con cuanto supone la integración en la comunidad en que ha de realizarse su for-., maClOn».

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El sacerdocio es una realidad gozosa, y los jóvenes deben tender a él con todo el ímpetu de su juventud. La razón de ser es la razón del perseverar. Creo que corresponde a la parroquia perfeccionar la razón de ser, y facilitar que la opción germinal sea perfecta. Por eso, no tenemos prisa. Habitualmente, les aconseja­mos iniciar una carrera civil. Estos años previos a la formación del seminario serán tiempo de maduración de la opción vocacional y de integración perfecta de la personalidad. No nos gustaría de nin­gún modo enviar al seminario problemas, que siempre resultan molestos, y que en ocasiones pueden desembocar en traumas per­sonales.

La amistad pastoral perdura mientras hacen sus estudios uni­versitarios, y no abandonan de ningún modo las responsabilidades de la parroquia. Se sienten profundamente compenetrados con los colaboradores y colaboradoras de la parroquia.

Llega por último el momento de ir al seminario. La parro­quia sabe que de algún modo los va a «entregar», en favor de la diócesis, en favor de la Iglesia. Por eso, los confiamos ilusionada­mente a la tarea del equipo formador del seminario; sin embargo, por razones obvias, les seguimos acompañando muy de cerca; tam­bién toda la comunidad parroquial, con la oración, el sacrificio, y la ilusión. Además, cuando vienen con motivo de las vacaciones académicas o en otras circunstancias, su presencia siempre supone un empujón y un estímulo. Es más, ellos mismos comienzan a ha­cer esa interpelación de la que hablaba antes, a otros amigos. Pue­de decirse que toman el relevo.

4. Qué es y por qué ha nacido el equipo vocacional

Yo diría que el equipo vocacional ha nacido por necesidad natural. Quien ha experimentado cómo crece el ideal sacerdotal en lo íntimo de su existencia, necesita compartir su ilusión con otros que también la tienen. Los que han sentido de forma incipiente su llamada, encuentran en el grupo un enriquecimiento y una exi­gencia llena de alegría. Se encuentran acogidos en un ambiente profundamente familiar. Puede decirse que a partir de ahora, ha comenzado el cultivo de su propia vocación.

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Ante todo, el equipo vocacional está integrado por aquellos jóvenes que han descubierto signos de vocación. Se trata siempre de vocación al sacerdocio secular diocesano. Las otras vocaciones que han surgido a la vida religiosa, se han trasladado a un ambien­te propicio que favorezca una adecuada respuesta a su llamada. To­dos los que pertenecen al equipo vocacional tienen el propósito; -más o menos explícito, según el propio itinerario personal-, de integrarse en un futuro relativamente próximo en el presbiterio diocesano, en la Diócesis. Pero ahora, en esta etapa de su vida de­ciden caminar juntos insertados en la pastoral parroquial.

Como fruto de las exigencias propias de la misma vida del grupo, este equipo vocacional se proyecta en dos dimensiones Ínti­mamente unidas:

a) Interna: surge de la necesidad no sólo de compartir, sino también de vivir y experienciar los rasgos esenciales de la vocación común al sacerdocio secular diocesano, en un desarrollo acompasa­do al propio ritmo personal.

De esta forma, la dirección espiritual común es la garantía que armoniza y conjuga la libertad personal y el desarrollo de la propia personalidad, con la fidelidad a la verdad de la propia vo-. , caClOn.

En este sentido, se tienen actividades que procuran no sólo fomentar la amistad entre los miembros, como preludio de la futu­ra fraternidad sacerdotal, sino también favorecer una profundiza­ción creciente en la amistad con Jesucristo.

b) Externa : igualmente se plantea una necesidad de encauzar la proyección de la propia vocación, que lleva a anunciar el men­saje de Cristo. La parroquia y su dinámica pastoral se convertirán en el cauce oportuno.

En el organigrama de la parroquia, el equipo vocacional es uno más entre los diversos equipos comprometidos en las diversas tareas que componen el horizonte de nuestro trabajo. Junto a di­cho equipo se encuentran otros grupos como los de «junior», «montañeros», «jóvenes», «universitarios», etc. El equipo vocacional es una actividad más, una posibilidad que se brinda junto a otras igualmente importantes que existen en la parroquia.

La vocación bautismal significa una igualdad radical' entre to­dos los miembros del pueblo de Dios; y en nuestra parroquia

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-como en muchas otras- tratamos de resaltarla con especial énfa­sis. Por eso todos los componentes del equipo vocacional han de comprometerse con la convicción, traducida en práctica diaria, de que ellos nunca constituyen la porción elegida de la parroquia. Son uno más. Y el equipo vocacional es uno más entre los equi­pos y movimientos de la parroquia.

El equipo vocacional se integra por tanto en la pastoral juve­nil, a la cual sirve. Por ello no es de extrañar que se halle vincula­do a la comisión permanente de pastoral juvenil, cuyos componen­tes -muchos de los cuales nunca serán sacerdotes-, son los líderes de los diversos movimientos comprometidos de forma singular en la tarea apostólica. Desde esta comisión parte la invitación a la mi­sión que el equipo vocacional recibe, tanto en su actuación colecti­va como en el trabajo de cada uno de los miembros.

Ni siquiera puede decirse que corresponda al equipo vocacio­nal una encomienda específica del apostolado vocacional. La voca­ción puede surgir, y de hecho es así, en personas de todos los equipos, movimientos y comunidades de la parroquia.

De todo lo dicho se desprende que el grupo vocacional no obedece a una concepción rígida e inamovible. Al contrario, está formado por personas, por hombres en camino, con inquietudes nuevas y distintas. Un proceso propio para cada persona. El equi­po vocacional es una realidad de por sí flexible y cambiante, ya que apenas tiene otra estructura que la amistad pastoral, que es el alma de todo.

No me resulta cómodo admitir que el surgir de las vocacio­nes sea efecto proporcional a la perfección del método. Me he li­mitado por ello, a describir la experiencia que llevamos viviendo en la parroquia desde hace varios años. Sólo Dios concede el don de la vocación, y los hombres somos muy afortunados cuando nos sentimos cercanos a ese don, y contemplamos las maravillas de Dios en cada ser humano.

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