la otra palabra rguez_rivera
DESCRIPTION
Guillermo Rodríguez Rivera LA OTRA PALABRA(Análisis del texto poético)TRANSCRIPT
1
Guillermo Rodríguez Rivera
LA OTRA PALABRA
(Análisis del texto poético)
2
3
a Marlen López León, estudiante
4
AL LECTOR.
Tengo ahora la oportunidad de concretar una esperanza, de entregar para su
edición, mi completo acercamiento al estudio del poema.
Este libro que ahora tiene en sus manos el lector, es el resumen de muchos
años de trabajo dedicados al asunto que aborda. La inapresable poesía ha
sido mi mayor obsesión como filólogo y, por supuesto, como escritor.
La otra palabra, está integrado por La palabra y el texto poéticos, hasta ahora
inédito, y La otra imagen; para la historia del tropo poético, editado
inicialmente por Letras Cubanas en 1984 y, en segunda edición por Ediciones
Unión, 1999, Ambos textos han sufrido las modificaciones que su plena
integraciçpn precisaba.
Ambos acercamientos – o ambas secciones de un solo acercamiento --
constituyen lo central de mi aproximación al estudio del poema desde la
perspectiva académica la que, por cierto, no tiene por qué marchar divorciada
de las demás.
Aunque he transitado por diversas maneras de acercarme a lo poético desde
la perspectiva del investigador y el crítico, el paso de los años me ha hecho
desconfiar cada vez más de las concepciones cerradas, de las metodologías
5
suficientes, que creen que ese saber que es la poesía puede decodificarse con
unas cuantas fórmulas al uso.
Lo que yo trato de ofrecer es la suma de un saber investigativo que, como el
extraordinario objeto que pretende conocer, tiene que estar presto a aceptarlo
y a modificarse en consecuencia. Aprovecho para declarar aquí, mi cada vez
mayor confianza en el eclecticismo, no filosófico pero si metodológico, que
sólo puede ser conducido por esas entidades que son la concepción del
mundo, la inteligencia y la sabiduría del crítico. En cierto sentido, me aproximo
a aquella máxima que Leo Spitzer, asumió en uno de sus libros más famosos:
“el método es vivencia”.
Por supuesto que estas páginas no ignoran —- no podrían hacerlo—- el
cúmulo de conocimientos que sobre la literatura, y en especial sobre la poesía,
han producido en los últimas décadas las ciencias del lenguaje y de la
comunicación. Lejos de negar las valoraciones de la sociología y el marxismo,
desde mi punto de vista, creo que ese desarrollo atiende, con un instrumental
más completo y preciso, al específico estudio del texto del poema que debe ser
el necesario punto de partida de su comprensión.
Creo, con Borges, que las lecturas son sucesos, hechos que “nos ocurren”, y
en ese sentido forman parte de nuestra experiencia.
Ese objeto pluriaspectual que es la poesía es, simultáneamente, un hecho
social, la trasmisión de una cosmovisión (weltanschauung la llaman los
alemanes), que ofrece datos sobre la presencia del hombre en el mundo y
sobre las perspectivas (filosófica, histórica, ideológica, sicológica, sensorial)
que el hombre se forma sobre esa presencia. Pero es, en su condición más
6
inmanente, tal y como se nos presenta, un hecho verbal. Todo lo que el poema
dice, lo dice con palabras. Y es un objeto de arte.
Como diría el maestro Hypolitte Taine, el documento que es el poema ha
devenido monumento: conserva, simultáneamente, esa doble condición.
Ese arte de los declamadores que enfatizan, apoyan, “cierran” el texto que
dicen con un gesto o un cambio de tono en la voz, está enteramente vedada a
los lectores de poesía que quieran acercarse con un mínimo de objetividad al
texto que tienen delante. Lo que existe ante él no es más -— ni menos —- que
la soledad de la palabra.
Esta metodología (soy, en el fondo, renuente a llamarla así), va pues a partir
de las palabras, de lo que he llamado desde el inicio, el texto poético.
Desde el texto, desde las palabras, el método tratará de abrirse paso hasta
todos sus sentidos, y tratará de hacer ver cómo la configuración verbal se
imbrica estrechamente en la propia configuración del sentido y hasta con sus
circunstancias sociológicas.
Por supuesto que un libro de esta naturaleza, no puede prescindir del uso de
una copiosa bibliografía: van a ser inevitables las citas y las referencias a otros
libros que abordan el tema. Pero he tratado de no hacerlas proliferar sin
verdadera necesidad.
Los tiempos en que conformar un impresionante aparato crítico se convertía en
esencial para realizar un manual como este, han pasado, al menos para mí.
Quisiera que se descubrieran aquí, más que mi información sobre todos los
que han tratado un asunto y los métodos de los que se han valido, mi concreta
manera de verlo y considerarlo.
7
Ya se advierte que me resisto a ver este libro como lo que fatalmente es: un
procedimiento que se entrega a otras personas que deberán ponerlo a
funcionar. Pero eso es: una experiencia que se quiere compartir con otros
interesados en una aventura como esta, que ha abarcado una buena porción
de mi vida. No puedo dar más. No tengo más.
Aquí está, pues, lo que he ido aprendiendo en años de lectura, felizmente
completados con el trabajo en las aulas, desde mis veinticinco años.
Lo primero que he podido aprender es la inagotabilidad de ese hecho que
llamamos poesía. Ninguna metodología puede reemplazar la sensibilidad para
recibirla, ni ninguna puede pretender agotar los enigmas, las sugerencias, los
interrogantes que ella, afortunadamente, coloca ante sus lectores.
Pero el deber del crítico, del estudioso, del profesor, es proseguir con su
trabajo de Sísifo, arrastrar monte arriba la dura roca de su análisis que va a
rodar siempre hasta que un nuevo Sísifo la vuelva a hacer subir, siendo ya
otra. Es la condena que hemos elegido o que nos eligió.
Este libro es un prontuario de problemas, un resumen de lecturas, de
interpretaciones, de recepciones de las enseñanzas de mis diversos maestros.
No aspira a otra originalidad que no sea la que pueda brotar de una lectura
continuada, paciente y placentera de estos temas, que aquí se confrontan con
los textos poéticos.
Después de muchos años de explicarla (modificándola constantemente con el
trabajo docente) me decido a recoger en este volumen, la perspectiva que
quisiera completar mi visión del hecho estético que es el poema.
Estas ideas, si no, quedarían dispersas en los falibles recuerdos de quien esto
escribe y de los que las han oído (Memoria, ciega abeja de amargura, ¿no
8
escribió Juan Ramón?), difuminadas en esa entidad efímera que es lo que se
dice, si no llega a ponerse por escrito.
Reunidas, pueden tener la calculable perdurabilidad que el tiempo da a este
tipo de estudios pero que, en lo inmediato, puede constituir una ayuda para
estudiantes, estudiosos y lectores en general.
En estos casos, siempre me ha asustado esa perdurabilidad, esa cárcel en
que deviene la palabra impresa porque, quod scripsi, scripsi. No sé tampoco,
cuando estas páginas se editen, como impartiré las clases que mis supuestos
estudiantes podrán leer tranquila y cómodamente en una biblioteca o en su
cuarto. Lo más probable es que deje de impartirlas, pero es un riesgo que hay
que asumir, y dejar en letra de imprenta este resumen que tiene aún, creo, el
aroma de las flores que van a marchitarse.
G.R.R.
9
AGRADECIMIENTOS
No suelo nunca encabezar mis libros con un capítulo de agradecimientos,
acaso porque me ha parecido que los propios libros van proclamando, sin
ayuda, las deudas que han contraído.
Pero este es un libro que en muchos sentidos es un resumen: un resumen de
lecturas, de enseñanzas recibidas e impartidas, y de experiencias con la
poesía que, de alguna manera, están cubriendo los más de cuarenta años en
los que este texto ha ido formándose, incluso antes de saber que existiría.
Siempre recuerdo divertido – y admirado – la ocurrencia de Lezama cuando le
preguntaron cuánto demoraba él en escribir un ensayo: “Respondí” –- dijo
Lezama, con su personal entonación -- “cuarentaicuatro años, que era la edad
que tenía entonces”. En efecto, uno escribe con toda la vida que tiene.
Quiero agradecer, en primer lugar, a la nómina nada formal de mis maestros: a
Mirta Aguirre la que, entre inevitables desencuentros, motivados por la
formación y la época de formación de cada uno y aproximaciones mucho más
afortunadas, hechas por las afinidades en el estudio del poema y en el sentido
del humor que compartíamos, fue mi profesora en algunas de las materias que
aquí se presentan; a Roberto Fernández Retamar, cuyas clases de los años
sesenta me comunicaron el amor por la estilística, por el estudio inmanente
10
del lenguaje literario que él ya iba dejando atrás, y por la poesía, que nunca ha
olvidado y del que recibí comprensiones del poema que todavía guardo; a
Camila Henríquez Ureña, con su emoción por la literatura que tenía que dejar
huella casi en cualquiera que la conociera; a José Antonio Portuondo, al que
encontré en un viejo libro – Concepto de la poesía – del cual él mismo ya se
había marchado; a Juan Marinello, de quien recibí un curso en torno a la
poesía de Martí, el único que dictó en la Universidad de la Habana; a
Vicentina Antuña, que fue mi magistra ya siendo yo profesor, en un inolvidable
seminario de literatura latina que recibíamos en su propia casa; a Graziella
Pogolotti, a quien nunca tuve directamente como maestra en las aulas, pero
que me enseñó muchas cosas al margen de ellas; a Cintio Vitier, quien para mi
mala fortuna, nunca fue mi maestro oficial, pero que lo fue a través de muchas
conversaciones y, sobre todo, de un libro extraordinario que se titula Lo
cubano en la poesía.
Quisiera agradecer – y acaso colocarla entre los maestros que hubiera querido
tener – a Helena Beristáin, profesora e investigadora emérita en la Universidad
Nacional Autónoma de México, a quien encontré personalmente en Xalapa,
Veracruz, pero a la que conocía desde su monografía Análisis e interpretación
del poema lírico, a la se advertirá que deben lo suyo estas páginas, y su
monumental Diccionario de retórica y poética, de imprescindible consulta para
quien se ocupe de esos asuntos. Finalmente; a Ricardo Repilado, santiaguero
como yo, a quien encontré cuando me inicié como docente y de quien aprendí
muchísimas cosas que no podría precisar con exactitud.
Quisiera agradecer, también, a Nilda Blanco, a quien la vida hizo compartir y
otras veces debatir y sufrir algunas de estas ideas.
11
A Irene Vegas García, vallejista y amiga del alma, quien ha tenido la bondad
de tolerarme por más de veinte años y hacerme llegar un sinnúmero de
materiales de estudio a los que me hubiera sido prácticamente imposible
acceder sin su ayuda.
A mi hermano Luis Rogelio Nogueras, con quien compartí, si no el exacto
gusto por estos estudios, sí el permanente amor por la poesía.
A Rubén Reyes Ramírez, poeta y amigo, cuya invitación a impartir algunos de
estos contenidos en Mérida, Yucatán, posibilitó que este libro encauzara su
escritura.
Y, last but not least, a mis numerosos alumnos que, a lo largo de más de
cuarenta años y acaso sin saberlo, me han ayudado a comprender mejor
algunos de estos temas. Al frente de ellos, Marlen López León, mi compañera.
A todos, gracias.
12
LA PALABRA Y EL TEXTO POÉTICOS
13
EL TEXTO.
Si acudimos a esa agradable y engañosa señora que es la etimología, el texto
es simplemente un tejido, un hilado que se ha construido con una finalidad y,
por supuesto, con un sentido.
El texto no es exclusivamente un tramado de palabras, sino que puede
componerse de otras entidades – imágenes, sonidos – que pueden crear
sentido.
¿Tiene siempre sentido el texto? Este es ya un primer problema que nos va a
conducir al complejo mundo de la estética. Yo creo que sí, aunque las
compresiones que los diversos sentidos de textos también diversos generen,
nos hiciera parecer que no.
Ese texto que es el tramado de un cuadro abstracto – pongamos, la
abstracción geométrica de un Piet Mondrian – ¿tiene sentido? Sí: de lo que
carece es de anécdota, que es la forma en que más obvia y frecuentemente se
presentan los significados de las obras de arte. Es decir: estamos partiendo de
14
la idea de que toda creación conciente necesariamente tiene un sentido,
aunque no sean equiparables los diversos sentidos de creaciones diversas y,
sobre todo, de aquellas que emplean lenguajes diferentes.
Desde el punto de vista verbal, el texto es cualquier enunciado coherente,
fuere cual fuere su extensión.
Estructuralmente, es imprescindible tener en cuenta que la significación global
de lo que llamaremos un mensaje-texto, es más rica y compleja que la suma
de los significados de sus frases constituyentes consideradas de manera
aislada.
En un texto, las frases asumen su sentido exacto y se deshace la ambigüedad.
El texto conforma presupuestos distintos de las frases que lo constituyen.
El lingüista y crítico literario ruso Boris Tomashevski, uno de los fundadores
del formalismo en ese país, ejemplifica sobre la contextualización y
transformación del significado de la palabra hoy en tres frases distintas:
Hoy es jueves
Hoy va a llover
Hoy voy al cine
En el primer ejemplo, hoy tiene la duración de las 24 horas que comprende un
jueves; en el segundo, se trata de una duración indefinida, aunque podamos
suponer la duración de una tormenta; en el tercero, hoy abarcaría las dos o
tres horas que suele durar una función cinematográfica.
15
Si este valor relativo, contextualizable de los vocablos ocurre en la
comunicación cotidiana, en el uso puramente informativo del lenguaje, se hace
muchísimo mayor cuando se está usando el lenguaje de manera poética1.
El texto literario produce equivalencias, contrastes y regularidades de los
planos del lenguaje (fonético, morfo-sintáctico, semántico) que paralelamente
intervienen en la conformación de su sentido global.
Como veremos, desarrolla un muy alto grado de connotatividad: además de lo
que en el se dice, de esas “ambigüedades” que deshace, el texto literario
genera otro número de ellas, de sugerencias que su lector puede decodificar o
no.
Sería práctico y útil para tenerlas presentes en sucesivas explicacines, atender
a otras nociones en las que también interviene el término “texto”.
El macrotexto sería todo conjunto en el que se incluye un texto. Si
consideráramos “texto” al poema, posibles macrotextos serían:
a). El poemario donde ese poema figura
b). Toda la obra del autor del mismo
c). Los poemas de la tendencia o la época en la que el texto figure.
d). Toda la literatura del país del autor, etc.,etc.
El antetexto sería toda versión precedente de un texto dado.
Siempre un poema tiene “antetextos”, versiones previas que el poeta desechó
en beneficio del que consideró finalmente como texto, aunque pocas veces
tengamos acceso a ellos.
1 Tomashevski, Boris: Teoriía de la literatura, prólogo de Fernando Lázaro Carreter, Akal Editor, Madrid, 1982, p. 25.
16
Hay un interesante caso en la obra de Miguel Hernández. Después de su
muerte se editó El silbo vulnerado, que es el antetexto de El rayo que no cesa,
el libro que el poeta había publicado en 1936.
En este caso, como en otros, los antetextos tienen un claro interés filológico
para estudiar las variaciones en los criterios del poeta y resultan de mucha
utilidad para la integración de ediciones críticas de una obra.
Es, como sería para la pintura, asistir al taller del pintor o comparar los bocetos
de una obra, con ella misma ya terminada.
El metatexto es uno en el cual se apoya el texto que consideramos. Puede ser
un texto que influya en él, pero también otro que, sin constituir una fuente del
texto, este está, de alguna manera, dialogando con él. Crea, obviamente, una
relación de intertextualidad, hecho del que se tratará páginas adelante.
El paratexto es un texto “paralelo” que ilumina, condiciona o modifica el texto
en cuestión. El prólogo de un libro es un paratexto, sea escrito por el autor (el
caso de las “Palabras liminares”, que Rubén Darío coloca al frente de Prosas
profanas y otros poemas, su libro de 1896; o el prólogo que Nicolás Guillén le
antepone a Sóngoro cosongo, su poemario de 1931.
Pero una crítica es también un paratexto, como puede serlo incluso la solapa
de una edición.
Es necesario incluir en estos usos del término, el intertexto, que es aquel
texto que se relaciona con otro, bien sea porque lo parodie, o se valga de
referencias o citas del mismo. Se relaciona directamente con la noción de
intertextualidad, que explicaremos en páginas que siguen.
Se establece asimismo la existencia del hipertexto, que es aquel que se
relaciona con otras obras literarias prexistentes. Helena Beristáin afrima que
17
todas las obras existentes son hipertextos, porque necesariamente se apoyan
en obras precedentes. Esa magnificación de la extensión de la categoría creo
que, inevitablemente, la vuelve poco útil. Me parece mejor entenderla como
una forma diferenciada del intertexto. Así, La Eneida, de Virgilio y Ulises, de
James Joyce, serían hipertextos de La Odisea, de Homero. No existe,
ciertamente, ningún texto específico que anteceda al poema homérico, como
no sean los nostos, los orales relatos de viajes y naufragios que conformaban
el folklore narrativo de las islas griegas.
Es mucho más conocido y manejable en diversas circunstancias el contexto,
que no es necesariamente otro u otros textos, como los que hemos definido
hasta ahora, sino lo que envuelve o rodea al texto, y que puede tener
implicaciones lingüísticas, estéticas o sociológicas.
Hemos señalado que en este estudio consideraremos como texto al poema.
Sería en cierto sentido más específico y aparentemente más definitorio el
término “poema lírico”, tal y como lo emplea Helena Beristáin en su conocida
monografía Análisis e interpretación del poema lírico2.
Si no he aceptado el canónico apellido del poema – que podemos remitir al
mismísimo Aristóteles – creo que no es solamente porque haya desaparecido
la lira como instrumento acompañante del texto, sino porque el carácter
estrictamente lírico y monológico del poema se ha contaminado, en la
contemporaneidad, de otras manifestaciones genéricas. Ya abundaremos en
este tema al intentar definir la poesía como género.
2 Beristáin, Helena: Análisis e interpretación del poema lírico, Universidad Nacional Autónoma de México, México D.F., 1989.
18
Atendiendo a este circunscripción que he hecho del texto al poema, con
arreglo a la metodología de análisis que quiero exponer, creo que es
pertinente ahora considerar las que considero que son ciertas dificultades que
el lector de poesía debe encarar para poder leer correctamente y arribar al que
debe ser su primer objetivo y el que, por cierto, es anterior a todo empeño y/o
desempeño crítico.
Me parece que ese primer objetivo consiste en poner en claro el sentido del
texto.
Las tendencias críticas del último siglo, las que verdaderamente empezaron a
establecer los que podrían ser los fundamentos de una auténtica crítica
contemporánea del poema, se han caracterizado por su inmanentismo.
Tendencias como el formalismo ruso, el estructuralismo checo -- con su ulterior
floración francesa, que es más bien el fruto del descubrimiento francés del
formalismo ruso --, la estilítica germánico-hispánica, el new criticism
angloamericano y el neo-aristotelismo de la llamada escuela de Chicago, la
semiótica, han puesto el énfasis, en mayor o menor grado, con mayor o menor
éxito, en la consideración de que toda valoración crítica legítima, ha de partir
necesariamente del texto que se estudia, considerándolo como entidad verbal.
De ahí deriva la importancia de ese poner en claro el sentido de lo que va a
estudiarse, lo cual considero como un hecho previo a su análisis mismo, pero
claro que fundamental para el éxito de este.
Consiste simplemente en una lectura inteligente del poema, todavía no
propiamente analítica, exegética, pero ya sí captadora de ciertos sentidos
esenciales.
19
Son varios los autores que ven en esta fase la fase inicial de la crítica. Es el
momento al que Alfonso Reyes llama impresión (que para él ha de preceder a
la exégesis y el juicio) y que Dámaso Alonso denomina intuición. Y por
supuesto que en modo alguno quiero olvidar al maestro I. A. Richards, cuyo
Practical Criticism resulta un punto de partida esencial en este sentido.3
En cualquier caso, creo que esta lectura inicial constituye la fase en que se
produce la formulación de una hipótesis sobre el poema que se estudia.
Es esa lectura inicial, esa fase impresiva o intuitiva la que guiará los ulteriores
pasos de la exégesis.
Los criticos cientificistas casi han convertido términos como intuición o
impresión en palabras execradas por la crítica. La impresión, por ser la base
de la tendencia crítica demonizada por esa tendencia cientificista.
A mí no me parece nada extraño que dos legítimas autoridades – a la vez,
poetas - como Alfonso Reyes y Dámaso Alonso hayan reclamado siempre su
legitimidad y el hecho de que resulte el punto de partida de la crítica.
Impresión o intuición no surgen de la nada. Están originadas en el saber del
crítico, en su cultura, en su experiencia. En ellas están entrando habilidades,
los saberes que están en el analista y que comienzan a formularse
mentalmente entonces al contacto con el texto.
Esa lectura inicial coherente que estoy reclamando aquí debe, por ello,
desechar otra u otras apreciaciones; supone descartar de la consideración del
crítico, sentidos que el texto no indique pero que resulta todavía anterior a
3 Richards, I.A.: Lectura y crítica, Seix Barral, Barcelona, 1964.
20
lecturas de segundo o de tercer niveles (trascendentes, simbólicas, sémicas,
etc.)
I.A. Richards, crítico y profesor de la tradición anglosajona, en su libro
Practical criticism (una versión del cual editó Seix Barral bajo el título de
Lectura y crítica) llevaba a cabo en sus cursos un interesante experimento, al
suministrar a sus estudiantes textos poéticos anónimos, sobre los que los
jóvenes no tenían ninguna información en torno a sus autores, épocas de
escritura de los mismos, tendencias estéticas de los poemas, etc., etc. Las
“valoraciones” de sus alumnos son empleadas por el maestro, entre otras
cosas, para derivar de ellas un manojo de reflexiones en torno a las
dificultades con las que habitualmente ha de tropezar el lector de poesía y,
claro, las que el crítico, el estudioso tienen el deber de eludir.
De las conclusiones que va obteniendo Richards en el desarrollo de su
interesante experiencia académica, se colige una que yo mismo he
experimentado con varios estudiantes: la existencia de ideas previas del
lector que se comunican al texto.
A menudo ocurre que al tenerse una muy definida (e incompleta) visión de la
poética de algún autor, esta ideas sobre el mismo se comunican a un texto
suyo donde ellas no se hacen presentes.
Un alumno redactó, para una prueba mía, una “militante” valoración sobre
“Vecino de la muerte”, un poema de Miguel Hernández totalmente anterior al
período de su radicalización política del autor en tiempos de la Guerra Civil
española: transformaba el poema existencial en uno épico, a partir de su
cocimiento del Miguel Hernández de Viento del pueblo.
21
Otra imprecisión que se hace frecuente en los lectores de poesía es pensar
que el monólogo en el cuál el poema se constituye, en el discurso del autor
real.
Este es un complejo problema en la consideración de la poesía como género
literario.
Existen diversas opiniones sobre el mismo. Se han creado las categorías de
sujeto lírico y hablante poemático para definir a esa entidad cuya voz se
escucha en el poema y seperarlo así del autor real.
Hay quienes piensan que ello no es pertinente. La capacitadísima profesora de
poética de la Universidad Nacional Autónoma de México, Helena Beristáin,
autora de la importante monografía que he citado, considera que en el poema
habla su autor.
Ciertamente, la poesía es el género creativo en el cual el autor real se hace
más directamente presente, se halla más cerca del fenómeno estético que ha
creado.
Un análisis elemental podría llevarnos a la conclusión de que, de alguna
manera, Fiódor Mijailovich Dostoievski se ha desdoblado en Dimitri, Iván,
Aliosha y Smerdiakov, los personajes de Los hermanos Karamazov. Pero las
mediaciones entre esas creaciones y su autor real, son mucho mayores que
las que encontramos entre, digamos, José María Heredia y sus poemas o
César Vallejo y los suyos.
Ha habido desde siempre una línea de poesía –- que incluye diversas
tendencias estilísticas –- en la que ha sido central la experiencia del autor y
que, de un modo u otro, trabaja con las vivencias del poeta. Pero ella no es en
modo alguno toda la poesía.
22
Por otra parte, me parece muy atinada la observación de Gerard Genette en su
interesante e importante ensayo Ficción y dicción. De acuerdo con esta
perspectiva, el poema no conforma su entidad artística a partir de la mimesis,
como la literatura de ficción (cuento, novela, teatro) sino a partir de la
dicción, esto es, de la modelación artística de la palabra.
Demás está señalar la jerarquía que en la obra literaria adquiere la dicción. Es
ella la que convierte en hechos estéticos a textos que no surgieron con esa
finalidad, como son los extraordinarios discursos de José Martí.
Con todo, Genette tiene que reconocer en el poema lo que llama un “yo-
indeterminado”, lo que lo colocaría como una “forma atenuada de mímesis”.
Hay textos poéticos en los que claramente estamos ante un personaje y
entonces perfectamente podemos hablar de “mímesis”.
Ello ocurre desde el Dante de La divina comedia hasta el Walt Whitman de las
Hojas de hierba, este último personaje claramente precisado por Borges4.
Por cerca que se halle el autor real de su poesía, inevitablemente el trabajo
artístico establece una obligada distancia y el poema diseña lo que prefiero
llamar un hablante poemático. Prefiero el término al de sujeto lírico por las
mismas razones por las que rehuso referirme al poema como “poema lírico”.
Creo que la categoría que elijo permite trabajar mejor dentro de la libertad que
el poema ha desarrollado.
4 Borges, Jorge Luis: “Nota sobre Walt Whitman”, en Obras completas, Emecé Editores, Buenos Aires, 1974, pp. 249-253.
23
El estudioso ruso Iuri L. Levin ha desarrollado todo un sistema categorial,
taxonómico, para precisar las modalidades que puede asumir ese hablante, en
un trabajo que titula “La lírica desde el punto de vista comunicativo”5.
Ofrezco enseguida un cuadro-resumen de los hablantes poemáticos
categorizados por Levin.
Texto con hablante egotivo: escrito en 1ª. Persona (sus indicadores formales
son los pronombres yo y nosotros).
Incluye tres modalidades:
a).Propia, cuando el yo explícito puede ser identificado con el autor real o el
nosotros con un pequeño grupo que incluye al autor real.
b). Ajena, cuando el yo no puede ser identificado con el autor real.
c). Generalizada, cuando el nosotros se refiere al ser
humano en general o a la humanidad o a tal o cual gran grupo.
Texto con hablante apelativo.
Organizado como una única apelación a tal o cual
destinatario explicitado. (Sus indicadores formales son los pronombres tú y
vosotros; en español, claro, también usted y ustedes.
Tiene las siguientes modalidades:
a). Propia, cuando el tú y el vosotros pueden ser identificados con un
destinatario real único o colectivo.
5 Levin, Iuri I.: “La lírica desde el punto de vista comunicativo”, en Criterios, nos. 13-20, La Habana, 1986.
24
b). Impropia, cuando hay un destinatario concreto de la apelación, pero este,
indudablemente, no puede percibirla.
c). Generalizada, cuando el tú o el vosotros es el ser humano en general o
alguna categoría de seres humanos.
d). Autocomunicativa, cuando tú es igual a yo, y el texto resulta una
autoapelación.
Lo propio del texto en 3ª. Persona es una generalización al máximo del emisor
y del receptor. No hay egotividad ni apelatividad.
En este tipo de texto, la figura del autor real – a causa de la ausencia del yo
explícito – se hace poco significativa.
La ausencia de un destinatario explícito presupone la autocomunicatividad del
texto: el poema aparece como
reflexión, conversación consigo mismo, apunte recordatorio.
Las representaciones más características de este tipo de comunicación, son la
lírica filosófica y la descriptiva (especialmente la paisajística).
Una vez observado este esquema del complejo status comunicativo del
poema, hay que señalar que siempre el texto resulta una creación artística y
establece una distancia estética con la realidad, aunque la tenga en cuenta,
incluso explícitamente.
Como hemos dicho, hay tendencias poéticas de fuerte apoyatura vivencial (los
románticos, los poetas conversacionales, entre otros), pero en ningún caso
debemos identificar el yo del texto con el real.
25
Hacerlo, nos colocaría en clara desventaja para el análisis, porque nos
conduciría a remitir mecánicamente los sentidos y referencias del texto al nivel
empírico.
26
LA POESÍA COMO GÉNERO.
¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
27
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.
Cuando Gustavo Adolfo Bécquer le dijo a aquella muchacha de ojos azules de
la que no tenemos otra noticia que su pasiva presencia en las Rimas, aquellos
versos que componen la número XXI, seguramente colmó la vanidad de su
destinataria, pero siento que eludió la verdadera respuesta que ella
demandaba. O, por lo menos, la que ahora habríamos necesitado nosotros.
Más de medio siglo después, su paisano andaluz Federico García Lorca, hacía
algo semejante, cuando su colega Gerardo Diego le pedía una definición de
poesía para su Antología consultada:
... ni tú ni yo ni ningún poeta sabemos lo que es la poesía.
Aquí está, mira. Yo tengo el fuego en mis manos. Yo lo
entiendo y trabajo con él perfectamente, pero no puedo
hablar de él sin literatura.
Que, evidentemente, los poetas no quieren arriesgarse a decir lo que es la
poesía. Federico le sugiere a Gerardo Diego que eso se “lo digan los
profesores”.
Acaso los dos poetas sabían que era demasiado arduo responder a esa
pregunta con unas pocas palabras y ni la becqueriana muchacha de ojos
28
azules ni aun la antología de Gerardo Diego iban a soportar pacientemente el
montón de palabras que las respuestas implicaban.
Recurdo ahora que, allá por los años sesenta, en una encuesta literaria le
preguntaron al gran poeta cubano Fayad Jamís “¿Qué es para usted la
poesía?”, y respondió con un excelente poema 6.
Los griegos llamaban poiesis a toda la creación literaria. La primera retórica,
que es también el primer tratado de teoría literaria del mundo occidental, el
Arte poética de Aristóteles, considera que hay tres modalidades de poesía: la
épica, la dramática y la lírica. Es esta última, únicamente, la que
correspondería a lo que contemporáneamente llamamos poesía.
Prolijamente se ha hablado y escrito sobre la poesía desde Aristóteles, pero
hay valores establecidos por el filósofo de Estagira que no han caducado, en
especial en lo que respecta a las distinciones genéricas.
Cuando muchos siglos, en los albores del XIX, G.W.F. Hegel procede a definir
lo poético. Y lo hace separándolo de lo prosaico. Hegel distingue distintas
modalidades de pensamiento, y separa al pensamiento común, al
pensamiento lógico y aun al especulativo del pensamiento poético.
Escribe:
El arte debe colocarnos, bajo todos los aspectos, en terreno
distinto al que nos hallamos en la vida común, en el pensamiento
religioso, en las especulaciones de la ciencia [...] No
solamente debe evitar cuanto pueda arrojarnos en lo común
y trivial de la prosa, sino en la tendencia a caer en las maneras y
tono propio de la edificación religiosa o de la especulación
29
científica. Ante todo, debe descontar las abstracciones, las
distinciones lógicas y las categorías del pensamiento, si se han
despojado de toda imagen sensible.7(el subrayado es mío. GRR)
Hegel está marcando las distancias entre concepto e imagen, entre la
abstracción de lo real (que es lo caracterítico del primero) y la apariencia de lo
real, que es lo propio de la segunda.
A partir de Hegel, se van a desarrollar dos conceptos: pensamiento por
imágenes y pensamiento abstracto o conceptual.
El pensamiento abstracto o conceptual culmina en la abstracción y prescinde
de toda apariencia de realidad.
El pensamiento por imágenes conserva la apariencia de lo real, pero implica
una selección, una abstracción también, sólo que se manifiesta en lo individual
tipificado, en un este, como afirma el propio Hegel.
La zoología, por ejemplo, estudia un caballo arquetípico o, mejor, todos los
rasgos del caballo, desatendiéndose entonces de todos los caballos concretos;
de modo diferente, el caballo en la obra de un pintor conservará la apariencia
de un caballo concreto que puede representar, sin embargo, a muchos o a
todos.
Estas nociones se han desarrollado en los ámbitos de la sicología, la
gnoseología y la estática, pero el concreto estudio del poema necesitaba el
desarrollo de disciplinas específicas – como la lingüística estructural y la teoría
de la comunicación – que alcanzan su pleno desarrollo ya bien entrado el siglo
XX.
6 Fayad Jamás, “¿Qué es para usted la poesía?, en Vida de un hombre, Letras Cubanas, 1995, p. 257
30
Desde la irrupción de la escuela formalista rusa (desarrollada un poco antes y
un poco después de la Revolución de Octubre de 1917), se poduce la
creciente incorporación a su aplicación en la teoría literaria, de los hallazgos
de la lingüística estructural.
Creo que a cualquier estudioso del tema debe llamarle la atención que el
formalismo y el famoso oppojaz aparezcan en la historia literaria antes de la
publicación del Cours de lingüistique generale publicado por los alumnos de
Ferdinand de Saussure en 1916.
Los que se han preocupado por el asunto, han conocido de la existencia del
lingüista polaco N.J. Badouin de Courtenay (evidentemente de origen francés),
radicado en Rusia antes de la aparición de esta aplicación de los métodos de
la lingüística estructural a los estudios literarios y quien, obviamente estaba
trabajando en la misma dirección de Ferdinand de Saussure.
La vasta proliferación de tendencias teórico-literarias de apoyatura en esas
aplicaciones, enrumba los estudios de poética por caminos que no creo que
contradigan las enunciaciones estéticas, gnoseológicas y sicológicas
desarrollados por hegelianos y marxistas.
Rene Wellek y Austin Warren (autores de una ya vieja teoría literaria, la que
cito porque fue emblemática en su apego a las escuelas críticas
inmanentistas)8 se refieren a la polisemia del lenguaje poético, a su
7 G. W. F. Hegel: Poética, Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1947, pp. 62-63. 8 Wellek, R. Y Warren,A.: Teoría literaria, cuarta edición, prólogo de Dámaso Alonso, Instituto del Libro, La Habana, 1969.
31
opacidad, a su plurivocidad que, desde mi modo de ver para nada
contradicen la noción de imagen artística sintética, sobre la que invito a leer
en las numerosas páginas que al tema se dedican en la páginas de La otra
imagen; sobre la historia del tropo poético, que integran la segunda parte de
este estudio.
Creo que estas nociones están subrayando la separación de la “imagen
artística” de lo puramente informativo y poniendo de relieve las posibilidades
connotativas que a ella se le suponen.
Entendamos que, a partir de ahora, vamos a referirnos ya no al lenguaje
literario como totalidad, sino a ese género que se ha llamado poesía lírica
desde hace más de2 mil años, y cuyo desarrollo y modificaciones hasta el día
de hoy, lo hace todavía más difícil de definir.
De hecho, la antigüedad funcionaba con una noción un tanto inmovilista,
estática de los géneros literarios.
La noción de los tres grandes órdenes genéricos concebidos por Aristóteles,
va a mantenerse por muy largo tiempo. Todavía la teoría literaria renacentista
opera con las nociones aristotélicas que postulaban la permanencia y por ello,
tácitamente, la ahistoricidad de los géneros.
Contemporáneamente, tendemos a admitir una cierta permanencia estructural
en el género, que permite que llamemos novela a las escritas en la llamada
época bizantina conjuntamente con las de Michel Butor y Marguerite Duras,
autores que hace unas décadas integraron el movimiento del nouveau roman
francés.
32
Pero se comprende, asimismo, la historicidad de los géneros literarios, su
desarrollo y, por ende, su movilidad y su comunicabilidad.
Los géneros no se han desarrollado por el simple surgimiento de otros nuevos,
sino por la mezcla, los préstamos recíprocos y las muy variadas mixturas
genéricas.
Existe un teórico de la literatura, Paul Hernadi, quien ha publicado en 1972 un
libro que numerosos estudiosos han aceptado como una propuesta que incide
en una nueva y más honda comprensión del proceso de los géneros.
Ese libro, Beyond Genre. New Directions in Literary Classification,9 propone
sobre todo un esquema de la intercomucicabilidad entre los géneros, que nos
permite formalizar un criterio sobre algo que hemos advertido que ocurría en la
literatura, sobre todo en la contemporánea.
Hernadi establece zonas de contactos entre los géneros, que nos explicarían
fenómenos tales como una poesía contaminada por el pensamiento
especulativo, o por el epos esencialmente narrativo.
Varios autores han reproducido el ya famoso rombo múltiple de Hernadi. Lo
estoy tomando del libro de Césare Segre Principios de análisis del texto
9 El libro está editado por Cornell University Press, Ithaca, N.Y, 1972. (En ausencia del original de Hernadi, de cuyo libro no conozco que exista una traducción española, consúltese Segre, Cesare: Principios de análisis del texto literario, Editorial Crítica, Barcelona, p. 288 y ss.
33
literario:
Afirma el propio Segre:
El interés de la organización de Hernadi consiste
sobre todo en la movilidad que concede a los
ejemplos de cada género en este esquema: se
pueden admitir cambios de lugar de carácter
histórico, y hasta variedad de polarizaciones
dentro de un solo texto. Hernadi ha vuelto otra
vez a esta doble polaridad (1976), pero definiendo
de forma distinta sus dos ejes: ahora se
llama “eje retórico de la comunicación” el que une
horizontalmente escritor y lector, y “eje mimético de
la representación” el que une verticalmente lengua e
34
información”10.
La movilidad de la poesía, o lo que cabría llamar también su comunicabilidad
se muestra situada en el sub-rombo de la extrema izquierda, y nos deja
advertir los contactos del género con los modos temáticos, narrativos,
dramáticos, lo que permitiría la aparición de todas esas modalidades de la
poesía que llevan adjetivos (social, filosófica, narrativa, prosaísta) además de
la que podríamos considerar estrictamente lírica.
Me interesaría ahora adentrarme en las peculiaridades de ese género que
hemos llamado poesía. Y vamos a valernos del auxilio de numerosas
autoridades, cuyo peso ha sido fundamental en las ciencias filológicas de las
últimas décadas.
Todos han intervenido en el estudio que aquí estamos emprendiendo.
Vamos a comenzar por unas consideraciones académicas del gran lingüista y
crítico ruso Roman Jakobson.
En un ya histórico congreso efectuado en la década de los años cincuenta en
Bloomington, en el estado norteamericano de Indiana, Jakobson presentó una
ponencia que se ha publicado muchísimo con el título de “La lingüística y la
poética”, y que ya ha devenido un documento histórico en la consideración de
ambas entidades11.
A partir de su consideración de la poesía como “forma de comunicación”,
Jakobson propone allí un cuadro de las funciones del lenguaje. El lenguaje es
10 Segre, Cesare: Principios de análisis del texto literario, cit.
35
un mensaje que un emisor envía a un receptor; Jakobson señala tres
condicionantes para que ese mensaje se trasmita: la existencia de un contacto
o canal que permita la comunicación; de un referente del mensaje (lo que el
mensaje dice, significa); y, finalmente, de un código común que haga inteligible
la comunicación entre ambos.
mensaje
Emisor--------------canal--------------Receptor
referente código
La enfatización, el acento en cada uno de estos seis componentes del hecho
comunicativo, pondrá de relieve cada uno de las seis funciones del lenguaje
que Jakobson advierte: el énfasis en el emisor supone la función emotiva; en
el receptor, la función conativa; cuando se acentúa lo que el mensaje dice,
estamos ante la función referencial; cuando el énfasis se coloca en el código,
aparece la función metatextual; cuando se rectifica y por ello se enfatiza la
presencia del canal o contacto, estamos ante la función fática y, finalmente,
cuando lo acentuado es el mensaje mismo, emerge la función poética.
Adviértase que la función poética no está referida al contenido del mensaje –
esa sería la función referencial – sino a su forma.
Jakobson, tácitamente rectifica el concepto de “literaturidad” (literaturnost)
formulado por él hacia los años veinte del pasado siglo, y señala la
11 Jakobson, Roman: “La lingüística y la poética”, en Sebeok, Thomas A.: Estilo del lenguaje, Editorial Cátedra, Madrid, 19
36
plurifuncionalidad del lenguaje: hay únicamente un énfasis, un predominio de
una función u otra, pero todas se hacen presentes, porque el lenguaje es un
hecho vivo.
El lingüista ruso advierte las diferencias esenciales entre los diversos usos del
lenguaje, que ya señalaba Hegel en el texto que citábamos páginas atrás.
En el uso referencial del lenguaje se produce una relevancia total del nivel
semántico, pero con un carácter unívoco del sentido. Impera la monosemia y la
claridad. Los planos fónico y morfo-sintáctico del lenguaje son pasados por
alto.
Se trata de un lenguaje transparente pero por ello, también prescindible. Una
vez que se “ha visto” lo que hay del otro lado, el cristal que lo muestra (el
lenguaje) carece totalmente de relevancia.
Si los textos comunicativo y científico se caracterizan por su transparencia, el
texto literario se definirá por su opacidad.
Finalmente, mientras los textos científico, filosófico e informativo denotan, es
decir, trasmiten una información transparente, el texto poético connota.
Esto es, comunican una proposición que además de informar sugiere, conlleva
o puede conllevar diversas decodificaciones posibles y/o reales.
Wolfgang Kayser, en su conocidísimo manual Interpretación y análisis de la
obra literaria12, señala: “en lo lírico se funfen el mundo y el yo, se
compenetran... Lo anímico impregna la obejetividad y esta se interioriza”.
12 Kayser, Wolfgang: Interpretación y análisis de la obra literaria, Editorial Gredos, Madrid, 1968.
37
Afirmaciones muy cercanas a la que usa Antonio Machado para definir su
propia póética: “lo que pone el alma, si es que algo pone, o lo que dice, si es
que algo dice, con voz propia, en respuesta animada al contacto del mundo”.13
Obsérvese la comprensión del poeta: el alma emite una respuesta animada al
contacto del mundo. Y esa respuesta del alma es, claro, en palabras.
El estudioso francés Jean Cohen la define así: “desviación del lenguaje
habitual para comunicar algo que no puede ser dicho de otra manera”.
Afirmación esta muy cercana a la de Martínez Bonati cuando la define como
“modo de comunicar algo indecible”, o a la de Boris Tomashevski cuando cree
que ella es una “comunicación de lo insólito”.
En su libro El lenguaje de la poesía14 especifica: “el rasgo pertinente de la
diferencia poesía/prosa reside en el grado de semejanza significativamente
más elevado en la poesía que en la prosa”.
Tendríamos que admitir que la poesía es un lenguaje inusual, por lo que dice y
por cómo lo dice. Está conformado mediante una fusión de lo íntimamente
personal con lo extremadamente generalizado.
En ella, lo personal establece la diferencia con la filosofía; lo generalizado, con
el epos. Pero hay otras diferencias con respecto al epos o la diégesis: una de
ellas es la intemporalidad de lo poético, que constituye la fijación de un
momento trascendente.
El de la poesía es un tiempo que no discurre. El epos necesariamente implica
la transformación de los hechos y/o los personajes que nos presenta, implica
un antes y un después.
13 Machado, Antonio: “Introducción” a la edición de Soledades, galerías y otros poemas, 1917, en Prosas competas, Madrid, 1989, t. III. .
38
Es importante establecer algunas características con respecto a ese hecho
esencial en el texto poético que Iuri Levin denominaba “sujeto lírico”, al igual
que Helena Beristáin. Ya he dicho antes que me parece más apropiado el uso
de la categoría hablante poemático, tal y como la define Juan Villegas:
nuestro punto de vista es que la voz poético es una figura literaria
que constituye una entidad diferente de la se su autor.
En principio, el hablante está influido por los rasgos
de su autor, ya que con él puede compartir una
actitud frente a la vida, ciertas circunstancias
históricas o algunas características intelectuales.15
Así, desde esta perspectiva, la identificación del hablante poemático con el
autor implica una visión ingenua.
Helena Beristáin, por su parte, nos dice que el poema “es el tipo de discurso
en el que el yo enunciador no desempeña un papel ficcional”.
Villegas afirma que “la plasmación del autor en el hablante está mediatizada
por factores como la tradición poética, el género dentro de la lírica, la función
de la poesía en la época y aun la eficacia de la estructura del poema”.
Con repecto al problema de la plurivocidad en el poema, Mijail Bajtin, quien
es el creador y el primer aplicador de la categoría, en su famosa Poética de
Dostoievski, afirma que ella es únicamente aplicable a la novela16. Pero yo
15 Villegas, Juan: Teoría de historia literaria y poesía lírica, Girol Books Inc., Canada, 1984, p. 57 15 Bajtin, Mijail: Poética de Dosoievski, Fondo de Cultura Económica, México,
39
creo que esa afirmación, apoyada en la generalmente conservadora tradición
de la poesía rusa, no me parece universalmente aplicable.
Y, ciertamente, no lo es con respecto a autores contemporáneos en cuyas
obras se produce una interpenetración genérica. Pienso, por ejemplo, en ese
extenso poema polifónico que es “Taberna”, del salvadoreño Roque Dalton.17
Allí el autor establece una compleja relación con el mundo, cuamdo presenta la
independencia de este, se distancia de él o lo asume, indica su propia
reflexlón, enfrentamiento o disconformidad.
En el texto suenan al menos 5 voces, además de la palabra autoral o del
hablante que lo representa, la cual – a partir de su cosmovisión – rechaza los
asertos de esas voces que conservan su independencia. Hay, en el poema,
una suerte de transgresión del discurso monológico autoritario, al darse la
oportunidad de que el receptor escoja el punto de vista con el que concuerda.
Finalmente, vamos a considerar el problema de la intertextualidad con
respecto al poema. Remito al lector, al ineteresante extudio de Yuri Lotman, “El
texto en el texto”.18
Según Lotman, el texto dialoga con la tradición, con las convenciones, y
atiende, por simpatía o por rechazo a la existencia de otros textos.
En opinión de Lotman, todo nuevo texto tiene un “texto madre”. Claro que este
diálogo puede ser más o menos implícito, más o menos explícito, aunque de
hecho siempre ocurra.
17 La licenciada en letras Susana Molina, allá por los ochenta, que fueron sus años de estudiante, realizó como tesis de su licenciatura, un importante acercamiento al caráceter dialógico del poema “Taberna”, de Dalton. 18 Lotman, Yuri: “El texto en el texto”, en Criterios, nos. 5-12, La Habana, 1984.
40
El término de intertextualidad ha sido difundido por la estudiosa bulgaro-
francesa Julia Kristeva.
Obviamente, algunos fenòmenos de la intertextualidad han sido perfectamente
conocidos desde hace mucho tiempo. Uno de ello es el que atiende a las
“fuentes” del texto en cuestiòn. En efecto, tradicionalmente la historiografía ha
buscado y estudiado las “influencias” en una obra pàra detectar y separar de
ella la originalidad o el “aporte” del autor.
En la actualidad, el estudio de las “fuentes” no tiene como propósito la
indagación en la originalidad de la obra o de su “determinación genética” (de
dónde proviene la obra), sino establecer las relaciones funcionales entre las
convenciones o normas literarias de una época y la historia literaria.
La influencia es posibilitada por la convención vigente. En efecto, en un
momento se escribía como Darío y en otro como Neruda. La influencia de
Góngora en los poetas de la generación del 27 está determinada por la
exacerbación de la importancia de la metáfora y de su complejidad en el marco
de la existencia del vanguardismo en la poesía de la lengua.
Habría que hacer ciertas consideraciones en cuanto a la incidencia de fuentes
nacionales y extranjeras en la obra literaria, y específicamente poética.
Afirma el estudioso checoslovaco Félix Vodiçka:
el autor que emplea una obra extranjera como
fuente,la traslada a las conexiones literarias de
la literatura extranjera y la inserta en las
conexiones de la literatura autóctona, de modo
que los mismos recursos tienen un radio de
41
acción distinto en las nuevas conexiones.19
En efecto, al escribir la página que el periódico Patria dedica en 1893 al recién
desaparecido Julián del Casal, escribe José Martí:
la poesía doliente y caprichosa que
le vino de Francia con la sima excelsa,
paró por ser en él la expresión natural
del poco apego que artista tan delicado
había de sentir por aquel país de sus
entrañas, donde la conciencia oculta y
confesa de la general humillación trae a
todo el mundo como acorralado, o
como con antifaz, sin gusto ni poder para
la franqueza y las gracias del alma.20
De modo análogo, en su ensayo sobre Rubén Darío, “El caracol y la sirena”,
incluido en su libro Cuadrivio, Octavio Paz apuntaba las peculiaridades de la
asimilación de la poesía francesa de la segunda mitad del siglo XIX, por los
poetas del modernismo hispanoamericano.
Cabría decir, siguiendo la línea de pensamiento de Vodiçka, que la asimilación
de las fuentes literarias extranjeras es siempre activa.
Una literatura toma de otra u otras aquello que le puede servir para expresar
sus popios problemas; la importación literaria que no es capaz de insertar las
conexiones de los valores importados en las conexiones propias de la
19 Vodiçka, Félix: “Los géneros de la obra literaria y la relación de estos con la realidad”, en Criterios,
42
literatura importadora, simplemente desaparece sin dejar nada significativo. No
pasa de ser una “moda”.
Finalmente, cabría señalar que Lotman advierte que todo texto es dual: finge
ser la realidad y, a la vez, reafirma constantemente ser invención. Así, la
intertextualidad reafirma el carácter de invención del texto, su carácter
literario: dialoga con otros textos, juega, parodia, ironiza.
El arte juega con la vida también. Lotman pone el ejemplo de El maestro y
Margarita, la gran novela de Mijail Bulgakov, que es un entretejido de dos
textos: la historia del maestro y la de Poncio Pilatos. La real se “irrealiza”; a la
vez, lo místico es sometido a las leyes más realistas.
Un texto puede asumir de muchas maneras el texto precedente (el cotexto) con
el que dialoga: puede realizar aprehensiones temáticas, asimilar personajes,
citar el cotexto, parodiar o modificar títulos, asumir procedimientos estilísticos
que visiblemente sean caracterizadores de un texto.
nos. 5-12., 1984, p.182. 20 Martí, José: “Julián del Casal”, en Letras fieras, Letras Cubanas, 1981, p. 532.
43
ANÁLISIS DEL TEXTO POÉTICO.
La interpretación y análisis de un texto lírico comprende dos etapas.
1). El análisis de los elementos específicos que lo constituyen, y del modo
como se organizan en su interior.
Esta sería la fase del análisis estructural que, como afirma Helena Beristáin,
tiene por objetivo establecer “qué dice el texto y cómo lo dice”.21
La profesora Beristáin señala sus orígenes “poco antes de 1930”, a partir de
las enseñanzas del profesor ginebrino Ferdinand de Saussure.
Su Cours de lingüistique generale lo editaron en 1916, tras la muerte del
maestro, algunos de los más notables alumnos de Saussure, entre ellos
Charles Bally.
Sin embargo, el formalismo ruso comienza a manifestarse hacia 1915. En ese
año se sitúa la escritura del definitorio “El arte como procedimiento”, debido a
Viktor Schklovski. Obviamente, en la Rusia de esos años se está produciendo
un paralelo desarrollo de los estudios de lingüística estructural que,
obviamente, resulta desconocido en occidente.
44
Se ha señalado, como he dicho páginas atrás, la presencia en Rusia del
lingüista polaco N.J. Badouin de Courtenay, como fundamental en el desarrollo
en ese país de las concepciones inmanentistas y estructuralistas en la
comprensión del lenguaje, que ya se estudia, como lo hace Saussure, de
manera sincrónica.
El concepto de estructura es esencial en este acercamiento.
La estructura es la armazón que resulta de la forma en que se organizan las
partes en el interior del todo, conforme a una disposición que las interrelaciona
y las hace mutuamente solidarias.
La estructura se apoya en la existencia de una red de articulaciones y
relaciones que establecen las partes entre sí y con el todo.
La estructura es un sistema relacional del cual también forman parte las reglas
que gobiernan el orden mismo de su construcción, las cuales rigen tanto la
elección de sus elementos como su disposición.
Sus unidades estructurales – los hechos observados durante el análisis como
elementos significativos correlacionados – solamente lo son dentro del modelo
donde se construyen. En ese modelo se definen de dos maneras: por las
posiciones en las que se articulan y por las diferencias que ofrecen22.
2). Análisis de la relación de las estructuras que se han revelado como
significativas durante el paso precedente, siempre que en este sgundo análisis
muestren su persistencia, es decir, muestren su condición de unidades
correlacionables, de algún modo, con la estructura de otos sistemas de signos
21 Beristáin, Helena: Análisis e interpretación del poema lírico, UNAM, México, D.F., 1989, p. 55 22 Beristáin, Helena: ob.cit., p. 60
45
de entre los que constituyen el marco histórico cultural de su producción y que
determinen al texto como tal.
Esto implica la intervención de una perspectiva semiótica cuyo método es,
también, el estructural, y cuyo resultado es una comprensión de por qué el
poema dice lo que dice (y no otra cosa) y de por qué lo dice de ese modo (y no
de otro).
La primera fase del trabajo, la lectura comprensiva nos hace ver el texto como
un mensaje; la segunda, la lectura interpretativa, nos lo hace ver como un
mensaje sobredeterminado.
3). Hasta los mismos inicios del siglo XIX, no se producen estudios sobre la
socialidad de la literatura.
El que inaugura los estudios socialidad del texto literario, es un libro que no
casualmente está escrito por una mujer de la aristocracia: Ana Luisa Germana
Necker, baronesa de Stäel, la hija del hombre que, como ministro del mismo
Luis XVI, intentó salvar la monarquía de sí misma y de la ceguera de la
aristocracia que la rodeaba.
Esos años que abarca el período en que se desarrolla la cruenta revolución de
Francia, apuntan como nada establecer que no hay nada demasiado firme en
la vida social.
Esos años van, desde la monarquía absoluta, al épico asalto a la Bastilla, la
monarquía constitucional, la moderada república de los girondinos, el terror
jacobino en la Francia invadida por los ejércitos contrarrevolucionarios, la
caída de Maximiliano Robespierre y el advenimiento de la reacción
termidoriana, la instalación del Directorio, hasta que un exteniente corso, que
46
ascendió a general por su talento militar, se convierte el hombre más poderoso
que había conocido el mundo moderno.
El libro de la baronesa de Stäel, editado en los primeros años del siglo XIX,
tiene un largo título dieciochesco, seguramente heredero de los copiosos
títulos barrocos: De la literatura en sus relaciones con las instituciones
sociales, aunque el culto a la brevedad de la contemporaneidad prefiere
recordarlo sólo como el mucho menos explicativo titulo de De la literatura.
El enfoque de este libro tiende a dirigirse esencialmente hacia las
instituciones políticas, pero es el inicio de unos estudios que ya no van a
cesar.
En la primera mitad del Siglo XIX, el filósofo francés Auguste Comte funda la
doctrina positivista. Muy poco después el pensador Hypolitte Taine lanza sus
aplicaciones de la doctrina positivista a los estudios estéticos.
Taine escribirá una monumental Historia de la literatura inglesa la que, más
allá de los reparos que podemos formularle a las teorías de su autor,
constituye un aporte fundacional a los estudios sociales de la literatura.
El materialismo histórico, de filiación marxista, establecerá el carácter
supraestructural de las creaciones artísticas y literarias.
Según estas consideraciones, en los diversos procesos productivos que los
hombres han desarrollado a lo largo de su historia, estos contraen
determinadas relaciones productivas sobre las cuales se construyen las
diversas manifestaciones espirituales como son la filosofía, el derecho, las
ciencias sociales y el arte y la literatura.
47
El marxismo, claro está, es una compleja organización ideológica que ha
implicado el desarrollo de una filosofía, de determinadas ciencias sociales y,
como sabemos, de determinados proyectos socioeconómicos y políticos.
Creo que ello ha implicado que muchas veces ciertas aristas del marxismo han
influido e inluyen en pensadores y estudiosos que no asumen el marxismo de
un modo integral.
Esa consideración en torno a la imbricación de las creaciones espurituales del
hombre con su modo de vivir (esto es, la idea de Marx de que el hombre
piensa como vive y no al revés) ha penetrado en las consideraciones de
numerosos pensadores de la contemporaneidad.
Pero no es menos cierto que, en la Unión Soviética después de la
desaparición de Lenin y del control del aparato partidario, nacional e
internacionalmente por J.V. Stalin, se produce una dogmatización de la
estética que abarca tanto el nivel de la cración de obras de artísticas como su
estudio.
Se instaura la teoría del realismo socialista como la única posible dentro de la
estética soviética.
Yo no puedo dejar de ver una analogía con la Francia del clasicismo, bajo la
monarquía absoluta de Luis XIV, cuando a la homogeneización política se une
otra estética, y la Academia rige el desempeño de las artes a partir de los
dogmas que establece.
Afortunadamente, los mejores artistas han sabido escaparse, burlarse de estas
concepciones que, cuando se aceptan verdaderamente, no hacen sino
aniquilar la verdadera creación.
48
Moliére supo escaparse del dogma clasicista que le exigía el respeto a las
antiguas unidades aristotélicas o le impedía introducir elementos de la farsa
(propia del pueblo bajo) en sus comedias.
En la URSS de Stalin, Mijail Sholojov fue capaz de construir su famosa
pentalogía del Don desconociendo aspectos esenciales de la teoría del
realismo socialiata, que dogmatizaba la necesidad de que las obras estuvieran
centradas por héroes positivos. El protagonista de las novelas del Don, Grígori
Meleshov, es justamente un héroe negativo.
Desgraciada y lògicamente, el impacto dogmático fue mucho más eficiente al
nivel del pensamiento teórico.
Quien fuera tal vez el mayor crítico literario de la historia soviética, Mijail Bajtin,
fue condenado a ser profesor de nivel medio en una escuela de Siberia. Los
formalistas salieron de los primeros planos de la vide intelectual del país. Pese
a ello, sólo uno entre ellos, Roman Jakobson, marcha al occidente. Se radica
inicialmente en Checoslovaquia donde contribuye decisivamente al desarrollo
del estructuralismo checo, y luego vivirá en Francia y en Estados Unidos.
Uno de los formalistas que permanece en la URSS, Yuri Tinianov, se dedicará
con gran fuerza a los temas de la historia literaria y de la semiótica.
Tinianov establece el concepto de serie; las series son conjuntos estructurales
de diversas naturaleza (unos lingüísticos y otros no) que icónicamente podrían
ser representados como círculos concéntricos que constituyen el contorno
(Tinianov lo llama el cotexto, a menor o mayor distancia, del texto que se
constituye en objeto de análisis.
49
La más próxima al texto es la serie literaria.
Su zona más cercana al texto está constituida por las otras obras del mismo
autor.
Este conjunto aparece circunscrito por otro conjunto: el sistema de textos
literarios, es decir, de las obras generalmente escritas con intención literaria y
asumidas como literatura por la comunidad de los lectores contemporáneos al
autor porque, dentro del marco histórico de su cultura, tales textos poseen la
propiedad de satisfacer ciertas necesidades de la sociedad.
Debe ser estudiada tanto sincrónicamente (considerando las convenciones
vigentes) como diacrónicamente (los antecedentes, la tradición a la que se
50
apega el escritor o respecto de la cual se aparta. Es en este ámbito donde se
produce fundamentalmente el fenómeno de la intertextualidad, que abordamos
páginas atrás.)
Después aparecerá la serie cultural. Aquí se ubicarían la pintura, las obras
cinematográficas, la arquitectura, la ciencia, los hábitos de vida, las
costumbres, las comidas.
Finalmente, la serie histórica, cuya estructura abarca todas las series
anteriores, y está constituída por el conjunto estructural de la sociedad y por
supuesto, los hechos históricos que en ella se producen y sus consecuencias.
Así, al estudiar un poema de Ramón López Velarde como es “El retorno
maléfico”, cabría considerar, en la serie literaria, todos los poemas de El son
del corazón, el libro póstumo de 1933 en el que está incluído; los otros libros
poéticos del autor, como La sangre devota y Zozobra; todos los textos del
posmodernismo mexicano -– tendencia en la que se coloca el libro –- y del
posmodernismo hipanoamericano en general. Específicamente, por ejemplo, la
poesía de la provincia en otros poetas de esta tendencia, como Luis Carlos
López, Pezoa Véliz, Regino Boti, Gabriela Mistral o José Manuel Poveda.
Diacrónicamente, cabría ver los nexos del poema con la tradición literaria de
su país y otros posibles nexos de intertextualidad que el poeta contraiga,
especialmente con Baudelaire y los poetas malditos franceses, tan leídos por
el autor.
Es imprescindible recordar que esta fase del estudio sucede al análisis
estructural en el que se ha establecido “qué dice el poema y cómo lo dice”.
51
Culturalmente, habría que considerar la importante pintura del muralismo que
es coetánea al trabajo del poeta.
En fin, para abreviar esta mínima ilustración, al pasar a la serie histórica,
habría que considerar la Revolución Mexicana, de la que disiente el católico
militante que fue López Velarde.
Se trata, en fin, en lo que toca al método de estudio de un acercamiento
inductivo, no deductivo.
No se avanza, como hace la historiografía literaria positivista, de sólida
implantación entre nosotros, del todo a la parte. Se procede más bien como el
detective que encuentra un huella en el suelo o una impresión dactilar en un
vaso y a partir de ahí debe reconstruír todo el escenario del crimen y el crimen
mismo.
Se parte del texto y se atiende esencialmente a lo que pensamos que el texto
dice y procedemos a verificar si dice eso u otra cosa, y a entender cómo lo
dice.
Después del análisis estructural, podemos avanzar al análisis semiótico, para
las imbricaciones del poema con su tradición y su sociedad.
CONSIDERACIONES SOBRE LA ACTUALIDAD DE LA RETÓRICA.
52
Ciertamente, acaso por el claro predominio en nuestros tiempos de esa
“tradición de la ruptura” de la que ha escrito Octavio Paz, hay una evidente
apreciación peyorativa de la retórica en nuestra tradición literaria.
Lo retórico es, en ese sentido, aquello que en el lenguaje rinde tributo a lo dejà
vu, a aquello que se ha instalado en la veneración de unas ciertas normas
expresivas que se han codificado y que por ello han renunciado a la
creatividad.
Habría que decir que el trabajo de los antiguos retóricos griegos fue el primer
acercamiento en la tradición occidental al estudio del lenguaje literario, aunque
fuera una disciplina eminentemente descriptiva de los procedimientos que el
escritor empleaba en su trabajo.
Las Instituciones oratorias, de Quintiliano, no hacían más que describir y
tipificar esas diversas fórmulas que denotaban un proceder común, aunque la
originalidad de cada escritor fuera también capaz de aflorar en ellas.
La dogmatización de la retórica – esto es, su conversión en preceptiva --,
acaso comience entre los retóricos romanos, impere en el teocentrismo
medieval y tenga una clara continuidad en el clasicismo francés, que da
expresión a una sociedad monárquica intensamente estratificada en clases.
Pero la teoría y la crítica literarias contemporáneas han reivindicado la
vigencia de la retórica.
La famosa retórica de Pierre Fontanier, Les figures du discours, culminada en
loa inicios del siglo XIX, ja sido reeditada y altamente valorada por los
estudiosos del siglo XX.
53
A partir de los asertos del grupo “M” en su Rhetorique generale, se establecen
las ubicaciones en los planos del lenguaje que la lingüística estructural
considera, de los tradicionales.figuras y tropos que consideraba la antigua
retórica. Ellos pasan a denominarse metábolas, que se dividen a la vez en
metaplasmos, metataxas, metasememas y metalogismos.
La retórica constituyó el primer acercamiento al uso artístico del lenguaje.
Los primeros hombres que en el mundo antiguo se dedicaron a reflexionar
sobre el hecho literario, e intentaron establecer sus generalidades, tuvieron
forzosamente que, previamente, localizar y describir esos peculiares usos del
lenguaje sobre los que pretendían discurrir. Numerosos estudiosos de la
actualidad han reivindicado la importancia de le retórica puesto que, ciertas
taxonomías que ella aportó a los estudios literarios, mantienen su validez y su
utilidad en la consideración del hecho literario..
En su importante Análisis e interpretación del poema lírico, la profesora Helena
Beristáin ofrece un completo cuadro de las metábolas que manifiestan valores
de expresión o de contenido y se insertan en los distintos planos del lenguaje.
A la vez, el cuadro entrega la operación que define el trabajo de cada
metábola. Por eso lo reproducimos aquí:
54
Apenas habría que decir que, aunque las especificaciones taxonómicas son
útiles y por lo general efectivas, en ciertas ocasiones la condición
pluriaspectual del hecho poético no tolera la absoluta delimitación que la
taxonomía propone.
El metro, por ejemplo, se ubica entre las “metataxas”, que pertenecen al ámbito
del plano morfo-sintáctico del lenguaje. Pero no puede dejar de considerarse la
55
incidencia del metro en la sonoridad del poema, lo que lo relacionaría
inevitablemente con el plano fónico-fonológico del lenguaje. Como he venido
afirmando, la condición pluriaspectual del poema, reclama de su estudioso una
consideración compleja, en la que muchas veces las simplificaciones
taxonómicas no funcionan.
Pero por supuesto que me parece pertinente intentar una consideración de las
que son las metábolas más importantes.
56
EL NIVEL FÓNICO-FONOLÓGICO.
1.
El número de fonemas que se repite es variable de una lengua a otra. Según
Ullmann, en inglés son 44 ó 45; en español, apenas 22.
Durante buena parte de su historia, el estudio del lenguaje consideró que la
onomatopeya estaba en los orígenes mismos de la formación del lenguaje, que
el sonido de las palabras guardaba una relación con su sentido o al menos con
el proceso de conformación de ese sentido.
Es Saussure quien establece definitivamente que ello no es así, y fija el
principio que desde entonces se ha llamado el de “la arbitrariedad del signo
lingüístico”. La palabra es un símbolo, una convención que permite la
comunicación entre los hombres.
Cuando se ha hablado de “motivaciones fonéticas” en las palabras, es porque
se calcula que exista alguna semejanza entre el sonido de la palabra y sentido.
Pero la onomatopeya, aunque tiene existencia, es demasiado escasa,
demasiado infrecuente en todas las lenguas. Según Ullmann, “sólo se
encenderá cuando las posibilidades expansivas latentes en un sonido dado
sean, por decirlo así, llevadas a la vida por un significado congenial”.23
57
La forma primaria de la onomatopeya consiste en “la imitación del sonido
mediante el sonido”, de modo que este sea como “el eco del sentido”.24
Es lo que ocurre en palabras como susurrar, silbar o como la antífona
vocálica tic-tac.
En lo que respecta a la onomatopeya, muchas interpretaciones son subjetivas.
Ullmann cita el sentido de “casta desnudez”, que Balzac advierte en el adejtivo
vrai.
Se habla de una forma secundaria de onomatopeya cuando ella no asocia la
experiencia acústica, sino un movimiento (temblar, escabullirse) o una
cualidad física o moral que generalmente es desfavorable, como gruñón.
Existen analogías entre los dignificados de ciertas palabras y su imagen visual.
Ullmann cita a Leconte de Lisle cuando afirma que si paon no tuviera o, “ya no
se vería al ave desplegando su cola”; y a Claudel, quien percibe un tejado en
las dos t de la palabra tot, o descubre la caldera y las ruedas de una
locomotora en la palabra locomotive.
La motivación morfológica es la más precisa y la menos subjetiva.
Consiste en que la significación está sujeta a cambios que dependen tanto del
contexto como de la situación pues, por ejemplo, para cada hablante, un
término puede adquirir un significado específico (vaso para un vidriero, para un
camarero, para un cirujano,etc.)
Se combina con motivaciones fonéticas (pronunciar con énfasis; o fonológicas
(la aliteración), morfológicas (la derivación, el empleo de diminutivos o
23Estephen Ullman, Semántica, Gredos, Madrid, 24
58
peyorativos), de orden sintáctico (hipérbaton) o semantico (selección del
léxico, empleo del lenguaje figurado).
Los fenómenos fónicos “involucran sonidos que no son fonemas como ocurre
en el ritmo —que resulta de la estratégica colocación de los acentos en las
sílabas de un verso”.
Los fenómenos fonológicos “involucran fonemas, como podrían ser la
aliteración y sus variantes”.25
2.
El problema métrico-rítmico.
La métrica es una cierta regularidad en el número de sílabas en cada línea
versal, que puede hacerse con arreglo a ciertos criterios y estructuras.
En español, los versos se miden por su cantidad silábica, y van desde el
bisílabo hasta el alejandrino (de catorce sílabas) aunque pueden hallarse
versos compuestos mucho mas extensos.
Mirta Aguirre, autora de varios importantes trabajos sobre los temas que aquí
nos ocupan26, reacciona contra los criterios preceptivos que durante mucho
tiempo dominaron este tipo de estudio pero, a mi modo de ver, subvalora la
importancia del nivel fónico en la construcción del texto poético. Afirma:
25 Beristain, Helena: ob. cit.,p. 77. 26 Aguirre, Mirta: Filosofía del lenguaje figurado, Universidad de la Habana
59
poesía no es sinónimo de verso, aunque la poesía
se haga en verso con frecuencia. Porque también en prosa
se hace poesía con frecuencia. Todos sabemos que Platero y yo,
escrito en prosa, es poesía de la más alta calidad, y que no es
aquello de: “treinta días trae noviembre con abril junio y septiembre..., etc”.
Ello es cierto, pero podría derivarse de ahí la conclusión de que la
versificación es un elemento indiferente, que no ocupa ningún lugar en la
definición de lo poético.
El nivel privilegiado del texto poético es el nivel semántico.
Prueba de ello – afirma Jean Cohen – coincidiendo desde su perspectiva con
M.A., es “la existencia del poema en prosa”.27 Pero hay que estudiar
detenidamente la significación e importancia del verso (y, en general, del nivel
fónico del poema), porque también el texto puede prescindir de la metáfora y
hasta del sentido, como prueba la existencia de la jitanjáfora28, un tipo de
---------------------: “En torno a la expresión poética”, 1972. 27 Cohen, Jean: Estructura del lenguaje poético, Gredos, Madrid, 1977, p.51 28 Vale la pena trascribir el testimonio que, del surgimiento de la jitanjafora, da Alfonso Reyes: Pues bien: eran los días de París. Toño Salazar solía deleitarnos recordando el peán de Porfirio Barba Jacob y lo recitaba sin un solo tropiezo. Es posible que de allí partiera el intento de Mariano Brull. Antes de traerlo a su poema le dio una aplicaciòn traviesa. En aquella sala de familia, donde su suegro, el doctor Baralt, gustaba de recitar versos del Romanticismo y de la Restauraciòn, era frecuente que hicieran declamar a las preciosas hijas de Brull. Este resolvió un día renovar los géneros manidos.La sorpresa fue enorme y el efecto fue soberano. La mayorcita había aprendido un poema que su padre le preparó; y aceptando la burla con la inmediata comprensiòn de la infancia, en vez de volver sobre los machacones versos de párvulos, se puso a gorjear, llena de despejo, este verdadero trino de ave: Filiflama alabe cundre ala olalúnes alífera alveola jitanjáfora liris salumba salífera Olivia oleo olorife a lalai cánfora sandra milingítara girófora zumbra olalindre calandra
60
estrofa que es únicamente sonoridad, y la que abordaremos un poco más
adelante.
El verso no es sinónimo de poesía pero, como señala Cohen, él ha sido “el
vehículo ordinario de la poesía, para la cual [...] constituye un eficaz
instrumento”.29
Las Iluminaciones de Jean Arthur Rimbaud pueden considerarse por encima
de muchos de sus textos en verso pero, del otro lado, Les fleurs du mal, de
Baudelaire, es francamente superior a sus Pequeños poemas en prosa.
Como afima Cohen: “el verso no es imprescindible ni inútil”.30
El verso es una estructura fono-semántica que deriva de versus, que significa
retorno.
La prosa avanza linealmente, se fuga de sí misma, mientras el verso vuelve
sobre sí.
Según Oldrich Bélic, una importante diferencia entre prosa y verso es el
carácter recurrente de este y la ausencia de expectativa sobre la recurrencia
en aquella.
Según Boris Tomashevski, la más importante diferencia entre prosa y verso
está en el modo como se segmenta la cadena fónica en cada caso.
La prosa sigue un criterio lógico-sintáctico, mientras que el verso sigue un
criterio rítmico-melódico31.
Recogiendo la palabra más fragante de aquel racimo di desde entonces en llamar las Jitanjáforas a las niñas de Brull. Y ahora se me ocurre extender el término a todo ese género de poema o fórmula verbal. La experiencia literaria, Ed. Losada S.A., Buenos Aires, 1942, pp. 200-201). 29 Cohen, Jean: ob. cit.,1977, p. 51 29 Cohen, id., p.52 31 Tomashevski, Boris: ob. cit.,
61
De hecho, en el discurso literario, ambos criterios coexisten. Lo que ocurre a la
hora de diferenciarlos es fundamentalmente un predominio.
Asimismo cabría decirse que la atención a lo rítmico-melódico se hace
visiblemente menos importante en formas más libres como es el verset o
versículo.
Para Gerard Manley Hopkins, el verso es “un discurso que repite total o
parcialmente la misma figura fónica”.
El criterio organizador del verso español que es el isosilabismo, que aparece
al menos desde la baja Edad Media. El isosilabismo llega con el mester de
clerecía.
Como el término indica, esta es la poesía de los clérigos, la poesía culta de los
monasterios, que se vanagloriaba de su diferencia con la descuidada trova de
los juglares:
Mester traigo fermoso, non es de juglaría
mester es sin pecado, ca es de clerecía;
fazer curso rimado por la cuadernavía,
a sílabas cuntadas, ca es gran maestría.
Ahí están ya, en el anónimo poeta medieval, los elementos organizadores del
poema en nuestra lengua hasta el mismo siglo XX: la rima y el metro.
Ambos son recurrencias, repeticiones y, como tales, elementos unificadores: la
medida consigue la homometría, mientras que la rima consigue la homofonía.
Con la medida regresa una cantidad silábica; con la rima, una sonoridad al fin
de cada verso.
62
La profesora Helena Beristáin coloca el metro entre las metataxas, es decir,
entre aquellas metábolas que afectan el nivel sintáctico del lenguaje. Ello,
afirma, porque “tanto la elección de palabras, como su distribución en el verso
a fin de lograr la unidad métrica pueden hacer que se altere el orden que
corresponde a la sintaxis ordinaria”.32
Me parece, sin embargo, que eso es lo que constituye el hipérbaton o
inversión y no es requisito del metro mismo, que constituye, a mi modo de ver,
un metaplasmo, correspondiente al plano de la sonoridad del lenguaje,
La medida y las diversas maneras de conformar la rima conformarán las
numerosas estrofas que dominan en la poesía de lengua española hasta pleno
siglo XX, en que aparece el uso del verset o versículo, que es el término más
apropiado para denominar lo que comúnmente se llama verso libre.33
Cuando Martí escribe sus Versos libres, no está liberando al verso en español
de todas sus homogeneidades: sus versos libres prescinden de la homofonía
(no riman) pero no de la homometría (todos son endecasílabos). Este el verso
que los ingleses llaman blank verse (verso blanco), y que es, por ejemplo, el
propio del teatro shakespeariano. En el Renacimiento español lo usó Juan
Boscán.
Debe tenerse a la vista un buen manual de métrica española. Creo que, el
mejor y más fácilmente accesible, sigue siendo el preparado hace ya años por
Tomás Navarro Tomás, bajo el título de Métrica española*, y cuya primera
32 Helena Beristáin: Diccionario de retórica y poética, Editorial Porrúa, México D.F., 2001, p. 331 33 El término lo usa por primera vez en español, el crítico Amado Alonso, en su Poesía y estilo de Pablo Neruda; interpretación de una poesía hermética, Gredos, Madrid, 1940. tomándolo de Claudel.
63
edición apareció en la Syracuse University Press, en los Estados Unidos,
donde su autor se exilia tras la derrota de la República española, en 1939.
Navarro Tomás clasifica los versos y las estrofas (históricas y en uso) de la
poesía en español. Considera asimismo los ritmos conformados por los piés o
cláusulas acentuales de los versos (trocaicos y dactílicos).
Es muy interesante su clasificación del verso endecasílabo, atendiendo a las
diversas acentuaciones que puede tener este verso. 34
La acentuación es fundamental en el verso español, y su consideración es
esencial para abordar los problemas del ritmo, sobre todo en la poesía
contemporánea, cuando el uso del versículo se hace predominante.
Es a partir de la consideración del ritmo por los poetas del modernismo y de
los trabajos teóricos del modernista boliviano Jaimes Freyre, que se introduce
la consideración del tema de los pies métricos.
A partir de la vanguardia, comienza el uso dominante del versículo en la
poesía en lengua española. El primer libro en el que se usa el versículo en
nuestra lengua, es el Diario de un poeta recién casado, que Juan Ramón
Jiménez edita en 1916.
34 Hay edición cubana, publicada por Ediciones Revolucionarias, en 1968. 34 Ver Lázaro Carreter, Fernando: Estudios de poética, Taurus, Madrid, 1985 , p. 59 * (En Cuba se han publicado dos buenos manuales de métrica, debidos a la desaparecida profesora cubana Ileana Raynieri y al poeta y estudioso Virgilio López Lemus.)
64
La supuesta “libertad” del versículo ha sido puesta en duda por varios de sus
estudiosos.
Fernando Lázaro Carreter, a quien quiero permitirme citar in extenso,, señala
que
La repetición está en la entraña misma del verso
libre, como su fundamental principio constitutivo.
Y la razón parece simple: al vedarse voluntariamente
el poeta los instrumentos rítmicos fijos que el
verso tradicional le proporciona, al imponerse
progranáticamente como sistema la misma
libertad en la elección del grupo fónico que la
permitida al habla común, el poema tendería
inevitablemente a ser habla común o, si se
prefiere, prosa. La función poética acude a
impedirlo, con sus recurrencias en todos los
planos de la expresión: fónico, morfológico,
léxico y sintáctico.[...] El poema en verso libre
es el escenario de repeticiones sin cuento,
que proyectan profundidad la emoción inmovilizada
en la superficie.35
Fernando Lázaro Carreter alude a los versos de “Barcarola”, en Residencia en
la tierra, de Pablo Neruda:
Si solamente me tocaras el cirazón,
35 Lázaro Carreter, Fernando: “Función poética y verso libre”, en Estudios de poética, Madrid, Taurus, 1979, pp 60-61.
65
si solmente pusieras tu boca en micorazón,
tu fina boca, tus dientes,
si pusieras tu lengua como una flecha roja
allí donde mi corazón polvoriento golpea,
si soplaras en mi corazón, cerca del mar, llorando,
sonaría con un ruido oscuro, con sonido de ruedas de tren con sueño,
como aguas vacilantes,
como el otoño en hojas,
como sangre,
con un ruido de llamas húmedas quemando el cielo,
sonando como sueños o ramas o lluvias,
o bocinas de puerto triste,
si tu soplaras en mi corazón, cerca del mar,
como un fantasma blanco,
al borde de la espuma,
en mitad del viento,
como un fantasma desencadenado, a la orilla del mar,
llorando.
Los teóricos de la libertad del verso (Gustave Kahn, Moreás, Regnier,
Dujardin, et. al.) argumentaban que se este se proponía crear un arte en el que
se fundieran el poder de la palabra y el de la música.36
Esta es una afirmación que valdría la pena observar desde diversos puntos de
vista.
Al enjuiciar el modernismo, el hispanista suizo Gustav Siebenmann, ve en esa
voluntad de aproximarse a la música, un rasgo que delata su “falta” de
modernidad.
66
Si se entendiera aquí música en la estricta aproximación al arte de los sonidos
al que en último extremo llega la poesía pura de un Paul Valery, de un Juan
Ramón Jiménez o de un Mariano Brull, no cabría negarle ese crédito al
modernismo que, es ciertamente, el momento que lo posibilita.
Pero Siebenmann parece afirmarlo en el sentido de la conservación por el
modernismo de elementos en la construcción del verso como son la medida y
la rima. En efecto, el modernismo como tendencia, no produce esa ruptura,
pero su enorme amplificación, para el verso español, de los diapasones de
rima y de medida, aproxima esa ruptura.
No hay que olvidar que es Juan Ramón, un poeta surgido de las entrañas del
modermismo y quien siempre se consideró a sí mismo un modernista, quien
instala el versículo en la poesía de lengua española.
Además de esas “repeticiones” y “recurrencias” que Lázaro Carreter ve
exacerbarse en el verso libre o versículo, otros estudiosos han marcado otras
regularidades fónicas en el mismo.
El crítico y teórico español Carlos Bousoño, al estudiar La poesía de Vicente
Aleixandre37, señala que el verso libre efectúa combinaciones apoyadas en
coincidencias acentuales. Bousoño define lo que llama ritmos endecasilábicos,
sustentados en las múltiples acentuaciones posibles en el verso endecasílabo.
En páginas ulteriores seguiremos la búsqueda de una cierta “regularidad” en el
verso libre, a partir de un poema del argentino Roberto Juárroz.
En cualquier caso, un simple repaso a un amplio número de figuras retóricas,
validaría esa presencia de la repetición, del retorno que Fernando Lázaro
67
Carreter subraya en el versículo, pero que en rigor corresponde, más
ampliamente, al texto poético mismo.
La iteración, al nivel del plano fónico-fonológico del lenguaje se hace presente
en numerosas metábolas como las que describimos seguidamente. En todos
los casos, la repetición, el retorno, la recurrencia alimentan la expresión.
La aliteración, consiste en la repetición de uno o más sonidos en palabras
cercanas:
Tierno glú-glú de la ele,
ele, espiral del glú-glú
“Poema de la ele”, Emilio Ballagas.
África de selvas húmedas
y de gordos gongos sordos
“Balada de los dos abuelos”, Nicolás Guillén
La paronomasia es otro metaplasmo que se hace frecuente en el uso poético
y, en general, literario del lenguaje. Consiste en la aproximación en el texto de
palabras parecidas en su sonoridad, que se llaman parónimas.
Existe una paronomasia contra los comunistas extremistas, que pretenden
desaparecer las misas, las mesas, las mozas y las musas, y permitir
únicamente la existencia de las masas.
Esta metábola es considerada un metaplasmo, porque atañe preferentemente
al nivel fónico, y se le estima por ello como figura de dicción pero, como se ve,
37 Bousoño, Carlos: La poesía de Vicente Aleixandre, Gredos, Madrid, 486 pag.
68
y en razón de la real interrelación de los planos del lenguaje, puede tener
claras implicaciones semánticas.
Si, como he dicho, rima y medida constituyen variantes del retorno en la
poesía surgida a partir del dominio del mester de clerecía y hasta la segunda
mitad del siglo XIX, la repetición abarca un impresionante número de figuras y
procedimientos poéticos.
Aunque por puras razones de método explicativo hemos separado las
iteraciones fónicas, morfosintácticas y semánticas, hay una poderosa
imbricación entre ellas en el texto real. En cualquier caso, pueden tener
también una jerarquía mayor en alguno de los planos del lenguaje.
Corresponderá al estudioso precisar cuando esta prioridad se establece.
En las inteligentes observaciones de Fernando Lázaro Carreter sobre los
fenómenos iterativos en el verso libre (que cabría extender a todo el verso)
faltaría la atención a uno que me parece esencial, y que actúa en el nivel
fónico. Me refiero al ritmo.
El ritmo es el efecto de una repetición a intervalos regulares. Implica la
sucesión ordenada de varios elementos, generalmente de orden prosódico:
a). la entonación
b). las pausas de cualquier naturaleza
c). la cantidad de discurso (medible en sílabas)
y, sobre todo,
69
d). el acento tónico, que determina con su presencia y ausencia en las sílabas
que forman su entorno, el grupo o cláusula – en la terminología de Navarro
Tomás – rítmica, según apuntan Marchese y Forradellas.38
El ritmo se mantiene en el versículo, y habría que reconsiderar la terminante
afirmación de Tomashevski sobre la segmentación de la cadena fónica en
verso y prosa. Porque la segmentación de la cadena fónica en el versículo no
necesariamente implica la realización de un criterio rítmico-melódico.
Ciertamente, este criterio puede estar, pero puede combinarse con un criterio
semántico.
Lo cierto es que en el versículo la segmentación de la cadena fónica quedaría
enteramente al arbitrio y/o a la intuición del poeta, ya que la misma existencia
del versículo rechaza la existencia de estructuras cerradas en lo tocante a le
medida y por ello a la presencia de la estrofa.
En lugar del término estrofa, que corresponde a la existencia de estructuras
métricas que se están apoyando en la existencia de la rima y la medida, cabría
referirse en los poemas que emplean el versículo, a la existencia de grupos
versales en los que el número de versos y la medida de estos, corresponde
enteramente a la voluntad de su autor, según el comprende las necesidades
del texto.
Para Jean Cohen, la segmentación ( que el traductor español consigna como
el “trozado” del verso) es el elemento único que “distingue la prosa poética del
verso libre”39.
38 Marchese y Forradellas: Diccionario de retórica, poética y terminología crítica, Ariel, Barcelona, 1985, p. 354. 39 Cohen, ob.cit.,
70
Tras comparar un poema en verso libre de Paul Claudel con un poema en
prosa de Baudelaire, concluye:
¿Por qué este poema se llama prosa, y verso
el de Claudel? ¿Cuál es su rasgo distintivo?
Únicamente este: el poema de Baudelaire
corta siempre a fin de frase, respeta el
paralelismo de las dos estructuras, fónica
y semántica, cosa que Claudel no hace.40
Cohen emplea este ejemplo (que toma de Gerard Genette) para subrayar la
importancia de la versificación:
Hier, sur la Nationale sept
Une automobile
Roulant a cent á l’heure s’est jetée
Sur un platane
Ses quatre ocupants ont été
Tués.
(Ayer, en la Nacional siete
Un automóvil
Que corría a cien kilómetros por hora se estrelló
Contra un plátano.
Sus cuatro ocupantes resultaron
Muertos).
40 Culler, Jonathan: La poética estructuralista, Anagrama, Barcelona, pp. 229-230
71
Al emplear el mismo texto como ejemplo, Jonathan Culler afirma:
la escritura de este texto como un poema hace
entrar en juego un nuevo conjunto de expectativas,
que determinan cómo debe leerse la secuencia y qué
clase de interpretaciones puede derivarse de ello41.
Cohen, que no es tan partidario de creer, como Culler, que ello convierta a la
pura nota informativa en poesía señala, sin embargo:
Es evidente que esto no es poesía, lo cual
muestra a las claras que el procedimiento
por sí solo, sin la ayuda del resto de las
figuras, carece de capacidad para producirla.
Pero hay que afirmarlo, ya no es únicamente
prosa. Las palabras se animan, se produce
una corriente como si la frase estuviese [..
.[ casi al punto de despertar de su sueño prosaico.42
Claro que guarda relación con estas percepciones – muy intensa en Culler,
más moderada y prudente en Cohen – el hecho de que ambos saben, como
lectores, que asisten a la formulación del código de la poesía, a la formulación
de una de sus convenciones pero, en cualquier caso, ello nos sirve para
verificar que la segmentación de la cadena fónica es un fenómeno artístico,
expresivo, cuya presencia inevitablemente actúa en el texto poético.
42 Cohen, ob. Cit., p.75
72
Aquí valdría la pena considerar un fenómeno que se manifiesta
necesariamente en la poesía homofónica y homométrica. Me refiero al uso del
encabalgamiento.
Claro que se manifiesta en muy numerosas tradiciones poéticas, pero es
especialmente abundante en la versificación española.
Estriba en una falta de coincidencia entre la medida del verso y la culminación
de la cadena lógico-sintáctica.
Hay poemas rimados y medidos que prescinden plenamente del
procedimiento. El poeta procura una coincidencia entre los dos niveles.
Tomemos el clásico ejemplo que constituye, en ese sentido, la “Sonatina”, que
Rubén Darío incluyó en sus Prosas profanas y otros poemas, de 1896.
La princesa está triste. ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro
y en un vaso olvidada se desmaya una flor.
Es impresionante la simetría de este sexteto escrito en versos alejandrinos.
Claro que no existe encabalgamiento: cada alejandrino expresa una idea que
él culmina sin venir del verso anterior o prolongarse en el siguiente. Pero,
incluso, son perfectamente simétricos los dos hemistiquios heptasilábicos que
integran cada alejandrino. Cada uno supone una frase concluída, terminada.
Compárese esa estrofa con esta otra. Es otro sexteto alejandrino, y es obra,
como el anterior, del propio Darío. Es el inicio del poema que su autor titula
73
“Allá lejos”, y que incluyó en sus Cantos de vida y esperanza. Los cisnes y
otros poemas, que el nicaragüense publicó en Madrid, en 1905:
Buey que vi en mi niñez, echando vaho un día
bajo el nicaragüense sol de encendidos oros,
en la hacienda fecuda, plena de la armonía
del trópico, paloma de los bosques sonoros,
del viento, de las hachas, de pájaros y toros
salvajes, yo os saludo, pues sois la vida mía.
Es impresionamente diferente la prosodia de este sexteto con respecto a la de
“Sonatina”, a pesar de la total proximidad métrica de ambos. La única
diferencia estrófica entre ambos está en la rima, que en “Sonatina” sigue el
esquema AABCCB, mientras que el de “Allá lejos” es ABABBA.
La simetría de “Sonatina” se ha deshecho en el poema de 1905. El
encabalgamiento descoyunta el alejandrino, lo prosifica, lo aproxima
impresionantemente al versículo.
A mi modo de ver, ello es perfectamente intencionado.
En su ensayo “El caracol y la sirena” que, como se advierte, no me canso de
citar, Octavio Paz escribe que Darío es el fundador de la poesía moderna en
lengua española porque de su obra derivan las dos tendencias poéticas
esenciales de la contemporaneidad: la que Paz llama “la poesía de la imagen
insólita” y la del prosaísmo.
Mientras la “Sonatina” nos presenta un inesperado – en Latinoamérica –
ámbito cortesano, “Allá lejos” evoca el mundo de la cotidianidad del poeta: la
finca del campo nicaragüense en la que transcurrió su infancia. La simetría del
74
alejandrino en el primer sexteto concuerda con la pompa, el protocolo, el orden
del mundo cortesano que está en sus versos. El encabalgamiento del segundo
que en su lectura lo aproxima al desaliño de la prosa (o del versículo, que
Rubén no llegó a cultivar, pero que aquí casi roza en su sonoridad), es una
contribución a la plasmación del ambiente campesino, simple, sin la menor
pompa, sin ningún protocolo, que el poeta quiere entregar.
Por exceso o por defecto, se produce en el encabalgamiento esa discordancia
en la que una unidad de sentido no cabe dentro de un verso y se prolonga al
siguiente (rejet), o bien, se anticipan al fin de un verso, elementos de la unidad
de sentido que va a expresarse en el verso siguiente (contrerejet).
Cohen, colocándose evidentemente en una perspectiva que privilegia de la
sonoridad del poema, afirma que en la lectura del texto con encabalgamiento,
debe procederse atendiendo a la medida y no al sentido.
Discrepo absolutamente de ese criterio que coloca en un invisible trasfondo
ese que el propio Cohen dice que es el plano privilegiado del poema: el
semántico. Creo que todo en el poema trabaja para apoyar su supremo
objetivo: la comunicación del sentido del texto.
Leer el texto “encabalgado” siguiendo su métrica, conduciría a perder aspectos
esenciales de su sentido, poque podrían producirse las más tremendas
“anfibologías” sintácticas, como en el primer verso de “Los zapaticos de rosa”,
el famoso poema para niños de Martí:
Hay sol bueno y mar de espuma
y arena fina y Pilar
quiere salir a estrenar
75
su sombrerito de pluma.
Ese aparente último elemento del polisíndeton que abre la redondilla inicial, es
en realidad el sujeto de los dos últimos versos.
Si bien la segmentación de la cadena fónica en el caso de los textos métricos
queda plenamente determinada por las reglas de la versificación, me gustaría
abordar ahora que ocurre con la segmentación en el versículo.
Vamos a considerar un texto del poeta argentino Roberto Juárroz, nacido en
1925. Toda su obra ha sido reunida por su autor bajo el título global de Poesía
vertical, en 1976.
Copio a continuación el texto del poema que estudiaremos:
Llega un día
en que la mano percibe los límites de la
[página
y siente que las sombras de las letras que escribe
saltan del papel.
Detrás de esas sombras
pasa entonces a escribir en los cuerpos repartidos
[por el mundo
en un brazo extendido,
en una copa vacía,
en los restos de algo.
Pero llega otro día
en que la mano siente que todo cuerpo devora
furtiva y precozmente
76
el oscuro alimento de los signos.
Ha llegado el momento
de escribir en el aire,
de conformarse con su gesto.
Pero el aire también es insaciable
y sus límites son oblicuamente estrechos.
La mano emprende entonces su último cambio:
pasa humildemente
a escribir sobre ella misma.
Este poema usa a plenitud el versículo: las médidas de los 21 versos que lo integran son,
respectivamente, 4,16, 14, 6, 19,7, 8, 7, 15, 7, 11, 11, 7, 11, 11, 14, 13, 6, y 8 sílabas.
No hay el menor asomo de rima en el texto.
Hay en él un pleno uso de los deícticos, tanto espaciales como temporales,
que pretenden brindar un contexto “real” a esta poesía.
La mano (la que escribe), actúa como una metonimia, porque es el efecto que
ella produce (la escritura) lo que importa. Aunque en el sentido más estrecho
de las figuras, es también una sinécdoque, porque resulta asimismo una parte
del todo, del hombre, del hablante.
Los deícticos son factores de la deixis, que etimológicamente significa “lo que
indica”, “indicador”.
Escribe Dubois, definiendo la deixis:
Todo enunciado se realiza en una situación que
está definida por coordenadas espacio-temporales:
el sujeto refiere su enunciado al momento de la
77
enunciación, a los participantes en la comunicación
y al lugar donde se ha producido el enunciado. Las
referencias a esta situación forman la deixis y los
elementos que concurren para “situar” el enunciado
(a imbricarlo en la situación) son los deícticos.43
Según afirman Marchese y Forradellas, para Weinrich son factores de la deixis
verbal:
a). los pronombres de primera y segunda personas
b). los demostrativos, los elementos espacio-temporales
c). las formas que Jakobson llama shifters, que no tienen función concreta y
que sólo son identificables con la situación.
Ejemplo: ¡Ven aquí!
Para comprender el valor de “aquí” es preciso tener en cuenta al locutor y a la
situación misma.
(El termino shifter significa trasladador, transportador. Jakobson llama también
a los shifters embrayeurs, lo que implicaría que efectúan una función análoga
a la que cumple en el automóvil, el embrague o clutch.)44
En el poema de Juárroz, los deícticos son claramente los elementos espacio-
temporales que organizan los distintos grupos versales.
En el ler. grupo: Llega un día
2do. grupo: Detrás de esas sombras
3er. grupo: Pero llega otro día
4to. grupo: Ha llegado para ella el momento
78
5to. grupo: La mano emprende entonces
Se trata de una clara secuencia temporal, porque sólo el segundo grupo
versal, unido lógicamente al primero, no comienza con el referente temporal.
Si los grupos versales resultan en el versículo los análogos a las estrofas en la
poesía métrica, ¿se ha pasado en su construcciòn del criterio rítmico-melódico
al lógico-sintáctico, según las categorías de Tomashevski?
Acaso la demasiado tajante dicotomía de Tomashevski tenga que ver con la
tradición conservadora de la poesía rusa, extremadamente ceñida a los usos
de ritmo y, sobre todo, ritmo y medida.
En el poema de Juárroz está dibujándose una oposición entre la aventura
espacial de la mano (de la página al mundo, al aire, a ella misma) y la
secuencia temporal que la ordena. Es esta oposición la que preside la
segmentación de los grupos versales.
Pero las concretas segmentaciones de cada uno de los versos e incluso su
conformación están muchas veces regidas por criterios formales, expresivos,
que ciertamente apoyan el sentido.
Uno de los versos más pequeños, resulta como un desprendimiento del verso
extenso que lo precede:
y siente que las sombras de las letras que escribe
saltan del papel.
Este verso de sólo 6 sílabas, en efecto, “salta”, se desgaja en su segmentación
del anterior, con sus 14.
79
Repárese en que el verso 6, en el que resultaría más extenso el recorrido de la
mano (pasa entonces a escribir en los cuerpos repartidos por el mundo), el
verso reproduce icónicamente ese sentido, y es con sus 19 sílabas, el más
extenso del poema.
A este extenso verso lo sigue una tríada de versos menores (7.8 y 7 sílabas)
que conforman lo que cabría llamar, en términos de Leo Spitzer, una
enumeración caótica:
en un brazo entendido
en una copa vacía,
en los restos de algo.
Sin embargo, todo el poema conserva una recurrencia sonora en su ritmo. Yo
he contado en el 53 acentos.
De ellos, 26 cada cuatro sílabas, para un 50% y 18 cada tres sílabas, para un
32%, lo que haría un total de un 82%.
Quisiera que viéramos ahora un esquema métrico del primer grupo versal del
texto. En él, para acercarnos mejor a ciertas especificidades del ritmo, vamos a
descomponer algunos versos compuestos.
1 2 3 4 5 6 7 8
Lle gaun dí a (1-3)
En que la mano percibe
En que la ma no per ci be (4-7)
los lí mi tes de la pá gi na(-1)(2-7)
80
y sien te que las som bras (2-6)
de las le tras quees cri be (3-6)
sal tan del pa pel (+1) (1-5)
Los subrayados están indicando los acentos de cada verso o de cada
fragmento de verso descompuesto.
Aparecen dos acentos en 1ª. silaba, dos acentos en 2ª. sílaba, dos acentos en
3ª. sílaba, un acento en 4ta. y otro en 5ta. sílabas, dos acentos en 6ta, y dos
en 7ª. sílabas.
Ello establece una cadena de una cierta regularidad rítmico-melódica. Esto es
que, además de las abundantes repeticiones ya advertidas por Fernando
Lázaro Carreter, en el versículo, además de ellas, encontramos recurrencias
sonoras.
Pese a su negaciòn de la poesía métrica y de una evidente contaminación e
intercambios con la prosa que ya se hacen obvios desde el modernismo, el
verso de la modernidad en lengua española sigue siendo verso.
81
EL NIVEL MORFOSINTÁCTICO
La sintaxis es una secuencia formal con arreglo al código verbal.
La gramática distribuye los lexemas en categoría y hay una posibilidad
combinatoria de esos lexemas en la integración de la frase y del discurso.
Noah Chomsky, eminente lingüista antes de convertirse en brillante politólogo,
señalaba el carácter convencional de la sintaxis:
Verdes ideas incoloras duermen furiosamente,
lo cual es sintácticamente correcto, aunque constituya un despropósito lógico.
Muchos años antes, sin intereses propiamente lingüísticos, los surrealistas
habían fundado la sintaxis onírica del cadáver exquisito, que era también
sintácticamente irreprochable.
82
Como ocurre con el cadáver exquisito, la frase de Chomsky es sintácticamente
irreprochable, y por ello es gramatical.
La poesía es capaz de hacer un uso de la sintaxis que la violenta como
convención para conseguir que, al separarse de la norma aceptada, al usar
imaginativamente la sintaxis, ella se capaz de revelar mejor ciertas facetas de
la realidad.
Escribe César Vallejo al final de uno de los poemas de Trilce:
Cuando ya se ha quebrado el propio hogar
y el sírvete materno no sale de la
tumba,
la cocina a oscuras, la miseria de amor.
(Trilce, XXVIII)
Todo el grupo versal, que culmina el poema, está violenta la sintaxis de varias
maneras. La primera, y acaso la más moderada, sea la sustantivación del
modo verbal “sírvete”. Esto – como otros tantos procederes de la poesía –
puede hacerse en el mismo lenguaje cotidiano, pero es mucho más fuerte la
supresión del verbo principal en todo el enunciado que constituye el grupo
versal.
El verbo al cual debería subordinarse la condicional que abre el enunciado,
está elíptico. La condicional se resuelve desembocando en dos frases
nominales de construcción análoga:
la cocina a oscuras, la miseria de amor
La estructura gramatical de las dos frases es la misma:
83
artículo + sintagma nominal + modo adverbial.
La fuerza de los dos elementos que comprenden las frases nominales y la
brusquedad de su presentación, incide en la imagen del desamparo, de la
orfandad que el sentido del poema quiere entregar.
En otro libro de Vallejo, Poemas humanos, aparece este poema, del cual copio
un fragmento:
¡ Amadas sean las orejas sánchez,
amadas las personas que se sientan,
amado el desconocido y su señora,
el prójimo con mangas, cuello y ojos!
(“Traspié entre dos estrellas”)
Inmeditamente sobresale la transgresión que es usar un patronímico como
adjetivo calificativo. Se trata de uno de los patronímicos más comunes en
español (otros, serían Pérez, Fernández, González, Rodríguez). La comunidad
del apellido dado a las orejas (presentadas como una peculiar sinécdoque), las
coloca en perfecta consonancia con el hombre común (el que se sienta, el
desconocido, en fin, el que tiene cuello, ojos, mangas), el hombre sin
excepcionalidades.
Leemos en el poema que Neruda titula “Entrada a la madera”, en Residencia
en la tierra:
84
y hagamos fuego, y silencio, y sonido,
y ardamos, y callemos, y campanas
El texto está enlazando por conjunciones dos verbos y un sustantivo, violando
la convención sintáctica que la gramática establece, pero colocando a esas
extrañas campanas, en correlación con el sustantivo sonido del verso anterior.
Valdría la pena recordar ahora la afirmación de Jean Cohen cuando señala
que la poesía es una desviación del lenguaje habitual para comunicar algo que
no puede ser dicho de otra manera.45
Acaso la aseveración de Cohen sea demasiado terminante. A mi me parecería
que cabría moderarla, afirmando que la poesía dice las cosas de una manera
que no podrían ser dichas de otra manera, y sobre todo de una manera
sintética. Mirta Aguirre aseveraba, y en ello creo que tenía razón, que la
poesía era capaz de decir mucho con poco. Como se ha ido observando, el
trabajo del poema al nivel sintáctico, como ocurría con el nivel fónico, remite
en fin de cuentas al ámbito semántico.
Cabría considerar aquí el problema de lo que se llama “el orden usual de las
palabras”. Wolfgang Kayser se pregunta: “¿Qué es en realidad lo usual?”, y
responde:
Atendiendo a la fonética y a la morfología – y también
al vocabulario – puede determinarse con cierta
seguridad lo que es usual, de modo que cualquier
desviación puede reconocerse enseguida.
En la sintaxis, las cosas son más difíciles”.
45 Cohen, Jean: ob.cit., p.
85
Cualquier desviación del modo de hablar
cotidiano, muestra que el mismo
hecho puede ser presentado de las máa
diversas maneras:
“Un hombre salió de repente de la casa”
“De repente, salió un hombre de la casa”.
“Salió, de repente, un hombre de la casa”.
Que se use una construcción y no otra en el momento
de hablar depende de las circunstancias, de la situación,
del auditorio, del contexto, etc. 46
Kayser señala que se ha dicho que la mayor función del hipérbaton, está al
servicio del ritmo. Analiza el verso de G.A. Bécquer:
Del salón en el ángulo oscuro,
y afirma:
Por medio de la construcción especial
(colocación del genitivo en primer lugar)
y del ritmo, ciertos miembros aislados
de la frase reciben una carga especial
de significado y de aquí resultan imágenes,
si no plásticas, al menos esquemáticas
y sugestivas, imágenes de un espacio
46 Kayser, ob.cit., p.172
86
más o menos suntuoso, sumido en penumbre,
de un arpa polvorienta y silenciosa, envuelta
en melancolía.
..................................................
A pesar de los efectos intrínsecos que ciertamente provoca, el ritmo es un
medio para un fin. Ayuda a crear sus imágenes expresivas, esa intensificación
de los significados que es la realización esencial del lenguaje del verso.47
Helena Beristáin nos dice que el hipérbaton o inversión.consiste en
una figura de construcción que altera el orden
gramatical (por el procedimiento de la “transmutatio”)
de los elementos del discurso al intercambiar
las posiciones sintácticas de las palabras en
los sintagmas, o de estos en la oración.48
De ahí deriva la burla de Quevedo en su “Receta para hacer soledades”,
contra Góngora y el culteranismo.
Quien quisiere ser culto en sólo un día
La jeri – aprenderá – gonza siguiente
El hipérbaton, caricaturizado, ya no es sintáctico sino morfológico, pues se
intercalan palabras dentro de la palabra.
46 Kayser, Wolfgang: ob.cit., pp. 177-180.
87
Pero valdría la pena detenernos en el hipérbaton gongorino. En la “Fábula de
Polifemo y Galatea”, específicamente en la primera octava real de la
dedicatoria al Conde de Niebla. La copio:
Estas, que me dictó, rimas sonoras
culta sí, aunque bocólica Talía,
oh excelso Conde – en las purpúreas horas
que es rosas la alba y rosicler el día,
ahora que de luz tu Niebla doras,
escucha al son de la zampoña mía,
si ya los muros no te ven de Huelva,
peinar el viento, fatigar la selva.
Estamos ante la plenitud del barroco. Lo primero que llama la atención ante
esta estrofa es su exuberancia, su sobreabundancia, su horror vacui que es un
rasgo inevitable del barroco, sea en la pintura, en la música o en la literatura.
Del mismo modo que las fugas de Bach van instalando voces sucesivas que se
superpone cada una a las previas, sin que ninguna de las anteriores deje de
sonar, aquí Gòngora es capaz de acumular todos los componentes sintácticos
posibles e imaginables de un discurso: vocativo, sujeto, verbo principal, verbos
subordinados, oraciones yuxtapuestas, diversas oraciones subordinadas,
todos los complementos (directos, indirectos, circunstanciales de tiempo, de
lugar, de modo), adverbios. Todo ello redistribuido en un tremendo hipérbaton
que transforma radicalmente el orden usual de las palabras en el texto.
Sería francamente imposible intentar devolver esta estrofa a ese supuesto
orden. Y no sólo por razones artísticas, es decir, no sólo porque esa
88
“restitución” implicaria atentar contra la sonoridad del poema, sino porque la
restitución se hace sintácticamente imposible.
Las palabras y los sintagmas están participando del movimiento, de la forma
abierta que caracteriza al barroco. En ocasiones, las palabras están situadas
de modo tal que resulta imposible moverlas de lugar, porque ello anularía la
plurifuncionalidad que ejercen.
Repárese en los dos versosl finales de la estrofa:
si ya los muros no te ven de Huelva
peinar el viento, fatigar la selva.
¿Con respecto a qué elemento actúa el genitivo “de Huelva”? A mi modo de
ver, la posición en la que Góngora lo ha colocado, le permite actuar con
respecto a muros, a viento y a selva.
Su posición lo convierte en una suerte de “pivote”, que le permite asumir varias
funciones sintàcticas. cambiarlo de sitio anularía enteramente esa posibilidad.
Prosiguiendo el análisis sintáctico del poema, consideremos ahora un texto del
poeta cubano José Zacarías Tallet (1893-1989), autor de La semilla esteril
(1951), libro tardíamente publicado pero capital en el marco de la poesía de su
generación y del siglo XX cubano.
La obra de Tallet es esencial para entender la transición de la poesía cubana
del posmodernismo a la vanguardia. Él fue uno de los editores de la Revista
de Avance, junto a Jorge Mañach, Juan Marinello, Alejo Carpentier, Francisco
Ichaso, Félix Lizaso y Martí Casanova.
89
Como poeta, muy cercano al prosaísmo posmodernista – como en el caso del
colombiano Luis Carlos López, impregnado de humor --, cantor de la vida
cotidiana y, muchas veces, de su vulgaridad. Pero hay otra zona de su poesía
que resulta mucho más innovadora. Lo que ocurre es que Tallet no es un
innovador de la metáfora, cuyo uso y transformación fue ampliamente
jerarquizado por el vanguardismo. Lo interesante es que este poeta consigue,
a través de la estructuración del texto, y acaso atendiendo a aquello que
Jakobson llamó “la poesía de la gramática”, efectos análogos a los de los
poetas vanguardistaa.
El poema al que me he referido se titula, enigmáticamente, “¿Quién sabe?” y
se ubica en la sección final de La semilla estéril, que el denominó “Brumas
sobre el lago”. Lo copio:
¿QUIÉN SABE?
Cuatro monos vienen,
cuatro monos van,
cuatro monos vienen
por el arenal.
Bajo mis plantas la carcoma bate su rítmico tom-tom.
y la tierra que era cuadrada, redonda y chata se
[volvió.
El hombre se caló sus espejuelos
y resucitó mil astros muertos.
90
El rey absoluto de todo
agoniza en un grano de polvo.
Por arrojarse de una mata al suelo
engendró al padre Adán un mono viejo.
.
Dios en el horizonte se perdía,
ya no se le notaba a simple vista.
Y el vientre solo, inane o repleto,
dicta la historia del mundo entero.
El creó la ciencia y la ética
y a dios y a la patria y la estética
Dios se perdió en lontananza;
ni el telescopio a verle ya alcanza.
Esto se mueve desde siempre
y esto hasta siempre se mueve.
Mas esto no es esto ni aquello,
Ni aquello es aquello ni esto.
Ni ahora es ahora, ni siempre fue siempre,
ni luego es ahora, ni luego ni siempre.
El porvenir ya no descansa en las rodillas del buen
91
[Dios
bajo mis plantas la carcoma bate su rítmico tom-tom.
Cuatro monos vienen,
cuatro monos van,
cuatro monos vienen
por el arenal.
Los brazos de la Anadiomena
son los de una lavandera
o los de una matrona burguesa.
Dante volvió del otro mundo
sin la venda, para encontrar
a Beatriz contenta y harta
entre los brazos de Don Juan.
Un niño tiene una manzana
y otro niño no tiene nada.
Le quitaron la fruta al primero
y en dos mitades la partieron
y el primero lloró de rabia
y el rencor asomó a su mirada.
Arqueologista futurísimo
creyó paciente descifrar
inscripciones mil-milenarias
92
desenterradas por azar.
Y supieron cuatro curiosos
de un remoto varón de luz;
aunque ignorando si su nombre
era Gauthama o era Jesús.
Cura las llagas de un leproso con la más tierna
[abnegación
una cándida favorita del harén de nuestro Señor.
Su alma está fija en el cielo
en donde la aguarda su dueño;
nostálgica de la otra vida
con amor unge las heridas.
Hermanita, si no hubiera cielo
¿seguirías en el lazareto?
Cuatro monos vienen,
cuatro monos van,
cuatro monos vienen
por el arenal.
En el desierto se alza un monolito
que reta al cielo desde el pedestal
de cartón-piedra, y en sus cuatro ángulos
los cuatro monos sentáronse a pensar.
Patinando en el aire venía desde lejos
repique desbocado de innúmeras campanas
que con estrepitoso entrechocar de hierros
repiten y repiten unas mismas palabras:
93
Una campana repica: “La Vida,
otra campana repica: “El Amor”,
otra campana repica: “Plus Ultra”
y otra campana retumba: “¡No!”.
El propio Tallet ha calificado de agnóstico este poema suyo.
A mi agrada esa perspectiva del texto que conecta realidades diversas y
pulveriza el razonamiento rectilíneo.
En verdad, el propio autor sufre las andanadas que descarga en el texto, pues
este poema es uno de esos – lo ha dicho también Tallet – que saldan cuentas
con el joven aspirante a clérigo que fue el poeta en su adolescencia.
Para comenzar el análisis, hagamos a un lado – sólo por el momento --,la
estrofa de romancillo que abre el poema y que actúa en él como estribillo o leit
motif.
En el texto hay 12 pareados perfectamente delimitados, no sólo por la
separación estrófica que el poema marca, sino por la rima asonante que
cambia de un par al otro.
El eneasílabo establece su predomio en el poema, porque los versos de
dieciocho sílabas que lo abren y lo cierran, son en verdad dos eneasílabos
yuxtapuestos.
El verdadero enlace fónico, sin embargo, lo produce el ritmo, porque los
acentos fundamentales aparecen casi invariablemente cada cuatro o cinco
sílabas.
Cuando la variación en la medida de los versos aumenta, a la inversa, la
precisión en el ritmo también aumenta, como si el poeta quisiera compensar
94
con la preservación del ritmo, las variaciones métricas que usa. Por ejemplo,
entre el décimo y el undécimo pares (versos del 19 al 22) hay un tránsito del
eneasílabo al dodecasílabo, y entonces el ritmo se homogeneiza totalmente en
cláusulas dactílicas:
o óoo óoo óo 19
o óoo óoo óo 20
o óoo óoo óo 21
o óoo óoo óo 22
Como se advertirá, las dos sílabas del período de enlace en los versos 19, 20
y 21, se unen con la sílaba inicial inacentuada de los versos 20, 21 y 22,
constituyendo también cláusulas dactílicas.
Adviértase la correspondencia fónica que consiguen estos versos con su
sonsonete, reforzado además con el polisíndeton (el reiterado empleo de la
conjunción ni) con el mensaje sobre la infinitud del tiempo y el sin sentido de la
realidad (que de hecho deviene pura facticidad) que el texto quiere trasmitir.
La correspondencia fónica y sintáctica de los versos en el poema, contrasta
con la disimilitud semántica que ellos proponen. Hay, parodiando la taxomomía
de Spitzer, una suerte de “sintaxis caótica”, claro que no por su construcción,
sino por los contenidos que presenta:
1. La carcoma bajo mis plantas...
2. La tierra era cuadrada y se volvió redonda...
3. EL hombre se caló los espejuelos...
4. El rey de todo agoniza en un grano de polvo...
95
5. Un mono viejo engendró a Adán...
Hallamos en estas proposiciones no sólo situaciones absolutamente diversas
al nivel espacial, sino asimismo diversidad en los tiempos que se presentan.
El estribillo, que divide el poema en tres partes, actúa como elemento
unificador entre ellas. Es, como siempre ocurre con los estribillos, una suerte
de igual a, afianzado en una cierta lógica, para cosas diversas. Sólo que aquí
el estribillo no parece guardar relación lógica alguna con los otros elementos
que integran el poema.
El predominio del eneasílabo es casi absoluto en la segunda sección del texto:
nuevamente son semejantes las estructuras sintácticas y divergentes las
proposiciones semánticas.
La tercera parte del poema no será distinta.
Todo el fragmento está escrito en versos endecasílabos y los cuatro monos del
estribillo pasan de pronto a una posición protagónica.
A ellos responderán cuatro campanas que dicen “unas mismas palabras” que
son, sin embargo, totalmente diferentes.
Una campana repica: “La Vida”,
otra campana repica: “El Amor”,
otra campana repica: “Plus Ultra”,
y otra campana retumba: “¡No!”.
Los cuatro versos son un resumen de todo el sistema en el que ha venido
apoyándose el texto: las estructuras sintácticas de los versos son simétricas:
96
sintagma nominal sujeto + verbo + sintagma nominal objeto; desde el punto de
vista fónico no sólo tenemos la rima asonante entre segundo y cuarto versos,
sino también el juego anafórico de casi las mismas palabras al inicio de los
cuatro versos.
La única variación la constituye el verbo utilizado en el cuarto verso, pero
entonces el poeta se encarga de enlazarlo con el verbo empleado en los otros
versos mediante la cantidad silàbica y la repetición del morfema re al inicio del
verbo.
Sin embargo, cada campana nos dirá algo distinto.
¿Qué significa esta compleja estructura?
Me la explico así: a través del paralelismo sintáctico y fónico – e incluso,
morfológico – Tallet produce la aproximación entre las disímiles proposiciones
semánticas que formula el texto. Y esa aproximación conduce al lector a
experimentar la misma sensaciòn de caos que está en la perspectiva
“agnóstica” del poema. “Todo es lo mismo”, parace decir, en último término,
esta turbulenta identificación.
Escribe Roman Jakobson:
el estudio de los tropos poétios ha sido dirigido hacia la metáfora,
en primer lugar (...) Los libros de texto creen en la aparición
de poemas desprovistos de imágenes; pero, de hecho,
la escasez de tropos léxicos está compensada por magníficas
figuras y tropos gramaticales. Los recursos poéticos
escondidos en la estructura morfológica y sintáctica, es decir,
la poesía de la gramática y su producto literario, la
gramática de la poesía, raras veces ha sido reconocido
por los críticos, y sí muy a menudo desdeñado por los lingüistas:
97
sin embargo, los escritores creativos han hecho un magistral
uso de ellos.49
Consideremos ahora fenómenos como los que la retórica ha denominado
parataxis e hipotaxis.
La hipotaxis consiste en la relación de subordinación explicitada por un signo
funcional.
Spitzer menciona incluso lo que llama hiperhipotaxis, en el que las
subordinadas se incluyen en número excesivo. Piensa él que un período de
esa naturaleza está pensado más para ser leído que para ser pronunciado. La
octava real gongorina de la “Fábula de Polifemo y Galatea”, se ubica
plenamente como ejemplo de hiperhipotaxis.
La parataxis es la relación de coordinación entre dos frases (que están en
relación de subordinación implícita) en el seno de un enunciado o de un
discurso. “Vine Juan, yo me voy”, es un ejemplo de ello. Lo forma hipotáctica
sería “como viene Juan, yo me voy”.
Una típica construcción paratáctica es este poema del colombiano Luis Carlos
López:
SIESTA EN EL TRÓPICO
Domingo de bochorno, mediodía
de reverberación
solar. Un policía
como empotrado en un guardacantón,
49 Jakobson, Roman: loc. cit., pp. 167-168.
98
durmiendo gravemente. Porquería
de un perro en un pretil. Indigestión
de abad, cacofonía
sorda de un cigarrón.
Soledad de necrópolis, severo
y hosco mutismo. Pero
de pronto en el poblacho
se rompe la quietud dominical,
porque grita un borracho
feroz: -- ¡Viva el partido liberal!
El texto tiene la voluntad de separar, aislar lo que podría conectarse por la
subordinación de la hipotaxis.
Así, los signos de puntuación actúan como “editando” las diversas escenas de
esa cotidianidad de un domingo en un pueblo de provincia, a la manera de una
secuencia cinematográfica.
La elección del procedimiento va a perseguir también la plasmación de un
sentido, porque el efecto cinematográfico que este “montaje” forzosamente
crea, objetiva las imágenes presentadas, le resta peso a la subjetividad del
hablante.
Adviértase que el poema resulta una suerte de soneto informal o paródico, en
el que se mantiene la rima consonante cruzada, que reproduce la forma de
rimar no de los cuartetos, sino de los serventesios, pero claro está que las
medidas de los versos garantizan la pura condición paródica del poema. Los
endecasílabos que de vez en vez aparecen van combinándose con versos
heptasílabos.
99
Esa condición paródica así como la ausencia de una carga subjetiva en el
poema, evitan el tono melancólico, sentimental que la imagen provinciana
tenía en un poema como “Allá lejos”, de Darío. Aquí el texto se resuelve en
sátira, burla, mueca.
Otras formas de iteración aparecen al nivel del plano morfo-sintáctico del
lenguaje. El estribillo que acabamos de ver en el poema de Tallet que
análizábamos es una de estas metábolas.
Es una palabra, verso o estrofa que se repite periódicamente. Puede colocarse
de muchas maneras y constituye un elemento unificador y estructurador del
texto.
Es característico en formas estróficas tradicionales y populares como son el
villancico, el zéjel, la letrilla y el poema-son, conformado por Nicolás Guillén.
La anáfora constituye otra metábola estructuradora en su carácter de figura de
construcción.
Se trata de una repetición al inicio de verso, de estrofa o de grupo versal, que
puede introducir la idea de estructuración espacial, temporal o de otra índole.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, o el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar mañana
ardas, de alguna mísera caseta
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas,
100
antes que el río hacia la mar te empuje
por valles y barrancas
“A un olmo seco”, Antonio Machado
La epanadiplosis o conduplicación es otra metábola colocada entre las
metataxas. Es una figura que repite la misma palabra inicial, al final del verso.
Es clásico el ejemplo atribuido a Santa Teresa de Jesús:
Vivo sin vivir en mí
y tan alta vida espero
que muero porque no muero
Este es otro empleo del poeta español Miguel Hernández:
Fuera menos penado si no fuera
nardo tu tez para mi vista, nardo,
La reduplicación es otra metataxa que consiste en la repetición de una
palabra o expresión dentro de un mismo sintagma:
Pasó una paloma herida
volando cerca de mí;
iba volando, volando,
volando, que yo la ví.
“Elegía a Jesús Menéndez”, Nicolás Guillén
101
El polisíndeton consiste en el uso continuo de conjunciones, que comunica un
cierto sentido de infinitud al texto. El poema “Lo fatal” está, en buena medida,
estructurado sobre un extenso polisíndeton:
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el termor de haber sido y un futuro terror …
y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos
y no saber a dónde vamos, ni de dónde venimos.
“Lo fatal”, Rubén Darío
La silepsis es un tipo de metábola ubicable en el plano morfo--sintáctico del
lenguaje, que consiste en establecer una concordancia lógica o semántica,
pero vulnerando las reglas gramaticales. Implica una suerte de ruptura del
sistema que la poesía contemporánea de filiación vanguardista ha usado
mucho:
se almorzó en general o en camiseta
cara a cara al buen vino
Juan Gelman
..
102
EL NIVEL SEMÁNTICO
Abordaríamos ahora el nivel que Jean Cohen ha considerado el privilegiado en
el poema. En efecto, todo procedimiento fónico o morfo-sintáctico
verdaderamente válidos, se proyecta al nivel del sentido.
.Aquí, propiamente, vamos a considerar los procedimientos que aborda la
antigua retórica como tropos de dicción y como figuras de pensamiento. La
lingüística los denomina metasememas y metalogismos.
103
Entre los metasememas o tropos de dicción cabría considerar los que
llamaríamos tropos sintagmáticos y tropos paradigmáticos.
El tropo supone necesariamente un cambio de sentido pero en algunoa más
que un pleno cambio de sentido se produce una relación dentro del sentido.
Entre estos tropos de se localizan la metonimia y la sinecdoque.
Según señala Helena Beristáin, la metonimia consiste en la sustitución de un
término cuya referencia habitual con el primero se funda en una relación
existencial que puede ser
1). Causal: “eres mi alegría” (la causa de mi alegría)
2). Espacial: “tiene corazón” (valor o sentimiento)
3). Espacio/temporal: “conoce su Virgilio” (la vida y, sobre todo, la obra de
Virgilio); “defendió la cruz” (el cristianismo).
La doctora Beristáin señala que para el grupo “M”, ..la metáfora se basa en
una intersección de semas; la metonimía, por el contrario es una NO
intersección, y, en el proceso metonímico, el paso de la palabra de partida a la
palabra objetivo, se realiza a través de una palabra intermedia que engloba a
ambas. Según esta idea, los diferentes tipos de metonomia (causa/efecto,
autor/obra, materia/producto, concreto/abstracto, etc.,) resultan categorías de
asociación entre términos.50
La sinécdoque por su parte, es un tropo de dicción (metasemema) que se basa
en “la relción que media entre un todo y sus partes”, afirma Helena Beristáin
citando a Heinrich Lausberg.
El gran retórico francés Pierre Fontanier la describe como
104
“la designación de un objeto por el nombre de otro objeto con
el cual forma un conjunto, un todo físico o metafísico”.51
La propia entrada del Diccionario afirma que “hay dos tipos de sinécdoque: a)
La sinécdoque generalizante que por medio de lo general expresa lo particular,
por medio del todo, la parte; por medio de lo más, lo menos; por medio del
género, la especie; por medio de lo amplio, lo reducido. Es una sinécdoque
deductiva que opera en las relaciones parte/todo.
El segundo tipo de sinécdoque es la de tipo inductivo, la particularizante, que
expresa lo general por medio de lo particular.52
Entre los metalogismos cabe coniderar procedimientos como la litotes, el
eufemismo, la ironía, el oxímoron y la paradoja.
La litotes o litote también llamada atenuación consiste, según afirma la doctora
Beristáin, en decir algo para significar exactamente lo opuesto: “Usted sabe
poco de eso”, para significar “”Usted no sabe nada”. Sin embargo, acaso el
efecto más visible que la litotes produce sea el de la atenuación a través de la
elegancia del ataque que se infringe a la persona o la crítica del hecho u
objeto al que se aplica. En ese sentido, es fácilmente confundible con el
eufemismo, cuyo propósito es suavizar la dureza de la expresión.
La ironía es una figura de pensamiento que finge asumir el punto de vista que
quiere denostar. Generalmente es un procedimiento de una cierta extensión
que muchas veces precisa para concretar su perspectiva. Es la perspectiva
51 Ibidem, p. 474. 52 Helena Beristáin: Diccionario de retórica y poética, Editorial Porrúa, México D.F., octava edición, 2001, p. 474.
105
con que Voltaire parece adherir a los criterios del dogmatismo religioso en
Cándido.
Este es su juicio sobre la actitud de la iglesia ante el terremoto de Lisboa, que
presenta en la novela:
Después del terremoto que destruyó las tres cuartas
partes de Lisboa, a los sabios del país no se les
ocurrió medio más eficaz para precaverse contra una
ruina total, que el de ofrecer al pueblo un hermoso auto
de fe. La Universidad de Coimbra había decidido que el
espectáculo de algunas perdonas quemadaa a fuego lento,
con toda solemnidad, era un remedio infalible para impedir
que la tierra temblara.
El narrador finge asumir el punto de vista de los organizadores del auto de fe,
pero el rito no va a impedir que la tierra vuelva a temblar aún más terriblmente.
El ironista, sabe deslizar, en la aparente afirmación del punto de vista que
quiere desacreditar, algún elemento que delata su intención, como ese “a
fuego lento”, que coloca un témino culinario en la descripción del ritual
religioso. Es como si se sorprendiera el elemental proceder del cocinero en la
pretendida metafísica de los inquisidores. l
La prolepsis o anticipación es una figura de carácter lógico (un metalogismo)
que, en efecto, anticipa una respuesta a una pregunta prevista o imaginada:
¿Por qué su poesía
106
no nos habla del viento, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?
¡Venid a ver la sangre por las calles!
¡Venid a ver
la sangre por las calles!
¡Venid a ver la sangre
por las calles!
“Explico algunas cosas”, Pablo Neruda
El oxímoron es una suerte de antítesis superada, una síntesis de los
contrarios que integran el procedimiento. Se trata de una figura esencial en la
poesía del barroco – específicamente en el conceptismo – y en la modernidad.
Es abundantísimo su despliegue en la poesía de César Vallejo.
Pero creo que, justamente por sus implicaciones cognoscitivas, podrá ser
mejor abordado páginas adelante
Con respecto a los que la retórica llama tropos perfectos, en los que actúa una
paradigmática traslación del sentido (símil, metáfora, símbolo) así como de
entidades prepoéticas como es el mito, o derivaciones incluíbles en esa
polongación de lo tropológico que Deguy ha llamado metaforicidad, quisiera
pasar a La otra imagen; sobre la historia del tropo poético53, que complementa
mi visión del hecho poético y que, consecuentemente constituirá la segunda
parte de este libro.
107
LA OTRA IMAGEN
( SOBRE LA HISTORIA DEL TROPO POÉTICO)
108
LOS ESTUDIOS TROPOLÓGICOS CONTEMPORÁNEOS
Hace algunos años, tres estudiosos franceses llamaban la atención sobre la
existencia de una "moda de la metáfora". En efecto, no sólo críticos literarios y
lingüistas producen artículos y libros sobre el tema, sino también sicólogos,
filósofos y epistemólogos lo hacen. La bibliografía de Warren A. Shibles reunía
en 1971 cientos de títulos sobre la materia, y hoy son ya varios miles los que
existen.
Los tres estudiosos a los que aludo, se preguntaban, afirmando implícitamente,
sobre las razones de este "entusiasmo casi universal" por la metáfora: "¿Se
origina en una protesta contra los positivismos y estructuralismos en lingüística
y ciencias humanas?"(1)
109
Verdaderamente, los problemas del significado -- de los que forma parte el
problema de la metáfora y, más ampliamente, el del tropo --habían sido
escasamente abordados por los copiosos estudios lingüísticos generados
desde Saussure, centrados por regla general en la consideración del
significante. Pero incluso en estos años, cuando proliferan los estudios
tropológicos, domina casi absolutamente la consideración sincrónica del
fenómeno. Sólo un texto, entre los muchos que he leído en la conformación de
este estudio, intenta establecer períodos fundamentales de la historia de la
metáfora. Es esa carencia la que he querido contribuir a
paliar con estas páginas.
Resultan fácilmente visibles las dificultades que diseñar una historia del tropo
supone: los orígenes del tropo se confunden con los del propio pensamiento, y
ello obliga a explorar un enorme terreno, aun cuando sólo nos propongamos
establecer los hitos de una tradición tropológica y, sobre todo, exponer los
procedimientos que consideramos pertinentes para su delimitación y
caracterización.
Lo que me animó a emprender esta tarea fue el haber entrevisto lo que luego
creo haber corroborado: el nexo existente entre los procedimientos
tropológicos y el proceso cognoscitivo ampliamente entendido. Y esta
correspondencia, como trataré de hacer ver, implica no sólo una conformidad
entre los contenidos del tropo y las corrientes del pensamiento dominante en
un período dado sino, también, una relación estructural de homología entre
ambos niveles.
110
En este estudio, me he atenido a los tropos que producen una traslación
cualitativa de sentido, los que se manifiestan en el eje de similitud, y que los
viejos retóricos llamaban propiamente dichos o perfectos. Es en estos, y no en
los tropos que funcionan en el eje de contigüidad, en los que encontramos el
más alto valor gnoseológico de la intersección de sentidos. No he rehusado el
utilizar traducciones del griego al estudiar el período en el cual consideramos
el predominio del mito. Levi-Strauss, mitógrafo eminente, ha señalado que sus
peculiaridades hacen a este perfectamente traducible, y una posibilidad
análoga ha reclamado Gilbert Durand para la alegoría. En ambos tropos se
manifiesta una extensa estructura sintagmática. Desde el momento en que,
con el auge de la metáfora sensorial se torna hegemónica una tropología
paradigmática, una tropología de la palabra aislada -- en la que esta es capaz
de imponer su transformación a la lengua --, me he valido sistemáticamente de
textos literarios en español, provenientes tanto de España como de
Hispanoamérica.
Hay una razón que me ha decidido a conservar la integridad histórica del
análisis: el que sólo mediante ella cabría corroborar el que fue el punto de
partida de este estudio. Esto es, el nexo entre tropología y conocimiento. Así,
he preferido correr el riesgo de asumir la ingenuidad que implica "tomar las
cosas desde su raíz más remota", como escribe José Antonio Portuondo al
enjuiciar su propio modo de hacer en Concepto de la poesía.
Como se advertirá por los textos que aquí estudio, este trabajo se ciñe a las
tradiciones literarias europea y americana, y para curarme en salud del reparo
de que generalizo a partir de un corpus limitado, advierto que estas
111
conclusiones no son necesariamente aplicables al estudio de la tropología en
otras tradiciones de la literatura mundial.
No parece desacertado el reclamo que hacen Molino, Soublin y Tamine de lo
que ellos denominan una "retórica comparada":
El conocimiento de otras tradiciones retóricas
es el único medio de constituir una retórica
comparada, gracias a la cual, por el juego de
semejanzas y diferencias, podremos comprender
mejor los problemas de nuestra propia tradición.
Por otra parte, esta retórica comparada es la
única susceptible de conducirnos a una retórica
auténticamente general que se engendraría por
efecto de despejar los verdaderos universales
retóricos.(2)
La creación de una disciplina como esta, es tarea por realizar aún, y creo que
no podrá ser obra de un único investigador aislado, sino empresa colectiva,
aunque no fuera necesariamente una empresa previamente concertada.
Sin negar, pues, el carácter limitado de este estudio, quiero introducir en el
debate algunas consideraciones que acaso revelan otras aristas de esta nada
simple cuestión.
Al considerar la necesidad de diseñar categorías para el estudio de cada
tradición literaria, el teórico rumano Adrián Marino --cuyo punto de vista me
llega a través del colombiano Carlos Rincón--, señala que ello resulta válido si
esas categorías específicas son de orden histórico, sociológico, etc., pero no si
son de orden fenomenológico y estructural(3). No es difícil advertir la
112
complejización del problema en este estudio, que se propone la consideración
histórica de categorías de orden estructural.
El tropo, en efecto, tiene una doble conformación -- gnoseológica y lingüística -
- que le confiere un alto grado de universalidad: entidades como el símil, la
metáfora, el símbolo, etc., existen en todas las tradiciones literarias y se
manifiestan en estructuras semejantes.
Sin negar plenamente esta universalidad del fenómeno tropológico, Molino,
Soublin y Tamine insisten en que las tropológicas son entidades mal
delimitadas, "compuestas de núcleos más estables y de formas de transición
ambiguas", por lo que
cada tradición retórica privilegia, según el caso,
tal o cual aspecto de este conjunto mal delimitado,
poniendo el acento sobre una función, un esquema,
una propiedad particular del conjunto(4).
Aquí se pone el énfasis en la especificidad cultural. Creo por mi parte que, a
un nivel más profundo e incidiendo de modo decisivo en la conformación del
tropo, se hallan motivaciones de carácter gnoseológico, de apoyatura
histórico-social en sentido amplio y en última instancia, pero que pueden
producirse y de hecho se producen en diversas tradiciones culturales. Las
propias variables del tropo indican importantes mutaciones gnoseológicas, que
seleccionan y privilegian, cada una de ellas, alguna o varias de las múltiples
potencialidades de significación del procedimiento.
Aquí estudio el tropo en el marco de lo que Molino, Soublin y Tamine
denominan una "tradición retórica", pero como las entidades tropológicas se
113
manifiestan al nivel de la gnoseología y de las estructuras semánticas,
podemos incluir en ellas las tropologías europea y americana, aunque estas
actúen en tradiciones literarias que, globalmente entendidas, presentan obvias
disimilitudes. Resultará imprescindible establecer las correspondencias en
diversos momentos del desarrollo de ambas tradiciones. Sería absurdo,
ciertamente, establecer una aproximación entre la mitología prehispánica de
América y las obras de Jorge Manrique y Garcilaso de la Vega, aunque todas
se manifiesten en los siglos XV y XVI. No creo, sin embargo, que esté
desprovisto de sentido el establecer nexos entre nuestros mitos precolombinos
y los generados por los pueblos de Europa en momentos análogos de su
desarrollo histórico y gnoseológico. Pero incluso en períodos muy próximos
históricamente y en ámbitos que no presentan las abrumadoras disimilitudes
existentes entre la cultura de los quichés y la de la España imperial, resultan
imprescindibles las precisiones y especificaciones, la atención a las
particularidades culturales. En este estudio, trato de tener en cuenta, por
ejemplo, el desarrollo tardío y en cierto sentido moderado, que tiene en
Hispanoamérica la etapa que denomino como el absoluto imaginativo, en
razón de las especificidades de nuestro desarrollo socioeconómico.
No quiero dejar de reconocer lo que estas páginas deben a los trabajos de
Mirta Aguirre, la estudiosa que con mayor sistematicidad y hondura ha
abordado el fenómeno tropológico entre nosotros. Esa deuda va bastante más
allá de la letra impresa: se remontan, años atrás, a sus clases en la Escuela de
Letras y de Arte de la Universidad de la Habana y llega hasta las
observaciones enriquecedoras que hizo a la primera versión de este estudio.
114
Ya en la consideración del aspecto lingüístico del tropo, aunque he tenido a la
vista, como el lector advertirá, algunos trabajos fundamentales sobre la sintaxis
del tropo, me pareció lógico centrarme preferentemente en el nivel semántico.
Tiene razón Franz Guenthner cuando señala que las metáforas no pueden ser
adecuadamente distinguidas y menos explicadas en el nivel de la sintaxis.(5)
Francois Soublin y Joelle Tamine también lo señalan con precisión:
"Ateniéndonos al parámetro sintáctico, hemos perdido por consiguiente lo
esencial del fenómeno / metáforico/, que podrían sin duda aclarar los estudios
lexicales y semánticos, así como una tipología de los discursos".(6)
Y si esta insuficiencia del estudio sintáctico opera en la consideración de la
metáfora en particular, actúa aún con más fuerza en lo que refiere al tropo en
general.
En la bibliografía general, el lector hallará las obras consultadas en la
elaboración de este estudio. Si ella no resulta todo lo abarcadora que hubiera
sido deseable, la referencia a los estudios tropológicos ha tratado de ser
representativa y actual.
115
NOTAS
(1) Jean Molino, Francois Soublin et Joelle Tamine: " Problémes de la
métaphore", en Langages,p. 5 /
( En lo sucesivo todas las paginaciones señaladas, indican la edición del volumen que
se consigna en la bibliografía. Todas las traducciones provenientes de artículos y estudios en
francés e inglés son del autor).
(2) Ibidem,p. 19.
(3) Cf. Carlos Rincón: El cambio en la noción de literatura, p. 200.
(4) Jean Molino, Francois Soublin et Joelle Tamine, loc. cit., p. 19.
(5) Cf. Franz Guenthner: "On the semantics of Metaphor", en Poetics,
p. 203.
(6) Francois Soublin et Joelle Tamine: "Le paramétre syntaxique dans
l'analyse des métaphores", en Poetics, p. 336.
116
EN TORNO A LA IMAGEN ARTÍSTICA
1.
Vamos a refrendar, como punto de partida, un postulado que remonta, por lo
menos a la estética hegeliana, y que el pensamiento marxista ha enriquecido y
desarrollado: la noción de que el arte es pensamiento por imágenes.
A diferencias de lo que ocurre en la conformación del pensamiento lógico o
discursivo, propio de la reflexión filosófica o científica de la realidad, la
actividad artística no culmina en leyes o en conceptos sino en entidades que
preservan la apariencia de los fenómenos mismos, los atributos perceptivos de
lo real. Llamamos a esas entidades imágenes artísticas.
Partimos así de una definición primaria que debe conducirnos, enseguida, a
reconocer que la imagen artística constituye también, un instrumento de
intelección, que ella es un medio de abstraer y generalizar. Porque la
presencia en ella de rasgos sensibles, aparenciales del fenómeno que
117
representa, no implica en absoluto que estemos ante la pura reproducción de
ese objeto. Existe una distancia fundamental entre objeto empírico y objeto
artístico. Los rasgos que la imagen admite han sido seleccionados y recreados
para apresar aspectos esenciales del objeto, trascendiendo así la
singularización. Lo característico de la imagen artística será su capacidad para
entregar lo abstracto a través de lo concreto, lo universal a través de lo
singular. Y es por esta capacidad sintetizadora por la que podemos afirmar
que el arte es, entre otras cosas, conocimiento.
En esta común capacidad generalizadora y, por ello, cognoscitiva, ve con
razón Susanne Langer el punto de encuentro de arte y ciencia:
tanto en el arte como en la lógica (que lleva
la abstracción científica a su máximo
desarrollo) la "abstracción" es el
reconocimiento de una estructura relacional o
forma, aparte de la cosa específica -- o
acontecimiento, hecho, imagen,etc. --en que
está ejemplificada.(1)
Desde una apoyatura semiótica, el estudioso estonio Yuri Lotman ratifica la
noción de la capacidad generalizadora de la imagen artística, al referirse a lo
que denomina la "tendencia a la expansión" del objeto de la representación
literaria. A propósito de la protagonista de Ana Karenina, afirma Lotman: "el
destino de la heroína puede ser representado como el destino de una mujer de
una determinada época y de una determinada esfera social, de toda mujer, de
118
todo ser humano". Y concluye: "Cada texto individual modela al mismo tiempo
un objeto particular y otro universal".(2)
Quisiera llamar la atención sobre la evidencia de que estas consideraciones no
se separan, en esencia, de la comprensión del fenómeno por Friedrich Engels,
tal como la expresa en su bien conocida carta a Minna Kautsky. Al comentar la
novela Los viejos y los nuevos, escribe Engels:
Encuentro en los medios descritos esa pujanza
de individualización de los caracteres que le es
habitual; cada uno de sus caracteres es un tipo,
pero, al mismo tiempo, un individuo distinto:
"este", según decía el viejo Hegel, y así debe
ser. (3)
La imagen artística es a la vez individualizadora y general. En esa carta,
Engels está llamando la atención sobre lo que había devenido paralizadora
tendencia entre numerosos escritores partidarios del socialismo, en la segunda
mitad del siglo XIX: el convertir sus personajes novelescos en fórmulas, en
encarnaciones de valores abstractos, con lógico perjuicio de la
individualización, sin la cual la imagen artística no puede preservarse como tal,
y todavía menos dentro de la estética realista que se quiere asumir.
Para un importante teórico marxista como es el italiano Galvano della Volpe,
no resulta admisible la idea del arte como "pensamiento por imágenes". Ello
porque, desde su percepción, la noción de imagen está marcada por la
intención de despojar a la creación artística de su función gnoseológica. Es
119
muy fuerte la embestida que sufre la categoría misma de imagen en la bien
conocida Crítica del gusto. Della Volpe titula el capítulo inicial de este libro,
precisamente, "Crítica de la imagen estética". Permítaseme citar las primeras
lineas del mismo, porque ellas revelan el punto de vista del autor:
El más grave obstáculo que encuentra áun hoy
en su camino la Estética y la Crítica Literarias
(por limitarnos inicialmente a estas últimas)
es el término "imagen" o "imaginación" (poética),
todavía grávido de herencia romántica y del
misticismo estético propio de esta. Esta herencia
motiva que, aunque la "imagen" poética se entienda
como símbolo o vehículo de la verdad, se
sobreentienda a la vez que esa naturaleza no se
debe en modo alguno a la copresencia orgánica
o eficiente en algún modo del intelecto o discurso
de ideas (las cuales son según eso el gran enemigo
de la poesía), pese a lo cual se insiste en la
"veracidad" de las "imágenes", y, consiguientemente,
en su cosmicidad o universalidad y valor cognoscitivo
("intuitivo", según se dice).(4)
Desde el primer momento, Della Volpe establece su intención polémica, su
debate con una bien determinada tradición estética y crítica. Y polemiza,
obviamente, con la mayor figura de la estética italiana del siglo XIX: Benedetto
Croce.
120
Quien frecuente las obras de Antonio Gramsci, asistirá a una explícita y
continua polémica con el crocianismo. Al leer a Della Volpe, es inevitable
recordar las páginas de Croce en torno al arte como "intuición", a "la imagen
en su valor de mera imagen", sus reivindicaciones del carácter "alógico" del
arte, etc.
Es importante llamar la atención sobre ese costado polémico de la Crítica del
gusto, del que participan estas consideraciones en torno a la categoría
"imagen". Polemizando con el crocianismo, Della Volpe parece ignorar la
conformación de la concepción de imagen artística sintética, desarrollada por
el marxismo, cosmovisión de la que él mismo participa.
Tiene razón el prologuista cubano a la edición de la Crítica del gusto (el
desaparecido estudioso Eduardo López Morales) cuando apunta:
Della Volpe descuida/.../ que el enunciado pavloviano
del pensamiento lógico y el pensamiento por imagenes
no es una dicotomía adialéctica (por demás con
verídica validez científica) que abstrae caracteres
diferentes de dos formas de operar y objetivarse el
pensamiento), puesto que para Della Volpe y Pávlov
está claro que hay una diferencia entre arte y
ciencia, que en ambos hay racionalidad y
conceptualización (pensamiento), que ambos procesos
parten de la realidad y se reflejan de modos
peculiares que no son iguales de acuerdo con sus
estructuras específicas según el predominio de la
121
abstracción, por un lado, y de la concreción, por el
otro, sin que este predominio implique la negación
absoluta del contrario.(6)
Entonces, la noción dellavolpiana de "imagen-concepto" (que es la categoría
alternativa propuesta por la Crítica del gusto), coincide con la de imagen
artística sintética, que deriva de Hegel a los fundadores del marxismo, validada
por los estudios científicos de I. P. Pávlov, y de ahí se trasmite a la
contemporaneidad.
El esteta búlgaro Todor Pávlov formula una serie de reparos con respecto a la
categoría "pensamiento por imágenes", que tienen un signo diferente a los de
Galvano della Volpe.
Su preocupación parece ser no sólo diferente, sino incluso contraria a la del
estudioso italiano.
Señala que, desde una estricta perspectiva gnoseológica, "todo concepto es
también una imagen -- reflejo científico de la realidad en nuestra conciencia--",
por lo cual, lo procedente sería referirnos al pensamiento en imágenes
científicas y al pensamiento en imágenes artísticas.(7)
Se trata de afirmar la especificidad del arte, de impedir que este pueda ser
considerado como "simple ilustración sensorialmente patente de determinadas
ideas".(8)
Pero el punto débil de esta propuesta radica en que ella deja de lado -- con la
presencia de esta acepción fisiológica -- la dicotomía concreción-abstracción,
cuyas respectivas enfatizaciones son la que permiten definir el pensamiento
artístico y el pensamiento científico.
122
Asumir el término imagen en su sentido de concreción, establece el nexo
pertinente entre lo artístico y lo empírico, mientras que la idea de pensamiento
subraya la diferencia entre estos dos niveles, la inevitable distancia
gnoseológica del uno al otro.
2.
Uno o dos años después de aparecida la primera edición de Sobre la historia
del tropo poético, el ensayista y traductor cubano Desiderio Navarro publicó un
extenso artículo en la revista Casa de las Américas en el que, entre otras
muchas cosas, impugnaba los fundamentos de este libro.(9)
Escribí entonces una respuesta titulada "Lo que vale la pena discutir", pero
Casa rehusó editarla sin leerla. Intenté que apareciera en otra revista literaria
pero, obviamente, la prohibición en torno a su edición era ya una decisión de
todo el Ministerio de Cultura, porque ninguna publicación-- incluyendo las de la
Unión de Escritores y Artistas de Cuba -- aceptó hacerle espacio en sus
páginas. Demás está decir que, once años después, ni vale la pena editar esa
respuesta ni es este el lugar para incluírla. Quiero sólo considerar un aspecto
de ese debate abortado, que refiere al punto que aquí ha venido tratándose.
Refiriéndose a mí, y a partir del libro Psicología del arte, de Lev S. Vygotski,
Navarro señala que "la amplia y sólida argumentación científica de Vygotski
/.../ destruye las bases mismas de su reciente Sobre la historia del tropo
poético y de buena parte de sus Ensayos voluntarios."(10)
123
Esa "destrucción" proviene de que el sicólogo soviético dedica "casi un
capítulo entero ("El arte como conocimiento") de su fundamental La sicología
del arte a demoler la concepción sensualista del arte como pensamiento por
imágenes" (11) que es -- afirma enseguida Navarro—una "supervivencia
hegeliana, tomada de Belinski por algunos marxistas en el período del
gnoseologismo vulgar".(12)
Psicología del arte es un libro que Vygotski escribe en los primeros años de la
década del veinte, cuando la naciente sicología de la URSS desarrollaba la
crítica y revisión del considerable acervo de esa ciencia en Europa.
Su crítica del concepto de "pensamiento por imágenes" va enderezada contra
lo que él denomina la "doctrina tradicional" y ni siquiera exclusivamente
referida a la comprensión del arte. Escribe:
La doctrina tradicional que afirmaba
que el pensamiento es solamente una
relación de imágenes o representaciones
parece abandonada por completo tras las
investigaciones capitales de Bühler,
Messer, Ach, Wat, y otros psicólogos de
la escuela de Würzburg.(13)
La argumentación de Vygotski va dirigida, en efecto, contra el concepto
sensualista de "pensamiento por imágenes", que identifica la imagen con la
representación y que no es la concepción de imagen artística sintética, que va
a tener suvalidación en las investigaciones fisiológicas de I.P. Pávlov (Ensayo
de interpretación fisiológica de la sintomatología de la histeria, 1932, y
124
Patología experimental de la actividad nerviosa superior, 1934) publicados,
como se advierte, unos cuantos años después que la Psicología del arte.
Por esa razón, no me pareció --y sigue sin parecérmelo-- importante incluír en
este capítulo las observaciones críticas de Vygotski, y sí las mucho más
recientes de Galvano della Volpe y Tódor Pávlov.
No es esa supuesta "demolición" (Navarro se fascina por esas metáforas de la
destrucción aplicadas a la cultura) del concepto de pensamiento por imágenes,
lo que hace todavía importante aquel libro de la juventud de Vygotski, sino las
lúcidas reflexiones que él contiene en torno al coeficiente emocional del arte, a
lo que el autor denomina la "reacción estética". Esto es, según Leóntiev, "el
contenido activo" del arte, "aquello que determina el carácter específico de la
vivencia que provoca" (14). Estas importantísimas consideraciones de
Vygotski, explican por sí solas las razones del redescubrimiento de la
Psicología del arte, a la luz de las investigaciones en torno a los fenómenos de
la recepción estética.
Sirvan estas lineas como comentario a una "demolición-que-no-fue", y como mi
conclusión sobre esa zona de una polémica que intentó ser abortada pero que
sólo me parece aplazada.
3.
Un carácter bien diferente tienen los rechazos de la noción de "pensamiento
por imágenes" que se han producido desde el complejo trenzado de
tendencias que han aplicado en este siglo los métodos de la lingüística
125
estructural al estudio del lenguaje de la literatura y, específicamente, de la
poesía.
Victor Shclovski, uno de los fundadores del movimiento formalista ruso, refuta
en su ensayo "El arte como procedimiento", la idea del arte como
"pensamiento por imágenes". Menos explícitamente, esa refutación subyace en
el famoso enunciado de Roman Jakobson que formula la categoría de
"literaturidad" (literaturnost): una suerte de "precipitado" aislable en los
procedimientos que conforman las obras literarias, que constituye la esencia
de la literatura y que se manifiesta al nivel de la expresión.
Los formalistas están llamando la atención --sobre todo en sus primeros
estudios-- sobre la necesidad de considerar el lenguaje como el instrumento
de construcción de la obra de arte literaria y, por supuesto, polemizando con
las múltiples concepciones de lo poético que en esos momentos atendían a los
aspectos filófico, histórico, sociológico, sicológico, ideológico de la literatura,
obviando lo que era esencial: la construcción verbal.
En su famoso libro Literatura y revolución, León Trotsky citaba escandalizado -
-allá por 1924-- una frase de Shclovski:
El arte ha sido siempre independiente de la vida, y
su color jamás ha reflejado el color de la bandera
que flota sobre la fortaleza de la ciudad.(15)
Hay una voluntad aislaciomista, un deseo de segregar del análisis literario
todo lo que no sea la materia verbal que construye la obra. Acaso por esa
intransigencia, el formalismo ruso realizó sus impresionantes hallazgos en los
mismos albores del siglo. Pero, también, esa intransigencia lo hizo soportar
126
inacabables ataques y el movimiento fue desaparecido en la URSS de la
década del treinta, que asistía entonces a la consolidación del régimen de J.V.
Stalin.
En su libro The Prison-House of Language, Fredric Jameson afirma que los
más consecuentes ataques marxistas al formalismo, nunca negaron su inicial
validez metodológica (16), aunque es obvio que aquí lo metodológico queda
referido al estudio del texto. Como lo ve claramente Jameson, los formalistas
no admiten que nada los distraiga del "hecho literario" que es, ciertamente, el
punto de partida de la crítica.(17) Trotsky, por ejemplo, reconoce el carácter
necesario, utilitario del análisis formalista, pero existe una cuestión de base
que no puede dejar de señalar. Dice de los formalistas:
"Ellos son los discípulos de San Juan: para ellos, 'en el principio era el Verbo'.
Pero para nosotros, 'en el principio era la Acción'. La palabra la sigue como su
sombra fonética".(18)
Creo que aquí se tiene en cuenta la relación dialéctica entre pensamiento y
lenguaje.
La práctica literaria, en efecto, genera una específica organización de la
materia verbal y aunque metodólogicamente el análisis de esa organización
puede conducir a ignorar todo lo que distraiga de su conocimiento, existe un
vínculo entre pensamiento y lenguaje, en tanto que el primero determina la
organización del segundo, e ignorar ese vínculo sería "distraernos" de un
hecho esencial para la consideración gnoseológica de la literatura.
127
Ya Engels pudo referirse al lenguaje como "envoltura material del
pensamiento". Los estudios de Lev Vygotsky advierten la interacción de ambos
y el carácter dinámico del nexo:
La relación entre pensamiento y palabra es
un proceso viviente; el pensamiento nace a
través de las palabras. Una palabra sin
pensamiento es una cosa muerta, y un
pensamiento desprovisto de palabra permanece
en la sombra.
Y resume: "Una palabra es un microcosmos de la conciencia humana".(19)
Una peculiar organización del lenguaje implica pues una peculiar organización
del pensamiento.
El punto de vista de los formalistas se afianza y casi se institucionaliza en
numerosos enfoque estructuralistas posteriores. Ese perspicaz teórico y
analista que es el profesor Jean Cohen, escribe redondamente: "No existe
mundo poético; sólo existe una manera poética de expresarlo"(20). Cabría
preguntar: y ¿no existe también una manera poética de pensarlo?
No debemos olvidar que el propio Roman Jakobson se encargó, más de treinta
años después, de corregir la unilateralidad de aquella temprana definición de
literaturidad. Jakobson expuso este concepto en La nueva poesía rusa, escrito
y publicado en Praga, en 1921, si bien --aclara Roberto Fernández Retamar --,
su traducción al francés es de 1973.(21) Pero casi cuarenta años después de
ese trabajo, y quince de su versión francesa, en el famoso congreso sobre el
estilo literario efectuado en Bloomington, Indiana, en 1958, Jakobson precisó
las que considera funciones del lenguaje, y si bien sostiene que es su énfasis
128
en la expresión -- lo que el llama el mensaje -- lo que define la función poética,
previene que cualquier tentativa de reducir esta a la poesía o viceversa,
"constituiría una forma engañosa de simplificar las cosas al máximo".(22)
Jakobson está reconociendo la integralidad del lenguaje y su condición
plurifuncional. Lo mismo cabría señalar para el pensamiento.
Cuando operamos con las nociones de pensamiento lógico y pensamiento por
imágenes, hay que subrayar el carácter unitario de esos contrarios.
Exclusivamente por el predominio de la conceptualización o de lo icástico,
podemos hablar de dos modalidades de pensamiento, advirtiendo siempre los
nexos de ambos en el pensamiento como totalidad.
Si en los trabajos de juventud de Jakobson -- que son también los del momento
de la irrupción del formalismo -- domina una suerte de metafísica de lo
absoluto en la consideración de la literatura que representa la propia noción de
literaturnost, en años más recientes parece dominar una metafísica de lo
relativo: la que postula la imposibilidad de definir qué es literatura, ya que
cada tradición, cada cultura, cada momento de la historia, generan
convenciones propias que entrañan sucesivas y diversas definiciones de la
literatura.
No tengo ningún reparo que hacer a la noción de cambio en literatura, ni al
carácter supraindividual o interpersonal del fundamento de las mutaciones de
una tradición a otra, de una época a otra. Paul Valéry afirmaba que toda obra
"es obra de muchas cosas y no sólo de un autor".
Aceptando esa idea del carácter interpersonal de las convenciones literarias,
algunas importantes autoridades del estructuralismo --Roland Barthes, entre
ellos -- han insistido en la conveniencia de estudiar la producción del objeto
129
literario no desde el ángulo de las convenciones de la escritura, sino desde del
de las convenciones de la lectura. Así, Jonathan Culler sugiere que "se
conciba el poema como una expresión que tiene significado sólo en relación
con un sistema de convenciones que el lector ha asimilado".(23)
No se pretende, por supuesto, conceder a este enfoque un valor sustantivo,
sino metodológico:
Las convenciones de la poesía, la lógica
de los símbolos, la operaciones de la
producción de efectos poéticos; no son
simplemente propiedad de los lectores, sino
que son la base de las formas literarias.
Sin embargo, por una serie de razones
diversas, es más fácil estudiarlas por los
lectores que como contexto institucional
dado por sentado por los autores.(23)
Culler entiende claramente que estas diversas lecturas exploran los
"significados potenciales" presentes en el texto(24): la recepción literaria no
implica prescindir de ellos. Para estudiosos menos perspicaces que Barthes o
Culler, la noción de "cambio de convenciones de lectura" conduce a la
certidumbre de que nada hay en los textos literarios que determine su
específica calidad: lo que hacemos es leer algo como literatura, llamar a algo
literatura.
130
Por ello, quisiera reafirmar la validez de que conserva la precisión de Felix
Vodiçka sobre el objeto de estudio de la historia literaria. Señala:el punto de
partida del estudio histórico literario lo constituyen, ante todo, las
manifestaciones lingüísticas con función estética.
Para añadir:
Puede ocurrir que una obra que tuvo como
dominante la función informativa, tenga
propiedades que lleguen a ser objeto de
una percepción estética /.../ o, a la
inversa, que la obra que tuvo una
función estética, con el transcurso del
tiempo haya perdido esa función en los
nuevos contextos literarios, o que esta
ya no sea sentida.
Es natural que el registro y descripción de
estos casos entren en los intereses de la
historia literaria, puesto que el criterio
absolutamente decisivo para el dictamen de
competencia es siempre la presencia de la
función estética (aún cuando sólo sea sentida
temporánea e históricamente), y esto es
también así cuando en la jerarquía de las
funciones, ella no tiene un lugar decisivo.(25)
131
Vodiçka tiene en cuenta aquí las transiciones de lo informativo a lo estético, de
lo denotativo a lo connotativo -- sólo explicables, verdaderamente, a partir de
la comprensión de la unidad esencial del pensamiento -- y subraya asimismo
que la percepción estética de un texto se relaciona con propiedades reales del
mismo.
Antes de concluÍr estas consideraciones en torno a la imagen artística, me
parece necesario hacer referencia a una categoría que se relaciona
necesariamente con ella: la de signo estético.
El fundador de la semiótica, el lógico norteamericano Charles Sanders Peirce,
formuló hace un buen número de años la tricotomía fundamental de los signos:
"Un signo es bien un ícono o un índice o un símbolo".(26) El signo estético
constituiría una entidad compleja, susceptible de asumir esas diversas
capacidades.
Como señala Jonathan Culler, la perspectiva semiótica sobrepasa el nivel del
puro análisis de la expresión que centra el trabajo de algunos especialistas
que estudian la literatura a partir de los modelos lingüísticos.
Según Culler, la semiótica "entraña una aplicación más extensa de los
conceptos lingüísticos"; los signos dan estructura a un pensamiento.(27)
Entendida como categoría central de la estética, la de signo desplazaría a la
de imagen.
Sin embargo, me parece importante advertir que, ya en su definición de signo,
Peirce enfatiza su capacidad sustitutiva, al afirmar que "el signo está en lugar
de algo, su objeto".(28) En esta dirección, el estudio semiótico del arte
entenderá el signo como estructurador de un lenguaje indirecto. Para Roland
132
Barthes, por ejemplo, el arte, "más que expresar lo real, tiene que significarlo.
Por eso es necesario que haya cierta distancia entre el significante y el
significado".(29)
Se descubre una perspectiva semejante en la aplicación que del análisis
semiótico hace Gerard Genette de la novelística proustiana. El de Proust es
"un lenguaje que "revela" lo que dice... precisamente porque no lo dice".(30)
Para Genette, el lenguaje proustiano implica una doble dislocación. Así
entiende Culler las conclusiones que se desprenden de su análisis semiótico:
por un lado, nos muestra la imposibilidad
del intento de identificar el signo y el
referente (los lugares no son nunca como
las palabras indujeron al narrador a
imaginar); por otro lado, el paso del
significante al significado está sujeto
a las mediaciones más engañosas.(31)
Yuri Lotman subraya también el carácter mediador e indirecto del signo. Lo
que llama la "elevada semioticidad" del medioevo, se explica porque
El objeto que se presenta a sí mismo
(que sirve para fines prácticos) ocupa,
en las estructuras del código cultural,
los niveles de valor más bajo, a diferencia
del objeto que es signo de otra cosa ( del
poder, la santidad, la nobleza, la fuerza
la riqueza, la sabiduría, etcétera). (32)
133
No me parece pues extraño que el análisis semiótico haya rendido sus
mayores frutos, cuando se ha aplicado al estudio de lenguajes indirectos, de
raíz simbólica y de cierto hermetismo, fuertemente marcados por la típica
mediación ségnica.
El estudioso Mijaíl Jrapchenko sitúa en sus respectivas capacidades de
sustituír y reflejar, las diferencias esenciales entre signo e imagen estéticos.
Así, identifica el signo con el tropo en sus diversas variables, mientras que lo
propio de la imagen es producir una síntesis que es sustitutiva sólo en la
medida en que constituye una reflexión subjetiva de lo real.
Jrapchenko atribuye al signo estético las siguientes características:
a) sustituye al objeto,
b) incluye un determinado coeficiente emocional,
c) tiene generalmente un carácter convencional,
d) tiene, generalmente, cierta propensión a la
inmutabilidad.
A la imagen corresponderían los rasgos que siguen:
a) sintetiza la propiedades del objeto,
b) funde lo emocional con la representación de la
134
realidad,
c) lleva en sí lo nuevo e insólito, que altera y
modifica las representaciones cristalizadas de
la realidad.(34)
Creo que en este análisis de Jrapchenko está ejemplificado ese culto al
realismo que tanto dañó y esquematizó la estética soviética. Los niveles de
polarización del estudio resultan simplistas.
Ciertamente, la síntesis de la realidad implica una determinada movilidad, por
la inagotabilidad de lo fenoménico, pero es imprescindible señalar que lo
fenoménico se manifiesta igualmente en el signo estético, aun cuando medie
una distancia entre la representación y su referente, en la medida en que esa
representación es también fenoménica. La sustitución ségnica es cognoscitiva,
determina una intelección de lo real y, en ese sentido, el signo estético es una
modalidad de la imagen artística.
Jrapchenko coloca en un lugar secundario a la sustitución del objeto con
respecto al mecanismo estético que asume la representación del objeto. Lo
imaginativo tiene siempre que doblegarse ante lo real.
En las páginas que siguen, trataré de hacer ver cómo esa calidad de
intelección que se manifiesta en él, coloca al signo estético en relación con el
desarrollo general del conocimiento y con los avatares históricos de este.
La historia de la práctica artística -- y, señaladamente, de la práctica literaria --
no respalda esa idea de la inmutabilidad de los signos estéticos.
135
Jrapchenko se ciñe excesivamente al enunciado de A.N. Veselovski que cita
en su estudio:
¿No será que cada época poética nueva trabaja con
imágenes legadas de antaño, girando obligatoriamente
dentro de sus límites y permitiéndose combinaciones
de las viejas, imbuyéndoles únicamente la nueva
comprensión de la vida que, prácticamente, constituye
su progreso frente al pasado? (35)
Aunque, incuestionablemente, existe un legado ségnico, los tropos no son
topoi. Las mutaciones cognoscitivas, las transformaciones de lo que
Veselovski llama "la comprensión de la vida", influyen no sólo en los
contenidos de los tropos, sino también en la conformación de sus propias
estructuras.
136
NOTAS
(1) Susanne Langer: Los problemas del arte, p. 161
(2) Cf. Henryk Markiewicz: "Ideología y obra literaria", en
Criterios, La habana no.4, p. 31
(3) Carlos Marx y Federico Engels: Sobre la literatura y el
arte, p. 309
(4) Galvano della Volpe: Crítica del gusto, p. 3
137
(5) Cf. Benedetto Croce: "¿Qué es el arte?". En Breviario
estética.
(6) Eduardo López Morales: "Introducción crítica al estudio
de la estética de Galvano della Volpe". En Galvano
della Volpe, op. cit., p. XLIV
(7) Tódor Pávlov: "Objeto, tareas y método de la estética",
Criterios, p. 61
(8) Ibidem, p. 62
(9) Desiderio Navarro: "La teoría y la crítica literarias: también una cuestión
moral". En Revista Casa, no. 158, septiembre-octubre 1986, La Habana.
(10) Ibidem, p. 142
(11)Ibidem.
(12)Ibidem.
(13)Lev S. Vygotsky: Psicología del arte, Barral Editores, Barcelona, 1972, p.
63
(14)Ibidem, p. 1
(15) Léon Trotsky: Litterature et revolution, Paris, Julliard, 1964, p. 144
(16) Fredric Jameson: The Prison-House of Language, Princeton University
Press, 1974, p. 43
(17) Ibidem.
138
(18) Léon Trotsky, ob. cit., p. 159.
(19) Lev S. Vygotsky: Pensamiento y lenguaje, pp. 164-165.
(20) Jean Cohen: Estructura del lenguaje poético, p. 131.
(21) Roberto Fernández Retamar: Para una teoría de la literatura
hispanoamericana y otras aproximaciones, pp. 68-69.
(22) Roman Jakobson: "La lingüística y la poética". En Thomas A. Sebeok:
Estilo del lenguaje, pp. 135-136.
(23) Jonathan Culler, op. cit., p. 167
(24) Ibidem, p. 169.
(25) Felix Vodiçka: "La historia literaria: sus problemas y
tareas", en Criterios, pp. 1-2
26) Charles S. Peirce: La ciencia de la semiótica, p. 30
(27) Jonathan Culler, op. cit., p. 151.
(28) Charles S. Peirce, op. cit., p. 22.
(29) Cf. Jonathan Culler, op. cit., p. 154.
(30) Gerard Genette: Figures II, p. 267.
(31) Jonathan Culler, op. cit., p. 154.
(32) Yuri M. Lotman: "El problema de una tipología de la cultura". En Revista
Casa, p. 145.
(33) Cf. Mijail Jrapchenko: "La naturaleza del signo estético", en Ciencias
Sociales, pp. 122-131.
(34) Ibidem.
(35) Ibidem, pp. 136-137.
139
LA OTRA IMAGEN
Imaginación es la capacidad del ser humano para operar con imágenes; esto
es, con las representaciones mentales de los fenómenos, conformadas a partir
de su actividad práctica.
Mientras la memoria reproduce estas representaciones, lo distintivo de la
imaginación es su posibilidad de transformarlas. "Imaginarse algo quiere decir
transformarlo", nos dice redondamente el sicólogo J. L. Rubinstein.(1)
Es obvio que la contradicción memoria-imaginación es unitaria: el proceso
reproductor de imágenes es considerablmente influido por la imaginación, del
140
mismo modo que esta no podría existir sin la información que acarrean los
procesos mnémicos.
La actividad imaginativa se vincula al pensamiento humano en su integridad:
es inherente a toda cognición. No hay actividad humana que no requiera al
menos de una modesta porción de imaginación, porque toda actividad práctica
necesita, previamente, el poder expresarse mentalmente. Pero, por supuesto,
la actividad imaginativa interviene decisivamente en la práctica artística. Y ello
nos conduce a establecer ciertas peculiaridades que le son propias.
La imaginación "no crea una nueva situación contraviniendo las exigencias
fundamentales de la vida, sino que las materializa".(2) En mayor o menor
grado -- pero inexcusablemente-- la imaginación parte de la realidad, no puede
existir al margen de ella. A partir de elementos preexistentes, ella crea algo
que no existía antes.
La imaginación artística es actividad conciente: ella materializa un proyecto
creador y ello plantea el problema de los nexos entre los procesos
transformadores de la imaginación y eso que muchos sicólogos llaman
"pensamiento objetivo"; es decir, la imagen lógica del mundo, el conjunto de
los contenidos y las estructuras gnoseológicas y la concepción del mundo
presentes en tanto que sujeto y producto de la historia.
La relación imaginación-pensamiento objetivo es fundamental en el proceso de
cognición que constituye el arte. Y hay que empezar por decir que lo propio de
la cognición es su "impureza".
Si afirmamos que sólo podemos conocer el mundo a través de nuestras
sensaciones y aceptamos estudiar el proceso cognoscitivo al margen de la
historia, estaríamos partiendo de un supuesto erróneo, porque prácticamente
141
nunca el proceso de cognición se produce en su puridad lógica. Afirma M.I.
Rosental:
En la mayor parte de los casos, el pensamiento
del hombre parte, desde el comienzo, de
conceptos y teorías conocidos y elaborados con
anterioridad, los cuales constituyen, como regla
general, el punto de partida del conocimiento
de un fenómeno cualquiera. Aunque empiece con
la contemplación sensorial, esta se halla hasta
tal punto entremezclada de conceptos, ideas y
abstracciones, que las conexiones y las
transformaciones de lo uno en lo otro están
veladas por completo.(3)
Rosental nos recuerda que, al afirmar que la imaginación opera con los datos
de la realidad, no podemos olvidar que ella comprende no sólo la realidad
objetiva, sino también la subjetiva.
Esta "impureza" del conocer (que resulta válida para la más humilde actividad
gnoseológica), adquiere una importancia relevante cuando refiere al
conocimiento artístico, porque en él incide el enorme caudal de ideas presente
en la información y formación de los artistas.
En la infancia y en la adolescencia, la imaginación conserva una mayor
independencia del pensamiento objetivo, sólo parcialmente desarrollado. Por
ello -- y contra lo que a veces se supone -- es en la adultez cuando la
imaginación consigue su plenitud. Rimbaud, Chagall, Lewis Carroll, Klee o
142
Vallejo no eran niños, sino que impostaban la visión del niño desde una
perspectiva adulta.
La imaginación infantil es indudablemente más espontánea y fértil, pero
también de una mayor pasividad que la del adulto, porque es su existencia en
un contexto lógico, es su encauzamiento conciente hacia ciertos fines, lo que
otorga a la imaginación sus más altas posibilidades. Las grandes obras
artísticas son fruto de la adultez y no de la infancia humana, porque en ella se
da a plenitud la conciencia de la modificación mental de los datos que
proporciona la experiencia, que es la imaginación.
La imaginación es, necesariamente, un desvío de la realidad. Transformar
imaginativamente un dato de la realidad, significa separarse de él, prescindir
de ciertas precisiones de ese dato para ilustrar una idea básica que presenta
una faceta esencial del mismo. La imaginación implica, pues, desviarse de la
realidad para penetrar en ella con más fuerza. Y en esa contradicción radica el
poder creador de la imaginación y, por qué no, también la posibilidad de
romper los vínculos con la realidad misma.
La sicología ha precisado la existencia de diversos procedimientos
caracterizadores de la imaginación artística. De modo muy especial, los que
denomina combinación y acentuación.
Por combinación entendemos la aproximación de dos o más elementos que
conduce a la conformación de un tercero, diferente de los que intervinieron en
su integración. La acentuación es el énfasis en "determinadas facetas de los
fenómenos /.../ mediante el cuál se transforma su aspecto general".(4)
143
El tipo de transformación que constituye la acentuación, se consigue mediante
el subrayado de ciertos rasgos del objeto que pueden ser o no los ragos
esenciales en una consideración objetiva del mismo, pero que pasan a tener, a
partir del procedimiento imaginativo, calidad esencial para esa imagen artística
del mismo.
Ambos procedimientos intervienen decisivamente en la creación de la imagen
artística y -- como trataré de hacer ver en las páginas que siguen-- en la
conformación del tropo poético.
Cuando efectuamos la combinación tropólogica más clásica, la producimos en
virtud dela semejanza o la contigüidad de los elementos que intervienen en
ella; es decir, en virtud de sus reales posibilidades de aproximación. Pero esa
combinación, cuyo fundamento hay que buscarlo en la comunidad de lo
diverso, lleva implícita asimismo la conciencia de esa diversidad. Tiene razón
Galvano della Volpe cuando afirma que el tropo
presupone un complejo tal de semejanzas-
desemejanzas que resulta evidente que no
puede realizarse sino mediante una intervención
simultánea de la abstracción categorial por
géneros /.../ y de la concreción puntualizadora
de la imaginación.(5)
En su interesante artículo "Metaphor and Infant Cognition", Barbara Leondar
arriba a una conclusión semejante:
La producción de la metáfora requiere más
144
que el reconocimiento de la semejanza
implícita en el proceso generalizador.
Precisa asimismo un reconocimiento de la
disparidad. (6)
Ese "complejo", de índole claramente intelectiva, es el resultado, el "tercer
elemento" de la combinación tropológica. La vieja consideración retórica que
estimaba el tropo como ornato ha caído en el descrédito, aunque a veces
resurja con formas vergonzantes.
Acaso la persistencia de ese punto de vista, en la contemporaneidad,
provenga de la influencia de la estética hegeliana. Y no es que Hegel no
considere la imagen como instrumento de cognición, pero postula
permanentemente la superioridad que sobre ella tiene el concepto.
Sabemos, sin embargo, que lo abstracto, no puede agotar la riqueza de lo
concreto; que lo general, expresado en el concepto, no puede desarrollar la
riqueza de lo específico.
Por su parte, el análisis semántico confirma el carácter
intelectivo del tropo y las conclusiones aportadas por la sicología. Escribe
Barbara Leondar:
si se lee literalmente, la metáfora es un
sinsentido. Su más relevante característica
es su absurdidad semántica, su transgresión
de las restricciones lexicales obligatorias.(7)
Pero es claro que ese "sinsentido" es un rodeo en busca de otro sentido, que
no puede expresarse rectamente.
145
Después de presentar un ejemplo de metáfora, escribe Jean Cohen:
Nos las vemos con una figura llamada "cambio
de sentido" o "tropo", figura que podemos simbolizar
con este esquema (en el cual el significante está
designado por Se y por So el significado):
Sel ------------------- So1 ------------------ So2
Por cierto que el cambio de sentido no es
gratuito. Entre So1 y So2 existe una relación
variable cuyas diferentes clases engendran
las diferentes especies de tropos.
Y se pregunta inmediatamente:
¿Por qué el cambio de sentido? ¿Por qué el
descifrador no se conforma con el código
de la lengua, que impone a un significaante
un significado dado? ¿Por qué recurre a un
segundo desciframiento que pone en juego
un significado nuevo? La respuesta
es evidente: la razón es porque en su
primer sentido el término es impertinente,
mientras que el segundo sentido le
devuelve su pertinencia. La metáfora interviene
para reducir la desviación creada por la
impertinencia. (8)
146
Y resume Cohen, casi accediendo, desde la semántica, a una perspectiva
gnoseológica:
Si el poema viola el código de la
palabra, es para que la lengua lo
restablezca al transformarse. Tal es el
fin de toda poesía: obtener una mutación
de la lengua, que es al mismo tiempo,
como veremos, una metamorfosis mental.(9)
Y ahora quisiera -- permítaseme esa escaramuza pedagógica -- ilustrar cómo
se produce la cognición tropológica a través de los procedimientos de la
imaginación, cómo se consigue esa "otra imagen" cuyo historización es el
motivo de estas páginas.
Cualquier conocedor de la poesía española contemporánea recordará el
"Romance de la guardia civil española", pieza clave del Romancero gitano, de
Federico García Lorca.
Y recordará asimismo la descripción poética de los soldadosavanzando en la
noche hacia la ciudad gitana. García Lorca emplea en el texto un casi
cinematográfico, eficaz montaje paralelo de imágenes --rápidas, sucesivas
visiones de los guardias civiles acercándose a la ciudad gitana en fiesta -- que
se resuelve, en este caso, en la masacre final, de manera análoga al modo en
que lo hace el Griffith de Intolerancia Quisiera detenerme sólo en dos versos,
147
los números 71 y 72 del poema, que culminan el retrato lorquiano de los
guardias civiles:
El cielo se les antoja,
una vitrina de espuelas.
Nos encontramos ante una combinación fundada en la analogía sensorial --
visual, en este caso-- entre los elementos que en ella intervienen.
En efecto, las espuelas semejan, en forma y color, estrellas. Y las estrellas,
esparcidas en el espacio cósmico, asumen la disposición de algo que se
exhibe.
Sabemos cómo se colocan las joyas y los objetos de metal para su exposición:
sobre un fondo de pana o terciopelo negro o azul oscuro, semejante al espacio
celeste en la noche. Si las estrellas son espuelas, entonces son espuelas en
una vitrina, como dispuestas para su exhibición.
Pero al seleccionar los elementos que integran la combinación, García Lorca
ha escogido dos que, si se aproximan en apariencia, suponen contenidos
esenciales bien diferentes.
Las estrellas se asocian con su propia luz, con la belleza y la magnificencia del
mundo natural, con la amplitud del cosmos donde existen. No hay que hurgar
demasiado en las tradiciones, leyendas, creencias de muchos pueblos, para
encontrar que estrella soporta, invariablemente, una carga de sentido positivo:
bienaventuranza, fortuna, libertad.
Lo "estelar" es siempre lo mejor, lo positivo a ultranza.
Para los cristianos, fue el signo que anunciaba la presencia del hijo de Dios --
Dios mismo él -- sobre la tierra.
148
La estrella es, además, una entidad universal. Una estrella es vista por
hombres de todos los sitios y de todas las épocas, señorea en nuestro tiempo
y nuestro espacio. Uno no puede sino recordar los versos de Miguel de
Unamuno a "Aldebarán", exaltando la inmensidad del tiempo cósmico frente a
la fugacidad del nuestro, humano:
Esos mismos lucientes jeroglíficos
que la mano de Dios trazó en el cielo
vio el primer hombre,
y siempre indescifrables,
ruedan en torno a nuestra pobre tierra.
La espuela, cuya apariencia es la de una estrella, ¿qué significa
esencialmente frente a esto? No es más que el instrumento de una actividad
restringida: azuzar bestias.
El complejo de semejanzas-desemejanzas actúa de modo tal que descubrimos
desde él, el punto de vista loquiano sobre los guardias civiles. Esos hombres
de mentalidad castrense, represiva, reducen la amplitud de la estrella a la de
la espuela, las mismas que llevan en sus botas de soldados.
Estamos ante lo que Dorothy Mack ha denominado el nivel "impositivo" de la
metáfora que es, verdaderamente, característico del tropo literario. Implica la
intención del hablante de persuadir al oyente para que adopte su punto de
vista o, en otros términos, emite un mensaje apoyado en una concepción del
mundo. Esa "imposición" se logra "creando una nueva e inolvidable manera de
ver y sentir en torno a un asunto".(10)
149
Advirtamos que García Lorca no conforma una metáfora, sino un símil: las
estrellas no son espuelas, a los guardias civiles "se les antoja" esa
identificación. Y el verbo que consigue el símil --reemplazando al tradicional
"parecen" -- acentúa la arbitrariedad, la violencia de los soldados, ejercida ya
no sólo contra la humanidad sino también contra la naturaleza.
¿Todo esto en dos octosílabos y unas pocas palabras? Sí, todo esto: las más
de doscientas que hemos necesitado para explicarlas. Mirta Aguirre dice que
la poesía es "un esfuerzo por abarcar, con pocas palabras, un gran número de
cosas". (11) Dorothy Mack coincide plenamente con este aserto:
Los hablantes usan la metáfora cada vez que
explicar algo literalmente resulta muy largo,
algo es muy complejo de analizar o, más aún,
resulta imposible. (12)
Verificamos también la validez de la afirmación de Jean Cohen al explicar las
razones del cambio de sentido tropológico:
Si es necesario un rodeo, ello se debe a que el
camino de Se a So2 está cortado.(13)
El reconocimiento de la función gnoseológica del tropo literario nos conduce al
problema de su origen: explicarse para qué surge el tropo es también
explicarse cómo surge el tropo.
Galvano della Volpe, en su Crítica del gusto, rechaza sin demasiadas
contemplaciones la tropología viquiana. Su única mención de Gianbattista Vico
150
es para unirlo al idealismo filosófico y su "prejuicio esteticista de la metáfora
como "nexo fantástico" (14).
Se deduce pues que, para Della Volpe, Vico es el punto de partida de una
perspectiva irracionalista en la consideración del fenómeno tropológico, que
prepara el camino a las concepciones idealistas -- la romantik decimonónica y
contemporánea -- que entienden el tropo como "nexo fantástico", alógico,
intuitivo, irracional.
Pero esta opinión, me temo, tiene mucho más en cuenta la continuación
crociana de Vico, que el centro mismo de las tesis del autor de la Ciencia
nueva.
Mirta Aguirre señala, en efecto, que "de la herencia viquiana se ha hecho,
sobre todo, crocianismo" (15) y apunta que, si queremos valorar con justeza la
significación de su aporte a la estética y a la teoría del lenguaje, debemos
volver a Vico mismo.
Con Mirta Aguirre, en lo tocante a la importancia de la obra de Vico, coincide el
estudioso rumano Tudor Vianu.
El año del tercer centenario del nacimiento del autor de la Ciencia nueva, Mirta
Aguirre publica un ensayo que estudia el papel del pensador italiano en la
comprensión científica del lenguaje y del pensamiento animista (16). Vianu, por
su parte, no vacila en calificarlo como el "moderno creador de la filosofía de la
metáfora".(17)
Aun cuando consintamos, con Della Volpe, que ya la Retórica de Aristóteles,
las Instituciones oratorias de Quintiliano y el De oratore de Cicerón,
impulsaban la noción del tropo como procedimiento intelectivo (18), lo cierto es
que el mundo antiguo -- y específicamente el latino -- enfatizó la noción
151
ornamental del tropo y lo consideró, en esencia, como procedimiento
embellecedor de la expresión.
Cicerón, por ejemplo, postula la idea de la escasez de términos propios como
causa del origen del tropo, pero también cree que esa motivación original
desaparece posteriormente y que el tropo pasa entonces a ser ornamento.
Afirma al respecto Tudor Vianu:
La explicación ciceroniana se mantuvo en
vigencia durante mucho tiempo para los
autores de Poéticas y Retóricas. El recuerdo de las
necesidades que habría impuesto la metáfora antiguamente se
atenuó, no obstante, en el transcurso de los años, de tal manera
que en el siglo XVIII, Gianbattista Vico creyó oportuno
rectificar con energía el concepto de la metáfora como adorno.(19)
Pero lo que emprende Vico es sensiblemente más que una rectificación,
porque su reivindicación de la condición gnoseológica del tropo, a la altura del
siglo XVIII, lo conduce a plantear su estudio no simplemente desde una
perspectiva retórica, sino antropológica e histórica.
Esa perspectiva viquiana tiene varios ángulos de interés. Uno de ellos es el
lingüístico.
Vico muestra el lenguaje tropológico como una necesidad de los primeros
estadios del desarrollo humano, de la época en que dominó lo que los antiguos
habían llamado inopia, y que él denomina "pobreza de los hablares": la
insuficiencia de términos propios para designar el creciente número de cosas,
de nexos entre las cosas y de vínculos del hombre con ellas. El hombre, afirma
152
Vico, acudió al procedimiento de nombrar lo desconocido a través de lo
conocido.
Pero Vico hace más que esto. Desentraña el mismo carácter metafórico de
numerosas palabras que se entendían como términos propios; reconstruye, por
así decirlo, el proceso de nominación metafórica.(20)
Vico deberá aguardar algo más de un siglo para tener continuadores en esta
dirección. Remy de Gourmont, el famoso crítico del simbolismo, a quienes los
hispanoamericanos recordamos especialmente gracias a la admiración que por
él sintió Rubén Darío, escribía en su libro L'Esthetique de la langue française,
que es de 1899:
En el estado actual de las lenguas europeas,
casi todas las palabras son metáforas. Muchas
de ellas permanecen sin embargo invisibles
aun para ojos penetrantes; otras se dejan
descubrir, ofreciendo su imagen a quienes las
contemplan. (21)
Son preciosos los ejemplos que acumula Remy de Gourmont. La palabra latina
que designa al lagarto (lacertus), nos dice, significa también brazo musculoso.
Hay obviamente una metáfora en la base de esta nominación. La palabra latina
musculus -- de la que provienen el francés muscle, el español músculo y el
inglés muscle -- ha engendrado derivaciones metafóricas de su sentido propio:
ratoncito.(22)
Es curioso que Remy de Gourmont no cite a Vico. Como tampoco lo menciona
Jean Paulhan quien afirma, ya en nuestro siglo, que la mayor parte de las
153
palabras de todas las lenguas modernas son metáforas enfriadas, repitiendo
así a de Gourmont, que repetía a Vico. Como tampoco hace mención ninguna
del autor de la Ciencia nueva el crítico español Guillermo de Torre quien, en un
ensayo de los años sesenta, repetía a de Gourmont y a Paulhan.(23)
Hace por ello justicia Tudor Vianu cuando afirma:
Se podría afirmar que todos los lingüistas
que han acentuado el papel de la metáfora
en la formación de las palabras, han seguido
el rumbo indicado por Vico. (24)
Cuando ya había concluido este tema en la preparación de la primera edición
de este libro, llegó a mis manos un estudio del profesor y estudioso francés
Jean Molino, coincidente con este punto de vista. Afirma Molino:
En el siglo XVIII se produce un cambio total
de perspectiva: la pareja propio/figurado
no es considerada más de un modo lógico, es
inscrita en la historia. Pero al mismo tiempo
las relaciones entre lo propio y lo figurado se
invierten; a la anterioridad lógica de lo propio
en relación con lo figurado la sustituye la
anterioridad temporal de lo figurado en relación
con lo propio. Este es ya el caso de Vico.(25)
Esta valoración de Gianbattista Vico hecha por Molino,
154
está en la huella de las precedentes de la cubana Mirta Aguirre
y del rumano Tudor Vianu que (todo parece indicarlo) Jean Molino
no conoce.
La moderna samántica ratifica esta afirmación. Ella ha establecido el papel del
tropo -- de la analogía y de la contigüidad, que es decir de la metáfora y de la
metonimia -- en la creación de palabras. Metáfora y metonimia son el
fundamento de las transformaciones semánticas para Stern, Ullmann y
Guiraud. Pueden seguirse con precisión los pasos de la nominación
metafórica: a)comparación; b)metáfora o superposición de dos imágenes;
c)valor estilístico y d) semantización.(26)
Pero, para los propòsitos de este libro, no me parece necesario insistir más en
la significación puramente lingüística de la metáfora en particular y del tropo en
general. No es nuestro tema, aunque resulte una referencia ineludible. Me
importa destacar ahora que Vico enlaza esa función lingüística del tropo con el
desarrollo del pensamiento humano colectivamente entendido.
Para Vico, la metáfora -- poética, en tanto es anterior al pensamiento
discursivo y se vale de imágenes-- es propia de un estadio específico del
desarrollo de la humanidad. Es Vico, pues, quien primero historiza el problema
del tropo, sacándolo del marco del ya estéril y estático descriptivismo retórico
en el que hasta entonces se movía.
Vico se convierte en el primer teórico del animismo primitivo y el tropo será
para él instrumento de comunicación, pero también de intelección, propio de
los albores mismos de la civilización.
Quisiera detenerme ahora en ciertas limitaciones de la doctrina viquiana.
155
Vico cree que la metáfora literaria, la que surge después de la época de los
"poetas teólogos", ha perdido la tremenda sustancia espiritual, el carácter
abarcador que el tropo primitivo tenía. Y ello es cierto, pero sólo en un sentido.
Para el primitivo, el avión puede ser un pájaro, es un pájaro. Su fantasía es
más fuerte porque su conceptualización es más débil. Aparentemente, ha
conformado una hermosa metáfora, pero para él no hay metáfora en absoluto.
No hay, al menos, metáfora literaria.
Porque el desarrollo del pensamiento discursivo, que empieza a compartir con
el poético la condición de instrumento de intelección, de ningún modo liquida
las condiciones gnoseológicas de la imagen.
Tenemos que retomar la idea dellavolpiana de que la metáfora literaria es un
"complejo de semejanzas-desemejanzas"; que ella implica no sólo la
conciencia de las similitudes, sino también la conciencia de las diferencias. Allí
donde encontramos absoluta y crédula identificación, hay metáfora animista,
pero no metáfora literaria.(27)
Es precisamente esa exaltación viquiana de la metáfora animista la que
capitaliza Benedetto Croce para exaltar, a su vez, la idea de lo alógico en el
arte.
Quisiera señalar que la metáfora animista experimenta un desarrollo que la
conduce a una fase que podríamos llamar transicional a la plena metáfora
literaria.
Las investigaciones del etnólogo Heinz Werner en las primeras décadas del
siglo, comprueban la creencia entre determinados pueblos primitivos -- Werner
realiza sus encuetas entre melanesios y polinesios -- en una sustancia material
y trasmisible aunque invisible, que constituye el principio esencial de cada
156
cosa. La palabra que designa la cosa en cuestión, participa de esa sustancia,
trasmite la cosa y, por ello, tanto para rehuir la pérdida de cosas valiosas como
la trasmisión de otras detestadas, las palabras que las designan se tornan
tabú. Se buscan entonces expresiones sustitutivas de esas palabras,
generalmente dotadas de cierta semejanza con el objeto que sustituyen.(27)
Se trata, pues, de metáforas que en modo alguno podríamos calificar de
literarias, en la medida en que falta en ellas la intencionalidad estética, pero en
la que se produce una sustitución conciente.
Creo que no se debe desestimar esta fase del desarrollo del tropo. Resulta
obvia, por ejemplo, la incidencia del tabú en la alegoría medieval, aunque en
modo alguno me inclino a absolutizar el papel del tabú en el desarrollo del
tropo.
Al concebir el tropo como elusión, como eufemismo, José Ortega y Gasset
concede al tabú la mayor significación en el origen de los cambios de sentido,
en la conformación de la otra imagen.
Pero reducir la metáfora a la elusión es despojar al tropo literario de su
legítima función gnoseológica. Sería, en cierto sentido, volver a una idea
análoga a aquella de la función ornamental del tropo que Vico rectificó hace
casi tres siglos, como ha visto Cintio Vitier.(28)
No me parece aceptable la idea de Ortega que afirma que "eternamente, la
poesía ha consistido en dar gato por liebre".(29)
Vale la pena concluir este capítulo afirmando que esa otra imagen que es el
tropo literario, sólo existe con el trasfondo de oposición y apoyo simultáneos
del pensamiento discursivo.
157
NOTAS
(1). J. L. Rubinstein Principios de sicología generañ, La Habana, Edición
Revolucionaria, 1966, p. 361.
(2) Ibidem, p. 367.
(3) M. I. Rosental: Principios de lógica dialéctica, La
Habana, Editora Política, 1965, p. 178.
(4) J. L. Rubinstein, op. cit., p. 369.
158
(5) Galvano della Volpe, op. cit., p. 79.
(6) Barbara Leondar: "Metaphor and Ifant Cognition", en
Poetics, Amsterdam, num. 2/3, august 1975, p. 275.
(7) Ibidem, p. 274.
(8) Jean Cohen, op. cit., pp. 112-113.
(9) Ibidem, p. 114.
(10) Dorothy Mack: "Metaphoring as Speech Act", en Poetics,
Amsterdam, num. 2-3, august 1975.
(11) Mirta Aguirre: "En torno a la expresión poética", en
Universidad de la Habana, La Habana, no. 192, p. 18.
(12) Dorothy Mack, loc. cit., p. 243.
(13) Jean Cohen: op. cit., p. 114.
(14) Galvano della Volpe, op. cit., p. 74.
(15 Mirta Aguirre: "Los trescientos años de Juan Bautista
Vico (1668-1744)", en Universidad de la Habana, La
159
Habana, num 192, 1969, p. 135.
(16) Ibidem.
(17) Tudor Vianu: Los problemas de la metáfora, Buenos
Aires, EUDEBA, 1971, p. 36.
(18) Cf. Galvano della Volpe, op. cit., p. 74.
(19) Tudor Vianu, op. cit., p.10.
(20) Gianbattista Vico: Principios de una ciencia nueva
sobre la naturaleza común de las naciones, Madrid,
Aguilar, 1974, t. II
(21) Cit. Tudor Vianu, op. cit., p. 17.
(22) Ibidem.
(23) Cf. Guillermo de Torre: "Imagen y metáfora en la
poesía vamguardista", en Boletín del Departamento
de Lengua y Literaturas Hispánicas, Escuela de
Letras y de Arte, Universidad de la Habana, La
Habana, 1970, num. especial, pp. 11-13.
160
(24) Tudor Vianu, op. cit., p. 18.
(25) Jean Molino: "Antropologie et Métaphore", en Langages,
Paris, num. 54, juin, 1979, p. 106.
(26) Cf. Pierre Guiraud: La semántica, México, Fondo de
Cultura Económica, 1960, pp. 36-38. Resulta
interesante el criterio de Franz Guenthner, quien
reivindica la validez del empleo de la noción de
analogía para el estudio semántico de la metáfora.
Franz Guenthner: "On the Semantics of Metaphor", en
Poetics, Amsterdam, num. 2/3, august 1975, p. 101 y
ss.
(27) Barbara Leondar mantiene un punto de vista semejante.
Ver loc. cit., p. 275.
(28) Cf. Tudor Vianu, op. cit., pp. 23-27.
(29) Cintio Vitier: "Sobre el lenguaje figurado", en
Poética, La Habana, Imprenta Nacional, 1961, p. 27.
(30) Jose Ortega y Gasset: "Góngora, 1627-1927", en Obras,
Madrid, Espasa-Calpe, 1936, t.II, p. 112.
161
PARA LA HISTORIA DEL TROPO POÉTICO: UN MÉTODO.
Permítaseme ahora, a partir de las premisas que se enuncian en los capítulos
precedentes, explicar la metodología que he seguido en este estudio, aunque
ella debe hacerse valer por sí misma en las páginas que siguen.
Diríamos que el punto de partida de esa forma de conocer que es el tropo, lo
constituye la realidad percibida por la sensoriedad. Y ese material, aportado
por la práctica humana, es elaborado por la imaginación desde el momento
mismo en que llega a nosotros. Podría decirse, incluso, que la propia selección
de los elementos conformadores del tropo se halla ya influida por la intención
transformadora que la guía.
Pero, al igual que el pensamiento humano, la actividad cognoscitiva es
unitaria. Especificaciones como pensamiento por imágenes y pensamiento
discursivo, información e imaginación, se vinculan estrechamente en la real
actividad síquica. Esto es, que las capacidades imaginativa del hombre no
están segregadas de las otras posibilidades de su actividad mental.
162
Por ello, es necesario señalar que la intensificación y la potenciación de la
imaginación no implican solamente las de sus capacidades transformadoras --
lo que podría llamarse el movimiento imaginativo -- sino también la de su
condición de actividad síquica conciente.
Unas pocas páginas atrás nos referíamos al carácter "impuro" del conocer; a la
realidad de que es lógicamente la actividad sensorial el punto de partida del
conocimiento,ese hecho está velado por las ideas del sujeto cognoscente que,
en verdad, se erigen en el verdadero punto de inicio de la cognición. Y si ello
resulta cierto para todos los hombres, esa "impureza" se acentúa más en
escritores y artistas, sujetos en los que es orgánica la producción y el manejo
de ideas.
En el trabajo del escritor hay un significativo peso de pensamiento discursivo,
aunque sólo fuera por el hecho de operar con el lenguaje, que es el
imprescindible vehículo de este.
En el estudio de cada momento de la evolución de la tropología, trataremos de
relacionar al tropo con el entorno del hombre, donde desempeña un papel
importante el conunto de sus ideas, testimonio de su condición histórica, en el
hecho de su obligada existencia en una época determinada, de su pertenencia
a una específica comunidad social y cultural, de su pertenencia a un grupo o
clase social dado, hechos conformadores de su conformación ideológica. Y a
esta altura, me parece importante hacer un par de prevenciones.
Es importante distinguir entre los rasgos que manifiestan ideología en una obra
literaria, es decir, aquellos que expresan un conjunto ordenado de ideas que
está en acuerdo con los intereses concientes o inconcientes de un sector de la
sociedad, y los que, aún condicionados social e históricamente, no tienen
163
propiamente un sentido ideológico, sino que constituyen manifestaciones de lo
que algunos estudiosos llaman mentalidad social.(1)
Henryk Markiewicz, por su parte, nos advierte que
el mensaje ideológico de la obra se halla
no sólo en el contenido y la construcción
de la realidad presentada, sino también en
el modo de presentar esa realidad, en el
cual se pueden leer ciertas actitudes
epistemológicas.(2)
Y esta indicación resulta especialmente importante, ya que este estudio intenta
no sólo explorar la acción del proceso cognoscitivo en los contenidos del tropo
históricamente entendido, sino también en la diversidad estructural que el
tropo asume.
Pero, aceptar esta idea, me conduce a advertir el carácter muy mediato de la
incidencia de lo histórico-social en la tropología, y a señalar cómo la formación
de las variables estructurales del tropo se relaciona con un estrato altamente
sofisticado de la ideología y en el que, por supuesto, no se manifiestan los
signos más sustanciales y evidentes de los enfrentamientos entre diversas
formaciones ideológicas o entre clases y grupos sociales. Ello dotará al
fenómeno tropológico, simultáneamente, de una muy baja "saturación"
ideológica y de un alto grado de universalidad.
Quisiera señalar -- como última justificación --, que el método histórico es uno
de los procedimientos básicos de las ciencias sociales, y que resulta válido en
164
la consideración de la evolución de cualquier ciencia, porque el estado de un
objeto en un momento dado, es el resultado de su desarrollo precedente.
Por supuesto que es posible aislar un fenómeno de su proceso evolutivo y
estudiarlo lógica y sincrónicamente, porque los métodos de análisis lógico e
histórico son complementarios.
Por una parte, existe una coincidencia general de lo lógico y lo histórico. Lo
advirtió Hegel al afirmar que la historia de la filosofía se trueca, "en lo
fundamental, en la ciencia filosófica misma".(3) Es una idea que desarrollarán
después los marxistas. Friedrich Engels,lo hace en su Dialéctica de la
naturaleza. V.I. Lenin señala: "El desarrollo de la filosofía en la historia debe
corresponder al desarrollo de la filosofía lógica"(4), repetiendo en buena
medida el enunciado hegeliano.
Esta idea de la coincidencia general de lo lógico y lo histórico en la cognición,
ha sido comprobada en el ámbito de varias ciencias. Esa coincidencia explica
por qué en la física, la mecánica -- fundada en generalizaciones hechas
a partir de las propiedades sensorialmente perceptibles de los cuerpos --
precede en desarrollo a la electromagnética; por qué la ciencia económica
estudia primero la circulación monetaria y la mercantil, antes de estar en
condiciones de acceder a las esencias de los procesos económicos (5).
¿Es aplicable esta idea al pensar tropológico? Creo que sí, y he tratado de
apoyarme en ella para mi diseño de las etapas fundamentales de la historia de
la tropología.
Creo que nadie rebatirá que, en los grandes estadios del desarrollo del
hombre, dominan ciertas concepciones del quehacer literario e, incluso, ciertas
estructuras específicas. No creo que se haya advertido con igual diafanidad
165
que la tropología es un rasgo que aporta también específicas características a
cada período de la historia literaria, lo suficientemente significativos como para
poder conformar su propia historia. Esto es lo que intentaré demostrar en las
páginas que siguen que constituyen, también, una refutación a la supuesta
inmutabilidad de las imágenes, que me parece francamente insostenible.
166
NOTAS
(1) Cf. Henryk Markiewicz: "Ideología y obra literaria",
Criterios, La Habana, UNEAC, num. 4, 1979, p. 26.
(2) Ibidem.
(3) G. W. F. Hegel: Lecciones sobre historia de la
filosofía, México, Fondo de Cultura Económica, 1955,
t. I, p. 13.
(4) V.I. Lenin: Obras completas, La Habana, Editora
Política, 1964, t. XXXVIII, p. 257.
(5) M. I. Rosental, ob. cit., p. 156.
167
LOS TROPOS TOTALIZADORES: EL MITO.
El químico francés Le Chatelier ha escrito:
Cuanto más sencillos son los fenómenos, tanto más fácil resulta observarlos
y examinarlos. Lo que mejor confirma la utilidad de semejante división es la
propia estructura de la ciencia. Al principio los observadores estudiaban los
fenómenos de la naturaleza tal como existen estos en la realidad, con todo lo
que tienen de complejos. Los filósofos de la antigüedad clásica, Aristóteles y
Lucrecio, unían en sus meditaciones todo el mundo que conocían, desde la
formación de la tierra y los cielos hasta la vida de las plantas, los movimientos
de los animales y el pensamiento humano. (1)
Ese afán totalizador es característico del conocimiento en el mundo antiguo.
Aristóteles escribe en su Física de la necesidad de ir de lo general a los
detalles en el proceso de cognición.Son múltiples sus aseveraciones en esa
dirección. (2)
168
Si aceptamos la inclinación deductiva de la filosofía antigua, se puede
establecer también su carácter homólogo con respecto a la fase primaria de la
cognición, individualmente entendida. Afirma M. I. Rosental:
La lógica del conocimiento es tal que el sujeto cognoscente, antes de dividir
el todo en partes,se encuentra con ese todo, ha de fijar directamente
aunque sólo sean algunos de sus rasgos generales, ha de ver, palpar, como si
dijéramos, ha de percibir ese todo; de otro modo es imposible pasar a la etapa
siguiente, a la actividad analítica del pensamiento. (3)
Si aceptamos esa coincidencia general de lo lógico y lo histórico, podremos
entonces verificar si esa ley del conocimiento actúa también al nivel de la
forma de conocimiento que es el tropo.
El mito fue la modalidad tropológica dominante en el arte occidental de la
antigüedad. Escribe Karl Marx:
La mitología griega, como se sabe, no sólo
era el arsenal del arte griego, sino su tierra
nutricia tambien. /.../ El arte griego supone
la mitología griega, es decir, la naturaleza
y la sociedad misma moldeadas ya de una
manera inconcientemente artística por la
fantasía popular.(4)
¿Cuál es el "moldeo" de lo real que efectúa el mito? Marx lo precisa:
169
Toda mitología somete somete, domina y moldea
las fuerzas de la naturaleza en la imaginación,
y desaparece, por lo tanto, cuando se llega
a dominarlas realmente. (5)
Claude Lévi-Strauss no se separa esencialmente de esta idea cuando afirma
que "el propósito del mito es proporcionar
un modelo lógico capaz de superar una contradicción real".(6)
Al interpretar el mito de Edipo, Lévi-Strauss arriba a la conclusión de que el
mismo se constituye en un instrumento para resolver la contradicción entre la
creencia primitiva en la autoctonía -- el ser engendrado por la tierra-- del
hombre, y el reconocimiento de que nacemos de hombre y mujer.(7) Antes y
después de Lévi-Strauss, otros estudiosos han señalado asimismo el carácter
compensatorio de algunas de las fórmulas más repetidas en ciertas
construcciones míticas de los cuentos del folklore europeo, como la del
preterido afortunado -- la muchacha pobre que se convierte en reina, el
muchacho campesino que ingresa a la nobleza -, que resuelve
imaginativamente la contradicción riqueza-pobreza y los insalvables
antagonismos de clase dentro del orden social existente. Hay pues, como
apuntaba Vico, realidades detrás de los mitos.
El mito no es, en sus orígenes, un procedimiento artístico, como acaso no lo
sea ninguno de los tropos. Es una unidad sincrética que antecede a las formas
más maduras de la religión, a la conciente creación artística y, por supuesto, a
la filosofía y la ciencia. No obstante, reparemos en el carácter
"inconcientemente artístico" que Marx atribuye a la mitología.
170
En efecto, la aparición de la conciencia estética supone el fin de la conciencia
mitológica. El mito es la intuición posible de la verdad para el primitivo y, por
ello. idéntica a esta. Falta en él la intencionalidad estética, el sentido de
creación imaginativa conciente, de invención, que es propio del arte. Pero
Marx, al decir que la mitología es "inconcientemente artística", establece un
nexo entre mito y arte.
El problema es que, al ser la mitología una transformación en imágenes de las
fuerzas de la naturaleza o de la sociedad, el arte es gnoseológicamente capaz
de absorber los materiales del mito.
Este nexo esencial permitirá la existencia de un mito literario, ya plenamente
artístico.
Claro que no es mi propósito el detenerme en el estudio puramente
antropológico del mito. Quien se interese por ello, puede acudir con provecho
a reconocidas autoridades en la materia, como Malinowski, Lévy-Bruhl, Ernst
Cassirer y el propio Claude Lévi-Strauss. Y si quisiera disponer de un modelo
de interpretación de los mitos, puede leer "La gesta de Asdiwal", acaso la má
prolija ejemplificación del método de interpretación de Lévi-Strauss. (8)
Sin embargo, será inevitable señalar ciertas especificidades del
funcionamiento del pensamiento mitológico, en la medida en que ellas se
relacionan con el modo de ser del mito literario.
Cassirer, en especial, es muy claro en la descripción de esas particularidades.
Escribe:
Cuando el pensamiento científico pretende describir y explicar la
realidad tiene que emplear su método general, que es de clasificación
171
y sistematización. La vida es divida por provincias separadas que
se distinguen netamente entre sí. Los límites entre el reino vegetal, el
animal y el humano, las diferencias entre especies, familias y géneros son
fundamentales e imborrables. Pero la mentalidad primitiva los ignora y los
rechaza. Su visión de la vida es sintética. La vida no se halla dividida
en clases y subclases. Es sentida como un todo continuo que no admite
ninguna escisión, ninguna distinción tajante.
Los límites entre las diferentes esferas no son obstáculos insuperables
sino fluyentes y oscilantes. No existe diferencia específica entre los
diversos reinos de la vida. Nada posee una forma definida,
invariable, estática. Mediante una metamorfosis cualquier cosa se
puede convertir en cualquier cosa.(9)
En el pensamiento mítico destaca el carácter indiferenciado que tienen lo real
y lo irreal, el objeto y su imagen, el cuerpo y sus propiedades. Reina en él un
sentimiento de absoluta unidad de la vida, que se expresa particularmente en
la unión mágica de algunos grupos humanos con especies animales, que es lo
que conocemos por totemismo.
En correspondencia con ese sentido de totalidad que es fundamental en el
mito, parece modelarse su estructura misma.
El mito es siempre una construcción extensa, un sistema más que una unidad,
un tropo totalizador en el cual el valor de la palabra aislada se ha reducido.
Afirma Lévi-Strauss:
La poesía es una forma de lenguaje extremadamente
difícil de traducir en una lengua extranjera, y
toda traducción entraña múltiples deformaciones.
El valor del mito como mito, por el contrario,
172
persiste a despecho de la peor traducción.(10)
La traductibilidad del mito se debe a que en él el valor de la palabra aislada --
esencial en la oposición paradigmática -- se inhibe en favor del valor de la
frase compleja, que es su real unidad constitutiva: el mitema, en la
denominación de Lévi-Strauss (11),pero que podríamos llamar también
función, entendiendo por ella, como lo hace Propp, una unidad en relación de
interdependencia con otra u otras. Es el encadenamiento de esos mitemas
funcionales lo que conforma la estructura del mito, y creo que por ello es
legítimo referirse a su carácter sintagmático.
El mito poético sólo puede surgir sobre el fin de la primaria conciencia mítica.
Para Malinowski el mito "es la "masa" de donde ha ido emergiendo poco a
poco la poesía moderna".(12) El mito literario conservará el esquema funcional
y la estructura del mito original.
Desde Homero hasta la disolución del mundo antiguo, la mitología no cesó de
suministrar motivos a la creación poética. Pero hay que aceptar que, desde
Homero mismo, el empleo del mito deja de ser auténticamente mítico.
Asistimos ya a la manipulación del mito primitivo desde una perspectiva
renovada, contemporánea a sus empleadores.
El conflicto entre hybris y sofrosyne, que se convierte en el núcleo mismo de la
Ilíada, poco tiene que ver con el propio entorno en el que se había originado la
historia que ella narra. Lo que se entiende como "exceso" en el siglo IX a. de
C., seguramente no lo era para los supuestos sitiadores de Ilión. El poeta ha
reinterpretado el ya entonces varias veces centenario mito desde la
perspectiva de otro estadio social en el que ha surgido el estado, se han
173
dulcificado las costumbres y, consecuentemente, el propio concepto de areté
se ha transformado.
Héctor, por ejemplo, es portador de una moral más cercana a la de Tirteo, el
poeta espartano del siglo VII a. de C., que a la de Aquiles:
Es hermoso morir para el valiente que cae
luchando en vanguardia por su propia patria.
Lo triste es, en cambio, que uno deje la paterna
ciudad y sus fértiles campos para
andar mendigando, y que vague de
acá para allá con la madre querida
y el padre ya viejo y los hijos pequeños
y la esposa escogida.
Tal parece que oyéramos al hijo de Príamo, en el famoso coloquio con
Andrómaca.
Homero no utiliza íntegramente el mito del que parte, porque su interés no es
reproducirlo. Se trata de cumplir la intención estética de conformar un poema.
Y advertimos una selección de los motivos del mito original que le son
precisos para ello. Hay, sin embargo, una permanencia de la estructura del
mito preliterario. Pueden aislarse en ella los mitemas:
Agamenón ofende Aquiles se retira Derrota aquea 1
a Aquiles del combate
Agamenón desagravia Aquiles rechaza el Muerte de Patroclo 2
174
a Aquiles desagravio
Aquiles depone la cólera, se alía con Victoria aquea, 3
Agamenón y regresa al combate muerte de Héctor
En las dos primeras columnas de los niveles 1 y 2 hallamos dos oposiciones.
La primera lo provoca la hybris de Agamenón, al agraviar injustamente al mejor
combatiente; la segunda, es motivada por la hybris de Aquiles, al no aceptar la
crecida reparación moral y material que le ofrece el más poderoso de los jefes
aqueos.
Ambos excesos conducen, fatalmente, a desastrosas consecuencias, que
aparecen en la tercera columna de los niveles 1 y 2. El fin del conflicto, su
solución (que en el nivel 3 abarca las dos primeras columnas) conduce a la
victoria aquea y a la muerte del más importante de los guerreros enemigos.
Esta utilización del mito por la literatura conserva ese indiferenciado
sentimiento de lo real y lo ideal que Cassirer había advertido en él.
En su análisis de "La gesta de Asdiwal", mito de los tsimshian, que habitan en
la costa canadiense del Pacífico, Lévi-Strauss comprueba que las referencias
a la geografía, la economía y la organización familiar que aparecen fundidas a
los motivos fantásticos del mito corresponden plenamente a la realidad.(13)
El helenista inglés M.I. Finley ha advertido cómo Homero funde un material
proveniente de unos cuatro siglos atrás, con referencias a un entorno social
que le es contemporáneo. (14)
175
En realidad, la reelaboración por la literatura griega del mito preliterario, opera
sistemáticamente de esta manera. Hay en ella una permanente actualización
del mito preliterario y de sus contenidos.
En su Ilustración y política en la Grecia clásica, Francisco Rodríguez-Adrados
demuestra cómo el teatro de Sófocles participa en la impugnación del
humanismo de los tiempos de Pericles -- lo que se ha llamado la "ilustración"
ateniense -- propia del conservadurismo de la época.(15) El viejo conflicto
autoctonía-reproducción bisexuada, según Lévi-Strauss propio del mito
original, desaparece en Edipo Rey o, al menos, se atenúa hasta umbrales poco
significativos, y la tragedia encara el problema de la liquidación por el
humanismo de los valores religiosos tradicionales, de los que Sófocles
participa.
Mucho antes, Engels se había referido a la interpretación que hace Bachofen
del mito de Orestes en Esquilo, como superación del derecho materno por el
paterno.(16) Y George Thomson ha visto en la Orestíada una vigorosa
exaltación del derecho estatal frente al tribal, de la justicia en la polis
postclisteniana frente a la preestatal ley de la retribución. (17)
El mito literario dominante en la literatura antigua, conserva la estructura
totalizadora, sintagmática, que es propia del mito primitivo, así como su
peculiar funcionalidad, pero sobre la base de la liquidación de la verdadera
conciencia mítica, que es espontánea, no dirigida y, por ello, preartística.
Es significativa la carencia de metáforas que exhibe la literatura antigua y,
dentro de ella, la poesía homérica. Fue Remy de Gourmont quien primero
subrayó que en los poemas de Homero no encontramos metáforas sino
símiles.(18)
176
Y símiles de una peculiar extensión. Recordemos la fórmula de la comparación
homérica:
Como una mujer meonia o caria tiñe en púrpura el
marfil que ha de adornar el freno de su caballo,
muchos jinetes desean llevarlo y aquella lo
guarda en su casa para un rey, a fin de que sea
ornamento para el caballlo y motivo de gloria
para el caballero; de la misma manera, oh Menelao,
se tiñeron de sangre tus bien formados muslos,
las piernas y más abajo los hermosos tobillos.
O también:
Como las olas impelidas por el Céfiro se
suceden en la ribera sonora, y primero se
levantan en alta mar, braman después al
romperse en la playa y en los promontorios,
suben combándose a lo alto y escupen la
espuma; así las falanges de los dánaos
marchaban sucesivamente y sin interrupción
al combate.(19)
Se trata del esquema clásico del símil homérico, de altísima frecuencia en las
dos epopeyas.
Tal parece que el poeta careciera de la capacidad sintetizadora e integradora
que permite la concentración metafórica o, al menos, el símil reducido.
177
No puede dejar de advertirse que el símil es una fase primaria del proceder
imaginativo que genera el tropo y que, desde luego, precede a la metáfora.
Ya el famoso enunciado de Quintiliano que define la metáfora como similitudo
brevior está indicando la tardía aparición de esta con respecto al símil.
La ausencia de auténticas metáforas en Homero indica, a la vez, su
separación de la tropología preartística del animismo, y su condición de poeta
arcaico. Como señala Remy de Gourmont, la presencia de la metáfora en los
Veda prueba que pertenecen a un estadio histórico -- y también cognoscitivo --
más avanzado que el de la poesía homérica.
En el símil desarrollado de la épica griega hay una comparación poética
rudimentaria que enlaza situaciones complejas y conserva la diferenciación de
sus componentes. Como advierte Vianu, "el arcaismo de Homero surge, no a
causa del carácter metafórico de sus poemas, sino precisamente de la
ausencia de metáforas en su contexto".(20)
Imposible me parece, sin embargo, negar el carácter plenamente tropológico
del símil homérico y, más aún, del símil reducido que le sucede. Creo que no
acierta Michel Le Guern cuando afirma que
las palabras empleadas por el símil no pierden
ninguno de los elementos de su significación
propia. La imagen que ellos introducen no puede
ser considerada como una imagen asociada; ella
interviene al nivel de la comunicación lógica
e intelectualizada. (21)
178
Le Guern parece apoyarse -- extremándolo-- en el punto de vista de Pierre
Fontanier, quien excluye el símil de las formas tropológicas y lo coloca dentro
de la comparación, como una de sus posibles variantes. (22)
Ciertamente, la intersección de sentidos propia del tropo se da con menos
fuerza en el símil que en la metáfora, pero no me parece posible negar que
existe. El símil entraña la aproximación imaginativa de entidades
cualitativamente diferentes. Por ello, los latinos establecían la diferencia entre
la comparatio, puramente gramatical, y la similitudo, obviamente poética.
Por otra parte, en modo alguno pretendo negar la existencia de la metáfora en
la poesía antigua. Una somera revisión de la lírica mélica, de los elegiacos y
yambógrafos griegos, de los poetas del epigrama helenístico y de los
elegiacos latinos -- sólo en Grecia y Roma -- corrobora la presencia de la
metáfora.
Pero tampoco podrá negarse que es tardía con respecto al mito y al símil y,
sobre todo, que no constituye un tropo dominante en el período como lo son
estos.(23)
Es significativo que el propio témino metáfora no aparezca documentado sino
en el siglo IV a. de C. Es en el Evágoras, de Isócrates (436-338 a. de C.)
donde el término aparece por primera vez, y el Evágoras se fecha en el 383 a.
de C.
Evidentemente, de Isócrates pasa la categoría a las obras de Aristóteles.(24)
Por ello, creo que se puede afirmar que los tropos dominantes en la literatura
antigua tienen ese mismo carácter totalizador que es cualidad central de la
cognición en la época, son homólogos a ella.
179
Hay un prolema bien interesante que valdría la pena abordar aquí: el de la
supervivencia del mito, el de su validez en la práctica ulterior de la literatura.
De hecho, este problema es parte de otro mayor: el de la acumulación
tropológica.
Esto es que aunque exista una forma tropológica dominante en cada período
significativo de la evolución de la tropología, al producirse un nuevo corte
epocal y cesar o atenuarse ese predominio, esa estructura no desaparece,
pero para subsistir, para asmilarse a la evolución literaria, deberá readaptarse,
alterar su función (25). Modificarse, para así insertarse en el nuevo sistema.
Elizar Meletinski ha advertido que, en especial a partir del siglo XIX, "el mito se
ha convertido en un término no tanto analítico, sino más bien polémico".(26)
En verdad, las transformaciones del mito literario propio del mundo antiguo
comienzan a producirse en el propio seno de este. La fábula o apólogo (que es
ya una forma de representación alegórica) preserva elementos que se
evidencian como provenientes del mito.
El término, en los dos últimos siglos, se aplicará a la designación de las más
diversas realidades y construcciones. Apunta Meletinski, en una rápida
enumeración, que se ha empleado para referir a "la mentira y la falsa
propaganda, la fe, la condicionalidad, la representación de los valores en
forma fantástica, la expresión sacramentada o dogmática de las costumbres
sociales más importantes, etcétera".(27) Se prescinde
de la consideración histórica de lo mítico y se extrapola el término con mayor o
menor libertad, con mayor o menor éxito.
Al margen de este uso del término, creo que se produce en los últimos siglos,
una recuperación del mito literario, que se inserta en una legítima práctica
180
artística. Me propongo abordarlo en capítulos siguientes. Pero también surge,
en el seno de la llamada "cultura de masas", una variante degradada del mito.
¿Por qué puede hablarse -- como hace Umberto Eco -- del "mito de
Superman"?
Quisiera subrayar que en una creación de este tipo, como en otras tantas
difundidas por los mass media, participan rasgos propios de las estructuras
mitológicas animista y antigua.
Este mito producido para el mercado cultural funde imaginación y realidad, lo
sobrenatural y lo cotidiano; ensaya la solución imaginativa que resultan
insolubles en la vida. Al estudiar el mito de Superman, escribe Eco:
Superman vive entre los hombres bajo la
carne mortal del periodista Clark Kent.
Y bajo tal aspecto es un tipo aparentemente
medroso, tímido, enamorado de su matriarcal
y atractiva colega Luisa Lane, que le desprecia
y que, en cambio, está apasionadamente
enamorada de Superman. Narrativamente la
doble identidad de Superman tiene una razón
de ser, ya que permite articular de modo
bastante variado las aventuras del Héroe,
los equívocos, los efectos teatrales, con
cierto suspense de novela policiaca. Pero
desde el punto de vista mitopoético, el
hallazgo tiene mayor valor: en realidad,
Clark Kent personifica los complejos y es
despreciado por sus semejantes; a lo largo
de un obvio proceso de identificación,
181
cualquier accountant de cualquier ciudad
americana alimenta secretamente la esperanza
de que un día, de los despojos de su actual
personalidad, florecerá un superhombre capaz
de recuperar años de mediocridad.(28)
Si el mito primitivo tenía el carácter de intelección intuitiva, colectiva y no
dirigida, en esta apropiación del mito esos valores han desaparecido. Se trata
de una seudomitificación conciente, apoyada por un instrumental tecnológico y
estéticamente degradada.
Se conocen los efectos que esta neomitificación sobre un consumidor inerme.
El propio Umberto Eco ejemplifica este poder al relatar lo ocurrido con
la"muerte" de Raven Sherman, compañera en las tiras cómicas del soldado
Terry, un personaje dibujado por Milton Caniff y que hiciera sensación por los
años de la Segunda Guerra Mundial. Al producirse la muerte de Raven,
Los resultados fueron superiores a cuanto
podía esperarse; los periódicos publicaron
en grandes titulares la noticia, los
estudiantes de la Universidad de Loyola
guardaron un minuto de silencio y, el día
de los funerales, Caniff tuvo que justificar
su decisión por la radio.(29)
Aparentemente, se ha regresado a la identificación de mito y verdad propia del
animismo. Pero lo que entonces era la posible intuición de lo real, se ha
convertido en escamoteo perfectamente dirigido.
182
NOTAS
(1) H. Le Chatelier : Ciencia e industria, Moscú, 1928, cf. M.I. Rosental, op.
cit., p. 160
(2) Aristóteles: Obras completas, Buenos Aires, Ediciones
Anaconda, 1947, t. III, pp. 84-86
(3) M.I. Rosental, op. cit., p. 161.
(4) Carlos Marx: "Introducción a la crítica de la economía
política", en Contribución a la crítica de la economía
183
política, L (1) H. Le Chatelier a Habana, Editorial Ciencias Sociales,
1975, p. 258.
(5) Ibidem.
(6) Claude Lévi-Strauss: Antropología estructural, La
Habana, Instituto Cubano del Libro, 1969, p. 209.
(7) Ibidem, p. 193 y ss.
(8) Claude Lévi-Strauss: "La gesta de Asdiwal", en Edmund
Leach: Estructuralismo, mito y totemismo, Buenos
Aires, Ediciones Nueva Visión, 1972, pp. 156-157.
(9) Ernst Cassirer: Antropología filosófica, Méxio, Fondo
de Cultura Económica, 1945, pp.156-157.
(10) Claude Lévi-Strauss: Antropología estructural, p. 190.
(11) Ibidem, pp. 190-191.
(12) B. Malinowski: Myth in Primitive Psychology, New York,
Norton, 1926, p. 12.
(13) Claude Lévi-Strauss, "La gesta de Asdiwal", cit., pp.
184
34 y ss.
(14) Cf. M.I. Finley: El mundo de Odiseo, México, Fondo de
Cultura Económica, 1966.
(15) Francisco Rodríguez-Adrados: Ilustración y política en
la Greacia clásica, Madrid, Revista de Occidente,
1966, p. 342 y ss.
(16) Federico Engels: El origen de la familia, la propiedad
privada y el Estado, La Habana, Editora Política,
1963, pp. 12-15.
(17) Cf. George Thomson: Aeschylus and Athens, a study in
the social origins of drama, London, Lawrence and
Wishart, 1946.
(18) Cf. Tudor Vianu, op. cit., p. 28.
(19) Ilíada, trad. de Luis Segalá, IV, v. 141-147, 422 y
ss.
(20) Tudor Vianu, ob. cit., p. 34
185
(21) Michel Le Guern: Sémantique de la métaphore et de la
métonymie, Paris, Larrouse, 1975, p. 55.
(22) Cf. Pierre Fontanier: Les figures du discours, Paris,
Flammarion, 1968, pp. 377-379.
(23) En su monumental Literatura europea y Edad Media
latina, Ernst Robert Curtius estudia los topoi en la
antigüedad y el medioevo. Una ojeada sobre los
ejemplos que Curtius acumula, evidencia que está
entendiendo el término metáfora en su sentido más
lato: en el de tropo, como hará luego Tudor Vianu.
Junto a algunas metáforas propiamente dichas, Curtius
nos entrega símiles, alegorías y alegorismos o
metáforas continuadas. Véase Ernst Robert Curtius:
Literatura europea y Edad Media latina, México, Fondo
de Cultura Económica, 1954, t. I, pp. 189 y ss.
(24) Cf. Jean Molino, François Soublin et Joelle Tamine,
loc. cit., p. 8.
(25) Elizar Meletinski: "Teorías mitológicas del siglo XX",
en Ciencias sociales, Moscú, num. 3, 1973, p. 139.
(26) Ibidem, p. 28.
186
(27) Ibidem.
(28) Umberto Eco: "El mito de Superman", en Referencias, La
Habana, Universidad de La Habana, num 1, 1972, p. 486.
(29) Ibidem, p. 484.
187
LOS TROPOS TOTALIZADORES: LA ALEGORÍA
Se ha dejado atrás cierta visión parcial del medioevo europeo, que lo
presentaba como un momento estéril para el desarrollo del conocimiento
objetivo del mundo y, en particular, de la ciencia.
Numerosos estudios han advertido que, como corriente dominada y a veces
subversiva, se produce en la Edad Media una floración humanista,
antiteológica, laicizante, que resulta una prefiguración del ulterior humanismo
renacentista. (1) La literatura de España tiene una muestra de este humanismo
medieval en el Libro de buen amor, de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita.
Pero tan cierto como que esta tendencia existe en el medioevo, es que ella es
lógicamente tardía y no es la dominante en la cultura medieval.
La propia destecnificación de la producción feudal es un
obstáculo decisivo para el desarrollo de la cognición. A este rasgo económico
hay que añadir el dogmatismo impuesto
por la iglesia, auténtico poder paneuropeo en la época.
188
El saber científico no está constituido como tal en la Edad
Media. Y, por encima de ese humanismo al que hemos aludido, la filosofía es
teología, "ciencia de la salvación", y todo su instrumental conceptual está
subordinado al dogma religioso. Los fenómenos se explican desde el
apriorismo:
existen principios preestablecidos de los que derivan todas las nociones,
porque el saber humano ha de subordinarse a la fe.
El mundo terrenal es el ámbito de lo perecedero, de lo fugaz y, por ello, un
mundo ilusorio cuya única finalidad es constituírse en tránsito, camino hacia la
vida eterna, que es la verdadera. Lo poetiza Jorge Manrique, todavía en el
siglo XV:
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar
Desvalorizar el mundo, es también desvalorizar el arte que podría expresarlo.
El arte, gnoseológicamente capaz de asumir las imágenes, asumirá entonces
las de la religión. El procedimiento dominante de la tropología medieval es la
alegoría.
Al igual que el mito, la alegoría es anterior al período en el que domina y, como
aquél, tampoco tiene primariamente un carácter literario.
Si estos rasgos acercan mito y alegoría, hay diferencias obvias entre ambos.
Mientras el mito es una fantasiosa intuición de lo real, la alegoría es la
didascalia de un saber establecido.
189
El mito, en sus orígenes, tiene una conformación popular, colectiva y no
dirigida, y sus aristas perceptuales y conceptuales son inseparables; la
alegoría es culta por su conformación y dirigida por su intención, plasma un
concepto en imágenes que están desprovistas de valor autónomo.
La interpretación alegórica es anterior a la elaboración del tropo mismo.
Las primeras manifestaciones de la lectura alegórica hay que buscarlas entre
los cirenaicos y estoicos griegos. En Antístenes se manifiesta la búsqueda de
significados ocultos en los textos homéricos. Y esa tendencia se mantiene y se
refuerza en las postrimerías del mundo antiguo, como dejan ver las Alegorías
homéricas, de el falso Heráclito, ya en el siglo I a. de C.
El profesor L. R. Lind afirma que la interpretación alegórica
es esencialmente una forma del
fundamentalismo religioso aplicado
por los críticos de Homero, Virgilio
y la Biblia para preservar su
mitología contra los ataques del racionalismo
filosófico. (2)
Peculiar interés tiene la primera lectura de la Biblia, que no es cristiana sino
judía. Es obra de Filón, quien entre los años 20 y 30 a. de C. fue embajador de
los judíos alejandrinos en Roma. Formado en las lecturas de Platón y
Pitágoras, Filón de Alejandría interpreta alegóricamente el Antiguo Testamento
para encontrar que sus verdades son las mismas de la filosofía griega.(3)
Estamos casi a un paso de las exégesis cristianas de las Escrituras que
producirán los filosófos de la patrística.
190
A Orígenes se debe la primera lectura cristiana del Antiguo Testamento y, más
aún, la validación de la alegoría como procedimiento. Es perfectamente lógico
que las escrituras judías fueran sometidas a un nuevo enfoque por la iglesia
para insertarlas en el primer gran sistema de filosofía cristiana que Orígenes
conforma. Pero el filósofo va más allá de ello. Escribe:
Los Apóstoles nos han transmitido con la
mayor claridad todo lo que han juzgado
necesario a todos los fieles, aún a los
más lentos en cultivar la ciencia divina.
Pero han dejado a los dotados de dones
superiores del espíritu y especialmente
de la palabra, de la prudencia y de la
ciencia, el cuidado de buscar las razones
de sus afirmaciones.(4)
La labor del exegeta es, pues, la lectura del discurso otro -- tal es la etimología
de alegoría--, omitido y verdadero. Como señala Abbagnano, Orígenes
"contrapone al sentido corpóreo o literal, el significado espiritual o alegórico y
sacrifica resueltamente el primero al segundo cada vez que lo juzga
necesario". (5)
Pasar del sentido literal al alegórico en las sagradas escrituras es, para
Orígenes, pasar de la fe al conocimiento. En la visión del universo, transitar de
lo perecedero a lo eterno.
Johan Huizinga ha destacado los vínculos del alegorismo medieval con el
llamado realismo, la filosofía de los universalia ante res: el concepto siempre
191
precede a la imagen en la estructuración de la alegoría (6) y, al decir de
Goethe, ella se produce "de tal suerte que el concepto siempre puede
detenerse y mantenerse íntegro y definido en la imagen y expresarse en
ella".(7) El mundo terrenal será no todavía el bosque de símbolos de que
hablará Baudelaire, pero sí un arsenal de imágenes, justificables en tanto que
representan las entidades del mundo del espíritu.
¿Por qué ese sostenido empleo de las imágenes de lo perecedero para
expresar lo eterno, de las imágenes de lo material para referir a lo espiritual?
Otras razones explican eso que Lotman ha llamado la "elevada semioticidad"
del medioevo.
Se trata, también, de "cultivar la distancia que debe separar a los hombres de la Verdad
Divina".(8) Afirma Isidoro de Sevilla:
Lo que hay que comprender, está revestido de
hábitos figurados para ejercitar la inteligencia
del lector, y para no perder, en su develamiento
público, su valor".(9)
Hay una surte de propedéutica del rodeo, motivada por "el temor que inspira el
poder, maléfico y sagrado, del verdadero nombre" (10), que deviene así tabú.
Pero creo que la alegoría fue también la posibilidad de disfrutar, dentro del
fundamentalismo cristiano, del mundo natural, real, en el que actuaba el
hombre y que era sistemáticamente denostado por el trascendentalismo: "el
simbolismo /alegórico/ creó la posibilidad de dignificar y de gozar el mundo,
que era en sí condenable, y de ennoblecer también la actividad terrenal".(11)
192
¿Cuáles son las características de la estructura alegórica?
La combinación alegórica actúa a partir de una primaria relación analógica
cuyo desarrollo permite la creación de un sistema de representaciones en el
que cada una de ellas alude a un determinado significado. Pero no se
refuerzan tanto los vínculos de cada representación con su sentido, como los
del conjunto de representaciones con el conjunto de significados.
En la alegoría, todo el sistema de significados está omitido, lo que,
aparentemente, nos conduciría a señalar
su condición paradigmática. Pero creo que la estricta codificación de la
alegoría atenúa ese carácter, así como la condición sistémica del tropo
fortalece en ella lo sintagmático.
Tomemos -- como ejemplo fácil por universalmente conocido -
la construcción alegórica que es el fundamento de La Divina Comedia, de
Dante Alighieri.
En el nivel de la significación alegórica, Dante, el protagonista de la obra, no
es un hombre (ni el autor de la obra ni ningún otro), sino la representación del
alma humana extraviada en el pecado, que asume la forma de selva. Las fieras
que acechan a Dante -- pantera, león, loba -- son encarnaciones de la
incontinencia, la violencia y el fraude, los tres grandes órdenes de la culpa en
la ética de Aristóteles. Virgilio, el guía, es la razón humana, que deviene
instrumento de la fe -- Beatriz -- y conduce a ella. Porque Dante, formado en el
tomismo, pensaba que la sabiduría era el camino hacia la salvación.
193
El enlace decisivo en la conformación del tropo no es el de cada imagen con el
concepto que representa, sino el que vincula dos sistemas paralelos, uno de
representaciones y otro de significaciones. Y ello, no sólo ni primordialmente
porque este segundo nivel se omita sino porque, como ya advertí en su tiempo
Pierre Fontanier, lo propio de la alegoría no es la expresión de una idea, sino
de un pensamiento.(12)
Es la extensión del tropo la que permite esa expresión, y el conjunto es el que
da sentido a cada uno de sus componentes que, aislados, carecerían de una
significación eficaz. Son los vínculos sintagmáticos los que validan el
paradigma alegórico. Tudor Vianu quien, en su profundo análisis de la
tropología pasa con excesiva rapidez sobre la alegoría, reduce el
procedimiento al tipo de representación que produce -- la de lo abstracto a
través de una imagen vaciada de su propio contenido --, y no alude a esa
estructura totalizadora.
Heinrich Lausberg, en su abrumador Manual de retórica literaria, se mueve en
la linea de pensamiento de Fontanier a quien, sin embargo, no cita en su
exhaustiva bibliografía. Tal vez ello no sea extraño si tenemos en cuenta que
Les figures du discours (1830), que es para Genette "la culminación de toda la
retórica francesa, su monumento más representativo y más acabado"(13), no
se reedita sino hasta la década de los sesenta de nuestro siglo. Lausberg
afirma que
la alegoría es al pensamiento lo que la
metáfora es a la palabra aislada: la alegoría
guarda, pues, con el pensamiento mentado en
194
serio una relación de comparación. La relación
de la metáfora con la alegoría es cuantitativa:
la alegoría es una metáfora continuada en una
frase entera (a veces más)(14).
Sin embargo, Lausberg no clasifica la alegoría como tropo, sino como figura.
Quintiliano no vacilaba en considerarla tropológica, y así la estima también
Tudor Vianu. En ese sentido, Lausberg también está cerca de Fontanier, quien
adopta una postura ecléctica: para él, la alegoría es uno de los tropos "en
muchas palabras, o impropiamente dichos" (15). A mi modo de ver, Lausberg
confunde la alegoría con otra construcción tropológica extensa: la metáfora
continuada, a la que Fontanier llama alegorismo y observa en ella una calidad
gnoseológica diferente a la de la alegoría. En esta, el concepto domina,
mantiene su integridad aunque se exprese en una imagen, mientras la
figuración metafórica manifiesta una autonomía icástica que no existe en la
alegoría. No se trata sólo de una diferencia cuantitativa.
La omisión del término propio en la alegoría nos enfrenta a un interesante
problema: ¿es la anomalía predicativa – la llamada "impertinencia semántica" -
- una conditio sine qua non del tropo? La opinión de Tzvetan Todorov es clara
al respecto: "la anomalía no es una condición necesaria del tropo /.../ ya que
se sitúa entre el sujeto y el atributo, ella no parece caracterizar sino a la
metáfora".(16)
En rigor, la anomalía de la alegoría se localiza al nivel del pensamiento y no
del lenguaje: su aprehensión sólo es posible a partir del pleno desarrollo de la
195
idea alegórica en su extensión sintagmática, y referida entonces al nivel
paradigmático. (17) Podríamos representar así la estructura alegórica:
A1 -------- A2 -------- A3 -------- A4 -------- A5
S1 -------- S2 -------- S3 -------- S4 -------- S5
donde A es alegorema -- unidad constitutiva de la alegoría-- y S es el
significado que expresa cada alegorema. Hay, entre cada alegorema y su
signicado omitido, un enlace vertical, paradigmático. Sin embargo, el enlace
que define el tropo es el horizontal y sintagmático. Es este enlace totalizador el
que valida cada uno de los enlaces verticales.
En lo tocante a este carácter totalizador de su estructura, la alegoría observa
una analogía con el mito. Ambos son conjuntos, sistemas, estructuras
extensas. Pareciera ser que, todavía en el medioevo, el objeto de conocimiento
se viera en sus vínculos con los demás elementos del mundo. Pero lo que era
observación y especulación en el mundo antiguo, se ha convertido en
apriorística explicación del universo para la teeología medieval.
Cabe una pregunta ante esta noción de la alegoría como estructura
sintagmática y totalizadora como la distintiva de la alegoría literaria: ¿no será
entonces alegoría la aislada materialización de un concepto?
Gilbert Durand ofrece una coherente respuesta a esta pregunta, al
presentarnos un cuadro de las distintas representaciones alegóricas.(18)
196
Entre ellas sitúa Durand el emblema, que es esa aislada representación de lo
abstracto a través de una imagen. Lo característico del emblema no es, sin
embargo, la verbalidad sino una calidad icónica, plástica, aunque pueda
aparecer en la literatura:
Los estados y riquezas
que nos dexan a desora
¿quién lo duda?
no les pidamos firmeza
pues que son de una señora
que se muda.(19)
Esta "señora" manriqueana es alegórica. Se trata de la representación,
plenamente normalizada en el medioevo europeo, de la fortuna. Se trata de un
aislado signo icónico y -- es lo propio del emblema -- convencional.
El emblema tiende a hacerse acuerdo colectivo: justicia, patria, paz, libertad,
tienen entre los hombres sus emblemas colectivamente aceptados. Huizinga
ha advertido la normalización de las representaciones en la cultura medieval,
en la que prolifera lo emblemático.(20)
Lo propio de la alegoría literaria es, inversamente, su carácter inédito, su
originalidad, su condición de creación personal.
Otra forma de representación alegórica es el apólogo o fábula, que también
surge en el mundo antiguo y en la que cabría intuírse una forma de transición
de lo mítico a lo alegórico.
197
El apólogo puede asumir un carácter fantástico al nivel de la representación.
Es frecuentísima en él -- aunque no es su única posibilidad -- la presencia de
animales humanizados, acaso una reminiscencia totémica. Per no hay en él la
identidad de lo fantástico y lo real, porque en el apólogo se hace evidente la
conciencia de la figuración.
Él encarna, a través de un ejemplo imaginativo, los valores esenciales de la
idea que se quiere trasmitir, que se expresa al final en forma de moraleja.
En la fábula, sin embargo, no existen vínculos particularizados entre los
términos de la representación y un nivel conceptual. Se trata de una
encarnación libre y más viva de la idea: lo que vale en el tropo es
exclusivamente la significación global.
Ahora quisiera destacar una contradicción que, a mi modo de ver, subyace en
la modalidad de cognición artística que es la alegoría.
Si nos atenemos a la norma alegórica, el término de la representación alude a
un concepto y por ello es vaciado de todo contenido propio. Pero, ese término,
como significante, refiere insalvablemente a su significado. Aunque se quiera
convertir a la representación en imagen de lo ideal ella es, también, imagen de
lo real.
Por ello, las representaciones alegóricas se pueden cargar de un contenido
autónomo, propio. Pienso que este hecho se relaciona con ese dominado
humanismo medieval al que he aludido, como tampoco me parece posible
explicar esa "resurreción" del humanismo en la Edad Media sin relacionarlo
con la aparición de la burguesía en su época tardía.
198
Por los propios fundamentos de su manera de producir -- incluso antes de
sobrepasar la fase de la manufactura --,la burguesía necesita del desarrollo de
la técnica y, en general, del conocimiento de lo real.
El pensamiento alegórico había fraguado explicaciones que, al aceptarse como
verdades, suponían obstáculos para la investigación de los fenómenos
mismos. Huizinga señala que Dante, en De Monarchia, tuvo necesidad de
quebrantar la alegoría que identificaba al papado con el sol, que está sobre la
tierra, y a esta con el poder imperial. Como ve Huizinga, esta codificación "se
opone a la investigación de la evolución histórica de ambos poderes" (21), y se
interpone ante la idea de Dante de la necesidad de equilibrar los dos poderes.
Si la crisis de la alegoría se manifiesta en el camino del pensamiento filosófico
hacia la baja Edad Media, también se hace presente en la poesía.
Si el antialegorismo goliardo había existido en su seno, ahora irrumpirá,
transformado y reforzado en Giovanni Boccaccio, Juan Ruiz, Geoffrey
Chaucer, François Villon, en las postrimerías del medioevo.
Pero quisiera detenerme en un poeta de la importancia del propio Dante
Alighieri, y en una obra como la Commedia, que en los mismos inicios del siglo
XIV, sostiene un programa alegórico totalmente intencionado, como manifiesta
su autor en la famosa carta a Can Grande della Scala.
La más inteligente crítica de Dante -- desde las observaciones de Francesco
de Sanctis a los estudios de Erich Auerbach -- ha advertido cómo la alegoría,
en varias ocasiones, es traicionada por la significación propia que adquieren
las imágenes.
199
Son bien conocidas los perspicaces estudios de Francesco de Sanctis sobre
Francesca de Rímini, y el de Auerbach sobre Farinata degli Uberti, macizos
personajes del Inferno.(22)
Pero me gustaría reparar ahora en otro de los grandes personajes dantescos
que, a mi modo de ver, prueba la crisis del alegorismo en una obra que,
manifiestamente, quiere atenerse a él.
Me refiero a Brunetto Latini, el gran condenado del canto XV, a quien Dante
encuentra en el séptimo círculo, en el sitio destinado a los violentos contra la
naturaleza.
Brunetto Latini es un famoso humanista florentino, maestro de Dante y
embajador de su patria en Castilla hasta 1266, poeta y autor del Trésor,
enciclopedia filosófica que, como su título indica, prefirió escribir en francés.
En el Inferno, el condenado es la representación de su pecado, deviene la
imagen de su culpa: debe expresar icásticamente la abstracción de su falta.
Dante no sustrae a su maestro del castigo al que se hizo acreedor. En sus
primeras palabras a Dante, Brunetto le hace conocer el tormento al que está
sometido:
"Oh, figluiol", disse, "qual di questa greggia
S'arresta punto, giace poi cent'anni
Senz'arrostrasi quando il foco feggia.
Pero va oltres: io ti verró a'panni,
E poi riguigneró la mia masnada,
che va piangendo i suoi eterni danni".
200
("Hijo", repuso, "me hallo destinado
a no parar jamás, bajo condena
de cien años de fuego continuado.
Alargando un momento mi cadena,
yo seguiré, de tu sayal asido,
como quien llora su perpetua pena".(23)
Estos versos son, en el pasaje, la sola mención a la culpa de Brunetto Latini y,
como se ve, refieren al castigo y no a la culpa misma. Lo que emerge
enseguida es la curiosidad intelectual del personaje. Lo primero que pregunta
a Dante es
"Qual fortuna o destino
Anzi l'ultimo di quaggiu ti mena
E chi es questi chi mostra il cammino?
("¿Cómo, antes de tocar tu postrer día,
has podido llegar hasta esta arena?"
"¿Quién", dijo, "el ser que en ella así te guía?")
Y tras escuchar la respueta de Dante, se lanza, con toda su autoridad de
erudito y político florentino, a enjuiciar duramente a su pueblo:
Vecchia fama nel mundo li chiana orbi:
Gente avara, invidiosa e superba:
Dai lor costumi fa che tu ti forbi.
201
(Tradiciones del mundo muy famosas
de sórdido y soberbio le han tachado:
¡Guárdate de sus mañas envidiosas!)
Dante lo escucha, concediéndole la atención que merece un sabio y,
finalmente, sanciona, doctoral, el maestro Brunetto:
Bene ascolta chi la nota
(Bien has oído y bien has anotado.)
Dante le pide que le muestre a algunos de los que sufren castigo junto a él, y
Brunetto alude insolidariamente a ellos, como si él mismo no estuviera en el
grupo:
In somma, sappi che tutti fur cherci
E letterati grandi e di gran fama,
D'un medesmo peccato al mondo lerci.
(Todos chuparon del saber el seno
y fueron literatos de gran fama
que un mismo vicio revolcó en el cieno.)
Porque Brunetto no se siente igual a los demás. Conserva su jerarquía
espiritual. Y cuando ve acercarse a individuos indeseables, se despide de
Dante:
"Di piú direi: ma il venir e il sermone
202
Piú lungo esser non puó, pero chio veggio,
Lá, surger nuovo fummo dal sabbione.
Gente vien, con la quale esser non deggio;
Sieti recomandato il mío Tesoro,
Nel quale io vivo ancora, e piú non cheggio".
("Aquí concluyo, y baste de sermones:
quisiera ser más largo, mas ya veo
surgir del arenal más nubarrones.
Gente viene que no es de mi apareo:
te queda mi Tesoro encomendado:
aún vivo en él, y nada más deseo.")
Lo que surge de estos versos no es la encarnación alegórica del pecado de
sodomía, sino la entera imagen del sabio florentino, conciente de su jerarquía
intelectual, que confía su inmortalidad a la obra realizada. La intención
alegórica aquí, está enteramente velada, casi diría desaparecida por la misma
representación y su propio sentido significativo.
Ya después de Dante, la alegoría se está convirtiendo cada vez más en una
fórmula ineficaz, en un puro juego de abstracciones. Falta poco para que
Martín Lutero pueda escribir:
Los estudios alegóricos son obras de gentes
ociosas. ¿O creéis que me resultaría difícil
jugar con alegorías sobre cada cosa creada?
203
¿Quién es tan pobre de ingenio que no pueda
probar a hacer alegorías?(24)
Dos siglos después, desde la óptica realista y burguesa del doctor Samuel
Johnson, la alegoría es menos que un cadáver:
Preferiría haber visto el cadáver de cierto
perro que yo me sé, a toda la pintura
alegórica que puedan enseñarme en el mundo.(25)
NOTAS
(1) Véase, por ejemplo, el estudio de Jacques Le Goff:
Los intelectuales en la Edad Media, Buenos Aires,
EUDEBA, 1965.
(2) Joseph T. Shipley: Diccionario de literatura
mundial, Crítica- Formas-Técnicas, Barcelona,
Ediciones Destino, 1973, p. 36.
(3) Cf. Ernst Robert Curtius, ob. cit., p. t. I, p. 292.
204
(4) Nicolás Abbagnano: Historia de la filosofía, La
Habana, Instituto Cubano del Libro, 1967, t. I,
p. 214.
(5) Idem, p. 215.
(6) Johan Huizinga: El otoño de la Edad Media, Madrid,
Revista de Occidente, 1967, p. 318 y ss.
(7) Idem, pp. 319-320.
(8) Jean Molino, François Soublin et Joelle Tamine, loc.
cit., p. 13.
(9) Idem, 8.
(10) Ibidem.
(11) Johan Huizinga, op. cit., p. 322
(12) Cf. Pierre Fontanier: Les figures du discours, Paris,
Flammarion, 1968, p. 107.
(13) Gerard Genette: "Introduction" a Pierre Fontanier, ob.
205
cit., p. 5.
(14) Heinrich Lausberg: Manual de retórica literaria,
Madrid, Gredos, 1979, t. II, p. 283.
(15) Pierre Fontanier, ob. cit., p. 107.
(16) Tzvetan Todorov: "Problémes actuels de la recherche
rhetorique", en Le Français Moderne, Paris, num. 3,
juillet 1975, p. 197.
(17) Idem, p. 195.
(18) Gilbert Durand: La imaginación simbólica, Buenos
Aires, Amorrortu Editores, 1971, p. 12.
(19) Jorge Manrique: Coplas por la muerte de su padre, v.
121-126.
(20) Johan Huizinga, ob. cit., pp. 320-321.
(21) Idem, p. 332.
(22) Me refiero al tratamiento del personaje de Francesca
206
de Rímini en la clásica Historia de la literatura
italiana, de Francesco de Sanctis, y al ensayo de
Erich Auerbach "Farinata y Cavalcante", en su Mímesis,
México, Fondo de Cultura Económica, 1960.
(23) Esta cita y las siguientes provienen del "Canto XV"
del Inferno. Las versiones españolas son de Bartolomé
Mitre.
(24) Cf. Johan Huizinga, ob. cit., p. 332.
(25) Cf. René Wellek: Historia de la crítica moderna (1750-
1950), Madrid, Gredos, 1969, t. I, p. 98.
207
EL IMPERIO DE LA METÁFORA
Ya apuntaba, páginas atrás, el progreso del conocimiento del mundo que
acompaña al desarrollo de la producción capitalista, cuya creciente necesidad
de tecnificación impulsa el auge de la ciencia. Entre los siglos XVI y XVII se
constituyen las ciencias exactas. El saber rechaza el dogmatismo religioso y el
apriorismo. El humanismo desplaza a la teología. Su último refugio --
vergonzante -- será la metafísica del siglo XVII.
Copérnico enuncia la teoría heliocéntrica, que derrumba la imagen ptolomaica
del universo.
El desarrollo de la manufactura y el avance de la astronomía, imprescindible
en la época de los grandes descubrimientos y de la formación de los grandes
imperios transoceánicos, harán que la física mecánica conozca un desarrollo
excepcional, superior al de cualquiera otra ciencia.
La literatura será antropocéntrica y, consecuentemente, antialegórica. El
hombre y la naturaleza, colocados en un lugar subordinado en la literatura
208
medieval, ocuparán el espacio protagónico en la cultura renacentista. La
creación artística se propone aprehender la imagen del mundo real. Voy a
tratar de hacer ver cómo este entorno, propicia el dominio de la metáfora en el
período.
Lo primero que voy a destacar en ella es su brevedad, sobre todo si la
comparamos con las extensas construcciones tropológicas que la preceden en
dominio.
El mito enlaza lo fantástico y lo real en un lenguaje que acepta sin resistencia
esa perspectiva unitiva, porque responde a una conciencia mítica; la alegoría
es un encadenamiento de figuraciones destinadas a representar un
pensamiento. El dominio de la metáfora se produce porque se ha establecido
en el discurso la imagen de lo real. El lenguaje es capaz de ser resistente a la
impertinencia semántica que el tropo implica, en la medida en que actúa en un
contexto donde lo conceptual y lo icástico han diferenciado sus normas pero,
en virtud de la potencia imaginativa, la palabra es capaz de transformar la
lengua y hacer valer su sentido. (1)
Al señalar que la metáfora se funda en el parecido, Mirta Aguirre advierte que
ese acercamiento imaginativo que combina dos realidades diferentes, se
establece a partir de una cualidad común a ambas, generalmente, "aquella que
hiere los sentidos con mayor fuerza"(2), que se acentúa para convertir el
parecido en identidad.
Esta explicación sicológica es reafirmada por el acercamiento lingüístico.
Hjelmslev ha precisado que, del mismo modo que el significante puede
dividirse en unidades menores (los fonemas), puede ser fragmentado el
209
significado de una palabra. Por ejemplo, el significado lobo puede dividirse en
animal+ salvaje + feroz + cuadrúpedo + carnívoro, etc.
Si digo "ese hombre es un lobo", para destacar la ferocidad de un ser humano,
estoy realmente acentuando, subrayando uno de los componentes del
significado lobo, hasta que ocupe la identidad del hombre en cuestión.
Actúa así el mecanismo de "reducción" o "selección" semántica, que permite
validar el sentido de la expresión metafórica.(3) En virtud de esa relación
objetiva entre los significados enlazados, Jean Cohen llama a esta modalidad
de la impertinencia semántica, desviación de primer grado.(4)
Henryk Markiewicz ha enfatizado que, además del significado fundamental de
la palabra ("nuclear", en términos de A. J. Greimas), delimitado por los semas
constitutivos denotativos, existe el "significado ampliado" de la palabra: en su
composición intervienen asimismo semas periféricos y semas connotativos.(5)
Las intersecciones de unos u otros semas contribuyen a determinar eso que se
ha llamado vagamente "oscuridad" o "claridad" de la metáfora.
Estos son los ragos de la metáfora tal y como se manifiestan en el momento de
su irrupción como tropo dominante en la literatura moderna. Es esta la
modalidad metafórica que se emplea profusamente en la literatura europea
entre los siglos XVI y XVIII. Nunca se había usado así en la literatura medieval,
rica en símiles pero no en metáforas.
Si habíamos apuntado la escasez de metáforas en la literatura antigua, es
verificable esa misma pobreza en la del medioevo. Una revisión somera del
Mío Cid, La chanson de Roland y La Divina Comedia lo corrobora.
210
Aunque tengamos como buena la famosísima definición aristotélica que afirma
que una metáfora es una comparación a la que se le ha suprimido el "como"
(de la que proviene la idea de Quintiliano de "similitudo brevior"), me parece
obvio que esa supresión implica más que ella misma. Del uso del "como" a su
eliminación, media la distancia que existe entre la semejanza y la identidad.
El símil quiere tener en cuenta las diferencia entre las entidades que enlaza, y
se impone el límite del nexo comparativo; pero la metáfora es más eficaz, no
sólo en la vinculación de las similitudes, sino en su implícito llamado de la
captación de las desemejanzas, porque la violenta aproximación de dos
realidades distintas subaraya también sus diferencias.
La supresión del "como", además, desaparece el enlace sintagmático propio
del símil, y da vigencia a lo paradigmático: el término figurado se adhiere a
otro elemnto del discurso para constituír, "a lo sumo, un sintagma nominal"(6).
Según Markiewicz, estamos aquí ante la metáfora "confrontativa", pero no
menos importancia tiene la metáfora "evocativa", plenamente paradigmática,
porque el término propio está ausente. (7)
La metáfora prolifera en un período de la evolución del pensamiento en el que
se afianza el sensualismo.
Como dije un poco antes, es el nexo objetivo entre los componentes
significacionales enlazados por la metáfora, el que determina el carácter
primario de la desviación. Añadiré ahora que esa objetividad es verificable por
la sensoriedad: la cualidad común a las dos entidades relacionadas en el
tropo, es una cualidad sensorialmente perceptible.
211
La sensoriedad es, asimismo, el fundamento del conocimiento en la filosofía de
la época, de Bacon y Locke a los iluministas, como lo es también del desarrollo
de la física mecánica en el período.
Las propiedades mecánicas son las que actúan de manera más directa sobre
nuestros sentidos, y es coherente que esta fase de la evolución del
"entendimiento humano" -- para ponerlo en los términos de uno de sus
maestros --colocara esa disciplina en un sitio preponderante e incluso
extendiera sus explicaciones hacia otras esferas del saber.
El intento por explicarse el mundo desde una perspectiva totalizadora a partir
de la especulación deductiva o del apriorismo teológico desaparece en favor
de la inducción científica, de la particularización experimental. Comienzan a
distinguirse esferas de conocimientos específicos y conocimientos de
fenómenos específicos dentro de cada esfera. Están surgiendo las llamadas
ciencias exactas. Así ve el proceso Le Chatelier:
El deseo de abarcarlo todo de una vez hacía
que la ciencia se desarrollara al principio
con mucha lentitud /.../ La posibilidad de
cognición aumentó sensiblemente desde el
momento en que se logró separar los fenómenos
térmicos y eléctricos de los del movimiento,
cuando se empezó a estudiar cada uno de ellos
por separado, cuando se crearon ciencias puras
o abstractas en las cuales constantemente había
que hacer caso omiso de todas las propiedades
de la materia, excepción hecha de la que
constituía el objeto de estudio. (8)
212
Quisiera hacer ver como la imaginación poética sigue un camino semejante,
desarrollando así una peculiar homología con respecto al saber en general.
De los tropos totalizadores, centrados en un sostenido enlace sintagmático, se
pasa a la particularización metafórica. El poeta se acerca a un fenómeno que
tiene cualidades diversas, pero distingue una que absolutiza.
Esa cualidad -- en términos semánticos, un componente significacional -- que
deviene la base de la metáfora, es de índole sensorial.
Esa relación de la metáfora con su entorno gnoseológico, las incidencias de
este en las peculiaridades de aquella, han sido habitualmente pasadas por alto
en la abundante teorización sobre este tropo. Michel Le Guern, por ejemplo,
establece las motivaciones de la metáfora a partir de las bien conocidas
funciones del lenguaje, enunciadas por Jakobson. Desde su punto de vista,
son las funciones emotiva y conativa las decisivas en la conformación de la
metáfora, pues ella expresa un sentimiento que se desea compartir. Las
funciones referencial y metalingüística, esenciales desde la perspectiva
gnoseológica, resultan de escasa o nula importancia para Le Guern.(9)
Me parece también limitado el análisis de Molino, Soublin y Tamine que
culmina calificando como "neo-ornamental" esta metáfora clásica ya que ella
retoma las funciones que tenía entre los latinos, en especial, las que le
atribuye Cicerón.(10) Ello podría ser parcialmente válido en el ámbito del
clasicismo y el neoclasicismo franceses, pero no me parece extensible a toda
la literatura europea y, mucho menos, a la poesía americana.(11)
Por ello, me parece que con más propiedad podemos llamar metáfora sensorial
al tropo dominante en el período.
213
Escribe Garcilaso de la Vega:
¡Oh tela delicada,
antes de tiempo dada
a los agudos filos de la muerte!(12)
Es la fragilidad de la vida del hombre la que la convierte en esa tela delicada
quebrantada por la muerte, que tiene aquí "los filos" capaces de deshacer la
existencia.
Si existencia y muerte humanas rebasan con creces los límites de la
sensoriedad, hay componentes de sus significados -- la fragilidad y la
condición perecedera de la vida, la capacidad de herir que tiene la muerte --
que logran sus niveles de figuración sensorial en estas dos metáforas que
consigue Garcilaso. Se trata, como diría Cohen, de una desviación de primer
grado, pues la impertinencia se apoya en una analogía de orden sensorial. Es
el mismo proceder de Góngora en estos versos:
¡Oh claro honor del líquido elemento,
dulce arroyuelo de corriente plata!(13)
La brillante limpidez del agua es la cualidad que el poeta aísla y absolutiza,
para igualar agua y plata. Este es el inicio de un bien conocido soneto
gongorino:
214
Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido, el sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio al llano
mira tu blanca frente el lilio bello;
mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente marfil tu gentil cuello (14)
Estamos ante cinco intersecciones tropológicas, aunque sea la expresión
cabello / oro bruñido la única que configura en rigor una metáfora. Pero en
todos los casos nos encontramos ante particularizaciones de cualidades
específicas -- una en cada caso -- visualmente perceptibles.
Resulta sumamente interesante advertir cómo se altera la fórmula tradicional
del símil, portadora de una estricta comparación, para conseguir otras donde el
habitual "como" ha sido desplazado por nexos comparativos mucho más sutiles
que, de hecho, atenúan la comparación hasta casi desaparecerela, y
aproximan así el símil a la metáfora:
el sol compite en vano con tu cabello
tu frente mira con menosprecio al lilio
a tus labios siguen más ojos que al clavel
tu cuello triunfa del luciente marfil
Así, el símil se ha readaptado en el espacio del dominio metafórico, y aquí
volvemos a encontrarnos con lo que hemos llamado acumulación tropológica.
215
El primer terceto del soneto va a entregarnos los símiles ya transformados en
metáforas:
goza cuello, cabello, labio y frente
antes de lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente (15).
Ya no queda viso comparativo alguno: una cosas fueron, en la juventud de la
mujer, las otras.(16)
Si advertimos aquí las formas transicionales del símil a la metáfora y el
reajuste del símil en el momento del predominio metafórico, un proceso
semejante ocurre con la alegoría.
Hay una alta frecuencia de una metáfora extensa en los primeros poetas de la
tropología sensorial. Se trata del procedimiento que Pierre Fontanier había
llamado alegorismo, y que los teóricos franceses contemporáneos, tal vez los
que más lo han estudiado, han rebautizado como métaphore filée.
Los cabellos que vían
con gran desprecio al oro,
como a menor tesoro,
¿adónde están? ¿Adónde el blando pecho?
¿Dó la columna que el dorado techo
con presunción graciosa sostenía?(17)
216
Ya está presente, en las Églogas de Garcilaso, el nuevo modelo del símil al
que aludimos. Pero advirtamos cómo los dos últimos versos prolongan,
continúan el tropo enunciado en los dos primeros. Es la referencia inicial a los
cabellos dorados lo que permite luego aludir al cuello como columnas que
sostiene "el dorado techo". El término columna, en tanto que metáfora
evocativa, in absentia, establece un puro paradigma, pero él no sería posible
sin el sostenido enlace sintagmático que apoxima este tropo a la alegoría.
Pero reparemos en su sensualidad, tan diferente de la típica conceptualización
alegórica.
No es casual que Pierre Fontanier creara el término alegorismo para
designarlo. Es, en efecto, bajo la forma de metáfora continuada o alegorismo
que se produce la subsistencia de la alegoría en este período de la evolución
tropológica.
Por supuesto que ella pierde su condición de vehículo de la doctrina religiosa
pero, además, la conceptualización se atenúa en ella y se refuerza mucho la
significación autónoma del nivel figurado.
Cuando excepcionalmente se la pretende revivir -- v.gr., en la gran poesía
mística española del siglo XVI -- percibimos la alteración que ha sufrido su
funcionalidad.
Tengamos en cuenta ahora a San Juan de la Cruz y su obra lírica maestra, el
Cántico espiritual. Es significativo lo que ocurre cuando San Juan quiere volver
a la alegoría en el marco del contrarreformismo español, pero también en el
entorno de una tradición poética ricamente nutrida por el humanismo.
217
Cuando se lee el gran poema de San Juan y, seguidamente, la explicación que
el propio poeta hace del mismo, se advierte que los tiempos del dominio
alegórico han pasado inevitablemente..
Parece pobre el contenido que el autor atribuye al texto, sentimos que este lo
sobrepasa e incluso lo contradice, porque en él la imagen adquiere
constantemente una autonomía que lo disocia del significado doctrinal al que
el comentarista la remite. Una y otra vez, la lectura directa se impone a la
interpretación alegórica.
¿Será, acaso, que hacemos una lectura "culpable" del texto del poeta? ¿Será
que nos apoyamos en un nuevo contexto de lectura? Ello es posible, sin duda.
Pero no está demás tener en cuenta que los místicos alegorizaban ya
"culpablemente". Dámaso Alonso ha hecho ver cómo la mística española
diviniza toda una tradición de poesía amatoria firmemente arraigada en la
España del siglo XVI: "Lo más popularizado y sabido de esa poesía tradicional
se puede decir que fue sistemáticamente vuelto a lo divino".(18)
La perspectiva medievalizante enlaza así con el humanismo: la alegoría
mística implica ambas visiones y ello incide en su conformación.
Este choque de épocas -- que es también de visiones del mundo --, conduce al
maestro Carlos Bousoño a sostener lo que llama la "contemporaneidad"
tropológica del Cántico.(19) Cuando caracterice la siguiente etapa de la
evolución del tropo, podré evaluar, con más argumentos, la validez de esa
consideración.
El empleo de la alegoría en la poesía posterior se vuelve crecientemente libre.
El reforzamiento de la autonomía del nivel representativo se acentúa. Del
mismo modo, el poeta entrega, en su propio texto, la clave de interpretación,
218
sin confiar su decodificación a inexistentes hermeneutas o a alguna
explicación suplementaria. Escribe Juan Ramón Jiménez:
Vino, primero, pura,
vestida de inocencia;
y la amé como un niño.
Luego se fue vistiendo
de no sé qué ropajes;
y la fui odiando, sin saberlo.
Llegó a ser una reina
fastuosa de tesoros...
¡Qué iracundia de yel y sin sentido!
... Mas se fue desnudando.
Y yo le sonreía.
Se quedó con la túnica
de su inocencia antigua.
Creí de nuevo en ella.
Y se quitó la túnica
y apareció desnuda toda...
¡Oh pasión de mi vida, poesía
desnuda, mía para siempre!(20)
El texto es una alegoría sobre su propia evolución poética, que va desde su
becqueriana poesía de adolescencia, al modernismo y luego a la desnudez o a
lo que él mismo llamó "la transparencia". Pero Juan Ramón se encarga de fijar
la decodificación en los dos últimos versos del poema.
El vínculo entre alegoría y metáfora es todavía más complejo en un texto como
"Árbol de mi alma", de José Martí, cuyo título mismo actúa como metafórica
219
clave de la alegoría que es el poema. El texto se da como una extensa,
sintagmática concreción de ideas:
Como un ave que cruza el aire claro,
siento hacia mí venir tu pensamiento
y acá en mi corazón hacer su nido.
Ábrese el alma en flor; tiemblan sus ramas
como los frescos labios de un mancebo
en su primer abrazo a una hermosura.
Es tal el reforzamiento del significado del nivel de la representación, que esas
"ramas" tropológicas se convierten en término propio para un tropo de tropo,
como es el símil que concluye este fragmento. Pero es la extensa encarnación
del alma en el árbol la que constituye el tropo dominante en el poema:
De hojas secas, y polvo, y derruidas
ramas lo limpio; bruño con cuidado
cada hoja y los tallos; de las flores
los gusanos y el pétalo comido
separo; oreo el césped en contorno
y a recibirte, oh pájaro sin mancha,
apresto el corazón enajenado!(21)
No me parece necesario -- para mi propósito -- tratar en este capítulo otros
puntos de interés referentes a la metáfora, como son ciertas modificaciones de
la terminología tradicional con que se designa los dos planos de la
intersección metafórica -- propio/figurado --.
220
Por ejemplo, los propuestos por I.A. Richards -- tenor/vehicle-- (22) y por Ph.
Dubois -- operande/operé -- (23); o la idea de la metáfora como conexión entre
dos isotopías, formulada por A.J. Greimas y desarrollada por el grupo M.(24)
Hay un valor heurístico en estas denominaciones, pero su consideración nos
llevaría por el rumbo del estudio lógico de la metáfora y no del de su historia.
Se ha dicho que el tránsito productivo de la manufactura a la industria y su
repercusión en la ciencia conducen a un sistema armonioso de
conocimientos.(25) Creo que el conocer tropológico forma parte de ese
sistema.
221
NOTAS
(1) Cf. Jean Cohen, op. cit., pp. 113-114.
(2) Mirta Aguirre: "En torno a la expresión poética", en
Universidad de la Habana, num. 192, 1972, p. 9.
(3) Cf. Jean Cohen, op. cit., pp. 123-126. Numerosos
estudios sostienen un punto de vista semejante. Véase,
por ejemplo, Daniel Delás: "La grammaire generative
rencontre la figure. Lecture", en Langages, p. 67 y
ss.
(4) Idem, p. 126.
(5) Henryk Markiewicz: "Consideraciones sobre la semántica
y la construcción de la metáfora", en Ruck Literacki,
p. 248.
(6) Arpad Vigh: "Comparaison et similitude", en Le
Français Moderne, Paris, num. 3, juillet 1975, p.
231.
(7) Henryk Markiewicz, loc. cit., p. 250.
(8) Le Chatelier, op. cit., citado por M. I. Rosental,
op. cit., pp. 160-161.
(9) Cf. Michel Le Guern, op. cit., pp. 75-76.
(10) Cf. Jean Molino, François Soublin et Joelle Tamine,
loc. cit., p. 13.
222
(11) Véanse las observaciones de Goethe sobre el tropo
shakesperiano en Ernst Robert Curtius, op. cit., t. I, p. 245.
(12) Garcilaso de la Vega: Églogas, I, v. 260-262
(13) Luis de Góngora: soneto 220-1582, v. 1-2.
(14) Luis de Góngora: soneto 228-1582, v. 1-8.
(15) Idem, v. 9-11.
(16) Es interesante advertir las manifestaciones --aún
moderadas -- de esa transformación del símil en el
propio Garcilaso. Véase el soneto XXIII, en el que
aborda el mismo tópico del carpe diem, desarrollado
en el texto de Góngora.
(17) Garcilaso de la Vega: Églogas, I, v. 273-278.
(18) Dámaso Alonso: Poesía española. Ensayo de métodos y
límites estilísticos, Madrid, Gredos, 1962, p. 225.
(19) Carlos Bousoño: Teoría de la expresión poética,
Madrid, Gredos, 1970, t. I, pp. 280-302.
(20) Juan Ramón Jiménez: "Vino, primero, pura", en Eternidades.
(21) José Martí: "Árbol de mi alma", v. 1-6.
(22) I. A. Richards propone su terminología en su ya clásico The Philosophy of
Rethoric, de 1936. Véase una valoración crítica de J.J.A. Mocij:
"Tenor, vehicle and reference", en Poetics, Amsterdam, num. 2/3, august 1975,
p. 237 y ss.
(23) Ph. Dubois, loc. cit., p.203 y ss.
(24) J. Dubois, F. Edeline, J.M. Klikenberg y Ph. Minguet:
Rhetorique de la poésie, Paris, Editions Complexs, 1977.
223
(25) I. Andreiev: La ciencia y el pogreso social, Moscú,
Editorial Progreso, 1979, p. 186.
224
EL ABSOLUTO IMAGINATIVO*
Desde sus escritos de juventud, Marx se refirió al efecto enajenante que los
procesos consustanciales a la economía de mercado producen en el arte y la
poesía.
El mercado, en efecto, convierte todo valor en valor de cambio, expresado en
la mercancía de mercancías, el dinero. Más exactamente, cabría decir que el
mercado se desentiende de cualquier valor a excepción del valor de cambio.
Escribe Marx:
El valor de cambio aparece pimeramente como
una relación cuantitativa en la que los
valores de uso son intercambiables. En tal
relación esos valores constituyen una
magnitud idéntica de cambio. De este modo,
un volumen de Propercio y 8 onzas de rapé
pueden tener el mismo valor de cambio, a
pesar de los dispares valores del tabaco y
de la elegía. Considerado como valor de cambio,
un valor de uso vale exactamente tanto como
otro, con tal de que se presente en proporción
conveniente.(1)
La obra de arte no escapa a este proceso igualador, y no es casual que Marx
ilustre su afirmación tomando la poesía como ejemplo. Ella valdrá en razón de
225
su demanda, de su posibilidad de satisfacer un reclamo mercantil y ser
convertida en dinero.
Desaparecida la aristocracia, el artista y el escritor que habían vivido desde
siglos atrás al amparo del mecenazgo, tienen que producir para el mercado.
No se trata, por cierto, de suponer ideal la institución del mecenazgo; en cierto
sentido, la existencia del mercado afirmó la independencia del escritor, aunque
lo obligara a una creación de segunda categoría que era la que podía
costearle la vida. Baudelaire abordó ese drama en el soneto que tituló "La
musa venal":
Tú que amas los palacios, Musa del alma mía,
¿tendrás cuando haya Enero sus Bóreas desatado,
de las tardes nevosas en la negra acedía,
un tizón para calentar tus pies morados?
¿Reanimarás acaso tus hombros congelados
en los nocturnos rayos que filtran los maderos?
Si se encuentran tu estómago y tu bolsillo hueros,
¿cogerás oro de los espacios estrellados?
Debes, para poder ganarte tu pan diario,
agitar como niño de coro el incensario,
cantar muchos "Te Deum" en que tu fe no reza,
o saltimbanqui ayuno, exhibir tu destreza
y tus risas en llanto invisible empapadas,
para que se desfogue el vulgo en carcajadas.(2)
226
Aquí comienza una polarización que se extiende más allá del romanticismo, el
primer movimiento artístico-literario surgido plenamente en un mundo
tiranizado por el mercado.
Desde el romanticismo la relación "imaginación-pensamiento objetivo" se
trastrueca. El interés del artista se vuelca más y más hacia las potencias de la
imaginación.
Ya para los románticos el valor de la creación poética será inversamente
proporcional a la intervención de la conciencia en la misma. La chispa de la
creación será un estado de gracia, ajeno a los contenidos lógicos del
pensamiento. El énfasis se colocará sobre la capacidad transformadora de la
imaginación. La poesía tenderá a la plasmación desordenada de sentimientos
y emociones.
Esa exaltación de lo imaginativo frente a la realidad constituye también un
juicio sobre esta. Al caracterizar lo que él denomina "la pérdida de la realidad"
en el romanticismo, escribe Arnold Hauser:
La incompatibilidad de las aspiraciones personales del artista
con las exigencias de la sociedad /.../ aparece por primera vez en
la época romántica, de igual manera que toda la idea del arte
como compensación, indemnización y consuelo tiene sus orígenes
en la experiencia del arte romántico y posromántico. (3)
El héroe romántico por excelencia es un marginado -- pirata, suicida,
bandolero, ladrón, prostituta, poeta-- del orden y la ética dominantes, pero es
portador de una riqueza espiritual infinitamente mayor que la de los burgueses
que lo desprecian y/o condenan. Como si se dijera, que en un ámbito donde
227
todo se vende, los valores reales, inalienables, los exhiben los que están fuera
de las reglas del juego. Y esta exaltación del marginado lleva una cuota
suplementaria de irrealidad: los héroes románticos son mucho más paradigmas
que tipos, mucho más idealidades que síntesis de lo real.
Quiero hacer ahora algunas consideraciones sobre el romanticismo
hispanoamericano. Si vemos la economía de mercado como trasfondo del
romanticismo europeo, podríamos asimismo invalidar la existencia del
movimiento en una zona del mundo que no accede a esa fase del desarrollo
económico a la vez que Europa y Estados Unidos. Escribe Federico Álvarez:
El romanticismo hispanoamericano cabal /.../tenía
que surgir en Hispanoamérica muy tarde. Tabaré (1888)
nos brinda siempre el asombro de su hermosura tardía.
Y Enriquillo (1882) afirma en la misma década la vigencia
real del romanticismo hispanoamericano más auténtico,
expresión del desfasamiento social de Hispanoamérica. (4)
Por su parte, Carlos Rincón advierte un claro predominio en Latinoamérica,
hasta la cuarta década del siglo XIX, de la poética normativa neoclásica con
una sola excepción: la de los jóvenes románticos liberales argentinos, al
amparo del "inicio muy temprano de un nuevo tipo de proceso capitalista".(5)
Cabría aceptar que el romanticismo es un fenómeno tardío en los países
hispanoamericanos, en virtud de un también tardío desarrollo del capitalismo
en ellos, pero las posturas deterministas son a menudo burladas por la
complejidad del hecho cultural y por la autonomía de su dinámica. Valdría la
228
pena recordar que, en la propia Europa, la sentimentalidad y el sentido
compensatorio que irradia la literatura romántica aparecen -- en obras como
La nouvelle Heloise y Las desventuras del joven Werther --en el ámbito
histórico del régimen aristocrático y en el literario de la Ilustración.
Federico Álvarez no puede dejar de reconocer la presencia del romanticismo
en las que considera las figuras más sobresalientes de la literatura
hispanoamericana de la primera mitad del XIX, así sea sólo "como sumando
cultural, como aquilatamiento de lecturas".(6) Y me parece que Carlos Rincón
no valora suficientemente las visibles contradicciones que en la
Hispanoamérica de la primera mitad del XIX se manifiestan entre teoría y
praxis poéticas.
Pero tiene bastante sentido postular la década de 1880-1890 como el
momento de la plena inserción de Hispanoamérica en el ámbito de la
economía de mercado, como países subdesarrollados y dependientes. Es
visible la repercusión de este proceso en el modernismo, con su sometimiento
parcial de la fuerza del escritor al mercado, el divorcio entre "hombre público"
y "hombre de letras", y su particular recepción de la estética de l'art pour
l'art.(7)
Claro que no corresponde abordar aquí las especificidades de lo que cabría
llamar la sociología del escritor hispanoamericano, a partir de la vinculación de
nuestros países en el sistema capitalista mundial.(8)
En lo que corresponde a la esfera gnoseológica, no creo que puedan
establecerse diferencias sustanciales entre Europa y Estados Unidos de un
lado, e Hispanoamérica del otro, como no sea esa condición tardía de los
229
movimientos literarios (y sus consecuencias) en esta zona del mundo, en el
período que abarca del romanticismo a los ismos de entreguerras. Pero el
proceso desrealizador que se observa en la literatura de Europa, se manifiesta
también en nuestras letras, y ello afectará al tropo y a sus estructuras.
Molino, Soublin y Tamine advierten el cambio que se poduce en la historia de
la metáfora con el advenimiento del romanticismo, y extienden el alcance de
esa transformación hasta la actualidad. (9) Más adelante nos referiremos a la
validez de esta consideración y, sobre todo, a los complejos matices con que
habría que entenderla. Pero es obvio que las incidencias de la economía de
mercado en el arte y la poesía, no concluye sino apenas se inicia con el
romanticismo.
Charles Baudelaire, quien en un poema como L'albatros consigue a los
veintiún años acaso el último gran poema romántico, es una figura sustancial
de ese proceso.
Es él quien formula la idea del "paisaje mental". Escribe:
Todo el universo visible no es más que un almacén
de imágenes y de signos a los cuales la imaginación dará
un lugar y un valor relativos: es una especie de pasto
que la imaginación debe digerir y transformar. (10)
Adviértase el preciso sentido de esta afirmación. Nadie puede rechzar la idea -
- presente en todas las poéticas-- de que la imaginación "digiere y transforma"
los datos de la realidad. Lo específico aquí es que Baudelaire despoja a esos
230
datos de todo valor sustantivo: su valor, relacional, ha de serle conferido por la
imaginación misma.
La "tenebrosa y profunda unidad" que presenta Baudelaire en sus
Correspondances, ese estado del espìritu donde lo imposible se vuelve cierto,
conduce directamente a la "videncia" rimbaudiana, que implica la renuncia a
una lógica insuficiente -- "nuestra pálida razón nos oculta la verdad", afirma --,
la renuncia a la natural percepción de lo real para acceder así a una realidad
otra, que es la verdadera. El poeta, por ello, debe lograr "un largo, inmenso y
razonado desorden de todos los sentidos".(11) Ese proceso de desrealización
alcanzará una peculiar relevancia en las vanguardias.
En un aserto que mostraba su comprensión de la imaginación, Goethe había
aconsejado a los poetas: "Tened en cuenta la realidad, pero apoyad en ella un
solo pie". Glosando este consejo goethiano, escribe Juan Chabás:
Los jóvenes poetas de vanguardia parecían
advertir y decirse a sí mismos: ¡Cuidado!,
no apoyéis en ella ni siquiera la punta del
pie. Suprimidla. Seguían, más bien, la
consideración de Mallarmè: "Todo lo que
pueda ofrecérseme exteriormente, es
inferior a mi concepción y a mi trabajo
secreto".(12)
Por el camino que marcan Baudelaire y Rimbaud, y a partir de las Meditations
esthetiques de Guillaume Apollinaire, el chileno Vicente Huidobro formulará la
idea del poema creacionista, que propone la creación de un universo artístico
231
independiente del real. Escribe Huidobro en Non serviam, proclama del
creacionismo que edita en 1914:
No he de ser tu esclavo, Madre Natura, seré tu amo /.../
Yo tendré mis árboles, que no serán como los tuyos;
tendré mi cielo y mis estrellas. Y ya no podrás decirme:
ese árbol está mal, no me gusta ese cielo.(13)
En el Manifiesto surrealista, de 1924, Andrè Breton entenderá la creación
artística como expresión del subconciente, enteramente ajena a toda intención
moral o estética. Esto es, libre de toda voluntad conciente.
Salta a la vista el contrasentido que implica la formulación surrealista: ella
misma constituye un enunciado estético, es actividad conciente. Nunca fue
verdaderamente lograda la "escritura automática" sino que, deliberadamente,
los surrealistas procedieron a la aproximación de las más diversas entidades,
prescindiendo de los tradicionales vínculos de apoyatura sensorial. Así, hasta
que el crítico Pierre Guèguen llegue a afirmar: "La imagen no es más que la
forma mágica del principio de identidad".(14) Que era repetir, más
escandalosamente, lo que ya había dicho Paul Valèry: "todas las cosas
pueden sustituirse -- "todo es lo mismo" -- ya que lo propio del espíritu es
aproximar objetos y formas cualesquiera".(15)
Me parece necesario recordar aquí el carácter compensatorio de esa dilatada
negación de la realidad. Ella implicaba la persecución, en el ámbito del
espíritu, de una libertad inalcanzable en la realidad.
Existe una visible cercanía entre arte y filosofía en este complejo período.
232
Del mismo modo que el idealismo-- plenamente dominante en esta etapa --
absolutiza la fase conceptual de la cognición, el arte y la literatura
absolutizarán la fase transformadora de la actividad imaginativa.
Jean Freville señaló como el romanticismo alemán "toma a Fichte la
concepción de un universo exterior que es, no ya opuesto al yo, sino una
creación del yo soberano".
Y afirma seguidamente:
La identificación de la idea y lo real, la exaltación de la espiritualidad,
La inmersión en el inconciente, la comunión del alma individual con
el alma universal, trasponen al plano literario los postulados del
idealismo trascendental.(16)
Frente al sensualismo tropológico dominante entre los siglos XVI y XVIII,
asistimos ahora a una desensibilización del tropo, a una constante refutación
de la sensoriedad. "Si los sentidos aprueban totalmente la imagen, la matan en
el espíritu", afirma todavía moderadamente Pierre Reverdy. La proposición
surrealista -- en la palabra de Paul Eluard -- es extrema: "Hay que
desensibilizar el universo".(17)
La metáfora dominante en el período -- afectiva, la llamaremos, según Hans
Adank -- tiene una primera manifestación en la sinestesia.
La fusión de los datos de los sentidos emerge en el famoso soneto
"Correspondencias", de Baudelaire, y casi inmediatamente después reaparece
en las "Vocales", de Jean Arthur Rimbaud.
233
No me parece necesario insistir en las características de la sinestesia, pero me
parece necesario precisar sus diferencias con respecto a la metáfora sensorial.
Tiene razón Jean Cohen al afirmar que la sinestesia, más que una clase de
metáfora, es un grado de la metáfora.(18)
Ella produce una violentación de la sensoriedad natural que es un primer paso
en el camino hacia la refutación de toda sensoriedad.
La sinestesia pone en práctica un nuevo principio asociativo, que permitirá las
tremendas imágenes del Bateau ivre, de Rimbaud, los encuentros del
paraguas y la máquina de coser sobre la mesa de disección lautreamontiana,
hasta desembocar en las metáforas vanguardistas:
Un peu avant minuit pres du débarcadère
Si une femme echavalée te suit n'y prend pas garde.
C'est l'azur...
(Un poco antes de medianoche junto al
desembarcadero.
Si una mujer desmelenada te sigue no hagas caso.
Es el azul...)
Son versos de André Breton, pero también podríamos citar al Huidobro de
Ecuatorial, o al César Vallejo de Trilce:
Este cristal es pan no venido todavía.
234
Toda analogía objetiva se ha perdido irremediablemente. Los elementos que
conforman la combinación tropológica se enlazan con absoluta libertad, al
margen de cualquier apoyatura analógica.
Si, según Cohen, la metáfora es una forma de predicación, es necesario
admitir que la impertinencia semántica de ese predicado se ha intensificado
ostensiblemente. Ya no actúa la selección que facilita el enlace de los
componentes significacionales comunes, como era claro en la metáfora
sensorial, porque estos no existen.
Albert Henry había señalado que la metáfora es una superposición
metonímica, en la medida en que los componentes significacionales -- semas -
- guardan una relación de contigüidad con los significados que enlazan(19),
pero la metáfora afectiva no parece responder a este esquema. Afirma Jean
Cohen:
Hay que buscar la motivación de semejantes
metáforas, y está claro que, como no se la
puede hallar dentro del significado, no existe
otra posibilidad que buscarla fuera del mismo.(20)
La metáfora afectiva implica entonces una impertinencia semántica de
segundo grado.
Para Hans Adank, que es quién la denomina, este tropo "descansa en una
analogía de valor sugerida por nuestros sentimientos, por nuestra
subjetividad".(21) Lo objetivo se ha subordinado a lo subjetivo. El poeta se ha
convertido en demiurgo -- el poeta es un pequeño dios, escribe Vicente
235
Huidobro -- y se ha lanzado a la conformación de un universo otro, erigido
sobre la certidumbre del absoluto imaginativo.
Carlos Bousoño coincide con esta acepción de Adank para describir la que él
denomina imagen visionaria. Lo que me parece menos acertado es que nos
presente como imágenes visionarias los tropos del Cántico espiritual.
El autor de la Teoría de la expresión poética hace la exégesis de estas dos
estrofas del poema:
Mi amado, las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos.
La noche sosegada,
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora.(22)
Escribe: "He ahí, en cadena, una promoción increíble, dada su fecha, de
imágenes visionarias". Fundamenta así su interpretación:
el Amado (A) y las montañas no se parecen en nada objetivo,
aparentemente y de modo inmediato, ni en lo físico o moral,
por supuesto, ni en el valor. Pero el Amado produce en mí,
tal como puedo imaginármelo, una impresión de grandeza y de
poder sumos (Z) que, en lo humano, me producen también las
236
montañas. (23)
Yo sostenía, unas páginas atrás, que en el Cántico espiritual la lectura directa
se impone muchas veces sobre la interpretación doctrinaria. Pero creo que ello
no permite pasar por alto el fundamento de su construcción, si queremos
indagar en la tropología que despliega.
El maestro Bousoño no quiere tener en cuenta el código religioso que está en
la base de las metáforas de Juan de Yepes, la creencia de que Dios es su
creación, y tolera los predicados que la aluden. Si hubiera una “semántica
divina”, en ella "las montañas", como toda la creación, serían componentes del
significado Dios.
Hay, como vio Dámaso Alonso, un encuentro de perspectivas en la poesía
mística española, que colabora a crear esa "incongruencia" que es Juan de la
Cruz en el quinientos: de un lado, una poesía doctrinal que intenta revivir la
alegoría medieval; del otro, una insalvable contaminación con el enfoque de
una visión humanista, en una tradición poética que había tenido ya un maestro
como Garcilaso de la Vega.
Quisiera señalar que no es la metáfora afectiva (incluso entendida en su
evolución desde la sinestesia hasta la metáfora vanguardista) el único tropo
propio de este período. Creo que el símbolo ocupa un lugar de privilegio en él.
Creo necesario, al estudiar el símbolo, comenzar por encontrar una
significación válida desde nuestro enfoque.
237
Desechemos, inicialmente, esa comprensión al uso que identifica el símbolo
con el emblema, al que ya hemos aludido como una de las variantes de la
representación alegórica.
De todos modos, en ambos, nos encontramo exclusivamente ante el plano de
la representación: no hay referencia alguna al sentido propio. Pero mientras el
emblema responde a una codificación avalada por la tradición, y por ello
convencional, lo propio del símbolo es entregar una sugerencia inédita. Para
Lalande es "todo signo que evoque, por medio de una relación natural, algo
ausente o imposible de percibir".(24)
La imprecisión del significado -- como había visto Bousoño -- es inherente a la
representación simbólica.
Jung dice que es "la mejor representación posible de una cosa relativamente
desconocida, que por consiguiente no sería posible designar en primera
instancia de una manera más clara o característica".(25) Resume así Gilbert
Durand su definición de símbolo:
Signo que remite a un significado inefable e invisible,
y por eso debe encarnar concretamente esta adecuación
que se le evade, y hacerlo mediante el juego de las
redundancias míticas, rituales, iconográficas, que
corrigen y complementan inagotablemente la
inadecuación. (26)
No se aparta de estas definiciones Henryk Markiewicz cuando apunta:
En general, las creaciones simbólicas no
238
sugieren un significado definido con precisión,
sino sólo, por así decir, un abanico de significados
cercanos entre sí y que se superponen unos a otros, o
un sistema concéntrico de significados más estrechos
y más amplios que el perceptor debe hacer presente ante
sí, sin realizar una elección entre ellos.(27)
Imprecisión y multiplicidad significacionales son rasgos que separan a lo
simbólico de lo alegórico. El símbolo alude a otra cosa, pero no se agota en
esa correspondencia, como la alegoría. Por ello, afirma Godet:
El símbolo es una figura que vale no precisamente por sí misma,
pues entonces no sería símbolo de nada, sino mediante ella misma. (28)
Es posible desentrañar el significado simbólico. Con la condición, por cierto,
de que se tenga en cuenta ese modo de ser del símbolo, y no intente
convertirse la interpretación en decodificación alegórica.
Los símbolos pueden formar construcciones extensas, pero incluso cuando se
asocien, creando una suerte de campo semántico, no hay entre ellos enlaces
sintagmáticos estructurales: cada uno conserva su condición paradigmática.
Escribe Pablo Neruda:
Ven a mi alma vestida de blanco, con un ramo
de ensangrentadas rosas y copas de cenizas,
ven con una manzana y un caballo,
porque allí hay una sala oscura y un candelabro roto,
unas sillas torcidas que esperan el invierno,
y una paloma muerta, con un número.(29)
239
Estamos ante dos series de símbolos que remite, cada una de ellas, y cada
uno de los componentes por separado, a dos órdenes de valores.
SERIE 1 SERIE 2
VESTIDO BLANCO SALA OSCURA
ROSAS CANDELABRO ROTO
COPAS SILLAS TORCIDAS
MANZANA INVIERNO
CABALLO PALOMA MUERTA
El contexto del texto total del poema nos ayuda a identificar la primera serie
con la juventud, la vitalidad, la alegría de vivir, etc., que se atribuye a la joven
que es la destinataria interna del poema; la segunda serie implica cansancio
de vivir, agotamiento espiritual, vejez, hastío, que el sujeto lírico presenta como
sus propios atributos. Pero esa decodificación no nos permite la "traducción"
específica de cada símbolo porque, como tales, ellos carecen de significación
precisa. Su significado es genérico: se mueven en ese "abanico de
significados" a que aludía Markiewicz. La refrencia que formulan es a un
sentido de cosas, y no a cosas precisas.
240
Ello reafirma la idea de Gilbert Durand de que el "dominio predilecto del
simbolismo" es "lo no sensible en todas sus formas" (30), y establece el
esencial parentesco gnoseológico entre el símbolo y la metáfora afectiva,
desensibilizadora.
Páginas atrás aludí a un forma de mitificación creada por la "cultura de
masas". Ahora quisiera tratar otra forma de mitificación contemporánea que
tiene una significación estética muy otra. Y quiero tratarla a partir de quien es
acaso el más deslumbrante mitificador de la literatura contemporánea: Franz
Kafka.
Que elija la obra de Kafka, es empezar a admitir que el mito moderno se
manifiesta, preferentemente, en el ámbito de la ficción narrativa. El mito
primitivo y el antiguo se caracterizaban por su condición diegética, por su
extensión y por su estructura argumental. Es por ello coherente que sea la
narrativa la más capacitada para su absorción.
Pero, ¿por qué hablo de mito en Kafka? No es sólo por la presencia en sus
obras de elementos fantasiosos, sino por el sostenido enlace de esos motivos
con una plasmación casi doumental de la realidad. Ese contraste es, quizá, lo
primero que deslumbra al lector de Kafka.
Junto a la fantasmagórica acusación a José K., junto a la transformación de
Gregorio Samsa en insecto, encontramos la minuciosa y casi periodística
reprsentación de la vida del burócrata en la Praga del imperio austrohúngaro.
Esa unión sin transiciones de lo fantástico y lo real, en la que lo fantástico da
el tono; esa unión de la anécdota imposible con el detalle del entorno social en
el que se la ubica, es lo que permite hablar de mito en la narrativa kafkiana.
241
Además, porque esas asombrosas fantasías se constituyen en instrumentos de
intelección del mundo.
Hay en la angustia de Kafka una necesidad de volver a pensar, en verdad de
intuir -- ya que el absurdo real resiste, para la comprensión de Kafka, como
para la de Rimbaud, toda indagación racionalista -- el mundo y su sentido. No
cabe entonces otro acercamiento sino el mítico, simbólico, onírico, subjetivo.
Cuando este universo edificado a partir de esos principios intenta reducirse a
explicaciones demasiado específicas, estamos desconociendo su verdadera
naturaleza. El "abanico de significados" del símbolo se abre ante nosotros y,
como afirma Markiewicz,
el tribunal ante el que se halla el héroe de El proceso de Kafka, suele
ser interpretado como un valor positivo o negativo, en particular:
como juicio del personaje a sí mismo, como la realidad
político-social contemporánea, como instancia sobrenatural
ante la cual el hombre es responsable, etc.(31)
Todas esas sugerencias coexisten en la obra, en virtud de su condición
simbólica.
Pero además de esta incorporación de la dimensión simbólica, hay algo más
que separa a este mito del animista y del antiguo y, por supuesto, de la
mitificación degradada de la "cultura de masas", y es que no encontramos en
él una tranquilizadora solución de los agudos conflictos que expone. El
universo kafkiano puede merecer cualquier calificativo menos el de
tranquilizador. Ezequiel Martínez Estrada vio el fenómeno claramente:
242
Los personajes de Kafka se nos presentan como si
se movieran en un sueño, precisamente porque no
acaban de aceptar el orden convencional y monstruoso
de una realidad condicionada por la norma y la ley ficticias
/.../ El mundo de Kafka, en resumen, no es el de los restantes
seres humanos muy contentos de cualquier rutina que los
libere de la angustia y la responsabilidad de pensar. (32)
El mito kafkiano se ha cargado de la honda negatividad de la que se carga el
mejor arte contemporáneo, la mejor literatura de un mundo signado por la
economía de mercado. Esa perspectiva amarga, corrosiva, es también
cualidad del llamado realismo crítico pero, incuestionablemente, el peso de la
tropología es mucho menor en él.
La predilección por lo tropológico indica varias cosas. Una es el vínculo con la
poesía del período, que va a confiar en él como procedimiento central. Hubo
tendencias que pretendieron reducir la poesía al empleo del tropo. El
surrealista Louis Aragon pudo afirmar: "El vicio llamado surrealista es el uso
desconsiderado y pasional del estupefaciente imagen".(33) En el tropo se da
con fuerza subrayada la capacidad transformadora de la imaginación. Escribe
Gastón Bachelard:
El auténtico viaje de la imaginación es el viaje al país de lo
imaginario, al dominio mismo de este. No entendemos por
ello una de esas utopías que consiguen, de golpe, un paraíso
o un infierno, una Atlántida o una Tebaida. Nos interesaría el
trayecto y nos describen la estancia.(34)
243
Lo que importa es, pues, la movilidad imaginativa. Bachelard es terminante:
Percibir e imaginar son antitéticos como
presencia y ausencia. Imaginar es
ausentarse, es lanzarse hacia una nueva vida". (35)
Yo añadiría: pero esa ausencia permite penetrar en la comprensión de la vida
real.
Quisiera hacer ver que este período de la poesía es decisivo para la producir
una más honda aproximación al conocimiento de la realidad, para la formación
de un nuevo estadio del desarrollo de la tropología.
Es imaginable el agotamiento que experimentaba, ya a la altura del siglo XVIII,
la metáfora sensorial, que había sido el tropo dominante en la literatura
humanista de los siglos XVI y XVII. Es significativo como ya en el barroco
culterano la metáfora sensorial para llegar al límite de sus posibilidades de
aprehender lo sensorial.
En sus Soledades, Luis de Góngora escribe que la cascada de un arroyo es
una
cristalina mariposa/ -- no alada, sino undos--. (36)
Ya no es sólo una cualidad la que elige el poeta para fundar sobre ella la
analogía. O, en términos semánticos, el poeta no se apoya en uno solo de los
semas que integran el significado para efectuar la predicación metafórica.
244
Esta metáfora gongorina incluye la ya clásica referencia a la transparencia --
cristalina -- del agua, pero también la alusión a su despliegue aéreo --
mariposa --, aunque tenga ondas y no alas.
El gongorismo multiplica y complejiza los enlaces analógicos, que no pierden
por ello su apoyo en la sensoriedad. En esa exhuberancia analógica radica la
audacia de la metáfora culterana, que se obliga a una muy fuerte
concentración, aunque no podruzca una alteración esencial en los
fundamentos gnoseológicos del tropo.
De modo semejante actúa cierto barroquismo contemporáneo, tan importante
en la poesía de lengua española en las primeras décadas del siglo, casi
exactamente antes de la irrupción en nuestra poesía de la metáfora afectiva.
Cuando Federico García Lorca llama a la luna menguante ajo de agónica
plata, está produciendo una metáfora que consigue un triple enlace analógico
fundado, de manera simultánea, en la forma que asume la luna a nuestros
ojos, en la claridad de su luz y en el inminente fin de su ciclo.
El mexicano Ramón López Velarde escribe que los dientes de una mujer son
un senado de cumplidas minucias astronómicas, aludiendo concentradamente
a la disposición semicircular, al número y a la perfección de esos dientes, así
como a su brillo y tamaño, en virtud de esa identificación con pequeñísimos
astros.
En ejemplos como estos vemos como la metáfora sensorial llega,
magníficamente, al límite de sus posibilidades.A esta sobrecarga sensorial
seguirá la refutación de la sensoriedad que he referido.
Al señalar el cambio de perspectiva en el que se apoya la mutación del tropo a
partir del romanticismo, Molino, Soublin y Tamine afirman que, para un
245
romántico, "el espíritu no es una facultad pasiva de registrar los fenómenos, es
una actividad de creación"(37), lo cual revela que el rechazo de la tropología
sensorial es también el rechazo del modelo gnoseológico del materialismo
mecanicista que le es homólogo. Según Marx, es la pasividad contemplativa, el
concebir la realidad como objeto, "pero no como actividad sensorial humana",
rasgo definitorio y a la vez defecto del materialismo mecanicista.(38)
Del mismo modo que el sensualismo no puede agotar el conocimiento de lo
real, tampoco la metáfora sensorial puede apresar el cúmulo de relaciones
existentes entre los complejos y vastísimos fenómenos (materiales y
espirituales) que integran el mundo.
La metáfora afectiva y el símbolo rescatarán las posibilidades creadoras,
transformadoras de la imaginación y abrirán camino, con sus desaforadas
vinculaciones, a nuevas posibilidades de conocimiento. Ellos descubren, a
partir de esa hiperbolización de lo subjetivo y de su refutación de lo sensible,
intuiciones de la interconexión de los fenómenos y de su unidad más allá de su
diversidad.
Pierre Guéguen afirma que el libre acercamiento de la metáfora vanguardista
se basa en "la unidad del espíritu nuevamente encontrada en la multiplicidad
de la materia". (39) ¿Y no será, que ese poder unificador del espíritu se apoya
en la intuición de la real unidad del mundo en su diversidad?
Afirma Jean Cohen:
Es a Rimbaud, sin duda, a quien hay que atribuir
con las Illuminations – la responsabilidad del salto
decisivo por sobre la frontera que separa la razón y
246
la sinrazón.(40)
Ese salto es decisivo porque el arte tiene así la posibilidad de acceder a
aquellos dominios que están vedados a la razón y la ciencia. Rimbaud se
adueña de un territorio que corresponde por completo a la poesía, a la
imaginación artística. Señala el físico Pascual Jordán:
Con razón se ha señalado que también, por ejemplo,
una sonata de Mozart expresa algo que no puede traducirse
en proposiciones científicas pero por ello no padece
en su valor: las cosas son de modo que, además de lo enunciable
científicamente, existe también lo "expresable". (41)
Quisiera referirme ahora a la obra de un gran poeta cubano: José Lezama
Lima, ya reconocido como uno de los mayores poetas de su país cuando el
éxito mundial de su novela Paradiso, proyectó su obra a un nivel universal.
Pocos poetas, de cualquier tradición, han apoyado tanto su trabajo en la
metáfora como Lezama.
Lezama, como se sabe, fue el animador y la figura central del grupo Orígenes,
nucleado en torno a la revista del mismo nombre, que se publica en La Habana
entre 1944 y 1956.
Por su fecha de su nacimiento (1910), Lezama casi podría ser integrante de la
generación que desarrolla el vanguardismo en Cuba: nace dos años después
que Emilio Ballagas y sólo uno después que Raúl Roa y Félix Pita Rodríguez.
El propio Roa ha evocado la participación de Lezama en la manifestación que
en setiembre de 1930 inicia la lucha estudiantil cubana (y, más
247
específicamente, habanera) contra el régimen de Gerardo Machado. Él ha
considerado a Lezama como el más caracterizado talento literario de su
generación.
Pero aun cuando la participación cívica de Lezama lo una a la generación de
Brull, Florit, Guillén, su desempeño literario viene a producirse cuando ya está
declinando la fuerza renovadora de esa generación y está emergiendo otra
que tiene en él a su adelantado. Ya las revistas que funda y dirige antes de
Orígenes (Verbum, Espuela de plata, Nadie parecía) llevan la impronta de algo
diferente.
Pero no quisiera desechar demasiado rápidamente ese vínculo de Lezama con
la generación de la vanguardia.
Esa fue la promoción poética que, en el mundo, marcó el predominio del tropo,
la creación e imposición de la metáfora afectiva: es obra de la generación de
dadá, del surrealismo, de los ismos.
Habría que decir que el efecto de las grandes renovaciones de vanguardia es
bien moderado en Cuba, e incluso en todo el mundo hispánico. El único libro
cubano que podría considerarse dentro de la fase experimental del
vanguardismo es Surco, que en 1928 publica Manuel Navarro Luna. Hay textos
vanguardistas de Félix Pita Rodríguez esparcidos por revistas, que él
desechará o recogerá bien tardíamente en libro. La impronta del surrealismo
se deja sentir bien tarde en toda Hispanoamérica y, por supuesto, en Cuba. Su
huella es evidente en el peruano César Moro, en el mexicano Octavio Paz, en
los poetas del grupo La Mandrágora, en Chile. En Cuba, se ha considerado
que Cambiar la vida, que José Álvarez Baragaño edita en París en 1952, es el
primer libro ortodoxamente surrealista de nuestra literatura.
248
Pero antes de esa ortodoxia, está la gran heterodoxia de José Lezama Lima.
La de Lezama es poesía de las más diversas integraciones, como se ha
señalado. Góngora, Rimbaud, Mallarmé, Valéry, Juan Ramón, Rilke, Eliot,
Saint-John Perse, los surrealistas, nutren esa "avidez regia" que Cintio Vitier
ha visto en la poesía de Lezama.(42)
Como Borges con Berkeley, Lezama ha hecho una personalísima apropiación
del pensamiento de Gianbattista Vico: ha decidido recuperar los tiempos de la
pobreza de los hablares. O más bien, trocarlos en los de la opulencia de las
metáforas.
Lezama da el paso más allá de la metáfora afectiva, motivando su tránsito por
la conformación de un sistema en el que "sólo el poeta /.../ llega a ser causal, a
reducir por la metáfora, a materia comparativa la totalidad."(43)
Como en el mito estudiado por Vico, Lezama naturaliza el carácter suficiente
de la palabra poética, como si no existiera aún el pensamiento lógico, porque
para él, la poesía traza la imagen avanzada de la resurrección. Poeta católico,
Lezama Lima nutre su sistema con esas convicciones que producen un nuevo
estadio de la metáfora, o conducen, más exactamente, la metáfora afectiva al
extremo de sus posibilidades. El tropo no tiene por qué trasladar un sentido,
sino que el crea un sentido propio:
La poesía se hace visible, hipostasiada, en las eras imaginarias,
donde se vive en imagen, por anticipado en el espejo, la sustancia
de la resurreción. (43)
249
La metáfora ha dejado de ser la sierva de lo real para convertirse en el
tránsito "por una región hechizada". El tránsito de la palabra hacia la finalidad
es el poema: un fuego que significa porque "todo lo que se puede imaginar
gravita /.../ todo lo que se pueda imaginar tiene análogo".(44)
Pero quisiera hacer ver que, aun cuando se funde en un personalísimo sistema
poético y en una honda convicción religiosa, Lezama Lima es un hombre
también de su tiempo gnoseológico, que transita por esos caminos abiertos,
desde la última mitad del siglo XIX por Baudelaire, Rimbaud, los surrealistas y,
en general, la gran poesía contemporánea de vanguardia.
Lezama declara abolido el tradicional código de propio-figurado, vehículo-tenor
que, con todas sus posibles oscuridades, había dado un lenguaje descifrable a
la poesía. A mí modo de ver, conduce el absoluto imaginativo hasta casi sus
posibilidades finales.
Después de recorrer este camino, cabría la pregunta: ¿queda la razón,
entonces, fuera de la poesía?
Vienen a mi memoria, ahora, aquellos versos de Apollinaire, en sus
Calligrammes, en los que decía que los partidarios del orden no debían
reprochar a los que se lanzaban a la aventura, porque estos querían
conquistar vastos dominios para integrarlos al orden. Valdría la pena citarlos:
Je juge cette longue querelle de la tradition et de
l'invention
De l'Ordre et de l'Aventure
Soyez indulgents quand vous nous comparez
A ceux qui furent la perfection de l'ordre.
Nous qui quêtons partout l'aventure
250
Nous ne sommes pas vos enemis
Nous voulons vous donner de vastes et d'etranges domaines.
(Yo juzgo esa larga querella de la tradición y de la invención,
del Orden y de la Aventura.
Sed indulgentes cuando nos comparéis
A aquellos que quieren la perfección del orden.
Nosotros que preferimos siempre la aventura,
Nosotros no somos muestros enemigos;
Nosotros queremos regalarles extraños y vastos dominios.)
En realidad, el terreno de la sinrazón, de lo no conocido es inagotable, y será
siempre el dominio de lo artístico, o de lo "expresable", en palabras de Jordán.
Porque las cosas también son de modo que esas fronteras demasiado
estrictas, esas compartimentaciones, no existen prácticamente, al menos de
manera absoluta. El arte y la poesía son maneras de conocer, pero pienso que
la razón (acaso no la "palida razón" de que hablaba Rimbaud, sino una razón
renovada) tiene también su parte en la poesía de hoy, como vio Apollinaire.
251
NOTAS
(1) Carlos Marx: Contribución a la crítica de la economía política,
La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1975, p. 9
(2) Charles Baudelaire: La musa venal, traducción de Nidia Lamarque.
(3) Arnold Hauser: Introducción a la historia del arte, La Habana,
Instituto Cubano del Libro, 1969, p. 77
(4) Federico Álvarez: "¿Romanticismo en Hispanoamérica?", en Actas
del Tercer Congreso Internacional de Hispanistas, México,
El Colegio de México, 1970, p. 75
(5) Carlos Rincón, op., cit., p. 207
(6) Federico Álvarez, loc. cit., p. 75
(7) Carlos Rincón, op. cit., p. 206
(8) Véanse los importantes estudios de Roberto Fernández Retamar:
"Modernismo, noventiocho, subdesarrollo", en Para una teoría de
la literatura hispanoamericana; Angel Rama: Rubén Darío y el
modernismo (Circunstancias socio-económicas de un arte
americano); y Françoise Pérus: Literatura y sociedad
252
en AméricaLatina: el modernismo.
(9) Jean Molino, François Soublin et Joelle Tamine, loc. cit., p. 15
(10) Cf. Marcel Raymond: De Baudelaire al surrealismo, México, Fondo
de Cultura Económica, 1960, p. 17.
(11) Idem, p. 32.
(12) Juan Chabás: Literatura española contemporánea (1898-1950), La
Habana, Editorial Pueblo y Educación, 1974, p. 417.
(13) Vicente Huidobro: Poesía y prosa, Madrid, Aguilar, 1956, p. 35.
(14) Cf. Marcel Raymond, ob. cit., p. 245.
(15) Idem.
(16) Jean Freville: "La literatura y el arte en la obra de Marx y
Engels", en Carlos Marx y Federico Engels: Sobre la literatura y
el arte, La Habana, Editora Política, 1965, p. 418.
(17) Cf. Marcel Raymond, ob. cit., p. 245
(18) Jean Cohen, ob. cit., p. 127
(19) Albert Henry: Métaphore et métonymie, Paris, Editions Klinsieck,
1971, pp. 66-67
(20) Jean Cohen, ob. cit., p. 127
(21) Cf. Hans Adank: Essai sur les fondements psychologiques et
lingüistiques de la métaphore afective, Geneve, La Unión S. A.,
1939.
(22) San Juan de la Cruz: Cántico espiritual, v.
(23) Carlos Bousoño, ob. cit., t. I, p. 127
(24) Cf. Gilbert Durand, ob. cit., p. 13
(25) Ibidem, p. 17
253
(26) Gilbert Durand, ob. cit., p. 14
(27) Henryk Markiewicz: "Ideología y obra literaria", en Criterios,
La Habana, UNEAC, no. 4, 1979, p. 28
(28) Cf. Gilbert Durand, ob. cit., p. 15
(29) Pablo Neruda: "Oda con un lamento", v. 38-43.
(30) Gilbert Durand, ob. cit., p. 14
(31) Henryk Markiewicz, loc. cit., p. 29
(32) Ezequiel Martínez Estrada: En torno a Kafka y otros ensayos,
Barcelona, Editorial Seix Barral, 1966, p. 34
(33) Cf. Marcel Raymond, ob. cit., p. 243
(34) Gaston Bachelard: El aire y los sueños, México, Fondo de Cultura
Económica, 1958, p. 13
(35) Ibidem, p. 12
(36) Luis de Góngora: Soledades, II, v. 6-7
(37) Jean Molino, Françoise Soublin et Joelle Tamine, loc. cit., p.
15.
(38) Carlos Marx: "Tesis sobre Feuerbach", en Federico Engels:
Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, Moscú, Ediciones en
Lenguas Extranjeras, s/f. Apéndice, p. 105
(39) Cf. Marcel Raymond, ob. cit., p. 245
(40) Jean Cohen, ob. cit., p. 131
(41) Pascual Jordán: La física del siglo XX, México, Fondo de Cultura
Económica, 1963, pp. 145-146.
(42) José Lezama Lima: "Preludio a las eras imaginarias", en
Confluencias, La Habana, Letras Cubanas, 1988, p. 385.
254
(43) José Lezama Lima: "La dignidad de la poesía", en Confluencias,
La Habana, Letras Cubanas, 1988, p. 367.
255
¿NUEVA POESÍA?
Carlos Bousoño, al estudiar en su Teoría de la expresión poética las formas
tropológicas propias de la contemporaneidad, les atribuye un carácter
irracionalista.
Partiendo, obviamente, de la afirmación de Rimbaud que cité en el capítulo
anterior, la prolonga hasta signar con ella casi toda la poesía contemporánea.
Como he polemizado en varias ocasiones con el crítico y poeta español -- y
tendré que seguir haciéndolo --, quisiera señalar aquí que ese libro de
Bousoño que cito fue, allá por los años sesenta, fundamental para mi
formación. Entiéndanse las discrepancias que aquí se expresan, como parte
de mi admiración y, acaso, también como el placer que siente el discípulo al
discrepar de su maestro.
Ciertamente, he dicho que el terreno de lo desconocido, de aquello que la
razón no puede explicar, es y será siempre el ámbito de la poesía. El hallazgo
de Rimbaud y del momento que he llamado del "absoluto imaginativo", como
afirma Cohen, constituye "el conocimiento hecho conciente de una necesidad
interna de la poesía".(1) Pero creo que tiene sentido esa idea formulada por
256
Apollinaire, del poder de la aventura para regalar al orden "extraños y vastos
dominios".
Desde la década del treinta, la faceta experimental -- la que en propiedad
podría llamarse irracionalista -- de la vanguardia, ha desaparecido. La poesía
de los propios vanguardistas fluye en una pluralidad de tendencias, no siempre
precisas ni claramente delimitadas, diferenciadoras de lo que esa poesía había
sido en su momento inicial pero que, asimismo, implican este momento inicial.
Quisiera considerar ahora la presencia de lo tropológico en un poema de
Vicente Aleixandre, con el que Bousoño ejemplifica la presencia de la que
llama "imagen visionaria" y que, decía yo, podía equipararse a la metáfora
afectiva. Parmítaseme recordar un fragmento del poema "Cuerpo de amor",
perteneciente al libro Sombra del paraíso:
Volcado sobre ti,
volcado sobre tu imagen derramada bajo los altos
/ álamos inocentes,
tu desnudez se ofrece como un río escapando,
espuma dulce de tu cuerpo crujiente,
frío y fuego de amor que en tus brazos salpica.
Por eso, si acerco mi boca a tu corriente prodigiosa,
si miro tu azul soledad, donde un cielo aún me teme,
veo una nube que arrebata mis besos
y huye y clama mi nombre, y en mis brazos se esfuma.
Bousoño se detiene a explicar el tercero de los versos de este fragmento (tu
desnudez se ofrece como un río escapando) y lo comenta así:
257
La muchacha inmóvil no se identifica con un río"quieto",
sino, al revés, con un río "escapando". Lo que la imagen hubiese
tenido de tradicional de este modo se desvanece, incrementándose,
en cambio, su silueta visionaria. Porque el parecido que Aleixandre
percibe entre ese desnudo y el río reside en la impresión que ambos
seres le producen: una impresión de frescura, de algo que
metafóricamente llamaríamos musicalidad -- y cuyo implícito soporte
de tipo "irracional" sería, indudablemente, la naturalidad de las
dos criaturas /.../ Ello hace que el poeta se desinterese
del parecido físico, inmediatamente reconocible por la razón, para
aumentar, en cambio, la semejanza emocional entre las dos esferas
de la imagen, y por consiguiente, eso sí, como digo, la otra semejanza
objetiva entre ellas, que, por más remota, no llega a hacerse conciente
en la lectura y sólo se hallaimplícita, repito, en la emoción /.../ Es
afirmar lo mismo con otras palabras hablar, como hicimos más arriba,
del carácter "racionalista" de la imagen tradicional, y del "irracionalista"
de la imagen visionaria.
Pues, como acabamos de comprobar, la primera exige una intervención
raciocinadora que no exige la segunda. (2)
En verdad, el motivo de "la muchacha desnuda" es recurrente
en la poesía de Aleixandre, sobre todo desde Mundo a solas, que se escribe
entre 1934 y 1936, aunque se edita en 1950.
Como también es muy frecuente la comparación del desnudo con el río:
Sí. Tú extendida no imitas un río detenido,
no imitas un lago en cuyo fondo al cabo el cielo
258
descansa. (3)
A veces, parece exaltarse una energía que implica la fuerza de lo vivo, y que
puede resumirse en calor, sonido o gesto:
Extendido tu brazo que descansa en lo verde,
es fuerza, sí, quizás un calor o llamada.(4)
El enlace mujer-río se intensifica en Sombra del paraíso, tan importante en la
renovación de la poesía de España en la posguerra. Centra todo el poema que
Aleixandre titula "El río":
Tú, río hermoso que luego, más liviano que nunca
/ entre bosques felices,
corrías hacia valles no pisados por la planta
/del hombre.(5)
Como regresa en este libro -- unido al río -- el motivo del desnudo:
Desde el borde de ese río, con las ondas por medio,
veo tu dibujo preciso sobre un verde armonioso.
No es el desnudo como llama que agostara la hierba
o como brasa súbita que cenizas presagia
sino que quieta, derramada, fresquísima
eres tú primevera matinal que en un soplo
/llegaste. (6)
259
Inversamente a la que ocurre en "Cuerpo de amor", en este poema es el río
apacible lo que evoca el desnudo:
Un lecho de césped virgen recogido ha tu cuerpo
cuyos bordes descansan como un río aplacado.(7)
Es en este poema donde aparece el oxímoron ofrecerse-rehusarse, esa
entrega que es, simultáneamente, fuga:
Ah, musical muchacha que graciosamente ofrecida
te rehúsas allá en la orilla remota. (8)
Así, hasta el texto que comenta Bousoño y que he citado un poco antes.
La pasión que se recrea en esos versos tiene una carga ambivalente. Me
refiero, claro está, al sentimiento de la muchacha que es su eje protagónico.
Viven en ella aceptación y rechazo, amor y temor. Todo el texto esta
construido sobre esa contradicción.
"Cuerpo de amor" diseña dos campos semánticos o, si preferimos la
categoría de Greimas, dos isotopías o niveles de coherencia.
Podríamos atribuír a la primera el signo + (afirma la pasión) y considerar que la
integran las expresiones imagen derramada, ofrece, desnudez, dulce, cuerpo,
fuego, azul, cielo, besos, clama mi nombre; la otra serie es de signo - (niega la
pasión), y la integrarían expresiones como inocentes, escapando, frío, soledad,
teme, huye, se esfuma.
De hecho, esos lexemas devienen sememas, al ser regidos por los dos semas
contextuales (clasemas) que rigen las series.
260
Inocente, por ejemplo, puede significar infantil, puro, ignorante, no culpable
(ante la ley, ante dios, ante el mismo conocimiento, etc.) pero la acepción que
se actualiza en la serie es es la de "ignorancia del sexo", que funciona dentro
del clasema "negación de la pasión", uno de los polos sicológicos del
personaje diseñado por Aleixandre.
Advirtamos, además, que estos sememas se presentan, muchas veces, en
agudas tensiones. El segundo verso del fragmento puede ilustrar esto.
La fuerza pasional -- carnal -- de su primera sección (volcado sobre tu imagen
derramada) se enfrenta semánticamente a la casta sobriedad de la segunda
(bajo los altos álamos inocentes). El poeta ha resaltado esa oposición
mediante uno de esos típicos procedimientos de la "poesía de la gramática"
señalados por Jakobson: las dos secciones que expresan la antítesis se
corresponden en la medida versal. Cada una de ellas es introducida por una
preposición en ablativo las que, tampoco por casualidad, son opuestas en su
sentido. Esa tensión de significado y construcción se mantiene en todo el
fragmento del poema: en el amor se juntan frío y fuego; la triste soledad es, sin
embargo, azul; el poderoso cielo, teme; así hasta el polisíndeton de opuestos
sucesivos de los versos finales.
¿Cuál es, entonces, el sentido de esa entrega-rechazo que manifiesta el amor
de esta muchacha aleixandrina? Otros momentos del poema lo explicitan más:
se trata de la primera entrega, del temeroso descubrimiento del amor. En
hermosos versos, Fernández Retamar se ha referido a la mezcla de susto y de
ternura/ con que una muchacha pone por primera vez la cabeza / sobre un
pecho querido. Creo que son estos sentimientos encontrados y concurrentes
los que devela el texto de Aleixandre. Y ahora creo que estamos en mejores
261
condiciones de explicar en detalle el verso que comenta Carlos Bousoño y que
es parte muy importante de la sostenida construcción paradojal del poema.
Río como predicado de desnudez, revela uno de los componentes
significacionales de esta: su condición de hecho natural. Aunque el enlace no
se apoya en la apariencia, en modo alguno podría hablarse de un proceder
irracionalista. Hay una proximidad esencial entre ambos elementos. Sin
embargo, la impertinencia semántica se intensifica por el oxímoron se ofrece -
escapando y nos lleva a la aprehensión de un nuevo significado: el pudor y el
temor que acompañan ese ofrecimiento. No se recibe sólo el acto, sino
también su significación sicológica. No es pura facticidad, sino que el hecho de
presenta hondamente vinculado a la complejidad espiritual de la mujer que lo
realiza. Accedemos, así, a un nuevo nivel de lo esencial.
El pensamiento humano es capaz de profundizar desde la apariencia hasta la
esencia, y de un nivel esencial más primario a uno más complejo. La poesía,
creo, es también una forma de pensar.
Quisiera abordar ahora otro ejemplo de lo que podríamos llamar una tropología
de esencias y que, a mi modo de ver, sobrepasa el momento irracionalista que
describe Bousoño.
Quiero detenerme en un texto poético que habría que colocar no dentro de la
poesía amatoria, no dentro del neorromanticismo que desarrolla Aleixandre,
sino dentro de una poesía de vocación social, y de las más altas que se han
escrito en nuestra lengua. Voy a transcribir el poema que lleva el número IV en
España, aparta de mi este cáliz, el libro que César Vallejo entrega en 1937 a
las prensas de la república española.
262
Los mendigos pelean por España
mendigando en París, en Roma, en Praga,
y refrendando así, con mano gótica, rogante,
los pies de los Apóstoles, en Londres,
en New York, en Méjico.
Los pordioseros luchan suplicando infernalmente
a Dios por Santander,
la lid en que ya nadie es derrotado.
Al sentimiento antiguo
danse, encarnízanse en llorar plomo social
al pie del indivíduo,
y atacan a gemidos, los mendigos,
matando con tan sólo ser mendigos.
Ruegos de infantería
en que el alma ruega del metal para arriba
y ruega la ira, más acá de la pólvora iracunda.
Tácitos escuadrones que disparan
con cadencia mortal, su mansedumbre,
desde un umbral, desde sí mismos, ¡ay! desde
sí mismos.
Potenciales guerreros
sin calcetines al calzar el trueno,
satánicos, numéricos,
arrastrando sus títulos de fuerza,
migaja al cinto,
fusil doble calibre: sangre y sangre.
¡El poeta saluda al sufrimiento armado!
263
La combinación de elementos opuestos que comienza a rondar desde el
mismo inicio del poema -- los mendigos pelean,//los pordioseros luchan
suplicando -- alcanza un punto muy alto en los versos que concluyen la
primera sección del texto: y atacan a gemidos, los mendigos/ matando
con tan sólo ser mendigos. Christine Brooke-Rose ha clasificado los
diversos modos a través de los cuales se produce el enlace metafórico
en el seno de una frase. Según ella, las modalidades más frecuentes
son la producida por el verbo ser, la construcción en aposición, y la que
utiliza la preposición de.(9) No es ninguna de estas la modalidad
predicativa que emplea Vallejo, que usa tropológicamente un verbo y
uno de sus complementos. Es obvio que no exite analogía aparencial
entre el desvalimiento del mendigo y la calidad agresiva que implica el
atacar. ¿Es esta, entonces, una metáfora afectiva, una imagen
visionaria, en términos del maestro Bousoño? Si rechazamos esta
posibilidad, tendríamos que probar que uno de los nexos posibles de
mendicidad es, precisamente, fuerza, porque en el nivel aparencial, e
incluso en un nivel esencial primario, tales términos no sólo no se
relacionan, sino se oponen. La "referencia" (para usar el término de I.A.
Richards) del tropo vallejiano está justamente ahí: en su comprensión
del significado de la mendicidad en el tramado de la vida social. Para
Vallejo, la mendicidad corrobora la injusticia esencial del modo de
organizar la vida que la propicia y, en esa misma medida, el
desvalimiento del mendigo deviene su contrario: actúa como un arma
contra el orden que es, también, el enemigo de la revolución popular
que el pueblo español está desarrollando en medio de la guerra. Vallejo
264
parte de su mucho más compleja percepción del fenómeno
"mendicidad", de un acercamiento a su esencia, y a partir de ahí efectúa
el enlace metafórico. Resulta interesante cómo este enlace desdeña
las clásicas modalidades sintácticas apuntadas por Brooke-Rose.
Aunque no puede atribuirse una específica morfología para cada una de
las manifestaciones históricas de la metáfora, podríamos afirmar que
esta metáfora de esencia abunda en el empleo de modalidades de
predicación que no son las habituales en la metáfora sensorial, en
función de las diferencias gnoseológicas que hay entre ambas. La
metáfora de esencia refuerza eso que Mirta Aguirre llamó "sintaxis
figurada"(10), y que desde la perspectiva lingüística, implica una
acentuación de las relaciones paradigmáticas. No me cansaré de
advertir que cuando hablo de sensoriedad o condición esencial para
señalar variantes históricas del tropo, no estoy más que acentuando un
predominio porque ya Pierre Fontanier se refiere a una metáfora moral,
por oposición a una metáfora física.
Hay por lo menos otro momento en la poesía anterior de lengua española en el
que se advierte un uso significativo de la metáfora de esencia, aunque esta
nunca hubiera conocido la hondura y la proliferación de que es objeto en la
contemporaneidad. Y acaso nos ayude a precisarlo con más claridad, el
detenernos en el gran antecedente del conceptismo.
Lo específico de la tropología conceptista es también su carácter esencial.
Alexander A. Parker nos dice que lo distintivo de la metáfora conceptista es su
rechazo del enlace sensorial, aparencial, "el haber un abismo entre los
265
términos de la comparación, el cual se pretende salvar por medio del
ingenio".(11) Esta es su diferencia con respecto a la que el propio Parker llama
la "metáfora normal"; esto es, la metáfora sensorial ampliamente dominante en
los Siglos de Oro. Y ya Baltasar Gracián veía que ese "artificio conceptuoso"
provenía del difícil enlace de dos extremos, por lo cual creía que era la
paradoja la máxima muestra de ingenio.(12)
No hay poeta que insista más que Francisco de Quevedo en la oposición
existente entre lo aparencial y lo que él llama "el examen interior y verdadero".
Es un motivo persistente en su obra. Y para expresar esa contradicción, el
lenguaje quevedesco se eleva hasta cimas no alcanzadas por ninguno de los
líricos de la lengua.
Esa contradicción es, para Quevedo, un halazgo decepcionante, por lo que
ella proclama de la realidad misma. Es "desengaño". Pareciera que Quevedo
ha topado con ciertas leyes elementales que no puede, desde su conciencia y
su emoción, aceptar. Ha reparado en el desarrollo y en la muerte, ha reparado
en la movilidad, en la realidad de que, todo lo que es, perecerá. Ha visto, como
asomándose a un abismo, que las cosas son y no son, porque la apariencia no
es realidad:
¿Miras ese gigante corpulento
que con soberbia y gravedad camina?
Pues por de dentro es trapos y fajina
y un ganapán le sirve de cimiento.(13)
Por ello, y porque las cosas están, constantemente, dejando de ser:
266
¡Cómo de entre mis manos te resbalas!
¡Oh, cómo te deslizas, edad mía!
Y otra vez:
Hoy se está yendo sin parar un punto.
O en una sinestesia conceptista:
No sentí resbalar, mudos, los años.
Se diría la visión de un hombre que ha mudado en razón la fe, pero que no
halla en la razón respuestas a las interrogantes que ella misma formula.La
razón lo hace ver, con espanto, el porvenir de su España. Quiere preservar la
confianza en su dios, pero la razón le indica, como a Pascal, que "Dios se
esconde", que él no está en las cosas del mundo.
Quevedo advierte el desarrollo, pero sólo alcanza a verlo como decadencia,
como "aviso de la muerte"; el movimiento temporal, únicamente como
acabamiento.
En la contradicción apariencia-realidad, fenómeno-esencia, advierte sólo el
carácter excluyente de los contrarios, pero no su interrelación, su
condicionamiento mutuo.
Es el corrobar lo ínfimo del tiempo concedido al hombre si se contrasta con su
sed de eternidad, lo que le permite escribir ese terceto extraordinario:
En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja y he quedado
presentes sucesiones de difunto.(14)
267
Como es el hallazgo de la contradicción esencia-fenómeno, el fundamento de
sus tremendos oxímoron:
Tales son las grandezas aparentes
de la vana ilusión de los tiranos:
fantásticas escorias eminentes.(15)
El conceptismo y la poesía contemporánea coinciden en ese profuso empleo
del oxímoron y la paradoja, utilizados con calidad tropológica.Ellos integran,
como todo el quehacer metafórico, elementos diversos. Pero su especificidad
radica en que, en ellos, esos elementos no son sólo diversos, sino opuestos.
Es la unidad de lo antitético lo que el procedimiento acentúa, como en estos
versos de César Vallejo que analizaremos más hondamente más adelante::
Jamás tanto cariño doloroso,
jamás tan cerca arremetió lo lejos,
jamás el fuego nunca
jugó mejor su rol de frío muerto.(16)
Estos son bien conocidos versos de César Vallejo, pero cabría citar a Miguel
Hernández, a Nicolás Guillén, a Pablo Neruda, a Juan Gelman.
En su poema "¿Para quién escribo?", Vicente Aleixandre expresa
paradójicamente su concepto de la poética, que es acercarse a la que
considera la responsabilidad social del escritor:
268
Para los que no me leen sobre todo escribo (17).
En el poema que lleva el número IV en España, aparta de mí este cáliz, se
produce una construcción paradójica tan intensa y consistente como la que
Aleixandre desarrolla en "Cuerpo de amor". Todo el texto se sostiene sobre la
oposición mendigar-atacar: ruegos de infanteria; tácitos escuadrones que
disparan, / en cadencia mortal, su mansedumbre; migaja al cinto. En todos los
casos se repite la misma oposición superada que se entrega así como unidad
contradictoria: de un lado, toda la pasividad, todo el desvalimiento -- ruegos,
mansesumbre, migaja, llorar--; del otro, agresividad y fuerza-- encarnízanse,
plomo, infantería, escuadrones que disparan, al cinto--. Así, hasta la
espléndida culminación: ¡El poeta saluda al sufrimiento armado!
La paradoja y el oxímoron, tanto en el conceptismo como en la poesía
contemporánea, es un procedimiento que apresa el carácter contradictorio de
la realidad, y contribuye el develamiento de lo esencial en los fenómenos, pero
cada época insufla un sentido diferente a los procedimientos.
Mientras para el poeta contemporáneo la esencia y el fenómeno se
contradicen, pero también se condicionan mutuamente, el racionalista
Quevedo se eleva del fenómeno a la esencia y persiste en esa dirección, hasta
perder de vista la riqueza de lo fenoménico, cuyo permanente asedio, es lo
que permite arribar a una esencia más honda.
Lo que advertía César Vallejo en el texto al que aludíamos, es que el
fenómeno está en oposición con respecto a la esencia, pero también en
relación unitaria con ella; que la oculta, pero también la revela. Descubre que
269
la debilidad del mendigo es su fuerza, que sin una no existe la otra y que
ambas se niegan y se afirman a la vez, a la vez que se relacionan -- y porque
se relacionan -- con otras series de fenómenos.Porque advierte la
interconexión de los fenómenos, porque aborda la realidad como proceso,
arriba a una esencia más honda.
Es casi superfluo decir que esto nada resta a las excelencias de Quevedo,
poeta grande, si los hay. La mayor hondura de Vallejo es gnoseológica, porque
desarrolla el estudio de los fenómenos y procesos como sistemas, como
conjuntos cuyos elementos se encuentran en relaciones de conexión e
interdependencia.
El conceptismo es una superación del sensualismo por la vía racionalista, pero
no escapa a una visión fragmentada en la comprensión del mundo, mientras la
poesía contemporánea opera a partir de la idea de concatenación fenómenica,
propia del saber de nuestro tiempo.
Existe un antiquísimo procedimiento -- significativamente, retomado con
calidad nueva por la poesía contemporánea -- que parece estrechamente
relacionado con el problema de la unidad del mundo al que, lógicamente, el
hombre ha dado diferentes respuestas a lo largo de su historia.
En su bien conocido estudio "La enumeración caótica en la poesía
moderna"(18), Leo Spitzer recorre diversos momentos históricos en el empleo
de la enumeración y nos entrega algunas conclusiones irreprochables. Es
exacta, por ejemplo, su visión de la llamada enumeración panegírica, propia de
la poesía religiosa monoteísta.
Cabría citar, al respecto, largas tiradas del Antiguo Testamento y, dentro de él,
ciertos Salmos. O versículos del Evangelio según San Juan, pero podríamos
270
remitirnos asimismo, a los versos del Cántico espiritual, de San Juan de la
Cruz, que comentábamos en páginas anteriores.
Los elementos disímiles, "los nombres del mundo", se unifican allí por la
convicción de que Dios está en su creación. Es la omnipresencia divina la que
hace una la diversidad del mundo, como decíamos.
Es la perspectiva que retoma -- enfocando un mundo apasionadamente
contemporáneo -- la obra del sacerdote y poeta nicaragüense Ernesto
Cardenal:
Alabad al Señor meteoritos
y órbitas elípticas de los cometas
y planetas artificiales
Alabad al Señor
atmósfera y estratósfera
rayos X y ondas hertzianas.
Alabad al Señor
átomos y moléculas
protones y electrones
protozoarios y radiolarios
Alabad al Señor
cetáceos y submarinos atómicos.(19)
Pero esta capacidad conjuntiva, esta aproximación de lo diverso, se manifiesta
también en estadios que preceden gnoseológicamente al del pleno desarrollo
del pensamiento religioso. Jorge Zalamea cita algún ejemplo de magia verbal -
- como este texto irlandés del siglo III-- en el que el hombre se reviste "de
271
todos los atributos del poder para enfrentar así cualquier maleficio que pudiera
venirle de los elementos naturales o de los hombres mismos":
soy el mugir del mar;
soy el buey de los siete combates;
soy ave de presa en el farallón;
soy rayo de sol;
soy navegante diestro;
soy jabalí cruel;
soy lago en la llanura.(20)
Magia y religión monoteísta aportan, cada uno, una visión unitaria del universo
que se convierte en la apoyatura gnoseológica de la enumeración.
Al referirse al tratamiento de la enumeración en la obra de Quevedo, afirma
Spitzer:
El desengaño total despoja a las cosas de su importancia
y de sus relaciones, las hace intercambiables, fragmentarias
y caóticas y dispone sus nombres en una ristra de sonidos
arbitrarios/.../ el orden divino ha abandonado este mundo y
sólo reina lejos de las cosas y sus nombres. (21)
Quevedo está en las antípodas de la enumeración panegírica porque es su
contrapartida, su negación. Es justamente la ausencia de Dios lo que hace
unitario (y también absurdo) el mundo:
272
La vida empieza en lágrimas y caca,
luego viene la mu, con mama y coco,
síguense las viruelas, baba y moco
y luego llega el trompo y la matraca.(22)
"Pronuncia con sus nombres los trastos y miserias de la vida", titula el autor el
soneto que inicia este cuarteto. Y la misma expresión trastos, es igualadora de
los diversos elementos para despojarlos de cualquier significado de
importancia.
Es claro que el proceso unificador resulta aquí menos intenso que en las
enumeraciones mágica y panegírica. Quevedo se encarga -- dede el título -- en
particularizar el concreto proceso que la enumeración ilustra: se trata del
decurso de la vida humana y no de la totalidad del mundo. En plena
correspondencia con el desarrollo cognoscitivo de su momento, Quevedo
delimita el fenómeno que aborda.
En cualquier caso, la poesía no vuelve a sentir semejante intensidad
enumerativa, hasta el siglo XIX. Copio, seguidamente, un fragmento de un
poema de Walt Whitman ("A woman waits for me") que cita Spitzer:
Sex contains all, bodies, souls,
Meanings, proofs, purities, delicacies, results,
promulgations,
Songs, commands, health, pride, the maternal mistery,
the seminal milk
All hopes, benefactions, bestowals, all the passions,
loves, beauties, delights of the earth.
These are contained in sex as parts of itself and
273
justifications of itself.
(El sexo lo contiene todo, cuerpos, almas,
Significados, pruebas, purezas, ternuras,
resultados, promulgaciones,
Cantos, órdenes, salud, orgullo, el misterio materno,
la leche seminal,
Todas las esperanzas, favores, dádivas, todas
las pasiones, amores, bellezas, delicias de
la tierra,
Están contenidos en el sexo, como partes suyas
y justificaciones suyas.)(23)
Los marxistas se han referido a la importancia del avance de las ciencias
naturales en el siglo XIX. Afirma Engels al respecto:
Si hasta fines del siglo pasado las Ciencias
Naturales fueron predominantemente ciencias
colectoras, ciencias de objetos hechos, en
nuestro siglo son ya ciencias esencialmente
ordenadoras, ciencias que estudian los procesos,
el origen y el desarrollo de estos objetos y la concatenación
que hace de estos procesos naturales un gran todo.(24)
Ese proceso no deja de sentirse en la filosofía del siglo XIX. Así caracteriza
José Martí el pensamiento de Ralph Waldo Emerson, acaso el pensador que
más poderosamente influya en Whitman:
274
Emerson no discute: establece. Lo que le enseña la naturaleza,
le parece preferible a lo que le enseña el hombre. Para él un
árbol sabe más que un libro; y una estrella enseña más que una
universidad /.../ Para él no hay cirios como los astros, ni altares
como los montes, ni predicadores como las noches palpitantes
y profundas.(25)
Naturaleza es la palabra clave para Emerson, como lo es también para Walt
Whitman. Escribe sobre él Martí:
Mide las religiones sin ira; pero cree que la
religión perfecta está en la Naturaleza.(26)
emplea su arte, que oculta por entero,
en reproducir los elementos de su cuadro con
el mismo desorden con que los observó en la
naturaleza.(27)
Los versos de Whitman desbordan naturaleza e instinto. Reparemos en que, la
propia democracia, es para el poeta Whitman un hecho "natural": una suerte
de encarnación del orden de la naturaleza al nivel de la sociedad.
Con honda perspicacia, Martí percibe -- en la última de sus observaciones
sobre Whitman que citaba -- el fundamento mismo de la enumeración en el
poeta de Leaves of Grass. La naturaleza es la gran unificadora, es ella la que
aproxima lo diverso. El esquema de la enumeración panegírica -- en su obra,
de clara ascendencia bíblica -- sirve a un poderoso panteísmo, optimista,
curiosamente próximo a la religión del amor feuerbachiana.
275
Spitzer relaciona el origen de la enumeración whitmaniana, con el auge de la
civilización urbana, desarrollada en los Estados Unidos por la plenitud del
capitalismo, y asocia la acumulación de elementos diversos con el surgimiento
de las departament stores, justamente por los mismos años en que se escribe
Hojas de hierba.(28) Pero esta única aproximación no explica el signo positivo
de la enumeración whitmaniana, agudamente contrastante con la alienada
desesperación que exhibe el procedimiento en Rimabud o, más acá, en el
Pablo Neruda de Residencia en la tierra:
Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos, con furia,
con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia;
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias. (29)
En este Neruda, las cosas del mundo se vuelven contra el hombre, se cargan
de un hondo sentido opresivo:
Tienen existencia los trajes, color, forma, designio,
y profundo lugar en nuestros mitos, demasiado lugar,
demasiados muebles y demasiadas habitaciones hay en
el mundo,
y mi cuerpo vive entre y bajo tantas cosas abatido,
con un pensamiento fijo de esclavitud
y de cadenas (30).
276
Neruda parece asumir la fenomenología existencialista, que ve el mundo como
facticidad y contingencia.
Como en Quevedo, tropezamos con un principio conjuntivo de signo negativo:
las cosas son unitarias en su sinsentido.
Pero lo que establece ese principio en los versos de Neruda no es el
desengaño del barroco Quevedo, sino la reducción de todo valor -- incluídos
los espirituales -- a valor de cambio. Ese proceso degradante explica la
condición "ajena" del mundo.
Si observáramos el uso de la enumeración en el Neruda marxista -- el Neruda
de Canto general, por ejemplo-- saltará a la vista un cambio de signo:
No quiero que vuelva la sangre
a empapar el pan, los frijoles,
la música: quiero que venga
conmigo el minero, la niña,
el abogado, el marinero,
el fabricante de muñecas,
que entremos al cine y salgamos
a beber el vino más rojo.(31)
Los términos que conforman aquí la primera enumeración (el pan, los frijoles,
la música), obviamente están en lugar de algo que no se nombra. ¿Cómo se
unifican? Me parece claro que aluden a una totalidad: el mundo como ámbito
vivible, como espacio propicio a la existencia humana. Del mismo modo que los
277
personajes que integran la segunda enumeración, significan a la humanidad
convocable para la preservación de la paz, desde la perspectiva de Neruda.
Quisiera hacer notar el carácter armónico de estas enumeraciones. Más que
de enumeración caótica, cabría hablar aquí de enumeración cósmica, porque
los elementos que las constituyen armonizan en su diversidad.
¿Es este un procedimiento tropológico?
De entrada, es obvio que esta modalidad enumerativa está aludiendo a algo
más allá del sentido de sus componentes. O, tal vez sea más exacto, a tarvés
de esos componentes. Spitzer citaba este ejemplo de Pedro Salinas:
Lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.(32)
Todo, escribe Salinas. Todo lo que uno tiene o simplemente desea. Todo lo
que lo pueda atar a uno. Las pocas entidades que se nombran, precisamente
por las distancias que guardan las unas de las otras, pueden hacer aparecer la
idea del todo.
Creo que estamos ante una forma peculiar y magnificada de sinécdoque. La
serie enumerativa está en lugar del universo del que es parte. Aisladamente,
ninguno de sus elementos puede significar el todo. Juntos pueden
representarlo, figurarlo.
278
Valdría la pena trascribir el siguiente texto de César Vallejo:
La paz, la vispa, el taco, las vertientes,
el muerto, los decílitros, el búho,
los lugares, la tiña, los sarcófagos, el vaso,
las morenas, el desconocimiento, la olla,
el monaguillo,
las gotas, el olvido,
la potestad, los primos, los arcángeles, la aguja,
los párrocos, el ébano, el desaire,
la parte, el tipo, el estupor, el alma...
Dúctil, azafranado, externo, nítido,
portátil, viejo, trece, ensangrentado,
fotografiadas, listas, tumefactas,
conexas, largas, encintadas, pérfidas...
Ardiendo, comparando,
viviendo, enfureciéndose,
golpeando, analizando, oyendo, estremeciéndose,
muriendo, sosteniéndose, situándose, llorando...
Después, estos, aquí,
después, encima,
quizás, mientras, detrás, tanto, tan nunca,
debajo, acaso, lejos,
siempre, aquello, mañana, cuanto,
cuanto!...
279
Lo horrible, lo suntuario, lo lentísimo,
lo augusto, lo infructuoso,
lo aciago, lo crispado, lo mojado, lo fatal,
lo todo, lo purísimo, lo lébrego,
lo acerbo, lo satánico, lo táctil, lo profundo...(33)
¿A qué alude esta desbordada, casi monstruosa enumeración?
Uno está inicialmente tentado de compararla con la "Receta para hacer
Soledades", de Quevedo, porque ambos tienen estructuras semejantes. Pero
los dos primeros versos del texto de Quevedo -- Quien quisiera ser culto en
sólo un día/ la jeri - aprenderá - gonza siguiente -- establecen sin dejar dudas
el sentido de la enumeración. Vallejo, a la inversa, no nos ha entregado clave
alguna. Ha dispuesto cinco series enumerativas, cada una de ellas homogénea
desde el punto de vista gramatical: artículo y sustantivo componen todos los
enunciados que integran la primera; adejetivos, la segunda; verbos en
gerundio, la tercera; adverbios y pronombres, la cuarta; sustantivos neutros, la
quinta. Pareciera, además, que cada serie estuviera incompleta, que
continuara en virtud del asíndeton y de los puntos suspensivos finales en cada
una de ellas.
Pero Vallejo incluso ha acentuado el efecto de acumulación que el poema
trasmite, mediante esa sola y eficaz reiteración del cuánto, que se vuelve
exclamativo, al final de la cuarta serie. Creo que ese es el momento climático
del poema pues emerge en él la subjetividad, maravillada y abrumada por el
280
infinito de objetos, relaciones, conceptos, sentimientos. Como para subrayar
esa noción de infinito, prosigue, implacable, el proceso enumerador.
La totalidad, la realidad concatenada, infinita en sus transiciones y
contradicciones -- tal como los comprende la perspectiva dialéctica que era la
del autor -- es, creo, el sentido de este poema de Vallejo. Es como si se
reintegrara al mundo esa unidad que Pierre Guéguen veía como sólo posible
en el espíritu. Y aquí hay apenas un matiz, que acaso justifique aquellos
versos de Apollinaire sobre la aventura y el orden que hemos citado. Estas
cosas, ¿están en la realidad, o en la comprensión del espíritu del poeta que
las rescata?
Esa diferencia, esa distancia, acaso sea la poesía.
Quisiera subrayar -- aunque lo haya dicho en alguna ocasión -- que este
esquema de la relación del tropo con el conocimiento ampliamente entendido,
no implica la voluntad de catequizar a los poetas en una determinada
cosmovisión. Pero tengo la certeza de que los modos de conocer de una
época, irradian e influyen mucho más allá de la conciente asunción teórica de
unos principios específicos, tal y como los formulan sus filósofos.
Por cierto que esa asunción puede darse y de hecho se da en ciertos poetas.
César Valejo, por ejemplo, advierte el carácter transformador y revolucionario
del pensamiento dialéctico. Tras comentar cómo la dialéctica hegeliana, al
decir de Marx, pudo convertirse en "moda alemana", en la medida en que
justificaba el orden existente, escribe Vallejo, acaso atendiendo a la convulsa
situación política que vive el mundo en la década del treinta:
281
Bajo su forma racional, la dialéctica a los ojos de la
burguesía y de sus profesores, no es más que escándalo
y horror, porque, al lado de la comprensión positiva
de lo que existe, ella engloba, a la vez, la comprensión
de la negación y de la ruina necesaria del estado de
cosas existente. La dialéctica concibe cada forma en el
flujo del movimiento, es decir, en su aspecto transitorio.
Ella no se inclina ante nada y es, por esencia,
crítica y revolucionaria.(34)
Pero valdría la pena considerar el trabajo de otro gran poeta contemporáneo
de Hispanoamérica y el mundo, el argentino Jorge Luis Borges.
Lo traigo aquí no sólo porque es uno de mis escritores tutelares, no sólo
porque marca impresionantes desarrollos en la literatura de la
contemporaneidad desde los años de la vanguardia, a los que sobrevive. Lo
traigo aquí, también, porque Borges -- quien escribiera en su juventud un
"Canto maximalista" --- esto es, bolchevique ---, que luego decidió olvidar,
tiene una evolución política casi antitética a la de Vallejo, junto al que fundó,
allá por los años veinte del pasado siglo,, la nueva poesía de la lengua. Pero
no quiero, no necesito valorar aquí al Borges ideólogo, que también ha tenido
sus transformaciones y complejidades en el curso de su larga vida.
Lo que me interesa es indagar cómo participa la tropología borgiana en la
contemporaneidad, cómo se une en una común perspectiva a sus compañeros
282
de época, aunque pareciera estar tan distante de los comunistas Vallejo y
Neruda.
Borges no convirtió sus textos en portadores ideológicos ni mucho menos
políticos. Sus temas poéticos son, recurrentemente, el fluir temporal, la
literatura misma y sus juegos, y siempre, una y otra vez, las experiencias y las
comprensiones de las experiencias del propio Borges.
Hay en sus poemas un motivo que regresa: el de los “dones", esos datos,
hechos, experiencias (vividas o leídas) que integran su individualidad:
Estrellas, pan, bibliotecas orientales y
occidentales,
naipes, tableros de ajedrez, galerías,
claraboyas y sótanos,
un cuerpo humano para andar por la tierra,
uñas que crecen en la noche, en la muerte,
sombra que olvida, atareados espejos que
multiplican,
declives de la música, la más dócil de las formas
del tiempo,
fronteras del Brasil y del Uruguay, caballos
y mañanas,
una pesa de bronce y un ejemplar de la Saga
de Grettir. (35)
Prosigue todavía la enumeración. Y el procedimiento se hace -- como he
dicho, y como puede fácilmente corroborarse -- reiterado en la poesía de
Borges.
283
En "Elogio de la sombra", el texto que titula un poemario que aparece en 1969,
reaparece con fuerza:
Del Sur, del Este, del Oeste, del Norte
convergen los caminos que me han traído
a mi secreto centro.
Esos caminos fueron ecos y pasos,
mujeres, hombres, agonías, resurrecciones,
días y noches,
entresueños y sueños,
cada ínfimo instante del ayer
y de los ayeres del mundo.
La firme espada del danés y la luna del persa,
los actos de los muertos,
el compartido amor, las palabras,
Emerson y la nieve y tantas cosas. (36)
La efectividad literaria moderna, el sentido de lo contemporáneo, surge aquí de
esa concatenación de fenómenos sin vínculos aparenciales. La gigantesca --
tan mínima y sutil, sin embargo -- diferencia estriba en que, lo que Vallejo o
Neruda ven en la realidad, Borges lo traslada a su subjetividad. ¿Y las cosas
de la poesía no están, verdaderamente, en el espíritu del poeta? Puede ser
esta -- de hecho, muchas veces lo es -- una subjetividad casi solipsista.
Cuando el sujeto no percibe las transformaciones del ser, estas no ocurren:
Buenos Aires,
que antes se desgarraba en arrabales
hacia la llanura incesante,
ha vuelto a ser la Recoleta, el Retiro,
284
las borrosas calles del Once
y las precarias casas viejas
que aún llamamos el Sur. (37)
Pareciera ser el añejo esquema idealista de Berkeley (a quien tanto leyó y
admiró Borges) pero no es sino su metaforización. Borges lo ha dejado escrito
(como dando un desgarrón al juego imaginativo y prolongándolo de otra
manera) al final de su "Nueva refutación del tiempo":
Negar la sucesión temporal, negar el yo, negar
el universo astronómico, son desesperaciones
aparentes y consuelos secretos. Nuestro destino
(a diferencia del infierno de Swedenborg y del
infierno de la mitología tibetana) no es
espantoso por irreal; es espantoso porque es
irreversible y de hierro. El tiempo es la
sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un
río que me arrebata, pero yo soy el río; es un
tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es
un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. El
mundo, desgraciadamente, es real; yo,
desgraciadamente, soy Borges. (38)
Borges sabe que esa perspectiva que el saber conceptual puede rechazar, no
tiene negación si la poesía la naturaliza, la hace permisible, vraisembable.
De algún modo, el yo que Borges diseña en muchos de sus textos, es un yo
dialéctico. Magnificado, hipertrofiado, ha adquirido los valores y los
285
significados del mundo, es tan contradictorio y diverso como él, porque puede
unificarse y hallarse a la vez en una incesante transformación, que es la del
tiempo.
La enumeración conduce a la consideración de algunos problemas capitales
de la tropología contemporánea. Unas páginas atrás la describíamos como
sinécdoque magnificada pero, como he tratado de hacer ver, su alcance va
bastante más allá de la pura relación de contigüidad. Lo dominante en ella es
una peculiar modalidad de coordinación.
La enumeració es entonces una forma tropológica que desborda ciertos
esquemas al uso del tropo, porque en términos semánticos no constituye una
forma de predicación, sino de coordinación.
Todo discurso es una coordinación de frases y oraciones. Y la coordinación
supone una coherencia, que Jean Cohen ve satisfecha al máximo en el
discurso científico:
En el pensamiento científico se halla ciertamente
la coherencia del pensamiento/.../ Cada una de las
oraciones conduce normalmente a la siguiente, y
cuando faltan las transiciones se debe a que son
evidentes y a que el autor supone con razón que
sus lectores son capaces de restablecerlas.(39)
Pero esta valoración sincrónica se muestra insuficiente, y Cohen se ve
precisado a considerar históricamente el problema, cuando advierte que la
poesía de los clásicos franceses es "un acabado modelo coherente". Es la
poesía moderna la que quiebra esa coherencia, es ella la que introduce un tipo
286
de desviación coordinativa que Cohen llama inconsecuencia: esto es, la
coordinación de dos ideas que no guardan, aparentemente, ninguna relación
lógica entre sí.(40)
Adviértase que la enumeración implica una inconsecuencia coordinativa pero
al nivel intraoracional, casi siempre. Escribe Fayad Jamís:
Soy un privilegiado de este tiempo, crecí bajo la luz,
violenta de mi tierra, nadie me obligó a andar
a cuatro patas, y cuando me preguntan mi nombre
un rayo parte la sombra de una guásima.(41)
Una oración conduce a otra que resulta una desviación de sentido, una
inconsecuencia. El procedimiento es característico de la poesía
contemporánea. Más que citar ejemplos de su uso, habría que buscar poetas
de nuestro siglo que ni se hayan valido de él, con mayor o menor frecuencia.
Escribe Roque Dalton:
Era la época en que yo juraba
que la Coca-Cola uruguaya era mejor que la Coca-Cola chilena
y que la nacionalidad era un cólera llameante.(42)
Y Roberto Fernández Retamar:
El oído se inclina sobre el pecho del pueblo
y distingue en el estruendo una voz, y (aunque triste)
sigue feliz calle arriba
sabiendo que esta es sin duda nuestra Revolución,
287
mientras allá se deshojan unas ramas, atruenan
los gorriones, arde un fuego,
alguien baja silbando, se desbarata
el ronco mar. (43)
La desviación coordinativa es evidente. Roque Dalton enlaza dos reflexiones
que son, aparantemente, imposibles de relacionar; Fernández Retamar se
desplaza, de la reflexión personal y política, a una súbita, inesperada pintura
del ambiente, como en esos viejos filmes en los que, tras una escena de amor,
la cámara se desplazaba a tomar unos árboles estremecidos por el viento.
Tiene razón Jean Cohen cuando ubica los orígenes de la inconsecuencia en el
romanticismo:
Fue a partir del romanticismo cuando la gran poesía empezó
a hacer uso de la inconsecuencia como procedimiento sistemático.
Ya Valéry lo observó: "El romanticismo se ha decidido a abolir
su propia esclavitud. La esencia del romanticismo consiste en la
supresión de la continuidad de las ideas".(44)
Y comenta Cohen:
Pero la continuidad en las ideas no es esclavitud propia,
sino sumisión a la razón universal. A partir del momento
en que a las ideas les falta el encadenamiento se califica
al espíritu de irrazonable/.../ La razón es, ante todo,
consecuencia, y este es el motivo por el que los clásicos
no se atrevieron nunca a hacer uso de la inconsecuencia.(45)
288
A mi modo de ver, Cohen define muy apresuradamente como "razón
universal", al pensamiento rectilíneo diseñado por el cartesianismo. Es la
apoyatura en una perspectiva gnoseológica -- el trasfondo cognoscitivo
domiante en su época -- la que determina la continuidad de las ideas de los
clásicos. Y, ciertamente, es el agotamiento de esa visión y el consecuente
auge del irracionalismo filosófico, lo que da el entorno gnoseológico del
roamnticismo, del simbolismo, de la poesía de vanguardia. Son estos poetas
los que introducen la inconsecuencia de modo sistemático en la práctica
literaria.
Sólo otorgándole al racionalismo cartesiano una transtemporal condición de
"razón universal", cabría considerar "irrazonable" en la poesía contemporánea
lo que muchas veces es un acercamiento a la multilateralidad de los
fenómenos y a su interconexión.
En todos los ejemplos que hemos citado, puede encontrarse una aproximación
esencial, más allá de lo aparente, por encima del encadenamiento rectilíneo.
Una suerte de coherencia contextual que supera la desviación coordinativa.
En los versos de Fayad Jamís, es visible la proximidad esencial de la oración
final (la aparentemente inconsecuente) al texto que ella culmina: rayo es el
correlato de luz violenta, de nadie me obligó: connota las mismas
significaciones de poder y fuerza; como guásima es el correlato -- en la medida
de que es su atributo natural -- de mi tierra. La coordinación, imposible por el
encadenamiento racionalista, se establece a partir de ciertos componentes de
significación.
289
En el texto de Roque Dalton, la trivialidad de la primera afirmación -- la
superioridad de la Coca-Cola uruguaya sobre le chilena -- introduce una
perspectiva irónica que produce una lectura enteramente condicionada de la
segunda, banaliza su aparente trascendencia. La coordinación es aquí,
también, una forma de predicación.
La inesperada irrupción del ambiente en el texto de Fernández Retamar,
múltiple, diversa en sus componentes, introduce la idea de vida que transcurre,
la vida que para el poeta informa el hecho social que es la revolución. La
coordinación inserta un marco inmensamente vivo, que quiere ser la metáfora
de la revolución misma.
Lejos de ser instrumento del irracionalismo, la aparencial inconsecuencia
conduce aquí a una coherencia esencial.
La desviación coordinativa puede darse incluso in absentia, como en el verso
de Vicente Aleixandre que inicia su poema "Mano entregada":
Pero otro día toco tu mano.
Nada menos que una adversativa como primer verso de un poema. ¿Qué
contradice ese pero? ¿Qué coordina? La inconsecuencia se establece en
virtud de ese solo, eficacísimo recurso, grávido de sentido. Nos está diciendo
que hay un universo referencial que precede al texto que leemos, relaciona a
este con un mundo que el poeta ha dejado al margen, pero al que convoca, al
que hace irradiar sobre el poema en virtud de este único elemento conjuntivo.
290
Me parece importante señalar que algunos teóricos actuales de la tropología,
como Michel Deguy, advierten que "la proximidad esencial" de las cosas
conduce a una generalización de la figura, y que debe avanzarse, en el
estudio del tropo, hacia la noción de metaforicidad, hacia la idea de lo
metafórico, dentro de lo cual la metáfora misma no sería sino una de las
variantes posibles.(46)
Creo que algunas de las modalidades tropológicas a las que he hecho
referencia en las páginas anteriores, cabrían dentro de esta noción de
diseminación y diversificación del sentido figurado.
No quisiera concluír estas consideraciones sobre la tropología contemporánea,
sin referirme a una manifestación del mito, peculiarmente propia de la
contemporaneidad y, en específico, de la contemporaneidad latinoamericana.
Me refiero a la tendencia que suele llamarse realismo mágico.
En un interesante estudio, el profesor Alexis Márquez, arroja luz sobre los
orígenes del término, al parecer empleado por primera vez en un ensayo sobre
la pintura expresionista del crítico alemán Fran Roh.
Como señala Márquez,
el concepto se fue extendiendo a la literatura,
y en la actualidad se emplea casi exclusivamente
dentro de esta /.../ Pero al pasar a la literatura,
el mismo cambia semánticamente, de tal suerte
que hoy, bajo el rubro de realismo mágico,
conocemos un tipo de expresión literaria que muy
poco tiene que ver, al menos directamente, con lo
291
que en su tiempo Franz Roh bautizó con ese nombre.(47)
El término, como es notorio, ha sido profusamente empleado al abordar la obra
de ciertos autores de la nueva novela latinoamericana, en especial Miguel
Ángel Asturias y Gabriel García Márquez.
El estudio de Alexis Márquez al que he hecho referencia, es parte de un
estudio sobre la novelística de Alejo Carpentier, tiene como propósito central
establecer las diferencias entre surrealismo, realismo mágico, y la noción de lo
real maravilloso, esencial en la poética del gran novelista cubano.
Resulta valioso en la delimitación de las dos últimas categorías, a veces
confundidas por ciertos analistas.
Márquez señala el carácter más restringido del realismo mágico, en
comparación con la idea de lo real maravillos que es, para Carpentier,
condición ontológica del mundo
americano. Pero a menos que se restrinja equivocadamente la categoría de lo
estético, no creo que pueda afirmarse que el realismo mágico enmarca en esta
tipología y que la noción de lo real maravilloso, no. En rigor, la noción
carpenteriana -- de carácter ideotemático y que irradia sobre toda la
concepción novelística del autor de El reino de este mundo-- puede aspirar
aún con mayor legitimidad a ubicarse como procedimiento estético.
Por su parte, dentro de lo estético, el realismo mágico se localiza mejor al nivel
de la tropología, de la retórica.
Tiene razón Alexis Márquez cuando establece el parentesco entre mito y
realismo mágico, pero no cuando afirma que, en este último, "el artista elabora
292
una realidad para transformarla en mágica, en prodigiosa".(48) Así, perdemos
lo verdaderamente esencial del procedimiento.
Lo propio del realismo mágico no es la transformación de lo real en fantástico,
sino el formular una proposición fantástica que intersecta, súbitamente, sin
transiciones ni mediaciones, el sentido de las propuestas verosímiles
previamente formuladas.
Hay una correspondencia, una comunidad en uno o varios semas de los dos
niveles que permite una coherencia superior, y transforma la proposición
fantástica en una más honda y efectiva caracterización de lo real.
Remedios, la bella, por ejemplo, el extraordinario personaje de Cien años de
soledad, es caracterizada por un hiperbólico desasimiento del mundo.
Alexis Márquez considera, con razón, que la exageración y la deformación
grotesca del hecho real, son procedimientos favoritos del realismo mágico.(49)
Pero ambos son también componentes fundamentales del relato conceptista y,
especialmente, quevedesco. No podemos, por ejemplo, considerar la
famosísima descripción del licenciado Cabra, en el Buscón, como una muestra
del realismo mágico,a pesar de que ambos procedimientos toman parte
fundamental en ella.
El punto de giro hacia el realismo mágico, se da en el tránsito de lo verosímil a
lo fantástico; el trazado de Remedios, la bella, su peculiar ignorancia de las
normas del mundo, culmina así en su levitación. No me parece casual que ella
se produzca en el contexto más cotidiano y verosímil, cuando Remedios ayuda
a las otras mujeres de la casa a doblar unas sábanas:
Apenas había empezado, cuando Amaranta advirtió
293
que Remedios, la bella, estaba transparentada por una palidez
intensa.
-- ¿Te sientes mal? -- le preguntó.
Remedios, la bella, que tenía agarrada la sábana por el otro extremo,
hizo una sonrisa de lástima.
-- Al contrario-- dijo -- nunca me he sentido mejor.
Acabó de decirlo, cuando Fernanda sintió que un delicado viento
de luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó en toda su amplitud.
Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerinas y trató
de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que Remedios, la bella,
empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad
para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a
merced de la luz, viendo a Remedios, la bella, que le decía adiós con la mano,
entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que abandonaban
con ella el aire de los escarabajos y las dalias, y pasaban con ella a través del aire
donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para siempre en los
altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria.(50)
Aquí no se puede hablar, con propiedad, de exageración. Aquí se ha
producido la irrupción de una calidad diferente, que nos obliga a la producción
de un nuevo contexto de vraisemblance. García Márquez se ha encargado de
hacer ostensible esa súbita presencia de lo fantástico, colocándola en un
ámbito doméstico y en medio de personajes de absoluta verosimilitud: la
pregunta de Amaranta tiene la misión de reforzar aún más este nivel.
Como en cualquier modalidad del mito, en el realismo mágico encontramos la
fusión sin transiciones de lo real y lo fantástico; existe, si preferimos
considerarlo así, un choque de dos isotopías, de dos niveles de coherencia.
294
Advirtamos que existe un componente significacional, un sema, común a
ambos. En el pasaje de Cien años de soledad que hemos citado, es el
desasimiento de Remedios, la bella: eso que describíamos como su
desacuerdo con las normas del mundo, presente tanto en el trazado verosímil
del personaje como en su fantástica levitación.
La levitación es, entonces, una efectivísima cala en la realidad del personaje,
una prolongación metafórica de ella, y esa es una especificidad de la
manifestación de lo mitológico en el realismo mágico: el nivel fantástico actúa
como una suerte de metáfora del nivel de la verosimilitud, que es la isotopía
dominante en él.
Algo bien distinto, por ejemplo, a lo que ocurre en el mito simbolista de Kafka.
En este,la incomprensibilidad esencial del orden fantástico le confiere el poder
que le permite subordinar la realidad a sus leyes.
En el pasaje de Cien años de soledad que citamos, la levitación revela,
primeramente, la relación que establece Remedios, la bella, con el mundo.
Pero junto a esta, están las peculiares actitudes que caracterizan a los otros
personajes: la convencional Fernanda suelta la sábana; la sensual y reprimida
Amaranta está a punto de caer por "un temblor misterioso en los encajes de
sus pollerinas"; sólo la vidente ingenuidad de Úrsula es capaz de comprender.
O mejor, de intuir lo que el texto llama la naturaleza “irreparable” de aquel
viento,
295
NOTAS
(1) Jean Cohen, ob. cit., p. 123
(2) Carlos Bousoño, ob. cit., t. II, pp. 147-148
(3) Vicente Aleixandre, "Filo del amor", en Mundo a solas.
(4) Vicente Aleixandre, "El río", en Sombra del paraíso.
(5) Vicente Aleixandre, "A una muchacha desnuda", en
Sombra del paraíso, v. 3-8
(6) Ibídem, v. 10-12
296
(7) Ibídem, v. 14-18
(8) Ibídem, v. 17
(9) Christine Brooke-Rose: A Grammar of Metaphore, London,
Secker and Warburg, 1958.
(10) Mirta Aguirre: "En torno a la expresión poética",
cit., p. 16
(11) Alexander A. Parker: "La 'agudeza' en algunos sonetos
de Quevedo", en Estudios dedicados a Menéndez Pidal, Madrid, 1952, t.
III, pp. 348-349
(12) Cf. Baltasar Gracián:"Agudeza y arte de ingenio" en
Obras completas, Madrid, Aguilar, 1967, p. 272 y ss.
(13) Francisco de Quevedo: "Desengaño de la exterior
apariencia con el examen interior y verdadero", v.1-4
(14) Francisco de Quevedo: "Represéntase la brevedad de lo que se vive y
cuán nada parece lo que se vivió", v. 12-14
(15) Francisco de Quevedo: "Desengaño de la exterior
apariencia con el examen interior y verdadero",
297
v. 9-11
(16) César Vallejo: "Los nueve monstruos", Poemas humanos,
v. 13-16
(17) Vicente Aleixandre: "¿Para quién escribo?", En un
vasto dominio, I, v. 11
(18) Leo Spitzer: "La enumeración caótica en la poesía
moderna", en Lingüística e historia literaria, Madrid,
Gredos, 1955, p. 295 y ss.
(19) Ernesto Cardenal: "Salmo 148", Salmos, v. 7-18
(20) Jorge Zalamea: La poesía ignorada y olvidada, La
Habana, Casa de las Américas, 1979, p. 36
(21) Leo Spitzer, ob. cit., pp. 328-329
(22) Francisco de Quevedo: "Pronuncia con sus nombres los
trastos y miserias de la vida", v. 1-4
(23) Walt Whitman: "A Woman waits for Me", Children of
Adam.
298
(24) Federico Engels: Ludwig Feuerbach y el fin de la
filosofía clásica alemana, Moscú, Ediciones en
lenguas extranjeras, s/f., p. 44
(25) José Martí: "Emerson", en Ensayos sobre arte y
literatura, La Habana, Editorial de Arte y Literatura,
1972, p. 96
(26) José Martí: "El poeta Walt Whitman", ob. cit., p. 159
(27) Ibídem, p. 166
(28) Leo Spitzer, loc. cit., pp. 307-310
(29) Pablo Neruda: "Walking around", Residencia en la
tierra, II, v. 40-45
(30) Pablo Neruda: "Ritual de mis piernas", Residencia en
la tierra, I, v. 32-36
(31) Pablo Neruda: "Que despierte el leñador", Canto
general, VI, v. 56-63
(32) Pedro Salinas: "Si me llamaras...", La voz a ti
299
debida, v. 3-9
(33) César Vallejo: "La paz, la avispa, el taco, las
vertientes", en Poemas humanos.
(34) César Vallejo: El arte y la revolución, Lima, Mosca
Azul Editores, 1973, p. 13
(35) Jorge Luis Borges: "Mateo XXV, 30", El otro, el mismo,
v. 8-15
(36) Jorge Luis Borges: "Elogio de la sombra", Elogio de la
sombra, v. 29-41
(37) Ibídem, v. 6-12
(38) Jorge Luis Borges: "Nueva refutación del tiempo", en
Obras completas, Buenos Aires, Emecé Editores, 1974,
p. 771.
(39) Jean Cohen, ob. cit., p. 164
(40) Cf. Ibidem, p. 167
300
(41) Fayad Jamís: "Auschwitz no fue el jardín de mi
infancia", Abrí la verja de hierro, v. 15-18
301
ANÁLISIS ESTRUCTURAL Y SEMIÓTICO DE DOS POEMAS.
Hemos escogido dos textos para tratar de ilustrar una posible aplicación de la
metodología que hemos venido presentando. Corresponden, repectivamente, a
las tradiciones española e hispanoamericana, a la poesía de los Siglos de Oro
y a la de la contemporaneidad.
1.
El primero es un soneto de Bartolomé Leonardo de Argensola. Lo trascribo:
Yo os quiero confesar, don Juan, primero,
que aquel blanco y color de doña Elvira,
no tiene de ella más, si bien se mira,
que el haberle costado su dinero.
Pero tras eso, confesaros quiero
que es tanta la beldad de su mentira
que en vano a competir con ella aspira
belleza igual de rostro verdadero.
Mas, ¿qué raro que yo perdido ande
por un engaño tal, cuando sabemos
que nos engaña así naturaleza?
302
Porque ese cielo azul que todos vemos
ni es cielo ni es azul. ¡Lástima grande
que no sea verdad tanta belleza!
Vamos a intentar, inicialmente, establecer la versión del poema que nos
parece la pertinente.
En las últimas décadas se ha formulado incluso la idea de una disciplina – la
textología – que tendría por función la fijación de los textos como requisito
necesario y por ello previo a su estudio.
Creo que ella se vuelve especialmente necesaria en los casos – este es uno
de ellos – en que el texto en cuestión es sólo editado tras la muerte del poeta,
y existen varias versiones del mismo.
En este caso, estamos trabajando con un soneto del barroco español. Ni
Bartolome Leonardo de Argensola (1562-1631) ni su hermano mayor Lupercio
Leonardo (1559-1613) editaron en vida sus poemas. Ellos fueron publicados,
conjuntamente, en 1634, después de la muerte de ambos, bajo el título de
Rimas.
Por supuesto que el estudioso no va a convertirse necesariamente en
“textólogo” y en especialista en cada texto que estudie. Puede, lógicamente,
recurrir a las autoridades reconocidas. Ciertamente, hay otras versiones de
este soneto. Quiero destacar la variante que pone en el segundo verso
que aquel blanco y carmín de doña Elvira
y en el quinto
303
pero tras eso, que confieses quiero.
He optado por la versión establecida por el profesor y crítico aragonés J.M.
Blecua, acaso el mayor de los argensolistas del siglo XX.
Pero a ese criterio que nos hace confiar en una autoridad perfectamente
establecida, creo que pueden sumarse otros que hablan sobre la mayor
coherencia del texto en la versón que nos da Blecua. Especialmente en lo que
corresponde al quinto verso.
Si damos por legítimo el primer verso, es de suponer que tras esa confesión
que el hablante va a hacer primero, debe ocurrir una segunda: es él quien
vuelve a confesar y no su interlocutor. Además de ello, la versión de Blecua
mantiene el tratamiento de vos que se establece desde el primer verso, y no
produce ese súbito cambio al tú que la segunda versión produce.
En cualquier caso, la selección de la versión de Blecua actúa, como he dicho,
a favor de la coherencia del sentido, pero no altera el análisis métrico-rítmico
que es igual para las dos variantes. Veámoslo:
Yo_os (quie) ro con fe (sar), Don Juan, pri (me) ro
que_a quel (blan) co_y co (lor) de Do ña_El (vi) ra
no (tie) ne de_e lla (más) si bien se (mi) ra
que_el ha (ber) le cos (ta) do su di (ne) ro
Pe ro tras (e) llo con fe (sa) ros (quie) ro
que_es (tan) ta la bel (dad) de su men (ti) ra
304
que_en (va) no_a com pe (tir) con e lla_as (pi) ra
be lle za_i (gual) de ros tro ver da (de) ro
¿Mas que (ra) ro que yo per (di) do (an) de
por un en (ga) ño (tal) cuan do sa (be) mos
que nos en (ga) ña_a (sí) na tu ra (le) za?
Por que_e se cie lo_a (zul) que to dos (ve) mos
ni_es cie lo ni_es a (zul). Lás ti ma (gran) de
que no se a ver (dad) tan ta be (lle) za.
Acentos. 1er verso 2-6-10
2do verso 3-6-10
3er verso 2-6-10
4to verso 3-6-10
5to verso 4-8-10
6to verso 2-6-10
7mo verso 2-6-10
8vo verso 4-6-10
9no verso 2-6-10
10mo verso 4-6-10
11mo verso 4-6-10
12mo verso 2-6-10
13er verso 2-6-10
305
14to verso 3-6-10
Son catorce perfectos endecasílabos a la italiana. No hay ninguna a la vieja
manera castellana llamado endecasílabo de “gaita gallega”, caracterizado por
los acentos en las sílabas 4ª y 7ª.
En la rica diversidad que pueden tener los acentos del verso endecasílabo,
encontramos 7 versos con acento en la segunda sílaba; 3 versos acentuados
en tercera sílaba; 4 versos acentuados en la cuarta sílaba, 1 verso acentuado
en octava sílaba y 13 versos acentuados en la sexta sílaba. Ello, claro,
además del acento obligatorio que todo verso en español lleva en la penúltima
sílaba.
La sinalefa, la unión en la versificación de las vocales iniciales y terminales en
las palabras del verso, es un fenómeno cuya realización constituye una
tendencia natural del idioma español (lo artificioso, realmente, es no
conformarla), se da naturalmente en el texto. Hay 5 en el primer cuarteto, 5 en
el segundo y también 5 en los dos tercetos: 1 en el primero y 4 en el segundo.
El único encabalgamiento notable se advierte en el terceto final, en los versos
12-13 y 13-14. Son moderadas las alteraciones sintácticas. El hipérbaton o
inversión se usa suavemente en el primer verso del soneto: apenas el vocativo
(“Don Juan”) intercalado.
Moderadamente se emplea asimismo el polisíndeton. Hay sucesivos que
conjuntivos en el primer cuarteto. El procedimiento se hace más evidente en el
que me parece su más fuerte empleo en el texto: el “ni es cielo ni es azul” del
terceto final.
306
Los deícticos funcionan sobre todo al nivel pronominal: el yo del hablante
poemático que abre el poema y el vos dirigido al interlocutor. No creo advertir
una determinada dimensión espacio-temporal en el poema, sino que, más
bien, este se mueve en una atemporalidad o acaso mejor en una
“transtemporalidad”.
La anécdota que conduce desde la insinceridad de los afeites de Doña Elvira
hasta la reflexión sobre la distancia que media entre la apariencia y la esencia,
conduce al texto a un nivel reflexivo a cuya intención filosófica, de búsqueda
de una verdad trascendente, contribuye esa ubicación en una dimensión
transtemporal.
Hay que señalar que las fechas de nacimiento y muerte de Argensola
coinciden casi exactamente con las de Góngora: el aragonés es su coetáneo,
vive en los momentos de la explosión del culteranismo y de la guerra literaria
que contra el cordobés libran Lope y Quevedo.
Bartolomé Leonardo de Argensola nació en Barbastro, Aragón, y a los 22 años
aumió los hábitos sacerdotales.
Estudió en las universidades de Huesca, Zaragoza y Salamanca. Fue rector de
Villahermosa, en Aragón. Vivió en Madrid como secretario de la emperatriz
María de Austria. Acompañando a su hermano Lupercio Leonardo estuvo en
Nápoles, con la comitiva del conde de Lemos.
Considerado por la crítica como un poeta de más envergadura que su
hermano, fue seguidor de los clásicos griegos y latinos. Respeta los preceptos
de los poetas de la antigüedad, pero guardando su propia libertad. Afirma al
respecto: “ En nada se ofende más al arte que en seguirlo con demasía”. Su
307
poeta griego favorito es Pìndaro. Entre los latinos, Juvenal, Horacio, Virgilio y
Marcial.
Integra la “escuela aragonesa” que se diferencia y separa de la poesía
culterana. Según J.L. Alborg, la postura de esta escuela implica una
preservación de una poesía anterior, del modo de hacer clásico, más que un
explícito rechazo de la estética barroca. B.L. de Argensola nunca tomó parte
en la guerra antigongorista, no participó en las polémicas en torno a los
grandes poemas culteranos de Góngora, a pesar de las incitaciones que en
ese sentido le hiciera Lope.
La moderación en el uso de los procedimientos que hemos señalado
anteriormente, la simetría que supone la regularidad en su uso de los acentos
– es casi unámime en el soneto, la acentuación en 6ta. sílaba – indica
ciertamente su apegos a las normas estéticas del Renacimiento.
Hombre de religión, ordenado como jesuita en los tiempos de la
Contrarrreforma, pero también en los años del “dualismo” del Concilio de
Trento, según Alborg, Bartolomé fue “mucho más sensible a la belleza
femenina que su hermano Lupercio”.54
Reparemos en este soneto:
Ya el oro natural crespes o estiendas
o a componerlo con industria aspires,
luzir sus lazos o sus ondas mires,
cuando libre a tus damas lo encomiendas;
308
O ya, por nueva ley de Amor, lo prendas
entre ricos diamantes o zafires,
o baxo hermosas plumas lo retires
i el traje varonil fingir pretendas,
búscate Adonis por su Venus antes,
por su Adonis te tiene ya la diosa,
i a entrambos los engañan tus cabellos;
mas yo, en la misma duda milagrosa,
mientras se hallan en ti los dos amantes,
muero por ambos i de celos de ellos.
Ambiguo y sensual soneto, en el que el motivo del traje masculino en la mujer,
permite una dualidad que connota matices más allá del vestido.
No hay seguridad si la hermosa figura que el hablante tiene delante es la de
Venus o la de Adonis. Por ello, él cancela una indagación impertiente y decide
aceptarlos a los dos.
Por supuesto, esa ambigüedad es la elegante manera de magnificar su
admiración por la dama del texto: la presencia del traje masculino puede hacer
creer que Venus es Adonis, pero ni esa diferencia esencial disminuye la
pasión del hablante poemático.
54 Alborg, Juan Luis: Historia de la literatura española, Gredos, Madrid, t. 2.,p. 585.
309
Todavía más audaz es este otro soneto, con el que Blecua corre el riesgo de
señalar que es “sin disputa, el soneto más fino y encantador de toda nuestra
literatura”.55
Firmio, en tu edad, ningún peligro es leve;
porque nos hablas ya con voz escura,
i, aunque dudoso, el bozo a tu blancura
sobre ese labio superior se atreve.
I en ti, o Drusila, de sutil relieve
el pecho sus dos vultos apresura
i en cada cual, sobre la cumbre pura,
vivo forma un rubí su centro breve.
Sienta nuestra amistad leyes mayores;
que siempre Amor para el primer veneno
busca la inadvertencia más sencilla.
Si astuto el áspid se escondió en lo ameno
de un campo fértil, ¿quién se maravilla
de que pierdan su crédito las flores?
La disyuntiva o del segundo verso, permite que los dos vultos puedan estar lo
mismo en el pecho de Drusila que en el de Firmio. El “trasvestismo” del soneto
anterior ha pasado casi a la transexualidad en este. ¿Se amplia la ambigüedad
que impedía elegir entre Venus y Adonis?
310
Nuevamente hay una contradicción inserta en el mundo mismo: la “amenidad”
del campo es obviamente negada por el astuto áspid confundido entre sus
flores.
La apariencia benévola lleva dentro de sí la amenaza que la serpiente implica.
Lo que no puede dejar de percibirse es la dualidad de la perspectiva del
hablante poemático de ambos sonetos. El hablante es francamente seducido
por el engaño del traje masculino en la mujer, como lo seducirá el maquillaje
de Doña Elvira: no puede dejar de apreciar “la beldad de su mentira”,
con la que, a su juicio, no puede competir la verdad misma, esto es, ªbelleza
igual de rostro verdadero”.
Argensola representa – es lo que dice la crítica --, no una reacción contra el
gongorismo, sino la pervivencia de una poesía precedente.
El clásico ideal renacentista pareciera verse sobrevivir en su tendencia a la
simetría. Sin embargo, su temáticay su dual manejo de las situaciones y su
punto de vista, pertenecen por entero al barroco.
¿Cabría ubicar a Bartolomé Leonardo de Argensola en la perspectiva del
manierismo, en la que Hauser coloca asimismo al Greco?
No me parece. Creo, más bien, que BLA representa ese espíritu conservador
que muchas veces ha caracterizado ciertos procesos de la literatura española
pero que, a pesar de su conservadurismo formal, no puede escapar a las
perspectivas de su tiempo en el plano temático.
A pesar de que la de sus textos no es una belleza afectada, no puede dejar de
advertirse en la medida en que su mismo hablante es capaz de apreciar esa
55 Idem., p. 587
311
afectación, acaso porque la encuentra (¿la quiere encontrar?) en la naturaleza
misma.
De algún modo, el desafuero de afectación que implica el gongorismo es
cohonestado por el sacerdote Argensola, aunque el mismo no lo practique en
su escritura.
Estamos ya transitando al ámbito cultural: aquí están las propuestas del
barroco, la peculiar propuesta de Bartolomé Leonardo de Argensola que
intenta, desde la moderación de la escuela aragonesa, retener y mantener la
serenidad clásica pero sintiendo también la “afectación” que implica la poética
del gongorismo que es acaso la dominante del momento español. Las
dualidades jesuíticas de Argensola hablan perfectamente de la “visión del
mundo” hondamente enraizada en la cultura española del momento.
En la serie histórica, los datos que saltan a la vista podrían ayudarnos a
redondear y sustanciar ese punto de vista.
Como avanzábamos un poco antes, un año después del nacimiento de
Argensola ocurriría el Concilio de Trento (1563) que aceptará la perspectiva
dualista, que devendrá esencial para la iglesia de los siglos siguientes.
Son esos, como también advertíamos, los tiempos de la Contrarreforma. En
España, los protestantes serán liquidados en Valladolid y Sevilla, en 1559. Ese
mismo año es procesado el arzobispo erasmista Carranza.
Falta muy poco para alcanzar el ápice de la gloria imperial española: en 1571
tiene lugar la batalla de Lepanto.
Pero el descalabro español comenzará rápidamente. En 1588 se produce la
derrota de la Armada Invencible a manos de Inglaterra.
312
La consolidación del absolutismo lleva a Felipe II a suprimir, en 1591, los
fueros de Aragón.
En 1598 se produce la muerte del rey, que es sucedido por su hijo Felipe III.
En mismo año es promulgado el Edicto de Nantes y comienza el fin de las
guerras de religión en Francia.
En 1609 son expulsados los moriscos de España, y al año siguiente es
asesinado el rey francés Enrique IV.
En 1618 cae el duque de Osuna y en 1621 asciende al trono Felipe IV.
Estamos ya ante el pleno devenir de la decadencia española.
El carácter intemporal y trascendente que puede asignarse al texto poético,
posibilita una lectura epocal, cultural e incluso política (en última instancia) de
este soneto.
El tema del desengaño desde muchas perspectivas (distancia entre lo que las
cosas parecen ser y lo que son; fugacidad del tiempo y brevedad de la vida;
marchitamiento de la belleza y de la gloría; liquidación de la grandeza), es
perfectamente rastreable en las obras de todos los grandes autores del
barroco español.
Ese tema, de manera indirecta y simbólica, se relaciona con la propia historia
española de entonces, que será la base de más graves e importantes
frustraciones en los años que seguirán.
Adviértase como sólo en dos versos, el soneto emblematiza, desde la
individualizada historia de Don Juan y Doña Elvira, tanto la perspectiva de la
historia española, relacionándola con eso que los historiadores de la cultura
han llamado “el giro copernicano”: la afirmación de la perspectiva heliocéntrica
313
de Nicolás Copérnico, que deshizo la astronomía medieval ptolomaica. Por
eso,
...ese cielo azul que todos vemos
ni es cielo ni es azul.
El soneto ha dicho ciertas cosas y creo que, a través de su análisis, hemos
descubierto cómo lo dice.
Con respecto a la siguiente expectativa del análisis semiótico (ello es, que lo
diga de una manera y no de otra), se me hace necesario matizar una opinión
con respecto al criterio de la investigadora Helena Beristáin.
En efecto, que el texto diga algo de una manera y no de otra, es una verdad
que se enraíza en el hecho de que la obra de arte tiene un condicionamiento
histórico. Pero hay que precisar que el arte tiene asimismo una dinámica
interna, que responde a sus leyes y que en una misma época artística pueden
estar actuando diversas maneras de decir, y la explicación a ello hay que
buscarlo al nivel de la expresión artística y no de la determinación
socioeconómica que actúa con respecto al arte, en última instancia, como ha
advertido la más clásica e inteligente perspectiva marxista.
Argensola opta libremente por la perspectiva de una poesía más conservadora
que la del culteranismo, opción perfectamente establecida entre las
posibilidades que la historia del siglo XVII español ha determinado.
314
2.
Veamos ahora el segundo de los poemas cuya exégesis anunciábamos. Se
trata de un poema de César Vallejo titulado “Los nueve monstruos” y que se
incluye en el libro Poemas humanos, de 1939
Paso a copiarlo:
I, desgraciadamente, -- 7
el dolor crece en el mundo a cada rato, -- 12
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso, -- 15
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces -- 17
5 y la condición del martirio, carnívora, voraz, ------ 16
es el dolor dos veces, ---- 7
y la función de la yerba purísima, el dolor --.- 11
dos veces --- 3
y el bien de sér, dolernos doblemente --- 11.
10 Jamás, hombre humanos, --------------------------- 7
hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera, --- 18
en el vino, en la carnicería, en la aritmética! ----- 14
Jamás tánto cariño doloroso, --- 11
jamás tan cerca arremetió lo lejos, --- 11
15 jamás el fuego nunca ---------------------------------- 7
jugó mejor su rol de frío muerto! ------- 11
Jamás, señor ministro de salud, fue la salud ---- 15
más mortal ---- 4
y la migraña extrajo tanta frente de la frente! ---- 15
315
20 Y el mueble tuvo, en su cajón, dolor, ----------------- 11
el corazón, en su cajón, dolor, ---- 11
la lagartija, en su cajón, dolor ---- 11.
Crece la desdicha, hermanos hombres, ---- 10
más pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece --- 15
25 con la res de Rousseau, con nuestras barbas; ----------- 11
crece el mal por razones que ignoramos --- 11
y es una inundación con propios líquidos, ---- 11
con propio barro y propia nube sólida! ---- 11
Invierte el sufrimiento posiciones, da función --- 14
30 en que el humor acuoso es vertical --------------- 11
al pavimento, ----- 5
el ojo es visto y esta oreja oída, ----- 11
y esta oreja da nueve campanadas a la hora ---- 15
del rayo, y nueve carcajadas ----- 9
35 a la hora del trigo, y nueve sones hembras ------- 13
a la hora del llanto, y nueve cánticos --- 11
a la hora del hambre y nueve truenos ----- 11
y nueve látigos, menos un grito. ----- 11
El dolor nos agarra, hermanos hombres, ---- 11
40 por detrás, de perfil, -------------- 6
y nos aloca en los cinemas, --- 9
nos clava en los gramófonos, ---- 7
nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente --- 15
a nuestros boletos, a nuestras cartas; ----- 11
45 y es muy grave sufrir, puede uno orar…-------- 11
Pues de resultas ---- 5
del dolor, hay algunos ---- 7
316
que nacen, otros crecen, otros mueren, ---- 11
y otros que nacen y no mueren, otros ---- 11
50 que sin haber nacido, mueren, y otros --------- 11
que no nacen ni mueren (son los más) ----- 11.
Y también de resultas ---- 5
del sufrimiento, estoy triste ---- 8
hasta la cabeza y más triste hasta el tobillo, ---- 13
55 de ver al pan, crucificado, al nabo, -------------------- 11
ensangrentado, ----- 5
llorando, a la cebolla, ---- 7
al cereal, en general, harina, --- 10
a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo, --- 11
60 al vino, un ecce-homo, ------------------ 7
tan pálida a la nieve, al sol tan ardio! ----- 11
¡Cómo, hermanos humanos, ---- 7
no deciros que ya no puedo y ---- 11
ya no puedo con tanto cajón, 10
65 tánto minuto, tánta ----------------- 7
lagartija y tánta ---6
inversión, tánto lejos y tánta sed de sed! --- 14
Señor Ministro de Salud: ¿qué hacer? --- 11
¡Ah! desgraciadamente, hombres humanos, --- 11
70 hay, hermanos, muchísimo que hacer. ----- 11
“Los nueve monstruos” está escritp en versículo, como se advierte al revisar
las medidas de sus versos, que consignamos al lada de cada uno de ellos.
La más constante y clara regularidad en lo que toca al metro, es la presencia
de 31 endecasílabos entre los 70 versos del poema, lo que hace un porcentaje
317
de 44,4. Si a ello añadimos la presencia de 9 versos heptasílabos,
(ligeramente más del 12%), y de algunos alejandrinos simétricos, que pueden
fragmentarse métricamente en dos heptasílabos, había que considerar que esa
recurrencia, que es la base de una estrofa clásica como es la silva, ronda
permanentemente al considerar las peculiaridades del versículo vallejiano en
este poema, como ocurre con otros textos de la madurez del poeta.
Como advertía Fernando Lázaro Carreter en sus consideraciones sobre el
verso libre que citábamos páginas atrás, el poema despliega una serie de
repeticiones, de retornos, que van a compensar la elección que él mismo ha
hecho de la ausencia de las armazones repetitivas que implican la rima y el
metro.
Es perfectamente advertible la epífora en el poema, esa figura retórica que
repite la misma palabra al final de verso, de estofa, o de grupo versal, y que
resulta una suerte de anáfora invertida.
Y el mueble tuvo, en su cajón, dolor,
el corazón, en su cajón, dolor,
la lagartija, en su cajón, dolor.
entre los versos 20 y 22, del texto. Adviertan como el poema refuerza la
simetría por el hecho de que los tres versos son perfectos endecasílabos. En
el poema hay otro reforzamiento del retorno por la presencia del polisíndeton
en varios lugares del texto, como es aquí mismo en estos versos citados, que
resultan así triplemente iterativos.
318
Como contrapartida de la epífora, la anáfora aparece asimismo en el poema.
Adviértase su presencia entre los versos 10 y 15, con el jamás encabezando
los comienzos; y entre los numerados del 41 al 43, con el nos colocado al
inicio de cada verso.
Entre los versos numerados del 48 al 51 hay una suerte de reduplicación
compleja, que repite el pronombre otros y varias conjugaciones de los verbos
nacer y morir. O acaso cabría considerarla dentro de las iteraciones sin
estructura precisa que advierte Fernando Lázaro Carreter acompañando al uso
del versículo.
Al nivel morfo-sintáctico, se da la presencia de una curiosa repetición: la de un
presente del indicativo que, “anafóricamente” va encabezando versos
sucesivos (crece, advierte, aloca, agarra, da), y que va convirtiéndose en otro
elemento unificador del poema.
Desde el punto de vista del sentido, el dolor, nombrado desde el primer verso
es el claro protagonista del poema. Y se trata de un dolor multiforme que se
ubica en todos los sitios en los lugares más queridos del hombre o más
inospechados por él. Hay una clásica enumeración caótica, que ya habíamos
considerado a partir del famoso ensayo de Leo Spitzer. Repárese en estos
versos del poema numerados del 20 al 22, y que citábamos advirtiendo la epífora
que en ellos se produce:
Y el mueble tuvo, en su cajón, dolor,
el corazón, en su cajón, dolor,
la lagartija, en su cajón, dolor.
319
Mueble, corazón y lagartija, son los tres términos de esta enumeración que,
como ocurre en esta forma enumerativa, quieren significar el todo.
Los lexemas dolor y dolernos están 17 veces en los 70 cersos de “Los nueve
monstruos”, cada 4,1 versos. En varias ocasiones aparece elíptico, y cabría
considerar la presencia de un obvio campo semántico, constituido por
lexemas de significación análoga: sufrimiento, desdicha, martirio, migraña,
mortal.
Se trata pues, de un dolor ubicuo, que se hace presente en cartas, boletos,
cinemas, gramófonos.
El oxímoron aparece en construcciones como cariño doloroso; lo lejos que
arremete cerca; el fuego jugando su rol de frío muerto, y pone de manifiesto el
proceso de inversión que experimenta la vida misma..
Aviértase el pleonasmo que el hablante del texto usa para referirse al hombre
que es la víctima del dolor y debe ser su antagonista: hombres humanos, en el
que el adjetivo esta redundando en lo que ya ha dicho el sustantivo. Como si
se nos dijera que hay otros hombres – justamente los agentes del dolor – que
no merecen esa calificación.
Es la valoración de este mundo filosóficamente horrendo, fuera de la
naturaleza y contra ella y por ello monstruoso, lo que finalmente conduce al
título del poema: “Los nueve monstruos”.
El hombre debiera ser “no humano” para sobrevivir en ese mundo invertido
donde las funciones previsibles se han trocado para mal:
Invierte el sufrimiento posiciones, da función
320
en que el humor acuoso es vertical
al pavimento,
el ojo es visto y esta oreja oída,
No podría asegurar cuál inspiración cabalistica llevaría a Vallejo al este
número 9.. Al anotar el poema, Hernández Novás advierte que existió un
antetexto en el que Vallejo escribió siete en lugar de nueve. La razón del
cambio, ¿sería puramente eufónica?. Es imposible determinarlo ahora, pero en
el propio poema hay varias alusiones al 9, porque esa oreja que es oída en
lugar de oír,
da nueve campanadas a la hora
del rayo, y nueve carcajadas
a la hora del trigo, y nueve cánticos
a la hora del hambre y nueve truenos
y nueve látigos, menos un grito.
Si reconocemos que esos monstruos establecen un mundo insano que ha
vuelto mortal la salud, y más mortal que nunca, debemos admitir que esos
monstruos constituyen una entidad cuya genérica vinculación al mal se sabe
pero, a la vez, falta la precisión que especifique la exacta naturaleza de esos
males.
Esto los convertiría en una entidad simbólica,, esencialmente sugerida en el
texto, y cabría referirlos al ámbito de la enajenación, que aborda en su obra el
joven Marx y que está en el Neruda de “Walking around” y de “Ritual de mis
piernas”, pero el contenido alusivo del símbolo no quedarían circunscritos al
321
ámbito existencial, como ocurre en esos y otros poemas de Residencia en la
tierra, de Pablo Neruda.
A pesar del carácter difuso del símbolo, Vallejo coloca elementos en el texto
que conducen a la inevitable referencia de la realidad social. Es el caso de ese
vocativo “Señor Ministro de Salud”, que el hablante coloca en dos ocasiones
en el poema: aparece en el verso 17, pero luego vuelve, casi cerrando el
poema, en el verso que sería su número 68.
Es un alto funcionario del gobierno, al que cabría aludir como el representante
del orden establecido en el universo del discurso. El hablante, inicialmente, le
advierte el fracaso mismo de su función:
Jamás, señor ministro de salud, fue la salud
más mortal
En la demanda final está el vocativo con mayúsculas, y la pregunta es
terminante:
¿què hacer?
Pero ya la solución prevista desconoce al ministro:
¡Ah!, desgraciadamente, hombres humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer.
Son los que sufren la desdicha los que deben ponerle fin, porque la acción
contra el mal, está fuera del alcance de la acción del ministro. Es la
desaparición del orden burgués la que puede ponerle fin al dolor, y ello me
parece explicar porque la desdicha crece
322
con la res de Rousseau
que no me parece otra que la res pública, el orden generado por el
pensamiento que da vida a la revolución burguesa.
El poema es, creo, la plasmación de la desdicha que genera el mundo
existente, pero esa requisitoria va a ganar especificaciones desde la
perspectiva marxista de Vallejo..
Cuando pasamos al análisis semiótico y confrontamos la serie literaria, la
edición crítica de Hernández Novás, teniendo a la vista los facsímiles del
poeta, sabemos que la fecha de escritura del poema es la de noviembre 3 de
1937.
Hernández Novás ha tenido a la vista la edición de la Obra poética completa,
preparada con los facsímiles de los poemas, por su viuda, Georgette de
Valllejo, para la editorial Moncloa, en Lima, en 1968, en el treinta aniversario
luctuoso del poeta.
Para esos fines del año 37, Vallejo ha participado no sólo en el Congreso por
la Libertad de la Cultura, efectuado ese año en París, sino en el Congreso de
Escritores Antifascistas de Valencia, efectuado en julio, en Madrid y Valencia,
en medio de la guerra civil española.
Los poemas que Vallejo escribe en esos días, paralelamente a su
radicalización política en los días de la guerra de España, estás mostrando un
momento de madurez literaria y política del poeta peruano.
323
Dos días después del texto que estudiamos, el 5 de noviembre está fechado el
poema “Un hombre pasa con su pan al hombro”; y tres días después, el día 6,
el poema que comienza “Me viene, hay días, una gana ubérrima, política…”
En la serie cultural resultaría imprescindible referirnos a la radixalización
política de una importantísima zona de la generación intelectual de César
Vallejo. Son sus coetáneos, en efecto, hombres como Pablo Picasso, Paul
Eluard, Raúl González Tuñón, Pablo Neruda, André Malraux, Bertolt Brecht,
Nicolás Guillén.
Con respecto a la serie histórica, hay que señalar el centro de las batallas por
la república española, su rechazo de lo que llamara en una carta “la estafa
capitalista”, y su adhesión a la perspectiva socialista como meta visible del
hombre.
:
324
UNAS POCAS PALABRAS A MANERA DE EPÍLOGO.
Ahora que voy aproximándome al final de este libro, recuerdo aquellos versos
eufóricos -- tanto como él -- de Roque Dalton:
¡ Oh momento mágico, oh poesía de hoy:
contigo es posible decirlo todo!
Quisiera haber apresado en estas pocas páginas, lo esencial de un proceso
caracterizado por la creciente posibilidad de lo poético para decir, dentro de
las inevitables y afortunadas diversidades que lo caracterizan.
No me canso de llamar la atención sobre el hecho de que, ningún verdadero
325
analista dispone de una fórmula que clarifique las inagotables posibilidades
expresivas de ese fenómeno pluriaspectual, diverso y multifacético que es el
poema.
Esta voluntad de acercarse a él, en modo alguno quiere asumir la inútil tarea
de intentar matar ese misterio que es, como se ha visto por siglos, inmortal.
El disponer de una arsenal de herramientas capaces de ser aplicadas a esas
aristas, a esa diversidad tan rica como la propia vida, seguramente pondrá al
estudioso en condiciones de avanzar con éxito en su propósito. Nada puede
sustituir el talento del crítico ni su sensibilidad ni, por supuesto, su cultura, que
le permitirá disponer del complejo instrumental de análisis que precisa, y
decidir su aplicación..
La escurridiza poesía, afortunadamente, seguirá llenando lo insondable de la
vida del ser humano.
El disponer de una arsenal de herramientas capaces de ser aplicadas a esas
aristas, a esa diversidad tan rica como la propia vida, seguramente pondrá al
estudioso en condiciones de avanzar con éxito en su propósito. Nada puede
sustituir el talento del crítico ni su sensibilidad ni, por supuesto, su cultura, que
le permitirá disponer del complejo instrumental de análisis que precisa.
Creo que ese desarrollo se manifiesta no sólo al nivel de los contenidos del
poema, sino también, al de sus propias estructuras constitutivas.
Lo he dicho páginas atrás, pero quisiera reiterarlo aquí: mayor hondura
gnoseológica no implica, en modo alguno, mayor calidad poética. Cualquier
326
comprensión que intente hacer depender esta de aquella, sería una reducción
errónea y, como tal, inaceptable.
Por supuesto, me he limitado a ofrecer mi visión de lo que el tropo ha sido. No
creo en el fin de la historia -- profetizado por Fukuyama mucho después de
Hegel -- ni tampoco en la fácil y estéril práctica de los preceptistas de todas las
épocas, que estudian lo que la poesía ha hecho por su cuenta, para intentar
ordenarle a la nueva poesía lo que debe hacer.
Tengo una confianza que pudiera ser un prejuicio: la imaginación poética
seguirá transformándose para conocer la realidad y transformarla. ¿Será
eterno ese proceso? Mi prejuicio -- mi confianza -- consiste en que creo que la
poesía es imprescindible para el hombre. Si así resultara, este estudio no ha
querido sino recorrer un brevísimo trecho de esa eternidad.
327
BIBLIOGRAFÍA GENERAL
ABBAGANANO, NICOLÁS: Historia de la filosofía, La Habana, Instituto Cubano del Libro,
1967, 3 tomos.
ADANK, HANS: Essai sur les fomdements psychologiques et lingüistiques de la mátaphore
affective, Genéve, La Unión, S.A., 1939.
AGUIRRE, MIRTA: "En torno a la expresión poética", en Universidad de la Habana, La
Habana, num. 192, 1972.
--------------: "Los trescientos años de Juan Bautista Vico(1668-1744)", en Universidad de la
Habana, La Habana, num.189, 1969.
ALONSO, DÁMASO: Poesía española. Ensayo de métodos y límites estilísticos, Madrid,
Gredos, 1962.
ÁLVAREZ, FEDERICO: "¿Romanticismo en Hispanoamérica?", en Actas del Tercer Congreso
Internacional de Hispanistas, México, El Colegio de México, 1970.
APOLLINAIRE, GUILLAUME: Meditations esthétiques, Paris, NRF, 1912,
ARISTÓTELES: Obras completas, Buenos Aires, Ediciones Anaconda, 1947, t. III.
AUERBACH, ERICH: Mímesis, México, Fondo de Cultura Económica, 1960.
BACHELARD, GASTON: El aire y los sueños, México, Fondo de Cultura Económica, 1958.
BAJTIN, MIJAÍL: "La palabra en la novela", en Ciencias sociales, Moscú, Academia de
Ciencias de la URSS, num. 1, 1978.
---------------------- : Poética de Dostoievski, México, Fondo de Cultura Económica, 1975.
BARTHES, ROLAND: Elementos de semiología, Buenos Aires, Alberto Corazón Editor, 1971.
BERISTÁIN, HELENA: Análisis e interpretación del poema lírico, Universidad Nacional
Autónoma de México, México, 1989.
328
__________________: Diccionario de retórica y poética, Editorial Porrúa, México, 2001.
BOUSOÑO, CARLOS: Teoría de la expresión poética, Madrid, Gredos, 1970, 2 t.
BORGES, JORGE LUIS: Obras completas, Buenos Aires, Emecé Editores, 1974.
BROOKE-ROSE, CHRISTINE: A Grammar of Metaphore, London, Secker and Warburg, 1958.
CARRETER, FERNANDO LÁZARO: Estudios spbre poética, Madrid, Taurus, 1985.
CASSIRER, ERNST: Antropología filosófica, México, Fondo de Cultura Económica, 1945.
CICERON: Obras completas, Buenos Aires, Ediciones Anaconda, 1946, t. I.
COHEN, JEAN: Estructura del lenguaje poético, Madrid, Gredos, 1977.
-------------------- : El lenguaje de la poesía, Madrid, Gredos, 1986.
CROCE, BENEDETTO: Breviario de estética, Madrid, Espasa-Calpe, 1947.
CULLER, JONATHAN: La poética estructuralista; el estructuralismo, la lingüística y el estudio
de la literatura, Barcelona, Editorial Anagrama, 1978.
CURTIUS, ERNST ROBERT: Literatura europea y Edad Media Latina, México, Fondo de
Cultura Económica, 1954, 2 t.
CHABÁS, JUAN: Literatura española contemporánea (1898-1950), La Habana, Editorial Pueblo
y Educación, 1974.
DEGUY, MICHEL: "Pour une théorie de la figure generalisée" en Critique, Paris, num. 269,
1969.
DUBOIS, J., EDELINE, F., KLIKENBERG, J.J., MINGUETT, PH., (GROUPE M): Rhétorique de
la poésie, Paris, Editions Complexs, 1977.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------- : Rhetowique
generale, Paris, Larrouse, 1970.
DUBOIS, PH.: "La métaphore filée et le fontionement du text", en Le Français Moderne, Paris,
num 2/3, juillet 1975.
DURAND: La imaginación simbólica, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1971.
ECO, UMBERTO: "El mito de Superman", en Referencias, Universidad de la Habana, num. 1,
1972.
ENGELS, FEDERICO: Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, Moscú,
Ediciones en Lenguas Extranjeras, s/f.
329
----------------: El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, La Habana, Editora
Política, 1963.
FERNÁNDEZ RETAMAR, ROBERTO: Para una teoría de la literatura hispanoamericana y
otras aproximaciones, La Habana, Casa de las Américas, 1975.
FINLEY, M.I.: El mundo de Odiseo, México, Fondo de Cultura Económica, 1966.
FONTANIER, PIERRE: Les figures du discours, introducción de Gerard Genette, Paris,
Flammarion, 1968.
GARCIA LORCA, FEDERICO: Obras completas, Madrid, Aguilar, 1960.
GENETTE, GERARD: Ficción y dicción, Ed. Lumen, Barcelona, 1993.
----------------------------- : Figures II, Paris, Le Seuil, 1969.
GOFF, JACQUES LE: Los intelectuales en la Edad Media, Buenos Aires, EUDEBA, 1965.
GRACIÁN, BALTASAR: Obras completas, Madrid, Aguilar, 1967.
GREIMAS, A.J. ET AL: Essais de sémiotique poétique, Paris, Larrouse, 1972.
GUENTHNER, FRANZ: "On the Semantics of Metaphore", en Poetics, Amsterdam, num. 2/3,
august 1975.
GUIRAUD, PIERRE: La semántica, México, Fondo de Cultura Económica, 1960.
HAUSER, ARNOLD: Historia social de la literatura y el arte, 2t. Edición Revolucionaria, La
Habana, 1965-
---------------------------- : Introducción a la historia del arte, La Habana, Instituto Cubano del Libro,
1969.
HEGEL, G.W.F. Lecciones sobre la historia de la filosofía, Fondo de Cultura Económica,
México, 1955, t.I.
------------------------- :: Poética, Editorial EspasaCalpe, Madrid, 1955.
HENRY, ALBERT: Métaphore et métonymie, Paris, Editions Klinckseck, 1971.
HENSON, PHILLIP P.: "Explaining metaphorical interpretations", en Poetics, Amsterdam, num.
5/6, December, 1980.
HUIDOBRO, VICENTE :Obra poética, Colección Archivos, Madrid, 2003.
HUIZINGA, JOHAN: El otoño de la Edad Media, Madrid, Revista de Occidente, 1967.
JAKOBSON, ROMAN: "La lingüística y la poética", en Thomas A. Sebeok: Estilo del lenguaje,
Madrid, Ediciones Cátedra, 1974.
330
JAMESON, FREDRIC: The Prison-House of Language, Princeton. N.J., Princeton University
Press, 1972.
JORDÁN, PASCUAL: La física del siglo XX, México, Fondo de Cultura Económica, 1963.
JRAPCHENKO, MIJAÍL: "La naturaleza del signo estético", en Ciencias sociales, Moscú,
Academia de Ciencias de la URSS, num. 2, 1977.
KAYSER, WOLFGANG: Interpretación y análisis de la obra literaria, Ed. Gredos, Madrid,
KLIKENBERG, JEAN-MARIE: "Vers un modéle theorique du langage poétique", en Degrés,
Paris, num. 1, janvier 1973.
LANGER, SUSANNE: Los problemas del arte, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1966.
LAUSBERG, HEINRICH: Manual de retórica literaria, Madrid, Gredos, 1966, 3 t.
LEACH, EDMUND: Estructuralismo, mito y totemismo, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión,
1972.
LE GUERN, MICHEL: Semantique de la métaphore et de la métonymie, Paris, Larousse, 1973.
LENIN, V.I.: Obras completas, La Habana, Editora Política, 1964, t. XXXVIII.
LEONDAR, BARBARA: "Metaphor and Infant Cognition", en Poetics, Amsterdam, num. 2/3,
august 1975.
LEVIN, Iuri:: “La lírica desde el punto de vista comunicativo”, en Criterios, 12-30, La Habana,
1986.
LEVI-STRAUSS, CLAUDE: Antropología estructural, La Habana, Instituto Cubano del Libro,
1969.
LEZAMA LIMA, JOSÉ: Confluencias, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1988.
LOTMAN, YURI M.: "El problema de una tipología de la cultura", en Casa de las Américas, La
Habana, num. 71, marzo-abril de 1972.
------------------------- : “El texto en el texto”, en Criterios, La Habana, no.
LUKACS, GEORG: Prolegómenos a una estética marxista, La Habana, Edición
Revolucionaria, 1966.
MACK, DOROTHY: "Metaphoring as Speech Act", en Poetics, Amsterdam, num. 2/3, august
1975.
MALINOWSKI, B.: Myth in Primitive Psychology, New York, Norton, 1926.
331
MANNONI, OCTAVE: La otra escena. Claves de lo imaginario, Buenos Aires, Amorrortu
Editores, 1973.
MARCHESE, ANGELO/FORRADELLAS, JOAQUÍN: Diccionario de retórica, crítica y
terminología literaria, Editorial Ariel S.A., Barcelona, 1986.
MARKIEWICZ, HENRYK: "Consideraciones sobre la semántica y la construción de la
metáfora", en Ruch Literacki, Cracovia, num. 4, julio-agosto 1980.
------------------: "Ideología y obra literaria", en Criterios, La Habana, UNEAC, num. 4, 1979.
MÁRQUEZ, ALEXIS: "Teoría carpenteriana de lo real maravilloso", en Casa de las Américas,
La Habana, num. 125, marzo-abril de 1981.
MARTI, JOSÉ: Ensayos sobre arte y literatura, La Habana, Editorial de Arte y Literatura, 1972.
MARTÍNEZ ESTRADA, EZEQUIEL: En torno a Kafka y otros ensayos, Barcelona, Editorial
Seix Barral, 1966.
MARX, CARLOS: Contribución a la crítica de la economía política, La Habana, Editorial
Ciencias Sociales, 1975.
-------------: Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, La Habana, Editora Política, 1965.
-------------: "Tesis sobre Feuerbach", en Federico Engels: Ludwig Feuerbach y el fin de la
filosofía clásica alemana, cit.
MARX, CARLOS Y ENGELS, FEDERICO: Sobre la literatura y el arte, introducción de Jean
Freville, La Habana, Editora Política, 1965.
MELETINSKI, ELIZAR: "Teorías mitológicas del siglo XX", en
Ciencias sociales, Moscú, Academia de Ciencias de la URSS,
num. 3, 1973.
MOLINO, JEAN: "Métaphores, modéles et analogies dans les sciences", en Langages, Paris,
num. 54, juin 1979.
MOLINO, JEAN, FRANCOIS SOUBLIN ET JOELLE TAMINE: "Problémes de la métaphore" en
Langages, Paris, num. 54, juin 1979.
MOCIJ, J.J.A.: "Tenor, vehicle and reference", en Poetics, Amsterdam, num. 2/3, august 1975.
MURRAY, COLIN T.: El mito de la metáfora, México, Fondo de Cultura Económica, 1974.
NADEAU, MAURICE: Historia del surrealismo, La Habana, ICAIC, 1966.
332
ORTEGA Y GASSET, JOSÉ: "Góngora, 1627-1927 ", en Obras, Madrid, Espasa-Calpe, 1936,
t.2.
---------------------: "Las dos grandes metáforas", en Obras, cit., t. 1.
PARKER, ALEXANDER A.: "La 'agudeza' en algunos sonetos de Quevedo", en Estudios
dedicados a Menéndez Pidal, Madrid, 1952, t. III.
PÁVLOV, TODOR: "Objeto, tareas y métodos de la estética", en Criterios, La Habana, UNEAC,
num 1, enero-marzo 1982.
PEIRCE, CHARLES SANDERS: La ciencia de la semiótica, Buenos Aires, Ediciones Nueva
Visión, 1974.
PERUS, FRANÇOISE: Literatura y sociedad en la América Latina: El modernismo, La Habana,
Casa de las Américas, 1976.
PORTUONDO, JOSÉ ANTONIO: Concepto de la poesía, La Habana, Instituto del Libro, 1972.
PROPP, VLADÍMIR: Las transfomaciones del cuento maravilloso, Buenos Aires, Rodolfo
Alonso Editor, 1972.
QUINTILIANO: Instituciones oratorias, Madrid, Biblioteca Clásica, 1916.
RAMA, ÁNGEL: Rubén Darío y el modernismo. (Circunstancias socioeconómicas de un arte
americano.) Caracas, Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, 1970.
RAYMOND, MARCEL: De Baudelaire al surrealismo, México, Fondo de Cultura Económica,
1960.
RICHARDS, I.A. : Lectura y crítica, Editorial Seix Barral, Barcelona, 1964
RINCÓN, CARLOS: El cambio en la noción de literatura, Bogotá, Instituto Colombiano de
Cultura, 1978.
RODRÍGUEZ-ADRADOS, FRANCISCO: Ilustración y política en la Grecia clásica, Madrid,
Revista de Occidente, 1966.
RODRÍGUEZ, JUAN CARLOS: La norma literaria, Madrid, Editorial Debate, 2001.
ROSENTAL, M.I.: Principios de lógica dialéctica, La Habana, Editora Política, 1965.
RUBINSTEIN, J. L.: Principios de sicología general, La Habana, Edición Revolucionaria, 1966.
SAPORTA, SOL: "La aplicación de la lingüística al estudio del lenguaje poético", en Thomas A.
Sebeok: Estilo del lenguaje, cit.
SEGRE, CESARE: Principios de análisis del texto literario, Ed. Cátedra, Madrid, 1974.
333
SHCLOVSKI, VÍKTOR: "El arte como procedimiento", en Formalismo y vanguardia, Madrid,
Alberto Corazón Editor, 1970.
SHIBLES, WARREN A.: Metaphor: an Annotate History and Bibliography, Winsconsin, 1971.
SHIPLEY. JOSEPH T.: Diccionaria de la literatura mundial. Crítica-Formas-Técnicas,
Barcelona, Ediciones Destino, 1973.
SOUBLIN, FRANÇOIS: "13--30--3", en Langages, Paris, num 54, juin 1979.
SOUBLIN, FRANÇOIS ET TAMINE, JOELLE: "Le paramétre syntaxique dans l'analyse des
métaphores", en Poetics, Amsterdam, num. 2/3, august 1975.
SPITZER, LEO: "La enumeración caótica en la poesía moderna", en Lingüística e historia
literaria, Madrid, Gredos, 1955.
TAMINE, JOELLE: "Métaphore e syntax", en Langages, Paris,
num. 54, juin 1979.
THOMSON, GEORGE: Aeschylus and Athens, a study in the socials origins of drama, London,
Lawrence and Wishart, 1946.
TINIANOV, YURI: "De la evolución literaria", en Formalismo y vanguardia, cit.
TODOROV, TZVETAN : "Problémes actuels de la recherche réthorique", en Le Française
Moderne, Paris, num. 3, juillet 1975.
-----------------: "Tropes et figures", en Litterature et signification, Paris, Larousse, 1967.
TOMASHEVSKI: BORIS: Teoría de la literatura, prólogo de Fernando Lázaro Carreter, Akal
Editor, Madrid, 1984.
TORRE, GUILLERMO DE: "Imagen y metáfora en la poesía de vanguardia", en Boletín del
Departamento de Lengua y Literaturas Hispánicas, Escuela de Letras y de Arte, La Habana,
número especial, 1970.
TROSTKY, LEON: Litterature et revolution, Paris, Julliard, 1964.
ULLMANN, STEPHEN: Semántica, Introducción a la ciencia del significado, Madrid, Aguilar,
1976.
VALLEJO, CÉSAR: El arte y la revolución, Lima, Mosca Azul Editores, 1973.
-------------------------: Poesía completa, compilación, prólogo y notas de Raúl Hernández Novás,
La Habana, Arte y Literatura-Casa de las Américas, 1988.
VIANU, TUDOR: Los problemas de la metáfora, Buenos Aires, EUDEBA, 1971.
334
VICO, GIANBATTISTA: Problemas de una ciencia nueva sobre la naturaleza común de las
naciones, Madrid, Aguilar, 1974.
VIGH, ARPAD: "Comparaison et similitude", en Le Française Moderne, Paris, num. 3, juillet
1975.
VILLEGAS, JUAN: Teoría de historia literaria, Canada, Girol Books Inc., 1984.
VITIER, CINTIO: Lo cubano en la poesía, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1970.
---------------------- : Poética, La Habana, Imprenta Nacional, 1961.
VODIÇKA, FÉLIX: "La historia literaria, sus problemas y tareas", en Criterios, La Habana,
UNEAC, num. 5, 1979.
VOLPE, GALVANO DELLA: Crítica del gusto, introducción de Eduardo López Morales, La
Habana, Editorial de Arte y Literatura, 1978.
VYGOTSKY, LEV S.: Psicología del arte, Barcelona, Barral Editores, 1972.
---------------: Pensamiento y lenguaje, La Habana, Instituto del Libro, 1968.
WELLEK, RENÉ: Historia de la crítica moderna (1750-1950), Madrid, Gredos, 1969, t. I.
WELLEK, RENÉ Y WARREN, AUSTIN: Teoría literaria, La Habana, Edición Revolucionaria,
1969.
WISSMAN BROSS, ELIZABETH: "Formal Semantics and Poetic Meaning", en Poetics,
Amsterdam, num. 2/3, august 1975.
ZALAMEA, JORGE: La poesía ignorada y olvidada, La Habana, Casa de las Américas, 1979.
335
INDICE
AL LECTOR
AGRADECIMIENTOS
LA PALABRA Y EL TEXTO POÉTICOS
1. EL TEXTO
336
2. LA POESÍA COMO GÉNERO
CONSIDERACIONES SOBRE LA ACTUALIDAD DE LA RETÓRICA
ANALISIS DEL TEXTO POÉTICO
a). El nivel fónico-fonológico.
b) EL nivel morfo-sintáctico
c) El nivel semántico.
LA OTRA IMAGEN
LOS ESTUDIOS TROPOLÓGICOS EN LA CONTEMPORANEIDAD
EN TORNO A LA IMAGEN ARTISTICA
LA OTRA IMAGEN
PARA LA HISTORIA DEL TROPO POÉTICO: UN MÉTODO
LOS TROPOS TOTALIZADORES: EL MITO
LOS TROPOS TOTALIZADORES: LA ALEGORÍA
EL IMPERIO DE LA METÁFORA
EL ABSOLUTO IMAGINATIVO
¿NUEVA POESÍA?
ANÁLISIS ESTRUCTURAL Y SEMIÓTICO DE DOS POEMAS
UNAS POCAS PALABRAS A MANERA DE EPÍLOGO.
BIBLIOGRAFÍA GENERAL
337
338
339