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Colección “Nuestros Músicos” La Orquesta en Chile: Génesis y Evolución Ernesto Guarda Carrasco José Manuel Izquierdo König Una publicación de la Sociedad Chilena del Derecho de Autor (SCD)

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Page 1: La Orquesta en Chile

Colección “Nuestros Músicos”

La Orquesta en Chile :

Génesis y Evolución

Ernesto Guarda Carrasco

José Manuel Izquierdo König

Una publicación de la Sociedad Chilena del Derecho de Autor (SCD)

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GUARDA CARRASCO, ERNESTO

La orquesta en Chile: génesis y evolución / Ernesto Guarda Carrasco Santiago, Chile: Sociedad Chilena del Derecho de Autor (SCD), 2012 240 p.; 15 x 23 cm ISBN 978-956-324-xxx-x

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Diseño de portada: Guarulo & AlomsFotografía de portada: Imágenes interior: Composición: Salgó Ltda.Impresión: Edición y producción: Editorial Catalonia

Todos los derechos reservados.Esta publicación no puede ser reproducida,en todo o en parte, ni registrada o transmitidapor sistema alguno de recuperación de información,en ninguna forma o medio, sea mecánico,fotoquímico, electrónico, magnético,electroóptico, por fotocopia o cualquier otro,sin permiso previo, por escrito,de la editorial

Primera edición: 2005Segunda edición: agosto 2012ISBN 978-956-324-xxx-x

Registro de Propiedad Intelectual Nº xxx.xxx

© Ernesto Guarda, 2012 sobre edición aumentada y actualizada por José Manuel Izquierdo K.(http://www.izquierdokonig.com)© Sociedad Chilena del Derecho de Autor (SCD), 2012Distribuye: Editorial Catalonia Ltda.Santa Isabel 1235, ProvidenciaSantiago de Chilewww.catalonia.cl

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AGRADECIMIENTOS

El orden de estos agradecimientos es irrelevante, siendo cada aporte igualmente importante en el resultado final de este trabajo, pero en primer lugar mencionamos ambos a la SCD, por el apoyo a esta edición, y a nuestras familias y amigos, cuyo soporte ha sido constante. A Ricardo Mendoza Rademacher, editor de la prime-ra versión; Rodrigo Felipe Ojeda (quien digitó el texto original de este trabajo allá en el 2003); a Genaro Burgos, Hugo Muñoz, Benjamín Cabieses, Ana Bañados, Rodrigo Torres, Lina Barrientos (para La Serena), Nicolás Masquiarán (por Concepción), Archivo Corporación Cultural Universidad de Concepción, Alejandro Vera, Carmen Torres, Fernando Poveda, Jaime Carrasco (desde Chillán), Alejandra Martí, Carlos René Ibacache, Jorge Castillo, Francisco Ríos Anderson, Carmen Peña, Roberto Doniez Soro, Nelia Fonseca (en Punta Arenas), Seminario Pontificio Mayor de Santiago, Fernanda Vera y otros tantos que puedan escapar a la memoria.

Finalmente, queremos agradecer al Centro de Documen-tación del Teatro Municipal de Santiago por la enorme cantidad de invaluable información y de material fotográfico y visual rele-vante para la publicación de este trabajo. De paso recordamos que más materiales y otros elementos diversos de aquel archivo pue-den encontrarse en su sitio web: http://centrodae.municipal.cl

El autor hace un agradecimiento especial a José Manuel Izquierdo por su trabajo y, nuevamente, a la SCD y Catalonia por la posibilidad de reeditar esta publicación.

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Índice

PRÓLOGO DEL AUTOR A LA PRIMERA EDICIÓN Ernesto Guarda Carrasco 15

PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN Alejandro Guarello, Presidente SCD 19

INVITACIÓN A LA SEGUNDA EDICIÓN José Manuel Izquierdo König 23

1800 - 1850: LAS PRIMERAS ORQUESTAS EN CHILE 29

ORQUESTA DEL TEATRO DE ARTEAGA 33Manuel Robles Gutiérrez (1780 - 1837)

ORQUESTA DE LA SOCIEDAD FILARMÓNICA DE SANTIAGO 35

ORQUESTA DE LA ÓPERA EN SANTIAGO 36José Zapiola Cortés (1802 - 1885)

ORQUESTA DE LA CATEDRAL DE SANTIAGO 38José Bernardo Alzedo (1788 - 1878)

ORQUESTA DE LA COMPAÑÍA DE ÓPERA PANTANELLI 40

1850 - 1895: DEL SALÓN AL CONCIERTO 43

ORQUESTA DE LA ÓPERA DEL TEATRO DE LA VICTORIA DE VALPARAÍSO 46

ORQUESTA DEL PRIMER TEATRO MUNICIPAL DE SANTIAGO 47Tulio Hempel (1823 - 1892)

ORQUESTA DEL CONSERVATORIO NACIONAL DE MÚSICA 49

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ORQUESTA DE LA SOCIEDAD “HARMONIA” 50Aquinas Ried (1810 - 1869)

ORQUESTAS DE SEMINARIOS DE CHILE (VARIAS) 52

ORQUESTA DEL ORFEÓN DE SANTIAGO 53

ORQUESTA DE CONCIERTOS SINFÓNICOS DE VALDIVIA 55Guillermo Frick Eltze (1813 – 1905)

ORQUESTA DEL CLUB MUSICAL DE SANTIAGO 57

ORQUESTA DEL NUEVO TEATRO MUNICIPAL DE SANTIAGO 58Niccolo Guerrera y Daniel Antonietti.

ORQUESTA FEMENINA DEL CONSERVATORIO NACIONAL DE MÚSICA. 61

ORQUESTA DE LA SOCIEDAD MUSICAL DE VALPARAÍSO 62

ORQUESTA JUVENIL DEL CÍRCULO MUSICAL DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE 64

ORQUESTA DE LA SOCIEDAD CUARTETO DE SANTIAGO 65

ORQUESTAS JUVENILES (ALUMNOS DE COLEGIOS) 66

ACADEMIA MUSICAL ORTIZ DE ZÁRATE 67Eleodoro Ortiz de Zárate

1895 - 1940: EL CAMINO HACIA LA PROFESIONALIZACIÓN 71

ORQUESTAS DE FIN DE SIGLO EN VALPARAÍSO 75Pedro Cesari (1836 - 1902)

ORQUESTA DE LA COMUNIDAD FRANCISCANA DE CHILLÁN 77

ORQUESTA DE ALMUNOS DEL CONSERVATORIO NACIONAL DE MÚSICA 78Enrique Soro Barriga (1884-1954)

ORQUESTA DE LA SOCIEDAD ORQUESTAL DE CHILE 80Nino Marcelli (1886 - 1967)

ORQUESTA DEL CLUB ALEMÁN DE CANTO DE VALDIVIA 82

ORQUESTA DE LA SOCIEDAD MUSICAL SANTA CECILIA DE CHILLÁN 83Germán Müller

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ORQUESTAS DE ESTUDIANTES INDEPENDIENTES DEL CONSERVATORIO NACIONAL 85

INTERLUDIO: ALGUNOS CONCERTINOS 86

ORQUESTA SINFÓNICA MUNICIPAL DE SANTIAGO 89Armando Carvajal Quiroz (1893-1972)

ORQUESTA SINFÓNICA DE ANTOFAGASTA 92

ORQUESTA SINFÓNICA DE LA SERENA 93

ORQUESTA DE CÁMARA DEL CLUB DE LA UNIÓN DE SANTIAGO 94Javier Rengifo

ORQUESTA DE LA ACADEMIA NACIONAL DE VALDIVIA 96

ORQUESTA DEL TEATRO MUNICIPAL DE SANTIAGO 97Alfredo Padovani

ORQUESTA MAHLER DE VALDIVIA 99Roberto Mahler Pick (1881-1953)

ASOCIACIÓN NACIONAL DE CONCIERTOS SINFÓNICOS 101Juan Casanova Vicuña (1894 - 1976)

CORPORACIÓN SINFÓNICA DE CONCEPCIÓN 104

ORQUESTA SINFÓNICA DE PROFESORES DE SANTIAGO 106Luis Moll Briones

1940 - 1963: CONSOLIDACIÓN DE UN PROYECTO ORQUESTAL 113

ORQUESTA SINFÓNICA DE CHILE 116Víctor Tevah Tellias (1912 - 1988)

ORQUESTA DEL LICEO DE HOMBRES DE CONCEPCIÓN 120

ORQUESTA SINFÓNICA DE LA ESCUELA NORMAL RURAL CAMILO HENRÍQUEZ DE VALDIVIA 122Álvaro Gómez Andrade

ORQUESTA SINFÓNICA DE SANTIAGO 124

INTERLUDIO: EL PASO DE ERICH KLEIBER POR CHILE 125

SOCIEDAD MUSICAL UNIVERSITARIA DE CONCEPCIÓN 127

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ORQUESTA DE CÁMARA DE ALUMNOS DE LA ESCUELA NORMAL RURAL “CAMILO HENRIQUEZ” DE VALDIVIA 128Hernán Barría Miranda

ORQUESTA SINFÓNICA DE LA UNIVERSIDAD DE CONCEPCIÓN [ANTES, ORQUESTA DE CÁMARA UNIVERSITARIA DE CONCEPCIÓN] 131Wilfried Yunge (1928-2001)

ORQUESTA DE CÁMARA DE LA SERENA 135

ORQUESTA DE CÁMARA DE LA SOC. MUSICAL “JUAN SEBASTIÁN BACH” DE VALDIVIA 136

ORQUESTA DE CUERDAS DE LA UNIVERSIDAD AUSTRAL DE CHILE 137

ORQUESTA FILARMÓNICA DE CHILE (hoy, Orquesta Filarmónica de Santiago) 138Juan Matteucci Pirri (1921 - 1990)

ORQUESTA DE CÁMARA DE VALPARAISO 142

ORQUESTA SINFÓNICA JUVENIL DE LA ESCUELA NORMAL SUPERIOR “JOSE ABELARDO NUÑEZ” DE SANTIAGO 143

ORQUESTA FILARMÓNICA REGIONAL DE LA SERENA 144

ORQUESTA DE CÁMARA DE LA UNIVERSIDAD AUSTRAL DE CHILE (VALDIVIA) 146Sigfried Erber Wanzek

ORQUESTA CLASICA PRO-MÚSICA DE VIÑA DEL MAR 149

ORQUESTA “JUAN SEBASTIÁN BACH” DE SANTIAGO 150

ORQUESTA SINFÓNICA DE VIÑA DEL MAR 151

ORQUESTA SINFÓNICA DE ANTOFAGASTA 152

1964 - 2000: NUEVOS RUMBOS 159

ORQUESTA SINFÓNICA DE NIÑOS ( JUVENIL) DE LA SERENA 162Jorge Peña Hen (1928 - 1973)

ORQUESTA DE CÁMARA DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA 165Fernando Rosas (Valparaíso, 1931 - 2007)

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ORQUESTA FILARMÓNICA DE LA ESCUELA DE MUSICA DEL CENTRO UNIVERSITARIO DE OSORNO 167

ORQUESTA FILARMÓNICA DE VALPARAÍSO 168

ORQUESTA SINFÓNICA DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE EN LA SERENA 169

ORQUESTA DE CÁMARA JUVENIL DE LA ESCUELA DE CULTURA Y DIFUSIÓN ARTÍSTICA DE VALDIVIA 170

ORQUESTA DE ALUMNOS DE LA FACULTAD BELLAS ARTES DE LA UACH, VALDIVIA 171Ernesto Guarda Carrasco

ORQUESTA DE LA UNIVERSIDAD ADVENTISTA DE CHILLÁN 174

ORQUESTA DEL MINISTERIO DE EDUCACIÓN (REESTRUCTURADA) 175

ORQUESTA CLÁSICA DE LA UNIVERSIDAD DE SANTIAGO 176

ORQUESTA DE CÁMARA DE PUNTA ARENAS 177

ORQUESTA DE CÁMARA DE CHILE 178Juan Pablo Izquierdo

ORQUESTA SINFÓNICA NACIONAL JUVENIL 180José Luis Domínguez

ORQUESTA SINFÓNICA UNIVERSIDAD DE LA SERENA 182Celso Torres

ORQUESTA FILÁRMÓNICA DE LA QUINTA REGIÓN 184

ORQUESTA DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALPARAÍSO 185

ORQUESTA DE CÁMARA DE LA ESCUELA MODERNA 186Luis José Recart

2001 - NUESTROS DÍAS: MASIFICACIÓN REGIONAL Y EL BOOM JUVENIL 191

ORQUESTA CLÁSICA DE VALDIVIA 194Hugo Muñoz Sepúlveda

ORQUESTA FILARMÓNICA MUNICIPAL DE TEMUCO 196

CAMERATA ANDRES BELLO DE SANTIAGO 197

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Santiago Meza

ORQUESTA FILARMÓNICA REGIONAL DE VALDIVIA 199Genaro Burgos Ríos

ORQUESTA UNIVERSIDAD SAN SEBASTIÁN 201

ORQUESTA MARGA MARGA 202

ORQUESTA MUSEO ARRAU DE CHILLÁN 203

ORQUESTA DE CÁMARA DE LOS RÍOS 204

BIBLIOGRAFÍA 219

GLOSARIO DE TÉRMINOS APARECIDOS EN LA OBRA 221

ÍNDICE ONOMÁSTICO 225

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PRÓLOGO DEL AUTOR A LA PRIMERA EDICIÓN

Ernesto Guarda Carrasco

Nadie puede asegurar que el fervor por la música orquestal de nuestros días sea un hecho reciente, fruto de políticas sensibles a las manifestaciones culturales y artísticas. Es preciso indagar en el pasado en este aspecto para valorar justicieramente el origen de este renacimiento del cual somos hoy felices testigos. Hay factores esenciales que debemos considerar para descubrir las bases sobre las cuales se asienta dicho renacer. Primeramente, es urgente y necesario tener la capacidad y neutralidad para reconocer que los actuales son otros tiempos: La economía del país, de sostenida evolución en las últimas décadas, ha hecho posible con su creci-miento imitar lo que en los países más desarrollados es historia antigua. La proliferación obsesiva de conjuntos instrumentales del país no es otra cosa que demostración de la buena utilización del rebalse de la economía social de mercado. Es aquí también donde el concepto de la subsidiaridad ha dado sus frutos. Lo contrario habría sido una posición retrógrada e incongruente si junto con el crecimiento material no hubiera seguido con idénticos pasos el desarrollo cultural del país. Muy distinta fue la realidad de Chile en el pasado desde el punto de vista económico. Las institucio-nes artístico–culturales se debatían en la pobreza y la precariedad como un reflejo de lo que acontecía en el plano financiero del país. Por otro lado las autoridades en gran parte, salvo honradas excep-ciones, estimaron que estas cosas del Arte y la Cultura no tenían

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prioridad, no obstante el salitre y la plata proporcionaban buenos dividendos a la cuenta fiscal. Eran, en efecto, otros tiempos en que ni siquiera era posible soñar con el sistema de fondos concursa-bles, asistencia de fundaciones poderosas, de leyes de donaciones culturales, aporte de sociedades extranjeras, becas, pasantías o apadrinamientos de diverso orden. Al contrario, eran tiempos en que los propios profesores o directores de orquesta debían finan-ciar de su bolsillo –siempre escuálidos, pero generosos– o de sus alumnos, cuerdas, atriles, copistas, arriendo de locales, transporte, reparaciones, etc. Fueron por fortuna las entidades filarmónicas, casi siempre de origen foráneo (sociedades de colonias extranje-ras), las que sostuvieron el espíritu creador con gran entusiasmo y desinterés. Con ellas se organizaron las primeras orquestas in-fantiles, Juveniles, de Cámara y Sinfónicas que marcaron un hito señero en el desarrollo posterior de estas manifestaciones. En este período se hallan los verdaderos embriones, en este caso, de las orquestas de cámara y sinfónicas, juveniles e infantiles. Para en-contrar a sus iniciadores basta hurgar desapasionadamente en la historia y la crónica honesta para hacer justicia a los hombres que con sus fecundos desvelos dieron vida a una idea, un proyecto o una ilusión. Repasemos aunque someramente la evolución de las orquestas en Chile y descubramos la ineludible e inocultable verdad. Ud., estimado y paciente lector, seguramente no encon-trará en este listado –incompleto, sin duda– el nombre de alguna orquesta o de algún director por Ud. conocido. Ello se debe a que las bibliografías existentes no lo registran tal vez por no ser tras-cendente, por su esfumada y efímera existencia o por mi descui-dada acuciosidad. Esta última confesión me obliga a disculparme, apelando a su bonhomía y comprensión (Nadie es perfecto).

Este es un estudio bibliográfico de fuentes gráficas y orales (libros, revistas, diarios, programas de conciertos, cartas, manus-critos, memorias, carátulas de discos, páginas web y transcripción de entrevistas acerca del acontecer musical de Chile), referido en

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especial a la orquesta, directores y autores involucrados en esta materia. Quede claro entonces que este esfuerzo no es un mero listado cronológico, ni es historia; su definición debe ser entendi-da como un análisis historiográfico sin pretensiones de originali-dad pero sí de autenticidad. Este estudio deberá ser apreciado sin escatimaciones, pues su objetivo no es otro que hacer justicia a la memoria de los hombres y mujeres que han dado lo mejor de sus vidas para contribuir a cimentar y acrecentar la cultura chilena. Muchos nombres de generosos chilenos emergen en este libro, librados del injusto olvido de su aporte.

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PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN Alejandro Guarello,

Presidente SCD

La Sociedad Chilena del Derecho de Autor, en su constante la-bor de difusión y fomento de la música chilena busca aportar al entendimiento de nuestra identidad desde este arte, a través de la publicación de libros que relatan la historia y la impronta de nombres imprescindibles de nuestra tradición sonora.

Son muchos los perfiles, los aportes y las construcciones de patrimonio que surgen a partir de la acción de personas o grupos que han asumido como parte de sus vidas y vocación, el quehacer musical.

¿Quiénes son nuestros músicos? Sin duda es una pregunta absolutamente necesaria de responder en tiempos en que la pre-ocupación por el patrimonio cultural de nuestro país a toma im-portancia y cierta prioridad.

En general, creemos que ellos son artistas que en forma indi-vidual o constituyendo grupos o conjuntos van urdiendo la historia musical de Chile. En este sentido es que esta colección la hemos titulado simplemente “Nuestros Músicos”, porque cada libro relata y documenta en forma sencilla y directa una parte importante de la historia cultural del país, a través de las biografías de artistas que han aportado con su creación al patrimonio musical chileno.

Por primera vez, surge la posibilidad de valorar y testimoniar a personas, muchas de ellas desconocidas, que desde su puesto de atril en un colectivo orquestal hacen posible tanta música.

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De este modo, este volumen está dedicado a un colectivo muchas veces anónimo en que el sujeto de estudio y revisión no es una persona o grupo musical como lo es en los volúmenes anterio-res sino que está dedicado a todos aquellos músicos que formaron o forman parte de un orquesta. Un colectivo que requiere mucha energía y esfuerzo para fundar y mantener en funcionamiento, en que el trabajo de cada integrante se funde en el resultado sonoro del concierto bajo la batuta de un director responsable.

La orquesta, en sí misma, es un fenómeno complejo de relaciones personales, amistad, desencuentros, profesionalismo, competencia y entrega desinteresada por la música y las obras que requieren de ella. Por esta razón, debemos saber valorar a todos aquellos que han integrado, dirigido o administrado una orquesta, un ser viviente pleno de energía y belleza sonora.

En este contexto, la re-edición revisada de La Orquesta en Chile: génesis y evolución, es un nuevo aporte y esfuerzo de la Sociedad Chilena del Derecho de Autor y su Comisión de Publicaciones por rescatar y documentar el trabajo de nuestros músicos, y ponerlo en perspectiva frente a la compleja tarea de establecer nuestra identidad. La historia y futuro de esta colección va justamente en esa línea.

Ernesto Guarda Carrasco, su autor, quien en 2003 y con algo de ayuda del joven José Manuel Izquierdo (entonces su alumno) en Valdivia dieron vida a la primera edición de esta publicación, hace justo recuerdo y reconocimiento a todas aquellas institucio-nes y personas que constituyeron las orquestas en la historia de Chile. Músicos, hasta ahora anónimos, integrantes, promotores, sostenedores y directores de estas agrupaciones son reconocidos y dados a conocer en un trabajo arduo de recopilación de informa-ción dando cuenta del aporte de cada uno de ellos.

Esta segunda edición incluye una actualización de este es-fuerzo, complementándolo con nuevos datos, agrupaciones, infor-mación histórica e imágenes, y con la inclusión de todas aquellas

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instituciones que se han creado y personas que se han incorporado a esta larga historia de la actividad orquestal en Chile.

Músicos de fila, solistas, primer trompeta, primer clarine-te, concertino, etc. constituyen estas agrupaciones y rara vez son reconocidos fuera del ámbito estrictamente musical. Esta publi-cación que está en sus manos, es una forma de agradecer a todos aquellos que formaron parte de estas importantes agrupaciones musicales, las orquestas, gracias a Ernesto Guarda que dio vida, señeramente, esta importante iniciativa.

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INVITACIÓN A LA SEGUNDA EDICIÓN José Manuel Izquierdo König

¿Desde cuándo se puede hablar efectivamente de orquestas en Chile? Esta pregunta, para muchos, lleva a la memoria ins-tituciones como la Orquesta Sinfónica de Chile o la Orquesta Filarmónica de Santiago, quizás las dos más famosas del país, considerando justamente a la orquesta como parte de un todo que involucra lugares, audiencias, repertorios y, notoriamente, músi-cos. La orquesta es, justamente, una institución, una agrupación compuesta por seres humanos, con su enorme capacidad multifa-cética, que es –como toda otra reunión humana– histórica y de-limitada en el tiempo. Cada orquesta es, en sí misma, finita, aún cuando sus integrantes vayan cambiando y, aunque esto parezca de Perogrullo, es importante señalarlo porque va directamente de la mano con una primera respuesta a nuestra pregunta: no siempre hubo orquestas en el mundo y no siempre existieron, por tanto, en nuestro país. También podríamos comenzar a preguntarnos desde cuándo existe lo que hoy llamamos Chile, tanto geográfica, polí-tica y/o culturalmente, pero en este caso, además de molesto, sería casi innecesario: las independencias americanas se dieron casi en conjunto con el proceso de asentamiento de la institución orques-ta en Europa, generado hacia mediados del siglo XVIII.

Un poco de historia sobre la orquesta misma puede ser de ayuda en este momento. En la medida en que la nobleza europea se asentaba en lugares específicos, contrataba instrumentistas a tiempo completo para conformar conjuntos estables y, en paralelo,

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se da comienzo a la era de los músicos viajeros –de los cuales el joven Mozart es un reconocido ejemplo– llevó a estandarizaciones de estos conjuntos. Por ejemplo, se aceptó la base de las cuerdas, se fue dejando de lado el continuo–acompañamiento armónico des-de el teclado–y se fueron reforzando progresivamente los vientos, particularmente desde la masificación del clarinete (c.1760), uno de los instrumentos más importantes inventados durante el siglo de las luces. La orquesta de la corte de Mannheim era reconocida como una de las mejores y más influyentes, aunque el antecedente más importante para las futuras orquestas fue la orquesta de la Gewandhaus de Leipzig, fundada en 1781. Fue la primera agru-pación formada por comerciantes civiles para difundir la música en conciertos públicos, esquema que tuvo gran éxito y comenzó a ser replicado en otras ciudades europeas. Esto generó el primer modelo de orquesta, la Filarmónica, compuesta principalmente por aficionados entusiastas, en contraparte a las Sinfónicas, es-tatales o al menos en parte financiadas por su ciudad o similar. Los dos ejemplos clave de esta tendencia en el siglo XIX son las Filarmónica de Viena (de 1842, al igual que la Filarmónica de Nueva York) y la Orquesta Sinfónica de Berlín (1887). Ambos conceptos se fueron entremezclando y confundiendo y ya a fines del siglo XIX no representaban necesariamente su definición ori-ginal. Hacia 1840 la orquesta como institución comenzó a funcio-nar de modo similar al que conocemos hoy, con un director, con ensayos por secciones, jefes de fila y un concertino; además de un sonido propio del conjunto otorgado por la reunión de músicos estables. Además, las giras de Héctor Berlioz por Europa el pri-mer virtuoso de la batuta– llevaron a estandarizar estos procesos, nacidos en Francia, por todo el continente y luego hacia América y otras regiones del orbe.

Entonces, como puede entreverse, aunque los conjuntos musicales del siglo XVIII fueron acercándose progresivamente al molde que hoy conocemos como orquesta, solo entrado el siglo

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XIX se generó este esquema y, justamente en este siglo, su presen-cia en Chile fue haciéndose cada vez más prominente en la vida cultural. Esto no quiere decir, como a veces se ha malinterpretado, que en el siglo XVIII no hubiesen en Chile conjuntos musicales de cierta importancia. En Santiago, como en otras ciudades del país, agrupaciones musicales existían principalmente relacionadas a la iglesia católica y al ejército, en forma de capillas de música y de bandas, respectivamente. Durante el siglo XVIII diversos con-ventos tenían importantes conjuntos musicales, compuestos prin-cipalmente por cuerdas, algunos vientos, teclado, guitarra y arpa, aunque también vihuelas, bajones y otros instrumentos utilizados durante el periodo que hoy consideramos como barroco tardío y que no llegaron a formar parte de la orquesta que hoy llamamos clásico–romántica. En la Catedral, Fray Cristóbal de Ajuria y José de Campderrós dirigieron el conjunto musical y, entre otros, se puede citar a Nicolás de Erazo en el Colegio Máximo de San Miguel. Estudios recientes, principalmente aquellos realizados por Víctor Rondón y Alejandro Vera, han podido mostrar que la vida musical durante el siglo XVIII fue particularmente rica en cuanto a diversidad de agrupaciones musicales e interconexiones entre ellas, quizás debido a que los músicos no eran tantos y de-bían repartirse en muchos lugares. Pero conventos y monasterios, notoriamente, tenían entre sus miembros a buenos músicos, mu-chos y muchas de ellos integrantes de los conjuntos que, incluso en ocasiones, dejaban escuchar su música al resto de las ciudades donde residían.

Si esto es así, probablemente alguien preguntaría: ¿Entonces cuál fue la primera orquesta en Chile? La pregunta no es tan fá-cil ni rápida de responder y, como se verá, la primera mitad del siglo XIX conllevó la creación de una serie de conjuntos que, a excepción de casos específicos, no llevaron nombre, sino que eran reconocidos por el lugar donde hacían música y la manera en que la realizaban (salones, teatros, iglesias, por ejemplo). La presente

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segunda edición del libro La Orquesta en Chile, comienza, por tanto, con una revisión de estos primeros conjuntos orquestales en Chile, de sus integrantes y principales promotores. Los capítulos posteriores revisarán nuevos procesos y nuevas agrupaciones en periodos que, muchas veces, marcan más bien límites de claridad que bordes duros en el tiempo. El segundo bloque corresponde a las orquestas entre 1850 y 1895, periodo que va desde la desapari-ción formal de la orquesta fija de la Catedral de Santiago y la fun-dación del Conservatorio Nacional hasta el estreno de La Florista de Lugano, primera ópera chilena. El tercer periodo comienza a continuación del anterior y sigue hasta 1940, previo a la ley 6696 y la fundación de la Orquesta Sinfónica de Chile. El cuarto bloque puede considerarse desde ese evento hasta 1963, momento previo al gobierno de Eduardo Frei Montalva y la creación de dos impor-tantes orquestas de cámara parcialmente juveniles, la de cámara de la Universidad Católica de Chile y también la de La Serena, dirigidas respectivamente por Fernando Rosas y Jorge Peña Hen. El siguiente periodo corresponde al que va desde 1964 hasta el año 2000, de cambio de milenio. El año 2001 se conformaría la Fundación de Orquestas Juveniles bajo el gobierno de Ricardo Lagos y ese año marca el inicio del último periodo hasta hoy.

Cabe decir que cada uno de estos periodos incluye una in-troducción histórica que abarca el proceso de la vida orquestal dentro de esos años, y luego se presentan los datos referidos a cada nueva agrupación creada durante aquel lapso. El devenir de la agrupación referida será escrito en ese espacio, no volviendo a ingresarse para cada nuevo periodo que le ha tocado vivir. Del mismo modo, entre estos datos se incluyen biografías de personas relevantes a la vida orquestal en aquel momento –principalmente directores que tuvieron un rol organizador–, aunque estas perso-nas pueden, en muchos casos, cubrir con sus vidas varios de estos periodos. Quizás uno de los aspectos más importantes del libro es que en el se anotan los integrantes de cada agrupación durante

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su primera temporada (a menos que se indique una fecha espe-cífica distinta) y de algunos de los directores fundamentales de cada una, sin extenderse innecesariamente. Sería imposible cubrir a todas las personas que han aportado a la música orquestal de Chile y, como se dice a veces, no están todos los que son, ni son todos los que están. Lo que aquí se ha intentado es hacer un re-conocimiento a muchos de ellos, especialmente a quienes dieron los primeros impulsos en cada ocasión y cada nuevo proyecto. Se necesitarían libros específicos sobre muchos de estos conjuntos para poder hacer verdadera justicia a sus historias. Espero sincera-mente que esta nueva edición de La Orquesta en Chile de mi gran amigo, profesor y maestro Ernesto Guarda Carrasco continúe con aquello que considero lo más importante de este trabajo: la valo-rización permanente de aquellos que antes que nosotros dieron su esfuerzo, su tiempo y en ocasiones hasta su integridad por la vida musical de Chile y de su gente, a través de esta institución de músicos–trabajando– juntos que es la Orquesta, y que hoy es parte de nuestro imaginario cultural.

Finalmente, me gustaría señalar un punto que me parece re-levante con respecto a esta nueva edición: cuando Ernesto termi-nó este libro el año 2003, siendo entonces mi maestro, concluyó el mismo señalando que una mayor contextualización histórica sería “preocupación de otro soñador”. Casi diez años después, y sin sa-berlo entonces, terminé tomando ese rol, aunque sin completar este trabajo aún del todo. Estoy infinitamente agradecido de este rol que se me ha encomendado y que he tomado con cariño y esmero, con la venia de Ernesto y de la Comisión Editorial de la SCD. Queda mucho por saber, muchos músicos por nombrar y otros datos que “afiatar” y, nuevamente, me veo en el predicamen-to de que otros vendrán a continuar esta tarea hermosa que inicio Ernesto Guarda de hacer un rescate profundo de la memoria de la vida orquestal en Chile.

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1800 - 1850: LAS PRIMERAS ORQUESTAS EN CHILE

El 30 de agosto de 1819 se dio en la Plaza de Armas de Santiago un concierto que incluía la Octava Sinfonía de Ludwig van Beethoven, dirigida por Carlos Drewecke y que fuera estrenada en Europa en 1814, sólo algunos años antes. Si aceptamos este hecho, tenemos que creer que ciertas disposiciones se habían dado ya a fines de la colonia y durante el periodo de independencia como para que hubiese en Santiago una orquesta capaz de inter-pretar este tipo de obras, aunque fuera de modo aficionado y prác-ticamente esporádico. La razón principal era el impulso al teatro que se venía dando desde fines del siglo XVIII en el país. Antonio Aranaz, procedente de Cádiz y que buscaba encontrar un puesto como Maestro de Capilla, fue el gran promotor de la tonadilla escénica en Santiago, género que incluía canciones, escenas y, más importante aún para nosotros, una pequeña orquesta compuesta por cuerdas, algunos vientos y trompas (cornos). Nombres que provenían de la tonadilla como “bolera, seguidilla, tonadita” se-rán fundamentales para entender la música popular del siglo XIX y aún José Zapiola compondrá unas “boleras de la zamacueca”, haciendo eco del antiguo género escénico y sus lugares musicales. Pereira Salas señala que el director musical de las mismas y del teatro a fines del siglo XVIII en Santiago era Pedro Bevelaqua, clarinetista y más tarde profesor de Diego Portales.

El gobernador Luis Muñoz de Guzmán (1802 – 1808) fue uno de los principales promotores del arte teatral y, con él, de la

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música que le acompañaba. En su casa se hacía música y su mujer era muy entendida en la materia, por lo que podemos suponer que también ellos fueron un aliciente importante a mejorar la ca-lidad musical de las presentaciones teatrales. Aunque los años de la Guerra de Independencia no fueron fáciles, no significa que no hubiese música en ellos. En 1812, por ejemplo, en consideración de la llegada a Santiago de la división del ejército Maule, se reali-zaron diversos festejos que incluyeron, por ejemplo, una orquesta de música en la Plaza Mayor. La misa de Gracia por el 18 de septiembre de 1817 incluyó también un Te Deum a gran orquesta. Así, se deja en claro que había en Santiago, al menos, músicos su-ficientes como para organizar diversas actividades de importancia para la música en Chile.

La música en el teatro cobraría un lugar primordial en los años posteriores a la Independencia, no por nada Andrés Bello decía que participar del teatro era promocionar dos artes: “la de-clamación y la música”. El principal recinto para el teatro y la música durante la década del veinte fue el teatro de don Domingo Arteaga, edecán de Bernardo O´Higgins, en Compañía esquina Plazuela O’Higgins, inaugurado el 20 de agosto de 1820, fecha del natalicio de aquel prócer. En 1822 llegó a Santiago el actor Luis Ambrosio Morante, acompañado del músico y poeta Juan Crisóstomo Lafinur. En las obras de Morante siempre había mú-sica de fondo y según Vicente Gesualdo “era una música minu-ciosa, descriptiva, que acompañaba a la acción escénica. El doctor Lafinur, Blas Parera, José Zapiola y según algunos autores el pro-pio Morante, escribieron las partituras de esas obras”. Una tra-ducción de Cardillac de Anthony y Leopold hecha por Morante incluía música de Andrieux que debía ser interpretada por la or-questa, y que en momentos solicita trompas, cuerdas con sordinas, timbales y otros instrumentos, que de seguro eran reorquestados acá en Chile por los músicos del teatro. En ocasiones se debía acompañar hasta tres obras teatrales, además de oberturas, escenas

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bailables y otro tipo de situaciones que, sin duda, daban trabajo a la orquesta en cada ocasión.

El melodrama era importante y fue, sin duda, el género con mayor presencia durante la década de 1820, pero también hubo otras composiciones, como El poeta y el músico, una opereta donde Morante lució su lugar de cantante, aunque la prensa señaló que su voz no era tan buena como la de Francisco Navarro. Pero quizás el principal espacio de ilustración musical para el público, dentro del teatro, eran las oberturas, donde el público dedicaba sus oídos solo a la música, apreciando el talento o las fallas de la orquesta. Rossini, Mozart y Donizetti eran los autores más promocionados, principalmente con el apoyo de Isidora Zegers. Incluso se llega-ron a cambiar los bailes populares por arias de ópera en algunos entreactos y en 1828 se estrenó en Santiago la obertura de Alina di Golconda de Donizetti solo cuatro meses después del estreno de la ópera en Génova. Los directores de la orquesta del teatro fueron, sucesivamente, Manuel Robles, Bartolomé Filomeno, Vicente Massoni y José Zapiola.

De la misma época es la Sociedad Filarmónica de Santiago, institución organizada por Isidora Zegers, Zapiola y otros músicos, con el propósito de fomentar una estabilidad en los conciertos anuales en la capital, fin logrado durante algún tiempo. Isidora Zegers fue, sin duda, la promotora musical más importante durante este periodo. Se esforzó por ayudar a muchos músicos, tenía una biblioteca musical de importancia de la cual se alimentaron muchos otros y, además, fue quien con mayor ahínco recibió a los músicos extranjeros que llegaban al país, haciéndolos sentir como en casa –como a ella misma le tocó sentirse en el país–. Además, luego sería elegida como primera presidenta del directorio del Conservatorio Nacional de Música. Entre los miembros de la Sociedad Filarmónica debe considerarse a Carlos Drewecke quien llegara a Chile luego de que el barco en que viajaba, el Maria Sophie, fuera apresado por el cuestionado Crucero Corsario de La Argentina. Él fue sin

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duda uno de los primeros promotores importantes de la música nacional, y en palabras de Andrés Bello “Chile le debe sus primeros ensayos en el arte divino”. Promocionó fuertemente la música de Beethoven, Mozart y Haydn en el país, principalmente durante la década de 1820, antes de trasladarse a Constitución.

Si bien esta pudo ser la primera filarmónica en el país, pron-to hubo esfuerzos por formar pequeños conjuntos en otras ciuda-des, principalmente Concepción y Valparaíso. Quizás la que nece-site una mayor mención sea la del conjunto formado por Federico Muchall, alemán, junto a otros compatriotas. Comenzaron como grupo de cámara en el Hotel Hasselbrick y luego continuaron su labor en el Club Alemán. En 1846 estrenaron una misa de Aquinas Ried a coro masculino y orquesta. En el Huasco hubo intentos por formar una Sociedad Filarmónica y aun otra tuvo algunos progresos en Copiapó gracias a Isidora Zegers. Dice Zapiola que en aquellos años los músicos tenían ciertas vacantes de trabajo y había “dos orquestas bien servidas” en el país, la de la Filarmónica en Santiago y la del teatro en la misma ciudad.

Las orquestas en este periodo tomarían dos caminos más que serían de vital importancia: por una parte la Catedral y diver-sas iglesias en Santiago tendrían orquestas de un cierto tamaño y prestigio, que además estrenaban obras nuevas y, por otra parte, la ópera irá ganando cada vez más público y prestigio, el que se asen-tará con la llegada de la familia Pantanelli y su compañía italiana en 1845. Si bien aún no podemos hablar de orquestas estables como las entendemos hoy, estos espacios dieron apoyo económico y social a los músicos de su tiempo y se transformaron en referentes y escuela para las generaciones por venir, que lograrían perfeccionar con mu-cho el arte de la música sinfónica y, principalmente, el de conformar agrupaciones estables para la música y su enseñanza.

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1820

ORQUESTA DEL TEATRO DE ARTEAGA

Director: Manuel Robles Gutiérrez. Integrantes: Se puede men-cionar a Manuel Robles como primer violín y a José Zapiola como clarinete, siendo el resto de los intérpretes difíciles de especifi-car; entre siete y ocho, “los únicos que podían llamarse tales en Santiago”, según el mismo Zapiola, aunque de seguro eran am-pliados en número en diversas ocasiones. Historia: Como se ha mencionado, participó en las diversas funciones que se dieron en el primer teatro después de la Independencia, el de Domingo Arteaga. Parte principal de su repertorio eran las oberturas y cier-tas selecciones musicales que acompañaban escenas específicas apuntadas en los dramas, en algunos casos con gran especificidad musical. Desde esta orquesta nacieron también otras agrupacio-nes musicales dirigidas a partir de la segunda mitad de la década, como la orquesta de su Academia.

Manuel Robles Gutiérrez (1780 - 1837)

Hijo de Marcos Matías Robles, director de bandas y profesor de baile, y de Agustina Gutiérrez. Nació en Renca. Fue torero, campeón de volantín y bohemio impenitente. En 1820, el día del Natalicio de Bernardo O’Higgins, estrenó su versión de la Canción Nacional de Chile, con letra de Bernardo Vera y Pintado, que alcanzó cierta popularidad. Fue el primer director del Teatro Arteaga y profesor de música. En 1824 partió a Buenos Aires

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junto a José Zapiola, viaje que le ayudó a perfeccionarse y donde, probablemente, escucharon ambos la primera ópera completa que se dio en Buenos Aires, El Barbero de Sevilla, con música de Rossini, el 27 de septiembre de 1825. Allí se desempeñó como violinista de la Orquesta del maestro Massoni, quien viajó a Chile en 1827 a hacerse cargo de la orquesta teatral y participó también de los conciertos de la Sociedad Filarmónica. Hacia fines de la década de 1820 abrió una academia de baile en el café de Melgarejo y organizó una pequeña orquesta con fines populares. En medio de deplorables condiciones económicas y siendo desconocida su obra y su importancia para la música chilena, muere en agosto de 1837, asistido por la caridad de sus amigos.

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1826

ORQUESTA DE LA SOCIEDAD FILARMÓNICA DE SANTIAGO

Director: Manuel Robles, Vicente (Santiago) Massoni. Integrantes: Francisco Guzmán, Carmen Sánchez de Guzmán, Amadée Gras, Vicente Massoni, Troncoso (flauta), Eduardo Neil (violín) Carlos Drewecke (cello), José Zapiola (clarinete), entre otros. Cabe destacar que mientras los músicos de orquesta eran principalmente hombres, el resto del repertorio lo interpretaban principalmente mujeres. Historia: Una sociedad centrada en la promoción de “la buena educación” y también de “sentimientos no-bles”. Si bien el repertorio de la Sociedad Filarmónica de Santiago incluía principalmente obras vocales y de cámara, por lo general lo abría una obertura sinfónica o sinfonía. Pero no debemos pensar que esta orquesta era compuesta por músicos similares a los de una orquesta sinfónica, siquiera una de cámara. Se trataba de un grupo de 8 a 12 aficionados entre los que solo podía nombrarse como profesional, según la prensa de la época, a Manuel Robles (esto antes de que llegara Massoni a Chile y tomara la dirección de algunos conciertos). Así, los tres primeros conciertos fueron iniciados con sinfonías de Haydn (28/06 – 12 y 26/07 de 1826), se interpretó también una obertura de Kaffder, otra de Uber, la de Tancredi de Rossini y la de la Flauta Mágica de Mozart, además de otras no identificadas. Los últimos conciertos de la sociedad se realizaron en 1829.

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1830

ORQUESTA DE LA ÓPERA EN SANTIAGO

Director: José Zapiola. Integrantes: Manuel Robles y Francisco Guzmán (violines), Eustaquio Guzmán (cello), Gustavo Herber (fagot), Camilo Sivori (contrabajo). Historia: José Zapiola tomó el control de la orquesta del teatro hacia 1830, época en que le toca llevar a cabo la más complicada de las temporadas de su tiempo, con la primera compañía de ópera en Chile. Como hemos dicho, quizás ya le había tocado ver una temporada de ópera en 1825 en Buenos Aires, pero aún así se trataba de un trabajo mucho más di-fícil que el que habían llevado a cabo Massoni o Robles. Los ensa-yos fueron desde el clarinete y con ellos logró algo de avance. Sin embargo, el bajo nivel de la compañía entera y la mala conducción de varios trozos por el director de la misma, señor Pissoni. Aún así, esta orquesta debe ser mencionada de modo especial por to-carle la tarea de estrenar, o intentar estrenar, las primeras óperas chilenas.

José Zapiola Cortés (1802 - 1885)

Nació en Santiago. Músico intuitivo, alumno de Matías Sarmiento, director de la banda de Música del Ejército de San Martín. Se ini-ció como clarinetista de manera autodidacta en 1819, apoyado por Carlos Drewetcke. Participó en diversas orquestas de teatro y fue director de la orquesta del Batallón Nº 7. Fue miembro fundador de la Sociedad Filarmónica de Santiago en 1826 y al año siguiente

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ingresó a la Catedral como primer clarinete, rol en que permane-ció hasta fines de la década de 1840. Años después asumirá como Maestro de Capilla de la Catedral de Santiago. Continuó en la dirección de bandas militares por encargo de Diego Portales, para quien compuso un Réquiem. Asimismo organizó la banda militar del Batallón Nº 1 de Aconcagua en 1838. En 1839 compuso el Himno de Yungay, quizás la melodía más popular escrita en Chile durante el siglo XIX.

En 1830 dirigió la Orquesta de Pissoni – Bettaglia, pri-mera compañía de ópera que vino a Chile. Amplía por aquellos años sus conocimientos junto al pianista Jules Barrè y en 1842 organiza algunos conciertos sinfónicos por los que se le otorga una medalla de oro en 1844. Principal promotor de la creación de la primera cátedra de música en la Escuela Normal, funda el Semanario Musical –primer periódico sobre el tema en Chile– y escribe para él gran cantidad de artículos anónimos, incluida una Historia de la Música en Chile. En 1854 fue nombrado profe-sor del Conservatorio Nacional, llegando a ocupar el cargo de Director en 1857. Entre sus obras deben considerarse composi-ciones religiosas como su Stabat Mater para coro y orquesta, su música incidental para Edipo de Sófocles y algunas composiciones populares como boleras y zamacuecas.

En lo político, formó parte de La Sociedad de la Igualdad, lo que le significara en una oportunidad ser deportado a Chiloé por hechos ocurridos en abril de 1851. En este campo cabe mencionar que entre 1870 - 1872 se desempeñó como Regidor por Santiago. Sus Recuerdos de Treinta Años, reeditados incontables veces, son memorias fundamentales para entender el siglo XIX en Chile y reconocido como un libro de interés fundamental para el país.

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1840

ORQUESTA DE LA CATEDRAL DE SANTIAGO

Director: Henry Lanza, José Bernardo Alzedo. Integrantes (ha-

cia 1846): Víctor Guzmán y Máximo Escalante (primeros violi-nes), Roque Guardado y José María Portilla (segundos violines), José Zapiola, Mariano Santander y Juan Manuel Pardo (clarine-tes), Manuel Tobar y Rafael Lagunas (contrabajos), Eustaquio Guzmán (cello). En algunas fechas especiales (como Semana Santa o Navidad) eran contratados más músicos. Historia: Si bien la Catedral de Santiago tenía una capilla de música desde tiempos coloniales, hacia 1837 se había considerado que era nece-sario comenzar a reformarla y también mejorarla sustancialmen-te. Para esto se contrataron algunos profesores europeos, entre ellos Henry Lanza, quien tomó el puesto de Maestro de Capilla. Aunque interpretó obras del repertorio clásico, no parece haber compuesto mucho y, luego, por diversos conflictos fue despedido del templo metropolitano. Quizás, principalmente, fueron causa de esta difícil relación su carácter liberal y anticlerical, a la vez que su connotado rol como cantante lírico y amante de la ópera y el teatro, con fama a lo largo del país. Tras su alejamiento asumió el cargo José Bernardo Alzedo. En 1850 un órgano es comprado en Inglaterra para reemplazar a los instrumentistas. Durante la década siguiente aún la orquesta se utilizará en ocasiones de gran solemnidad, pero cada vez con menos frecuencia. Puede decirse, quizás, que durante la década de 1840 era el principal puesto de

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trabajos de músicos en Santiago y la agrupación musical de mayor excelencia artística en la capital.

José Bernardo Alzedo (1788 - 1878)

Nació en Lima, Perú, pero vivió la mitad de su vida en la capital chilena donde llegó a consagrarse como uno de los más influyen-tes artistas nacionales, ocupando entre otros el puesto de Maestro de Capilla de la Catedral de Santiago, por casi veinte años (1846 - 1863). Allí llegó como cantante bajo, luego de estar unos años en Chile sirviendo en las bandas militares, las mismas con que arribó al país. Se hizo famoso como autor del Himno Nacional del Perú y con su canción La Chicha. En Chile se dedicó a la enseñanza en instituciones como el Seminario Pontificio Mayor y, dentro de la Catedral de Santiago, su lugar fue principalmente cercano a la figura de monseñor Rafael Valentín Valdivieso.

Como compositor fue especialmente destacado, aunque también tenía gran carácter y seguridad como director de orques-ta. Entre sus composiciones cabe notar su Miserere Mei Deus y su Trisagio Solemne, ambas escritas para gran orquesta, coro y solis-tas. Su gran número de obras en la capital están desperdigadas en diversos archivos religiosos, demostrándose así su influencia como creador. Hacia 1863 volvió al Perú donde tuvo un tardío recono-cimiento y retocó la canción nacional que tantos años atrás com-pusiera. Allí publicó además su Filosofía Elemental de la Música, voluminoso ensayo ilustrado que comenzó a escribir en Chile alrededor de 1845. Este trabajo pareciera ser el más importante escrito sobre música en Sudamérica durante el siglo XIX.

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1845

ORQUESTA DE LA COMPAÑÍA DE ÓPERA PANTANELLI

Director: Rafael Pantanelli. Integrantes: Se desconocen, pero al me-nos participaba en ocasiones José Zapiola y también los hermanos Víctor y Eustaquio Guzmán. Historia: La compañía que incluiría a las inolvidables Clorinda Pantanelli y Teresa Rossi llegó a Chile en 1844, dando su primera función el 21 de abril en el Teatro de la Universidad, construcción de madera que sería luego demolida para construir en su lugar el Teatro Municipal de Santiago. La compañía, sin embargo, tuvo quizás aún más presencia en Valparaíso que en Santiago y con su repertorio de óperas de Rossini, Bellini, Donizetti y Verdi bellamente interpretadas, cautivó al público de la época y abrió las puertas del romanticismo más ferviente en la capital. Zapiola de-cía que la orquesta tenía algunos problemas cuando comenzó, espe-cialmente la falta de clarinetes y oboes y el tener una sola viola. Los vientos tenían serios problemas de coordinación y las trompas jamás entraban a tiempo, pero se consideraban menores ante el talento de la compañía y el despertar que trajo la ópera. Hacia 1850 un nuevo con-junto vino a reforzar el grupo y entre ellos llegó el director Antonio Neumann, quizás el primer virtuoso de la batuta que llegara a Chile. Es cierto que Pantanelli era muy admirado por poder dirigir con habilidad y además tocar el piano en los recitativos, pero Neumann –quien también era compositor–, podía compararse a otros artistas virtuosos que habían deslumbrado en el país y aumentado la vara en alto para el resto, principalmente Camilo Sivori en 1836.

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Manuel Robles. Retrato rea-lizado por Reszka, restaurado por el artista Tulio Vidal

José Alzedo. Músico peruano, au-tor del Himno Nacional de la re-pública vecina, maestro de capilla y director de orquesta en la Catedral de Santiago entre 1846 y 1863. Gentileza de Rodrigo Torres y la Universidad de Chile.

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José Zapiola. Reconocido músico chileno, autor de la Canción de Yungay y fi-gura central de la vida cultural santiaguina del siglo XIX. Fotografía gentileza de Rodrigo Torres.