la oración no consiste solo en decir señor, señor, sino

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La oración no consiste solo en decir Señor, Señor, sino disponer el corazón para hacer la voluntad del Padre (Cf. Mt 7, 21)

En torno al mes de la Solidaridad, donde como Iglesia celebremos la memoria de san Alberto Hurtado, quien nos muestra el amor y la misericordia de Dios con los más pobres de nuestra sociedad. Los queremos invitar a vivir un tiempo de oración, en torno a las Bienaventuranzas, discerniendo los caminos que Dios, nos invita a recorrer, para cultivar la fe y la caridad cristiana con nuestros hermanos más postergados. Este subsidio lo puedes ir desarrollando de manera personal, como también puedes invitar a los demás integrantes de tu familia o amigos, para compartir un momento de oración junto al Señor, ya sea en la casa o por medio de las plataformas digitales que puedas disponer.

Para realizar este espacio de oración, te recomendamos que puedas tener un cuaderno y lápiz, para que puedas

escribir tus reflexiones. Se puede llevar a cabo en distintas modalidades, puede ser una mañana de oración, o realizar una semana de oración, asumiendo cada día una bienaventuranza, según lo discierna cada uno.

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Antes de comenzar el momento de oración, genera un ambiente adecuado, ya sea en tu dormitorio u otro lugar de la casa, preparando un altar, generando un ambiente de silencio, buscando una postura cómoda para la oración, etc.

• Para comenzar la oración, ponte en presencia de Dios: en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

• Invoca al Espíritu Santo, por medio de la siguiente oración:

Ven a mí, Espíritu Santo,

Espíritu de sabiduría: dame mirada y oído interior

para que no me apegue a las cosas materiales, sino que busque siempre las realidades del Espíritu.

Ven a mí, Espíritu Santo,

Espíritu de amor: haz que mi corazón

siempre sea capaz de más caridad. Amén.

• Gracia a Pedir: “Señor Jesús, por medio del Espíritu Santo, concédeme la gracia de cultivar por medio de la oración mi amor por Ti, y que este amor se vea reflejado en el amor a los demás, en especial a los más necesitados.

También puedes invocar al Espíritu Santo por medio del canto:

https://youtu.be/jtt7zyFeNls https://youtu.be/cDP1Ly6K6lM

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• Dios nos habla cotidianamente, escuchemos lo que nos dice por medio de su Palabra:

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (5, 1-10) Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los afligidos, porque serán consolados.

Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.

Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el

Reino de los Cielos. Palabra de Dios

• Una vez leído el texto bíblico, te invitamos a poder realizar una composición de lugar, esto quiere decir, que puedas leer nuevamente el texto bíblico, pero imaginándote la escena, puedes asumir un personaje dentro de la escena, puedes pensar por ejemplo ¿cómo es la montaña?, ¿cómo son las expresiones de Jesús cuando da a conocer las bienaventuranzas? ¿cuál es la reacción de las personas?; etc.

• Terminada la composición de lugar, te invitamos a que puedas escribir, como te imaginaste la escena de las bienaventuranzas, tus sensaciones y emociones.

• Dale gracias a Dios, por este momento de escuchar su Palabra, lo puedes realizar por medio de un canto que conozcas.

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• En este momento vamos a meditar cada una de las bienaventuranzas, discerniendo lo que Dios nos quiere revelar.

Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

El Evangelio nos invita a reconocer la verdad de nuestro corazón, en donde tenemos puesta nuestra confianza. ➢ Reflexionemos: ¿Dónde tenemos

puesta la seguridad de nuestra vida?, ¿Vivo la pobreza al modo de Jesús? ¿Qué me manifiesta Dios por medio de esta Bienaventuranza? ¿Soy capaz de compartir lo poco o mucho que tengo, con los más necesitados?

Para Meditar: Normalmente el rico se siente seguro con sus riquezas, y cree que cuando están en riesgo, todo el sentido de su vida en la tierra se desmorona. Las riquezas no te aseguran nada. Es más: cuando el corazón se siente rico, está tan satisfecho de sí mismo que no tiene espacio para la Palabra de Dios, para amar a los hermanos ni para gozar de las cosas más grandes de la vida. Así se priva de los mayores bienes. Por eso Jesús llama felices a los pobres de espíritu, que tienen el corazón pobre, donde puede entrar el Señor con su constante novedad (Cf. GEE 67-68).

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Felices los pacientes (mansos), porque recibirán la tierra en herencia. Jesús dijo: aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana (Mt 11,29-30). ➢ Reflexionemos: En este tiempo de

cuarentena ¿cómo vivo la mansedumbre con mis seres queridos? ¿Qué espacios genero para vivir la fraternidad y amistad? ¿Qué me manifiesta Dios por medio de esta Bienaventuranza?

Para Meditar: Si vivimos tensos, engreídos ante los demás, terminamos cansados y agotados. Pero cuando miramos sus límites y defectos con ternura y mansedumbre, sin sentirnos más que ellos, podemos darles una mano y evitamos desgastar energías en lamentos inútiles. Para santa Teresa de Lisieux «la caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los demás, en no escandalizarse de sus debilidades» Pablo menciona la mansedumbre como un fruto del Espíritu Santo (cf. Ga 5,23). Propone que, si alguna vez nos preocupan las malas acciones del hermano, nos acerquemos a corregirle, pero «con espíritu de mansedumbre» (Ga 6,1), y recuerda: «Piensa que también tú puedes ser tentado» (Cf. GEE 72-73)

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Felices los afligidos (los que lloran), porque serán consolados. El mundo no quiere llorar: prefiere ignorar las situaciones dolorosas, cubrirlas, esconderlas. Se gastan muchas energías por escapar de las circunstancias donde se hace presente el sufrimiento, creyendo que es posible disimular la realidad, donde nunca, nunca, puede faltar la cruz. ➢ Reflexionemos: ¿Te dejas afectar por el dolor

de otras personas? ¿Le ofreces a Dios tus angustias y dolores? ¿Ofreces tu oído y corazón a quien sufre? ¿Qué me manifiesta Dios por medio de esta Bienaventuranza? ¿Cómo podemos acercar a los que sufren hoy a Dios?

Para Meditar: La persona que ve las cosas como son realmente, se deja traspasar por el dolor y llora en su corazón, es capaz de tocar las profundidades de la vida y de ser auténticamente feliz. Esa persona es consolada, pero con el consuelo de Jesús y no con el del mundo. Así puede atreverse a compartir el sufrimiento ajeno y deja de huir de las situaciones dolorosas. De ese modo encuentra que la vida tiene sentido socorriendo al otro en su dolor, comprendiendo la angustia ajena, aliviando a los demás. Así es posible acoger aquella exhortación de san Pablo: «Llorad con los que lloran» (Rm 12,15) (Cf. GEE 76).

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Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. La justicia que propone Jesús no es como la que busca el mundo, tantas veces manchada por intereses mezquinos, manipulada para un lado o para otro. Algunos desisten de luchar por la verdadera justicia, y optan por subirse al carro del vencedor. Eso no tiene nada que ver con el hambre y la sed de justicia que Jesús elogia. ➢ Reflexionemos: ¿Comprendo cuál

es la justicia de Dios? ¿Cómo promover la justicia? ¿Soy justo con los demás o busco mi propio beneficio? ¿Cómo promover la justicia en el día a día de mi vida? ¿Qué me manifiesta Dios por medio de esta Bienaventuranza?

Para Meditar: «Hambre y sed» son experiencias muy intensas, porque responden a necesidades primarias y tienen que ver con el instinto de sobrevivir. Hay quienes con esa intensidad desean la justicia y la buscan con un anhelo tan fuerte. Jesús dice que serán saciados, ya que tarde o temprano la justicia llega, y nosotros podemos colaborar para que sea posible, aunque no siempre veamos los resultados de este empeño. Es cierto que la palabra «justicia» puede ser sinónimo de fidelidad a la voluntad de Dios con toda nuestra vida, pero si le damos un sentido muy general olvidamos que se manifiesta especialmente en la justicia con los desamparados: «Buscad la justicia, socorred al oprimido, proteged el derecho del huérfano, defended a la viuda» (Is1,17). (Cf. GEE 77-79)

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Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Jesús no dice: «Felices los que planean venganza», sino que llama felices a aquellos que perdonan y lo hacen «setenta veces siete» (Mt 18,22). ➢ Reflexionemos: ¿Reconozco en mi

vida la misericordia de Dios? ¿Soy capaz de perdonar a quien me ha ofendido ¿Soy capaz de reconocer mi error y pedir perdón? ¿Qué me manifiesta Dios por medio de esta

Bienaventuranza?

Para Meditar: La misericordia tiene dos aspectos: es dar, ayudar, servir a los otros, y también perdonar, comprender. Mateo lo resume en una regla de oro: «Todo lo que queráis que haga la gente con vosotros, hacedlo vosotros con ella» (Mt 7,12). Dar y perdonar es intentar reproducir en nuestras vidas un pequeño reflejo de la perfección de Dios, que da y perdona sobreabundantemente. Por tal razón, en el evangelio de Lucas ya no escuchamos el «sed perfectos» (Mt 5,48) sino «sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará» (Lc 6,36-38). (GEE 80-81)

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Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Es cierto que no hay amor sin obras de amor, pero esta bienaventuranza nos recuerda que el Señor espera una entrega al hermano que brote del corazón, ya que «si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría» (1 Co 13,3) ➢ Reflexionemos: ¿Cuáles son mis

obras que manifiestan el amor a mis hermanos? ¿me mueve en mis acciones el amor a Dios? ¿Qué debo cultivar para tener un corazón puro? ¿me relaciono con los demás desde el Amor? ¿Qué me manifiesta Dios por medio de esta Bienaventuranza?

Para Meditar: Esta bienaventuranza se refiere a quienes tienen un corazón sencillo, puro, sin suciedad, porque un corazón que sabe amar no deja entrar en su vida algo que atente contra ese amor, algo que lo debilite o lo ponga en riesgo. En la Biblia, el corazón son nuestras intenciones verdaderas, lo que realmente buscamos y deseamos, más allá de lo que aparentamos: «El hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón» (1 S 16,7). Él busca hablarnos en el corazón (cf. Os 2,16) y allí desea escribir su Ley (cf. Jr 31,33). En definitiva, quiere darnos un corazón nuevo (cf. Ez 36,26). Cuando el corazón ama a Dios y al prójimo (cf. Mt 22,36-40), cuando esa es su intención verdadera y no palabras vacías, entonces ese corazón es puro y puede ver a Dios. Jesús promete que los de corazón puro «verán a Dios». (GEE 83- 86)

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Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Los pacíficos son fuente de paz, construyen paz y amistad social. ➢ Reflexionemos: ¿Construyo puentes

de paz o soy fuente de discordia entre mis cercanos? ¿Cómo ayudo a construir la paz social? ¿Qué me manifiesta Dios por medio de esta Bienaventuranza?

Para Meditar: No es fácil construir esta paz evangélica que no excluye a nadie, sino que integra también a los que son algo extraños, a las personas difíciles y complicadas, a los que reclaman atención, a los que son diferentes, a quienes están muy golpeados por la vida, a los que tienen otros intereses. Es duro y requiere una gran amplitud de mente y de corazón, ya que no se trata de «un consenso de escritorio o una efímera paz para una minoría feliz», ni de un proyecto «de unos pocos para unos pocos». Tampoco pretende ignorar o disimular los conflictos, sino «aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso». Se trata de ser artesanos de la paz, porque construir la paz es un arte que requiere serenidad, creatividad, sensibilidad y destreza. (GEE 89)

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Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Jesús mismo remarca que este camino va a contracorriente hasta el punto de convertirnos en seres que cuestionan a la sociedad con su vida, personas que molestan. Jesús recuerda cuánta gente es perseguida y ha sido perseguida sencillamente por haber luchado por la justicia, por haber vivido sus compromisos con Dios y con los demás. ➢ Reflexionemos: ¿Anuncio a Dios en lo

cotidiano de mi vida? ¿practico mi fe y seguimiento de Jesús, aunque me cuestionen por ello? ¿cómo promuevo la justicia de Dios en medio de la sociedad? ¿Qué me manifiesta Dios por medio de esta Bienaventuranza?

Para Meditar: No se puede esperar, para vivir el Evangelio, que todo a nuestro alrededor sea favorable, porque muchas veces las ambiciones del poder y los intereses mundanos juegan en contra nuestra. Las persecuciones no son una realidad del pasado, porque hoy también las sufrimos, sea de manera cruenta, como tantos mártires contemporáneos, o de un modo más sutil, a través de calumnias y falsedades. Jesús dice que habrá felicidad cuando «os calumnien de cualquier modo por mi causa» (Mt 5,11). Otras veces se trata de burlas que intentan desfigurar nuestra fe y hacernos pasar como seres ridículos. (GEE 91 y 94)

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• Te invitamos a concluir este espacio de oración, ofreciendo los frutos que el Espíritu Santo nos ha regalado en cada meditación.

• Si realizaste esta pauta de oración durante varios días, te invitamos a concluir cada pauta con esta oración final de san Alberto hurtado.

La Sonrisa (San Alberto Hurtado)

No cuesta nada, pero vale mucho. Enriquece al que la recibe,

Sin empobrecer al que la da.

Se realiza en un instante, y su memoria perdura para siempre.

Nadie es tan rico

que pueda prescindir de ella, ni tan pobre que no pueda darla.

Y, con todo, no puede ser comprobada,

mendigada, robada, porque no existe hasta que se da.

Y si en el momento de comprar,

el vencedor está tan cansado que no puede sonreír,

¿quieres tu darle una sonrisa?

Porque nadie necesita tanto una sonrisa como los que no tienen una

para dar a los demás. Amén.