la oferta del hispanomedievalismo: lo que pasa y lo que queda

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Actas XV Congreso AIH (Vol. I). NICHOLAS G. ROUND. La oferta del hispanomedievalismo: lo q... - LA OFERTA DEL HISPANOMEDIEVALISMO: LO QUE PASA Y LO QUE QUEDA Todo conocimiento organizado presupone cierta consistencia en las relaciones entre lo que se afirma saber y las evidencias a que se refiere. En este sentido es algo estable, permanente. También tiene que ser capaz de asimilar nuevas evidencias y adaptarse a ellas -es decir, de cambio. Su "oferta" ante el mundo -su capacidad de interesar e importar- depende de cómo logra con jugar estas polaridades. Depende de esto, y en el caso de una disciplina histórica de algo más: de compaginar el compromiso con un pasado más o menos remoto con el hecho de que todo esto se conoce desde nuestro presente, y de uno u otro modo para él. Lo que sigue es un intento -por supuesto, parcial y selectivo- de reflexionar sobre lo que los estudios hispanomedievales han sabido hacer de estas tensiones en lo que va de medio siglo acá. Son reflexiones que podrían interesar tanto por sus aspectos metodológicos como por la continuidad entre varios temas hispanomedievales y otros de más reciente aplicación. La idea de tal continuidad ha entrado de manera importante en dos debates fundamentales para los estudios hispanomedievales en estos años: la revisión de modelos pidalinos, y la cuestión de las "tres religiones" según las reinterpretaciones históricas de Américo Castro. En gran parte (y con entera razón} ambos debates se han conducido teniendo muy en cuenta lo que podrían implicar para la España contemporánea. Y digo "con entera razón" no como muestra de aprobación por la racionalidad de argumentos y conclusiones -variable en muchos casos, y en alguno defectuosa- sino por lo razonable que es, en un principio, aquella preocupación por lo actual. Hacer historia es, entre otras cosas, responsabilizarse en el presente por la historia que se hace. Claro está que una cosa es reconocer aquella responsabilidad, y otra el ejercerla debidamente. Pero algo es algo. Otros debates -la controversia sobre la posible existencia de un "pre- humanismo" español, y las cuestiones sobre la interpretación de la Cekstina- apuntan más directamente a la continuidad de temas medievales. Tienen que ver con lo que podría ser la frontera entre la España medieval y la de los tiempos modernos -o, según la jerigonza de la historiografía anglosajona, la del "período moderno temprano". Se trata quizás de redefinir aquella frontera-¿ 1474? ¿ 1492? ¿ 1521 ?- o quizás de disolverla, que también sería una forma de redefinición -tal vez la que más viene al caso. Hay que pensar en el límite temporal de la Edad Media española -1 .. Centro Virtual Cervantes

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LA OFERTA DEL HISPANOMEDIEVALISMO: LO QUE PASA Y LO QUE QUEDA

Todo conocimiento organizado presupone cierta consistencia en las relaciones entre lo que se afirma saber y las evidencias a que se refiere. En este sentido es algo estable, permanente. También tiene que ser capaz de asimilar nuevas evidencias y adaptarse a ellas -es decir, de cambio. Su "oferta" ante el mundo -su capacidad de interesar e importar- depende de cómo logra con jugar estas polaridades. Depende de esto, y en el caso de una disciplina histórica de algo más: de compaginar el compromiso con un pasado más o menos remoto con el hecho de que todo esto se conoce desde nuestro presente, y de uno u otro modo para él. Lo que sigue es un intento -por supuesto, parcial y selectivo- de reflexionar sobre lo que los estudios hispanomedievales han sabido hacer de estas tensiones en lo que va de medio siglo acá. Son reflexiones que podrían interesar tanto por sus aspectos metodológicos como por la continuidad entre varios temas hispanomedievales y otros de más reciente aplicación.

La idea de tal continuidad ha entrado de manera importante en dos debates fundamentales para los estudios hispanomedievales en estos años: la revisión de modelos pidalinos, y la cuestión de las "tres religiones" según las reinterpretaciones históricas de Américo Castro. En gran parte (y con entera razón} ambos debates se han conducido teniendo muy en cuenta lo que podrían implicar para la España contemporánea. Y digo "con entera razón" no como muestra de aprobación por la racionalidad de argumentos y conclusiones -variable en muchos casos, y en alguno defectuosa- sino por lo razonable que es, en un principio, aquella preocupación por lo actual. Hacer historia es, entre otras cosas, responsabilizarse en el presente por la historia que se hace. Claro está que una cosa es reconocer aquella responsabilidad, y otra el ejercerla debidamente. Pero algo es algo.

Otros debates -la controversia sobre la posible existencia de un "pre-humanismo" español, y las cuestiones sobre la interpretación de la Cekstina-apuntan más directamente a la continuidad de temas medievales. Tienen que ver con lo que podría ser la frontera entre la España medieval y la de los tiempos modernos -o, según la jerigonza de la historiografía anglosajona, la del "período moderno temprano". Se trata quizás de redefinir aquella frontera-¿ 1474? ¿ 1492? ¿ 1521 ?- o quizás de disolverla, que también sería una forma de redefinición -tal vez la que más viene al caso. Hay que pensar en el límite temporal de la Edad Media española

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un poco como Angus MacKay nos enseñó a pensar en la frontera granadina de la época del Romancero1

: no como una raya netamente trazada, sino como una zona fronteriza, un territorio donde conflictos y acomodos se suceden mutuamente. Y este enfoque sobre la frontera temporal se hace obligatorio ante la dimensión conceptual: la cuestión de lo que puede constituir una práctica, una expresión, un texto, un autor o un personaje histórico como medieval o moderno. ¿Sería razonable aplicar uno u otro de estos rótulos, en sentido exclusivo y absoluto, a Fernando de Rojas? ¿O a Fernando de Aragón? Sin embargo, si nos importa también la cronología (y de no importarnos, lo que hacemos no es historia), podría ser útil aprovechar otro modismo del ya citado idiolecto profesional inglés, postulando un "largo siglo quince" español, desde la crisis política de los años 1380 hasta la derrota de los Comuneros en Villalar.

De la persistencia de elementos medievales hasta la segunda de estas fechas, y aún después, no cabe duda alguna. Las pruebas son notorias, y en ninguna parte más que en esta orilla del mar Atlántico. Porque la España que se impuso sobre los territorios americanos fue la España medieval. Las prácticas e instituciones que con más eficacia se prestaron a la inicial toma de poder y a su perpetuación -requerimiento, encomienda, virreinato, etcétera- se arraigaban en la historia medieval peninsular. Las imaginaciones de los soldados invasores se alimentaban (aunque no siempre con los resultados positivos que les atribuyó Irving Leonard) de ficciones caballerescas. La astucia de Hernán Cortés se nutrió en las escuelas jurídicas de Salamanca, y según comprueba John Elliott, en lecturas extracurriculares de Celestina. Los franciscanos trajeron consigo a México algo del celo milenario que había inspirado a Savonarola en contra del humanismo florentino -el mismo celo que, años antes, en la Castilla de los 1440, había aflorado en herejía entre los vascos de Durango. En el Perú, según Nathan Wachtel, los misioneros justificaban la imposición del cristianismo enseñando a sus feligreses a representar dramáticamente la derrota del Islam en España2

• Todo esto viene a confirmar que, por bien

1 ANGUS MACKAY, "The bailad and the frontier in Late Medieval Spain'', Bulletin of Hispanic Studies, 53 { 1976), 15-33; ahora en lAN MACPHERSON & ANGUS MACKAY, Love, religion and politics in Fifteenth Century Spain, Brill, Leiden, 1998, pp. 1-27.

2 Véanse IRVING A. LEONARD, Books of the Brave, being an account of books and of men in the Spanish conquest and settlement of the Sixteenth-Century New World, 2ª ed., University ofCalifornia Press, Berkeley, 1992;].H. ELLIOTT, "The mental world of Hernán Cortés", Transactions of the Royal Historical Society, 18 (1967), 41-58, ahora en ELLIOTT, Spain and its world 1500-1700: Selected essays, Yale University

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o por mal, la Edad Media española es la de Hispanoamérica también. Marca, además, una diferencia capital frente a lo que pasó entre Gran Bretaña y sus colonias norteamericanas, donde lo que se impuso -otra vez por bien o por mal- fue nuestro siglo XVII, con sus auto-identificaciones teológicas y sectarias. En unos países donde el recuerdo de un pasado histórico indígena disputa el mismo nicho temporal, este legado hispanomedieval se hace intrínsecamente conflictivo. Cobra urgencia la tarea de formar un modelo mental adecuado de aquella Edad Media impuesta desde fuera -tarea dificultada por el poderoso atractivo de versiones míticas, históricamente poco auténticas.

Desde luego, aquello de desmitificar la Edad Media sigue siendo también un imperativo para europeos de todos los países. Concretamente, sin embargo, el primer ajuste de perspectivas no se refiere a ningún mito nacional, sino a un espejismo de época. Calificar a un período histórico de "Edad Media" equivale a descalificarlo, reduciéndolo a mero paréntesis en la narrativa que más importa. Así lo miraban los clasicistas del siglo XVIII, por el hecho de apartarlos de las glorias culturales de griegos y romanos. Hoy, por supuesto, empleamos el término por puro convenciona-lismo, sin acordarnos para nada de aquella actitud despectiva Lo mismo hacemos con otra metáfora muerta: "Siglos Oscuros", para designar el primer medio milenio de la época medieval. Aún así, la tendencia a caracterizar el período entero como si le faltara algo esencial para una plena existencia histórica -a tacharlo de "oscuridad" (con demasiada facilidad glosada como ignorancia y barbarie)- no se ha extinguido todavía.

Valga como ejemplo el juicio del novelista Juan Benet, hablando en un simposio celebrado en 1984. "Se reconocerá", dice, "que en ese período la prosa no abunda, y que la larga noche medieval, extendida sobre el Occidente europeo, tan sólo es alumbrada por el tintineo de las estrellas

Press, New Haven, 1989, pp. 27-41, esp. pp. 31, 34, 35 (Celestina), 45 (Franciscanos); también JOSÉ ANTONIO MARAVALL, "La utopía político-religiosa de los Franciscanos en Nueva España", Estudios Americanos, 1 ( 1949), 199-227; J. B. AVALLE-ARCE, "Los herejes de Durango", en Homenaje a Rodríguez Moñino: Estudios de erudición que le ofrecen sus amigos o discípulos hispanistas norteamericanos, Castalia, Madrid, 1966, t. 1, pp. 39-55. Sobre misiones y teatro en el Perú, véase ROLEN A ADORNO, "Introduction" a Leonard, Books of the brave ... , p. xxiv, citando a N athan W achtel, La vision des vaincus. Les Indiens du Pérou devant la conquete espagnole, Gallimard, París, 1971, en la versión inglesa de B. & S. Reynolds, Harper & Row, New York, 1977.

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líricas"3• De hecho, la prosa medieval era mucho más abundante de lo que

Benet creía. Pero aquello de la "larga noche medieval" ya es otra cosa. Es como si se tratara de una falta de comunicación de la parte de la cultura medieval. Benet se estaba quejando-como se han quejado muchos lectores y no pocos estudiantes (estudiantes nuestros)- de que la Edad Media no le decía nada. Siempre es lícito replicar que todo acto comunicativo requiere una colaboración activa por parte del receptor. Pero cuando la inteligencia y la buena voluntad del frustrado receptor están tan fuera de duda, hay que hacer algún caso del alegato.

A muchos, efectivamente, la Edad Media "no les dice nada" por razones que afectan radicalmente al trabajo de los medievalistas. Los productos de la cultura medieval como los de toda cultura tenían fines comunicativos. Pero a menudo la escasa familiaridad de sus géneros, de su expresión lingüística o iconográfica, o incluso de sus específicos fines de comunicación los hace opacos para un público actual. La tarea del medievalista, pues, asume un doble aspecto: iluminar lo que el texto (u otra evidencia) podría representar dentro de su propio ambiente lingüístico-cultural, y hacerlo también asequible en nuestros días. Es decir, un trabajo a la vez de distanciamiento y familiarización, que lleva consigo una perpetua-a veces creadora- tensión entre estos dos aspectos.

Verdad es que ocurre algo parecido en cualquier disciplina de interpretación cultural o histórica. Pero hay más: el conjunto de evidencias que la Edad Media nos ofrece está marcado, en un grado excepcional, por lagunas, silencios, ausencias, textos parciales o perdidos -en suma, por una relativa pobreza de informaciones. Es, sin duda, el caso en otros dominios, como los estudios clásicos. Pero la escasez de evidencias medievales se hace sentir como una privación más grave por dos hechos: el de colindar aquella edad con el mundo moderno, y el de su compenetra-ción en éste. Para los europeos representa la matriz de donde salimos todos. Si nos importa hablar de orígenes, de ella, tarde o temprano, vamos a hablar. Y les toca a los medievalistas identificar lo que se puede afirmar en el asunto, a la luz de evidencias casi siempre inciertas, a menudo parciales, y a veces inexistentes. Tienen que obrar, obligadamente, con lagunas y silencios, a la vez que con evidencias concretas.

Apenas sería posible (aunque lo deseáramos) quedarnos en un fiel reportaje del estado defectuoso de las evidencias, sin entrar para nada en

3 JUAN BENET, "Los límites de la literatura medieval", en Juan Benet, Fernando Fernán-Gómez et al., Edad Media y literatura contemporánea: Ensayos sobre tradición y modernidad, Editorial Trieste, Madrid, 1985, p. 102.

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especulaciones sobre lo que aquello pudiera ocultar. Tampoco nos habría de aprovechar lanzarnos con ciego entusiasmo a la libertad imaginativa brindada por la escasez de datos concretos. Hay que hacer algo con las lagunas evidenciales, pero ese "algo" tiene que obedecer a criterios por lo menos coherentes con los que empleamos con las evidencias que sí existen. Tal coherencia se logra sometiendo tanto las evidencias positivas como sus ausencias a una común interrogación de datos, y un común escrutinio de las conclusiones sacadas.

El paso fundamental será incorporar en nuestro interrogatorio a las evidencias que concretamente poseemos, preguntas relacionadas con las que nos faltan. Tal enfoque da resultados en una gran variedad de casos prácticos: suministrando lecturas manuscritas indispensables (ya se ve que el modo de obrar no es nada nuevo); redondeando detalles de un itinerario, o la defectuosa documentación de un pleito. Las creencias de movimientos heréticos, o las demandas políticas de facciones rebeldes se trazan así -no siempre al pie de la letra- en las denuncias oficiales. Así también se recupera la existencia, y a veces incluso el contenido de la "literatura perdida"4

• Pero resultados de semejante eficacia dependen de algo más: de que las conclusiones sacadas se sometan a una criba corroborativa, asesorando su probabilidad intrínseca, la fuerza de las limitadas evidencias indirectas que las sostienen, y su relación con otras posibilidades que también podrían existir.

Cada elemento así recuperado reduce la zona indocumentada, ayudándonos a perfilar cómo podrían ser las evidencias que se nos escapan. Nada de esto nos exime de la necesidad de desarrollar hipótesis acerca de lo que no sabemos. Lo que sí nos ofrece es una mayor posibilidad de que dichas hipótesis resulten más creíbles, a medida que se corroboren, directa o indirectamente. En general, esto se ha de lograr con más facilidad tratándose de hipótesis cuyo alcance es relativamente limitado. Será, por ejemplo, más fácil llegar a un juicio así corroborativo sobre cualquiera de los ciclos épicos postulados por Menéndez Pidal que sobre su hipótesis global de la tradición en "estado latente".

Con todo esto, tanto a la hora de redactar el interrogatorio inicial como a la de postular modelos hipotéticos, siempre será posible hacerlo con arreglo a factores adicionales, atribuibles a la formación cultural que compartimos con nuestros lectores. Tales factores, aunque no tienen forzosamente que ser ideológicos, lo serán con más frecuencia de lo que

4 Véase ALAN DEYERMOND, La literatura perdida de la Edad Media castellana: Catálogo y estudio, t. 1: Épica y romances, Universidad, Salamanca, 1995.

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creíamos. Por otra parte, en una auténtica interacción con perspectivas y experiencias medievales, podrán incorporar o implicar críticas valiosas de la sociedad actual y sus ideologías vigentes. Algo de esto ocurrió con Américo Castro, y -en su aspecto y su momento noventayochistas- con el propio Menéndez Pidal. De hecho, llamémoslas o no "ideología", estas aportaciones de lo contemporáneo son más que meras opdones o posibilidades. Son algo constitutivo de cualquier juicio que sepamos formular acerca de la cultura medieval, implícito siempre en la dialéctica de familiarización y distanciamiento, y potenciado por la importancia de las lagunas evidenciales. Pero ni por eso dejan de ser problemáticas. El ensanchado espacio que se abre al planteamiento de perspectivas contemporáneas acrecienta el peligro de incurrir en interpretaciones ideológicas. En lo que se refiere a salvar estos escollos, el hispanomedievalis-mo nos ofrece -¿cómo no?- ejemplos así de aciertos como de desaciertos. Por contraste, frente al reto fundamental-¿ cómo explotar simultáneamente evidencias positivas y negativas?- sus éxitos han sido impresionantes.

Desde hace tiempo, los problemas creados en el medievalismo por su particular configuración evidencia! vienen revelándose como apremiantes también a través de todo el abanico de disciplinas históricas y críticas. Hoy en día se toma por descontado que gran parte de lo que sabemos de otros seres humanos y su realidad tiene que fundarse en lo que callan u ocultan, tanto y más como en lo que dicen y revelan. Pero años antes de que se generalizó esta percepción, los medievalistas se han encontrado en la obligación de argumentar, a la vez y coherentemente, a partir de las evidencias y de su ausencia. Les ha resultado forzoso crear estrategias para elicitar de evidencias fragmentarias, lecturas y narrativas fiables y sólidas. Gran parte de la autoridad de la disciplina, y de sus máximos exponentes, proviene de estos logros metodológicos.

Podríamos identificar aquella metodología, tal y como se practicaba en lo mejor de nuestra disciplina a mediados del siglo XX como un "positivismo adaptivo". Verdad es que el término pide algún comentario. Ya sé que en México "positivismo" tiene ambiguas resonancias históricas; tampoco está exento de problemas su uso para designar la filosofía lingüística "lógico-positivista". Aquí lo empleo simplemente para abarcar el punto de vista según el cual lo que sabemos debe ser, en un principio, capaz de comprobarse por evidencias también comprobables. Sobre lo que constituye tal "comprobación", y el grado en que se exige, puede haber debate, y siempre habrá variación según el tipo de evidencias de que se trata. En este sentido el modelo de los estudios medievales que acabo de esbozar sigue siendo un modelo positivista. Sus normas son, más o menos,

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las de nuestra disciplina en la mayor parte del pasado siglo, aunque no faltan ejemplos de crítica más impresionista en las primeras décadas, ni de alternativas teóricas en los últimos años. En particular, caracterizan el enfoque cultivado a través de sesenta años y más por Ramón Menéndez Pidal.

Verdad es que Menéndez Pidal, por lo menos en sus años de madurez, no se hubiera llamado positivista. Reservaba aquel término para críticos más rigoristas en su empirismo, y lo empleaba (con su variante "neo-positivista") para contrastarlos con su propio "neo-tradicionalismo". Discípulos y admiradores (Diego Catalán; Samuel Armistead) le han seguido en la misma línea. El empleo condenatorio del rótulo "positivista" en el discurso oficial de la España franquista (detalle que recuerda Peter Russell) no hubiera hecho nada para alentar a don Ramón a identificarse así5

• Históricamente, sin embargo, se había iniciado en la corriente central de la erudición positivista. A la pregunta definidora de Fustel de Coulanges -"¿Tiene Vd. un texto?"- su prodigiosa labor de documentación le permitía, las más de las veces, responder en afirmativa. Cuando se desvía de aquella línea, lo hace en general a modo de adaptación más que de ruptura. Ya desde aquellos comienzos entraba en juego lo que José Antonio Maravall iba a llamar su "método de construcción" -es decir, su elaboración de hipótesis explicativas. A este nivel su adaptación de las normas positivistas le valió un acopio de éxitos que Armistead califica de "asombroso"6

• Frente a aquellos casos en que la documentación le faltaba, el recurso era generalmente oportuno. Pero no siempre: aunque Diego Catalán defiende en estos términos el uso de la poesía épica como fuente

5 Textos representativos del enfrentamiento pidalino con la crítica positivista son las introducciones que compuso a sus Reliquias de poesía épica española, Espasa-Calpe, Madrid, 1951, y a la edición ampliada de Poesía juglaresca y orígenes de las literaturas románicas: Problemas de historia literaria y cultural, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1957. Véanse también DIEGO CATALÁN, "El modelo de investigación pidalino cara al futuro", en W. HEMPEL & D.BRIESEMEISTER (eds.), Actas del Coloquio hispano-alemán Ramón Menéndez Pida!: Madrid, 31 de marzo a 2 de abril de 1978, M. Niemeyer, Tübingen, 1982, pp. 40-62, esp. pp. 47, 52; SAMUEL G. ARMISTEAD, "Menéndez Pida!, the Epic, and the Generation of '98", La Corónica, 29 (2001 }, núm. 2, 33-59, esp. p. 47; PE TER RuSSELL, "Reinventing an Epic Poet: 1952 in context", en A. DEYERMOND, D. G. PATTISON & E. SOUTHWORTH (eds.), "Mio Cid" Studies: Some problems of diplomatic fifty years on (Papers of the Medieval Hispanic Research Seminar, 42), Queen Mary, University of London, London,2002,p.65.

6 MARAVALL, "Menéndez Pida! y la renovación de la historiografía", Revista de Estudios Políticos, 105 (1960), p. 90; ARMISTEAD, "Menéndez Pida! ... ", p. 45.

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histórica, la advertencia de Evelyn Proctor, citada por Russell, contra su empleo sin corroboración documental está muy bien fundada. No basta que la evidencia sea disponible; también debe acreditarse como fiable. Además, como observa el propio Catalán, andando el tiempo, aquellas construcciones pidalinas se elevaron en "bóvedas teóricas cada vez más amplias y ambiciosas"7

Con todo, la defensa de este aspecto de su obra que Pidal, ya entrado en años, nos ofrece, lejos de sonar a "teología" como sugiere Catherine Brown8

, recuerda, algo inesperadamente, a Karl Popper. "Lo hipotético", dice, "es siempre necesario en todo trabajo científico: lo que importa es que esté bien fundado; y es de asombrosa ingenuidad la ilusión que la crítica positivista se hace sobre prescindir de toda hipótesis". No tiene que despistarnos la alusión despectiva a la "crítica positivista". Lo que Pidal afirma en 1951 hace eco de aquel aforismo de Novalis que Popper (otro heredero adaptivo del pensamiento positivista) había tomado como epígrafe de su Logik der Forschung (Viena, 1934 ): "Las teorías son redes: sólo el que las lanza tomará pescados"9

En la práctica, Pidal suele conformarse también con otro elemento clave de la preceptiva popperiana, adaptando sus hipótesis iniciales para abarcar nuevos datos y nuevos argumentos. Así, por ejemplo, llegó a uno de sus más duraderos aciertos -la demostración de cómo la poesía oral vive diacrónicamente en sus variantes- incorporando en una perspectiva arraigadamente tradicionalista los bien fundados reparos que una crítica más escéptica pudiera poner a nociones de autoría colectiva.Adaptaciones parecidas se pueden observar en su debate con Leo Spitzer (1949) sobre historicidad y poeticidad en el Poema del Cid, y hacia fines de su vida en ciertas modulaciones de sus ideas sobre la composición oral1°. A fin de

7 Sobre la materia épica como fuente histórica, véanse CATALÁN, "El modelo ... ", pp. 46-4 7; EVEL YN S. PROCTER, Alfonso X of Castik: Patron of literature and leaming, Clarendon Press, Oxford, 1952 (en RuSSELL, "Reinventing ... ", p. 64 ); también CATALÁN, p. 53 ("bóvedas teóricas").

8 CATHERINE BROWN, "The Relics of Menéndez Pida!: Mourning and melancholia in Hispanomedieval studies", La Coránica, 24 (1995), núm. 1, p. 18.

9 MENÉNDEZ PIDAL, Reliquias .. ., pp. xiii-xiv; cf. KARL R. POPPER, The logic of scientific discovery, Hu tchinson, London, 1959, pp. 11, 59 (sobre la primera edición véase p. 6).

10 MENÉNDEZ PIDAL, "Poesía popular y poesía tradicional en la literatura española" (conferencia leída en Ali Souls College de la Universidad de Oxford el 26 de junio de 1922), en Los romances de América y otros estudios, Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1939, pp. 52-91; "Poesía e historia en el Mio Cid: el problema de la poesía épica", Nueva Revista de Filología Hispánica, 3 (1949), 113-129; "Los

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cuentas, toda aquella acumulación de modelos hipotéticos tan característica-mente suya podría no ser más que la operación, a lo largo de una obra extensa y varia, de modificar y remodelar hipótesis, recomendada también en la lógica científica popperiana.

Queda en pie, no obstante, la imagen, muy difundida, de un Pidal bastante más dogmático de lo que esto implica, reacio a todo intento de cuestionar aspectos claves de su visión de la España medieval. Es de tomar en serio lo que afirma Peter Russell: que el modelo pidalino, tan impresionante en su día, no acaba de hacer justicia a las "ambigüedades esenciales" del Poema del Cid11

• Tampoco se puede hacer caso omiso de la primacía en aquella visión de ciertos temas que apenas parecen admitir modificación alguna: la Reconquista; la unidad nacional ("latente" aún cuando la unidad política no existía, ni era siquiera concebible); el protagonismo castellano que activaba estos impulsos -y todo ello ilustrando, a modo de ejemplo, un concepto de "carácter nacional"12

Aquello se explica en parte por el aspecto en que Pidal se aleja más de la lógica científica de temple positivista, expuesta por Popper. Según éste, cualquier hipótesis, para ser bien formada y funcionar como teoría en el discurso científico, tiene que ser, desde un principio, falsificable. Ya que una corroboración positiva en sentido absoluto sería teóricamente imposible (porque siempre se pueden presentar evidencias inesperadas), su corroboración por evidencias consiste en el hecho de que, hasta el presente, no ha sido posible dem9strar su falsedad. Se sigue que las hipótesis que, en un principio no se pueden falsificar tampoco se pueden corroborar13

• Demasiadas veces las ideas gobernantes de la imagen que Pidal se hace de la Edad Media española no se conforman a estos principios.

cantores épicos yugoeslavos y los occidentales. El Mio Cid y dos refundidores primitivos", Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 31 ( 1965-66), 195-225.

11 RUSSELL, "Reinventing ... ", p. 70. 12 Valgan como ejemplo los dos ensayos {fechados en 1947 y 1949) de Las

españoles en la historia y en la literatura, Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1951. Entre numerosos comentarios tienen un interés representativo HANS MESSMER, "Menéndez Pida! y la Reconquista, su ideología y realidad", en Actas del Coloquio ... , eds. Hempel & Briesemeister, pp. 208-217; MARÍAEUKENE LACARRA, "La utilización del Cid de Menéndez Pida! en la ideología militar franquista", Ideologies and Literature, 3 ( 1980), 95-127; E. MICHAEL G ERLI, "Inventing the Spanish Middle Ages: Ramón Menéndez Pida!, Spanish cultural history, and ideology in philology", La Corónica, 30 (2001), núm. 1, 111-126.

13 Cf. en sus líneas generales, POPPER, The logic ... , pp. 40-42, 92, 279-280, 313-314.

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Estaba, por lo visto, muy lejos de ser indiferente ante la necesidad de buscar corroboraciones. Pero parece que, a la hora de buscarlas, le preocupaba menos la conformación de hipótesis que fuesen en principio falsificables, y más su posible coherencia con alguna de las evidencias que poseía. Fue esto lo que le permitía, no siempre con intenciones muy precisas, infiltrar en su discurso positivista elementos heredados de la sensibilidad romántica, y otros asimilados de sus coetáneos del noventayocho. Era una importante atenuación del contenido positivista.

De hecho, la situación se complica algo más. No es por pura casualidad que la idea de un carácter nacional, y las narrativas de destinos nacionales por ella estructuradas, aparezcan indiscutidas en la obra de un erudito de formación tan claramente positivista. Son lugares comunes de la época, corrientes en el ámbito europeo del joven Pidal. La auténtica anomalía que representan cobrarelieve principalmente por lainusitadalongevidad del hombre y su influencia. Podían coexistir con el positivismo de los años en torno a 1900 por ser éstos el apogeo del imperialismo en varios países europeos, y en España, el de las añoranzas imperiales. Además, les resultaba bastante propicia la estructura intelectual de aquella tendencia. El investigador supuestamente "científico" de otro pueblo u otra época asume una doble relación con las evidencias de aquella otredad. Las trata con respeto: se compromete a limitar sus conclusiones a lo que ellas le permitan. Pero se cree también autorizado para dotarlas de los significados que a él y a los de su entorno socio-cultural les puedan importar. Apenas existen, dentro del ideario positivista, motivos para cuestionar aquella autorización, ni mucho menos las presuposiciones socio-culturales que la garantizan. De ahí la permeabilidad de todo enfoque positivista a las intrusiones ideológicas. Y en esto el hispanomedievalismo pidalino nos ofrece, en su forma clásica, un dilema que sigue afectando a todos los estudios humanísticos.¿ Cómo vamos a mantener el respeto a las evidencias y los procesos corroborativos -fundamento de todo conocimiento fiable-sin que nuestra supuesta objetividad incurra en espejismos de raíz ideológica, como es el "carácter nacional"?

La reciente historia del hispanomedievalismo ha girado en torno a varias impugnaciones de la autoridad pidalina. Algunas, todavía dentro de las grandes líneas de la investigación positivista, se dirigieron a las formas de practicarla que don Ramón, en uno u otro caso, adoptó. Otras pusieron en tela de juicio las construcciones ideológicas que no pudo o no quiso separar de aquel método, ni someter plenamente a sus criterios evidenciales. De este tipo fueron los planteamientos del exiliado Américo Castro y sus seguidores. Venían insistiendo, ya desde 1948, en que todo concepto de

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la historia española tenía que asumir como punto de partida la pluralidad religiosa y cultural, vivida a lo largo de la Edad Media con variable éxito, pero trágicamente rechazada a partir del siglo XV 14

• Esta visión estaba en radical conflicto con la versión de aquella Edad Media propagada por la cultura oficial del estado franquista (netamente ideológica, y pillada en gran parte en las obras de Pidal). Tampoco era compatible con la construcción auténticamente pidalina de aquellos siglos.

Y no era que Pidal hubiese callado o negado la presencia ni la importancia de judíos ni musulmanes. Éstos, sobre todo, figuran en sus escritos, y en una perspectiva que, según María Rosa Menocal, más tiene de la inclusividad de un Asín Palacios (para quien los estudios árabes y románicos eran inseparables) que del orientalismo objetivizante de un García Gómez15

• En fin de cuentas, no obstante, la narrativa pidalina tiene como único protagonista aquella Castilla cuya formación hispano-goda cumple su destino en la Reconquista. Castro, saliéndose de una vez de aquel nexo mítico de monismo en la identidad y maniqueísmo en lo narrado, supo hacer mejor justicia a la variedad de experiencias ofrecidas por la historia de su país. Esto fue su gran éxito. Su evocación de importantes, y a menudo desatendidas, evidencias (a las cuales sus discípulos han ido añadiendo con los años) le abrió el camino a unas perspectivas más complejas, más dinámicas, más relevantes para su propio siglo, más fértiles en cuanto a futuras investigaciones. Si ahora pensamos, no ya en "la España medieval", sino en una Edad Media de "las Españas", las cuales incluyen, integral e inseparablemente, Sefarad y Al-Andalus, a él más que a nadie es debido.

Con todo ello, su corroboración de esta visión alternativa es de muy desigual calidad. Sus más formidables adversarios han sido siempre los que, como Eugenio Asensio, le atacaron en este terreno de los detalles16

14 AMÉRICO CASTRO, España en su historia: Cristianos, moros y judíos, Losada, Buenos Aires, 1948 y sus sucesivos remodelaciones como La realidad histórica de España, Porrúa, México, 1954 (reeditado 1962, 1965, 1971 ), sólo constituyen el núcleo central de una producción más amplia y más detallada. JOSÉ LUIS GóMEZ-MARTÍNEZ, Américo Castro y el origen de los españoles: Historia de una polémica, Gredas, Madrid, 1975, resume inteligentemente los debates así suscitados.

15 MARÍA ROSA MENOCAL, "An Andalusianist's last sigh", La Coránica, 24 (1996), núm. 2, p. 182, n. Véase MENÉNDEZ PIDAL, Islam y cristiandad: España entre las dos culturas, ed. Álvaro Galmés de Fuentes, Universidad, Málaga, 2001, y la reseña de RICHARD HITCHCOCK, Hispanic Researchjournal, 4 (2003), 181-183.

16 EUGENIO ASENSIO, La España imaginada de Américo Castro, El Albir, Barcelona, 1976.

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Planteó magistralmente el tema de los conversos, pero nunca se interesó por indagar criterios que le permitieran saber cuándo los indicios de su presencia la priorizaban para la investigación y cuándo no. Para él, como lo demuestra su actitud ante los alegatos inquisitoriales de judaísmo oculto, todo lo que en este sentido relucía era oro. Más desconcertante aún fue su tendencia a escudriñar cualquier texto de procedencia (o presunta procedencia) judeoconversa en busca de algún sentido hermético, como si lo normal entre autores cuya seguridad podía depender de su éxito en ocultar sus raíces judaicas fuera un irresistible impulso a revelarlas en cifra. Sin duda por la devoción que don Américo supo inspirar en sus discípulos, tales prácticas se replican a veces entre ellos, sin exceptuar a los más brillantes. Despliegan admirable ingenio e industria para localizar en la historia de España y en su literatura posibles componentes judíos e islámicos, conversos y judaizantes. Pero a veces se echa de menos el necesario esfuerzo para contextualizar lo que Colbert Nepaulsingh ha llamado la "lectura multicultural"17 dentro de una obra, una situación personal o histórica, o un contexto de lectura plausibles para tal caso.

¿Era, quizás, que a don Américo en su exilio, como a don Ramón en su momento generacional, le importaba demasiado el tema de las identidades, la de España sobre todo? Mejor dicho -dado lo absurdo a que suena aquel "demasiado"- les preocupaban formas poco apropiadas, glosando la "identidad" (que es un con junto de relaciones en que uno vive y se reconoce) como si se tratara de un estereotipado "carácter nacional". Castro solía insistir (y con cierta razón) en que su concepto clave de la "morada vital" era algo más que esto. Pero venía a veces asociado con caracterizaciones apriorísticas, por ejemplo, de los conversos y lo que de ellos se podía esperar. Y era, como el carácter nacional, uno de aquellos universales históricos que con demasiada frecuencia se escapan a un debido escrutinio a la luz de las evidencias. Para su autor, daba acceso a "la última realidad española" -tampoco las últimas realidades se prestan muy bien a la criba evidencia!. Y el propio Castro, en una ocasión, declaró que su verdad no dependía "de que los 'hechos' la prueben o la invaliden" 18

• Esto

17 COLBERT l. NEPAULSINGH, "Rache! and Vidas and monocultural criticism'', La Corónica, 28 (1999), núm. 1, p. 230.

18 Sobre Castro y el "carácter nacional", véase NICHOLAS G. ROUND, "La «peculiaridad literaria» de los conversos: ¿unicornio o 'snark'?", en ÁNGEL ALCALÁ (ed.), judíos. Sefarditas. Conversos. La expulsión de 1492 y sus consecuencias. Ponencias del Congreso Internacional cdebrado en Nueva York en noviembre de 1992, Ámbito, Valladolid, 1995, pp. 558-559; también CASTRO, prólogo a La realidad histórica de España, Porrúa, México, 1962, p. 24 (conflicto de castas como "última

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era separarse formalmente del positivismo, pero precisamente en el terreno en que a Menéndez Pidal le había servido mejor. En cuanto al otro aspecto -la permeabilidad ante una ideología de diferencias nacionales- el revisionismo de Castro, aún en el acto de revalorar los temas de Reconquista y unidad nacional, apenas le permitió salir de aquellos caminos tan trillados.

Quizás por estas deficiencias metodológicas, la historiografía profesional en la España de hoy, aunque haya asimilado gran parte de las revisiones iniciadas por Castro, le trata ya como una figura algo anticuada. Teófilo Ruiz comenta que sus polémicas con Claudia Sánchez Albornoz son incapaces de interesar a ningún español que no haya cumplido los sesenta años19

• Además, su influencia en España fue retardada por lo poco aceptables que eran sus ideas para la cultura oficial del régimen franquista. Todavía en las Actas del Primer Simposio de Estudios Sefardíes (fruto de la relativa apertura de 1964) se le menciona sólo tres veces en casi ochocientas páginas, frente a treinta y tres referencias a Menéndez Pidal (que estuvo presente )2º. Pero aunque no logra ofrecer una alternativa viable a la metodología pidalina, sus ideas representan, en cuanto al contenido, la primera ruptura seria de la fábrica así tejida.

A partir de los años cincuenta y sesenta se desarrollaron otras críticas, oriundas inicialmente de Gran Bretaña. Allí el principal legado del positivismo fue una marcada tendencia empirista (a veces atribuida, absurdamente, a un "carácter nacional"). Varios hispanistas británicos se metieron a cuestionar tópicos tan centrales en la vísión pidalina como eran la fecha y autoría del Poema del Cid, extendiendo luego sus esfuerzos para abarcar un revisionismo general de ideas recibidas acerca de la Edad Media española. Aunque la penetración de sus ideas en España no fue muy rápida21

, lograron entre ellos construir, a los ojos por lo menos de

realidad"), y "Respuesta a Leo Spitzer", Nueva Revista de Filología Hispánica, 3 (1949), p. 150 (indiferencia frente a los "hechos").

19 TEóFILO F. Rurz, reseña de Queer Iberia: Sexualities, cultures, and crossings from the Middle Ages to the Renaissance, eds.Josiah Blackmore & Gregory S. Hutcheson, Renaissance Quarterly, 53 (2000), p. 586.

20 Actas del Primer Simposio de Estudios Sefardíes. Primero de los actos celebrados con motivo del XXV aniversario de la fundación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Madrid, 1-6 de junio de 1964), ed. lacob M. Hassan, Instituto "Arias Montano", Madrid, 1970.

21 Los estudios sobre el Poema del Cid publicados por Peter Russell a partir de 1952 aparecieron en versión española por primera vez en 1978, gracias a una iniciativa de Francisco Rico (RuSSELL, Temas de "La Celestina" y otros estudios del

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hispanistas anglosajones, una historia alternativa, algo monográfico por cierto, pero convincente, dentro de sus propias normas, todavia positivistas. Es decir que sus revisiones, como otras que en diversos países se realizaron por los años sesenta a ochenta, se fundaban en nuevos datos, nuevos interrogatorios de datos ya existentes, o corroboraciones más rigurosas de lo indagado. Las cuestiones que se proponían a nociones más generales, más hipotéticas o implícitas, venían a posteriori. La insistencia positivista en la rigurosa criba de evidencias, suavizada en Peter Russell por un humanismo más amplio e irónico, era más fuerte en dos otras figuras: Keith Whinnom (que trabajó, principalmente, sobre temas no pidalinos ), y Colin Smith, quizás el último paladín del empirismo positivista en toda su fuerza y sencillez. Alan Deyermond (siempre, por su asombrosa suficiencia bibliográfica, algo más ecléctico que los mencionados) observa atinadamen-te en su reseña de The making of the "Poema de mio Cid" (1983) que Smith y Pidal, frente a un caso de evidencia defectuosa, eran capaces de reaccionar de forma idéntica, aunque en sentidos opuestos22

Y aquí empiezan a levantarse ciertas dudas sobre las premisas de este revisionismo, con cuyas principales figuras estoy tan endeudado, y cuyo ejemplo y estilo intelectual han dominado en toda la generación de hispanomedievalistas a la cual pertenezco. Importan no sólo por la propia labor, sino por la que inspiraron y alentaron en tantos países europeos y americanos. Entre estos hispanismos nacionales cabe aquí destacar dos, donde su aportación vino a coincidír fructíferamente con otros factores: la brillante renovación de los estudios medievales en la España de los años setenta, y la prodigiosa eclosión del hispanismo norteamericano23

• Tales estudios también aprovecharon circunstancias más objetivas: la mayor disponibilidad de recursos documentales en España, y la sistematización de soportes bibliográficos, masivamente endeudada con energías e

"Cid" al "Quijote", Ariel, Barcelona, 1978); véase DEYERMOND, "Introduction" a "Mio Cid" Studies: Sorne problems of diplomatic ... , p. 11.

22 DEYERMOND, "A monument for Per Abad: Colin Smith on the making of the Poema de Mio Cid", Bulletin of Hispanic Studies, 62 (1985), p. 125.

23 Hay que insistir en que el presente trabajo no pretende ser, ni siquiera en forma compendiosa, una historia delhispanomedievalismo. De ahí la parquedad de sus referencias a la labor de colegas franceses, alemanes, italianos, mexicanos o argentinos (sin decir nada de otras nacionalidades), que por cierto habrían de figurar en cualquier proyecto histórico. Aquí, en cambio, el enfoque meto-dológico y los límites espaciales podrán justificar una selección de ejemplos más ilustrativa que comprensiva, y por ello -hay que confesarlo- también más arbitraria.

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iniciativas estadounidenses. En total, parece aceptable perfilar el hispanomedievalismo que así se forjó como una disciplina internacional, cuyos logros más recientes eran autorizados por un positivismo puesto al día, más adaptivo que nunca, pero fortalecido por un rigor cada vez más científico y una perenne voluntad revisionista. Y, sin embargo ...

La autoridad científica de todo modelo positivista estriba en su modo de ser consecuente con las evidencias. En las ciencias naturales el progreso hacia una mejor comprensión de las realidades estudiadas está garantizada por un aumento constante a través del tiempo en el grado de consecuencia que se alcanza. El proceso de su realización se puede postular según el esquema adaptivo de Popper, o más dramáticamente con Thomas Kuhn, como un súbito "cambio de paradigmas"24

• En todo caso se trata de un movimiento unidireccional. Un geneticista de hoy, por estúpido y mediocre que sea, tendrá más autoridad que el más eminente especialista de hace sesenta años. Pero en los estudios humanísticos no pasa así. En ciertos asuntos -la fecha del Poema del Cid, por ejemplo- sería difícil afirmar que Colin Smith no haya logrado una consecuencia más estrecha con las evidencias que Menéndez Pidal; en otros -su radical escepticismo sobre antecedentes castellanos del Poema- difícilmente mantendríamos lo contrario. O por lo menos, como implica Deyermond, apenas sabríamos escoger. ¿En dónde, pues, reside la autoridad, garantía de todo avance en nuestros conocimientos?

Evidentemente, en una disciplina histórico-crítica y más si alternan en ella evidencias y lagunas evidenciales -no ha de residir en ningún auctor consagrado, sino en casos y argumentos particulares. A lo más, se asociará con procedimientos que, pragmáticamente "dan resultados". Pero no por eso hemos de pensar en una natural primacía de la erudición en su estado actual, depurada por fin de toda contaminación ideológica. Ya vimos que una práctica positivista tiende, precisamente, a dificultar tales depuraciones.

Aún así, era inevitable que, entre el brillante grupo de medievalistas que, en la España de la transformación democrática, reclamaron para su país el protagonismo en estos estudios, hubiera quien se las emprendiese con las premisas ideológicas de la visión pidalina. Aquello traía ventajas:

24 POPPER, The logic ... , esp. pp. 252-254; THOMAS S. KUHN, The structure of scientific revolutions, 2ª ed., U ni ve rsity of Chic ago Pre ss, Chicago, 19 70. GEORG E A. SHIPLEY, "Reflections on the Shield: Stephen Gilman 's The Spain of Fernando de Rojas" ,]oumal of Hispanic Phi/,ology, 3 ( 1978-79), 197-238, aplica directamente el modelo de Kuhn a la aportación de Américo Castro y sus discípulos en los estudios hispanomedievales. Sobre aspectos teóricos tiene interés STEVE FULLER, Kuhn vs. Popper (Revolutions in Science), Icon Books, Cambridge, 2003.

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tal la posibilidad de elaborar una narrativa histórica más integrada, en conjunto con los florecientes estudios medievales catalanes. Pero,.dada la medida en que la política cultural franquista se había apropiado varios conceptos y motivos pidalinos, era también quizás ineludible que se le achacase a don Ramón cierta complicidad con el poder. Aquello, sin duda obedecía, más que a nada, a la urgencia de la coyuntura renovadora de los años setenta; su mención aquí sólo se justifica por ofrecer un par de ilustraciones de lo complejo que pueden resultar tales casos.

Primero, unas líneas de la introducción a la primera edición Austral de Poesía juglares ca y juglares, fechada en Chamartín en septiembre de 1941: "La concebí como una historia de la poesía primitiva bajo un aspecto no considerado antes, en cuanto la obra literaria servía de espectáculo público, ejerciendo una extensa acción social que hoy sólo el teatro conserva". Ideológico en doble sentido es aquello de "poesía primitiva". Expresa cierta superioridad objetivizante frente a todo lo medieval: "primitivos" son incluso poetas tan sofisticados como lo fue Juan Ruiz. También obedece al imperativo pidalino de buscar algo originario, autóctono. Pero ¿cómo vamos a leer aquella referencia a la" extensa acción social" del teatro? Más aún. ¿cómo la leería en 1942 el público hispanoamericano de aquella edición? Netamente inaplicable a la España de entonces, el eco que se hace de lo que en los años republicanos venía abogando, entre otros, Federico García Lorca apenas podía ser involuntario25

La segunda ilustración es una frase empleada por María Eukene Lacarra, a quien cito a modo de comentario, no sobre ella sino sobre todos nosotros. Habla, en cierto momento, de "una convicción política consciente o inconsciente "26

• No sé muy bien lo que será una convicción inconsciente, pero supongo que ha de traer consigo la responsabilidad de sacarla al dominio de lo consciente, para hacer cargo de sus efectos en éste. Con todo, en pura lógica, nadie puede afirmar con seguridad que no abrigue convícciones inconscientes -por lo menos en el sentido de haberse formado con ciertas expectativas de lo que será el mundo, y de las prioridades que dentro de él parecen "naturales". Cuanto menos examinadas éstas, tanto

25 MENÉNDEZ P!DAL, Poesía juglaresca y juglares: Aspectos de la historia literaria y cultural de España, Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1942, p. 9; cf. FEDERICO GARCÍA LORCA, Obras completas, ed. Arturo del Hoyo, Aguilar, Madrid, 1986, t. 3, pp. 614 (diciembre 1934), 624 (febrero 1935), 459 (marzo 1935), 679 (1936).

26 LACARRA, "La utilización del Cid ... ", p. 115; véanse también los juiciosos comentarios de PE TER LINEHAN, "The court historiographer of Francoism ?: la leyenda oscura of Ramón Menéndez Pida!", Bulletin of Hispanic Studies (Glasgow), 73 (1996), 437-450.

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más han de servir a intereses establecidos, o a nuestro propio bienestar. Contra la ideología en este sentido general, la preocupación positivista por una consecuencia formal con relación a las evidencias nunca ofrece garantías: ni en la generación pidalina, ni entre los ingleses de este medio siglo acá, ni en otro momento alguno. La autoridad-una autoridad siempre provisional- deriva de lo que sabemos hacer de esta situación.

Y ya que, como vimos, lo que sabemos a tal efecto tiene sus límites, tanto palpables como impalpables, esta autoridad no será individual, sino colectiva. Se reconoce en varias características del diálogo en que el trabajo evidencia! se encaja. Entre ellas, por supuesto, ha de figurar la responsabili-dad evidencia!, tan indispensable aquí como en los modelos positivistas: cualquier fuero de excepción acabará matando otras posibilidades dialógicas. Pero importarán además la amplitud de referencias, la abertura hacia nuevas aportaciones, la igualdad de participantes, la capacidad de renovarse. Los que añoran una época de pautas y normas más objetivas tienen que recordar que lo que llamamos "método científico" no es más que el modo de obrar de una comunidad científica.

No se trata aquí de buscar consensos, ni de la labor acumulativa de construcción ecléctica abogada por Samuel Armistead, ni siquiera de salvar con la teoría, como quiere PaulJulian Smith, el punto muerto representado por la oposición entre relativismo y esencialismo27

• Un diálogo así concebido presupone que el desacuerdo ha de ser algo tan normal como su resolución. Tampoco tendrá la estructura fija de un edificio, ni las abstractas simetrías de lo teórico. La suya, en cambio, ha de ser estructura dinámica, activa, a modo de estructura atómica. Tendrá cierto carácter cognitivo, y aún lingüístico, ya que se trata de un conjunto de prácticas, encaminadas pragmáticamente a modos de conocer una parte de nuestro mundo humano, y de comunicar y convivir en él.

En una última fase de estos comentarios, trataré de relacionar algunos recientes debates entre hispanomedievalistas con lo que exige esta forma de localizar la autoridad en nuestra disciplina. Primero -y por motivos que, sin duda, no serán enteramente impersonales- la cuestión de un posible humanismo o pre-humanismo en la cultura castellana del siglo xv. Hace ya más de cuarenta años puse varios reparos al concepto entonces corriente de un "prerrenacimiento español". El estudio sigue siendo citado,

27 ARMISTEAD, "Epic and bailad: A traditionalist perspective", Olifant, 8 (1980-81 ), p. 387 (cf. también "Menéndez Pida!, the E pie ... ", p. 50); PAULJULIAN SMITH, "La Celestina, Castro, and the Conversos", en Representing the Other: "Race'', text, and gender in Spanish and Spanish American narrative, Clarendon Press, Oxford, 1992, p. 28.

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principalmente para llevar a una refutación, demostrando que sí hubo esta u otra actividad intelectual que justifica referencias a una "atmósfera prehumanista", un "humanismo vernáculo", oun "incipiente humanismo". No es que me queje de este papel de hombre de paja (a estas alturas, mi artículo de 1962 apenas merece mejor suerte), pero me gustaría que se aludiese además a las revisiones del tópico que también he venido publicando28

• Éstas querían reconocer una evolución de perspectivas que ilustra muy bien de dónde puede salir una renovación de temas de esta índole.

En gran parte, tal renovación procede de nuevas evidencias, y concretamente de la salida a la imprenta de textos de dos tipos: obras latinas de castellanos de la época (entre cuyos editores se destacan Brian Tate y J eremy Lawrance, sobre todo por sus magníficos Gesta Hispaniensia de Alfonso de Palencia29

); también traducciones cuatrocentistas de obras clásicas, como el Tito Livio del Canciller Ayala (Curt Wittlin), la Eneida de Villena (Pedro Cátedra), las versiones ciceronianas de Alfonso de Cartagena (María Morrás), y varias otras30

• Los textos del primer grupo tienden a confirmar que sí existió erudición de tipo humanístico; los del

28 ROUND, "Renaissance culture and its opponents in Fifteenth-Century Castile", Modern Language Review, 57 (1962), 204-215; reafirmaciones del humanismo en ÜTTAVIO DI CAMILLO, El humanismo castellano del siglo XV,

Fernando Torres, Valencia, 1976, esp. p. 19; jEREMY N. H. LAWRANCE, "On Fifteenth-Century Spanish vernacular humanism", en IAN MICHAEL y RICHARD A. CARDWELL (eds.), Medieval and Renaissance studies in honour of Robert Brian Tate, Dolphin, Oxford, 1986, pp. 63-79, esp. p. 78; ELENA GASCÓN VERA, Don Pedro, Condestable de Portugal, Fundación Universitaria Española, Madrid, 1979, p. 23; varias revisiones en ROUND, "The shadow of a philosopher: Medieval Castilian images of Plato", joumal of Hispanic Phiwlogy, 3 (1978-79), p. 35; reseña de ÜTTAVIO orCAMILLO, Elhumanismo ... ,Bulletin of Hispanic Studies, 56 (1979), 59-61; Libro llamado "Fedrón": Púzto's "Phaedo" transltzted by Pero Díaz de Toledo, Tamesis, London, 1993, pp. 62-76.

29 ALFONSO DE PALENCIA, Gesta Hispaniensia ex annalibus suorum dierum collecta, eds. Brian Tate & J eremy Lawrance, Real Academia de la Historia, Madrid, 1998-99; también PALENCIA, Epístolas Latinas, ed. Tate, trad. Rafael Alemany Ferrer, Universidad Autónoma de Barcelona, Bellaterra, 1982; LAWRANCE, Un episodio del proto-humanismo español: Tres opúsculos de Nuño de Guzmán y Giannozzo Manetti, Diputación, Salamanca, 1989.

30 PERO LóPEZ DE AY ALA, Las Décadas de Tito Livio, ed. Curtj. Wittlin, Puvill, Barcelona, sin fecha; ENRIQUE DE VILLENA, Traducción y glosas de la Eneida, ed. Pedro M. Cátedra, Diputación, Salamanca, 1989; ALONSO DE CARTAGENA,Libros de Tulio: De senetute; De los ofifios, ed. María Morrás, Universidad, Alcalá de Henares, 1996.

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segundo, que la actividad traductora, si la refleja, lo hace de una forma muy suya.

Simultáneamente, ha habido una redefinición de los términos debatidos. En cuanto a la idea de un "prerrenacimiento españof', hemos aprendido a diferenciar (matizándolo debidamente en el caso aragonés) entre Castilla y los territorios catalanoparlantes. También estamos más conscientes de lo inestable que resulta la frontera temporal entre Edad Media y Renacimiento: el intento de postular modelos alternativos del humanismo se transparenta en las diversas fórmulas ya citadas. Sobre todo, la historiografía moderna nos ha valido nociones mucho más claras de lo que diferenciaba la sociedad castellana de la de las ciudades italianas. El movimiento cultural bajo Juan II se perfila más netamente como movimiento, pero como movimiento sui generis. El debate actual gira sobre estas especificidades, y menos sobre la cuestión ideológica de si España andaba o no culturalmente "atrasada". Sin embargo, y a pesar de la intensiva revisión de conceptos, poco hay en él (si exceptuamos la creciente importancia de la dimensión traductológica) que salga de las normas de una investigación puramente tradicional.

Con evidencias de otra índole, tales salidas se facilitan. Nuestra relación con las evidencias históricas, como insistía Edward Thompson, siempre reviste el carácter de un diálogo, una interrogación31

• Pero en ciertos casos se hace irresistible la impresión de ser nosotros los interrogados por el propio texto -y nunca más que con la Celestina. Lo que Peter Russell llama su capacidad de "desvelar nuevas y fecundas perspectivas", lo que Linde Brocato (en dura crítica a Russell) caracteriza como su intertexto plural y conflictivo, lo que Consolación Baranda, más recientemente, identifica como su "sistemático juego irónico", pone en tela de juicio nuestras certidumbres y valores, en constante reto a toda interpretación32

• Por coincidencia-si es coincidencia (éste es otro de sus enigmas)- la obra ofrece también un acopio de problemas para la erudición de tipo más tradicional. Estas cuestiones (las de autoría, por ejemplo) tienen incluso cierta prioridad en la lógica sobre cualquier interacción interpretativa con un texto en un principio inestable. Se comprende muy bien la exclamación de Santiago

31 E. P. THOMPSON, "The poverty of theory", en The poverty of theory and other essays, Merlin Press, London, 1978, pp. 220-221.

32 FERNANDO DE ROJAS, Comedia o tragicomedia de Calisto y Melibea, ed. Peter E. Russell, Castalia, Madrid, 1991, p. 158; LINDE M. BROCATO, "Leading a whore to father: Confronting Celestina", La Coránica, 24 (1995), núm. 1, p. 51; CONSOLACIÓN BARANDA, "La Celestina" y el mundo como conflicto, Universidad, Salamanca, 2004, p. 209.

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López Ríos: "Ojalá aparezcan nuevos testimonios de la obra". Como también apunta el mismo crítico, ya aparecieron algunos: la Tragicomedia de 1507, el manuscrito de Palacio, y ahora la Celestina comentada, en la edición que no pudo ver acabada Louise Fothergill-Payne33

• Aclaran enormemente lo que la Celestina significaba en su día. Pero a las significaciones actuales, suscitados por ella en su diálogo con los lectores modernos, se tendrá que llegar por otros caminos. En esta última década ha sido notable el incremento de los estudios que quieren enfocar tales lecturas mediante diversos planteamientos teóricos: Foulcault, Greimas, Derrida, y sobre todo, lecturas feministas.

Pero lo que así ocurre representa algo más que una disolución de la firme estructura de los debates de hace treinta años -lecturas polarizadas entre didacticismo y pesimismo, sobre una base cada vez más sólida de erudición filológica. Otros estudios recientes se profundizan en relevantes aspectos de la experiencia medieval: vida urbana, prostitución, magia, historia de medicina. Como demuestran las aportaciones de J ean Dangler, Dorothy Severin y María Eukene Lacarra, son temas que se integran con facilidad en las nuevas perspectivas teóricas34

• Se persiguen así nuevas formas de diálogo entre el conocimiento arraigado en el presente y las evidencias históricas en su propio momento -formas quizás menos previsibles, pero también potencialmente más íntimas y específicas.

Dentro de esta tendencia, ciertos temas dan indicios de seguir preocupando a los celestinistas en un futuro inmediato. El de las representaciones teatrales y visuales recalca el aspecto interdisciplinar, nunca ausente de los estudios medievales. El asunto de la comedia humanística, ineludible pero hasta ahora enigmático antecedente de nuestra Comedia, podría aclararse en el contexto, postulado por Iliades Aguiar, de un "taller salmantino". Éste, a su turno, encaja en la nueva historia literaria medieval ideada por Germán Orduna, con su énfasis sobre las "comunida-

33 SANTIAGO LóPEZ Ríos, "Sobre La adulteración de la Cdestina y los nuevos rumbos de la crítica celestinesca", Celestinesca, 25 (2001), 149-165, esp. pp. 162-163; véase también LOUISE FOTHERGILL-PAYNE, ENRIQUE FERNÁNDEZ RIVERA y PETERFOTHERGILL-PAYNE (eds.), Celestina comentada, Universidad, Salamanca, 2002.

34 Por ejem plo,JEAN DANGLER, Mediatingfictions: Literature, women healers, and the Go-Between in Medieval and Early M odern Iberia, Bucknell University Press, Lewisburg, 2001; DOROTHY SHERMAN SEVERIN, Witchcraft in Celestina, 2ª ed., Queen Mary & Westfield College, London, 1997; M. E. LACARRA, "Los amores citadinos de Calisto y Melibea", Celestinesca, 25 (2001), 83-100.

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des textuales"35• El pensamiento averroista y epicúreo, cuya posible

relevancia para la Celestina rivaliza ya con la del estoicismo, nos permite ver allí, según Concepción Baranda, un tosco moralismo práctico, suficiente en su época. Tal perspectiva nos ofrece una Celestina más plenamente del siglo xv, que tampoco deja de entrañarse en nuestra propia experiencia por su visión global de unas relaciones sociales en disfunción terminal36

No del todo ajeno a esto sería la situación de su autor como converso -algo que nos adentra en una tercera zona de controversias: las que versan sobre Américo Castro y el papel histórico-cultural que atribuye a aquel grupo. Aquí los más recientes estudios de enfoque histórico parecen buscar una versión más matizada y específica; por contraste, la crítica literaria ha querido dar al tema una mayor suficiencia teórica. Otra vez viene muy al caso la inherente interdisciplinaridad de los estudios medievales. Ni la realidad histórica se presta tan universalmente a la construcción de identidades, ni la supuesta presencia de éstas en las obras de la imaginación es cosa tan sencilla como a veces podríamos creer.

La identificación de "conversos" con "judaizantes" -opción por defecto para inquisidores, y con demasiada frecuencia para Castro y sus discípulos-no pudo aguantar las evidencias rabínicas aducidas por Benzion Netanyahu37

• Pero tampoco el postulado contrario, de un conformismo en la nueva religión casi universal entre cristianos nuevos, servía muy bien para entender mejor la "crisis de clasificación e identidad" del siglo xv

35 GUSTAVO ILIADES ÁGU!AR, "La Celestina" en el taller salmantino, UNAM, México, 1999; GERMÁN ÜRDUNA, "Nuevos enfoques para una historia de la literatura medieval española", en AZUCENA A. FRABOSCHI et al. (eds.), Actas de las V jornadas Internacionales de Literatura Española Medieval: Buenos Aires 21-23 agosto 1996, Universidad Católica Argentina, Buenos Aires, 1999, pp. 7-15.

36 BARANDA, "La Celestina" y el mundo ... , p. 208; cf. LAWRANCE, "The Tragicomedia de Calisto y Melibea and its «M oralitie»", Celestinesca, 1 7 ( 1993 ), núm. 2, pp. 85-110, esp. p. 96.

37 BENZION NET ANY AHU, The Marranos of Spain from the late l 4th to the early l 6th Century according to contemporary hebrew sources, American Academy far J ewish Research, N ew York, 1966; "Américo Castro and his view of the origins of the pureza de sangre", Proceedings of the American Academy for jewish Research, 46/4 7 ( 1979-80), 399-457; "On the historical meaning of the Hebrew sources related to the Marranos. {A reply to critics)", en J. M. SOLÁ-SOLÉ, S. G. ARMISTEAD y J. H. SILVERMAN (eds.), Hispania]udaica: Studies in the history, language, and literature of thejews in the Hispanic World, Puvill, Barcelona, [1980-84], t. 1, pp. 79-102. Estos dos estudios aparecen ahora (con alguna variación en los títulos) en NETANYAHU, Toward the Inquisition, essays on jewish and converso history in late Medieval Spain, Cornell University Press, Ithaca, NY, 1997.

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español38• Lo que aquello, en cambio, exige es una radical recensión de

términos y categorías, que haga justicia a la pluralidad de los casos en que los conversos podían encontrarse. Tiene que ir más allá de las oposiciones binarias de cristianos y judíos, o cristianos sinceros e insinceros; más allá, incluso, del esquema cuadripartita de "identificaciones" propuesto por David Gitlitz. Al afirmar con J ohn Edwards que "a los españoles de entonces les quedaban tantas opciones teológicas como han existido de entonces acá", hay que recordar que las creencias teológicas no se correlacionan precisamente ni con tales clasificaciones, ni con las residuales prácticas judaicas que a los inquisidores parecen haberles interesado más39

También será preciso conciliar de alguna forma la existencia en varias etapas del siglo xv de comunidades tributarias de cristianos nuevos en Aragón y cofradías conversas en Castilla con la bien documentada insistencia de Jaime Contreras en que "el mundo converso no formaba, en absoluto, un grupo social homogéneo". Éste recibe un importante apoyo en el reciente estudio de Gretchen Starr-Lebeau sobre la Inquisición en Guadalupe. Concluye que "nunca existió allí ninguna comunidad unitaria de cristianos nuevos": nunca, es decir, hasta que el escrutinio y el régimen inquisitoriales lograron imponer la escisión binaria que al Santo Oficio tanto le importaba. En términos más generales, lo que vamos aprendiendo -de Contreras, de Bartolomé Benassar- si tiende a diluir la impresión de una burocracia omnipresente, recalca, en cambio, la importancia de la Inquisición como elemento en el aparato global del poder40

• Es, en el sentido más estricto, una historia de ideologías, y quien quiera escribirla tendrá que dominar el correspondiente repertorio teórico. Igualmente, los críticos que quieran demostrar un contenido converso en los textos literarios deberán hacerlo en términos de la historia más compleja y

38 DA VID NIRENBERG, "Mass conversion and genealogical mentalities: Jews and Christians in Fifteenth-Century Spain", Past and Present, 174 (2002), p. 10.

39 DAVID M. GITLITZ, Secrecy and deceit: The religion of the Cryptojews, J ewish Publication Society, Philadelphia, 1996, pp. 84-90;JOHN EDWARDS, The Spanish Inquisition, Tempus, Stroud, 1999, p. 79; también BRUCE ROSEN STOCK, New M en: "Conversos", christian theology, and society in Fifteenth-Century Castile, Queen Mary, University of London, London, 2002.

40 NIRENBERG, "Mass conversion ... "' pp. 14-15;JAIME CONTRERAS, "Judíos, judaizantes y conversos en la peninsula Ibérica en los tiempos de la expulsión'', en]udíos. Sefarditas, conversos .. ., ed. Alcalá, p. 458; GRETCHEN D. STARR-LEBEAU, In the shadow of the Virgin: Inquisitors, friars, and "Conversos" in Guadalupe, Spain, Princeton University Press, Princeton, NJ, 2003, p. 199; BARTOLOMÉ BENNASSAR, Inquisición española: poder político y control social, Crítica, Barcelona, 1981.

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matizada que ahora se escribe. Lo cual los alejará a veces de las heroicas generalizaciones de un Américo Castro.

Por dos razones, sin embargo, su figura sigue teniendo actualidad en los estudios hispanomedievales. Su innegable éxito en alterar la gran narrativa de la Edad Media española le vale ahora cierto papel de precursor para los que quieren reescribir aquella historia bajo el signo de una política de identidades, recuperando las historias de grupos minoritarios o marginados41

• Tal recuperación de la parte que en la memoria colectiva debe corresponder a mujeres, a judíos y musulmanes, a disidentes religiosos, a minorías sexuales, o a la enorme mayoría, silenciada más que silenciosa, de campesinos sin letras, pero no por ello sin cultura, no puede sino renovar lo que entendemos de la historia más inmediatamente asequible. Tampoco es cuestión de que la narrativa dominante admita estos nuevos elementos, sino de que con ellos se haga otra narrativa (o conjunto de ellas). Para estos fines, sin embargo, el ejemplo de Américo Castro no será, en todos sus aspectos, provechoso.

Ya en otra generación, cuando para muchos lectores suyos aquella reivindicación de un pluralismo histórico vino a justificar su propia identidad como parte de una "otra España", quedaba manifiesto el problema. Una cosa es forjarse una identidad histórica: dirigido a convencer, más que a ser comprobado, aquello se compagina en cierta medida con las generalizaciones apriorísticas, y aún con cierta mitificación. Pero hacer la historia del grupo así identificado, de modo que entre plenamente en diálogo con otras historias parciales, para determinar mutuamente qué relaciones podrían existir entre ellas, ya es otra cosa. Admitirá, por supuesto, lecturas más adaptadas, a veces más especulativas -ante el problema, por ejemplo, de las lagunas evidenciales en el caso de los escritos femeninos. Y con distintos grupos (o distintos casos dentro de ellos) esta flexibilidad tendrá que ejercerse en diversos sentidos. Todo esto está muy bien. Pero nada de ello dará fundamentos a una epistemología excepcional, privilegiada. Tal fuero de excepción no le permitiría a la identidad que lo reclamara integrarse dialógicamente en una historia posible: las mutuas relaciones con las evidencias no serían negociables. Sólo le quedaría la posibilidad de imponerse. Que no es lo mismo.

Quizás la distinción más fundamental en todo esto es la que contrasta la identidad como protagonismo con la identidad como recurso narrativo,

41 Véase, por ejemplo, GREGORY S. HUTCHESON, "What queer Iberians have to say ... ", en Forum: Return to Queer Iberia .. ., eds. S. Donnell y G. S. Hutcheson, La Corónica, 30 (2001), núm. 1, pp. 223-227.

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Descubrir en toda una historia la identidad que a uno le interesa más (que es un poco lo que hacía Castro) es como identificarse con un personaje de novela. Es un modo de leer novelas, pero no será el mejor. En cambio, leerlas y entenderlas desde la propia identidad -desde lo que uno es y se siente ser- puede ser la clave de lecturas profundizadas. A interpretaciones de este tipo tienen que aspirar las actuales revisiones de lo hispanomedieval.

Pero la relevancia de Américo Castro sigue en pie -y con más seguridad- en otro sentido también. El reconocimiento de la esencial pluralidad de la experiencia medieval de España-presente, aunque parcial, en la tradición pidalina; amplio, aunque a veces experimental, en el propio Castro- importa más que nunca en un mundo nuevamente polarizado. No es que aquella pluralidad haya sido ejemplar, sino que existió, y es urgente que el hecho de haber existido no se disipe en nuevos mitos. El mito, por ejemplo, de una autosuficiencia occidental: de una "España" que pueda prescindir de Al-Andalus o de Sefarad, o de los dos. Ya lo intentó, y no le salió muy bien -algo en que nuestro globalismo haría bien en meditar. Y el mito del conflicto con el mundo islámico como una campaña inherentemente defensiva, y una vindicación de la civilización auténtica (que sería, por lo visto, la nuestra). Para refutar esto, bastaría dar un paseo por Córdoba, pero más seguramente habría de convencer un bien informado recorrido de la historia medieval peninsular. Los que han seguido en la tradición de Américo Castro han acumulado una gran riqueza de evidencias e interpretaciones de la dimensión sefardí de la herencia española. ¿Poseemos en nuestra disciplina, en sus recursos bibliográficos e institucionales, en su estado de preparación lingüística, en la independen-cia de sus criterios, todo lo que va a exigir un semejante esfuerzo acerca de lo que fue Al-Andalus?42 De esto depende gran parte de la oferta del hispanomedievalismo, no sólo a eruditos y colegas, sino al mundo de nuestro nuevo siglo.

NICHOLAS G. ROUND University of Shejfield

42 La revista Al-Masaq, 16 (2004) ofrece una serie de ensayos sobre el estado actual de los estudios andalusíes en Gran Bretaña (Richard Hitchcock, 197-204 }, Holanda Uohan Weststeijn, 205-215), Francia (Rache! Arié, 217-225), España (Mayte Penelas, 22 7-239) y Estados U nidos (Consuelo López Morillas, 241-261 ).

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