la mujer y la iglesia en la edad media

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LA MUJER Y LA IGLESIA EN LA EDAD MEDIA Odón, abate de Cluny (siglo X): La belleza física no va mas allá de la piel. Si los hombres vieran lo que hay debajo de la piel, la vista de las mujeres les sublevaría el corazón. Cuando no podemos tocar con la punta del dedo un escupitajo o la porquería, ¿cómo podemos desear abrazar ese saco de estiércol?. Marborde, obispo de Rennes, luego monje en Angers (siglo XI): Entre las innumerables trampas que nuestro taimado enemigo ha tendido a través de todas las colinas y todas las llanuras del mundo, la peor y la que casi nadie puede evitar es la mujer, funesto cepo de desgracia, vástago de todos los vicios, que ha engendrado en el mundo entero los escándalos mas numerosos... La mujer dulce mal, a la vez panal de cera y veneno, que con espada untada en miel atraviesa el corazón mismo de los sabios. Roger de Caen (también en el siglo XI): Créeme hermano, todos los maridos son desgraciados. El que tiene una esposa vil siente repugnancia por ella y la odia; si es hermosa, tiene un miedo terrible a los galanes... Belleza y virtud son incompatibles... Mujer hay que da a su esposo tiernos abrazos y le besa con dulces besos, al tiempo que segrega el veneno en el silencio de su corazón. La mujer no tiene miedo a nada; cree que todo está permitido. El clérigo André Le Chapelain, en el libro De amore (1185): La mujer es un verdadero diablo, un enemigo de la paz, una fuente de impaciencia, una ocasión de disputas de la que el hombre debe mantenerse alejado si quiere gustar la tranquilidad... Que se casen aquellos que encuentran atractivos en la compañía de una esposa, en los brazos nocturnos, en los berridos de los niños y en los tormentos del insomnio... Nosotros, si es que está en nuestro poder, perpetuaremos nuestro nombre con el talento y no por el matrimonio, con libros y no con hijos, con el concurso de la virtud y no con el de una mujer. Oigamos ahora la predicación de san Bernardino de Siena:

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La mujer y la Iglesia en la Edad Media

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Page 1: La Mujer y La Iglesia en La Edad Media

LA MUJER Y LA IGLESIA EN LA EDAD MEDIA

Odón, abate de Cluny (siglo X):

La belleza física no va mas allá de la piel. Si los hombres vieran lo que hay debajo de la piel, la vista de las mujeres les sublevaría el corazón. Cuando no podemos tocar con la punta del dedo un escupitajo o la porquería, ¿cómo podemos desear abrazar ese saco de estiércol?.

Marborde, obispo de Rennes, luego monje en Angers (siglo XI):

Entre las innumerables trampas que nuestro taimado enemigo ha tendido a través de todas las colinas y todas las llanuras del mundo, la peor y la que casi nadie puede evitar es la mujer, funesto cepo de desgracia, vástago de todos los vicios, que ha engendrado en el mundo entero los escándalos mas numerosos... La mujer dulce mal, a la vez panal de cera y veneno, que con espada untada en miel atraviesa el corazón mismo de los sabios.

Roger de Caen (también en el siglo XI):

Créeme hermano, todos los maridos son desgraciados. El que tiene una esposa vil siente repugnancia por ella y la odia; si es hermosa, tiene un miedo terrible a los galanes... Belleza y virtud son incompatibles... Mujer hay que da a su esposo tiernos abrazos y le besa con dulces besos, al tiempo que segrega el veneno en el silencio de su corazón. La mujer no tiene miedo a nada; cree que todo está permitido.

El clérigo André Le Chapelain, en el libro De amore (1185):

La mujer es un verdadero diablo, un enemigo de la paz, una fuente de impaciencia, una ocasión de disputas de la que el hombre debe mantenerse alejado si quiere gustar la tranquilidad... Que se casen aquellos que encuentran atractivos en la compañía de una esposa, en los brazos nocturnos, en los berridos de los niños y en los tormentos del insomnio... Nosotros, si es que está en nuestro poder, perpetuaremos nuestro nombre con el talento y no por el matrimonio, con libros y no con hijos, con el concurso de la virtud y no con el de una mujer.

Oigamos ahora la predicación de san Bernardino de Siena:

¿Hay que barrer la casa? Si, házsela barrer. ¿Hay que volver a lavar la escudilla? Hazle que vuelva a lavarlas. ¿Hay que tamizar? Hazla tamizar, hazla tamizar. ¿Hay que hacer la colada? Haz que la haga en casa. ¡Pero si tiene criada¡. Que tenga criada. Que lo haga tu esposa, no por necesidad de que sea ella quien lo haga, sino para darle una tarea.

Haz que cuide a los niños, que lave los pañales y todo. Si no la acostumbras a hacerlo todo, se convertirá en un buen trocito de carne. No le des gustos, te lo digo yo. Mientras la mantengas activa, no se quedará a la ventana y no se le pasará por la cabeza unas veces una cosas, otras otra.

Según el predicador Ménot:

Page 2: La Mujer y La Iglesia en La Edad Media

Para hacerse ver del mundo tendrá toda suerte de vanos ornamentos: grandes mangas, la cabeza emperejilada, el pecho descubierto hasta el vientre con una gasa ligera, a cuyo través se puede ver todo lo que no debería ser visto por nadie... Es... con tal desvergüenza de ropa como pasa, con su libro de horas bajo el brazo, por delante de una casa donde hay una decena de hombres que la miran con ojos codiciosos. Pues bien no hay ninguno de esos hombres que no caigan por causa de ella en pecado mortal.

El franciscano Álvaro Pelayo en el De planctu ecclesiae hacia 1330:

Sus palabras son de miel. Es falaz. Está llena de malicia. Toda malicia y toda perversidad proceden de ella. Es charlatana, sobre todo en la iglesia. Dominadas frecuentemente por los delirios, matan a sus hijos. Algunas son incorregibles.

Bernard de Morlas, monje de Cluny en el De contemptu feminae (en verso) redactado en el siglo XII:

La mujer innoble, la mujer pérfida, la mujer cobarde. Mancilla lo que es puro, rumia cosas impías, estropea las acciones. La mujer es una fiera, sus pecados son como la arena. No voy, sin embargo, a maldecir a las buenas a las que debo bendecir.

Que la mala mujer sea ahora mi escrito, que ella sea mi escrito, que ella sea mi discurso. Toda mujer se regocija pensando en el pecado y en vivirlo. Ninguna, desde luego, es buena aunque ocurre, sin embargo que alguna sea buena.

La mujer buena es mala cosa, y no hay casi ninguna buena. La mujer es mala cosa, cosa malamente carnal, carne toda entera. Solícita para perder, y nacida para engañar, experta en engañar, abismo inaudito, la peor de las víboras, hermosa podredumbre, camino deslizante, lechuza horrible, puerta pública, dulce veneno.

Se muestra enemiga de quienes la aman, y se muestra amiga de sus enemigos. No exceptúa a nadie, concibe de su padre y de su nieto. Abismo de sexualidad, instrumento del averno, boca de los vicios. Mientras las recolecciones sean dadas a los labradores y confiadas a los campos.

Esta leona rugirá, esta fiera reinará, opuesta a la ley. Ella es el delirio supremo, y el enemigo íntimo, la plaga íntima. Por sus astucias una sola es mas hábil que todos. Una loba no es peor, porque su violencia es menor, ni una serpiente, ni un león. La mujer es una feroz serpiente por su corazón, por su cara o por sus actos.

Una llama muy potente repta en su pecho como un veneno. La mujer mala se pinta y se adorna con sus pecados. Se maquilla, se falsifica, se transforma, se cambia y se tiñe. Engañosa por su brillo, ardiente en el crimen, crimen ella misma.

Se complace en ser dañina cuanto puede. Mujer fétida, ardiente para engañar, llama de delirio. Destrucción primera, lo peor de todo, ladrona del pudor. Ella arranca sus propios retoños de su vientre. Ahoga a su progenitura, la abandona, la mata, en un encadenamiento funesto.

Page 3: La Mujer y La Iglesia en La Edad Media

Mujer víbora, no ser humano, sino bestia fiera, e infiel a si misma. Ella es asesina del niño, y mucho mas del suyo primero. Mas feroz que el áspid y mas furiosa que las furiosas. Mujer pérfida, mujer fétida, mujer infecta. Ella es el trono de Satán, el pudor le resulta una carga; huye de ella lector.

En el Malleus maleficarum:

Toda la malicia no es nada junto a la malicia de mujer. La mujer ¿qué otra cosa es sino la enemiga de la amistad, la pena ineluctable, el mal necesario, la tentación natural, la calamidad deseable, el peligro doméstico, la plaga deleitable, el mal de la naturaleza pintado en colores claros?. Una mujer que llora es una mentira. Una mujer que piensa sola, piensa en el mal.

Es crédula, impresionable, charlatana, inconstante en el ser y en la acción, deficiente en sus fuerzas de cuerpo y de alma, semejante al niño por la debilidad del pensamiento, mas carnal que el hombre (se ve por sus múltiples infamias).

Por naturaleza tiene una fe mas débil. Femina viene de fe minus, porque siempre tiene y guarda menos fe. Tiene afecciones y pasiones desordenadas que se desencadenan en los celos y en la venganza, los dos resortes principales de la brujería. Es mentirosa por naturaleza, no sólo en su lenguaje sino también en su aspecto, su porte y su atuendo.

El Malleus concluye con Catón de Útica:

Si no existiera la malicia de las mujeres, incluso sin hablar para nada de las brujas, el mundo se libraría de innumerables peligros. La mujer es una quimera. Su aspecto es hermoso; su contacto fétido, su compañía mortal.

Es mas amarga que la muerte, es decir que el diablo cuyo nombre es la muerte según el Apocalipsis.

Finalmente el “humanista” y religioso Battista Mantovano en el siglo XV:

El género femenino es servil, despechado, lleno de veneno: Cruel y fiero, lleno de traición, sin fe, sin ley, sin sentido común, sin razón. Despreciador de derecho, justicia y equidad.

Es inconstante, móvil, vagabunda, sucia, vana, avara, indigna, sojuzgadora, mentirosa, amenazadora, peleona, charlatana, arrebatada, impaciente, envidiosa, engañadora, crédula, borracha, onerosa, temeraria, mordaz, falaz, chula, devoradora, bruja, ambiciosa y supersticiosa, petulante, indocta, perniciosa, débil, litigante, nerviosa, despechada y muy vengativa.

De halago y molestia llena, abandonada a la cólera y al odio, llena de cieno y sinulación. Para vengarse buscando dilación, impetuosa, ingrata, muy cruel, audaz y maligna, rebelde.