la muerte (escatología)
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8/15/2019 La Muerte (Escatología)
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LA MUERTE DESDE LA ESCATOLOGÍA CATÓLICA.(Por el teólogo Gilberto Ley Peña)
La muerte es un misterio ante al cual se ha planteado diversas respuesta y
realizado infinidad de reflexiones desde las diversas disciplinas. La reflexión
teológica católica no es ajena a esta realidad la cual es vivida por el creyente eincluso asumida de manera muy particular por Cristo. De lo anterior y en mira a dar
razón de nuestra esperanza abordaremos algunos aspectos iluminados por la
revelación al respecto.
La muerte como consecuencia-castigo por el pecado.
Según la revelación (Rom 5,12.15; 8,10; 1Cor 15,21 s) la muerte tiene su
origen en el pecado de los orígenes siendo consecuencia y pena del mismo, ya que
en los orígenes de la creación del ser humano aunque por naturaleza es mortal por
ser un ser compuesto le fue otorgado dentro de los dones preternaturales el de la
inmortalidad corporal.
Desde esta perspectiva es, en cierto modo, «sacramento» del
alejamiento del hombre de Dios, en el sentido de que manifiesta la caída y en cierta
manera la hace presente en los individuos. Cabe aclarar que en el caso de Cristo y
María la muerte no es un castigo como consecuencia del pecado sino más bien una
realidad propia de su naturaleza humana.
De lo anterior se desprende la
universalidad de la muerte en el sentido de que por el pecado original todos los
seres humanos deberemos algún día que morir. A partir del surgimiento de esta
realidad inevitable en la vida del hombre cesa el tiempo de merecer y desmerecer
abriéndose por un tiempo la posibilidad de conversión lo cual abordaremos en el
siguiente apartado.
Ante la ruptura relacional entre Dios y el hombre por el pecado entendido
como alejamiento e incomunicación de este hacia aquel (de lo cual la muerte es
recordatorio) Cristo cambia el signo de la muerte, asumiéndola y convirtiéndola en
camino de obediencia filial al Padre e instrumento de reconciliación de la humanidad
con Dios. A partir de entonces el que sigue a Cristo, valora su propia muerte como
un paso decisivo en su incorporación al Señor y su Pascua. Desde lo expuesto
podemos entender que la muerte en Cristo pasa (pascua=paso o salto) de ser
ruptura relacional a apertura y re-unión relacional y la muerte ya no solo es vista en
su connotación negativa de consecuencia-castigo por el pecado, sino desde unaspecto positivo y esperanzador ser considerada puerta de acceso a una relación
profunda con el Señor. Cristo al asumir la naturaleza humana toma la muerte,
producto de la desobediencia del hombre, para que al obedecer incondicionalmente
al Padre, la muerte fuera transformada en cuanto a su relación con el pecado y así
al unirse el hombre a la muerte de Jesús como kenosis, muriendo así mismo en el
día a día de su peregrinaje, pudiera tener, paradójicamente para el mundo, en su
camino de muerte como kenosis desde el hoy la vida.
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La muerte como conclusión de nuestra condición de “peregrinos”
La muerte humana, entendida como un paréntesis entre la experiencia del
final de nuestra historia vital y la consumación teológica acontecida en ella, así comoel “punto” desde el que ya no se regresa más a esta vida le confiere a la vida humana
su carácter definitivo en el sentido de que esta es una sola vez y por ende al morir,
todas nuestras decisiones realizadas durante este periodo de tiempo o “peregrinaje”
(por cerrarse en ese momento la posibilidad de conversión o estado de homo viator)
serán definitivas y resonaran con todas sus consecuencias en la eternidad. La
anterior afirmación se sustenta en diversos textos del nuevo testamento que insisten
en la vigilancia y exhortan a aprovechar el tiempo, mientras que hay esa posibilidad,
actuando de manera decidida (Mc 13,33-37; Mt 25,13; Jn 9,4; Ef. 5,16; Col 4,5). La
libertad humana tiene un término irrevocable ante la muerte. A partir de todo lo
mencionado, las experiencias de regreso del más allá que circulan en diversosespacios informativos no se puede tratar de experiencias de la “vida después de la
muerte” (sin negar la trascendencia del ser humano ya que esta implica pasar a otro
estado de la existencia y por ende no hay posibilidad de retorno), sino, en todo caso,
de experiencias de la proximidad de la muerte, del límite más extremo de la vida.
Por esto mismo, no se puede hablar de un regreso del “más allá”, sino del regreso
de una situación límite.
La muerte como “hecho”
Habíamos hablado al final del apartado sobre la muerte como consecuencia-
castigo del pecado de que Cristo transforma la muerte al asumirla en obediencia
filial y que desde ahí el hombre al seguirlo se une en el hoy de lo cotidiano al
descendimiento, anonadamiento, abajamiento, kenosis de Cristo; y que al unirse a
ello, el cristiano entra en un proceso de muerte cotidiana del cual la muerte como
fin del peregrinaje para este tiempo la muerte final que sin embargo abre la
existencia del ser humano a otro momento donde trasciende en línea recta
ascendente hacia la consumación última y definitiva de su historia vital. De aquí que
la muerte puede ser entendida en la vida del cristiano también como un proceso que
se realiza a lo largo de la historia de la vida humana de aquel que se une a su Señor
en la dinámica de una vida hecha entrega de sí mismo y amor oblativo de lo cual la
escritura nos lo ref iere como “morir con Cristo” (Rom 6,1-11), como entrega de lavida (Jn 15,13), como perderse a sí mismo (Mc 8,35; Mt 10,39; 16,25; Lc 9,24; 17,33;
Jn 2,25) y dejarse transformar: “Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere,
él queda solo; pero, si muere, produce mucho fruto” (Jn 12,24).
Este morir con Cristo no sólo se refiere al fin de la vida, sino a toda su
ejecución. “Continuamente”, dice Pablo, “llevamos en el cuerpo el estado de muerte
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que Jesús llevó, ...continuamente, aunque vivos aún, nos vemos entregados a la
muerte por causa de Jesús” (2Cor 4,10 s). No se trata tampoco de una simple
manera de hablar metafórica, como si se tratara de un morir totalmente distinto del
morir al final de la vida; pues también este “morir con Cristo” relativiza la muerte
final, de manera que Pablo puede decir: “Si vivimos, para el Señor vivimos; y si
morimos, para el Señor morimos.. tanto, pues, si vivimos como si morimos,pertenecemos al Señor» (Rom 14,8). El “morir con Cristo” es una ejecución activa
de la vida, y ésta abarca también el morir «último» al final de la vida. De aquí se
deduce que la muerte no sólo tiene que ser algo que sorprende al hombre desde
fuera y que éste únicamente puede aceptar pasivamente; el morir puede ser
“hecho”, pues cabe ser ejecución de la existencia cristiana.
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