la moral social y su reflexión Ética, niklas luhmann (articulo)

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LA MORAL SOCIAL Y SU REFLEXH~N ÉTICA LUHMANN, Niklas. La moral social y su reflexión ética. In: PALACIOS, Francisco; JARAUTA, Xavier. Razón, ética y política: el conflicto de las sociedades modernas. Barcelona: Anthropos, 1989. p. 47-58. 1Vikla.s Luhmanum Al obsewar o desc.ribirBoshechos con pretensi6n de cientifi- cidad, las palabras de la vida cotidiana no bastan. Deben cons- truirse conceptos. %lo es posible observar lo que se ha construi- do con esos conceptos, es decir, otros conceptos u otras cosas. Por su parte, los conceptos tienen distinta cualidad científica, dependiendo del empleo teórico; pero independientemente de él, puede afirmarse que con distintos conceptos se construyen distintos rriundos. Este hecho conduce ya, en el sector de la filosofia y sobre todo de Ia sociología, a innumerables controver- sias sobre las ventajas e inconvenientes en la elección de deter- minados conceptos. Aun cuando estas controversias permane- cen frecuentemente sin aclarar, debe, no obstante, explicarse primeramente qué función desempeñan estos conceptos y dónde está su «punto oscuro», esto es, aquello que no se ve o dificil- mente se ve a1 adoptar un coiicepto. Estas preocupacioiies previas son necesarias, especialmente si nos aproximarnos al sector de la moral y de la ética desde el prisma sociológico, pues se trata de un terreno altamente infeccioso que sólo puede pisarse con calzado manufacturado e inst.rumentos esteriliza- dos. De otro moda, se corre el riesgo de sea infectado por la

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Page 1: La moral Social y su Reflexión Ética, Niklas Luhmann (articulo)

LA MORAL SOCIAL YSU R E F L E X H ~ NÉTICA LUHMANN, Niklas. La moral social y su reflexión ética. In: PALACIOS, Francisco; JARAUTA, Xavier. Razón, ética y política: el conflicto de las sociedades modernas. Barcelona: Anthropos, 1989. p. 47-58. 1Vikla.s Luhmanum

Al obsewar o desc.ribirBos hechos con pretensi6n de cientifi-cidad, las palabras de la vida cotidiana no bastan. Deben cons- truirse conceptos. %lo es posible observar lo que se ha construi- do con esos conceptos, es decir, otros conceptos u otras cosas. Por su parte, los conceptos tienen distinta cualidad científica, dependiendo del empleo teórico; pero independientemente de él, puede afirmarse que con distintos conceptos se construyen distintos rriundos. Este hecho conduce ya, en el sector de la filosofia y sobre todo de Ia sociología,a innumerables controver- sias sobre las ventajas e inconvenientes en la elección de deter- minados conceptos. Aun cuando estas controversias permane- cen frecuentemente sin aclarar, debe, no obstante, explicarse primeramente qué función desempeñan estos conceptos y dónde está su «punto oscuro», esto es, aquello que no se ve o dificil- mente se ve a1 adoptar un coiicepto. Estas preocupacioiies previas son necesarias, especialmente si nos aproximarnos al sector de la moral y de la ética desde el prisma sociológico, pues se trata de un terreno altamente infeccioso que sólo puede pisarse con calzado manufacturado e inst.rumentos esteriliza- dos. De otro moda, se corre el riesgo de sea infectado por la

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moral y terminar pos expones con prejuicios morales lo que al principio era una investigación científka.

Esto no significa que tengamos acceso a un enclave protegi- do de todo prejuicio moral. Ea moral puede juzgarlo todo, al igual que la ciencia. El código buenolmalo o buenolmalvado tiene asimismo una relevancia universal, así como el código verdaderolfalso. Incluso puede haber sectores de interferencia, siendo ante todo la ética la que trata de emitir juicios verdaderos o falsos. Pero incluso aquí debe distinguirse qué juicios deben ser definidos primero, los relativos al código moral o los relati- vos al código de verdad.

El concepto de moral que quiero proponer se refiere a la comunicación haamana. La comunicación adquiere cualidad moral si y s6Bo si expresa aprecio o desprecio humano. Esto no suele suceder directamente, sino en relerencia a las condiciones bajo las cuales los hombres son apreciados o despreciados.

Estas condiciones no se refieren a cualnlidades especiales como la de ser deportista o míasico. Tampoco se trata de proble- mas de una disposición especial por la que uno pueda ser aceptado sin reservas en un determinado trabajo social, cuando otros saben más que uno. Los co~iceptos aprecioldesprecio se refieren a la persona como un todo y en su pertenencia a la sociedad. Son los rasgos de, por emplear un tecnicismo, inclu-sión de la persona en la sociedad.

Con ello ya hemos hecho una serie de afirmaciones de amplio alcance. Clarifiquemos sus consecuencias. En primer lugar, no hay exclusión posible de la sociedad. En la medida en que alguien participa de la comunicación, y esto también vale para los terroristas que actíaan en secreto o escondidos, participa también en la sociedad. Precisamente los terroristas dan un valor especial a esta participación, cuando dejan un papelito en el lugar del hecho o enviando una carta de reivindicación para comunicar su autoría. La moral, pues, no se diferencia por la alternativa inclusión/exclusi6n, sino que se limita a esquemati- zar la inclusión a la medida de sus valores buenolmalo. Es

precisamente esta imposibilidad de excluir a nadie de la partici-pación en la sociedad (a menos que se le mate) la que da a la moral SU carácter propio, su esfuerzo, su pregnancia. No se puede excluir, sólo se puede valorar. Ello conduce a la vehe-mencia, a la furia del juicio moral. Si matar no es posible, debe hacerse algo en vez de ello. Se juzga moralmente cuando alguien tropieza con las condiciones del aprecio, cuando no se puede evitar que haya alguien más que comunique algo más.

Por otro lado, téngase en cuenta que el juicio moral siempre compromete al que lo expresa. Está, como ya se ha dicho, más allá de la división del trabajo, más allá de la especialidad, más allá del virtuosismo. Nosotros podemos reconocer nuestra incapaci- dad para nadar o para tocar el piano o para hablar, sin que por ello temamos despertar el desprecio. De otro modo no seria posible la diferenciación social. Pero c ~ ~ a n b - ~ j~zgamosmoral-mente a los demás, comunicarnos a 10s otros la fuerza de nuestros propios criterios. Imperativo o no, categórico o no, el compromiso es consecuencia de la misma comunicaci6n moral. Nadie puede eludir este compsomiso moral sin c~mañunicarlo a los demás. En cuyo caso está eligiendo un modo distinto de comunícaci6n o bien no se da a entender.

Esta presentación de la moral es puramente empírica y completamente compatible con las normas y los principios morales. Por lo demás, no explica el factor que desencadena el aprecio o el desprecio, trasladando la temática a la cornunica- ción social. Tanto histbrica como culturalrnente, hay diversas formas de entender la moralización de la comunicación, en fuearacibn de los diversos valores conferidos y de las circunstan- cias que determinan esta rnoralázaci6n. Asimismo, hay temas morales completamente ~eiiniversales~, temas que apenas se omiten en lugar alguno (o en casi ningéin lugar). La teoría sociológica que expondremos trata, no obstante, esta cuestión como unavariable, esto es, como un factor casuístico, y habla de la moral sin introyectarse en ella ni tener que aceptar por su parte las circunstancias que la determinan.

Esto también quiere decir que la sociología es una tarea abierta y entregada a una descripcibn empírica acerca de cómo y bajo qué condiciones sociales adoptan las morales un estilo primariamente normativo o un estilo primariamente rneritativo,

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es decir, las morales pueden dedicarse o bien a fomentar una conducta normativamente correcta, s bien pueden limitarse a expresar su admiración por determinados méritos o deterrnina- das obras supererogatorias que precisamente no pueden pres- cribií-se, sino que s61o los héroes s los ascetas pueden demostrar la validez de estos valores. Ello conduce a diferentes estilos morales. Con todo, en cualquier caso, la comunicación moral se ocupa de casos excepcionales, por no decir de casos patológicos. No es una caracteristica de la comunícacióra cotidiana, siglo que se emplea cuando parece necesario poner énfasis en la comuni- cación y siempre contrae una cierta inseguridad o, en lodo caso, una contingenciación de la conducta en tanto libremente elegida.

Resumiendo lo dicho y reduciéndolo a una sola consecuen- cia importante: la moral es una empresa arriesgada. Quien moraliza, se somete a riesgos y halPaiá hertes resistencias cuan- do beasque sblidos argumentos o cuando sufra él mismo el c9esprecio. En otras palabras: la moral Lime una tendencia al enfrentamiento cuando trata de extenderse. Cada uno de los que sustenta una opiaP6w moral diferente impone su auioestima para enfatizar su argumento. Es dificil retraerse. Por la moral uno se arriesga, pone en contacto opiniones y situaciones, opera con aprecios y desprecios, no pudiendo pues bagatelizaa, asan cuando se trate de bagatelas. Asi nacen auténticos incendios estepasios, como lo muestra la experiencia, desde la alta Edad Media europea, de revueltas y opresionss religiosas, de guerras por verdades morales o de alzamientos revolucionarios; sPem- pre deberíamos sabes qué se esconde detris de la palabra ((moral)).

IHI

Podría esperarse de la reflexión ética que entendiera tan importante problema, pero esto no es posible siguiendo las ideas dominantes. Para mayor claridad, debemos aquí disiánguir con mayor finura ética y moral. Moral es el conjunto de condi- ciones de aprecio y desprecio objeto de la comunicación, cuya validez es independiente de su concreciBn o abstracción, así como de que alcancen en cada caso un consenso fáctico o no. En cambio, la ética es, seg6n el uso moderno, la teoría de la moral.

En este concepto ya no se trata del ethos griego ni de la buena constiluci6n del hombre en virtud de ssi origen o capacidad. Tampoco se trata ya de la descripción de la perfección humana por medio de la felicidad, sino que se trata de una reflexión hndarnental sobre afirmaciones, reglas y principios acerca de lo que se puede esperar en materia de moral y de juicios morales.

Quizá ya se ha hecho una breve visión retrospectiva sobre la historia de la teoría ética. Se ve, así, rápidamente que 10s «hie- rros calientes» están bien sujetos, porque se ha apostado aquí desde el siglo , W x á por el estado y el derecho modernos, por la paz conseguida a travks de la guerra y por las subsiguientes regulaciones externas. En el siglo m;,los asuntos eran tratados siempre en e1 sector de la fiilosofia práctica, por tanto en iinión con la política y la economia, en el contexto pedagógico de la retb~icalatina y en Ea formade la gsu,clenciasdc la casuistica;sólo el escepticismo aumentaba -y no a coaisec~~en~ia de ln impren- ta--. Por tanto, a mediados del siglo se llega -y lo repito: pasa$eiamentea la comxsoJidacbían del Estado- a las finas abstrac- ciones tebricas, sea bajo los platbnicos de Carnbridge, sea bajo Spinoza, sea bajo la razón del lusnaturalismo. Aínn dubitativo, Descartes había tenido que compilar, de un modo niuy significa- tivo, su Gtica, porque sabía cómo tewia que elaborarse una ética cartesbarpa, por así decirlo. Se extiende un rigorismo teórico sin precedentes precisamente porque la materia de la ética, la moral, se siNa en el sector del sentimiento y de la sensibilidad. El final de este proceso se halla en la ética kantiana de los principios.

La ética extrae, pues, de la moral s61o la cara buena, la cara presentable --al igual que Dios ya no es el Dios terrible sino el Dios del amor-. El estadlo hace posible que la moral se debili- teitrivialice y se desproblematice, limitándoselia al mero uso de las reglas; la moderna e~snornía del dinero aporta en todo caso su aplicación fuera del orden moral (como se sabe, este era el problema de A. Smith). La moral es privatizada, proporcinan- do, m8s alli de sus principios, una especie de subsidio básico ante el enorme orden de la política y de la economía, del derecho y de la educacábn, El problerna de la sociedad desplaza su centro de gravedad desde la jerarquía moral hasta este siste- ma funcional que, por su parte, regula la propia incPusi6n de las personas en la sociedad.

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Podría decirse que la ética emprende el intento de ser buena ella misma, ignorando por tanto la reflexión moralel. Formalmen-te, el problema puede ser descrito como una cuestión de auto- rreferencia. Entonces la cuestión sería: Les la distinción entre h e n o y malo ella misma buena? i O es mala? iEs licito plantear- se esto mismo?

En el mundo antiguo, especialmente en la Stoa, este groble- rna de la autorreferencia moral se entendía como una forma de la teodicea; pero esto sBlo ocurre cuando la religión está fuerte- mente infectada por la moral. También hay opiniones del tipo: todo lo bueno es propio del abuso y hay técnicas retóricas que pueden convencer que los vicios son virtudes y al revés. Pero sePo en la medida en que Pa moral pierde la protección de la religión y ésta, por su parte, es tratada como un caso especial de la moral; por tanto, sdBo hacia fines del xmr se manifiesta el problema mismo de la autorreferencia como problema mocal. Sabemos sobre lodo polr el ejemplo del consumismo que las malas costumbres pueden tener buenas consecuencias.

Ello, tomado en serio, deberia haber conducido a desacon- sejar la moral o, cuando menos, a reconocer que la moral se limita a camuflar, que sólo puede funcionar valorando única-

? mente las consecbnencias. Pero la ética de los principios protege de ello a la moral. Los problemas mostrados son tratados como problemas de orden cient%co, es decir, como problemas de constitución politica y aclarados bajo la empresa del «liberalis- mo» por moral~nente compatibles. La solución del problema se delega ahora al sistema funcional dominante y la misma ética es una piara forma.

No es lícito responsabilizar a la misma ética de esta inade- ciaacidn escandalosa de la ética de los principios a las circunstan- cias. Además, tampoco se trata de una mera ((vía privilegiadan de la filosofia trascendental alemana, pues similares abstraccio- nes se encuentran también en el utilitarismo del oeste europeo. Preguntemos mejor a la sociologa'a.

Una de sus teoráas clásicas consiste en la hipótesis de que una

sistema social debe reaccionar a la dXerenciaci6n creciente con una creciente generalización de los sírnboáos que expresen la unidad del sistema. Sila función de la moral consiste en facilitar la inclusión social, sólo puede hacerlo en referencia a la unidad de su sistema, y esto significa que cae bajo la presibn de la generalización cuanto más diferencie el sistema seis operacio- nes. La moderna historia de ia ética constituye precisamente un ejemplo de desfiles que confirman esta hipótesis. Se abstraen las demandas morales y se las establece como principios. Las anti- guas casuísticas y éticas de la prudencia caen en el descrédito, y con ellas los jesuitas. La garantía de la moral ya no puede, pues, estar en los mecanismos de sanción social. PJhy should a man be hsnest in the dark?, se pregunta Shaftesbury. Y la respuesta sólo puede ser: porque él mismo lo quiere.

Ea ética prescribe por ~anio a la moral una tensísima sirn~lita- neidad entre generalización e indkidualización. Lo hace porque ella misma se halla bajo la presión de la evolución social. Esto geneha un proceso que podemos llamar, con la lingiiística, de «hipercorrecci6n». La ética corrige sus residuos impuros en la dirección de una idealización. Si estas ideas no os complacen, aún canta hoy Sarastro, PZO esperéis ser un hombre. Pero en- tonces nos hallamos ante la penosa cuestión: iqué hacemos con él?

LDebemos matarlo? Esto no es posible, pues la moral se había separado a tiempo del derecho y conferido a éste la capacidad de forzar. iDebemos juzgarle moralmente y castigar- le con el desprecio? Entonces nos Itadlamos con que él sigue impertérrito en las suyas y va ampliando SUS puntos de vista, si intentamos cortarle el acceso a los medios de comunicación, entonces se publica o se manifiesta él mismo. El dilema está en la línea de nuestra tesis inicial: la moral regula la inclusión en la sociedad, pero no dispone ninguna posibilidad de exclusión. En vez de ello, s6lo puede polarizar la inclusión en buena o mala, en buena y malvada. Esto lleva a lo imposible, a la paradoja de alcanzar la exclusl6sa por la inclusión, por cierto que a través del énfasis. La moral se siente forzada a actuar con vehemencia. Y esto empeora las cosas. Tarde o temprano la moral excitará fuertes reacciones y tarde o temprano la ética no contemplará otra posibilidad que la inclusión, en caso que la moral tenga que

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determinar qué es bueno. S610 la determinación de que es bueno se oscurece y debilita paulatinamente.

I En vista de esta palmaria situación actual, los filósofos optan de vez en cuando por retornar a Aristóteles o al menos a la prudencia y a la casuística de Ba temprana modernidad, que la ética «cientPBlca)) de los principios y de reglas de empleo habia extinguido. Pienso en autores como Aíastaire MacHntyre o Ste- phen Toulmin. Esta propuesta de solventar los problemas pos- modernos a partir de los prernodemos, no obstante, s6Po puede corresponder a los filbsofos que se orienitan por los textos. La sociología debe pensar aquí las cosas de un modo algo distinto.

Podemos compartir la opinión de muchos Tíl6sofos acerca de que la ética abstractiva de los ePltinamos siglos ha sido un error,

S pero la sociología siempre tendrá la dudas respecto a c6mo 1

debemos explicar este desarrolo. Esta ética respondería a una situacirjn de transito en que ya se peafila la sociedad moderna en sus caracteres phincipales, sin haberse formado todavia su es-tructura y su imbito de acción. La ética de los principios dispone

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pasa esta situación de una sernintica especial. No permite que Ba antigua idea regule el mecanismo de ínclusibn social por la moral, exponiéndola ya a Ba presión de lo abstracto forzada por las condiciones de vida moderna. Se trata de una solución intermedia, válida en cuanto no se dispone de otra mejor.

Entretanto, démonos clara cuenta de que la Pnclusi6n social I

I por el sistema funcional de la sociedad ya está en funcionarnien-to. La existencia de ciertas posturas jurídicas es un resultado de las estructuras y de las disposiciones del sistema jurídico (y no de los pactos). PoBíticarnente, cualquiera puede actuar, en tanto en cuanto Bo permite el sistema político (democracia). Con dinero, nos interesamos por los asuntos económicos. Y el esta- tus por la educación es el resultado de estudios de largo ciclo regulados por este sistema -desde el pamularis hasta las prue- bas de acceso a la universidad-. Mas estas formas diferentes de inclusión influyen las unas en las otras, si bien bajo la aleatorie- dad derivada de las muBtipBes posibilidades de los individuos, y no como antes, donde lo que se imponía era el origen y Ba posicibn jerárquica. Incluso las mujeres reclaman un estatus con vehemencia cada vez mayor.

Esta reguPaci6n de la inclusión presupone que las condiciones

validas en cada uno de los sistemas rio pueden unificarse (o cuando menos unificarse demasiado) por medio de una moral que se propague por encima de todos ellos. En su Bugar se hallan .i~alores principales como la igualdad de oportunidades y la libertad de elecci8n en los compromisos propios de cada siste- ma. Pero esto no sitia a la misma momly su sisternn de inclusión caz modo alguno ai margen de lafuerzn. La moral siempre ha actuado y siempre actuará con fuerza. La moral sitiia el aprecio propio y el desprecio ajena, (sea consensual sea polémicamente) en idénticas condiciones. Interviene en las situaciones proble- máticas. Incita a compromisos de riesgo. Genera o suaviza tensiones. Ls único que ya no puede hacer es ordenar el sistema de hclusi6n en el conjunto de la sociedad. Se limita a integrar sistemas sociales en la sociedad, produciendo con ello han efecto observaeioa~alde di.ferenciacdajn: el que la f~liierzade ckonexibn Interna sea co~a~omitarate del rechazo externo. a la f~~erza

iCenál sería el semblante de una ética que tuviera en cuenta esta situación de la moral?

Evidentemente, la tarea ya no puede consistir en asegurar que Bo bueno sea bueno y lo malo sea malo, dando un funda-mento para esta distinción. Tampoco basta con establecer láneas directrices para los casos ambiguos. No hay nada en contra de este tipo de ciencias normativas ni contra Ba ellaboraci6n de teorías de decisión racional. Pero el concepto «ktica» sigue significando demasiado para ello.

Si querernos conservar el valor del concepto «ética>,, éste debe incluir todas las posibilidades de obsemaciisn moral, inclu- so las que desembocan en paradojas. Sencillamente, no puede ignorarse desde un punto de vista ético que la pura distinción entre bueno y malo ya tiene sus consecuencias por el hecho mismo de la distincien, y que no pueden sobrevivir sin esta distincibn. La ética debe poder contestar a la cuestión por la unidad de la diferencia. La ética debe poder contestar a la cuestión por Ba unidad de Ba diferencia entre bueno y malo (la sociología puede responder que se trata de una codSccación de

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la comunicación en base al aprecio/desprecio). La ética debe poder observar y describir más allá del. blocaje del código, es decir, del establecimiento de consecuencias buenas para una conducta recriminable y más allá de la desorientación por opi- niones que se dejan guiar por las consecuencias. La ética debe poder decir cuándo y cómo es pensable en general una motiva- ción moral de la conducta, tratándose de calcular tales efectos contraiHieencionales o conociéndose en qué momento tendrán lugar. En breve: la ética también, y sobre todo, debe poder solucionar, o cuando menos interpretar, Pos problemas de auto- rreferencia del cbdigo moral.

Concretar estas demandas en función de las condiciones hodiernas puede conducir a fecundos resultados. Ante todo: la ética debe estar en situación de distinguir el c6digo moral (al que 2-tiende) de otros c6digss. Ello es especialmente valido en refe- rencia a aquellas distinciones de relevancia esperficarnente funcional tales c o m verdadaro/no verdadero o justdno justo. La ética puede y debe continuar insistiendo en que el código moral tenga una relevancia universal y en que, por tanto, pueda ser aplicable a cada conducta sin excepci6n. Pero al mismo tiempo debe atender a que no suceda esto bajo aplicacibn de otros códigos regidos por perspectivas opuestas. Entendiendo estos códigos (o incluso: todas las distinciones) como contextosde la obseróración y de la desciripci6n, puede afirmarse: la ética debe centrarse en una observación y en una descripción del mundo y de la sociedad poiiconfexlural. Es decir, por repetir este punto importante, de ningsín modo la ética debe renunciar aagkaicios de competencia universal; sino que debe co-observar que no os- tenta la única competencia universal y que sus descripciones, así como las salidas fácticas de comunicación moral, pueden ser contempladas bajo la coPaboraci6n de otro tipo de distinciones. Con ayuda de la teoría parsonsiana de las ((pattern variables)) (variables modélicas) puede también decirse: la moral ética- mente reflejada verXca una competencia universal y al mismo tiempo espec$ca. Y sólo si es capaz de hacer esto puede Miar una forma compatible con las condiciones estructurales de la sociedad moderna.

La competencia por el reflejo de esta policontextbasalidLld socioestructurdmente forzada tiene por efecto que la ética

deba recurrir a una ((lógica polivalente», o por lo menos a una meta-distinción entre la aceptación y el rechazo de determina- das distinciones. Debe, pues, poder distinguir cuindo es perti- nente y cuando no hacer uso de las distinciones de la moral. Incluso esta cuestión de si se debe o no moralizar es una cues- tión rnoral. En otras palabras, se puede moralmente exigir la no verificación de moralizaciones no citadas, por ejemplo en los debates politicos. Con todo, esto desemboca en una complicada construcción, a saber, la de la distinción moral/no moral para la moral. Hay midtiples ejemplos para mostrar que esto puede funcionar, verbigracia en el exilio de temas religiosos o políticos en las relaciones sociales durante los siglos mirr y mirna.En este caso, era posible encontrar uraa socialización de las clases supe- riores y una disciplina en su conducta, asi como obligaciones claras e inmediakas era su3 relacionds. No es fhcdl saber cbmo debería hnc i sna~esto hoy en dia. Tanto m&s cuanto nos es lícito aceptar que la moral está obligada por su f~~ndamento ktico.

Según ello, la hnclón menor o Incluso acaso la más actual y la mis urgente de la ética no sería Ia de prevenir contra la moml. Ea moral crece y se desarrolla en terreno polemogenétics. Tien- de a recalentarse. Allana el camino al asesinato. Puede llevar a la ruina a quien determine de ese u otro modo su autoestima haciéndolo pa;lblico. Piénsese en la difícil situación de los segui- doaes de la Escuela de Frankfurt, cuyos estudiantes estaban comprometidos oral y moralmente. La moral es un medicamen- to enérgico, en todo caso para los tiempos astéaiicos. No pode-mos entenderla bien si pensamos que se trata de meros princi- pios de los que siempre podemos distanciarnos si vamos en serio. Continuamente podemos experimentar cómo los demás yesran con sus principios.

Y nosotros, aproximándonos al final de siglo, tenemos una vivencia de la moral tan elemental, cuando no salvaje, a causa del levantamiento de muchas otras limitaciones de la conducta y a causa de la emeagencia de nuevos problemas que, si no hay otra solución, conciernen ante todo a la rnoral. Piérasese sobre %do en aquellos problemas que motivan los nuevos movimien- tos sociales: la amenaza de una guerra ecológicamente catastró- fica, los mismos problemas? ecolbgicos o incluso las da ,mandas

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crecientes de una autorrealizaci6n individual ilimitada. Como a fines de los siglos m,XVII, XVYIIy XIX, se aproxima un nuevo tipo de compaginaciían en la moral social. Pero esta vez la &tic& debería comportarse algo más reservadamente que antes y no echar leña al buego.

[Traducción: Francesc d'Assís Ballesteros i Balbasirc]