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La modernidad como autorreflexión

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    marsHaLL berman La modernidad: ayer,hoy y maana

    en la introduccin a su libro todo lo slido se desvanece en el aire, marshall bermanpresenta una definicingeneralde la modernidad y propone algunos conceptos fundamentales para su estudio. el autor distingue tres fasesomomentos en el desarrollo moderno sigloXVIII, siglo XIX, siglo XX conperfiles especficos biendiferenciados.el presente fragmento se ocupade caracterizar la modernidad germinal del siglo XVIII y la modernidad plenadelsiglo XIX, a travs de algunasde sus voces ms destacadas:rousseau, marxy nietzche.

    Hay una forma de experiencia vital la experiencia deltiempo y el espacio,de uno mismo y de los dems, de lasposibilidadesy los peligros de la vida que comparten loshombres y mujeres de todo el mundo de hoy. Llamara esteconjunto de experiencias la modernidad. Ser modernos esencontrarnos en un entorno que nos promete aventuras,poder, alegra, crecimiento, transformacin de nosotros ydel mundo y que, al mismo tiempo, amenazacon destruirtodo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo quesomos. Los entornos y las experiencias modernos atraviesantodas las fronteras de la geografa y la etnia, de la clasey lanacionalidad, de la religin y la ideologa: se puede decirque en este sentido la modernidad une a toda la humani-dad. Pero es una unidad paradjica, la unidad de la des-unin: nos arroja a todos en una vorgine de perpetua des-integraciny renovacin, de lucha y contradiccin, de am-bigedad y angustia. Ser modernos es formar parte de ununiverso en el que, como dijo Marx, todo lo slido sedesvanece en el aire.

    Las personas que se encuentran en el centro de estavorgine son propensas a creer que son las primeras, y talvez las nicas, que pasan por ella;esta creenciaha generadonumerososmitos nostlgicos de un ParasoPerdido premo-derno. Sin embargo, la realidades que un nmero conside-rable y creciente de personas han pasado por ella durantecerca de quinientos aos. Aunque probablemente la mayo-ra de estas personas han experimentado la modernidad

    comouna amenazaradicala su historiay sus tradiciones, enel cursode cinco siglos sta ha desarrollado una historia ricay una multitud de tradiciones propias. Deseo explorar ytrazar el mapa de estas tradiciones, comprender las formasen que pueden nutrir y enriquecernuestra propia moderni-dad, y las formas en que podran oscurecero empobrecernuestro sentido de lo que es la modernidad y de lo quepuede ser.

    La vorgine de la vida moderna ha sido alimentadapormuchas fuentes:los grandesdescubrimientos en las cienciasfsicas, que han cambiado nuestras imgenesdel universoynuestro lugar en l; la industrializacinde la produccin,que transforma el conocimiento cientfico en tecnologa,crea nuevos entornos humanos y destruye los antiguos,acelerael ritmo generalde la vida, generanuevasformas depoder colectivoy de lucha de clases; las inmensasalteracio-nes demogrficas, que han separadoa millonesde personasde su hbitat ancestral, lanzndolasa nuevas vidas a travsde medio mundo; el crecimientourbano, rpido y a menu-do catico; los sistemasde comunicacin de masas, de de-sarrollodinmico, que envuelveny unen a las sociedades ypueblos ms diversos,los Estados cada vez ms poderosos,estructurados y dirigidos burocrticamente, que se esfuer-zan constantementepor ampliar sus poderes;losmovimien-tos sociales masivosde personas y pueblos, que desafan asus dirigentes polticos y econmicos y se esfuerzan porconseguircierto control sobre sus vidas;y finalmente,con-

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    duciendo ymanteniendo a todas estaspersonase institucio-nes un mercadocapitalistamundial siempreen expansinydrsticamnte fluctuante. En el sigloXX, los procesossocia-les que dan origen a esta vorgine, mantenindola en unestado de perpetuo devenir, han recibido el nombre oemodernizacin. Estos procesos de la historia mundial hannutrido una asombrosa variedad de ideas y visiones quepretenden hacer de los hombres y mujeres los sujetos tantocomo los objetos de la modernizacin, darles el poder decambiar el mundo que est cambindoles, abrirse paso atravs de la vorgine y hacerlasuya. A lo largo del siglopa-sado, estos valores y visionesllegaron a ser agrupados bajoel nombre de modernismo.Este libro es un estudio de ladialcticaentre modernizaciny modernismo.

    Con la esperanzade aprehender algo tan amplio comola historia de la modernidad, la he dividido en tres fases. Enla primera fase,que se extiendems o menos desdecomien-zos del siglo XVI hasta finales del XVIII, las personas co-mienzan a experimentar la vida moderna; apenas si sabencon qu han tropezado. Buscan desesperadamente, peromedio a ciegas, un vocabulario adecuado; tienen poca onula sensacin de pertenecer a un pblico o comunidadmoderna en el seno de la cual pudieran compartir sus es-fuerzos y esperanzas. Nuestra segunda fasecomienzacon lagran ola revolucionaria de la dcada de 1790. Con laRevolucin Francesa y sus repercusiones,surge abrupta yespectacularmenteel gran pblico moderno. Este pblicocomparte la sensacinde estar viviendouna poca revolu-cionaria, una poca que genera insurrecciones explosivas entodas las dimensionesde la vida personal, socialy poltica.Almismo tiempo, el pblico moderno del sigloXIXpuederecordar lo que es vivir,materialy espiritualmente, en mun-dos que no son en absoluto modernos. De esta dicotomainterna, de esta sensacinde vivir simultneamenteen dosmundos, emergen y se desplieganlas ideas de moderniza-cin y modernismo. En el sigloXX, nuestra fase tercera yfinal, el procesode modernizacinse expande para abarcarprcticamentetodo el mundo y la cultura del modernismoen el mundo en desarrolloconsigue triunfos espectacularesen el arte y el pensamiento. Por otra parte, a medida que elpblico moderno se expande, se rompe en una multitud defragmentos, que hablan idiomas privados inconmensura-bles; la idea de la modernidad, concebida en numerosasformas fragmentarias,pierde buena parte de su viveza,suresonancia y su profundidad, y pierdesu capacidadde orga-

    que se usaren los siglos XIXyXX;y es la fuente de algunasde nuestras tradicionesmodernasms vitales, desde la enso-acin nostlgicahasta la introspeccin psicoanalticay lademocraciaparticipativa. Rousseau fue, como todo el mun-do sabe, un hombre de profundos conflictos. Gran parte desu angustiaemana de las peculiaridades de su propia vida entensin, pero algo de ella se deriva de su aguda sensibilidadhacia las condiciones sociales que estaban empezando aconfigurar las vidas de millones de personas. Rousseauasombra sus contemporneosal proclamarque la sociedadeuropea estaba al borde del abismo,en vsperas de los al-zamientos revolucionariosms explosivos. Experimentabala vida cotidiana en esa sociedad especialmente en Pars, sucapital como un torbellino, le tourbillon social 1. Cmoiba el individuo a moverse y viviren el torbellino?

    En la novela romntica de Rousseau La nuevaElosa, sujoven hroe, Saint-Preux,realizaun movimiento explorato-rio movimiento arquetpico de millones de jvenes en lossiglos venideros del campo a la ciudad. Escribea su amada,Julie, desde las profundidades del tourbillon social, tratandode transmitirle su asombroy su miedo. Saint- Preuxexperi-menta la vida metropolitana como un choque perpetuo degrupos y cbalas, un flujo y reflujocontinuo de prejuiciosyopiniones en conflicto[...] Todos entran constantementeencontradiccin consigo mismos y todo es absurdo, peronada es chocante, porque todos estn acostumbrados atodo. Es un mundo en el que lo bueno, lo malo, lo her-moso, lo feo, la verdad, la virtud, slo tiene una existencialocaly limitada.Se presenta una multitud de nuevasexpe-riencias,pero el que quiera gozarlas debeser ms acomo-daticio que Alcibades, estar dispuestoa cambiar sus princi-pios con su pblico, a ajustar su espritu a cada paso.Alcabo de unos pocosmesesen ste ambiente,

    estoy comenzando a sentir la embriaguez en que te sumergeesta vida agitaday tumultuosa.La multitud de objetos quepasanante mis ojos, me causa vrtigo. De todas las cosas queme impresionan, no hay ninguna que cautive mi corazn,aunque todas juntasperturben mis sentidos, hacindome olvi-dar quin soy y a quinpertenezco.

    Reafirmasu compromiso con su primer amor; sin em-bargo, como l mismo dice, teme que no sepa un da quvoy a amar al siguiente.Anhela desesperadamentealgo

    nizar y dar un significado a la vida de las personas. Comoresultadode todo esto, nos encontramos hoy en medio deuna edadmoderna que ha perdido el contactocon lasracesde su propia modernidad.

    Si en la primera fase de la modernidad hay una vozmoderna arquetpica, antes de las revolucionesfrancesa yamericana,sta es la de Jean-Jacques Rousseau. Rousseauesel primero en utilizar la palabramoderniste en el sentido en

    1 Emite, ou de lducation, 1762, en la edicin de la Bibliotheque de laPliade de las Oeuvres compltes de Rousseau (Pars, Gallimard, 1959 ss.)volumen IV. Para la idea de Rousseaudel tourbillon socialy de cmo sobre-viviren l, vase el libro IV, p. 551. Sobre el carctervoluble de la sociedadeuropea y los futuros levantamientos revolucionarios, Emile, 1, p. 252; 111,p. 468; IV, pp, 507-508.

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    slido a lo que asirse;pero sloveo fantasmasque hierenmi vista, pero desaparecen en cuanto trato de atraparlos2.Esta atmosfera de agitacion y turbulencia, vrtigo y em-briaguez psquicos, extensin de las posibilidadesde la ex-periencia y destruccinde lasbarrerasmoralesy losvnculospersonales,expansion y desarreglode la personalidad, fan-tasmasen lascalles y en el alma es la atmsfera en que nacela sensibilidad moderna.

    Si avanzamosunos cien aos y tratamos de identificarlos ritmos y tonos distintivos de la modernidad del sigloXIX, lo primero que advertimos es el nuevo paisajesuma-mente desarrollado, diferenciado y dinmico en el que tienelugar la experiencia moderna. Es un paisajede mquinas devapor, fbricasautomticas,vas frreas,nuevas y vastas zo-nas industriales;de ciudades rebosantesque han crecidodela noche a la maana, frecuentemente con consecuenciashumanas pavorosas; de diarios, te!egramas, telgrafos, tel-fonos y otros medios de comunicacinde masasque infor-man a una escala cada vez ms amplia; de Estadosnaciona-lesy acumulaciones multinacionales de capitalcada vez msfuertes; de movimientos sociales de masasque luchan con-tra esta modernizacindesde arriba con sus propias formasde modernizacin desde abajo; de un mercado mundialsiernpre en expansin que lo abarca todo, capaz del creci-miento ms espectacular, capaz de un despilfarroy una de-vastacin espantosos, capaz de todo salvode ofrecer solidezy estabilidad.Todos los grandesmodernistas del sigloXIXatacan apasionadamenteeste entorno, tratando de destro-zarlo o hacerlo aicos desde dentro; sin embargo, todos seencuentran muy cmodos en l, sensibles a sus posibilida-des; afirmativosincluso en sus negaciones radicales,jugue-tones e irnicosinclusoen susmomentos de mayorseriedady profundidad.

    Podemoshacernosuna idea de la complejidady riquezadel modernismodel sigloXIXy de las unidades que le ins-tilan su diversidad, si escuchamosbrevemente dos de susvoces ms distintivas:Nietzsche, que es generalmentecon-siderado como una de las fuentes primarias de muchos delos modernismos de nuestros tiempos, y Marx, que no esnormalmente asociadoa ninguna clasede modernismo.

    He aqu a Marx, hablando en un inglsincorrecto,peropoderosoen 1856 3. Las llamadas revoluciones de 1848 no

    fueron ms que pequeos hechos episdicos,comienza,ligeras fracturasy fisurasen la dura corteza de la sociedadeuropea.Bastaron,sin embargo,para poner de manifiestoelabismo que se extenda por debajo. Demostraron que bajoesa superficie, tan slida en apariencia, existan verdaderosocanos,que slo necesitabanponerse en movimiento parahacer saltar en pedazoscontinentes enteros de duros peas-cos. Las clasesdominantes de la reaccionariadcada de1850 dijeron al mundo que todo volva a ser slido;pero noest claro que ellasmismas se lo creyeran.De hecho, diceMarx, la atmsferaen la que vivimos ejercesobre cada unode nosotros una presin de 20.000 libras [pero] acasolasentimos?. Uno de los objetivosms urgentes de Marx eshacer que la gente la sienta; sta es la razn por la que susideas estn expresadas en imgenes tan intensas y extrava-gantes abismos, terremotos, erupciones volcnicas, aplas-tante fuerza de gravedad, imgenesque seguirn resonan-do en el arte y el pensamientomodernista de nuestro siglo.Marx contina: Nos hallamos en presencia de un granhecho caractersticodel siglo XIX, que ningn partido seatrevera negar.El hecho fundamental de la vida moder-na, tal como Marx la experimenta, es que sta es radical-mente contradictoriaen su base:

    Por un ladohan despertado a la vida unas fuerzas industria-les y cientficas de cuyaexistencia no hubiese podido sospecharsiquiera ninguna de las pocas histricas precedentes. Por otrolado,existen unossntomas de decadencia que superan en mu-cho a los horrores que registra la historia de los ltimos tiemposdel ImperioRomano.Hoy da, todoparece llevar en su seno su propia contradiccin.Vemos que las mquinas, dotadas de la propiedad maravillosade acortar y hacer ms fructfero el trabajo humano, provocanel hambre y el agotamiento del trabajador. Las fuentes de ri-queza recin descubiertas se convierten, por arte de un extraomaleficio, en fuentes de privaciones. Los triunfos del artepare-cen adquiridos al precio de cualidades morales. El dominiodelhombre sobre la naturaleza es cadavez mayor; pero, al mismotiempo,el hombre se convierte en esclavo de otros hombres o desu propiainfamia. Hasta la pura luz de la ciencia parece nopoder brillar msque sobre el fondo tenebroso de la ignorancia.Todos nuestros inventos y progresos parecen dotarde vida inte-lectual a las fuerzas materiales; mientras que reducen a la vidahumanaal nivel de una fuerzamaterial bruta.

    2. Julie, ou la nouvelle Hloise, 1761, segunda parte, cartas 14 y 17. EnOeuvres compltes, volumen II, pp. 231-236, 255-256. En The politics of au-thenticity, Atheneum, 1970, especialmente pp. 113-119, 163, 177, he exami-nado estos cuadros y temas en Rousseau desde un punto de vista ligeramen-te diferente.

    3. Speach at the anniversaryof the Peoples Paper, en Robert C. Tucker,comp., The Marx-Engels reader, 2a ed., Norron, 1978, pp. 577-578. [Dis-

    curso pronunciado en la fiestade aniversariodel Peoples Paper en K. Marxy F. EngelsObras escogidas (en adelanteOE, 2 vols., Madrid, Akal,1975, vol.1, pp. 368-369]. En adelanteeste volumen sercitado comoMER.

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    Estas miserias y misterios llenan de desesperacinamuchos modernos. Algunos quisieran deshacerse de losprogresosmodernos de la tcnica con tal de verse libres delos conflictosactuales; otros tratarn de equilibrar los pro-gresos en la industria con una regresinneofeudalo neoab-solutista en la poltica. Sin embargo,Marx proclamauna feparadigmticamente modernista: Por lo que a nosotros serefiere, no nos engaamos respecto a la naturaleza de eseespritu maligno que se manifiesta en las contradiccionesque acabamosde sealar. Sabemosque para hacer trabajarbien a las nuevas fuerzas de la sociedad se necesita nica-mente que stas pasen a manos de hombres nuevos, y quetales hombres nuevosson los obreros.Estos son igualmenteun invento de la poca moderna, como las propias mqui-nas.Por lo tanto una clasede hombres nuevos, hombrestotalmente modernos, ser capaz de resolverlas contradic-ciones de la modernidad, de superar las presionesaplastan-tes, los terremotos, los hechizossobrenaturales, los abismospersonales y sociales, en medio de los cualesestn obligadosa vivir los hombres y mujeres modernos. Habiendo dichoesto, Marx se vuelvede pronto juguetn y relacionasu vi-sin del futuro con el pasado, con el folklore ingls, conShakespeare: En todas lasmanifestaciones que provocan eldesconciertode la burguesa,de la aristocracia y de los po-bres profetas de la regresin, reconocemosa nuestro buenamigo Robin Goodfellow, al viejo topo que sabe cavar latierra con tanta rapidez, a ese digno zapador que se llamaRevolucin.

    Los escritosde Marx son famosospor sus finales.Perosi lo vemos como un modernista, advertiremos el movi-miento dialctico subyacente que anima su pensamiento,movimiento sin fin que fluye a contracorriente de sus pro-pios conceptos y deseos. As, en el ManifiestoComunista,vemos que el dinamismo revolucionario que derrocar a lamoderna burguesanace de los impulsosy necesidades msprofundos de esosburgueses:

    La burguesa no puede existir sino a condicin de revolucionarincesantemente los instrumentos de produccin y, por consi-guiente, las relaciones de produccin, y con ello todas las rela-ciones sociales [...] Una revolucin continuaen la produccin,una incesante conmocin de todas las condiciones sociales, unainquietud y un movimiento constantes distinguen la pocaburguesa de todas las anteriores.

    Todo lo slido se desvanece en el aire; todolo sagrado es profa-nado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serena-mente sus condiciones de existencia y sus relacionesrecprocas.4

    As,el movimiento dialcticode la modernidad se vuel-ve irnicamente contra su fuerza motriz fundamental, laburguesa. Pero puede que no se detenga all: despus detodo, todos los movimientosmodernos se ven atrapados enesteambiente, incluyendoel del propioMarx.Supongamos,comoMarx supone, que las formasburguesas se descompo-nen y que un movimiento comunista alcanzael poder: quimpedir a esta nueva forma social compartir la suerte desus antecesores y desvanecerse en el aire moderno? Marxcomprendi esta cuestin y sugiri algunas respuestasquerevisaremos ms adelante. Pero una de las virtudes distinti-vas del modernismo es la de dejar que el eco de las interro-gacionespermanezca en el aire mucho despus de que lospropios interrogadores, y sus respuestas, hayan abandonadola escena.

    Si avanzamos un cuarto de siglo, hasta Nietzsche en ladcada de 1880, nos encontramos con prejuicios, lealtadesy esperanzas muy diferentes, pero con una voz y un senti-miento de la vida moderna sorprendentemente similares.Para Nietzsche, como paraMarx, lascorrientesde la historiamoderna eran irnicasy dialcticas: as los idealescristianosde la integridad del alma y el deseode verdad haban llega-do a destruir el propio cristianismo. El resultado eran lossucesos traumticos que Nietzsche llam la muerte deDios. y el advenimiento del nihilismo. La humanidadmoderna se encontr en medio de una gran ausencia y vacode valores pero, al mismo tiempo, una notable abundanciade posibilidades.Aqu, en Ms all del bien y del mal, deNietzsche (1882), encontramos, como encontrbamos enMarx, un mundo en el que todo est preado de su contra-rio5:

    En estos puntos cruciales de la historia aparecen yuxtapuestosy a menudoentrelazados una especie de tempotropical riva-lizando en desarrollo, magnfico, mltiple, de fuerza y creci-miento similares al de la jungla, y una enormedestruccin yautodestruccin, dbidaa los egosmos violentamente enfrenta-dos, que explotan y se combaten en busca del sol y la luz, inca-paces de encontrar algnlmite,algncontrol, alguna conside-

    Probablemente sea sta la visin definitiva del entornomoderno, ese entorno que ha dado origen a una pltoraasombrosade movimientosmodernistas,desde los tiemposde Marx hasta los nuestros.La visinse desarrolla:

    Todas las relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejode creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedanrotas;las nuevas se hacen aejas antes de haber podidoosificarse.

    4. MER, pp. 475-476. He variado ligeramente la traduccin clsica,hechapor SamuelMoore en 1888. [OE, vol. I, p. 25; traduccin corregida.]

    5. Los pasajescitados estn tomados de las secciones262, 223 y 224. Latraduccin es de Marianne Cowan (1955; Gateway, 1967), pp. 210-211,146-150.

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    racindentro de la moralidadde que disponen... Nada msque nuevos porqus, no ms frmulas comunales; una nuevafidelidad al malentendido y a la falta de respeto mutuo; deca-dencia, vicio y los deseos ms elevados terriblemente ligadosunoscon otros, el genio de la raza fluyendo sobre la cornucopiadel bien y del mal; una simultaneidad fatal de primavera yotoo...Nuevamentehay peligro, la madre de la moralidadun gran peligro pero esta vez trasladado a lo individual,a loms cercano y ms querido,a la calle, a nuestro propio hijo,nuestro propio corazn, nuestros ms internos y secretos reductosdeldeseo y la voluntad.

    En tiempos como stos,el individuo se atrevea indivi-dualizarse. Por el contrario, este valiente individuo nece-sita un conjunto de leyes propias, necesita de sus propiashabilidadesy astuciaspara su auto-conservacin, auto-ele-vacin, auto-despertar, auto-liberacin. Las posibilidadesson a la vez gloriosas y ominosas.Ahora nuestros instintospueden desbocarse en todas las direccionesposibles;noso-tros mismos somos una especiede caos.El sentido de smismo y de la historia del hombre moderno se convierterealmente en un instinto para todo, un gusto por probarlotodo. En este punto se abren muchos caminos. Cmoencontrarn los hombres y las mujeres modernos los recur-sospara hacer frente a su todo? Nietzscheapunta que haymuchos Little Jack Horners por todas partes, cuya solu-cin al caos de la vida moderna es intentar no vivir en ab-soluto: para ellos ser mediocres es la nica moralidad quetiene sentido.

    Otro tipo de moderno se dedica a parodiar el pasado:Necesita de la historia porque es el armario en que se guar-dan todos los trajes. Advierte que ninguno le va completa-mente bienni el primitivo, ni el clsico, ni el medieval, niel oriental, as que sigueprobndose unos y otros, inca-paz de aceptarel hecho de que un hombre moderno nuncapuede verse verdaderamente bien vestido, porque no hayningn rol socialen los tiemposmodernos en que se puedacalzarperfectamente.La postura de Nietzschehacia los pe-ligrosde la modernidad es aceptarloscon alegra: Nosotroslos modernos, los semi-brbaros. Slo estamosen medio denuestra bienaventuranza cuando el peligro es mayor. Elnico estmulo que nos halagaes lo infinito, lo inconmen-surable. Y sin embargoNietzscheno est dispuestoa vivirpara siempre en medio de este peligro.Tan ardientementecomoMarx, afirmasu fe en una nuevaclase de hombre elhombre de maana y pasado maana quien, en oposi-cin a su hoy, tendr el valor y la imaginacinpara crearnuevosvalores necesarios para que los hombres y lasmuje-res modernas se abran camino a travs de los peligrosos in-finitos en que viven.

    Lo distintivo y notable de la voz que comparten Marxy Nietzscheno es solamente su ritmo frentico, su energavibrante, su riqueza imaginativa,sino tambin sus cambios

    rpidos y drsticos de tono e inflexin, su disposicin avolverse contra s misma, a cuestionarse y negar todo lo quese ha dicho, a transformarseen una amplia gama de vocesarmnicaso disonantesy a estirarse, ms all de sus capaci-dades,hasta una gama infinitamentems amplia, a expresary captar un mundo en el que todo est preado de su con-trario y todo lo slido se desvanece en el aire. En esta vozresuena,al mismo tiempo, el autodescubrimentoy la burlade s mismo, la autocomplacencia y la duda de s mismo. Esuna voz que conoceel dolor y el miedo, pero que creeen sucapacidad de salir adelante. Los graves peligros estn entodas partes, y pueden atacar en cualquier momento, peroni siquiera las heridas ms profundas pueden detener queesta energafluyay se desborde.Es irnico y contradictorio,polifnicoy dialctico, denunciar la vida moderna en nom-bre de los valores que la propia modernidad ha creado, es-perar a menudo contra toda esperanza que las moderni-dades de maana y pasadomaana curarn las heridas quedestrozan a los hombres y las mujeres de hoy. Todos losgrandes modernistas de! siglo XIX espritus tan diversoscomo Marx y Kierkegaard,Whitman e Ibsen, Baude!aire,Melville, Carlyle,Stirner,Rimbaud, Strindberg,Dostoievskiy muchos ms hablan en este ritmo y en esta tonalidad.

    []

    Marx, Nietzschey sus contemporneosexperimentaronla modernidad como una totalidad en un momento en queslo una pequea parte del mundo era verdaderamentemoderna. Un sigloms tarde, cuando el procesode moder-nizacinhaba arrojadouna red de la que nadie, ni siquieraen el rincn ms remoto del mundo, puede escapar,pode-mos aprender mucho de los primerosmodernistas,no tantosobre su pocacomo sobre la nuestra. Hemos perdido nues-tro control de las contradicciones que ellos tuvieron quecaptar con toda su fuerza,en todos losmomentos de su vidadiaria, simplemente para poder vivir. Paradjicamente, esposibleque finalmenteesosprimerosmodernistasnos com-prendan la modernizaciny el modernismo que constitu-ye nuestras vidasmejor de lo que nosotros nos compren-demos. Si podemos hacer nuestrassus visiones y utilizar susperspectivas para observar nuestro propio entorno con nue-vos ojos, veremos que en nuestras vidas hay ms profundi-dad de lo que pensamos. Sentiremos nuestra comunidadcon las gentes de todo el mundo que han estado luchandocon los mismos dilemas que nosotros. Y volveremos a co-nectar con una cultura modernista notablemente rica y vi-brante, nacida de esas luchas: una cultura que contienegrandesreservas de fuerzay salud, si somoscapaces de reco-nocerlacomo propia.

    Entonces podra resultar que el retroceso fuera unamanera de avanzar: que recordar los modernismosdel sigloXIX nos diera la visin y el valor para crear los modernis-

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    mos del sigloXXI.Este acto de recuerdopodra ayudarnosa devolverel modernismo a sus races,para que se nutra yrenuevey sea capazde afrontar las aventurasy peligrosquele aguardan.Apropiarse de lasmodernidadesde ayerpuede

    ser a la vez una crticade lasmodernidadesde hoy y un actode fe en las modernidades y en los hombres y mujeresmodernos de maana y de pasadomaana.ll

    berman,marshall: todo lo slido se desvanece en el aire. la experiencia de la modernidad (1982).mxico d.f.: siglo Veintiuno / teora, 1989.introduccin. la modernidad de ayer, hoy y maana (fragmento): pags.1-27.

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    nIcoLs casuLLo Lamodernidad como autorreflexin

    el presente textode nicolscasullopertenecea la clase tericainaugural de la materiaPrincipales corrientesdelPensamiento contemporneo delciclo bsicocomn. aqu la modernidad se define como unaparticular condicinde la historia, en la que confluye una nuevarepresentacin autoconciente delmundo alimentada por los procesosracionalizadores de la Ilustracin, y una permanente puesta en crisisde dicha representacin inspirada en ladesesperacin existencial delromanticismo.

    Hay distintas maneras de viajar a la historia que noshace. Hay distintos enfoques, hay distintas disciplinasdelconocimiento que tratan de dar cuenta de lo que aconte-ci en estos ltimos doscientos cincuenta aos de historiacapitalistaburguesamoderna. Se puede enfocar esa hstoriadesde un punto de vista fundamentalmente econmico,trabajando las variables productivas,inversoras; las variablesque relacionan capital y trabajo, las variables de clases,lasvariables industriales, de circuitos financieros, de etapaseconmicas. Se puede recorrer tambin esta misma crnicaplantendonos una historia poltica de las ms altas super-estructuras, proyectos de gobiernos, estilos gobernantes,formas de gobernabilidadde las sociedades, estadistas,de-cisionesde guerra, de paz; lo que constituira una historiapoltica, donde se pueden incluir las diferentes teorizacionespolticas que mereci la poca moderna. Se puede pensardesdeun punto de vista filosfico, cmo esta cienciade lascencias, la filosofa, se plantea desdeel iniciode los tiemposmodernos encontrar el fundamento, la identidad del propiotiempo que el hombre comienza a habitar. Cmo se plan-tean los interrogantesde identidad de ese nuevo sujeto, so-bre la problemtica del conocimiento,sobrela problemticade la verdad, sobre problemticasde valores, sobre proble-mticasdel sustento ltimo de lo real, desdeuna perspectivafilosfica moderna. Se puede plantear la historia desde unrecorrido esttico, a partir de la biografadel arte, en estosltimos dos siglosy medio; sus corrientes,sus escuelas, sus

    obras, susformasde encarar la expresin y la representacinde lo real, las diferenciasestticas,las reyertas estticas,lateorizaciny la creacinde los artistas.

    []Yo ya he repetido varias veces la palabra moderno,la

    palabraModernidad. Un concepto que desde hace algunosaos ha cobrado relevanciaen las discusiones tericas, fi-losficas, artsticas,polticas del mundo. Un concepto quehoy marca un tiempo reflexivo, el nuestro, para algunospensadores, el de la modernidadcomo autoconciencia. Unconcepto que nosotros solemos utilizar, que no nos es ex-trao ni ajeno. Ser moderno, como aquello que de algunamanera tratara de significar que estamos a la moda, queestamos con lo ltimo, que no somos ni conservadores nitradicionalistas, que experimentamos cosas del mundo apartir de las novedades que el mundo nos ofrece. Es unconcepto que utilizamos, que omos y que forma partedel lenguaje cotidiano. La problemtica de la Modernidadtiene bastantes ecos de esta utilizacin que hacemos delvocablo moderno. La Modernidad serauna condicin de lahistoria, que comienza a darse de manera consciente entrelos pensadores, entre los actores de esta historia, en Europa,bsicamente entre los siglos XVII y XVIII. Entonces, po-demos decir que su significadoms amplio, y tambin elms abstracto, es el de la Modernidad como una particularcondicin de la historia. Como un dibujo, una figura queadquiere la propia renovacin de la historia, bsicamenteen

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    la Europa de los siglosXVII y XVIII. El vocablo se venausando desdehacemuchos siglos,desdeel sigloV de la eracristiana, sobre las estribacionesde la civilizacin romana,para referir un modo, un tiempo de lo inmediato, unamodalidad de lo reciente. Pero es en esta otra poca dondeadquiere particular relevanciay va definiendo sus perfilesespecficos.Donde se pensar el mundo y se polemizarentre lo antiguo y lo moderno. El hombre asiste pordistintas vas, descubrimientos cientficos, avances tecno-lgicos, revoluciones industrialescomo la que se da en elsigloXVIII que le hacen conscienteuna modernizacin dela historia, una modernizacindel mundo. En esemomen-to, podramos decir que la subjetividad pensante, alertasiemprea las condicionesde la historia, descifraque lo queva teniendo lugar, es una acelerada, remarcable, insorteable,para el pensamiento, modernizacin de la historia, en lafragua misma de la historia. Esta modernizacin no sloaparece en el campo de los avatares sociales,industriales,tcnicos, econmicos, financieros, sino que aparece tam-bin como necesidadde nueva comprensindel mundo. Elmundo, en realidad,de por s, no existecon ese significadocontenido en s mismo. Si al mundo se le quitan las ideasordenadoras con las que nosotros podemos hablar delmundo, es un caos de circunstancias, son miles de cosasque se producen a la vez y sera imposible relacionar esasmiles de cosas en un nico significado.Lo importante, ylo que va a ir elaborando el nuevo pensamiento modernoque hace conscientela modernizacindel mundo, es que elmundo es, sobre todo, la representacinque nos hacemosde l. El mundo es, bsicamente,lo real en su conjunto, elesfuerzo de representacincon que lo ordenamos, lo entre-lazamos axiolgicamente,lo definimos, lo pronunciamosy lo llevamosadelante. Por eso deca, que la Modernidadtambin tiene como elemento esencial un procesode nuevacomprensin de lo real, del sujeto y las cosas, del yo y lanaturaleza,de las formas de conocer esa naturalezay ese yomismoque estoyconociendo.

    Lo que produce bsicamente esta modernizacin cul-tural acelerada de la historia es la cada, el quiebre, lacertificacindel agotamiento de una vieja representacindel mundo regida bsicamentepor lo teolgico,por lo re-ligioso.Desde lo judeocristiano,religine historia se amal-gaman en un determinado momento, se funden en unanica narracin de los orgenesy sentidosutpicos como loplantea lo bblicoen su Antiguoy en su NuevoTestamento.Desde esa poca hasta bien avanzada la primera parte delsegundomilenio de nuestra era, entre 1500, 1600, 1700, larepresentacindel mundo franqueadapor las variables teo-lgicas, religiosas, en sus dogmas, en sus escritos, esencial-mente en la fuente bblicaque es el libro de las revelaciones,designalo que es el mundo. Lo que es Dios, lo que son loshombres, cul fue la historia, cul es la causa,y cul seraoes el final. Esto es lo que se va resquebrajandoen Europa,

    lenta y al mismo tiempo aceleradamente, a partir de estamodernizacinde la historia y del hombre que influido poruna multiplicidad de experienciasculturales, plantea unasevera crtica a las representaciones del mundo estatuido.Un mundo de representaciones, de relatos fundantes, quedespus va a ser enorme drama de la historia moderna, vaquedando atrs. Es el mundo de Dios. El mundo segn elplan de Dios. Es el mundo que nos explica el comienzo,lo adnico, el pecado, la cada, que se remonta luego enla historia de los caudillos del pueblo judo, la espera delMesas,los avatares de este pueblo en la historia, la llegadadesde la perspectiva cristiana en pleno corazn del mun-do judo del Mesas,la diferencia,a partir de ah, de ambashistorias, pero donde bsicamente es la palabra de Dios laque explica lo que es el mundo, lo que es el acontecer, loque es el hombre, lo que es el lugar de cada hombre, lo quees la naturaleza,lo que son las cosas,sobre todo lo que es elprincipio, el transcursoy el fin de la vida.

    La Modernidad que toma prontamente conciencia deque en su avanzar,genera en trminos de pensamiento, lostiempos modernos, va extinguiendo ese mundo de Dios;luego Nietzsche, filsofo del siglo XIX, va a reflexionar,hacia los finales del siglo,lamuerte de Dios y va a fundar,a partir de esta idea sobre la necesidadde Dios, una lecturano slo de la Modernidad sino de Occidente en su conjun-to, una lectura filosfica, esa muerte de Dios que se gesten un principio como crtica a los dogmas de la Iglesia,como crtica a la hipocresa de las morales dominantes,como crtica a lo religioso autoritario, como crtica a lasupersticin,como crtica al mito. En el sigloXVIII, en lasuniversidades de las grandescapitales del mundo, la historiacomenzabacon Dios, con Adn, con Eva, esto que nosotrostenemos situado por obra del pensamiento moderno sloen el lugar de lo religioso,de la creencia, de la fe. En esetiempo tambin formaba parte de esos lugares, pero tota-lizaba la comprensin del lugar del hombre, de la historiay del mundo. El plan de Dios que, dogmatizado y bajo elpoder de la Iglesia, era sentido por aquellosmodernizadoresliberales, libertinos, como un plan que sofocaba al hombre,que lo encerrabaen una falsaconciencia,que lo condenabaa no saber la verdad objetiva que por va cientfico-tcnicapoda llegara conocer. Esa explicacin religiosa del mundo,sin embargo contena algunos elementos esenciales que laModernidad luego, en doscientos aos, nunca pudo resol-ver, que son las respuestasa preguntas fundamentales quehacen a qu somos, por qu estamosac, para qu estamosac, y hacia dnde vamos. Esoque el plan de Dios lo conte-na, explicado de una manera harto sencilla: sus voluntades,su providencia, hasta su arbitraria manera de ser, reducaal mundo en un sentido a la impotencia de saber y a tenerque limitarse, en las preguntas, a lo que Dios haba creadoy a las causas inefables por las que lo haba hecho. Peropor otro lado, era un mundo absolutamenteserenadoen el

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    alma del hombre. Se saban las causas,se saba la culpa, sesaba que el mundo era apenas una circunstancia,un vallede lgrimas,pero sobre todo se saba el final: la vida eter-na. Esto es lo que se resquebrajade fondo, a partir de unpensamiento moderno que se siente sujeto dominado pormitos, leyendasy supersticiones. Este es el gran campo decomprensin que se derrumba en el inicio de los tiemposmodernos ilustrados en cuanto a las grandes cosmovisionesy representaciones de lo real.Va a ser extenso,problemtico,complicado, este proceso de pensamiento: los autores delsiglo XVIII, desde variables materialistas, desde variablesidealistas, desde variables cientficas, van continuamentea cuestionar este viejo mundo de representaciones, pero almismo tiempo van como creyentes en Dios, como creyen-tes en sus religiones, como hombres de fe a tener enormescomplicaciones, o van a confesaren el marco de sus propiasexperiencias cientficas,que tanto un mundo de represen-tacionescomo otro necesitaran vincularse, articularse de lamanera ms adecuada, pero sin renegar ni del saber ni dela fe. Este es un largo procesoque podramos decir que nian hoy concluy en el campo del pensar. Hoy se discutemucho desde las perspectivas tericasms avanzadas en elcampo de la filosofa, de la sociologa, y en el campo de laliteratura, de la cultura, esta problemtica de desacralizacindel mundo, esta problemtica donde el mundo pierde surepresentacindesde lo sagrado,desde lo mstico, desde loreligioso,y va hacia una representacinracionalizadora, esdecir, en base a razn, y una razn en base a lo cientfico-tcnico, que es el mundo que nosotros conocemos,que esel mundo bsicamentehegemonizado por esta razn en losltimos doscientosaos.Pero digo, esteprocesoconflictivo,este real cierrede una historia y aparicinde otra, fin de unmundo y aparicin de otro, es un largo procesoque provo-car que artistas, filsofos, ensayistas,pensadores, tenganque fijar infinitas posiciones en cuanto de dnde venimos yhacia dnde vamos en el procesomoderno.

    En este proceso moderno (que planteaba como co-menzando a sistematizarse de manera definitiva en elsiglo XVII y XVIII), ser el siglo XVIII, esencialmente,el que Europa llama el Siglo de las Luces,el siglo de losfilsofos,el siglo de los pensadores, y de los crticos a lasviejas representacionesdel mundo, ser este proyecto delas Luces,del Iluminismo, de la Ilustracin, como tradicio-nalmente se lo llama, e! que va a concluir de sistematizar,de plantear, de albergar el principal pensamiento que hacea los grandes relatos y a los grandes paradigmasmodernosen los cuales nosotros estamos situados. Es ese siglo elque lanza la ltima gran embestida, y por lo tanto, dondecada una de las variables el arte, la ciencia, la poltica, laeconoma, el pensar en s trata de ser articulado, comonueva identidad de los tiempos modernos. Es este sigloXVIII, el que hoy tambin est en discusin en distintosdebates. Ese proyecto de la Ilustracin, ese proyecto de lo

    moderno, este proyecto que nos incluye, y que ha tenidotantos avatares, tantas desgracias,tantas pesadillas, tantossueos que no se dieron, tantas utopas que mostraron sucara pesadillesca.Estos doscientos aos donde nosotros,como AmricaLatina, estamosabsolutamenteinvolucradosen este proyecto, con nuestros hroes de Mayo, trabajandoal calor esencialmente del pensamiento de la Ilustracinfrancesa.Lo que lee Castelli, lo que lee Mariano Moreno,lo que lee Belgranoson las obras que llegabanen fragatasluegode recorrercuatro o cincomeses el Atlntico; Voltaire,Diderot, Montesquieu, Rousseau,que van a ser los mismosautores que veinte aos antes de la Revolucin de Mayovan a ser ledos por los caudillosde la RevolucinfrancesaRobespierre, Marat, Dantn, se van a sentir absolutamenteimpregnados por el pensamiento de esto que empieza aaparecerde una manera extraa: est el poder de los reyes,est el poder de los ejrcitos, est el poder de la Iglesia, peroapareceen lo moderno un nuevo poder, inslito poder, quees el poder del autor. El poder de eseextrao personajeconsus pblicos. El poder de estos personajesque en soledad,en bohemia, desde sus arbitrariedades, desde sus contra-dicciones y complicaciones, viajando de ciudad en ciudad,exilindose bajo amenaza,escribenlibros, escribenpginas,que se imprimirn y tendrn sus lectores. Esos lectores,dedicadosms a la poltica, ms a la revolucin,ms a lasarmas, ms a cambiar la historia, efectivamente, leern aestos autores. Para el rey, para la Iglesia,para el general enjefe,empiezaa ser absolutamente alarmanteel poder de estanueva figura en lo moderno. Es el poder del autor. Autoresque cuando se conjugan con hombres que llevanlas ideas ala accin conducen, por ejemplo, a la RevolucinFrancesay a la cabeza del rey en la guillotina. Robespierre,en susmemorias, abogado de provincia en Francia, personajegrisen sus principios, que luego llegaa tener la suma del poderpblico de la Revolucinen su momento ms sangriento,utpico y horroroso, cuenta lo que le signific a l la lecturade las obras de Rousseau.Cuenta lo que fue generando ensu pensamiento, lo que fue elucubrando a partir de esasideasde justicia,de pueblo, de soberana,de desigualdad ci-vilizatoria, de ambiciones,de mezquindades,que Rousseauplantea en su obra. Y si vamos hacia Rousseau, nos vamos adar cuenta de que el viejomaestro, de un carcter horrible,un caminante de ciudad en ciudad, un hombre de extraasensualidadpara las mujeres, un personajeque escribe tea-tro, novelas, que van a enardecer,a encandilar a los lectoresde su poca, que escribe ensayos,que discute, que debate,no sabe,no tiene conciencia de que pocosaosms tarde vaa haber un Robespierre que lo lea, y muchos Robespierre, ymuchos MarianoMoreno que leen sus obras. Que ac tam-bin van a cometer la locura,por ejemplo, de producir larevolucinen una aldea que era barro y paja, que no tenams que cincuenta o sesentamanzanas,y mandar ejrcitosados mil kilmetrosde distancia,al Alto Per; slo pensarlo

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    parecealgo increble.Esasson lasmaravillosas locurasde larevolucin, de gente que bsicamenteporque la aldea debarro y paja no daba para mucho se nutre en la lectura deeste pensamiento moderno que se va gestando en el Siglode las Luces,en la lectura de estoshombres, en sus escritosque tienen bsicamente un carcter de universalidad. Loque ellos dicen, lo que ellos descifran, lo que ellos especu-lan, piensan, es para todo lugar y para todo tiempo. Este esel gran proyecto de la Ilustracin del sigloXVIlI, que va atener un enorme eco en AmricaLatina y en la revolucinnorteamericana,en el norte, que va tambin a beber de lafuente de la RevolucinInglesa del sigloXVII, y que va air compaginandoun mundo de reformadores que escribenlibros, y de revolucionarios que llevan esas ideas a cambiode la historia, a la ejecucindel rey como smbolo esencialdel fin de una largusimapoca. Ms precisamente, luegolo que se va a producir en el corazn de la RevolucinFrancesa, va a ser la tensin entre estos autores que soa-ron otro mundo desde la crtica, pero que no pensaron lospeligros,los avances, la prdida de lmites de la Revoluciny de los propios revolucionarios. Un gran personaje de laIlustracin, que escribeun libro esencial, liminar de la ideade progreso,Condorcet, es un francsque terminar en lascrceles de la propia Revolucin. En los discursos finales delcaudillo poltico Robespierre,poco antes de ser l mismoguillotinado, tendr una alusina este filsofode lasLuces,Condorcet, diciendo que reivindica la figura del campesi-no que est amaneciendo en la historia, y no la figura deCondorcet, que no entendi que la revolucin,una vez quese lanza,no puede dar marcha atrs.

    Podramos decir que en el nimo de los autores de laIlustracin, aun en Rousseauque fue su expresinms ra-dical y crtica, imperaba un nimo de reforma del mundo.La RevolucinFrancesa y sus secuelas, las revoluciones deAmrica Latina, seran la otra mano de este pensamientode la Ilustracin, donde adems aparecera impregnandola idea de revolucinun segundomomento de este pensa-miento ilustrado,que es el pensamientoromntico.

    El pensamiento romntico, que tiene como centro,casi paralelo a la Ilustracin del siglo XVIII, a Inglaterray Alemania, es aquel pensamiento que si bien celebra lalibertad, esa nueva autonoma del hombre, de pensar pors mismo, ejercerpor un lado una crtica profunda a lossueostotalitariosde la razncientfica,y trabajaren ideasde sentimiento, de patria, de amor, de nacionalidad, quecombinado con la Ilustracin conformarn las dos grandesalmas de lo moderno hasta el presente. Uno podra decirque la figura del Che Guevara muriendo en Bolivia enmanos del ejrcitoboliviano,es una figuraque conjuga porun lado el mandato de la Ilustracin cientfica,porque enel mandato de la Ilustracin estar incluido luego Marx;y conjuga el pensamiento romntico: no importa si sepierde o se gana, la cuestin es dar testimonio de que uno

    quiere cambiar el mundo. Ese pensamiento, podramosdecir, atraviesatoda la Modernidad. En este pensamientoromntico aparececlaramenteuna figura que debate con elcientficode la razn tcnica: es el poeta. El poeta con unestatuto que ha perdido, pero que era la otra gran va delconocimiento de la verdad. Desde lo potico-filosfico, lomoderno tendr su primer gran momento reflexivo sobre supropia identidad a finesdel sigloXVIII.

    Podramos decir que la Ilustracin entonces es esteamanecer, esta aurora de la Modernidad en trminos de loque a nosotros nos interesa, que es la historia de sus ideas,que se va a extender a todos los campos del conocimientoyde lo social.La Ilustracin trata de reconstituir la forma deinterpretacin, comprensin y de generar historia, no sloen el campo de lo cientficoy filosfico, sino tambin en elcampo de la economa, la poltica, en los distintos camposque constituyen el hacer del hombre.

    Volvamos a la pocapresente,que lesdecaque est dis-cutiendo esta herencia,este linajeque somos.Qu seraen-tonces, tratando de aproximarnosen trminos conceptualesy de definicin, la Modernidad?Habermas, filsofo alemnde nuestro tiempo, entra en el debate actual entre moderni-dad y postmodernidad. Se sita en el campo de defensadeldiscurso ilustrado moderno; precisamente su artculo msconocidode este debate va a ser La Ilustracin:un proyec-to incompleto,o seaque la vuelve a reivindicar como cami-no de la razn. Como camino de la razn insatisfecha, quees el legadoms profundo de la crtica ilustrada:el criticarsey vigilarse a s misma. Para Habermas y siguiendoen estoel pensamiento de otro alemn, socilogo, MaxWeber, quees, entre fines del siglo pasado y principios de este siglo, elque ms trabaja a nivel sociolgico, filosfico y del anlisiscultural, el problema sociocultural de la Modernidad laModernidad es ese procesode racionalizacin histrica quese da en Occidente, que conjuga y consuma el desencanta-miento del mundo instituido por las imgenes religiosas,mticasy sagradas. Por supuesto,Habermas ya trabaja desdeuna sntesis conceptual con doscientos aos de experienciamoderna. La Modernidad es este procesode racionalizacinque esencialmente se va a dar en Europa occidentaly en sushijas dilectas que son las Amricas. Proceso de racionaliza-cin como forma de comprender pero al mismo tiempode estructurar el mundo, la historia y el lugar del hombreen esa historia. Proceso de racionalizacin que suple a eseviejo representarreligioso,y que Weber va a llamar el des-encantamiento del mundo, problemticaque hoy vuelve aestar en discusin porque los tericos vuelvena plantearsesi ese desencantamiento fue superado, no lo fue, o si no selo buscadesdeotras perspectivas solapadas.

    Racionalizacin del mundo a partir de saberes, desaberes autnomos. que ya no van a responder a dogmas,que ya no van a respondera la autoridad de reyo de Iglesia,que van a dar cuenta de su propia esferaen lo que vayan

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    logrando en trminos de conocimiento y reflexin. Tresgrandes esferas organizan estos saberes racionalizadores quecaracterizan a la Modernidad y su comprensindel mundo:la esferacognitiva,donde reina la ciencia; la esferanorma-tiva, o sitio de las problemticasticas, morales, y de suspolticasde aplicacin;y la esferaexpresiva, arte y esttica.La Modernidad, entonces, desde esta perspectiva sociofi-losfica, con muchsimo de anlisis de la cultura, planteaHabermas, es ese entramado de racionalizacin. Qu es loque produce este entramado de racionalizacin, en el cualnosotros estamos tan situados que nos resulta difcil expli-carlo?Nosotros somos un exponente claro: cuando ustedesentran a la Universidad, estn entrando, en gran parte, alcoraznde estasesferas, al coraznde esteprocesode racio-nalizacin, largamente entretejido hace ms de doscientosaos. Estn entrando a una disciplina,a un saber objetivo,no a la comunicacin en s, sino a la cienciade la comuni-cacin. Al mundo de la ciencia. Nosotros somos parte deeste recorrido que tuvo all lejos a Rousseau,a Newton, aRobespierre, conmoviendoal mundo. [] Porque desde laperspectiva desdela cual estamoshablando, es precisamenteel camino cientficoel que se va a imponer en este procesode racionalizacin del mundo, como el discurso por exce-lenciadel encuentro de la verdad.

    Hoy est en discusintodo esto, hoy vuelven a aparecerproblemticas religiosas y vuelveel tema de Dios. Hoy sepueden ver variables estticas que cuestionan,como ha sidosiempre, la Modernidad. Este es otro elemento que quierodestacar. La Modernidad es aquel discursode la crtica: dela crtica que funda la Modernidad en su crtica a las viejasrepresentaciones,pero que la Ilustracin plantear comoperpetua crtica a la crtica, como permanente crtica alconocimiento dado. La Modernidad ser entonces, bsica-mente, un pensamiento que avanzae infinidad de variablesreflexivas que estnde acuerdoo no con esteavance y lo queimplica este avance.Esta, adems,es la portentosa fortalezade la Modernidad. Su imposibilidad de ser pensada comofinalizada, porque toda aquellacrtica que la cuestionede lamanera ms profunda, en realidadest siendoModernidadpor excelencia, porque la crticaes fundadora de los tiemposmodernos. Esto pasa en muchas discusionescon aqullosque plantean las variables sepultureras postmodernas: queen su crtica a la Modernidad, trabajan con el arma secretay clavede lo moderno que es la capacidadcrtica, con quenaci. Tenemos entonces este entramado de racionaliza-cin con que nosotros vemos el mundo, este entramadode racionalizacinque no es solamente pensamiento: soninstituciones, son historias, son hombres, son biografas.En doscientosaos y la Universidades un fiel exponentede este legadode la Ilustracin es un procesoque entramalo socialy nos da la forma de ver el mundo. Si no existieseeste entramado de racionalizacin sera muy difcil paranosotros, occidentales,ver el mundo. Hasta nuestros ms

    elementales acontecimientos estn situados en el campode una racionalizacindel mundo a la que nosotros nosadecuamos,a la cual nosotros criticamos,a la cual dejamosde lado algunasveces pero que forma parte de esta raciona-lizacinmoderna que asumeOccidente como su historia enlos ltimos doscientoscincuenta aos.

    Qu hace esta racionalizacin, este entramado de ra-cionalizacinque es la Modernidad? Primero, objetivizalahistoria. Frente a distintas variables interpretativas,ms allde su variacin y multiplicidad, hay una concienciade queexisteun punto necesariode encontrar la objetividadde lahistoria. Esto lo har cada uno a su manera: el periodista asu manera, el socilogo a su manera y el dentista a su mane-ra, pero indudablemente hay una necesidad de objetivizar lahistoria que esteprocesode racionalizacin permite.

    Por otro lado, este procesode racionalizacin es un pro-ceso esperanzador, se sita en el optimismo de la Ilustracin,en el progreso indefinido, en la capacidadcivilizatoria haciauna felicidaddefinitivapara el hombre. Por lo tanto le otor-ga a la historia un sentido, un fin, una meta, que es lo quetambin hoy est profundamente puesto en cuestin, porideas, variables y teoras filosficas y por anlisisy enfoquespostmodernos que se preguntan cul sentido, qu sentidounitario le qued a la historia. Ninguno, al parecer. Porotro lado, este proceso de racionalizacindiscierne en lacomplejidad y el caos de lo real una variable interpretativaque nos permite situarnos en el mundo, tener nuestras metas,tener nuestras utopas, saber encausarlas, saber llevarlasacabo, responder a este entramado. Finalmente, podramosdecir que este proceso genera permanentemente, y pocatras poca, un horizonte, una cosmovisin global, un mundode grandes relatosque llevaadelante la historia de las socie-dades. El gran relato de igualdad, de las ideas liberales,dela revolucin,de la democracia.Se los llama grandes relatoso metadiscursos porque son discursos liminares, fundadoresde otros relatosy del procesomoderno, y que no han cejadode llevarloa cabo. Nuestros hroes de Mayo han trabajadoen pro de estos ideales, independizarse de Espaa, tenerun gobierno propio, ser soberanos, tener autonoma, sontodas las grandesmetadiscursividades de la Ilustracin. Hoypareceraque estas grandes metadiscursividades para ciertosautores estn en profunda crisis,estn en profundo debate,en una suerte de disolvencia, que nos hace pensar si no es-tamos en las estribaciones de esta modernidad que inaugurasistemticamente el tiempo de la Ilustracin.

    Hay otra mirada para pensar la Modernidad, unamirada que no toma fundamentalmente, como venimosviendo hasta ahora, este proceso socioculturalestructuradoen grandesesferas del sabery del conocimientode la verdadobjetiva,y de racionalizacin a partir de eso del andar de lahistoria, sino que toma en cuenta la subjetividad modernaen esa historia:nosotros. La subjetividad que atraviesa lahistoria en trminos de un dibujo de individualidad que

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    puede definir pocas.Hoy se discutecul es la subjetividadde nuestra poca. Cul es la subjetividad de la juventud,qu piensa, qu valores tiene, cmo se relaciona,Se parecea los abuelos?Se parece a los bisabuelos? Se parece a lospadres? Choca, se enfrenta, genera nuevas variables? Lasubjetividadentonces puede ser mirada desde este planteoproblemtico, y ha sido mirada en forma de una lneaterica de pensamiento. La subjetividad es el lugar dondeel sujeto, donde el individuo realizainfinitos intercambiossimblicos con el mundo. []

    Hay un mundo en el cual ustedesestn actuando subje-tivamente. La subjetividadposee infinitas fragmentaciones.Segn el lugar donde se encuentren actan de determinadamanera. Una subjetividad fragmentada, fugaz, inestable,precarizada, en donde se trata de analizar de qu manera sehace presente lo moderno a travs de esta subjetividad, esdecir, de las relaciones del yo con los otros, y del yo consigomismo. Del experimentardel yo las nuevasformas de espa-cio y tiempo, en cada poca. Las pocas de la Modernidadhan tenido infinidad de relaciones del sujeto en trminostemporales y espaciales. Empez en carreta, despus fuerontrenes, despusfueron aviones,nuestra relacincon el mun-do cambia permanentemente en lo temporal y lo espacial.Si un proceso para organizar, por ejemplo, un intercambiocomunicacional llevabaa pedir a la operadora que nos co-municase con Italia, hoy se puede hacer va computadora,quiere decir que nuestras relaciones, nuestra subjetividadse va metamorfoseando permanentemente en relacin altiempo y al espacio. Cmo reacciona esa subjetividad?Apartir de estas variables, de qu manera es esta subjetividadurbana, masiva,telemediatizada, cul es su identidad?

    La subjetividad moderna ha vivido desde esta pers-pectiva infinidad de problemticas que aparecen ahoradesde esta otra perspectiva de anlisisy tienen mucho quever con lo que ustedes van a estudiar. Es una subjetividadmoderna que ya en el siglo XVIII y XIX, sobre todo aprincipios del siglo XX, comienza a vivir la metrpolis deuna manera definitoria. La historia moderna deja de pasaresencialmentepor lo rural y va a pasar por la metrpolis.La metrpolis rene toda la historia. La metrpolis tienepasados,presentesy futuros inscriptosen sus lugares. Tienemuseos,monumentos, tiene McDonald's y tiene la fbrica,tiene las computadoras. La metrpolis es un lugar dondese est trabajando permanentemente con todos los tiemposde la historia. Qu es esa subjetividad de la metrpolis,que ya no es la subjetividad de un hombre habitante deun pueblito, de una ciudad pequea?Rousseau,en el sigloXVIII, tiene una hermosa novela, Julia o la nueva Elosa,que cuenta el principio de este procesomoderno porque el

    protagonista va de un pequeo pueblo hacia Pars, y desdeall le cuenta lo que es la metrpolis a su amada, que sigueen el pueblito. Y lo que le va a contar fundamentalmente esese descubrimientodice Rousseaude que la gran ciudades el mundo, y lo que queda fuerade la ciudad es un mundoque desapareci.

    Tambin la relacin de la subjetividad con las masas,nosotros somos ya sujetos acostumbrados a las masas.Somos sujetos masas. Estamos acostumbradosa vivir entreellas: un individuo de hace ciento cincuenta aos se volveraloco hoy en Buenos Aires.La otra gran variable de la sub-jetividad es la relacin con los medios masivos. Esta subjeti-vidad, desde el pensarsea s mismo, piensa qu significanlos medios de masas, qu significaesa comunicacin queatraviesa e iguala al conjunto de la sociedad.Qu significaque un titular de un matutino haga que millones de per-sonas, cuando se encuentren con otra digan vistelo quele pas a Maradona?Qu significala Modernidad desdeesta subjetividad. Es la subjetividad acostumbrada a vivirde horarios, a vivir de cuadrculas,a vivir de lugares a losque tiene que ir puntualmente, vivir de su funcin en estasociedad de masas, hegemonizadas por losmediosde masasosociedadmassmeditica, como se la llamaahora.

    Es una subjetividad que plantea en la metrpoli grandesproblemas:el anonimato, la soledad, la marginacin, la pr-dida de identidad, la dinerizacin de todo vnculo. Algunosautores, algunos novelistas hablan de que esto es el absurdode la vida,que yano qued vida,y otros se plantean la formade explicarse la vida de la ciudad, esta subjetividadannimao esta subjetividadque trabaja esencialmente desde la pro-blemtica de la soledad.Problemticano slo de la novels-tica, tambin de la potica,de la cancin rock. []

    Esta problemtica tiene un momento central para serexplicada, que es el aporte que le hace la historia de la est-tica al estudiode laModernidad. Porque precisamente cules el espacio donde una subjetividad, una individualidad,una soledad,desde la imaginacin,desde la sensacin,des-de el sentimiento, desde la sensibilidad, desde la crtica, vaa expresar mejor que nada, anticipadamente, este problemade nuestra subjetividad en el mundo, en el espacio, en eltiempo, en la ciudad?El arte de lasgrandesnovelas del sigloXX, pero tambin el arte de las pelculasms excelentes desta ltima poca, nos estn planteando, desde la visindel arte, esta problemtica de la subjetividaddisconforme,pesimista, optimista, desarraigada, arraigada, violenta, noviolenta, esperanzada, utpica, escptica; es precisamente elarte uno de los elementosms fuertes para trabajar el temade la Modernidad desde esta perspectiva que estudia losplanteamientosestticos.ll

    casullo,nicols,ricardo forster y alejandro Kaufman: itinerarios de la modernidad (1981).buenosaires: oficina de Publicaciones delcbc / universidad de buenosaires, 1997.terico 1. la modernidad como autorreflexin (fragmento): pags.9-22.

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    geoffrey bruun La europadelsiglo XIX

    en esta introduccin, geoffrey bruundefine al siglo XIXcomo era europeay detallaalgunasde las variables quesostienendicha afirmacin. si bienel procesode expansin europeapodra rastrearse hasta el siglo XVI, es recinentre 1815y 1914queeuropalograconsolidar bajosu hegemona unanuevafase de integracin econmica,cientfica, tcnica y cultural concaractersticas globales.

    El sigloXIX fue la gran era de la expansin europea.Durante 300 aos, a continuacin de los viajesde Coln,Da Gama y Magallanes la sombra de la hegemonaeuropeacorri sobre los mares. Durante diez generaciones, intrpi-dos exploradores,comerciantes y colonizadores izaron susvelas en los puertos del Viejo Mundo para establecer losamplios fundamentos de los imperios de ultramar. Sin em-bargo, slo en el siglo XIX, cuando la ciencia occidentalpuso un cinturn alrededor de la tierra, fue cuando loseuropeos recibieron su plena herencia imperial. Su agresivasuperioridad y sus espectaculares conquistas eclipsaron to-dos los prlogos histricos, aunque puedan encontrarseprecedentes limitados, por ejemplo, en la propagacinde lacultura helnica despus del siglo IV d. c. Pero la civiliza-cinhelnica estuvo circunscrita al mbitodelMediterrneo,mientras que la hegemona de los europeos modernos seextendi hasta que todos los continentes de la tierra lesprodujeron alguna especiede ventaja. Entre los aos 1815y 1914, el mundo ingresen una nueva era de integracinglobala impulsosde la tcnicaoccidental,era que, sin exce-siva exageracin, podra calificarse de era europea. Antes deque terminara el sigloXIX, la civilizacin europea domina-ba o chocaba contra cada segmento del globo, y todos losgrupos importantes de la poblacinmundial haban recibi-do la huella de la cultura occidental,o haban experimenta-do su presin.

    Para los pueblos de Europa, el periodo transcurridoentre 1815 y 1914 fueuna era de progresos tan notables,en

    cada uno de los pasesdel continente, que casise cegaronala influencia constantemente creciente que su economaejerca en ultramar. Fue un periodo que no se vio daadopor guerrasprolongadaso gravemente debilitadoras; fue unsiglo durante el cual las energas acumulativas de Europapudieron dirigirsea empresas constructivasy el capital y lapoblacin excedentes encontraron inversiones lucrativasenotros continentes.Cada generacindisfrut de un aumentode riquezay de comodidad, de una ampliacinde las opor-tunidades econmicasy de un mejoramiento en los nivelesde alimentacin, salud y saneamiento. Con cada dcada,nuevos avances tcnicos aceleraron la mecanizacin de laindustria, nuevas ciudades dibujaron contra el cielo susanrquicassiluetasy nuevosniveles de produccin se alcan-zaron en las fbricasy talleres.Pero los ndicesms signifi-cativosdel progresono fueron ni polticos, ni econmicos,sino demogrficos. A lo largodel sigloXIX, la poblacindeEuropa aument, por trmino medio, a un ritmo de tres acuatro por ciento anual, tasa de crecimiento que nuncaantes haba alcanzadouna poblacin tan vasta, durante unperiodo tan prolongado.

    Este desarrollo fenomenal de la poblacin constituyuno de los factores decisivos de la supremaca europea.Clculos generales convienen en que la poblacin deEuropa, en 1815, ascenda a cerca de 200.000.000; en elsigloXIX, esta cifra se duplic de sobra, hasta alcanzaruntotal de 460.000.000 hacia 1914. Otros continentes regis-traron tambin un excepcional aumento numrico durante

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    el mismo espaciode tiempo, pero los europeossuperaronatodos. En 1815, las personasque vivandentro de los lmi-tes geogrficosde Europa constituan, quiz, una quintaparte de la poblacin mundial; hacia 1914, constituan uncuarto. Para comprender la naturaleza singular de estetriunfo es preciso sealar que todos los dems continentesrivales poseanuna tasa de natalidad generalms alta que laEuropa del sigloXIX. Los europeosmodificaron el equili-brio demogrficodel globo, no elevandosu tasa de natali-dad, sino ms bien disminuyendo su coeficiente de morta-lidad.

    Sin embargo, las cifras correspondientes a Europa, pors solas,no son suficientes para indicar toda la magnitud dellogro europeo en materia de crecimiento de la poblacin.Entre la cada de Napolen, en 1815, y el estallido de laprimera Guerra Mundial, en 1914, ms de 40.000.000 deemigrantes abandonaron sus patrias europeas para estable-cerse en otros continentes. Las consecuencias de esta vastamigracin hicieron que los europeos se convirtieran, engran parte, en una razaextraeuropea. En 1815 haba menosde 20.000.000 de personas nacidas en Europa o de sangrepredominantemente europea al otro lado de los mares.Hacia 1914, el total se haba multiplicado diez veces, hastasumar cercade 200.000.000.

    Este incremento y dispersinde los europeosdurante elsigloXIX fue un reflejofiel de su espritu imperial. Hacia1914 haba tantas personasde ascendencia europea fuera deEuropa, como habitantes haba tenido este continente elsigloanterior. O, para decirlode otra manera, alrededorde1914, de cada tres europeos, uno viva en ultramar. Comoya dije, los 460.000.000 de habitantes de Europa en esafechaconstituan una cuarta parte de la poblacinmundial.Si a esta cifra se suman los 200.000.000 de personas desangre europea que vivan en el exterior, se ve claramenteque, en el ao de 1914, vivan cerca de 700.000.000 depersonas de ascendenciaeuropea. La cepa racial de ste, elms pequeo de los continentes, contando a sus hijos emi-grantes y a los descendientes de stos, haba llegado elconstituir un tercio del gnero humano. Datos estadsticoscomo los que he mencionado hacen ver con claridad queuna narracin equilibrada de la Europa del sigloXIX debeexcederlos estrechoslmitesde la escenaeuropea.Losactosprincipalesdel drama todava se representabanah, pero laesfera de su accinse haba ampliadohasta comprenderuna

    magna Europa, ms all de los mares. Haba pasadoel daen que los analescoloniales podan tratarsecorno eplogodelos acontecimientos europeos. Los lazos polticos que enotro tiempo haban ligado al Nuevo y al Viejo Mundo secortaron o aflojaronhacia 1815. Lasciudadeslevantadas enlos vastos y casi desiertosterritorios ocupados haban creci-do hasta alcanzarmagnitudes soberanas y convertirse en losncleos de naciones independientes. Sin embargo, aun lasms remotas comunidades fronterizas fundadas por la ini-ciativa europea se consideraban a s mismas como vstagosde una cultura paterna viva,corno atestiguantan a menudosus nostlgicostoponmicos. Sus tradiciones y sus tcnicasreconocansu origen en el otro lado del mar, y podan ras-trearsea lo largode los siglos; sus racesalcanzaban hasta losmonasterios medievales,que en otro tiempo motearon elcrculoen expansinde la cristiandad;sus defensas recorda-ban los campamentosromanos que marcaron los bordes deun imperiumanterior. En el sigloXIX,lasdilatadascoloniasdel ViejoMundo estaban llegandoa su madurez y convir-tindose en dominios o en repblicas,pero eran todava loscustodios de una civilizacin comn y los herederosdel le-gado europeo.

    La influencia de Europa en el mundo fue, desde elprincipio, un procesointerdependiente y recproco.A me-dida que fue desenvolvindose la comunidad atlntica, lacivilizacineuropea se fue convirtiendo en algo vasto yvago, para lo que no poda encontrarseun nombre satisfac-torio; pero el espritu de esta cultura occidentalcomn es-tableciel tipo de desarrolloen regionestodavams remo-tas, como Sudfrica, Australia y el Extremo Oriente. EnEuropa misma, la exportacin de ideas y de tcnicas, decapital y de poblacin, ejerci una influencia continua ycrecientea lo largodel sigloXIX;La gran inversindel ca-pital europeo contribuy a explotar los recursos de otroscontinentesy convirtia Europa, en un sentido, en el ban-quero del mundo, mientras que la competenciade las po-tencias europeas para obtener concesionesy territorios enAfricay en Asia intensifica veces las tensiones interioreseuropeas.La historia de Europa del sigloXIX se convirtien un drama de presionescrecientesy polticasconcurren-tes, que alcanzaronsu climaxdentro del marco de un equi-librio precario. Al siglo XX le toc en suerte heredar eldesenlace violentoy trgicode estasaceleradas tendencias.ll

    bruun,geoffrey: la europa del siglo XiX (1815-1914) (1959).mxico d.f.: fondo de culturaeconmica / breviarios, 1981.introduccin (fragmento): pags.9-13.

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    cHarLes baudeLaIre el spleende Pars

    a continuacin se transcriben a textocompleto los dos poemasen prosa de charles baudelaire a losque referirmarshall bermanen su libro todo lo slido se desvanece en el aire (baudelaire: el modernismo en la calle):los ojos de los pobres y la prdida de una aureola, publicados originalmente en 1864y 1865, forman parte deuna compilacin a la que baudelaire llam tentativamente el spleen de Pars, y que finalmente se conoci enforma pstuma conel ttulo de Pequeos poemas en prosa.

    Los ojos de los pobres

    Ah! Queris saber por qu os odio hoy. Sin duda a vosos sermenos fcil comprenderloque a m explicarlo, puessois, segn creo, el ms bello ejemplo de impermeabilidadfemeninaque pueda encontrarse.

    Habamos pasado juntos una larga jornada que me ha-ba parecido corta. Nos habamos prometido mutuamenteque todos nuestros pensamientosseran comunes y que, enlo sucesivo, nuestras dos almasno seransino una un sue-o que, despusde todo, no tiene nada de original, sino esel que, soado por todos los hombres, no ha sido realizadopor ninguno.

    Por la noche, algocansada,quisisteis sentarosen un cafnuevo que haca esquina con un nuevo boulevard, todavallenode cascotes y enseandoya gloriosamente sus inacaba-dos esplendores. El cafrefulga.El mismo gas1 desplegabaall todo el ardor de un debut, e iluminaba con todas susfuerzas las paredes, cegadoras de blancura, las deslumbran-tes superficies de los espejos,los oros de lasmediascaasy

    chado en su puo, lasninfas y lasdiosasque llevabansobresu cabeza frutas, pastelesy caza, Hebe y Ganimedes2 queofrecan a brazo tendido la pequea nfora de bavaroise33,o el obelisco bicolorde los arlequines; toda la historia y todala mitologapuestasal servicio de la glotonera.

    Justo ante nosotros, sobre la calzada, estabaplantado unhombre de unos cuarenta aos, el rostro cansado, la barbagriscea, llevando de una mano a un nio y sosteniendocon la otra a un pequeo ser demasiadodbil para caminar.Haca de niera y llevaba a sus hijos a tomar el aire delatardecer. Todos en andrajos. Los tres rostros estaban ex-traordinariamente serios,y aquellosseis ojos contemplabanfijamente el nuevo caf con idntica admiracin, matizadapor los aos de forma diversa.

    Losojos del padre decan:Quhermoso! Qu hermo-so!; se dira que todo el oro del mseromundo ha venido amostrarse en estas paredes.Los ojos del nio: Qu her-moso! Qu hermoso!;pero es una casa donde slo puedenentrar personas que no son como nosotros. Los ojos del

    de las cornisas, los pajes de abultadas mejillas arrastradospor una trallade perros, lasdamassonriendoal halcnper-

    1. Son los momentos en los que se generaliza en Francia el uso del gasparael alumbrado.

    2. Hebe: hija de Zeus y diosa de la juventud. Ganimedes: joven prncipetroyano de gran belleza,raptado por Zeus y que reemplazar a Hebe comoescanciador en el Olimpo.

    3. Bavaroise: bebida hecha a basede t, jarabesy leche, cafo chocolate.

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    ms pequeo estaban demasiado fascinadospara expresarotra cosaque no fueseuna alegraestpida y profunda.

    Los cancioneros dicen que el placer hace buena al almay ablanda el corazn. Respecto de m, la cancin estabaen lo cierto aquella noche. No slo me haba enternecidoante aquella familia de ojos, sino que adems senta ciertavergenza por nuestros vasos y botellas,mayores que nues-tra sed. Volv la mirada hacia la vuestra,mi querido amor,para leer en ella mi pensamiento;me zambull en vuestrosojos tan bellos y tan extraamentesuaves,en vuestrosojosverdes, habitados por el Capricho e inspiradospor la Luna,cuando me dijisteis: iEsa gente me resulta insoportable,con sus ojos abiertos como puertas de una cochera! Nopodras rogar al dueo del cafque los apartasede aqu?.

    Tan difcil es entenderse, querido ngel mo, y tanincomunicable es el pensamiento, incluso entre personasque se aman!4.ll

    La prdida de una aureola

    Pero cmo! Vos aqu? Vos en un lugar de perdicin!,Vos, el bebedorde quintaesencias, el comedor de ambrosa!Verdaderamente,hay de qu sorprenderse.

    Ya conocismi horror por los caballosy los coches.Hace unos instantes, conforme atravesaba la calle, a todaprisa, y brincaba entre el barro, a travs de ese caos move-dizo en el que la muerte llegaal galopepor todas partes a lavez, mi aureola, en un movimiento brusco, ha resbaladodemi cabeza y cado al fangodel macadam.No he tenido valorpara recogerla.He consideradoque es menos desagradableperder mis insigniasque romperme los huesos. Y luego mehe dicho que no hay mal que por bien no venga. Ahorapuedo pasearmede incgnito, llevar a cabo bajas accionesy hacer el crpula, como los simplesmortales.Heme, pues,aqu, tal como veis, enteramente igual a vos.

    Debierais, al menos, dar aviso de esa aureola, o ha-cerlareclamarpor el comisario.

    No, a fe ma!Me encuentro bien aqu. Slo vos mehabis reconocido.Por otra parte, la dignidad me aburre. Yademspienso con gozoque algn poeta la recogery se lapondr impdicamente en la cabeza. Qu placerhacer feliza alguien, y feliz, sobre todo, a alguien que me har rer!Pensad en X o en Z! S que va a ser gracioso!5.ll

    4. Poemapublicadooriginalmenteen La vieparisienne, el 2 de juliode 1864;y en Nouvelle revuede Paris, el 25 de diciembredel mismo ao. 5. Poema de edicinpstuma. Rechazado por Revuenationalen 1865.

    baudelaire, charles:[el spleen de Pars] Pequeos poemas en prosa.madrid: ctedra / Letrasuniversales, 1986.los ojos de los pobres (1864): pags.95-97.la prdida de una aureola (1865): pags.129-130.

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    marsHaLL berman baudelaire: el modernismo en la calle

    Hacia mediados del siglo XIX, la reurbanizacin de Pars llevada a cabopornapolen III y el entoncesprefectobarnde Haussmann constituye unhechofundante en los procesosde modernizacin.continuando consu aproximacin a la modernidad, marshall bermanrecuperala mtica figura delpoeta francscharles baudelaire y, a travs de dosde sus poemasen prosalos ojos de los pobres y la prdida de laaureola nos sumergeen la ciudad como escenarioprivilegiado de la experiencia estticamoderna.

    Pero imaginadahora una ciudadcomo Pars [] imaginadesta metrpoli delmundo [] en que la historia se nos

    presenta en cadaesquina.Goethe a Eckermann,3 de mayo de 1827

    No es slo su uso de las imgenes de la vida comn,no sonslo las imgenes de la vida srdida de una gran metrpoli,

    sino la elevacin de tales imgenes a primera intensidadpresentndolas tal como son, pero hacindolas representaralgo ms lo queha hecho de Baudelaire el creador de una

    va de escape y expresin paraotros hombres.T. S. EJiot, Baudelaire, 1930

    En las tres ltimas dcadas, en todo el mundo se haderrochado una enorme cantidad de energa en explorar ydesentraar los significadosde la modernidad. Mucha deesta energa se ha fragmentado de modos negativosy con-traproducentes.Nuestra visinde la vida moderna tiende adividirse entre el plano material y el espiritual: algunos sededican al modernismo, que ven como una especie de es-pritu puro que evolucionade acuerdo con sus imperativosartsticose intelectuales autnomos; otros operan dentro dela rbita de la modernizacin, un complejode estructurasy procesos materiales polticos, econmicos y socialesque, supuestamente, una vez que se ha puesto en marcha, semuere por su propio impulso, con poca o nula aportacinde mentes o almashumanas. Este dualismo, que impregna

    la cultura contempornea,nos aparta de uno de los hechosque impregnan la vida moderna: la mezcla de sus fuerzasmaterialesy espirituales,la ntima unidad del ser modernoy del entorno moderno. Pero la primera gran ola de escri-tores y pensadores sobre la modernidad Goethe, Hegel yMarx, Stendhal y Baudelaire,Carlyle y Dickens, Herzen yDostoievski tena un sentimiento instintivo de esta unidadque dio una riqueza y una profundidad a su visin de lasque lamentablemente carecen los autores contemporneosque se ocupan de la modernidad.

    Este captulo se construye en torno a Baudelaire, quehizo ms que nadie en el siglo XIX porque los hombresy mujeres de su siglo tomaran conciencia de s mismoscomo modernos. La modernidad, la vida moderna, el artemoderno, son trminos que aparecen incesantementeen laobra de Baudelaire;y dos de sus grandes ensayos,el breveHerosmo de la vida moderna y el ms largo, El pintor de lavida moderna(1859-1860, publicados en 1863) fijaron elprogramade todo un siglode arte y pensamiento.En 1865,cuando Baudelaireviva en la pobreza, la enfermedad y laoscuridad, el joven Paul Verlaine trat de reavivar el interspor l subrayando su modernidad como fuente primariade su grandeza: La originalidadde Baudelaireconsiste enretratar, poderosay originalmente, al hombre moderno []tal como los refinamientos de una civilizacinexcesiva lehan hecho, un hombre moderno con sus sentidos agudos yvibrantes,su espritudolorosamentesutil, su cerebrosatura-

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    do de tabaco,su sangreardiendode alcohol[] Baudelaireretrata a este individuo sensible, como un tipo, como unhroe. Dos aos ms tarde, el poeta Theodore de Banvilledesarrollaba este tema en un conmovedor homenaje ante latumba de Baudelaire:

    Acept l hombre moderno ntegramente, con sus debilidades,sus aspiracionesy su desesperacin. As, fue capaz de dar bellezaa paisajes que en s mismos no tenan belleza, no hacindolosromnticamente pintorescos, sino sacando a la luz la partedealma humana ocultaen ellos; de este modo revel el corazntriste y a menudotrgico de la ciudadmoderna. Esa es la raznpor la que ha obsesionado, y obsesionar siempre, las mentes delos hombres modernos, y los conmover cuando otros artistas loshayandejado fros.

    La reputacin de Baudelaireen el siglo posterior a sumuerte se desarroll siguiendo la lnea sugerida por DeBanville:cuanto ms seriamente se ocupa la cultura occi-dental de la cuestin de la modernidad, ms apreciamoslaoriginalidad de Baudelairey su valor como profeta y pio-nero. Si tuvisemosque nombrar a un primer modernista,ciertamenteste seraBaudelaire.

    Y sin embargo, una cualidad notable de los muchosescritosde Baudelaireacercade la vida y el arte modernoses que el significadode lo moderno es sorprendentementeescurridizoy difcil de fijar. Tomemos, por ejemplo, de Elpintor de la vida moderna, una de sus definicionesms fa-mosas:Pormodernidad entiendo lo efmero, lo contingen-te, la mitad del arte cuyaotra mitad es eterna e inmutable.El pintor (o novelista, o filsofo) de la vida moderna esaqul que concentra su visin y su energa en sus modas,su moral, sus emociones, en el momento fugazy todas lasugerenciasde eternidad que contiene. Este concepto demodernidad pretende ir en contra de las fijacionesclsicasde anticuario que dominan la cultura francesa. Nos sor-prende la tendencia general entre los artistas a vestir todossus temas con los ropajes del pasado.La fe estril en quegestosy vestidos arcaicos producirn verdades eternas, dejaal arte francsatascadoen un abismo de bellezaabstractae indeterminaday lo priva de la originalidad, que ni-camente puede venir del selloque imprime el Tiempo entodas nuestrasgeneraciones.

    []

    con entusiasmo y brillo, desarrollndolasa menudo congran originalidady profundidad. Es ms, todas las visionesmodernas de Baudelairey todas sus contradictorias actitu-des crticashacia la modernidad han adquirido vida propiamucho despusde su muerte y hasta nuestros das.

    El herosmo de la vida moderna

    Al final de su crtica del Saln de 1845, Baudelairesequeja de que los pintores de la poca prestan demasiadapoca atencin al presente,y, sin embargo,el herosmode lavidamoderna nos rodea y nos presiona. Contina:

    No faltan los temas, ni los colores, parahacer pica. El verda-dero pintorque estamos buscando ser aqulque puedacaptarel carcter pico de la vida de hoy y hacernos sentirlo grandesy poticos que somos con nuestras corbatas y nuestras botas decharol. Esperemos que el prximo ao los verdaderos investiga-dores puedanofrecernos el placer extraordinario de celebrar eladvenimiento de lo nuevo!

    Estos pensamientos no estn muy bien desarrollados,pero vale la pena apuntar dos elementos.Primero, la ironade Baudelaireen el pasajede las corbatas: algunasperso-nas podrn pensar que la yuxtaposicindel herosmo y lascorbatas es una broma; lo es, pero la broma consistepreci-samenteen que los hombres modernos son realmenteheroi-cos, a pesar de que carecende la parafernalia del herosmo;de hecho, son todavams heroicossin una parafernalia quehinche sus cuerpos y sus almas1. Segundo, la tendencia dela modernidad a hacer que todo sea nuevo: la vidamodernadel ao prximo tendr un aspecto diferente a la de ste,aunque ambos seanparte de la misma pocamoderna; peroel hecho de que no se puede entrar dos veces en la mismamodernidad har que la vida moderna sea particularmenteescurridiza y difcilde captar.

    Un ao ms tarde, Baudelaire profundiza ms en elherosmomoderno en su ensayocorto de esenombre. En lse vuelvems concreto: El espectculo de la vida elegante[la vie lgante] y los miles de existencias flotantes crimi-nalesymujeres mantenidasque vagan por lossubterrneos[souterrains] de una gran ciudad; laGazettedes Tribunaux y

    El primer imperativo categrico del modernismo deBaudelaire es la orientacinhacia las fuerzas fundamentalesde la vida moderna; pero no aclara, de inmediato, en quconsistenestas fuerzas,ni qu postura se supone que debe-mos tomar hacia ellas.No obstante, si revisamos la obra deBaudelaire,veremos que contiene varias visionesdiferentesde la modernidad. A menudo estas visiones parecen vio-lentamente opuestas y Baudelaire no siempre parece serconscientede las tensionesentre ellas.Aun as, las presenta

    1. Vanse los comentariosde Baudelaireen el ensayoEl herosmo de la vidamoderna acercadel traje griso negro que se estabaconvirtiendo en el unifor-me del hombre moderno: expresano slo la bellezapoltica, que es expre-sin de la igualdad universal, sino tambin la bellezapotica, expresindelalma pblica. Este incipiente uniforme es el necesario ropaje de nuestrapoca doliente, que en sus estrechoshombros negros llevael smbolo de unduelo perpetuo.

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    elMoniteur, todos ellos nos prueban que slo necesitamosabrir los ojospara reconocernuestro herosmo. Aqu est elmundo elegante[] slo que aqu aparececon una formadecisivamente no pastoral, vinculadocon los bajos fondos,con oscuros hechos y deseos, con el crimen y el castigo[] Lo crucialdel herosmomoderno, tal como lo ve aquBaudelaire, es que surge en el conflicto, en las situacionesde conflicto que impregnan la vida cotidiana del mundomoderno. Baudelaire presenta ejemplosde la vida burguesay tambin de la vidaelegante,alta y baja:el polticoheroico,el ministro del gobierno que hace retrocedera la oposicincon un discursoincendiarioy conmovedor, defendiendo supoltica y a s mismo; el heroicohombre de negocios, comoel perfumista Birotteau, de Balzac,que lucha contra el es-pectro de la bancarrota,esforzndose no slopor rehabilitarsu crdito, sino su vida misma, toda su identidad personal;bribones respetablescomo Rastignac, capacesde todo delas accionesms vilesy de las ms nobles en su lucha porabrirse camino hasta la cspide; Vautrin, que frecuentatanto las cimas del gobierno como las simas de los bajosfondos, y que muestra la intimidad esencial entre ambosmtiers.Todos ellos exudan una belleza nueva y especialque no es ni la de Aquiles, ni todava la de Agamenn.De hecho, dice Baudelairecon una retrica que con todagaranta ofender la sensibilidadneoclsicade muchos desus lectores franceseslos hroes de la Ilada son comopigmeosen comparacincon vosotros, Vautrin, Rastignac,Birotteau [] y contigo, Honor de Balzac, el ms heroico,el ms extraordinario, el ms romntico y ms potico detodos los personajes que has dado a luz. En general, lavida contemporneaparisiense es ricaen sujetospoticosymaravillosos. Lo maravilloso nos envuelvey empapa comouna atmosfera,pero no lo vemos.

    Hay que sealar aqu varios elementos importantes.Primero, el amplio alcance de la generosidad y la simpata deBaudelaire,tan diferente de la imagen habitual de un snobde vanguardia que no rezuma ms que desprecio hacia lagente comn y sus afanes. En este contexto hay que observarque Balzac, el nico artista de la galerade hroes modernosde Baudelaire,no es un artista que se esfuerzapor distan-ciarse de la gente comn, sino, por el contrario, el que seha sumergidoen su vida ms profundamente que cualquierotro artista anterior, emergiendocon la visin del herosmooculto de esa vida. Finalmente, es fundamental observar eluso que haceBaudelaire de la fluidez (existencias flotantes)y la gaseidad(nos envuelvey empapa como una atmsfe-ra) smbolos distintivos de la vida moderna. La fluidez y lavolatilidad se convertirn en cualidadesprimordiales de lapintura, la arquitectura y el dibujo, la msica y la literaturaconscientemente modernistas que emergern a finales delsiglo XIX. Las encontraremos tambin en el pensamicntode los ms profundos pensadores morales y socialesde lageneracinde Baudelaire y posteriores Marx, Kierkegaard,

    Dosroievski, Nietzsche para quienes el hecho fundamentalde la vidamoderna es que, como dice elManifiesto comunis-ta, todo lo slido se desvanece en el aire.

    El pintorde la vidamoderna de Baudelaire se ve desluci-do por su romancepastoralcon la insulsez de la vie lgante.Sin embargo, ofrece algunas imgenesbrillantes y cautiva-doras, en el polo opuesto de lo pastoral, sobre lo que el artemoderno debera tratar de captar en la vidamoderna. Antesque nada, dice, el artista moderno debera levantar suhogar en el corazn de la multitud, en medio del flujo y elreflujodel movimiento, a mitad de camino entre lo fugitivoy lo infinito,en medio de la muchedumbremetropolitana.Su pasin y su profesin sern desposarse con la multitud[pouser la foule]. Baudelaire hace especial hincapi en estaimagen extraa y obsesionante. Este amante de la vidauniversal debe entrar en la multitud como si fueseun de-psito enorme de energa elctrica[] O bien podramoscompararlo con un caleidoscopiodotado de conciencia.Debe expresar al mismo tiempo la actitud y el gesto delos seres vivos,ya sean solemneso grotescos,y su luminosaexplosin en el espacio.Energa elctrica, caleidoscopio,explosin: el arte moderno debe recrearpara s las inmensastransformaciones de la materia y la energaque la cienciayla tecnologamodernasfsica,ptica, qumica, ingenierahan hecho posibles.

    La cuestin no es que el artista utilice estas innovacio-nes (aunque en su ensayo sobre la fotografa, Baudelairedice que lo aprueba, siempre que las nuevas tcnicas seanmantenidas en su lugar subordinado). La cuestin real parael artista moderno es reconstruir estos procesos, poniendosu propia alma y sensibilidad en estas transformacionesy dando vida en su obra a estas fuerzas explosivas. Perocmo?No creo que Baudelaire,ni nadie ms en el sigloXIX, tuviera una intuicin clara de cmo hacerlo. Estasimgenes no comenzarn a realizarse hasta comienzos delsiglo XX, en la pintura cubista, el collage y el montaje, elcine, la corrientede la conciencia en la novela, el verso librede Eliot, Pound y Apollinaire, el futurismo, el vorticismo,el constructivismo, el dadasmo, los poemas que acelerancomo autos, los cuadros que explosionancomo bombas. Ysin embargoBaudelaire sabealgoque sus sucesores del sigloXX tienden a olvidar. Est sugerido en el extraordinariohincapi que hace en el verbo pouser, como smbolo pri-mario de la relacinentre el artista y la gente que lo rodea,ya sea utilizada la palabra en su sentido literal, desposarse,o en un sentido figurado, abrazarsexualmente, es una delas experiencias humanas ms comunes, y una de las msuniversales: es, como dice la cancin, lo que hace girar almundo. Uno de los problemas fundamentales del moder-nismo del siglo XX es la forma en que este arte tiende aperder contacto con la vida cotidianade las personas. Desdeluego, esto no es universalmentecierto el Ulises de Joycepodra ser la excepcinms noble pero es lo suficiente-

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    mente cierto como para ser percibido por cualquiera quese interesepor la vida y el arte modernos. Para Baudelaire,sin embargo, un arte que no est pous con las vidasde loshombres y mujeres de la multitud no es propiamente artemoderno en absoluto.

    Los pensamientos ms ricos y ms profundos deBaudelaireacerca de la modernidad comienzan justamentedespusde El pintor de la vida moderna, a comienzosde ladcadade 1860, y continan a lo largode la dcadahasta elmomento, no muy anterior a sumuerte en 1867, en que estdemasiado enfermo para escribir. Esta obra est contenidaen una serie de poemas en prosa que planeabaeditar bajo elttulo de El spleen de Pars. Baudelaire no vivi para terminarla serie o publicarlacomoun todo, pero s termin cincuentade estos poemas, adems de un prefacio y un eplogo, queaparecieronen 1868, justo despusde su muerte.

    []En las dos secciones sigulentes, pretendo interpretar,

    en detalle y en profundidad, dos de los ltimos poemasen prosa de Baudelaire:Los ojos de los pobres (1864) y Laprdida de una aureola (1865). En estospoemas veremos deinmediato por qu Baudelairees aclamado universalmentecomo uno de los grandesescritores urbanos. En El spleen dePars, la ciudad de Pars desempeaun papel central en sudrama espiritual. Aqu Baudelairese suma a una gran tra-dicin literariaparisiense que se remonta a Villon, pasa porMontesquieu y Diderot, Restif de la Bretonne y SbastienMercier, y llega al siglo XIX con Balzac,Victor Hugo yEugeneSue. Pero Baudelaire tambin representauna ruptu-ra radicalcon esta tradicin. Susmejores escritos parisiensescorrespondenal momento histrico precisoen que, bajo laautoridad de Napolen III y la direccinde Haussmann, laciudad estaba siendo sistemticamente demolida y recons-truida. Mientras Baudelairetrabajaba en Pars, las obras demodernizacinproseguan a su alrededor, sobre su cabezay bajo sus pies. Baudelairese vea no slo como un espec-tador, sino tambin como un participante y protagonistaen esta obra en marcha; su propia obra parisienseexpresaeste drama y este trauma. Baudelairenos muestra algo queningn otro escritor ve tan bien: cmo la modernizacinde la ciudad inspira e impone a la vez modernizacinde lasalmasde sus ciudadanos.

    Es importante observar la forma en que aparecieron porprimera vez los poemas en prosa de El spleen de Pars comofolletinescompuestospor Baudelaire para la prensa de tira-da masiva,diaria o semanal,de Pars.El folletn equivala, agrandes rasgos,a los artculos firmados de la prensa actual.Normalmente aparecaen la primera pgina, o en las pgi-nas centralesdel diario, justo debajo, o enfrente del edito-rial, y se supona que serauna de lasprimersimas cosas queleyerael lector. Generalme