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LA “MILITARIDAD” ANTÍTESIS DEL PROFESIONALISMO MILITAR EN VENEZUELA. JOSÉ ALBERTO OLIVAR, PROFESOR EN LA UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR. * SUMARIO Introito. En busca de una teoría militarista. El socialismo del siglo XXI deviene en Estado Cuartel. Auscultando la militaridad. Conclusiones. * Doctor en Historia, Summa Cum Laude (UCAB). Profesor Asociado de la Universidad Si- món Bolívar y de la Universidad Metropolitana. Investigador adscrito al Centro Latinoa- mericano de Estudios de Seguridad (CLES) de la Universidad Simón Bolívar. Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de la Historia por el estado Miranda. Correo electrónico: [email protected]

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LA “MILITARIDAD” ANTÍTESIS DEL PROFESIONALISMO MILITAR

EN VENEZUELA. JOSÉ ALBERTO OLIVAR, PROFESOR

EN LA UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR.*

SUMARIO

•Introito. • En busca de una teoría militarista. • El socialismo del siglo XXI deviene en Estado Cuartel. • Auscultando la militaridad. • Conclusiones.

* Doctor en Historia, Summa Cum Laude (UCAB). Profesor Asociado de la Universidad Si-món Bolívar y de la Universidad Metropolitana. Investigador adscrito al Centro Latinoa-mericano de Estudios de Seguridad (CLES) de la Universidad Simón Bolívar. Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de la Historia por el estado Miranda. Correo electrónico: [email protected]

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BOLETÍN DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES Nº 158 – ENERO-JUNIO 2019Páginas:429 -450 ISSN: 0798-1457

INTROITO

Los grandes preceptos teóricos de sobre el profesionalismo militar y el control civil están recogidos en una multiplicidad de textos que tras más de medio siglo, constituyen hoy por hoy clásicos ineludibles de la Ciencia Política. Autores de la talla de Morris Janowitz, S.E. Finer, Samuel Fitch y el más conocido de todos Samuel P. Huntington, argu-mentan sin equívoco los atributos que hace posible la existencia de un oficial militar profesional.

Partiendo de la premisa por demás taxativa que el poder político es por naturaleza expresión del ejercicio pleno de la ciudadanía, Hunting-ton aseveró que el profesionalismo militar implicaba la subordinación y obediencia del sector militar a los civiles que de forma legal y legítima ejercen el poder político.1

Esto último constituyó el quebradero de cabeza de aquellos quie-nes por décadas cultivaron en el seno de la institución militar venezola-na, producto resultante del siglo XX, el propósito manifiesto de perpe-tuar una realidad militar pretoriana sin límite ni atenuantes. La elección de Hugo Chávez como Presidente de la República en el marco de una crisis terminal del sistema político democrático en diciembre de 1998, constituyó la oportunidad de ajustar cuentas y retomar el proyecto inte-rrumpido cuarenta años atrás.

La agudización de la tensión política entre 1999 y 2003, llevó a la oficialidad militar a debatirse entre el dilema de mantenerse al mar-gen de la diatriba política protagonizada por su Comandante en Jefe y los partidos políticos opositores, o por el contrario asumir una postura

1 Véase Samuel P. Huntington, The soldier and the State: The theory and politics of civil-military relations. Mas, Harvard University Press, Cambridge, 1957.

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institucional, vale decir estrictamente profesional que significase un fir-me pronunciamiento a favor del orden democrático.

Sin embargo, luego del referéndum revocatorio de agosto de 2004 y las subsiguientes elecciones regionales y municipales que resulta-ron favorables al proyecto político encarnado por el presidente Hugo Chávez, el escenario quedó despejado y literalmente toda la institucio-nalidad del Estado se convirtió en su patrimonio exclusivo. Por tanto, no resultó extraño que Chávez ordenara a sus subalternos de alto nivel, civiles y militares, reunirse a puertas cerradas en el emblemático teatro de la Academia Militar de Venezuela para exponerles las líneas maes-tras de lo que denominó “el nuevo mapa estratégico”.2

Uno de los diez objetivos estratégicos presentados, consistía en “profundizar y acelerar la conformación de una nueva estrategia militar nacional”. Ello pasaba por la definición de un Nuevo Pensamiento Mili-tar Venezolano, deslastrado de todo vestigio de “doctrina imperialista” que en su opinión había sido inoculado en la mente de los militares vene-zolanos con el propósito de colocarlos al servicio de intereses foráneos.

Constituía este mandato de Chávez, dirigido a los generales y co-mandantes de los componentes militares presentes en aquella reunión, el punto de partida para la redefinición de las bases epistemológicas, legales y procedimentales que rigen a la Fuerza Armada Nacional. La coraza de tal iniciativa había sido refrendada en la letra de la Constitu-ción de 1999, al establecerse en su artículo 326 que “La seguridad de la Nación se fundamenta en la corresponsabilidad entre el Estado y la sociedad civil”.

De ahí que Chávez indicara que el aspecto medular de ese Nuevo Pensamiento Militar Venezolano debía estar en “la incorporación del pueblo a la defensa nacional a través de la reserva militar”,3 es decir, consolidar lo que una y otra vez insistió en denominar “Unidad Cívi-co-Militar”, para la cual la Fuerza Armada debía adecuarse de forma inmediata.

2 Taller de Alto Nivel. “El Nuevo Mapa Estratégico”, 12 y 13 de noviembre de 2004. Inter-venciones del Presidente de la República Hugo Chávez Frías, Ministerio de Comunicación e Información, Caracas s/f. [citado el 13 de junio 2017]: disponible en http://www.minci.gob.ve/wp-content/uploads/downloads/2013/01/nuevomapaestrategico.pdf

3 Ibíd.

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EN BUSCA DE UNA TEORÍA MILITARISTA

El punto de partida para comprender la real dimensión Nuevo Pen-samiento Militar Venezolano, debe situarse en la influencia ejercida por la facción que irrumpe en el escenario político a partir del golpe del 4 de febrero de 1992, en la cual Hugo Chávez aparece como principal exponente. No se trata de seguir escarbando en la fraseología inconexa del jefe golpista devenido en hombre de gobierno, sino de precisar el sustrato ideológico que le sirvió de leit movit a él y a sus conmilitones.

La implantación del plan de estudios Andrés Bello en la Academia Militar de Venezuela, durante el primer lustro de la década de los se-tenta del siglo pasado, abrió la rendija para la inoculación de un ideario que daba continuidad “…a la saga de la intervención militar en política, característica del derrotero histórico venezolano”.4 En teoría se trataba de formar una élite dirigente, capaz de asumir y cumplir de manera efi-ciente tareas de diversa índole sin menoscabo de su misión específica en el ámbito castrense.

Tal premisa adquirió un nuevo matiz luego de la propagación en el contexto regional de gobiernos de tipo militar en las décadas preceden-tes, además del influjo de movimientos nacionalistas surgidos en Asia y Oriente Medio. En efecto, desde el final de la Segunda Guerra Mundial los militares se habían abrogado un rol injerencista en la conducción de la mayoría de los Estados-Nación de lo que vino en denominarse Tercer Mundo. El argumento para tal intervención fue la salvación política de sus respectivos países que consideraban amenazados por factores externos e internos.

Los procesos de modernización y profesionalización militar imple-mentados durante el siglo XX, incidieron en el surgimiento de cuerpos de élite en las academias de formación de oficiales, convencidos de la simbiosis existente entre el desarrollo económico y la seguridad nacio-nal. Bajo esa óptica, estimaron que para alcanzar un estadio ideal de bienestar, resultaba imprescindible desplazar a los políticos civiles, a quienes acusaban incompetentes y faltos de patriotismo.5

4 Luis Alberto Buttó, Disparen a la democracia. Los móviles de los golpes de estado de 1992, Negro Sobre Blanco grupo editorial, Caracas, 2017, p. 169.

5 Brian Loveman, For la patria. Politics and the armed forces in Latin America, Wilmington, E.R. Books, 1999, p. 69.

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Esta conciencia del papel destacado que debían cumplir las Fuer-zas Armadas, fue esbozada por el politólogo Alfred C. Stepan, en un modelo teórico que denominó Nuevo Profesionalismo Militar de Se-guridad Interna y Desarrollo Nacional. De acuerdo con el autor, la in-tervención de los militares en política en sociedades subdesarrolladas como en América Latina,6 obedece al juicio que poseen en torno a la estructura y funcionamiento del Estado como mecanismo sine qua non para apalancar el nivel de desarrollo ambicionado.7

Si nos atenemos a los preceptos de Stepan, puede afirmarse que una suerte de autoproclamada tecnocracia militar con un proyecto po-lítico propio comenzó a emerger del seno de las Fuerzas Armadas Na-cionales (FF.AA.NN.) en Venezuela, durante las décadas de los setenta y ochenta. Hecho que coincidió con la aparición de algunos signos de agotamiento en el “sistema democrático de conciliación”8 instaurado desde 1958.

Esta manifestación pretoriana no encontró en aquel momento “un factor catalítico que impulsara al sector castrense en dirección del ac-tivismo político protagónico”,9 pero ello no fue óbice para el accionar de dos corrientes de opinión que ponían de manifiesto la inquietud que bullía en los cuarteles.

La primera, se expresó de manera institucionalista, es decir, sin que esto representase un desafío al orden político reinante. Durante el lapso 1975-1977, en el marco de la renovación de los estudios milita-res en Venezuela, algunos oficiales de las (FF.AA.NN), se dieron a la tarea de elaborar productos intelectuales en los que se exteriorizaba la maduración de ideas que transponían la clásica cosmovisión castrense. Para solo referir unos ejemplos, traemos a colación dos monografías 6 Stepan estudió los casos concretos de México, Brasil, Chile, Argentina y el Perú, haciendo

particular hincapié en este último. Alfred C. Stepan, The state and society. Perú in compa-rative perspective. Princeton University Press, Princeton, 1978.

7 Luis Alberto Buttó, “Pretorianismo y nuevo profesionalismo militar”, en Domingo Irwin G., Luis Alberto Buttó y Frédérique Langue (edt.), Control civil y pretorianismo en Venezuela, Universidad Pedagógica Experimental Libertador-Universidad Católica Andrés Bello, Caracas, 2006, p. 106.

8 Diego Bautista Urbaneja, Pueblo y petróleo en la política venezolana del siglo XX, Monte Ávila Editores Latinoamericana, Caracas, 1993, p. 197.

9 Domingo Irwin G., Relaciones civiles-militares en el siglo XX, El Centauro, ediciones, Caracas, 2000, p. 173.

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presentadas en el Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional (IAEDEN) y la Escuela Superior de la Fuerza Armada de Cooperación, respectivamente.

Bajo el sugestivo título de Las Fuerzas Armadas como instrumento contribuyente al desarrollo nacional, el entonces coronel José Enrique Berthe, hizo un estudio en torno a la composición de las capacidades adquiridas por la oficialidad militar gracias a la ampliación de la oferta de estudios universitarios fuera del ámbito militar. De acuerdo con el autor, para 1975, se contabilizaba un total de 441 oficiales que tenían en su haber profesiones universitarias de carácter civil. Todos ellos, de acuerdo a su apreciación, altamente calificados para cumplir tareas en favor del desarrollo nacional.

El otro trabajo académico, estuvo a cargo del Teniente-Coronel César Augusto Gamboa R., quien lo intituló El proceso cultural de las FF.AA.NN.10 En su exposición deja muy en claro que “el sistema demo-crático ha traído como consecuencia un creciente deseo de superación de los cuadros de la oficialidad”, y ello se traducía en que “las FF.AA.NN. estaban en condiciones para ofrecer significativos aportes al desa-rrollo integral del país”. No obstante, hasta la fecha “no se ha utilizado en su máxima capacidad la potencialidad de las FF.AA.NN. para acele-rar el proceso de desarrollo en el sector y en el país, debido a la ausencia de una planificación coherente”.11

Un dato revelador de este trabajo, se refleja en la interpretación que el autor esgrime en cuanto al concepto de “apoliticismo” y “no deliberancia”. Según su parecer, ambos habían sido inculcados como sinónimos de “onnubilidad” (sic) en materia política que implicaba la total sustracción de la oficialidad a la comprensión de la realidad nacio-nal.12 A tal efecto proponía diferenciar el apartidismo y el apoliticismo,

10 Esta monografía tuvo entre los integrantes del jurado evaluador al historiador, Ramón J. Ve-lásquez, quien desde entonces fungió como una especie de observador calificado del mundo militar dado sus nexos con la élite política dirigente que representaban los partidos Acción Democrática (AD) y COPEI.

11 César Agusto Gaboa R., El proceso cultural de las FF.AA.NN. Monografía. Ministerio de la Defensa, Fuerza Armada de Cooperación, Comando de Instrucción, Escuela Superior, julio 1977, pp. 120,121.

12 Ibíd., p. 176.

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con el fin de “eliminar barreras psicológicas que han venido incidiendo negativamente sobre las FF.AA.NN”.13

En su opinión, la redimensión de las funciones atribuidas a las FF.AA.NN. “contribuiría a robustecer el sistema democrático, median-te la implementación de nuevas políticas que delineen nuevas áreas de participación a los militares”.14

Otras expresiones de esta corriente institucionalista estuvo patente de manera recurrente en la retórica oficial del que hacían gala los altos jefes de la corporación militar en actos protocolares donde se congre-gaban los representantes de la institucionalidad democrática para dar fe del entendimiento político-militar que reinaba en el país.

Mientras este guión se cumplía de manera casi litúrgica, otra co-rriente de signo conspirativo subyacía cuarteles adentro. Jóvenes ofi-ciales con inquietudes políticas, algunos imbuidos con tesis marxistas y otros identificados con la doctrina de Seguridad Nacional en boga, concurren a formar “especie de logias militares donde se incluye un juramento para ingresar a ellas”.15

La derrota de los movimientos comúnmente calificados de Dere-cha y de Izquierda, a finales de la década de los sesenta del siglo XX, pareció cerrar el capítulo insurreccional con participación militar que en varias ocasiones puso en jaque la viabilidad del proyecto democrati-zador iniciado desde 1958.

Lo que se no cesó en realidad es la motivación política de algunos círculos castrenses que de forma agazapada y valiéndose de una hoja de servicios individual sin nada aparente que cuestionar, poco a poco lograron posicionarse dentro de la estructura castrense, sobre todo en el ámbito de formación de la oficialidad del Ejército, en calidad de ins-tructores de la Academia Militar.

Desde allí se dieron a la tarea de diseminar en las mentes de los jóvenes aspirantes a cadetes un ideario en apariencia aleccionador y

13 Ibíd., p. 180.14 Ibíd., p. 200.15 Véase Domingo Irwin e Ingrid Miced, Militares y conspiración. ¿De las guerras civiles a

los golpes de estado? El texto que no quisieron publicar tres editoriales venezolanas. Ca-racas, junio-julio 2012 [citado el 20 de mayo 2019], disponible en: http://www.youblisher.com/p/405440-Militares-y-Conspiracion-De-las-guerras-civiles-a-los-golpes-de-estado/

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cargado de una elevada dosis de semántica historicista, tendente a exal-tar el supuesto papel indeclinable de los personeros castrenses de fungir como custodios de los destinos de la patria, léase, la entronización de una élite militar operando de forma exclusiva la maquinaria del Estado venezolano.

Para ello resultaba perfectamente válido insurgir en el momento preciso contra el gobierno legalmente constituido, sin que esta acción significase una mácula en su honor militar. Muy por el contrario, desde esa perspectiva falsía se alimentó un destino manifiesto que justificaba dar al traste con las prácticas inmorales y antipatrióticas de los políticos civiles, entiéndase, cometer la felonía de hacerse violentamente con el poder, más claro todavía: poner en marcha un golpe de Estado.

De manera que los alzamientos militares de febrero y noviembre de 1992 fueron la expresión infausta de lo que el historiador Luis Alber-to Buttó ha identificado como “uno de los ejes transversales del núcleo de pensamiento de buena parte de la oficialidad nacional activa en los tres últimos decenios del siglo pasado”.16

Fracasada la vía expedita del golpe de Estado para acceder al po-der, los insurrectos devenidos en serpenteantes estrellas del reality show venezolano de finales de la década de los noventa, accedieron a vestir el ropaje democrático que implicaba participar en comicios electorales y con ello probar mejor suerte.

Así veremos que consumada la táctica electoralista e investidos con la legitimidad del orden político que se proponía aniquilar, a partir de 1999, opera un proceso dividido en tres fases sincronizadas: prime-ro, colonizar de forma creciente y sostenida la administración pública con personal activo o en situación de retiro de la institución armada en detrimento del funcionariado civil; segundo, consolidar el liderazgo carismático encarnado en Hugo Chávez a los efectos de dotarle de la mayor discrecionalidad posible para la edificación del nuevo andamiaje de poder; y tercero, convertir a la Fuerza Armada Nacional en el soporte

16 Luis Alberto Buttó, Disparen a la democracia…, p. 171. En opinión del autor citado, tres son los ejes o soportes filosóficos y programáticos a partir de la cual se fraguaron los golpes de Estado del 4 de febrero y 27 de noviembre de 1992, a saber: Fuerza Armada-seguridad interna –desarrollo nacional; Fuerza Armada-élite gobernante y, Fuerza Armada-pueblo-historia.

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político del gobierno, mediante el alineamiento ideológico y la copta-ción clientelar de sus cuadros.

Esta última fase concebida dentro del proyecto hegemónico cha-vista, requería la puesta al día de sus fundamentos ideológicos y para ello la excusa de la injerencia extranjera y la defensa de la patria, se convirtieron en el pivote sobre el cual se asentaría “la unidad cívico-militar”, en el que la Fuerza Armada asumiría de manera pública su militancia política.

EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI DEVIENE EN ESTADO CUARTEL

En 2005 Chávez asumió la premisa del “socialismo del siglo XXI”17 y a partir de allí el aparato del Estado empujó el establecimiento forzoso de un nuevo modelo de sociedad, cuya tesitura quedó expuesta en el contenido del proyecto de reforma constitucional que para disgus-to de Chávez, fue rechazada en referéndum consultivo el 2 de diciembre de 2007.

Sin embargo, durante los dos años que prepararon el terreno para la frustrada reforma constitucional, se puso en marcha un conjunto de decisiones que iban desde la reorganización de su plataforma electoral para dar paso a la creación del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), la diseminación del ideario socialista en los diferentes niveles del sistema educativo y la subordinación de todas las instancias guber-namentales a los preceptos de la disciplina militar, ergo, la cimentación de un descarnado régimen militar.

Esto vino acompañado de la renovación del sistema de armas los cuales solo entre 2005 y 2006 alcanzó la astronómica cifra de US $ 3.174.000.000 en equipos bélicos importados desde Rusia.18 La artifi-ciosa necesidad de privilegiar el salto cualitativo en la modernización

17 Discurso de Hugo Chávez en la clausura del Foro Social Mundial de Porto Alegre, 30 de enero de 2005. [citado el 21 de mayo 2019], disponible en /https://issuu.com/picoyespuela-voceslibertarias-97.3fm/docs/discurso_del_presidente_hugo_ch__ve

18 Véase Luis Alberto Buttó, “Bolivarian revolution´s arms buip-up” en Tiempo y Espacio, vol. XXXVI, núm. 67, enero-junio 2017 [citado el 21 de mayo 2019]: disponible en https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6175411

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de la Fuerza Armada, no solo buscaba apuntalar su poder de fuego di-suasivo ante posibles amenazas externas e internas, sino también atraer la “solidaridad orgánica” de sus personeros en defensa de la eufemísti-camente llamada “revolución socialista bolivariana”.

Fueron así mismo, los años en los que se habló con insistencia de preparar a los venezolanos para “la guerra asimétrica, guerra larga o guerra de todo el pueblo”, fórmula estratégica destinada a contrarres-tar una eventual incursión de tropas estadounidenses en suelo nacional. Uno de sus principales exponentes, el general Alberto Müller Rojas, miembro del Estado Mayor Presidencial, dilucidó los pormenores de esta nueva forma de combate defensivo:

Ha sido en este marco donde apareció lo que algunos autores han llamado la Guerra de las Pulgas. Una descripción metafórica de un tipo de confrontación bélica en la cual, la parte débil de la ecuación asimétrica, mediante la organización popular, estructura cientos o miles de pequeñas unidades autónomas, que con acciones militares locales (emboscadas, pequeños ataques sorpresivos, sabotajes, etc.) e, incluso, actos terroristas, conjuntamente con obligar a disper-sar las fuerzas adversarias, para batirlas por separado con medios convencionales, donde se obtengan relaciones de fuerza favorables (…) Un modo de desgastar sus capacidades físicas y morales para quebrarle su espíritu combativo.19

A medida que los nudos diplomáticos entre Venezuela y Estados Unidos fueron deteriorándose más y más, la retórica antiimperialista de Chávez y sus altos mandos militares incrementó sus decibeles, ha-ciendo llamados a las armas, a la organización de cuerpos de milicias populares que siguiendo el formato de los regímenes comunistas, bus-caba maximizar la capacidad operacional y táctica de la Fuerza Armada Nacional.

No obstante, el revés de la reforma constitucional, fue rápidamente superado por Chávez, al ordenar éste la implementación de su conte-nido por vía de una Ley Habilitante que lo facultó para legislar por

19 Alberto Müller Rojas, “Socialismo y la defensa nacional”, 26 de septiembre de 2006, [citado el 23 de mayo 2019]: disponible en https://www.aporrea.org/ideologia/a25605.html

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decreto durante dieciocho meses, en los cuales aprobó un paquete de casi ochenta leyes que en fin le permitían avanzar hacia un “Estado recentralizado y autoritario”.20

Una de las leyes aprobadas por este viciado mecanismo habilita-dor, fue la nueva Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional Boli-variana (LOFANB), que no solo introdujo el cambio cosmético en el nombre de la institución militar, sino que estableció la creación de un nuevo componente – aspecto previsto en la frustrada reforma – deri-vado de la otrora reserva nacional ahora denominada Milicia Nacio-nal Bolivariana. Esta abarcaba entre sus atribuciones, contribuir con el mantenimiento del orden interno y recabar toda clase de información para la elaboración de planes de movilización nacional, lo cual implica participar en actividades asociadas a la represión de manifestaciones y protestas que lleven a cabo grupos opositores al gobierno y partido político dominante, es decir, el enemigo interno.

Esta modificación en el ordenamiento legal que rige a la institución castrense, resultó el epílogo del proceso de análisis y revisión de la fi-losofía militar ordenada por Chávez en consonancia con el artículo 326 de la Constitución de 1999. La tarea que restaba por hacer era poner en práctica las nuevas prescripciones doctrinarias, mediante la formación de profesionales revolucionarios, definidos estos por Amos Perlmutter como aquellos cuadros adoctrinados y dedicados a la política que ad-hieren invariablemente a la revolución y sus dogmas.21

A tal objetivo, comenzó la selección de oficiales afectos al Primer Mandatario Nacional, con el propósito de realizar estudios de cuarto nivel, especialmente en Cuba, en donde serían imbuidos en la “teoría y praxis socialista”, muy apropiada a los designios del Nuevo Pensamien-to Militar Venezolano.

Del grupo de oficiales “políticamente motivados”, destaca el en-tonces coronel Rafael José Aguana Núñez – autor de un texto que co-mentaremos más abajo – cuya hoja de servicios hace hincapié en su formación académica y en menor medida a su trayectoria como oficial

20 Margarita López Maya, El ocaso del chavismo. Venezuela 2005-2015. Editorial Alfa, Cara-cas, 2016, p. 256.

21 Amos Perlmutter, Lo militar y lo político en los tiempos modernos. Colección ediciones del Ejército, Madrid, 1982, pp. 19,21.

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militar. Ascendido a general de brigada en 2012, previamente, había obtenido un Doctorado en Ciencias Pedagógicas en la Universidad de Oriente, de Santiago de Cuba (2010), además de cursar el postdoctora-do en Ciencias Pedagógicas en el Instituto Central de Ciencias Pedagó-gicas de La Habana, Cuba (2011) y la Maestría en Seguridad, Defensa Integral e Integración en el IAEDEN (2012). Fue integrante de la comi-sión organizadora de la Universidad Militar Bolivariana de Venezuela, en la que se le ubicó en la categoría de Profesor Titular y desempeñó el Vicerrectorado Académico entre 2013 y 2016.

Así el nuevo pensamiento militar enarbolado por Chávez en 2005, alcanzó cinco años después su mayor expresión con el constructo teóri-co que su autor, Aguana Núñez, dio en denominar militaridad, en el que la influencia cubana se desplegó de forma notable.22

En efecto, la Universidad de Oriente (Cuba), institución que aco-gió al coronel Aguana Núñez en sus estudios doctorales, es una de las más emblemáticas de la isla por estar situada en la ciudad de Santiago de Cuba, “cuna de la revolución” castro-comunista. Las “Estrategias Maestras” que rigen a este centro educativo, enfatiza la formación polí-tico-ideológica de sus estudiantes y profesores con miras a “contrarres-tar la subversión ideológica del enemigo y la formación de los cuadros de dirección revolucionaria”.23

Una forma de “subversión ideológica”, tal como es concebida por esta camada de teorizantes orgánicos, es por ejemplo la literatura clási-ca sobre las relaciones civiles y militares, formulada desde la segunda mitad del siglo XX en centros académicos anglosajones. La premisa fundamental que enerva a los partidarios de regímenes totalitarios de nuevo cuño, es la condición subordinada de los militares ante las auto-ridades civiles electas libremente para el ejercicio del gobierno.

Diez años después cuando Hugo Chávez estaba en apogeo de su liderato absoluto sobre la institución militar, fue tajante al proferir: “Es-tamos sacando la basura de la doctrina yanqui, que aquí nos metieron como veneno, una doctrina además anticuada, obsoleta, periclitada,

22 Rafael José Aguana Núñez, Dinámica curricular de la militaridad para la Academia Militar de Venezuela. Tesis Doctoral, Universidad de Santiago de Cuba, Santiago de Cuba, 2010.

23 Universidad de Oriente, “Estrategias maestras”, [citado el 23 de mayo 2019]: disponible en https://www.uo.edu.cu/estrategias-maestras

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apolínea, contraria a nuestros principios (…) No tenemos que ir noso-tros a estudiar manuales yanquis…”.24

¡Manuales yanquis no! ¡Pero adoctrinamiento, asesoría, equipa-miento y espionaje procedente de aliados ideológicos, sí! Toda una pa-radoja, resulta este discurso socialista antimperialista que nada dijo de la estrategia hegemónica global instrumentada por China y Rusia. Ni hablar de la injerencia cubana en asuntos internos de Venezuela que nos ha relegado a condición de satélite del régimen castro-comunista.

Todo lo anterior nos lleva a señalar, salvando las distancias y las particularidades del presente, que estamos ante una versión estrafala-ria de las viejas “luces del gomecismo” interesada en ofrecerle asidero intelectual y academicista al proyecto hegemónico en marcha. No es casual que la reforma militar acometida con mayor arresto a partir de 2008, procuraba hacer de la modalidad de Educación Militar el núcleo por excelencia donde se apuntalase el diseño ideológico y estratégico de la militarización de la sociedad.

La nueva Universidad Militar Bolivariana (UMBV) creada por Decreto Ejecutivo en 2010, acometería el objetivo de consolidar el so-cialismo militarista mediante el adoctrinamiento político de los futuros oficiales de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, en donde privase la obediencia, disciplina y subordinación, no a las instituciones y forma democrática de gobierno, sino a las órdenes emanadas por el Coman-dante en Jefe-Presidente de la República.25

En esa dirección se adecuó el plan de estudios de la UMBV, en atención a la nueva doctrina de defensa integral que sostiene la par-ticipación de la FANB en el proceso político, económico y social del país, con una impronta antiimperialista y apresta a garantizar la defensa de la “revolución socialista bolivariana”, léase activistas del proyecto político dominante.

La institucionalización con fines didácticos del libro intitulado La Militaridad en el Estado democrático y social de derecho y de justicia,

24 Hugo Chávez Frías, La doctrina militar bolivariana y el poder nacional, Aló Presidente teórico Nº 5, Caracas, 2009, p. 5.

25 Carlos Calatrava, La máscara rota. Análisis de la intervención del gobierno de Hugo Chávez en el sistema educativo venezolano. Caracas: Konrad Adenauer Stiftung-Universidad Cató-lica Andrés Bello, ediciones, 2016, pp. 183,184.

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escrito por Aguana Núñez, editado por vez primera en 2012 y que a la fecha lleva cuatro ediciones, la última traducida al inglés y en portu-gués,26 forma parte de la ofensiva ideológica interesada en consolidar un modelo de formación militar que justifique la preeminencia de lo militar sobre lo civil, bajo la tautológica expresión de la “unión cívico-militar”.27

A nuestro modo de ver la construcción del proyecto hegemónico inicialmente pretoriano, fue deviniendo en militarista a medida que la institucionalidad democrática dada su acentuada flaqueza y absoluto divorcio con las expectativas de bienestar colectivo, se convirtió en ta-bula rasa para los grupos tradicionalmente contrarios a los preceptos de la Democracia Liberal, pero que además después de 1958 quedaron aislados o excluidos del control del Estado y de su absoluto poder en el manejo de los recursos fiscales.

De manera que el ascenso al poder de Hugo Chávez en 1999 y la coyuntura definitoria que significaron los episodios político-militares de 2002, franqueó el camino para que el pretorianismo inmanente en sectores de la oficialidad militar y la vocación totalitaria de rezagos po-líticos de inspiración marxista-leninista, le pusieran la mano al Estado y por antonomasia a la industria petrolera.

Este cambio de operadores políticos, puso fin de manera sistemá-tica, a la fachada democrática que durante el curso de cuarenta años había recubierto al Estado venezolano, para dar paso a un Estado de clara vocación totalitaria en el que la supremacía política se convierte en coto exclusivo de los militares.

Se trata de una versión adecuada de la autoridad militar que lo-gra controlar al Estado, para ejercer indistintamente funciones civiles y militares en detrimento de la superioridad que por principios recae de la dirigencia no militar de la sociedad. De forma que en Venezuela se ha levantado, siguiendo el modelo teórico de Harold D. Lasswell, un

26 Rafael José Aguana Núñez y Samir Sayegh Assal, La Militaridad en el Estado democrático y social de derecho y de justicia. Caracas: Fondo Editorial Hormiguero, edición Nº 4, 2015, pp. 196.

27 Domingo Irwin, “La Militaridad, una propuesta de militarización para la sociedad venezola-na” en Tiempo y Espacio, vol. XXXVI, núm. 68, julio-diciembre 2017 [citado el 29 de mayo 2019]: disponible en https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6174884

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Estado Cuartel en el que la naturaleza de la autoridad es ejercida por la élite militar gobernante.28

De allí que en este complejo escenario, la expresión militaridad, inexistente en el Diccionario de la Real Academia Española de la Len-gua, haya pretendido erigirse en corpus ideológico para ofrecer un ropa-je erudito a la cruda realidad militarista que se cierne sobre Venezuela.

AUSCULTANDO LA MILITARIDAD

El prólogo del libro de marras estuvo a cargo de la entonces vice-ministra de educación militar para la defensa, almiranta (sic) Carmen Teresa Meléndez, quien a la postre llegará a situarse como una impor-tante figura política del régimen. La prologuista hizo hincapié en el aporte original de los autores, enmarcados dentro “…de la búsqueda de un proceso formativo militar autóctono” que contribuya a la conforma-ción de un “nuevo perfil del militar y la milicia venezolana”.29

De seguidas, la funcionaria castrense revela que el modelo de la militaridad va dirigido no solo a los miembros de la Fuerza Armada Na-cional Bolivariana (FANB), sino a quienes integran la Milicia Nacional Bolivariana, es decir, a los militantes y simpatizantes del movimiento político que reconoce a Chávez como su líder infalible e indiscutible, para que así “el pueblo [tenga] mayores posibilidades para defender las conquistas de la Revolución Bolivariana”.30

Es axiomática la visión patrimonialista y clientelar que esboza la almiranta Meléndez, al atribuir al poder militar, la condición no de cus-todios, sino de regentes del aparato estatal que en el caso particular de Venezuela, tiene hondas repercusiones sobre una sociedad acostumbra-da a vivir a expensas del proteccionismo y la redistribución que dicta-mine la gestión pública.

28 Jo-ann Peña Angulo, “Aproximación teórica: La autoridad en el Estado Cuartel en Vene-zuela” en Luis Alberto Buttó y José Alberto Olivar (Coord.). El Estado Cuartel en Venezue-la. Radiografía de un proyecto autoritario. Negro Sobre Blanco Grupo Editorial, Caracas, 2016, pp. 102,103.

29 Carmen Teresa Meléndez, “Presentación”, en Rafael José Aguana Núñez y Samir Sayegh Assal, op. cit., p. 7.

30 Ibíd.

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Justamente es a eso a lo que se refiere, cuando enfatiza “las con-quistas de la revolución”, es decir, la usanza discrecional de los recur-sos fiscales para atender las necesidades materiales de la población, en especial la de los más desposeídos, a cambio de la confiscación de los derechos políticos que les corresponde como ciudadanos, so pena de perder las dádivas, subsidios y favores dispensados por los militares en el poder.

Se observa claramente, lo que entienden por Estado democrático y social, de derecho y justicia y así se proponen hacer entender al lector desprevenido o huérfano de bagaje teórico tamaña manipulación polí-tica. Pretender equipar los postulados filosóficos de la Constitución de 1999 con el socialismo militarista que profesan los epígonos de la hora, nos es más que una falacia, un fraude a la ley por representar un cambio deliberado de los fundamentos y normas constitucionales para imponer un ordenamiento favorable a sus intereses.

De hecho, fue tal la incompatibilidad entre el texto derivado del proceso constituyente de 1999 y el rumbo que profesaba la otrora revo-lución bolivariana que ello impulsó la propuesta de reforma constitu-cional en 2007, la cual sí hacía referencia explícita a la creación de un Estado socialista. El resultado adverso – arriba comentado – no impidió violar tanto la Constitución como la soberanía popular, estableciendo una fórmula legal que actúa por encima del derecho formal y responde a las necesidades de la política partidista.31

He allí el ardid del que se valen los autores del libro para funda-mentar su militaridad y engancharla a un supuesto Estado democrático y social, de derecho y justicia con el que en realidad no comulgan.

Más adelante, el autor principal del texto, ya ascendido a oficial general, Aguana Núñez, afirma en plan de justificación que la FANB requería de nuevos enfoques en la formación de sus integrantes a la luz de la nueva realidad socio-política. Aguana descuella en su nota introductoria el rol de la formación militar en la tarea de “incidir, crear y transformar el pensamiento axiológico de lo cívico-militar”.32

31 Francisco J. Delgado, Chavismo y derecho. Editorial Galipán, colección fundamentos, Cara-cas, 2017, pp. 36,37.

32 Rafael José Aguana Núñez y Samir Sayegh Assal, op. cit., pp. 10,11.

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Para Aguana, la militaridad es un modelo teórico metodológico de formación militar que procura afianzar la relación entre la FANB y la Milicia Bolivariana. La idea es inocular a los militares, pero sobre todo a los milicianos, un conjunto de hábitos, principios y valores, netamen-te castrenses.

Esta premisa pone al descubierto el verdadero sustrato de lo que el discurso oficioso señala como “unión cívico-militar”. No se trata de una relación entre iguales, en el que los civiles conservan su fisonomía como actor político y autonomía de acción, frente a un sector pensado y diseñado para hacer la guerra y doblegar al oponente. Contrariamente a lo que se da por sentado, la dicotomía que pretende borrarse no radica entre lo cívico y lo militar, “sino entre el grupo de la población inte-grado por los civiles y el grupo conformado por los militares dada su especificidad de oficio”.33

Hacer que los civiles piensen y se comporten como militares, re-presenta sin lugar a dudas, la anulación de cualquier mecanismo limi-tante que impida convertir a hombres y mujeres en sujetos obedientes y subordinados al poder militar. La consumación de tal escenario, re-trotraería a la sociedad venezolana a estadios de sumisión ya superados en los que los individuos no eran más que piezas vivientes dentro de un engranaje social injusto y lleno de vejaciones.

Se pretende hacer ver la militaridad como el rasgo más represen-tativo de la cultura militar, entendida esta como el conjunto de nor-mas, creencias y valores que le imprimen carácter específico y cohesión colectiva a la organización castrense, dentro la sociedad.34 Empero, si estos rasgos se extrapolan a la población civil, la sociedad toda corre el riesgo de perder su diversidad que le es intrínseca por naturaleza, facili-tando la sujeción de esta a una disciplina de mando vertical.

Advierte Aguana que los venezolanos están convocados a formar parte de la milicia bolivariana y están “obligados a conocer la orienta-ción al contenido militar bolivariano y la intencionalidad del contenido

33 Luis Alberto Buttó, Civiles y militares. Manual indispensable, Negro Sobre Blanco grupo editorial, Caracas, 2015, pp. 36-38.

34 Peter H. Wilson, “Defining Military Culture” en Journal of Military History, núm. 72, enero 2008 [citado el 29 de mayo 2019]: disponible en https://muse.jhu.edu/article/230540

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axiológico de la militaridad”. Es decir, consustanciar a los civiles con el precepto de la militaridad.

Desestima el autor del libro en cuestión, la evocación peyorati-va que en otras latitudes viene adosada a la expresión militaridad. Por ejemplo en España, está asociada a la concepción de un vetusto régimen disciplinario castrense en el que la aplicación de medidas restrictivas o privativas de la libertad, representa “la esencia de la militaridad”,35 hecho que desde la mirada del moderno Derecho procesal resulta con-trario al respeto a la libertad de los individuos.

De igual modo, nos encontramos con la acepción que se tiene en Chile del término aludido, donde ha estado aparejada a las motivacio-nes que llevaron al golpe de estado del 11 de septiembre de 1973 contra el gobierno socialista de Salvador Allende. La revisión de los discursos del general Augusto Pinochet, durante los primeros años de la dictadu-ra, da cuenta del empleo reiterado de la expresión chilenidad que a su manera de ver estaba íntimamente conectada con la institución militar. “La militaridad y la chilenidad se confunden en una sola esencia”36 por-que los militares son los depositarios de los valores patrios y encarnan el modelo de conducta al que debía atenerse el resto de la población.

Extrañamente, tal vez, lo anterior es corroborado por un integrante de la platilla académica de la Universidad Militar Bolivariana de Ve-nezuela, para quien “el Poder Militar, en la ‘militaridad’ Pinochetista, asume el rol de mercenario al servicio de la burguesía y la oligarquía para someter al pueblo: asesinando, torturando, desapareciendo perso-nas, entre otras atrocidades”.37 Huelgan las palabras.

Otro tanto podemos agregar de la aguda observación que ofrece el historiador Domingo Irwin, cuando comenta con la precisión que lo 35 José Ignacio Morillo-Velarde Pérez, “Régimen disciplinario de las Fuerzas Armadas. (Espe-

cial consideración del régimen disciplinario de la Guardia Civil)”, p. 429, en revista Docu-mentación administrativa, núm. 282-283, enero 2009. [Citado el 29 de mayo 2019]: dispo-nible en https://revistasonline.inap.es/index.php?journal=DA&page=article&op=view&path%5B%5D=9645

36 Giselle Munizaga y Carlos Ochsenius, El discurso público de Pinochet. Un análisis semio-lógico. Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (clacso), Buenos Aires-Argentina, 1983, pp. 62,63. [Citado el 29 de mayo 2019]: disponible en http://biblioteca.clacso.edu.ar/ar/libros/historico/munizaga.pdf

37 Luis Holder, “Alerta roja: militaridad pinochetista”, 04 de mayo de 2013. [Citado el 29 de mayo de 2019]: disponible en https://www.aporrea.org/actualidad/a165161.html

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caracterizaba, el aparente desliz de Aguana Núñez al citar un fragmento de un texto con la intención de “avalar su peculiar militaridad”.38 La lectura completa de la cita, localizada por Irwin, revela el tono más bien adverso al significado que encierra el término acuñado.

Hechas las consideraciones anteriores, podemos afirmar que la militaridad no es más que un modelo de dominación que se vale de elementos simbólicos –culto a la personalidad, patriotismo místico, re-tórica populista y vínculos matricentrales– para estimular una conducta de sumisión colectiva imprescindible para sus fines de dominación y explotación.

Por otro lado, lucen paradójicas las aseveraciones de Aguana, cuando inserta en el texto su versión en cuanto a la crisis de la democra-cia representativa que antecedió al proceso político iniciado en 1999. Veamos: “La clase política venezolana descuidó su responsabilidad de orientar y guiar a sus electores y en lugar de ello se dedicó a fortalecer su posición hegemónica, defendiendo intereses particulares”.39 Leer tal aseveración, pareciera estar ante un genuino opositor a los procederes funestos del actual gobierno que vocea con descaro que habrá eleccio-nes cuando estén seguros de ganarlas.40

En efecto, la clase política que hoy habla de paz y en paralelo azuza la violencia física y verbal contra los que piensan distinto, es esa suerte de civiles pretorianos que aliados a la élite militar, sienten un profundo desprecio hacia el pueblo venezolano, a quien solo ven como una ma-nada de votos cautivos sin derecho a pensar y actuar racionalmente en política. Al presente cuando los números de sus propias encuestas de opinión les indican que desde hace tiempo no cuentan con el respaldo que una vez poseyeron, las elecciones les resulta un escenario riesgoso para su propia sobrevivencia. De allí el objetivo de desnaturalizar y desmontar este derecho inalienable y así, tal como esgrime el general Aguana, “fortalecer su posición hegemónica”.

38 Domingo Irwin, “La Militaridad, una propuesta de…”, p. 67.39 Rafael José Aguana Núñez y Samir Sayegh Assal, op. cit., p.34.40 Nicolás Maduro, “Cuando vayamos a elecciones, debemos tener asegurada la victoria”, El

Nacional, Caracas 20 de febrero de 2017, [citado el 29 de mayo 2019]: disponible en http://www.el-nacional.com/noticias/politica/maduro-cuando-vayamos-elecciones-debemos-te-ner-asegurada-victoria_81938

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Ahora bien, otro aspecto que aparece tratado en el libro es lo to-cante a la corresponsabilidad establecida en el ordenamiento constitu-cional de 1999, Aguana justifica la necesidad de orientar el papel de la FANB “en el ámbito de la gestión de políticas públicas distintas a las de defensa militar, es decir, en espacios tradicionalmente reservados al sector civil”.41 Ello demanda la formación de un profesional militar, no solo compenetrado con las tareas militares que le son inherentes, sino capaz de desempeñarse en ámbitos administrativos, económicos, finan-cieros y de infraestructura. Según Aguana, los militares deben poner en práctica sus conocimientos “en la defensa de los logros revoluciona-rios” y ello implica su participación junto a la milicia en el “proceso de producción nacional” que abarca lo social, político, cultural, lo geográ-fico, lo económico.42

No conforme con estos argumentos, Aguana conviene en aseverar que la FANB en conjunto con la milicia bolivariana “debe intervenir en la defensa de la Nación, no solo bajo las directrices del Gobierno, sino cuando exista riesgo de quebrar la integridad institucional y normati-va”.43 ¿Qué significa esto? ¿No es acaso una muestra más que evidente de una actitud pretoriana por parte de un alto oficial del Ejército que escribe y publica un texto con miras a incidir en la cosmovisión del nuevo militar venezolano?

Se deduce pues que la militaridad si guarda relación con el milita-rismo que el autor intenta infructuosamente encubrir, cuando de forma enrevesada alude “la relación dialéctica entre lo militar y lo social”.44 Pero que al final del texto expone sin equívocos que “el Modelo de la Mi-litaridad, trata de convertir al militar profesional en un militar popular y revolucionario”.45 En consecuencia, todo lo opuesto a la catadura axio-mática formulada por Huntington en cuanto al profesionalismo militar.

De modo que los promotores de esta pantomima ideológica lo que buscan es la conversión de la FANB en un auténtico partido político que a la larga actué en solitario y sea dirigido por una élite de militares

41 Rafael José Aguana Núñez y Samir Sayegh Assal, op. cit., p. 40.42 Ibíd., p. 41.43 Ibíd., p. 42.44 Ibíd., p. 21.45 Ibíd., p. 61.

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y civiles militarizados. En fin, la antinomia de la ciudadanía y por ende de la República.

CONCLUSIONES

La revisión exhaustiva del texto de marras, nos permitió precisar cuatro grandes objetivos implícitos en el modelo de dominación llama-do Militaridad para el mediano y largo plazo:

1. Justificar la actuación del sector militar como regente exclusivo del Estado venezolano.

2. Hacer que los civiles piensen y se comporten como militares. Obedientes y subordinados al poder supremo.

3. Convertir a la FANB en el auténtico partido político de la re-volución capaz de actuar en solitario y dirigido por una élite de militares y civiles militarizados.

4. Perpetuar una falsa conciencia en la oficialidad venezolana acerca de su inexcusable obligación de participar en política. Con ello quienes detentan el poder, apuestan a mantener con vida el germen del pretorianismo criollo para que en caso de

perder el poder, este conspire y desconozca cualquier intento de transición democrática.