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1 La memoria incómoda: Afrodescendientes y lugares de memoria en Cartagena de Indias 1 Por Javier Ortiz Cassiani Hay heridas que nunca deberían dejarnos de doler… Frank Ankersmit En ninguna ciudad del territorio colombiano se nota tanto el legado de la diáspora africana como en Cartagena de Indias. Sin duda, la traida masiva de esclavizados a este importante puerto sobre el Caribe es el hecho de mayor impacto en la confomación histórica de la ciudad. Sin embargo, ningún tema ha sido más soslayado que el reconocimiento y la valoración de esa verdad tan evidente. Esta tradición de negación e invisibilzación de la memoria afrodescendiente tiene sus raíces en tiempos remotos. Una geografía de Colombia escrita en 1822 para promocionar a la naciente república en el extranjero, y atribuida al cartagenero José María del Real Hidalgo –que años atrás había ocupado importantes cargos en la administración de la naciente República-, se atrevía a decir que la población de la ciudad estaba conformada por los descendientes de los indios que ocupaban los arrabales y que el resto eran chapetones o europeos. Pero las formas de la exclusión van más allá de lo discursivo. Los procesos de modernización urbana, desde los primeros años del siglo XX, hasta los tiempos actuales, se han caracterizado por establecer procesos de marginalización y desplazamientos fundamentados en componentes raciales. La historia de la ciudad está llena de referencias a la jerarquizacion de los espacios públicos y al desarrollo de prácticas de negación del disfrute de esos lugares a la población negra pobre. Plano de la ciudad de Cartagena. Grabado de Liébaux. Nicolás Vellin, "Petit atlas maritime", París, 1764. Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá. 1 Las reflexiones siguientes le deben mucho a los aportes de los jóvenes historiadores Sandra Taborda y Harold Carrillo.

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La memoria incómoda: Afrodescendientes y lugares de memoria en

Cartagena de Indias1

Por Javier Ortiz Cassiani

Hay heridas que nunca deberían dejarnos

de doler…

Frank Ankersmit

En ninguna ciudad del territorio colombiano se nota tanto el legado de la diáspora africana

como en Cartagena de Indias. Sin duda, la traida masiva de esclavizados a este importante

puerto sobre el Caribe es el hecho de mayor impacto en la confomación histórica de la

ciudad. Sin embargo, ningún tema ha sido más soslayado que el reconocimiento y la

valoración de esa verdad tan evidente. Esta tradición de negación e invisibilzación de la

memoria afrodescendiente tiene sus raíces en tiempos remotos. Una geografía de Colombia

escrita en 1822 para promocionar a la naciente república en el extranjero, y atribuida al

cartagenero José María del Real Hidalgo –que años atrás había ocupado importantes cargos

en la administración de la naciente República-, se atrevía a decir que la población de la

ciudad estaba conformada por los descendientes de los indios que ocupaban los arrabales y

que el resto eran chapetones o europeos.

Pero las formas de la exclusión van más allá de lo discursivo. Los procesos de

modernización urbana, desde los primeros años del siglo XX, hasta los tiempos actuales, se

han caracterizado por establecer procesos de marginalización y desplazamientos

fundamentados en componentes raciales. La historia de la ciudad está llena de referencias a

la jerarquizacion de los espacios públicos y al desarrollo de prácticas de negación del

disfrute de esos lugares a la población negra pobre.

Plano de la ciudad de Cartagena. Grabado de Liébaux. Nicolás Vellin, "Petit atlas maritime", París, 1764.

Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá.

1 Las reflexiones siguientes le deben mucho a los aportes de los jóvenes historiadores Sandra Taborda y

Harold Carrillo.

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En 1984 la Unesco declaró a Cartagena de Indias como Patrimonio Histórico y Cultural de

la Humanidad, pero el uso de esta patrimonialización se ha basado fundamentalmente en la

valoración estética de la arquitectura y poco o nada en la implementación de políticas

públicas que defiendan o incluyan el patrimonio inmaterial de quienes hicieron posible, con

su trabajo cotidiano, la edificación de las obras históricas que tanto se veneran. La

valoración al componente humano se queda en los límites del reconocimiento a los

arquitectos o a los ingenieros militares, pero no hay un interés por entender las dinámicas

del pueblo negro que participó en este proceso.

Superando la exclusión y el racismo imperante contra esta población en una ciudad que fue

el principal puerto esclavista de las posesiones españolas en América, es necesario

fomentar una memoria histórica cotidiana que destaque la importancia de la influencia

afrodescendiente en la construcción cultural y material de la ciudad. A pesar de que los

recientes estudios históricos han demostrado hasta la saciedad que no se puede entender la

formación de Cartagena desconociendo el aporte negro, la ciudad no se ha reconciliado con

su memoria afrodescendiente.

Plano de la ciudad de Cartagena de Indias, Violante Vanni, 1777. Biblioteca digital de la Biblioteca Luis

Ángel Arango.

Las prácticas sociales y los referentes urbanos existentes, no han permitido convertirla en

un lugar de memoria que recuerde la importancia histórica de esta población y resalte sus

valores actuales. En el desarrollo de su vocación turística se ha privilegiado un dirscurso

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con pretensiones hispanistas y neocolonialista, que ha dejado de lado toda la riqueza

cultural y material de su herencia africana. La memoria afro continúa siendo una memoria

incómoda.

Construcción de la imagen hispánica de Cartagena de Indias, litografía tomada de Manuel Pretelt Burgos,

Monografía de Cartagena, Cartagena, Tipografía El Mercurio, 1929.

Hace algunos años Howard Donson, Director del Centro para la Investigación de la Cultura

Negra de Estados Unidos, dijo durante una visita a la ciudad, que “la restauración y

conservación de las ciudades coloniales como Cartagena deben servir para mostrar el aporte

de los afrodescendientes, que fueron sus verdaderos maestros y constructores y no para

honrar la memoria de la elite colonial como pareciera suceder”. De modo que el

reconocimiento de los sitios de memoria afrodescendiente es una forma de reconocer el

valor de esta población en la construcción de la sociedad y la cultura, y de buscar

estrategias de inclusión ciudadana, en un espacio que ha estado marcado históricamente por

las dinámicas de exclusión y marginalización sustendadas en el color de la piel.

El sociólogo estadounidense Jefrey Charles Alexander ha dicho que “el trauma cultural

ocurre cuando los miembros de una colectividad sienten que han sido sometidos a un

acontecimiento espantoso que deja trazas indelebles en su conciencia colectiva, marca sus

recuerdos para siempre y cambia su identidad cultural en formas fundamentales e

irrevocables”. Ese pasado traumático vivido por un grupo social es evidente en Cartagena

de Indias, y deriva en el presente problemático que tienen que enfrentar a diario los cuerpos

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negros que se mueven por los espacios físicos y simbólicos de la ciudad. Los actuales

habitantes negros no sufrieron directamente el trauma de la esclavitud, pero son víctimas de

las anomalías que generan todas las sociedades que han tenido pasado esclavista.

Después de la abolición de la esclavitud las esperanzas de los afrodescendientes estuvieron

puestas en el futuro; no tenía nungún sentido mirar atrás porque lo que existía allí era

precisamente lo que debían superar. Sin embargo, con el tiempo, las agendas postergadas y

las promesas de igualdad sin asidero real en las prácticas sociales, obligaron a mirar al

pasado como un referente de cohesión comunitaria para construir un mejor presente y

proyectar el futuro. Esta apuesta ha generado ejercicios de apropiación de algunos

conceptos del discurso dominante para dotarlos de nuevos significados, de modo que se han

construido un contrarrelato que fortalece la identidad de grupo.

Se trata –partiendo de la idea de que el pasado es una construcción colectiva que sirve para

orientar a los individuos que hacen parte de una sociedad- de hacer visible, icónica,

conmemorativa, participativa, la memoria de los afrodescendientes de Cartagena de Indias

con la claridad de que estos ejercicios de memoria son fundamentales para la construcción

de ciudadanía.

Cartagena de Indias y su temprano rostro negro

Desde 1533, año de su fundación, a Cartagena de Indias empezaron a llegar esclavizados

negros africanos que le otorgarían a la ciudad el rasgo más evidente de su identidad

histórica y cultural. Apenas habian transcurrido veinte años de fundada, cuando el Cabildo

expidió una ordenanza diciendo que en la ciudad “había muchos negros”, de modo que era

necesario tomar las medidas pertinentes para que no anduvieran deambulando por las calles

después del toque de queda.

En 1573, una nueva ordenanza disponía los días y los lugares en los que la población negra

podían practicar sus bailes de tambores, y cuando Cartagena de Indias entró al siglo XVII,

contaba con una importante cantidad de negros, mulatos, cuarterones y zambos, esclavos y

libertos, y era considerado el puerto negrero por excelencia de todas las posesiones

españolas en América.

La miseria de muchos era el regocijo de otros. Con el arribo de cargazones de esclavizados

la ciudad vivía un frenesí de feria comercial basado en el lucrativo comercio de seres

humanos, revestido, además, con todo el formalismo del desembarco. El Gobernador y los

oficiales reales revisaban los navíos, acompañados por un teniente, un representante de la

compañía negrera y un notario. Se procedía a interrogar a la persona al mando de la

embarcación sobre la cantidad de negros esclavos que sobrevivieron a la travesía, los

decesos durante el viaje y las mercancías que acompañaban la cargazón.

Luego eran sacados en lanchones hasta tierra firme donde se hacía un reconteo. El avalúo y

medición de la carga de esclavizados era conocido como “palmeo”, operación que se

ejecutaba con la presencia de cirujanos, quienes hacían la revisión de las “piezas de indias”.

Un esclavo podía valer en promedio entre 150 y 350 pesos, dependiendo su condición:

etnia, edad, sexo, resistencia física. Si tenía alguna “tacha” o “defecto”, si era menor de

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edad o cría, el valor disminuía, pero si por el contrario el esclavo tenía especialización en

alguna actividad, el precio aumentaba.

El espacio físico de la ciudad se especializó en la recepción de esclavizados y muchos

oficios empezaron a ejercerse en función de la trata. Comerciante, médico, agente,

evaluador, notario, eran ocupaciones que se desarrollaban al ritmo del comercio esclavista.

Toda la ciudad se preparaba para la llegada de los barcos negreros, incluso el Santo Oficio

de la Inquisición y la Iglesia. En Cartagena los esclavizados eran vendidos y distribuidos

para el trabajo en las haciendas y las minas al interior de las posesiones españolas. Un

importante número se quedaba en la ciudad, dedicados al trabajo en las obras públicas y las

fortificaciones, en el servicio doméstico y como esclavos a jornal.

Por su condición portuaria Cartagena de Indias se convirtió en una ciudad prestadora de

servicios, de modo que la implementación de los esclavizados a jornal, es decir, el

esclavizado puesto a ganar, enviado a las calles y a los sitios de la ciudad donde se requería

mano de obra para que trajeran diariamente un jornal a sus amos, fue la característica

principal de la esclavitud en la ciudad. El vertiginoso crecimiento urbanístico que se reflejó

en la aparición de importantes edificaciones de las órdenes religiosas, construcciones de

espacios de poder administrativo y el desarrollo de las fortificaciones por la necesidad de

proteger el próspero comercio y los territorios del interior, fomentó la aparición de una

mano de obra negra esclava y libre especializada.

La ciudad adquirió un temprano rostro negro y en medio de la crudeza del sistema

esclavista y de las jerarquías que hacían del color de la piel un referente del lugar que se

ocupaba en la sociedad, la población negra desarrolló variadas alternativas para hacer sus

vidas más llevaderas. Se movían por toda la ciudad y gracias a ello convirtieron la calle en

espacio de encuentro, de intercambios y de solidaridad, sin descartar la fuga hacia espacios

de dificil acceso. Así, en el tránsito del antiguo régimen a la República, negros y mulatos

serían fundamentales en el proceso de consolidación de la independencia y debieron ser

tenidos en cuenta por el patriciado cartagenero en la creación y consolidación del nuevo

Estado, a pesar de los prejuicios y la desconfianza que les generaba esta población.

Entrado el siglo XIX, después del proceso independentista, la calle, que desde los tiempos

coloniales, ante la primacía de una esclavitud doméstica y a jornal, fue el espacio propicio

para el proceso de intercambio relacional de los negros y mulatos, esclavizados y libres,

seguiría siendo escenario de movilización. En esta ocasión espoleada por los discursos

políticos en boga.

6

Mercado de Cartagena, 1875. Grabado de A. De Neuville.

África-Cartagena: la diáspora como puente

En el largo tiempo que va de 1533 a 1810 se han establecido tres períodos de llegada de

esclavizados a Cartagena, a partir del análisis de las coyunturas económicas, políticas,

administrativas, e incluso religiosas, que se presentaban tanto en la colonia como en la

metrópolis. Lo anterior ha permitido identificar el lugar de procedencia de los esclavizados

en el territorio africano y las cantidad aproximada de población negra que llegó a la ciudad.

1. Yolofos en Cartagena

El primer período va de 1533 a 1580, y corresponde a lo que se ha conocido como el

momento de las licencias, que consistían en permisos individuales que otorgaba la corona a

personas para traer africanos a los puertos americanos. Durante este tiempo la inclusión de

esclavizados a estos territorios, estuvo controlado por la Casa de Contratación de Sevilla y

la concesión de licencias hacía parte de los privilegios que tenían los conquistadores, los

eclesiásticos y los funcionarios civiles.

No era extraño que, incluso antes que se fundaran las principales ciudades en el nuevo

Reino de Granada, negros esclavizados hicieran parte de las huestes de los conquistadores.

Se sabe, por ejemplo, que a Pedro de Heredia, fundador de Cartagena de Indias, se le

autorizó introducir al momento de la fundación de la ciudad 100 esclavos. Una cédula real

de 1535, emitida dos años después de la fundación de la ciudad, concede licencia a Alonso

de Román para introducir 10 esclavizados a Cartagena, provenientes del reino de Portugal o

islas de Guinea y Cabo Verde. Para otorgar estas licencias, los españoles se valían de los

portugueses, quienes desde hacía varios años venían explorando el continente africano, y

eran los más aventajados en el comercio negrero.

Según los estudios de demografía histórica, entre 1533 y 1580 debieron llegar de África

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alrededor de 3.000 esclavizados al territorio de Cartagena de Indias. La mayoría venían de

África occidental denominados Gente de los Ríos de Guinea o Negros de Ley y vivían en la

región comprendida entre los actuales Senegal y Sierra Leona. Se cree que para finales del

siglo XVI el grupo de los Yolofos predominó en la ciudad.

El investigador Nicolás del Castillo Mathieu dijo que es factible “que buena parte de estos

Yolofos fueran en realidad Fulas o Fulupos (llamados Peul por los franceses) integrados

hasta el siglo XVI al imperio Yolofo”. Añade, además, que es posible “suponer que la

lengua fulani (o yolofa) desempeñara entonces un cierto papel de lengua franca (que en el

siguiente período correspondería a la llamada "lengua de Angola") por el alto nivel cultural

de los fulas y de los yolofos, por el papel político del imperio yolofo, en donde el fulani y el

yolofo se destacan como lenguas de la mayor importancia y por la circunstancia anotada

por el padre [Alonso de] Sandoval, de que los yolofos, los berbesíes [o sereres], los

mandingas y los fulos solían entenderse entre sí".

Volume and direction of the trans-Atlantic slave trade from all African to all American regions

Tomado de http://www.slavevoyages.org/tast/assessment/intro-maps.faces

2. Se habla Bantú

El segundo período de la diáspora de africanos a Cartagena de Indias sucedió entre 1580 a

1640. Durante este tiempo la ciudad se convirtió en el principal puerto receptor de

esclavizados de todas las posesiones del imperio español en América debido a tres hechos

trascendentales: el descubrimiento a finales del siglo XVI de las minas de oro en Cáceres,

Zaragoza y Remedios, en la Provincia de Santa Fe de Antioquia, la catástrofe demográfica

indígena, y la anexión, en 1580, de Portugal a la Corona de Castilla.

Desde el siglo XV los portugueses venían explorando África, y habían establecido contacto

con los jefes africanos de Senegambia, en el Golfo de Guinea, y con las autoridades del

reino del Kongo. Con la unión de los dos reinos se puso al servicio del imperio español la

tradición tratante de los lusitanos y el conocimiento del territorio africano. A partir de 1580

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se acabó el sistema de licencias y comenzó el de los llamados asientos y todas las cifras

anteriores en materia de tráfico esclavista hacia Cartagena fueron superadas.

Fue durante este período que la ciudad adquirió el cosmopolitismo que la caracterizaría,

sustentado en el auge del comercio esclavista. Era frecuente la presencia de ingleses,

franceses, holandeses y portugueses. En 1618, el jesuita Carlos de la Orta, quien residía en

Cartagena, escribió una carta a su padre en la que muestra la importancia y lo lucrativo que

resultaba el comercio de esclavizados:

“En cuanto a forasteros ninguna ciudad de América, a lo que

se dice, tiene tantos como esta es un emporio de casi todas

las naciones, que de aquí pasan a negociar a Quito, Méjico,

Perú y otros reinos; hay oro y plata. Pero la mercancía más

en uso es la de esclavos negros. Van mercaderes a

comprarlos a vilisimos precios a las costas de Angola y

Guinea; de allí los traen en naves bien sobrecargadas a este

puerto, donde hacen las primeras ventas con increíbles

ganancia; a los que quedan los embarcan de nuevo”.

De 1580 a 1640, los africanos que llegaron a Cartagena traídos por los portugueses venían

especialmente del África central, en la región del Antiguo Reino del Kongo. Desde estos

territorios llegaron los Congos, Monicongos, Anzicos y Angolas de la familia Bantú. Para

esta época, por lo menos en la primera mitad del siglo XVII, los principales puertos

exportadores de esclavizados fueron Angola y Loanda, al igual que la isla de Santo Tomé.

Los estudios demuestran que el más alto porcentaje de esclavizados traídos a Cartagena

eran Angolas, por esa razón la lengua de Angola se convirtió en el idioma de referencia.

Las cifras de la diáspora forzosa a Cartagena difieren dependiendo de las variables que se

tengan en cuenta al momento de hacer los cálculos. Algunos autores señalan que entre 1595

y 1600 se introdujeron por el puerto de la ciudad aproximadamente 147.779 esclavizados;

otro estudio señala que entre 1551 y 1640 arribaron 350.000, mientras que para el período

que va de 1580 a 1640, época de la unión entre Castilla y Portugal, la cifra fue de 169.371

esclavizados.

Esclavos importados por Cartagena

entre 1580-1640

Años Numero de

Esclavos

1580-1594 15.000

1595-1601 23.371

1602-1610 36.000

9

1611-1615 5.000

1616-1630 60.000

1631-1640 30.000

Total 169.371

Fuente: Nicolás del Castillo Mathieu, Esclavos negros en Cartagena y sus aportes léxicos, Bogotá, Instituto

Caro y Cuervo, 1982;

Estas cifras resultan conservadoras pues existen varios obstáculos que impiden una

aproximación más fiable. Uno de los inconvenientes tiene que ver con la llamada demasía,

que consistía en la autorización al comerciante para embarcar más esclavos de los

permitidos en el contrato, con el objeto de reemplazar las perdidas ocurridas durante el

viaje. El porcentaje era el 10% más de la cantidad convenida, la que en algunas ocasiones

llegó a ser hasta del 40%. Así mismo, los asentistas vendían licencias al menudeo, y

también el Rey tenía derecho a varias licencias para la introducción de esclavos de su

poder.

Fuente: Nicolás del Castillo Mathieu, Esclavos negros en Cartagena y sus aportes léxicos, Bogotá, Instituto

Caro y Cuervo, 1982.

Pero sin duda lo que hace menos confiable las cifras sobre la trata es el contrabando que se

practicaba con absoluto descaro por las costas del Caribe, ante la complicidad de los

funcionarios. De modo que para tener datos más reales habría que multiplicar los datos

oficiales por tres, que se supone es la cifra a la que asciende el contrabando. Incluso, varios

tratantes llegaban a transportar hasta cinco veces más la cantidad declarada. El contrabando

de esclavizados operó de modo circular, en ocasiones pasó de causa a consecuencia, pues

los esclavizados se convertían, en las costas del Caribe colombiano, en la mano de obra

necesaria para mantener los circuitos del comercio ilegal.

3. El tiempo de los Arará

En 1640 los portugueses entran en conflicto con España, se separan de ella y se interrumpe

el asiento portugués. A esto hay que agregarle la entrada de España a la guerra de los

Treinta años que convirtió al Caribe en el escenario bélico por excelencia. Los barcos eran

apresados por los enemigos, los asentistas en los últimos años del asiento habían perdido

mas de veinte barcos cargados de esclavizados, y los que lograron salvar, venían en su

0

20000

40000

60000

80000

Total

Total

10

mayoría sin su carga. Los menesteres de la guerra obligaron a utilizar varios navíos

dedicados al comercio de esclavos como embarcaciones militares. Por otro lado, la Casa de

Contratación de Sevilla nunca tuvo confianza en los portugueses, a quienes acusaba de

contrabandistas y fraudulentos, además, su condición de cristianos nuevos y su inevitable

presencia en los puertos de ultramar los convertía en potenciales sospechosos, expuestos a

la mirada siempre aguzada de la Inquisición.

La guerra contra los portugueses, y la imposibilidad legal que impedía a España realizar

operaciones navales en África, interrumpió el comercio de esclavizados a Cartagena en

1640. Debido a esto, Holanda, el llamado almacén del mundo, aprovechó la coyuntura y

desplazó a Portugal como tratante de esclavos. Desde 1648 se toman las antiguas

posesiones portuguesas en África y desde Curazao, a través del contrabando, abastecían de

mano de obra esclava a la Nueva Granada.

En 1663 se estableció el asiento con la compañía genovesa de Grillo y Lomelin, para

abastecer oficialmente de esclavizados a los puertos de Verazcurz, Cartagena y Portobelo,

pero esta compañía tuvo que recurrir a los holandese para cumplir con el contrato. Se cree

que durante los 8 años que duró el asiento se introdujeron a Cartagena, 5.508 esclavizados

en forma legal. Posteriormente se firmó un contrato con la Compañía de Cacheo o Real de

Guinea, y se dice que entre 1698 y 1702, llegaron a Cartagena 9.853 personas negras.

Durante el siglo XVIII se establecieron contratos de corto tiempo con compañías francesas

e inglesas dependiendo de las dinámicas de guerras y alianzas entre las potencias

imperiales. El tráfico de esclavizados para esta época se caracterizó por la irregularidad, la

disminución del número de piezas introducidas y el uso de las islas del Caribe como centros

de abastecimiento. Según los datos de los especialistas, entre 1740 y 1810, Cartagena de

Indias recibió 15.176 esclavizados. La mayoría de las personas negras que llegaron a la

ciudad a finales del siglo XVII y durante todo el siglo XVIII, pertenecían a los grupos

Arará, Popós (costa occidental de África) Minas (Costa de Oro) y una pequeña presencia de

Carabalis y Ángolas a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX.

En 1789 se liberó el tráfico y se puso fin al sistema de monopolios. Cuba cobra importancia

como la gran posesión plantadora del imperio español y la trata hacia el puerto de

Cartagena se debilita. A comienzos del siglo XIX la ciudad entra en un proceso de

independencia, se promulga una constitución en 1812 que si bien no pone fin a la

esclavitud, si abolió la trata y el comercio de esclavos.

POBLACIÓN ESCLAVA DE LA PROVINCIA

DE CARTAGENA

(1778-1851)

Año Hombres Mujeres Total

1778 4.629 4.993 9.622

11

1825 2.274 2.592 4.866

1835 1.728 1.888 3.616

1843 1.028 1.397 2.425

1851 574 834 1.408

Fuente: Adolfo Meisel Roca, “Esclavitud, Mestizaje y haciendas en la provincia de Cartagena 1533-1851”, en

El Caribe colombiano, Barranquilla, Ediciones Uninorte, 1994.

"Marchand d'eau à Carthagène". (Vendedor de agua en Cartagena) Saffray, Charles, Diseño de A. de

Neuville, con base en un croquis del autor Grabado. 14,6 x 11,4 cm, blanco y negro. Publicado en: Saffray,

Charles Voyage à la Nouvelle - Grenade. En: Le Tour de monde. Paris, Librería Hachette, 1869, p. 93.

“Se prohíbe toda importación de esclavos en el Estado, como objeto de comercio”. (Artículo 3, Título 13, Constitución del Estado de Cartagena, 1812).

12

Sitios de memoria afrodescendiente en Cartagena de Indias

Las Negrerías

Las negrerías se esfumaron. Tal vez para borrar la vergüenza. En

esa ciudad se entierra también el sufrimiento y flota lo

incomprensible, lo que agoniza para no desaparecer nunca.

Roberto Burgos Cantor, La Ceiba de la memoria.

Las negrerías o depósitos de negros esclavos eran los espacios donde ubicaban a los

esclavizados mientras esperaban ser vendidos. Eran construcciones rectangulares, y en

Cartagena se registraon alrdedor de 24 construidas cerca de los sitios de desembarco en las

calles de Santa Clara, San Diego y Santo Domingo. Otras estaban en la calle que va de la

Catedral hasta el mar, en la calle Alcibia, cerca del Convento de San Agustín, en la Plaza de

los Jagüeyes (Getsemaní), en el barrio de Santo Domingo y en la calle del Tejadillo, que

podía albergar hasta 200 esclavos.

Era común que algunos de los comerciantes construyeran negrerías en su propias casas. El

padre Alonso de Sandoval describió la manera en que vivían los esclavizados en estos

lugares: “en algunas casas de estos señores de armazones hay unos grandes aposentos

todos rodeados de tablas, donde dividiendo a los hombres de las mujeres encierran de

noche para dormir a toda esta gente”.

Debido a los materiales en que eran construidos ninguno de estos sitios se conservó.

Tampoco existe, en la actualidad, ninguna referencia que haga alusión a la existencia de

estas construcciones donde se guardaba por un tiempo a los esclavizados, de modo que este

hecho trascendental para la historia de la ciudad no aparece en el discurso de la memoria

que la promociona. Las fuentes históricas constituyen una buena herramienta para la

inclusión de estos referentes en la cartografía histórica de la ciudad de Cartagena de Indias.

Plaza de los Coches.

13

Plaza de la Aduana y Plaza de los Coches

El principal organismo de control sobre las importaciones y exportaciones que se hacían

desde Cartagena, tenían como epicentro principal a la Plaza de la Antigua Real Contaduría

o Plaza de la Aduana. En ella se encontraba la Casa Real donde se legalizaba todas las

mercancías que entraban al puerto. En esa zona se estableció un fluido intercambio entre

mercaderes y consumidores, y fue el lugar por excelencia donde se desarrolló la compra y

venta de esclavos. Esta plaza junto con la Plaza de los Coches, eran los principales

escenarios para el comercio de esclavizados. En la época de mayor afluencia de gente negra

a la ciudad a la Plaza de los Coches se le conoció como Plaza del Esclavo. En la actualidad

es un sitio de constante movimiento de gente de todas las condiciones sociales, lugar de

encuentro, de espectáculos callejeros y de movilizaciones políticas.

Plaza de la Aduana, 1904.

A un costado se encuentra la Torre del Reloj, la principal entrada al centro amurallado

durante los tiempos virreinales, cuya apertura y cierre determinaba los ritmos de la vida

dentro y fuera del corralito de piedra. En el otro costado está el Portal de los Dulces, y por

esos azares de la historia, en el sitio donde se movió por años la amargura de la esclavitud,

ahora se venden las mejores confituras del país. Enyucados, caballitos de papaya,

cubanitos, cocadas, bolas de tamarindo, dulces de ajonjolí, parecen indultar al pasado y

endulzar el presente. Pocos de los afrodescendientes que en la actualidad transitan por ese

lugar, y mucho menos el resto de los habitantes de la ciudad y quienes la visitan, saben que

en ese punto se ubicaba el principal mercado de compra y venta de seres humanos traídos

del continente africano. No existe una placa o una referencia de cualquier tipo que se lo

recuerde, ni tampoco la más mínima seña que haga un homenaje a los negros cimarrones

que desafiaron los muros de la ciudad y al sistema esclavista, y se adentraron en los parajes

de la Matuna y los Montes de María para fundar pueblos libres, hecho con el que además se

establece una conexión, en clave racial, entre Cartagena de Indias y San Basilio de

Palenque.

14

"Entrance to the fortress Cartagena". (Entrada al Antiguo Fuerte de Cartagena) Curtis, William Eleroy,

dibujo de Riou a partir del nombre del autor . Grabado. 7,9 x 10,1 cm, blanco y negro. Publicado en:

Curtis, William Eleroy The Capitals of Spanish America New York, Harper & Brothers, Franklin Square,

1888, p. 230 .

Iglesia de San Pedro Claver

El jesuita español Pedro Claver Corberó arribó a Cartagena en las primeras décadas del

siglo XVII, influenciado por el sabio jesuita Alonso de Sandoval, quien había estudiado la

vida de los negros en su libro De Instaurada Ethipun Salute. Claver dedicó buena parte de

su labor misionera a la evangelización de los esclavos al tiempo que sanaba y cuidaba a los

enfermos. La iglesia donde Claver ejerció los oficios de su fe fue construida entre 1580 y

1654.

Pedro Claver murió en Cartagena en 1654, y uno de los hechos más importantes fue que

tuvo a su disposición varios negros esclavizados que le servían de interprete de las lenguas

africanas. Ellos eran Andrés Sacabuche (de Angola), Ignacio Angola, Alfonso Angola,

Jospe Monzolo (del Congo), Francisco Yolofo, Manuel Viáfara, Domingo y Diego Folupo,

Ignacio Soso (Zape), Lorenzo Zape, Antonio Balanta, Francisco y Domingo Bran. En la

interpretación predominaban más los guineos que los bantús, seguramente por la diversidad

de las lenguas guineas. Sandoval afirma que para el caso de Cartagena se encontraron 70

lenguas africanas; siendo la lengua bantú un tronco común para la comunicación de más de

la mitad de la población esclava en la ciudad.

15

Hoy en Cartagena existen dos edificaciones (la iglesia y el museo) que testifican la labor

ejecutada por el jesuita Pedro Claver en los inicios del siglo XVII juntos a los esclavos que

llegaban a Cartagena. Allí se encuentran obras que evocan los tiempos de la esclavitud en la

ciudad y existe un compromiso académico y de trabajo comunitario con los

afrodescendientes cartageneros por parte de estas instituciones.

Complejo de fortificaciones

Uno de los espacios donde los artesanos negros y mulatos, tanto libres como esclavizados,

encontraron ocupación fue en las fortificaciones. Para el siglo XVIII Cartagena de Indias

era básicamente una fortaleza militar, y la construcción y reparación de los fuertes,

baluartes, castillos y murallas, descansó en los esclavos y en los negros y mulatos libres.

En el período que va de 1743 hasta 1799, se construyeron en la ciudad alrededor de 14

obras militares, en su mayoría bajo la dirección del ingeniero militar Antonio de Arévalo.

La historiografía militar de Cartagena poco o nada se ha fijado en el impacto social que las

murallas tuvieron para la ciudad. Un análisis detallado de las cifras que maneja el

arquitecto Antonio de Arévalo en cada uno de sus informes sobre la situación de las obras,

nos muestra la abundante mano de obra que se utilizaba en las murallas y el uso de esta,

incluso, en los oficios más especializados.

No se puede entender las fortificaciones de Cartagena de Indias sin la presencia de la mano

de obra negra, pero también es importante resaltar que este escenario se convirtió en un

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punto de referencia que ayudó a los esclavos y a la población negra libre en el proceso de

constituirse como sujetos y agentes de su propia libertad. Los esclavos a jornal por lo

regular debían entregar un real diario, de modo que quienes trabajaban en este tipo de

actividades podían ir acumulando dinero, participar de transacciones económicas e ir

construyendo una economía propia.

De esto se parcató el fraile mallorquino Juan de Santa Gertrudis en 1756 cuando visitó una

de las fortificaciones de Bocachica:

“Por la tarde con la lancha saltamos a tierra en un escollo, y fuimos

a ver una fortaleza de las dos que traigo apuntadas, que entonces se

estaba fabricando. Trabajaban en la obra muchos negros y algunos

forzados. A la que se levantó mano de trabajo, fueron juntos a una

casa de un cabo el cual tenía en una mesa un montón de plata, en

reales y medio reales, y a todos les fue dando su jornal […] reparé

que delante de la casa de dicho cabo salieron una máquina de

gateras negras. Así se llaman las mujeres que venden en las plazas

sentadas en tierra, y alineadas formaron una plaza, cada una con sus

comistrajes de comer para vender a los negros y forzados”.

En ese sentido, el reconocimiento de las murallas y las fortificaciones en Cartagena como

un lugar de memoria afrodescendiente, implica fijarse no sólo en la participación de la

población negra como mano de obra o como parte de las milicias de defensa de la ciudad,

sino también como un lugar de construcción de subjetividades.

Barrio de Getsemaní

En 1620 Fray Diego Luis de Altamirano, obispo de Cartagena, se refería a este barrio como

el espacio “donde habita la gente más escandalosa de esta ciudad”, pero que por los

servicios prestados como carpinteros, albañiles, arrieros, porqueros, herreros, canteros, era

necesario y sus artesanos muy valorados económicamente. El barrio era “una especie de

almacén de negros esclavos que se vendían o alquilaban en función de las necesidades del

mercado urbano”. Las habilidades de estos negros y mulatos esclavos y libres en una

ciudad que fue generando una mayor necesidad de actividades especializadas, le

permitieron a estos grupos desarrollar estrategias de inserción social, formas de

negociación, que en algunos casos le facilitaron la ocupación de mejores posiciones dentro

de la sociedad jerárquica cartagenera.

En este barrio se formó un importante grupo de artesanos negros y mulatos que jugaron un

papel decisivo en el proceso independentista a comienzos del siglo XIX. Espacios como la

Plaza de la Trinidad y la Plazoleta del Pozo fueron lugares de concentración de la población

previo a las movilizaciones para la exigencia de la declaración de la independencia abosluta

de la ciudad el 11 de noviembre de 1811.

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Fotografía histórica barrio de Getsemaní (Cartagena)

El barrio ha construido su identidad a partir de la reivindicación de su memoria de lucha y

resistencia y de ser el escenario donde figuras afrodescendientes como Pedro Romero y

José Padilla concibieron sus proyectos políticos de libertad e igualdad para los de su

condición. Sin embargo, en los últimos tiempos a raíz del proceso de gentrificación y la

especulación inmobiliaria se ha generado un desplazamiento de sus habitantes

tradicionales. Cada vez más, los descendientes de quienes construyeron la historia heroica

del barrio son obligados a salir del espacio que habitaron toda la vida. De seguir así las

cosas, la memoria libertaria terminará convertiéndose en un simple souvenir para sus

nuevos ocupantes y para quienes lo visitan.

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La situación actual del barrio de Getsemaní demuestra que, además de la memoria y del

reconocimiento simbólico de los negros y mulatos en la construcción de la sociedad

cartagenera, es necesario un decidido ejercicio de políticas públicas que afiancen las

prácticas ciudadanas para que sus habitantes tradicionales puedan permanecer en sus

espacios vitales y no sean víctimas del desplazamiento que convierte su memoria negra y

libertaria en estrategia de mercadeo y consumo.

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