la mala fama de jorge cuesta

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La mala fama de Jorge Cuesta* Por Gabriel Bernal Granados Octavio Paz afirmaba que la poesía del veracruzano era menos valiosa que “sus ideas”, lo que proporcionó una injusta sombra en torno a un autor para quien el lenguaje es la única materia constitutiva del poema. I. Los sonetos La mala fama que precede a la poesía de Jorge Cuesta se debe sobre todo a la mala opinión que Octavio Paz tenía de ella. Paz argumentaba, subrepticiamente, que la poesía de Cuesta era menos valiosa que sus “ideas”, contenidas, la mayor parte de ellas, en el ámbito deslumbrante y gaseoso de su “conversación”. Esto ha condenado lo mejor de Cuesta a un olvido que ha durado ya sesenta y ocho años —en septiembre de 1942, a un mes de su misteriosa muerte, la revista Letras de México publicó Canto a un dios mineral, que es tenido como el mejor —y sin duda el más extenso— de los poemas de Cuesta. La opinión de Paz sobre los Contemporáneos, incluidos Villaurrutia y Gorostiza, está desde luego sujeta a una polémica y es difícil de explicar fuera del campo de lo subjetivo. Paz les debía a los Contemporáneos más de lo que estaba dispuesto a reconocer, y en algunos de ellos encontraba murallas insalvables para el desarrollo de su propia poesía. Es verdad que a Cuesta y a Villaurrutia les dedicó páginas admirables (en Xavier Villaurrutia en persona y en obra, 1978, Fondo de Cultura Económica; y en el apartado “Contemporáneos” de México en la obra de Octavio Paz, tomo II, Fondo de Cultura Económica, 1987), que remataba con la ambigüedad implacable de su magisterio retórico. A lo largo de su vida, Paz dio varios ejemplos de cómo se puede ensalzar la obra de un poeta haciéndolo añicos. Son inolvidables, en este sentido, sus juicios sobre López Velarde, a quien eleva a la condición de padre de la poesía mexicana moderna al tiempo que lo considera, al final de “El camino de la pasión”, un “gran poeta menor”; o su aseveración de que lo mejor de Gorostiza se encuentra, no en su poesía, sino en los archivos de la Secretaría de

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La mala fama de Jorge Cuesta*

La mala fama de Jorge Cuesta*

Por Gabriel Bernal Granados

Octavio Paz afirmaba que la poesa del veracruzano era menos valiosa que sus ideas, lo que proporcion una injusta sombra en torno a un autor para quien el lenguaje es la nica materia constitutiva del poema.

I. Los sonetos

La mala fama que precede a la poesa de Jorge Cuesta se debe sobre todo a la mala opinin que Octavio Paz tena de ella. Paz argumentaba, subrepticiamente, que la poesa de Cuesta era menos valiosa que sus ideas, contenidas, la mayor parte de ellas, en el mbito deslumbrante y gaseoso de su conversacin. Esto ha condenado lo mejor de Cuesta a un olvido que ha durado ya sesenta y ocho aos en septiembre de 1942, a un mes de su misteriosa muerte, la revista Letras de Mxico public Canto a un dios mineral, que es tenido como el mejor y sin duda el ms extenso de los poemas de Cuesta.

La opinin de Paz sobre los Contemporneos, incluidos Villaurrutia y Gorostiza, est desde luego sujeta a una polmica y es difcil de explicar fuera del campo de lo subjetivo. Paz les deba a los Contemporneos ms de lo que estaba dispuesto a reconocer, y en algunos de ellos encontraba murallas insalvables para el desarrollo de su propia poesa. Es verdad que a Cuesta y a Villaurrutia les dedic pginas admirables (en Xavier Villaurrutia en persona y en obra, 1978, Fondo de Cultura Econmica; y en el apartado Contemporneos de Mxico en la obra de Octavio Paz, tomo II, Fondo de Cultura Econmica, 1987), que remataba con la ambigedad implacable de su magisterio retrico. A lo largo de su vida, Paz dio varios ejemplos de cmo se puede ensalzar la obra de un poeta hacindolo aicos. Son inolvidables, en este sentido, sus juicios sobre Lpez Velarde, a quien eleva a la condicin de padre de la poesa mexicana moderna al tiempo que lo considera, al final de El camino de la pasin, un gran poeta menor; o su aseveracin de que lo mejor de Gorostiza se encuentra, no en su poesa, sino en los archivos de la Secretara de Relaciones Exteriores, donde Gorostiza desempe una labor tan meritoria como secreta.

La sombra que Paz tendo sobre la literatura mexicana del siglo xx no nos impidi contrastar la poesa de Villaurrutia, Gorostiza o Pellicer, y apeciarla en su justa medida; pero s pospuso la valoracin de la poesa de Cuesta (para no hablar de casos parecidos, como el de Gilberto Owen o el de Enrique Gonzlez Rojo). A Cuesta, de nuevo por iniciativa de Paz, se le erigi un monumento como la conciencia crtica del grupo de Contemporneos, y con ello se le neg el lugar que debera ocupar como uno de los poetas ms rigurosos de la literatura mexicana de la primera mitad del siglo XX.

La originalidad de Cuesta se encuentra no slo en los contenidos de sus poemas sino en la eleccin del soneto como modelo de renovacin potica. El soneto era una modalidad muerta con los poetas modernistas de finales del XIX y principios del XX. Cuesta lo entendi, efectivamente, como un anacronismo y una limitante castigo torturado de la forma que se corresponda con una personalidad tormentosa e inflexible como la suya. Los sonetos de Cuesta son el lugar adecuado para llevar a cabo un prueba. Cuesta se cie al soneto para quebrantar sus bases y ligamentos y generar, a partir de ello, su propia versin del barroco. Su revisin de la poesa de los siglos de oro, que se da a travs del tamiz del soneto, es un anticipo del neobarroco latinoamericano de la dcada de los ochenta y un punto de contacto con las preocupaciones de un poeta contemporneo suyo, Jos Lezama Lima. Por otro lado, su lectura de Mallarm le sirvi para enmarcar las evoluciones de una belleza fugitiva y totalmente reacia a las interpretaciones de la crtica.

Cuesta era un poeta puro, con Gorostiza, el ms puro de su generacin, precisamente por la resistencia que opuso en su poesa a las interpretaciones sociales, histricas y estticas del poema. Sus sonetos parecen no fluir, como si se tratara de ensayos marmreos sobre el comportamiento azaroso de la belleza. Nacidos de una lnea rotunda, casi siempre un verso endecaslabo perfecto, stos se van desarrollando, o complicando, a medida que esa lnea progresa y se diluye en el contenedor del soneto. Cito un poema, aunque podra citar otros, que tiene mucho de autorretrato (el autorretrato, en Cuesta, es casi siempre una anticipacin de su propia muerte):

Soaba hallarme en el placer que aflora;pero vive sin m, pues pronto pasa.Soy el que ocultamente se retrasay se substrae a lo que se devora.Dividido de m quien se enamoray cuyo amor midi la vida escasa,soy el residuo estril de su brasay me gana la muerte desde ahora.

La reflexin en los sonetos de Cuesta se desplaza entre paredes muy estrechas, casi siempre recubiertas de las lunas de un espejo. Mirndose a s mismo, medita sobre el proceso de la vida, la muerte y el tiempo que contiene a ambas instancias. Son admirables los ltimos dos versos de la primera estrofa: Soy el que ocultamente se retrasa/ y se substrae a lo que se devora. Los poemas de Cuesta son soliloquios donde el cuerpo, antes que la conciencia, se expone a los designios de los elementos, y la conciencia desdoblada observa este lento proceso de saturacin y enriquecimiento en el sentido mineralgico del trmino.

El motivo del vaso, que dio origen en Muerte sin fin de Gorostiza a una reflexin sobre la forma, reaparece en los sonetos de Cuesta como una reflexin sobre los valores cualitativos de la forma por encima del sentido que la contiene o restringe.

Junto a mi pecho te hace ms ligerala enhiesta flama que alza tu desvelo.Tus plantas de aire se aman en mi sueloy te me vuelves casi compaera.Ests dentro de m cmoda y vivalinfa obediente que se ajusta [al vaso.Mas la angustia de ti se me derriba,se me aniquila el gesto del abrazo.Y te pido un amor que me cohibaporque sujeta ms con menos lazo.[Signo fenecido]

Signo fenecido es un poema de amor autobiogrfico, uno de los pocos que se encuentran en la bibliografa de Cuesta. Es evidente la estela de Quevedo en el ltimo verso, y la mediacin de Gorostiza en la mdula sea del soneto. Los sonetos de Cuesta tambin son vehculos propicios para el dilogo. Dilogo con la tradicin, por un lado, y dilogo con los dems miembros del grupo de Contemporneos. En los sonetos de Cuesta aparecen los motivos de la mano y el espejo (Villaurrutia); el viaje y el exilio (Owen); el vaso, el tiempo y la muerte (Gorostiza). Son sustancias, en general, de lo que fue y que no ha sido. Son engaos para la mente y ejercicios preparatorios de algo mucho ms amplio y menos restringido.

II. Como si fuera un sueo de la roca

Canto a un dios mineral es el equivalente, en Cuesta, a Muerte sin fin de Gorostiza. No slo porque se trata de su poema ms largo y evidente en su despliegue prosdico, sino porque se trata de la consumacin de toda su poesa y la encarnacin de su potica.

Deudor de las poticas modernas, Canto a un dios mineral es un poema que se piensa a s mismo. Su naturaleza autorreflejante se despoja de un primer atisbo de conciencia lrica, para posteriormente autoerigirse como una columna de humo slido en el azul del cielo: Capto la sea de una mano, y veo/ que hay una libertad en mi deseo;/ ni dura ni reposa, as comienza el poema. El yo del poeta, a cuyas costillas todo este monumento se levanta, no volver a aparecer en cada una de las treinta y seis estrofas subsiguientes. El resto es un devenir que sucede en el marco de una sensibilidad atenta a las evoluciones minerales del mundo, reducido a una pura forma la roca, la nube y la espuma son motivos recurrentes, todos ellos aliados a la retrica del vaso que se forma, como quera Gorostiza, por el agua que lo colma.

Estudio en cristal (1936) de Enrique Gonzlez Rojo, Canto a un dios mineral (1938-1942) y Muerte sin fin (1939)1 deben leerse, cada uno en la medida de su propia derrota, como poemas sobre la forma y la poesa. En su Museo potico, ya Salvador Elizondo se haba referido a ellos tres como el ala intelectualista de los Contemporneos 2.

En Cuesta, la reflexin sobre la forma lo lleva a pensar la existencia y el constante diapasn de vida y muerte en el que la existencia transcurre. Esa oscilacin sstole y distole representada por la combinacin de versos dodecaslabos y octoslabos o bien, endecaslabos y heptaslabos es lo que marca el ritmo del poema. Canto a un dios mineral representa los latidos de un poema orgnico que respira, en el mismo sentido en el que la materia respira y est viva: en su entraa ya vibra, densa y plena,/ cuando all late an, y honda resuena/ en las eternas rocas.

Todo sucede adentro de espacios constreidos, pasadizos mnimos donde la luz y la sombra se intercalan, y nada escapa a la certeza de que el sentido no puede buscarse ms all de las paredes transparentes de la forma que lo apresa:

Por dentro la ilusin no se rehace;por dentro el ser sigue su ruina y yacecomo si fuera nada.

III. La trascendencia del sentido

Sera un error decir que Cuesta es un poeta secreto o un poeta para poetas, cuando en realidad la mayora de los poetas que conforman la tradicin de la poesa mexicana son poetas secretos y poetas para poetas. Nuestra falta de criterio a la hora de juzgar obedece sobre todo a modas pasajeras y factores propios de nuestra idiosincrasia. La instauracin del canon de nuestra poesa ha dependido en gran medida de una figura dictatorial que se erige sobre las dems conciencias como rectora del gusto cada treinta aos ms o menos. El interregno en el que nos encontramos ahora nos hace pensar todava en Lpez Velarde como el padre inmaduro de nuestra poesa moderna y en Jorge Cuesta como un poeta ambivalente y fallido. Cuntos aos harn falta todava para que comencemos a pensar la poesa mexicana como una tradicin plural, que por razones tambin de idiosincrasia se ha negado a trascender el cerco de su propia tradicin e idioma?

Cuesta no es un poeta fallido sino un poeta imperfecto. Gorostiza en Muerte sin fin tambin lo es. Canto a un dios mineral y Muerte sin fin, ambos poemas de largo aliento, estn hechos de subidas y cadas, momentos de gran belleza y fallas en su evolucin sonora. Estas fallas deben entenderse en un sentido geolgico son fisuras producto de la enorme tensin generada hacia el interior del poema. Gorostiza ha calado hondo entre los lectores y los crticos. La estela de Cuesta se resiste a ser seguida en sus evoluciones precisamente por el carcter ms acusadamente marmreo de sus construcciones en verso. Los poemas de Cuesta estn detenidos y ms que detenidos en el espacio tiempo de su creacin y lectura, estn inmersos en s mismos. En el carcter hermtico de su poesa muchos han querido ver la influencia de su temperamento cientfico, que lo llev a estudiar los efectos de ciertas sustancias qumicas sobre su propio cuerpo. Salvador Elizondo, uno de los mejores lectores de poesa que hubo en el Mxico de mediados de siglo, defini el Canto a un dios mineral de Cuesta en los trminos de un poema sobre los estados y las transformaciones de la materia. Esta interpretacin acabara de ser correcta si se agrega que a esta meditacin sobre la materia la permea un acusado empuje filosfico existencial: Cuesta piensa la materia con el mismo enfoque e intensidad con que piensa el ser. Decir Cuesta piensa... no es ms que eso, un decir, porque Canto a un dios mineral est despojado de esa instancia lrica que en poesa nos lleva a decir que el autor piensa, dice, siente o reflexiona. En Canto a un dios mineral el poema se piensa a s mismo o, mejor dicho, el poema se refleja a s mismo. Y en esa misma medida, el poema se cierra sobre s mismo.

Despus de la lectura de los sonetos y del Canto a un dios mineral, quiero pensar que Cuesta conceba la poesa como un arte hecho de palabras, que aspiraba al sentido pero que iba ms all de las barreras impuestas por esa aspiracin a ser ledo. Esta concepcin de la poesa quiz no descenda tanto de la potica de Valry, que entenda la poesa como un arte cercano a la exactitud de las matemticas, sino de la tradicin romntica alemana, que entenda el poema como nostalgia de la poesa. Para los romnticos alemanes, y tambin para Cuesta, el poeta es un agente que trabaja con potencias que lo exceden. El lenguaje es la potencia principal, y la nica materia constitutiva del poema.

Canto a un dios mineral es un poema sobre los estados de la materia; pero la materia principal de la que trata el poema son las palabras mismas. Si la materia inerte en realidad est viva, las palabras tambin estn vivas y dicen no lo que el poeta quiere decir, sino lo que las palabras quieren decir en el momento de entrar en contacto o en colisin unas con otras. Al abolir el yo y darle la preeminencia al material de que est constituido, el poema tambin se priva de toda historicidad o narratividad ajena al devenir de su discurso. El poema no slo estara rotando sobre su propio eje, sino dicindose a s mismo en ausencia de la figura del poeta que lo rubrica ms all de los mrgenes restrictivos del sentido._____1 Sigo el criterio cronolgico establecido por Jos Luis Martnez en su artculo El momento literario de los Contemporneos (Letras Libres, marzo, 2000, p. 62).2 Museo potico, 2002, p. 36. *Este ensayo forma parte del libro Viaje al pas de la errata, de prxima aparicin.