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Anagnórisis. Revista de investigación teatral, nº. 21, junio de 2020 Págs. 309-341, ISSN: 2013-6986 www.anagnorisis.es (A los sanitarios y sanitarias, que salvaban vidas mientras yo escribía este artículo.) Antonio Serrano Fundador de las Jornadas de Teatro del Siglo de Oro [email protected] Palabras clave: Vélez de Guevara. Cristóbal de Castro. La luna de la sierra. La Novela Teatral. Refundición Resumen: El artículo trata de la refundición de La luna de la sierra, de Vélez de Guevara, que Cristóbal de Castro estrenó en el Teatro Español en el año 1910, y posteriormente fue editada dentro de la colección en «La Novela Teatral» en 1922. Se hace un estudio comparativo entre las dos versiones de la obra, y, con este motivo, se dan algunos datos sobre el texto impreso, su estreno con Enrique Borrás y Carmen Cobeña, y la recepción que obtuvo por parte de la crítica. La lune qui vint après l'éclipse Mots-clé: Vélez de Guevara. Cristóbal de Castro. La luna de la sierra. La Novela Teatral. Refonte Résumé: L'article aborde la refonte de La luna de la sierra de Vélez de Guevara, que Cristóbal de Castro presenta au Teatro Español en 1910, et qui fut ultérieurement éditée dans la collection «La Novela Teatral» en 1922. Je propose une étude comparée entre les deux versions de l'œuvre et, de par cet objectif, je donne certaines données au sujet du texte imprimé, de la représentation avec Enrique Borrás et Carmen Cobeña, ainsi que de sa réception de la part de la critique. La luna que vino detrás del eclipse

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  • Anagnórisis. Revista de investigación teatral, nº. 21, junio de 2020

    Págs. 309-341, ISSN: 2013-6986

    www.anagnorisis.es

    (A los sanitarios y sanitarias, que salvaban

    vidas mientras yo escribía este artículo.)

    Antonio Serrano

    Fundador de las Jornadas de Teatro del Siglo de Oro

    [email protected]

    Palabras clave:

    Vélez de Guevara. Cristóbal de Castro. La luna de la sierra. La Novela Teatral.

    Refundición

    Resumen:

    El artículo trata de la refundición de La luna de la sierra, de Vélez de Guevara, que

    Cristóbal de Castro estrenó en el Teatro Español en el año 1910, y posteriormente

    fue editada dentro de la colección en «La Novela Teatral» en 1922. Se hace un

    estudio comparativo entre las dos versiones de la obra, y, con este motivo, se dan

    algunos datos sobre el texto impreso, su estreno con Enrique Borrás y Carmen

    Cobeña, y la recepción que obtuvo por parte de la crítica.

    La lune qui vint après l'éclipse

    Mots-clé:

    Vélez de Guevara. Cristóbal de Castro. La luna de la sierra. La Novela Teatral.

    Refonte

    Résumé:

    L'article aborde la refonte de La luna de la sierra de Vélez de Guevara, que

    Cristóbal de Castro presenta au Teatro Español en 1910, et qui fut ultérieurement

    éditée dans la collection «La Novela Teatral» en 1922. Je propose une étude

    comparée entre les deux versions de l'œuvre et, de par cet objectif, je donne

    certaines données au sujet du texte imprimé, de la représentation avec Enrique

    Borrás et Carmen Cobeña, ainsi que de sa réception de la part de la critique.

    La luna que vino detrás del eclipse

    mailto:[email protected]

  • 310 «LA LUNA QUE VINO DETRÁS DEL ECLIPSE»

    Número 21, junio de 2020

    Anagnórisis B-16254-2011 ISSN 2013-6986

    I. LA EDICIÓN DE «LA NOVELA TEATRAL»

    A finales del siglo XIX y principios del XX surgieron una serie de

    publicaciones «de bolsillo» (e incluso menos) con unos precios muy

    asequibles, que acercaban a los consumidores del mundo del libro textos de

    muy diversa índole. Abarcaban todos los géneros, pero atendieron con

    preferencia al teatro (en sus más variadas vertientes) y a la novela corta,

    aunque a veces publicaban textos más extensos, pero ofrecidos en varios

    volúmenes de estos formatos «de urgencia». Y así colecciones como «La

    Novela Teatral», «Los Contemporáneos», «Teatro Contemporáneo», «La

    Farsa», «La Novela Corta», «La Novela de Hoy» y algunos otras pusieron al

    alcance de la mano del español medio un muestrario de títulos de indudable

    interés facilitando el conocimiento de los autores más destacados del

    momento o, en menor cantidad, de obras clásicas más o menos

    «versionadas», completando así desde la impresión «uno de los periodos de

    más fecunda actividad de la historia del teatro en España», como bien dice

    Pérez Bowie, uno de los estudiosos de este momento editorial.1Y entre los

    centenares de títulos que ven la luz en «La Novela Teatral» aparece con el

    número 309 de la colección la obra de Luis Vélez de Guevara titulada La

    Luna de la Sierra.

    Una de las características de «La Novela Teatral» es que no da

    noticias de la fecha o detalles del estreno de la obra publicada, aunque

    podemos anticipar que La Luna de la Sierra lo hizo el 4 de febrero de 1910

    en el Teatro Español de Madrid, si nos fiamos de lo dicho en el diario ABC

    con fecha 6 de febrero en el que parece una crítica a la mencionada obra.

    Puede que esta omisión editorial se deba

    al carácter modesto de la colección, que, al salir al mercado con un precio

    muy por debajo de las publicaciones similares, obligaba a una considerable

    pobreza tipográfica, manifestada no sólo en la utilización de un papel de

    pésima calidad y de unos caracteres difícilmente legibles, sino también en

    1Pérez Bowie, José Antonio, La novela teatral, Madrid, CSIC, 1996. P. 2.

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    Número 21, junio de 2020

    Anagnórisis B-16254-2011 ISSN 2013-6986

    la eliminación de toda información superflua susceptible de robar espacio

    al texto.2

    Cuestión, añado yo, que no debería haber influido en otros caracteres

    infames de la edición, tales como la no numeración de la páginas o los

    frecuentes errores de tipos que padece y que se deben sin duda a despistes o

    poca profesionalidad del linotipista. Sin haber hecho un recuento minucioso

    y exhaustivo, se contabilizan hasta 19 errores tipográficos, que algunos

    pueden haber afectado a la hiper/hipometría de determinados versos.

    En el citado estudio, Bowie comenta como curiosidad el objetivo de

    los editores de «La Novela Teatral»: «la recuperación de textos

    considerados como imprescindibles para consolidar la cultura teatral de los

    lectores»3 cuestión esta que suscita algunas interrogantes. Sin duda alguna,

    La Luna de la Sierra no es, en absoluto, un título considerado como

    imprescindible en el repertorio de nuestro teatro áureo. Ni imprescindible ni

    siquiera frecuente en nuestros escenarios, en nuestras publicaciones o en

    nuestras listas de referencia. Y la pregunta es: ¿de dónde partió, pues, la

    idea de refundir y representar la obra? ¿Impulsó el proyecto Cristóbal de

    Castro o fue la propia empresa del Teatro Español4 quien hizo el encargo

    por sugerencias de algún erudito amigo? ¿Cabe pensar en una propuesta del

    propio Enrique Borrás, que la conociera por la edición de Hartzenbusch? ¿O

    tuvo algo que ver en todo ello el erudito Francisco Rodríguez Marín,

    andaluz y muy interesado en la literatura andaluza del Siglo de Oro, y que

    en ese momento vivía en Madrid y dio una conferencia sobre Vélez de

    Guevara previa al estreno de la obra?

    Recordemos que el estreno acaeció en 1910, aunque la publicación

    en la colección que comentamos es de 1922; y no olvidemos que en la

    2 Bowie, op. cit., p. 2

    3 Op. cit. P. 2.

    4 En aquel momento los empresarios del Teatro Español eran el matrimonio formado por la

    actriz Carmen Cobeña (intérprete de Pascuala en la obra) y el dramaturgo y director teatral

    Federico Oliver. Para ver los avatares de aquel contrato, puede consultarse el libro de Juan

    Aguilera Sastre El debate sobre el teatro nacional en España, Madrid, Centro de

    Documentación Teatral-Ministerio de Cultura, 2002. Pp. 157 y ss.

  • 312 «LA LUNA QUE VINO DETRÁS DEL ECLIPSE»

    Número 21, junio de 2020

    Anagnórisis B-16254-2011 ISSN 2013-6986

    declaración programática de los editores en 1916, inserta en los 9 primeros

    números de la colección, dentro del apartado «clásicos» aparecen los

    dramaturgos españoles Calderón, Lope de Vega, Moreto, Lope de Rueda,

    Tirso de Molina, Fernando de Rojas, Guillén de Castro y Ruiz de Alarcón.

    Pero, curiosamente, en esta lista no aparece Luis Vélez de Guevara, y este

    detalle es muy significativo porque parece evidente que entre los objetivos

    iniciales de los editores no figuraba La Luna de la Sierra, aunque tiempo

    habían tenido para considerarlo, porque hacía nada menos que seis años de

    su estreno. Parece, por tanto, evidente que algo o alguien intercedió

    posteriormente y fuera de programa para su publicación. Probablemente el

    tándem Castro/Rodríguez Marín tenía mucha fuerza en las editoriales del

    momento que comentamos.

    Sea como sea, La Luna

    de la Sierra apareció, como se

    ha dicho, el 22 de octubre de

    1922 con el número 309 de la

    colección, con el formato

    habitual de la colección y, por

    ende, con una caricatura en

    portada a color de la actriz

    Reyes Castizo (La Yankée),

    obra del dibujante granadino

    Manuel Tovar, única licencia

    «lujosa» que se permitieron los

    editores (Prensa Popular) para

    dar un toque de distinción a

    esta edición por otra parte tan

    paupérrima en aspectos técnicos.

    En portada, además de la mencionada caricatura de Tovar, aparece

    en lugar preferente y con tipos destacados, el nombre de la colección (La

    novela TEATRAL) y en lugar poco noble, y con tipografía menos que

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    modesta, el título de la obra y el nombre de su autor. El precio (20 cts.) y el

    nombre de la actriz cierran toda la información de portada.

    Es en la página 3 cuando se da una mayor información con los

    caracteres, tipos y calidad del papel que ya he comentado. La disposición

    del encabezamiento es

    La Luna de la Sierra

    COMEDIA DE

    Luis Vélez de Guevara

    REFUNDIDA EN TRES JORNADAS POR

    CRISTÓBAL DE CASTRO

    PERSONAJES

    PASCUALA – BARTOLA – LA REINA DOÑA ISABEL – ANTÓN – EL

    PRÍNCIPE DON JUAN – EL MAESTRE DE CALATRAVA – MENGO –

    DON GUTIERRE – GUZMÁN – GIL – EL CURA – ORTÚN – Damas,

    nobles, soldados, labradores, villanos, músicos.

    Y a continuación viene el texto de la obra.

    Hemos de hacer notar que la intervención de Cristóbal de Castro

    sobre el texto de Vélez de Guevara viene definida como «refundición» y eso

    exige algunas aclaraciones. En la colección hay 8 títulos de dramaturgos

    áureos del siglo XVII y en todos ellos figura el término «refundición» para

    la edición actualizada,5 pero además es el término habitual usado en aquella

    época para estas ediciones.

    ¿Adaptación? ¿Actualización? ¿Versión? ¿Refundición? La cuestión

    está muy debatida, y aun así siempre es escurridiza y difícil de establecer

    sus fronteras y diferencias; pero parece que todos los críticos están de

    5 Por cierto, todas ellas hechas por Tomás Luceño, de quien algún día habría que hacer una

    trabajo para averiguar cómo es su intervención en los textos que edita.

  • 314 «LA LUNA QUE VINO DETRÁS DEL ECLIPSE»

    Número 21, junio de 2020

    Anagnórisis B-16254-2011 ISSN 2013-6986

    acuerdo en que el término «refundición» expresa una actuación más radical

    sobre el texto base, del que se puede tomar argumento (incluso

    esquemático), personajes y ambiente para sobre ellos discurrir alterando y

    modificando hasta lograr un final que puede ser distinto (e incluso muy

    distinto) del texto original. Pavis, por ejemplo, no recoge nada más que él

    término «adaptación», pero de ella dice que «obligatoriamente modifica la

    forma y el sentido de la obra original […] que a veces llega a ser

    simplemente un material de construcción», y que «no vacila en modificar el

    sentido de la obra original, en hacerle decir lo contrario. Adaptar es re-

    escribir enteramente el texto considerado como simple material.»6 Leyendo,

    pues, a Pavis no haría falta recurrir a otro término para aceptar una

    intervención extrema sobre el texto, pero Pavis es posterior a la edición

    comentada, y todas conclusiones serían ilógicas.

    José Checa, refiriéndose al teatro del siglo XVIII, afirma que «la

    batalla ilustrada y neoclásica señaló la conveniencia de refundir las mejores

    obras barrocas…» 7

    Y no merece más la pena (porque no es el objetivo de nuestro

    trabajo) que nos detengamos en el debate de las diferencias entre estos

    términos sobre las variadas formas de intervenir en un texto-base. Es obvio

    que Cristóbal de Castro prefiere el término «refundir» para definir o

    justificar las radicales modificaciones que él hizo sobre el texto de Vélez8 y

    porque es el vigente en su época. Si no me fallan los datos, es la primera vez

    que se embarca en este viaje de acercarse y acercarnos a un dramaturgo

    áureo, aunque posteriormente, en 1929, hizo una versión de La dama del

    mar de Ibsen «arreglada» (curiosa definición) en tres actos.9

    6 Pavis, Patrice, Diccionario del teatro. Dramaturgia, estética, semiología., Barcelona,

    Paidos, 1980. 7 Checa, José, «De la teoría teatral neoclásica» en Historia del teatro español, Dir, Javier

    Huerta Calvo, Madrid, Gredos, 2003, 2 vols. Cita en vol. 2, p. 1520. 8 Tampoco me extrañaría nada que él fuera ajeno a la elección del término, toda vez que ya

    hemos visto que en la editorial era unánimemente usado en sus publicaciones. 9 No parece, pues que le preocuparan muchos los tecnicismos filológicos.

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    Como bien dice Peale en su edición de esta comedia10

    «la tradición

    textual de La luna de la sierra es corta y sencilla». Tras dos ediciones en el

    siglo XVII, no conoce edición moderna hasta la de 1858 en la Biblioteca de

    Autores Españoles, dirigida por Ramón de Mesonero Romanos, que es

    justamente la edición que, sin duda alguna, tuvo delante Cristóbal de Castro

    para hacer su refundición.11

    Vayamos, pues, al texto, porque esta luna, tras siglos de penumbra,

    volvía a lucir en un escenario madrileño.

    II. MÉTRICA

    JORNADA I

    vv. 1 – 53: Romance octosílabo –é

    vv. 54 – 133: Redondillas (15)

    vv. 134 – 239: Romance heptasílabo -é /a

    vv. 240 – 277: Romance octosílabo -é

    vv. 278 – 377: Redondillas (25)

    vv. 378 – 431: Romance octosílabo -é /o

    vv. 432 – 541: Romance octosílabo -a / o

    JORNADA II

    vv. 542 – 645: Redondillas (26)

    vv. 646 – 675: Décimas (3)

    vv. 676 – 679: Principio canción «Cancionero Sablonara»

    vv. 680 – 691: Romancillo hexasílabo -é / e

    vv. 692 – 695: Cont. canción anterior12

    10

    La Luna de la Sierra, Delaware, Juan de la Cuesta, Hispanic Monographs, 2004, 11

    La edición que yo manejo es la reimpresión de Atlas, 1951, tomo, XLV, vol. II,

    «Dramáticos contemporáneos de Lope de Vega», pp. 177 - 197. Descarto que Castro

    tuviera siquiera algún interés en realizar los más mínimos cotejos con las ediciones del

    XVII, ya que lo único que le interesaba era el texto transmitido de la obra y poco más. 12

    En la tradición y en Vélez de Guevara la sospecha es muy velada («Algo tiene en el

    campo/ que lo entretiene», pero aquí es muy explícita.

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    Anagnórisis B-16254-2011 ISSN 2013-6986

    vv. 696 – 790: Romance octosílabo -é / e

    vv. 791 – 930: Redondillas (35)

    JORNADA III

    vv. 931 – 1002: Redondillas (18)

    vv. 1003 – 1189: Romance octosílabo -á / a

    vv. 1190 – 1251: Romance octosílabo -é / a

    vv. 1252 – 1371: Romancillo hexasílabo -é / e

    vv. 1372 – 1463: Redondillas (23)

    vv. 1464 – 1559: Romance octosílabo

    vv. 1560 – 1624: Redondillas (16)

    vv. 1626 – 1646: Romance octosílabo -é 13

    Como se ve, no es un texto rico en variedad estrófica, y las composiciones

    en metro corto ocupan toda la obra. Tan solo la presencia de 3 décimas pone

    una nota de excepción en la repetición de romances y redondillas, que

    impera en el texto.14

    III. ESTUDIO GENERAL

    El estudio comparativo de los primeros versos en ambos textos, va a

    ser bien representativo de la labor de Cristóbal de Castro frente al texto de

    Vélez de Guevara. Mientras en Vélez de Guevara los primeros 300 versos se

    ocupan de situar la acción en el tiempo (poco antes de la toma de Granada)

    y en el espacio (Andalucía, por Sierra Morena, cerca del pueblo de Adamuz

    en la provincia de Córdoba), en Cristóbal de Castro no va a haber tanta

    localización histórica ni de otros detalles, pero sí se ofrecen otros signos que

    van a resultar muy significativos cuando se vaya desarrollando la acción: la

    caza como metáfora de otras persecuciones y acosos, comentarios

    13

    Lleva intercalados tres incisos de dos versos que se repiten a modo de estribillo. 14

    «Romances y redondillas son la base de las comedias», como dice Felipe Pedraza en su

    edición del Arte nuevo de hacer comedias, de Lope.

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    Número 21, junio de 2020

    Anagnórisis B-16254-2011 ISSN 2013-6986

    despectivos sobre lo femenino (la jabalina)15

    e incluso sobre la belleza de

    Andalucía y sus gentes. Castro es más directo. Con tan solo 150 versos nos

    va a retratar a un Príncipe don Juan, que requiebra con descaro a las

    muchachas que pasan a su lado, y a un Maestre de Calatrava soltando

    alguna lindeza contra las mujeres acerca de cómo hay que tratarlas: «La

    mujer/ es como el agua, que vale/ según aprieta la sed.» (vv. 39-41).

    Con tan solo 40 versos ya conocemos a los dos personajes aviesos, y

    el autor nos ha puesto en guardia frente a ellos. Y en este ambiente humano

    aparece la Reina doña Isabel con su personalidad:

    Descansaremos aquí, por no entrar en el lugar,

    que no quiero importunar

    a mis pueblos porque sí. (vv. 78-81)

    bien distinta de los dos anteriores personajes. Las loas, los excesos retóricos

    del encuentro con la Reina van a desaparecer en Castro. Y en ese instante

    irrumpe Pascuala, la heroína y epicentro del drama que se va a desarrollar.

    Vélez espera hasta el verso 304 para que aparezca; mientras que Castro lo

    precipita hasta el 110; por eso prescinde de los saludos ceremoniosos y

    excesivos de la corte ambulante.

    La obra debemos incluirla dentro de lo que podríamos denominar

    «comedia de comendadores», según Pedraza16

    o «de villanos», según

    Salomón,17

    en la que la honra del villano, como cristiano viejo, es asaltada

    por los caprichos libidinosos de un noble o poderoso, que subvierte la

    dignidad de los súbditos. Recogiendo los planteamientos de Ruiz Ramón,18

    15

    Un detalle significativo: en Vélez es un jabalí; en Castro una jabalina, que le va a dar

    mucho más juego dramático para establecer el paralelismo jabalina/mujer. 16

    «El resurgir escénico de las comedias de comendadores», en El teatro del Siglo de Oro

    ante los espacios de la crítica. Encuentros y revisiones, ed. Enrique García Santo Tomás,

    Madrid, Iberoamericana/Vervuert, 2002, pp. 379 – 404. 17

    Salomón, Noël, Lo villano en el teatro del Siglo de Oro, Madrid, Castalia, 1985. 18

    Ruiz Ramón, Francisco, Historia del teatro español , Madrid, Alianza Editorial, 1967, 2

    vols.

  • 318 «LA LUNA QUE VINO DETRÁS DEL ECLIPSE»

    Número 21, junio de 2020

    Anagnórisis B-16254-2011 ISSN 2013-6986

    el equilibrio, el orden social se ve alterado por la acción injusta del

    «poderoso», y este orden solo puede ser restablecido por el rey.

    Pascuala cuenta a la Reina su problema personal (v. 142): enamorada

    desde la infancia y prometida con el villano Antón, la ausencia momentánea

    de este es aprovechada por su hermano Mengo para casarla a la fuerza con

    el adinerado Gil, alcalde del lugar. Para este parlamento Vélez necesita 173

    versos; Castro lo hace con 56. Conserva del texto áureo el romance

    eneasílabo en -é/a. Pero nada más. Prescinde de pasajes (el origen del amor

    desde su infancia, la descripción de Antón, la justificación de su apodo

    «Luna de la Sierra») y se ciñe a lo concreto, ganando, sí, en precisión, pero

    perdiendo solidez y fuerza en el relato. Tiene, sin duda, logros poéticos

    como las oposiciones (luna blanca / fortuna negra), los paralelismos en

    versos hondos y sinceros («¡Que yo lo quiero a él solo! / Que yo sin él soy

    muerta!» v. 160-161); o las anáforas («Agora me lo quitan, / agora me lo

    cercan, / agora lo acorralan…» v. 2112-2114). Pero poco más. Es un

    parlamento distinto. La identidad de Pascuala como personaje dramático es

    idéntica, incluso las exigencias de interpretación; pero el texto de Castro

    nada tiene que ver con el de Vélez de Guevara, mucho más rico y profundo.

    Esta restricción, esta reducción va a ser la tónica constante en la

    edición de «La Novela Teatral», y a esto tendremos que atender cuando

    leamos en la cabecera de la edición de Castro el término «refundición»:

    coger el sentido de argumental y expresarlo con un nuevo lenguaje y una

    reducción radical de versos. Es, pues, un nuevo texto con el mismo

    argumento.

    La respuesta comprensiva de la Reina ante la exposición de Pascuala

    deja tranquila a la muchacha, mientras que el Príncipe y el Maestre se

    intercambian comentarios con los que hábilmente Castro muestra el carácter

    vil del Maestre, indiferentes al dolor Pascuala o repitiendo la comparación

    entre la sed y la mujer que ya había hecho anteriormente.

  • 319 ANTONIO SERRANO

    Número 21, junio de 2020

    Anagnórisis B-16254-2011 ISSN 2013-6986

    La siguiente escena19

    es común en ambos textos con algunas

    variantes y la consabida extensión: 197 versos en Vélez y 109 en Castro. En

    ambos hay una sola estrofa utilizada: el romance octosílabo en -á/o, incluso

    con pasajes tomados por Castro sin retocar. Mengo, Bartola y Gil acuerdan

    la boda de Pascuala con Gil el alcalde para lo que reclaman al Cura, y todos

    huyen por la llegada furiosa de Antón. En ambos la Reina apacigua los

    ánimos y reprende especialmente a Mengo por su intención de casar a

    Pascuala con Gil a sabiendas de sus preferencias por Antón a quienes casa.

    Pero hay supresiones de Castro que llaman la atención, como la supresión

    de un pasaje en el que Mengo retrata a la corte y a los cortesanos con un

    humor ácido y lleno de fina ironía. Sorprende que Castro renuncie a este

    manojo de pocos versos llenos de gracia. Como sorprende que suprima el

    pasaje en el que Mengo pide a la Reina también ser casado con Bartola con

    una ingeniosa referencia metateatral:

    Señora, no quede yo, ya que soy de Antón cuñado,

    sin casarme con Bartola,

    porque parezca, acabando

    con entrambos casamientos,

    fin de comedia, aunque estamos

    tan al principio de aquesta… (vv. 1101-1108)

    aunque puede que esto quedara lejos de las pretensiones de Cristóbal de

    Castro para no cargar con referencias cultas, que quizá no venían mucho a

    cuento.

    Cristóbal de Castro ve que la situación dramática en la que se

    encuentra es prácticamente la misma que la que hay en el texto de Vélez de

    Guevara. Es verdad que ha reducido versos, nada más y nada menos que

    604 versos, pero se da cuenta de que debe podar también escenas. No es una

    reducción lo que él pretende, sino una verdadera refundición (que ya hemos

    19

    Usaré en este trabajo la terminología de «escena» y «secuencia». «Escena» según su uso

    más tradicional, y «secuencia», entendiendo esta como una unidad menor, que subdivide la

    escena, y que viene determinada por diferentes cambios. Vid. VV.AA., Cuaderno de teatro

    andaluz del siglo XVI, Sevilla, Centro Andaluz de Teatro, 2004, p. 52.

  • 320 «LA LUNA QUE VINO DETRÁS DEL ECLIPSE»

    Número 21, junio de 2020

    Anagnórisis B-16254-2011 ISSN 2013-6986

    dicho que es el término usado en la época) con todas las complicaciones y

    dificultades que esto implica. Y empieza a actuar. Lo primero que hace es

    suprimir una larga escena de Vélez en la que aparecen, felices, satisfechos y

    contentos, Antón y Pascuala gozando de su amor pleno y de su bienestar de

    villanos acomodados:

    ANTÓN: Dichoso yo, que al lado tuyo espero que me dispierte el gallo y el lucero.

    ¡Cuán bien aventurado el casamiento

    de dos conformes almas! […]

    No hay reinar como el bien de estar contento.

    Sin gusto es todo humano desvarío;

    que al César, el monarca más augusto,

    todo le sobra si le falta el gusto […]

    Que yo, Pascuala, a tu dichoso lado,

    o mirando dormidos tus luceros,

    o amaneciendo de mi vida al polo,

    a mí me envidio, que te gozo solo.

    PASCUALA: Amado Antón, galán y esposo mío […..]

    Antón, dame los brazos, y en las eras

    acuérdate de mí, pues yo me olvido

    que esto es, Antón amado, amar de veras.

    ¡Qué flojo abrazo! ¡Aprieta más, querido,

    ausente de mis ojos! ¡Más!

    ANTÓN: ¿Qué esperas?

    PASCUALA: Juntarme tanto a ti que eternamente

    estar pudiese… (vv. 1153-1194)

    Así, Cristóbal de Castro comienza esta segunda jornada con una

    conversación entre Pascuala y Bartola en la casa de labor que ambas

    comparten junto a sus maridos, conversación básica para la trama de la obra

    en la que Bartola muestra, de entrada, su desamor por el marido, Mengo, y

    su conformismo desganado: «se nos apagó el deseo» (v. 569) dice con toda

    claridad a su propia cuñada,

    Siempre fue amor tontería, Pascuala, entre los casados,

    porque los gustos gozados

    amenguan la fantasía. (vv. 546-549)

  • 321 ANTONIO SERRANO

    Número 21, junio de 2020

    Anagnórisis B-16254-2011 ISSN 2013-6986

    frente a una Pascuala aún entusiasmada por el reciente matrimonio: «Pues

    así es la voluntad,/ que, mientras goza lo que ama,/ siempre levanta más

    llama.» (vv. 558-560).

    Y en esta primera y determinante escena aparece la auténtica

    personalidad sin escrúpulos de Bartola, que aprovecha la soledad de ambas

    para proponer ¡a su propia cuñada! lo que va a ser el pilar básico del

    argumento de la obra: la pasión indecente del Maestre por Pascuala y su

    intento de comprar su voluntad a través de una cadena que le ofrece, y que

    le entregó hace días en el comienzo de su labor celestinesca:

    Ayer me cogió en la fuente, tan caballero y galán;

    me dijo con tanto afán

    sus quejas, tan tristemente,

    que, llorando entre razones,

    esta cadena me dio

    para ti, y a mí me echó

    una almuerza de doblones. (vv. 610-617)

    Y ya no es la cínica propuesta en sí, sino la confesión del pago por la

    gestión. Bartola no tiene el más mínimo escrúpulo en decir a su cuñada que

    a ella le ha pagado por su labor de tercera. Es lógico, pues, que Pascuala le

    responda con una rotundidad clara y con unas quejas sinceras:

    No pases adelante… que no soy de esas mujeres

    a quien has de hablar así

    ni suelen hallarse aquí,

    de tan viles pareceres

    como tú. ¡Corrida estoy!

    ¡Que con mi hermano casada

    estés, y que mi cuñada

    te llames…! Mas desde hoy

    bien puedes pedir a Dios

    que ponga sello a tus labios…

    ¿Y has llegado a imaginar

    que yo…? ¿Y salió de tu boca

    tal ruindad…? (vv. 618-637)

  • 322 «LA LUNA QUE VINO DETRÁS DEL ECLIPSE»

    Número 21, junio de 2020

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    El conflicto está servido con otro ahorro importante de tiempo teatral:

    mientras Vélez necesita 250 versos para esta escena, Castro ha necesitado

    solo 100. Y puede que sea momento para expresar una opinión: Castro se

    desenvuelve mucho mejor en los parlamentos ásperos y fuertes, que en los

    tiernos y sutiles. Aquí la entereza, la rotundidad y la fortaleza moral de

    Pascuala quedan perfectamente dibujadas, incluso puede que sea más

    espectacular; pero carece del brillo, de la hondura que posee el texto de

    Vélez.

    Inmediatamente después de planteada la vil propuesta, Castro

    continúa con otra escena esencial en la obra: Pascuala espera con ansiedad

    la llegada de Antón de su jornada de trabajo en el campo. (Vélez no. Vélez,

    entre la anterior y la que se va a comentar ahora, introduce otra escena

    desarrollada en la corte ambulante de Adamuz en la que el Príncipe y el

    Maestre, con el pretexto de ir a cazar, acuerdan ir a la casa de Pascuala.

    Todo lo que va a venir queda, pues, en el dramaturgo áureo mucho más

    justificado que en Castro, que hasta que no pasan 103 versos no sabemos

    por qué están solas las mujeres en la casa. El ahorro condiciona a Castro; en

    Vélez de Guevara todo es más fluido y mejor concatenado.

    Pero sigamos con la refundición. Tras la indecente sugerencia de

    Bartola a Pascuala, encontramos a esta, fiel y enamorada, al anochecer en

    las afueras del pueblo que espera impaciente a Antón y que se queja por su

    tardanza en volver de las labores del campo.20

    Castro acota en el v. 633

    «Pausa. Comienza a anochecer», y más adelante en el verso 646 Pascuala

    dice: «Ya comienza a anochecer». Puede que sea un detalle nimio, pero a mi

    juicio indica la dificultad de Castro para encajar esta secuencia en la escena

    anterior entre Bartola y Pascuala.21

    En los dos textos hay un romance en

    20

    Y la espera la expresa con tres bellas décimas, que cumplen a la perfección las

    enseñanzas de Lope en su Arte nuevo de hacer comedias: «Las décimas son buenas para

    quejas» (v. 307). Sigo la edición de Juan Manuel Rozas, p. 191. 21

    ¿Dónde están los maridos? ¿Están fuera todo el día? ¿Por qué Bartola habla a Pascuala al

    atardecer, y no antes, de un asunto tan importante como el de la cadena cuando han estado

    solas todo el día («pues solas hemos quedado» v. 575). Todo eso lo soluciona Vélez

    perfectamente con la escena interpuesta que hemos comentado.

  • 323 ANTONIO SERRANO

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    octosílabos de Pascuala, aunque mucho más bello en Vélez de Guevara, y

    con un matiz: en el texto del XVII no hay en Pascuala una sospecha de celos

    por otra mujer, y si la hay, es con una levísima sugerencia; pero sí aparece

    muy evidente en Castro.22

    Es cierto que en la canción popular a la que Vélez

    recurre hay una tenue queja de celos poéticamente expuesta:

    Tocan la queda,

    mi amor no viene.

    Algo tiene en el campo

    que le detiene. (vv. 1654-1657)

    mientras que en Castro es todo explícito: «¿Qué celos de otra mujer/

    escarnecen mi dolor?» (vv. 658/59) hasta hacerla caer abiertamente «en la

    garra de los celos» (v 665). Y hasta aparece como una sombra de infelicidad

    que en realidad no existe.

    Sin embargo hay un innegable acierto teatral en Castro. Mientras que

    en Vélez de Guevara son los zagales y zagalas que vuelven de los campos lo

    que vienen cantando la célebre canción, en Castro (que no la pone completa)

    es Bartola la que las canta, sin duda con la intención de zaherir a Pascuala:

    una manera más de lanzar mensajes al espectador para darle a conocer la

    idiosincrasia de algunos personajes.

    Como en Vélez, Castro también cambia el verso, que pasa a

    romancillo acabando en cuatro hermosos y tristes versos parecidos, pero no

    iguales, a los de Vélez:

    ¡Ya se oye la queda, mi amante no viene!

    ¡Malhaya[n] los ojos

    que me lo entretienen! (vv. 692-695)23

    22

    No es momento de hablar de la sugerencia en el arte de la buena poesía. Pero tengámoslo

    en cuenta. 23

    Lógicamente, en todas las citas de Castro sigo su edición de «La Novela Teatral» a la

    que corrijo solo en cosas evidentes y necesarias.

  • 324 «LA LUNA QUE VINO DETRÁS DEL ECLIPSE»

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    Ya de noche, aparecen embozados y «disfrazados de rústicos» (acot. v. 695)

    los acosadores Príncipe y Maestre con sus criados. En el momento de cantar

    Pascuala la cancioncilla anterior, ve una sombra acercarse que le interroga

    por el motivo de su queja, y esta le requiere su identidad, y le manifiesta sus

    temores porque el retraso de su marido se deba a alguna mujer (otra vez los

    velos en el texto de Castro). De pronto descubre que el aparente aldeano es

    el Maestre, y con firmeza le acusa: « ¿Con tales artes villanas/ de tal modo

    te ennobleces?» (vv. 738-739). En ese instante llega Antón «con bieldos de

    la era», que ve la escena y se encara con el aparente labrador hasta que

    interviene también «de esta suerte disfrazado» (v. 786) el Príncipe. La

    situación se hace muy tensa, de manera que los cortesanos insolentes y su

    séquito se van airados.

    Es esta una escena de unos 150 versos octosílabos en la que Castro

    refunde a su manera los 300 de Vélez de Guevara. Hay que reconocer que

    ambas, aunque son muy típicas del teatro del Siglo de Oro, a los ojos del

    espectador de hoy son un tanto artificiosas que poco aportan si no es la

    obsesión abyecta de los poderosos frente a la ingenuidad de Pascuala, sus

    infundados celos, y la inquietud de Antón, por la afrenta recibida. Pero, ya

    solos, superan sospechas y muestran un amor capaz de superar todos los

    obstáculos:

    ¿No sé yo quién eres? ¿No

    te tengo por mi mujer?

    Pues vuelva todo a su ser

    y tú a ser tú; y yo a ser yo. (vv. 851-854)

    La pena es que Castro vuelve a prescindir de otro de los bellos

    momentos, lleno de expresiones tiernas y sinceras entre la enamorada

    pareja: «Antón de mi alma»; «Mi bien, mi esposo, mi Antón»; «Parece que

    dijo el cielo: / sea para Antón Pascuala»; «Dame esos brazos y guarda / esas

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    lágrimas hermosas»; « ¿Qué rey alcanza / esta paz, esta quietud / para el

    cuerpo y para el alma? ». 24

    En Castro sucede ahora (vv. 859 – 930) otra agria pelea entre Mengo

    y Bartola, que en Vélez sucede mucho más adelante, a mediados de la

    jornada tercera, ambos textos coincidentes en la misma métrica. La acción

    transcurre en las proximidades del domicilio de las dos parejas, y en la

    acotación correspondiente Castro anota: «De la casa sale Bartola perseguida

    por Mengo con una estaca» (acot. v. 858). No es una simple discusión

    matrimonial; son unos verdaderos malos tratos psíquicos, verbales y físicos

    en toda regla:

    Dejad, que las trancas son remedio para en jamás;

    ………….

    Dejádmela que la mate. (vv. 865-869)

    dice Mengo, y la explicación que da a Antón, que pretende pacificarlo, nos

    deja perplejos:

    Antón: ¿Por qué la quieres matar? Mengo. No más que por ser mujer;

    y sobra delito. (vv. 871-874)

    e insiste

    Dejad que enviude hoy, que salgo favorecido. (vv. 875-876).

    Pro ante estos hechos no debemos dudar de la intención de Castro:

    las barbaridades son tan grandes que hay que mirarlas bajo el prisma de la

    búsqueda de efectos cómicos (mal que nos pese a los espectadores de hoy).

    24

    Peale comenta con todo acierto la belleza de estos versos y las similitudes con otros de

    Peribáñez.

  • 326 «LA LUNA QUE VINO DETRÁS DEL ECLIPSE»

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    En Vélez aparece eso que Noel Salomón llama «el humor villano»25

    con el

    uso de un lenguaje vulgar lleno de aspiraciones, de alternancias

    consonánticas en los imperativos, con cambios fonológicos de -r/-l, en fin,

    toda una batería de recursos estilísticos para buscar la risa del espectador y

    para ahondar en esa confusión villano/gracioso que define la personalidad

    de Mengo.26

    Cristóbal de Castro no pretende tanto ridiculizar a Mengo y respeta

    mucho más el lenguaje del Mengo/villano a costa del Mengo/gracioso,

    aunque ambos no puedan tampoco separarse radicalmente. No hay, pues,

    sospechosas razones en la muestra de esta escena cómica basada en los

    malos tratos inferidos a Bartola precisamente porque una de las facetas

    personales de Castro fue el apoyo a la mujer en la lucha por sus derechos, lo

    que le valió la amistad y el respeto de escritoras tan implicadas en ello como

    Colombine o doña Emilia Pardo Bazán.

    Pero sigamos con la pelea de Bartola y Mengo. Pascuala y Antón

    median para pacificar los ánimos intentando razonar sobre la causa de tal

    dislate, hasta que por fin Mengo confiesa que todo ha ocurrido por haber

    encontrado una cadena valiosa «de oro y perlas» (v. 893) «que mi afrenta va

    a labrar» (v. 900), secuencia esta que es copia exacta de la existente en

    Vélez, aunque con la diferencia de que este la incluye en la jornada tercera a

    lo largo de 204 versos formando redondillas, mientras que Castro la reduce

    a 17 redondillas. Continúa la labor de refundición: aprovechar la trama, pero

    reducir (¿excesivamente?) su desarrollo.

    Y en ambos textos Pascuala conmina a Bartola para que cuente a

    Antón la verdadera historia de la cadena. En Vélez

    …la verdad le di. No le niegues nada a Antón

    pues importa a mi opinión. (vv. 2781-2783)

    25

    Lo villano en el teatro del Siglo de Oro… 26

    No es este el momento, pero en Vélez de Guevara especialmente el personaje de Bartola

    tiene muchas más aristas; contrasta su aparente tosquedad con sus sutiles cánticos ad hoc o

    su habilidad ciertamente celestinesca para intentar seducir a Pascuala.

  • 327 ANTONIO SERRANO

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    y en Castro: «Di toda la verdad. Toda» (v. 925). Aunque con una diferencia

    notable: Castro no recoge un terrible desliz con el que Bartola (¿de algún

    modo arrepentida?) en Vélez se autodefine a la perfección:

    ¿Cómo le he de confesar

    que tu alcahueta he querido

    ser? (vv. 2785-2787).

    Las angustias de Antón, por el peligro al que supone está expuesta su

    honra, vuelven a aparecer. Hay, a mi juicio, un acierto teatral de Castro: al

    adelantar el hallazgo de la cadena por Antón a la segunda jornada, el

    espectador vive mejor, y durante más tiempo, toda la tensión acumulada por

    el personaje y, por tanto, su terrible decisión final. Hay, pues, un hábil juego

    en el uso del suspense.

    Y llegamos a la jornada tercera en la que todo va a suceder muy

    precipitadamente y con una enorme intensidad.

    La acción en Castro se va a desarrollar en el patio de la casa o en su

    inmediato entorno.27

    Bartola dice a Pascuala que confesó a Antón todo el

    asunto de la cadena, y Pascuala se muestra tranquila sabedora de su

    inocencia. Todo se expresa con un lenguaje teatral fluido y eficaz; algo

    seco, pero teatralmente eficaz.

    BARTOLA: Confeséle la verdad

    de plano a plano; me oyó

    cejijunto; meditó

    largo y con severidad

    afeó mi ligereza

    de aldeana casquivana,

    que debe, por aldeana,

    mantenerse en su pobreza.

    Disculpé mi condición

    de mujer torpe y campestre. (vv. 931 – 941)

    PASCUALA: Antojo fue cortesano

    del que no hay porqué hablar,

    que descargó en el lugar

    como nube de verano. (vv. 955 – 958).

    27

    En Vélez la acción se va a repartir entre la casa, la corte ambulante de Adamuz y la calle.

  • 328 «LA LUNA QUE VINO DETRÁS DEL ECLIPSE»

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    Pero Pascuala observa en Bartola detalles de extraña actitud

    Tú disimulas agora

    las inquietudes que tienes.

    Que estás inquieta es verdad. (vv. 981-983)

    La llegada de los hombres del campo da lugar a situaciones que ya

    hemos visto en otros momentos: la felicidad reinante entre Pascuala y

    Antón, frente a la vulgaridad y el desapego de Mengo y Bartola. Cenan

    Pascuala y Antón comentando afectivamente cuestiones domésticas y

    comunes (el rendimiento de dos nuevas yeguas, el estado de la parva, etc.),

    aunque, hay que decirlo una vez más, ni el ambiente entrañable, ni el

    lenguaje lírico, ni los recursos utilizados (el significado connotativo de

    varios objetos, la paz ambiental hija de la «alabanza de la aldea») alcanzan

    la belleza que logra Vélez de Guevara.28

    Pero este paraíso villano va a romperse con una insultante ronda

    determinante para el desenlace de la obra. Por dos veces Antón oye la

    cancioncilla: «La Luna de la Sierra/ es linda y morena…» (vv. 1248-1249)

    que va a romper sus nervios y la paz de la escena familiar29

    con todo el

    significado de altercado social que ello simboliza. Antón se inquieta

    mientras Pascuala quita importancia al caso

    Zagales deben de ser que tomando el fresco vagan

    por el lugar… (vv. 1056-1058)

    pero vuelve la canción y la indignación del esposo va en aumento

    …bien podían perdonar a las casadas… (vv. 1068-1069)

    28

    Aunque es útil en otros muchos aspectos, para esta cuestión especialmente vid. el artículo

    de Juan Matas Caballero citado en la bibliografía. 29

    Razón lleva Agustín de la Granja sobre las letras de las canciones de ronda dedicadas «a

    alguna dama joven a quien se cantaban mediante algún romance cifrado cuestiones

    personales» (las negritas son mías). Vid. Ronda, cortejo y galanteo… p. 27.

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    a pesar de los esfuerzos de Pascuala

    Cena y déjalos, que ya han pasado. ¡Malas pascuas

    y mal san Juan les dé Dios!

    Contigo ninguno de ellos

    puede competir en nada. (vv. 1076-81)

    aunque ella tiene bien claro quién es el autor de tales desafíos

    (Ap.) (¡Maldito Maestre de Calatrava!

    ¡Muerto esta noche te lleven

    antes que amanezca el alba!) (vv. 1082-1085)

    Una vez más intenta el matrimonio superar el mal trago. Y en medio de toda

    esta tensión suena una tercera canción tradicional: «Luna que tanto reluces/

    toda la noche me alumbras» (vv. 1086-1087). Fingen no oír. Desganados,

    continúan la cena. Silencios embarazosos. Pensamientos turbios en los dos.

    Evasión de miradas. Iras reprimidas. Voces tenues y temblorosas. Palabras

    entrecortadas. Respiraciones fatigosas. Explosión de Antón.

    ¡Oh, pesia mí tanta luna sobre mi honra! ¡Malhaya… (vv. 1105-1106)

    y un enésimo intento de paz y sosiego

    PASCUALA: No digas, por Dios, no digas. Piensa. Repórtate. Aguarda.

    Pues ya que tienes de mí

    satisfacciones tan altas

    no es justo que te moleste

    lo que por la calle pasa.

    ANTÓN: Dices bien; tienes razón.

    Loco de cólera estaba

    de ver que sabiendo todos

    mis bríos y honor, no hayan

    respetado esos mancebos,

    como deben, nuestra casa. (vv. 1108-1119)

  • 330 «LA LUNA QUE VINO DETRÁS DEL ECLIPSE»

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    (No dejo de pensar que esta escena, con buenos actores, y con una dirección

    que cuide matices, que alargue silencios y que imponga movimientos

    apropiados, tiene una enorme fuerza y debió producir un importante impacto

    entre los espectadores del estreno. Es un buen momento dramático, que

    textualmente puede que sepa a poco, si lo comparamos con el original, pero

    que puede funcionar perfectamente en el escenario. Pero sigamos «viendo»

    la función.)

    Con estas muestras amorosas la tensión general de la escena parece

    rebajarse, pero no es así. A pesar de los intentos de Pascuala y Antón por

    comportarse con normalidad, algo rompe definitivamente la paz familiar,

    que es tanto como decir la paz social: una piedra lanzada desde la calle

    golpea la ventana. Ya nada puede remediarse: la ofensa es mucha, y la

    respuesta de Antón, en un soliloquio, es toda una declaración de principios:

    (Ap.) (Piedras tiran y las piedras te amenazan

    en el honor. Si es de vidrio,

    lo romperán a pedradas.

    Yo soy labriego y vasallo,

    y él, Príncipe; la distancia

    que no se llena con honra

    ¡con la vida hay que llenarla!30

    (vv. 1138-1145).

    A partir de aquí todo se precipita en la refundición de Castro, que lo hace

    con 500 versos, frente a los 1400 de Vélez, y usando la misma métrica.

    Probablemente este momento sea el mejor de Castro dramáticamente

    hablando. Sigue a Vélez en el proceso, pero con olfato teatral, ha visto que

    esta secuencia «funciona», tiene garra; y la ha dejado para el final

    deconstruyendo el texto de Vélez y reorganizándolo para buscar un

    efectismo ante el público burgués de principios del siglo XX. Enfurecido, y

    30

    No tiene demasiada importancia y por eso no se ha comentado antes: Antón piensa a

    estas alturas de la trama que el acosador de Pascuala es el Príncipe y no el Maestre. Pero da

    igual; es un poderoso que pretende abusar de una villana.

  • 331 ANTONIO SERRANO

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    con unos versos de Pascuala que huelen a los de Laurencia y a

    grandilocuencia31

    posromántica

    ¿Posible es esto, Dios mío? ¿Qué recelas, qué me callas¿

    ¿Qué fulgor hay en tus ojos

    que con tal fuerza me espanta?

    ¿Qué hablas solo, que pareces

    loco de atar? (vv. 1146-1151)

    Tras forcejear con Pascuala, Antón sale dejándola sumida en la

    desesperación mientras recita unos terribles versos «desgarrándose el

    corpiño y soltándose el pelo» (acot. v. 1171)

    ¡Malhaya yo, que te pierdo, y mi hermosura malhaya!

    ¡Así perezca esta noche!

    ¡Así la entierren mañana!

    ¡Así tronchase la muerte

    aquestas flores livianas!

    ¡Así secaren mis labios!

    ¡Así mis ojos cegaran!

    ¡Así mis manos desgarren

    lo blanco de mi garganta!

    ¡Así mis trenzas encubran

    lo negro de mi mortaja! (vv. 1166-1177).

    Y cuán distinta es esta escena respecto a la de Vélez, resuelta con una cierta

    serenidad tranquilizadora en los cónyuges, que, superando adversidades,

    siguen viviendo en un ambiente de confianza mutua.

    A los gritos, acuden Bartola y Mengo, quien, desde una ventana, ve

    «en noche de boca de lobo / por andurriales y peñas» (vv. 1222-1223)

    «relumbrar de espadas» (v.1238) cerca de la casa, y, muerto de miedo,

    acude a buscar a Antón. Quedan solas las dos mujeres, y Bartola aprovecha

    la oportunidad para favorecer la entrada del Maestre en la casa, tras una cita

    concertada («yo os meteré en su aposento / esta noche», vv. 3324-3325 le

    31

    José Carlos Mainer habla de que a principios de siglo XX hay un teatro «de

    grandilocuencias, y Calderón y Lope debidamente adobados». En La edad de Plata. (1902-

    1939), Madrid, Cátedra, 1983, p. 164.

  • 332 «LA LUNA QUE VINO DETRÁS DEL ECLIPSE»

    Número 21, junio de 2020

    Anagnórisis B-16254-2011 ISSN 2013-6986

    promete Bartola). Mengo trae noticias de que Antón ha sido preso y llevado

    a Adamuz. Pascuala le encarga llevarle ropa y dinero y sale Mengo

    acompañado por Bartola.

    Al quedarse sola Pascuala, ocurre el tercer acoso del Maestre, ya

    decidido a todo, y con la mente turbia de los violadores. La escena es

    intensa, grandilocuente y de una violencia extraordinaria. El Maestre,

    enajenado, suplica y se humilla ante Pascuala, quien le increpa e insulta en

    versos manriqueños y prelorquianos

    ¡Rufián! ¡Rufián! ¡Aquestas son tus hazañas!

    ¡Valiente con las mujeres!

    ¡Cobarde con las espadas! (vv. 1540-1543)

    Inmediatamente y con decisión, coge la espada que el Maestre había

    dejado en el suelo, y, ante la inmediatez de la deshonra, ataca al Maestre,

    que, esquivando el golpe, logra derribar a Pascuala, para culminar la

    violación

    ¡Aunque el infierno acudiera a salvarte, no llegara

    a tiempo! ¡Mía has de ser

    viva o muerta! (vv. 1556-1559)

    Llega Antón, que ha sido liberado por la Reina,32

    acompañado de

    labriegos armados, y se enfrenta al Maestre en una violentísima escena;

    ANTÓN: Tan bravo con la mujer

    y tan cobarde ante el hombre.

    MAESTRE: El alma te he de arrancar.

    ¿Tanto soy que tantos sois

    contra mí? […]

    Pues ¿cómo no miras, necio,

    quién eres y quién soy? Di.

    ¿Cuándo un Maestre usó aquí

    32

    «Que te sosiegues, que en breve / la Reina lo sacará» (vv. 1400/01) dijo Mengo a

    Pascuala cuando le comunicó la prisión. Y se ha cumplido al parecer. Pero hay aquí algo

    sin justificar plenamente en Castro, y, sin embargo, sí bien trabado en Vélez (vv. 3345 y

    ss.).

  • 333 ANTONIO SERRANO

    Número 21, junio de 2020

    Anagnórisis B-16254-2011 ISSN 2013-6986

    otras armas que el desprecio

    con las gentes de tu casta

    y condición, a no ser

    por burlaros la mujer? (vv. 1596-1614)

    y, en plena enajenación, el Maestre pronuncia unas palabras que van a ser

    determinantes:

    ANTÓN: ¡Basta!

    MAESTRE: ¿Agora dices basta

    y agora dices que no?

    Pues te gané la partida.

    Si está en tus manos mi vida,

    (Mirando a Pascuala)

    tu honra…

    PASCUALA: (Furiosa.) ¡Mi honra, no!

    Y ese insulto, ese desprecio, ese desafío, esa última provocación del

    Maestre le va a costar la vida. Antón coge por el cuello al Maestre y,

    preguntando a Pascuala si mentía con aquella sugerencia infame, oye de su

    mujer: «¡Miente! ¡Miente! ¡Sí! ¡Sí!/ ¡Arráncale el alma entera!» (vv. 1620-

    1621), hasta que, «dejando al Maestre muerto y, volviéndose sudoroso y

    jadeante» (acot. v. 1623) pregunta a Pascuala: «¿Mintió?» (v. 1623) y oye

    de su mujer la respuesta liberadora: «¡Mintió! ¡Sí!» (v. 1623).

    Habiéndose consumado el homicidio, («mirando el cadáver, vase a

    él, loco, y pónele el pie encima»; acot. v. 1624) Antón masculla su propia

    justificación: «Sí. Mintió. Mintió.»

    Llegamos a la última acotación de Castro: (Pascuala, subyugada por

    su amor, no se da cuenta del muerto y no quita los ojos del marido. Los

    labriegos, sombríos y en silencio, formarán grupo para el cuadro.)33

    Antón arenga a los labriegos:

    Bien visteis que no es venganza, que solo justicia es;

    él atentaba a mi honor

    33

    Entiendo aquí «cuadro» en el más puro sentido plástico, pictórico, y no como

    terminología teatral. Lo corrobora la lectura atenta de la crítica aparecida en Comedias y

    Comediantes.

  • 334 «LA LUNA QUE VINO DETRÁS DEL ECLIPSE»

    Número 21, junio de 2020

    Anagnórisis B-16254-2011 ISSN 2013-6986

    y yo su vida atenté.

    “Esta es la justicia

    que mandan hacer.”34

    ¡Alzad, hermanos, alzad

    vuestros bieldos y entended

    que el rey mandará soldados

    que me vengan a prender!

    Si los bieldos se levantan

    todos juntos, gritaré:

    “¡¡Esta es la justicia

    que mandan hacer!!”35

    (La soflama revolucionaria está servida.)

    Se baja el telón y los espectadores podrán liberar la respiración,

    contenida por el impacto de lo que estaban viendo. La tensión acumulada

    sería mucha, aunque no se tienen noticias de que salieran en tumulto

    subversivo por la Plaza de Santa Ana.

    Pero advirtamos: este final nada tiene que ver con el escrito por

    Vélez de Guevara. Vélez no podía escribir este final. No se podía concebir

    en su época. En Vélez de Guevara, Antón, tras el último acoso del Maestre a

    su mujer ante sus propios ojos y de sentir su honra amenazada, decide

    denunciar ante la Reina al poderoso avasallador y renunciar a su amada

    mujer antes que perder la honra:

    34

    Mantengo la distribución tipográfica de la edición de La Novela Teatral. 35

    Estos dos versos recogen la expresión «esta es la justicia que manda hacer nuestro Señor

    el Rey…» usada para las sentencias judiciales y como advertencia clara a todo aquel que

    cometiera delito: «e a todos sea ejemplo que no se atrevan a hacer ni cometer tales ni

    semejantes delitos» (Origen de las dignidades seglares de Castilla y León, por el doctor

    Pedro Salazar y Mendoza, Impreso en Toledo por Diego Rodríguez de Valdivieso en 1618).

    Bien podría, pues, conocer Cristóbal de Castro estas fórmulas por su formación en Derecho

    de donde las habría podido recoger. Pero hay más: exactamente los dos versos «Esta es la

    justicia / que mandan hacer» figuran en la escena X del auto sacramental anónimo Incipit

    parábola coene, auto anónimo del siglo XVI recogido en un códice «para uso de los

    estudiantes de la Compañía de Jesús». Vid. prólogo de Autos sacramentales desde su origen

    hasta finales del siglo XVII, Colección escogida, dispuesta y ordenada por don Eduardo

    González Pedroso, Biblioteca de Autores Españoles, Madrid, Imprenta Rivadeneyra, 1856,

    2 vols., pp. 122-132. Todo ello puede tener origen literario en la formación de la monarquía

    de Israel recogida en el libro de Samuel en la Biblia, sobre el origen divino del poder real.

    No obstante, por mentalidad y formación intelectual de Cristóbal de Castro, pienso que

    estos versos están más relacionados con el documento que menciono en primer lugar.

    (Agradezco mucho a Paqui Cebrián y a Asunción Lucio toda la información que me han

    dado para la elaboración de esta nota.)

  • 335 ANTONIO SERRANO

    Número 21, junio de 2020

    Anagnórisis B-16254-2011 ISSN 2013-6986

    Vos, Isabel, me casasteis.

    A vuestros pies vencedores

    a Pascuala os restituyo

    con la misma hacienda y dote

    que me disteis, que más quiero

    humilde soldado y pobre,

    que el mar me anegue, y morir

    al veloz rayo del bronce

    que guardar propia mujer

    hermosa al peligro, doble

    veneno del dueño mismo. (vv. 3563-3577).

    A lo que responde la Reina:

    Vuestro furor se reporte,

    Antón, ya pues conocéis,

    y vuestro lugar conoce,

    lo que tenéis en Pascuala,

    para que el honor os sobre.

    Lo demás deja a mi cuenta. (vv. 3584 – 3589).

    Es decir, la obra de Vélez acaba con la lógica de su tiempo: se salva la honra

    del villano y el orden social se restablece PERO a manos del poder real. En

    Fuenteovejuna los Reyes Católicos respaldarán la terrible decisión popular,

    pero aquí en Vélez ni siquiera ha habido esa rebelión y será la Reina quien,

    al parecer, castigue al poderoso, al que ha roto el orden social. Final, sin

    duda, insuficiente para Cristóbal de Castro que exige soluciones más

    calientes y radicales. No obstante, de un modo o de otro: con versiones, con

    refundiciones, con adaptaciones o sin ellas, nuestro teatro español de los

    Siglos de Oro sigue vivo. Y esta refundición es otra muestra.

    IV. LA CRÍTICA

    La recepción de la obra por la crítica fue desigual, como suele

    suceder casi siempre. Fue desigual en el tratamiento, porque alguna

    consistió en una simple referencia al estreno y poco más; y fue desigual,

    porque la valoración o los puntos de vista de los críticos de turno nada

    tenían que ver unos con otros.

  • 336 «LA LUNA QUE VINO DETRÁS DEL ECLIPSE»

    Número 21, junio de 2020

    Anagnórisis B-16254-2011 ISSN 2013-6986

    Del primer caso podemos tomar como ejemplo la reseña publicada

    por P. Caballero en La Lectura Dominical,36

    revista fuertemente

    ideologizada que nació en los primeros años del siglo XX como órgano

    portavoz de los católicos españoles, y su tono general en todas las secciones

    era de defensa a ultranza de los valores más tradicionales y la lucha contra

    las nuevas corrientes modernas y liberalizadoras. Pero la parte material de la

    revista era buena, y su pulcritud tipográfica, la correcta impresión y las

    frecuentes ilustraciones que llevaba, consiguieron que tuviera una

    importante tirada, una buena acogida y una presencia considerable en el

    panorama informativo del momento.

    La crítica que Caballero hace del estreno se limita a dar alguna

    referencia del estreno y poco más. En la docena de líneas que escribe el 19

    de febrero se reduce, con una prosa, por cierto, bastante mediocre, a

    comentar la refundición hecha por Cristóbal de Castro, afirmando que no se

    podían «arreglar comedias a tiros». Pero no parece que se sintiera satisfecho

    con esto, por lo que en el siguiente número arremete otra vez contra el

    refundidor calificándolo con frases como «gran vaciador del Teatro

    Español» o que el propio Vélez de Guevara estaría indignado «por el

    desaguisado cometido con La luna de la sierra por el irrespetuoso

    arreglador». Y nada más. Parece como si al crítico no le interesaran otros

    posibles aspectos de la función. Y todo aquello, repito, aderezado con una

    prosa oscura y discutible. Parece que se hace eco de alguna disputa

    aparecida en prensa sobre la refundición, pero ni da detalles, ni toma partido

    abierto sobre el asunto, ni justifica las descalificaciones emitidas contra

    Castro.

    Sin embargo ¡seis años más tarde! el propio crítico publica un libro

    especialmente dedicado a «católicos, padres de familia, sacerdotes o

    religiosos, que tienen la grave responsabilidad de la cura o dirección de

    36

    Referencias a la obra aparecieron en los números 842 (19 de febrero) y 843 (26 de

    febrero).

  • 337 ANTONIO SERRANO

    Número 21, junio de 2020

    Anagnórisis B-16254-2011 ISSN 2013-6986

    espíritus,»37

    y en ese mismo libro en la entrada correspondiente a La luna de

    la sierra hace una valoración de esta muy diferente a la que hizo en su día

    en La Lectura Dominical y, sorprendentemente, de la refundición comenta

    que estuvo hecha «con acierto innegable, habida cuenta la dificultad de tales

    empeños».38

    Sin comentarios.

    La segunda reseña que traigo a colación es la aparecida en el diario

    ABC, que no va firmada.39

    Antes de analizarla, lo primero que debemos agradecer es que,

    gracias a ella conocemos buena parte del reparto, que fue:

    Pascuala Carmen Cobeña

    Antón Enrique Borrás

    Bartola Rafaela Lasheras

    Mengo Rafael Ramírez

    Maestre Ruiz Tatay

    Decorados Amorós y Blancas40

    Dirección Federico Oliver.

    Clasifica a la obra dentro de las de «sentimiento del honor» y hace

    una valoración personal de algunos personajes; así Antón es «una figura

    trágica, grandiosa y noble»; y Mengo es «bocacciesco».

    Juzgando el trabajo de los actores, comenta que Carmen Cobeña fue

    «una intérprete muy sincera de la protagonista»; que Enrique Borrás «dio

    adecuado sentido a la figura de Antón (…) salvando algunos latiguillos, y

    encontrando en el rugir de sus celos inspirados arranques de nobleza»; que

    Rafael Ramírez «noche halló ajustada interpretación»; y que Ruiz Tatay fue

    un «Maestre de Calatrava de gran espectáculo».41

    Finalmente, la dirección

    escénica de Federico Oliver la adjetiva como «irreprochable, fidelísima e

    inteligente».

    37

    Caballero, P., Diez años de crítica teatral (1907-1916), Madrid, Apostolado de la Prensa,

    1916. La cita es de p. 37. 38

    Op. cit., p. 92. 39

    «A propósito de un estreno», ABC, 5 de febrero de 1910. 40

    Este dato no lo ofrece ABC. 41

    Como se ve, todos tenemos nuestros latiguillos; o nuestras frases vagas.

  • 338 «LA LUNA QUE VINO DETRÁS DEL ECLIPSE»

    Número 21, junio de 2020

    Anagnórisis B-16254-2011 ISSN 2013-6986

    Como puede verse, es una crítica útil, suficiente, no condicionada

    descaradamente por ideologías ajenas a lo artístico y limitándose a juzgar el

    trabajo de los profesionales. Claro que usa a veces calificativos ambiguos y

    carentes de rigor, pero eso es un lugar común de este y de la mayoría de

    críticos de entonces y de ahora. Fue una reseña seria y profesional, propia de

    un diario joven que pretendía llegar a ser una de las cabeceras de mayor

    prestigio de España.

    Y el tercer análisis que aporto es el aparecido, también sin firma, en

    Comedias y Comediantes, revista teatral quincenal de bastante interés, en su

    número 9 de 15 de febrero de 1910.

    Se trata de una crítica extensa, suministrando y teniendo bastante

    información, abordando todas las vertientes de la obra, bien argumentada y

    escrita en una prosa periodística ágil, clara y correcta.

    No entra en el aparente debate originado por otros críticos sobre la

    cuestión del final de la obra, y analiza el trabajo de Castro, del que destaca

    sus versos («exquisito poeta»), «disculpando» su radical intervención sobre

    el texto de Vélez de Guevara «en gracia a sus bellos versos, a su honradez

    literaria y principalmente a que su única preocupación ha sido dar a Borrás

    ocasión de que muestre sus excepcionales condiciones de actor dramático»42

    afirmación esta que en verdad sorprende un poco.

    Va revisando paulatinamente el trabajo de cada uno de los actores

    que intervienen en el reparto. Y así, del «colosal» (sic) Borrás (Antón)

    destaca, como ya se ha dicho, «sus excepcionales condiciones de actor

    dramático» «mostrando matices» logrando un éxito más. De Carmen

    Cobeña (Pascuala) comenta que hizo una «admirable encarnación de su

    personaje» con «momentos de feliz inspiración y exquisita dicción de los

    bellos versos de Vélez de Guevara»43

    añadiendo que con su actual trabajo

    42

    La negrita es mía. 43

    Sorprende un poco que antes justificara la refundición «por los bellos versos de Castro» y

    ahora nos hable de los «bellos versos de Vélez de Guevara». Pero quizá sean lógicas estas

    afirmaciones, y esto nos llevaría al debate sobre la modificación del final de la obra e

    incluso a los análisis generales de este típico de crítica, que quizá no esté obligada a

  • 339 ANTONIO SERRANO

    Número 21, junio de 2020

    Anagnórisis B-16254-2011 ISSN 2013-6986

    obtuvo otro de los muchos triunfos «a los que nos tiene tan frecuentemente

    acostumbrados».

    Es más sobrio su juicio sobre Rafel Cobeña (el Príncipe don Juan)

    del que resalta «los acentos melodiosos y exquisitas ternuras»44

    mientras

    que a Ruiz Tatay (el Maestre de Calatrava) le pondera por «su estilo sobrio,

    muy bien de gesto y de ademán» resaltando su labor de «gran actor en las

    situaciones finales y principalmente en la última escena.» De los demás

    destaca a Rafaela Lasheras «sobresaliendo» del resto.

    Y el crítico guarda para el final su juicio sobre la labor de Rafael

    Ramírez al que califica «como uno de los mejores actores cómicos de

    España» que había triunfado previamente en muchos montajes a lo largo de

    la temporada y que también lo había logrado con su trabajo en el papel de

    Mengo.

    También se detiene ante la figura del director Federico Oliver, al que

    elogia sin miramientos «por saber componer admirables cuadros plásticos

    que dan siempre la impresión de la vida», «cuadros admirablemente

    dispuestos que revelan el buen gusto y el sentimiento artístico de Federico

    Oliver», del que alaba «el bien ensayado movimiento escénico» de los

    actores.

    Pero no olvida el crítico otros aspectos del montaje, como la labor de

    los escenógrafos Amorós y Blancas o el vestuario («la riqueza de los

    trajes») usado en la representación. Y concluye sus comentarios resaltando

    el éxito general de la función y anunciando su gira por provincias y por

    América, aunque allí con distinto reparto al visto en el estreno.

    La crítica, pues, es completa y profesional, que ilustra y orienta al

    aficionado de lo que fue el espectáculo, emitiendo sensatos y

    fundamentados juicios, acompañada con buenas fotografías, e informando al

    lector actual de cómo era la crítica de entonces e incluso de detalles acerca

    conocer previamente ambos textos y a saber exactamente cuál ha sido la intervención del

    refundidor sobre el texto inicial. 44

    También puede sorprendernos este calificativo: pocas ternuras derrocha este personaje en

    la obra.

  • 340 «LA LUNA QUE VINO DETRÁS DEL ECLIPSE»

    Número 21, junio de 2020

    Anagnórisis B-16254-2011 ISSN 2013-6986

    de la organización empresarial en las compañías españolas de los primeros

    años del siglo XX, algo que hoy, a más de un siglo de distancia, se agradece

    y hasta se echa de menos.

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  • 341 ANTONIO SERRANO

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