la leyenda de las amazonas 1746

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Carlos María de LA CONDAMINEViajero francés (1701-1744). Presidió la expedición científicadestinada a medir el arco del meridiano terrestre en Quito (1743).Luego viajó al Amazonas por Jaén, entre 1744 y 1745. Escribió apartede su voluminoso informe científico, una Relación Abreviada (en1745). Se le cuenta entre los primeros viajeros científicos querecorrieron la región amazónica.

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Page 1: LA LEYENDA DE LAS AMAZONAS 1746

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Carlos María de La CondamineLa leyenda de las amazonas - 1746

Fuente: NUÑEZ, Estuardo: El Perú visto por viajeros. La Sierra – La Selva. Tomo II. Lima: EdicionesPeisa – Biblioteca Peruana. Vol. 33, pp. 133-136. 1973.

Carlos María de LA CONDAMINEViajero francés (1701-1744). Presidió la expedición científicadestinada a medir el arco del meridiano terrestre en Quito (1743).Luego viajó al Amazonas por Jaén, entre 1744 y 1745. Escribió apartede su voluminoso informe científico, una Relación Abreviada (en1745). Se le cuenta entre los primeros viajeros científicos querecorrieron la región amazónica.

LA LEYENDA DE LAS AMAZONAS1746

Durante nuestra navegación preguntamos en todas partes a los indios de los diversospueblos, y nos informamos de ellos con gran cuidado, si tenían alguna noticia de lasbelicosas mujeres que Orellana pretendió haber encontrado y combatido, y si era verdadque vivían alejadas del trato de los hombres, no consintiéndolos estar entre ellas másque una vez al año, como lo refiere el Padre Acuña en su Relación, en la que hay uncapítulo que merece ser leído por su singularidad. Nos dijeron todos que así se lo habíanoído contar a sus padres, añadiendo multitud de detalles, demasiado largos de repetir,que tienden a confirmar que hubo en este continente una república de mujeres quevivían solas, sin admitir ningún hombre entre ellas, y que se retiraron al interior de lastierras del norte, por el río Negro o por alguno de los que por el mismo punto desaguanen el Marañón.

Testimonios a favor de su existencia. Un indio de San Joaquín de Omaguas nos dijoque tal vez encontrásemos aún en Coari un viejo cuyo padre había visto a las amazonas.En Coari supimos que indio que nos indicaron había muerto; pero hablamos con sushijo, hombre de unos setenta años de edad, que ejercía el mando de los otros indios delmismo pueblo. Este nos aseguró que su abuelo había visto pasar, efectivamente, adichas mujeres por la entrada del río Cuchivara, que venían del río Cayamé, quedesemboca en el Amazonas por el sur, entre Tefé y Coari; que había hablado con cuatrode ellas, una de las cuales tenía un niño de pecho; nos dijo el hombre de cada una, yañadió que, partiendo de Cuchivara, atravesaron el gran río y se encaminaron hacia elrío Negro. Omito ciertos pormenores poco verosímiles, pero que no alteran el fondo dela cuestión. Más debajo de Coari, los indios nos dijeron en todas partes lo mismo, conalgunas variantes circunstanciales, pero estuvieron acordes en el punto esencial.

En particular, los topayos, de los que haré en lugar oportuno mención especial, asícomo de ciertas piedras verdes conocidas con el nombre de piedras de las amazonas,dicen que las heredaron de sus [p. 133]padres y que estos las obtuvieron de las cuñantensecuima, lo que en su lengua significamujeres sin marido, entre las cuales, añaden, se encuentra en gran cantidad.

Un indio que residía en Mortigura, Misión cercana a Pará, me ofreció enseñarme un ríopor donde podía llegarse, según él decía, a poca distancia del país habitado actualmentepor las amazonas. Este río se llama Irijo, y pasé después por delante de sudesembocadura, entre Macapa y el cabo Norte. Según noticias del mismo indio, desde elsitio en que este río deja de ser navegable por los saltos era preciso, para penetrar en elpaís de las amazonas, caminar muchos días por los bosques del oeste y atravesar un paísmontañoso.

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Carlos María de La CondamineLa leyenda de las amazonas - 1746

Fuente: NUÑEZ, Estuardo: El Perú visto por viajeros. La Sierra – La Selva. Tomo II. Lima: EdicionesPeisa – Biblioteca Peruana. Vol. 33, pp. 133-136. 1973.

Un soldado, ya viejo, de la guarnición de Cayena, que hoy vive cerca de los saltos delrío Oyapoc, me aseguró que un destacamento en que estuvo, el cual fue enviado areconocer las tierras del país en 1726, penetró entre los amicuanos, tribu de orejones quehabita más allá de las fuentes del Oyapoc y cerca de las de otro río que desemboca en elAmazonas, y que allí vio que las mujeres y las niñas llevaban collares de estas mismaspiedras verdes de que acabo de hablar, y que habiendo preguntado a estos indios dedonde las sacaban, respondieron que provenían del país de las mujeres que no tienenmarido, cuyas tierras estaban al occidente, siete y ocho jornadas más allá. Este pueblode los amicuanos habita lejos del mar, en un país elevado entre los ríos, por su pococaudal, no son aún navegables; así que, verosímilmente, no habían recibido estatradición de los indios del Amazonas, con los cuales no tenían trato; no conocían másque a los pueblos contiguos a sus tierras, entre los que habían escogido sus guías eintérpretes los franceses del destacamento de Cayena.

Hay que notar, desde luego, que los testimonios que acabo de referir y otros de los queno hablo, y algunos que se mencionan en las informaciones hechas en 1726, y más tardepor los gobernadores españoles de la provincia de Venezuela, están acordes en conjuntosobre la cuestión de las amazonas; más es también digno de atención que mientras losdiferentes relatos señalan el lugar de la retirada de las amazonas americanas pordiversos caminos, unos hacia oriente, otros hacia el norte y otros hacia el occidente,todos coinciden en indicar como sitio común en que la determinaron el centro de lasmontañas de la Guayana, y en un acotamiento en el que los portugueses de Pará ni losfranceses de Cayena han penetrado todavía. A pesar de esto, me cuesta trabajo creer quelas amazonas se hallen establecidas ahí actualmente sin que de ellas se tengan noticiasmás positivas, transmitidas de unos en otros por los indos vecinos de las coloniaseuropeas de las costas de Guayana; pero este pueblo errante podría haber cambiadonuevamente de residencia; lo que me parece más verosímil que todo lo demás es quehayan perdido sus antiguos usos a través del [p. 134]tiempo, bien porque las haya subyugado otro pueblo, ya porque, aburridas de susoledad, las hijas hayan al fin olvidado la aversión de sus madres hacia los hombres.Esto no quiere decir que aun cuando hoy no se encuentren vestigios de esta república demujeres, no es lo suficiente para poder afirmar que no existió nunca.

Además, basta para la veracidad del hecho que haya habido en América un pueblo demujeres que no vivieran en sociedad con los hombres. Otras de sus costumbres, yparticularmente la de cortarse una teta, que el P. Acuña les atribuye creyendo a losindios, son circunstancias accesorias e independientes y tal vez añadidas por loseuropeos, preocupados por los usos atribuidos a las antiguas amazonas de Asia, y que laafición a lo maravilloso les habrá achacado a las indias en sus relatos. En efecto, nadiedice que el cacique que advirtió a Orellana que se aguardase de las amazonas, llamadoen su lengua Comapuyaras, mencionase la teta cortada; y el indio de Coari, al relatar lahistoria de que su abuelo vio a cuatro amazonas, de las cuales una lactaba un niño, nohabla tampoco de esta particularidad tan digna de notarse.

Vuelvo a la cuestión principal. Si para negarla se alega la falta de verosimilitud y laespecie de imposibilidad que hay de que una república de mujeres semejante puedaestablecerse y subsistir, no insistiré con el ejemplo de las antiguas amazonas asiáticas,ni con el de las amazonas modernas de África, puesto que lo que leemos en las historiasantiguas y modernas está mezclado con muchas fábulas y puede ser objeto de discusión.

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Carlos María de La CondamineLa leyenda de las amazonas - 1746

Fuente: NUÑEZ, Estuardo: El Perú visto por viajeros. La Sierra – La Selva. Tomo II. Lima: EdicionesPeisa – Biblioteca Peruana. Vol. 33, pp. 133-136. 1973.

Desdicha condición de las mujeres indias. Me contentaré con hacer notar que sialguna vez ha podido haber amazonas en el mundo ha tenido que ser en América, dondela vida errante de las mujeres, que siguen frecuentemente a sus maridos en la guerra yque no son muy dichosas en su vida doméstica, pudo hacer nacer en ellas esta idea,puesto que se les presentaban frecuentes ocasiones de sacudir el yugo de sus tiranosbuscando el medio de establecerse en un sitio en que pudiesen vivir independientes y almenos no hallarse reducidas a la condición de esclavas y de bestias de carga. Semejanteresolución, acordada y ejecutada, no tendría nada de extraordinaria ni de difícil, y escosa que sucede a diario en todas las colonias europeas de América, en donde escorriente que esclavos maltratados o descontentos huyan a bandadas a los bosques, yalgunas veces solos, cuando no encuentran con quien asociarse, y pasan así muchosaños, y a veces toda su vida en la soledad.

Probablemente hubo amazonas en América. Bien sé que todos o la mayor parte delos indios de la América Meridional son embusteros, crédulos, encaprichados con lomaravilloso; pero ninguno de estos [p. 135]pueblos oyó nunca hablar de las amazonas de Diodoro de Sicilia y de Justino. Sinembargo, la cuestión de las amazonas ya existía entre los indios del centro de Américaantes que allí penetrasen los españoles, y se mencionan también entre los pueblos quenunca habían visto europeos. Esto lo demuestra el aviso que el cacique dio a Orellana ya sus compañeros, así como las tradiciones referidas por el P. Acuña y el P. Barazi(i).¿Se puede creer que salvajes de comarcas alejadas se hayan puesto de acuerdo paraimaginar, sin ningún fundamento, el mismo hecho, y que esta pretendida fábula hayasido adaptada tan uniforme y universalmente en Maynas, en Pará, en Cayena y enVenezuela, entre tantos pueblos que no entienden ni tienen ninguna comunicación?

Tomado de: Carlos María de La Condamine,Relación abreviada de un viaje hecho por el interiorde la América Meridional, Madrid, Espasa-Calpe,1941, pp. 68-73.

( i ) “Cartas edificantes y curiosas”, Tomo X.[p. 136]