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La Letra Escarlata Por Nathaniel Hawthorne

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LaLetraEscarlata

Por

NathanielHawthorne

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I.LAPUERTADELAPRISIÓN

Una multitud de hombres barbudos, vestidos de colores sombríos yllevando sombreros grises puntiagudos como agujas de campanario, junto aalgunasmujeres con capuchas sobre la cabeza y otras sin sombrero, estabacongregada frente a un edificio demadera cuya puerta era de grueso robletachonadoconclavosdehierro.

Los fundadores de una nueva colonia, cualquiera que sea la utopía defelicidad y virtud humana que proyecten originariamente, se dan cuentasiempredequeunadesusprimerasnecesidadesprácticases ladedemarcardos lotes del suelo virgen, uno para el cementerio y otro para la cárcel.Deacuerdo con esta regla, puede suponerse sin temor a equivocarse que losprimitivospobladoresdeBostonconstruyeronlaprimeracárcelenalgúnlugarcercadeCornhill,casialmismotiempoquetrazaronelprimercementerioenlastierrasdeIsaacJohnson,dondeseencontrabasutumba,laquemástardevinoaserelcentrodetodoslossepulcroscongregadosenelviejocementeriodeKing’sChapel.Lociertoesque,unosquinceoveinteañosdespuésdelafundaciónde la colonia, el edificiodemaderade laprisiónostentabaya lashuellasdeltiempoylaintemperie,loquedabaunaspectoaúnmássombríoasuceñudaytétricafachada.Elorín,enelmetaldelaimponenteherraduradesu puerta de roble, hacía que aparentase sermás antigua que cualquier otracosaenelNuevoMundo.Comotodoloquetienequeverconeldelito,dabala impresión de no haber sido nueva jamás. Ante este deslucido edificio yentre él y las feas huellas de carreta de la calle, había un trozo de pradocubiertodebardana,cizañaymanzanadePerú,ydetodotipodemalezasque,evidentemente, encontraron buena tierra en aquel terreno que desde elprincipiosirvióparaacogera lasnegrasfloresdeunasociedadcivilizada: laprisión.Pero a un ladodel portal, con las raíces hundidas casi en elmismodintel, crecía un rosal silvestre cubierto, durante este mes de junio, dedelicadasjoyasquepodríaimaginarseofrecíansufraganciayfrágilbellezaalprisioneroqueallíentraba,lomismoquealcriminalcondenadoporlajusticiaque de allí salía a cumplir con su sentencia, como un símbolo de que elinsondablecorazóndelanaturalezapodíacompadecerloyserbondadosoconél.

Elrosal,porunaextrañacasualidad,haconservadosulozaníaatravésdelahistoria;perosi,enelerialdondeseencontraba,sobreviviótantosañosalosausterosroblesqueantiguamenteloensombrecían—¡ohsí!,haymotivosparacreerlo:habíabrotadobajolospiesdelasantaAnnHutchinsoncuandoentrópor la puerta de la cárcel—, no nos preocuparemos de averiguarlo. Alencontrarloenelumbraldenuestranarración,queestá apuntode surgirde

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aquellapuerta inclemente,nopodemosmenosquecogerunadesus floresyofrecérsela al lector. Nos servirá, esperamos, como símbolo de algún dulcecapullomoralqueencontraremosennuestrocamino,oparaaliviareloscurofinaldeestahistoriadetristezayfragilidadhumanas.

II.LAPLAZADELMERCADO

EnlacalledelaPrisión,enelpradofrenteaésta,unamañanadeveranodehacenomenosdedossiglos,sehallabanreunidosgranpartedeloshabitantesdeBoston,todosconlosojosfijosenlapuertaderobletachoneadadeclavosde hierro. En cualquier otro pueblo, o más tarde en la historia de NuevaInglaterra,lasombríarigidezqueendurecíalosbarbudosrostrosdeesabuenagentehabríasidoauguriodeterriblesacontecimientos.Habríasignificadoque,por lomenos,esperabanlaanunciadaejecucióndealgúncriminalfamoso,yque la sentencia de un tribunal legal no había hechomás que confirmar elveredicto del sentimiento popular respecto al entredicho. Pero, dada laseveridad característica de las costumbres puritanas, no se podía hacerconjeturasdeestanaturaleza.Podíamuybienserqueunsiervoperezosoounniño rebelde, entregado por sus padres a las autoridades civiles, fuera a serazotado públicamente. Podía significar que un antinomian, un cuáquero oalgún miembro de cualquier otra secta heterodoxa fuese expulsadoignominiosamentedelpueblo,oqueunindiovagabundoyholgazán,aquienel«agua-de-fuego»delhombreblancohabíainducidoaarmaralborotosenlascalles, fuera a ser arrojado al bosque con el cuerpo lleno de cardenales.También podía ser que una bruja, como la vieja señora Hibbins, lamalhumoradaviudadeljuezdepaz,fueseamorirenelcadalso.Encualquiercaso, los espectadores adoptaban siempre la misma actitud solemne, comocuadrabaaunpueblopara el cual la religióny la ley erancasi lomismo,ycuyas institucionesestaban tancompletamenteentremezcladas,que tanto losmás severos como los más simples castigos públicos se convertían enceremonias.Así,eraescasayfríalacompasiónqueelculpablepodíaesperardelamuchedumbrequerodeabaelpatíbulo.Porotraparte,unasentenciaqueennuestrotiempoprovocaríasólounreprocheburlónsolíaentoncestenerunadignidadtanestrictacomosisetratasedelapenademuerte.

Eradenotarse,enlamañanadeveranoquedacomienzoanuestrahistoria,que las mujeres, y había muchas, parecían tener un extraño interés en lasentenciapenalque erade suponerse iba a ser aplicada.Las costumbresdeltiempo no eran tan refinadas como para impedir a quienes vestían faldas yguardainfantes el salir a la calle a participar en las actividades públicas, eintroducirsuscorpulentashumanidadesentrelasfilasmáscercanasalpatíbulo

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los días en que se llevaba a cabo una ejecución. Moralmente, tanto comomaterialmente,estasmatronasydoncellasdecunayeducacióninglesaerandecontextura más tosca que la de sus bellas descendientes de seis y sietegeneraciones más tarde; a través de la cadena hereditaria, cada madre fuetransmitiendo sucesivamente a sus hijas un coloridomás suave, una bellezamás delicada ymenos duradera, así como un tallemás fino, aunque no uncarácter de menor fuerza y solidez que el suyo. Las mujeres que ahora seagolpabanjuntoalapuertadelacárcelsehallabanamenosdemediosiglodelaépocaenquelahombrunaIsabelnoeraunarepresentanteinapropiadadesusexo.Erancompatriotassuyas;lacarneylacervezadesutierranatal,yunadieta moral ni una pizca más refinada, formaban sus personalidades. Elardiente sol matutino brillaba, pues, sobre amplias espaldas y biendesarrolladosbustos,yenrubicundasmejillas,maduradasenlalejanaisla,queapenas habían palidecido o adelgazado algo en la atmósfera de la NuevaInglaterra.Ellenguajedeaquellasmatronas,comoparecíanserlolamayoría,eradeunafranquezayrobusteztal,queahoranosespantaría,tantoenloqueserefiereasucontenidocomoasutono.

—Misbuenasseñoras—dijounacincuentonadefaccionesausteras—,osdiréloquepienso.Seríadegranprovechopúblicoelquenosotras,lasmujeresmadurasybienreputadascomomiembrosdelaIglesia,tuviéramosanuestrocargo ocuparnos de delincuentes como esta Hester Prynne. ¿Qué pensáis,comadres?Si esabribona fuera juzgadapornosotras cinco, las que estamosaquíahora,¿saldríaconunasentenciacomolaquehandictadoloshonorablesjueces?¡PorlaMadre,nolocreo!

—Dice lagente—intervinootra—queel reverendodoctorDimmesdale,susantopastor,estámuyafectadoporelhechodequeunescándalodeestaenvergadurahayaocurridoentrelosmiembrosdesucongregación.

—Los jueces son caballeros temerosos de Dios, pero demasiadomisericordiosos, ésa es la verdad —añadió otra otoñal matrona—. Por lomenos, deberían haber marcado con hierro candente la frente de HesterPrynne.DoñaHestersehabríaamilanadoantetalsuerte,osloaseguro.¡Peroaella, lamuy zorra, poco le importará lo que le pongan en el corpiño de suvestido! Os advierto que es muy capaz de cubrirlo con un prendedor ocualquieradornopaganoporelestilo,yasípasearseporlascallestanorondacomosiempre.

—Pero—interpuso con más suavidad una joven señora que llevaba unniñodelamano—,pormásquecubralamarca,sentirásiempreunapunzadadedolorenelcorazón.

—¿Aquétantohablardemarcasyseñales,yaseancolocadasenelcorpiñodesutrajeoenlapieldesufrente?—chillóotramujer,lamásfeaalavezque

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másdespiadadadelasquesehabíanconstituidoenjueces—.Estamujernosha cubierto de vergüenza y debería morir. ¿No existe una ley para esto?Ciertamente que sí, tanto en las Escrituras como en el Libro de lasOrdenanzas. ¡Y los jueces que dejan sin efecto estas leyes sólo podránculparseasímismossisusesposasosushijassedescarrían!

—Tenedpiedaddenosotros,buenamujer—exclamóunodeloshombresqueporallíseencontraban—.¿Essólovirtuosalamujerquetemealcadalso?¡Vuestras palabras son muy duras! Pero callad, comadres: ya descorren loscerrojosdelacárcelyaquívieneahoralaseñoraPrynneenpersona.

Lapuertadelaprisiónseabriódeparenpardesdeelinterior,apareciendoen primer término, como una sombra negra que emerge a la luz del sol, lafiguraceñudaytenebrosadelalguacildelpueblo,conunaespadaalcintoylavaradesucargoenlamano.Elaspectodeestepersonajeeracomolaimagenviva de la lúgubre severidad del código de leyes puritanas, cuyo deber eraadministrarsucastigoalculpablecontodaladiligenciayseveridaddelcaso.Adelantandolavaraconlamanoizquierda,pusoladerechasobreelhombrodeunamujerjoven,impulsándolahaciadelantehastaque,alllegaralumbralde la puerta de la cárcel, ella lo rechazó con un gesto lleno de auténticadignidad y carácter, y salió al aire libre como si lo hiciese por su propiavoluntad.Llevabaensusbrazosunaniña,unacriaturadeunostresmesesdeedad,queparpadeóantesdeescondersucaritaalsentirlavivísimaluzdeldía;hastaahora,suexistencialahabíafamiliarizadosóloconlamedialuzgrisáceadelcalabozoydeotrosapartamentosigualmenteoscurosdelacárcel.

Cuando la joven —madre de esta niña— apareció a plena vista de lamuchedumbre,suprimerimpulsofueestrecharlacontrasupecho;notantoporungestodeamormaternalcomoparaocultarunaprendaque tenía sujetaalvestido. Inmediatamente después, sin embargo, juzgando sensatamente queuna de las prendas de su vergüenza mal podía servir para ocultar la otra,acomodó a la niña entre sus brazos y con las mejillas teñidas de un ruborabrasador,peroconunasonrisaaltaneraenloslabiosyunamiradaquenosedejabaabatir,recorrióconlavistaasusconciudadanosyvecinosallíreunidos.Enlapecheradesuvestido,sobreunafinatelaroja,elaboradamentebordadacon fantásticos adornos de hilo de oro, aparecía la letra A. Estaba tanartísticamentebordadaycontanexuberanteymagníficafantasía,quedabalaimpresiónde ser el toque final, ladecoraciónmás adecuadaa suvestido; elcual era de un esplendor muy de acuerdo con el gusto de la época, perotambiénmuyporencimadelasgalaspermitidasporlosreglamentosvigentesrespectoalmododevestirenlacoloniapuritana.

Lajoveneraalta,defiguraeleganteyproporcionada.Suscabellosnegros,abundantes,reflejabanlaluzdelsol,produciendolevesdestellosluminosos,ysurostro,ademásdeserbellodebidoalaregularidaddelasfaccionesyala

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lozaníadelcutis,impresionabaporelarcodesuscejasylaprofundidaddesusojosnegros.Teníatambiénunaspectomuyseñorial,alamaneradelasdamasnoblesdesuépoca,caracterizadomásporciertamajestuosadignidadqueporla delicada y evanescente gracia que ahora se considera como su condiciónprincipal. Y nunca se vio a Hester Prynne más distinguida, en el antiguosentidodelapalabra,quealsaliresedíadelaprisión.Losquelaconocíandeantes y esperaban verla ahora apocada y entristecida por la sombra de ladesgracia, se sorprendieron y hasta alarmaron al ver cómo su hermosura sedestacabaytransformabaenelhalodedesgraciaeignominiaquelaenvolvía.Talvezunobservadorperspicazhabríanotadoalgoprofundamentedolorosoentodoello.Suatuendo,que,efectivamente,ellamismahabíaconfeccionadoen la cárcel para la ocasión y siguiendo los dictados de su propia fantasía,parecía expresar la actitud de su espíritu y la desesperada temeridad de suposición, por lo pintoresco y caprichoso de sus detalles. Pero el lugar haciadondeconvergíantodaslasmiradasyquelograbatransfigurarasudueña—detal modo que los hombres y las mujeres que ya antes habían conocido ytratadoaHesterPrynnequedaronimpresionadoscomosilavieranporprimeravez— era donde la letra escarlata lucía sobre su pecho, fantásticamentebordada y luminosa. Producía como un encantamiento que la sacaba delámbitonormaljuntoalrestodelahumanidadylaencerrabaaellasolacomodentrodeunaesfera.

—¡Tienemuchahabilidadconlaaguja,esoesevidente!—dijounadelasespectadoras—.¿Hubojamásunamujer,antesqueestabribonadescarada,queaprovecharaunmotivosemejanteparalucirse?Pero,comadres,¿quéesesto,sinounamaneradereírsedenuestrosvenerablesjuecesyconvertirenmotivode orgullo lo que ellos, respetables magistrados, quisieron que fuera uncastigo?

—Loquetendríamosquehacer—dijolaancianaderostromásduro—esarrancar a la tal Hester su vestido, dejando al descubierto sus delicadoshombros; y, por lo que respecta a la letra roja que ha bordado con tantahabilidad,ledaréuntrozodemipropiafranelacontraelreumatismoparaquesehagaunaletramásapropiada.

—¡Oh,piedad,vecinas,piedad!—susurró lamás joven—.Nodejéisqueosoiga.Nohayunasolapuntadaenesaletrarojaquenolehayapinchadoelcorazón.

Elsombríoalguacilhizounaseñalconlavara.

—¡Dejad paso, buena gente, dejad paso en nombre de la ley!—gritó—.Abrid camino, y yo os prometo que la señora Prynne será colocada dondehombres, mujeres y niños puedan contemplar sus audaces vestiduras desdeestemomentohastaunahorapasadoelmediodía. ¡Benditasea lacoloniade

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Massachusetts, donde la iniquidad es revelada públicamente y expuesta aplenaluzdeldía!¡Ven,Hester,ymuestratuletraescarlataenelmercado!

Seabrióunpasadizoenmediodelosespectadores.Entonces,presididaporel alguacil y seguida por una procesión de hombres de expresión severa ymujeresderostrossinbondad,HesterPrynnesedirigióhaciaelsitioseñaladopara su castigo. Un grupo de escolares impacientes y curiosos, que pococomprendíanloqueestabasucediendo,sóloque,graciasaello,teníanmediodía de asueto, corrían delante volviéndose continuamente para observarla,tantoaellacomoalacriaturaquepestañeabaensusbrazosylaignominiosaletra escarlata bordada en su pecho. En aquellos tiempos no era grande ladistanciaquemediabaentrelapuertadelacárcelyelmercado.Noobstante,alaprisioneraleparecióenorme;pues,pormuyaltivaquefuerasuactitud,talvezsintieraunaprofundaangustia,comosihubiesearrojadosucorazóna lacalleparaquetodoslodespreciaranypisotearan.Lanaturalezahumanatiene,sinembargo,unrecursotanmaravillosocomomisericordioso,yesqueelquesufrenoconocela intensidaddeloquepadecesinoporeldolorquesigueaese momento. Así pues, Hester Prynne mantuvo una actitud casi serenaduranteestapartedelcastigo,hastallegaraunaespeciedepatíbuloerigidoenelextremooestedelaplazadelMercado,casiexactamentebajoelalerodelaiglesiamásantiguadeBostonyqueparecíaestarfijoallí.

Efectivamente, este patíbulo era parte de lamaquinaria penal que desdehacedosotresgeneracionesessólohistóricaytradicionalentrenosotros,peroen aquellos tiempos era considerada como un factor tan importante en laformacióndebuenosciudadanoscomolofueensutiempolaguillotinaentrelosterroristasdeFrancia.Eralaplataformadelcepoysobreellasealzabaesteinstrumento de disciplina construido de tal modo que servía a la vez parainmovilizar lacabezahumanayparaexponerlaa lasmiradasdelpúblico.Elconcepto mismo de la ignominia tomaba cuerpo y se hacía patente en esteinstrumentodemaderayhierro.Nopuedecometersemayorultrajeencontrade la naturaleza—cualesquiera que sean las culpas cometidas— que el deimpediralculpableescondersurostroavergonzado;yéste,enesencia,eraelcastigo. En el caso deHester Prynne, sin embargo—y esto sucedía con nopocafrecuenciaenotrasocasiones—,lasentenciamandabaquepermaneciesede pie durante cierto tiempo sobre la plataforma, pero sin que aquellaabrazadera oprimiese su cuello y sujetase su cabeza, lo que constituía lacaracterísticamásdiabólica de la horriblemáquina.Sabiendobien supapel,ellasubiólasescalerasdemadera,mostrándosedeestemodoalamultitudquela rodeaba,másomenosa laalturade loshombrosde laspersonassobreelniveldelacalle.

Dehaberseencontradounpapistaentreelgrupodepuritanos,podríahabervistoenestahermosamujer,deporteyatavíostanperegrinos,yconlaniñaen

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losbrazos,algoquelerecordaralaimagendeladivinamaternidad,quetantospintores ilustres rivalizaron entre sí por representar; algo que a éstos lesrecordaría,seguramente,perosóloporelcontrasteque implicaba, lasagradaimagendelamaternidadsinpecado,cuyofrutoestabadestinadoaredimirelmundo.Aquí,encambio,estabapresentelamanchadelpeorpecadocontralacualidadmássagradadelanaturalezahumana,detalmodoquelabellezadeestamujerensombrecíaalmundo,yesaniñaquellevabaensusbrazoseraelsímbolodesuperdición.Laescenapresentabauningredientedeterror,comotienequeseren lacontemplaciónde lavergüenzadeotro serhumano, si esquelacomunidadnohallegadoacorrompersetantocomoparasonreírenvezdetemblaranteesavergüenza.LostestigosdeladesgraciadeHesterPrynneno habían superado esta simplicidad. Eran lo suficientemente severos parapoder contemplar la muerte, si ésa hubiera sido la sentencia sin protestarcontralaseveridaddelfallo,perotambiéncarecíandelainhumanidaddeotrosestadossocialesquesólohabríanencontradomotivosdechanzayrisasenunaexhibicióncomolapresente.Y,aunsihubieraexistidounalevepropensiónaridiculizar el asunto, ésta habría sido reprimida y dominada por la solemnepresencia del gobernador, varios consejeros, un juez, un general y losministrosdelaciudad,queseencontrabandepieosentadosenunbalcóndelMeetingHouse,mirandohacialaplataforma.Cuandoestospersonajesasistíanalespectáculo,sinmenoscabodelamajestadyreverenciadesucargoyrango,podíadeducirsesintemoraequivocarsequelasentencialegalseríacumplidadiligente y eficazmente.En consecuencia, lamultitud presentaba un aspectograve y sombrío.La infortunada prisionera se sostenía comopodía, con susescasasfuerzasfemeninas,antelamiradainexorabledemilojosfijosenellayconcentrados en su pecho. Le era casi imposible tolerarlo. De naturalezaimpulsiva y apasionada, había tratado de fortalecerse para aguantar losaguijones y las venenosas puñaladas de la animadversión pública, quedescargaría sobre ella toda clase de insultos. Pero había algo mucho másterribleen lasolemneactituddelpueblo; tanto,queellahabríapreferidomilvecesveraquellosrostrosdistorsionadosporunaburladesdeñosa,siendoellaelobjetodeesaburla.Sihubierabrotadounestallidoderisadelamultitud—al que cada hombre, cada mujer, cada voz infantil contribuyeseindividualmente—,HesterPrynnehabríapodidocorresponderconunaamargasonrisa cargada de desprecio. Pero, bajo el pesado castigo que era su sinosoportar, pormomentos sentía como si fuera a ponerse a gritar con toda lafuerzadesuspulmonesyarrojarsedelcadalsohaciaelsuelo,ovolverselocaallímismo.

Sin embargo, había instantes en que toda la escena, cuya figura másconspicua era ella, parecía desvanecerse; o, por lo menos, sólo aparecíaconfusamente ante sus ojos como una masa de imágenes espectralesimperfectamente dibujadas. Su mente, sobre todo su memoria, desarrollaba

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unaactividadcasisobrenatural,ycontinuamentepresentabaantesusojosotrasescenas bien diferentes a la de esta fea calle de un pequeño pueblo en lafronteradelasestepasdelOeste;rostrosdistintosalosqueseenfocabanhaciaella bajo el ala de sus sombreros puntiagudos como campanarios de iglesia.Reminiscencias, lasmás insignificantes y fútiles, episodios de su infancia ysusdíasescolares,losjuegos,lasriñasinfantiles,laspequeñascaracterísticasdomésticasdesusañosdesoltera,seagolpabanensumente,entremezcladosconlosrecuerdosmásseriosygravesdelosañossubsiguientes;cadacuadro,tan vívido como el anterior, como si todos tuvieran lamisma importancia otodofuerasólounacomedia.Posiblementeeraésteunrecursoinstintivodesuespíritu para aliviar, al exhibir esas formas fantasmagóricas, el peso cruel ydurodelarealidad.

Seacomofuere,laplataformadelcepoeraunpuntodevistaquerevelóaHesterPrynnetodoelcaminoquehabíarecorridodesdelosdíasfelicesdesuinfancia. Mientras permanecía de pie a aquella altura ignominiosa, vionuevamente su pueblo natal en la vieja Inglaterra y su casa paterna: unadeteriorada casona de piedra gris, de aspecto miserable, pero aún con unescudodearmasmedioborroneadosobreelportalcomo insigniadeantiguanobleza. Vio el rostro de su padre, de frente despejada y venerable barbablanca, que flotaba sobre la anticuada gorguera isabelina; también el de sumadre, con ese aspecto de amorosa ansiedad y vigilancia que siempreconservaba en su recuerdo, y que, aun después de su muerte, había sido amenudocomounobstáculodetiernoreprocheenlasendadesuhija.Viosupropio rostro, iluminado por juvenil belleza, haciendo relumbrar el opacoespejoenquesolíamirarse.Allíviootrorostro,eldeunhombreavanzadoenaños, un rostrodelgado, pálido, de aspecto estudioso, con los ojos turbios ylegañososacausadelaluzartificialquelehabíaservidoparahundirseenlalecturadetantossesudosvolúmenes.Noobstante,esosmismosojoslegañososteníanunextrañopoderdepenetracióncuandosudueñoseproponíaleerenelalma humana. Este personaje estudioso y casi monástico que la fantasíafemeninadeHesterPrynnenopudomenosderecordareraalgodeforme,puestenía el hombro izquierdo ligeramente más alto que el derecho. Luegosurgieronanteella,enlagaleríadesusrecuerdos, lascallejuelas,estrechaseintrincadas, las casas, altas y grises, las enormes catedrales y los edificiospúblicos,defacturaantiguaypintorescaarquitectura,deunaciudadeuropeadondeunanuevavidalaesperaba,relacionadaaúnconelcontrahechoerudito;unavidanuevaque, sin embargo, se alimentabademateriasgastadaspor eltiempocomoelpenachodeverdemusgosobreunmuroenruinas.Finalmente,en vez de las cambiantes escenas, apareció de nuevo la tosca plaza delMercado del poblado puritano, con la muchedumbre reunida paseando susseveras miradas sobre Hester Prynne —sí, sobre ella misma—, quepermanecíaenlaplataformadelcepoconunacriaturaenlosbrazosylaletra

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A,decolorescarlata,fantásticamentebordadaconhilodeorosobresupecho.

¿Sería verdad?Estrechó a la niña con tanta fuerza entre sus brazos, queésta dejó escapar un grito; volvió sus ojos hacia abajo para mirar la letraescarlata, tocándola inclusoconeldedoparaasegurarsedeque tanto laniñacomolaletraeranreales.¡Sí!¡Éstaseranlasrealidadesdesuvida,ytodolodemáshabíadesaparecido!

III.ELRECONOCIMIENTO

Deestaintensasensacióndeserobjetodelauniversalyseveracuriosidad,laportadoradelaletraescarlatasesintióporfinaliviadaaldescubrir,entrelosmásalejadosdelgrupo,aunpersonajequetomóposesiónirresistiblementedesupensamiento.Habíaallíunindiovestidoconsutrajetípico,perolospielesrojas no eran visitantes poco frecuentes en los poblados ingleses, y uno deellosnohabríallamadolaatencióndeHesterPrynneenaquellosmomentos;ymuchomenoshabríaexcluidotodoslosdemásobjetoseideasdesumente.Allado del indio, y evidentemente relacionado con él, se hallaba un hombreblancovestidoconunextrañoatavío,mezcladelasvestimentasdelosindiosylasdeloshombrescivilizados.

Era de estatura pequeña y rostro arrugado, aunque aún no podíaconsiderárseleviejo.Sus facciones reflejabanunanotable inteligencia, comolasdeunapersonaquetantohacultivadosusfacultadesmentales,queéstasnohanpodidodejardemarcarlasfísicasymanifestarseconsignosevidentes.Apesar de que con el aparente descuido de su heterogéneo vestido habíaconseguidoesconderodisimularsupeculiaridad,eraevidente,paralosojosdeHesterPrynne,queunodeloshombrosdeesteseñoreramásaltoqueelotro.Apenas vislumbró el delgado rostro y la leve deformidad del cuerpo delhombre,estrechóunavezmásalacriaturacontrasupechocontalfuerza,quelapobreniñalanzóotrogritodedolor.Lamadrepareciónooírlo.

Al llegar a la plaza delMercado, ymucho antes de que ella lo viera, elforasterodirigió lamiradahaciaHesterPrynne.Lohizodescuidadamentealprincipio,comounhombreacostumbradoamirardentrodesímismoyparaelcualloshechosexteriorescarecendevaloreimportanciaamenosquetenganalgunarelaciónconloqueestápasandodentrodesumente.Muypronto,sinembargo, su mirada se tornó intensa y penetrante. Un estremecimiento dehorrorrecorriósusfaccionescomounaserpientequesedeslizararápidamentesobreellas,haciendosólounapequeñapausaquehizoposiblessusretorcidasevoluciones.Surostroseensombrecióembargadoporunapoderosaemoción,que,sinembargo,controlóinstantáneamenteporunesfuerzodevoluntad,de

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modo que, excepto un momento, su expresión podía haberse consideradocomomuyserena.

Alpocorato,lasconvulsionesfueroncasiimperceptibles,yfinalmentesehundieronenlasprofundidadesdesuser.CuandodescubriólosojosdeHesterPrynnefijosenlossuyosysediocuentadequeellaparecíareconocerlo,lentay calmosamente levantó un dedo, hizo con él un gesto en el aire y lo posósobresuslabios.

Luego,tocandounhombrodellugareñoqueestabaasulado,ledirigiólapalabraconurbanidadycortesía.

—Perdoneusted,buenseñor—ledijo—.¿Quiénesesamujer?¿Yporquérecibeestahumillaciónpública?

—Debe de ser usted extraño a estas regiones, mi amigo —contestó ellugareño mirando con curiosidad a su interlocutor y al salvaje que loacompañaba—.Delocontrario,habríasindudaoídohablardeHesterPrynneysumalvadaconducta.Haprovocadoungranescándalo,seloaseguro,enlacongregacióndelvirtuosodoctorDimmesdale.

—Tiene usted razón —replicó el otro—. Soy forastero y he sido untrotamundos contrami voluntad. He sufrido grandes infortunios tanto en latierracomoenelmaryheestadoprisioneromuchotiempoentrelossalvajesdel sur; ahora me ha traído aquí este indio para liberarme del cautiverio.¿PodríadecirmequésucedióaHesterPrynne?¿Noesésesunombre?¿Quéfaltashacometidoestamujeryquélahallevadoalcadalso?

—De verdad, amigo, creo que tiene que ser motivo de alegría para sucorazón, luego de lo que ha sufrido entre los salvajes—dijo el lugareño—,encontrarse finalmente en una tierra donde la iniquidad es perseguida ycastigada a la vista de los gobernantes y del pueblo; como aquí, en nuestrasantaNuevaInglaterra.Hadesaber,señor,queaquellamujereralaesposadeun culto caballero, inglés de nacimiento, el cual vivió mucho tiempo enÁmsterdam,hastaque,hacebastantetiempo,seleocurriócruzarelocéanoyvenir a probar suerte entre nosotros aquí, en Massachusetts. Con este fin,enviópordelanteasuesposa,quedándoseélatrásparaocuparsedealgunosasuntos ineludibles.Y durante los dos años que estamujer ha pasado entrenosotrosaquí,enBoston,buenseñor,noharecibidoningunanoticiadeestecultoseñorPrynne;ysu jovenesposa,deseustedcuenta,dejadaasupropiafaltadecriterio…

—¡Ajá! ¡Ajá!Yacomprendo—dijoel forastero, conuna sonrisaamarga—. Un hombre tan culto, como usted dice que es, debería también haberaprendidoestoensuslibros.¿Yquién,simehaceustedelfavor,señor,eselpadre de aquella criatura (que debe de tener unos tres o cuatro meses, me

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imagino)quelaseñoraPrynnetieneensusbrazos?

—A decir verdad, amigo, ese asunto continúa siendo un enigma; y elDanielquehadeinterpretarlonohaaparecidotodavía—contestóellugareño—.Hester rehúsa revelarlo,y los jueceshandeliberado largamenteenvano.Acaso el culpable esté entre nosotros observando el triste espectáculo,desconocidoporloshombresyolvidandoqueDioslove.

—Elcultocaballero—dijoel forastero, sonriendonuevamente—deberíavenirpersonalmenteatratardedescifrarelmisterio.

—Eso tendría que hacer, si aún vive—respondió el lugareño—. Ahorabien, buen señor, lamagistratura deMassachusetts ha considerado que estamujeresjovenybella,yquesindudafueimpulsadaacaerenlatentación;ymásaún:comolomásprobableesquesumaridoestéenelfondodelmar,nohaqueridoponerenvigortodalafuerzadenuestrajustaleycontraella,pueslapenaes lademuerte.Así,congranmisericordiay ternuradecorazón,hacondenadoalaseñoraPrynneapermanecersolamentetreshorasdepiesobreel tablado del cepo, y de allí en adelante, por el resto de su vida, llevar lamarcadesuvergüenzasobreelpecho.

—¡Sabia sentencia! —comentó el forastero inclinando solemnemente lacabeza—. Será como un sermón vivo predicado en contra del pecado hastaquelaignominiosaletraseaesculpidaenlalosadesusepulcro.Memolesta,sinembargo,queelcómplicedesupecadonoestéporlomenosjuntoaellaenelpatíbulo.¡Peroestoysegurodequeserádescubierto!¡Serádescubierto!¡Loserá!

Saludócortésmenteallocuazciudadanoy,susurrandounaspalabraseneloído del indio que lo acompañaba, se alejó con él abriéndose paso entre lamultitud.

Durante todo este tiempo, Hester Prynne seguía de pie en su tarima,siempreconlavistafijaenelforastero;unamiradatanfijaque,ensuabsortaconcentración, todos los demás objetos del mundo visible desaparecieron,dejándolossolosaélyaella.Unaentrevistaconélhabríasido,quizá,aúnmásterriblequeverlocomoahora,conelardientesoldelmediodíacayéndoledeplenosobreelrostroyencendiendosuvergüenza;conlaprendaescarlatadeladeshonra sobre supecho;conel frutodelpecadoensusbrazos;con todoelpuebloqueallíhabíaacudido,comoquienvaaunagranfiesta,acontemplarlosrasgosquesólotendríanqueservistosbajoelsuaveresplandordelhogar,en lapenumbra felizde sucasa,obajouncastoveloen la iglesia.Pormásespantosoquefuera,sesentíaprotegidaporlapresenciadeesosmiltestigos.Eramejor estar así, con tantagente entre ellay él, que encontrárselo cara acara, solos los dos. Se refugiaba en la contemplación de la muchedumbre,temiendoelmomentoenquelefaltarasuprotección.

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Envueltaenestospensamientos,apenasoyóunavozdetrásdeella,hastaquerepitiósunombremásdeunavez,contonosolemneysonoro,oídoportodoelpueblo.

—¡Atiendealoquetedigo,HesterPrynne!—dijolavoz.

Ya se ha dicho que directamente sobre la plataforma en que se hallabaHesterPrynnehabíaunaespeciedebalcónogaleríaabiertapegadaalMeetingHouse. Era el lugar que se usaba para las proclamas en presencia de laasamblea de magistrados, con todo el complicado ceremonial que sedesplegaba en aquellos tiempos para los actos públicos.Aquí se encontrabaparapresenciarelactoelpropiogobernadorBellingham,rodeadoporcuatroalguacilesqueportabanalabardas, comoguardiadehonor.Lucíaunaplumaoscuraensusombrero,unacapaconcenefabordadayunatúnicadeterciopelonegrodebajo;erauncaballerodeedadavanzadaylasvicisitudesdeunavidadura habían surcado de arrugas su rostro. Era la persona apropiada paraencabezaryrepresentarunacomunidadquedebíatantosusorígenescomosuprogreso,y suactualestadodedesarrollo,noa los impulsosde la juventud,sino a las austeras y controladas energías de la madurez, a la sombríasagacidaddelaexperiencia,habiendologradotantascosasjustamenteporquehabíanimaginadoyesperadotanpoco.

Losotroseminentespersonajesquerodeabanaljefemáximosedistinguíanporladignidaddesuporte,tancaracterísticodelostiemposenquelasformasde la autoridad estaban investidas, se creía, del carácter sagrado de lasinstituciones divinas. Eran, indudablemente, buenas personas, justas, sabias,prudentes. Pero entre toda la familia humana no habría sido fácil elegir unnúmerodepersonassabiasyvirtuosasquefuesenmenoscapacesdejuzgarelextravíodeuncorazón femeninoydedesenmarañar lamezcladebienydemalquelocomponen,queestossabiosderígidoaspectohaciaquienesdirigíaahora su rostro Hester Prynne. Parecía tener conciencia de que, si algo desimpatía lograba despertar, ésta se encontraría en el corazón más grande ycálido de todos los presentes en la multitud; pues, al levantar los ojos, ladesdichadapalidecióysepusoatemblar.

LavozquehabíarequeridosuatencióneraladelfamosoreverendoJohnWilson,elclérigomásviejodeBoston,académicodenota,comolamayoríade sus colegas contemporáneos, y además hombre de espíritu bondadoso ycordial.Estacualidad,sinembargo,habíasidocultivadamenosdiligentementequesusfacultadesintelectuales,yera,adecirverdad,másbienunmotivodevergüenzaquedeorgulloparaél.Allíestaba,conunaorladerizadoscabellosbordeandosucasquete,ysusojosgrises,acostumbradosalapálidaluzdesuestudio,pestañeabancomolosdelaniñadeHesterbajolainclementeluzdelsol. Parecía uno de esos grabados oscuros que ilustran los viejos libros desermones.Ynoteníamásautoridadniderechoqueelquetendríaunodeesos

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viejosretratosparaentrometerse,comolohacíaahora,enasuntosdepasioneshumanas,dedoloresyculpas.

—HesterPrynne—dijoelclérigo—,hedebatidolargamenteconmijovenhermano aquí presente, cuyas prédicas ha tenido usted el privilegio deescuchar.—El señorWilson puso una mano sobre el hombro de un jovenpálidoqueestabadepiejuntoaél—.Hetratadodepersuadiraestevirtuosojoven,como ledigo,paraqueseaélquien trateconustedaquí, anteDiosyanteestossabiosyprobosregidores,yenpresenciadetodoelpueblo,sobrelavilezadesupecado.Alconocermejorqueyosutemperamento,puedejuzgarmejor que yo cuáles argumentos conviene usar, el temor o la ternura, paralograr prevalecer sobre su dureza y terquedad. No debe usted ocultar laidentidad del hombre que la tentó hasta hacerla caer en este grave pecado.Pero él argumenta (con la exagerada clemencia de los jóvenes, a pesar deposeer una sabiduría muy superior a sus años) que sería traicionar lanaturalezafemeninaforzarlaarevelarsecretosdesucorazónaplena luzdeldía y en presencia de tanta gente. En realidad, como traté de darle acomprender, la vergüenza está en el actodel pecadoyno en el proclamarlopúblicamente.¿Quémediceusted,unavezmás,hermanoDimmesdale?¿Letoca a usted hacerlo, o seré yo quien se ocupe del alma de esta pobrepecadora?

Se sintióunmurmullodevoces entre losdignosy reverendosocupantesdelbalcón;yelgobernadorBellingham,haciendodeportavoz,hablóconuntonollenodeautoridad,aunqueatemperadoporelrespetoqueleinspirabaeljovenclérigoalcualsedirigía.

—Virtuoso doctor Dimmesdale —dijo—, la responsabilidad de lasalvacióndelalmadeestamujerseencuentraprincipalmenteensusmanos.Austedletoca,pues,exhortarlaalarrepentimientoyalaconfesióncomopruebayconsecuenciadeél.

La directa apelación al clérigo hizo que los ojos de la multitudconvergieranhaciaelreverendodoctorDimmesdale.Eraunjovenclérigoquehabíavenidodeunade lasgrandesuniversidades inglesas, trayendoconsigotodoelsaberdelaépocaanuestrastierrasvírgenesysalvajes.Suelocuenciayfervorreligiosolollevaronmuyprontoaocuparuncargoprominenteyactivoen su profesión. Era una persona de aspecto impresionante, de frente alta,blancaydespejada, grandesojososcurosymelancólicos, yunabocaque, amenosquehicieseunesfuerzoparacomprimirla, tendíaa ser temblorosa, loqueexpresabaalavezsensibilidadnerviosaygrandominiodesímismo.Mas,apesardesusgrandesdotespersonalesysuséxitosacadémicos,teníaeljovenministrounaspectoextraño—sorprendido,aprensivo,asustadizo—,comoelde un ser que se siente extraviado y hasta perdido en los caminos de laexistencia humana y sólo está cómodo en su propio retraimiento. Así pues,

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hastatantoselopermitiesensusdeberes,caminabaporlossenderoslateralesysombreadosdelavida,conservándosesimplecomounniño.Ycuandosedabala ocasión se expresaba con una frescura, una fragancia y una pureza depensamientoque,comomuchosdecían,conmovíacomolavozdeunángel.

Así era el joven a quien tanto el reverendoWilson como el gobernadorhabíanpresentadoalpúblico, instándoleahablar,enpresenciade todosparaque todospudiesenoír,dirigiéndoseaesemisterioqueeselalmafemenina,sagrado incluso en su corrupción.Lapenosa situación enque se encontrabahizopalidecersusmejillasytemblarsuslabios.

—Hableustedaestamujer,hermanomío—dijoelseñorWilson—.Esdegran importancia para su alma, y por lo tanto, como bien dice el honorablegobernador,tambiéndetrascendentalinterésparalasuyapropia,acuyocargoseencuentra.¡Exhórtelaustedaqueconfieselaverdad!

ElreverendodoctorDimmesdaleagachólacabeza,alparecerensilenciosaoración,yluegosedirigióaella.

—Hester Prynne —le dijo, inclinándose sobre el balcón y mirándolafijamentealosojos—,haescuchadoustedloqueesterespetablecaballeroleha dicho y comprende la responsabilidad que en esta triste misión meincumbe. Si siente usted que contribuirá a la paz de su alma y, con ello, elcastigoterrenalserámáseficienteparasusalvación,leconjuroapronunciarelnombredesucómpliceenelpecadoyenelsufrimiento.Nopermanezcaustedcallada por un sentimiento de falsa piedad y ternura hacia él; pues créame,Hester:aunquetuvieseélquedescenderdeunaencumbradaposiciónybajarahí, juntoausted,a su tarimadevergüenzae ignominia, levaldríamásqueesconderuncorazónculpabledurantetodasuvida.¿Quépuedehacerporélelsilencio, sino tentarlo (sí, impulsarlo casi) a añadir a su pecado el de lahipocresía?ElCielolehaconcedidoaustedunescarmientopúblicoparaqueporélpuedalucharytriunfarsobreeldoloryelmalqueseencuentradentrodeustedmisma.Cuidado con lo que así niegausted a ese ser quequizá notengaelvalordecogerporsímismolaamargacoparedentoraqueasuslabiosseofrece.

La voz del joven pastor era temblorosamente dulce, rica, profunda yentrecortada.El sentimiento quemanifestaba tan abiertamente,más aún quesus palabras mismas, hizo que éstas vibraran en todos los corazones yconfundieran,aquienesescuchaban,enunsentimientouniversaldesimpatía.Incluso la pobre criatura, en el regazo de Hester, sintió su influencia, puesdirigió su mirada, hasta ahora errante, hacia el doctor Dimmesdale, y alzóhaciaélsusbracitosconunmurmulloentrecomplacidoyquejumbroso.Tanpoderoso fue el llamamiento del ministro, que la gente creyó que HesterPrynnenopodríasinopronunciarelnombredelculpable;oque,porlomenos,

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elculpablemismo,seacualfueresubajaoelevadaposición,severíaimpelidoamostrarse,atraídoporunafuerzainteriorinsoslayable,ysubirlasgradasdelcadalso.

Hestersacudiólacabeza.

—¡Mujer,notraspaseustedloslímitesdelamisericordiacelestial!—gritóelreverendoseñorWilsonmásduramentequeantes—.Esapequeñacriaturaharecibidoeldondelapalabraparaapoyaryconfirmarelconsejoqueacabausteddeoír. ¡Pronuncie sunombre!Elloy suarrepentimientopueden servirparaarrancarlaletraescarlatadesupecho.

—¡Jamás!—replicóHesterPrynne,peronomirandoalseñorWilson,sino,fijamente, a los ojos profundos y perturbados del clérigo más joven—. Lamarcaestámuyhonda.Nopodránquitármela.¡Quesemepermitasufrirporélsudoloragregadoalmío!

—¡Habla,mujer!—dijootravoz,fríaysevera,procedentedelamultitudquerodeabaelpatíbulo—.¡Hablaydaleunpadreatuhija!

—¡Nohablaré!—contestóHester,poniéndosepálidacomolamuerte,perocontestando a la voz, que indudablemente reconocía—.Mi hija tendrá quebuscarunpadreenelCielo,yaquenoconoceráotroenestatierra.

—¡Nohablará!—murmuróelseñorDimmesdale,quien,apoyadosobrelabalaustrada y con la mano en el corazón, esperaba el resultado de suexhortación—.¡Portentosafortalezaygenerosidaddelcorazónfemenino!¡Nohablará!

Percatándosedelestadoinabordabledelamentedelapobreprisionera,elclérigomásanciano,quesehabíapreparadocuidadosamenteparalaocasión,sedirigióalamultitudpronunciandounsermónsobreelpecadoentodassusramificaciones, pero con continuas referencias a la ignominiosa letra. Tantenazmente insistió sobre este símbolo en la hora omás durante la cual susfrasesplanearonsobrelascabezasdelagente,queinfundiónuevosterroresensusmentes; y la letra parecía derivar su resplandor escarlata de lasmismasllamasde los abismos infernales.HesterPrynne,mientras tanto, permanecíasobre el pedestal de la vergüenza con ojos lustrosos y fijos, y un aire dehastiadaindiferencia.

Habíasoportado,aquellamañana,todocuantolanaturalezahumanapuedesoportar;ycomosutemperamentonopodíahacermásquerefugiarsebajounapétrea corteza de insensibilidad mientras permanecían intactas todas lasfacultades de su vida animal. En este estado, la voz del predicador tronabaimplacable pero inaccesible en sus oídos. La criatura, al final del proceso,rasgó el aire con sus gritos y gemidos; ella tratómecánicamente de hacerlacallar,peroapenasparecíacompadecersedeella.Noabandonósuaireduroy

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altaneroalserllevadadevueltaalaprisión,yasídesapareciódelavistadelpúblicodetrásdelportón tachonadodehierro.Losquesequedaronmirandohasta el final murmuraban que la letra escarlata alumbraba con tétricoresplandoreloscuropasillodelinteriordelaprisión.

IV.LAENTREVISTA

Después de su vuelta a la prisión, Hester Prynne se encontraba en talestado de excitación nerviosa, que fue preciso mantenerla bajo constantevigilanciaparaevitarquecometieraalgúnactodeviolenciacontrasímismao,medio enloquecida, dañara a la pobre criatura.Al llegar la noche, habiendoresultadoinútileslastentativasdedominarsuinsubordinaciónconrepulsasyamenazas de castigos, Bracket, el carcelero, encontró prudente requerir lapresencia de un médico. El facultativo, dijo, era un hombre no sólo muyversado en todas las modalidades cristianas de las ciencias médicas, sinoigualmenteal tantoentodoloquepudieronenseñarlelossalvajesrespectoalashierbasyraícesmedicinalesquecrecenenelbosque.Adecirverdad,habíagran necesidad de asistencia médica, no sólo para Hester misma, sino, conmayorurgenciaaún,paralaniña;ésta,sacandosusustentodelpechomaterno,parecíahaberloingeridocontodalaagitación,angustiaydesesperaciónquesehabían adueñado del cuerpo de su madre. Se retorcía con dolorosasconvulsiones y su pequeño cuerpecito era un fiel reflejo de la agoníamoralqueHesterPrynnehabíasoportadoaqueldía.

Siguiendodecercaalcarcelero,queloconducíahaciael lúgubrerecinto,aparecióaquelindividuodeaspectosingularcuyapresenciaentrelamultitudtantohabíaafectadoalaportadoradelaletraescarlata.

Estaba hospedado en la prisión, no porque se sospechara que hubiesecometidoofensaalguna,sinoporserelsitiomásconvenienteyapropiadoparaubicarlo, hasta que los magistrados hubieran llegado a un acuerdo con lossagamores indios sobre su rescate. Anunciósele con el nombre de RogerChillingworth.El carcelero, luegode introducirlo en lahabitación, sequedómaravillado ante la calmaque, comparativamentehablando, se produjo a sullegada; Hester se había tranquilizado y estaba quieta como una muerta,aunquelaniñaseguíagimiendo.

—Leruego,amigo,quemedejeasolasconmipaciente—dijoelmédico—. Tenga usted confianza en mí, señor carcelero, que muy pronto la pazreinaráensucasa;yleprometoquedeahoraenadelantelaseñoraPrynneserámásdócilantelosmandatosdelajusticiaydelaautoridadqueloquehasidohastaahora.

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—Sivuestraexcelencialograhacereso—contestóBracket—,reconoceréqueesustedunhombremuyhábil.Pueslaverdadesqueestamujerhaestadocomoposeída;ypocomefaltaparaarrojaraSatanásdesucuerpoalatigazos.

El forastero había penetrado en la habitación con la tranquilidadcaracterística de la profesión a la que decía pertenecer. Tampoco cambió suactitudcuandoelalejamientodelencargadode laprisión lodejócaraacaracon la mujer, cuya absorta contemplación de su persona en medio de lamultitudindicabalaexistenciadeunarelacióníntimaentreambos.Suprimercuidado fue para con la criatura; sus gritos,mientras se retorcía en la cuna,reclamabaninmediataatenciónyobligabanapostergarcualquierasuntoparacalmarlos.Examinócuidadosamentealacriaturayluegoprocedióaabriruncartapacio de cuero que sacó de debajo de sus vestiduras. Parecía conteneralgunos preparadosmedicinales, uno de los cuales mezcló con una taza deagua.

—Misviejosestudiosdealquimia—dijoél—ymipermanenciadurantemásdeunañoentregentesbienversadasenlasbenéficaspropiedadesdelasplantasmedicinales,mehanconvertidoenunmédicomáshábilquemuchosdelosquepuedenalardeardeposeereltítulo.¡Toma,mujer!Estacriaturaestuya(noesnadamío); tampocoreconoceráenmivoznienmiaspectoasupadre.Daleestapócimacontupropiamano.

Hester rechazó la medicina que se le ofrecía, a la vez que miraba conprofundaaprensiónalrostrodelqueselabrindaba.

—¿Serías capaz de vengarte en esta pobre criatura inocente?—susurróella.

—¡Estásloca,mujer!—contestóelmédicoapaciguándolaconfrialdad—.¿Quéhabríadeinducirmeacausardañoaestapobrecriaturamalnacida?Lamedicina es buenay eficiente; y si fueramihija (sí,míay tuya), nopodríahacermásporella.

Pero comoella aúndudaba, puesdeverdadno estaba en condicionesderazonar,Chillingworthtomólacriaturaensusbrazosyélmismoleadministróel medicamento. Éste demostrómuy pronto su eficacia dándole la razón algaleno.Seapaciguaronlosquejidosdelapequeñaenferma,susconvulsionescesarongradualmenteyunosmomentosmástarde,comosuelesucederconlosniñoscuandosesientenaliviadosdesusdolores,cayóenunsueñoprofundoytranquilo. El médico, como con justicia merecía ser llamado, se dedicóentoncesaatendera lamadre.Le tomóelpulso, lemiró losojos—conunamiradaqueestremeciósucorazónhaciéndolatemblar,portanconociday,sinembargo, tan fríae intensa—y finalmente, satisfechoconel resultadodesuexamen,procedióamezclarotrapócima.

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—No conozco a Lethe ni a Nepenthe —dijo él—, pero he aprendidomuchos secretos en los bosques, y he aquí uno de ellos: una receta quemeenseñó un indio a cambio de unas lecciones que yo le di, tan viejas comoParacelso.¡Bébela!Puedequeseamenosreconfortantequeunaconcienciasinmancha de pecado. Pero eso no te lo puedo dar yo. Y esto calmará lasagitacionesde tu pasión comoaceite que se vierte sobre las olas deunmartempestuoso.

OfreciólatazaaHester,quelarecibióobservándoloconunamiradalentaeintensa;noconexpresiónprecisamentedemiedo,sinollenadeinterrogaciónyduda,comositratasedeaveriguarcuáleseransusintenciones.Mirótambiénasuniñadormida.

—Hepensado en lamuerte—dijo ella—.Lahe deseado; habría inclusorezadoparaquemellegase,sialguiencomoyotuvieseelderechoderezar.Sinembargo,si lamuerteseencuentraenestataza, teruegoreconsideresloquehacesantesdequelabeba.¡Ves!Ahoramismoestáenmislabios.

—Bebe pues —respondió él, siempre con la misma tranquilidad y fríacompostura—. ¿Tan poco me conoces, Hester Prynne? ¿Suelen ser tansuperficiales mis proyectos? Aunque urdiese proyectos de venganza, nadapodría servir mejor a ellos que dejarte vivir, que proporcionarte medicinascontratodoslospeligrosquepudierandañaroponerenpeligrotuvida,afindequeestavergüenzaabrasadorasigaardiendosobretupecho.

Mientras hablaba tocó con un dedo largo y flaco la letra escarlata, quedesde entonces pareció quemar el pecho deHester como si fuese un hierrocandente.Notósugestoinvoluntarioderepulsaysonrió.

—Vive,pues,yarrastracontigotucondenaantelosojosdeloshombresydelasmujeres,yantelosojosdeaquelqueundíallamasteesposo.Yantelosojosdeestacriatura.Paraquepuedasvivir,bebeestapócima.

Sinmáscomentariosydilaciones,HesterPrynneapuróelcontenidodelatazaobedeciendoaungestodelfacultativo,sesentóenlacamadondedormíalaniñamientrasélacercabaallecholaúnicasillaquehabíaenlaceldaysesentabajuntoaella.Nopodíamenosquetemblaranteestospreparativos,puessentía que, habiendo hecho él todo lo que un sentido humanitario o susprincipios,osiacasounacrueldadrefinada,loimpulsabanahacerparaaliviarsu dolor físico, ahora iba a tratar con ella como el hombre a quien másprofundaeirreparablementehabíaofendidoyagraviado.

—Hester—dijoél—,nopreguntocómonicuándohascaídoalabismo,omás bien ascendido al pedestal de la vergüenza donde te encontré. No esnecesariobuscarmuylejoslacausa:miinsensatezytudebilidad.Yo,hombreinteligente, devorador de innumerables libros, maduro y empezando a

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envejecer luego de haber empleadomismejores años en alimentar el sueñohambriento de la sabiduría, ¿qué tenía que ver con la juventud y la belleza,como tú?Deformedenacimiento,¿cómopudeengañarmepensandoque lasdotes intelectualespodíanvelar lasdeformidadesfísicasante losojosdeunamuchacha joven?Loshombresmeencuentransabio.Si los sabiosusaransusabiduríaenprovechopropio,yopodríahaberprevistotodoesto.Podríahabersabido que, al salir de las vastas y desoladas estepas, al penetrar en estepobladocristiano, loprimeroqueveríanmisojosseríaati,aHesterPrynne,depiecomounaestatuaerigidaa la ignominiaante lavistadelpueblo.No,desdequejuntosdescendimoslasviejasescalerasdelaiglesiacomomaridoymujer, ya entonces podía haber vislumbrado la luz de la letra escarlatabrillandoalfinaldenuestrocamino.

—Túbiensabes—dijoHester,puesconlodeprimidaqueestabanopudosoportar esta última puñalada, aunque blanda, dirigida al testimonio de suvergüenza—, bien sabes que fui franca contigo.No sentía amor ni pretendísentirlo.

—¡Escierto!—replicóél—.¡Ésafuemilocura!Yalohedicho.Perohastaentonces había vivido en vano. Mi mundo era un mundo sin alegría. Micorazón era una habitación suficientemente grande para albergar a muchoshuéspedes, pero solitaria y fría, y sin un fuego que la calentara. ¡Anhelabatantoencenderuno!Nomeparecíaquefueseunsueñotandisparatado,apesardeserviejo,melancólicoydeforme,quelasimplefelicidad,desparramadaportodaspartes,alalcancedetodalahumanidad,pudiesetambiénsermía.Yasí,Hester, te introduje en mi corazón, en su rincón más profundo, y traté decomunicarteelcalorquetupresenciaallíproducía.

—Teheofendidomucho—murmuróHester.

—Nos hemos ofendidomutuamente—contestó él—.Mía fue la primeraofensa,cuandotraicionétujuventudenflorllevándolaaunainnaturalyfalsarelaciónconmidecrepitud.Siendoasí,noproyectohacerteningúndaño.Entretúyyo,elfieldelabalanzaestáequilibrado.Pero,Hester,elhombrequenoshatraicionadoalosdosestávivo.Dimequiénes.

—¡Nome lo preguntes!—replicóHester Prynne,mirándolo fijamente alosojos—.¡Esonuncalosabrás!

—¿Nunca, dices? —le contestó con una oscura sonrisa, inteligente ysegura—.¡Noconocerlojamás!Créeme,Hester,haypocascosas(yaseaenelmundoexterioro,hastaciertopunto,enlaesfera invisibledelpensamiento),pocas cosas que permanezcan ocultas al hombre que se dedica intensa yexclusivamente a resolver un misterio. Puedes esconder tu secreto ante lacuriosa multitud; puedes incluso ocultárselo a los ministros y magistrados,como lo hiciste hoy, cuando trataron de arrancar el secreto de tu corazón y

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darteuncompañeroparacompartirtupedestal.Pero,enloqueamírespecta,el enigma tiene otra significación, y usaré otrosmedios, diferentes a los deellos, para resolverlo. Buscaré a este hombre; lo buscaré como busqué laverdadenloslibros,comohebuscadoeloroenlaalquimia.Habrácomounaafinidad que me hará conocerle, y lo veré temblar, y yo me estremecerérepentinamente.¡Tardeotemprano,vaasermío!

Losojosdelletradobrillaroncontalintensidadensurostroarrugado,queHesterPrynne instintivamente se llevó lasmanosalcorazónante sumirada,comositemieraquepudieraleerallísusecreto.

—¡Noquieresrevelarsunombre!Apesardeello,esmío—añadióconunaexpresión de seguridad, como si el destino estuviera en susmanos—.Él nolleva una letra infamante cosida a su ropa, como tú; pero yo la leeré en sucorazón. ¡No temas por él! No pienses que interferiré con los designioscelestiales para su expiación; ni yendo contra mis propios intereses loentregaréalasgarrasdelajusticiahumana.Tampocoteimaginesquetramaréalgocontrasuvida;no,nicontrasureputación,si,comomeparece,eshombrede buena fama. ¡Que lo dejen vivir! ¡Déjenlo que se esconda tras externoshonoressipuede!¡Noporesodejarádesermío!

—Tusactosparecenestar llenosdemisericordia—dijoHesteraturdidayasustada—.¡Perotuspalabrasinfundenterror!

—Quiero pedirte algo, a ti, que fuiste mi mujer —continuó diciendoChillingworth—.Hasconservadoelsecretodetuamante.Guardatambiénelmío.Nohaynadieenestastierrasquemeconozca.Noconfíesanadiequeunavezmellamasteesposo.Aquí,enesterústicoconfíndelmundo,levantarémitienda;pues,siempreerrante,aisladodelosintereseshumanos,heencontradoaunamujer,aunhombreyaunacriatura,yentreellosyyoexistenloslazosmás fuertes.Nada importaqueseandeamorodeodio;nada, siparabienoparamal.Túylostuyos,HesterPrynne,mepertenecen.Milugarestádondetúestésydondeélestá.¡Peronometraiciones!

—¿Porquéquieresque así sea?—preguntóHester rechazando,no sabíabienporqué,estoslazossecretos—.¿Porquénotepresentasabiertamenteymerepudiasdeunavez?

—Podríaser—contestóél—porquenoquierosufrirladeshonraquerecaesobreelmaridodeunamujer infiel.Bastaya;esmipropósitovivirymorirdesconocido.Deja,pues,quetumaridoseaparaelmundounhombremuerto,dequiennuncamássetendránoticia.¡Nomereconozcasjamás,nidepalabra,niconungesto,niconunamirada!Nomencionesel secreto, sobre todo,alhombreconquienmetraicionaste.Sienestomefallas,tencuidado:sufama,suposición,suvida,estaránenmismanos.¡Tencuidado!

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—Guardarétusecretocomoheguardadoelsuyo—dijoHester.

—¡Júralo!—replicóél.

Ellajurósolemnemente.

—Yahora,señoraPrynne—dijoelviejoRogerChillingworth,comoselellamaríadeahoraenadelante—, tedejosola; solacon tuniñaycon la letraescarlata. ¿Cómo te sientes, Hester? ¿Te obliga tu condena a llevar la letraprendidaatupechohastacuandoduermes?¿Notienesmiedoalaspesadillasyalosmalossueños?

—¿Por qué me sonríes así? —preguntó Hester, preocupada por laexpresióndesusojos—.¿AcasoerescomoelHombreNegro,quepenaenelbosquequenosrodea?¿Mehasinstigado,entonces,ahacerunapromesaqueacabarásiendolaruinademialma?

—¡Nodetualma!—lecontestóélconotrasonrisa—.No,¡delatuyano!

V.HESTERBORDANDO

LosdíasdecárceldeHesterPrynneseacercaronasutérmino.Lapuertadelaprisiónfueabiertadeparenparyellasalióalsolluminoso,que,aunquebrillabaigualsobretodos,leparecíaasupobrecorazónenfermonotenerotrofin que el de hacer resaltar la letra escarlata sobre su pecho. Quizá susprimerospasossinescolta,alsalirdelaprisión,fueronaúnmásdolorososqueenlaprocesiónyespectáculodescritosanteriormente,cuandofueellaobjetodel escarniopúblicoy se llamóal pueblo enteropara señalarla con el dedo.Entonces se sostuvo gracias a la tensión de sus nervios o a la energíacombativadesucarácter,loquelepermitióconvertirlaescenaenunaespeciedemacabro triunfo. Era, por lo demás, un suceso aparte y aislado que sólotendría lugar una vez en su vida, y para afrontarlo, por lo tanto, no tuvonecesidad de economizar la fuerza vital que le habría bastado para pasarmuchosañostranquilos.Elmismopoderquelacondenara—comoungigantede facciones severas, pero con el vigor suficiente para sostenerla o paraaniquilarla en sus brazos de hierro— la había apoyado durante su terribleprueba.Peroahora,conesterecorridosinescoltadesdelapuertadelaprisión,empezabasudiariovivir,yellateníaquesoportarloyseguiradelanteconlosrecursosdesunaturaleza,ohundirseparasiempre.Yanopodíapedirfuerzasprestadas al porvenir para que la sostuvieran en su tribulación presente. Elmañanatraeríaconsigosupropiacarga,yasíeldíasiguienteyelsubsiguiente;cada uno su carga propia y, sin embargo, la misma, que ya ahora era casiimposibledesoportar.Losdíasdellejanofuturoseiríansucediendo,siempre

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con el mismo peso que acarrear sobre sus pobres hombros, nunca pararechazarlo. Los días, acumulándose uno tras otro, y luego los años, sesucederíanamontonandoeldolorsobreelfardodesuvergüenza.Durantetodoeste tiempo,despojándosede su individualidad, se convertiría en el símbolovivientequepodíanusarcomoescarmientolospredicadoresymoralistas,yalquepodríanseñalarcomopruebavivientedelafragilidadfemeninaydesuspecaminosas pasiones. Así los jóvenes puros aprenderían a mirarla, con suletraescarlataflameandosobreelpecho—aella,hijadepadreshonorables,aella, madre de una criatura que llegaría un día a ser mujer, a ella, que fueinocenteundía—,comolafigura,elcuerpo,larealidadmismadelpecado.Y,sobresutumba,laignominiaqueconellaarrastraríaseríasuúnicoepitafio.

Podráparecerextraordinarioque,teniendoantesítodoelanchomundo—yaquesucondenanoconteníacláusulaalgunaquelaobligaraapermanecerdentrodeloslímitesdelpobladopuritano,tanremotoydesconocido—,siendolibredevolverasupaísnataloacualquierotropaísdeEuropayallíescondersu reputación e identidad tan completamente como si se convirtiera en otrapersona, y teniendo, además, los caminos del oscuro e inescrutable bosqueabiertosanteella,dondelafogosidaddesunaturalezapodríaasimilarsealasgentes cuya vida y costumbres eran ajenas a las leyes que la habíancondenado, puede parecer extraordinario que esta mujer continuaraconsiderándose en su casa en aquel pueblo, el único donde era el obligadoejemplo de la vergüenza. Pero hay una fatalidad, una sensación que casiinvariablemente impulsa a los seres humanos a deambular y penar comofantasmas alrededor del sitio donde algún suceso grande e importante hamarcado sus vidas, y tanto más irresistiblemente cuanto más oscura sea lamarcaqueleshayadejado.Supecado,suignominia,eranlasraícesquehabíaechado en aquel suelo. Era como si un nuevo nacimiento, con lazos másfuertesqueelprimero,hubieraconvertidoesosbosquesymontes,tanariscosaunpara los demásperegrinosy aventureros, en el eterno, aunque salvaje ytriste,hogardeHesterPrynne.Todoslosotrosescenariosdelatierra—inclusoel pueblo en el campo de Inglaterra, donde una feliz infancia y unaadolescencia inmaculada parecían estar aún al cuidado de su madre, comovestidosguardadoshacemuchotiempo—leeranajenosencomparación.Lacadenaquelaatabaeradeeslabonesdehierroqueledesollabanelalma,peroellaseveíaincapazderomper.

Podríasertambién—eindudablementeloera,aunqueescondíaelsecretoinclusodesímisma,ypalidecíaapenas intentabaescabullirsede sucorazóncomo una serpiente que sale de su agujero—, podría ser también que otrosentimientolaretuvieseenaquelescenarioyaquelsenderoquetanfataleslehabían sido. Allí moraba, allí, caminaban los pies de alguien con quien seconsiderabaligadaenunauniónque,nosiendoreconocidaenestatierra,losreuniríaanteeltribunaldeljuiciofinal,queseconvertiríaensualtarnupcial

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anteelcualsejuntaríanparasiempreenunfuturodefelicidadsinfin.UnayotravezlaimaginacióndeHestersehabíaentretenidoconestasimágenesparaluegoreírsedesímisma,delaalegríaapasionadaydesesperadaconquelasacogíayluegotratabaderechazarlas.Apenasseatrevíaamirarlasdesoslayoy luego se apresuraba a encerrarlas en su calabozo. Lo que se obligó a símismaacreer—laconclusiónalacualfinalmentellegó,razonandosobreelmotivoqueteníaparaseguirresidiendoenNuevaInglaterra—eraunaverdadamedias,yamediasunengañarseasímisma.Aquí,sedecía,eradondehabíacometidosuculpayésteerael lugardesignadoparasucastigo terrenal;así,quizá, la torturadesudiariavergüenzapurgaríaa la largasualmayforjaríaotrapurezaquelaquehabíaperdido:unapurezasantificadaporelmartirio.

HesterPrynne, pues, nohuyó.En los aledañosdel pueblo, dentrode loslímitesdelapenínsulaperoalejadadetodaotrahabitaciónhumana,habíaunapequeña cabaña con techo de paja. Construida por uno de los primerospobladores, fue abandonada luego porque la tierra que la rodeaba erademasiado estéril y no se podía cultivar, a la vez que su relativa lejanía ladejabafueradelaesferadelasactividadessocialesqueentoncesmarcabanlascostumbresdelosemigrantes.Quedabaenlaplaya,sobreunaensenadaenelmar,mirandohacialasmontañascubiertasdebosquesporeloeste.Ungrupode árboles raquíticos, de los que sólo crecen en la península, no llegaban aocultarlacabaña,sinomásbienparecíanseñalarqueaquíhabíaunobjetoquenodeberíaexistiroque,porlomenos,deberíapermanecerescondido.Enestapequeña habitación solitaria, con los escasos recursos que poseía, y conpermiso de los magistrados, que aún mantenían una vigilancia inquisitivasobre su persona,Hester se instaló con su pequeña criatura.Unamisteriosasombra de recelo envolvió de inmediato el lugar. Los niños, demasiadopequeños para comprender por qué estamujer se encontraba excluida de laesfera de las caridades humanas, se acercaban lo suficiente para verlatrabajandoensuslaboresjuntoalaventanadelacabaña,odepieenelumbralde la puerta, o cultivando su pequeño jardín, o llegar por el sendero queconducía al pueblo; y, al vislumbrar la letra roja en su pecho, huían con unextrañomiedocontagioso.

A pesar del aislamiento de la situación de Hester, sin un amigo que seatreviese a frecuentarla, no corría, sin embargo, ningún riesgo de sufrirnecesidades.Poseíaunartequelebastaba—inclusoenunaregiónqueofrecíacomparativamente poco campo para su desarrollo— para alimentarse ella yalimentarasupreciosaniña.Eraelarte—entonces,comoahora,casielúnicoalalcancedelamujer—delbordado.Llevabasobreelpecho,enlaletratanartísticamente bordada, una muestra de su habilidad llena de delicadeza eimaginación,delaquegustosamentehabríanhechousolasdamasdeunacortepara agregar el adorno más rico y espiritual del ingenio humano a sussuntuososvestidosdesedayoro.Aquí, realmente,en lapardasencillezque

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caracterizabaelmododevestirdelospuritanos,raravezhabíanecesidaddesu trabajo.Sinembargo,elgustode laépoca,queexigíaque los trabajosdeeste tipo fueran muy complicados y elaborados, no dejó de extender suinfluencia sobre nuestros severos progenitores, quienes habían desechadotantasmodasquealparecereranmásindispensables.Lasceremoniaspúblicas,tales como ordenaciones, toma de posesión de magistrados y todo lo quepueda dar majestad a las formas con las cuales un nuevo gobierno semanifiesta ante el pueblo, se distinguían—y ello era unamedida política—porunmajestuosoybienordenadoceremonialyunasombríaperoestudiadamagnificencia. Anchas gorgueras, fajas exquisitamente trabajadas y guantespreciosamentebordadoseranconsideradosnecesariosalestadooficialde loshombresque tomaban las riendasdelpoder;yseconcedían fácilmentea lospersonajes enaltecidos por el rango o la riqueza, aun cuando las leyessuntuarias prohibían estas y otras extravagancias similares a los plebeyos.Tambiénen laspompas funerarias—yaseapara lasvestidurasdelmuertoopara demostrar, con múltiples recursos simbólicos de paño negro o níveolinón, el dolor de los sobrevivientes— había frecuentes y característicospedidosdelaborescomolasquepodíaproporcionarHesterPrynne.

Los ajuares de los recién nacidos —pues entonces las criaturas usabanropajes ceremoniales— ofrecían también oportunidades de trabajo y deemolumentos.

Pocoapocosusbordadossepusieron,comodiríamosahora,demoda.Yaseaporcompasiónhaciaunamujerdesgraciada,oporlamorbosacuriosidadque da un valor ficticio aun a las cosas más corrientes y sin valor, o porcualquieradeesas intangiblescircunstanciasqueentonces,comoahora,eransuficientesparaconcederaalgunaspersonas loqueotrasbuscanenvano,o,en fin, porque verdaderamente Hester llenaba un vacío que de otramanerahabría permanecido sin llenar, lo cierto es que tenía bastante trabajo, ysuficientemente retribuido, para ocupar todas las horas que ella quisieradedicar a sus labores. Bien podría ser que la vanidad se mortificaraponiéndose, para las ceremonias de pompa y majestad, atuendosconfeccionadosporsusmanospecadoras.Susbordadoslucíanenlagolilladelgobernador, losmilitares los usaban en sus fajas y elministro en su banda;adornabanlosgorritosdelosreciénnacidos;seencerraban,paraserdevoradosporlosgusanosyconvertirseenpolvo,enlosféretrosdelosmuertos.Peronohayconstanciadequeniuna solavez sehubiese requerido sudestrezaparabordar el blancovelo destinado a cubrir los puros rubores de unanovia.Laexcepciónconfirmabaelsempiternoyempedernidovigorconquelasociedadcondenabasupecado.

Hesternotratódeganarmásquelonecesarioparasubsistirdelamaneramás simple y ascética ellamismay para darle una sencilla abundancia a su

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niña. Sus propios vestidos eran siempre de los materiales más toscos y detonos siempre sombríos, pero con ese único adorno: la letra escarlata queestaba condenada a llevar. Las vestiduras de la niña, por otra parte, sedistinguíanporunafantasíao,mejordiríamos,unafantásticaingeniosidad,lacual servía, verdaderamente, para acrecentar el gracioso encanto que muypronto empezó a desarrollarse en ella, pero que parecía tener también unsignificado más profundo. Puede que hablemos de ello más adelante. Aexcepcióndeesepequeñodespilfarroeneladornodesuhija,Hestergastabatodo el dinero que le sobraba en caridades, en gente menesterosa, aunquemenos desgraciada que ella, que a menudo insultaba a la mano que laalimentaba. Gran parte del tiempo que muy bien podía haber dedicado aconfeccionar susmejores obras lo empleaba en hacer toscas vestiduras paralospobres.Esmuyprobablequehubieseciertaintencióndepenitenciaenestaocupación,yquehicieseunverdaderosacrificioaldedicartantashorasaestasburdas labores. Tenía su naturaleza tales características de riqueza yvoluptuosidad, tantogustopor lo suntuosamentebello, que, exceptuando lasexquisitas obras de su aguja, no encontraba otra cosa, dentro de lasposibilidadesdesuvida,enquéejercitarse.Lasmujeresencuentranunplacer,incomprensible para el sexo opuesto, en la delicada labor de la aguja. ParaHester Prynne, fue quizá unamanera de expresar y calmar la pasión de suvida. Rechazaba todos los demás placeres como si fueran pecado. Estemorbosoentremetersede la conciencia conuna sustancia inmaterial sugería,esdetemer,nounapenitenciagenuina,sinoalgodudoso,algoqueenelfondopodíaserprofundamenteerróneo.

YasífuecomoHesterPrynne,graciasasunaturalenergíayrarahabilidad,encontró su lugar en el mundo. Éste no podía rechazarla completamente,aunque lahabíamarcadoconunestigmamás intolerablepara el corazóndeuna mujer que el que selló en la frente de Caín. En sus relaciones con lasociedad,nadalahacíasentirquepertenecieseaella.Losgestos,laspalabraseinclusoel silenciodeaquélloscon losqueentrabaencontacto sugerían,yamenudoexpresabanclaramente,queeraunamujerproscrita,ytansólocomosivivieraenotromundoosecomunicaraconlanaturalezaconotrosórganosyotrossentidosqueelrestodelahumanidad.Permanecíaajenaalosinteresesmorales,perocercadeellos,comounfantasmaquevuelveavisitarelhogarfamiliarynopuedehacersevernisentir;nisonreírconlasalegríasfamiliares,ni sufrir con las penas de la casa, o, si lograba manifestar su prohibidaparticipación, sólo despertaba terror y una horrible repugnancia. Estassensaciones, en efecto, y el más amargo desprecio, además, parecían ser laúnicaporciónqueconservabadelcorazónuniversal.Noeranaquellostiemposblandosnidelicados;ysuposición,aunquelacaptabaperfectamenteycorríapocopeligrodeolvidarla,leerarecordadacontinuamenteconalusionesquesudelicadasensibilidadsentíacomounnuevodoloralserrozadotorpementesu

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punto más débil. Los pobres, a los que, como ya dijimos, buscaba parasocorrerconsugenerosidad,amenudoinjuriabanlamanoqueseadelantabapara ayudarlos, y las damas de alto rango, cuyas puertas atravesaba porrazonesdesuoficio,acostumbrabandestilargotasdeamarguraensucorazón;avecespormediodelaalquimia,deunasuavemaldad,conquelasmujereslogranprepararsutilesvenenosvaliéndosedenimiedades;yaveces,también,con palabras más bruscas que caían en el desamparado pecho de la pobremujercomoun fuertegolpesobreunaheridaulcerada.Hesternocontestabanunca a los ataques, excepto con un rubor que subía incontrolable por suspálidasmejillas y de nuevo se hundía en las profundidades de su seno. Erapaciente—unamártir,enrealidad—,perotemíarezarporsusenemigos,porsi,apesardesusdeseosdeperdón,suspalabras,quebendecían,seretorcieran,acabandoporconvertirseenmaldiciones.

Continuamenteydemilotrasmanerassentía lasangustias tansutilmentetramadas para ella por la inmortal, la siempre activa sentencia del tribunalpuritano. Los clérigos la detenían en la calle para pronunciar palabras deexhortaciónqueatraíanagruposquelasescuchabancongestosentreburlonesy acusadores, rodeando a la pobre pecadora. Si entraba en una iglesia,esperandocompartirlasabáticasonrisadelPadreuniversal,amenudoteníaladesgracia de descubrir que era ella el tema de la prédica. Aprendió a tenerpavor de los niños, porque ellos habían heredado de sus padres la vagasensacióndequealgoterribleenvolvíaaestadesgraciadamujerqueambulabaporelpueblosinmáscompañíaqueladeunaniña.Alverla,dejándolapasarprimero,laperseguíanadistancialanzandoagudosgritosypronunciandounapalabraquenoteníamayorsignificaciónparaellos,peroquenoporestoeramenos terrible para Hester, al proceder de labios que la emitíaninconscientemente, demostrando así la amplia repercusión de su vergüenza,comositodalanaturalezalasupiera.Silashojasdelosárbolesmurmuraranentreellassutenebrosahistoria,nohabríasentidoundolormásprofundo,nisilabrisaveraniegalasusurrara,oelvientoinvernallapregonaseagritos.Otrotipo de tortura era el sentirse observada por nuevas miradas. Cuando losforasterosobservabanconcuriosidadlaletraescarlata—yningunodejójamásdehacerlo—,eracomosimarcarandenuevoconunhierrocandenteelalmadeHester,lacualapenaslograbareprimirelgestodeesconderelsímboloconla mano. Por otro lado, también las miradas de siempre tenían su propiacapacidad de herirla; su fría familiaridad le era intolerable. Del primero alúltimo,HesterPrynne sentíaun terribledolor cuandounosojoshumanos seposaban sobre su emblema; y no encalleció jamás aquel lugar: parecía, alcontrario,volversemássensiblecadavezporefectodeladiariatortura.

Perodevezencuando,durantemuchosdíasomuchosmeses,sentíaunamirada,unamiradahumanaquecaíasobrelamarcaignominiosa,yesamiradaparecía prestarle un alivio momentáneo, como si por fin pudiera compartir

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siquieralamitaddesusufrimiento.Peroalinstantetodovolvíanuevamente,yconunaagoníamásdolorosaaún;porqueenesebreveintervalohabíapecadonuevamente.¿Habíapecadosola?

Su imaginación se hallaba algo afectada, y, de haber sido de unaconstituciónmoraleintelectualmásdébil,lohabríaestadomásaúnacausadelaextrañaysolitariaangustiadesuvida.Caminandodeunladoparaotroconpasos solitarios, en el pequeño mundo con el cual se relacionabaexteriormente,avecesaHesterleparecía—y,sinoeramásqueunafantasía,erademasiadopotentepararesistirla—,sentíaocreíasentir,entonces,quelaletraescarlata lehabíaotorgadounsextosentido.Seestremecíaalpensar,ysin embargo no podía evitarlo, que había adquirido una percepción muyespecial,llenadecomprensiónporlospecadosescondidosenotroscorazones.Estabaaterrorizadaporlasrevelacionesqueasítuvo.¿Quéeran?¿Podíanserotra cosa que murmuraciones insidiosas del ángel malo? ¿Quería éstepersuadiralapobremujer—queseresistíayaúnerasóloamediassuvíctima—dequelaaparienciaexteriordelapurezanoeramásqueunamentira,deque, si la verdad se revelara por doquier, una letra escarlata flamearía enmuchospechosademásdeldeHesterPrynne?¿Otendríaquereconocerqueesasinsinuaciones,oscurasysinembargotanclaras,eranlaverdad?Entodasudesgraciadaexperiencia,nadahabíatanterriblenitandetestablecomoestenuevo sentido. La dejaba perpleja, a la vez que la escandalizaba, por lainoportunidad irreverente de las ocasiones que lo provocaban. A veces, elinfameobjetorojosobresupecholatíacomprensivamentecuandosecruzabacon un venerable ministro o magistrado, modelo de piedad y de justicia alcual,enaquellostiempostaninclinadosalaveneración,lagenteconsiderabacomounodeesosseresprivilegiadosquealternanconlosángeles.«¿Quéesestaperversiónquesientocerca?»,sedecíaHesterdialogandoconsigomisma.Y al alzar los ojos atemorizada no encontraba nada al alcance de su vista,nada,fueradelafiguradelsantovarón.Nuevamenteunamísticahermandadse afirmaba obstinadamente al encontrarse con el severo gesto lleno desantidaddealgunamatronaque,segúnlosrumores,habíaconservadosusenoheladocomolanievedurantetodasuvida.Esanievesinsolenelpechodelamatrona y la lacerante vergüenza en el de Hester Prynne ¿qué tenían encomún?Y de nuevo el eléctrico temblor le daba la señal de alerta: «¡Mira,Hester:aquítienesaunacompañera!»;y,levantandolosojos,distinguíalosdeunajovenqueobservabalaletraescarlatatímidamenteydesoslayo,peroqueluego apartaba rápidamente la mirada con un leve y helado rubor en lasmejillas, como si su pureza de alguna manera se manchara, aunquemomentáneamente,conaquellamirada. ¡OhEspíritumaligno,cuyo talismánesestesímbolofatal!,¿nodejaréisnada,nijovenniviejo,dignodereverenciapara esta pobre pecadora? Esa pérdida de la fe es una de las más tristesconsecuencias del pecado. Pero hay que reconocer, como prueba de que no

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todoestabacorrompidoenestapobrevíctimadesupropiadebilidadyde ladura ley de los hombres, que Hester Prynne se esforzaba por creer que noexistíaserhumanotanculpablecomoella.

Elvulgo,queenaquellostiemposterriblesagregabasiempreunagrotescatruculenciaa todoloque le llamabalaatenciónhabía inventadounahistoriasobrela letraescarlataquepodríamosfácilmenteelaboraryconvertirenunaaterrorizante leyenda. Aseguraba que la letra no era simplemente de pañoescarlata, teñido con tintes terrenales, sino que era de rojo candentealimentado con fuego infernal, y que podía verse reluciendo en toda subrillantez cuando Hester Prynne salía de noche. Hemos de agregar quequemabatanhondamenteelpechodeHester,quequizáhabíamayorverdadenelrumorqueloquenuestramodernaincredulidadnospermiteaceptar.

VI.PEARL

Hastaahoraapenashemoshabladode laniña, esapequeñacriaturacuyainocentevidahabíabrotadoporalgúninescrutabledesigniodelaProvidencia,como una flor hermosa e inmortal, de la fértil exuberancia de una pasiónculpable. ¡Qué extraño le parecía esto a la triste madre, cuando observabacómo crecía y contemplaba su belleza, que de día en día se hacía másluminosa,ysuinteligencia,queesparcíasutemblorosaluzsobrelaspequeñasfaccionesdelacriatura!¡SuPerla!Puesasí la llamaba,aunquenoporqueelnombre recordara su figura, que nada tenía que ver con el quieto, blanco ydesapasionadoOrientequepodría invitarahacer lacomparación.LepusoelnombredePearlporsergrandesuprecio,adquiridacontodoloquetenía,elúnicotesorodesumadre.¡Quéextraño,enrealidad!

Los hombres habían marcado el pecado de esta mujer con una letraescarlata que era de una potencia y eficacia tan desastrosas, que no habíacompasiónhumanaquepudieraalcanzarla,amenosdeserpecaminosacomoella. ¡Dios, como consecuencia directa de este pecado que el hombre asícastigaba, lehabíadadounahermosaniñacuyolugarestabatambiénallí,enesemismosenodeshonrado,para relacionara sumadrepara siemprecon laraza y descendencia de losmortales, y para llegar a ser finalmente un almabenditaenelcielo!Sinembargo,estospensamientosllenabanaHesterPrynnemásdereceloquedeesperanza.Sabíaquesuacciónhabíasidomala;nopodíacreer,por lo tanto,quesu resultado fuerabueno.Día trasdíaobservabacontemor cómo iba creciendo la niña; siempre temía descubrir en ella algunaoscura y extravagante peculiaridad que correspondiera a la culpa queencarnaba.

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Noteníaningúndefectofísico.Porsuformaperfecta,suvigorysugracianatural al ejercitar cadanuevomovimiento, la criaturamerecíahabernacidoen el Paraíso; merecía que la hubieran dejado allí, para ser juguete de losángeles,despuésdequelosprimerospadresfueronexpulsados.Laniñateníaesagracianaturalquenocoexistenecesariamenteconlabellezaintachable;suvestimenta, por más simple que fuera, siempre impresionaba al espectadorcomosifueraprecisamenteloquelesentabamejor.PerolapequeñaPearlnovestía rústicos lutos. Su madre, con un morboso propósito que podrácomprendersemejormásadelante,habíacompradolosgénerosmásricosquepodíanconseguirseydabaa sus facultades imaginativasplena libertadenelarreglo y ornamento de los vestidos que llevaba en público la niña. Tanmagnífica era la pequeña Pearl, brillando a través de suntuosos ropajes quehabríanapagadounabellezamásdébil,querealmentehabíacomouncírculodeluminosidadasualrededoreneloscurosuelodelacabaña.Y,sinembargo,un traje tosco, roto y sucio por el juego violento de la niña, componía uncuadrodeellatanperfectocomoelotro.ElaspectodePearlestabaimbuidodeun hechizo de variedades infinitas; en esta niña única había muchos niños,incluyendotodalagamaexistenteentrelabellezadeflorecillasilvestredeunapequeñaaldeanaylapompa,enminiatura,deunaprincesita.Sinembargo,atravésdetodoestohabíaunrasgodepasión,ciertaprofundidaddematizqueella nunca perdía; y si, en alguno de sus múltiples cambios, se hubiesedebilitado,habríadejadodeserellamisma,yanohabríasidoPearl.

Esta mutabilidad exterior era la manifestación, aunque apenas laexpresaba, de la riqueza de su vida interior. Su naturaleza parecía tenerprofundidadademásdevariedad;pero—amenosquelostemoresdeHesterlaengañaran— carecía de referencias para adaptarse al mundo en que habíanacido.Laniñanoseamoldabaaningunaregla.Aldarlelavidasehabíarotouna ley importante, y el resultado era un ser cuyos elementos eran quizáhermososybrillantes,perodesordenados;oconunordenpeculiar, entre losque era difícil o imposible descubrir un rasgo que los compaginara. Hestersólo podía comprender el carácter de la niña—e incluso aquí de lamaneramás vaga e imperfecta— recordando lo que ella misma había sido duranteaquel importantísimo período en que Pearl estaba nutriendo su alma conelementosdelmundoespiritualysucuerpoconsumateriaorgánica.Elestadodepasióndelamadrehabíasidoelmedioatravésdelcualfuerontransmitidosalacriaturanonatalosrasgosdesuvidamoral;peroéstos,pormásblancosypuros que fueran originariamente, habían tomado las profundasmanchas decarmín y oro, el ardiente brillo, las sombras oscuras y la excesiva luz delestado de pasión. Las luchas del espíritu de Hester, en aquella época, seperpetuaban en Pearl. Le era fácil reconocer en ella su impetuosidad, sudesesperación, sus actitudes desafiantes, su genio caprichoso, e incluso lasnubesdemelancolíaydesalientoquehabíanensombrecidosucorazón.Ahora

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sucaráctersehallabailuminadoporelresplandormatutinodelgenioinfantil,peromás tarde,duranteel transcursode la jornadade laexistencia terrestre,sin duda podría llegar a ser fecundo en tormentas. En aquellos tiempos, ladisciplinafamiliareramuchomásrígidaqueahora.Losreproches, lasdurasreprimendas, la frecuenciaenpropinarazotesapoyándoseen laautoridaddelasEscriturasseusabannosimplementecomocastigoporofensaspresentes,sinocomounrégimensaludableparaeldesarrolloypromocióndelasvirtudesinfantiles. Hester Prynne, sin embargo, madre solitaria de esta única hija,corría poco riesgo de caer en severidades inmerecidas. Consciente, noobstante,desuspropioserroresydesgracias,muyprontotratódeimponeruntierno pero estricto control sobre el alma inmortal de la criatura a su cargo.Pero la tarea fue superior a sus fuerzas. Después de probar con sonrisas yregaños, y comprobando que ninguno de los dos métodos le daba mayorresultado,Hestersevioobligadaaapartarseypermitirque laniñasedejarallevar por sus propios impulsos. El sujetarla o apremiarla físicamente dabaresultado,porsupuesto,mientrasdurabaelcastigo.Peroenloquerespectaatodo otro tipo de disciplina, ya sea dirigida a su mente o a su corazón, lapequeñaPearlpodíaonoacogerlasegúnelcaprichoqueladominabaenaquelmomento. Su madre, mientras Pearl era aún pequeñita, se acostumbró areconocer cierta mirada que le advertía que era vano tratar de persuadir,insistirorogar.Eraunamiradataninteligentey,sinembargo,taninexplicable,tanpetulanteyaveces tanmaliciosa, aunquegeneralmenteacompañadaporundesplieguededislocadaenergía,queHesternopodíaevitarpreguntarseenesosmomentossiPearlseríaunacriaturahumana.Másparecíaunhadafugazque,luegoderealizarsusfantásticaspiruetasporunosinstantesenlapuertadelacabaña, seesfumaríaconuna sonrisaburlona.Siemprequeesamirada seasomabaasusojosbrillantesymaliciosos,deunnegroprofundo,larodeabadeunaextrañalejaníaeimpalpabilidad,comosiestuvierarevoloteandoenelaireypudieradesaparecercualtenueluzvacilantequenosabemosdedóndelleganitampocoadóndeva.Alverlaasí,Hestersesentíaobligadaacorrertrasla niña —a perseguir a su pequeña hada en la fuga que invariablementeemprendíaoacogerlaensuregazo,estrechándolaconfuerzaycubriéndoladebesos—,nosóloporefectodesuamordesbordante,sinoparaasegurarsedequePearleradecarneyhueso,nounserilusorio.PerolarisadePearlcuandolacogía,aunquellenademúsicayalegría,hacíadudarmásaúnasumadre.

Descorazonadaanteestosasombrososyengañosos trancesqueamenudoseinterponíanentreellaysuúnicotesoroquetancarolehabíacostadoyqueconstituíatodosumundo,Hestersolíaverterlágrimasdesesperadas.Entonces,quizá —pues nunca sabía cómo esto le afectaría—, Pearl fruncía el ceño,cerraba sus pequeños puños y endurecía sus diminutas facciones,componiendo su rostro en un gesto áspero, de desagrado, sin compasión.Amenudoreíanuevamente,yconmásfuerzaqueantes,comoalguienincapaz

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detristezasquelainteligenciahumanapudieracomprender.O—peroestoraravez sucedía—erapresade convulsionesdedolor, sollozaba su amorpor sumadreconpalabrasentrecortadasyparecíadecididaarompersucorazónparaprobar que lo tenía. PeroHester casi no podía confiar en aquella impetuosaternura,puespasabaconlamismarapidezquehabíallegado.Meditandosobretodasestascosas,lamadresesentíacomoalguienquehaevocadounespíritupero que, por alguna falla en el proceso de la conjura, no logra formular lapalabra clave para controlar esta nueva e incomprensible existencia. Suverdaderoalivioeracuandolaniñayacíaplácidamentedormida.Entoncessesentía segura de ella, y disfrutaba de largas horas tranquilas, tristes y, sinembargo, deliciosamente felices; hasta que —quizá con esa maliciosaexpresión brillando bajo sus párpados entreabiertos— la pequeña Pearldespertaba.

¡Quépronto—conunarapidezrealmenteextraña—llegóPearla laedadenquefuecapazdeunarelaciónmásalládelasonrisasiempreatentadesumadrey suspalabras sin sentido! ¡Yqué felizhabría sidoHesterPrynnedepoderoírsuvoz,claracomoeltrinodeunpajarillo,mezclarseconelgriteríode otras voces infantiles, y poder distinguir las entonaciones de su propiapequeñuela enmedio de los confusos gritos de un grupo de niños jugando!Pero esto no podía ser. Pearl nació proscrita del mundo infantil. Unduendecillodelmal,emblemayproductodelpecado,noteníaderechoaestarentrelosniñosbautizados.Nadaeramássorprendentequeelinstintoconquelaniñacaptabasusoledad,esedestinoquehabíatrazadouncírculoinviolablea suderredor, suextrañaposición respectoa losdemásniños.Nunca,desdequesalióde laprisión,habíaHesterPrynnehechofrentea lasmiradasde lagentesinPearl.Entodassuscaminatasporelpueblo,laniñaibasiempreconella; al principio como un lactante en sus brazos ymás tarde como la niñapequeña,compañeradesumadre,cogiendosudedoíndicecontodalamanitaycaminandoasulado,dandodosotressaltitosporcadapasodeHester.Ellaveía a los niños del poblado en los bordes de pasto de las calles o en losumbralesdesuscasas,jugandosombríosjuegosdeacuerdoconsumentalidadpuritana. Quizá jugaban a que iban a la iglesia, o a que azotaban a loscuáqueros, o a quitar el cuero cabelludo a los indios en fingidas batallas, obien se asustaban unos a otros conmonstruos, imitando brujerías. Pearl losobservabacongranatención,peronuncatratódehaceramistadconellos.Silehablaban, ella no les contestaba. Si los niños la rodeaban, como a veces lohacían,Pearlseponíafrenéticadeiraycogíapiedrasparatirárselas,congritosagudos e incoherentes que hacían temblar a su madre, porque sonaban aanatemasdebrujasenunlenguajedesconocido.

Laverdaderaqueestospequeñospuritanospertenecientesalageneraciónmás intoleranteque jamáshayapisado la tierra teníanunavaga ideadequehabía algo raro, extraterrenalodistinto a lo acostumbrado, en lamadrey la

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hija;yporellolasdespreciabaninteriormenteyconfrecuencialasinsultaban.Pearl captabaestos sentimientosy los correspondía conelodiomásamargoque pueda suponerse sea capaz de albergar una niña. Estos exabruptos deterriblemalgenioteníanunvalor,einclusoeranunconsueloparasumadre,porquehabíaporlomenosunaintensidadcomprensibleenelsentimientoquelos impulsaba, en vez de los inciertos caprichos de su hija. La aterraba, sinembargo,discernirenesto,denuevo,unreflejodelmalquehabíaexistidoenella.TodaestahostilidadypasiónquePearlheredaradeella,porunderechoinalienable, venía directamente del corazón deHester.Madre e hija estabanjuntas en el mismo círculo de aislamiento de la sociedad humana, y en lanaturaleza de la niña parecían perpetuarse esos elementos turbadores quehabían inquietado a Hester Prynne antes del nacimiento de Pearl, pero quedesde entonces empezaron a suavizarse gracias a las tranquilizadorasinfluenciasde lamaternidad.Encasa,dentroyalrededorde lacabañadesumadre, a Pearl no le faltaba un amplio círculo de relaciones.El soplo de lamagiadelavidamanabadesuespíritusiemprecreativo,ysecomunicabaconmilobjetoscomounaantorchaenciendeunallamadondeseaquelaapliquen.Lascosasmásinsospechadas,unpalo,unmontóndetrapos,unaflor,eranlostíteresdelamagiadePearl,y,sinsufrirningúncambioexterior,seadaptabaespiritualmente a cualquier accióndramáticaqueocupara el escenariode sumundo interno. Su voz infantil le servía para hablar con innumerablespersonajesimaginarios,viejosyjóvenes.Lospinos,viejos,negrosysolemnes,exhalando quejas y otros melancólicos sonidos producidos por la brisa, nonecesitaban muchas transformaciones para convertirse en dignatariospuritanos; las hierbas más feas de su jardín eran sus hijos, a quienes Pearlaplastaba y arrancaba sin compasión. Era maravillosa la gran variedad deformas que creaba su intelecto, sin ninguna continuidad, pero saltando ybailandosiempreenunestadodeactividadsobrenatural—cayendoamenudocomoagotadapor tanafiebradoy tumultuoso fluirdevida—,y seguidoporotras formas similaresdeextraordinariay salvajeenergía.Anada separecíatantocomoalosfantasmagóricosfuegosdelaauroraboreal.Enelejerciciodelafantasía,sinembargo,yenelretozodeunamenteendesarrollo,pocohabíaquenopudieraobservarseenotrosniñosinteligentes,exceptoque,debidoalaausenciadecompañerosdejuegos,estabamásobligadaaarreglárselasconlasmultitudes imaginarias que ellamisma creaba. Lo singular era la hostilidadcon que la niña trataba a estos engendros de su propio corazón y su propiainteligencia.Nuncacreabaunamigo;másbienparecíaestarsiempreabriendolos dientes del dragón, de donde emergían tropeles de enemigos armadoscontra los que se apresuraba a batallar. Era terriblemente triste —¡y, cuánprofundo sería el dolor de su madre, que sentía en su propio corazón elmotivo!—observar,enalguientanjoven,esteconstantereconocimientodelaadversidad del mundo y el intenso entrenamiento de las energías que

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necesitaría para defender su causa en las adversidades con las que sin dudatendríaqueenfrentarse.MirandoaPearl,HesterPrynneamenudoabandonabasutrabajoygemíaconundolorquebienlehabríagustadoesconder,peroquesalía por sí solomás como un gemido que como palabras. «¡Oh Padre queestásenlosCielos,sitodavíaeresmiPadre!¿Quéesesteserquehetraídoalmundo?».YPearl, aloír la exclamación,o conscientepor algúnmediomássutil de esos espasmos de angustia, giraba su rostro, tan bello y vivaz, paramirarla,lesonreíaconmaliciadeduendeyseguíajugando.

Queda aún por relatar una peculiaridad de la conducta de la niña. Loprimeroqueéstahabíanotadoensuvidaera…¿Quéera?Nolasonrisadesumadre,alacualpodercorrespondercomootrosniñosconunleveembrióndesonrisa de su boquita, tan difícilmente recordada después, al discutirsetiernamente sobre si era en realidad una sonrisa. ¡De ninguna manera! ElprimerobjetoquepareciónotarPearlfue,¿paraquédecirlo?,laletraescarlataenelpechodeHester.Undía,alinclinarsesumadresobrelacuna,losojosdela niña fueron atraídos por el brillo del bordado de oro de la letra; y,adelantando sumanita, lo cogió, sonriendo confiada, con un gesto decididoque confirió a su rostro una expresión de niña mucho mayor. Entonces,faltándole la respiración, Hester Prynne cogió la prenda fatal tratando dearrancárselaporsertaninfinitalatorturaqueleproducíaelrocecomprensivoeinteligentedelasmanitasdePearl.Comosielgestoangustiosodesumadrenotuvieraotrofinqueeldedivertirla,lapequeñaPearllamirófijamentealosojosysonrió.Desdeaquelmomento,fueradecuandolaniñaestabadormida,Hester nunca tuvo un minuto de paz, ni un solo momento para poderdisfrutarlotranquilamente.Semanasenteras,escierto,pasabanavecessinquela mirada de Pearl se fijara en la letra escarlata; pero de pronto aparecíanuevamente, como el golpe de una muerte repentina, y siempre con esacuriosasonrisaylaextrañaexpresióndesusojos.

Unavez,estaexpresiónfantásticaycaprichosaaparecióenlosojosdelaniñacuandoHesterestabamirandosupropioreflejoenellos,comotantolesgusta hacer a las madres; y de pronto—pues las mujeres solitarias y concorazones perturbados sonpresa amenudode fantasías— le pareció quenoveía su propio retrato en miniatura, sino otro rostro, en el pequeño espejonegrodelosojosdePearl.Eraunrostrodiabólico,llenodeburlonamaldady,sinembargo,muyparecidoaunrostroqueconocíamuchoperoqueraravezsonreía,ynuncaconexpresióndemalignidad.Eracomosiunespíritumalignoposeyeraalaniña,yquereciénentoncessehubieraasomadoasusojosparaburlarse de ella.Enmuchas otras ocasiones tuvoHester, aunque conmenosclaridad,lamismafantasía.

Un día de verano por la tarde, cuando Pearl ya había crecidosuficientementeparacorretear sola, seentretuvocogiendomanojosde flores

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silvestres y tirándolas una por una al pecho de su madre; luego saltaba ybrincabacomoundiablillocadavezquetocabalaletraescarlata.Laprimerareacción de Hester fue la de cubrirse el pecho con las manos entrelazadas.Pero, ya sea por orgullo o por resignación, o porque pensaba que cumpliríamejor su penitencia sufriendo esta indecible tortura, resistió el impulso ypermaneciósentadamuyderecha,pálidacomolamuerte,mirandotristementelos ojillos caprichosos de Pearl. Mientras continuaba la embestida de lasflores,casiinvariablementefallandoelblanco,ibacubriendotodoelpechodesumadredeheridasparalasqueeraimposibleencontrarunbálsamoenestemundo,nitampocosabíaellacómobuscarloenelotro.Alfinal,cuandoagotósus proyectiles, la niña se quedó quieta observando a sumadre con cara deburlóndiablillo,atisbando—aunquenoatisbara,sumadreseloimaginabaasí—desdelosinsondablesabismosdesusojosnegros.

—Niña,tú,¿quéeres?—gritólamadre.

—¡SoytupequeñaPearl!—contestólaniña.

Pero,aldecirlo,Pearl rioysepusoabailardeun ladoparaotrocon losgraciosos ademanes de un diablillo cuyo próximo capricho podría ser huirvolandoporelhoyodelachimenea.

—¿Eresmihija?¿Deveras?—preguntóHester.

Noeraunapreguntahechaalazar,sino,enaquelmomento,conauténticapreocupación;puesera tal lamaravillosainteligenciadePearl,quesumadrecasisospechabaqueestuvieraal tantode lasecretamagiadesuexistenciayfueracapazderevelarlaenesemomento.

—¡Sí: yo soy tu pequeña Pearl! —repetía la niña, continuando sustravesuras.

—¡Túnoeresminiña!¡TúnoeresmiPearl!—dijolamadreunpocoenbroma,porqueamenudolesucedíaqueunimpulsojuguetónseapoderabadeellaenmediodesussufrimientosmásintensos—.Dime,entonces,¿quiéneresyquiéntemandóaquí?

—¡Dímelo tú,madre!—dijo la niña,muy seria, acercándose aHester yestrechándosecontrasusrodillas—.Dímelotúamí.

—¡TuPadrecelestialtemandó!—contestóHesterPrynne.

Perolodijoconunavacilaciónquenoescapóalaagudezadelaniña.Yasea debido a su carácter extravagante y antojadizo o porque algún espíritumalignolaimpulsara,Pearlestirósupequeñoíndiceytocólaletraescarlata.

—¡Él no me mandó! —gritó con decisión—. ¡Yo no tengo un Padrecelestial!

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—¡Calla, Pearl, calla! ¡No debes hablar así! —contestó la madrereprimiendoungemido—.Élnosmandóatodosaestemundo.Élmemandóinclusoamí,atumadre.Entonces,conmásrazónati.Sino,extrañacriaturahechizada,¿dedóndehasvenido?

—¡Dímelo! ¡Dímelo! —repetía Pearl, ya no con seriedad, sino riendo,mientrasbrincabaporlahabitación—.¡Erestúquientienequedecírmelo!

Pero Hester no podía resolver la incógnita, ya que ella misma estabasumergida en un terrible laberinto de dudas. Recordaba, entre sonriente yhorrorizada, las murmuraciones de los vecinos del pueblo tratandoinfructuosamente de descubrir la paternidad de la niña, y que, al observaralguna de sus extrañas cualidades, habían hecho correr el rumor de que lapequeña Pearl era hija del demonio; como, desde los viejos tiempos delcatolicismo, a veces se veían por el mundo el fruto de los pecados de unamadredestinadoacumpliralgúnoscuroymalvadopropósito.Lutero, segúnlasescandalizadasmurmuracionesdelosmonjesenemigos,eraunacriaturadeesa raza. Pero Pearl no era el único niño al que los puritanos de NuevaInglaterraatribuíanestedesgraciadoorigen.

VII.LAMANSIÓNDELGOBERNADOR

Un día Hester Prynne fue a la mansión del gobernador Bellinghamllevando un par de guantes que había bordado por encargo suyo y que éstenecesitaba para lucir en una importante ceremonia oficial; pues, aunque lascontingencias de una elección popular habían forzado a este antiguogobernanteadescenderunoodosgradosdesdeelmásaltorango,conservabaaúnunpuestohonrosoeinfluyenteentrelosmagistradosdelacolonia.

OtromotivomásimportantequelaentregadeunpardeguantesbordadoshabíainducidoaHester,estavez,apedirunaentrevistaconunpersonajetanpoderoso y activo en los asuntos del pueblo. Había llegado a sus oídos elrumor de que algunos de los vecinos más importantes tenían la intención,deseososdemantenerlarigidezmásestrictaenlosprincipiosdelareligiónyelgobierno,dequitarleasuhija.BasándoseenlasuposicióndequePearleradeorigendemoníaco,esabuenagentealegabaqueel interéscristianoporelalmade lamadreobligabaa retirar semejanteobstáculode sucamino.Si laniña, por otro lado, era capaz de recibir una educaciónmoral y religiosa, yposeía loselementosnecesariospara su salvacióneterna, entonces, con todaseguridad, tendríamayores posibilidades de aprovechar estas ventajas al serentregadaaotrasmanosmejoresymás sabiasparaque se encargarande sueducación. Se decía que el gobernador Bellingham era uno de los más

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empeñadosenllevaracaboesteproyecto.

Puedeparecer extraño, e inclusobastante ridículo,queunasuntode estetipo, el cual en tiempos posteriores habría sido de la incumbencia de untribunal nomás importanteque el de las autoridadespertinentesdel pueblo,fuera entonces un asunto discutido públicamente y en el que eminenteshombres de estado tomaban diferentes partidos. En esa época de prístinasencillez, sin embargo, asuntos de interés público aúnmenor, y de un pesointrínsecomuy inferior a loqueatañealbienestardeHestery suniña, erancuriosamente entremezclados, incorporados a las deliberaciones de loslegisladoresy losasuntosdegobierno.Enunaépocaapenasanteriora ladenuestra historia, una pelea respecto al derechode propiedad de un cerdonosólo era causa de un feroz y amargo debate en el cuerpo legislativo de lacolonia, sino que daba por resultado una importante modificación de laestructuradelalegislaturamisma.

Muypreocupadaentonces—paraestarseguradesuspropiosderechosqueapenas parecía aquello lo que en realidad era: una batalla dispar entre elpúblico, por un lado, y una mujer sola apoyada por la simpatía de lanaturaleza,porelotro—,HesterPrynnesepusoencaminodesdesusolitariacabaña.LapequeñaPearl,porsupuesto, laacompañaba,yestabaenedaddecorrer ligera al lado de su madre, y, acostumbrada estar en constantemovimientodesdeelalbahastaelanochecer,podríahaberhechountrayectomuchísimomáslargoqueelqueteníaanteella.Amenudo,sinembargo,máspor capricho que por necesidad, exigía que la tomaran en brazos, peromuyprontopedíaconlamismainsistenciaqueladejaranenelsuelodenuevo,ysalíabrincandodelantedeHesterporlossenderosbordeadosdepasto,dandomuchos tropezones y sufriendo no pocas caídas sin importancia. Hemoshablado ya de la belleza opulenta y exuberante de Pearl, una belleza quevibrabacontonalidadesprofundasyvívidas.Sucutiseraluminoso;susojos,tan profundos como brillantes, y la cabellera, ahora de un color marrónprofundoyreluciente,añosmástardesevolveríacasinegra.Habíafuegoentodaella;eraelfrutoinesperadodeunmomentodepasión.

Su madre, al confeccionar el vestido de la niña, había dejado que sedesbordara su extravagante imaginación, ataviándola con una túnica deterciopelocarmesídeextrañocorteyprofusamenteadornadoconbordadosenhilodeoro.Lafuerzadelcolorido,quehabríahechopalidecerotrasmejillasmenos rozagantes, estabamaravillosamente adaptada a la belleza dePearl yhacíadeellalamásbrillantellamitaquejamásdanzarasobrelatierra.

Unadelascualidadesnotablesdeestevestido,y,enrealidad,delaspectogeneral de la niña, era que irresistible e inevitablemente recordaba alobservador la prenda queHester Prynne estaba condenada a llevar sobre elpecho. La misma madre —como si la roja ignominia estuviese tan

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profundamentemarcadaensumentequetodossuspensamientosadquiriesenpor ello su forma— había confeccionado cuidadosamente esa similitud,dedicándole muchas horas de morbosa actividad y destreza inventiva paracrearasíunaanalogíaentreelobjetodesuafectoyelemblemadesuculpaysutortura.Pero,enverdad,Pearleralounoalavezquelootro;ysólocomoconsecuencia de esa identidad había logrado Hester representar tanperfectamentelaletraescarlataenlaaparienciadelaniña.

Al entrar dentro de los límites del poblado, los hijos de los puritanosdejaronsusjuegos—oloquehacíalasvecesdejuegosparaaquellossombríosgranujillas— para mirarlas y se dirigieron solemnemente la palabra unos aotros:

—Mirad,mirad:allíestá lamujerconla letraescarlata;y, realmente,allíestá también la imagen de la letra escarlata brincando a su lado. ¡Vamos atirarlesbarro!

PerolapequeñaPearl,queeraunacriaturaindómita,fruncióelceño,diounaspatadasenelsuelo,sacudiósusmanecitascongestosamenazadoresydepronto se abalanzó contra sus enemigos, que sedieron a la fuga.Su furiosapersecución parecía una fiebre infantil, una diminuta peste, la escarlatina, ounaespeciedealadoángeljusticierocuyamisióneracastigarlospecadosdelanuevageneración.Tambiéngritabaychillabaconunafuerzaterrible,loqueindudablemente hacía temblar los corazones de los fugitivos. Lograda lavictoria,Pearlvolviótranquilamentealladodesumadreylamirósonriendo.

Sinmásaventuras,llegaronalacasadelgobernadorBellingham.Eraéstauna gran casa demadera construida en un estilo del cual aún se encuentranespecímenesen lascallesdenuestrasciudadesmásantiguas,ahoracubiertasde musgo, cayendo en ruinas llenas de melancolía en el corazón por losmúltiples incidentesalegreso tristes, recordadosuolvidados,queocurrieronallíyseextinguieronensuspolvorientashabitaciones.Enaquelentonces,sinembargo, la fachada estaba nueva y sus soleadas habitaciones emanaban laalegríadelascasasenqueaúnnohaentradolamuerte.Tenía,enrealidad,unaspectomuyalegre; lasparedesestabancubiertasconunaespeciedeestucosobre el que habían colocado fragmentos de vidrios de colores en grancantidadyvariedad, demodoque, cuandoel sol caíaoblicuamente sobre lafachadadeledificio,éstabrillabayrelucíacomosilehubieranechadoencimapuñados de diamantes. Estaba, además, decorado con figuras y diagramasextraños,alparecercabalísticos,muydeacuerdoconelpintorescogustodelaépoca, dibujados sobre el estuco cuando éste estaba fresco aún, pero eranahorafuertesydurables,paralaperpetuaadmiracióndefuturasgeneraciones.

Pearl, al ver este brillante portento, se puso a brincar y bailar, pidiendoimperativamente que toda la radiación de la luz solar fuera arrancada a la

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fachadadelacasa,yseladieranparajugarconella.

—¡No, mi pequeña Pearl! —dijo su madre—. Tú tienes que coger tupropialuz,tupropiosol.¡Yonotengosolparadártelo!

Seacercaronalapuerta:eraenformadearcoyflanqueadaenambosladosporextrañas torresoproyeccionesdeledificio,en lasquehabíaventanasdecelosías con persianas de madera para cubrirlas cuando fuera necesario.Levantandoelmartillodehierroquecolgabadelportal,HesterPrynnediounaldabonazo,conloqueacudióunodelossiervosdelgobernador;inglésylibredenacimiento,eraahoraesclavodesdehacía sieteaños.Duranteese tiempoera propiedad de su amo como una mercancía que puede ser comprada ovendida,comounbueyountaburetedemadera.Elsiervollevabaunacasacaazul, uniforme habitual de los hombres de servicio en aquellos tiempos y,muchoantes,enlasviejascasonashidalgasdeInglaterra.

—¿EstáencasasuseñoríaelgobernadorBellingham?—preguntóHester.

—¡Vaya,vaya!—contestóelsiervo,mirandoconojosdesmesuradamenteabiertoslaletraescarlata;porserunreciénllegado,nolahabíavistoantes—.Sí,suseñoríaestádentro,peroestáconunoodosvirtuososclérigosytambiénconunmédico.Ustednopuedeverasuseñoríaahora.

—Sin embargo, entraré —contestó Hester Prynne; y el siervo,impresionadoquizáporelairedecididodeéstayporelbrillantesímboloqueteníaenelpecho,pensóqueseríaunadamamuyprincipaldellugar,ynoseopuso.

Así, la madre y la pequeña Pearl fueron admitidas en el recibidor. Conmuchas variaciones, determinadas por la naturaleza de los materiales deconstrucción, la diferencia de clima y las distintas formas de vida social, elgobernadorBellinghamhabía planificado sunuevavivienda inspirándose enlasresidenciasdeloscaballerosdesutierranatal.AhoraHesterseencontrabaen un amplio y espacioso recibidor que se extendía por toda la casa,constituyendounmediodecomunicacióngeneral,másomenosdirecto,contodos los demás departamentos. Por un extremo, esta espaciosa habitaciónestaba iluminada por las ventanas de las dos torres, que hacían pequeñosrecodos a cada ladodel portal.Elotro extremo, aunque enparte sombreadoporunacortina,estabamejor iluminadoconunodeesosampliosventanalesde los que tantonoshablan los libros antiguos, y que estabaprovisto deuncómodo y mullido asiento. Aquí, sobre un almohadón, había un libroencuadernado, probablemente las Crónicas de Inglaterra o literatura así depesada, como en nuestros días se usa dejar volúmenes lujosamenteencuadernados en la mesa del centro para que los hojeen los visitantes. Elmobiliarioconsistíaenunascuantassillasgrandesypesadas,conlosrespaldoselaboradamente tallados con guirnaldas de flores de encina. Había también

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unamesa del mismo tipo; el conjunto era del estilo del tiempo de la reinaIsabeloquizádeunpocoantes,herenciade lacasapaternaen Inglaterra,ytransportadoaAmérica.Enlamesa—comodemostrandoqueelsentimientode la vieja hospitalidad inglesa no se había quedado atrás— había un grancántarodepeltre en cuyo fondo, siHester oPearl hubiesenmirado, habríanpodidoveraúnlosespumeantesrestosdecervezareciénbebida.

De las paredes colgaba una fila de retratos que representaba a losantepasadosdel linajedelosBellingham,algunoscubiertosconarmadurasyotroscontiesasgorguerasylosnoblestrajesdeceremoniadelostiemposdepaz.A todos los caracterizaba la severidad que invariablemente asumen losretratos antiguos, como si fuesen los fantasmas, más que los retratos, deimportantescaballerosdesaparecidosquemiraranconásperoeintoleranteairedecensuralastareasydiversionesdelosvivos.

Másomenosenelcentrodelospanelesderoblequecubríanlahabitación,estabacolgadaunacotademalla.Éstanoera,comolosretratos,unareliquiaancestral,sino,porelcontrario,defabricaciónmoderna,confeccionadaporunhábilarmerodeLondreselmismoañoqueelgobernadorBellinghamvinoaNuevaInglaterra.Habíauncascodeacero,unacoraza,unagorgueraygrebas,conunpardeguanteletesyunaespadacolgandodebajo;todo,especialmenteelcascoyelpeto,estabatanbienbruñidoquerelucíaconunaluzblancaqueesparcíasubrilloportodoelsuelo.Estacentelleantepanoplianoeraunsimpleadorno:habíasidousadaporelgobernadorenmuchasparadassolemnes,enlos campos de ejercicio, y había brillado, lo que esmás, a la cabeza de unregimiento en la guerra de Pequot. Pues, aunque abogado de profesión ypudiendo mencionar a Bacon, Coke, Noye y Finch como socios suyos, lasexigencias de la vida en este nuevopaís habían transformado al gobernadorBellingham,haciendodeélunsoldado,alavezquepolíticoyregidor.

LapequeñaPearl—queestaba tan encantada con la reluciente armaduracomolohabíaestadoconlabrillantefachadadelacasa—pasóunbuenratoobservandoelbruñidoespejodelpeto.

—Madre—gritó—,teveoaquí.¡Mira!¡Mira!

Hestermiróporcomplaceralaniñayvioque,debidoalefectopeculiardeeste espejo convexo, la letra escarlata se reflejaba en él con proporcionesgigantescas;tanto,queera,conmucho,eldetallemásimportantedesufigura.Ella, en realidad, parecía estar escondida detrás de él. Pearl señaló haciaarriba,aunretratosimilarenelcasco,sonriendoasumadreconesamaliciade duendecillo que era una de las expresiones más usuales de su pequeñafisonomía.Aquellamiradade traviesa alegría estaba reflejada también en elespejocontantaamplitudeintensidad,quelehizosentiraHesterPrynnequeno podía ser la imagen de su propia hija, sino la de un diablillo que estaba

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tratandodeamoldarsealaimagendePearl.

—¡Ven,Pearl!—dijoHesteralejándoladeallí—.Venamirarestehermosojardín.Puedequeaquíhayafloresmáshermosasquelasqueencontramosenlosbosques.

Pearl,entonces,corrióhaciaelventanalqueseencontrabaalextremodelrecibidorymiróhaciaeljardín,dondehabíaunsenderoalfombradodepastoreciéncortadoybordeadoporalgoquetratabadeserunseto.Peroeldueñodelacasaparecíahaberabandonadoya,porimposible,elesfuerzoparaperpetuaraeste ladodelAtlántico,en tierradurayenmediodeunarudaluchapor lasubsistencia, el gusto típicamente inglés por los jardines ornamentales. Lascoles crecían a plena vista; y una guía de calabazas, cuyas raíces estabanplantadas a cierta distancia, introduciéndose en el espacio adjunto, habíadepositadounodesusgigantescosfrutosdirectamentedebajodelventanaldelrecibidor, comopara demostrar al gobernador que este enorme trozo de orovegetaleralomásricoquepodíaofrecercomoornamentoelsuelodeNuevaInglaterra.Habíaunoscuantosrosales,sinembargo,yungrupodemanzanos,probablemente descendientes de aquellos plantados por el reverendo señorBlackstone,elprimerpobladordelapenínsula,esepersonajecasimitológicoquecabalgapornuestrasprimitivascrónicasmontadoenuntoro.

Pearl,alverlosrosales,sepusoallorarporquequeríaunarosaroja,ynohabíaformadecalmarla.

—¡Calla, niña, calla!—le decía sumadre, azarada—. ¡No llores, Perlitaquerida!Oigo voces en el jardín.Ahí viene el gobernador acompañado porunoscaballeros.

Efectivamente, por la avenidadel jardín se veía acercarse a ungrupodepersonas.Pearl,desdeñandolosesfuerzosdesumadreporcalmarla,lanzóunchillidoagudoyluegosequedósilenciosa;noporobediencia,sinoporquelaaparicióndeaquellosnuevospersonajesexcitósuvivazymudablecuriosidad.

VIII.LANIÑA-DUENDEYELPASTOR

ElgobernadorBellingham,vestidoconunaampliabatayungorrocasero—comogustanusarloscaballerosdeedadcuandoestánenlaintimidaddesushogares—, caminaba delante de todos y parecía estar enseñándoles susdominiosyexplicándolessusproyectosdemejoras.Laampliacircunferenciadeunaelaboradagola,bajosubarbagris,alantiguoestilodelaépocadelreyJaime,dabaasucabezaunaspectonopocoparecidoaldeJuanBautistasobrela fuente.La impresiónqueproducía suaspecto, tan rígidoy severo, tocado

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por la nieve de años más que otoñales, no estaba muy de acuerdo con lascomodidadesmundanasconque,evidentemente,habíahechotodoloposiblepor rodearse.Peroesunerror suponerquenuestrosausterosantepasados—aunestandoacostumbradosahablarypensarsobrelaexistenciahumanacomodeunestadotransitoriodepruebasy luchas,yapesardeestarsinceramentedispuestosasacrificarsusbienesysusvidasenarasdeldeber—sehicieranproblemadeconcienciaelrechazarlosmediosdecomodidadeinclusodelujoqueestuvieranrazonablementealalcancedesumano.Unadoctrinasemejanteno fue nunca predicada, por ejemplo, por el venerable pastor JohnWilson,cuyabarba,blancacomouncopodenieve,podíaverseahoraporencimadeloshombrosdelgobernadorBellinghammientrassudueñosugeríaquequizátanto las peras como los melocotones podrían aún aclimatarse en NuevaInglaterra,yquetalvezibaaserposiblequeuvaspurpúreasmaduraranenlasoleada pared del jardín. El viejo clérigo, alimentado en el rico seno de laIglesiadeInglaterra, teníadesdehacíamucho tiempounauténticogustoporlascosasbuenasyconfortables;y,pormásseveroquepudieraparecerenelpúlpitooensupúblicacensuradetransgresionesmoralescomoladeHesterPrynne, la jovialbenevolenciade suvidaprivada lehabíagranjeadoafectosmáscálidosquelosquesedispensannormalmenteacualquieradesuscolegascontemporáneos.

DetrásdelgobernadorydelseñorWilsonveníandoshuéspedesmás;uno,el reverendoArthurDimmesdale,aquienel lectorpuede recordarporhabertomado parte, aunque brevemente y a regañadientes, en la escena de lahumillacióndeHesterPrynne;y,juntoaél,elviejoRogerChillingworth,unseñor muy entendido en ciencias que desde hacía dos o tres años estabainstaladoenelpueblo.Sesabíaqueestecultocaballeroeraelmédicoalavezqueelamigodel jovenministro,cuyasaludestabaseveramentequebrantadadebidoalaabnegaciónydedicaciónabsolutasconquecumplíalosdeberesdesuministerio.

Elgobernador,adelantándoseasusvisitantes,subióunaodosescalerasy,abriendodeparenparlaspuertasdelgranventanaldelrecibidor,seencontrócon la pequeña Pearl. La sombra de la cortina cayó sobre Hester Prynne,escondiéndolaparcialmente.

—¿Quéesesto?—dijoelgobernadorBellinghammirandosorprendidoalapequeña figuraescarlataque teníaante sí—.Confiesoquenuncahevistonada parecido desde mis años mozos y frívolos en la época del viejo reyJaime,cuandoconsiderabaungranfavorelserinvitadoaunbailedemáscarasenlacorte.Habíacantidadesdepequeñasaparicionescomoéstaenépocadefiestas; y nosotros las llamábamos «hijos del lord deMisrule». Pero ¿cómollegóestehuéspedamicasa?

—¡Puessí!—gritóelbondadosoancianoseñorWilson—.¿Quépajaritode

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plumajeescarlataeséste?Amímeparecehabervistofiguritasasí,albrillarelsol a través de una ventana ricamente pintada, trazando diseños de oro yescarlata por el suelo. Pero eso era en la vieja Inglaterra. Dime, pequeñita:¿quién eres?, ¿y cómo se le ha ocurrido a tumadre vestirte de esta extrañamanera?¿Eresunaniñacristiana?¡Ajá!¿Sabestucatecismo?¿Oeresunodeesospícarosduendesoesas traviesashadasquecreíamoshaberdejadoatrásjuntoconotrasreliquiaspapistasenlaalegreInglaterra?

—Soylahijademimadre—contestólavisiónescarlata—,yminombreesPearl.

—¿Pearl?¿Perla?¡Rubí,másbien!¡Ocoral!¡Orosaroja,porlomenos,ajuzgarpor el tonode tuvestido!—agregóel viejoministro, extendiendoenvano sumano tratandode acariciar lasmejillasde lapequeñaPearl—.Pero¿dónde está tumadre? ¡Ah!Yaveo—agregó; y, dirigiéndose al gobernadorBellingham,susurró—:Éstaeslaniñadelaquehemosestadohablando;yheaquíaesadesgraciadamujer,HesterPrynne,sumadre.

—¿Qué dice usted? —exclamó el gobernador—. Debíamos haberadivinadoquelamadredeunaniñaasíteníanecesariamentequeserunamujerescarlata, un valioso ejemplar de la mujer de Babilonia. Pero viene muy atiempo;ynosocuparemosahoramismodeesteasunto.

El gobernador Bellingham atravesó el ventanal del recibidor seguido desustreshuéspedes.

—Hester Prynne—dijo, fijando su mirada naturalmente severa sobre laportadoradelaletraescarlata—,hemoshabladomuchodetiúltimamente.Elasuntohasidodiscutidoa fondo;eldesinosotros,que tenemosautoridadyjurisdicción, estamos actuando según los dictados de nuestra conciencia alconfiarunalmainmortal,comoladeestaniña,aloscuidadosydireccióndealguienquehatropezadoycaídoenlastentacionesdeestemundo.¡Hablatú,lapropiamadredelaniña!Piénsalobien.¿Noseríalomejorparaelbienestartemporalyeternodelapequeñaquetelaquiten,quelavistanconsobriedad,la eduquen estrictamente y la instruyan sobre las verdades del Cielo y latierra?¿Quépuedeshacertúporlaniñaenestesentido?

—¡Puedo enseñar a mi pequeña Pearl lo que he aprendido de esto!—contestóHesterPrynne,poniendosudedosobrelaletra.

—¡Mujer, ésa es la divisa de tu vergüenza! —contestó el severomagistrado—.Esjustamenteacausadeesamanchaquepensábamostransferirtuniñaalcuidadodeotrasmanos.

—Sinembargo—dijolamadreconcalma,peroponiéndosemuypálida—,estadivisamehaenseñado,meenseñadiariamenteymeestá enseñandoenestemomento,leccionesquepuedenserdegranprovechoparaminiña,para

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queseamejorymásprudente,aunqueamíyadenadamesirvan.

—Deliberaremosconcalmayprudencia—dijoBellingham—yveremosconmucho cuidado lo que debemos hacer.ReverendoWilson, le ruego queexamine usted a esta Pearl (ya que éste es su nombre) y vea si tiene lainstruccióncristianaquecorrespondeaunaniñadesuedad.

ElviejoministrosesentóenunsillónytratódecolocaraPearlentresusrodillas. Pero la niña, como no estaba acostumbrada a que la tocaran, ni aninguna familiaridad con nadie que no fuera sumadre, huyó a través de laventanaabiertaysedetuvoenelescalónmásalto.Parecíaunextrañopájarotropicaldericosplumajes,listopararemontarporlosaires.ElseñorWilson,nopoco sorprendidoanteesta reacción—pueseraunpersonajebonachónygranfavoritodelosniños,por logeneral—,trató,sinembargo,deproseguirconelexamen.

—Pearl—dijo entonces con gran solemnidad—, tienes que escuchar lasinstruccionesqueseteden,demodoque,asudebidotiempo,puedasllevarentupechounaperladegranvalor.¿Puedesdecirme,hijamía,quiéntehizo?

Pearl sabía muy bien quién la había hecho, pues Hester Prynne, quepertenecíaaunhogarpiadoso,pocodespuésdesuconversacióncon laniñasobre el Padre celestial, había empezado a enseñarle las verdades que elespírituhumano,pormásinmaduroquesea,absorbecontantointerés.YeratantoloquePearlhabíaaprendidoensustresañosdevida,quehabríapodidomuybienpasarunexamendelNewEnglandPrimer,elAbecedariodeNuevaInglaterra, o la primera columna del Catecismo deWestminster, aunque noconociera el aspecto exterior de ninguna de esas famosas obras. Pero esaperversidadquetienencasitodoslosniños,ylacuallapequeñaPearlposeíaen gran cantidad, ahora, en el momentomás inoportuno, tomó posesión deella, y selló sus labios o la impulsó a hablar desatinadamente. Después deponerseeldedoenlabocaynegarsecondescortesíaacontestarlaspreguntasquelehacíaelbuenseñorWilson,laniñaanunciócategóricamentequenadiela había hecho, sino que había sido arrancada por sumadre del arbusto derosassilvestresquecrecíajuntoalapuertadelaprisión.

Sin duda se le ocurrió esta fantasía por la proximidad de las rosas delgobernador, yaque se encontraba fuerade la ventana; asociando aquéllas alrecuerdodelrosaldelaprisión,quehabíavistoaliralacasadelgobernador.

Sonriendo, el viejo Roger Chillingworth susurró algo al oído del jovenclérigo.HesterPrynnemiróaaquély,apesardequesudestinopendíadeunhilo,nopudodejardedarsecuenta,llenadeasombro,delcambioquehabíansufridosus facciones,decuántomás feasestaban,decómosuoscura tez sehabíavueltomáscenicientaysufiguramáscontrahechadesdelostiemposenque lo trataba íntimamente. Sus ojos se encontraron un momento, pero

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enseguidasevioobligadaadedicartodasuatenciónalaescenaqueseestabadesarrollandoanteellos.

—¡Esto es terrible!—gritó el gobernador, recuperándose lentamente delasombro que le había producido la respuesta de Pearl—. ¡Una niña de tresañosqueesincapazdedecirquiénlahahecho!¡Sinduda,estáigualmenteaoscuras en lo que respecta a su alma, su depravación actual y su destinofuturo!Yocreo,caballeros,quenonecesitamosindagarmás.

HestercogióaPearlporlafuerzaylaretuvoensusbrazos,enfrentándosealviejomagistradopuritanoconunaexpresióncasiferoz.Solaenelmundo,expulsada de él y con éste su único tesoro paramantenerla viva, sentía queteníaderechosinalienables,yestabalistaadefenderloshastalamuerte.

—¡Diosmedioestacriatura!—gritó—.Élmeladioencompensaciónportodoloqueustedesmehanquitado.¡Ellaesmifelicidad!¡Ellaesmitortura!¿Noven acaso que ella es la letra escarlata, sólo capaz de ser amada, y asíposeedoradelpoderdehacermeexpiarmipecado?¡Nomelaquitarán!¡Anteslamuerte!

—¡Pobremujer!—dijonosinbondadelviejoministro—.Laniñaestarámuybiencuidada,muchomejordeloquetúpuedeshacerlo.

—Dioslapusobajomitutela—repitióHesterPrynnelevantandolavozdetalformaquecasigritaba—.¡Nolaentregaré!

Y luego, presa de un repentino impulso, se dirigió al joven clérigo, alreverendoDimmesdale,quehastaesemomentoparecíanohaberledirigidolamirada.

—Hableustedenmifavor—loconminóella—.Ustederamipastor,ustedteníamialmaasucargoymeconocemejorquenadie.¡Noestoydispuestaaperderamihija!¡Defiéndame!¡Ustedlosabetodo,ustedposeelacaridadqueestoshombresnotienen,ustedsabeloquehayenmicorazónycuálessonlosderechos de unamadre, y cuántomás fuertes son cuando lamadre no tienemásqueasuhijaylaletraescarlata!¡Arrégleselasusted!¡Yonovoyaperderaminiña!¡Arrégleselasusted!

Anteestallamadatansingular,tanllenadedesesperación,yqueindicabaquelasituacióndeHesterPrynnelahabíallevadocasihastaloslímitesdelalocura,eljovenclérigoseadelantóinmediatamente,muypálidoyconlamanopuesta sobre el corazón, como solía hacerlo cuando algo excitaba sutemperamento nervioso. Se le veía ahora más preocupado, más débil, másagotadoquecuandolodescribimosenlaescenadeladegradaciónpúblicadeHesterPrynne;y,yaseaporsuquebrantadasaludoporcualquierotracausadesconocida, sus grandes ojos reflejaban un mundo de dolor en susperturbadasymelancólicasprofundidades.

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—Su alegato es acertado—comenzó a decir el ministro con voz dulce,trémula,peropotente;tanto,quehizoretumbarelsalónylaantiguaarmadura—.HayverdadenloquediceHesteryenelsentimientoquelainspira.Dioslediolacriaturaylediotambiénunconocimientoinstintivodesunaturalezaysusnecesidades,evidentementetanpeculiares,yqueningúnotroserpodrácomprender como ella. Y, más aún, ¿no existe una relación terriblementesagradaentreestamadreyestaniña?

—¿Cómoeseso,buendoctorDimmesdale?—interrumpióelgobernador—.Leruegoquemeloexplique.

—Debeserasí—continuóelministro—.Pero,siloconsideramosdeotramanera,¿noestamosreconociendoentoncesqueelPadrecelestial,elCreadordetodosloshombres,hatomadoalaligeraunaacciónpecaminosaynohaceninguna diferencia entre la pasión fuera de la ley de Dios y el amorsantificado?EstahijadelaculpadesupadreydelavergüenzadesumadrehasalidodelasmanosdeDiosparatenermuchasclasesdeinfluenciassobreelpobre corazón que implora tan intensamente y con tanta amargura por elderechoaconservarla.Sumisiónesladebendecir;deserlaúnicabendiciónen la vida de estamujer. Su función es, también, como lamismamadre hadicho, expiatoria: una tortura que la atenaza en los momentos másimpensados, una punzada, una quemadura, una agonía repetida siempre enmedio de una felicidad llena de perturbaciones. ¿Acaso no expresa estepensamiento en el atuendo de la niña, que con tanta fuerza nos recuerda elsímboloquelequemaelpecho?

—¡Muybiendicho!—exclamóelbuenseñorWilson—.Yo temíaque lamujerestanotuvieraotropensamientoqueeldehacerquesuniñaparezcaunsaltimbanqui.

—¡Oh! ¡No es así, no es así! —siguió diciendo Dimmesdale—. Ellareconoce, créanmelo, el solemne milagro que Dios ha obrado al otorgar laexistencia a esta niña.Yyo creoque también siente que estamerced le fueotorgadasobretodoparaconservarvivaelalmadelamadreypreservarladelas profundidadesmás negras del pecado en las queSatanás, de otromodo,pudohaber tenido la intención de arrojarla. Por lo tanto, estámuybien queestapobrepecadoratengaconsigounapobrealmitainmortal(unsercapazdealcanzarlaeternafelicidadolaeternadesgracia)confiadaasucuidado,paraque ella la conduzca por el camino del bien y la rectitud, para recordarle acada momento su caída, pero para enseñarle también, como si fuera unsagradocompromisoconelCreador,que,siellaguíaalaniñahastaelCielo,la niña, a su vez, conducirá allí a sumadre. En esto esmás feliz lamadrepecadora que el padre pecador. Así pues, por el bien de Hester Prynne, nomenosqueporelbiendelaniña,¡dejémoslascomolaProvidenciaconsideróapropiadodejarlas!

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—Habla usted, amigo mío, con una extraña vehemencia—dijo el viejoRogerChillingworth,sonriéndole.

—Yhayunprofundosignificadoenloquehadichomijovenhermano—agregó el reverendo Wilson—. ¿Qué dice usted, honorable masterBellingham?¿Noencuentraustedquehaalegadocon justiciaen favorde lapobremujer?

—Enefecto—contestó elmagistrado—.Yha aducido tales argumentos,queinclusodejaremoselasuntocomoestá,porlomenosmientrasestamujernodémásmotivosdeescándalo.Hayquepreocuparse,sinembargo,dequelaniñasesometaaunexamenformalapropiadoenloquerespectaalcatecismo,ya sea en susmanos o en las del doctorDimmesdale.Además, a su debidotiempolosceladoressepreocuparándequeasistaalcolegioyalosserviciosreligiosos.

El joven ministro, al terminar de hablar, se había alejado unos cuantospasosdelgrupoypermanecíadepieconelrostroparcialmenteocultoporlospesadosplieguesdelacortinadelaventana,mientraslasombradesufigura,proyectada por el sol sobre el suelo, oscilaba aún con la vehemencia de sualegato. Pearl, aquel caprichoso y movedizo duendecillo, se escabullósuavemente para dirigirse a él y, tomando su mano entre las suyas, apoyósobre ella su mejilla. Fue una caricia tan llena de ternura y a la vez tandiscreta,que lamadre,alobservarla,nopudodejardepreguntarse:«¿EsmiPearl?».Aunque ella sabíaque en el corazónde laniñahabía amor, éste serevelabamás frecuentemente en forma de pasión, y apenas dos veces en suvidasehabíasuavizadoconlagentilternuradeesemomento.Elministro—yaque,fueradelasansiadasmiradasfemeninas,nadahaymásdulcequeestasdemostracionesde cariño infantil otorgadas espontáneamente,por instinto,yque por lo tanto parecen indicar que hay en nosotros algo que merecerealmenteseramado—,elministromiróasualrededor,pusosumanosobrelacabezade la niña, vaciló un instante y la besó en la frente.Nodurómás laexpansiónsentimental,tanpocousualcomoindeseada,delapequeñaPearl;serioy atravesóbrincando el salón, conunagracia aladaquehizoquemasterWilsonsepreguntarasi,porlomenos,laspuntasdesuspiestocabanelsuelo.

—Esapequeñatienealgodebruja,osloaseguro—dijoaDimmesdale—.¡Sólolehacefaltaunaescobaparasalirvolando!

—¡Extrañaniña!—dijoelviejoRogerChillingworth—.Esmuyfácilverla herencia de la madre en ella. ¿Creen ustedes, caballeros, que seríaimposible, para la investigación de un filósofo, analizar la naturaleza de laniña,yporsuformayhechuraatreverseaadivinarladelpadre?

—No; sería pecado, en este asunto, seguir las normas de la filosofíaprofana—dijoelseñorWilson—.Mejoreshacerayunosyrezar;ymejoraún

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dejarelmisteriocomolohemosencontrado,anoserquelaProvidencianosloreveleporvoluntadpropia.Yasítodobuencristianotienederechoademostrarlabondaddeunpadreaestapobrecriaturaabandonada.

Habiéndose resuelto tan satisfactoriamente el asunto,Hester Prynne, conPearl,sefueacasa.Mientrasbajabalasescaleras,segúnsedice,seabrieronlascelosíasdeunadelashabitacionesyaparecióaplenaluzdeldíaelrostrode laseñoraHibbins, lamalgestadahermanadelgobernadorBellingham, lamismaqueunosañosmástardefuequemadaporbruja.

—¡Psit,psit!—llamó,echandosusombrademalagüerosobrelasoleadafachadadelacasa—.¿Vendrásconnosotrosestanoche?Habráungrupomuyalegreenelbosque;yyopocomenosqueleprometíalHombreNegroquelahermosaHesterPrynneformaríapartedeél.

—¡Deleustedmisexcusas,seloruego!—contestóHesterconunasonrisatriunfante—.DebopermanecerencasaparacuidaramipequeñaPearl.Simelahubieranquitado,congustomehabríaidoconustedalbosque,ytambiénhabríapuestomifirmaenellibrodelHombreNegro.¡Ylohabríahechoconmipropiasangre!

—¡Yate tendremosmuyprontoporallí!—dijoladama-brujafrunciendoelceñoyretirandosucabeza.

Y he aquí—si suponemos que esta entrevista entre la señoraHibbins yHesterPrynnesucedióauténticamente,ynoessólomoraleja—que tenemosunademostraciónprácticade losrazonamientosdel jovenministroencontrade romper la relación de unamadre caída con el fruto de su flaqueza. TantempranoempezólaniñaalibrarladelasgarrasdeSatanás.

IX.ELGALENO

Bajo el nombre de Roger Chillingworth, como recordará el lector, seescondía otro nombre cuyo antiguo dueño había decidido que no seríapronunciado nunca más. Se ha relatado cómo, entre la muchedumbre quecontemplabalahumillanteexhibicióndeHesterPrynne,habíaunhombreyamayor,agotadoporlosviajes,quereciénllegadodelaspeligrosastierrasdelinteriorvioa lamujerenqueesperabaencontrarpersonificadoselcalory laalegríadeunhogar,expuestaanteelpúblicocomolapersonificaciónmismadelpecado.Ysuhonordemujercasadapisoteadoportodosloshombres.

LasmurmuracionesinfamantessedivulgabanportodaspartesenlaplazadelMercado.Parasusparientes,si lasnoticias llegaron jamásasusoídos,ypara el compañero de su vida intachable, ya nada les quedaba más que

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soportar el contagio de su deshonor, que no dejaría de ser distribuido deacuerdoconlaintimidadysantidaddesuantiguarelación.¿Porqué,entonces—ya que la elección residía en símismo—, debía aquél cuyos lazos con lamujercaídafueronlosmássagradosadelantarseparareivindicarsusderechosaunaherenciatanpocodeseable?Fueélquiendecidiónoestarjuntoaellaenel pedestal de la vergüenza. Desconocido para todos menos para HesterPrynneyposeedordel candadoy la llaveque sellaban su silencio, optóporretirar su nombre del registro de la humanidad, desaparecer de la vida tancompletamente como si en realidad estuviera en el fondo delmar, donde elrumor popular lo había hundido hacíamucho tiempo.Una vez logrado estepropósito,surgiríaninmediatamentenuevosintereses,eigualmenteunnuevopropósito; sombrío, es cierto, sinoculpable,perocon suficiente fuerzaparacomprometertodassusfacultades.

Conel objetode llevar a cabo suspropósitos, se instaló en este pobladopuritanopresentándosecomoRogerChillingworth,sinotrascredencialesquela sabiduría y la inteligencia que en medida poco común poseía. Por susestudiosenunperíodoanteriorde suvida, eragranconocedorde la cienciamédica de su época, y fue como médico que se presentó y como tal fuecordialmente recibido. Hombres hábiles en las profesiones médicas yquirúrgicasnoabundabanenlascolonias.PareceserqueraravezparticipabandelceloreligiosoqueimpulsóalosotrosemigrantesacruzarelAtlántico.Ensusinvestigacionessobreelcuerpohumano,podríaserquelasfacultadesmáslatasysutilesdetaleshombressematerializaran,yasíellosperdieranlavisiónespiritualde la existenciaenmediode lascomplejidadesdeesemaravillosomecanismoqueparecíacomprendertodoelartenecesarioparaincluirdentrodeéltodoloqueimplicalavida.Entodocaso,lasaluddelabuenaciudaddeBoston,enloquealamedicinarespecta,habíaestadohastaahoraenmanosdeunviejofarmacéuticocuyapiedadyvirtuosaconductaerancredencialesmásimportantes a su favor que las que habría podido presentar en forma dediploma.Elúnicocirujanoeraunoquecompartíalaprácticaocasionaldeesenobleartecon lacotidianay rutinaria funciónde lanavajadeafeitar.RogerChillingworth fue una brillante conquista para esta profesión. Muy prontodemostró su conocimiento de la pesada e imponente complejidad de laquímicaantigua;segúnella,cadaremedioconteníaunamultituddeextrañosyheterogéneos ingredientes tan elaboradamente confeccionados como si elresultadopropuesto fueranadamenosqueel«elixirde lavida».Durante sucautiveriocon los indioshabíaadquirido,además,grandesconocimientosdelaspropiedadesde lashierbasyraícesautóctonas;y tampocoescondíaasuspacientes que estas simples medicinas, especie de merced otorgada por laNaturaleza al inculto aborigen, le merecían tanta confianza como lafarmacopeaeuropeaelaboradaatravésdecientosdeañosporelconcursodetantossabiosdoctores.

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Este culto forastero era ejemplar en lo que respecta, al menos, a lasfórmulas exteriores de su vida religiosa, y a poco de llegar había escogidocomoconsejeroespiritualal reverendodoctorDimmesdale.El jovenclérigo,cuyafamaperdurabaaúnenOxford,eraconsideradoporsusadmiradoresmásfervientespocomenosqueunapóstol consagradoporelCielo,destinado, sivivíaytrabajabaduranteeltérminodelavidanormaldeaquellostiempos,ahacergrandescosasparalaahoradébilIglesiadeNuevaInglaterra,comolosprimeroscolonizadoreslashabíanhechoporlafecristiana.Peromásomenosporeste tiempo lasaluddeldoctorDimmesdaleempezóadecaer.Según losque conocían mejor sus costumbres, la palidez de las mejillas del jovenministro se debía a su exagerada dedicación al estudio, al celo con quecumplíasusdeberesparroquiales,y,másquenada,alosayunosyvigiliasquepracticabaamenudoconelfindeevitarquelatoscavidaterrenalempañarayoscurecieralalámparadesuespíritu.

Algunos llegaban a declarar que si el doctor Dimmesdale efectivamentemuriese,seríaporqueelmundoyanomerecíaserholladoporsuspies.Él,porsu parte, con su humildad característica, declaraba que si la Providenciadecidiera sumuerte seríapor supropia incapacidadpara realizar suhumildemisión sobre la tierra.A pesar de estas diferencias de opinión respecto a lacausa de su decaimiento, el hechomismo no se podía negar. Enflaqueció aojosvista;suvoz,aunquesonoraaún,ymuysuave,teníauntonoqueparecíaprofetizarsumelancólicofin;observábaseamenudoque,cuandoporalgosealarmaba,aunquelevemente,osucedíacualquiercosa,se llevaba lamanoalcorazón,primeroruborizadoyluegoconunapalidezqueevidenciabasudolor.

Ése era el estado del joven clérigo: la perspectiva de que se apagasepermanentementeladébilllamitadesuvidaparecíainminentecuandoRogerChillingworthllegóalpueblo.Suprimeraapariciónenescena—ypocagentepodía decir cuándo sucedió, cayendo como del cielo o emergiendo de lasprofundidadesdelatierra—teníaunairedemisterioqueprontofueelevadoala categoría de milagro. Era ahora conocido como un hombre de grandeshabilidades; se le veía coleccionar hierbas y capullos de flores silvestres,escarbarlasraícesyarrancartallosdelosárbolesdelbosque,comoquienestáaltantodelasocultasvirtudesdeloquenotieneningúnvalorantelosojosdelcomún de los mortales. Se le oyó hablar de sir Kenelm Digby y de otroshombres famosos—cuyos logros científicos eran considerados pocomenosquesobrenaturales—encalidaddecolegasocorresponsalessuyos.¿Porqué,entonces,teniendounrangotanaltoenelmundodelaciencia,habíavenidoaquí? ¿Qué podía él, cuyo ambiente estaba en las grandes ciudades, estarbuscandoenestastierrashostiles?Enrespuestaaestasinterrogantescrecióelrumor —que, por más absurdo que fuera, era defendido por mucha gentesensata— según el cual el Cielo había hecho un verdadero milagro altransportar a este eminente doctor enmedicina de una universidad alemana,

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corpóreamente, por los aires, depositándolo en la puerta del despacho delreverendo Dimmesdale. Otras personas cuya fe era más inteligente, y quesabían que el Cielo cumple con sus designios sin necesidad de los efectosteatrales de lo que se llama interposición milagrosa, creían también ver lamano de la Providencia en la llegada tan oportuna deRogerChillingworth.Esta idea se acentuó al ser evidente el profundo interés que manifestó elmédicoporlasaluddeljovenclérigo;sehizofeligrésdesuparroquia,ytratóde granjearse la simpatía y amistad de esta sensibilidad naturalmente tanreservada. Expresó gran alarma ante el estado de salud de su pastor,demostrándoseansiosodeconseguirsucuraciónydeclarandoquecuantomáspronto comenzase, más fe tendría en que el resultado fuese favorable. Losdignatarios, los diáconos, las maternales señoras y las jóvenes y bellasdoncellas del rebaño del joven Dimmesdale estaban de acuerdo con él eimportunabanasupastorparaqueaceptaralosserviciosqueselebrindaban.Dimmesdalerechazabasuavementesusruegos.

—Nonecesitomedicinas—decía.

Pero¿cómopodíadecirunacosaasíeljovenministro,cuandodurantelosoficios se le veían cada vez más pálidas las mejillas y se oía su voz mástrémulaqueantes,cuandoahorasehabíaconvertidoenunhábitoconstante,envez de un gesto ocasional, el ponerse la mano sobre el corazón? ¿Estaríaagotadoporel trabajo?¿Querríamorir?Estaspreguntaslefueronpropuestasseriamente al reverendo Dimmesdale por los ministros mayores, losdignatarios de la Iglesia deBoston y los diáconos de su parroquia, quienes,para usar sus propias palabras, «se enfrentaron con él» sobre el pecado derechazar lo que la Providencia tanmanifiestamente le brindaba.Escuchó ensilencioyprometióhablarconelmédico.

—Si fuera la voluntad de Dios—dijo el reverendo doctor Dimmesdalecuando, en cumplimiento con su promesa, recurrió a los serviciosprofesionalesdelviejoRogerChillingworth—,yomedaríaporsatisfechosimistrabajos,mispenas,mispecadosymisdoloresacabaranprontoconmigoytodoloqueenelloshayadeterrenalseenterraraenmitumba,yloespiritualsiguiera conmigo al sitio queme tenga reservado la eternidad.Muchomássatisfechoqueelquepongaustedapruebasupericiaenbeneficiomío.

—¡Ah! —replicó Roger Chillingworth con esa calma que, fingida onatural, caracterizaba todas sus actitudes—. ¿Es así como debe hablar unjoven pastor? Los hombres jóvenes, como no han echado raíces profundas,renuncianfácilmenteasucontactoconlavida.Yloshombresvirtuosos,quecaminanconDiossobrelatierra,desearíanestarfueraparacaminarconélporlasdoradascallesdelaNuevaJerusalén.

—No,noeseso—replicóeljovenministro,poniendounamanosobresu

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corazón con gesto de dolor—. Si fuera digno de caminar allí, estaría máscontentodepenarytrabajaracá.

—Los hombres buenos siempre se interpretan injustamente —dijo elfacultativo.

Y así el misterioso Roger Chillingworth se convirtió en el consejeromédico del reverendo doctor Dimmesdale. Como no sólo la enfermedadinteresabaalmédico,sinotambiénobservarelcarácterylascualidadesdesupaciente, estosdoshombres,deedades tandistintas,pocoapoco llegaronapasarjuntosgranpartedesutiempo.Enbeneficiodelasaluddelministroypara permitir al galeno recoger plantas que contenían bálsamos curativos,hacían largos paseos por la playa o el bosque, entremezclando su variadacharla con el murmullo y reventar de las olas y con el solemne canto delvientoentrelascopasdelosárboles.Amenudo,igualmente,unoerahuéspeddel otro en su lugar de estudio y reposo. Elministro sentía una especie defascinaciónpor lacompañíadelhombredeciencia, enelque reconocíaunaculturaprofundajuntoaunavariedady libertaddeideasqueenvanohabríabuscadoentre losmiembrosdesupropiaprofesión.Enrealidad,estabamuysorprendido, y hasta alarmado, de encontrar estas cualidades en el médico.Arthur Dimmesdale era un verdadero sacerdote, un verdadero religioso, susentidoreverencialestabamuydesarrollado,ysuinteligenciaordenadadetalmanera que se dirigía a sí misma vigorosamente por el camino del credo,labrando suhuella cadavezmásprofundamente con el pasodel tiempo.Enningún tipo de sociedad habría podido considerársele como un hombre deideasliberales;leseríasiempreesencialasupazdeespíritusentirlapresiónde la fe en torno suyo, apoyándolo, a la vez que lo confinaba dentro de suarmazón de hierro. No era menos, sin embargo, aunque con vacilantesatisfacción,elalivioocasionalquesentíaalmirareluniversopormediodeotro tipo de intelecto que aquéllos con los que acostumbraba alternar. Eracomo si se abriera de par en par una ventana, dejando entrar una atmósferamás libreenelcerradoysofocanteestudiodondeseestabaconsumiendosuvidaentrelaluzdelaslámparasolosinterceptadosrayosdesol,yelrancioperfume sensual o moral que exhalan los libros viejos. Pero el aire erademasiadofrescoyheladoparaabsorberlodemasiadotiempoconcomodidad.Demodo que elministro, y elmédico con él, se retiró nuevamente tras loslímitesdeloquesuIglesiadefiníacomoortodoxo.

Así, Roger Chillingworth examinaba cuidadosamente a su paciente, yaobservandocómoactuabaensuvidadiaria,siguiendosucaminohabitualenelorden de los pensamientos que le eran familiares, ya viéndolo cuando lascircunstancias lo arrojaban enmediodeotro escenario cuyanovedadpodríahacer surgir algo nuevo a la superficie de su personalidad. Parece queconsiderabaesencialconocerbienalhombreantesdetratardesanarlo.Donde

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sea que haya un corazón y un intelecto, las enfermedades del cuerpo estánmarcadas por las peculiaridades de éste. En Arthur Dimmesdale, laimaginacióny elpensamiento eran tanactivos,y la sensibilidad tan intensa,queunaenfermedadfísica teníamuchasprobabilidadesdehaberseoriginadoallí. De modo que Roger Chillingworth —el hombre hábil, el médicobondadoso y amigo— trató de profundizar en su paciente, sondeando susprincipios, atisbando en sus recuerdos y auscultándolo entero, con gestocauteloso,comoquienbuscauntesoroenunacavernaoscura.Pocossecretospuedenpermanecerescondidosanteuninvestigadorquetengaoportunidadypermisoparaacometertalempresa,ypericiaparallevarlaadelante.Elhombrequeestáagobiadoporunsecretodeberíaevitartodaintimidadconsumédico.Siesqueesteúltimoposeeeldondelasagacidad,yunalgoextra,difícildecalificar, llamémosle intuición; si no demuestra un egoísmo que puedainterferir, ni características importantes que sean desagradables; si tiene elpoder,quedebeser innatoenél,deconducir sumenteauna relaciónde talafinidadconladesupacientequeéstesinquererhableloquecreasólohaberpensado;sitalesrevelacionessonrecibidassingrandesalaracasyacogidasnotan a menudo con palabras de simpatía que en silencio, con un suspiroarticulado, y aquí y allá alguna palabra para indicar que se ha comprendidotodo;siaestasvirtudesdeconfidenteseleagreganlasventajasqueleconfieresucondicióndemédico,entonces,enalgúnmomento inevitable,elalmadelsufriente se disolverá y fluirá con un torrente oscuro pero transparente,revelando todos sus secretos y exponiéndolos a la luz del sol. RogerChillingworth tenía todos o la mayoría de los atributos enumerados. Sinembargo, el tiempo pasaba. Cierta intimidad, como ya dijimos, creció entreestasdosinteligenciascultas,queteníanuncampotanampliocomolaesferatotaldelpensamientoyelestudiohumanoparaencontrarse.Discutíansobretoda clase de temas de religión y ética, de asuntos públicos y de carácterprivado;hablaronmuchodeasuntosquelesparecíanpersonales;sinembargo,ningún secretocomoelque se imaginabaelmédicoque teníaqueexistir seescapó jamás de la conciencia del ministro para alcanzar el oído de sucompañero. Este último sospechaba incluso que la naturaleza de laenfermedad física del doctor Dimmesdale nunca había sido reveladaenteramente.¡Extrañacautela!

Después de algún tiempo y a raíz de una sugerencia de RogerChillingworth, los amigos deArthurDimmesdale se las arreglaron para queamboshombressealojaranen lamismacasa,demodoque todas lasaltasybajas del fluido vital del ministro pasasen ante los ojos de su ansioso yabnegadomédico.Hubogranalegríaenelpuebloalconseguirestearreglotandeseado.Selaconsiderabacomolamejormedidaposibleparaelbienestardeljoven pastor; amenos que, como amenudo le aconsejaban aquellos que sesentíanconautoridadparahacerlo,hubieseescogidoaunadelasflorecientes

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doncellas, espiritualmente afectas a él, para que se convirtiese en su fielesposa.Estoúltimo,sinembargo,teníapocasprobabilidadesdeseraceptadoporArthurDimmesdale; rechazaba todas lassugerenciasal respectocomosiel celibato sacerdotal fuese unode los artículos de la disciplina eclesiástica.Condenadoporsupropiavoluntad,comoloestabatanevidentementeeljovenDimmesdale,acomersuinsípidopanenunamesaajenayaguantarelfríodeporvidaqueeslasuertedelquebuscacalentarseenelhogardeotro,parecíaverdaderamente que este sagaz, experimentado, benevolente y ancianomédico, con su combinación de amor paternal y reverencial por el jovenpastor,fueseelsermásapropiadoentodalahumanidadparaestarsiemprealalcancedesuvoz.

Lanuevamoradade losdosamigoseraconunapiadosaviudadebuenaposición socialquevivía enunacasaqueocupabacasi todoel solar enqueluego fue construida la venerable estructura de King’s Chapel. Tenía elcementerio,queenunprincipiofuesolardeIsaacJohnson,aunlado,demodoqueestabamuybiensituadoparaprovocarseriasreflexiones,apropiadasasusrespectivasactividades, tantoenelministrocomoenelmédico.Lamaternalpreocupación de la bondadosa viuda por el pastor hizo que designara paraArthurDimmesdale el departamento del frente, que daba del lado del sol yteníaunapesadacortinaparaprotegerlodelresplandorexcesivodelmediodíacuando fuera necesario. Las paredes estaban cubiertas por tapicerías que sedecía provenían de los telares de los gobelinos, y que en todo casorepresentabanlahistoriabíblicadeDavidyBetsabé,yladeNatánelProfeta,en colores aún no desteñidos, pero que hacían que la hermosamujer de laescena pareciera casi tan torvamente pintoresca como la vaticinadora dedesgracias. Aquí, el pálido clérigo organizó sus libros, entre los cualesabundaban los volúmenes, empastados en pergamino, de los Padres de laIglesia, de la tradición rabínica y de la erudición monástica, a los que lossacerdotes protestantes, a pesar de que difaman y desacreditan ese tipo deescritores,sevensinembargoobligadosamenudoarecurrir.EnelotroladodelacasaarreglósuestudioysulaboratorioelviejoRogerChillingworth,nocomounmodernohombredecienciaconsideraríaniremotamenteadecuado,aunque tenía al menos un aparato destilador, y los medios necesarios paraelaborardrogasyproductosquímicosqueelhábilalquimistasabíamuybienemplearparasuspropósitos.Así,con todacomodidad, losdosestudiososseinstalaron, cadauno en su propio terreno, peropasando amenudodeuno aotro apartamento y demostrando un interésmutuo el uno en los asuntos delotro,interésnodesprovistodeciertacuriosidad.

Los amigos más sensatos del reverendo Arthur Dimmesdale, como yahemos insinuado, se imaginaban con mucha razón que la mano de laProvidencia había hecho todo esto con el propósito —implorado en tantaspúblicas, domésticasy secretas rogativas—de restablecer la saluddel joven

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ministro.Pero tenemosque reconocer ahoraqueotrapartede la comunidadempezabaaadoptarsupropiopuntodevistarespectoalasrelacionesentreeldoctorDimmesdaleyelmisteriosomédico.Cuandounamultitudincultatratade ver las cosas con sus propios ojos tiene grandes probabilidades deengañarse.Cuando,sinembargo,formulasusjuicios,comoamenudolohace,basándoseenintuicionesdesugrandeytiernocorazón,lasconclusionesalasque llega de esta manera son a menudo tan profundas y verdaderas, queparecenverdadesreveladaspormediossobrenaturales.Lagente,enelcasodelque hablamos, no podía justificar sus prejuicios contraRogerChillingworthconhechosoargumentosquejustificaranunarefutaciónseria.Habíaunviejoartesano,escierto,quehabíavividoenLondresentiemposdelasesinatodesirThomasOverbury,unostreintaañosantes,yasegurabahabervistoalmédicoencompañíadeldoctorForman,elfamosonigromantequeestuvoimplicadoenelcasoOverbury.Dosotrespersonasafirmaronqueelgaleno,durantesucautiverio,habíaacrecentadosusconocimientosmédicosparticipandoen losconjuros mágicos de los sacerdotes indios, los cuales eran reconocidosuniversalmente como poderosos hechiceros, y que a menudo lograbancuracionesaparentementemilagrosasgraciasa laprácticadelamagianegra.Muchas personas—entre las cuales las había muy observadoras y de buenjuicio, y cuyas opiniones eran consideradas valiosas en otros asuntos—afirmabanqueelaspectodeRogerChillingworthhabíavariadonotablementedesdequeestabaenelpueblo,especialmentedesdequevivíabajoelmismotecho que Arthur Dimmesdale. Al principio, la expresión de su rostro eratranquila, meditativa, típica del hombre de estudio. Ahora había algo feo yperversoensurostro,algoquenosenotóantesyque,amedidaquepasabaeltiempo y cada vez que se lo miraba, era más evidente. De acuerdo con laopinión del vulgo, el fuego de su laboratorio provenía de las regionessubterráneas y estaba alimentado con combustible infernal; de modo que,como era de esperarse, su rostro se veía cada vez más ceniciento por elcontactoconelhumo.

Pararesumirelasunto,diremosquellegóaseropiniónmuydifundidaqueel reverendo Arthur Dimmesdale, como muchos otros santos en todos lostiemposdelaeracristiana,estabasiendotentado,yaseaporelmismoSatanás,ya por un emisario de éste en la forma del viejoRogerChillingworth. Estediabólicoagenteteníaelpermisodivino,porunatemporada,parahurgarenlavida íntima del clérigo y conspirar contra su alma. Ningún hombre sensatopodía llegar a dudar, se decía, sobre quién saldría victorioso. La genteesperaba, con inconmovible esperanza, ver al clérigo saliendo triunfante deestaprueba,transfiguradoconlagloriaqueindudablementeganaría.Mientrastanto,detodasmaneras,eramuytristepensarenlamortalagoníaporlaqueteníaquepasarparaalcanzarlavictoria.

Pero, ¡ay!, a juzgar por la oscuridad y el terror que se veía en las

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profundidadesdelosojosdelministro,labatallaera,desgraciadamente,muydifícil,ylavictoriatodomenossegura.

X.ELGALENOYELPACIENTE

El viejo Roger Chillingworth fue durante toda su vida hombre detemperamento tranquilo y bondadoso, aunque no de cálidos afectos. Perosiempre, en todas sus relaciones con el mundo, un caballero puro y recto.Empezaba la presente investigación, según se imaginaba él, con la severa yecuánimeintegridaddeunjuezquesólodeseadescubrirlaverdad,comosielasunto no implicaramás que las figuras y líneas, trazadas en el aire, de unproblema geométrico, en vez de humanas pasiones y agravios hechos a supersona. Sin embargo, durante el transcurso de sus investigaciones, unafascinación terrible,unaespeciede ferozaunque todavía tranquilanecesidadagarró al viejo apresándolo en sus garras, y no lo dejó en paz hasta quecumpliócon todo loqueéstaexigía.Ahorahurgabaenelcorazóndelpobreclérigo como unminero en busca de oro, o más bien como un sepulturerocavando una tumba, posiblemente en búsqueda de una joya sepultada en elregazo del muerto pero con probabilidades de encontrar sólo podredumbremortal.¡Desgraciadasupobrealma,sieraestoloquebuscaba!

Algunasveces,unaluzbrillabaenlosojosdelmédico,ardiendoconunaclaridadazulsiniestra,comoelreflejodeunhornoo,digámoslo,comounodeesosrayosdefuegofantasmalquesalíandelhorribleportaldeBunyanenlafaldadelamontañayvibrabanenelrostrodelosperegrinos.Latierradondetrabajabaesteoscurominerolehabíadadoquizáindiciosalentadores.

«Estehombre—sedecíaasímismoenesosmomentos—,tanpurocomolagentecreequees, tanespiritualcomoparece,haheredadounanaturalezaanimalmuyfuerte,yaseadesupadreodesumadre.¡Sigamosexcavandoporestecamino!».Luego,despuésdehaberescudriñadoafondolaintimidaddelclérigoyestudiadocuidadosamentelosvaliososmaterialesqueéstaleofrecíabajoelaspectodesublimesaspiracionesporelbiendelahumanidad,purezadesentimientosypiedadnatural—todoestoreforzadoporelpensamientoyelestudio, e iluminado por ocasionales revelaciones—, siendo de un valorincalculable, le resultaba al investigador tan inservible como unmontón debasura. Entonces volvía atrás descorazonado, encaminando susinvestigacionesporotrosderroteros.Seguíatanteandoahurtadillas,conpasotancautelosoymirada tanalertacomoelqueentraenunahabitacióndondeyaceunhombresólomediodormido—o,quizá,completamentedespierto—con el propósito de robarle su tesoromás preciado; y, a pesar de que toma

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extremadasprecauciones,elsuelocrujedevezencuando,igualquesusropasalrozarconlosmuebles,ylasombradesupresencia,enunlugarprohibido,se proyecta sobre su víctima. En otras palabras, Arthur Dimmesdale, cuyasensibilidad nerviosa a veces le servía de intuición espiritual, percibióvagamentequealgohostilqueafectabasupazdeespíritusehabíaintroducidoen relación con él. Pero el viejo Roger Chillingworth tenía tambiénpercepcionesqueerancasi intuitivas;y,cuandoelministroloobservabaconojos alarmados, el médico se sentaba tranquilamente, convirtiéndose en elamigobondadoso,vigilanteycomprensivo,peronointruso.

Noobstante,Dimmesdalesehabríadadomejorcuentadelcarácterdeesteindividuo si cierta morbosidad a la que están inclinados los corazonesenfermos no lo hiciera desconfiar de toda la humanidad. Al no confiar enningúnhombrecomoamigo,eraincapazdereconocerunenemigocuandoéstesepresentaba.Porlotanto,mantuvounintercambiofamiliarconél,recibiendodiariamentealmédicoensuestudioovisitándoloensulaboratorio,y,amododeentretenimiento,observandoelprocesoporelcuallashierbasseconvertíanendrogaspotentes.

Undía,apoyandolafrenteenlamanoyelcodoenelbordedelaventanaabierta que daba sobre el cementerio, conversaba con el viejo RogerChillingworth mientras éste examinaba un manojo de plantas muy feas yextrañas.

—¿Dónde—preguntó,mirándolasde reojo,porqueera típicodel clérigoenestaépocaelquenuncamiraradefrenteaningúnsujeto,yafuerahumanooinanimado—, dónde, mi buen doctor, ha encontrado usted esas hierbas, dehojastanoscurasylacias?

—Enelcementerio,aquícerca—contestóelmédico,siguiendoconloquehacía—.Sonnuevasparamí.Lasencontréenunatumbaquenoteníalápidaniningún otro recuerdo del muerto, excepto estos feos hierbajos que se hanadjudicadolafuncióndemantenervivosurecuerdo.Lasraícesbrotabandesucorazónparasimbolizar,quizá,algúnhorriblesecretoenterradoconélyquemejorhabríahechoenconfesardurantesuvida.

—Quizá—dijoDimmesdale—lodesearaintensamente,peronopudo.

—¿Y por qué no? —replicó el médico—. ¿Por qué no? Si todos lospoderesdelanaturalezaincitanenérgicamentealaconfesióndelospecados,podríaserqueestasoscurashierbasbrotendeuncorazónsepultadoparasacaralaluzuncrimenoculto.

—Eso, mi buen señor, no es más que una fantasía suya —replicó elministro—.Nopuedehaber,simi juicioesacertado,ningúnpoderfueradeldeladivinaProvidenciaqueseacapazderevelar,yaseaporlapalabra,porun

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ejemplo, o por símbolos, los secretos escondidos en el corazón humano. Elcorazón, al hacerse culpable de tales secretos, tiene forzosamente queconservarloshastaeldíaenquetodoloescondidoserárevelado.Tampocoheinterpretado las Sagradas Escrituras de forma que se entienda que larevelación de los pensamientos y hechos humanos que se hará entonces seconsiderecomopartedelaexpiación.Ése,seguramente,seríaunaspectomuysuperficial del asunto. No; estas revelaciones, a menos que mucho meequivoque, tienen simplemente el propósito de estimular la satisfacciónintelectual de todos los seres inteligentes, que estarán esperando, aquel día,poder ver claro el oscuro problema de la vida. El conocimiento de loscorazones de los hombres será necesario para la completa solución de esteproblema.Yamímeparece,loqueesmás,queloscorazonesqueguardentanterriblessecretoscomolosdequeustedhablalosrevelarán,eneseúltimodía,noconvacilación,sinoconunaalegríaindecible.

—Entonces,¿porquénorevelarloaquí?—preguntóRogerChillingworthmirandodisimuladamenteydesoslayoalministro—.¿Porqué losculpablesnoseproporcionanantesesteindeciblesolaz?

—Generalmente lo hacen —dijo el clérigo, oprimiéndose el pecho confuerzacomosisintieraundolorinoportuno—.Muchas,muchaspobresalmassehanconfiadoamí,nosóloensu lechodemuerte,sinoestandoaúnen laflor de la vida y gozando de una buena reputación. Y siempre, después deaquellosdesahogos,he comprobadoquemishermanospecadores sientenungran alivio. Igual que alguien que al fin respira una bocanada de aire purodespués de haber estado ahogándose con su propio aliento contaminado.¿Cómopodríaserdeotramanera?¿Porquéunpobredesgraciado,culpable,digamos,deasesinato,preferiríaconservarelcadáversepultadoensupropiocorazón, en vez de arrojarlo fuera enseguida y dejar que el universo seencarguedeél?

—Sin embargo, algunos hombres entierran así sus secretos—observó eltranquilohombredeciencia.

—Es cierto: hay hombres así—contestó el joven Dimmesdale—. Pero,paranosugerirrazonesmásobvias,quizáguardensilencioporrazonesdesumismanaturaleza.¿Nopodemossuponer,pormásculpablesquesean,quesuceloporlagloriadeDiosyelbiendelahumanidadevitenelqueseexhibantan inmundos y oscuros ante la vista de los hombres? Porque desde aquelmomentonopodránhaceryaningúnbien,ningúnpecadodelpasadopodráserredimidoporunavidaejemplar.Demodoque,sufriendoindeciblestormentos,viven junto a su prójimo aparentando ser tan puros como copos de nievereciéncaídos,mientrasquesuscorazonesestánmanchadosporiniquidadesdelasquenopuedenliberarse.

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—Esoshombresseengañanasímismos—dijoRogerChillingworthconmás énfasis que el acostumbrado y haciendo un ligero gesto con su dedoíndice—. Tienen miedo de asumir la vergüenza que con toda justicia lescorresponde.Suamorpor loshombres, suceloenel serviciodeDios,estossantos impulsos, pueden o no coexistir en sus corazones con los malvadoshuéspedesalosquesuculpahaabiertolapuertayquenecesariamentetienenquepropagarunacastadiabólicaconellos.Pero,siesquetratandeglorificaraDios, ¡que no se permitan levantar hacia el cielo sus manos impuras! Siquieren servir a la humanidad, ¡que lo hagan manifestando el poder y larealidaddelaconcienciaalobligarseahacerpenitenciarebajándose!¿Querráustedhacermecreer,sabioyvirtuosoamigo,queunafalsaactitudpuedesermejor, puede ser más conducente a la gloria de Dios y el bien de lahumanidad,quelapuraverdaddeDios?Créame,esoshombresseengañanasímismos.

—Puede que así sea —dijo el joven clérigo con indiferencia, comorehuyendounadiscusiónqueconsiderabafueradepropósitoeinconveniente;tenía, en realidad, gran agilidad para rehuir cualquier tema que pudieraperturbar su temperamento demasiado sensible y nervioso—. Pero ahoraquerríayopreguntaramihábilfacultativosiesquedeverdadencuentraquehesacadoprovechode losbondadososcuidadosquehaprodigadoaestemipobrecuerpo.

Antes de que Roger Chillingworth pudiera contestar, oyeron el claro yalegre sonido de una risa infantil que procedía del cementerio adjunto.Mirando desde la ventana abierta—pues era verano—, elministro divisó aHesterPrynneyalapequeñaPearlpasandoporelsenderoqueatravesabaelcercado. Pearl estaba bella como el día, pero se hallaba en uno de aquellosestados de voluntariosa alegría que cuando ocurrían parecían alejarla de laesfera del contacto humano. Saltaba irreverentemente de una tumba a otra;hasta que, al llegar a la amplia, plana y blasonada lápida de algún notabledesaparecido—quizá la delmismo Isaac Johnson—, empezó a bailar sobreella.Enrespuestaalasórdenesyruegosdesumadreparaquesecomportaracon más decoro, la pequeña Pearl se detuvo para recoger las espinosassemillasdeunaaltabardanaquecrecíajuntoalatumba.Cogiendounmanojodeellas,lasarreglóalrededordelaslíneasdeltrazadodelaletraescarlataquedecoraba el pecho materno, a las que las semillas, por su naturaleza, sepegarontenazmente.Hesternoselasquitó.

RogerChillingworthsehabíaacercadoalaventanaysonreíasombrío.

—No hay leyes, ni respeto a la autoridad, ni miramientos por lasordenanzasuopinioneshumanas,acertadasoequivocadas,queformenpartede la extraña personalidad de esta criatura—dijo él, tanto como hablandoconsigomismocomoasucompañero—.Lavielotrodíasalpicarconaguaal

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mismogobernadorenelabrevaderodeSpringLane.¿Quées,ennombredeDios? ¿Es un duendecillo completamente malvado? ¿Siente afectos? ¿Laanimaalgúndesconocidoprincipiodevida?

—Ninguno, salvo la libertad que da una ley transgredida —contestóDimmesdale con voz calmada, como si hubiera estado debatiendo el temaconsigomismo—.Siescapazdealgúnbien,yonolosé.

Laniña sindudaoyósusvoces;pues,mirandohacia laventanaconunaradianteperomaliciosasonrisallenadealegríaycomprensión,letiróunadelas espinosas semillas al reverendo doctor Dimmesdale. El sensible clérigorehuyó, con un temor nervioso, el ligero proyectil. Al darse cuenta de superturbación, Pearl batió sus pequeñas manos con una especie de éxtasisexagerado. Hester Prynne, a su vez, había mirado involuntariamente haciaarriba,yestascuatropersonas,viejasy jóvenes,secontemplaronensilenciohastaquelaniñasoltóunacarcajadaygritó:

—¡Ven,madre!¡Ven,oaquelHombreNegrotecogerá!Yahaatrapadoalministro.¡Ven,madre,oteatrapará!¡PeronopodráatraparalapequeñaPearl!

Yasíalejóasumadre,saltando,bailandoybrincandoconextravaganciaentre las tumbas, como una criatura que nada tiene en común con unageneración pasada y enterrada ni se reconoce pariente de ella. Era como sihubierasidohechadenuevo,usandonuevoselementos,yalaqueporlotantoseledeberíapermitirvivirsupropiavidayguiarseconsuspropiasleyes,sinquesusexcentricidadesseanconsideradascomoundelito.

—Heahíunamujer—siguiódiciendoRogerChillingworthdespuésdeunabreve pausa— que, sean cuales sean sus faltas, nada tiene del misterio delpecadoocultoqueustedencuentra tandifícilsobrellevar.¿EsHesterPrynne,creeusted,menosdesgraciadaporllevaresaletrasobresupecho?

—Lo creo muy sinceramente —contestó el clérigo—. Sin embargo, nopuedo contestar por ella. Había una expresión de dolor en su rostro quepreferiría no haber visto. Pero, con todo, soy de la opinión de queforzosamente tiene que sermejor para el que sufre podermostrar su dolor,comoelcasodeestapobremujer,Hester,que tenerqueocultarlodentrodelcorazón.

Hubootrapausa;yelhombredecienciaempezódenuevoaexaminaryarreglarlasplantasquehabíarecogido.

—Ustedmepreguntóhacepoco—dijofinalmente—miopiniónenloquerespectaasusalud.

—Sí,lohice—contestóelclérigo—.Ymegustaríasaberla.Leruegoquehablefrancamente,aunqueseaunasuntodevidaomuerte.

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—Libremente,pues,ysimplemente—dijoelmédico,ocupadoaúnconsusplantas, pero sin dejar de observar al doctorDimmesdale—.La dolencia esmuyextraña;notantoensímisma,sinoporsusmanifestacionesexteriores,enlo que respecta, almenos, a los síntomas que seme ha permitido observar.Mirándolo diariamente, mi buen amigo, y observando los síntomas de suaspectotantointeriorescomoexterioresdesdehacemeses,yoloconsideraríamuy enfermo, pero no tanto como para que un médico bueno y abnegadopierda lasesperanzasdecurarlo.Pero¡noséquédecir!, laenfermedades loqueyocreoconocery,sinembargo,noconozco.

—Habla usted en acertijos, culto caballero —dijo el pálido ministroechandounamiradaporlaventanahaciafuera.

—Entonces, voy a hablar más claramente—continuó el médico—, y lepido perdón, señor, si es que considera que hay necesidad de perdonar, porestaforzosaclaridaddemispalabras.Déjemepreguntarle,comoamigo,comoelquetieneasucargo,providencialmente,suvidaysubienestarfísico:¿mehan sido reveladas todas las causasy síntomasde esta enfermedad,y semehanmostradoconfranqueza?

—¿Cómo puede usted dudarlo?—preguntó el ministro—. Sería infantilllamaralmédicoyluegoesconderlaherida.

—¿Quieredecirme,entonces,quelosétodo?—dijoRogerChillingworthdeliberadamente y fijando su brillante mirada, de intensa y concentradacomprensión,enelrostrodelministro—.Digamosqueasíes.Pero,denuevo,elquesóloconoceelmalexterioryfísicosabeamenudosólolamitaddelmalqueselepidequecure.Unaenfermedaddelcuerpo,alaquemiramoscomountodoyenteraensímisma,puedeser,despuésdetodo,sólounsíntomadeuna enfermedad del espíritu. Le pido perdón nuevamente, señor, si mispalabras tienen siquiera la sombra de una ofensa. Usted, entre todos loshombresqueheconocido,esaquélcuyocuerpoestámásíntimamenteligado,imbuido e identificado, por así decirlo, con el espíritu del que es suinstrumento.

—Entonces, ya no necesito preguntar nada más —dijo el clérigo,levantándosealgoapresuradamentedesusilla—.Meimaginoqueustednoseocupaderemediosparaelalma.

—Así, pues, una enfermedad—continuóRogerChillingworth, siguiendoconeltema,perosinalterareltonodesuvoznihacercasodelainterrupción;sepusodepie,encambio,haciendofrentealmacilentoclérigosubaja,oscuray deforme figura—. Una enfermedad, un sitio dolorido, si así podemosllamarlo; un lugar herido de su espíritu semanifiesta inmediatamente en suconstituciónfísica.¿Quiereustedquesumédicolecureelmaldesucuerpo?¿Cómopuedeser,amenosqueustedleabralaheridaylemuestreelmalestar

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desualma?

—¡No!¡Ati,no!¡Aunmédicoterrenal,no!—gritóeljovenDimmesdaleapasionadamente ymirando al viejo Roger Chillingworth con los ojosmuyabiertos y brillantes, y con una especie de ferocidad—. ¡No; a ti no! ¡Si setrata de una enfermedad del alma,me encomendaré al únicoMédico de lasalmas! Él, si es su santa voluntad, puede sanar o matar. Déjale que hagaconmigoloqueensusabiduríayjusticiaconsiderelomejor.Pero¿quiénerestúqueteentrometesenesteasuntoyteatrevesaintroducirteentreelhombrequesufreysuDios?

Conungestodesesperado,salióhuyendodelahabitación.

«Mealegrahaberdadoestepaso—sedijoRogerChillingworthconunagrave sonrisa, contemplando al ministro que se alejaba—. ¡Nada se haperdido! Volveremos a ser amigos. Pero veamos ahora cómo la pasión seapoderadeestehombrey loponefueradesí. ¡Hahechoalgo! ¡Cómoactúaconunapasiónasí! ¡Ahorasíquehahechouna tonteríaestepiadosodoctorDimmesdale,impulsadoporlaardientevehemenciadesucorazón!».

No resultó difícil restablecer la intimidad de los dos compañeros en elmismogradoqueantes.El jovenclérigo, luegodeunashorasdesoledad,sediocuentadequeeldesordendesusnervioslohabíaimpulsadoaunataqueinesperado e indecoroso y que nada había en las palabras del médico quepudieraexcusarlooatenuarlo.Leasombraba,realmente,laviolenciaconquehabíarefutadoalbondadosoanciano,cuandoélsóloledabaconsejosqueerasu deber darle y que el ministro le había pedido expresamente. Con estossentimientosdearrepentimiento,no tardóendarle todogénerodeexcusasyrogarle que continuara prodigándole los cuidados que, si bien no habíanlogrado devolverle la salud, habían, con toda seguridad, prolongado suprecariaexistencia.

Roger Chillingworth aceptó inmediatamente las excusas y continuótratando alministro.Hizo todo lo que podía por él, con lamayor buena fe,pero siempre retirándose del apartamento de su paciente, al final de susentrevistasprofesionales,conunasonrisamisteriosaeintrigadaensuslabios.Esta expresión no era visible en presencia de Dimmesdale, pero se hacíaevidenteapenaselmédicocruzabaelumbraldelapuerta.

«¡Qué caso tan extraño!—masculló—.Tengo que llegar al fondo de él.¡Qué extraña compenetración de su cuerpo con su alma!Aunque sólo fueraporamoralarte,tengoqueinvestigarestecasotodoloquepueda».

Nomuchodespuésdelaescenaqueacabamosdedescribir,sucedióqueunmediodía el reverendo Arthur Dimmesdale, sin darse cuenta, cayó en unprofundosoporsentadoensusilla,conungranlibrodeletrasnegrasabierto

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ante él sobre la mesa. Debe de haber sido un trabajo de gran importanciapertenecienteaalgúnaburridogéneroliterario.Lapesadezyprofundidaddelsueñoenquesehallabasumidoelministroeran tansorprendentesporqueéleraunadeesaspersonascuyosueño,normalmente,es livianoydesapacible,fácildeahuyentar,comounpajaritoquesaltadeunarama.Sinembargo,ahorasuespíritusehabíarecluidoenlejaníastanindeseadas,quenisemovióensusilla cuando el viejo Roger Chillingworth, sin ninguna precaución especial,penetró en la habitación. Elmédico avanzó directamente hacia su paciente,pusounamanosobresupechoylearrancóelhábitoquehastaestemomentolohabíacubierto,ocultándoloinclusodelosojosdesumédico.

Sólo entonces, en efecto, Dimmesdale se estremeció, y hasta se movióligeramente.

Luegodeunabrevepausa,elmédicosealejó.

¡Peroconquémiradadeasombro,dealegríayhorror!¡Conquéespantosoéxtasis,comosi fuerademasiadograndeparaexpresarse sólocon losojosylas facciones,yporesoestallandoa travésde toda la fealdaddesu figurayhaciéndosedesenfrenadamentemanifiestoporlosexageradosyextravagantesgestos con losque echó susbrazoshacia el techoygolpeó el suelo con lospies! Si alguien hubiera visto al viejo Roger Chillingworth enmedio de suéxtasis, no habría tenido necesidad de preguntar cómo se comporta Satanáscuando un alma valiosa se ha perdido para elCielo y la ha ganado para sureino.

PeroladiferenciaentreelregocijodeldistinguidomédicoyeldeSatanáseraelgestodeasombroqueenelmédicoacompañóaeseregocijo.

XI.ELINTERIORDEUNCORAZÓN

Después del incidente recién narrado, las relaciones entre el clérigo y elmédico,aunqueenlasuperficieparecíanmantenersesincambios,adquirieronuncarácterdiferente al quehasta entonceshabían tenido.La inteligenciadeRoger Chillingworth veía ahora ante sí un camino muy claro. No eraprecisamente el que había pensado seguir. Aunque de aspecto tranquilo,amableydesapasionado,esprobablequeexistieraenestedesgraciadoancianouna profundidad maligna hasta entonces latente, pero ahora activa, que lollevóatramarunavenganzamásterriblequelaquemortalalgunodescargarasobresuenemigo:convertirseensuúnicoamigodeconfianza,aquélaquiensepuedenrevelartodoeltemor,todoelremordimiento,laangustiayelinútilarrepentimiento, y también el retorno de los pensamientos pecaminosos

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expulsadosenvano.Todalatristezacargadadeculpaescondidadeaquélcuyocorazónsindudahabríasidocapazdecompadeceryperdonar,selerevelaríaaél,eldespiadado,aél,elimplacable.Todoeseoscurotesoroseríadadocomoobsequioalhombreparaelcualnadafueradeestopodíasaldarladeudadelavenganza.

Lareservatímidaysensitivadelclérigohabíafrustradoesteproyecto.Sinembargo,RogerChillingworthestabaapenasmenossatisfechoconelaspectoquepresentabaahoraelasunto,conelcambioquelaProvidencia—usandoalvengador y su víctima para sus recónditos propósitos y quizá perdonandocuando podía parecer más propio castigar— había realizado contra lostenebrososproyectosdeChillingworth.Casipodíadecirsequehabíarecibidounarevelación.Paraloqueélpretendía,pocoimportabaquefueradeorigencelestialodeotrasregiones.EntodaslasrelacionesquemantuvoconeldoctorDimmesdale, no solamente la apariencia externa sino también la profundaintimidaddesualmaparecíanrevelarseantesusojos,demodoquepodíaverycomprendercadaunodesusmovimientos.Ydesdeentoncesseconvirtiónosóloenespectador,sinoenprotagonistadelmundointeriordelpobreministro.Podía jugar con él como se le antojara. ¿Sería interesante suscitar unapalpitaciónde angustia en él?Lavíctima estaba siempre dispuesta; sólo eranecesario conocer el resorte que controlaba la maquinaria, y el médico loconocíamuybien.¿Oseríapreferiblesorprenderleconunrepentinogolpedeterror?Cual si fueraconvocadopor lavaritadeunmago, surgíaelmacabrofantasma, omil fantasmas, demuchas formas, que encarnaban lamuerte, ouna desgracia peor, acosando todos al clérigo y señalando su pecho con eldedo.

Todoestosellevóacabopormediostanperfectosysutiles,queelpastor,aunque se daba cuenta vagamente de que una influencia maligna se cerníasobreél,era incapazdedescubrirsuprocedencia.Esverdadquemirabacontemoryconduda—algunasvecesinclusoconelhorrorylaamarguradelodio—a la figuradeformedelviejomédico.Susgestos, sumaneradeandar, subarba entrecana, el más pequeño e inocuo de sus actos, hasta la ropa quevestía, le eran repulsivos; lo que sin duda era unaprueba irrefutable de queexistía en el espíritu del clérigo una antipatía más profunda que la que élmismoestabadispuestoareconocer.Porque,comoleeraimposibleencontraruna razón que justificara tal desconfianza y aborrecimiento, ArthurDimmesdale, consciente de que el veneno de una mancha podrida estabainfectando la sustancia de su corazón, atribuía sus presentimientos a estemotivo.SesentíaculpableporsufaltadesimpatíahaciaRogerChillingworth;no aprovechó la lecciónquepodíahaberle enseñado este sentimiento e hizotodoloposibleporarrancárseloderaíz.Incapazdehacerlo,yporcuestióndeprincipios,continuóconsuscostumbresdefamiliaridadsocialconelanciano,y así continuó dándole constantemente oportunidades para perfeccionar el

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proyectoalcualelvengador—pobreserdesamparado,aúnmásdesgraciadoquesuvíctima—dedicabatodasuvida.

Así pues, afecto de una enfermedad física, roído y torturado por unatenebrosa aflicción del alma y víctima de las maquinaciones de su peorenemigo,elreverendoDimmesdalehabíalogrado,sinembargo,unabrillantepopularidadeneldesempeñodesusagradoministerio.Enrealidad,laganóengranpartedebidoaestasmismaspenas.Susdotes intelectuales,susvirtudesmorales,sucapacidaddeexperimentarycomunicaremocióneranmantenidasenunestadodeexaltaciónporelaguijonazoylaangustiadesuvidadiaria.Sufama, aunque había empezado a crecer recientemente, ya sobrepasaba lasreputaciones más sobrias de otros clérigos eminentes. Entre ellos, algunosletrados que habían pasado más años perfeccionando sus profundosconocimientosreligiososytodolorelacionadoconelsagradoministerio,queañosdevidateníaArthurDimmesdale;yque,por lo tanto,poseíansindudaconocimientosmássólidosyvaliososquelosdesujovencolega.Entreellos,muchos poseían una estructura mental más resistente que la suya y unaporción muy superior de comprensión dura, férrea, aguda y granítica de lavida; la cual, combinada con una proporción considerable de conocimientosdoctrinales, constituye una especie clerical muy respetada, eficaz y pocoamable. También otros santos varones, poseedores de facultadesperfeccionadasporeltenazestudiodeloslibrosypacientesmeditaciones,sehabían convertido en seres etéreos gracias a su comunicación con el otromundo,demodoquelapurezadesusvidashabíallegadocasiatransportaraestos santospersonajes a las esferas superioresvestidos aún con sus ropajesterrenales. Lo único que les faltaba era el don que descendió sobre losdiscípulos en Pentecostés en forma de lenguas de fuego; y estas lenguas defuego, según parece, no eran el símbolo de poder hablar en lenguasdesconocidasyextranjeras,sinodeldondedirigirsealahermandadenteradelos hombres con el idioma propio del corazón. A estos pastores, en otrossentidostanapostólicos,lesfaltabalaúltimaymásraraconfirmacióncelestialdesuministerio:lalenguadefuego.Habíanbuscadoenvano—sijamásselesocurrióbuscar—lamaneradeexpresar lasverdadesmássantasa travésdelmedio más sencillo, el de las palabras e imágenes familiares. Sus vocesdescendíanlejanasyborrosasdesdelasalturasdondehabitualmentemoraban.

Aestaúltimaclase,porlosrasgosdesupersonalidadyporsunaturaleza,habría podido pertenecer el joven Dimmesdale. Habría podido ascender aaquellascumbresdefeysantidad,siestainclinaciónnosehubiesetorcidoporelpeso,seacualfuere,delpecadoylaangustia,bajoelcualestabacondenadoacaminarconpasostambaleantes.Éllomantuvoarasdetierra,alniveldelosmás bajos; aunque, si las circunstancias hubieran sido distintas, losmismosángeleshabríanpodidoescucharsuvozyresponderle.Peroestemismodolor,esta misma angustia, le permitían compenetrarse más íntimamente con la

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humanidadpecadora,demodoquesucorazónvibrabaalunísonoconellayenélrecibíasuspenas,transmitiendolasvibracionesdesupropiodoloramilesde corazones, en sentidos párrafos de triste y persuasiva elocuencia. ¡Sí,persuasiva generalmente, aunque a veces era también terrible!Los fieles nollegabanacomprenderquéeraloquelosconmovíadeestamanera.Paraellos,el joven ministro era un milagro de santidad, el portavoz de mensajescelestiales de sabiduría, de penitencia y de amor. Ante sus ojos, el suelomismo que pisaba quedaba santificado por su contacto. Las vírgenes de suparroquiapalidecíanensupresencia,víctimasdeunapasión tan imbuidadesentimientosreligiosos,quelaimaginabanproductodesufervorreligiosoynola ocultaban, luciéndola en sus blancos pechos para ofrendarla ante el altarcomoelsacrificiomásapropiado.Loshombresmayoresdesucongregación,al verlo tan frágil y compararlo con ellos mismos, tan vigorosos en suancianidad,sentíanqueélsubiríaalcieloantesqueellosyrogabanasushijosque sepultaran susviejoshuesos lomás cercaposiblede la santa tumbadelpobre pastor. Y es muy posible que en esos mismos momentos, cuando eldesgraciadopastor pensaba en supropia tumba, sepreguntara si eraposiblequealgunavezcrecierapastosobreella,yaque loqueallí estaría sepultadoerauncuerpomaldito.

Esta veneración pública lo hacía sufrir terriblemente; su impulso naturaleraamarlaverdadyconsiderartodaslascosascualsombrascarentesdepesoy valor si carecían de la vida divina dentro de su propia vida. ¿Qué era él,entonces, sustancia o sólo una sombra opaca? Anhelaba hablar desde elpúlpitoconvozmuyaltaypoderosapararevelara losfielesallí reunidos laverdad sobre su persona: «Yo, a quien veis luciendo los negros hábitos delsacerdocio;yo,quesuboaestesagradopúlpitoytornomirostrohaciaelcieloparacomulgarenvuestronombreconelSupremoHacedor;yo,encuyavidadiaria podéis discernir la santidad de Enoch; yo, cuyos pasos dejan unresplandoren loscaminosdeesta tierraparaguiara losperegrinoshacia lasregionesdelosbienaventurados;yo,quehepuestolamanodelbautismosobrelafrentedevuestroshijos;yo,quehemurmuradolaoracióndeladiósjuntoavuestrosamigosmoribundos,queescucharonmiaménlejosdelmundoqueyahabíanabandonado;yo,vuestropastor,quetantareverenciaosinspiraytantaconfianza…yo,soyuninmundoyunmentiroso».

MásdeunavezDimmesdalehabíasubidoalpúlpitoconelpropósitodenovolverabajarsusgradashastahaberdichopalabrascomolasanteriores.Másdeunavezhabíatosido,aspiradoprofundaytemblorosamenteunabocanadade aire que al ser expelida debía ir cargada con el tenebroso secreto de sualma. Más de una vez —no, más de cien veces— había hablado,efectivamente. ¡Hablado! Pero ¿cómo? Manifestando ante su congregaciónque era un hombre vil, un vil compañero de los más viles, el peor de lospecadores,unserabominable,unobjetode iniquidadinimaginable;yque lo

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únicosorprendenteeraqueellosnovieranquesucuerposeretorcíaantesusojos abrazado por la indignación del Todopoderoso. ¿Podía haber lenguajemásclaroqueéste?¿Porqué losque loescuchabannose levantabandesusasientos y, con un impulso simultáneo, lo arrojaban del púlpito que supresencia profanaba? No sucedió así. Escucharon sus palabrasrespetuosamente, sintiendo aún más veneración por su persona. Les eraimposibleadivinarelsecretomortalqueescondíanesaspalabrasconlasquesecondenabaasímismo.«¡Quéjoventanvirtuoso!—decíanentresí—.¡Unverdadero santo! Si es capaz de percibir tanto pecado en su propia almaimpoluta, ¡quéespectáculosmáshorrendosveráen lasnuestras!».Elpastor,hipócrita,sutilyllenoderemordimientos,sabíamuybiencómorecibiríanlosfielessuvagaconfesión.Habíatratadodeengañarseasímismoalconfesarlasculpasqueatormentabansuconciencia,perosólohabíacometidootropecadomás reconociendo su vergüenza, sin obtener alivio: dijo la verdad, pero alhacerlo la transformó en la más absurda mentira. Y, sin embargo, pornaturalezaamabalaverdadyodiabalamentiracomopocoshombres.Porlotanto,sobretodoseodiabaasímismo,asupobreymiserablepersona.

Su tormento interior lo llevóaprácticasquemás separecíana lavigaycorrompida fe de Roma, que a la luz más clara de la Iglesia en que habíanacidoysehabíacriado.Bajollave,enuncajónsecreto,eljovenDimmesdaleguardaba un látigo ensangrentado. A menudo este pastor, protestante ypuritano, había azotado sus hombros con él; y al hacerlo reía amargamente,azotándose con mayor crueldad aún para castigar su amarga risa. Tambiénacostumbrabaayunar,comomuchospiadosospuritanos,peronocomoellos,conelfindepurificarelcuerpoyconvertirloenvehículomásapropiadoparalasrevelacionescelestiales,sinorigurosamente,comounactodepenitencia,yhasta que sus rodillas flaqueaban. Noche tras noche velaba solitario,alumbradosóloconeldébilresplandordeuncandil;y,devezencuando,paraversupropiamáscaraenelespejo,iluminadoporlaluzmáspotentequepodíaconseguir. Así efectuaba la constante introspección con la cual solíaatormentarse,peroquenolograbapurificarlo.Duranteestaslargasvigilias,suinteligenciaperdíaelequilibrioyamenudoleparecióvervisiones;quizálaspercibíavagamente,yconunadébilluzpropia,enlaremotapenumbradesucuarto,omásvívidamenteymuycercadeél,dentrodelespejo.Aveceseraunahordadeformasdiabólicasquesereíanyescarnecíanalpálidopastorylollamabanparaquelassiguiera;aveceseraungrupodeángelesluminososqueascendían pesadamente hacia el cielo, como si estuvieran cargados desufrimientos, y la ascensión los volvía cada vez más etéreos. Luego veíadesfilaralosamigosdesujuventud,muertosya,seguidosdesupadre,conlabarbablancayelceñofruncido,comounsanto,ysumadre,quelevolvíalaespalda al verlo pasar. ¡Si por lo menos el fantasma de su madre hubieramiradoa suhijo concompasión!Y luego, atravesando la terriblehabitación

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pobladaporestospensamientosespectrales,pasabaHesterPrynnellevandoasupequeñaPearlataviadaconuntrajeescarlatayseñalandoconsupequeñoíndice, la letra roja que campeaba sobre el pecho de su madre, y luego elpechodelministro.

Ninguna de estas visiones llegó jamás a engañarlo completamente. Encualquier momento, con un esfuerzo de voluntad, lograba discernir lassustanciasmásalládesuvaporosainsubsistenciayconvencerseasímismodequenoteníanverdaderasolidez,comoaquellamesadeencinatalladaocomoaquel texto sacro, grande, cuadrado, empastado en cuero y con hebillas debronce.Sinembargo,apesardetodoyenciertosentido,estascosaseranmásverdaderasquelavidadelpobrepastor.Laindecibleamarguradeunavidatanfalsacomolasuyarobalaesenciaylasustanciadecualquierrealidadquenosrodee, realidadcreadapor el cieloparanutrir y regocijar el espíritu.Para elhombrefalso,eluniversoenteroesfalso,impalpable,yalsertocadoporélseencoge hasta llegar a ser nada y desaparecer. Y élmismo, por el hecho demostrarse bajo una apariencia falsa, se transforma en una sombra y deja deexistir. Lo único que mantenía vivo a Arthur Dimmesdale, dándole unaexistenciarealenestemundo,eralaangustiaquesentíaenlomásprofundodesualma,yqueeraevidenteensuaspectofísico.Sihubieratenidofuerzasparasonreírylucirunaexpresiónalegre,aquelhombrenoexistiría.

Duranteunadeesashorriblesnochesquesólohemosesbozado,elministrose paró repentinamente de puntillas. Se le había ocurrido una ideacompletamentenuevaeinsólita.Graciasaella,quizálograraunmomentodepaz. Se vistió cuidadosamente, como si se preparase para asistir a unaceremonia pública, y exactamente de la misma manera se deslizó por laescalerasinhacerruido,abriólapuertaysalió.

XII.LAVIGILIA

Caminando como un sonámbulo bajo el velo del sueño, ArthurDimmesdale llegóalsitiodondemucho tiempoatrásHesterPrynnepasó lasprimerashorasdesuvergüenzaypúblicocastigo.Eralamismaplataformaocadalso,negroymanchadoporelsolylastormentasdesietelargosaños,aúnmás gastado que antes por las pisadas de los reos que desde entonces lousaron. Seguía colocado bajo el balcón de la iglesia. Elministro subió a laplataforma.

Era una oscura noche de principios demayo. Un tupido palio cubría elcielodelcenitalhorizonte.SilamismamultitudquepresencióelcastigodeHester Prynne pudiera ser convocada nuevamente, no vería rostro alguno

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sobre la plataforma ni apenas divisaría la silueta de una forma humanaconfundidaconlaoscuridadgrisdelamedianoche.Peroelpueblodormíayelpastornocorríaningúnpeligrodequelovieran.Podíapermanecerallí,siasílodeseaba,hastaquelamañanaenrojecieraeloriente,sincorrermáspeligroque el de que el aire helado y húmedo de la noche penetrara en su cuerpo,endurecierasusarticulacionesconelreumatismoyatascarasugargantaconuncatarro y tos, defraudando así al auditorio que se disponía a escuchar lasoracionesy el sermóndel día siguiente.Nadie podía verlo.Salvo aquel quenuncaduermeyquelohabíavistoensuhabitaciónmanejandoelsangrientolátigo.¿Porqué,entonces,acudióaestesitio?¿Erasólo,acaso,unsimulacrodepenitencia?Noeraunsimulacro,sinounjuegopeligrosoenelquesualmajugaba consigo misma, un simulacro ante el cual los ángeles enrojecían ysollozaban mientras los demonios se regocijaban festejándolo con risasburlonas.Lo impulsóal sacrificioaquel remordimientoque loperseguíaportodas partes, hermano e íntimamente relacionado con la cobardía, queinvariablemente lo sujetaba y retenía en su trémulo puño cuando el otroimpulso lo llevaba hasta el borde mismo de la autorrevelación. ¡Pobredesgraciado!¿Cómoeraposiblequeunanaturalezatanendeblecomolasuyacargaraconelpesodeuncrimen?Elcrimenesparalosquetienenlosnerviosde acero, para los que tienen capacidad de soportarlo; o, en caso de verseurgidos, ejercer su fiera y salvaje fuerza para descartarlo de una vez ydeshacersedeél.Esteendebleespíritusensitivonoeracapazdehacerningunadelasdoscosas;sinembargo,continuamentehacíaunaolaotra, lascuales,entretejidas,anudabanenunmismonudoinextricablelaangustiadelaculpaquedesafiabaalcieloyelvanoarrepentimiento.

Asípues,mientrasestabadepiesobreelcadalso,enestevanosimulacrodeexpiación,ArthurDimmesdalesintióensumenteungranhorror,comosieluniversoenteroestuviesemirandounamarcaescarlataensupechodesnudo,sobresucorazón.Enesesitio,desdehacíamuchotiempo,sentíaelponzoñosodiente del dolor físico que no dejaba de roerlo. Sin ningún esfuerzo de suvoluntadysinningúnpoderpararefrenarse,dioungrito;ungritoqueatravesólanocheyrepercutiódeunacasaaotra,reverberandodesdeloscerroslejanos,comosiunacohortededemonios,alpercibirenestegritotantodolorytantopavor,hubieranconvertidoelsonidoenunjugueteylolanzarandeunladoaotro.

«¡Ya está hecho! —murmuró el clérigo, cubriéndose el rostro con lasmanos—. ¡Todo el pueblo se despertará, saldrá corriendo y me encontraráaquí!».

Peronofueasí.Esprobablequesugritosonaseconmuchamayorfuerzaante sus propios oídos sorprendidos que en la realidad. El pueblo no sedespertó;o,sisedespertó,sussoñolientoshabitantesconfundieronelgritocon

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algo tenebroso de sus propios sueños o con el ruido de las brujas. En esaépoca,lasvocesdelasbrujasseoíanamenudocuandopasabanvolandosobrelos poblados o sobre las cabañas solitarias, acompañando a Satanás, quesurcaba los aires. Por lo tanto, el clérigo, al no oír ningún síntoma deconmoción,descubriósusojosymiróasualrededor.EnunadelasventanasdelosdormitoriosdelamansióndelgobernadorBellingham,situadaaciertadistancia, en otra calle, percibió la silueta del viejo magistrado con unalámparaenlamano,unblancogorrodedormirenlacabezayenvueltoensulargo camisón. Parecía un fantasma invocado extemporáneamente de sutumba.Eraevidentequeelgrito lohabíasorprendido.Enotraventanade lamisma casa apareció la anciana mistress Hibbins, hermana del gobernador,tambiénconunalámpara,cuyaluz,aunaesadistancia,mostrabalaexpresiónagria y descontenta de su rostro. Sacó la cabeza entre las celosías y mirósobresaltadahacia arriba.Sin lugar a duda, esta venerable dama-bruja habíaoído el grito de Dimmesdale e interpretado sus múltiples ecos yreverberacionescomoprovenientesdelclamordemonstruosybrujas,conlascuales,eracosasabida,solíahacerincursionesporelbosque.

Al percibir el resplandor de la lámpara del gobernador Bellingham, laancianadamaapagórápidamentelasuyaydesapareció.Esposiblequevolasehastalasnubes.Elclérigoyanopudoseguirobservandosusmovimientos.Elmagistrado,despuésdeescudriñarcuidadosamentelaoscuridad—enlacual,sinembargo,podíavermuypocomásdeloquehabríavistoalescudriñarunapiedrademolino—,seretiródesuventana.

Elclérigosetranquilizóunpoco.Sinembargo,susojosprontoencontraronuna minúscula luz que brillaba y que, muy alejada al principio, se ibaacercando por la calle. Al avanzar arrojaba pequeños rayos que permitíanreconoceraquíunposte,allálavalladeunjardín,másallálascelosíasdeunaventana o una bomba hidráulica con su pila llena de agua, y más allá, denuevo, el arcodeunapuertadeencinacon su llamadordehierroyun rudotroncocomoescalóndeentrada.

ElreverendoArthurDimmesdalenotótodosestosdetalles,aunqueestabafirmementeconvencidodequelentamenteseibaacercandolafatalidadconelruidodepasosqueahoraescuchaba;yqueelresplandordelalámparacaeríadentro de unos minutos sobre el secreto escondido durante tanto tiempo.Cuandolaluzestuvomáscerca,pudopercibirdentrodesucírculodeclaridadasuhermanoenreligión—o,paradecirloconmásexactitud,susuperioralavez que querido amigo— el reverendo master Wilson, el cual, según lasconjeturasdeljovenDimmesdale,vendríasindudadevelarjuntoalacamadealgúnmoribundo.Así era, en efecto. El anciano y buen clérigo acababa dedejar la habitación del gobernador Winthrop, quien había abandonado estemundounahoraantes.ElpadreWilson,rodeadocomolossantospersonajes

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de la antigüedad por un halo radiante que lo glorificaba en medio de estanochesombríadelpecado—comosielfallecidogobernadorlehubieradejadola herencia de su gloria o como si hubiera captado para sí la distanteluminosidad de la ciudad celestial al mirar hacia ella para ocuparse de laentrada triunfantedelperegrino—,sedirigióahoraasucasa iluminandosuspasos con una linterna encendida. El resplandor de ésta sugirió al jovenDimmesdale estas imágenes, y pudo sonreír—no, casi se rio de ellas—, yentonces pensó que quizá se estaba volviendo loco. Cuando el reverendoWilson pasó junto al cadalso embozándose cuidadosamente en su capa deGinebrayllevandolalinternadelantedeél,elministronopudocontenersuspalabras:«Buenasnoches,venerablepadreWilson;subausted,seloruego,ypasaremosjuntosunratocharlandoagradablemente».

¡Diosmío!¿SeríaverdadqueeldoctorDimmesdalehabíahablado?Poruninstantecreyóquerealmentesuslabioshabíansusurradoestaspalabras.Peroera sólo su imaginación. El venerable padre Wilson continuó su caminolentamente,mirandoconcuidadoelborrosocaminoporelqueseaventurabansuspies,sinvolverlacabezaniunasolavezhacialaplataformadelpecado.Cuando la luz de la linterna se desvaneció completamente, el clérigo se diocuenta,por ladebilidadque loembargaba,dequeacababadepasarporunaterrible crisis de ansiedad, aunque su mente hubiera hecho un esfuerzoinvoluntarioparaaliviarseintentandoaquellapenosabroma.

Poco después, esta espantosa jocosidad se infiltró nuevamente entre lossolemnes fantasmas de su pensamiento. Sintió que sus miembros seentumecían con el inusitado frío nocturno y dudó de que fuera capaz dedescender los escalones del cadalso. Sin duda, el amanecer lo encontraríatodavía allí. El vecindario comenzaría a moverse. Quien se levantara mástemprano, avanzando en la débil penumbra, percibiría una silueta apenasdefinida en el lugar del castigo y la vergüenza; y, casi enloquecido por lacuriosidad,iríaalarmadogolpeandodepuertaenpuertaparallamaratodoelmundoconelfindequeacudieranacontemplarelfantasma,quecreeríansereldealgúnpecadordifunto.Untumultodetonossombríosagitaríasusropajesdirigiéndosedeunacasaaotra.Entonces—mientraslaluzdelamañanaibaaumentando—,losviejospatriarcasselevantaríanconpremura,vestidosconsus camisones de franela, y también lasmatronas, olvidando cambiarse susatuendos nocturnos. La tribu entera de decorosos personajes, quienes hastaahora jamás se habían mostrado ni siquiera con un cabello fuera de lugar,irrumpiría a la vista del público con el desorden de una pesadilla. El viejogobernador Bellingham, muy serio, aparecería con su golilla estilo KingJames;ylaseñoraHibbins,suhermana,conramitasdelosárbolesdelbosqueaúncogidasasusfaldas,yconunaspectoaúnmásagrioquedecostumbre,comosinohubierapodidodormirniunapestañadadespuésdesucabalgatanocturna;yelbuenpadreWilson,luegodehaberpasadolanochejuntoaun

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lecho de muerte, incómodo porque lo despertaban tan temprano haciendodesvanecersesussueñossobrelossantosdelcielo.AquítambiénacudiríanlosmagistradosylosdiáconosdelaiglesiadeldoctorDimmesdale,ylasjóvenesvírgenesqueidolatrabanasupastoryhabíanhechoparaélunsantuarioensusblancospechos;queahora,enmediodelaprisaylaconfusión,habríanapenascubierto con sus pañolones. En una palabra, todo el mundo saldría dandotropezones en los umbrales de las puertas y volviendo hacia el cadalso susrostros,asombradosydesfiguradosporelhorror.Yentonces,¿aquiénveríanallí, con la roja luz del oriente iluminándole la frente? ¿Quién, si no elreverendo Arthur Dimmesdale medio muerto de frío, humillado por lavergüenza,depieenelmismolugarqueantesocuparaHesterPrynne?

Sin darse cuenta y arrastrado por el horror grotesco de este cuadro, elpastor, muy sorprendido de sí mismo, se dio cuenta de que soltaba unacarcajada.Inmediatamentelerespondióunarisaligera,infantil,liviana,enlacual,conunvuelcodelcorazón,perosinsabersieradeplacerdolorosoodedolorexquisito,reconociólavozdelapequeñaPearl.

—¡Pearl! ¡Pequeña Pearl! —exclamó él, después de un momento desilencio; y luego, bajando la voz, añadió—: ¡Hester! ¡HesterPrynne! ¿Estásahí?

—¡Sí,soyHesterPrynne!—replicóellaconuntonodesorpresaenlavoz,mientraselpastorescuchabasuspasos,queseaproximabandesde lavereda—.Soyyo,ymipequeñaPearl.

—¿De dónde vienes, Hester?—preguntó el ministro—. ¿Y qué fuiste ahacerallí?

—Estaba velando junto a un moribundo —respondió Hester Prynne—;juntoal lechodemuertedelgobernadorWinthrop.Acabode tomarmedidasparahacerleunsudario.Ahoraregresabaacasa.

—Sube aquí, Hester; tú y la pequeña Pearl —dijo el reverendo masterDimmesdale—.Ambashabéisestadoaquíantes,peroyonoheestadonuncaconvosotras.Subiddenuevoahora,¡yestavezestaremosaquílostresjuntos!

Ellasubióalaplataformaensilencioypermaneciódepiejuntoalclérigo,con lapequeñaPearlcogidade lamano.Elpastorbuscó laotramanode laniña y se la tomó. En el momento mismo que lo hizo sintió como unatumultuosa renovación de su vida, otra vida distinta a la propia volcándosecomountorrenteensucorazónycorriendoporsusvenascomosilamadreyla hija comunicaran calor vital a su propia naturaleza, tibia y medioadormecida.Lostresformabanunacadenaeléctrica.

—Reverendo…—susurrólapequeñaPearl.

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—¿Quéquieresdecirme,niña?—preguntóelreligioso.

—¿Estará usted aquí, junto a nosotras,mañana almediodía?—preguntóPearl.

—¡No; no puede ser, mi pequeña Pearl! —contestó el clérigo; pues depronto todo el miedo al público escarnio había vuelto a apoderarse de él;temblabaya,aunqueconunextrañoplacer,pensandoenlasituaciónenqueseencontraba en este momento—. No podrá ser, hija mía. Estaré junto avosotras,juntoatumadreyati,otrodía,peromañanano.

Pearlserioytratóderetirarsumano.Elclérigoselasujetóconfuerza.

—¡Aguardaaúnunmomento,hijamía!—dijo.

—Pero¿meloprometes?—preguntóPearl—.¿Meprometesquemañanaalmediodíanoscogerásdelamanoamimadreyamí?

—No; mañana no, Pearl —dijo el pastor—. ¡Lo haré sin falta en otraocasión!

—¿Enquéocasión?—insistiólaniña.

—¡Enelgrandíadeljuiciofinal!—susurróelclérigo;y,extrañamente,lasensación de que su profesión le obligaba a enseñar la verdad lo impulsó ahablar así a la niña—. Allí y entonces, ante el tribunal del juicio final, tumadreytú,yyo,estaremosjuntos.¡Perola luzmeridianadeestemundonoveránuestroencuentro!

Pearlseechóareírdenuevo.

Pero,antesdequeeldoctorDimmesdalehubieseterminadodehablar,unaluz resplandeció a través del cielo encapotado. Indudablemente, provenía deunodeesosmeteorosqueamenudovenlosnoctámbulos,quemandosupropialuzhastaconsumirseenlasvacíasregionesdelaatmósfera.Tanpoderosoerasu resplandor, que iluminó completamente la densa capa de nubes entre elcielo y la tierra. La gran bóveda brilló como la cúpula de una inmensalámpara, iluminando el escenario familiar de la calle con la claridad delmediodía, pero también con la solemnidad aterrorizante de los objetosfamiliaresvistosbajounaluzdesacostumbrada.Lascasasdemadera,consussalientesguardillas,y suspintorescosypuntiagudosaleros; losescalonesdelaspuertasy susumbrales, conbriznasdehierbas tempranasbrotandoentreellos;lospequeñosjardines,negrosporlatierrareciénremovida;lossurcosdelasruedasen lacallee inclusoenelmercado,bordeadadeverdeporamboslados;todofuedeprontovisible,peroconunaspectotansingular,queparecíaquelascosasdeestemundotuviesenunadiferenteinterpretaciónmoralquelaquehabíantenidohastaentonces.Yallíestabaelpastorconlamanosobresucorazón; yHester Prynne con la letra bordada brillándole en el pecho; y la

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pequeñaPearl,ellamismaunsímbolo,yeleslabónqueconectabaaaquellosdos seres. Permanecieron allí, en el mediodía de ese extraño y solemneresplandor, como si fuera la luz destinada a revelar todos los secretos y elamanecerqueuniráatodosaquellosquepertenecenelunoalotro.

Destellos de brujería centelleaban en los ojos de la pequeña Pearl; y surostro,almirarhaciaeldelpastor,teníaesatraviesasonrisaqueconferíaasurostrounaexpresiónmágicacomodeduendecillo.SacósumanodeentrelasdeDimmesdaleyseñalóalfrente,endirecciónalacalle.Peroélentrelazólasmanossobresupechoyalzólosojoshaciaelcielo.

Era muy común en aquellos tiempos interpretar todas las aparicionesmeteóricas, y otros fenómenos de la naturaleza que ocurren con menosregularidadqueellevantarseyponersedelsolylaluna,comorevelacionesdepoderesdeorigensobrenatural.Asípues,unalanzaresplandeciente,unsabledefuegoounhazdeflechasenllamas,alservistosenelcielodemedianoche,prefiguraban una guerra con los indios. Se decía que la peste se habíaanunciado con una lluvia de luces rojas. No sabemos de ningúnacontecimientonotableenNuevaInglaterra,seaparabienoparamal,quenohaya sido previamente anunciado por algún espectáculo de esta naturaleza,desde su fundación hasta los tiempos de la Revolución. A veces dabatestimonio de estos fenómenos un grupo de gente. Pero conmás frecuenciadaba fe de ello un solo testigo, el quepresenció el portento, interpretándoloconlaayudadesuimaginación,coloreando,aumentandoydistorsionandoelhecho,ydándoleunaformamásconcisamástarde,alrecordarlo.Realmente,¡qué idea tan sublime pensar que el destino de las naciones se revela pormediode terribles jeroglíficosdibujadosen labóvedaceleste!ElpergaminocelestialeslosuficientementeanchoparaquelaProvidenciapuedaescribirenéleldestinode loshombres.Estacreenciaeramuydifundidaentrenuestrosantepasados, como para demostrar que la joven patria se encontraba bajo laprotección del cielo de manera muy especial, íntima y estrecha. Pero ¿quépodemosdecir cuandoun individuodescubre unmensaje dirigido a él solo,desplegado sobre toda la amplitud de la página? Puede ser síntoma de unestado mental sumamente perturbado, cuando un hombre, morbosamenteegocéntrico de tanto contemplarse a sí mismo debido a un largo, intenso ysecretodolor,extiendesuegoísmoatravésdetodalaexpansióndeluniverso,hastaqueelmismofirmamentollegaasersólounapáginadondeinscribiránlahistoriayeldestinodesualma.

Porlotanto,atribuimosexclusivamentealaenfermedaddesusojosydesu corazón que el pastor, al mirar hacia arriba, hacia el firmamento, vieraaparecer allí una inmensa letra, la letraA, grabada con trazos de luz roja ylúgubre. Puede ser que elmeteoro semostrase en esemomento, ardiendo atravésdeunvelodenubes;peronoconlaformaqueleotorgabasuculpable

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imaginación;o,por lomenos, tanpocodefinida,que laculpadeotropodríamuybienhabervistoenellaotrosímbolo.

Otra circunstanciamuy singular, característica del estado psicológico enqueseencontrabael jovenDimmesdale, fuequedurante todoel tiempoqueestuvomirando hacia arriba, hacia el cielo, tuvo plena conciencia de que lapequeñaPearlapuntabaconsudeditoalancianoRogerChillingworth,queseencontrabanomuylejosdelaplataformadelcadalso.

El pastor parecía verlo con lamismamirada con que observaba la letramilagrosa.Tantoasusfaccionescomoatodoslosdemásobjetos,lameteóricaluzlesotorgabaunanuevaexpresión;opodríasertambiénqueelmédiconose cuidara entonces, como siempre lo hacía, de esconder lamaldad conqueobservaba a su víctima.Ciertamente, que si elmeteoro iluminaba el cielo ydescubría la tierra con una luz tan espeluznante que preconizaba el día deljuicio final, tanto para Hester Prynne como para el ministro, RogerChillingworth podía personificar al mismísimo demonio de pie ante ellos,sonriente y ceñudo, esperando para reclamar lo que le pertenecía. Era tanvívidasuexpresiónotanintensalapercepciónquedeellatuvoelpastor,queparecíahaberquedadopintadaenlaoscuridad,despuésdeladesaparicióndelmeteoro, con tal intensidad, que hacía el efecto de que la calle y todas lasdemáscosashubierandesaparecido.

—¿Quién es ese hombre, Hester? —susurró el pastor, sobrecogido deterror—. ¡Tiemblo ante su presencia! ¿Conoces tú a ese hombre? ¡Lo odio,Hester!

Ellarecordósujuramentoycalló.

—Telodigodeveras:mialmatiemblaanteél—mascullónuevamenteelministro—.¿Quiénesél?¿Quiénes?¿Nopuedeshacernadaporayudarme?Sientounmiedoterribledeesehombre.

—El doctor Dimmesdale —dijo la pequeña Pearl—, yo puedo decirtequiénes.

—¡Dímelopronto,pequeña!—suplicóelclérigo,inclinándoseparaponersu rostro lomás cerca posible de sus labios—. ¡Deprisa y lomás bajo quepuedas!

Pearlmusitóensuoídoalgoqueseparecíaallenguajehumanoperoquesóloeralajerigonzaqueusanlosniñosparadivertirsecuandoestánjuntos.Entodo caso, si daba alguna información secreta respecto al viejo RogerChillingworth,fuedichaenunalenguadesconocidaparaelcultosacerdoteysólologróaumentareldesconciertodesumente.Entonceslatraviesaniñaseechóareír.

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—¿Ahorateburlasdemí?—dijoelclérigo.

—¡No tuviste valor! ¡No fuiste leal!—contestó la niña—. ¡No quisisteprometerquecogeríasmimano,ylademimadre,mañanaalmediodía!

—¡Apreciableseñor!—dijoelmédico,quehabíaavanzadohastallegaralpie de la plataforma—. ¡Piadoso doctor Dimmesdale! ¿Es posible que seausted?Bueno, bueno; realmente, ¡no sé qué decir!Nosotros, los estudiosos,con nuestras cabezas siempre en los libros, necesitamos que nos vigilencuidadosamente. Soñamos cuando estamos despiertos y caminamos cuandoestamos dormidos. ¡Venga usted,mi buen señor y querido amigo!Le ruegoquemepermitaacompañarleacasa.

—¿Cómo supo usted que yo estaba aquí? —preguntó el clérigo,mostrándosemuyasustado.

—De verdad le digo, y con toda sinceridad —contestó RogerChillingworth—,yonadasabíadeesteasunto.PasélamayorpartedelanochealacabeceradelacamadelhonorablegobernadorWinthrop,haciendotodoloquepodíaconmipobresaberparaayudarloycalmarsusangustiasydolores.Se marchaba ya hacia un mundo mejor cuando esa extraña luz empezó abrillar.Vengaconmigo,seloruego,reverendo;deotramanera,estaráenmuymalascondicionesparacumplirconsusdeberesdominicalesmañana.¡Ajá!Esevidente que esos libros perturban la mente. No hay que exagerar. Deberíausted estudiarmenos,mi buen señor, y permitirse alguna distracción; de locontrario,estoscaprichosnocturnosseconvertiránenunacostumbre.

—Volveréacasaconusted—dijoelreverendoDimmesdale.

Completamente entregado, casi como un niño, como quien acaba dedespertarsinfuerzasdeunapesadilla,seentregóalmédico,queselollevódeallí.

Al día siguiente, como era domingo, predicó un sermón que fueconsiderado como el más elocuente y vigoroso, el más imbuido deinspiracionescelestialesdetodoslosquejamássalierondesuslabios.Muchasalmas,sedice,muchas,fueronatraídashacialaverdadporlaeficaciadeesesermón, y se prometieron a sí mismas guardar eterna gratitud al doctorDimmesdale.Pero,aldescenderlasgradasdelpúlpito,elbarbudosacristánsele acercó con un guante negro en lamano, que elministro inmediatamentereconociócomosuyo.

—Loencontraron—dijoelsacristán—,estamañana,enelpatíbulo,dondese expone a los malhechores a la pública vergüenza. Sin duda el mismoSatanás lo dejó caer allí para hacerle unamala pasada a vuestra reverencia.Pero, realmente, estaba ciego y tonto, como siempre. ¡Una mano pura nonecesitaguanteparacubrirla!

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—Gracias,mibuenamigo—dijoelclérigomuyserio,peroconelcorazónsobresaltadopor laemoción;erantanconfusossusrecuerdos,quecasihabíalogrado convencerse a sí mismo de que los sucesos de la pasada noche nohabíansidomásquevisiones—.Sí,enefecto,parecequeesmiguante.

—Y,yaqueSatanásencontróquelomásapropiadoerarobárselo,vuestrareverencia debe manejarlo sin guantes de ahora en adelante —comentó elviejo sacristán con una sonrisa sombría—. Pero ¿acaso no ha oído hablarvuestrareverenciadelportentoquesevioanoche?Unaenormeletrarojaenelcielo, la letra A, que pensamos podría querer decir «Ángel». Puesto quenuestrobuengobernadorWinthropvolóalcieloconvertidoenángellapasadanoche,sindudaloapropiadoeraqueellosedemostraraenformapalpable.

—No…—contestóelpastor—;noheoídodecirnada…

XIII.OTROASPECTODEHESTER

En la última entrevista, por cierto muy singular, que tuvo Hester conArthurDimmesdale,ellaquedómuyimpresionadaporelestadodesaluddelclérigo. Su vitalidad parecía estar completamente agotada. Su energía,reducidahastaser,ensuestadodedebilidad,inferioraladeunniño,dabalaimpresión de arrastrarse por el suelo, aun cuando sus facultades mentalesmanteníansuvigordeantaño,oquizáhabíanadquiridounapotenciamorbosaquesólopodíaserproductodesuenfermedad.Conociendoellaunaseriedecircunstanciasquelosdemásignoraban,podíafácilmentedarsecuentadeque,fueradelalegítimaactividaddesupropiaconciencia,unaterriblemaquinariasehabíapuestoenmarchayestaba funcionandoencontradelbienestary latranquilidad del joven Dimmesdale. Sabiendo lo que antes había sido estepobre hombre, su alma entera se conmovió ante el terror con que habíaacudidoaella,lamujerrepudiada,paraqueloapoyarayayudaraensuluchacontraelenemigodescubiertoporsuinstinto.Hestercomprendióentoncesqueélnosólomerecía,sinoqueteníaderechoaqueellaloayudaraentodoloquefuera posible. Debido a su prolongado aislamiento, estaba muy pocoacostumbrada amedir sus ideas sobre el bieny elmal con cualquier patrónfuera del suyo propio, y Hester vio, o creyó ver, que tenía una granresponsabilidadfrentealpastor,responsabilidadquenoteníaanteningunaotrapersona,nitampocoanteelrestodelmundo.Loslazosqueotroralauníanalrestodelahumanidadhabíansidorotos,yestarupturaera,asuvez,ellazodehierrodelcrimencometidoencomún,queniélniellapodíanromper.Comotodaslasdemásataduras,traíaconsigomuchasobligaciones.

HesterPrynneyano teníaen lasociedaddelpoblado lamismasituación

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queconocimosdurantelosprimerostiemposdesurepudio.Losañosllegaronypasaron.Pearl teníaahorasieteaños.Sumadre,conlaletraescarlataenelpecho y el fantástico bordado siempre reluciente, era desde hacía muchotiempo un personaje familiar para la gente del pueblo. Como suele sucedercuandounapersonaocupacualquierlugarprominenteenunacomunidadynointerfiereconlosinteresesyconvenienciaspúblicasoprivadas,unaespeciederespetogeneral rodeabaúltimamenteaHesterPrynne.Unade lascualidadesque tiene la naturaleza a su favor es que, a menos que entre en juego suegoísmo, ama más fácilmente que odia. El odio, por un proceso lento ygradual,puedeinclusollegaraconvertirseenamoramenosqueestecambiosefrustreporuna irritacióncontinuadelprimitivosentimientodehostilidad.En el caso de Hester Prynne no había hostilidad ni fastidio. Nunca luchócontralagente,másbiensesometióasuspeoresabusos;nuncaexigiónadaencompensación por sus sufrimientos; nunca contó con su compasión nisimpatía.Y también lapurezasinmanchadesuvidadurante todos losañosque permaneció alejada de todos, purgando su pecado, añadió puntos quecontaronmucho a su favor. Sin tener ya nada que perder ante los ojos delmundoysinningunaesperanzanideseo,almenosaparentemente,deobtenernada, sólopodía atribuírsele unverdadero respetoy amorpor la virtud, quehabíadevueltoalapobrevagabundaalasendadelbien.

Eratambiénevidenteque,apesardequeHesternuncapretendióparticiparenabsolutode losprivilegiosde estemundo, comono fuera respirar el airequeatodosnosrodeayganarelpandecadadíaparalapequeñaPearlyparaella con el honrado trabajo de sus manos, no vacilaba en reconocer suhermandadconlossereshumanos,cuandopodíaayudaraalguien.Nadieeratanprontocomoellaparadardesuescasopeculioafindeayudaralospobresensusnecesidades;aunqueelamargadomendigoretribuyeraconuninsultolacomida que se le traía diariamente a su puerta o las vestimentasconfeccionadasparaélpormanosquepodíanhaberbordado la túnicadeunmonarca.NadietanabnegadocomoHestercuandolapesteazotóalpueblo.Enépocasdedesastre,larepudiadadelasociedadencontrabainmediatamentesupuesto.Veníanocomounhuésped,sinocomoporderechopropio,a lacasaafectadaporunacalamidad;comosilapenumbrafueseelúnicomedioenqueleerapermitidorelacionarseconsussemejantes.Allíbrillabacómodamentelaletra roja, con su fulgor extraterreno. El emblema del pecado era luzconsoladoraenlahabitacióndelenfermo,arrojandoinclusosusreflejossobresusúltimosmomentosatravésdeloslímitesdeltiempo;comosileenseñaradónde posar el pie cuando la luz de la tierra empezaba a oscurecerse y élempezabaavislumbrarlaluzdelotromundo.Enesasocasiones,lanaturalezade Hester semostraba cálida y rica; era un verdaderomanantial de ternurahumana que jamás rehuía una verdadera necesidad ni se agotaba nunca. Supecho,conelestigmadelavergüenza,eramullidoalmohadónpara lafrente

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que necesitara apoyo. Era una especie de hermana de la caridadautoconsagrada;opodríadecirsemásbienquelapesadamanodelmundolahabíaconsagradocomotal,cuandoniellanielmundoesperabannideseabanestefin.Laletraeraelsímbolodesuvocación.Estabasiempretandispuestaaayudar en todo, tenía tanta capacidad para comprender y compadecer, quemucha gente rehusaba interpretar el significado de la letra A en su sentidooriginal.Decíanquesignificaba«Aptitud»;taleralafuerzadeHesterPrynne,tal el vigor de su femineidad. Sólo podían recibirla las casas sumidas en lapenumbraylaoscuridad.Alvolverelsol,yanoseencontrabaallí.Susombrasehabíaesfumadoporelumbralde lapuerta.Laasistentehabíapartido sinecharniunamiradahaciaatráspararecogerlarecompensadelagratitud,siesque la sentían aquéllos a quienes había servido tan abnegadamente. Alencontrárselosporlacalle,nuncalevantabalacabezaparaacogersussaludos.Y,siellossemostrabandecididosaabordarla,ellaponíaundedosobrelaletraescarlatayseguíasucamino.Loquepodíainterpretarsecomoorgullo,tantoseparecía a la humildad, que obraba con la suave influencia de esta cualidadsobrelaimaginaciónpopular.

Elgeniodelpúblicoesdespótico;escapazderehusarlajusticiaordinariacuandoselapidecondemasiadainsistencia,comounderecho;yconlamismafacilidad es capazde concedermásde loque es justo cuando lapetición sehace, como gusta a los déspotas que se haga, dejándola enteramente a sugenerosidad.AlinterpretarlaconductadeHesterPrynnecomounaapelaciónde esa naturaleza, la sociedad se sentía inclinada a mostrar a su antiguavíctimaunsemblantemásbenignoqueelqueellamismapretendíaeinclusomerecía.

Losgobernantes,lossabiosylosletradosdelacomunidaddemoraronmásqueelpuebloen reconocer la influenciade lasbuenascualidadesdeHester.Los prejuicios que con él compartían estaban reforzados en ellos por unesquemaderazonamientosférreosquedificultabansuexpulsión.Díaadía,sinembargo, sus rígidas y agrias arrugas se iban ablandando hasta convertirse,con el transcurso de los años, en una expresión casi benévola. Ésta era laactituddeloshombresdeposiciónqueporsuelevadorangodebíanvelarporla moral pública. Entretanto, la gente del pueblo ya había perdonadocompletamenteaHesterPrynne;másaún,empezabaamirarlaletraescarlatacomounemblemanodeeseúnicopecadoporelcualhacíatantotiempoquepenaba, sinode lasmúltiplesbuenasobrasquehicieradesdeentonces.«¿Veustedaesamujerconunemblemabordado?—solíandeciralosforasteros—.¡EsnuestraHester,nuestrapropiaHester,tanbuenaconlospobres,queauxiliaa los enfermos con tanta devoción y es tan compasiva con los afligidos!».Luego,escierto,cedíanalapropensióndelanaturalezahumanapararelatarlopeordesímismacuandoaconteceaotrapersona,yrepetíanlahistoriadelnegro escándalode los pasados años.Sin embargo, no esmenos cierto que,

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ante los ojos de los mismos hombres que así hablaban, la letra escarlataproducíaelefectodeunacruzenelpechodeunamonja.Concedíaaquienlallevaba una especie de carácter sagrado que le permitía caminar con todaseguridad en medio de cualquier peligro. Si hubiese caído en manos deladrones,laletralahabríasalvado.Sedecía,ymuchoslocreían,queunindiohabía disparado una flecha contra la letra, y que aquélla, al tocarla, cayó alsuelosincausarleningúndaño.

Elefectoproducidoporaquelsímbolo—omásbienlaposiciónrespectoalasociedadindicadaporél—enlamentedelapropiaHesterPrynneeramuyparticular y poderoso. Toda la gracia y alegría de su carácter habíandesaparecido consumidas por el calor abrasador de esta marca candente, yhacíatiempoquesuhermosuraeracomounaflormarchita,quemostrabasóloun contorno áspero y descubierto que podría llegar a ser repulsivo. Todo elatractivo físico de su persona sufrió este cambio. Quizá se debiera a laestudiada austeridad de su manera de vestir y, en parte, a la apatía de susmodales.Eratristetambiénlatransformaciónqueobrabasobresuaspectolaausencia de su rica y exuberante cabellera, la cual, o se la había cortado, oestaba tan completamente escondida bajo una cofia, que ni uno solo de susrelucientes rizos jamás volvió a brillar a la luz del sol. En parte se debía atodosestosmotivos,peromásaúnaotracosa.EraqueenelrostrodeHesterya no había nada que pudiera inspirar amor; nada en la figura de Hester,aunque estatuaria y majestuosa, que hiciera soñar con un abrazo lleno depasión; nada en el pecho de Hester que pudiera nuevamente convertirlo enrefugio del cariño.Algo había desaparecido, algo esencial para preservar sucondicióndemujer.Ésteesamenudoeldestino,yésteelausterodevenir,delcarácter y la persona de la mujer cuando le toca vivir una experienciaparticularmente severa. Si es toda ternura, morirá. Si sobrevive, la ternuraquedará completamente aplastada, o—y en este caso la apariencia exteriorsigue siendo la misma— tan hundida dentro de su corazón, que no podrámostrarsenuncamás.Laúltimaesquizá la teoríamásauténtica: laqueunavez fue mujer y dejó de serlo puede en cualquier momento convertirsenuevamente enmujer; depende sólo del toquemágico que logre efectuar latransfiguración.Veremos siHester Prynne fuemás tarde tocada por aquellavaritamágica,ydeesemodotransfigurada.

Mucha de la frialdadmarmórea del aspecto deHester debe atribuirse alhecho de que su vida había cambiado completamente, sustituyendo con elpensamientoylainteligenciaalsentimientoylapasión.Comoestabasolaenel mundo—sola en lo que respecta a cualquier tipo de dependencia de lasociedad—yteniendoalapequeñaPearlaquienprotegeryguiar,solaysinningunaesperanzade recuperar suantiguaposiciónaunqueno ladesdeñara,como era su caso, se deshizo de lo que quedaba de los lazos rotos. Suinteligencianoreconocíaniaceptabalasleyesdelmundo.Eralaépocaenque

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el intelecto humano, recién emancipado, había alcanzado unmargenmuchomás amplio y activo que durante los siglos anteriores. Hombres de capa yespadaderrocaronareyesynobles.Hombresmásvalientesaúnderrocaronyrearreglaron—nodehecho,sinodentrodelámbitode las teorías, loqueeraahorasurefugiomásseguro—todoelsistemadelosantiguosprejuiciosconlos que estaban ligados muchos de los antiguos principios. Hester Prynneestaba imbuidadeesteespíritu renovador.Sumentesepermitíauna libertadde pensamiento que, aunque común o corriente al otro lado del Atlántico,habríasidoconsideradapornuestrosantepasados,dehaberlaconocido,comouncrimenmásgravequeelquemerecíaelestigmadelaletraescarlata.Ensusolitariacabaña,cercadelaplaya,lavisitabanpensamientosquenosehabríanatrevido a penetrar en ninguna otra casa de Nueva Inglaterra; huéspedessombríos,peligrososcomodemoniosparasusanfitriones,dehabérselosvistoaunquefueratansólogolpeandoasupuerta.

Es curioso que las personas que se atreven a dejar que su imaginaciónespeculelibrementeseanamenudolasqueseamoldanconmayortranquilidada los reglamentos externos de la sociedad. El pensamiento les basta, sinnecesidaddeinvestirloconlacarneylasangredelaacción.Ésteparecíaserelcaso de Hester. Sin embargo, de no haber sido por la pequeña Pearl, todopodíahabersidodistinto.Hesterhabríapodidopasaralahistoria,delamanodeAnnHutchinson,comolafundadoradeunasectareligiosa.Podíatambiénhabersidoenalgunaetapadesuvidaunaprofetisa.Podía,yprobablementeasíhabríasido,habermuertocondenadaporlosseverostribunalesdelaépoca,porpretendersocavar loscimientosde las institucionespuritanas.Peroen laeducación de la niña la fantasía del pensamiento de la madre encontró uncampo propicio para desahogarse. Al darle esta pequeña criatura, laProvidenciapuso enmanosdeHester ungermende femineidaddestinado afloreceryaserapreciadoyamadoenmediodeunsinfíndedificultades.Todoestabacontraella.Elmundoleerahostil.LanaturalezamismadelaniñateníaalgoextrañoquerecordabaquesuexistenciasedebíaalapasiónculpabledelamadreyamenudoimpulsabaaHesterapreguntarseasímisma,congranamarguraensucorazón,sielnacimientodelapobrecriaturahabíasidoparabienoparamal.

Enrealidad,estasombría interrogaciónse lepresentabaconreferenciaalsexofemeninoengeneral.¿Lesvalíalapenavivir,inclusoalasmásfelices?En lo que a ella se refería, su respuesta era negativa, y descartó el asuntodándoloporsolucionado.

La tendencia a entregarse a meditaciones especulativas, aunque puedetranquilizar a lasmujeres, como sucede con los hombres, tiendemás bien aentristecerlas. Probablemente porque las obliga a entregarse a una tarea sinesperanzas. Ya que el primer paso debe ser el de destruir la sociedad

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constituida y volverla a edificar. Entonces, la naturaleza misma del sexoopuesto, o su larga costumbre hereditaria convertida en una segundanaturaleza,tienequesermodificadaensuesenciaantesdequelamujerpuedaasumirlaquetienequesersuposiciónjustayverdadera.Finalmente,cuandotodas las dificultades se hayan vencido, las mujeres no podrán aprovechartodas estas reformas preliminares hasta que ellas mismas hayan cambiadocompletamente;cuando,quizá,seevaporelaesenciaetéreaqueconstituyesuverdaderavida.Lamujernuncallegaasuperarestosproblemaspormediodelpensamiento. No tienen solución, o sólo una. Si su corazón tiene lapreeminencia, los problemas dejan de existir. Así, Hester Prynne, cuyocorazónhabíaperdidosuritmosanoyregular,vagabasinguíaporlososcuroslaberintosdesumente;deprontoretrocedíaanteunprecipicioinsuperableyluego comenzaba de nuevo, retornando a las profundidades del vacío. A sualrededorelpaisajeerahoscoylúgubre,yenpartealgunaencontrabaelamoryel calordeunhogar.Avecesun terribledilema se apoderabade sualma.¿NoseríaacasomejordespacharinmediatamentealcieloaPearlypartirellamismahaciaeldestinoquelajusticiaeternaleteníaasignado?

Laletraescarlatanohabíacumplidosumisión.

Sinembargo, suentrevistaconel reverendoDimmesdale, lanochedesuvigilia,leproporcionóunnuevotemademeditación,brindándoleunobjetivoque merecía cualquier esfuerzo o sacrificio que ella pudiera hacer paraconseguirlo.Fuetestigodelaprofundadesesperacióncontralacualteníaquelucharelpobreclérigo,o,paradecirlomásexactamente,contra laquehabíacesadodeluchar.Sediocuentadequeseencontrabaalbordedelalocura,sinoerayavíctimadeella.Eraindudableque,pormáseficacesquefueranlaspunzadasdel secreto aguijónde su remordimiento, lo eramásaúnelmortalveneno instilado en su ser por la mano que se ofrecía para sanarlo. Unenemigo encubierto se encontraba siempre junto a él, aparentando ser unamigodeseosodeayudarlo,yasípudoaprovechartodaslasoportunidadesquese le ofrecían para manipular las delicadas cuerdas de la personalidad deArthurDimmesdale.Hesternopodíamenosdepreguntarsesinohabríasidodesde el principio un error, una falta de sinceridad, de valor y lealtad de suparte, permitir que el pastor se encontrara en una situación semejante, de laquetantomalpodíaesperarseytanpocobien.Suúnicajustificaciónresidíaenelhechodequenohabíaencontradounmodomejordeevitarleunadesgraciaaúnmásnegraquelaquesehabíaabatidosobresímisma,quesometersealosproyectosdeRogerChillingworth.Creyendohacerlomejor,habíaescogidolapeordelasdosalternativas.Decidiópuesredimirsuerrorentodoloqueaúnfuera posible. Fortalecida por largos años de duras pruebas, ya no se sentíaincapazdeenfrentarseconRogerChillingworthcomoaquellanochedurantelacual,humilladaporelpecadoyenloquecidaporlavergüenzaqueacababadesufrir,conversaronenlaceldadelacárcel.

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Desde aquel entonces, las cosas habíanmejorado para ella y ahora teníaunaposiciónmuchomáselevada.Elanciano,porotraparte,sehabíaacercadoasunivel,ohabíadescendidoaúnmásbajoporefectosde lavenganzaqueurdíayquelorebajaba.

En suma,HesterPrynnedecidió tener una entrevista con su ex esposoyhacer cuanto estuviese en su poder para salvar a la víctima que,evidentemente, tenía cogida entre sus garras.La ocasión no se hizo esperar.UnatardequepaseabaconPearlporunapartadolugardelapenínsula,divisóal viejo galeno con una cesta bajo el brazo y un bastón en la otra mano,inclinándosesobrelatierraenbuscaderaícesyhierbasqueleserviríanparaprepararsusmedicamentos.

XIV.HESTERYELMÉDICO

Hester mandó a la pequeña Pearl que fuera a jugar con las caracolas yalgas a la orilla del mar hasta que ella hubiese terminado de hablar con elseñorquerecogíahierbasmásallá.Entonces laniñasealejóvelozcomounpajarilloy,descalzándose,sepusoacorretearporlahúmedaarenadelaplaya.Devezencuandosedeteníayobservabaconcuriosidadlaspequeñaslagunasquesehacíanenlaarenaalretirarselasaguasyqueerancomoespejosparaquesemiraralaniña.Enellasveíareflejadalaimagendeunaniñaconrizososcurosysedososadornándolelacabezayunasonrisadeduendecilloenloslabios.ComoPearlnoteníaconquienjugar,lainvitabaaquesecogierandelamanoycorrieranporlaplaya.Porsuparte,lapequeñaniñareflejadalehacíaseñas, pareciendo decirle: «¡Aquí se está mejor! ¡Ven tú más bien aquíadentro!».YPearl,metiéndoseenelaguahastalarodilla,veíaenelfondosusblancospiececitos;ydesdeunlugaraúnmásprofundosurgíaelresplandordeunasonrisafragmentadaflotandodeunladoaotroenlasagitadasaguas.

Mientrastanto,sumadresehabíaacercadoalmédico.

—Querría hablar unas palabras con usted—dijo ella— sobre algo muyimportanteparanosotros.

—¡Ajá!¿DemodoquelaseñoraHestertienealgoquedeciralviejoRogerChillingworth? —respondió él, incorporándose—. ¡Encantado! ¡Si no oigomás que hablar bien de usted por todos lados, señoramía!Ayer, sin irmáslejos, un magistrado, hombre sabio y virtuoso, hablaba de usted, señoraHester,ymecomentóque trataronde susasuntosenelConsejo.Sedebatiósobre si, sin perjuicio del bien público, podría permitírsele quitarse la letraescarlataqueluceustedsobreelpecho.¡Yledoymipalabradehonor,Hester,

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dequeroguéencarecidamentealmagistradoqueasísehiciera!

—No depende del favor de los magistrados el sacarme este estigma—contestótranquilamenteHester—.Siyomerecieranollevarlo,secaeríaporsísoloosetransformaríaenalgoquetuvieseunsignificadomuydistinto.

—Estábien,sigallevándolopues,siasíleconvienemás—respondióél—.Lasmujeresdebenseguirsuspropiasfantasíasenloquerespectaalarreglodesu persona.La letra está alegremente bordada y brilla convalentía sobre supecho.

Mientras hablaban, Hester observaba detenidamente al anciano,horrorizadaalavezquesorprendidaporelcambioquesehabíaproducidoenélen losúltimossieteaños.Noeraquehubieseenvejecido,puesaunque lashuellasdeltiempoeranvisiblesensupersona,llevababiensusañosyparecíaconservarciertovigor,nerviosoyvivaz.Perosuantiguoaspectodehombredeletras, estudioso, tranquilo y apagado, que era lo que más recordaba de él,habíadesaparecidocompletamente,dejandoensulugarunamiradaansiosayávida, pero cuidadosamente disimulada. Parecía ser su propósito y su deseodisfrazar esta expresiónconuna sonrisa; pero aquella sonrisa lo traicionaba,puesmásparecíaunamuecaburlonaquedistorsionabasurostro,permitiendoaquien lomirabaapreciarmejor toda la sordidezqueencerraba.Unayotravez, también, refulgíaen susojosuna luz roja, comosi el almadel ancianoestuviese incendiándose y conservara brasas vivas dentro de su pecho hastaque un irreprimible soplo de pasión avivara el fuego, produciendo unamomentánea llamarada. Trataba de reprimir estos impulsos lo másrápidamenteposibleyaparecercomosinadahubiesesucedido.

En pocas palabras, Roger Chillingworth era un ejemplo palpable de lafacultadquetieneelhombredeconvertirseendemoniosóloporelhechodedesempeñarsuoficioduranteciertotiempo.Estepobreserhabíalogradoestatransformación al dedicarse durante siete años al análisis constante de uncorazónatormentado, loque leprocurabagran regocijo, y contribuyendo, alagregar combustible, a las ardientes torturas que analizabay tanto deleite leproducían.

LaletraescarlataquemabaelpechodeHesterPrynne.Estabafrenteaotroserdeshechoysentíaqueerasuyalaresponsabilidad.

—¿Quées loqueveustedenmirostro—preguntóelmédico—,quememiracontantaatención?

—Algoquemeharíallorarsihubieralágrimassuficientementeamargas—contestó Hester—. Pero dejémoslo estar. Es sobre aquel pobre desgraciado,quequierohablarle.

—¿Qué le pasa?—exclamóRogerChillingworth con avidez, como si le

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encantara el tema y estuviera muy contento de tener una oportunidad decomentarlo con la única persona a la que podía confiarse—. En honor a laverdad, señoraHester, ahoramismo estaba pensando en él. Así pues, hableustedcontodafranquezaylibertad;yoleresponderéigualmente.

—Laúltimavezqueustedyyohablamos—dijoHester—,haceyasieteaños, quiso usted, y lo logró, arrancarme la promesa de que guardaría elsecreto de nuestra antigua relación. Como la vida y la reputación de aquelhombreestabanensusmanos,notuvemásremedioqueguardarsilencio,deacuerdo con sus deseos. Pero no fue sin gran recelo queme comprometí aactuarasí;pues,habiendodesechadomisdebereshaciaotrossereshumanos,merestabasólouno,yéseerarespectoaél;yalgomedecíaenmiinteriorquelotraicionabaalcomprometermeacumplirsusdeseos.Desdeaqueldía,nadiehaestadotancercadeélcomousted.Ustedsiguetodossuspasos.Estájuntoaéldenocheydedía,dormidoodespierto.Ustedescudriñasuspensamientos.Irrita y corroe su corazón. Domina usted completamente su vida, y es elculpabledequemueramilmuertes todos losdías. ¡Al permitir estohe sidodeslealalúnicohombreaquienaúnpodíaserleal!

—¿Quéotracosapodíahacerusted?—preguntóRogerChillingworthdenuevo—.Midedoacusador,apuntandohaciaesehombre, lohabríaarrojadodelpúlpitoalcalabozo,ydeallíposiblementealpatíbulo.

—¡Habríasidomejor!—dijoHesterPrynne.

—¿Quédañohehechoyo a ese hombre?—preguntónuevamenteRogerChillingworth—. Créame, Hester Prynne, los más ricos honorarios pagadospor monarca alguno no habrían logrado pagar los cuidados que hedesperdiciadoenestesacerdotemiserable.Sinohubierasidopormí,suvidase habría consumido, devorada por los tormentos, a los dos años de habercometidoelcrimen,queestambiénsuyo.Yaque,Hester,suespíritucarecedela fortaleza del suyo para sobrellevar como lo ha hecho usted el peso de laletraescarlata.¡Oh,quéhermososecretopodríayodescubrir!¡Perobastaya!Todo lo que humanamente se puede hacer lo he hecho por él. Todo lo quepuede laciencia loheagotadoporél.Y,siahorarespiraysearrastraporelmundo,amímelodebe.

—¡Máslehabríavalidomorirseentonces!—insistióHesterPrynne.

—¡Sí,mujer, tieneusted razón!—gritóRogerChillingworth,mientraselcárdenofuegodesucorazón lebrillabaen losojos—.¡Más lehabríavalidomorirse inmediatamente! Jamásmortal alguno sufrió lo que este hombre hasufrido.¡Ytodoeltiempoantelosojosdesupeorenemigo!Élhasentidomipresencia, ha sentido el peso de una influencia poderosa agobiándolo comounamaldición.Élsabía,pormediodealgúnsentidoespecialyespiritual,pueselCreadorjamáshizounsermássensiblequeéste,sabíaquenoeraunamano

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amiga la que pulsaba las fibras de su corazón, que unos ojos lo estabanmirando siempre con curiosidad, unos ojos que sólo buscaban el mal, y loencontraron. ¡Pero no sabía que la mano y los ojos eran míos! Con lasuperstición característica de los de su especie, se creyó poseído por undemonio que lo torturaba con sueños espantosos y pensamientos sinesperanza, y era responsable de las punzadas del arrepentimiento y ladesesperanza de alcanzar el perdón. Era como un anticipo de lo que leesperabadespuésde lamuerte.Perono, ¡aquelloera lasombraconstantedemipresencia! ¡La íntimaproximidaddel hombre al quemás vilmente habíaengañado!Delhombrecuyaexistenciadependeahoradelvenenoperpetuodesupropósitodevengarse. ¡Sí,esverdad!¡Unserhumano,queenun tiempotuvocorazóndehombre,convertidoendemonioconelfindeatormentarlo!

El pobre galeno levantó lasmanos con un gesto de horror al pronunciarestas palabras, como si hubiera visto un horrible espectro, que le costabareconocer,usurpandoel lugarde supropia imagenenel espejo.Fueunodeesosmomentos,quesuelenocurrirsóloaveces,unaenvariosaños,enqueelcalibremoraldeunhombreserevelafielmenteantesusojos.Esposiblequenuncasehubiesevistoasímismocomoahora.

—¿Nolohasatormentadosuficientemente?—preguntóHesteralcaptarlamiradadelanciano—.¿Notelohapagadotodoya?

—¡No! ¡No! ¡Sólo ha acrecentado la deuda!—contestó elmédico; y, alcontinuarhablando,susmodalesperdieronferocidadysevolvieronlúgubres,dando paso a una profundamelancolía—. ¿Recuerdas, Hester, cómo era yohacenueveaños?Yaenaquelentoncesestabaenlaplenamadurezotoñaldemiexistencia,noenelprincipio.Mividahabíatranscurridoapaciblementeatravés de largos años de dedicación al estudio y el pensamiento, empleadoscon plena conciencia en enriquecer mi propio saber y, por fin, también(aunque este último propósito era secundario y dependiente del primero),conscienteylealmente,paraelavancedelbienestardelahumanidad,paraelprogresodelserhumano.Pocasvidashabríansidomástranquilas,pacíficaseinocentesquelamía;pocasvidastanricas.¿Teacuerdasdemí?¿Noerayo,aunqueme consideraras frío, un hombre preocupado por el bienestar de losdemás,quenoexigía,ninecesitaba,niansiabacasinadaomuypocoparasímismo,bondadoso,sincero,justoydeafectosconstantes,yaquenocálidos?¿Noerayotodoesto?

—Todoestoymás—dijoHester.

—¿Y qué soy ahora? —preguntó él, mirándola fijamente a los ojos,dejandoalavezquetodalamaldadconcentradaensupersonasereflejaseenlasfaccionesdesurostro—.¡Yatehedicholoquesoy!¡Undemonio!¿Quiénmeconvirtióenesto?¿Aquiénledeboserasí?

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—¡Amí!—gritóHester,temblando—.Fuiyo,nomenosqueél.¿Porquénotehasvengadodemítambién?

—Atitehedejadolaletraescarlata—contestóRogerChillingworth—.Siellonomehavengado,másnopuedohacer.

Pusoundedosobreelestigmaconunasonrisasiniestraenloslabios.

—¡Tehavengado!—contestóHesterPrynne.

—Creoquesí—dijoelgaleno—.Yahoradime:¿quéquieresdemíenloquerespectaaesehombre?

—Deborevelarleelsecreto—contestóHesterconfirmeza—.Debesaberquiéneres.Noséquépasará.Peroyoledebounaviejadeudadelealtad.Hesido su ruina y su perdición, y debo pagarla. En cuanto a la pérdida oconservacióndesubuennombreysuposiciónenelmundo,einclusoquizásupropiavida,esoestáentusmanos.Yo,aquienlaletraescarlatahacastigadodetalmodoquesólopuedoaceptarlaverdad,aunquesealaverdaddelhierrocandente penetrando en el alma, yo, no creo que gane mucho al seguirviviendo esa vida vacía y horrible, y por eso no necesito doblegarme paraimplorarte clemencia. ¡Haz con él lo que quieras! ¡Ya no hay ningunaposibilidaddepazparaélniparamíniparati!¡NohaypazparalapequeñaPearl! ¡No existe un camino que pueda guiarnos para salir de este funestolaberinto!

—Mujer, ¡yo bien podría llegar a tener compasión de ti! —dijo RogerChillingworth no pudiendo contener su admiración, pues tenía mucho demajestuoso el modo como Hester expresaba su desesperación—. Tú tienesgrandes condiciones. Quizá, si te hubieras encontrado antes con un amormejor que elmío, estemal no habría sucedido. Te compadezco por todo lobuenodesperdiciadoentupersona.

—Yyoati—contestóHesterPrynne—,porelodioquehatransformadoaun hombre justo y sabio en un demonio. ¿Lo expulsarás de ti y volverás aconvertirte nuevamente en un ser humano? Si no por él, por ti mismo.Perdónaloydeja el restode su castigo enmanosdelPoderque lo llevará acabo.Acabodedecirtequenohabrápaznibienposibleparaélniparatinipara mí, que ambulamos juntos por este lúgubre laberinto de perversión ymaldad,tropezandoacadapasoconlaculpaquehemossembradoennuestrocamino.¡Noesasí!Puedehaberpazparati,paratisolo,yaquehassidotanprofundamenteengañado,ysólodetidependeelperdonar.¿Noaprovecharáseseprivilegioúnico?¿Rechazarásaquelbeneficiodeincalculablevalor?

—¡Calla,Hester, calla!—contestó el anciano conmelancólica severidad—.Nomeesdadoperdonar.Demínodependeelperdonar.Notengoelpoderquedicesquetengo.Miviejafe,tanolvidada,vuelveamíymeexplicatodo

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lo que hacemos y todo lo que sufrimos. Al dar tu primer paso en falso,plantaste el germen del mal, pero desde aquel instante todo ha sidoinevitablemente necesario. Tú, queme has engañado, no eres pecadoramásque con la imaginación; no es como si yo tuviera tendencias demoníacas yhubiera arrebatado su papel al demonio. Es nuestro destino. ¡Deja que laoscuraflorflorezcacomopueda!Yahorasiguetucaminoyhazloquequierasconaquelhombre.

Hizounademánconlamanoyvolviónuevamentearecogerhierbas.

XV.HESTERYPEARL

De estamanera,RogerChillingworth—un anciano deforme cuyo rostroduraba en el recuerdo de los hombres— se despidió de Hester Prynne ycontinuó,encorvado,recorriendoelterreno.Recogíaalgunahierbaaquíyalláoarrancabaalgunaraíz,poniéndolasluegoenlacestaquellevabaenelbrazo.Subarbagriscasi rozabaelsueloconformeavanzabaporsucamino.Hesterpermanecióunmomentocontemplándolo,observandoconcuriosidadllenadefantasíasieltiernopastodelatempranaprimaveranosemarchitababajosuspasos,mostrandosurastrotambaleanteyoscuroenmediodesualegreverdor.Sentía curiosidad. Se preguntó qué tipo de hierbas eran las que recogía tandiligentemente. ¿No reaccionaría la tierra, estimulada por la maldad de sumirada, saludándolo con arbustos ponzoñosos de especies hasta ahoradesconocidas que se erguirían al contacto de sus dedos? ¿O le bastaría quetodaplantasalutíferaseconvirtieraenmalignayvenenosaasucontacto?¿Yelsol,quebrillabacontantaintensidadentodaspartes,loiluminaríatambiéna él? ¿O había, como daba la impresión, un círculo tenebroso que sedesplazabaconél,envolviendosuformacontrahecha,seapordondefuere?¿Yadóndeibaahora?¿Nosehundiríadeprontoy,tragadoporlatierra,dejaríaelsitioestérilymarchito,yenél,coneltiempo,creceríalamortíferabelladona,el cornejo, el beleño o cualquier otro tipo de vegetaciónmaligna que podíaproducirseeneseclima,todoélflorecientedehorriblelujuria?¿Oextenderíaunas alas de murciélago y saldría volando, más horrible a cada instante,mientrasseremontabahaciaelfirmamento?

—¡Sea o no pecado —dijo Hester Prynne amargamente, mientrascontinuabaobservándolo—,odioaesehombre!

Se reprochó a sí misma por abrigar ese sentimiento, pero no pudodominarlonidisminuirlo.Altratardehacerlo,pensóenaquellosdíaspasadosen una lejana tierra, cuando solía abandonar al atardecer la reclusión de suestudioysentarsejuntoalamordelhogardesucasa,bañándoseenlaluzde

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su sonrisa nupcial.Necesitaba calentarse con el calor de aquella sonrisa, demodo que el hielo de tantas horas solitarias pasadas junto a sus libros sederritiera en su corazón. Aquellas escenas no dejaban de parecerle felices;peroahora,alvolverlasaverconlatristeperspectivadesuvida,leparecíanhorrendas. Se maravillaba del hecho de que tales escenas hubieran podidoocurrir.Nocomprendíacómosedejóconvencerdequesecasaraconél.Unodeloserroresdesuvidaquemayorarrepentimientoleproducíaneraelhabersoportadoyhastacorrespondidoaltibioapretóndesumano,yquelasonrisadesuslabiosysusojossemezclaraconlasdeél.YleparecíaquelaofensacometidaporRogerChillingworthalinducirlaaimaginarsequeerafelizasuladoerapeoraúnquetodaslasquelehabíahechodesdeaquelentonces.

—¡Sí, loodio!—repitióHester,másamargamenteque lavezanterior—.¡Élmeengañó!¡Mehizomásdañoqueyoaél!

¡Tiemblen loshombresqueconquistan lamanodeunamujer, siconellano conquistan el calor de su corazón! Pues, de lo contrario, su triste suertepuedeser,comoenelcasodeRogerChillingworth,queelcontactoconunapresenciamáspoderosadespierte todassussensibilidades,yella le reprocheincluso la paz, la marmórea imagen de felicidad que se le había impuestocomoúnicarealidad.PeroHesterdeberíahaberolvidadomuchotiempoantesesta injusticia.¿Quésignificaba?¿Acaso lossiete largosañosbajo la torturadelaletraescarlatasóloprodujerondolorsinlogrararrepentimiento?

LasemocionesquesintióHesterPrynnedurantelosescasosmomentosquepermaneció observando la torcida figura del viejo Roger Chillingwortharrojaron una luz tenebrosa sobre el estado de ánimo de Hester Prynne,revelándolemuchascosasconlasquedeotromodonosehabríaenfrentado.

Alverlodesaparecer,llamóasuniña.

—¡Pearl!¡PequeñaPearl!¿Dóndeestás?

APearl, con su espíritu siempre activo, no le habían faltado diversionesmientrassumadrehablabaconelrecolectordehierbas.Primeramente,comoya dijimos, había coqueteado con su propia imagen en un espejo de agua,llamandoalaapariciónparaquesaliera,y,comoéstarehusabahacerlo,tratóde hacerse paso y penetrar en su esfera de tierra impalpable y cieloinalcanzable. Pero, al descubrirmuy pronto que o ella o la imagen no eranreales buscó entretenimientosmejores en otros sitios.Hizo pequeñas barcasconcortezasdeabedulylasestibóconcaracolas,enviándolasalocéanoparaenfrentarse con mayores aventuras que cualquier mercader de NuevaInglaterra,peromuchasbarcaszozobrabanjuntoalaplaya.Cogióuncangrejovivoporlacola,atesoróestrellasdemarydejóunaaguavivaderritiéndosealcalor del sol. Luego tomó la blanca espuma que bordeaba la orilla de lafluctuantemarea y la lanzó al viento, corriendo tras ella con pasitos alados

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para recoger los grandes copos de nieve al caer.Viendo la bandadade avesmarinasquepicoteabanyrevoloteabanporlaplaya,latraviesaniñasellenóeldelantaldeguijarrosy,deslizándosederocaenroca,demostrógrandestrezaenapedrearlos.Unpequeñopajaritogrisconpechoblancofuealcanzadoporun guijarro y se alejó aleteando con dificultad, porque tenía un ala rota.Entonces la niña-duende suspiró entristecida y abandonó sus juegos; leapenabahaberhechodañoaunpequeñoserqueeratantraviesocomolabrisamarinaotantocomolamismaPearl.

Suúltimaocupaciónconsistióenjuntaralgasmarinasdediversasespeciesyhacerseconellasunafaja,unmantoyunapeluca,asumiendoasíelaspectodeunapequeñasirena.Habíaheredadoeldondesumadredecrearvestidosydrapeados.Y,como toque finala suatuendode sirena,Pearl copió lomejorque pudo en su propio pecho, con algas finas, la decoración que le era tanfamiliareneldesumadre:¡unaletra,laletraA,peroverdeyfrescaenvezdeescarlata!Laniña inclinó lacabezasobresupechoycontemplóesteadornoconextrañointerés,comosisuúnicofinenestemundofueraeldedesentrañarsusecretosignificado.

«¿Mepreguntarámamáquéesloquesignifica?»,pensóPearl.

En ese precisomomento oyó la voz de sumadre, por lo que, brincandoliviana como una de las aves marinas, se presentó ante Hester Prynnebailando,riendoyseñalandoconundedoladecoracióndesupecho.

—MipequeñaPearl—dijoHester,trasunmomentodesilencio—,laletra,verde y en tu pecho infantil, no tiene objeto. Pero ¿sabes tú, mi niña, quésignificaestaletraquetumadreestácondenadaallevar?

—Sí,madre—dijolaniña—.EslaletraAmayúscula.Túmismamelahasenseñadoenelabecedario.

Hester observó detenidamente su pequeño rostro; pero, aunque tenía esaexpresióntansingularqueamenudohabíaobservadoensusnegrosojos,nollegóadarse cuentade siPearl atribuía algún significadoal símbolo.Sintióunosdeseosmorbososdeaclarareso.

—¿Sabestú,niña,porquétumadrellevaestaletra?

—¡Claroquelosé!—contestóPearl,mirandoasumadreconpicardía—.¡Porelmismomotivoporelcualelpastorseponelamanosobreelcorazón!

—¿Y qué motivo es ése?—preguntó Hester, sonriendo ante la absurdaincongruenciadelaobservacióndelaniña,peropalideciendoalrecapacitar—.¿Quétienequeverlaletraconotrocorazónfueradelmío?

—Basta,madre,hedichotodoloquesé—dijoPearl,conmayorseriedadque de costumbre—. Pregúntaselo a aquel viejo con el que has estado

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hablando.Quizátelopuedadecirél.Pero,enserioahora,madrequerida,¿quésignificaesta letra escarlata?¿Porqué la llevas sobre tupecho?¿Porquéelpastorseponelamanosobreelcorazón?

Cogiólamanodesumadreenlassuyasyselaquedómirandoalosojosconunaintensidadqueraravezdemostrabasunaturaltraviesoycaprichoso.AHester se le ocurrió que la niña estaba realmente tratando de abordarla coninfantilconfianzay,haciendoloquepodía,taninteligentementecomopodía,establecer un punto de contacto y comprensión.Mostraba Pearl un aspectoinesperado,casiindeseado.Hastaentonces,lamadre,aunqueamabaasuhijacon la intensidadde unúnico afecto, se había preparadopara no esperar enpagomásdeloquepuedebrindarlaveleidaddelabrisadeabril,quegastasutiempoenjuegoscaprichosos,conráfagasrepentinasdeinexplicablepasiónyllenadepetulancia,helandoconmayorfrecuenciaqueacariciandoalrozarnoslasmejillas;y,paracompensarestas jugarretas,aveces,siguiendosusvagospropósitos, besará esa mejilla con una especie de dudosa ternura y jugarásuavemente con los cabellos, alejándose luego en pos de sus ociosospropósitos, dejando un placermelancólico en el corazón.Esto era lo que lamadresentíaquepodíaserelestadodeánimodesuhija.Unextrañohabríapodidoobservarunoscuantos rasgospocoatractivosydarlesunacoloraciónmás sombría. Pero ahora una idea se apoderó con fuerza de la mente deHester, la de que Pearl, con su notable precocidad y agudeza, había quizáalcanzadolaedadenquepodíahacerdeellaunaamigayconfiarlepenasqueno ofendieran el pudor de la madre ni de la niña. En el pequeño caos delcarácterdelapequeñaPearl,sepodíaverbrotar,yasífuedesdeelprincipio,los rasgoscaracterísticosdeunvalora todaprueba,deunorgullo tenazquepodíaserdirigidohaciaelrespetodesímisma,asícomounamargodespreciopor muchas cosas que, al examinarlas, podían parecer falsedades. ¿Sentíaafectos, aunque hasta ahora ásperos y desagradables como suelen ser lossabores de la fruta nomadura?Con todos estos atributos tan sólidos, pensóHester,elmalheredadodesumadre teníaquesermuygrandepara impedirqueestaniña-duendeseconvirtieraconeltiempoenunamujernobleydigna.

La tendencia inevitable de Pearl de divagar sobre el enigma de la letraescarlataparecíaserunacualidadinnataensupersona.Desdeelprincipiodesu vida consciente, mostró esta tendencia como si fuese unamisión que lehubiesesidoasignada.HesterpensabafrecuentementequelaProvidenciateníadesigniosdejusticiaycastigoaldotaraestaniñacontanmarcadatendencia;peronunca,hastaahora,selehabíaocurridopreguntarsesi,unidoaeseoscurodesignio,nohabríatambiénunaintenciónbenéficaycaritativa.SilapequeñaPearlfuesetratadaconfeyconfianza,comoaunespíritumensajeroalavezqueunacriaturahumana,¿nopodríasersumisiónladesuavizarlatristezadelcorazóndesumadre,queloconvertíaenunatumba?¿Ayudarlaadoblegarlapasión,antañotanirrefrenableyaunahoranimuertaniadormecida,sinotan

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sóloprisioneradeaquelsepulcralcorazón?

Éstos eran algunos de los pensamientos que pasaban por la cabeza deHesterPrynney laconmovían tanvivamentecomosialguiense loshubierasusurradoaloído.YallíestabalapequeñaPearl,siempreconlamanodesumadreentrelassuyas,volviendosupequeñorostrohaciaarribaalhacerleunayotravezlamismapreguntainsistente,denuevo,porterceravez.

—¿Madre,quésignificaesaletra?¿Yporquélallevastú?¿Porquétienesiempreelministrolamanosobresucorazón?

«¿Quépuedodecir?—pensóHester—.¡No!Siésteeselprecioquetengoquepagarporlacomprensióndelaniña,¡nopuedohacerlo!».

Entonceshablóenvozalta.

—¡Niñaboba!—dijo—,¿quépreguntassonéstas?Haymuchascosaseneste mundo que las niñas no pueden saber ni preguntar. ¿Qué sé yo delcorazóndelministro?Y,encuantoalaletraescarlata,lausoporquemegustaelhilodeoroconqueestábordada.

Jamás,durantelosúltimossieteaños,habíasidoHesterPrynnedeslealalsímboloquellevabasobresupecho.Quizáporqueeraeltalismándeunrígidoyseveroespírituguardiánqueahoralaabandonaba;comoreconociendoque,apesar de la estricta vigilancia que mantenía sobre su corazón, una nuevamaldadsehabíadeslizadodentrodeél,oalgunadelasantiguasnohabíasidoexpulsadaaún.EnloquerespectaalapequeñaPearl,surostroprontodejódeteneresaexpresióndeansiedad.

Sin embargo, la niña no quiso abandonar el tema. Dos o tres veces,mientrascaminabahaciacasaconsumadre,yvariasvecesdurantelacena,ymientras Hester la acostaba, y una vez más cuando ya parecía estar casidormida,Pearllamiróconesaexpresiónburlonaensusojosnegros.

—Madre—lepreguntó—,¿quésignificalaletraescarlata?

Yalamañanasiguientelaprimeraseñalquediolaniñadeestardespiertafue levantarvivazmente lacabezade laalmohadayhaceresaotrapregunta,quetaninexplicablementeasociabaasusindagacionessobrelaletraescarlata.

—¡Madre! ¡Madre! ¿Por qué tiene el pastor la mano siempre sobre elcorazón?

—¡Calladeunavez,niñatraviesa!—contestósumadreconunaasperezaqueantesnuncasehabíapermitidousar—.Nomefastidiesmás,oteencerraréenelcuartooscuro.

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XVI.UNPASEOPORELBOSQUE

Hester Prynne se mantuvo firme en su propósito de revelar al doctorDimmesdale, seacual fuereel riesgodedolor inmediatoodeconsecuenciasposteriores,laverdaderaidentidaddelhombrequesehabíaintroducidoensuintimidad.Durantevariosdías, sinembargo,buscóenvanounaoportunidadpara hablar con él durante las cavilosas caminatas que ella sabía tenía élcostumbredehacerporlaorilladelapenínsulaoporlosbosquescercanos.Elque lo visitase en su propio estudio no habría sidomotivo de escándalo nihabría hechopeligrar la sagradablancurade la buena famadel clérigo; allí,muchospenitentesconfesaronpecadosquizátangravescomoelqueindicabala letra escarlata. Pero, en parte, temía la secreta o abierta interferencia delviejoRogerChillingworth;enparte, susensiblecorazóncreíaversospechasdondenopodíahaberlas;y,enparte,tantoellacomoelclérigonecesitaríandetodoelespaciodelmundopararespirarasusanchasmientrashablaranjuntos.Portodosestosmotivos,Hesternuncapensóenencontrarseconélmásquealairelibre,bajoelcieloabierto.

Finalmente,cuandoasistíaacasadeunenfermodondehabíasidollamadoelreverendoDimmesdalepararezarporsusalud,seenteróquehabíaido,eldía anterior, a visitar al apóstol Eliot, que vivía entre sus indios conversos.Probablemente volvería a la tarde del día siguiente. Temprano pues, al díasiguiente,Hester se llevó consigo a la pequeñaPearl, que era la compañeraforzosadetodaslassalidasdesumadre,pormásinconvenientequefuerasupresencia,ysalió.

Elcaminopordondelasdoscaminantescruzarondesdelapenínsulahacialas tierras interiores no era más que un sendero. Salvando obstáculos seinternaba por el monte salvaje. Éste lo encerraba tan estrechamente y loflanqueaba tandensoynegro, descubriendo imperfectamente algún trozodecielo,queaHesterledabalasensaciónderepresentarcabalmenteelconfusoyermomoralporelcualellavagabadesdehacíayatantotiempo.

El día era helado y sombrío. Grandes extensiones de nubes grises seagitabanapenasconlabrisa,yentoncesunrayodesoltitubeantepodíaquizáversejugueteandosolitarioporelsendero.Estapasajeravisiónalegresucedíasiemprealextremomáslejanodeunlargopanoramaatravésdelbosque.Elrayodesolque jugueteaba—que jugueteabaapenas,yaquepredominaba lamelancolía del día y de la escena— se retiraba siempre cuando ellas se leacercaban, y los lugares donde había danzado quedaban entonces mássombríosporqueellashabíantenidolaesperanzadeencontrarlosiluminados.

—Madre—dijolapequeñaPearl—,elrayodesolnotequiere.Huyeyseescondeporquesientetemorporalgoqueguardasentupecho.¡Mira!Ahíestá

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jugando un pocomás allá.Quédate aquí y déjame correr para agarrarlo.Yosoy sólo una niña. No huirá demí, porque yo aún no llevo nada sobremipecho.

—Yesperoquejamáslollevarás—dijoHester.

—¿Porquéno,madre?—preguntóPearldeteniéndosedeprontoaliniciarsucarrera—.¿Noseránaturalquelollevecuandoseamujer?

—Corre, hija—respondió lamadre—, y anda a agarrar ese rayo de sol.Prontodesaparecerá.

PearlpartióagranvelocidadyHestersonrióaldarsecuentadequesuhija,realmente,lograbaatraparelrayodesoly,riendo,quedabadepieenmediodeél, iluminadaporsuesplendor,deslumbradoraconla luzquerefractabansusrápidosmovimientos.Laluzsequedórezagadajuntoalaniñasolitaria,comosiestuvieracontentadehaberencontradoaalguienconquienjugar,hastaquesumadrecasillegótancercacomoparaingresar,también,dentrodelcírculomágico.

—¡Ahoradesaparecerá!—exclamóPearlsacudiendolacabeza.

—¡Mira!—respondióHester,sonriente—,ahorapuedoadelantarlamanoycogerunpocodeluz.

Alintentarhacerlo,elrayodesapareció;o,ajuzgarporlaalegreexpresiónquebailabaenlosrasgosdePearl,sumadrepodíahaberseimaginadoquelaniñahabíaabsorbidoellamismatodalaluz,yqueemitiríadenuevocomounresplandor que iluminara su camino si se aventuraban por la sombra mástenebrosa.NingunadelascualidadesdePearl la impresionabatantocomoellozano vigor en su naturaleza, como su perpetua vivacidad; no tenía laenfermedad de la tristeza que lamayor parte de los niños de estos tiemposheredan de sus atribulados antepasados junto con la escrofulosis. Quizá eraéstatambiénunaenfermedad,ynadamásqueelreflejodelaindómitaenergíaconqueHesterhabíaluchadocontrasuspenasantesdelnacimientodePearl.Era indudablemente un encanto dudoso que impartía un lustre metálico alcarácterde laniña.Le faltaba loqueamuchagente le faltadurante todasuvida,undolorquelaconmovieraprofundamente,humanizándolaydándolelaposibilidaddesercomprensiva.¡PeroaúnteníatiempolapequeñaPearlparaesascosas!

—¡Ven, niña mía!—dijo Hester mirando a su alrededor desde el lugardondePearlhabíaestado iluminadapor la luzdel sol—.Nos sentaremosunpocomásallá,enelbosque,ydescansaremos.

—Yonoestoycansada,madre—replicólaniña—.Perotúpuedessentarteymecuentasuncuento.

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—¡Uncuento!—dijoHester—.¿Sobrequé?

—UncuentosobreelHombreNegro—contestóPearlcogiendoelvestidodesumadreymirandohaciaarribaconunaexpresiónentreansiosaypícara—.Cómodeambulaporelbosquellevandounlibro,unlibrograndeypesado,concerradurasdehierro;ycómoestehorribleHombreNegroofrecesulibroyunaplumaatodoslosqueencuentraaquí,entrelosárboles,paraescribirsusnombresenélconsupropiasangre.Yentonceséllosmarcaconsuselloenelpecho.¿TehasencontradotúalgunavezconelHombreNegro,madre?

—¿Quiéntecontóestahistoria,Pearl?—preguntósumadre,reconociendoenellaunasupersticiónmuycomúnenaquellostiempos.

—Laseñoraviejaqueestabasentadaenelrincónjuntoalachimeneaenlacasa donde velaste anoche—dijo la niña—. Pero ella creía que yo estabadormida cuando hablaba. Dijo que miles de personas se habían encontradoaquíconélysehabíaninscritoensulibro,yéllashabíamarcado.Yqueesaseñoramalhumorada,laseñoraHibbins,eraunadeellas.Y,madre,laseñoravieja dijo que la letra escarlata era lamarca que te había puesto elHombreNegro, y que brilla con un resplandor rojizo cuando te encuentras con él amedianoche aquí, en la oscuridad del bosque. ¿Es cierto, madre? ¿Sales aencontrarteconélporlasnoches?

—¿Tehasdespertadoalgunavezporlanocheyencontradoquetumadresehabíamarchado?

—No,querecuerde—dijolaniña—.Sitienesmiedodedejarmeencasa,podríasllevarmecontigo.¡Yoiríamuycontenta!Pero,madre,dímelodeunavez: ¿existe verdaderamente ese Hombre Negro? ¿Y te lo has encontradoalgunavez?¿Yeséstesusello?

—¿Medejarásfinalmenteenpaz,sitelodigo?—preguntósumadre.

—Sí,simelodicestodo—contestóPearl.

—UnavezenmividameencontréconelHombreNegro—dijosumadre—.Estaletraescarlataessusello.

Yasí,conversando,seinternaronsuficientementeporelbosquecomoparaasegurarsedequeningúntranseúntequecasualmentepasaraporelsenderodelbosquelaspudiesever.Ahísesentaronsobreunmontóndemusgoqueenelsigloanteriorhabíasidounpinogigantescocuyotroncoyraícesseocultabanenellugarmássombrío,ysucopasealzabaporencimadelosdemásárboles.Seinstalaronenunaquebrada,sobreunmontículocubiertodehojascaídasyaplastadas. Los árboles que se erguían en sus orillas dejaban caer grandesramasdetrechoentrecho;ramasqueconteníanlacorrientedelaguaformandoremansos profundos y oscuros en algunas partes, y pequeños canales de

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guijarrosyarenatostadayrelucienteenloslugarespordondefluíamásrauda.Dejandoquelavistasiguieraelcursodelarroyuelo,sedivisabanclarosdeluzreflejadosenelagua,adentrándoseunpocoporelbosque,peromuyprontoseperdíatodorastroenmediodellaberintodetroncosymalezasygrandesrocascubiertas de líquenes grises. Parecía ser la intención de todos estos árbolesgigantescos y rocas de granito que el curso del arroyuelo fuese secreto ymisterioso, temiendo quizá que su locuacidad incesante pudiese susurrarhistorias del corazón del viejo bosque de donde venía, o reflejar susrevelaciones en la pulida superficie de algún charco. Y, de veras,incesantemente, mientras fluía por su cauce, el arroyuelo no cesaba suparloteo,quieto,bondadoso,tranquilizador,perollenodemelancolía,comolavoz de un niño que pasa su infancia sin juegos y no sabe estar alegre entretristesparientesysombríossucesos.

—¡Oh, pequeño arroyo! ¡Oh, tonto y cansado arroyuelo! —gritó Pearl,luegodeescucharunratosucharla—.¿Porquéestástantriste?¡Anímate,notepaseseltiemposuspirandoymurmurando!

Mas la corta vida del arroyuelo había transcurrido entre los árboles delbosqueysusexperienciaserantangravesysolemnes,quenopodíaparardehablar de ellas, y parecía no tener nada más que decir. Pearl se parecía alarroyuelo, puesto que la corriente de su vida emanaba de una fuente tanmisteriosayhabía transcurrido enmediode escenas igualmente sombreadaspor profundas tristezas. Pero, contrariamente al pequeño curso de agua,bailabaycorríachispeanteyparloteabaalegrementeporsucamino.

—¿Quédiceesteriachuelotantriste,madre?—preguntó.

—Si tuvieras una pena propia, el arroyuelo podría hablarte de ella —contestósumadre—igualquemeestáhablandoamídelamía.Peroatiende,Pearl:oigopasosporelsenderoyelrumordealguienqueseparalasramasdesucamino.Querríaquetefuerasajugarporahíymedejarasamíhablarconelseñorquevieneacercándose.

—¿EselHombreNegro?—preguntóPearl.

—¿Quieres irte a jugar, niña? —repitió su madre—. Pero no te alejesdemasiadoenelbosqueyestáatentaparavenirencuantotellame.

—Sí, madre—contestó Pearl—. Pero, si es el Hombre Negro, ¿no medejarásunmomentoparapodermirarloconsugranlibrodebajodelbrazo?

—¡Vete, tontuela!—dijosumadreconimpaciencia—.¡NoeselHombreNegro!Mira,ahí,entrelosárboles:eselministro.

—¡Sí, es él!—dijo la niña—.Y tiene lamano puesta sobre el corazón.¿Seráporque,cuandoelpastorpusosunombreenellibro,elHombreNegro

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ledejóunamarcaallí?Pero¿porquénollevasumarcafuera,sobreelpecho,comolohacestú,madre?

—Vete ya, niña. Otro día me harás todas las bromas que quieras —exclamóHesterPrynne—.Perono tealejesdedondeoigaselmurmullodelarroyo.

Laniñasealejócantando,siguiendoelcursodelarroyueloy tratandodeentremezclar unamelodíamás liviana con aquellamelancólica voz. Pero elpequeño arroyo no se dejaba consolar, y siguió contando el ininteligiblesecreto de algomuy triste ymisterioso que había sucedido, o lamentándoseproféticamenteporalgoqueibaasucederdentrodellúgubrebosque.Demodoque Pearl, cuya pequeña vida ya era bastante sombría, decidió romper todarelaciónconelquejumbrosoarroyuelo.Sededicóentoncesacogervioletasyanémonassilvestres,ycolumbinasescarlatasqueencontróenlosresquiciosdeunarocamuyalta.

Cuando su niña-duende se alejó, Hester Prynne dio uno o dos pasos endirecciónalsenderoquecruzabaelbosque,permaneciendosiempredentrodela profunda sombra de los árboles. Vio al pastor avanzando por el camino,completamente solo y apoyándose en una vara que arrancó del borde delcamino.Estabapálidoydemacrado,yconunaspectodepostraciónnerviosaque nunca demostraba en sus caminatas por el pueblo ni en ningún otromomentoenque lopudieranver.Aquí,enel inmensoaislamientoysoledaddelbosque,erapenosamenteevidente,pues,ensímisma,estasoledaderayauna pesada prueba para el espíritu. Sumanera de caminar era tan lenta, tanimpregnadadeunapenosaapatía,queparecíanopoderdarunpasomás,niencontrarmotivoparahacerlo,sinoque,porelcontrario,sehabríaalegradodepoderecharsealasombradelárbolmáscercanoyallíquedarseparasiempre.Lashojasdelosárboleslocubriríanylatierraseamontonaríagradualmenteformandounpequeñomontículosobresupersonasinpreocuparsedesiteníavidaono.Lamuerteeraalgodemasiadodefinitivoparaserdeseadaeinclusoevitada.

Ante los ojos deHester, el reverendoArthurDimmesdale no presentabasíntomas de sufrimientos positivos y agudos, excepto que, como habíaobservadolapequeñaPearl,teníaunamanocolocadasobreelcorazón.

XVII.ELPASTORYSUFELIGRESA

Lentamente, como acostumbraba caminar el pastor, casi pasó de largoantesdequeHesterPrynnelograraelevarlavozparallamarsuatención.Por

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finloconsiguió.

—¡ArthurDimmesdale!—dijo,quedamentealprincipioyluegomásalto,peroconvozmásronca—.¡ArthurDimmesdale!

—¿Quiénhabla?—preguntóelclérigo.

Componiéndoserápidamente,seirguiócomounhombresorprendidoenelmomento en que menos querría tener testigos. Dirigiendo sus ojosansiosamenteendirecciónde lavoz,percibióvagamenteunaformabajo losárboles, vestida con ropajes tan sombríos, que tan poco se destacaban de latenue luminosidad del cielo nublado y el espeso follaje que oscurecía elmediodía,quenopudodarsecuentadesieraunamujerounasombra.Podríaserqueporelcaminodesuvidarondasesiempreunespectroqueescapabaasuspensamientos.

Seadelantóunospasosydescubriólaletraescarlata.

—¡Hester!¡HesterPrynne!—dijoél—.¿Erestú?¿Túmisma,viva?

—¡Así es! —contestó ella—. Si cuento estos últimos siete años comovividos.Ytú,ArthurDimmesdale,¿vivestodavía?

Noerararoquesepreguntaranelunoalotrosobresuexistenciapresenteycorpórea, y que dudasen de la propia. Era tan extraño este encuentro en laespesuradelbosquecomoelprimerencuentrodedosespíritusquehubiesenestadoligadosensuvidaanterior,peroqueahoratemblarantemerososelunodelotroensuprimerencuentromásalládela tumba;comosinoestuviesenaún familiarizados con su nuevo estado ni deseasen relacionarse con otrosseres incorpóreos. Tan fantasma el uno como el otro, y amedrentándosemutuamente.Estabantambiénasustadosdesímismosporquelacrisispresenteles devolvía su plena conciencia, revelando a cada corazón su historia yexperienciacomojamáslohacelavida,exceptoenépocasdegrandesaliento.Elalmasevioreflejadaenelespejodelmomentopresente.Temerosamente,casi temblandoycomosifueraporunalentaydesganadanecesidad,ArthurDimmesdaleadelantósumano,heladacomolamuerte,ytocólaheladamanode Hester Prynne. Aquel contacto, por más frío que fuera, despejó lamelancolía del encuentro. Se sentían ellos mismos ahora, o, por lo menos,habitantesdelamismaesfera.

Sinhablarniunapalabramás,sinllevarladelanteraniunoniotro,comoconunconsentimientoinexpresado,seinternarondenuevoenlassombrasdelbosquededondehabíasalidoHester,ysesentaronsobreelmontóndemusgodonde antes estuvieran ella y Pearl. Cuando encontraron su voz, pudieronhablar. Al principio fue sólo para hacerse las observaciones y preguntaspropias de dos amigos cualesquiera sobre el cielo nublado, la tormenta queamenazaba y, luego, sobre la salud de cada uno. De este modo fueron

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abordando,noabiertamente,sinopasoapaso,lostemasquepesabanconmásfuerza sobre sus corazones. Estaban tan alejados por el destino y lascircunstancias,quenecesitabanalgoleveycasualparairdelanteyabrirdeparenparlaspuertasdelacomunicación.

Alcabodeunrato,elministrofijósusojosenlosdeHesterPrynne.

—Hester—dijoél—,¿hasencontradopaz?

—¿Lahasencontradotú?—preguntóella.

—¡Ninguna! Nada, sólo desesperación —contestó él—. ¿Qué otra cosapodíaesperar,siendoloquesoyyllevandolavidaquellevo?Sifueraunateo,unhombresinconciencia,undesalmadoconinstintostoscosybrutales,puedequehubieseencontradopazhacemuchotiempo.Másaún,nolahabríaperdidonunca.Pero,enelestadoenqueestán las facultadesdemialma, lasbuenascualidades que pudiese tener, los dones divinos más escogidos, todo, todo,sólo sirve para atormentarmemás ymás. ¡Soy profundamente desgraciado,Hester!

—Lagentetevenera—dijoHester—.Ylaverdadesquetedesvelasportucongregación.¿Noteproduceesoningúnalivio?¿Noteconsuela?

—¡Me hace sufrir más, Hester! ¡Muchomás!—contestó el clérigo, conuna amarga sonrisa—.En lo que respecta al bienque aparentopracticar, notengoningunafeenél.Estodofalsedad.Tienequeserlo;porque¿quépuedehacer un alma perdida como la mía para redimir otras almas? ¿Qué puedehacerunalmapodridacomolamíaparalograrsupurificación?Y,encuantoalaveneraciónde la gente,másmevaldría que sevolvieraodioydesprecio.¿Crees que puede ser un consuelo subir al púlpito y recibir las miradas detantosojos fijosenmirostrocomosi irradiarauna luzcelestial?,¿veramisfeligreseshambrientosdeverdadyescuchandomispalabrascomosilalenguapentecostalestuvierahablando?,¿verdentrodemímismo laoscura realidaddeloqueellosadoran?Mehereídoconelcorazónllenodeamarguraydolor,delcontrasteentreloquesoyyloqueaparentoser.¡YSatanástambiénseríe!

—Eres injusto contigo mismo —dijo Hester, suavemente—. Te hasarrepentido profunda y dolorosamente. Tu pecado quedó atrás hace muchomuchotiempo.Tuvidapresentenoesmenossantadeloqueparece.¿Novale,acaso,lapenitenciaatestiguadayselladaportantasbuenasobras?Yeso,¿porquénohabríadedartepaz?

—¡No,Hester,no!—contestóelclérigo—.Mipenitencianotienesolidezninguna.Esfríaymuerta,ynopuedeayudarmeennada.¡Esverdadqueyahehecho bastante penitencia! Pero no he logrado verdadero arrepentimiento.Puesdelocontrarioyahabríadescartadohacemuchotiempoestasvestidurasdefalsavirtudymehabríamostradoanteelmundocomomeveráneneldía

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deljuiciofinal.¡Feliztú,Hester,quellevasla letraescarlatasobretupecho!Lamíamequemaensecreto.¡Nopuedesimaginarteelalivioqueesparamí,luego de siete años de mentira, mirar unos ojos que saben lo que soy! ¡Situviera un solo confidente, aunque fuera mi peor enemigo, a quien acudircuandomesientohastiadodelasalabanzasdelosdemáshombres,ysentirelaliviodequeme reconozcanpor loquesoy:elmásvil entre lospecadores!Creoqueentoncesmialmapodríasobrevivir.Aunquesólo fueraunmínimodeverdad,podríasalvarme.¡Ahora,encambio,todoesfalsedad,todovacío,todomuerte!

HesterPrynne fijó sumiradaenel rostrodelpastor,peronoseatrevióahablar. Sin embargo, al dar rienda suelta a sus emociones por tanto tiempocontroladas, y con tal vehemencia, sus palabras le brindaron una estupendaoportunidadparainterpretarloquequeríadecirle.Sesobrepusoasustemoresyhabló.

—¡Laamistadquetantodeseas—dijoella—,conquienllorartuspecados,latienesenmí,tucómplice!—Dudónuevamente,peroporfinpronunciólaspalabras con gran esfuerzo—. ¡En cuanto al enemigo, hace tiempo que lotienes,yvivesconélbajoelmismotecho!

El pastor se incorporó de un salto, acezando, y oprimiéndose el corazóncomosiquisieraarrancárselodelpecho.

—¿Qué dices? —gritó—. ¡Un enemigo! ¡Un enemigo bajo mi propiotecho!¿Quéquieresdecir?

Hester Prynne se dio cuenta entonces de la profunda afrenta que habíahechoaestehombrepermitiéndolepermanecerdurantetantosaños,yaunquehubieransidosólounosmomentos,amerceddealguiencuyospropósitoseranobviamente maléficos. La mera proximidad de su enemigo, bajo cualquiermáscaratraslacualseescondiera,bastabaparaperturbarlaesferamagnéticadeunsertansensiblecomoArthurDimmesdale.Enuntiempo,Hesternosedio cuenta de esta situación; o quizá, dentro del aislamiento de su propioproblemadejóqueelclérigosobrellevara loqueaella leparecíaundestinomástolerable.Peroúltimamente,desdelanochedesuvigilia,sussentimientosde compasión hacia él se habían dulcificado y revitalizado. Ahora se dabamejorcuentadeloquepasabaensucorazón.Yanolecabíadudaalgunadeque la continuapresenciadeRogerChillingworth, ese secretovenenode sumaldad,infectabatodoelaireconsupresencia,autorizadaporsucondicióndemédico de losmales tanto físicos comomorales del pastor. Sin duda, estasocasionesfueronempleadasparallevaracabocruelespropósitos.Pormediodeellos,laconcienciadelpacientesehabíamantenidoenestadodeirritaciónconstante, dirigida no a sanar por medio del dolor edificante, sino adesorganizarycorrompersubienestarespiritual.Suresultadoen la tierrano

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podíasermásquelalocura,yenelmásallálaeternaalienacióndelBienylaVerdad,deloquelalocuraesquizásuexpresiónterrenal.Éstaeralaruinaquehabía ocasionado a este hombre, antes y (¿por qué no hablar francamente?)aúnahoratanapasionadamenteamado.Hestersintióqueelsacrificiodelbuennombre del clérigo y la muerte misma, como ya había dicho a RogerChillingworth,habríansidoinfinitamentepreferiblesalaalternativaquehabíaescogido.Yahora,envezdeverseobligadaaconfesarunaofensatanterrible,habríamilvecespreferidorecostarsesobrelashojasdelosárbolesdelbosqueesparcidasporelsueloymorirallí,alospiesdeArthurDimmesdale.

—¡Oh,Arthur—exclamóHester—,perdóname!¡Hetratadodeserlealyno mentir en todo lo demás! La verdad era la única virtud a la que podíaaferrarmeya laquemeaferréen todas lascircunstanciasextremas;exceptocuandotubienestar,tuvida,tureputaciónestabanenjuego.Entoncesconsentíen el engaño. Pero la mentira nunca está bien aunque sea con amenaza demuerte.¿Novesloquequierodecirte?Eseanciano,elmédico,alcualllamanRogerChillingworth…¡eramimarido!

Elpastor lamiróunos instantescon toda laviolenciadeunapasiónque,entremezclada, en diversas formas, con sus cualidades más elevadas, máspuras ymás suaves, era, en efecto, la parte de su persona que reclamaba eldemonioypormediode lacual tratabadevenceral resto.Nunca seviounceñomás adustonimás fieroy lúgubre.Mientrasduró, sólounos instantes,fue como una transfiguración terrible. Pero su carácter se había debilitadotantoconelsufrimiento,quesusenergíaseranincapacesdemantenermásqueun esfuerzo leve y de corta duración. Se desplomó en la tierra y hundió surostroentrelasmanos.

—¡Debí haberlo adivinado!—murmuró—. ¡Lo sabía! ¿Acaso no se merevelóelsecretoenelinstintivorechazodemicorazónlaprimeravezqueloviy,desdeentonces,cadavezqueloveo?¿Cómonocomprendí?¡Oh,HesterPrynne!,¿notedascuentadelhorrordetodoesto?¿Ylavergüenza,lafaltadepudor,elespantodedesnudaruncorazónenfermoyculpableantelosojosquedisfrutan dichosos de ese espectáculo? ¡Mujer, tú eres responsable de todoesto!¡Nopuedoperdonarte!

—¡Tienesqueperdonarme!—gritóHester cayendo sobre lashojas secasjuntoaél—.DejaqueDioscastigue.¡Túperdonarás!

Conunaternuraintempestivaydesesperada,echósusbrazosalrededordeél oprimiéndole la cabeza contra su pecho, importándole muy poco que sumejillaseapoyaseenla letraescarlata.Elpastor tratóenvanodezafarsedelosbrazosque losujetaban.Hesterno lodejabapormiedodeque lamiraracondureza.Todoelmundolahabíamiradoseveramente:durantesietelargosaños, esta pobre mujer solitaria había sido objeto de las miradas duras y

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severasdesussemejantes,ysiempresoportótodosinbajarsurostro,firmeytriste.Elcielolahabíamiradotambiénconseveridadyellanomurió.Perolaseveridad de este pobre hombre pálido, débil, pecador y agobiado por laspenaseraloqueHesternopodíasoportarsindejardevivir.

—¿Me perdonarás? Perdóname, te lo pido —repetía una y otra vez—.¿Dejarásdemirarmeasí?¿Meperdonarás?

—Sí, te perdono, Hester—contestó el clérigo, finalmente, con un gransuspirosalidodelabismodeundolorprofundoysinira—.Túyyonosomoslos pecadoresmás grandes delmundo. ¡Hay por lomenos uno peor que elsacerdote impuro! La venganza del anciano ha sido más negra aún que mipecado.Élviolóasangrefríaelsagradosecretodeuncorazónhumano.Túyyo,Hester,nuncahicimosalgosemejante.

—¡Nunca, nunca! —susurró ella—. Lo que hicimos tenía su propiaconsagración. ¡Así lo sentimos! ¡Nos lo dijimos el uno al otro! ¿Lo hasolvidadoacaso?

—¡Calla, Hester! —dijo Arthur Dimmesdale, levantándose del suelo—.No;noloheolvidado.

Sesentaronnuevamente,muyjuntos,conlasmanosentrelazadas,sobreeltronco musgoso de un árbol caído. Jamás les había deparado la vida unmomento tanmelancólico; era el punto hacia donde los llevaban sus pasosdesdehacíamuchotiempo,caminandoporunsenderocadavezmásoscuro.Y,sinembargo,estabaimpregnadodemagiayunencantotal,quelosforzabaademorarse un momento, y otro, y luego otro más. El bosque estaba muyoscuro alrededor de ellos y gemía ante una ráfaga que lo atravesaba. Laspesadas ramas semecían pesadamente sobre sus cabezas,mientras un viejoárbolsolemnecrujíacontristezacomosilecontaseaotroladolorosahistoriadelaparejaopronosticasenuevasdesgraciasparaelporvenir.

Seguíansinmoverse. ¡Qué lúgubreseveíaelsenderoque los llevaríadenuevoalpoblado,dondeHestervolveríaacargarconelpesodesuignominiayelsacerdoteseguiríaviviendolaburladesufamaintachable!Esperaronunmomento. Jamás un dorado rayo de sol les había sido tan precioso como laoscuridaddeestelúgubrebosque.Aquí,observadasóloporlosojosdeél,laletra escarlata no quemaba el pecho de lamujer caída.Y aquí sólo ante losojosdeHester,ArthurDimmesdale,falsoanteDiosyloshombres,podíaserporunosinstantesélmismo.

Depronto,visiblementealarmado, leconfióunpensamientoqueacababadeocurrírsele.

—Hester —gritó—, me acabo de dar cuenta de algo terrible. RogerChillingworthestáenteradodetupropósitoderevelarsuverdaderaidentidad.

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¿Seguiráentoncesconservandonuestrosecreto?¿Quédireccióntomaráahorasuvenganza?

—Tiene un carácter extrañamente discreto y reservado—replicó Hesterpensativa—. Se le ha ido desarrollando con las prácticas secretas de suvenganza. No creo posible que revele el secreto. Buscará sin duda otrosmediosparasaciarsupasión.

—¿Yyo?¿Cómovoyaseguirviviendobajoelmismotechoyrespirandoelmismoairequerespiramimortalenemigo?—exclamóArthurDimmesdale,encogiéndoseypresionandounamanosobresucorazón,conungestoqueeraahora completamente natural en él—.Piensa pormí,Hester.Tú eres fuerte.Decidetúpormí.

—No debes seguir viviendo en la misma casa que ese hombre —dijoHester tranquilamente pero con firmeza—. ¡Tu corazón no debe seguirexpuestoasuspérfidasmiradas!

—¡Seríaparamípeorque lamuerte!—replicóelclérigo—.Pero¿cómoevitarlo? ¿Qué puedo hacer? ¿Recostarme nuevamente sobre estas hojasmarchitas, dondeme desplomé cuandome dijiste quién era? ¿Hundirme enellasparamorirahoramismo?

—¡Qué desgracia tan atroz ha caído sobre ti!—dijoHester con los ojosllenosdelágrimas—.Tedejarásmorirportupropiadebilidad.¡Noexisteotromotivo!

—EljuiciodeDiospesasobremí—contestóelsacerdote,agobiadoporelpesodesuconciencia—.Esdemasiadoparaquepuedalucharcontraél.

—Elcielotendríamisericordiadenosotros—agregóHester—,sitansólotuvieraslafuerzaprecisaparapoderaprovecharla.

—¡Tútienesqueserfuertepormí!—contestóél—.Aconséjamequédebohacer.

—¿Acasoeselmundotanpequeño?—exclamóHesterPrynnefijandosusprofundos ojos en los del pastor y ejerciendo instintivamente un podermagnético sobre aquel espíritu tan destrozado y sumiso que apenas podíamantenerseenpie—.¿Acasoterminaeluniversoenloslímitesdelpueblo,quehastahacemuypoconoeramásqueundesiertosalpicadodehojasmarchitas,tansolitariocomoelbosquequenosrodea?¿Haciadóndellevaaquelrústicosendero?¿Devueltahaciaelpoblado,dicestú?Sí.¡Perotambiénmásallá!Seinterna más y más profundamente en la espesura, cada vez menos visible;hastaque,aalgunasmillasdeaquí,lashojasamarillasnomostraránsiquieravestigiosdelpasodeloshombresblancos.¡Allíereslibre!¡Uncortoviajetellevaría,desdeunmundodondehassidotandesgraciado,hastaotrodondeaún

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puedesserfeliz!¿NohayacasosombrasuficienteenestebosqueinfinitoparaocultartucorazóndelasmiradasdeRogerChillingworth?

—Sí,Hester,¡perosólobajolashojascaídas!—replicóelclérigoconunasonrisallenadetristeza.

—¡Existe tambiénelanchocaminodelmar!—continuóHester—.Porélviniste.Y,sitúquieres,tellevarádevuelta.Ennuestratierranatal,yaseaenuna remota aldea rural o en el extenso Londres, y con toda seguridad enAlemania,enFranciaoenlaencantadoraItalia,estaríasfueradelalcancedesupodery su conocimiento. ¡Yqué tienes túquever con estoshombresdehierro,consusopinionesyjuicios!Hacedemasiadotiempoquetienencomorehénlomejordetimismo.

—¡Nopuedeser!—contestóelclérigo,escuchándolahablarcomosiselepropusierarealizarunsueño—.Nopuedoirme.Desgraciadoypecadorcomosoy, no he tenido otro pensamiento que arrastrarmi existencia terrena en laesfera dondeme colocó laProvidencia. ¡Perdida como estámi propia alma,puedeaúnhacermuchoporotrasalmas!Nomeatrevoaabandonarmipuesto,apesardeseruncentinelainfielcuyarecompensaserácontodaseguridadlamuerteyeldeshonorcuandomipenosaguardiahayaconcluido.

—Te sientes aplastado por el peso de estos siete años de penurias —contestóHester,decididaalevantarleelánimoconelvigordesupropiafuerza—.Perodejarástodotrasdeti.Nadaestorbarátuspasosmientrascaminesporelsenderodelbosque;nitampococargaráconesepesoelbarco,siprefierescruzarelmar.¡Dejaestedesastreyestadesgraciaaquídondesucedió!¡Noteenredesmásconella!¡Empiezatododenuevo!¿Acasohasagotadotodaslasposibilidadesconestaúnicaprueba?¡Nopuedeser!Elfuturoestállenoaúndepenas y alegrías. ¡La felicidad es posible! ¡Se puede hacer mucho bien!Cambiaestafalsavidatuyaporunaverdadera.Sé,situespírituteimpulsaatalempresa,elmaestroyelapóstoldelospielesrojas.O,másdeacuerdocontu naturaleza, sé un estudioso, un letrado entre los sabios más famosos delmundo civilizado. ¡Predica! ¡Escribe! ¡Haz algo! ¡Haz lo que sea, exceptodejartemorir!AbandonaelnombredeArthurDimmesdaleyadoptaotro,unomuy alto, que puedas llevar sin miedo ni vergüenza. ¿Por qué tienes quecontinuar,aunqueseaunsolodía,sufriendolostormentosquehanconsumidotuvida?¿Tantotehandebilitado,queyanopuedeshacernada,quenotendrásfuerzassiquieraparaarrepentirte?¡Anda,levántateymuévete!

—¡Oh,Hester!—gritóArthurDimmesdale, en cuyos ojos ardió una luzencendidaporelentusiasmo,brillóyluegoseapagó—.¡Hablasdecorrerunacarreraaunhombrecuyasrodillastambaleandedebilidad!Debomoriraquí.Nomequedanyafuerzasnivalorparaaventurarmesoloenelamplio,extrañoydifícilmundo.

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Fue la última expresión de abatimiento de su espíritu quebrantado. Notenía energías suficientes para agarrar la posibilidad de una vidamejor queparecíaestaralalcancedesumano.

Repitiólapalabra:

—¿Solo,Hester?

—¡Noestarássolo!—contestóella,conunhondosuspiro.

¡Todohabíasidodicho!

XVIII.UNRAYODELUZ

ArthurDimmesdaleobservabaelrostrodeHesterconunamiradallenadealegríayunaespeciedepavoranteelatrevimientoconquehabíadicholoqueélapenasseatrevióainsinuar,jamásapronunciar.

PeroHesterPrynneteníaunainteligenciamuyágilyvaliente,lacual,porhaberestadotantotiemponosóloalejadasinofueradelaleydelasociedad,se había acostumbrado a planear por alturas desconocidas para el clérigo.Deambulaba, sin reglas, ni guías, ni directrices, por un desierto moral tanvasto, tan intrincado y sombrío como el bosque salvaje en cuya penumbramantenían este coloquio que había de decidir el destino de ambos. Suinteligencia y su corazón moraban, por así decirlo, en descampados ydesiertos, donde erraban con la misma libertad que un indio salvaje por elbosque.Durantemuchosañosobservódesdeesteapartadopuntodevistalasinstitucioneshumanasytodoloquetantoloslegisladorescomolossacerdoteshabíandictaminado, criticándolo todo, casi con lamisma faltade reverenciaquesentiríaunindioporelhábitosacerdotal,latoga,lapicota,lasgaleras,elfuego hogareño o la iglesia. Las circunstancias de su suerte y su destino leotorgaron una libertad inusitada. La letra escarlata fue su pasaporte haciaregiones donde otras mujeres no se atrevían a viajar. ¡La vergüenza, ladesesperaciónylasoledad!Éstasfueronsusmaestras,severasyatrevidas,ylehabían dado temple y fortaleza, aunque mucho de lo que le enseñaron eraequivocado.

Elclérigo,porotro lado,nohabía tenido jamásexperienciasquehabríanpodidollevarlomásalládelasfronterasdelasleyesestablecidas;aunque,porunasolavez,atropellósinmiedounadelasmássagradas.Peroéstehabíasidounpecadodepasión,nodeprincipios,ni siquierade intención.Desdeaquelterriblemomento,cuidóconcelomorbosoyexageradonosólosusactos—ésoseranfácilesdecontrolar—,sinocadasoplodeemociónycadaunodesuspensamientos. En su puesto a la cabeza de la escala social que en aquellos

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tiempos correspondía al clero, estaba más trabado por sus reglas, susprincipios e incluso sus prejuicios. Como sacerdote, la estructura de suinvestidura, inevitablemente, lo ataba. Como hombre que pecó una vez,conservó siempre viva y dolorosamente sensible esa irritación constante deunaheridamalcuradaquelocolocabaenunaposiciónmássegura,detrásdelalíneademarcadoradelavirtud,quesinuncahubiesepecado.

Así, por lo que respecta a Hester Prynne, parecía que los siete años deilegalidad e ignominia que pasó fuera de la ley fueron poco más quepreparatorios para aquella hora. ¡PeroArthurDimmesdale…! Si un hombreasí cayese nuevamente, ¿qué podría alegarse como paliativo de su crimen?Nada;amenosquepudieraaducirseensufavorqueestabaquebrantadoporunlargoyprofundosufrimiento;quesumenteestabaofuscadayconfundidaporelmismoremordimientoqueloacosaba;que,entrehuircomouncriminalconfesoyquedarsecomounhipócrita,asuconciencialecostaríaencontrarelequilibrio, optar por una de las dos posiciones; que era humano evitar elpeligro demuerte y la difamación, y lasmaquinaciones inescrutables de unenemigo; que, finalmente, apareciera ante este pobre peregrino un atisbo desimpatía en su triste y solitario camino, la posibilidad de una vida nuevaauténtica y sin falsedades, a cambio del pesado castigo en que se habíaconvertido su vida en expiación de su culpa. Y la dura verdad es que lashuellasquelaculpadejaenlasalmasnosepuedenrepararenestemundo.Sepuedetenermuchocuidadoyvigilarcelosamenteparaqueelenemigonoseintroduzca nuevamente en la ciudadela, e incluso hacer que, al atacarnuevamente, escoja otros medios que los que le dieron antes tan buenresultado.Peroallíestáaúnlamurallaenruinas,y,cercadeella,elsolapadopasodelenemigoqueaspiranuevamentearepetirsustriunfos.

Esinútildescribir la luchaquese llevóacaboensuespíritu.Bastedecirqueelclérigodecidióhuir,ynosolo,sinoacompañado.

«Si, durante estos siete años —pensó—, pudiera yo recordar un soloinstante de paz y esperanza, seguiría resistiendo gracias a la misericordiadivina. Pero ahora, ya que estoy condenado irrevocablemente, ¿por qué noaprovecharelconsueloqueesconcedidoalcondenadoantesdesuejecución?O, si fuese éste el camino hacia una vida mejor, como Hester trata deconvencerme, ciertamente no dejo ninguna perspectiva mejor al intentarlo.Tampoco puedo seguir viviendo sin su compañía; es tan fuerte parasostenermeyapoyarme,tantiernaparaconsolarme…¡Oh,Tú,aquiennomeatrevoaalzarlosojos!,¡oh,Tú!,¿meperdonarásalgúndía?».

—¡Irás!—dijoHesterconcalma,alencontrarseconlamiradadesusojos.

Unavez tomada la decisión, su pecho se encendió conun resplandor deextrañaalegría.Eraelestímulovigorizantequesienteelprisioneroqueacaba

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deescapardelcalabozodesupropiocorazón,alrespirarlaatmósferalibredelas regiones no redimidas, sin leyes ni religión. Su espíritu se elevósúbitamente,alcanzandounaperspectivadelcielomásclaraquelalogradaportodas las penurias que lo tenían arrastrándose por los suelos. Al ser untemperamento profundamente religioso, sus sensaciones estabaninevitablementemarcadasporunexaltadofervor.

—¿Es posible que sienta de nuevo alegría? —gritó, asombrado de símismo—. ¡Creí que ya no podía, que había muerto dentro de mí todaposibilidad!¡Oh,Hester,túeresmiángelbueno!Sientoqueaquícaíenfermo,manchado de pecados, aplastado por el dolor, aquí, sobre estas hojas delbosque,yquemeincorporocomonuevoyconnuevasfuerzasparaglorificaraAquelqueha sidomisericordiosoconnosotros. ¡Ésta esyaunavidamejor!¿Porquénolabuscamosantes?

—No miremos hacia atrás —contestó Hester Prynne—. ¡El pasado hadesaparecido! ¿Para qué detenernos recordándolo ahora? ¡Mira! Con estesímbololodestruyotodo,yloconviertoenloquenuncafue.

Al decir esto, se quitó el broche que sujetaba la letra escarlata y,arrancándoladesupecho,laarrojólejos,enmediodelashojasmarchitas.Elmísticosímbolocayóaorillasdelarroyuelo.Unpocomásyhabríacaídoenelagua, cargando al pequeño torrente con otra pena más para llevar consigo,ademásde la ininteligiblehistoriaque seguíamusitandoa supaso.Peroallíestabalaletrabordada,brillandocomounajoyaperdidaquerecogeasupasoalgúndesafortunadocaminante,quedesdeentonces se sienteperseguidoporextrañosfantasmasdeculpa,tristezasdelcorazónydesgraciassinfin.

Alverseliberadadelestigma,Hesterdiounprofundosuspiroquealejódesuespírituelpesodelaangustiaylavergüenza.¡Quéaliviotanmaravilloso!¡Nosehabíadadocuentadesuverdaderopesohastaquesesintiólibredeél!Y, dejándose llevar por un nuevo impulso, se quitó la toca que sujetaba suscabellos,loscualescayeronpesadosyoscurossobresushombros,manchadosde luz y sombra, y dotando a sus facciones de una luz suave y seductora.Alrededor de su boca y sus ojos jugueteaba una sonrisa radiante y llena deternura que parecía brotar de las entrañas mismas de su femineidad. Susmejillas,siempretanpálidas,estabanahorateñidasporunarrebolcarmesí.Susexo,su juventudy lafuerzadesubellezaretornarondeloqueloshombresllamanelpasadoirrevocable,paraincrustarse,juntoconsusanhelosdemujeryunaalegríaantesdesconocida,dentrodelcírculomágicodeaquellahora.Y,comosi laoscuridadymelancolíadelcieloy la tierranohubieransidomásqueel reflejodeestoscorazoneshumanos,desapareció juntocon suspenas.Súbitamente,comosideprontoelcielosonriese,salióelsol, inundandoconsuluzelbosqueoscuro,alegrandoelverdedelashojas,convirtiendoenoroelamarillomarchito y haciendo relucir los troncos grises de los viejos árboles

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solemnes.Todoloqueantesproyectarasombrasahoraemanaba luz.Elpasodel pequeño arroyuelo podía distinguirse por su alegre resplandor,internándose en el corazón misterioso del bosque, convertido ahora en unmisteriodealegría.

Talera lacompenetraciónde lanaturaleza—aquellanaturalezasalvajeypagana del bosque, jamás subyugada por ley humana, ni iluminada porelevadasverdades—conlafelicidaddeestosdosseres.Elamor,yaseareciénnacido o recién despertado de un adormecimiento parecido a la muerte,siempre produce rayos de sol, llenando los corazones humanos de talresplandor, que acaba desbordándose sobre el mundo exterior. Así pues,aunqueelbosquehubiesepermanecidoen tinieblas, estaría igualmente llenoderayosdeluzantelosojosdeHesterydeArthurDimmesdale.

Hesterlomiróconlaemocióndeunanuevaalegría.

—¡Tienes que conocer a Pearl!—dijo—. ¡Nuestra pequeña Pearl! Tú lahas visto ya, sí, lo sé, pero ahora la verás con otros ojos. Es una niñamuyextraña; casi no puedo entenderla. Pero tú la querrás entrañablemente, igualqueyo,ymeaconsejarássobrecómodebotratarla.

—¿Túcreesque laniñasealegrarádeconocerme?—preguntóelpastor,algo inquieto—. Generalmente, huyo de los niños, porque ellos siempre semuestran incómodosenmipresencia, comodesconfiados. ¡He tenidomiedoinclusodelapequeñaPearl!

—¡Ay! ¡Eso es muy triste! —contestó la madre—. Pero te querrátiernamente,ytúaella.Noestámuylejos.Lallamaré.¡Pearl!¡Pearl!

—Veoalaniña—dijoelpastor—.Porallíestá,bañadaporunrayodesol,bastantelejos,alotroladodelarroyo.Asípues,¿creesquelaniñamequerrá?

Hester sonrió nuevamente a Pearl, que estaba a cierta distancia, dondehabíadichoelclérigo,comounavisión luminosaenel rayode solquecaíasobreellaa travésdeunarcoderamas.Elrayoseagitabadeunladoaotroocultando o haciendo resaltar su figura,mostrándola de pronto con aspectohumanoydeprontocomounespíritu,bajolasoscilacionesdelaluz.Oyólavozdesumadreyseacercócaminandolentamenteentrelosárboles.

Pearlnosehabíaaburridomientrassumadreconversabaconelclérigo.Elgranbosquenegro—severoysolemneantelosquetraíanlasculpasypenasdeestemundoa su seno—fuepara la solitarianiñaelmejorcompañerodejuegos.Sombríocomoera,sepusosusmejoresgalaspararecibirla.Leofrecióencarnadasmoras,retoñosdelpasadootoñoquesólomaduranenlaprimaverayqueahoralucíancomohúmedasgotasdesangresobrelashojasmarchitas.Pearl cogió unas cuantas y disfrutó de su extraño sabor. Los pequeñosresidentesde laflorestanisemolestabanencederleelpaso.Unaperdizcon

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susdiezpolluelos,queselahabíaenfrentado,luegosearrepintió,claqueandoparareconfortarasuscríasyquenotuviesenmiedo.Unpichón,posadosobreuna rama muy alta, permitió que Pearl se le pusiera debajo, emitiendo unsonidoque tantopodíaserunsaludocomoun toquedealarma.Unaardilla,desde la cumbrede su casa sobreun árbol, animadamente enfadadaoquizácontenta —pues las ardillas son unos pequeños personajes tan burlones ymalhumorados que es difícil distinguir sus estados de ánimo—, parloteandocon la niña, le tiró una nuez a la cabeza. Era una nuez del año anterior, yaroída por sus agudos dientecillos.Un zorro, despertando de su siesta por elleverumordelospasosdePearl,miróalaniñaconcuriosidad,comodudandosobresiseríamejorescabullirseorenovarsusiestaenelmismolugar.Sedicetambiénqueunlobo—peroaquílahistoriaresultaimprobable—seacercóaPearly leolfateó losvestidos,ofreciendosufieracabezaa lascariciasde laniña.Entodocaso,pareceserverdadquelamadrenaturalezaylosanimalitossalvajesqueallímoransereconocíanafinesalaindómitaniña.

Y era aquí más suave y gentil que en las calles bordeadas de pasto delpoblado,oqueen lacabañadesumadre.Las floresparecíansaberlo;unayotra, todas, decían a su paso: «¡Adórnate conmigo, hermosa niña, adórnateconmigo!».Y,paraagradarlas,Pearlcogíavioletas,anémonas,columbinasyalgunasramitasdelverdemásfrescoquelosviejosárbolesponíanasupaso,contodolocualdecorósucabelloysupequeñacintura,yseconvirtióenunaninfa infantil o una pequeña dríada, o cualquier otro ser en armonía con elviejobosque.AsíseencontrabaataviadaPearlcuandooyólavozdesumadre,ylentamenteregresóhaciaella.

Lohizolentamenteporquevioalclérigo.

XIX.LANIÑAJUNTOALARROYO

—La querrás mucho —repitió Hester Prynne, mientras observaba a lapequeñaPearl sentada junto al clérigo—. ¿No te parece hermosa?Mira concuántoartesehaadornadoconesassencillasflores.Aunquehubierarecogidoperlas,diamantesyrubíesenelbosque,nolesentaríantanbien.Esunaniñapreciosa.Perosémuybiendequiénessufrente…

—¿Losabes,Hester?—dijoArthurDimmesdaleconunasonrisatemerosa—.¿Sabesqueestaniña,siemprebrincandoatulado,mepreocupabamucho?Deprontopensabaalarmado(¡oh,Hester,quépensamientotanhorrible,yquéhorribletenerlo!)quemispropiasfaccionessereflejabanenparteensurostro,ydemaneratanclaraquenadiepodíadejardeadvertirlo.Peroenrealidadseparecemásati.

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—No;más, no—contestó lamadre con una tierna sonrisa—.Espera unpocoyyanonecesitaremostenermiedodedecirdequiéneshija.¡Peroquébellaseveconesasfloressilvestresenelcabello!EscomosiunadelashadasquedejamosatrásennuestraqueridaInglaterralahubieravestidoyadornadoparavenirabuscarnos.

Con una sensación que nunca había experimentado ninguno de los dos,permanecieronsentados,observandocómolaniñaavanzabalentamentehaciaellos.Eraevidenteenellael lazoquelosunía.Anteelmundosepresentabacomo un jeroglífico vivo, capaz de revelar el secreto que tan celosamentetrataban de ocultar, claramente expresado en aquel símbolo, abiertamentemanifiestoenél.¡Habríahabidoquizáalgúnmagooprofetasuficientementehábil para leer aquellas letrasde fuego!Pearl era la sumade esosdos sereshechosuno.Seacualesfuerenlasdesgraciaspasadas,¿cómopodíandudardequeelfuturouniríasusexistenciasterrenas,cuandoveíanantesíreunidaslaunidadmaterialylaideaespiritual,dondeseencontrabanyenlaqueviviríaneternamente?Pensamientoscomoéste,yquizáotrosquenoqueríanreconocero definir, los rodeaban con una aureola demagia y asombromientras Pearlavanzabahaciaellos.

—Nodejesquenotenadaextrañoentumaneradedirigirteaella;nadadeansiedad, ni de efusiones —susurró Hester—. Nuestra Pearl es como unpequeñoduendecaprichosoyfantástico;y,sobretodo,pocotoleranteconlasefusiones cuando no entiende por qué y para qué. Pero es capaz de sentirafectosmuyfuertes.Amímequieremucho,ytambiéntequerrámuchoati.

—¡Notepuedesimaginar—exclamóelpastor,mirandodeladoaHesterPrynne—cuántoanhelamicorazónestaentrevista,ycuántolateme!Perolaverdadesque,comoyatehedicho,porlogenerallosniñossonpocoamablesconmigo.Nosesubenamis rodillas,nimehablanaloído,nicontestanmissonrisas; se mantienen más bien alejados de mí, mirándome de un modoextraño. Incluso lascriaturaspequeñas llorancuando lascojoenbrazos.Sinembargo, Pearl, dos veces en su corta vida, ha sido amable conmigo. Laprimeravez, túsabesmuybiencuándofue.Y laúltimacuando la llevasteacasadelvenerablegobernador.

—¡Ytúhablastecontantavalentíaenfavordeellaydemí!—contestólamadre—.Lorecuerdoperfectamente;ylorecordarátambiénlapequeñaPearl.¡Nada temas! Puede que parezca rara y hosca al principio, pero prontoaprenderáaquererte.

Mientras tanto, Pearl había alcanzado la orilla del arroyo y estaba muyquieta en el extremo más alejado, mirando silenciosamente a Hester y alclérigo, los cuales seguían sentados el uno al lado del otro sobre el troncocubiertodemusgo,esperandoqueseacercara.Justodondesehabíadetenido,

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elarroyueloformabaunapequeñalaguna,tanlímpidayquieta,quereflejabaperfectamentelaimagendelapequeñacontodoelpintorescoresplandordesubelleza la cualhacían resaltar las floresy los adornosdel follaje, comomásrefinada,espiritualizadaque larealidad.Esta imagen,casi idénticaa lade laverdaderaPearl,parecíacomunicarpartedesuscualidadesintangiblesyvagasa la propia niña. Era muy extraña la manera como Pearl permanecía allí,mirándolostanfijamenteatravésdelaatmósferaborrosadelbosquesombrío,iluminadaporunrayodesolqueparecíacaersobreellacomoimpulsadoporuna rara afinidad. En el arroyuelo, más abajo, había otra niña—otra, perosiemprelamisma—conelmismorayodesol.Hestersesintió,deunamaneraindefinidaquelamortificaba,comounaextrañaantePearl;comosilaniña,ensu solitariodeambular por el bosque, sehubiese alejadode la esfera enqueella y su madre moraban juntas y estuviese ahora tratando vanamente devolveraella.

Había tantodeverdadcomodementiraenesta impresión; lamadrey laniñasehabíandistanciadounadeotra,perolaculpanoeradePearl,sinodeHester. Desde que la primera se alejó de su lado, otra persona se habíaintroducidodentrodelcírculode los sentimientosde sumadre,modificandode talmodoel aspectode todos,quePearl, al volver, nopodía encontrar suantiguolugaryapenassabíadóndeestaban.

—Se me ocurre una extraña fantasía —dijo el ministro llevado por suexacerbadasensibilidad—:queestearroyueloesellímiteentredosmundos,yquenuncapodrásencontrartedenuevocontupequeñaPearl.¿Esella,acaso,unodeesosespíritusmágicosalosque,segúnlasleyendasdenuestraniñez,les está prohibido cruzar un arroyo? Por favor, dile que se dé prisa; estademorameponemuynervioso.

—¡Ven, querida! —dijo Hester animándola y estirando hacia ella susbrazos—.¡Qué lentavas!Nunca tardas tanto.Aquíestoyconunamigomíoque será amigo tuyo también. Serás doblemente amada desde ahora enadelante,eldobledeloquetumadrepodíaquererte.Saltaelarroyueloyvenanosotros.¡Túsabessaltarcomouncervatillo!

Pearl, sin respondera estas cariñosaspalabras,permanecióen silencioalotro lado del arroyuelo. De pronto fijaba sus pequeños ojos, brillantes yatrevidos,ensumadre,deprontoenelclérigo,ydeprontoincluíaaambosenlamismamirada, como para captar y explicarse a símisma la relación quetenían el uno con el otro. Por algún motivo inexplicable, cuando ArthurDimmesdalesintiólosojosdelaniñafijosenél,sumano—conaquelgestoque,de tanhabitual, sehabíaconvertidoen involuntario—seposó sobre sucorazón.Finalmente,conunairemuyparticulardeautoridad,Pearladelantólamanoy,conelpequeñoíndice,señalóelpechodesumadre.Bajoella,enelespejo de la laguna, se reflejaba la luminosa imagen de la pequeña Pearl

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engalanadadefloresseñalandotambiénconsudedoíndice.

—Pearl,extrañacriatura,¿porquénovieneshaciamí?—exclamóHester.

Pearlseguíaapuntandoconel índice,yfruncióelceño.Gesto tanadustoimpresionaba doblemente al dibujarse en una frente tan infantil y bella.Mientrassumadreseguíallamándolaconunaseriedeexpresionesfestivaseinsólitassonrisas,laniñadabapataditasenelsuelocongestosimperiosos.Elarroyuelo reflejó nuevamente la fantástica belleza de la imagen, su ceñoadusto,elíndiceacusadorylosgestosimperiosos,magnificandoalapequeñaPearl.

—¡Dateprisa,Pearl,omeenfadarécontigo!—gritóHesterPrynne,quien,aunque ya estaba acostumbrada a ese tipo de comportamiento, no queríapermitirquenofueramásformal—.¡Saltaelarroyo,niñamala!¡Yvenacá!¡Sino,iréyoabuscarte!

MasPearl,completamentesordatantoalasamenazasdesumadrecomoasus cariñosos ruegos, se dejó llevar por un ataque de rabia, gesticulandoviolentamenteyhaciendoconsudeditolascontorsionesmásextravagantes.Yacompañabaestedesplieguecaprichosocongritos estridentesque resonabanportodoelbosque,conlocual,aunqueestabasola,parecíaqueesteataquedefuria irracional fuera fomentado por unamultitud que le diera la razón y laazuzara.Unavezmás,enelarroyueloseveía la imagendelafuriadePearlcoronadade flores, pateando el sueloygesticulandoviolentamente; y, juntocontodoesto,apuntandoconsupequeñoíndiceelpechodeHester.

—Yaséloquelepasaalaniña—susurróHesterdirigiéndosealpastoryponiéndosemuypálidaapesarde losesfuerzosquehacíaparaescondersusproblemasysufastidio—.Losniñosnoaceptannielmáslevecambioenelaspecto habitual de las cosas que diariamente tienen ante sus ojos. Pearlextrañaalgoquesiempremehavistollevar.

—Te ruego —contestó el pastor— que, si de alguna manera puedestranquilizaralaniña,lohagasinmediatamente.ExceptuandolafuriahistéricadeunaviejacomomistressHibbins—agregó,tratandodesonreír—,nadahayquemeaterremásqueunaccesodefuriacomoésteenunniño.Tantoenlainfantil belleza de Pearl como en la arrugada vieja, produce un efectosobrenatural.¡Tranquilízala,simequieres!

Hester se dirigió de nuevo aPearl con lasmejillas rojas, luego demirarintencionadamentealclérigoysuspirandoprofundamente;mientras,aunantesdequetuvieratiempoparahablar,elrubordesusmejillascedióaunapalidezmortal.

—Pearl —dijo tristemente—, mira hacia abajo. Junto a tus pies. Allímismo.Delantedeti.¡Enesteladodelarroyo!

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Laniñadirigiólavistaalsitioindicado;yallíestabalaletraescarlata,tancercadelaorilladelagua,queelbordadodeorosereflejabaenella.

—¡Tráemela!—dijoHester.

—¡Ventúacogerla!—contestóPearl.

—¡Habrase visto alguna vez una niña semejante! —comentó Hesterdirigiéndosealpastor—.Mucho tengoquehablartedeella.Pero,enverdad,respecto a esta odiada prenda, tiene razón. Debo soportar esta tortura untiempomásaún,hastaquehayamosabandonadoeste lugarypodamosmirarhaciaatráscomosilohubiéramossoñado.¡Elbosquenopuedeocultarla!¡Elamplioocéanomelaarrebatarádelasmanosyselatragaráparasiempre!

Al decir estas palabras avanzó hacia la orilla del arroyo, cogió la letraescarlatay lasujetódenuevosobresupecho.Llenaaúndeesperanzas,sólounosmomentosantes,Hesterhablódeahogarlaenlomásprofundodelmar,ysinembargoahorasentíaquelasmanosdeldestinovolvíanaposarsobresushombros el peso de la fatalidad, al recibir de nuevo el símbolomaldito. Lohabíaarrojadoalespacioyduranteunahorarespirólibremente,peroheaquíqueladesgraciaescarlatabrillabadenuevoenelmismolugar.Siempreesasí,sea o no éste un ejemplo típico de que un acto pecaminoso adquiere lascaracterísticas de la fatalidad. Seguidamente, Hester recogió las pesadasguedejas de su cabello y lo escondió bajo la cofia. Como si la triste letratuvieraelpoderdemarchitarlotodo,subelleza,elcalorylaopulenciadesufemineidaddesaparecieroncomo ladeclinante luzdel solyuna sombragrispareció cubrirla. Dándose cuenta del triste cambio, adelantó su mano endirecciónaPearl.

—¿Conocesahoraatumadre,Pearl?—preguntóconuntonosuave,peroala vez de reproche—. ¿Cruzarás ahora el arroyo y reconocerás a tu madre,ahoraquellevanuevamentesuvergüenzaenelpecho,ahoraqueestátriste?

—¡Sí; ahora lo haré! —contestó la niña, saltando sobre el agua yestrechandoaHesterensusbrazos—.¡Ahorasíqueeresdeverdadmimadre!¡YyosoytupequeñaPearl!

Conunaccesodeternura,raroenella,atrajohaciasílacabezadesumadreybesósufrenteysusmejillas.Entonces,conunaespeciedecompulsiónquesiempre llevaba a esta niña a acompañar cualquier efusión de afectoreconfortante con una punzada de angustia, Pearl alzó la cabeza y besótambiénlaletraescarlata.

—¡Qué mala eres!—dijo Hester—. Apenas me demuestras un poco deamor,teburlasluegodemí.

—¿Porquéestásentadoallíelpastor?—preguntóPearl.

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—Estáesperándotepara saludarte—contestó sumadre—. ¡Venapedirlesubendición!¡Tequieremucho,mipequeñaPearl,ytambiénquieremuchoatumadre!¿Loquerrástútambién?¡Ven!¡Estádeseandoabrazarte!

—¿Nos quiere a las dos?—preguntó Pearl, alzando la mirada hacia sumadre—.¿Volveráconnosotrasalpueblo,cogidoslostresdelamano?

—Ahorano,niñaquerida—contestóHester—.Perodentrodeunosdíascaminarádelamanoconnosotras.Tendremosunacasayunhogarpropio,ytútesentarásensusrodillas,yteenseñarámuchascosasyteamarátiernamente.Tútambiénloquerrás,¿noesasí?

—¿Ysiempretendrálamanosobresucorazón?—preguntóPearl.

—Niña tonta, ¿qué preguntas son ésas?—exclamó su madre—. ¡Ven apedirlesubendición!

Pero, ya sea influida por los celos que instintivamente sienten los niñosmuy mimados ante un rival peligroso, o por algún capricho de su extrañapersonalidad,Pearlno fueamableconel clérigo.Sóloconungranesfuerzologrólamadrehacerqueseleacercara,puesellaserecatabaymanifestabasurecelohaciendotodaclasedemuecasextrañas.Desdesumástiernainfancia,fue capaz de contorsionar su rostro con una gran variedad de gestos ytransformar su fisonomíadándoleuna seriede aspectosdiferentes, llenosdemaliciatodosycadaunoenparticular.Elpastor,dolorosamenteazorado,perocon la esperanza de que un beso fuera el talismán que lograra ablandar lareticenciadelaniñayganarlesuafecto,seinclinóhaciadelanteyestampóunbeso en su frente. Entonces, Pearl se deshizo de los brazos de sumadre y,corriendohaciaelarroyuelo,seinclinósobreélyempapósufrenteparalavarlashuellasdeaquelbesohastadiluirloporcompletoenelpequeñotorrentedeagua.Luegopermanecióalejadadeellos,observandoasumadreyalclérigoen silenciomientras ellos hablaban, concertando los planes apropiados a sunuevaposiciónyelproyectoquemuyprontollevaríanacabo.

Y así terminó aquella aciaga entrevista. El rincón del bosque donde sellevóacaboquedósolitarioenmediodesusárbolesviejosyoscuros,cuyasmúltipleslenguasmurmuraríansincesarsobreloqueallípasósinquesirvierade escarmiento a mortal alguno. Y el melancólico arroyuelo tendrá unahistoriamásquecontarmientrassedeslizasusurrandosustristesmisteriossincesar.

XX.LASDUDASDELPASTOR

Alirseelpastor,adelantándoseaHesterPrynneyalapequeñaPearl,echó

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unaúltimamiradahaciaatrás,comoesperandoversólolasborrosasimágenesdelamadreylaniña.Lecostabaaceptarlarealidaddeunacontecimientotanimportantecomoinsólitoensuvida.PeroallíestabaHestervestidadegris,depiejuntoaltroncodelárbol,abatidomuchosañosantesyqueeltiempohabíaidocubriendodemusgoparaqueestosdosseres,predestinadosallevarsobresushombroslacargamáspesada,pudieransentarseallíundíaydisfrutardeunahoradealivioysolaz.YallíestabatambiénPearl,bailandoalegrementealaorilladelarroyo,ahoraqueelintrusosehabíaidoyellahabíarecuperadosulugar de siempre junto a su madre. ¡No; el ministro no se había quedadodormido,nofuetodounsueño!

Paraliberarasumentedeladuplicidadyvaguedaddelasimpresionesquela perturbaban, recordó y trató de definirmás claramente los proyectos queHesteryélesbozaranparaarreglarsupartida.Decidieronqueelviejomundo,consusgrandesciudadesymultitudes,lesbrindabaunrefugiomásapropiadoquelastierrasvírgenesdeNuevaInglaterraodecualquierpartedeAmérica,consusalternativasdepobladosindígenasyunoscuantospobladoseuropeosdesparramadosalolargodelacosta.Estosincontarconlasaluddelclérigo,tanpocoadecuadapara soportar lasdificultadesde lavida al aire libre.Susdonesnaturalesysuculturalegarantizaban,sinlugaradudas,unsitioenunmedio culto y civilizado; mientras más refinado fuera el sitio, mejor seadaptaríaaél.Además,dabalacoincidenciadequehabíaunbarcoancladoenel puerto; uno de esos navíos de dudosos propósitos y procedencia, muyfrecuentesenaquelentonces,loscuales,sinmerecerenteramentelacategoríade bandoleros del mar, vagaban por su superficie con sorprendenteirresponsabilidad. Este navío acababa de llegar de las colonias españolas ydentro de tres días zarparía haciaBristol.Hester Prynne, gracias a su labor,que la consagraba como una especie de hermana de la caridad, conocía alcapitándelbarcoyasutripulación,ypodíaagenciárselasparaconseguirlospasajes de dos personas mayores y un niño, conservando el secreto de lasidentidades,quelascircunstanciashacíanimprescindible.

ElministrohabíapreguntadoaHester,conmuchointerés,lahoraprecisaenquepartiría el barco.La salida estaba fijadaparadentrode cuatrodías acontardelpresente.«¡Esosíqueessuerte!»,sedijoasímismo.Ahorabien,noscuesta revelarporquéArthurDimmesdaleconsideró tanafortunadaestacircunstancia.Sinembargo—paranoocultarnadaallector—,diremosqueeraporque dentro de tres días le tocaba predicar el sermón del día de lasElecciones,ycomoésaeraunadelasfechasmásimportantesenlavidadeunclérigo deNueva Inglaterra, no podía haber encontrado unmomento y unamaneramásapropiadosparaterminarsucarreraprofesional.«¡Porlomenos,podrándecir demí—pensaba este hombre ejemplar—quenodejé ningunafunción pública sin cumplir o siquieramal cumplida!». Lástima, realmente,que un acto de introspección tan profundo y agudo como el de este pobre

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clérigoestuvieratancompletamenteequivocado.Hemosdichodeél,ypuedeque aún podamos decir, cosas peores, pero ninguna tan lastimosa; ningunapruebaalaveztanpequeñacomoirrefutabledelasutilenfermedadquedesdehacíamucho tiempo roía la verdadera sustancia de su personalidad.No hayhombreque logrepresentar un rostro ante símismoyotro ante lamultitud,durante mucho tiempo, sin que finalmente llegue a dudar de cuál es elverdadero.

LaexcitacióndelossentimientosdeldoctorDimmesdale,alretornardesuentrevista conHester, le prestó una energía física rara en él y lo impulsó acaminar rápidamente.Elsenderodelbosque lepareciómásrústicoysalvajeconsusdurosobstáculosnaturales,notandomenosquealaidalahuelladelaplanta del hombre. Saltó los charcos, atravesó los matorrales, subió lascuestas, descendió a las hondonadas y, en resumen, venció todas lasdificultadesdelcaminoconunaagilidadqueaélmismolodejóatónito.Nopodía menos de recordar la debilidad y las numerosas pausas para tomaralientoconquehabíahechoelmismorecorridodosdíasantes.

Al acercarse al pueblo, tuvo la impresión de que los objetos familiareshabían cambiado completamente.Leparecía quenohacía undía, ni dos, nitres, sino muchos, o quizá años, desde que los viera por última vez. Allíestaba,sinlugaradudas,elhabitualtrazadodelascalles,conlacantidaddealerosenpunta,lasveletas,todoenelsitioconqueselehabíagrabadoenlamemoria. A pesar de ello, dejó de sentir esta sensación de que todo habíacambiado. Lo mismo era verdad respecto a las amistades y relaciones conquienesseencontrabaenelcamino,ysobretodaslasformasdevidatanbienconocidas,enelrecintodelpequeñopueblo.Noseveíannimásviejosnimásjóvenes; las barbas de los mayores no estaban más blancas, y tampoco lacriatura que antes gateara caminaba ahora; era imposible describir lasmutaciones que se habían operado en todas estas personas, ni en qué sediferenciaban de aquellos individuos a los que había echadouna indiferentemiradadedespedidapocoantes;y,sinembargo,unasensaciónmuyprofundaen el interior del espíritu delministro parecía demostrarle aquel cambio.Lamisma impresión lo golpeó fuertemente al pasar junto a las paredes de supropiaiglesia.Eledificioteníaunaspectotanextrañoyalaveztanfamiliar,quelamentedelreverendoDimmesdaleoscilabaentredosideas:quelohabíavistoantessóloensueñosoqueloestabasoñandoahora.

Este fenómeno, con sus diversos aspectos, no correspondía a un cambioexterno, sino a un cambio tan súbito e importante en el espectador, que lasescenas familiares, durante lashoraspasadas enun solodía, operaron en suconciencia un cambio digno de un lapso de muchos años. La voluntad delministro, junto con la de Hester, y su nuevo destino produjeron estatransformación.Eraelmismopueblodesiempre,peronoeraelmismopastor

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el que volvía del bosque. Podíamuy bien haber dicho a sus amigos que losaludabanalpasar:«¡Nosoyelhombreporelquemetomáis!Lodejéatrás,en el bosque, escondido en un rincón secreto, cerca de un tronco de árbolcubiertodemusgoyjuntoaunarroyuelomelancólico.Idabuscaravuestroministroycomprobaréisquesudelgadafigura,suspálidasmejillas,sublancafrente surcada de arrugas quedaron allí, abandonadas, como un vestidousado». Sus amigos habrían insistido, sin duda: «¡Sí, eres el mismo desiempre!»,perohabríansidoelloslosequivocados,noél.

Antes de llegar a su casa, el ser interior de Arthur Dimmesdale le dionuevas pruebas de la revolución operada en la esfera de sus sentimientos ypensamientos. En realidad, un cambio total de los valores y los códigosmoralesdesufuerointernoeraloúnicoquepodíajustificarlosimpulsosqueahorasentíaelinfortunadoalavezqueatónitoclérigo.Acadapasosentíalosmás extraños impulsos, caprichosos y perversos, a la vez involuntarios eintencionados,queapesardesímismosurgíandeunsermásprofundoqueelque intentaba combatir esos impulsos. Por ejemplo, cuando se encontró conunodesusdiáconos.Elbuenancianosedirigióaélconelafectopaternalyelascendiente patriarcal que su edad venerable, su virtud y su posición en laIglesia le permitían usar, y unido a todo esto el profundo respeto, casiadoración,que tanto lasdotespersonales comoprofesionalesdelministro lemerecían.Nunca hubo un ejemplomás hermoso de como lamajestad de laedady la sabiduríaerancompatiblesconel respetoy laobedienciadebidos,poruninferior,aunrangosocialmáselevadoyunaposiciónmásimportante.Esta vez, durante los dos o tres minutos que duró la conversación entre elreverendo Dimmesdale, y su excelente diácono de luengas barbas blancas,aquél sólo pudo contenerse y no hacer ciertos comentarios blasfemos quesurgieronen sumente respectoa laceremoniade lacomunión,graciasaungran esfuerzo y dominio de símismo. Temblaba como el azogue y se pusopálido como la muerte temiendo que su lengua se soltara y emitiera esosterriblesconceptossinqueélconscientementeselopermitiera.Y,apesardelterror que sentía en su corazón, no pudo menos que echarse a reír alimaginarse al anciano diácono, patriarcal y virtuoso, totalmente petrificadoantelaimpiedaddesuministro.

Y sucedió otro incidente parecido.Caminando presuroso por la calle, seencontróArthurDimmesdale con su feligresamás anciana, una señoramuypiadosaydeconductaejemplar:pobre,viuda,muysolayconuncorazóntanllenoderecuerdosdesufinadomarido,desushijosmuertosyde losviejosamigosmuertos tambiénmucho tiempo antes, que era como un cementeriolleno de lápidas con inscripciones. Sin embargo, todo esto, que podía habersidounacargaabrumadoradetristezas,eracasimotivodesolemnesalegríasespiritualesparaestadevotaanciana,graciasalosconsuelosdelareligiónyalas verdades de lasEscrituras, que la habían alimentado durante los últimos

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treintaaños.YdesdequeeldoctorDimmesdalelatomóasucargo,elmayorconsuelo terrenal de la buena señora —que, de no haber sido también unconsuelocelestial,habríadejadodeserlo—eraencontrarseconsupastor,yaseaporcasualidadoconunpropósitodefinido,ysentirsevivificadaconunapalabra cálida, fragante, evangélica, de inspiración celestial, que emergía desus bienamados labios para penetrar en sus oídos torpes pero arrobados deatención. En esta oportunidad, hasta el momento mismo en que ArthurDimmesdaleacercósuslabiosalosoídosdelaanciana,elgranenemigodelasalmasleimpidiórecordarningúntextodelasEscrituras,ninadamás,fueradeuncorto,enérgicoy,asuparecer,irrefutableargumentocontralainmortalidaddel alma humana. De penetrar estas sentencias en la mente de la ancianafeligresa,habríansidocausadesumuerterepentina,comosihubieseingeridounveneno.Norecordóloqueenrealidadledijo.Quizásusfrasesfueran,porsuerte, pronunciadas en forma tandesordenada, queno lograron transmitirleunconceptosuficientementeclaroparaquelaancianaviudalopudiesecaptar,obienlaProvidenciahizoquelas interpretaraasumanera.Entodocaso,almirarhaciaatrás,elministrocaptóenelrostrodelaancianaunaexpresióndeéxtasisydedivinagratitudqueparecíaelreflejodeunavisióncelestialsobresurostrocenicientoyarrugado.

Yluego,despuésdedespedirsedesuancianafeligresa,seencontróconlamás jovende susovejas: unadoncellaque, gracias al sermóndel reverendoDimmesdale del domingo siguiente a su vigilia, había decidido trocar losinciertos placeres de este mundo por la esperanza celestial, que iríaadquiriendomayorcuerpoybrillantezmientraslavidafueraoscureciéndoseasualrededor,iluminandolastinieblaseternasconlaluzdelaeternagloria.Erahermosa y pura como un lirio cultivado en el Paraíso. El clérigo sabíaperfectamente que a él lo tenía colocado sobre el altar de su virtuoso einmaculado corazón; que colgaba sus níveos cortinajes alrededor de suimagen, prestando a la religión el calor del amor, y al amor la pureza de lareligión.AquellatardeelmismísimoSatanásfuequienindujoaladoncellaaalejarsedelladodesumadre,poniendoensucaminoaestehombrequesufríaenaquelmomentolostormentosdelatentación;o,paradecirlomejor,aestepobre hombre desesperado y perdido. Conforme se acercaba, el espíritumalignolesugirióquecondensaraenunafrasebienpensadaelgermendelamaldad,a findeverterloensu tiernoregazo,dondemuyprontofloreceríaydaríaantesdemuchotiemposusnegrosfrutos.Eratallasensacióndelpoderqueledabasuascendientesobreestaalmavirgen,ciegamenteconfiada,queelministrosesintiócapazdeenvenenartodoelcampodesuinocenciaconunasolamirada perversa, y engendrar y desarrollar sentimientos completamenteopuestosconunasolapalabra.Asípues,luchandoaúnconmásdenuedoquehastaentonces,seembozóensucapa,escondiendoenellaelrostroydejandoalajovenfeligresaquejuzgarasuafrentacomopudiera.Lapobrejovenhurgó

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ensuconciencia—queestaballenadepequeñecessin importancia,comosubolsillo o su cesta de labores—, y se echó en cara, pobrecilla, mil faltasimaginarias.Aquellamañanacumplióconsusdeberesdomésticosconlosojosenrojecidosporelllanto.

Antesdequeelministrotuviesetiempodecelebrarsuvictoriasobreestaúltimatentación,sintióotroimpulso,másabsurdoquelosanterioresycasitanespantoso.Yera—nossonrojamosalrelatarlo—eldedetenerseenelcaminoy enseñar una serie de palabrotas feas y malas a un grupo de pequeñospuritanos que estaban jugando y sólo habían empezado a balbucear susprimeras palabras.Negándose estamonstruosidad, tan indigna de su estado,siguió su camino y tropezó con un marinero borracho perteneciente a latripulacióndelbarcollegadodelascoloniasespañolas.Estavez,yaquehabíavencido las otras tentaciones con tanto valor, el pobre pastor suspiraba porestrechar al menos las manos de este alquitranado tunante y solazarse conalgunasbromasdemalgustodelasquelosdisolutosmarinossiempretienenuna buena provisión, con una sarta de sólidas blasfemias, rotundas ysacrílegas.Fuemásbiengraciasasubuengustoysusentidodeldecoro,quedebía al estado sacerdotal,más que a sus buenos principios, el que le fueraposiblesobreponerseaestaúltimacrisis.

«¿Qué es esto que me acosa y me tiene así? —pensó el ministrofinalmente, deteniéndose en la calle ygolpeándose la frente con lamano—.¿Mehabré vuelto loco? ¿Ome han atrapado las redes delmaligno? ¿Habréhechoconéluncontratoenelbosque,firmándoloconmisangre?¿Yéstemeobliga ahora a cumplirlo instándome a cometer toda clase de perversidadesconcebiblessóloporsupervertidaimaginación?».

MientraselreverendoArthurDimmesdaledialogabadeestemodoconsigomismoygolpeabaconlamanosufrente,sedicequelaviejamistressHibbins,la famosa dama-bruja, pasaba justamente por allí. Su aspecto eraimpresionante: llevabaunpeinado alto,muy complicado, un ricovestidodeterciopelo y una gola confeccionada con el famoso almidón amarillo cuyosecreto le fuera confiadoporAnnTurner, sugranamiga,pocoantesdequeestabuenaseñorafueseahorcadaporelasesinatodesirThomasOverbury.Ladama-brujapudohaberleídolospensamientosdelministroono,elhechoesquesedetuvo,lomirófijamente,sonrióconaireladinoy,apesardequenoacostumbrabaconversarconelclérigo,ledirigiólapalabra:

—Así pues, reverendo, ha dado usted un paseo por el bosque—dijo ladama-brujahaciendooscilarsupeinado—.Lapróximavezleruegosóloquemeadviertacontiemposuficienteytendrémuchísimogustoenacompañarle.Sinalabarmedemasiado,puedoasegurarlequemisrecomendacionessonmuyeficientes para que los forasteros sean bien recibidos por el potentado deaquellosdominios.

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—Leconfieso,señora—contestóelclérigo,conunagranreverenciaqueelelevado rango de la dama merecía y los buenos modales del pastor leobligaban a hacer—, pormi honor y conciencia, que sus palabrasme dejancompletamenteperplejoynosécómointerpretarlas.Nofuialbosqueenbuscade ningún potentado; ni tampoco tengo la menor intención de ir allí en elfuturo con el propósito de buscarle. Mi único propósito fue saludar a mivirtuosoamigoelapóstolEliotyconélregocijarmeporlasmuchasalmasqueharescatadodelinfierno.

—¡Ja,ja,ja!—cacareóladama-bruja,agitandosiempresuempingorotadacabeza—.¡Bueno,bueno;asídebemoshablaraplenaluzdeldía!¡Actúaustedcomo si tuviera mucha práctica! ¡Pero a medianoche, y en el bosque,conversaremosdemodomuydiferente!

Siguióentoncessucamino,majestuosaensuancianidadperovolteandolacabeza a menudo para sonreírle, como quien quiere dar fe de la secretaintimidadquelosune.

«¿Esverdad,entonces,quemehevendido?—pensóelministro—.¿Queme he vendido al maligno, a quien, si la gente dice la verdad, esta viejahechiceravestidadeterciopeloygolaamarillahaescogidoporamoyseñor?».

¡Pobreministro! ¡Él había hecho un pactomuy similar! Tentado por unsueñodefelicidad,seentregódeliberadamente,comonuncaanteslohiciera,aloqueélsabíaerapecadomortal.Yelinfecciosovenenodeaquelpecadosediseminórápidamenteportodosusistemamoral,estancandotodossusbuenosinstintos y despertando vivamente todos los malos: desprecio, amargura,deseosgratuitosdehacerdaño,ridiculizartodoloqueerabuenoysanto;todoaquellodespertódentrodeéltentándolo,aunqueasustándolealmismotiempo.Y su encuentro con la anciana mistress Hibbins, si es verdad que acaeció,confirmósucompenetraciónycompañerismocon lospervertidosmortalesyconelmundodelosespíritusmalignos.

Atodoestollegóasucasajuntoalcementerioy,apresurándoseasubirlasescaleras,semetióensuestudio.Elministrosealegródehaberllegadoasurefugioantesdedelatarseanteelmundocometiendoalgunadeesasextrañasyperversas excentricidades a las que se viera continuamente impulsado alrecorrerlascallesdelpueblo.Penetróenlahabitación,tanfamiliar,ymiróasualrededor: sus libros, lasventanas, elhogar,y el acogedoraspectode losmuros colgados de tapicerías, con la misma sensación de extrañeza que lopersiguieradurantetodoelcaminodesdeelrincónaquelenelbosquehastaelpoblado,yporlascalles.Aquíhabíaestudiadoyescrito,aquíhabíahechosusayunos y vigilias, emergiendo medio muerto, aquí se había esforzado porrezar;aquípadeciómilsufrimientos. ¡Allíestaba laBiblia,escritaenhebreoantiguo,yMoisésyelProfetahablándolepormediodeella,ylavozdeDios

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en todo! Allí, en la mesa, estaba la pluma aún manchada de tinta junto alsermón sin concluir, con una frase a medias en el lugar donde suspensamientossedetuvieronycesarondeexpresarsesobrelapágina,dosdíasantes.Sabíamuybienqueeraélmismo,eldelgadoypálidoministro,quiensufrióehizoestascosas,yescribiótodoaquelloparaelsermóndeldíadelasElecciones. Pero estaba como distante, observando su antiguo ser con unacuriosidaddesdeñosa,compasiva,peroalavezconciertaenvidia.¡Aquelserhabíadesaparecido!Delbosquevolvióotrohombremássabio,conocedordemisterios ocultos que la inocencia y simplicidad del anterior nunca habríanalcanzado.¡Amargasabiduría!

Mientrassehacíaestasreflexiones,sintióquealguiengolpeabaalapuertade su estudio y elministro dijo: «¡Entre!», nomuy seguro de que no fuesealgúnespíritumaligno.¡Yloera!ElviejoRogerChillingworthabriólapuertayentró.Elministrosequedósinhabla,muypálido,conunamanosobre lasEscriturashebreasylaotrasobreelpecho.

—¡Bienvenido a casa, reverendo señor! —dijo el médico—. ¿Y cómoencontróustedaaquelsantovarón,elapóstolEliot?Peromeparece,estimadoseñor,queestáustedmuypálido,comosi lacaminataporelbosquehubiesesidodemasiadoarduaparausted.¿NonecesitamiasistenciaparadarlefuerzasyánimosparalaprédicadeldíadelasElecciones?

—No,yocreoqueno—contestóelreverendoDimmesdale—.Lacaminataylavisitaalsantoapóstol,yelairelibrequerespiré,mehicieronmuchobienluegode permanecer tanto tiempo encerrado enmi estudio.Creo que ya novolveré a necesitar sus drogas,mi buen doctor, pormás buenas que sean yadministradaspormanotanamiga.

Durantetodoestetiempo,RogerChillingworthobservabaalministroconlamiradaseriaypenetranteconqueelmédicoobservaasupaciente.Pero,apesardeestasdemostracionesexternas,elpastorestabaconvencidodequeelviejo lo sabía todo, o que al menos sospechaba seriamente que se habíaentrevistadoconHesterPrynne.Elgalenosediocuentaenesemomentodequeante losojosdelministroyanoeraelamigodeconfianza,sinosupeorenemigo.Alsabersetodoesto, lonormalseríaquepartedeelloalmenossedijera.Esmuyextraño,sinembargo,eltiempoqueamenudopasasinquelaspalabrasdencuerpoalascosas,yconquédestrezadospersonasquequierenevitar ciertos temas pueden acercarse al borde mismo de éstos y volver aretirarse sin tocarlos. Así pues, el ministro estaba seguro de que RogerChillingworthnosereferiríaalaverdaderaposicióndelunorespectoalotro.Sin embargo, el galeno, con susoscurasmaniobras, se arrastróhasta quedarpeligrosamentecercadelsecreto.

—¿No sería mejor —preguntó— que hiciese uso de mis pobres

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conocimientos esta noche? De verdad, señor, tenemos que hacer todo loposibleparaqueestéusted fuerteyvigorosoenestaocasióndelsermóndeldíadelasElecciones.Lagenteesperagrandescosasdeusted,temiendoqueelañopróximosupastornoestéyaaquíysehayaido.

—Sí;alotromundo—dijoelministroconpiadosaresignación—.QuieraDios que sea unmundomejor; porque, la verdad sea dicha, no creo poderseguir junto a mi rebaño otro año más. Pero, por lo que respecta a susmedicamentos, estimado señor, en mi presente estado físico creo nonecesitarlos.

—Me alegra mucho oírlo —contestó el médico—. Puede ser que mismedicinas,administradasenvanodurantetantotiempo,empiecenjustamenteahoraahacerefecto. ¡Quéfelizseríayo,ycómomerecería laestimacióndeNuevaInglaterra,dehaberlogradoestacura!

—Se lo agradezcode todo corazón,mibuenoy cuidadoso amigo—dijoDimmesdale con solemne sonrisa—. Se lo agradezco y sólo puedo retribuirsusbuenasobrasconmisoraciones.

—¡Lasoracionesdel justosonrecompensadeoro!—contestóelancianoRoger Chillingworth mientras se despedía—. ¡Sí, la moneda de la NuevaJerusalén,conelsellodelmismoRey!

Al quedarse solo, elministro llamó a uno de los sirvientes de la casa ypidiócomida,lacualalserlepuestadelante,comióconunapetitovoraz.

Entonces, arrojando las páginas ya escritas del sermón del día de lasElecciones, empezó otro inmediatamente, que escribió con tal fluidez ysentimiento, que se sintió realmente inspirado; y le asombró pensar que elCieloencontraseapropiado transmitir la solemnee impresionantemúsicadesusoráculospormediodeuninstrumentotanviciadocomoél.Sinembargo,dejando que el misterio se solucionara por sí mismo, o no se solucionarajamás,siguióadelanteconsulaborcongraninterés,emociónyéxtasis.Yasípasó la noche volando, como si fuese un corcel alado y él su intrépidocaballero;llególamañanaasomándosesonrojadaatravésdeloscortinajesyfue adar justo sobre losojosdeslumbradosdelministro.Allí estaba, con laplumaaúnentrelosdedosyunvasto,inconmensurableespacioescritoanteél.

XXI.DÍADEFIESTAENNUEVAINGLATERRA

Muytempranoporlamañanadeldíaenqueelnuevogobernadorhabíaderecibirsucargodemanosdelpueblo,HesterPrynneylapequeñaPearlfuerona la plaza del Mercado. Ya estaba llena de artesanos y otros plebeyos,

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habitantesdelaciudad;yentreellosseveíanalgunosrudospersonajescuyasvestimentasdepieldevenadoindicabanqueeranhabitantesdelospobladosdelbosquequerodeabanlapequeñametrópolisdelacolonia.

Enestedíadefiesta,comoentodaslasdemásfestividadesdelosúltimossieteaños,HesterPrynneibavestidaconuntrajetoscodetelagris.Tantoporel tono de la tela como por alguna indescriptible peculiaridad en su forma,lograbaquesuvestidolahicieradesaparecer,esfumandosuscontornos;perola letra escarlata la recuperaba, haciéndola volver de esta penumbra delanonimato, revelándola bajo el aspecto moral de su propia iluminación. Surostro,tanconocidoporlagentedelpueblo,mostrabalamarmóreapasividadque todosestabanacostumbradosaverenél.Eracomounamáscara,omásbien como la helada quietud de las facciones de unamuerta; y este lúgubreparecidosedebía,enefecto,alhechodequeHesterestabarealmentemuerta,en cuanto a pretender que se le otorgase alguna muestra de compasión osimpatía,ysehabíaalejadoyadelmundoconelcualparecíaaúnalternar.

Podríaserqueporestaúnicavez,enesteúnicodía,tuviesesurostrounaexpresiónantesnuncavista,peronoerasuficientementevívidaparapodersercaptada a simple vista, a menos que algún observador superdotado hubiesepodidoleerprimeroensucorazónybuscadoluegoensuporteysemblantelaexpresióndelosucedido.Tanagudoobservadorpodríacomprendermuybienque, luegode soportar lamiradade lamultituddurante siete largosy tristesaños, por necesidad, penitencia y la fuerza de una austera religión, por estaúltimavezlaafrontaralibreyvoluntariamente,paraconvertirenunpequeñotriunfoloquedurantetantotiempohabíasidounsuplicio.«¡Miradporúltimavez la letra escarlata y a quien la lleva!—habría podido decirles la pobrevíctima, la esclava sin esperanza de remisión—. ¡Esperad un poco más yestaré fueradevuestroalcance! ¡Unashorasmásyelprofundoymisteriosoocéano habrá extinguido y ocultado para siempre el símbolo que hicisteisarder en mi pecho!». Y no sería acertado calificar de incongruente a lanaturaleza humana al suponer en Hester un sentimiento de tristeza en elmomentodelograrlaliberacióndeaqueldolorquetanprofundamentehabíallevadoincorporadoasuser.Noseríararoquesintieseunirresistibledeseodeapurarhastalaúltimagotaelacíbarquehabíasazonadocasitodossusañosdemujermadura.Ellicordevidaquedesdeahorasebrindaríaasubocaseríasinduda sabroso, exquisito y estimulante en su copa de oro cincelada;produciendoenellatambiénunadulcelanguidez,luegodehaberapuradolashecesdelaamargura,quelamarearoncomounlicormuyfuerte.

Pearl estaba ataviada con una alegría vaporosa. Habría sido imposibleadivinar que esta aparición, brillante y luminosa, debía su existencia a lasombríaformagris;oqueunainventivaalaveztanextravaganteydelicadacomolaquesenecesitabaparaidearyconfeccionarlavestimentadelaniña

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era la misma que había logrado, produciendo un efecto más difícil quizá,otorgarunapeculiaridadtanpersonalyespecialalsencillovestidodeHester.ElvestidodelapequeñaPearleratanapropiadoasucarácter,queparecíaunaemanaciónodesarrolloinevitableymanifestaciónexternadesupersonalidad,taninseparabledeellacomolosonlostonosmulticoloresdelasalasdeunamariposaoelgloriosocolordelospétalosdeunaflor.Lomismosucedíaconlaniña;suatuendoparecíaserpartedesupropianaturaleza.Enestedía,sinembargo,estabadeunhumorespecialmenteexcitablee inquieto,parecidoalbrillofulgurantedeundiamantequecentelleayrelampagueadeacuerdoconlaspalpitacionesdelpechoalcualestáprendido.Losniñossiemprecaptanyparticipan de la agitación de losmayores que están ligados a ellos; siempretienenunapercepciónmuyespecialdecualquier inquietudoconmociónquesientanenelaire,seadelaclasequesea,oensuscircunstanciashogareñas;yporelloPearl,queeralajoyamáspreciadadelperturbadopechodesumadre,dejó entrever pormedio de la danza de su espíritu aquellas emociones quenadiepudoadivinarenlapasividadmarmóreadelafrentedeHester.

Esta efervescencia la hacía volar,más que caminar, conmovimientos depájaro, junto a sumadre.Continuamente irrumpía congritos inarticuladosysalvajes, algunas veces dotados de una penetrante musicalidad. Cuandollegaron a la plaza del Mercado se puso aún más agitada al percibir elmovimientoyelbullicioqueanimabanellugar,elcual,porloregular,másseparecíaaunanchoysolitarioprado,comoelquehabíafrentealaiglesiadelpueblo,quealcentrocomercialdeunacomunidad.

—¿Qué sucede,madre?—exclamó la niña—. ¿Por qué toda la gente hadejadohoysutrabajo?¿Esdíadefiestaparatodoelmundo?Mira,ahíestáelherrero.Sehalavadoelhollíndesucaraysehapuestosutrajededomingo.Pareceestardispuestoadivertirse,sialguienlepudieraenseñarcómohacerlo.Y ahí estámaster Brackett, el viejo carcelero, sonriéndome y saludándome.¿Porquélohace,madre?

—Terecuerdadecuandoerasunbebé,hijamía—respondióHester.

—Nodebía sonreírmey saludarmeporeso, ese sombríoancianodeojostanfeos—dijoPearl—.Puedesaludarteati,silodesea,porqueestásvestidade gris y luces la letra escarlata. Pero mira, madre, mira cuántos rostrosextraños,ycuántosindios,ycuántosmarineros.¿Quéhanvenidoahaceraquí,alaplazadelMercado?

—Están esperando que pase la procesión —dijo Hester—. Porque elgobernadorylosmagistradosdebenpasar,ytambiénlosministros,ytodalagenteimportante,marchandodetrásdelamúsicaylossoldados.

—¿Yelpastorestaráentreellos?—preguntóPearl—.¿Yme tenderá lasmanoscomocuandomellevastedondeél,juntoalarroyo?

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—Estarápresente, hijamía—respondió sumadre—,perono te saludaráhoy;ytútampocodebessaludarloaél.

—¡Qué hombre más extraño y triste es! —dijo la niña como hablandoconsigomisma—.Enlaoscuridaddelanochenosllamaytomatumanoylamíacomocuandoestuvimosconélsobreelcadalso.Yenelfondodelbosque,donde sólo losviejos árbolespuedenoír yunpequeño trozode cielopuedeverlo,hablacontigosentadosobreunmontóndemusgo.Y tambiénbesamifrente,yelpequeñoarroyoapenaspuedelavaresebeso.Peroaquí,enestedíasoleadoyentretodaestagente,nonosconoce;ynosotrastampocodebemosconocerlo. Es un hombre extraño y triste, con una mano siempre sobre elcorazón.

—¡Calla,Pearl!Túnoentiendesestascosas—dijosumadre—.Nopiensesahoraenelpastor;debesobservartodoloquesucedealrededortuyoymirarquéalegreestáhoyel rostrode todoelmundo.Losniñoshan salidode loscolegios y los adultos de sus talleres y sus campos con el propósito dealegrarse.Porquehoyunhombrenuevovaacomenzaragobernarlos;yasí,como es costumbre desde que esta nación se fundó, la gente se regocija yalegracomosiunañobuenoydorado seanunciarapor finalpobreyviejomundo.

LaexplicaciónqueHesterdioenloqueserefierealapocoacostumbradaalegría que brillaba en los rostros de la gente era exacta. En esta ocasiónfestiva—comoyahabía sidoantesycontinuósiendodurante losdos siglossiguientes—,lospuritanoscomprimíanlapocaalegríayregocijopúblicoqueestimaban que la debilidad humanamerecía, disipando así su acostumbradoretraimiento, de modo que durante ese único día de fiesta parecían apenasmenosgravesqueotrascomunidadesduranteunperíododeafliccióngeneral.

Pero es posible que estemos exagerando el tinte negro, o grisáceo, queindudablementecaracterizabaelambienteylascostumbresdeesetiempo.Laspersonas que ahora se encontraban en la plaza del Mercado de Boston nohabíannacidodentrode la tradiciónpuritana,habíannacidoen Inglaterra, ysuspadreshabíanvividoenlabrillantezyriquezadelaépocaisabelina,épocaen que la vida de Inglaterra parece haber sidomagnífica, fastuosa y alegre,más que en ninguna época anterior. De haber sido fieles a sus gustoshereditarios, los colonos de Nueva Inglaterra habrían ilustrado todos losacontecimientosdeimportanciapúblicaconfogatas,banquetes,espectáculosyprocesiones. No les habría sido imposible, en las ocasiones de ceremonia,combinarlasrecreacionesalegresconlasolemnidad,ydaruntonodivertidoybrillantealatuendoqueunanaciónacostumbralucirentalesfestividades.Seadivinabacomounaleveintencióndecelebrarasíeldíaenquecomenzabaelaño político de la colonia. El pálido recuerdo de esplendores pasados, unarepeticióndescoloridayanodinadeloquehabíanvistoenelviejoyorgulloso

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Londres—nodiremosdurantelascelebracionesdeunacoronaciónreal,sino,quizá, para la investidura de un alcalde—, podía vislumbrarse en lascostumbres de nuestros antepasados durante la institución anual del nuevomagistrado.Lospadresylosfundadoresdelanación—elhombredeestado,elclérigoyelmilitar—estimabanqueeraundeberasumirelaspectoexteriorde la pompa y la majestad, el cual, de acuerdo con el antiguo estilo, seconsideraba que era el adecuado a la eminencia pública y social. Todosacudieronparaformarpartedelaprocesiónquesedesarrollabaantelosojosdel pueblo y prestar así la dignidad necesaria a la simple estructura de ungobiernoreciénorganizado.

Entonceslagenteteníatambiénocasión—aunqueestonoseestimulaba—de relajar un poco su ardua dedicación a las variadas aplicaciones de susencillo trabajo, quepara ellos formabapartedel espírituy lamateriade sureligión. Es cierto que aquí no se veía ninguno de los espectáculos que entiemposdeIsabeldeInglaterraerantancomunes.YtambiénenlaépocadelreyJaime.Jamás,siquiera,unasimplerepresentaciónteatral.Ningúntrovadorconsuarpaysubaladalegendaria;niunjuglarconunmonobailandoalsondelamúsica;niunprestidigitadorconsustrucosdefalsabrujería;niunMerryAndrewqueanimaraalasmultitudesconsuschistes,quizácentenarios,perotodavía efectivos por recurrir a lasmás simples fuentes de la alegría.Todosestosmaestrosdelasvariadasramasdelajocosidadhabríansidoseveramenteprohibidos,nosólopor la rígidadisciplinade la ley, sinoporel sentimientoque animaba a la ley. Sin embargo, la grande y honrada cara del pueblosonreía, hoscamente quizá, pero también abiertamente. No era que faltarandiversionesparecidasa lasque loscolonoshabíanpresenciado,yen lasquehabían tomadoparte,mucho tiempo antes, en las ferias campestres y en losprados de los pueblos de Inglaterra. Y parecía ser una buena políticamantenerlasvivasenlanuevatierra,acausadelabravurayhombríaqueeransu esencia. Campeonatos de lucha, en los estilos de Devonshire o deCornualles, se veían en diversas partes de la plaza del Mercado; en unaesquina había un amistoso encuentro de lanzas; y sobre el cadalso, ya tanfamiliar para nosotros, atrayendo mayormente la atención de todos, dosmaestros hacían demostraciones con el escudo y la espada. Pero, para grandesilusión de todos los ciudadanos, este deporte fue interrumpido por elalguacil del pueblo, quien no iba a permitir que lamajestad de la ley fueravioladaportalabusodeunodesuslugaresmássantos.

Quizá no sea exagerado afirmar, de una manera general, que aquellosciudadanos —que se encontraban en los primeros estadios de uncomportamiento sin alegría y eran hijos de aquellos otros que en su tiempohabían sabido ser alegres— se podían comparar favorablemente con susdescendientesenloqueserefiereafestejos,inclusoconunintervalotanlargocomo el que separa a ellos de nosotros. En la posterioridad inmediata, la

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generaciónsiguientealadelosprimerosemigrantesmostrólatonalidadmásnegra del puritanismo, y de tal manera oscurecía con ella el rostro de lanación,que todos los años siguientesnohan sido suficientespara limpiarlo.Tenemosquevolveraaprenderelarteolvidadodelaalegría.

El cuadro de la vida humana en la plaza del Mercado, aunque en éldominaban el triste gris café y el negro de los atuendos de los emigrantesingleses, se veía, sin embargo, aliviado por cierta riqueza de colorido. Ungrupo de indios —adornados con sus galas salvajes, con vestidos de antecuriosamente bordados y cinturones de abalorios rojos y ocres, tocados conplumas y armados con arcos y flechas, y lanzas con punta de piedra— semanteníanaparte,conrostrosdeinmutablegravedad,másgravesaúnquelosde los puritanos. Sin embargo, por muy salvajes que fueran estos bárbarospintarrajeados,noeranlomásvistosodelaescena.Estadistinciónpodíaserreclamada por algunos marineros —parte de la tripulación que venía delCaribe—quehabíanbajadoatierraparapresenciarlasfestividadesdeldíadelasElecciones.Eranforajidosdeaspectorudo,derostrostostadosporelsolygrandes barbas; sus pantalones, bombachos, estaban ceñidos al talle porcinturones, con anchas hebillas de oro, de los que pendía un cuchillo o unaespada.Debajodesusampliossombrerosdepajabrillabanojosqueteníanunaespecie de alegre ferocidad animal. Sin temor ni escrúpulo, transgredían lasreglasdecomportamientoqueexistíanparatodoslosdemás;fumabantabacoantelasnaricesdelalguacil,aunquecadabocanadahabríacostadounchelínacualquier habitante del pueblo; tragaban aguardiente o vino que llevaban ensuscantimploras,ylasofrecíansinescrúpulosalamultitudboquiabiertaquelos rodeaba. Era característico de la moralidad de la época, que estimamosmuyrígida,elqueseconcedíagran licenciaa losmarinerosnosóloparasucomportamientoentierra,sinoparaunaconductamuchomásextremadaaúncuando se encontraban en su propio elemento. Losmarineros de esa épocaseríanconsideradoscomopiratasenlanuestra.Noseríararo,porejemplo,quela tripulación de esa misma nave, aunque no se compusiese de miembrosespecialmentemalosdelahermandadmarinera,fueraculpabledeinfraccionesquehabríanpuestoenpeligrosuscabezasencualquiertribunalmoderno.

Elmar, en aquellos tiempos, se encrespaba, se agitaba y echaba espumacomo le venía en gana, siguiendo su propia voluntad y sometido sólo a losvientostempestuosos,yningunaleyhumanapodíaregirlo.Elfilibusterodelasolas podía renegar de su vocación y convertirse inmediatamente, si así lodeseaba, en un hombre probo y piadoso en tierra firme; pero ni siquiera enplenas funciones de su temerario oficio era considerado como personadeshonrosaconlacualnofueselícitotratar.

Asípues,lospatriarcaspuritanos,consuscapasnegras,almidonadasgolasysombrerosenpunta, sonreíanconciertacomplacenciaanteelbullicioyel

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toscocomportamientodeestosalegresmarineros;ynoprodujoadmiraciónnirepulsa el hecho de que un ciudadano tan respetable como el viejo RogerChillingworth, el médico, entrase en el mercado conversando animada yfamiliarmenteconelcapitándelsospechosonavío.

Esteúltimoera, conmucho, la figuramásvistosaygalana, en loque serefiere al vestido, entre toda la multitud. Llevaba una profusión de cintasprendidasasutrajeyencajedeoroensusombrero,queestabaadornadoconuna cadena de oro y engalanado con una pluma. Llevaba una espada en elcinto y tenía una cicatriz en la frente, la cual, a juzgar por la forma comoestaba arreglado su cabello, más parecía querer lucir que esconder. Unhabitante del poblado no habría podido vestir dichas galas y mostrar aquelrostro,ohacerambascosasconunairetangalanoyatrevido,sintenerquedarcuentas antemagistrado, pagar probablemente unamulta o ser llevado a lacárcel, o quizá ser exhibido en la picota. Sin embargo, en el capitán esteatuendo se consideraba tan apropiado como en los peces sus relucientesescamas.

Luego de despedirse del médico, el capitán del barco de Bristol erróperezosamente por el mercado hasta acercarse casualmente al lugar dondeestabaHesterPrynne;parecióreconocerlaynovacilóendirigirle lapalabra.Como siempre sucedía en el lugar donde ésta se encontraba, había a sualrededorunpequeñoespaciovacío,unaespeciedecírculomágicodentrodelcual,apesardequelagenteestabaamontonadayaciertadistanciadeallísedabancodoconcodo,nadieseatrevíaaentrar.Eraunaseñalpalpablede lasoledadmoralenquelaletraescarlataenvolvíaasudesgraciadaportadora;enpartedebidaasupropiareservayenparteporelinstintivoalejamientodelagente, si bien, enhonor a la verdad, debemosdecir que éste, en losúltimostiempos,noestabadesprovistodeunsentimientodebondadhaciaella.Ahora,si nunca antes, este círculo mágico cumplió con un buen propósito: el depermitir a Hester y al marino hablar sin que nadie los escuchara; y tandiferente era ahora la reputación de Hester Prynne ante la gente, que lamatronamás rígida en asuntosdemoral en el pueblonohabría consideradomás escandaloso aquel coloquio que si hubiera sido ella misma quienparticiparaenél.

—Asípues,señora—dijoelmarino—,tengoquepediralmayordomoqueprepareunaliteramás,fueradelasqueustedmepidió.Ahora,conelcirujanodelbarcoyesteotrodoctor,no tendremosmáspeligrosque lasdrogasy laspíldoras;yaque tengoademásunabuenaprovisiónqueadquirí enunbarcoespañol.

—¿Quéquieredecir?—preguntóHestermás inquietayasombradade loquedejabaentrever—.¿Tieneustedotropasajero?

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—Pues¿nosabeusted—exclamóelcapitándelbarco—queestemédico,elquesehacellamarChillingworth,quierehacerelviajeconustedes?Perositienenquesaberlomuybien…porqueélmedijoqueeradelapartidaymuyamigodelcaballerodelqueustedmehabló,aquelquecorrepeligroentreestosamargosyestrictosdignatariospuritanos.

—Sí,seconocenmuybien—contestóHester,aparentandomuchacalma,apesardeestarconsternada—;hanvividojuntosmuchotiempo.

Nada más hablaron el marino y Hester Prynne. Pero en aquel instanteHestervioalpropioRogerChillingworth,depieenelrincónmásalejadodelaplazadelMercado,sonriéndoleconunasonrisaque,enmedioyatravésdelaamplia y bullente plaza, de las conversaciones y risas, de los diversospensamientosyhumores,ypreocupacionesdelamuchedumbre,letransmitíaunsecretoyespantososignificado.

XXII.LAPROCESIÓN

AntesdequeHesterPrynnepudieraconcentrarseydecidirquéseríamejorhaceranteestesorprendenteaspectoqueestabantomandolascosas,oyóunamúsica militar que se acercaba por una calle vecina. Era la procesión demagistrados y ciudadanos en camino hacia la iglesia, donde, siguiendo unatradición establecida desde muy antiguo y nunca abandonada, el reverendoDimmesdaledebíadarunapláticaparacelebrareldíadelasElecciones.

ProntoseviolacabezadelaprocesiónatravesandolaplazadelMercado,después de doblar una esquina, con pasomesurado y ceremonioso. Primeroveníanlosmúsicos.Habíagranvariedaddeinstrumentos,quizánoentonadoscondemasiadaperfecciónnidestreza,peroobteniendoelresultadodeseadoaltocarel tamboryelclarínante lasmultitudes;esdecir, realzarydarunairemás solemne a las escenas familiares. La pequeña Pearl, al principio, batiópalmas,peroluegoperdióporuninstantelaagitaciónquelahabíamantenidoencontinuaefervescenciadurantelamañana;mirabaensilencioyparecíaquelosampulososysolemnessonidoslaencumbrarancomoaunavemarina.Peroprontorecuperósuanteriorestadodeánimodebidoalreverberodelosrayosde sol en las armas y brillantes corazas de los militares que aparecierondespuésdelosmúsicos,yqueformabanlaescoltadehonordelaprocesión.Este cuerpo militar, que todavía existe y parece haber llegado hasta hoymanteniendoenalto suprestigio,noestabacompuestopormercenarios.Susfilas estaban integradas por caballeros que sentían dentro de sí el fervor delespíritumilitarytratarondeestablecerunColegiodeArmasdonde,comoenunaasociacióndeCaballerosTemplarios,lesfueraposibleaprenderlaciencia

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y,tantocomoselopermitieranlostiemposdepaz,laprácticadelaguerra.Lagran estima en que se tenía en esa época todo lo militar se revelaba en elsolemnecomportamientodecadamiembrodelgrupo.Enrealidad,algunosdeellos, por sus servicios en los Países Bajos y en otros campos de batallaeuropeos,habíanllegadoamerecerelnombreyelprestigiodelomilitar.Todala parada, incluyendo sus atuendos de brillante metal y las plumasbalanceándose sobre los relucientes cascos, causaba una impresión tandeslumbradora,queningúndesplieguedetropasmodernaspuedeigualar.

Y, sin embargo, los eminentes hombres del cuerpo civil, que seguían enposde laescoltamilitar,merecíanquizámásatención.Suestampamostrabaunamajestadquehacíaparecervulgarelaltaneropasodelosmilitares,yhastaabsurdo.Hablamos de una época en que lo que hoy llamamos talento teníamuchamenos importancia que ahora; en cambio, las sólidas cualidades queproporcionanestabilidadycarácterdignoteníanmuchamás.Lagentellegabaa tener dignidadporderechohereditario; y si ésta subsiste en algunode loshombrespúblicos descendientes de aquélla, es enproporción limitaday conmuchodisimulo.Elcambiopuedeserparabienoparamal,yquizáseatantopara una cosa como para otra. En esos lejanos tiempos, el rudo colono deaquellasásperasplayas,habiendodejadoasurey,asusnoblesya todoslosrangos de la dignidad detrás de él, y sin embargo con la necesidad dereverenciartodavíavivaenél,conferíasureverenciaalascanasyalasfrentesvenerablesdelaancianidad,alaintegridadpuestaalargayduraprueba,alasolidezde la sabiduríaya laexperienciaadusta; laconferíaacualidadesdeeseordengraveypesado,peroquetransmitelaideadelapermanenciaycaedentro de la clasificación general de la respetabilidad. Estos primitivoshombres de estado, como Bradstreet, Endecott, Dudley, Bellingham y suspares,quienesfueronelevadosalpoderpor la tempranaeleccióndelpueblo,parecen no haber sido siempre brillantes, y se distinguieron más por susobriedadqueporunaactividadintelectual.Teníanfortalezayconfianzaensímismos,yentiemposdedificultadodepeligroselevantabanalunísonoparaproteger el bienestar del pueblo, como altos arrecifes contra la mareatempestuosa. Los rasgos que aquí he reseñado se encontraban bienrepresentados en sus rostros cuadrados y en el gran desarrollo físico de losnuevosmagistradoscoloniales.Enloqueserefiereauncomportamientoqueexpresa autoridad natural, la Madre Patria no habría tenido por quéavergonzarsesiestosprohombresdeunanuevademocraciasesentaranenlosbancosdelaCasadelosLoresodelConsejoPrivadodelRey.

Despuésdelosmagistradosveníaeljovenclérigo,distinguidoyeminente,de quien la población esperaba escuchar la plática religiosa apropiada a lafestividad.

Enesaépoca,eraenlaprofesióneclesiástica,másqueenlavidapolítica,

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donde la habilidad intelectual se lucía de veras; porque, dejando de ladomotivos más elevados, ofrecía una seducción tan potente, en forma deveneración rayana en adoración de toda la comunidad, que atrapaba a losjóvenes ambiciosos. Hasta el poder político, como en el caso de IncreaseMather,estabaalalcancedeunpastorconéxito.

Losqueahoraloobservabansedecíanquejamás,desdequeelreverendoDimmesdalepusopieenlasplayasdeNuevaInglaterra,habíamostradomásenergíaquelaqueahoraproclamabasumaneradecaminar,ytantaprestanciacomo la que marcaba su paso en la procesión. No demostraba debilidadalguna, como otras veces: su cuerpo no se veía encorvado, ni su mano seposabaominosasobreelcorazón.Sinembargo,siseobservababienalclérigo,seveíaquesufuerzanoeralafuerzadelcuerpo.Parecíamásbienespiritual,haberlesidoregaladaporcuidadosangélicos,aunquetambiénpodíaserdebidaalaexaltaciónproducidaporelfuertelicordestiladoenlafraguadelasinceray prolongada meditación. O quizá su temperamento, tan sensible, recibíaenergíadelamúsica,penetranteysonora,quesubíaalcieloyparecíaelevarlohacia lasnubesen susondasascendentes.Sinembargo, era tanabstraído suaspecto, que sería muy posible que Dimmesdale ni siquiera escuchara lamúsica. Su cuerpo avanzaba con un ímpetu poco usual en él. Pero ¿dóndeestaba su pensamiento? Lejos ymuy profundamente enterrado en su propiaregión,ocupado,conanormalactividad,enordenar lasecuenciadeelevadospensamientosqueprontodebíanserexpresados;demaneraquenovionada,no oyó nada, no supo nada de lo que sucedía alrededor de él, ya que elelementoespiritualocupabacompletamentesuendeblecuerpoyloarrastraba,inconsciente de la carga, desmaterializándolo. Algunos hombres deinteligenciapococorrienteyalgomorbosaposeenocasionalmenteestepoderdeefectuarunenormeesfuerzoenelcualexpendenlavidademuchosdías,ydespuéssequedansinvidaporotrostantos.

Hester Prynne, al mirar fijamente al clérigo, sintió que una sensaciónterribleseapoderabadeella;peroporquéodedóndeemanaba,nolosupo;anoserquefueraporquesediocuentadequeélestabatandistantedesupropiaesfera, tan lejos de su alcance. Se había imaginado que por lo menos unamiradadereconocimientosecruzaríaentreellos.Recordóelbosquesombrío,consupequeñovalledesoledad,deamor,deangustia,yelmusgoso troncodonde, sentados juntos, con una mano en la mano del otro, habíanintercambiado sus tristes y apasionadas palabras, mezclándolas con elmelancólicomurmullodelarroyo.¡Concuántaprofundidadsehabíanllegadoa conocer en ese instante! ¿Era éste el mismo hombre? Ahora, apenas loreconocía.Él,pasandoorgullosofrenteaella,comoenvueltoenlariquezadelamúsica, juntocon laprocesióndemajestuososyvenerablespatriarcas;él,tan imposible de alcanzar en su posición ante el mundo, y aún más ahora,hundido en sus adustos pensamientos, a través de los cuales ella ahora lo

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contemplaba.Suespírituseencogióante la ideadeque tododebíadehabersidounengaño,yque,pormuyvívidamentequelohubierasoñado,nopodíahaberexistidojamásunlazodeuniónentreelclérigoyella.YHestereratanmujer, que apenas podía perdonarlo —menos que nunca ahora, cuando elgravepasodeldestinoqueselesacercabapodíaseroídomásymás—porsucapacidadderetraerseenformatantotaldesumundomutuo;enlaoscuridaddesupensamiento,susmanoslobuscaronávidamentesinencontrarlo.

SucedióquePearlvioysehizocargodelossentimientosdesumadre,obien sintió ella misma la lejanía insalvable que ahora rodeaba al clérigo.Mientraspasabalaprocesión,laniñaestabanerviosayagitadacomounpájaroapuntodeemprenderelvuelo.Cuandoterminódepasarlaprocesión,miróaHester.

—Madre—dijo—, ¿fue ése elmismo clérigo queme besó allá, junto alarroyo?

—¡Calla,pobrehijamía!—murmurósumadre—.NodebemoshablarenlaplazadelMercadodeloquenossucedeenelbosque.

—No estaba segura de que fuese él; ¡se veía tan extraño!—continuó laniña—.Si hubiese estado segura, habría corrido para pedirle quemebesaraahora, delante de todo elmundo, como lo hizo allá, entre los viejos árbolesoscuros.¿Quéhabríadichoelministro,madre?¿Sehabríacolocadolamanosobreelcorazón,ofruncidoelceño,omehabríadichoquemefuera?

—¿Quétepodríadecir,Pearl?—respondióHester—.Sóloqueéstenoeselmomentomás apropiado para besar; que no se dan besos en la plaza delMercado.Bienhiciste,niña,ennohablarle.

Otro matiz del mismo sentimiento, en lo que se refiere al reverendoDimmesdale, fue expresado por una persona cuya excentricidad —o cuyalocura,comoselaquierallamar—lallevóahacerloquepocaspersonasdelpueblo se habrían atrevido a llevar a cabo; es decir, iniciar en público unaconversación con la portadora de la letra escarlata. Se trataba de la señoraHibbins, quien, ataviada con gran aparato, con una golilla triple, una fajabordada,unafaldadelmásricoterciopeloyunbastónconempuñaduradeoro,había salidoaver laprocesión.Comoestaancianadama tenía la reputación(que después le costó la vida) de ser personaje principal en todas lasactividadesdenecromanciaquecontinuamentesedesarrollabanenlacolonia,lamultitudseabrióasupaso,casitemerosadesertocadaporsusvestiduras,comosillevaraunaplagaentresusricospliegues.VistajuntoaHesterPrynne,a pesar de los sentimientos de bondad que ahora muchos comenzaban aabrigar respecto a esta última, el temor que inspiraba mistress Hibbins seredobló,siendocausadeunmovimientogeneralenaquelsectordelaplazadelMercadodondeseencontrabanambasmujeres.

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—¿Qué imaginación podría haber concebido algo así? —susurróconfidencialmente la vieja dama a Hester—. ¡Ese clérigo! ¡Ese santo en latierra,quelagentecreequeesyque,deboconfesarlo,pareceser!¿Quiéndelosqueacabandeverloenlaprocesiónseimaginaríaquehacepocosaliódesu despacho (y seguro que fue mascullando un texto de las Escrituras enhebreo) para darse un paseíto por el bosque? ¡Ajá! ¡Nosotras sabemos quésignifica eso, Hester Prynne! Pero la verdad es que me resulta difícilidentificarlocomoelmismohombre.MuchosmiembrosdelaIglesiaqueibantraslamúsicahanbailadolosmismosbailesqueyocuandoalguientocabaelviolín, y puede ser que un powpow indio o un hechicero lapón tambiénbailaran con nosotras. Esto no tiene ninguna importancia cuando unamujersabe loque es elmundo. ¡Pero esteministro! ¿Estás completamente segura,Hester,dequesetratadelmismohombreconqueteencontrasteenelsenderodelbosque?

—¡Señora,nosédequémehabla!—respondióHesterPrynne,seguradeque la señora Hibbins tenía la mente enferma; y, sin embargo, le causó unextraño temor la confianza con que afirmaba una conexión personal entretantas personas (y ellas también) y el Maligno—. No me toca a mí hablarligeramente de un sabio y piadoso ministro de la Iglesia como ArthurDimmesdale.

—¡Noseas tonta,mujer!—exclamó laanciana, sacudiendoundedoantelasnaricesdeHester—.¿Creesqueyo,queheidoalbosquetantasveces,nohe adquirido la suficiente sabiduría como para distinguir a las personas quetambiénhanido?Sí,sédistinguirlasaunquenoquedeprendidaensuscabellosniunasolahojadelasguirnaldassilvestresquelucieronmientrasbailaban.Teconozco,Hester.Sédistinguirlamarca.Todospodemosverlaalaluzdelsol.Yenlaoscuridadresplandececomounallamaroja.Túlalucesantelavistadetodo el mundo, de modo que no hay modo de equivocarse. Pero esteministro… Déjame decírtelo al oído: cuando el Oscuro ve a uno de susservidores, firmado y sellado, con tanto miedo de reconocer sus relacionescomoDimmesdale, tiene sumanera de arreglárselas para que sumarca searevelada a la luz del día ante los ojos de todo elmundo. ¿Qué es lo que elministro trata de esconder con una mano sobre el pecho? ¡Ja, ja, HesterPrynne!

—¿Quées,buenaseñoraHibbins?—preguntóansiosalapequeñaPearl—.¿Lahavistousted?

—¡Notepreocupes,querida!—respondiólaseñoraHibbins,haciendounaprofunda reverencia aPearl—.Túmisma laverásundíauotro.Dicen,hijamía,quepertenecesa la estirpedelPríncipedelAire. ¿Quieres salir avolarconmigounanocheclara,parairavisitaratupadre?Entoncessabrásporquéelministrosiemprellevaunamanosobreelcorazón.

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Riendoenvoz tan altaque toda laplazadelMercado laoyó, la ancianadamasefue.

Porentoncesyasehabíanrezadolasoracionespreliminaresenlaiglesiayla voz del reverendo Dimmesdale estaba comenzando su discurso. UnsentimientoirresistiblemantuvoaHesterclavadaensusitio.Comoeledificiosagradoestabademasiado llenoparaentrarenél, secolocó juntoalcadalso.Estabalosuficientecercaparaoírtodoelsermónquepredicabaconsusuaveycaracterísticoacentolavozdelministro.

Este órgano vocal era en sí un rico instrumento; tanto, que quien loescuchara sin entender el lenguaje en que el predicador hablaba, podíamecerse con las cadencias de su voz.Como todamúsica, transmitía pasión,patetismo,emocioneselevadasotiernas,conunvocabularionaturaldelalmahumana, independiente del lenguaje utilizado. El sonido, atenuado por losmurosde la iglesia, lo escuchóHesterPrynne tan atenta y emocionada, quetodo el sermón tuvo para ella un significado enteramente distinto al de laspalabras,quenoeracapazdedistinguir.Quizáéstas,dehaberlasoídoconmásprecisión,habríanresultadounmediomásgroseroyentorpecidoloespiritual.Depronto sentíaun tonomuybajo, comosi elvendaval se aquietara; luegoascendíaconélmientras resurgíaa travésdedistintascapasdedulzuraydefuerza, hasta que su volumen parecía envolverla con una atmósfera deasombroysolemnegrandeza.Y,sinembargo,apesardequelavozdeprontosehacíamajestuosa,siempreconservabasucarácterquejumbroso.Unaaltaoprofunda expresiónde angustia: el susurroo el aullido, según se lo imagineuno,delahumanidaddolorida,quetocabalafibrasensibleescondidaentodoslospechos.Habíamomentosqueestaprofundanotapatéticaeratodocuantosepodíaoír,yoírapenas,comosuspiradaenmediodeunsilenciodesolado.Peroinclusocuandolavozdelministroselevantaba,altayperentoria,cuandosurgía poderosa hasta lo más alto, cuando asumía su mayor amplitud yenvergadura, llenando la iglesia de tal modo que parecía hacer estallar lossólidosmurosparadifundirseporelaire,siempre,sielqueescuchabalohacíaconcuidadoyconunverdaderopropósito,podíadetectarelquejidodedolor.¿Qué era? La queja de un corazón humano apesadumbrado, quizá culpable,comunicando su secreto, de tristeza o de culpa, al gran corazón de lahumanidad, implorando un poco de perdón y simpatía a cadamomento, encadaacento,ynuncaenvano.Eraesteprofundoycontinuotonodesesperadoloquedabaalclérigosupodermáscaracterístico.

Durantetodoestetiempo,Hesterestuvoquietacomounaestatuaalpiedelpatíbulo.Silavozdelministronolahubieramantenidoallí,elsitiomismolohabríahechoconunmagnetismoque laatraía,puestoqueallí transcurriósuprimerahoradeignominia.Ellasentíaalgo—demasiadoambiguoparapodertransformarloenpensamiento,peroquepesabasobresumente—queledecía

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quetodalaórbitadesuvida,tantoantescomodespués,estabacentradaeneselugar,haciendodeélelúnicopuntoqueleprestabaunidad.

Mientrastanto,lapequeñaPearlsehabíaalejadodesumadreyjugabaasugusto por la plaza del Mercado. Su aspecto móvil y deslumbrante parecíaprestar algo de alegría a la sombría multitud. Parecía un pájaro de alegreplumaje cuya presencia bastaba para iluminar todo un árbol de follajetenebroso,saltandodeunaramaaotra,avecesofreciéndosealavista,avecesescondido en la penumbra de los macizos de hojas. Poseía una maneraondulante, aunque a veces directa, de moverse. Indicaba la incansablevivacidaddesuespíritu,quehoyredoblabalainquietuddesudanzasobrelapunta de los pies porque jugaba y vibraba con la angustia de sumadre. EncuantoPearlveíacualquiercosaqueexcitarasucuriosidad,siempreactivayvagabunda,volabahaciaella,yeracomositomaraposesióndeesapersonaoesacosasimplementeporqueladeseaba;perotodoestosinperderenabsolutoel control de susmovimientos. Los puritanos la contemplaban y sonreían apesarde ellosmismos,diciéndoseque laniña eraun engendrodel demoniodebido al encanto peregrino de su belleza y su excentricidad, la cual,iluminandosufiguraentera,relumbrabaconsuactividad.Corrióamiraraunindiocaraacarayélsintióqueestabaanteunanaturalezaaúnmássalvajequela propia. De ahí, con una audacia natural pero también con cierto tipo dereservaqueleeracaracterística,selanzóenmediodeungrupodemarineros,hombres que regresaban después de cruzar los océanos, con rostrososcurecidosporelsol,comolosdelosindiosdespuésdecruzarlatierra.Elloscontemplaron admirados y pensativos a Pearl, como si un copo de espumahubieratomadolaformadelaniñayéstaestuvieradotadadeunalmasurgidadelfuegomarinoquerelumbrabajolaproadelosbarcosenlanoche.

Uno de estosmarinos, elmismo capitán que había dirigido la palabra aHester Prynne, quedó tan sorprendido con el aspecto de Pearl, que trató deagarrarlaconla intenciónderobarleunbeso.Resultándoletandifícil tocarlacomocazarunpájaromoscaenplenovuelo,sequitódelsombrerolacadenadeoroquelocircundabayselatiróalaniña.Pearlserodeóinmediatamenteconellaelcuelloylacintura,contanfelizresultadoqueparecíaformarpartedeellamismayresultabadifícilimaginarsealaniñasinlacadena.

—¿Tu madre es aquella mujer, la de la letra escarlata? —preguntó elmarino—.¿Quieresllevarleunmensajedemiparte?

—Simegustaelmensaje,loharé—respondióPearl.

—Dile entonces—siguió el marino— que hablé de nuevo con el viejomédico,elhombreinclinadoyderostrooscuro.Élsecomprometeatraerasuamigo,elseñordelcualseocupa,abordodemibarco.Demodoquetumadreno tiene que ocuparsemás que de ellamisma y de ti. ¿Le dirás esto, niña-

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duende?

—¡La señoraHibbins dice quemi padre es el Príncipe de losAires!—exclamóPearlconsusonrisaperversa—.Simeponesapodosdesagradablesteacusaréaél,yélarrastrarátubarcoconunatormenta.

CruzandolaplazadelMercadoenzigzag,laniñavolvióadondeestabasumadre y le dio elmensaje delmarino.El espíritu deHester, que era fuerte,tranquiloycapazdesoportarlotodo,casisehundió,finalmente,alverantesíelterribleaspectodeunacatástrofeinevitableque,enelmomentoprecisoenqueelbarcoparecíafacilitarlesalclérigoyaellaunpasajequelossacaradellaberinto de su sufrimiento, se colocaba, sin compasión, en medio de sucamino.

Con la mente turbada aún por la terrible perplejidad ocasionada por lanoticiadelcapitán,vinoaafectarlaunanuevaprueba.Muchosdelospresenteshabían acudido del campo circundante; a menudo habían oído hablar de laletraescarlataysuespantohabíasidoexageradopormilrumoresfalsos,peronuncalahabíanvistoconsuspropiosojos.Estospersonajes,yaaburridosconotros entretenimientos, se agolparon ahora en torno aHesterPrynne, rudaybrutalmente intrusivos. A pesar de ser poco escrupulosos, no se atrevían aacercarsehastamenosdeunoscuantospasos.Yaesadistancia sequedaronmirando, dándose cuenta de la presión de los espectadores; y, habiendoaveriguadoel significadode la letraescarlata, llegaronamezclar sus rostrosquemadosporelsol,rostrosdebandidos,conlosdelospobladores.Hastalosindiosparecieronsentirlasombrafríadelacuriosidaddelhombreblanco;y,cimbreándose, atravesaron la multitud, quedándose con sus negros ojos deserpiente fijossobreelpechodeHester,quizápensandoque laportadoradetanhistoriadoemblemadebíadeserunapersonadealtaalcurnia.Porúltimo,los habitantes de la ciudad (ya que su propio interés en este gastado temarevivió lánguidamente como por simpatía con lo que veían que los otrosestabansintiendo)seacercaronlánguidamentealmismolugaryatormentaronaHester,quizámásquetodoslosotros,consusfríasmiradas,bieninformadasde su vergüenza. Hester vio y reconoció los mismos rostros del grupo deseñoras que la habían esperado al salir de la puerta de la prisión, siete añosatrás;todosaquellosrostros,salvouno,eldelamujermásjovenycompasiva,cuyamortajaHestermismahabíaconfeccionado.Enlahorafinal,cuandoyaestabaprontaadeshacersedelaletraescarlata,poralgunaextrañarazónhabíallegado a ser más que nunca el centro de observación y excitación, y estomismo le quemaba el pecho más dolorosamente que ningún día desde elprimeroenquelallevó.

MientrasHesterestabadepieenmediodelcírculodelaignominia,dondela hábil crueldad de su sentencia parecía haberla fijado para siempre, eladmirable predicador miraba desde su sagrado púlpito a una congregación

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cuyos espíritus había logrado dominar. ¡Lamujer de la letra escarlata en laplaza del Mercado! ¿Qué imaginación podía ser tan irreverente como parasuponerqueelmismoestigmaquemanteloshabíamarcadoalosdos?

XXIII.LAREVELACIÓNDELALETRAESCARLATA

La elocuente voz que encumbró hasta las nubes las almas de lacongregaciónqueescuchabaporfincesó.Hubounmomentodesilencio,tanprofundo como el que sigue a los pronunciamientos de los oráculos. Luegohubounmurmulloyuntumultoapenasahogado,comosilosqueescuchaban,liberadosdeprontodelembrujoqueloshabíatransportadoalamentedeotroser, volvieran a sí mismos, todavía embargados de asombro. Después lamultitud comenzó a salir de la iglesia. Ahora que había llegado el fin,necesitabanotroaire,másadecuadoparanutrirlagroseravidadiariaenlacualhabíanvueltoacaer,queaquellaatmósferaqueelpredicadorhabíaconvertidoenpalabrasdefuegoycargadoconlapotenciadesupensamiento.

Alairelibre,lacongregación,admiradaporlaprédicadelpastor,irrumpióencomentarios.LacalleylaplazadelMercadoenterasparecíanhablar,deunextremoaotro,alabandoalministro.Muchosdelosquelohabíanescuchadonopodíanquedarsetranquiloshastahabercontadoaotrosloqueéstossabíanmejor que ellos. Según el testimonio de todos, jamás hombre alguno habíahablado con un espíritu tan sabio, tan sagrado, tan alto como el del pastoraqueldía;nijamáslainspiraciónhabíaanimadootroslabiosmortalesconmáslucidez que en esa ocasión. Era casi como si se pudiera ver la inspiracióndescendiendo sobre él y poseyéndolo, haciéndolo ir más allá del discursoescrito que tenía ante sí y llenándolo de ideas que con seguridad eran tanprodigiosas para él mismo como para su auditorio. Su tema fue el de lasrelaciones deDios con las comunidades humanas, con referencia especial aesta Nueva Inglaterra que estaban plantando aquí, en tierras ignotas. Y, alacercarse al fin de su sermón, un espíritu profético se posesionó de él,obligándolo a proseguir con la misma fuerza con que fueron obligados losantiguosprofetasdeIsrael,peroconladiferenciadeque,mientraslosvidentesjudíos habían profetizado ruina y catástrofes para su pueblo, la misión delreverendo Dimmesdale fue proclamar un alto y glorioso destino para losrecién congregados hombres de Dios. Pero durante todo el acto y toda laprédica se había sentido una profunda nota de patetismo que no podía serinterpretadamásquecomolatristezanaturaldealguiencuyodestinoesmorirpronto.Sí,elministroaquientantoamaban,yquelosamabatantoaellos,quesólopodíadesprendersedesualmaconunaexhalación,estabadestinadoaunamuertetemprana,yprontolosdejaríasolosconsusllantos.Laideadesupaso

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transitorio por este mundo subrayó el efecto que el predicador habíaproducido;eracomosiunángel,depasohaciaelCielo,hubiesemostradosusalas deslumbrantes al pueblo —produciendo una sombra además de unesplendor—,y,sacudiéndolas,hubierarociadoalacongregaciónconverdadesdeoro.

ParaelreverendoDimmesdale,habíallegadoesemomento—comosuelellegaralamayorpartedeloshombresensusdistintasprofesiones,aunqueesunmomentoqueraravezsereconocecomotalhastaquehaquedadoatrás—en que la vida es más brillante y triunfal que en ninguna época anterior yninguna época futura. En este momento se encontraba en la posición másorgullosamente eminente a la cual la cultura, la inteligenciay la elocuencia,unidas a una reputación de lamás inmaculada santidad, podían elevar a unclérigoenlosprimerosdíasdeNuevaInglaterra,cuandoesaprofesiónmismaerayaunaltopedestal.Enestaposiciónsehallabaélcuando,al terminarelsermóndeldíadelasElecciones,apoyósufrentesobreloscojinesdelpúlpito.Mientras tanto, Hester Prynne se encontraba junto al cadalso y con la letraescarlataquemándoleelpecho.

Se escuchó de nuevo el estruendo de la música y, con paso rítmico, laescolta militar salió de la iglesia. La procesión debía dirigirse entonces alayuntamiento,dondeunsolemnebanquetecompletaríalasceremoniasdeldía.

Denuevo la filadevenerablesymajestuosospatriarcas sedesplazó a lolargodelampliocaminoabiertoentrelamultitud,queseretiróreverentementeaamboslados,mientraselgobernadorylosmagistrados,loshombressabiosyancianos, los santos clérigos, cuanto había entre la población de famoso yeminente,avanzóenposdeellos.CuandoestabancasienelcentrodelaplazadelMercado,seelevóungrito.Estegrito,aunquesindudaadquiriófuerzayvolumengraciasalapuerillealtadconqueenesaépocaserecompensabaalosgobernantes, se experimentó como un irrefrenable estallido del entusiasmo,encendido en la concurrencia por el alto grado de elocuencia que todavíareverberaba en sus oídos. Cada uno sintió el impulso dentro de símismo einmediatamente lo transmitióa suvecino.Dentrode la iglesiacasinohabíapodidoserreprimido;ahora,bajoelcieloabierto,surgióhastaelcenit.Habíasuficientessereshumanos,muchosdeellosdeentusiastassentimientos,paraproducir ese sonido, más impresionante que las notas de un órgano o deltrueno,másqueel rugidodelmar;esapoderosa influenciademuchasvocesunidas en una sola voz por el impulso universal hace un solo corazón demuchos.JamáshabíasurgidodelsuelodeNuevaInglaterraungritoparecido.Jamás en tierras de Nueva Inglaterra una congregación había cubierto detantoshonoresaunpredicador.

¿Qué sentía él? ¿No se vislumbraban las partículas brillantes de unaaureolaalrededordesucabeza?Hechotanetéreoporelespíritu,enlacimade

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suapoteosis,¿eraverdadque,enlaprocesión,suspasosrealmentepisabanlatierra?

Mientras avanzaban las filas de los militares y magistrados, todas lasmiradassetornaronhaciaelministro.Elgritosetransformóenunmurmullomientrasunaporciónde lamultitud,despuésdeotra, lograbamirarlo. ¡Cuándébil y pálido se le veía enmedio de su triunfo! La energía o, digamos, lainspiración que lo habíamantenido firme hasta terminar elmensaje divino,queleaportódesdeelCielosupropiafuerza,fueretiradaahora,cuandocontanta fe había cumplido su cometido. El resplandor que acababan de verardiendoensusmejillassehabíaapagadobajolascenizascomounallamasinesperanza de volver a surgir. Apenas parecía el rostro de un ser vivo, tanmortal era su palidez; casi no parecía contener vida aquel que marchabatambaleándoseporelsendero,ysinembargoseguía,seguíasincaerse.

Unodelosclérigos,elvenerableJohnWilson,aldarsecuentadelestadoenquequedóeljovenDimmesdaledespuésdehaberseretiradolamareadesuinteligenciaysusensibilidad,seacercórápidamenteaélparaofrecerleayuda.Trémulo,elministrorechazóconfirmezaelofrecimiento.Avanzabaaún,siesque se puede llamar así a sus movimientos, pero más parecían éstos losendebles pasos de un niño que ve unos brazos estirados tentándole a queavance.Yahora,apesardequesusúltimospasoseranimperceptibles,habíallegadojuntoalpatíbulodetristerecuerdo,ennegrecidoporeltiempo,dondehacía tantos años Hester Prynne se había enfrentado con la ignominiosamiradadelmundo.YahoraestabaallíHesterconlapequeñaPearldelamano.Allísedetuvoelministro,aunquelabandatodavíatocabalasolemneaunqueregocijadamarchaqueimpulsabalaprocesión.Parecíaindicarlequeavanzara,queavanzarahaciaelfestival,peroallísedetuvoelministro.

Bellinghamlohabíaestadoobservandoansiosamentedurante losúltimosminutos.Entonces, dejando su sitio en la procesión, se dirigió hacia él paraayudarlo, ya que, por el aspecto deArthurDimmesdale, no se podía pensarsinoqueestabaapuntodecaer.Peroalgoenlaexpresióndelpastoradvirtióalmagistradoquenoseacercara,aunqueéstenoeradelaclasedehombresqueobedecenfácilmentelasvagassensacionesquesetransmitendeunespírituaotro.Lamultitud,mientrastanto,observabaperplejayasombrada.Paraellos,ladebilidadfísica,terrenal,delministronoeramásqueotrafasedesufuerzaespiritualycelestial;ynoleshabríaparecidounmilagroexcesivosihubieranpresenciado su ascensión,viéndolohacerse cadavezmáspequeñoperomásbrillantealalejarse,confundiéndoseporúltimoconlaluzdelcielo.

Sevolvióhaciaelpatíbuloyestirólosbrazos.

—Hester—dijo—,venaquí.Venaquí,mipequeñaPearl.

Lascontemplóconunamiradallenadetemor,peroconalgoasícomouna

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ternura extrañamente triunfante en su expresión. La niña, con uno de esosmovimientoscomodepájaroquelacaracterizaban,volóhaciaélyabrazósuspiernas.HesterPrynne,lentamente,comoimpelidaporunsinoinevitablequedoblegabasuvoluntad,tambiénseacercó,perosedetuvoantesdellegaraél.En ese mismo instante el viejo Roger Chillingworth se acercó por entre lamultitud;oquizá,yaqueseleveíatanoscuro,perturbadoysiniestro,pareciósurgirdelasregionesinfernalesparaobligarasuvíctimaallevaracaboloqueélsehabíapropuesto.Elviejoseadelantóytomóalministrodelbrazo.

—¡Señora,deténgase!¿Quépretendehacer?—preguntó—.¡Quealejenaestamujer! ¡Quequiten a laniña!Todo irábien. ¡Nomanche su reputacióninmaculadaparamorircubiertodedeshonra!Todavíapuedosalvarlo.¿Quiereacasodesacreditarsusagradaprofesión?

—¡Ah, tentador, has llegado demasiado tarde! —replicó el ministro,enfrentandolamiradadesusojosconlossuyos,temerososperofirmes—.¡Yanotieneselpoderqueantestenías!ConlaayudadeDios,meescaparédeti.

Denuevoadelantósumanohacialamujerdelaletraescarlata.

—Hester Prynne—exclamó con penetrante fervor—, en su nombre, ennombre de Aquel que es tan terrible y tan misericordioso, y que en estemomento finalme concede la gracia de hacer lo que parami vergüenza nohice hace siete años, aproxímate ahora y une tu fuerza a lamía. Tu fuerza,Hester. ¡Pero que la guíe la voluntad que Dios me ha dado! ¡Este pobreancianotraicionadoquiereoponerseaellocontodosupoder!¡ConsupoderyelpoderdelDemonio!Ven,Hester,ven.Ayúdameasubiralcadalso.

Lamultitudtemblaba.Loshombresderangoydignidadqueestabanmáscerca del clérigo se quedaron tan sorprendidos ante lo que sus atónitos ojosveían, incapaces de aceptar la explicación más obvia que se ofrecía ni deimaginarningunaotra,que sequedaronestáticosy silenciososanteel juicioquelaProvidenciaestabaapuntodeefectuar.Vieronalministro,apoyadoenel hombro de Hester y ayudado por el brazo de la mujer, que lo rodeaba,mientrasseacercabaalpatíbuloysubíasuspeldañosmanteniendoenlasuyalapequeñamanodelaniñanacidadelpecado.ElviejoRogerChillingworthlosseguíacomoalguieníntimamenterelacionadoconeldramadeculpaydesufrimiento en el cual todos habían sido actores, lo que les daba derecho apresenciarlaúltimaescena.

—Aunque hubieras buscado por todo el mundo —dijo Chillingworthfijando al clérigo con su sombríamirada—, no habrías podido encontrar unlugarmásapropiado,porloencumbradoyporlovil,paraescapartedemí.

—Doy gracias a Él, que me ha conducido hasta aquí —respondió elministro.

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Sinembargo,temblóalvolversehaciaHesterconunaexpresióndedudayperplejidadensusojos,quenodesmentíalaligerasonrisadesuslabios.

—¿No esmejor esto—preguntó él— que todo lo que soñábamos en elbosque?

—¡No lo sé! ¡No lo sé!—respondió ella rápidamente—. ¿Mejor? Sí, siambosmorimosylapequeñaPearlmuereconnosotros.

—PortiyporPearl,quesecumplaeldeseodeDios—dijoelclérigo—;yDios esmisericordioso.Déjame hacer ahora su voluntad; la veo claramenteante mis ojos. Porque, Hester, voy a morir. De modo que permítemeapresurarmeparatenereltiemponecesariodeasumirmiculpa.

EnpartesostenidoporHesterPrynneyconunadelasmanitasdePearlenlas suyas, el reverendoDimmesdale sevolvióhacia losdignosyvenerablesgobernantes, hacia los ministros que eran sus hermanos, hacia la multitud,cuyograncorazónestabacompletamenteapabulladoy,sinembargo,llenodeacongojada simpatía, como si supiera que alguna profunda enseñanza de lavida —que, a pesar de estar llena de pecado, lo está también de dolor yarrepentimiento— estuviese a punto de serles revelada. El sol acababa decruzar elmeridiano y brillaba sobre el clérigo, dando una luz especial a sufigura en el momento de presentar su culpa ante el tribunal de la justiciadivina.

—¡Gente de Nueva Inglaterra! —exclamó con una voz que surgió porsobretodosellos,alta,solemne,majestuosay,sinembargo,temblorosa,comoapuntodequebrarseenungrito,queparecíaemergerdesdelasprofundidadesdelarrepentimientoyeldolor—. ¡Vosotrosquemehabéisamado! ¡Vosotrosqueme habéis creído un santo! ¡Miradme aquí, el más grande pecador delmundo! ¡Por fin! ¡Por fin! ¡Heme aquí, en elmismo sitio donde, hace sieteaños,yodebíahabertomadomipuestojuntoaestamujercuyobrazomehaayudado más que mis propias escasas fuerzas para subir, y que en estemomentomeimpidencaerpararevolcarmirostro,devergüenza,porelsuelo!¡Ah,laletraescarlataqueHesterllevasobresupecho!Todoshabéistembladoanteella.Dondequieraquehayaencaminadosuspasos,dondequieraque,bajotanmiserablecarga,hayaidoenbuscadetranquilidad,halanzadounacárdenaluzalrededordeella.Peroenmediodevosotroshabíaalguienescondido,unocuyamarcadeinfamianooshahechotemblar.

Pareció que, llegado a este punto, el ministro iba a dejar el resto de susecreto sin revelar. Pero luchó contra la debilidad de su cuerpo y,más aún,contraelmiedodesucorazón,quepodíandeuninstanteaotrodominarlo.Sedesprendiódetodaayuday,dandounpaso,avanzóhastaquedardelantedelamujerylaniña.

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—Élllevabalamarca—continuóconfiereza, tandecididoestabaadecirtoda la verdad—. Los ojos de Dios la vieron. Los ángeles siempre laseñalaban.ElDemonio laconocíay laquemabacontinuamentecon lapuntadesudedoardiente.Peroelportadordelamarcaseescondióastutamentedelos hombres y anduvo entre vosotros luciendo la máscara de un espíritupurísimoconturbadoantelospecadosdelmundo,aparentandoechardemenossusparesangelicales.Ahora,alahoradelamuerte,seatreveapararsefrenteavosotros.OspidemiréisdenuevolaletraescarlatadeHester.Osdiceque,contodo suhorrormisterioso, es apenasuna sombrade loqueél lleva sobre supropiocorazón,yqueelestigmarojonoesmásqueelmodelodeaquelquehaquemadolomásprofundodesucorazón.¿Hayalguienaquíquedeseeponerencuestiónel juiciodeDiossobreunpecador?¡Mirad!¡Heaquíun terribletestimoniodeloquedigo!

Conunmovimientoconvulsivo,arrancódesupecholabandadeministro.¡Elsecretofuerevelado!Poruninstantelasmiradasdelamultitud,paralizadapor el horror, se concentraron en el espantosomilagro,mientras elministropermanecíaplantadoallíconelrubordeltriunfoardiendoensurostro,comounoque,enunacrisisdelamáspenosaagonía,haganadounavictoria.Luegocayósobreelpatíbulo.Hesterlogrólevantarlounpocoylesostuvolacabezacontrasupecho.ElviejoRogerChillingworthsearrodillójuntoaélconunaexpresióntanvacía,opaca,queparecíahaberseagotadosuvida.

—¡Tehasescapadodemí!—repitiómásdeunavez—.¡Tehasescapadodemí!

—¡QueDiosteperdone!—dijoelministro—.¡Tútambiénhaspecado!

Apartósumiradadelviejoylafijóenlamujerylaniña.

—Mi pequeña Pearl—murmuró débilmente, y su rostro se iluminó conunadulceysuavesonrisa,comoladeunespírituqueseestáhundiendoenelmásprofundoreposo;ahoraquesehabíadescargadodesuculpa,parecíaquequisierajuguetearconlaniña—.¡MiamadaPearl!¿Quieresdarmeunbeso?Noquisistehacerloallá,enelbosque.¿Quiereshacerloahora?

Pearlbesósuslabios.Elencantoserompió.Lagranescenadedolor,enlacuallaniña-duendeteníaunpapel,habíahechoquesedespertarantodassussimpatías;ysus lágrimas,quecaíansobre lamejilladesupadre,erancomounapromesadequecreceríaentreeljúbiloylatristezahumanas,nosiempredando una batalla contra elmundo, sino como unamujer plenamente en sumedio. En relación con su madre, su papel como mensajero portador deangustiahabíaterminado.

—Hester—dijoelclérigo—,¡adiós!

—¿Yanonosveremosmás?—preguntó ella, inclinándosehasta que sus

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rostros estuvieron juntos—. ¿No gozaremos unidos nuestra vida inmortal?¡Estoyseguradequehemospagadoelpreciodelalibertad,elunoconeldolordel otro! Tú miras hacia allá, hacia la eternidad, con tus brillantes ojosmoribundos.Dimeentoncesloqueves.

—¡Calla,Hester, calla!—dijo él con trémula solemnidad—. ¡La leyquerompimos!¡Elpecadoqueaquíseharevelado!¡Quequedensóloestascosasen tu pensamiento! ¡Temo! ¡Temo!Quizá cuando nos olvidamos de nuestroDios, cuandoviolamosnuestro respeto, eldecadaunoporel almadelotro,desde entonces mismo fue en vano que tuviésemos la esperanza deencontrarnos en el más allá, efectuando una reunión eterna y pura. Dios losabe.¡PeroÉlesmisericordioso!Haprobadosumisericordia,másquenada,enmisaflicciones,dándomeestetormentoardienteparallevarloenmipecho.Enviando a aquel oscuro y terrible hombre paramantenermi llaga siempreabiertayviva.¡Trayéndomeaquíparamorirestamuertedeignominiatriunfalanteelpueblo!Simehubiese faltadoalgunadeestasagonías,habríaestadoperdido para siempre. ¡Loado sea su nombre! ¡Que se haga su voluntad!¡Adiós!

Elministro emitió la última palabra con su último suspiro. Lamultitud,silenciosahastaentonces,prorrumpióenvocesdeasombroyperplejidad,queaúnnopodíanformularsesalvoenestemurmulloquesurgiópesadosobrelamultitudencuantoelespíritudelclérigoabandonósucuerpo.

XXIV.CONCLUSIÓN

Luego demuchos días, cuando hubo pasado un tiempo suficiente comoparaque lagenteordenarasuspensamientosen loquese refierea laescenaanterior, corrió más de una versión sobre lo que había sucedido sobre elcadalso.

La mayoría de los espectadores daban el testimonio de haber visto unaletraescarlata,exactaalaquellevabaHesterPrynne,impresasobreelpechodel malhadado ministro. Corrían varias explicaciones respecto a su origen.Todas ellas, sin duda, eran especulaciones. Algunos afirmaron que elreverendodoctorDimmesdale,eldíamismoenqueHesterPrynne llevóporprimera vez su ignominioso emblema, había comenzado a hacer penitencia,infligiéndoseasímismotorturasespantosas.Otrosopinabanquenosehabíaoriginadohastamuchotiempodespués,cuandoelviejoRogerChillingworth,un poderoso hechicero, la hizo aparecer pormedio demágicas y venenosaspociones.Losdemásallá,aquellosqueestabanmáscapacitadosparaapreciarel tipo particular de sensibilidad del ministro y el maravilloso poder de su

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espíritusobresucuerpo,proclamabansuconviccióndequeelterribleestigmaeraelresultadodeldolorsiempreactivodelremordimiento,ylapresenciadela letra lamanifestación terrible del juicio del Cielo. El lector puede elegirentre estas teorías. Hemos informado lo más posible sobre este portentosohechoycongustoborraríamossuhondahuellaennuestraimaginación,ahoraqueyahacumplidoconsucometido,perolalargameditaciónlohafijadoenellaconindelebleprecisión.

Sinembargo,escuriosoqueciertaspersonas,quefueronespectadoresdeesta escenay jurannohaber apartado lamiradadel reverendoDimmesdale,nieganquehubieramarcaalgunasobresupecho,elcualapareciómáslimpioque el de cualquier recién nacido. Y, según sus informes, tampoco habríareconocido, ni siquiera remotamente implicado, con sus palabras demoribundo,ningunarelaciónconlaculpaporlacualHesterPrynnellevótantotiempo la letraescarlata.Segúnestos testigos,muy respetablesporcierto,elministro,conscientedequeseestabamuriendo,yconscientetambiéndequelamultitudlohabíacolocadoyaentrelossantosylosángelesdelCielo,habíadeseado,alexhalarsuúltimosuspiroenlosbrazosdeunaperdida,expresaratoda la humanidad cuán débil es el derecho de los hombres a laautosatisfacción. Después de gastar su vida haciendo esfuerzos para que lahumanidadalcanzaraelbienespiritual,habíatransformadosumuerteenunamoralejaparadejarimpresaenelalmadesusadmiradoreslapoderosaytristeleccióndeque,envistadelaPurezaInfinita,somostodospecadores.Eraparaenseñarlesquehastaelmás santo,hastaelqueha logradocolocarse tanporencimadesussemejantescomoparadiscernirlaMercedquemirahaciaabajo,puederepudiarlosfantasmasdelméritohumanoparamirarencambiohacialoalto.Sindisputarunaverdadtanapabullante,debemosarrogarnoselpermisoparainterpretarestaversióndelahistoriadeDimmesdalesólocomoejemplode la empecinada fidelidad con la cual los amigos de un hombre,especialmente losdeunclérigo,defiendenaveces su reputacióncuando laspruebas,brillandocomolaluzdeldíasobrelaletraescarlata,probaríanqueesunfalsario,unacriaturaensuciadaporellododelpecado.

Lasprincipalesfuentesaquenoshemosceñido—unmanuscritoantiguoque da fe de los testimonios verbales de individuos que en algunos casosconocieron personalmente a Hester Prynne, mientras otros sólo oyeron suhistoriaporbocadesuscontemporáneos—confirmanplenamentelaposiciónquehemostomadoenlaspáginasanteriores.Entrelasmuchasmoralejasquenos sugiere la miserable experiencia del pobre ministro, sólo queremosformular ésta: «¡Sed verídicos! ¡Sed verídicos! ¡Sed verídicos! ¡Mostradlibrementealmundo,sibiennovuestrospeoresrasgos,porlomenosalgunoporelcualsepuedaninferirlospeores!».

Nadamásnotablequeelcambioqueseoperó,inmediatamentedespuésde

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la muerte del reverendo Dimmesdale, en el aspecto y comportamiento delviejo que hemos conocido como Roger Chillingworth. Todo su vigor yenergía, todasu fuerzavitale intelectual,parecieronabandonarlo; tanto,quepareciómarchitarse,encogerse,ycasidesapareciódelavistadelosmortales,como una maleza arrancada de raíz que queda pudriéndose al sol. Estedesgraciadoserhabíahechoqueelprincipalmotordesuvidaconsistieraenlaorganización y ejecución de su venganza; y cuando, al consumarse en suformamás triunfal, ese principio maléfico quedó inutilizado, cuando ya nohubo más obra demoníaca en el mundo que le tocara a él realizar, sólo lequedóa este serdeshumanizadovolver al senode su señorparaque éste leencontrara otras misiones que cumplir y él pudiera cobrar su salario. PerodebemossercompasivosconesosseressombríoscomoRogerChillingworthysuscompañeros,conocidosnuestrosdesdehacetantotiempo.Seríauncuriosotemadeinvestigaciónyobservacióneldesi,enelfondo,elamoryelodionosonlamismacosa.Amboshacenqueunindividuodependadeotroenloquese refiere al alimento de su espíritu; ambos dejan, al amante apasionado o,igualmente,alqueodiaconpasión,desoladamentesolitariocuandosuobjetodesaparece. Considerando las cosas filosóficamente, por lo tanto, ambaspasiones parecen ser esencialmente idénticas, excepto en que una existe enmediodelaluzcelestial,mientrasquelaotrasevesólorodeadadeunfulgorcárdeno. En el mundo espiritual, tanto el viejo médico como el ministro,víctimaselunodelotro,pueden, sinhabersedadocuenta,haber encontradoquesuterrenaldosisdeantipatíaydeodiosetrasmutabanenamor.

Dejando atrás esta divagación, tenemos otros asuntos que comunicar allector.CuandomurióelviejoRogerChillingworth—loqueacaecióantesdequesecumplieraunañodesdelamuertedelpastor—,ysegúnsutestamento,del cual el gobernador Bellingham y el reverendoWilson fueron albaceas,dejó en herencia propiedades de un valor considerable, tanto aquí como enInglaterra,alapequeñaPearl,lahijadeHesterPrynne.

De tal manera, Pearl, la niña-duende, ese engendro del demonio, comoalguna gente de esa época se empeñaba en llamarla, llegó a ser la herederamás rica de su época en el Nuevo Mundo. Era previsible que estacircunstancia,comoocurrió,cambiaralaactituddelpueblo;y,silamadreylahijasehubiesenquedadoaquí,lapequeñaPearl,llegadaalaedaddecasarse,habría mezclado su sangre apasionada con los linajes más devotamentepuritanos.Peropocodespuésdelamuertedelmédicolaportadoradelaletraescarlatadesapareció,yPearlconella.Durantemuchosaños,apesardequeavecesalgunanoticiadeellasatravesabaelocéanocomountrozodemaderaaladerivaconsusnombresescritossobreélyquellegabaalaplaya,ningunanoticia fidedigna sobre la existencia de ambas llegó aNueva Inglaterra. Lahistoria de la letra escarlata se transformó en leyenda. Su embrujo, sinembargo, semantuvopotenteymantuvo, tanto al cadalso comoa la cabaña

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junto a la playaquehabía habitadoHesterPrynne, rodeadosdeuna aureolamisteriosaysombría.Cercadelacabaña,unatarde,unosniñosseencontrabanjugando,cuandovieronaunamujeraltayvestidadegrisqueseacercabaalapuerta.Nadie lahabíaabiertoen todosesosaños.Peroella laabrióconunallave, o lamadera podrida y el hierro cedieron ante sumano; y, como unasombraquetraspasatodoslosimpedimentos,lamujerentró.

Sedetuvoenelumbralyvolviólacabeza,porquequizálaideadevolveraentrarahora,completamentesolaycontodotancambiado,alescenariodesuvida anterior, tan intensa, era más terrible y desoladora que lo que inclusoalguien como ella era capaz de soportar. Pero su vacilación duró sólo uninstante, durante el cual los niños pudieron ver una letra escarlata sobre supecho.

Hester Prynne había vuelto a ocupar su hogar abandonado durante tantotiempo, asumiendo su vergüenza. Pero ¿dónde estaba la pequeña Pearl? Sivivía aún, debía de estar ahora floreciente, con los encantos de la juventud.Nadiesupo,nijamássepudocertificarenformatotal,silaniña-duendehabíabajadoprematuramenteaunatumbavirginal,osisunaturaleza, tanrica, tanbravía, se había apaciguado hasta hacerla capaz de aceptar la apaciblefelicidadqueeseldestinodeunamujer.Peroduranteel restode lavidadeHesterPrynnesevieronalgunosindiciosquesignificabaquealguien,enotrastierras, se preocupaba por el bienestar de la reclusa de la letra escarlata.Llegaban cartas selladas con escudos de nobleza, aunque con símbolosdesconocidos para la heráldica inglesa. En la cabaña había objetos queindicaban comodidadyhasta lujo, queHester jamáshabría necesitado, peroque sólo la fortuna, ademásdeunapreocupaciónafectuosapor subienestar,podía haber comprado para ella. También había pequeñeces, adornos, bellasdemostracionesderecuerdoconstante,realizadasporunosdedosafectuososylosimpulsosdeuncorazónllenodeamor.YunavezsevioaHesterbordandoropa de recién nacido, con tal despliegue de riqueza en sus ornamentosdorados,que si algúnbebéhubiera aparecidovestidoconella en la sombríacomunidaddeNuevaInglaterra,habríacausadountumultoentrelagente.

Porfin,podemosdecirquelashabladuríasdelaépocaaseguraban—yMr.Pue,quehizolasinvestigacionesunsiglomástarde,tambiénestabasegurodeello,tansegurocomoloestáhoysusucesorenelcargo—quePearlnosóloestabaviva,sinocasadayfeliz,ypreocupadaporelbienestardesumadre;yquelahabríahechomásfelizaúntenerasumadrejuntoaellaensuhogar.

Pero para Hester Prynne la vida tenía más sentido y realidad aquí, enNuevaInglaterra,queenlastierrasextrañasdondePearlhabíaestablecidosuhogar.Aquíhabíacometidosupecado,ésteeraelescenariodesudolor,yaquítodavía le quedaba tiempo para cumplir su penitencia. Por lo tanto, habíaregresado, y ostentaba de nuevo, por deseo propio—ya que ni siquiera el

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magistrado más severo de la época le habría impuesto tal castigo—, aquelsímbolosobreelcualhemoscontadoestahistoriatantriste.Laletraescarlatajamásvolvióadesaparecerdesupecho.Peroduranteeltiempoquelequedódevida,unavidallenadetrabajo,meditaciónyentregadesímisma,laletraescarlatadejódeserunestigmacausantedelamargodespreciodelmundoyllegó a ser algo digno de compasión, considerado con cierto temor, perotambiénconciertorespeto.Ycomolavidayel trabajodeHesterPrynnenoteníanfinesegoístas,niellavivíaenningúnsentidoparasupropiagananciayplacer, la gente acudía a ella con todas sus dudas y dolores, pidiéndoleconsejo, por ser alguien con gran experiencia del dolor. Especialmente lasmujeres—en sus frecuentes pruebas y dolores debidos a la pasión herida,malgastada,engañadaodescarriada,oconlapesadacargadeuncorazónquenoseentregaporquenohasidovaloradoybuscado—veníanalacabañadeHester a preguntarle por qué eran tan desgraciadas y cuál era el remedio.Hesterlasconsolabayaconsejabacomomejorpodía.Tambiénlescomunicabasupropiaconviccióndequeenunfuturomejor,cuandoelmundoyaestuvieramaduroparaelloyelCieloloquisiera,nuevasverdadesseríanreveladasparaestablecertodaslasrelacionesentrehombresymujeressobreunterrenomásfirme y para la felicidad de unos y otras.Más temprano en su vida,Hesterhabía imaginado que quizá sería ella la profetisa destinada a propagar talescambios,perohacíayamuchotiempoquehabíareconocidola imposibilidadde que cualquiermisión de verdad divina ymisteriosa fuera confiada a unamujermanchada por el pecado, inclinada bajo la vergüenza, cargada con eldolordetodaunavida.Elángel,elapóstoldelanuevarevelacióndebíaser,enverdad,unamujer,perodigna,puraybella;yconunasabiduríaadquiridanopormediodeldolorsombrío,sinoporlaalegríaetérea;ydemostrandocómoel sagrado amor puede y debe hacernos felices, viviendo una existenciaconsagradaaestefinyconsiguiéndolo.

AsídecíaHesterPrynne,bajandolosojosparamirar la letraescarlata.Ydespuésdemuchos,muchos años, unanueva tumba fue cavada junto a otramuyantiguayyacasisumergida,enelcementeriocercadelcualyasehabíaconstruidolacapillaqueallípermanece.Sí,juntoaesaviejatumbahundida,aunque dejando un espacio entre ellas, como si los restos polvorientos deambos durmientes no tuvieran derecho a mezclarse. Sin embargo, un solomonumento fúnebreunía a las dos tumbas.Lo rodeabanotrosmonumentos,algunosconescudosdearmas;yenestasimplelápidadehumildepizarra—comopuedecomprobarinclusohoycualquiercurioso,yquedarperplejoconelsignificado—tambiénsediscierne laformadeunescudo.Llevasímbolosheráldicos y unas palabras que bien podrían servir como divisa y brevedescripcióndenuestraleyenda,queahoraconcluimos;tansombríaes,aliviadasuoscuridadporunsolopuntodeluzqueresultamástristeaúnquelasombra:

ENUNCAMPODESABLE,LALETRAA,DEGULES

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