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LA KABBALAH EN EL CRISTIANISMO DEL RENACIMIENTO Entrega No. 13 de la serie “Cooperaciones y auxilios” “-Oh Adán… la naturaleza definida de los otros seres está constreñida por las precisas leyes por mí prescriptas. Tú, en cambio, no constreñido por estrechez alguna, te la determinarás según el arbitrio a cuyo poder te he consignado. Te he puesto en el centro del mundo para que más cómodamente observes cuanto en él existe. No te he hecho ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal, con el fin de que tú, como árbitro y soberano artífice de ti mismo, te informases y plasmases en la obra que prefirieses. Podrás degenerar en los seres inferiores que son las bestias, podrás regenerarte, según tu ánimo, en las realidades superiores que Son divinas. …Las bestias en el momento mismo en que nacen, sacan consigo del vientre materno, como dice Lucilio, todo lo que tendrán después. Los espíritus superiores, desde un principio o poco después, fueron lo que serán eternamente. Al hombre, desde su nacimiento, el padre le confirió gérmenes de toda especie y gérmenes de toda vida. Y según como cada hombre los haya cultivado, madurarán en él y le darán sus frutos. Y si fueran vegetales, será planta; si sensibles, será bestia; si racionales, se elevará a animal celeste; si intelectuales, será ángel o hijo de Dios, y, si no contento con la suerte de ninguna criatura, se repliega en el centro de su unidad, transformando en un espíritu a solas con Dios en la solitaria oscuridad del Padre, él, que fue colocado sobre todas las cosas, las sobrepujará a todas”. Inspiradas palabras de un hombre que, a través de una poderosa mente, versada en las fuentes sapienciales herméticas, judías y sufís, se sincronizó con las abstracciones filosóficas de Hermes y Abdala el Sarraceno, al exclamar que el hombre es el espectáculo más maravilloso en la escena del mundo. Llámose a este

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Estupendo tratado sobre la historia y desarrollo de la kabalah dentro del cristianismo en época del renacimiento.

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LA KABBALAH EN EL CRISTIANISMO DEL RENACIMIENTO

Entrega No. 13 de la serie “Cooperaciones y auxilios”

“-Oh Adán… la naturaleza definida de los otros seres está constreñida por las precisas leyes por mí prescriptas. Tú, en cambio, no constreñido por estrechez alguna, te la determinarás según el arbitrio a cuyo poder te he consignado. Te he puesto en el centro del mundo para que más cómodamente observes cuanto en él existe. No te he hecho ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal, con el fin de que tú, como árbitro y soberano artífice de ti mismo, te informases y plasmases en la obra que prefirieses. Podrás degenerar en los seres inferiores que son las bestias, podrás regenerarte, según tu ánimo, en las realidades superiores que Son divinas. …Las bestias en el momento mismo en que nacen, sacan consigo del vientre materno, como dice Lucilio, todo lo que tendrán después. Los espíritus superiores, desde un principio o poco después, fueron lo que serán eternamente. Al hombre, desde su nacimiento, el padre le confirió gérmenes de toda especie y gérmenes de toda vida. Y según como cada hombre los haya cultivado, madurarán en él y le darán sus frutos. Y si fueran vegetales, será planta; si sensibles, será bestia; si racionales, se elevará a animal celeste; si intelectuales, será ángel o hijo de Dios, y, si no contento con la suerte de ninguna criatura, se repliega en el centro de su unidad, transformando en un espíritu a solas con Dios en la solitaria oscuridad del Padre, él, que fue colocado sobre todas las cosas, las sobrepujará a todas”.

Inspiradas palabras de un hombre que, a través de una poderosa mente, versada en las fuentes sapienciales herméticas, judías y sufís, se sincronizó con las abstracciones

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filosóficas de Hermes y Abdala el Sarraceno, al exclamar que el hombre es el espectáculo más maravilloso en la escena del mundo. Llámose a este ser Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494), de origen italiano, considerado una de las figuras centrales del humanismo en el renacimiento y que pasó a la historia como un gran erudito, filósofo, teólogo y místico. Su "Discurso sobre la dignidad del hombre", del cual se toman unas pocas líneas para iniciar este artículo, ha sido definido como el manifiesto del pensamiento renacentista. Pico vivió en un periodo en el que confluyeron mágicamente los rastros del legado greco-egipcio y judío, y en donde los sabios, magos, poetas y alquimistas de cada una de estas corrientes fueron capaces de reconocer las identidades esenciales y establecer analogías y correspondencias al laborar con distintos modelos metafísicos, entre ellos el del Arbol de la Vida y el del alefato –alfabeto- hebreo. O sea, que en medio de las luchas políticas más feroces, intrigas y persecuciones en distintos flancos, floreció simultáneamente una de las más bellas manifestaciones del amor y la belleza en todos los órdenes y dominios, es decir, un estallido de las ideas fecundas y eternas, que en circunstancias bien paradójicas vivieron muchos de esos iniciados en propia carne.

La inteligencia precoz de Pico y su prodigiosa memoria, lo catapultaron a desarrollar una cultura muy amplia incluyendo el conocimiento de las lenguas hebrea, árabe, griega y caldea. Si ferviente anhelo fue demostrar que la verdadera naturaleza del cristianismo era el resultado de la confluencia de antiguas tradiciones filosóficas, incluidas la griega, la islámica, la mística

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judía y la magia. Pico decía, ante cualquier concilio sagrado que le escuchara, que él pensaba que nada probaba tan bien la divinidad de Cristo y la verdad del Nuevo Testamento como la Kabbalah. Su polémica y sincrética obra “900 Tesis”, combatida duramente por los teólogos cristianos de la época y considerada herética, se inspira profundamente en la kabbalá y crea los cimientos de la literatura kabalística cristiana. Siendo muy joven entró en contacto con las interpretaciones del aristotelismo del filósofo árabe Averroes y su intento de conciliarlas con el Islam. Como cristiano, intento aplicar estas ideas a los escritos de Aristóteles para hacer lo propio con el Cristianismo. Pero no conforme con esto, buscó encontrar las concordancias entre Platón y Aristóteles dejando esto confinado es sus escritos Heptaplus, una interpretación de los significados del Génesis, y también la obra “Del ser y de la unidad”

Y de hecho las sorprendentes palabras con las que se inicia este escrito, demuestran una clara comprensión kabalística de la naturaleza real del hombre y del universo, siendo el hombre aquel a quien Dios le creó un escenario de mundos y fuerzas, para que en ellos actuará como protagonista y manifestará todo su esplendor, una vez que hubiese alcanzada la equivalencia con El. Según el primer capítulo del Génesis el hombre fue hecho a imagen de Dios, destinado a ocupar un lugar privilegiado en la creación. Las dimensiones divinas o sefirot constituyen el arquetipo de dicha imagen que se manifiesta en la figura simbólica de Adam Kadmón, el hombre primordial. Reza el Zohar: “Lo mismo que el hombre terrestre, así es el hombre celestial”, pues la carne, la piel, los huesos y el resto se conforman a los secretos de la divina sabiduría. La piel representa el firmamento, que se extiende sobre todo y cubre todo como un vestido y así, como en el firmamento hay diferentes figuras formadas por las estrellas y los planetas, que informan de cosas ocultas y de profundos misterios, así también sobre la piel que envuelve los cuerpos de los hombres hay líneas y formas que pueden mirarse como las estrellas y planetas del cuerpo. Los huesos y las venas son como la carroza celeste: las fuerzas que existen internamente y que se consideran las ayudantes de Dios. Todo lo que tiene lugar en los mundos más densos es tan sólo la imagen de todo lo que tiene lugar en los mundos más sutiles. 

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Y puesto que la forma del hombre comprende todo lo que está arriba, en el cielo, y abajo, sobre la tierra, Dios la ha escogido como su propia forma. Keter, Hokhmah y Binah representan, no sólo la cabeza del hombre, sino también le del cuerpo Divino, Hesed y Gevurah constituyen los brazos derecho e izquierdo, los dos polos de amor y el juicio. Tiferet es el tronco del cuerpo sefirótico, y Netzah y Hod, representan las piernas derecha e izquierda. Yesod, simboliza los órganos sexuales y la fuerza vital procreadora del universo.

Nada existió antes de la plasmación de la forma humana: ni las aves del campo, ni los peces del mar, ni bestia ni criatura que se arrastrará por la tierra. De acuerdo con lo anterior, hay una profunda diferencia entre las entidades angélicas y los seres humanos. Los primeros fueron creados durante los Siete Días de precipitación de mundos y formas, mientras que la humanidad existía antes que ellos como chispas o modelos de la Divinidad. La figura humana encierra todas las cosas y todo lo que existe es por la gracia de la existencia de ella. Todo esto le dio a los humanos la habilidad especial de operar en cualquier nivel de los mundos creados por Dios, mientras que Angeles y demonios, fueron confinados a mundos y funciones específicas, porque solo aparecieron en el momento, en que se precipitaron de la mente Divina, sus hábitats correspondientes. Los hombres, por tanto, llevan dentro el germen del libre albedrío para que hagan lo que deseen. Con razón Z’ev ben Shimon Halevi, cabalista inglés, afirma que el hombre es único y diferente a los demás creaturas y cada hombre proviene de un miembro u órgano particular de Adán

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Kadmón. No obstante hay una diferencia entre el hombre celestial y el hombre terreno. El primero es la primitiva emanación divina, la forma absoluta de todo lo que existe, el manantial de todas las formas e ideas, el supremo pensamiento. El segundo es la aparición del hombre en el ciclo llamado formación, en la que se reviste de un cuerpo físico palpable, suceso que ocurrió en el sexto día de la creación. El hombre es el punto central alrededor del cual gira toda la creación. Como los Angeles y Arcángeles aparecieron en el quinto día, precedieron a Adán y por eso su líder Lucifer, el Portador de la Luz, se consideraba a sí mismo superior al humano recién llegado. Entonces cuando el Creador le pidió a las huestes celestiales que reconocieran a Adán como el más alto de los espíritus, Lucifer rehusó. Para poder demostrar que el ser humano era la imagen más perfecta de la Divinidad, se estableció una contienda en la cual Lucifer y Adán iban a competir en el nombramiento de los animales.

Esto fue desastroso para Lucifer ya que al Arcángel no se le había dado la habilidad de inventar o crear. Su humillación ante las huestes ocasionó que Lucifer se enfureciera y saliera del Cielo llevándose consigo a un número de seres rebeldes. Ellos se convirtieron en las entidades demoníacas que se opondrían a Dios y serían los eternos enemigos de Adán. Cuando el espíritu de Adán descendió del reino de la Creación para llegar a diferenciarse en almas masculina y femenina simbolizadas por la pareja en el Jardín del Edén, Lucifer reaparece como la serpiente. Así la inteligencia superior de esta criatura caída no iba a ser desperdiciada, como nada lo es, en el esquema Divino, sino aplicada como el Satanás o “El que pone a prueba” de la humanidad. Este oscuro sirviente de Dios persuadió a Adán y Eva a que comieran del fruto prohibido. Tenían la opción de resistir la tentación, pero eligieron sucumbir. Como resultado de comer

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del Arbol del Conocimiento, se dieron cuenta del poder del libre albedrío y del mal y el bien. 

La figura del hombre es la más noble de todas las que se han adornado en la carroza de Dios, pues en ella, están encerrados todos los niveles, todos los misterios, aun aquellos que existieron antes de la creación del mundo. La figura humana es la síntesis de todas las cosas, incluidos los sefirot con todos sus nombres, sus denominaciones, sus formas y sus variantes. El hombre fue creado a imagen de Dios a fin de que pudiera dedicarse al estudio de la Torá. Pico afirma esto de una manera sorprendente:

“¿Quién, pues, no admirará al hombre?... porque se forja, modela y transforma a sí mismo según el aspecto de todo ser y su ingenio según

la naturaleza de toda criatura. Invada nuestro ánimo una sacra ambición de no saciarnos con las cosas mediocres, sino de anhelar las

más altas, de esforzamos por alcanzarlas con todas nuestras energías, dado que, con quererlo, podremos.”

Interesante resulta dilucidar como Ein Sof se las ingenió para ir de lo Infinito a lo finito, de la Inteligencia pura a la materia, de la Unidad absoluta a la multiplicidad. La sabiduría de la kabbalah habla de la esencia del Ein Sof de la siguiente manera: “Alto por encima de todas las alturas y oculto más allá de todo ocultamiento, ningún pensamiento puede captarte en absoluto... No tiene nombre conocido alguno pues llena todos los nombres y es la perfección de todos ellos". Isaac Luria, mente prodigiosa y elevada, explicó que una contracción divina fue lo que hizo posible la creación finita, limitada…. Afirmó el Kabbalísta húngaro Shabatai Sheltef Horowitz: “Antes de la creación del mundo, el Ein Sof -Sin fin- se retiró en su esencia, desde sí mismo hacía sí mismo y el interior de sí mismo. Dejó un espacio vacío en el seno de su existencia, en la cual pudo emanar y crear”. 

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Así que el primer acto de Ein Sof no fue emanación o revelación, sino ocultación y contracción, porque el acto de la creación solo es posible gracias a la entrada de Dios en Sí Mismo, mediante el evento conocido como tzimtzum. Eso hizo posible la existencia de algo que no fuera Ein Sof o lo Infinito. Así pues una parte de la divinidad se retira de sí misma, se contrae y por medio de este suceso crea un espacio primordial llamado tehirú, que en palabras de Luria, es un brillo puro extraído de un punto situado en el centro del Ein Sof –la nada-.Tehirú o espacio vacío retiene un residuo de la luz divina de Ein Sof, conocido como reshimú, siendo éste el vestigio divino a partir del cual se crea el Adam Kadmón o Alma primordial. La luz Divina de Ein Sof se conoce como Or Ein Sof y representa una manifestación o auto revelación de Ein Sof antes del acto de la creación y es igualmenteomnipresente e infinita. Ein Sof es la luminaria y el radiador, mientras que Or Ein Sof es radiación y luz. Así pues, Adam Kadmón es la primera configuración de la luz divina que fluye en la esencia del Ein Sof hacía el espacio primordial del tzimtzum, como un haz de luz. Adam Kadmon es la forma primera y más elevada en que la divinidad comienza a manifestar después del tzimtzum; es en esa instancia cuando irrumpen las sefirot en el escenario de la creación. 

Las dos palabras de Adam Kadmon aluden a una naturaleza paradójica; por un lado, Adam como ser creado y por otro Kadmón, revela la infinitud primordial en la finita realidad creada. Adam significa “en la semejanza de” o “en la imagen de”, kadmón, significa primordial o primario, de la raíz hebrea kadam. De esta forma Adam Kadmón es el mundo primordial, el cual es en la semejanza de la luz infinita Or Ein Sof, la cual le precede siendo “oscurecida”, “contraída” u “ocultada” en el proceso de creación. Esto significa que a pesar de que Adam Kadmón es un mundo, es un plano de realidad tan elevado que

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está hecho a semejanza de la luz infinita, así que su nivel es muy sublime, puro y trascendental y refleja la luz original Or Ein Sof. Federico González, autor del libro “La presencia viva de la Cabalá” aclara la paradoja de Adam Kadmón, de una manera muy singular:

“…se concibe que todo es y no es simultáneamente, que el límite convive con lo ilimitado, lo visible con lo invisible, no como una dualidad que coexiste en paralelo, sino como una misteriosa no-dualidad que en su indiferenciación incluye simultáneamente la aparente polarización de las posibilidades de ser con aquellas totalmente ocultas y por siempre innombrables del no-ser.

En Adam Kadmon reposa la voluntad trascendente del Creador, el plan universal divino y la manera en que se manifiesta, está planeado en una pieza sin separación en detalles específicos. En él todo es visto en conjunto, sin que aún se encuentren seres o mundos, separados en detalles, atributos o cualidades, ni ordenados en categorías de realidad. Todos los detalles de la creación, desde el principio al fin del espacio –tehirú-, están superpuestos en este pensamiento único, en donde tampoco existen los conceptos de espacio y tiempo que se determinan en la manifestación. En Adam Kadmón todo es simultáneo y ocurre en el mismo lugar, por ende en él, no hay dualidad, no hay adentro ni afuera, no arriba ni abajo, ni antes ni después. Sólo existe un potencial para estas limitaciones. Todo es indefinido y unificado y desde luego simultáneo. Es justamente desde este nivel que Ein Sof incluye en su plan para la creación una infinidad de posibilidades, para contener en ella el libre albedrío. Ya se entiende entonces a Pico cuando dice: “….podrás degenerar en los seres inferiores que son las bestias, podrás regenerarte, según tu ánimo, en las realidades superiores que Son divinas…”. Dios es omnisciente, o sea sabe el desenlace de cada posibilidad, pero es la posibilidad misma la que abre las puertas a la libertad para sus criaturas. 

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Adam Kadmón hace las veces de los planos de la creación porque aquí yace la fuente y la raíz de todos los otros mundos de la realidad, los cuales descienden desde Adam Kadmón. Los parámetros de existencia de los mundos no existen dentro de Adám Kadmón, ellos se separan y dividen mediante la ruptura de la unidad de la luz de Adam Kadmón, conforme progresivas contracciones, que semejan un rayo –kav- penetrando en el vacío y cuya dimensión interior conocida a menudo como el hilo –jut- cose la realidad y manifiesta la presencia del todo en cada una de sus partes. Kav o hilo es en realidad, la expansión que sigue a la contracción de la luz y gracias a ella la luz desciende y forma los sefirot de los diferentes mundos. El proceso efectuado por medio de kav, impulsa a la creación desde la unidad primigenia en el infinito a la multiplicidad del mundo. 

Adam Kadmón, según Federico González, resulta ser el prototipo de la creación en el reino de lo metafísico, el cual es visto como un Hombre de dimensiones gigantescas, que serán aplicables tanto al macro como al microcosmos; o sea una concepción del modelo del Universo anterior a su gestación, desarrollo y nacimiento, "fruto" de un inventor, de un poder que tornándose consciente de sus posibilidades de ser, diseña una arquitectura

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invisible en esa región ignota antes de revelarla o manifestarla. La creación, es un desmembramiento del Hombre Primordial, que da lugar a los sefirot y a la doctrina de los ciclos cósmicos que la regirá a todos los niveles. Dicha teoría está presente de una manera u otra entre los pueblos egipcios, griegos y caldeos, que la heredaron a su vez de la civilización atlante según nos refiere Platón en dos de sus diálogos –el Critias y el Timeo–. Los Atlantes recibieron la Tradición Primordial en un momento determinado del ciclo de esta humanidad y sus habitantes antes de desaparecer bajo las aguas del océano, transmitieron las verdades eternas a los pueblos de Ariadna, continente en donde se desenvuelve el plan en la actualidad. Ya se sabe que fue en el Sur de la India, remanente de la Lemuria y sobreviviente, no solo de ese lejano continente sino también de la Atlántida, fue donde se gestó la sabiduría primordial y en donde nacieron los linajes, fuentes de sabiduría que correrían en pos de las almas sedientas de Ein Sof. 

Pico della Mirandola resaltó una similitud entre los misterios hebraicos y el hermetismo griego. Durante los cuarenta días en el Monte Sinaí, afirmó, no sólo le fue entregada la Torá a Moisés, sino que Dios le reveló innumerables secretos divinos que no debían ponerse por escrito. Por lo tanto Pico pensó que la Kabbalah era a la ley escrita del Antiguo Testamento lo que los secretos órficos a los mitos paganos. Al comparar unos misterios con otros, Pico descubrió una afinidad insospechada entre ellos. En el dogma externo, no había reconciliación posible entre las teologías pagana, hebraica y cristiana, pues cada una de ellas estaba vinculada a una revelación diferente; pero cuando la naturaleza de los dioses paganos se entendía en el sentido místico de los platónicos órficos, la naturaleza de la ley mosaica en el sentido oculto de la Kabbalá y la naturaleza de la gracia cristiana en la plenitud de los secretos que San Pablo había desvelado a Dionisio el Areopagita, se descubría que estas teologías no diferían en el fondo, sino sólo en el nombre.

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Pico dela Mirandola tuvo como Maestro al sacerdote católico Marsilio Ficino(1433-1499), que perteneció a la Escuela de Florencia, aquella fuente del saber que transmitió a toda Europa la Tradición Hermética. Marsilio auscultó las ideas de Platón, pues creía que este filosofía había acogió la antigua teología de Zoroastro, Mercurio –Hermes-, Orfeo, Aglaofemo y Pitágoras. Afirmó también que había encontrado, que los más grandes misterios de Numenio, Filón, Plotino, Jámblico, Proclo, habían sido tratados por Juan, Pablo, Jeroteo y Dionisio Areopagita. Su pensamiento, y por supuesto el de Pico, se caracterizó por la unidad fundamental de los saberes supremos que lleva a la idea de una Tradición Primordial y Unánime llamada en ese tiempo prisca theologia. Marsilio tradujo textos griegos como el Corpus Hermeticum y el Poimandrés y el texto las Enéadas de Plotino, que en el siglo I d.C. y junto con Filón de Alejandría, empalman términos helénicos con sabiduría judía. El aporte de Marsilio y el de los demás renacentistas llevaron a que la Kabbalá adquiriera una especie de autoridad paralela con la Biblia y semejante a la que tenía la teología de Hermes y Zoroastro. Pico della Mirandola trató de demostrar que la tradición cabalística, estaba básicamente de acuerdo con la teología cristina, y que por tanto podía tomarse como profecía y confirmación de ella. Con este argumento fundó toda una tradición de Kabbalah cristiana que encontró sus defensores en Reuchlin, Giles de Viterbo y muchos otros pensadores en el siglo XVI que después usaron la kabbalah para fines de la defensa de la teología cristiana –apologética-. Pico recibió educación sobre la kabbalah de Judas ben Nissim Abul Farag de Girgenti, judío de nacimiento pero converso al

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cristianismo, de Elía de Medigo autor del libro “De la sustancia del mundo” en la cual dilucida la eternidad del Ein sof y sus emanaciones los sefirot. Elía de Medigo había leído el Sefer HaZohar y obras de Bahya ben Asher, Joseph Gicatilia y Menahem de Recanatti, entre otros. También recibió instrucción de Johanan ben Issac Alemmano (1435-1504) filósofo y alquimista hebreo, quien tradujo numerosos escritos kabalísticos. En sus obras invitó a reevaluar la magia cabalística y a utilizar elementos neoplatónicos, herméticos y astrológicos. Los ortodoxos judíos vieron esto con mucho recelo ya que recalcaron en la magia un fenómeno espiritual, proveniente de una revelación divina, directa, que había tenido lugar en el pasado. Johanan ben Isaac influyó en Rabbi David Messer Leon y Rabi Abraham de Balmes, pero juntos con una mayor inclinación por los postulados de Aristóteles. 

Ramon Llul

Tres personajes,  Ramón Lllul (1232-1316), Arnau de Vilanova(1238-1312) y Nicolás de Cusa (1401-1464), son considerados de una importancia fundamental en el desarrollo de la Kabbalá hermético-alquímica del Renacimiento y que fueron anteriores a Pico y Marsilio. Llul y Arnau, de mentes amplias y curiosas, anhelaron sembrar sus ideas universales en los buscadores espirituales de Occidente. Ramón Lllul nació en España, justo en el momento donde la Kabbalah estaba alumbrando, como dice Fernando González, sus más jugosos frutos en los escritos de Moshé de León, Chiquitilla y Abulafia. Lllul auscultó la espiritualidad profunda de las fuentes cristianas, judías e islámicas o sea la Sabiduría perenne, presentándola

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como el método que enseñaba a pensar y que daba a cualquier ser humano las herramientas intelectuales, para reconocer en su consciencia la compleja trama del universo. Pero su legado llegó solo hasta dos siglos después, pues en su época su propuesta fue incomprendida y rechazada, y fue tachado de excéntrico, abstruso e incluso loco. Llul recibió una fuerte influencia del kabbalista malagués Ibn Gabirol (1020-1070), que vivió en la edad de oro islámica y modificó en gran medida el misticismo judío. Otra fuente cuenta que su sabiduría le fue revelada en lo alto del monte Randa, y que era una emanación directa de los principios inmutables y universales. Nada raro resulta esta posibilidad, ya que los linajes se transmiten no sólo de manera horizontal, sino también vertical. Luego de cinco visiones de Cristo en la Cruz su vida cambió totalmente y paso de una llena de lujos y placeres a una modesta e introspectiva. Tuvo largos periodos de vida eremítica, entrelazados con otros de actividad, en los que escribió y enseñó su Arte a intelectuales, reyes y papas de su época. Afirmó, de igual modo, que había tenido tratos con algunos sufís del Islam y fue tanto su esplendor que predicaba los sábados y domingos en las sinagogas, y los viernes y domingos en las mezquitas. Enviaba parte de sus escritos a Rabinos como Salomó ben Adret y Aharón ha Leví, discípulos ya citados de Najmanides de Gerona. El fruto de sus investigaciones quedó consignado en su obra “Ars Magna” un compendio de certezas espirituales que recibió en sus profundas contemplaciones y que contiene ideas de naturaleza filosófica, teológica, científica, religiosa, apologética, enciclopédica, etc. 

El cardenal alemán Nicolás de Cusa contribuyó al mantenimiento y transmisión de la Tradición Unánime, de la Philosophia Perennis. Aparece en los albores del Renacimiento como uno de los herederos del neoplatonismo cristiano, corriente tradicional que partiendo de la síntesis elaborada por

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los primeros padres de la Iglesia (Orígenes, Clemente de Alejandría, Máximo el Confesor, y especialmente Dionisio Areopagita, muy influenciado por los neoplatónicos y pitagóricos Filón, Plotino, Porfirio, Jámblico, Calcidio, y sobre todo Proclo) surca, vivificándola, toda la Edad Media, en donde dicha corriente se nutre del pensamiento hermético traído a Europa por los árabes, conformando así la identidad del esoterismo y la gnosis occidental hasta nuestros días. En Alemania aún se conserva su biblioteca, considerada una de las más importantes de su tiempo por el saber en ella acumulado. Junto a las traducciones y comentarios sobre Platón, Plotino, Proclo, Dionisio Areopagita, y todos los neoplatónicos en general, en su biblioteca se encuentran también las obras de San Alberto Magno, el Maestro Eckhardt, Ramón Llull, así como numerosos tratados sobre astrología y la ciencia hermética. En este sentido, se sabe que sus estudios sobre astronomía influyeron en la teoría heliocéntrica desarrollada posteriormente por Copérnico. 

Según Francisco Ariza, autor del ensayo La Tradición Viva, el insondable misterio de la Unidad, es el principio que concilia los opuestos, las contradicciones inherentes a las cosas creadas. La idea de la coincidencia de los opuestos, que no es otra cosa que la concordia y la armonía universal, pensaba Cusa, debe ser llevada a todos los niveles de la vida, incluido el político. Esto le valió algunos disgustos e incluso fue encarcelado un tiempo, porque su visión era, según algunos gobernantes, verdaderamente religiosa e invitaba a que el Estado fuera regido por los mismos principios y leyes que ordenan el cosmos y la armonía del mundo. En la coincidencia de los opuestos se encuentra aquello que está encima de toda dualidad, la fuerza que unifica y devuelve al origen, al principio trascendente simple. La verdad no se encuentra en tanto el hombre esté sometido a la dualidad: "Sé que todo lo que sé no es Dios y que todo lo que concibo no es semejante a él, sino que él lo supera con mucho". De aquí surge la idea del Dios escondido, que es el título de otra de las obras de Cusa y de eso de lo que ya habían hablado Plotino y Proclo, y que constituye el fundamento de la "Teología Negativa" de Dionisio Areopagita, según la cual el hombre sólo puede dirigirse a la Divinidad Suprema en términos puramente negativos, indicando así que no es nada de lo que podamos concebir, nada que pueda ser signado con un nombre, que es siempre una determinación y, por consiguiente, una limitación. El Dios oculto, que es descrito por Cusa como lo inefable e inexpresable, es el Principio indeterminado e infinito a

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partir del cual surge todo lo que puede ser nombrado, expresado y determinado. También señala Cusa que "Dios está por encima de la nada y el algo, pues no es raíz de contradicción, sino que es la misma simplicidad”. Que no es-nombrado ni no-es-nombrado, ni tampoco es nombrado y no-nombrado sino que todas las cosas que pueden decirse disyuntivamente y copulativamente por medio del consenso o la contradicción no se le pueden atribuir a él a causa de la excelencia de su infinitud. Haciendo un inciso queremos señalar la semejanza que aquí encontramos con la concepción metafísica de la no-dualidad expresada por la Vedanta hindú y el sufismo islámico, sobre todo en Ibn Arabi, en cuyo Tratado de la Unidad podemos encontrar pasajes prácticamente idénticos al que hemos citado. Lo mismo debemos decir en lo que respecta al Maestro Eckhardt, que tanto influyó en Cusa. Esto se debe a que la doctrina tradicional es una sola en todo tiempo y lugar, sin importar la forma específica que ésta adopte para manifestarse. 

Para alcanzar la docta ignorancia o sea la certeza de que hay límites al conocimiento, el hombre ha de recorrer un largo camino de purificación, un ascenso intelectual, de forma sensible, de luz en luz para que se reabsorba en la unidad inmanifiesta y se transforme en el hombre interior. Para ello es necesario que se dilate la naturaleza de la visión sensible, ante el ojo de la visión intelectual siendo ésta la inteligencia que reside en lo más oculto de la caverna del corazón (el ojo del corazón que todo lo ve), expresión tradicional que indica de dónde procede la verdadera intuición intelectual, que siendo de orden suprarracional y supraindividual, permite aprehender de forma directa y no mediatizada (sin reflejos ni imágenes) las realidades invisibles y metafísicas. Para Cusa estaba claro que el mundo manifiesto era producto de un rayo luminoso (Kav de los cabalistas, Buddhi de los vednatistas y Verbo para los cristianos), mediante el cual el Dios oculto e inexpresable se revela y expresa a su creación, estando al mismo tiempo ausente de ella en su trascendencia. Esta ausencia y simultánea presencia de Dios en la manifestación, Nicolás de Cusa la explica con una antigua sentencia hermética: "Dios es un círculo cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna". De ahí que se trate de la permanente paradoja de una ausencia siempre presente, de una inmanencia trascendente. Cualquier punto de la circunferencia, al transformarse en centro, todo lo abarca. Y cualquier punto de este círculo, o sistema,

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lleva en forma inherente, constitutiva, esa misma posibilidad. La unión de contrarios ha dado lugar a la simultaneidad de lo que ya no se diferencia. Todo está en todo, y todo en uno. "Es, pues, ya evidente para nosotros, nos dice finalmente Nicolás de Cusa, que somos atraídos hacia el Dios desconocido por un movimiento de su gracia, ya que él no puede ser aprehendido de otra manera que mostrándose él a sí mismo. Y quiere ser buscado. Quiere asimismo dar luz a los que le buscan, esa luz sin la cual no pueden buscarle. Quiere ser buscado, y quiere también ser aprehendido, porque quiere abrirse y manifestarse a sí mismo a los que le buscan".

Francesco Zorzi (1466-1540) fue otro kabalísta del Renacimiento, monje franciscano nacido en Venecia y que comienza sus estudios de la Kabbalah inspirado en Giovanni Pico de la Mirandola y en el neoplatonismo. Sin embargo, el hecho de vivir en Venecia, donde la comunidad judía estaba muy arraigada y el flujo de los expulsados de España fue muy importante, le brindó la oportunidad de conocer muchos más textos hebreos que el propio Pico. La kabbalah de Francesco Zorzi o Giorgi está, por lo tanto, muy bien fundamentada y se dirige más claramente que la de otros italianos a una demostración de orden cristiano. Sus principales obras son: De harmonia mundi y Problemata. La primera guio a Cornelio Agrippa y también tuvo una gran importancia en Francia, donde fue traducida y publicada por los hermanos Le Fèvre de la Boderie, y contribuyó al conocimiento de la Cábala en Europa (Alemania y Centro Europa) y posteriormente en Inglaterra, de la mano de John Dee, Robert Fludd, etc. Giulio Busi, filólogo y experto en misticismo judío, dijo refiriéndose a Zorzi: “La riqueza de la tradición hebrea, junto a la herencia clásica y

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patrística, dan vida a los elegantes escritos en latín de Zorzi. Su estilo, a la vez rico y preciso, desarrolla una amplia gama de imágenes, pasando por una sucesión de temas simbólicos. En su carrera literaria, Zorzi demostró un alto grado de habilidad retórica, sus obras, cubrieron diferentes géneros literarios, desde la prosa filosófica,  los axiomas exegéticos y la poesía. La producción literaria de nuestro fraile franciscano fue en efecto bastante grande, extendiendo su infatigable actividad a textos litúrgicos y a una extensa correspondencia”.

Egidio de Viterbo (1469-1532), cardenal agustino, kabalista y protector de la Cábala fue muy famoso por su extensa biblioteca. Su obra Schekina es un tratado que versa sobre los números, las letras y los nombres de Dios, en el que conjuga con gran armonía la rica simbólica kabalística con la hermético-alquímica y la cristiana. Conoció muchos textos kabalísticos y hebreos, entre los cuales se destacan el Sefer Raziel, el Talmud, los Midrashim, el Zohar, el Sefer Temunah y el Bahir, entre otros. Sus vastos conocimientos le permitieron escribir un diccionario en el que puso en correspondencia palabras de la lengua caldea o aramea y kabalística con los temas de los poemas de Orfeo, Virgilio y los etruscos. Además fue autor de Historia XX saeculorum en la que afloran por doquier sus conocimientos cabalísticos, que presenta en claves numéricas para descifrar la historia desde una perspectiva simbólica. Reconoció la necesidad de aprender lenguas orientales para comprender la Biblia, por lo que estudio hebreo, arameo y árabe. Tuvo relaciones muy estrechas con algunos judíos conversos y muchos de sus libros fueron quemados por la inquisición o algunos reposan en la Biblioteca Vaticana.

Giovanni Mercurio da Correggio (c.1451-?), que desde joven estudió artes liberales y se lanzó a recorrer Europa, las islas mediterráneas y el norte de Africa buscando la magia natural. Decepcionado llega a Mallorca donde conoce a Pelagius, un misterioso sabio oriundo de Génova, astrónomo, mago y

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eremítica. Sólo al final de su existencia aceptó al joven Giovanni Mercurio como su discípulo, al que legó no solo su experiencia mística y mágica personal sino también su conocimiento biblioteca. La obra de Pelagius muestra todas las especies de magia, natural, divina, angélica, ilusionista, supersticiosa y diabólica. Su principal tratado es Peri Anacriseon ó Anacrise, en donde expone la doctrina pitagórica conjugada con el cristianismo. Este libro tuvo una gran repercusión en los ámbitos renacentistas y a él se refieren tanto Trithemio como Agrippa y otros magos del momento. Se dice que Giovanni Mercuriu realizó una aparición espectacular el domingo de Ramos en Roma en 1485. Este episodio fue descrito en detalle en la anónima Epístola Enoch, atribuida a Lazzarelli, su discípulo: “Correggio, montado en un caballo negro, cabalgó hasta el Vaticano, para luego abandonar la ciudad y volver montando un burro y vestido con una túnica de lino manchada de sangre, y llevando una corona de espinas en su cabeza. Correggio se presentaba ante la gente como el sirviente e hijo escogido por Jesús de Nazareth, y se refería a sí mismo como Pimander. Esto, así como su nombre agregado, Mercurio, demuestran su identificación con el Cristo hermético”. 

En 1501 el abate Trithemius afirmo: “Correggio, entró en la ciudad de Lyon con toda su familia y séquito, encadenado y con una corona de espinas asegurando que era poseedor de toda la ciencia de los antiguos griegos, hebreos y latinos, lo que fue probado por algunos doctores nombrados por el rey Luis XIII, que no salían de su asombro al escuchar los conocimientos del sabio”. Finalmente desencantado del mundo, acaba vendiendo todas sus pertenencias y desaparece tras un halo de misterio. Se dice que se retiró a Mallorca, la isla de su maestro… Correggio se ganó la lealtad de las masas sin educación que se maravillan con sus magníficas habilidades y también de un selecto séquito de eruditos notables que quedaron impresionados con sus talentos e incuestionablemente convencidos de la autenticidad de su profecía. Entre éstos se incluye a Carlo Sosenna, un catedrático de la Universidad de Ferrara y autor de un comentario escolástico a uno de los sonetos de Mercurio; Ludovico Lazzarelli, un ávido hermetista; y Trithemius. De igual manera fue invitado a juntarse con Pico della Mirandola y Flavius Mithridates. Ludovico Lazzarelli (1450-1500) fue discípulo de Giovanni Mercurio y su obra principal “La copa de Hermes”, supone un texto hermético-

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alquímico y con reminiscencias de la Kabbalah. Tuvo una fuerte influencia de Ficino.

Agostino Giustiniani, (1470-1536), dominico de familia patricia de Génova y autor de Anales y una plegaria compuesta al Dios Todopoderoso de 72 Nombres divinos en hebreo y en latín. Igualmente escribe Psalterio obra cuajado de comentarios kabalísticos y que presenta en hebreo, latín, griego y árabe. Giustiniani fue profesor de lenguas orientales en París, donde publica una traducción latina de la Guía de los Descarriados de Maimónides y 107 Cuestiones sobre el Génesis de Filón. También comentarios gramaticales de textos de Kabbala llamados escorios. Petrus Galatino (1460?-1540?)  fue de la orden de los franciscanos y escritor de escolios y un tratado revolucionario titulados Iglesia instituida, destituida y restituida donde describe sus revelaciones proféticas y se declara el Papa angélico. Destacan tambiénComentario sobre el Apocalipsis, De arcanis catholicae et veritatis en la que defiende a Reuchlin, labor que le tocó como penitenciario apostólico. Trabajó mucho con los textos citados por Giustiniani en los escolios y hace un estudio del Tetragrammaton a la par que se permite defender elTalmud y con ello la importancia de traducirlo al latín, pues conocía perfectamente esta lengua, así como el griego y también hebreo, que había estudiado en Roma con Elías Levita.

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Ambos autores, tanto Galatino como Giustiniani, son muy leídos y citados desde el comienzo de la  Kabbalah en Italia, ya que actuaron como recopiladores de literatura hebrea profunda. Destacan en Italia, también Agostino Ricci (1512?-1564)judío converso en cuyas obra brilla la luz de la mística cristiana y Paulus Ricci (m. 1541), humanista, traductor, de gran intuición y fiel a su forma tradicional. Sus obras incluyen traducciones de textos judíos e islámicos y algunos escritos originales, principalmente sobre temas místicos. 

Giordano Bruno (1548-1600), mago, poeta, filósofo, matemático e iniciado en los misterios de Hermes, también fur un renacentistas enfocado en las tradiciones sapienciales. Acompañó y siguió a Pico della Mirandola y fue quemado vivo por la inquisición. Su obra es muy extensa, una verdadera síntesis de Hermetismo, Kabbalah y Cristianismo. El diálogo es el método principal de su exposición, o sea el arte de la mayéutica, con el que pone al descubierto la identidad esencial de estas ramas tradicionales y de todas sus ciencias. Bruno comprendió la esencia de la Kabbalah, pues todo su discurso refleja una gran identificación con su simbólica, que a veces también expone de manera explícita. Los textos en los que la influencia kabalística se hace más patente son “La expulsión de la bestia triunfante”, “La Cábala del caballo Pegaso” y “Los heroicos furores. Bruno nació cerca a Nápoles, estudió teología y filosofía y entró en la orden de los Dominicos a los 17 años. Pero muy pronto empezaron los roces con la estructura eclesiástica, que miró con gran recelo sus intereses intelectuales. A los 23 años enseñó sobre el arte de la memoria, uno de los temas que tocan a la Kabbalá en sentido amplio, pues se trata de la activación de esta facultad a través de símbolos, señales, códigos, talismanes, etc. Redescubre una estrecha relación

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entre la estructura de su psiqué y el modelo simbólico de Adam Kadmón. Fuentes principales de sus escritos fueron las obras y el pensamiento de Marsilio y Pico. En su estancia en París imparte alrededor de treinta conferencias públicas, y es designado por un tiempo lector real de Enrique III. Luego en Inglaterra, gesta su proyecto universalista de renovación político-religiosa sustentada en las ideas herméticas, y entra en contacto con el poeta Philip Sidney, discípulo del gran sabio John Dee, kabalísta renacentista de Inglaterra. Siguen estancias por Alemania, París y Praga, donde a la par que extiende sus enseñanzas se ceban contra él ataques cada vez más virulentos, hasta que a la edad de 43 años, tras publicar sus tres grandes poemas filosóficos, regresa a Italia bajo la "protección" de Giovanni Mocenigo, quien lo acabará entregando a la Inquisición, acusado de haber sostenido que el universo es infinito, y también por haber puesto en entredicho la ortodoxia religiosa y practicado la magia. Por ello enfrentó la hoguera inquisitorial a los 52 años en Roma. Pero como sucedió con muchos de los personajes que se han estudiado, su impronta fue fundamental para la continuidad del pensamiento esotérico que rescató al ser humano occidental de su tibieza y descomposición.