la iglesia y el corazon de jesus

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la iglesia y el corazón de Jesús La Iglesia y el Corazón de Jesús En este sentido, pues, creemos que hoy es permitido dar la respuesta afirmativa, y que podemos pía y sólidamente pensar que la Iglesia salió, no sólo de la haga del costado, sino más concretamente, de la herida del Corazón de Jesús. Vamos a presentar algunos argumentos en pro de esta afirmación. El R. Pontífice Pío IX, en el Breve de Beatificación de Santa Margarita, dice: «¿Habrá alguno que no se sienta incitado a honrar con toda clase de obsequios a aquel sacratísimo Corazón de cuya herida manó sangre y agua, es decir, la fuente de nuestra vida y salud?». Según el R. Pontífice el agua y la sangre de la herida son la fuente de nuestra vida y salud; es decir, que así Como de la fuente brotan las aguas, así de aquella sangre y de aquel agua brotó, tuvo su origen nuestra vida, la de todos nosotros, la de la Iglesia; o séase que la Iglesia nació de la sangre y del agua del costado; pero como éstas salieron de la llaga del Corazón, según afirma el Pontífice, síguese que la Iglesia nació del Corazón de Jesús. Pruebas litúrgicas Suele decirse que en la Iglesia católica lex orandi lex credendi, la manera de orar expresa la manera de creer, o sea, que las oraciones oficiales del catolicismo, su liturgia, reflejan juntamente sus creencias; por eso los teólogos en sus investigaciones una de las fuentes a que acuden es a los documentos litúrgicos. También nosotros en este punto vamos a acudir a ellos.

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la iglesia y el corazón de Jesús

La Iglesia y el Corazón de Jesús

En este sentido, pues, creemos que hoy es permitido dar la respuesta afirmativa, y que podemos pía y sólidamente pensar que la Iglesia salió, no sólo de la haga del costado, sino más concretamente, de la herida del Corazón de Jesús. Vamos a presentar algunos argumentos en pro de esta afirmación.

El R. Pontífice Pío IX, en el Breve de Beatificación de Santa Margarita, dice:

«¿Habrá alguno que no se sienta incitado a honrar con toda clase de obsequios a aquel sacratísimo Corazón de cuya herida manó sangre y agua, es decir, la fuente de nuestra vida y salud?».

Según el R. Pontífice el agua y la sangre de la herida son la fuente de nuestra vida y salud; es decir, que así Como de la fuente brotan las aguas, así de aquella sangre y de aquel agua brotó, tuvo su origen nuestra vida, la de todos nosotros, la de la Iglesia; o séase que la Iglesia nació de la sangre y del agua del costado; pero como éstas salieron de la llaga del Corazón, según afirma el Pontífice, síguese que la Iglesia nació del Corazón de Jesús.

Pruebas litúrgicas

Suele decirse que en la Iglesia católica lex orandi lex credendi, la manera de orar expresa la manera de creer, o sea, que las oraciones oficiales del catolicismo, su liturgia, reflejan juntamente sus creencias; por eso los teólogos en sus investigaciones una de las fuentes a que acuden es a los documentos litúrgicos. También nosotros en este punto vamos a acudir a ellos.

En 1929, con motivo de haber sido elevada a más alto rito la fiesta del Sagrado Corazón, imponía el R. Pontífice a la Iglesia universal un nuevo Oficio litúrgico, bello y magnífico por cierto. Ahora bien, en él se afirma con la mayor claridad que la Iglesia nació del Corazón sacrosanto.

Así en el himno de las primeras Vísperas leemos:

«Del Corazón rasgado, la Iglesia, esposa de Cristo, nace. Ex Corde scisso Ecclesia - Christo fugata nascitur». En el himno de Maitines añade: «Por eso le hirió la lanza, -por eso recibió herida, -para lavar nuestras manchas - con corriente de agua y sangre. Percussum ad hoc est lancea - Passumque ad hoc est

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vulnera, - Ut nos lavaret sordibus - Unda fluente et sanguine». Viene hablando del Corazón de Jesús; y al decir que de él salió sangre y agua, y que esa sangre y esa agua, nos lavan de nuestras manchas, da a entender que de él salieron los sacramentos, que son los que propiamente nos limpian de los pecados; y por tanto que de él nació la Iglesia.

«Con el agua y con la sangre manó el precio de nuestra salud, el cual brotando de la fuente, a saber, de lo íntimo del Corazón, dio a los sacramentos de la Iglesia virtud para conferir la gracia».

Y añade el texto que todo esto sucedió «para que del costado del Cristo dormido en la cruz fuese formada la Iglesia». De donde parece que, en la mente del escritor, decir que la Iglesia salió del costado es lo mismo que afirmar que salió del Corazón de Jesús.

Concilios provinciales

El Pontífice Pío IX proclamó y que Pío XI ha insertado en la liturgia de la Iglesia universal, flotaban hacia ya tiempo en el ambiente católico, y así aparecen con frecuencia acá y allá, unas veces en Concilios provinciales, otras en Oficios del Corazón de Jesús aprobados por la autoridad eclesiástica para determinados lugares, otras en escritores diversos.

En el año 1849 el Concilio provincial de Aviñón, en el acta en que resolvía consagrarse al Corazón de Jesús se decía: «De aquel Corazón atravesado por la lanza en la cruz nació la Iglesia, brotaron los sacramentos, salimos todos cuantos hemos renacido por el Bautismo del agua y de la sangre que de allí manaron, y hemos sido constituidos en miembros del cuerpo y de la carne de Cristo». «Oh Corazón amantísimo de Jesús, - exclamaba un año después el Concilio de Bourges... - Corazón dulce, Corazón amable, del cual nació y fue formada la santa Iglesia que nos ha engendrado...». «De aquel Divino Corazón atravesado por la lanza en la cruz- añadía el Concilio de Auch - nació la Iglesia, manaron los sacramentos...». Y el Concilio de Quebec en 1883 repetía la misma idea, copiando las palabras de San Buena ventura.

El cuerpo místico

Pero hay aquí otro misterio que merece considerarse. Los que conocen un poco las Epístolas de San Pablo saben que uno de los principios de que más consecuencias y aplicaciones deduce, uno de los focos de luz potente que más de continuo está irradiando en sus ideas y en su vida, es aquella fecunda y consoladora verdad de la incorporación de los fieles en Jesucristo. En efecto, es una aserción católica, cien veces repetida en la Escritura Sagrada, que Cristo Nuestro Señor es, usando la alegoría de San

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Pablo, como una oliva divina, en la cual por el Bautismo quedan injertos los hombres, para no formar sino un misterioso árbol, cuyo tronco es el Dios-Hombre, y las ramas son los fieles. Viene a ser lo mismo que dijo Cristo en el sermón de la Cena: Yo soy la vid y vosotros los sarmientos. El que está en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto (15,5). Como el sarmiento no puede llevar fruto de sí mismo, si no estuviere en la vid, así tampoco vosotros, si no estuviereis en mí (15,4). El que en mí no estuviere será echado fuera, como el sarmiento, y se secará, lo recogerán, lo arrojarán en el fuego y arderá (15,6.).

En efecto: a) Si los cristianos son miembros de Jesucristo, los miembros, como es sabido, participan de la naturaleza del cuerpo, y así si el cuerpo es de un hombre, los miembros son miembros de hombre o humanos, pero como Cristo es Dios, sus miembros habrán de ser miembros de Dios o divinos; luego los hombres al ser injertos en Cristo han de quedar con ello divinizados, elevados a categoría divina, partícipes de la naturaleza de Dios; y así es como sucede en efecto, pues mediante la infusión de la gracia santificante, que es la que incorpora los hombres a Jesucristo, quedan éstos, como dice la Escritura y la teología católica: divinae consortes naturae, partícipes de la naturaleza divina, que es una

de las verdades más bellas del cristianismo.

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